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Reproducción del Betta Splendens: Guía Fotográfica

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Reportaje fotográfico: la reproducción del betta splendens
Pedro Martínez Santos (juanpo)
Antes de lanzarse a la aventura: una breve consideración filosófica
La reproducción de los bettas es frecuente entre los acuariófilos, puesto que constituye un espectáculo digno de
presenciar y no reviste especial complicación. Sin embargo, antes de comenzar no hará daño preguntarse por qué
queremos reproducir a nuestros bettas y hasta qué punto estamos comprometidos a sacar adelante la puesta.
Razones para ello hay mil: reto personal, ánimo de lucro, amor a la naturaleza... cualquiera puede ser lícita y
cada uno es muy dueño de sus motivos. Eso sí, sacar adelante una puesta requiere un cierto esfuerzo, y si lo
hacemos bien, podemos encontrarnos con cincuenta, cien o doscientos pequeños alevines que cuidar. Además
hay que tener en cuenta que será necesario aislar individualmente a los machos al cabo de unos pocos meses,
puesto que no soportan la presencia de ejemplares de su mismo sexo y podrían incluso llegar a matarse.
Lógicamente, esto implica tener un lugar dónde meterlos para asegurar que puedan vivir en unas condiciones
mínimamente dignas.
A lo que voy: está claro que nadie nos obliga a reproducir a nuestros bettas. Hacerlo es una elección nuestra, que
-como toda elección libre- conlleva pensar responsablemente. De acuerdo, son sólo peces, pero sería cruel que
nuestras puestas acabasen en la taza del water por simple dejadez.
En fín, pido perdón al lector por esta pequeña consideración, en la que posiblemente no hiciera falta detenerse, y
sin más preámbulos paso al tema del artículo.
Una imagen vale más que mil palabras: la reproducción del betta splendens
La pareja
Lo primero es seleccionar una buena pareja. Conocida la herencia genética de nuestros bettas es posible cruzar
ejemplares buscando una coloración o tipo de cola determinadas. Sin embargo, lo más probable es que
adquiramos nuestros bettas en una tienda de mascotas, y no de un criador especializado. Así, la apariencia de los
alevines de nuestras primeras puestas frecuentemente tendrá un importante componente sorpresa.
Yo he escogido a un macho y a una hembra aparentemente sanos y fuertes de color amarillo. Ambos tienen buen
apetito y se muestran activos. Al ser esta una pareja comprada en la tienda de al lado y el amarillo un color
recesivo, la coloración de los alevines que obtendré es un misterio.
El macho: Un ejemplar de la variedad cola de corona (o
crowntail) de triple radio; color mariposa, cuerpo amarillo y aletas
rojas y blancas con irisaciones azules.
La hembra: ejemplar de la variedad de cola de velo, cuerpo
amarillo y aletas rojas El gen de cola de velo es dominante, por lo
que cabe esperar que la mayoría de la puesta sea también cola de
velo. Si por un casual la hembra tuviera herencia genética de tipo
crowntail, parte de los alevines serían de esa variedad.
Como puede apreciarse en la foto, la hembra tiene el vientre ligeramente abultado por la presencia de huevos.
Puede también observarse el órgano ovopositor, que no es otra cosa que el punto blanco que tiene en el
abdomen. Otra señal de receptividad reproductora en las hembra son unas franjas verticales que salpican todo su
cuerpo. Estas se producen por decoloración, por lo que son habitualmente inapreciables en hembras que, como
esta, son de colores claros.
Una hembra con las franjas verticales: En esta foto pueden
apreciarse las franjas verticales en el cuerpo de una hembra de
tonalidades oscuras.
Macho y hembra deben ser alimentados con generosidad durante una o dos semanas antes de la freza, a ser
posible con comida viva. Así podrán soportar bien el esfuerzo físico que conlleva (no olvidemos que durante los
dos o tres días que puede durar la puesta, es recomendable no alimentarlos). Algunos criadores sugieren que
durante los días previos a la unión se les mantenga aislados por completo al uno del otro.
El acuario de cría
El acondicionamiento del acuario de cría no presenta demasiada dificultad. En este caso se trata de una urna de
12L, llena aproximadamente hasta la mitad (unos 12-15cm de agua), sin más adiciones que un calentador y un
termómetro. La temperatura óptima para la reproducción de los bettas viene a estar entre los 26ºC y 28ºC.
Conviene que el fondo esté completamente vacío para facilitar la tarea del macho, que se verá obligado a recoger
los huevos y los alevines que caigan del nido.
Los bettas no son especialmente exigentes con las condiciones del agua, pero sí conviene mantener un pH
próximo al neutro y unas condiciones mínimas de higiene. Es por ello recomendable, aunque no absolutamente
necesario, no alimentar a la pareja durante el tiempo que dura la reproducción.
Una vez preparado el acuario se introduce al macho, que tardará unas horas en aclimatarse y reconocer el
territorio. Pasado ese tiempo, llega el momento de mostrarle a la hembra en una cubeta de paredes transparentes.
Si al cabo de un rato el interés parece mutuo, se puede introducir a la hembra en el acuario. En la medida de lo
posible, conviene que las equilibrar poco a poco las condiciones del agua de la cubeta con las del acuario. Así
facilitaremos la aclimatación de la hembra y de paso aumentaremos su receptividad a la puesta.
La cubeta: el macho pronto comenzará a cortejar a la hembra,
persiguiéndola a lo largo del cristal para mostrarle los opérculos y
la cola.
Una vez juntos, el macho dividirá su tiempo entre hacer el nido de burbujas y perseguir a la hembra para intentar
atraerla al mismo. La hembra puede tardar un día en aclimatarse y otro más en mostrarse receptiva para el
desove, por lo que conviene tener paciencia. Si no hay actividad reproductora pasados dos días, en ocasiones lo
más conveniente es separar a la pareja y volver a iniciar todo el proceso preparatorio. Si tenemos ocasión,
disponer de una pareja de reserva nos podrá ahorrar alguna desilusión.
La persecución: En ocasiones, el macho se sentirá frustrado por
los desaires que pueda hacerle la hembra. Por ello es posible que la
persiga con cierto ímpetu.
Jugando al escondite: En ocasiones, la hembra tendrá que
esconderse de las persecuciones del macho. En una urna tan
pequeña, el calentador puede cumplir la función de escondite. Vale
la pena observar cómo el macho hace el nido de burbujas.
Una vez que la hembra se ha aclimatado, considera que el nido tiene un aspecto presentable, o simplemente lo
juzga oportuno (¿alguien las entiende?), se acerca al nido con el morro bajo en actitud de sumisión. Comienza
entonces una especie de baile del uno alrededor del otro que desemboca en el famoso abrazo reproductor del
betta: un espectáculo digno de presenciar.
Lista para el desove: La hembra se acerca sumisa al macho,
indicando que se encuentra receptiva para el desove.
El abrazo: Dependiendo de la experiencia reproductora de ambos
peces, es posible que tarden un poco en consumar el abrazo. De la
misma forma, los primeros abrazos podrían no dar lugar a huevos.
La naturaleza ha dispuesto que tras el abrazo la hembra quede flotando lateralmente durante unos segundos.
Como se aprecia en la foto siguiente, es en ese momento cuando los huevos se le desprenden del oviducto. Así el
macho dispone de unos preciosos segundos de ventaja para atraparlos con la boca y subirlos al nido antes de que
su pareja los descubra y se los coma.
Rescatando los huevos: El macho intenta atrapar tantos huevos
como le es posible en la boca, optimizando así el esfuerzo.
Obsérvese como se apelotonan los huevos, ya fecundados, en el
oviducto de la hembra.
En raras ocasiones, la hembra ayudará al macho a recoger los huevos para devolverlos al nido. Esto no es
frecuente, puesto que la hembra tiende a comérselos, pero ocurrió en este caso concreto.
Competencia: En algunos momentos, se dará una auténtica carrera
entre el macho y la hembra: uno por rescatar tantos huevos como
sea posible y la otra por alimentarse.
Generalmente la hembra se mantiene alejada del nido, entre abrazo y abrazo, esperando a encontrarse de nuevo
receptiva para acercarse al macho. Los encuentros se prolongan durante unas 4-6 horas.
Desovando: Es frecuente que de cada abrazo nazcan entre 15 y 30
huevos aproximadamente.
El macho aprovecha el tiempo entre abrazos para asegurarse de que los huevos están firmemente adheridos al
nido, cambiándolos de sitio ocasionalmente para evitar que se desprendan y queden al alcance de la hembra.
Poniendo orden: En la foto se observa cómo el macho toma
varios huevos en la boca y los ‘escupe’ dentro del nido. Las
burbujas del nido están recubiertas de una sustancia adhesiva que
segrega el macho con una doble función: mantener los huevos (y
después los alevines) sujetos al nido y darle cohesión al mismo.
Una vez que la hembra ha concluido el desove, el macho se tornará agresivo hacia ella y comenzará a perseguirla
hasta confinarla a un rincón del acuario. Es un buen momento para sacarla con mucho cuidado, evitando dañar la
puesta. Se devolverá a la hembra a su recipiente original (que si hemos estado atentos habremos aprovechado
para limpiar), y se le dará de comer para ayudarla a recuperarse del esfuerzo.
Evitar riesgos inútiles: concluida la puesta, es necesario retirar a
la hembra, evitando así que el macho pueda dañarla para proteger
el nido.
Una vez extraida la hembra, comienza el cuidado de la puesta por parte del macho, tarea que durará varios días.
Conviene facilitar su labor rebajando el nivel del agua hasta 5-7cm, de manera que tenga que hacer un menor
esfuerzo para transportar los huevos que caigan al fondo hasta el nido. Alternativamente, toda la freza podría
haberse realizado con el agua a este nivel, evitándonos así el riesgo de dañar el nido.
Bajada de nivel: Disminuyendo el nivel del agua se facilitan los
cuidados del macho y la posterior supervivencia de los alevines.
Los huevos eclosionan al cabo de entre 24 y 48 horas. En ese momento, y durante un par de días, los alevines se
alimentarán de las reservas de su saco vitelino, por lo que no es necesario alimentarlos todavía. Es más, hacerlo
podría ocasionar un exceso de polución por nitritos que acabase con sus vidas en unas horas.
Cuidado del nido: Durante los primeros dos o tres días de vida,
los alevines caerán del nido y apenas serán capaces de remontar los
5-7cm de desnivel vertical. La labor del macho consistirá en
ayudarles a conseguirlo.
Cinco o seis días después de la puesta, los alevines comienzan a nadar libremente y salen en busca de alimento.
Conviene tener infusorios artificiales con que alimentarlos, o alternativamente, haber metido un poco de musgo
de Java en el acuario con antelación a la puesta. Llegado este punto, el macho hambriento (no olvidemos que
puede llevar varios días sin comer), podría estresarse al verlos escapar de su control y acabar por devorarlos. Por
ello es necesario sacarlo y devolverlo a un tanque limpio donde pueda recuperarse.
Descubrir el mundo: Cuando los alevines son capaces de nadar
libremente en sentido horizontal, se puede aprovechar para
transferir la puesta a un tanque más grande donde haya un
calentador y un pequeño filtro de esponja.
Una vez concluida la actividad reproductora, conviene dar a la pareja varios días de descanso. Para evitar la
‘depresión’ que a veces experimentan los machos tras el intenso esfuerzo de la puesta, es bueno alimentar bien al
nuestro y mostrarle esporádicamente a algún otro individuo de su especie para ayudarle a mantener un cierto
nivel de actividad.
¿Qué puede ir mal en la reproducción?
Supongo que un número infinito de cosas. En mi experiencia, que es breve en comparación con la de otros,
existen algunos signos de que es mejor separar a la pareja y dejarlo para más adelante. Pero dejemos que hablen
las imágenes:
Agresividad excesiva: La hembra amarilla de las fotos anteriores
siempre ha sido muy selectiva con sus compañeros masculinos. En
la foto se observa el castigo que infringió a un cola de velo rojo,
con el que no llegó a congeniar en dos meses de intentos.
Antes muerta que sencilla: En uno de esos intentos, la hembra
demostró estar más dispuesta a desovar sola que a dejarse abrazar
por el cola de velo rojo. Otra cosa que puede observarse en la foto
es la suciedad: si decidimos alimentar al macho y a la hembra
durante la reproducción, conviene darles las dosis justa de
alimentos que se coman sin dejar rastro. Siempre habrá
excrementos, pero en la medida de lo posible hay que mantener
unas buenas condiciones de higiene.
Franjas horizontales: Las franjas horizontales en una hembra son
habitualmente sinónimo de estrés. Si al cabo de un buen rato de
estar junto al macho nuestra hembra las sigue mostrando, existe un
buen número de probabilidades de que no le haya caído bien, o de
que la preparación no haya sido la adecuada.
¡Mucho ánimo!
Bueno, pues se me acaba el rollo. Hasta aquí hemos hecho lo más fácil, que es conseguir la puesta. A partir de
este momento, el cuidado de los alevines depende de nosotros.
Pero eso ya es otra historia.
Para cualquier cosa: pedro_scribe@hotmail.com
El autor desea agradecer encarecidamente a Davien y Redheart (ambos moderadores del área de laberíntidos del
foro DrPez), el tiempo que han dedicado a repasar el artículo, así como sus muy acertadas sugerencias para
mejorarlo.
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