Subido por Jesús Morales Salamanca

Descartes: El Mundo o Tratado de la Luz - Análisis y Traducción

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I N S T I T U T O D E I N V E S T I G A C I O N E S FILOSÓFICAS
Colección:
Estudios Clásicos
Director: Dr. León Olivé
Secretaria: Mtra. Corina Yturbe
RENE DESCARTES
EL MUNDO
O
TRATADO DE LA L U Z
E s t u d i o introductorio, t r a d u c c i ó n y notas de
LAURA BENÍTEZ GROBET
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA D E
MÉXICO
1986
MÉXICO
T í t u l o original:
Le Monde ou Traite de la Lumiére
en Oeuvres de Descartes, Charles
Adam y Paul Tannery, París,
L é o p o l d Cerf, 1905.
Primera edición en español:
1986
D R © 1986, Universidad Nacional A u t ó n o m a de México
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F .
DIRECCIÓN G E N E R A L D E P U B L I C A C I O N E S
Impreso y hecho en México
ISBN 968-36-0100-6
PREFACIO
Mi contacto con Descartes se inició, como para cualquiera en
estas latitudes, en el bachillerato, con la lectura del Discurso
del M é t o d o . Durante la licenciatura me acerqué a la filosofía
moderna y se hizo evidente mi gusto por los filósofos
sistemáticos de ese periodo. No obstante, fue en la maestría
donde
me enteré de la existencia de E l Mundo, singular tratado que
me abrió perspectivas a la interpretación
de la filosofía
cartesiana a la luz de sus preocupaciones sobre la naturaleza. Poco
a poco me pareció cada vez más plausible que la luz, como
fenómeno
concomitante al movimiento mecánico de partículas, hacia transparente un modelo óptico del universo y que
esta idea podría extenderse a su concepción
epistemológica.
Asimismo, me percaté de la ubicación de la cosmología
cartesiana en el ámbito de su filosofía natural y de
importancia
de los fundamentos metafísicos
de la física. Estas son, en
suma, las razones teóricas que me impulsaron a traducir el
Tratado.
Paso por alto las vicisitudes y avatares del trabajo de traducción, pero sería una ingratitud no reconocer el apoyo de
las instituciones y las personas que la hicieron posible.
En primer lugar, deseo expresar mi agradecimiento al Instituto de Investigaciones Filosóficas por acoger el proyecto de
traducción
precedido de un ensayo introductorio. Por otro
lado, mi reconocimiento a la señorita Nicole Ooms, estudiante del mencionado Instituto, sin cuya colaboración
constante
y dominio de formas arcaicas de expresión el trabajo hubiese
resultado un reto insalvable. De igual manera, deseo agradecer
a los profesores Manuel Cabrera, José A. Robles y Juan Vázquez, miembros del Seminario de Historia de la Filosofía del
I.I.F., sus valiosas sugerencias para la presentación
de la ver-
6
PREFACIO
sión castellana del Tratado, y, finalmente, al Departamento
de Ediciones del I.I.F. por su cuidadoso trabajo en los diversos pasos de la edición del texto.
L.B.G.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
I. A N T E C E D E N T E S
1. Ubicación
del Tratado del Mundo en la obra de
Descartes
E n el año 1629 Descartes, que contaba entonces con treinta
y tres años, escribió El Mundo o tratado de la luz en Holanda,* sin embargo la condena de Galileo le decidió a guardar
el manuscrito, que no se hizo público sino hasta 1677,**
veintisiete años después de la muerte de su autor.
El Mundo fue escrito antes del Discurso del método
que
apareció en 1637 y de las Meditaciones Metafísicas
publicadas en 1647, así como de los Principios de la Filosofía
que
aparecieron en latín en 1644 y en francés en 1647.
L a ubicación del Tratado nos permite poner en claro que
se trata de una obra temprana donde se encuentran algunas
de las concepciones cartesianas más importantes sin desarrollar o vistas bajo una perspectiva que variará o se afinará
en escritos subsiguientes.
* "En 1629, il interromptpour
s'occuper dephysique.
C'est alors qu'il écritle
Traite du Monde dont on suit le progrés en sa correspondance jusqu'en 1633; ses
reflexions sur le phénoméne
des parhélies, observé á Rome en 1629, le conduisent
a une explication en ordre de tous les phénoménes
de la nature, formation des
planétes, pesanteur, flux et reflux pour arriver a l'explication de l'homme et du
corps humain." Bréhier, Emile. Histoire de la philosophie I . L a philosophie moderne, París, Presses Universitaires de France, 1960, p. 48.
* *"Galilée est condamné par le Saint Office pour avoir soutenu le mouvement
de la terre: ' Ce qui m 'a fort étonné, écrit-il á Mersenne, le 22 juillet 1633, que je
me suis résolu de brúler tous mes papiers, ou du moins de ne les laisser voir a personne. . . Je confesse que s'il [le mouvement de la terre]est faux, tous les fondements de ma philosophie le sont aussi, car il se demontre par eux évidemment,
et
il est tellement lié avec toutes les parties de mon Traite que je ne saurais détacher
sans rendre le reste tout defectueux.'"
Bréhier, Emile. Op. cit., p. 28.
8
ESTUDIO INTRODUCTORIO
Previo a los grandes desarrollos del sistema cartesiano,
no se puede evitar ver en El Mundo el primer intento por
hacer explícita la vertebración entre diversos aspectos del
saber científico y no un mero esfuerzo aislado cuyo objeto
fuera el proponer sus curiosas ideas cosmológicas.
E n una perspectiva genética de la historia de las ideas es
obvio que ningún estudioso de Descartes puede desconocer
el Tratado sin malentender el origen, no sólo de sus ideas en
torno a la física, sino también, en buena proporción, de sus
ideas metafísicas y epistemológicas.
Visto en esta forma, El Mundo no se reduce a un mero
Tratado de c o s m o l o g í a , antecedente de otros escritos de física cartesiana, tales como los Meteoros, la Geometría
y la
segunda parte de los Principios, sino que se trata más bien de
un escrito inicial que recoge las preocupaciones cartesianas
fundamentales en torno a los problemas de la naturaleza
en los que se había interesado al menos desde 1626 como lo
muestra la. Dióptrica escrita antes del Tratado.
E n El Mundo Descartes se presenta menos metafísico de
lo que estamos acostumbrados a pensarlo y mucho más
completo como filósofo, en tanto se puede apreciar que la
metafísica, si bien es el suelo en que se finca la física, puede
verse como una disciplina separada de ella. A s í , la lectura del
Tratado no sólo nos pone en contacto con los conceptos de
materia, movimiento, cuerpo, etcétera, sino con problemas
sobre el conocimiento sensible e inteligible, con teorías sobre
los fundamentos metafísicos de la física, tales como la
creación continua o el origen divino de las leyes del movimiento.
A través de la advertencia introductoria al Tratado en la
edición de Adam & Tannery* se pone de manifiesto que El
Mundo c o m p r e n d í a , en la c o n c e p c i ó n original de Descartes,
el Tratado del hombre, aunque tradicionalmente se han publicado siempre por separado.
Tal hecho se desprende del prólogo del editor Clerselier al
Tratado del Mundo publicado en 1677, en el que afirma que
su edición proviene de "un texto más fiel y contiene figuras
* E n cuanto al texto empleado para esta traducción se u s ó la edición de Adam
&: Tannery pues se trata del texto más fiel del Tratado con el que contamos, en la
mejor edición de Obras Completas de Descartes.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
9
mejor hechas". Clerselier hace alusión a las ediciones de 1662
y 1664: "Clerselier ne reproduit pas pour le Monde le texte
publié en 1964, qui n'était qu'une copie, mais bien entendu,
celui qu'il avait en sa possession, c'est-á-dire ¡'original. "* Asimismo muestra la continuidad entre las partes del Mundo,
que cuenta con quince capítulos, y el Tratado del hombre
que se inicia en el capítulo dieciocho. Finalmente los editores
Adam & Tannery señalan que en el Tratado del hombre se
hacen continuas referencias al del Mundo como precedente.
2. Ubicación
cartesiano
de la filosofía
natural y de la física
en el sistema
No se trata de exponer aquí el proyecto completo del sistema
cartesiano, ni de ampliar la disputa en torno al problema del
valor de las aportaciones cartesianas al campo de la física,
como tampoco de agotar la temática que dichas disciplinas
podrían comprender para Descartes. L a pretensión es mucho
más modesta, se trata únicamente de ubicar algunos tópicos
básicos de la filosofía cartesiana dentro de un campo disciplinario, particularmente aquellos de mayor significación en
el Tratado del Mundo, cuyo estudio nos ocupa.
Hamelin, en su Sistema de Descartes, refiere:
Conocemos ya el lugar que Descartes le asigna a la física
en el prefacio de los Principios: ella es como el tronco
de la filosofía, siendo la metafísica en cambio su r a í z .
1
Para Hamelin, la física cartesiana depende de la metafísica
indirectamente porque requiere del m é t o d o y directamente
porque las leyes físicas necesitan un fundamento metafísico.
Independientemente de los matices que para los intérpretes
adquiera la dependencia de la física con respecto a la metafísica, en el sistema cartesiano es un hecho y si no fuera por sus
consecuencias, pasaría por un lugar c o m ú n en filosofía. A
*"Les chapines sur l'Homme doivent done venir aprés ceux du Traite de la lumiére, qui forment la premiére partie de cet ouvrage." A.T. v. 8 p. I L
1
Hamelin, Octave, El Sistema de Descartes, Buenos Aires, Editorial Losada,
1949, p. 318.
10
ESTUDIO INTRODUCTORIO
este respecto particularmente nos importa destacar que para
comprender el Tratado, y probablemente todos los escritos
de física cartesiana, hay que partir de una consideración teórica básica, a saber, el sistema cartesiano no ofrece una
teoría física independiente. A l vincularla con una serie de fundamentos metafísicos, el resultado no es un cuerpo de
ciencia física sino una filosofía de la naturaleza. S. V . Keeling
ha establecido, a nuestro juicio con gran cuidado, esta distinción:
. . . to regará Descartes's 'Natural Philosophy' as equivalent to physics in our moáern sens, or his doctrine of
self as substantially what is now meant by psychology,
would not only be mistaken, but would prevent us from
understanding aright his philosophy or his metaphysics,
and cause us to miss the somewhat subtle consequences
that proceed precisely from their differences.
First what Descartes calis 'Physics' is not what we
cali physics ñor what he calis 'Philosophy' or 'Natural
philosophy'
. . . Descartes however, mantains that
physics alone gives us no knowledge of the existent
natural world, but that his Natural Philosophy' does,
and, moreover, knowledge that is wholly certain and
never merely probable. His physics is the result of
applying the 'mathematical method' to certain nonmathematical objects; it is a corpus of certain interconnected results, highly general . . . it is, then, the
totality of such results, coordinated and arranged so as
to exhibit the deducibility of one from certain others,
that constitute
'Physics'.
2
Por lo pronto, de la cita anterior se desprenden al menos
dos cuestiones fundamentales. L a primera es que para Descartes la física no versa sobre el mundo actual, sino sobre el mundo posible, lógicamente posible, ya que se trata de un sistema
de proposiciones no contradictorias entre s í . L a segunda,
í n t i m a m e n t e relacionada con la anterior, es que se trata de
3
2
3
S.V. Keeling, Descartes, Londres, Oxford University Press, 1968, pp. 131-132.
S.V. Keeling, op. cit., p. 131.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
11
un sistema de conocimientos eminentemente deductivo. De
aquí es fácil concluir, como lo hace Descartes, que sólo un
saber más amplio, que funde el conocimiento físico en la
metafísica, como lo hace la filosofía natural, puede dar
razón del mundo actual.
E n este sentido la filosofía natural cartesiana forma
parte de su metafísica y por esta razón, aunque su física no se
reduzca a la metafísica, en sus escritos siempre se encuentran
estrechamente vinculadas.
Esta ubicación primaria arroja luz sobre dos aspectos
fundamentales del Tratado: lo. Que aunque Descartes mantiene la relativa independencia de su física, al comentar al
padre Mersenne, en una carta de 1638, sus investigaciones
sobre la constitución de la sal, la nieve, la luz, el arco iris, no
puede desligarlas de la discusión metafísica. Esto mismo puede observarse en la Dióptrica
y en El Mundo, por lo que
no constituyen tratados de física, sino de filosofía natural.
4
E l otro aspecto básico que cabe destacar a la luz de la ubicación propuesta es que la pretensión m e t o d o l ó g i c a cartesiana
de mostrar a la física como un sistema deductivo de proposiciones, hace plausible por qué la explicación de los fenómenos físicos se sitúa en un mundo posible o, como lo dice
Descartes, en un Nuevo Mundo, y no en el mundo actual,
lo cual reduce la interpretación de que Descartes elude el
mundo actual por razones prudenciales, como escapar a la
hoguera, evitarse controversias o comprometerse con su
propia teoría prefiriendo exhibirla como mera hipótesis.
3. Intención
de Descartes al escribir E l Mundo
Los motivos de un autor al escribir una obra suelen ser variados y complejos. A ú n más, algunas veces aquellos que pueden
resultar teóricamente reveladores no se explicitan. A s í ,
en muchas ocasiones quedan al descubierto motivos de
4
"Now we can be clear that no proposition of the Physics can itself warrant
our affirming the whole Physics to be a true description ofall Nature actually
existing. But the Metaphysics, if we accept it, will warrant such an afflrmation,
Descartes thinks, and his science of Physics, together with the demonstration that
it is deducible from the Metaphysics, is precisely what he means by. Natural Philosophy'. " S.V. Keeling, op. cit, p. 133.
12
ESTUDIO INTRODUCTORIO
í n d o l e personal y subjetiva y no los que dieron origen o estructura a un sistema de ideas.
Como se sabe, en 1629 Descartes escribió El Mundo o
Tratado de la luz, obra cuyo desarrollo puede seguirse en su
correspondencia, según Bréhier, hasta 1 6 3 3 y cuyo origen,
supone este mismo autor, deriva de las observaciones que
hizo Descartes en 1629 en R o m a sobre el f e n ó m e n o de las
paralajes. Ello le habría conducido a una explicación en
orden de todos los f e n ó m e n o s naturales: formación de planetas, peso, flujo y reflujo de los mares, etc., hasta llegar
a la explicación del hombre.
E n una muy conocida carta a Mersenne de finales de 1633,
Descartes hace expresas algunas de las ideas controvertidas de
su Tratado, cuando al referirse a la condena de Galileo
dice:
esto me ha golpeado de tal modo, que casi me he
resuelto a quemar todos mis papeles o al menos a no dejarlos
ver a nadie".
E n la misma carta Descartes declara que si Galileo, que era
italiano y querido por el Papa, había sido inculpado por
sostener que la tierra se m o v í a , " ...confieso que si el principio (todo se mueve) es falso entonces todos los fundamentos de mi filosofía lo son también, porque tal principio
se demuestra por los fundamentos evidentemente".
T o d a v í a con mayor precisión en una carta a Mersenne de
abril de 1634, Descartes declara:
s
6
7
8
Pues le diré que todas las cosas que explico en mi
Tratado, entre las cuales está también esta opinión del
movimiento de la tierra, dependen de tal manera unas de
otras, que es suficiente con saber que haya una que sea
falsa para comprender que todos los razonamientos de
los cuales me sirvo no tienen fuerza.
9
5 Bréhier, Emile, Histoire de la Philosophie
Presses Universitaires de France, 1960, p. 94.
II, L a philosophie modeme, París,
6
L a interpretación aunque probable es incompleta pues en El Mundo Descartes hace alusión a la Dióptrica lo cual indica que antes de 1629 estaba interesado
en problemas de física, muy especialmente en el problema de la luz.
Descartes, Rene, Lettres, París, Presses Universitaires de France, 1964, p. 22.
7
Cfr. supra*.
8
9
Descartes, Rene, op. cit., p. 22, traducción mía. Cfr. supra*.
Ibid., p. 23. Traducción mía.
13
ESTUDIO INTRODUCTORIO
Hasta aquí las alusiones al Tratado sólo conducen lateralmente a entender por q u é fue escrito, q u é m o t i v ó a Descartes
a hacer filosofía de la naturaleza. Los motivos objetivos,
filosóficos o científicos, v. gr., proponer una c o n c e p c i ó n no
tradicional de la materia o del movimiento, o aplicar las
leyes del movimiento m e c á n i c o al movimiento planetario,
etc., se soslayan.
L o más cercano a una explicación objetiva que a p r o p ó s i t o
de su Tratado haya dado Descartes se consigna en una carta
que escribió a Huygens el 31 de enero de 1642: " . . . puede
ser que estas guerras escolásticas sean la causa de que mi
Mundo se haga ver muy pronto en el m u n d o " .
Como sabemos, El Mundo jamás apareció en vida de Descartes, pero lo que interesa es que reitera que el Tratado
ha sido pensado, en cierta forma, como un arma contra
algunas ideas tradicionales que trataban de explicar fenómenos físicos, particularmente los conceptos de materia
y movimiento.
E n cuanto a los motivos no e x p l í c i t o s cabe preguntarse:
¿En El Mundo pretende Descartes hacer filosofía de la naturaleza? ¿Por qué el texto lleva como subtítulo Tratado
de la luz? Éstas y otras preguntas semejantes, remiten a la
vasta problemática de q u é entiende Descartes por naturaleza o por mundo, y por q u é el f e n ó m e n o de la luz es central
en su explicación del mismo. Tales interrogantes sólo pueden
despejarse a partir del análisis del propio Tratado.
10
I I . PROPUESTA D E INTERPRETACIÓN
Por su presentación y por la unidad de contenidos, El Mundo puede ser i n t e r p r e t a d o bajo diversos enfoques los
cuales no necesariamente tendrían que presentarse como
independientes sino como complementarios. Mi propia
sugerencia es que cabrían al menos tres propuestas de interpretación interesantes y, en buena medida, no excluyentes.
1. El Mundo p o d r í a ser entendido a partir de una perspectiva c o s m o l ó g i c a como la teoría cartesiana sobre la géne1 0
Descartes, Rene, Oeuvres t. I I I . Adam8c Tannery, París, V r i n , 1909, p. 523.
Traducción mía.
14
ESTUDIO INTRODUCTORIO
sis y organización del universo, explicitada en la ' T e o r í a
de las vórtices", que tanto influjo tuvo en sus contemporáneos.
2. Por otra parte el Tratado p o d r í a analizarse a la luz de la
filosofía natural como un escrito filosófico que busca hacer
e x p l í c i t o s los fundamentos metafísicos de la física.
3. Finalmente, bajo el enfoque estrictamente físico, cabría
señalar dos cuestiones fundamentales:
a) Considerar al Mundo como construcción racional de
un modelo de la naturaleza.
b) Ligado estrechamente a lo anterior, ver en este Tratado
cartesiano la explicación del mundo natural siguiendo muy
particularmente un modelo de óptica mecanicista.
Este triple enfoque permitirá dar respuesta a muchos de los
problemas planteados hasta hoy en torno al escrito cartesiano, y por ello considero que puede contribuir a su comprensión.
1. El enfoque cosmológico
del Mundo. Génesis
nización del universo: La teoría de las vórtices
y orga-
La teoría de los torbellinos como
primer ejemplo de una explicación
matemática
universal de los fenómenos es de un valor incalculable;
y aunque fuera enteramente errónea su valor sería el mismo.
11
De una primera lectura del Tratado lo que más llama la
atención es sin duda la propuesta c o s m o l ó g i c a cartesiana.
E n efecto, la especulación sobre el mecanismo de formación
y organización del universo, es una de esas cuestiones que
cautiva a científicos y filósofos aun a sabiendas de las dificultades que entraña la corroboración empírica de las hipótesis.
T a l vez por esta razón el Tratado en su conjunto ha sido
1 1
Hamelin, Octave, El sistema de Descartes, Buenos Aires, Editorial Losada,
1949, pp. 345-346.
15
ESTUDIO INTRODUCTORIO
juzgado por algunos autores como una verdadera novela sobre
la naturaleza o como teoría ingeniosa pero no f i l o s ó f i c a .
L o que debe ponerse en claro es que si bien el Tratado
contiene efectivamente una teoría c o s m o l ó g i c a especulativa,
que se designa normalmente como "Teoría de las vórtices",
no se reduce a ella.
No obstante, como desde un enfoque c o s m o l ó g i c o éste es
el punto más significativo del Tratado, habrá que valorarlo.
Muy sucintamente se puede decir que la teoría de las
vórtices es la parte central de la c o s m o l o g í a cartesiana, que
nos habla del origen, formación y organización del universo.
Descartes lo denomina Nuevo Mundo, y su novedad estriba,
desde el enfoque que nos ocupa, en el cambio de perspectiva
en la consideración de los problemas de la naturaleza frente
a la tradición y el sentido c o m ú n .
Para Descartes el auténtico conocimiento de la naturaleza
no puede quedarse en el plano sensible que para él es apariencial y subjetivo. A s í la duda sobre el conocimiento sensible
en el Tratado, es la duda sobre el conocimiento meramente
aparente del mundo. A la pregunta ¿qué es el mundo?,
la respuesta inmediata es que no se trata de un c ú m u l o de
cualidades subjetivas como color, sabor, olor, textura, etc.;
ideas confusas, no cuantificables, sino que el mundo, la
naturaleza, es básicamente materia en movimiento cuya
propiedad esencial es la extensión (largo, ancho, profundidad), por lo cual concebir un espacio sin materia es imposible.
L a c o s m o l o g í a cartesiana no sólo recoge algunos aspectos
básicos de su física, a saber, la definición de la materia y la
formulación de las leyes del movimiento, sino que integra
la explicitación de los supuestos metafísicos en que se funda,
lo cual nos remite a su filosofía natural. Sin embargo la
presentación de la teoría de las vórtices, como teoría cosmológica central del Tratado, quedaría incompleta si no se
mencionara que, para clarificar la organización racional del
12
1 2
A este respecto dice Anthony Kenny: "It would take too long, and serve no
philosophical purpose, to follow the ingenious theory of vórtices, or whirl pools
of material particles varying in sizeand velocity. By means of these vórtices Descartes hopped to explain all natural phenomena. . ." Kenny, Anthony, Descartes.
A history ofhis philosophy. New York, Random Kouse, 1968, p..206.
16
ESTUDIO INTRODUCTORIO
iniverso, Descartes plantea la hipótesis del caos, es decir, la
desorganización antes del cosmos. Según esta hipótesis,
mn suponiendo la existencia del caos más embrollado que la
mente humana pueda concebir, el mero hecho del movimiento con que Dios dota a la materia, explica el orden legal
del universo. Esta hipótesis extrema del caos, se suaviza en el
Tratado cuando Descartes dice:
. . . para concebir esta materia en el estado en que
hubiera podido estar antes de que Dios comenzara a
moverla, la debemos imaginar como el cuerpo más
sólido que haya eri el m u n d o .
13
E l caos se reduce, así, á una masa silente, compacta, ilimitada y creada por Dios en espera de comenzar a moverse.
Cabe sin embargo señalar que esto no es sino una forma de
hablar, ya que la materia c o m e n z ó a moverse tan pronto
como c o m e n z ó a existir.
L a teoría de las vórtices constituye la parte central de la
c o s m o l o g í a cartesiana pues intenta dar cuenta de la génesis
del universo en tanto cosmos o naturaleza regulada.
Por otra parte, si la explicación del origen del mundo se
pone en relación directa con la acción creadora de Dios, es
porque Descartes considera que sólo con esta premisa metafísica puede pasar de la explicación hipotética del origen
del mundo (meramente posible, o no contradictoria) a la explicación de la génesis del mundo actual. E n este sentido la
teoría cosmológica, y más concretamente la teoría de las vórtices forma parte de la filosofía natural.
De alguna manera, el origen del mundo puede entenderse
en Descartes como el paso del "caos" al cosmos. E n efecto, es
un hecho que no existe en el mundo actual materia que,
entendida como Descartes la concibe, no sea divisible y no
esté en movimiento, porque tales determinaciones son inherentes a su propia c o n s t i t u c i ó n . A s í la e x t e n s i ó n dice divisibilidad y ésta dice movimiento. E n consecuencia, materia y
movimiento no pueden aislarse sino como resultado de un
proceso abstractivo.
14
1 3
1 4
Cfr. infra. p. 95.
Ibid., p. 57.
17
ESTUDIO INTRODUCTORIO
L a primera postulación cartesiana al respecto, como sabemos, es, siguiendo el principio de simplicidad, el proponer la
identidad entre materia y extensión. Pero, ¿ c ó m o se genera
esta idea en el Tratado? Dejemos hablar a Descartes:
... supongamos que Dios crea de nuevo, a todo nuestro
alrededor tanta materia que, de cualquier lado que
nuestra imaginación se pueda extender y a no perciba
ningún lugar que esté v a c í o .
... supongamos expresamente que no tiene la forma
de la tierra, ni del fuego, ni del aire, ni ninguna otra
[forma sustancial] m á s particular, como la de la madera,
la de una piedra o la de un metal; ni tampoco las cualidades de ser caliente o frío, seco o h ú m e d o , ligero o
pesado, o de tener algún sabor, olor o sonido, o color, o
luz u otra parecida en su naturaleza, de la cual se pueda
decir que haya alguna cosa que no sea conocida evidentemente por todos.
... concibámosla como un verdadero cuerpo, perfectamente sólido, que llena igualmente todos los largos,
anchos y profundidades de este gran espacio en medio
del cual hemos detenido nuestro pensamiento.
15
E n esta consideración hipotética salta a la vista la perspectiva geométrica
desde la cual la homogeneidad material se
da con base en la e x t e n s i ó n ; de a h í que la materia resulte un
"cuerpo perfectamente s ó l i d o " y, por ende, continuo. T a l
sería el significado primario de res extensa, el pleno continuo
que excluye al v a c í o .
Si uno quisiera ver en esta hipótesis abstracta un estado
primigenio, la masa material sólida, plena y silente, sería lo
más aproximado a un "caos" que puede derivarse del planteamiento cartesiano. E n efecto, materia y movimiento son
dados simultáneamente y esto excluye la p o é t i c a visión
de un embrollo no regulado, ya que la materia posee constitutivamente las propiedades (divisibilidad, capacidad
de transmisión del movimiento, etc.) que la conducen a su
is ¡bid., p . 77-79.
P
ESTUDIO INTRODUCTORIO
18
autorregulación, ateniéndose a las leyes ordinarias de la
naturaleza (inercia y choque).
Pues Dios ha establecido tan maravillosamente estas
leyes, que aunque supongamos que E l no cree nada
más de lo que he dicho, e incluso que no ponga en esto
ningún orden ni proporción, sino que componga con
ello un caos, el más confuso y embrollado que los poetas puedan describir; ellas [las leyes] son suficientes
para hacer que las partes de este caos se desembrollen
por sí mismas y se dispongan en tan buen orden que
tendrán la forma de un mundo muy perfecto, en el cual
podremos ver no solamente la luz sino también todas
las otras cosas tanto generales como particulares que
aparecen en este verdadero m u n d o .
(
16
L a consecuencia inmediata de la identificación de la
materia con la e x t e n s i ó n o espacio, es que es imposible el
espacio v a c í o ; pero la otra es la divisibilidad de la propia
materia. Si la materia es e x t e n s i ó n , la materia es, en principio,
divisible al infinito.
A s í , la imposibilidad del v a c í o y la divisibilidad son consecuencias de la definición geométrica de materia como extensión y el problema reside en pasar a la perspectiva física
donde, sin perder la idea del pleno, se incluye además el
movimiento.
L a perspectiva física parece remitirnos a un problema
complejo en Descartes. Si uno se atiene a la hipótesis de la
generación del universo tal y como aparece en El Mundo,
tiene que concluir que el pleno h o m o g é n e o e indiviso se
fracciona gracias al movimiento; sin embargo, salta de inmediato la circularidad: el movimiento supone las partes. E l
problema se puede enfrentar si retomamos el inicio de nuestro argumento, a saber: la caracterización geométrica de la
materia es una presentación reductiva o abstracta que sigue
el principio de simplicidad epistemológica, esto es, procede
en el análisis de lo simple a lo complejo. L a hipótesis del
sólido continuo no es más que una abstracción y el mundo
1 6
Ibid., pp. 79-80.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
19
actual o naturaleza no puede verse únicamente bajo la perspectiva matemática; habrá que considerarlo, igualmente, bajo
la perspectiva física, por lo que a Descartes le basta con
postular, dejando a un lado otro tipo de consideraciones
metafísicas, que todo c o m e n z ó a moverse tan pronto como
c o m e n z ó a existir.
Materia es e x t e n s i ó n pero, también, divisibilidad, lo cual
se precisa en la teoría corpuscular, base del mecanicismo
cartesiano. Se trata de una materia h o m o g é n e a pero dividida
en partes, las cuales constituyen un pleno en tanto no es
posible, por la definición de la materia como e x t e n s i ó n , admitir el v a c í o .
Si entendemos que la caracterización geométrica de la
materia es realmente una abstracción, parece ocioso preguntarse si, en efecto, el pleno continuo precedió al pleno
discontinuo; del mismo modo que resulta innecesario determinar si primero fue el movimiento y luego las partes o si
las partes condicionan el movimiento, y a que los textos en
que Descartes se refiere a estos problemas remiten a una
exposición didáctica que busca ir de lo simple a lo complejo.
De hecho, materia, partes y movimiento no se preceden
cronológicamente ni se requiere tal para la explicación genética de la formación del universo.
17
Imposibilidad del v a c í o , divisibilidad de la materia qua
extensión, movimiento rectilíneo y leyes del movimiento
(inercia y choque) constituyen el fundamento de la organización del universo.
Agreguemos a esto [la definición de materia como
e x t e n s i ó n ] que esta materia puede dividirse en todas
las partes y según todas las figuras que podamos imaginar; y que cada una de sus partes es capaz de recibir
en sí todos los movimientos que podamos también
concebir. Y supongamos que Dios la divide verdaderamente en muchas partes determinadas, las unas más
grandes y las otras más pequeñas; las unas de una
figura, las otras de otra, tal como nos plazca forjarlas.
No que las separe, por ello, la una de la otra, de manera
1 7
Ibid., p. 57.
20
ESTUDIO INTRODUCTORIO
que se dé algún v a c í o entre dos; sino pensemos que toda
la distinción que hace allí, consiste en la diversidad del
movimiento que les da, haciendo que desde el primer
instante en que son creadas, las unas comiencen a
moverse de un lado y las otras de otro, las unas más
rápido y las otras más lentamente (o incluso, si así
lo quieren Uds., que permanezcan sin moverse) y que
c o n t i n ú e n después su movimiento ateniéndose a las
leyes ordinarias de la naturaleza.
18
L a diversidad de las partes impide la propagación uniforme
del movimiento, por lo que se constituyen diversos torbellinos o vórtices. A l mismo tiempo, la imposibilidad del vacío,
aunada a la tendencia de las partes al movimiento rectilíneo,
explica los movimientos circulares registrados en la naturaleza, y todo ello, conjuntamente con las leyes del movimiento,
determinan la estructura física de nuestro mundo actual para
Descartes.
E n esta explicación salta a la vista que la t e o r í a de las
vórtices plantea, al menos, dos interesantes cuestiones, estrechamente relacionadas entre sí, sobre las que hay que insistir:
1. ¿Por qué el movimiento registrado efectivo es circular
cuando todas las partes acusan una tendencia primaria al
movimiento rectilíneo? E n otras palabras, llevado al plano del
universo físico, ¿por q u é la organización de la materia en
torbellinos?
2. ¿ C ó m o es posible el movimiento en el pleno?
E n Descartes la respuesta a la primera pregunta es, en
buena medida, la explicitación de la segunda.
L a t e o r í a corpuscular satisface la propuesta del movimiento; de hecho, son simultáneas en tanto las partes materiales
están dotadas de movimiento. E l problema se presenta, no
con la divisibilidad de la materia en sí misma, sino cuando se
identifica la materia con la e x t e n s i ó n . Si materia es e x t e n s i ó n ,
por ende espacio, no puede haber espacio v a c í o . Si ello es
así se vuelven problemáticas las nociones de fracción de la
materia por choques y de movimiento, pues si todo está
i8 ibid., p. 79.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
21
tan lleno de materia como puede estarlo, aun suponiendo que
de inicio se den las partes con todos los tamaños y figuras,
la noción de movimiento se. relativiza.
Descartes busca salvar este problema proponiendo:
1. Que toda parte material tiende al movimiento rectilíneo.
2. Que, en vista de que no existe el v a c í o , el movimiento
de toda parte es necesariamente circular, pues no se
trata nunca del movimiento aislado de una parte, sino
de cadenas de movimiento. E l movimiento de un cuerpo
no es más que su cambio de lugar el cual, por la imposibilidad del v a c í o , lo ocupa en el mismo instante, otro
cuerpo, cuyo sitio deberá ocuparlo otro en el mismo
instante y así sucesivamente hasta cerrar la cadena de
desplazamientos.
E n síntesis, la imposibilidad del v a c í o genera el movimiento circular y ello da, según Descartes, suficiente cuenta
de la organización del universo en torbellinos. No obstante,
aun cuando se lograra explicar el movimiento por choques en
el pleno, esto es, la cinemática cartesiana, lo cual no está
exento de dificultades, el punto particularmente difícil para
la c o s m o l o g í a cartesiana es c ó m o explicar, bajo la misma
hipótesis, a saber, identificación de materia con e x t e n s i ó n ,
por tanto exclusión del v a c í o , la modificación de las partes por rupturas o agregados, esto es, la diversificación de la
materia y su acción regular únicamente a partir de los torbellinos.
E n otras palabras, la organización, equilibrio, diversifica19
1 9
Anthony Kenny en su Descartes, concluye: "Since all motion is in a circle
and all the bodies makingup the circle move together, they must make one body;
thus the only moving bodies will be complete rotation circles or rings. But motion
Is the translation of a body from the vicinity of one stationary body to another.
Huí the whole ring, if the bodies within and without it are at rest, does not move.
11 could m ove by rotation only if it were possible for one parí of the ring to be in
con tac t now with one extemal body and now with another. But there cannot be
dlstlnct parts of the ringunless there are parís of the ring with individual motions
of their own. But this is not possible sinceringscan only move as wholes. Therefore if Descartes' theory of motion iscorrect, no motion is possible". Kenny, Anthony, op. cit., pp. 214-215.
22
ESTUDIO INTRODUCTORIO
ción del mundo físico, descansa en la teoría de las vórtices
pues, una vez que Dios dota de movimiento a la materia
(simultáneamente a su creación), el resultado es el cosmos o
mundo físico organizado precisamente a partir de los torbellinos que generan no sólo los diversos cuerpos y los elementos que los constituyen, por acción mecánica, sino el
equilibrio entre ellos y, por ende, su ubicación y acción ordenadas.
E n suma, una vez dotada del movimiento inicial, la materia
deviene cosmos a partir de los remolinos; la teoría resulta
enormemente endeble para todo lo que pretende explicar y,
por ello, fácilmente criticable.
Tenemos, hasta el momento, el esquema general del movimiento de la materia propuesto por Descartes, pero seguramente nos podemos preguntar ¿ c ó m o están constituidos los
torbellinos?
L a acción del movimiento circular explica la relativa
diversificación de la materia h o m o g é n e a . Efectivamente,
nuestro sistema solar, con sus diversos cuerpos celestes, planetas, cometas, sol, luna, etc., proviene de uno de estos
torbellinos cuyo centro está ocupado por el sol. Nuestro
sistema, al igual que otros, se ha engendrado debido a que
aun cuando la materia estuviese compuesta por partes más o
menos iguales, al formarse los torbellinos el movimiento debió provocar constantes encuentros o choques que explican la
formación de los tres "elementos" cartesianos.
A s í , los torbellinos están formados por una misma materia
h o m o g é n e a pero relativamente diversa en cuanto a la velocidad, tamaño y figura de las partes que componen cielos,
cometas y planetas, y sol y estrellas.
Finalmente, en relación con la pregunta por el status o
significado de la teoría de las vórtices, lo cual implica necesariamente su valoración, me parece oportuno no exigir ni de
más ni de menos a la propuesta cartesiana. A l inicio del Cap.
V I I I "De la formación del sol y de las estrellas de este Nuevo
Mundo", Descartes hace una advertencia:
... no les prometo dar aquí demostraciones exactas de
todas las cosas que diré ... me limitaré a proseguir la
23
ESTUDIO INTRODUCTORIO
descripción que he comenzado como si no tuviera otra
intención que la de contarles una f á b u l a .
20
E n realidad la teoría carece del rigor del m é t o d o matem á t i c o , aunque Descartes insista en que, como modelo
general, es fundamental para la constitución del conocimiento.
L a teoría de las vórtices es descriptiva y analógica; se extrañan formulaciones más precisas y deducciones rigurosas;
sin embargo, tampoco puede decirse que sea una pura fábula.
E n efecto, la descripción, a la que hace alusión Descartes, no
es la descripción en el sentido tradicional, es decir, proponer
al mundo físico como suma de cualidades. De hecho, Descartes busca una explicación ordenada de todos los fenómenos naturales a partir de la consideración de la homogeneidad
material y remitiendo la explicación de su variedad y multiplicidad a aspectos meramente cuantitativos.
L a pregunta inevitable es: ¿Por qué, si se supone el orden
del universo como m a t e m á t i c o , la explicación del mismo
no es matemática, cuando Descartes desarrolló un instrumento m a t e m á t i c o efectivo para el avance de la física posterior?
A modo de respuesta podemos ofrecer un problema que
surge de la propia teoría cosmológica.
De la lectura detenida del Tratado se desprende que Descartes no tenía suficientemente claras las categorías constitutivas de las relaciones que le hubieran servido para postular
matemáticamente las leyes del movimiento y las consecuencias, en términos de f e n ó m e n o s concretos, de su mecanicismo. De hecho, la tendencia a concebir geométricamente el
movimiento le llevó a considerar las siguientes variables:
la extensión, a veces denominada masa; el peso, que en ocasiones se llama masividad, en función de la mayor o menor
nproximación de las partes que conforman un cuerpo; y la
velocidad, que en ocasiones se llama fuerza. L a falta de
precisión conceptual de las variables consideradas, así como
l;i ausencia de otras, impidieron a Descartes la formulación
de la teoría en términos de demostraciones matemáticas.
Finalmente no nos resta, dentro del enfoque cosmoló2<
> Ibid., p. 93.
24
ESTUDIO INTRODUCTORIO
gico, sino referirnos a la fábula, esto es, a la hipótesis cartesiana del Nuevo Mundo.
Cabe preguntarse razonablemente por q u é Descartes
insiste en que hará surgir ante nosotros un Nuevo Mundo,
cuando de lo que se trata es de la explicación del universo
actual. Hay al menos dos respuestas verosímiles:
1. Descartes querría evitar la controversia frontal con teólogos y filósofos, y el planteamiento del Nuevo Mundo p o d r í a
leerse así: esta explicación resulta más simple y mejor pero,
a fin de cuentas, como no se trata sino de un análogo, puede
ser aceptada o rechazada, aunque todos los f e n ó m e n o s físicos quedan perfectamente explicados en el análogo.
2. L a segunda posibilidad, más sugerente que la primera, es
considerar que Descartes se sirve de un recurso epistemológico que le permite proponer una explicación del universo
al margen de prejuicios y dogmas. L a hipótesis sería parte del
m é t o d o deductivo de la física que habla del mundo posible,
pero no del mundo actual, como q u e d ó dicho más arriba.
A s í , sin los supuestos metafísicos, la física cartesiana sólo
se compromete con posibilidades. E n ese nivel, Nuevo Mundo
podría identificarse con mundo posible y sólo cuando se
propusiesen expresamente los fundamentos metafísicos de la
teoría c o s m o l ó g i c a se hablaría del mundo actual y la doctrina
se ampliaría al nivel de la filosofía natural.
De las consideraciones anotadas se puede fácilmente
deducir que El Mundo no es "un román de la náture" sino una construcción racional cuyas dificultades intrínsecas no
opacan el intento cartesiano de hacer depender el orden
natural del entendimiento en contra de la tradición que funda
el entendimiento en un orden establecido.
2. El enfoque de la filosofía
del mundo físico
natural: supuestos
metafísicos
L a propuesta de este apartado es que El Mundo puede ser
enfocado como un tratado de filosofía natural puesto que en
él la física, especialmente la c o n c e p c i ó n mecanicista de la
naturaleza, se funda en supuestos metafísicos. Esta estructura está de acuerdo con la c o n c e p c i ó n cartesiana de que el
saber meramente deductivo de la física debe apoyarse en la
25
ESTUDIO INTRODUCTORIO
metafísica para pasar de la explicación de lo posible a la del
mundo actual.
Si para hablar del mundo nos hemos limitado a considerar los conceptos de materia y movimiento, sus leyes y supuestos, es porque Descartes mismo nos lo autoriza al aseverar:
Sepan entonces primariamente que por naturaleza no
entiendo aquí alguna deidad o alguna otra clase de
poder imaginario, sino que me sirvo de esta palabra
para significar la materia misma en tanto que la considero con todas las cualidades que le he atribuido comprendidas juntas, y bajo la c o n d i c i ó n de que Dios
continúa conservándola del mismo modo que la ha
creado ... y a las reglas mediante las cuales se producen
los cambios, las llamo reglas de la naturaleza.
21
Aunque el párrafo anterior ofrece un buen resumen de los
aspectos que nos interesa considerar en Descartes hemos de
pasar a su examen. E n relación con el problema de la naturaleza, lo primero que hay que decir es que para Descartes la
naturaleza no es tal y como nuestros sentidos nos la muestran. E n efecto, en los c a p í t u l o s 1, 3 y 4 de*ElMundo, Descartes discute la tesis del sentido c o m ú n que acepta que las
cosas son tal y como se ofrecen a los sentidos. Descartes
reduce el mundo de la sensibilidad a mera apariencia.
E n el c a p í t u l o 3 del Tratado asienta que desde la infancia
hemos tenido el prejuicio de que no hay más cuerpos alrededor de nosotros que aquellos que pueden ser percibidos; y
en el 4 llega a proponer la tesis de que existe un l í m i t e al
conocimiento sensorial.
Descartes tiene la idea de que la percepción, como cualquier otro cambio, se produce mediante el choque de partículas. E l aire, al chocar con nuestros ojos, va removiendo de
ellos pequeñas partes, de manera que si en un principio
tuvimos la capacidad de verlo, la acción continua de la remoción del aire hace que únicamente permanezcan aquellas
partes de nuestros sentidos que resisten tal acción y, por
tanto, son insensibles a ella.
Al cuestionar la percepción sensible, Descartes está en
21 ibid., p. 83.
26
ESTUDIO INTRODUCTORIO
condiciones de aseverar que, aunque sin ser inmediatamente
accesible a los sentidos . . .
1. L o que verdaderamente hay es materia en movimiento o reposo.
2. L a materia es e x t e n s i ó n tridimensional y divisible al
infinito.
3. Los cuerpos son aparentes en tanto que lo que hay
son cantidad de pequeñas partes que no dejan de moverse.
4. Todo cuerpo puede ser dividido en partes cuyo número, si no es infinito, al menos para propósitos de
conocimiento, es ilimitado. A s í , hay innumerables partes en la más p e q u e ñ a porción de materia, v. gr. un grano
de arena.
5. Los criterios para la distinción o diversidad de cuerpos no estarían dados por la sensibilidad; así, no se
distinguirán por sus cualidades sensibles, sino por
sus aspectos cuantificables.
6. Si los cuerpos no son otra cosa que agregados de
partes, indistintos cualitativamente, es porque se supone
la homogeneidad material.
A l tratar esto deseo primeramente que adviertan que
todos los cuerpos, tanto duros como líquidos, están
hechos de una misma materia y que es imposible
concebir que compongan nunca un cuerpo más
sólido o que ocupe menos espacio.
22
7. L a necesidad de que todas las partes de la materia
se toquen está directamente relacionada con el problema
del v a c í o . Para Descartes no hay v a c í o , de modo que el
mundo puede verse como un pleno discreto y contiguo,
por paradójica que resulte semejante formulación.
L a exclusión del v a c í o está ligada a la necesidad de distinguir entre ciencia y magia, ya que Descartes no
acepta fuerzas ocultas, causas extrañas o irracionales que
actúen en la naturaleza. Esta distinción apunta igual22 Ibid., p. 63.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
27
mente a desvincular ciencia de religión, al desechar el
milagro del campo de la explicación científica, y a que
significa suspensión de la ley natural. E l v a c í o es hueco
ininteligible, suspensión de la legalidad que puede
fundar la absurda c o n c e p c i ó n de la acción a distancia.
8. A pesar de la identificación entre materia y extensión, Descartes propone que existen tres elementos
aunque no habla, como la tradición, de naturalezas
distintas, sino que la materia es básicamente extensión
tridimensional, divisible y en movimiento, que conforma
el aire, la tierra o el fuego, dependiendo de la figura,
t a m a ñ o y velocidad de sus partes constitutivas.
De los puntos propuestos podemos concluir que la concepción de la naturaleza en Descartes se aparta tanto del sentido
c o m ú n como de lo meramente perceptual, y busca reducir la
complejidad del mundo a términos evidentes, que borren
la diversidad cualitativa para erigirse en explicación unitaria
de la totalidad variante y variable del universo. Cuando
Descartes describe el mundo habla de materia y movimiento,
y diferencia claramente entre descripción y causa del movimiento. A t e n i é n d o s e a su planteamiento inicial, los cambios
de la materia, todas las modificaciones que sufre, pueden
traducirse en desplazamientos de partes e incremento y pérdida de su velocidad. Descartes se verá obligado a explicitar
las leyes del movimiento de la materia, entendida como pleno
discreto y contiguo.
E l movimiento que Descartes va a tomar en cuenta es el
movimiento local, pues todos los otros movimientos, admitidos por Aristóteles y la escolástica, no son, en su concepto,
evidentes; no obstante, el movimiento local no se define como la acción de pasar de un lugar a otro sino, más bien,
como cambio de p o s i c i ó n ; esto se debe a que separa el movimiento de la acción, al desechar cualquier causa interna u
oculta como su explicación. E l movimiento se reduce, entonces " ... a la simple consideración geométrica de un cambio
de p o s i c i ó n " .
La laica fundamental de la física cartesiana es reducir
23
23 IhniK-liii, lü sistema de Descartes,
II. Aires, Edit. Losada, 1949, p. 326.
28
ESTUDIO INTRODUCTORIO
todos los efectos y propiedades de los cuerpos, que conocemos por experiencia, a partes de la materia (cuerpos como porciones limitadas de extensión) con determinada figura, tamaño,
posición con respecto a los otros, en movimiento o reposo.
Por otra parte, si el universo es infinito, o al menos ilimitado, al no haber un centro del mismo, se desvanece la distinción aristotélica entre movimiento natural y violento y se
establece, además, que las mismas leyes regirán para todas
y cada una de las partes de la materia.
L a primera es que toda parte de la materia continúa
siempre existiendo en un mismo estado, mientras el
encuentro con las otras no la obligue a c a m b i a r l o .
24
Esta ley se reformula en los Principios 11-37, como: " ...
cada cosa en particular persiste en el mismo estado tanto
como sea posible y nunca lo cambia a menos que se produzca
un encuentro con otra".
Si esta ley de inercia cartesiana pudiera sacarse de contexto, quizá no necesitaría de ningún fundamento ulterior,
aunque sí de la demostración matemática, pero la formulación cartesiana no es a u t ó n o m a o independiente de su concepción general del mundo natural. Para Descartes, el mundo
es un enorme conglomerado de partículas que ganan y
pierden movimiento por choques; así se enuncia la segunda
ley del movimiento:
Supongo, como segunda regla, que cuando un cuerpo
empuja a otro no p o d r í a darle ningún movimiento si
no perdiera al mismo tiempo el suyo, ni quitárselo sin
que el suyo aumentara otro tanto.
25
Para los fines de este estudio lo que más interesa es la
fundamentación de estas reglas en la metafísica.
A pesar de que, para Descartes, el movimiento no es una
sustancia sino que, en ocasiones, lo refiere como modo o
propiedad y en otras como relación, al considerar su causa
2
4
2
5
Ibid., p. 84.
Ibid., p. 86.
29
ESTUDIO INTRODUCTORIO
lo "sustancializa" y encuentra que esta realidad no depende
sino de Dios.
Si la cantidad de movimiento con que Dios d o t ó al mundo
permanece inalterable, ello se debe a que Dios es inmutable
y actúa siempre del mismo modo, lo cual constituye parte de
su perfección. A s i , la cantidad de movimiento generado en la
creación permanece inalterable mientras Dios la conserva
continuamente, de instante a instante. Se hace evidente,
por tanto, que lo que es realmente constante es el poder
divino que actúa continuamente en el mundo y, por tanto, la
cantidad constante de movimiento deriva de la permanencia
y omnipotencia de Dios.
E n este sentido Bréhier afirma que la ley de la permanencia de la cantidad de movimiento, que descansa sobre la
inmutabilidad de Dios, es a la física lo que la garantía divina
de la evidencia es a la teoría del conocimiento. Esta o p i n i ó n
es avalada por el propio Descartes quien, en El Mundo, afirma:
26
A s í , estas dos reglas se siguen manifesta y únicamente,
de que Dios es inmutable y que, actuando siempre del
mismo modo, produce siempre el mismo efecto.
27
Por medio de la primera ley sabemos que un cuerpo es
incapaz de cambiar por sí mismo su estado de reposo o movimiento; por tanto, que la causa última de todo movimiento
es Dios, ya que no existen en los cuerpos potencias o virtudes
intrínsecas que causen su propio movimiento. Por otro lado
es claro que la cantidad de movimiento permanece constante,
como afirma la segunda ley, lo cual queda garantizado en
la inmutabilidad de Dios. A s í , parece consecuente afirmar
que el choque es la única posibilidad de transmisión de movimiento entre los cuerpos, lo cual significa que se trata de
una acción instantánea.
E n el universo, tal y como se nos presenta en el Tratado, el
movimiento se reduce a la acción instantánea por choques;
el problema es c ó m o lograr la continuidad del movimiento a
través de sus múltiples acciones instantáneas. Este problema,
2 6
2 7
Bréhier, Emile, op. cit., p. 91.
Descartes, R., op. cit., p. 88.
30
ESTUDIO INTRODUCTORIO
al menos intuitivamente, parece ser paralelo al problema
del pleno discreto pero contiguo. E n efecto, la exclusión del
v a c í o , apelando a que las partes de la materia deben tocarse
por todos lados, hacen que el choque se transmita instantáneamente, permaneciendo constante la cantidad del movimiento; sin embargo, parece casi imposible imaginar un
choque en tales circunstancias. Descartes considera salvar
el problema aclarando, en las leyes del choque, la necesidad
de que la cantidad de movimiento se conserve la misma
antes y después del choque. Finalmente la tercera ley del
movimiento se enuncia en El Mundo:
Agregaría, en la tercera, que mientras que un cuerpo
se mueve, aunque su movimiento sea a menudo en línea curva y que no pueda jamás hacer ninguno que no
sea en alguna forma circular, como q u e d ó dicho más
arriba, de cualquier modo cada una de sus partes individualmente tiende siempre a continuar el suyo en
línea recta. Y así su acción, es decir, la inclinación que
tiene a moverse, es diferente de su movimiento.
28
Esta regla también tiene como fundamento la inmutabilidad de Dios, pero con una especificación interesante: la
conservación continua.
Esta regla se apoya en el mismo fundamento que las
otras dos, y no depende sino de que Dios conserve
cada cosa por una acción continuada y, en consecuencia, que no la conserve tal y como pudo haber sido en
algún tiempo anterior, sino precisamente tal y como es
en el mismo instante en que la conserva.
29
Aunque Descartes encuentre claro el fundamento de la
tercera ley, lo cierto es que plantea algunas dificultades.
E l movimiento que Dios transmite al universo es el movimiento uniforme y rectilíneo. Por otro lado hay, en todas las
partes de la materia, la tendencia a continuar este movimicn2 8
2 9
Ibid., p. 89.
Ibid., p. 89.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
31
to; sin embargo, la disposición, esto es, la distribución de las
partes y las relaciones que en su ubicación se engendran,
aunado al hecho de que la materia constituye un pleno, que
aunque discreto es contiguo, dan como resultado, según
Descartes, que el movimiento registrado efectivamente en el
mundo sea circular.
Descartes diferencia entre el movimiento actual y la tendencia al movimiento. E l movimiento actual es circular,
curvo, etc. pero la tendencia de las partes de los cuerpos,
consideradas individualmente, es siempre al movimiento rectilíneo. A s í , el movimiento circular se explica más como
efecto de fuerzas que se equilibran que como principio
incito en las partes. T a l idea parece estar en estrecha relación
con su c o n c e p c i ó n geométrica del espacio. E n el espacio
plano sólo se originan rectas en todos los sentidos imaginables, pero siempre rectas; las curvas sólo aparecen como
sumas de fuerzas, cabría decir desde la física, vectoriales y,
desde la geometría analítica, como resultado de ecuaciones
que se formulan tomando en consideración las varibles de los
dos ejes, X , Y .
Del planteamiento anterior se desprenden algunas consecuencias importantes:
1. Descartes entenderá el movimiento rectilíneo como
movimiento enteramente simple, por tanto, evidente y comprensible intuitivamente.
2. Cada partícula individual tiende a moverse en línea
recta. Para comprender el movimiento circular hay que
concebir al menos dos partículas y la relación entre ellas.
3. E n las partes en sí mismas no hay nada que explique
el movimiento circular, si se las considera aisladamente;
todo lo que ellas tienen es la tendencia a moverse en línea
recta. E l movimiento circular se da, entonces, como una
determinación externa.
4. E l movimiento rectilíneo es una tendencia de las partes
y es, propiamente, el movimiento que Dios creó, ya que es el
autor del movimiento en tanto movimiento uniforme y
rectilíneo, pero son las diversas disposiciones de la materia las
que lo tornan curvo. Dios, pues, es la causa del movimiento,
pero el efecto es, a la vez, múltiple y diversificado. Las partes
retienen o transmiten el movimiento por múltiples choques y
32
ESTUDIO INTRODUCTORIO
éste deja de ser uniforme y rectilíneo. Por otra parte, las
disposiciones de la materia hacen posible que las partes sean
fácilmente desviadas del movimiento rectilíneo. T a l situación
nos lleva a conluir que s ó l o Dios, en su infinita sabiduría,
p o d r í a dar cuenta de la multiplicidad y diversificación del
efecto, porque ninguna física p o d r í a comprometerse a dar
razón de cada caso del movimiento compuesto.
¿ C ó m o predecir el movimiento de una partícula si está
sujeta a innumerables choques? E l dilema cartesiano es sostener, a la vez, la ley de la conservación del movimiento y
el movimiento compuesto. Descartes c r e y ó encontrar la salida
a este problema distinguiendo el movimiento de su determ i n a c i ó n , pero lo que hace es ahondarlo.
E l movimiento de las partes queda fundado en Dios mediatamente, pero la causa inmediata es la transmisión del
movimiento por choques entre las partes de la materia. L a
pérdida y ganancia del movimiento debe especificarse, a fin
de distinguir entre el movimiento y su determinación, esto es,
dirección y velocidad de las partes. Esto no se especifica en
el Tratado sino en los Principios, pero en el primero se anticipa:
30
Podría proponer aquí muchas reglas para determinar en
particular c u á n d o , c ó m o y c u á n t o se debe desviar el
movimiento en cada cuerpo, y aumentar o disminuir
por su encuentro con otros, lo cual comprende sumariamente todos los efectos de la naturaleza. Pero me
conformo con advertirles que, además de las tres leyes
que he explicado, no quiero suponer otras que aquellas que se siguen infaliblemente de estas verdades eternas,
sobre las que los m a t e m á t i c o s están acostumbrados a
apoyar sus más seguras y sus más evidentes demostraciones.
3 1
De la explicación sobre la materia y el movimiento, que
propone Descartes en El Mundo, puede concluirse que:
30
Hamelin, op. cit., p. 327. Este autor plantea el problema en términos negativos o bien Descartes debió renunciar a la ley de la conservación del movimiento
o bien debió negar la composición del movimiento.
Descartes, op. cit., p. 92.
3 1
33
ESTUDIO INTRODUCTORIO
1. L a filosofía de la naturaleza está indisolublemente unida a
la física, no tanto desde la perspectiva del origen del mundo,
cuanto de la explicación del mundo actual.
2. A su vez, la física no puede desvincularse de la metafísica.
Por un lado, porque pone en crisis los conceptos metafísicos tradicionales de materia y movimiento. E n la p o l é m i c a
con los escolásticos muestra el paso, en varios niveles, del
tratamiento metafísico al tratamiento físico de los problemas. Por otra parte, y sin duda mucho más importante, se
da el hecho de que la física encuentra sus fundamentos
últimos en la metafísica. E n efecto, para la física cartesiana
la postulación de la inmutabilidad de Dios, entendida como
causa que produce siempre el mismo efecto, es fundamental,
y a que sólo la relación inalterable de la relación causal puede
garantizar la construcción de una ciencia física universal y
necesaria, y sólo en estas condiciones puede aplicarse al
mundo actual.
3. E l papel de Dios como creador del universo, o m á s específicamente, como creador de toda la materia que está a
nuestro alrededor, concebida esencialmente como e x t e n s i ó n
ilimitada, es tan importante como el papel que la metafísica cartesiana asigna a Dios como causa última del movimiento. E n efecto, si Dios es perfecto es inmutable y,
¿qué mejor fundamento o reforzamiento de la relación causal
puede establecerse? Descartes dice al respecto:
Porque, ¿cuál fundamento más firme y más sólido
puede uno encontrar para establecer una verdad, incluso
queriéndolo escoger a capricho, que el tomar la firmeza
misma y la inmutabilidad que está en D i o s ?
32
De las afirmaciones anteriores se sigue que:
1. Si Dios es inmutable, garantiza la permanencia de la
misma cantidad de movimiento (Primera ley del movimiento).
2. Si Dios es inmutable garantiza, al ser su acción idéntica,
que conserva el mundo desde que lo creó tal y como es en
3 2
Ibid., p. 88.
34
ESTUDIO INTRODUCTORIO
cada instante (con la misma tendencia al movimiento
rectilíneo) pero con diversas disposiciones en el sentido
de que, una vez dotada la materia del movimiento, sus
leyes, como leyes de la naturaleza, deben dar cuenta de
todos los cambios que sufre.
Puesto que de esto solo, a saber, que Dios continúa
conservándola, se sigue necesariamente que debe de
haber muchos cambios en sus partes, los cuales, me
parece, no pueden atribuirse a la acción de Dios, puesto
que ella no cambia nunca, por lo que los atribuyo
a la naturaleza; y a las reglas mediante las cuales se
producen estos cambios las llamo leyes de la naturaleza.
33
3. Si Dios es inmutable, ello garantiza que el instantaneísmo del movimiento por choques tenga continuidad en dos
sentidos: a) en el sentido de la contigüidad de las partes
que excluye el v a c í o , y b) en el sentido de la transmisión
inmediata, encadenada, del movimiento. No hay excepciones a la ley natural, Dios no opera milagros.
L a conclusión inmediata que parece seguirse de lo antes
dicho es que el supuesto fundamental de la física cartesiana,
y por ende de la c o s m o l o g í a , es la inmutabilidad de Dios,
entendida como causa que produce siempre el mismo efecto.
E n otra perspectiva, sin embargo, lo que Descartes requiere
es la uniformidad del comportamiento de la naturaleza o reforzamiento de la ley causal, lo cual le permitiría construir
una ciencia física en cuya base se hallaran los conceptos de
uniformidad de la materia, ley de inercia y transferencia del
movimiento por choques.
Cabe entonces preguntarse, ¿qué es lo m e t o d o l ó g i c a m e n t e
anterior: la idea de Dios que parece dar sustento a las leyes de
la naturaleza, o es la c o n c e p c i ó n misma de la e x t e n s i ó n y el
movimiento la que determina la necesidad de reforzar la
relación causal; para lo cual Descartes encuentra apropiado recurrir a la inmutabilidad divina?
3 3
Ibid., p. 83.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
35
E n otros términos, la física cartesiana ¿se deriva verdaderamente de la p o s t u l a c i ó n previa de la perfección e inmutabilidad de Dios; o la c o n c e p c i ó n física-geométrica de la
naturaleza (materia como e x t e n s i ó n con movimientos mecánicos), que ha de expresarse en leyes, recurre a la postulación
de Dios, por parecerle a Descartes la v í a más expedita de garantía de estabilidad, regularidad y constancia de los procesos
naturales?
Esta segunda alternativa de explicación se ve fuertemente
reforzada por comparación con un proceso m e t o d o l ó g i c o
similar, que Descartes lleva a cabo en el ámbito de la epistem o l o g í a , cuando funda la garantía de la existencia formal de
las cosas, esto es, de su existencia fuera del pensar, en la bondad divina.
A s í , podemos concluir que los principios metafísicos,
especialmente la inmutabilidad divina no son, para Descartes,
genéticamente punto de partida para la construcción de la
física y la filosofía natural, sino que se postulan, por una parte, para sostener cierta c o n c e p c i ó n física previamente asumida, y por otra, para poder transitar de lo meramente
concebible o posible a lo real, actual en relación con la
explicación del mundo natural.
Continuamente o í m o s hablar de hipótesis ad hoc; en este
caso tal vez podamos hablar de principios ad hoc, cuya función parece ser la de dar solución a problemas que la teoría
no puede resolver desde dentro. E n Descartes, por ejemplo,
el instantaneísmo de la acción mecánica, el movimiento en el
pleno, la diversificación del efecto a la par que la conservación de la misma cantidad de movimiento, son problemas
que se originan o por la forma en que se han definido los
términos y se han traducido en ley, o por cierta inconsistencia entre las propias leyes.
Aunado al problema anterior, se da el supuesto no exp l í c i t o de que es necesario que la relación causa-efecto se
niíintenga inalterable en todos los procesos de la naturaleza,
para poder formular sus leyes. Todo ello explica sobradamente el planteamiento m e t o d o l ó g i c o cartesiano, que eni'.neutra en Dios la base última y firme de explicación de los
l e n ó m e n o s naturales.
36
ESTUDIO INTRODUCTORIO
3. El enfoque físico:
nicista
E l Mundo y el modelo de óptica
meca-
Para cualquier lector actual de El Mundo o tratado de la luz
resulta extraño el t í t u l o de la obra y, muy probablemente, resulte igualmente extraña la disposición de las cuestiones y
la temática misma ahí conjuntada: las mareas, los planetas,
los cometas, la formación del universo, los problemas que
engendra el conocimiento sensible, etc. Frente a la variedad
temática cabría preguntarse si es un tratado de c o s m o l o g í a o,
más bien, de física y por qué se mezclan algunos aspectos
epistemológicos; finalmente si en toda esta diversidad puede
encontrarse alguna unidad o hilo conductor que la haga
inteligible.
L a respuesta inmediata a esta pregunta es que no se trata
de un tratado de física, aunque recoge aspectos de mecánica
y de óptica; tampoco es un compendio de c o s m o l o g í a , ni las
cuestiones epistemológicas o metafísicas se encuentran estructuradas sistemáticamente. L o que Descartes hace en el
Tratado es, a nuestro juicio, iniciar sus reflexiones sobre la
filosofía de la naturaleza.
34
E n efecto, este género tan socorrido en el Renacimiento,
por su carácter especulativo y sus fundamentos metafísicos,
parece avenirse particularmente bien con los intereses epist e m o l ó g i c o s cartesianos.
A la pregunta por la coherencia temática, cabe responder
que la filosofía de la naturaleza cartesiana muestra, en el
Tratado, un hilo conductor que es justamente el f e n ó m e n o de
la luz. A s í , no se trata de un subtema, ni de un f e n ó m e n o
natural desmesuradamente privilegiado, sino de un fenómeno paradigmático, que lo mismo funciona para mostrar
la subjetividad de algunos aspectos cualitativos de la realidad,
que se integra y queda explicado por las nociones básicas de
la mecánica.
E l conocimiento de la naturaleza, desde la perspectiva
óptica trasciende, en Descartes y sus c o n t e m p o r á n e o s , el
afán meramente teórico de explicación, tanto de p r o d u c c i ó n
3 4
En su Descartes, Phüosophy of Nature, James Collins propone los aspectos
mas sobresalientes de la filosofía de la naturaleza a lo largo de la obra cartesiana.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
37
de los f e n ó m e n o s luminosos, como de funcionamiento del
ojo, hacia las aplicaciones prácticas y, diríamos hoy, tecnológicas. A s í , en la Dioptrique, Descartes "quiso determinar a
partir de consideraciones científicas la forma de los lentes
pero adaptada al mejoramiento del telescopio recientemente
inventado".
Descartes veía en el telescopio un medio para ampliar el
conocimiento que el hombre tiene de la naturaleza, razón
por la cual se dedicó a perfeccionarlo; pero, a la vez: " L a
demanda de mejores instrumentos enfatizó la necesidad de
consideraciones teóricas más precisas; con esto en mente,
Descartes se aplicó al estudio de la naturaleza y de las propiedades de la l u z . "
Que El Mundo tiene, como una de sus metas centrales, el
tratamiento del f e n ó m e n o de la luz es obvio no sólo por
el s u b t í t u l o , sino por las continuas alusiones a este problema
en la mayor parte de sus capítulos y por dedicarse exclusivamente a él en los últimos tres. Dejando a un lado la referencia meramente formal, hay que decir que, desde el
c a p í t u l o I V , Descartes propone una caracterización de la materia que conduce a la c o m p r e n s i ó n de la naturaleza de la
luz,
aunque se hace mucho m á s e x p l í c i t a cuando, a propósito del número de los elementos y sus cualidades, nos dice
en el c a p í t u l o V :
35
36
3 7
A p r o p ó s i t o de esto, si consideramos de manera general
todos los cuerpos que componen el universo, no encontraremos más que tres clases que pueden llamarse
grandes clases y que cuentan entre sus principales partes,
a saber, el sol y las estrellas fijas en la primera, los cielos
en la segunda y la tierra con los planetas y los cometas en la tercera.
38
L o interesante es que el criterio para clasificar de esta
3 5
J . F . Scott, TheScientific Work of Rene Descartes, Londres, Taylor y Francia, 1976, p. 32.
J . F. Scott, op. cit, p. 32.
Descartes, Rene, El Mundo o tratado de la luz. Traducción de Laura Bcnítez. Cf. infra. Cap. I V .
Descartes, Rene, op. cit., p. 73.
3 6
3 7
3 , 1
38
ESTUDIO INTRODUCTORIO
manera los cuerpos que componen el universo, es el fenómeno de la luz. E n efecto, Descartes prosigue:
Pongo a los planetas y los cometas con la tierra, porque
viendo que, como ella, resisten la luz y que reflejan sus
rayos, no encuentro diferencia en ellos. Pongo juntos al
sol y las estrellas fijas y les atribuyo una naturaleza
totalmente contraria a la de la tierra, porque la sola
acción de su luz me permite conocer suficientemente
que sus cuerpos son de una materia sumamente sutil y
agitada. E n cuanto a los cielos, en tanto no pueden
percibirlos nuestros sentidos, creo tener razón al atribuirles una naturaleza media entre los cuerpos luminosos, cuya acción sentimos, y la de los cuerpos duros y
pesados de los que sentimos la resistencia.
39
A pesar de que Descartes use el criterio de luminoso y
opaco para la clasificación de los cuerpos, si algo resulta
curiosamente paradójico es el proponer que los cuerpos
luminosos no poseen ninguna cualidad tal como la luminosidad. E n efecto, las sensaciones de luz y calor no son cualidades objetivas de los cuerpos, sino modos subjetivos de
percibir el movimiento de las diversas partes de una misma
materia h o m o g é n e a . Descartes dedica los primeros capítulos del Tratado a explicar que nuestras ideas de sensación
no son totalmente semejantes a los objetos de que provienen.
De que un objeto produzca una modificación en nuestro espíritu, no se sigue que tal modificación (idea sensible) reproduzca exactamente las propiedades del objeto en sí mismo.
L a luminosidad, como cualidad subjetiva, es un signo de la
naturaleza, que es necesario desentrañar y es natural que sea
el entendimiento quien deba leer tras el signo sensible.
E l c a p í t u l o primero del Tratado se denomina: "De la
diferencia que existe entre nuestras sensaciones y las cosas
que las producen" y en él se establece:
A l proponerme aquí tratar la luz, la primera cosa que
quiero advertir es que puede haber diferencia entre la
3 9
Ibid., p. 74.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
39
sensación que tenemos de ella, esto es, la idea que se
forma en nuestra imaginación por m e d i a c i ó n de nuestros
ojos, y lo que está en los objetos que producen en nosotros esta sensación; es decir, lo que está en la flama o
en el sol y que se llama l u z .
4 0
Como es bien sabido, la investigación en óptica, stricto
sensu, no tiene la importancia de la obra matemática o
filosófica de Descartes. Por ello resulta mucho más interesante el enfocar el problema de la luz no aisladamente,
sino como parte de la filosofía de la naturaleza cartesiana,
integrando los elementos epistemológicos arriba señalados,
así como los aspectos de la mecánica, que trataremos más
adelante. De esta manera, la explicación de algunos fenómenos' luminosos cobrará la interesante dimensión de modelo
explicativo.
41
Desde la perspectiva de la óptica, la luz no es, para Descartes, una emisión del cuerpo luminoso, sino que, siguiendo a
Aristóteles, declara que la luz es una actividad del medio en
el que se manifiesta.
Cabe preguntarse, si la luz no es una cualidad luminosa de
los cuerpos, sino el resultado de una acción a través de un
medio, ¿en qué consiste dicha acción y c ó m o es el medio?
E n otras palabras, habrá que decir qué entiende Descartes
por mundo y c ó m o pueden explicarse, a partir de él, los
f e n ó m e n o s naturales.
42
4
0
Ibid., p. 49.
E n este mismo capítulo Descartes señala:
" E l tacto es, de todos nuestros sentidos, el que consideramos menos engañoso
y más seguro, de modo que si les muestro que el tacto mismo nos hace concebir
muchas ideas que no se parecen de ningún modo a los objetos que las producen,
no pienso que puedan considerar extraño si digo que con la vista puede suceder
algo semejante." Ibid., p. 51.
"There are few works of originality and much that is in Descartes is to be
found in earlier writers. Nevertheless, the importance of L a Dioptrique in the history of science is great. For by the emphasis it placed upon the practical aspeet of
the science it gaye a stimulus to the study of optics which has persisted to this
day." J . F . Scott, The Scientific Work of Rene Descartes, Londres, Taylor & Francl», 1976, p. 32.
Hay que recordar que: "Las doctrinas de los rayos oculares y la teoría de
IHH emisiones fueron rechazadas por Aristóteles, quien mantenía que la luz se
<Irbi'a a una presión o una acción transmitida del objeto al ojo. Esta creencia poslula la existencia de un medio, mediante el cual la acción pueda ser transmitida,
pues el vacío sería impenetrable por la luz". Op. cit., p. 27.
4 1
4 2
40
ESTUDIO INTRODUCTORIO
3.1 De la teoría corpuscular mecanicista a la concepción
universo bajo la perspectiva de la óptica.
del
E n un sentido amplio, la explicación del universo se funda,
para Descartes, en su teoría corpuscular. E n efecto, la materia
es divisible, por lo que todo el universo no es sino partes de
la extensión. No obstante, Descartes no admitiría un atomismo, no sólo porque en él se implica, tradicionalmente,
una n o c i ó n de v a c í o , sino porque la idea de parte no es
compatible con la de porción indivisa o á t o m o .
N ó t e s e , de paso, que considero aquí, y que consideraré
siempre más adelante, como una sola parte, todo aquello
que está bien unido y que no está a punto de separarse,
pues hasta las que tienen un m í n i m o de tamaño pueden
fácilmente dividirse en muchas otras más pequeñas;
así, un grano de arena, una roca, e incluso la tierra entera podrán, en adelante, tomarse cada una como una
sola parte mientras no consideremos en ellas más que
un solo movimiento totalmente simple e igual.
43
E n este sentido, la teoría corpuscular indica que:
1. Todos los cuerpos son conglomerados de partes en
movimiento.
2. Todo cuerpo puede dividirse en partes cuyo número,
si no es infinito, al menos, para propósitos de conocimiento, es indefinido.
3. Los criterios para la distinción o diversidad de los
cuerpos no estarían dados por las cualidades sensibles de
ellos, puesto que no son, en el fondo, sino agregados
de partes de materia, de donde la primera consecuencia
es la homogeneidad
material.
44
45
4
3
4
4
Descartes, Rene, op. cit., p. 61.
"Por lo que me doy cuenta con evidencia de que no es solamente en la flama donde hay cantidad de pequeñas partes que no dejan de moverse, sino que las
hay también en todos los otros cuerpos, aunque sus acciones no sean tan violentas y que a causa de su pequenez no pueda percibirlas ninguno de nuestros senti-
dos." Ibid., p. 57.
Ibid., p. 71.
4 5
ESTUDIO INTRODUCTORIO
41
L a teoría corpuscular lleva a la diferenciación de los elementos; en efecto, Descartes admite tres: fuego, aire y tierra.
No se trata de elementos en el sentido tradicional, esto es,
cualitativamente diferentes, donde cada uno tenga una forma
sustancial distinta, sino que la distinción está dada por la figura, el tamaño, la velocidad y la disposición de las partes.
E n principio, toda la materia debió quedar reducida a un
solo elemento, pero se dieron dos casos l í m i t e s o excepciones. Los sobrantes de las partes del segundo elemento se
convirtieron en primer elemento y las partes demasiado
masivas no pudieron romperse al chocar y constituyen el
tercer elemento.
Uno de los aspectos más interesantes
que puede desprenderse de la c o n c e p c i ó n de los elementos
puros en Descartes y de su distribución y ubicación, es que
no se trata de meros conceptos teóricos, sino que, efectivamente, son la base constitutiva del universo, encarnando
el segundo en los cielos, el tercero en los planetas y cometas
y, el primero, en el sol y las estrellas.
46
A l tocarse los elementos puros se originan cuerpos mezclados, que se dan en las superficies de los elementos expuestos al contacto, o en los intersticios de los cuerpos que deberán ocupar por partes de materia m á s pequeñas, sin dar
oportunidad a ningún v a c í o .
E l problema del v a c í o enlaza la teoría corpuscular de la
materia con la óptica. E n efecto, no se trata únicamente de
que Descartes haya concebido la materia como e x t e n s i ó n ,
sino que, además, según se dijo, opina que la luz es una acción que se comunica a través de un medio, razón por la cual
queda excluido el v a c í o de esta c o n c e p c i ó n .
Es tiempo de contestar en qué consiste la acción de la luz y
cuál es el medio que permite que tal acción se lleve a efecto.
Como vimos, Descartes entiende que hay tres clases de
cuerpos, "tres elementos", que de manera general responden
a la siguiente distribución: el primer elemento, que se da
en los cuerpos luminosos, o por mejor decir, cuyo efecto es
la luminosidad (sol y estrellas); el tercer elemento, que se
manifiesta en los cuerpos opacos, aquellos que únicamente
reflejan la luz (planetas y cometas) y, el segundo elemento,
4
6
ibid., pp. 97-98.
42
ESTUDIO INTRODUCTORIO
que constituye el medio en el cual se da la acción que llamamos luminosa y que explica, además, todos los f e n ó m e n o s de
refracción (los cielos).
L a acción, cuyo efecto es la luz, no es sino la tendencia,
de las partes del segundo elemento, a moverse en linea recta
en dirección opuesta al centro; tales partes adquieren un
movimiento de breve sacudida, sin salirse de su curso original (en círculo en torno al centro), por lo cual el movimiento, cuyo efecto es la luz, puede caracterizarse más como
un movimiento tendencial que como un movimiento actual.
47
E n la Dioptrique,
Descartes refiere:
L a luz, es decir, el movimiento o la acción por la que el
sol o cualquier otro de los cuerpos, que llamamos luminosos, empuja a una materia muy sutil que se encuentra en todos los cuerpos transparentes.
48
De hecho, el f e n ó m e n o de la luz puede entenderse como
iniciado por la presión de las partículas del primer elemento,
como se refiere en la cita; en todo caso, se trata siempre de
una inclinación al movimiento rectilíneo, más que de un
movimiento actual; por lo anterior, los rayos de luz no son
otra cosa que las líneas rectas del choque sutil, a lo largo
de las cuales se manifiesta la tendencia de las partes al movimiento contrario al centro.
E n este mismo sentido, al hablar en El Mundo de las propiedades de la luz, Descartes apunta:
Por lo que toca a las líneas, siguiendo las cuales se
comunica esta acción y que son propiamente los rayos
de la luz, es necesario subrayar que difieren de las
partes del segundo elemento, por mediación de las cuales esta misma acción se comunica y que no son nin4 7
"Desde su punto de vista la luz es una presión transmitida por pequeñas
partículas del segundo elemento en su esfuerzo por alejarse del centro en torno al
cual giran." J . F . Scott, The Scientific Work of Rene Descartes, Londres, Taylor
8c Francis, 1976, p. 32.
Citado por J . F . Scott, op. cit., p. 32.
4 8
ESTUDIO INTRODUCTORIO
43
guna cosa material en el medio por el que atraviesan,
sino que señalan solamente en qué sentido y siguiendo
cuál determinación, el cuerpo luminoso actúa contra
aquel que i l u m i n a .
49
De la cualidad luminosa de la tradición, Descartes ha pasado al choque leve de partículas en líneas opuestas al centro.
Semejantes cadenas de choque vibratorio van, desde el cuerpo
luminoso hasta nuestros ojos, en forma de rayos. A s í , en la
cita, en la que Descartes menciona que el mundo c o m e n z ó a
moverse tan pronto como c o m e n z ó a existir, se puede agregar, en tono bíblico, que tan pronto como ello sucedió se
hizo la luz, pues la luz no es más que el efecto concomitante,
inmediato, del movimiento m e c á n i c o de las partes materiales
del universo.
A l reducir la cualidad subjetiva de la luminosidad al mecanismo de choque de las partes, Descartes demuestra la regularidad y uniformidad de los f e n ó m e n o s naturales vía el
ejemplo de la luz. Por otra parte, el universo es, en buena
medida, comprendido por Descartes en términos de óptica,
cuando divide a los cuerpos en luminosos y opacos. Estos
últimos sólo pueden conocerse gracias a los primeros, como
sucede, en cierta forma, en el gabinete, cuando, al encender
la vela en la oscuridad, los objetos opacos se van iluminando
y entonces tenemos la oportunidad de conocer o reconocer
lo que nos rodea.
A este respecto caben dos consideraciones, una de orden
epistemológico y otra de orden m e t o d o l ó g i c o . L a primera
se refiere a que, para Descartes, la luz nos permite ponernos
en contacto, desde la tierra, con partes lejanas del universo.
A través del efecto luminoso, el hombre conoce con el ojo,
o aun mejor, con el telescopio, aquellas estrellas cuyas paralajes no se p o d í a n calcular en tiempo de Descartes. L a luz
y sus dos manifestaciones fundamentales, reflexión en los
euerpos opacos y refracción de los rayos provenientes de
los cuerpos luminosos constituyen, para Descartes, una parte
liindamcntal del conocimiento de los cuerpos celestes.
I a segunda consideración, que alude al m é t o d o , se refiere
Drm iirlc-j, R., Kl Mundo, |>. 151.
44
ESTUDIO INTRODUCTORIO
a que no es válida la suposición de que Descartes hubiese
inducido el comportamiento de los f e n ó m e n o s luminosos a
partir de los experimentos en el gabinete; por el contrario, los
experimentos le permiten constatar algunas de las teorías
en el campo de la óptica.
Indagar el f e n ó m e n o de la luz fue, en primer lugar, para
Descartes, desentrañar el mecanismo de su c o m u n i c a c i ó n
a través de un medio adecuado (el segundo elemento), que
también da cuenta de los f e n ó m e n o s de reflexión y de refracción.
A este respecto, existe una inmensa diversidad de opiniones, desde quienes ven en Descartes al plagiario de la obra de
Snell, hasta quienes dicen que a
Descartes se deben las
más bellas aplicaciones geométricas y dióp tricas de la ley de
la refracción, por lo cual cuenta con un lugar especial como
impulsor de la óptica.
E n todo caso, más que la prioridad temporal de la enunciación de la ley de refracción es fundamental el hecho de
que Descartes haya logrado explicarla, no como f e n ó m e n o
aislado, sino en estrecha relación con la mecánica, como parte
de su filosofía de la naturaleza.
Hay autores que sostienen que, para Descartes, la luz es
un principio de organización del universo. Me parece que,
a menos que esto se tome en un sentido muy restringido, puede dar lugar a enormes confusiones.
E n efecto, nuestra propuesta es que Descartes estableció
deductivamente, en alguna forma, o, si se prefiere, por el
m é t o d o de la hipótesis, el modelo óptico del universo, dividiendo la materia en cuerpos luminosos y opacos. A s í , el
mundo está constituido, para Descartes, por las estrellas con
su efecto luminoso, los planetas y cometas con la capacidad
de reflejar la luz y los cielos transparentes, como el medio
necesario para la transmisión de la luz. Esta deducción se
veía avalada, parcialmente, por los experimentos de gabinete. E n efecto, el aire, igual que los cielos, es un medio refractante, y aunque algunos experimentos efectuados en el
5 0
51
5 0
J . F . Scott, op. cit., p. 39.
Estiú, Emilio, La fiundamenlacian del mecanicismo
tes, Santa Fe, Imprenta de la Universidad, 1942.
5 1
en la física
de Descar-
ESTUDIO INTRODUCTORIO
45
gabinete guardaban cierta analogía con los f e n ó m e n o s luminosos del cielo, muchos otros eran totalmente diferentes.
A pesar de que hay bases para hablar de un modelo teórico,
que surge del campo de la óptica y se traspone al universo,
no hay pie en los textos cartesianos ni particularmente en el
Tratado del Mundo, para decir que Descartes concibió la
luz como principio de organización del universo. L o s principios de organización quedan bien establecidos en la mecánica, en relación directa con la teoría corpuscular de la
materia, y es claro que la luz no forma parte de ellos pues,
bien entendida, es un efecto concomitante y no una causa.
E L MUNDO
O
TRATADO DE LA LUZ
Capítulo I
De la diferencia que existe
entre nuestras sensaciones
y las cosas que las producen
405
5
10
406
A l proponerme aquí tratar la luz, la primera cosa
que quiero advertir es que puede haber diferencia
entre la sensación que tenemos de ella, esto es, la
idea que se forma en nuestra imaginación por mediación de nuestros ojos, y lo que está en los objetos que producen en nosotros esta sensación; es
decir, lo que está en la flama o en el sol y que se
llama luz. Porque aunque cada uno se convenza
c o m ú n m e n t e de que las ideas que tenemos en el
pensamiento son totalmente semejantes a los objetos
de los cuales proceden, no veo en absoluto razón
alguna que nos asegure que esto sea así, sino que,
por el contrario, advierto muchas experiencias que
nos debieran hacer dudar de ello.
Es bien sabido que sin tener las palabras ninguna
semejanza con las cosas que significan, no dejan de
hacérnoslas concebir, y, con frecuencia, incluso
sin que nos percatemos ni del sonido de las palabras
1
5
1
Comienzan a esbozarse los conceptos que posteriormente llevarán a Descartes
a la duda metódica; sin embargo, en este Tratado lo que se afirma es que los sentidos no son del todo confiables, pues de que un objeto produzca una modificación
en nuestro espíritu no se sigue que tal modificación, en tanto idea sensible, reproduzca exactamente las cualidades o propiedades del objeto en sí mismo.
Esta crítica en el Tratado se encamina claramente a la fundamentación de una
física no tradicional.
50
RENE DESCARTES
ni de sus sílabas, de tal modo que puede suceder
que después de haber o í d o un discurso, del cual
incluso hemos comprendido muy claramente el
sentido, no p o d r í a m o s decir en qué lengua fue
10
pronunciado. A s í , si las palabras, que no significan
nada sino por la c o n v e n c i ó n de los hombres, bastan
para hacernos concebir cosas con las que no tienen
ningún parecido, ¿por qué la naturaleza no podrá
15
también haber establecido algún signo que nos haga
tener la sensación de la luz, aunque este signo no tenga nada en sí que sea semejante a esta sensación?
Y ¿ n o es acaso de este modo como ella ha establecido la risa y. las lágrimas, para hacernos leer la
alegría y la tristeza en el rostro de los hombres?
20
Pero tal vez se dirá que nuestros o í d o s no nos hacen percibir verdaderamente más que el sonido de
las palabras y nuestros ojos, no otra cosa que el
aspecto del que ríe o llora, y que es nuestro espíritu el que al haber retenido el significado de estas
25
palabras y de este aspecto nos lo representa al mismo tiempo. A esto puedo responder que, de todos
modos, es nuestro espíritu el que nos representa la
idea de la luz cada vez que la acción que le da
406-407 sentido toca nuestro ojo. Pero, sin perder el tiempo
en disputas haría mejor en proponer otro ejemplo.
¿Piensan Uds. que aunque no pongamos atención
5
al significado de las palabras y únicamente escuchemos su sonido, la idea de este sonido que se forma
en nuestro pensamiento sea algo semejante al objeto que es su causa? U n hombre abre la boca, mueve la lengua, empuja su aliento; no veo nada en
10
todas estas acciones que no sea muy diferente a la
idea de sonido que nos hacen imaginar. Y la mayoría de los filósofos aseguran que el sonido no es
otra cosa que cierto temblor de aire que viene a
golpear nuestros o í d o s , de manera que si el sentido
del o í d o transmite a nuestro pensamiento la verda15
dera imagen de su objeto, sería necesario que en
lugar de hacernos concebir el sonido, nos hiciera
concebir el movimiento de las partes de aire que
51
D E L A D I F E R E N C I A E N T R E S E N S A C I O N E S Y COSAS
2
vibran en ese momento a nuestros o í d o s . Pero
ya que, quizá, no todo mundo querrá creer lo
20
que dicen los filósofos, propondré todavía otro
ejemplo.
E l tacto es, de todos nuestros sentidos, el que
consideramos el menos engañoso y el más seguro,
de modo que si les muestro que el tacto mismo
25
nos hace concebir muchas ideas que no se parecen
de ningún modo a los objetos que las producen,
no pienso que puedan considerar extraño si digo
que con la vista puede suceder algo semejante. Pues
407-408 no hay persona que no sepa que las ideas del cosquilleo y del dolor que se forman en nuestro pensamiento a causa de los cuerpos del exterior que nos
tocan, no tienen ninguna semejanza con ellos.
Se pasa ligeramente una pluma sobre los labios de un
niño que se adormece y él siente que uno le hace
cosquillas; ¿piensan que la idea de cosquilleo que
5
concibe se parece a algo de lo que está en esta pluma? Un gendarme* regresa de una pelea; durante el
calor del combate pudo ser herido sin darse cuenta;
pero, ahora que comienza a enfriarse, siente dolor,
cree estar herido, se llama a un cirujano, se le quitan
10
sus armas, se le reconoce y se encuentra, por fin, que
lo que sentía no era otra cosa sino una hebilla o una
correa que, habiéndose introducido bajo sus armas,
lo presionaba y lo incomodaba. Si su tacto, hacién15
dolé sentir esta correa, le hubiese imprimido tal
imagen en el pensamiento, no hubiese tenido necesidad de un cirujano que le informase sobre aquello
que sentía.
Por tanto, no veo ninguna razón que nos obligue
2
L a crítica de Descartes se funda en la noción de sensación como signo.
Hay entre la cualidad sensible y lo real una relación de significación arbitraría.
Por ello el estudio de la cualidad sensible no puede conducimos al conocimiento
de la realidad Física. Por otra parte, dentro del planteamiento general del mecanicismo cartesiano, la sensibilidad en su conjunto y por ende cada una de las formas de la percepción sensorial, se reducen en última instancia a choques de partes
materiales.
* Hombre de guerra a caballo. Alquic, p. 318.
52
RENE DESCARTES
20
a creer que lo que está en los objetos, de los que
nos llega la sensación de la luz, sea m á s semejante
a tal sensación que las acciones de una pluma y
una correa con relación al cosquilleo y al dolor.
De ningún modo he dado estos ejemplos para convencerlos de que esa luz es una cosa en los objetos
y otra en nuestros ojos, sino solamente a fin de que
duden de ello para que, sin inclinarse tampoco por
la opinión opuesta, puedan ahora examinar mejor
conmigo lo que es.
3
3
E l m é t o d o cognoscitivo que perfila Descartes, no busca escindir la realidad
de la posibilidad de su conocimiento. Por una parte aclara la diferencia entre contenidos mentales y mundo extramental, pero esta distinción no apunta a una
separación tajante. Si bien no hay inmediatez causal entre objetos e ideas, tampoco se da una absoluta ruptura entre ellos. Para Descartes, metodológicamente hay
que mantener una actitud crítica frente a la sensación, mas no desecharla como
fuente de conocimiento en algún nivel. Todo ello desemboca en la distinción entre
el objeto como objeto de conocimiento de la física y como objeto del sentido
común.
Capítulo I I
E n qué consisten el calor y
la luz del fuego
408-409 No conozco en el mundo más que dos clases de
cuerpos en los que la luz se encuentra, a saber,
los astros y la flama o el fuego. Y puesto que los
5
astros están, sin duda, más alejados del conocimiento de los hombres, que lo que lo están el fuego o la
flama, procuraré primero explicar lo que encuentro
en relación con la flama.
Cuando quema la madera o cualquier otra materia
semejante, podemos ver a simple vista que remueve
10
las pequeñas partes de esta madera y las separa una
de otra, transformando así las más sutiles en fuego,
aire y humo, y dejando las más toscas como cenizas.
Que, en esa madera otro imagine, si quiere, la forma
15
del fuego, la cualidad del calor y la acción que la
quema, como cosas totalmente diversas, yo, que
temo equivocarme si supongo en ello alguna cosa
más de lo que veo que necesariamente debe ser,
me contento con concebir en ella el movimiento de
sus partes. Porque ya prendan fuego [a esa made20
ra], pongan calor, y hagan que arda tanto como
quieran, si no se supone además, que haya alguna de
4
4
L a forma, la cualidad y la acción, son distinciones de la física cualitativa de
Aristóteles que Descartes no acepta, por ser su concepción del mundo físico una
concepción mecanicista. Esto significa que Descartes va a considerar únicamente
a la materia homogénea y al movimiento de sus partes como la base de la explicación de la diversidad de los fenómenos físicos.
54
RENE DESCARTES
sus partes que se mueva y se desprenda de sus vecinas, no me podría imaginar que recibiera ninguna
25
alteración ni cambio. Por el contrario, quiten el
fuego de ella, quiten el calor, impidan que arda;
a menos que me concedan que hay algún poder que
desprenda violentamente las más sutiles de sus
partes y que las separe de las más toscas, encuentro
409- 410 que sólo esto puede producir en ella los mismos
cambios que experimentamos cuando arde.
Luego, del mismo modo que no me parece posible concebir que un cuerpo pueda mover a otro si
5
no es moviéndose también a sí mismo, concluyo de
esto que el cuerpo de la flama que actúa contra la
madera está compuesto de pequeñas partes que
se mueven separadamente una de otra con un movimiento muy rápido y muy violento, y que, movién10
dose de este modo, empujan y mueven con ellas las
partes de los cuerpos que tocan y que no les presentan demasiada resistencia. Digo que sus partes se
mueven separadamente una de otra porque, aunque
a menudo se coordinan y se unen muchas juntas
15
para producir un mismo efecto, vemos sin embargo
que cada una de ellas actúa en forma particular
contra los cuerpos que toca. Digo también que su
movimiento es muy rápido y violento porque, al ser
20
tan pequeñas que la vista no nos la podría hacer
distinguir, no tendrían tanta fuerza como la que
tienen para actuar contra los otros cuerpos, si la
rapidez de su movimiento no compensara el defecto
de su t a m a ñ o .
No agrego de que lado se mueve cada una porque,
25
si consideran que la potencia de moverse y la que
determina de qué lado debe darse el movimiento son
410- 411 dos cosas completamente diversas y que pueden
ocurrir la una sin la otra (tal como lo he explicado
5
s
Como ya se anotó, la materia es concebida por Descartes como conglomerado de partes en movimiento con diferentes tamaños, velocidades, pesos y resistencias. Esto va perfilando la idea de la explicación de los fenómenos físicos,
por ejemplo, la luz y el calor, como cambios producidos por el movimiento de las
partes.
DEL CALOR Y L A LUZ D E L FUEGO
5
10
15
20
25
411-412
5
55
en la Dióptrica),
juzgarán fácilmente que cada una se
mueve en la forma que le resulta menos difícil por
la disposición de los cuerpos que la rodean, y que
en la misma flama puede haber partes que vayan
hacia arriba y otras hacia abajo, derecho y en círculo, y hacia todos los lados sin que esto cambie en
nada su naturaleza. De suerte que si observan que
casi todas tienden hacia arriba, no hay que pensar
que esto se deba a otra razón sino al hecho de que
los otros cuerpos que las tocan se encuentran casi
siempre dispuestos a ofrecerles mayor resistencia
de todos los demás lados.
Pero, después de haber admitido que las partes de
la flama se mueven de esta forma y que basta concebir sus movimientos para comprender c ó m o ella
tiene la potencia de consumir la madera y de arder,
consideremos, les ruego, si esto mismo no bastaría
también para hacernos comprender c ó m o ella nos
calienta y nos alumbra. Porque, si esto es así, no
será necesario que haya en ella ninguna otra cualidad, y podremos decir que es este único movimiento
el que, según los diferentes efectos que produce, se
llama en unos casos calor, en otros luz.
Luego, en lo que hace al calor, la sensación que
tenemos de ello me parece que puede tomarse
por una especie de dolor cuando es violento y,
algunas veces, por una especie de cosquilleo cuando
es moderado. Y como ya dijimos que, fuera de nuestro pensamiento, no hay nada que se asemeje a las
ideas que concebimos del cosquilleo y del dolor,
también podemos admitir perfectamente que no hay
nada que sea semejante a aquello que concebimos
como el calor; pero que todo aquello que puede
poner diversamente en movimiento las pequeñas
partes de nuestras manos o de cualquier otro lugar
de nuestro cuerpo puede provocar en nosotros
esta s e n s a c i ó n .
Incluso, muchas experiencias
6
6
Los efectos del movimiento no son registrados por la sensibilidad como choques de partes sino que se traducen a nuestra percepción en sensaciones de diver-
56
RENE DESCARTES
10
15
20
favorecen esta o p i n i ó n , porque tan sólo con frotarse
las manos se las calienta y cualquier otro cuerpo
también puede calentarse sin ser puesto junto al
fuego, con sólo agitarlo y sacudirlo de tal modo
que muchas de sus pequeñas partes se muevan y
puedan dar movimiento con ellas a las de nuestras
manos.
Por lo que hace a la luz, también podemos concebir
que el mismo movimiento que está en la flama es
suficiente para hacérnosla percibir. Pero, como es en
esto en lo que consiste la parte principal de mi
proyecto, voy a tratar de explicarlo en forma más
extensa y a regresar a mi razonamiento anterior.
sos grados. Así las ideas provenientes de los datos sensibles o ideas adventicias son
ideas de percepción pero en ellas no se dan los efectos del movimiento en sí
mismo.
Capítulo I I I
De la dureza y de la liquidez
25
412
5
10
15
Considero que hay en el mundo una infinidad de
movimientos diversos cuya duración es perpetua.
Y después de haber señalado los más grandes, que
son los días, los meses y los años, soy perfectamente
consciente de que los vapores de la tierra no dejan
de subir hacia las nubes y de descender de ellas,
que al aire lo agitan continuamente los vientos; que
el mar no está jamás en reposo; que los manantiales y los ríos fluyen sin cesar, que las más firmes
construcciones decaen finalmente; que las plantas y
los animales no hacen sino crecer o corromperse;
en suma, que no hay nada, en ningún lugar, que no
cambie. Por lo cual me doy cuenta, con evidencia,
de que no es solamente en la flama donde hay gran
cantidad de pequeñas partes que no dejan de moverse, sino que las hay también en todos los otros
cuerpos, aunque sus acciones no sean tan violentas,
y que, a causa de su pequenez, no pueden ser percibidas por ninguno de nuestros sentidos.
No me detengo a buscar la causa de sus movimientos, porque me basta pensar que han comenzado a
moverse tan pronto como el mundo c o m e n z ó
a existir. Y asentado esto encuentro, a través de mis
razonamientos, que es imposible que sus movimientos cesen jamás, e incluso que cambien de algo
más que de sujeto. E s decir, que la virtud o potencia
58
RENE DESCARTES
20
de moverse a sí mismo, que se encuentra en un
cuerpo, puede muy bien pasar, todo o en parte, a
otro, y así no estar ya en el primero, pero que no
puede dejar de estar del todo en el mundo. Mis
razones a este respecto me satisfacen bastante,
aunque no he tenido aún ocasión de decírselas.
25
Mientras tanto se pueden imaginar si les parece
412-413 bien, como lo hacen la mayor parte de los doctos,
que hay algún primer móvil, que, dando vueltas
alrededor del mundo a una velocidad incomprensible, es el origen y la fuente de todos los movimientos que en él se encuentran.
5
Luego, a partir de esta consideración, se cuenta
con el medio para explicar la causa de todos los
cambios que suceden en el mundo y de todas las
variedades que aparecen sobre la tierra, pero yo me
limitaré aquí a hablar de aquellas que sirven a mi
propósito.
L a primera que deseo que destaquen es la dife10
rencia que hay entre los cuerpos duros y aquellos
que son líquidos, y para este propósito, consideren que cada cuerpo puede dividirse en partes muy
pequeñas. No quiero determinar si su número es
15
infinito o no, pero al menos es cierto que, desde la
perspectiva de nuestro conocimiento, su número es
indefinido y que podemos suponer que hay muchos
millones de partes en el más p e q u e ñ o grano de arena
que nuestros ojos puedan percibir.
20
Y noten que si dos de estas pequeñas partes se
entretocan sin estar en actividad para separarse
una de otra, se necesita de alguna fuerza para separarlas, tan poco como se pueda, pues una vez
7
8
7
Contrario al punto de vista aristotélico, Descartes sostiene que al no haber
cuerpos como sustancias sino como conglomerados de partes en movimiento,
éste no es una propiedad de sujetos particulares sino una propiedad de la materia
desde el momento en que c o m e n z ó a existir y que puede transmitirse por choque de unos cuerpos a otros.
Descartes busca una explicación homogénea, unitaria, en el sentido de que,
el mismo conjunto de leyes que conforman la teoría del movimiento mecánico,
permitan explicar la variedad de los fenómenos de la naturaleza, rompiendo con
la jerarquía aristotélica sublunar y supralunar.
8
DE L A DUREZA Y DE L A LIQUIDEZ
59
así colocadas, no podrían jamás, por sí mismas disponerse de otra forma. Notemos, también, que se
necesita dos veces esa fuerza para separar dos partes
que lo que se necesita para separar una, y mil ve413-414 ees [esa fuerza] para separar mil. De suerte que si
es necesario separar varios millones a la vez, como
probablemente se requiere hacer para romper un
solo cabello, no es de extrañar que sea indispensable
allí una fuerza bastante considerable.
25
5
10
Por el contrario, si dos o más de estas pequeñas
partes se tocan solamente de paso y cuando están
en actividad para moverse una de un lado y otra de
otro, es seguro que se necesitará menos fuerza
para separarlas que si estuvieran completamente sin
movimiento e incluso que no se la necesitará en absoluto si el movimiento con el que se pueden separar
por sí mismas es igual o mayor que aquel con el que
se las quiere separar.
Luego no encuentro ninguna otra diferencia entre
los cuerpos duros y los cuerpos líquidos, salvo que
las partes de unos pueden separarse en conjunto
mucho más fácilmente que las de los otros. De
modo que para componer el cuerpo más duro que
podamos imaginar, pienso que basta con que todas
sus partes se toquen sin que quede ningún espacio
entre dos de ellas y que ninguna de ellas esté en
disposición de moverse. Porque, ¿qué cola o cemento p o d r í a m o s imaginar entre ellas fuera de esto,
para tenerlas mejor unidas una a otra?
Pienso, también, que para componer el cuerpo más
l í q u i d o que se pueda encontrar, basta con que sus
más ínfimas partes se muevan lo más diversamente
la una de la otra y lo más rápido que sea posible,
aunque con esto no excluyan su posibilidad de
contacto mutuo por todos lados y su acomodamien9
15
20
25
9
E n la concepción física-mecanicista de Descartes, la diversidad de los cuerpos se explica no en función de sus "cualidades intrínsecas", sino entre otros
aspectos, por la actividad o reposo de sus partes y la fuerza del movimiento que
reciben y transmiten. Finalmente, la fuerza que se requiere para separar las partes
de un cuerpo, debe ser proporcional a su fuerza de cohesión.
60
RENE DESCARTES
414-415 to en tan poco espacio como si estuvieran sin movimiento. E n fin, creo que cada cuerpo se aproxima
más o menos a estos dos extremos, según que sus
partes estén más o menos en disposición para alejarse una de otra, y todas las experiencias a las
5
que dirijo los ojos me confirman en esta o p i n i ó n .
L a flama, de la cual he dicho ya que todas las
partes están perpetuamente agitadas, no solamente es líquida, sino que vuelve líquidos a la mayor parte
de los otros cuerpos. Y noten que, cuando funde
10
los metales, actúa con el mismo poder con el que
quema la madera, pero como las partes de los metales son todas más o menos iguales, la flama no puede
mover una sin la otra y así forma, a partir de ellas,
cuerpos totalmente l í q u i d o s , mientras que las partes
15
de la madera son tan desiguales que [la flama] puede
separar de ella las más pequeñas y volverlas líquidas,
es decir, convertirlas en humo sin agitar de este
modo las más toscas.
Después de la flama no hay nada más l í q u i d o que
el aire y podemos ver a simple vista que sus partes
20
se mueven separadamente la una de la otra. Pues
si se dignan mirar estos pequeños cuerpos que
llamamos c o m ú n m e n t e á t o m o s y que se hacen
visibles merced a los rayos del sol, aun cuando no
haya* viento que los agite los verán revolotear ince25
santemente aquí y allá en mil formas diversas.
Podemos experimentar algo semejante en los licores
más espesos, si se mezclan algunos de estos líquidos
115-416 de diversos colores con objeto de distinguir mejor
5
sus movimientos. E n fin, esto se da muy claramente
en las aguas fuertes cuando mueven y separan las
partículas de algún metal.
Pero, si sólo el movimiento de las partes de la flama
es el que hace que ésta queme y sea líquida, me
1 0
1 0
L a exclusión del vacío obliga a Descartes a conciliar dos nociones opuestas,
que son, la idea del pleno como cohesión de las partes y la idea del número indefinido de partes con diversidad de movimientos y variaciones de velocidad;
no obstante estas características, ambas nociones constituyen los dos aspectos
fundamentales de su teoría corpuscular mecanicista.
DE L A DUREZA Y DE LA LIQUIDEZ
61
podrían preguntar ahora por q u é el movimiento de
las partes del aire, que lo hacen tan líquido, no
10
le dan, del mismo modo, el poder de quemar, sino que por el contrario, hace que nuestras manos no
lo puedan casi sentir. A lo cual respondo que no se
debe tomar en cuenta únicamente la velocidad del
movimiento, sino también el tamaño de las partes,
ya que son las más pequeñas las que hacen a los
15
cuerpos más líquidos y las más grandes las que tienen más fuerza para quemar y, en general, para
actuar contra los otros cuerpos.
N ó t e s e , de paso, que considero aquí y que siempre
20
consideraré en lo sucesivo, como una sola parte
todo aquello que está bien unido y que no está a
punto de separarse; aunque [las partes] que tienen
un m í n i m o de t a m a ñ o pueden dividirse fácilmente
en muchas otras más pequeñas; así, un grano de
arena, una piedra, una roca, e incluso la tierra entera
25
podrá tomarse en adelante como una sola parte
mientras no consideremos en ella más que un solo
movimiento totalmente simple e igual.
416-417 Ahora bien, entre las partes del aire, si hay algunas
muy grandes en comparación con otras, como son
esos á t o m o s que allí se ven, se mueven también muy
lentamente; y si hay algunas que se muevan más
rápidamente, son también más pequeñas. Pero si
entre las partes de la flama, unas de ellas son más
5
pequeñas que las del aire, hay también unas más grandes, o al menos hay una mayor cantidad de partes
iguales a las partes más grandes del aire que además
se mueven mucho más rápido, y no son sino estas
10
últimas las que tienen el poder de quemar.
Que haya unas más pequeñas se puede conjeturar
a partir de que [las partes de la flama] penetran a
través de muchos cuerpos cuyos poros son tan
estrechos que el aire mismo no puede penetrar en
15
ellos. E l que haya unas más grandes o igualmente
grandes en mayor n ú m e r o , lo vemos claramente en
el hecho de que el aire solo no basta para nutrir la
llama, y que las partes de la flama se muevan m á s
62
RENE DESCARTES
20
25
rápido nos lo muestra suficientemente la violencia de
su acción. Por ú l t i m o , el que sean las más grandes
de estas partes las que tengan el poder de quemar, se
hace evidente en el hecho de que la flama que
sale del agua ardiente o de otros cuerpos muy
sutiles no quema casi nada y por el contrario la
que se engendra en los cuerpos duros y pesados
es muy ardiente.
Capítulo I V
Del v a c í o y de dónde proviene
el que nuestros sentidos no
perciban ciertos cuerpos
Pero es necesario examinar más particularmente
por q u é , siendo el aire un cuerpo igual a los otros,
417-418 no puede percibirse tan fácilmente como los demás
[cuerpos], y por este mismo camino, librarnos de
un error que nos ha preocupado a todos desde la
infancia, desde el momento en que hemos c r e í d o
que no había más cuerpos alrededor de nosotros que
5
aquellos que pudieran ser percibidos; y así, que si el
aire era uno [de esos cuerpos] debido a que apenas
lo sentíamos, no debería ser ni tan material ni tan
sólido como aquellos que s e n t í a m o s más.
A l tratar esto, deseo primeramente que adviertan
10
que todos los cuerpos, tanto duros como líquidos,
están hechos de una misma materia, y que es imposible concebir que las partes de esta materia compongan nunca un cuerpo más sólido o que ocupe
menos espacio, y a que cada una de ellas limita por
por todas partes con las demás que la rodean. De
15
donde se sigue, me parece, que si puede haber v a c í o
en alguna parte, esto debe ser más bien en los cuerpos duros que en los líquidos, porque es evidente que las partes de éstos se pueden más fácilmente
apretar y disponer una contra otra, debido a que se
20
mueven, cosa que no hacen las de los cuerpos duros
que eslán sin movimiento.
64
RENE DESCARTES
Si ponen por ejemplo pólvora en algún recipiente,
lo sacuden y lo golpean para hacer que entre más;
pero si vierten allí algún licor, se acomoda al punto
por sí mismo en el menor espacio posible. E incluso
si consideran a este respecto algunas de las experiencias de las que los filósofos han acostumbrado
418
servirse para demostrar que no hay v a c í o en la
naturaleza, se percatarán fácilmente de que todos
estos espacios que la gente considera v a c í o s y en los
cuales no sentimos sino el aire, están tan llenos, y
5
llenos con la misma materia, que aquellos en que
percibimos los otros cuerpos.
Pues díganme les ruego, ¿ n o resultaría extraño que
la naturaleza hiciera ascender los cuerpos más pesados, y rompiera los más duros, tal como se experimenta en ciertas máquinas, antes que permitir que
10
algunas de sus partes cesaran de entretocarse o de
tocar algunos otros cuerpos, y que permitiera, sin
embargo, que las partes del aire que son tan fáciles
de plegarse y de acomodarse en todas formas, permaneciesen las unas junto a las otras sin tocarse
15
por todas partes o sin que hubiera algún cuerpo
entre ellas al cual tocasen? Si hubiese un m í n i m o de
v a c í o entre las partes de los cuerpos que los espacios
contiene, ¿sería pensable que el agua que está en un
20
pozo debiera ascender a lo alto, contra su inclinación natural, únicamente con el fin de que el tubo de
una bomba se llenase, y que el agua que está en las
nubes no debería descender para terminar de llenar
los espacios que están aquí abajo?
Pero podrían proponerme aquí una dificultad
25
bastante considerable, a saber, que las partes que
418-419 componen los cuerpos líquidos no pueden, tal parece, moverse incesantemente, como he dicho que
lo hacen, si no es porque se encuentra el espacio
v a c í o entre ellas, al menos en los lugares de donde
25
11
1 1
E l argumento que desarrolla Descartes se basa en la exclusión del vacío y
la concepción de la materia como extensión homogénea, de ahí que, si se considera factible la existencia del vacío se producirían fenómenos absurdos en la
naturaleza como los descritos en este capítulo.
D E L VACÍO
5
10
65
salen a medida que se mueven. A lo cual tendría
dificultad en contestar si no hubiera reconocido
por diversas experiencias que todos los movimientos
que se dan en el mundo son de algún modo circulares, es decir, que cuando un cuerpo deja su lugar,
entra siempre en el de otro, y éste en el de otro, y
así se sigue hasta el último que ocupa en el mismo
instante el lugar desalojado por el primero; de suerte
que no hay v a c í o entre ellos, se muevan o estén
inmóviles. Y noten aquí que no es necesario, por
eso, que todas las partes .de los cuerpos que se
15
mueven conjuntamente estén dispuestas exactamente como un verdadero círculo, ni incluso que
sean de t a m a ñ o o figura semejante; porque estas
desigualdades pueden fácilmente compensarse con
las desigualdades de su velocidad.
20
De hecho no notamos c o m ú n m e n t e estos movimientos circulares cuando los cuerpos se mueven
en el aire, porque estamos acostumbrados a no
concebir al aire sino como un espacio vacío. Pero
25
veamos nadar a los peces en el cuenco de una
fuente: si no se aproximan demasiado a la superficie del agua no la harán agitarse para nada aunque
pasen por debajo a gran velocidad, de donde parece
419-420 manifiesto que el agua que desplazan delante de s í
no empuja indiferentemente toda el agua de la
fuente, sino sólo aquella que puede servir mejor
para acabar el círculo de su movimiento y tomar el
lugar que ellos dejan. Y esta experiencia basta para
5
mostrar cuan comunes y familiares son a la naturaleza estos movimientos circulares.
Pero quiero ahora aportar otra [experiencia] para
mostrar que no se produce jamás un movimiento
que no sea circular. E n el momento en que el vino
está en un tonel, no sale por la abertura que está
10
abajo, debido a que la parte superior está completamente cerrada, se habla impropiamente, como lo
hacemos de ordinario, de que esto sucede por el
temor al vacío. Sabemos bien que este vino no
15
liene espíritu como para temer algo, y si lo tuviera,
66
RENE DESCARTES
no se ve en qué ocasión podría conocer este v a c í o
que no es, en efecto, sino una quimera. E s necesario
decir, más bien, que no puede salir de ese tonel debido a que todo fuera está tan lleno como puede estarlo y que la parte del aire de la cual ocuparía el
lugar si descendiera, no puede ocupar otro lugar en
20
todo el resto del universo, si no hacemos una abertura en la parte superior del tonel por la cual este
aire pueda subir circularmente a su lugar.
Por lo demás no quiero afirmar con eso que no
25
haya del todo v a c í o en la naturaleza, pero tendría
miedo de que mi discurso se hiciera demasiado
largo si emprendiera en la explicación de lo que se
420-421 trata; y las experiencias de las que he hablado no
son suficientes para probarlo, aunque lo sean para
persuadirnos de que los espacios en que no percibimos nada están llenos de la misma materia y
5
contienen tanta de ésta como aquellos que están
ocupados por los cuerpos que percibimos. De modo
que, por ejemplo, en el momento en que un recipiente está lleno de oro o de plomo, no contiene
por ello más materia que cuando pensamos que está
vacío: lo cual puede parecer muy extraño para
10
muchos, cuya razón no va más allá de sus dedos,
y que piensan que no hay nada más en el mundo
que aquello que tocan. Mas cuando hayan considerado m í n i m a m e n t e qué es lo que hace que sintamos
un cuerpo o que no lo sintamos, estoy seguro que
15
no encontrarán en ello nada increíble. Pues conocerán evidentemente que estamos tan lejos de que
todas las cosas que están alrededor de nosotros
puedan percibirse que por el contrario, las cosas
que están más ordinariamente a nuestro alrededor
son las que pueden sentirse menos, y aquellas
20
que siempre están alrededor de nosotros no pueden
sentirse nunca.
E l calor de nuestro corazón es muy fuerte, pero no
lo sentimos porque es cotidiano. E l peso de nuestro
cuerpo no es poco; sin embargo, no nos incomoda.
25
Incluso no sentimos [el peso] de nuestras ropas
D E L VACÍO
67
porque estamos acostumbrados a usarlas. Y la razón
de todo esto es bastante clara. Es cierto que no podríamos percibir ningún cuerpo si no fuera a causa
de algún cambio en los órganos de nuestros sentidos,
421-422 es decir, si no los movieran de algún modo las pequeñas partes de materia de las que están compuestos
estos órganos, cosa que pueden hacer muy bien los
objetos que no se presentan siempre [a la sensibilidad] a condición solamente de que tengan suficiente
fuerza; puesto que si deterioran algo mientras actúan, esto puede repararlo después la naturaleza,
5
una vez que dejan de actuar. Pero en cuanto a los
objetos que nos tocan continuamente, si alguna
vez tuvieron el poder de producir algún cambio
en nuestros sentidos y de remover algunas partes de
su materia, han debido separarlas enteramente
10
de las otras a fuerza de actuar sobre ellas desde el
comienzo de nuestra vida, y, así, no pueden haber
dejado sino aquellas que resisten completamente
su acción y por medio de las cuales no pueden sen15
tirse aquellos cuerpos de ninguna manera. De donde
pueden ver que no es maravilloso que haya muchos
espacios alrededor de nosotros, en los cuales no
sintamos ningún cuerpo, aunque no contengan
menos materia que aquellos en los que los sentimos
mas.
Pero no es menester pensar, por ello, que este aire
20
tosco que jalamos a nuestros pulmones respirando,
que se convierte en viento cuando está agitado, que
nos parece duro cuando está encerrado en una pelota y que no está compuesto sino de exhalaciones y de
humos, sea tan sólido como el agua o como la
tierra. Es necesario seguir en esto la opinión c o m ú n
25
de los filósofos, los cuales aseguran u n á n i m e m e n t e
1 2
Descartes sostiene una teoría causal de la percepción pero dentro del ámbito
del mecanicismo. Esto es, la percepción se reduce al choque de las partes (contacto continuo), por lo cual la materia de los sentidos se "desgasta" hasta que
únicamente queda aquella que resiste a la acción de las partes. Esta concepción
es totalmente distinta a la del atomismo clásico para el cual la percepción del
olijelo se plantea como efluvio de ¡ilola que inhicren en los sentidos.
68
RENE DESCARTES
13
que es un cuerpo más r a r o .
Y esto se conoce
fácilmente por experiencia, porque las partes de una
gota de agua, siendo separadas la una de la otra
por la agitación del calor, pueden componer mucho
422-423 más de este aire que el que puede contener el espacio donde estaba esa agua. De donde se sigue infaliblemente que hay una gran cantidad de pequeños
intersticios entre las partes de las que está com5
puesto el aire, puesto que no hay otra forma de
concebir un cuerpo raro. Pero ya que estos intervalos no pueden estar vacíos, como dije más arriba,
concluyo de todo esto que necesariamente hay
algunos otros cuerpos, uno o muchos, mezclados
10
entre este aire, los cuales llenan tan exactamente
como es posible los p e q u e ñ o s intersticios que deja
entre sus partes. No queda ahora más que considerar
cuáles pueden ser esos otros cuerpos y después de
esto, espero que no será difícil comprender cuál
puede ser la naturaleza de la luz.
1 3
L a noción de "cuerpo raro" fue utilizada por la tradición escolástica siguiendo a Aristóteles para explicar el hecho de que una misma cantidad de materia
pueda ocupar un espacio más grande al cambiar de estado. Del problema planteado por la rarefacción Alquié comenta: " . . . el hecho de que el espacio ocupado
por una misma materia parece aumentar, conduce a Descartes a su teoría de los
elementos." Descartes, Rene, " L e monde" en Descartes, oeuvres
philosophiques.
París, Éditions Gamier Fréres, 1963, pp; 335-336.
Capítulo V
15
20
25
423
Del número de los elementos
y de sus cualidades
Los filósofos aseguran que hay por encima de las
nubes un cierto aire mucho más sutil que el nuestro,
y que no está compuesto por los vapores de la tierra
como él, sino que constituye un elemento aparte.
Dicen, también, que más arriba de este aire hay otro
cuerpo, mucho más sutil, que llaman el elemento del
fuego. Agregan, además, que estos dos elementos
están mezclados con el agua y la tierra en la composición de todos los cuerpos inferiores. Si bien no
haré sino seguir su o p i n i ó n , sí digo que este aire más
sutil y este elemento del fuego llenan los intervalos
que están entre las partes del aire tosco que respiramos; de suerte que esos cuerpos entrelazados el
uno con el otro componen una masa que es tan
sólida como cualquier c u e r p o .
Pero, a fin de que pueda hacerles entender mejor
mi pensamiento al respecto y que no piensen que
quiero obligarles a creer en todo lo que los filósofos nos dicen de los elementos, es necesario que se
los describa a mi manera.
Concibo al primero, que podemos nombrar el
elemento del fuego, como un licor, el más sutil
14
5
10
1 4
L a crítica a la tradición, específicamente a la concepción física del mundo,
(|uc siguiendo a Aristóteles dividía a los elementos en supra y sublunares, es en
Desearles claro ejemplo de transición conceptual, ya que conserva la terminología
tradicional pero cambia totalmente su significado.
70
RENE DESCARTES
y penetrante que haya en el mundo; y en relación
a lo que se ha dicho más arriba, por lo que respecta a
la naturaleza de los cuerpos líquidos, me imagino
que sus partes son mucho más pequeñas y se mueven
mucho más rápidamente que las de cualquier otro
cuerpo. O más aún, a fin de no vernos obligados a
15
admitir algún v a c í o en la naturaleza, no le atribuyo
partes que tengan ningún tamaño ni figura determinada; pero me convenzo de que el í m p e t u de su
movimiento es suficiente para hacer que se dividan
en todas las formas y en todos los sentidos por el encuentro con los otros cuerpos y que sus partes
20
cambian de figura en todo momento para acomodarse a la de los lugares a donde entran, de suerte que
no hay jamás paso demasiado estrecho ni ángulo
suficientemente p e q u e ñ o entre las partes de los
otros cuerpos, por donde las de este elemento no
25
penetren sin ninguna dificultad y que no llenen
exactamente.
423-424 A I segundo, que podemos tomar por el elemento
del aire, lo concibo también como un licor muy
sutil comparándolo con el tercer elemento; pero
para compararlo con el primero hay necesidad de
5
atribuir algún tamaño y alguna figura a cada una de
sus partes, y de imaginarlas más o menos todas
redondas y unidas como los granos de la arena y
del polvo, de modo que no puedan acomodarse
tan bien, ni apretarse tanto una contra otra, y así
quedan alrededor de ellas muchos p e q u e ñ o s inters10
ticios en los cuales le es más fácil al primer elemento
el deslizarse, que a ellas [las partes del segundo elemento], el cambiar de figura para llenarlos. Y
así, me convenzo de que este segundo elemento no
puede ser tan puro en ninguna parte del mundo,
15
que no tenga siempre consigo un poco de la materia
del primero.
A d e m á s de estos dos elementos, y a no admito más
que un tercero, a saber, el de la tierra, cuyas partes,
pienso, son mucho más grandes y se mueven mucho
20
menos rápido en comparación con las del segundo,
D E L N U M E R O D E L O S E L E M E N T O S Y SUS C U A L I D A D E S
71
que lo que lo hacen estas últimas en comparación
con las del primero. Incluso creo que basta concebirlo como una o varias masas grandes cuyas partes
tienen muy poco o ningún movimiento que las
haga cambiar de situación la una con respecto a la
otra.
25
Y si encuentran extraño que para explicar los
elementos no me valga para nada de las cualidades
que llamamos calor, frío, h ú m e d o y seco, como
424-425 lo hacen los filósofos, les diré que estas cualidades
me parecen tener ellas mismas necesidad de explicación; y que, si no me equivoco, no solamente
estas cuatro cualidades, sino también todas las otras,
e incluso todas las formas de los cuerpos inanima5
dos, pueden explicarse sin que se necesite suponer
para tal efecto ninguna otra cosa en su materia que
el movimiento, el tamaño, la figura y el acomodo
de sus partes.
A partir de esto podré hacerles
entender fácilmente por qué no admito ningún otro
10
elemento fuera de los tres que he descrito; porque la
diferencia que debe haber entre ellos y los otros
cuerpos que los filósofos llaman mixtos, o mezclados y compuestos, consiste en que las formas de
estos cuerpos mezclados contienen siempre en sí
algunas cualidades que son contrarias y se obstacu15
lizan, o que al menos no tienden a la conservación
una de otra, mientras que las formas de los elementos deben ser simples y no tener ningunas cualidades
que no se combinen entre sí tan perfectamente que
20
cada una tienda a la conservación de todas las
demás.
Por tanto, me es imposible encontrar en el mundo
ninguna forma que sea de este modo, exceptuando las tres que he descrito. Porque [la forma]
que he atribuido al primer elemento, consiste en que
15
1 5
L a aportación cartesiana a la explicación física es un cambio de parámetros
que deja a un lado las cualidades aristotélicas proponiéndonos criterios cuantitativos para dar cuenta de las diferencias entre los distintos elementos, así
como <lc la diversidad de los cuerpos.
72
RENE DESCARTES
sus partes se mueven tan sumamente rápido y son
tan pequeñas, que no hay ningún otro cuerpo
25
capaz de detenerlas, y que además de eso, no requieren ningún tamaño, ni figura, ni situación determi425- 426 nadas. [ L a forma] del segundo consiste en que sus
partes tienen un movimiento y un tamaño tan
medianos que si se encuentran muchas causas en
el mundo que puedan aumentar su movimiento y
disminuir su t a m a ñ o , existen exactamente otras
5
tantas que pueden hacer todo lo contrario, de manera que permanecen siempre como en balance en esta
misma medianía. Y la del tercero consiste en que sus
partes son tan. grandes o están de tal modo juntas
que tienen la fuerza para resistir siempre los movi10
mientos de los otros cuerpos.
Examinen cuanto quieran, todas las formas que
pueden dar a los cuerpos mezclados, los diversos
movimientos, figuras y tamaños, la diferente disposi15
ción de las partes de la materia, y estoy seguro de
que no encontrarán ninguna que no tenga en sí
las cualidades que tienden a hacer que cambie, y
que cambiando, se reduzca a alguna de las [formas]
de los elementos.
20
Como, por ejemplo, la flama, cuya forma requiere
el tener partes que se muevan muy rápido y que
tengan además algún tamaño, como se dijo más
arriba, no puede permanecer un largo tiempo sin
corromperse porque, o bien el tamaño de sus partes,
25
dándole la fuerza de actuar contra los otros cuerpos,
será la causa de la disminución de su movimiento, o
bien, la violencia de su agitación, les hará romperse
426- 427 chocando contra los cuerpos que encuentran, será
causa de la pérdida de su tamaño; y así, podrán
poco a poco reducirse a la forma del tercer elemento
o a la del segundo, e incluso también algunas, a la
del primero. Y con eso pueden conocer la diferencia
que hay entre esta flama o el fuego c o m ú n que se
5
da entre nosotros, y el elemento del fuego que he
descrito. Y deben saber, también, que los elementos del aire y de la tierra, es decir, el segundo y el
73
D E L NÚMERO D E L O S E L E M E N T O S Y SUS C U A L I D A D E S
tercer elemento, no son en nada parecidos, ni a ese
aire tosco que respiramos, ni a esa tierra sobre
10
la cual caminamos; sino que generalmente todos los
cuerpos que están alrededor de nosotros son mezclados o compuestos y sujetos a la c o r r u p c i ó n .
Sin embargo, no es menester pensar por ello que
15
los elementos no tienen ningún lugar en el mundo
que les haya sido destinado particularmente y en
donde puedan perpetuamente conservarse en su
pureza natural; sino, por el contrario, puesto que
cada parte de la materia tiende siempre a reducirse
a algunas de sus formas, y que al estar así reducida
20
no tiende jamás a dejarla; suponiendo incluso que
Dios no haya creado al comienzo sino cuerpos
mezclados, no obstante desde el momento en que
el mundo existe, todos estos cuerpos hubieran tenido toda la libertad de dejar sus formas y de tomar
25
la de los elementos. De manera que ahora es muy
patente que todos los cuerpos que son lo suficien427-428 temente grandes como para poderse contar entre las
partes más notables del universo, tienen cada uno la
forma simple de uno de los elementos, y que no
puede haber cuerpos mezclados en cualquier parte,
5
sino sobre las superficies de estos grandes cuerpos.
Pero ahí es menester por necesidad que los haya;
porque siendo los elementos de naturaleza muy
contraria, no puede suceder que dos de ellos se
toquen entre sí sin que actúen contra las superfi10
cies uno de otro, dando así a la materia que ahí
existe, las diversas formas de estos cuerpos mezclados.
A propósito de esto, si consideramos en general
todos los cuerpos que componen el universo, no
15
encontraremos más que tres clases que pueden
denominarse grandes y que cuentan entre sus prin16
1 6
Descartes usa el concepto "forma" en dos sentidos: como cuerpo mezclado
cuyas cualidades están determinadas en última instancia por las características
ciiaiitilicalilcs de las partes que lo componen, y por otra, en el sentido de la simplicidad o elemento, de los cuales admite Descartes únicamente tres, que son
liiuiKiKrneoH en la cualidad y distintos por lo que hace a la cantidad.
RENE DESCARTES
cipales partes al sol y las estrellas fijas en la primera,
los cielos en la segunda y la tierra con los planetas
y los cometas en la tercera. Por eso tenemos mucha
razón al pensar que el sol y las estrellas fijas no
tienen sino la forma pura del primer elemento, los
cielos la del segundo y la tierra con los planetas y
los cometas, la del tercero.
Pongo a los planetas y los cometas con la tierra,
porque viendo que resisten como ella a la luz y que
reflejan sus rayos, no encuentro diferencia en ellos.
Pongo juntos también al sol con las estrellas fijas y
les atribuyo una naturaleza totalmente contraria a
la de la tierra, porque la sola acción de su luz me
permite conocer suficientemente que sus cuerpos
son de una materia sumamente sutil y agitada.
E n cuanto a los cielos, en tanto no los pueden percibir nuestros sentidos, creo tener razón al atribuirles una naturaleza media entre la de los cuerpos
luminosos cuya acción sentimos y la de los cuerpos duros y pesados de los que sentimos la resistencia.
Finalmente, no percibimos cuerpos mezclados en
ningún otro sitio que sobre la superficie de la tierra;
y si consideramos que todo el espacio que los contiene es extremadamente p e q u e ñ o , desde las nubes más
altas hasta las cavernas más profundas en las que la
avaricia del hombre haya jamás penetrado a fin de
extraer los metales, en comparación con la tierra y
las inmensas extensiones del cielo; podremos fácilmente imaginarnos que estos cuerpos mezclados
están todos juntos como una costra que se ha
engendrado sobre la tierra por la agitación y mezcla
de la materia del cielo que la rodea.
Y así tendremos la oportunidad de pensar que no
es solamente en el aire que respiramos sino también
en todos los otros cuerpos compuestos, incluso en
las piedras más duras y en los metales más pesados,
donde hay partes del elemento del aire mezcladas
con las de la tierra, y en consecuencia, también
partes del elemento del fuego, puesto que se encuentra siempre parte en los poros del elemento del aire.
D E L N U M E R O D E L O S E L E M E N T O S Y SUS C U A L I D A D E S
75
Pero es necesario hacer notar que [incluso] aunque
428-429 haya partes de estos tres elementos mezcladas una
con otra en todos estos cuerpos, no hay sin embargo, propiamente hablando, más que aquellas
[partes] que, a causa de su tamaño o de la dificultad que tienen para moverse, pueden adscribirse
al tercer elemento que compone todo lo que vemos al5
rededor de nosotros; pues las partes de los otros
dos elementos son tan sutiles, que no las pueden
percibir nuestros sentidos. Y podemos representarnos todos estos cuerpos como esponjas en las cuales,
aunque haya cantidad de poros o p e q u e ñ o s agujeros,
10
que están siempre llenos de aire o de agua, o de cualquier otro licor parecido, no juzgamos por ello que
tales licores entren en la c o m p o s i c i ó n de la esponja.
Me quedan todavía muchas otras cosas por explicar
17
15
20
1 7
y me sería más c ó m o d o agregar aquí algunas razones
para hacer mis opiniones más verosímiles. Pero, a
fin de que la extensión de este discurso les sea
menos aburrida, quiero engalanar una parte con la
invención de una fábula, a través de la cual espero
que la verdad no dejará de mostrarse suficientemente, y que no será menos agradable que si la
expongo completamente desnuda.
Descartes distingue entre los tres elementos simples, y en cierta forma incorruptibles, como en la tradición, puesto que una vez adquirida la forma estos
elementos ya no variarán, y los cuerpos mezclados, compuestos por los primeros
y por ello sujetos a la corrupción o descomposición.
Capítulo V I
Descripción de un nuevo mundo;
y de las cualidades de la materia
de la que está compuesto
Permítanle pues a su pensamiento, por algún tiempo, el salir fuera de este mundo, para llegar a ver
25
otro completamente nuevo, que haré nacer en su
presencia en los "espacios imaginarios". L o s filó429-430 sofos nos dicen que estos espacios son infinitos, y
deben ser creídos puesto que son ellos mismos
quienes los han creado. Pero, a fin de que esta infinitud no nos entorpezca y nos estorbe, no tratemos de ir hasta el final; penetremos en ella sólo
5
10
15
1 8
hasta que podamos perder de vista todas las creaturas que Dios hizo hace cinco o seis mil años; y
después de habernos detenido allí, en un lugar determinado, supongamos que Dios crea de nuevo, a
todo nuestro alrededor, tanta materia que, de cualquier lado que nuestra imaginación se pueda extender ya no perciba ningún lugar v a c í o .
Aunque el mar no sea infinito, los que se hallan en
medio en alguna nave, pueden extender su vista, tal
parece, hacia el infinito; en tanto que todavía hay
agua más allá de la que ven. A s í aunque nuestra
imaginación parezca poder extenderse al infinito, y
1 8
E n opinión de Alquié, en sus notas del Mundo, la expresión "espacios imaginarios, no significa espacios fingidos o libremente imaginados. Descartes retoma
una expresión escolástica que designaba los espacios situados más allá de la esfera
de las estrellas fijas". Descartes, Rene, Oeuvres philosophiques, T . I , París, Gamier
I'rércs, 1963, p. 343.
78
RENE DESCARTES
esta nueva materia no se suponga como infinita,
podemos sin embargo suponer que puede llenar
espacios mucho más grandes que todos los que
20
hubiéramos imaginado. E incluso, a fin de que no
haya nada en todo esto que puedan encontrar censurable, no permitamos a nuestra imaginación
extenderse tan lejos como pudiera, sino retengámosla a propósito en un espacio determinado, que
no sea más grande, por ejemplo, que la distancia
25
que hay de la tierra a las principales estrellas del
firmamento; y supongamos que la materia que Dios
hubiera creado se extiende muy lejos, por todas
partes, hasta una distancia indefinida. Pues es más
430-431 verosímil y de acuerdo con nuestra capacidad prescribir límites a la acción de nuestro pensamiento
que a las obras de Dios.
Ahora bien, puesto que nos tomamos la libertad de
5
10
15
forjar esta materia en nuestra fantasía, atribuyámosle, si les parece, una naturaleza en la que no haya
nada más que lo que cada uno pueda conocer
tan perfectamente como es posible. Y , para tal efecto, supongamos expresamente que no tiene la
forma [sustancial] de la tierra, ni del fuego, ni del
aire, ni ninguna otra [forma] más particular, como la
de la madera, la de una piedra o la de un metal;
ni tampoco las cualidades de ser caliente o frío,
seco o h ú m e d o , ligero o pesado, o de tener algún
sabor, olor, y sonido, y color o luz u otra parecida
en su naturaleza de la cual se pueda decir que haya
algo que no sea conocido evidentemente por todos.
Y no pensemos tampoco, por otro lado, que sea
ésta la materia primera de los filósofos, a la que
hemos despojado tan completamente de todas sus
formas y cualidades, de suerte que no quede en ella
ningún resto que no pueda ser claramente cntendi19
20
1 9
Descartes despoja a la materia de las propiedades estrictamente cualitativas,
quedándose únicamente con las cuantificables como tamaño, figura y movimiento que le parecen evidentes en tanto convienen a su concepción de la materia
como extensión homogénea y geométrica.
DESCRIPCIÓN D E UN N U E V O MUNDO
25
79
do; sino concibámosla como un verdadero cuerpo,
perfectamente sólido, que llena igualmente todos
los largos, anchos y profundidades de este gran
espacio en medio del cual hemos detenido nuestro
pensamiento de suerte que cada una de sus partes
ocupe siempre una parte de este espacio, de tal
modo proporcionada a su tamaño, que no podrá
llenar una más grande, ni encerrarse en una más
pequeña, ni tolerar que mientras permanece ahí,
30
algún otro [cuerpo] tome su lugar.
131-432 Agreguemos a esto que esta materia puede dividirse en todas las partes y según todas las figuras
que podamos imaginar; y que cada una de sus
partes es capaz de recibir en sí todos los movi5
mientos que podamos también concebir. Y supongamos, además, que Dios la divide verdaderamente
en muchas partes determinadas, las unas más grandes, las otras más pequeñas; las unas de una figura,
las otras de otra, tal como nos plazca forjarlas. No
que las separe por ello la una de la otra, de mane10
ra que se dé algún v a c í o entre dos: sino pensemos que
toda la distinción que hace allí, consiste en la diversidad de los movimientos que les da, haciendo
que desde el primer instante en que son creadas,
las unas comiencen a moverse de un lado y las otras
15
de otro, las unas más rápido y las otras más lentamente (o incluso, si así lo quieren, permanezcan sin
moverse) y que c o n t i n ú e n después su movimiento
ateniéndose a las leyes ordinarias de la naturaleza.
Pues Dios ha establecido tan maravillosamente
20
estas leyes, que aunque supongamos que él no cree
nada más de lo que he dicho, e incluso que no ponga
en esto ningún orden ni proporción, sino que
componga con esto un caos, el más confuso y embrollado que los poetas puedan describir; ellas [las
leyes] son suficientes para hacer que las partes de
25
este caos se desembrollen por sí mismas y se dis432-433 pongan en tan buen orden que tendrán la forma de
un mundo muy perfecto, y en el cual podremos
ver no solamente luz sino también todas las otras
80
RENE DESCARTES
cosas tanto generales como particulares que aparecen en este verdadero mundo.
5
Pero antes de que explique esto más ampliamente,
deténganse todavía un poco a considerar este caos
y noten que no contiene ninguna cosa que no les
sea tan perfectamente conocida que no podrían
ni siquiera fingir el ignorarla. Pues en relación a
las cualidades que he puesto allí, si se han fijado, las
he supuesto únicamente de tal modo que ustedes
10
las puedan imaginar. Y con respecto a la materia
de la que he compuesto [este mundo], no hay
nada más simple ni más fácil de conocer entre las
criaturas inanimadas, y su idea está de tal modo
15
comprendida en todas las que nuestra imaginación
puede formar, que es necesario que la conciban o no
conciban jamás ninguna c o s a .
Sin embargo, y a que los filósofos son tan sutiles
20
que pueden encontrar dificultades en las cosas que
parecen extremadamente claras a los demás hombres; y que el recuerdo de su materia primera (que
como ellos lo saben, es bastante difícil de concebir),
les p o d r í a distraer del conocimiento de la materia
25
de la cual estoy hablando; es necesario que les diga
aquí a los filósofos que, si no me equivoco, toda la
dificultad que experimentan en la suya [su concepción de la materia] no procede sino de que la
quieren distinguir de su propia cantidad y de su
extensión externa, es decir, de la propiedad que
30
tiene de ocupar espacio. E n lo cual de todos modos, deseo que crean tener razón, ya que no ten433-434 go interés en detenerme a contradecirlos. Pero
tampoco deben encontrar extraño si supongo que la
cantidad de la materia que describí no difiere de
su sustancia, como tampoco difiere el número de las
cosas numeradas; y si concibo su extensión, o la
20
5
2 0
propiedad que tiene de ocupar espacio, no como un
accidente sino como su verdadera forma y esencia,
Descartes aplica el principio epistemológico de simplicidad al seleccionar los
principales atributos de la materia.
DESCRIPCIÓN D E UN N U E V O MUNDO
10
81
ya que ellos [los filósofos] no podrán negar que
esta manera de concebir [a la materia] no sea muy
sencilla. Y mi deseo no es el de explicar como ellos
las cosas que están en efecto en el verdadero mundo,
sino únicamente simular uno a placer en el cual no
haya nada que los más burdos espíritus no sean capaces de concebir y que pueda no obstante ser
creado tal como lo he inventado.
Si ahí pusiera la menor cosa que fuera oscura,
podría suceder que entre esta oscuridad hubiera
alguna contradicción escondida que yo no advirtiera, así que sin pensarlo supondría una cosa imposible; por el contrario, si puedo distintamente
imaginar todo lo que pongo dentro es seguro que
aunque no hubiese nada como tal en el antiguo
mundo, Dios lo puede crear de todos modos en
uno nuevo, ya que es cierto que puede crear todas
las cosas que podemos imaginar.
21
15
20
22
2 1
Al respecto, en sus notas Alquié nos dice: "Lamateria prima aristotélica y la
materia prima cartesiana tienen en común el que son propuestas por el espíritu
a título de condiciones necesarias de lo que nos es dado por la experiencia. Pero
la materia prima de Aristóteles, si se la distingue de toda forma, es una condición
irrcprescntable de nuestra representación. L a de Descartes es, ella misma, el objeto
de una idea clara. L o que en Descartes recibirá todas las formas que le imprimirá el
movimiento tiene ya una especie de forma que cae bajo la intuición constituida
por la especialidad. Es por esto que Descartes dirá que la extensión es la forma
o esencia (le la materia, y dará como razón que es muy fácil de concebir de esta manera." Descartes, Rene, Oeuvres philosophiques, p. 348.
2 2
La imaginación no es equivalente a la fantasía. E n este caso la imaginación
<•« similar a la especulación o hipótesis que debe fundarse en la no contradicción de manera <]uc prepare el camino a la demostración según Descartes.
Capítulo V I I
De las leyes de la
naturaleza de este
nuevo mundo
25
Pero no quiero esperar más tiempo para decirles
por q u é medio la naturaleza sola podrá desenredar
la confusión del caos del que les he hablado, y
cuáles son las leyes que Dios le ha impuesto.
434-435 Sepan entonces, primeramente, que por naturaleza no entiendo aquí alguna deidad o alguna otra
clase de poder imaginario, sino que me sirvo de
esta palabra para significar la materia misma en
5
tanto que la considero con todas las cualidades que
le he atribuido, comprendidas juntas, y es bajo esta
condición que Dios continúa conservándola del
mismo modo que la ha creado. Puesto que sólo de
esto, a saber, que él continúa conservándola, se sigue
necesariamente que debe haber muchos cambios
10
en sus partes, los cuales no pueden, me parece, ser
atribuidos a la acción de Dios, puesto que ella no
cambia, por lo que los atribuyo a la naturaleza;
y a las reglas mediante las cuales se producen estos
cambios, las llamo leyes de la naturaleza.
15
Para entender mejor esto, recuerden que entre las
cualidades de la materia hemos supuesto que sus
partes han tenido diversos movimientos desde el
momento en que fueron creadas; y además de esto,
20
que se cntrctocan recíprocamente por todas partes
sin que haya ningún vacío entre dos. De lo que se
84
RENE DESCARTES
sigue necesariamente que desde entonces, al comenzar a moverse, comenzaron también a cambiar y a
diversificar sus movimientos por el encuentro de una
25
con otra; así que si Dios las conserva luego del
mismo modo que las ha creado, no las conserva en
el mismo estado; es decir, que Dios, a pesar de que
actúa siempre del mismo modo, y por consiguiente
produce siempre, sustancialmente el mismo efecto,
no obstante se encuentra, como por accidente,
435-436 una gran diversidad en este efecto. Y es fácil creer
que Dios, que como todos sabemos es inmutable,
actúa siempre del mismo modo. Pero sin comprometerme más aún en estas consideraciones meta5
físicas, propondré aquí dos o tres de las principales
reglas mediante las cuales se hace necesario pensar
que Dios hace actuar la naturaleza de este nuevo
mundo, y que bastarán, según creo, para hacerles
conocer todas las d e m á s .
L a primera es que toda parte de la materia, indi10
vidualmente, continúa siempre existiendo en un
mismo estado, mientras el encuentro con las otras
no la obligue a cambiarlo. E s decir, que si tiene
cierto tamaño no se tornará jamás más pequeña a
menos que las otras la dividan; si es redonda o
15
cuadrada no cambiará jamás esta figura sin que las
otras la obliguen; si se ha detenido en algún lugar
no saldrá jamás de él si las otras no la desplazan; y
si ha comenzado en alguna ocasión a moverse, continuará haciéndolo con la misma fuerza hasta que
20
las otras la detengan o la retrasen.
No hay nadie que no crea que esta misma regla se
observa en el antiguo mundo en cuanto al tamaño,
la figura, el reposo y mil otras cosas semejantes,
25
pero los filósofos han exceptuado el movimiento,
que es sin embargo lo que yo deseo comprender de
2 3
2 3
Al explicitar el fundamento último metafísico de la física, Descartes propone que Dios es el autor del movimiento uniforme y rectilíneo, así como la garantía de la conservación de su cantidad, aun cuando la diversidad de cambios que
observamos en la naturaleza son el efecto diversificado o modos de la misma
acción primaria, y están sometidos a las leyes de la naturaleza.
DE LAS L E Y E S DE L A NATURALEZA
85
este mundo m á s expresamente. Y no piensen por esto que tengo deseos de contradecirlos: el mo436
vimiento del que hablan es tan completamente
diferente del que yo concibo en él, que se puede
fácilmente aseverar que lo que es verdad de uno,
no lo es del otro.
Confiesan ellos mismos que la naturaleza del suyo
5
[su movimiento] es muy poco conocida, y que para
hacerla inteligible en alguna forma, no la han sabido
explicar aún más claramente que en estos términos:
Motus est actus entis in potentia, prout in potentia
est, los cuales son para m í tan oscuros que me veo
10
obligado a dejarles aquí con su "jerga", puesto que
no podría interpretarlos (y en efecto estas palabras:
el movimiento es el acto de un ser en potencia,
en tanto está en potencia, no son más claras por
estar en francés). Por el contrario, la naturaleza del
movimiento del que yo quiero hablar aquí es tan
15
fácil de conocer, que los geómetras mismos, que
entre todos los hombres son los más dedicados a
concebir muy distintamente las cosas que han considerado, lo han juzgado más simple y más inteligi20
ble que el de sus superficies y sus líneas; así se
hace manifiesto en el hecho de que han explicado la
línea por el movimiento de un punto y la superficie
por el de una l í n e a .
Los filósofos suponen, también, varios movimien25
tos que piensan que pueden producirse sin que
ningún cuerpo cambie de lugar, como los que llaman
Motus ad forman, motus ad calorem, motus ad
cuantitatem (movimiento por la forma, movimiento
por el calor, movimiento por la cantidad) y mil
436-437 otros. Y yo no conozco ninguno [tipo de movimiento] que sea más fácil de concebir que el de las líneas
de los geómetras, que hace que los cuerpos pasen
de un lugar a otro y ocupen sucesivamente todos
5
los espacios que están entre dos [lugares].
2 4
^ VA concepto del movimiento en Descarten es un concepto primario, evidente
eit NI' mirtino y constituye uno de los pilares de su fínica.
86
RENE DESCARTES
Además de esto ellos [los filósofos] atribuyen al
m í n i m o de estos movimientos un ser mucho más
sólido y más verdadero que el que le atribuyen al
reposo, el cual dicen que no es sino la privación.
Y yo concibo que el reposo es también una cualidad
10
que debe atribuirse a la materia mientras permanece
en un lugar, así como el movimiento es [una cualidad] que se le atribuye en tanto cambia [de lugar].
E n fin, el movimiento del que ellos hablan es de
15
una naturaleza tan extraña, que en lugar de que
como todas las otras cosas tenga como finalidad su
perfección, y no aspire sino a conservarse, [el movimiento] no tiene otro fin ni otra meta que el
reposo, y contra todas las leyes de la naturaleza
trata él mismo de destruirse. Por el contrario, el
que yo supongo, sigue las leyes mismas de la natura20
leza, que son generalmente todas las disposiciones y
todas las cualidades que se encuentran en la materia:
tanto aquellas que los doctos llaman Modus et
entia rationis cum fundamento in re (modos y entes
de razón con fundamento en la cosa) como las
25
Qualitates reales (sus cualidades reales), en las cuales
confieso ingenuamente no encontrar más realidad
que en las primeras.
437-438 Supongo como segunda regla que cuando un
cuerpo empuja a otro, no podría darle ningún movimiento si no perdiera al mismo tiempo proporcionalmente el suyo, ni quitárselo sin que el suyo
5
aumente otro tanto. Esta regla, unida a la precedente, la pongo en estrecha relación con todas las experiencias en las cuales vemos que un cuerpo empieza
a, o deja de, moverse porque lo empuja o lo detiene
algún otro. Porque habiendo supuesto la precedente
10
[regla] estamos exentos del problema en que se cn25
2 5
E n oposición a la física aristotélica, Descartes reduce el movimiento al
cambio de lugar. Reposo y movimiento, como cualidades opuestas, han de entenderse en este sentido. En los Principios se precisa la idea científica del movimiento
como cambio de posición con respecto a otras partes con lo cual se acentúa la
relativización de movimiento y reposo, de modo que éste último viene a ser una
mínima cantidad de movimiento.
DE LAS L E Y E S DE L A NATURALEZA
87
cuentran los doctos, cuando quieren dar razón de
que una piedra continúe m o v i é n d o s e algún tiempo
después de estar fuera de la mano del que la lanzó,
pues debemos más bien preguntarnos ¿por qué
15
no continúa m o v i é n d o s e siempre? Y es fácil dar la
razón. Porque, ¿quién puede negar que el aire, en el
cual se mueve, no le presenta alguna resistencia?
L a escuchamos silvar [a la piedra] mientras lo es20
cinde [al aire], y si movemos dentro un abanico o
algún otro cuerpo muy ligero y muy extendido,
podremos sentir, incluso en el peso de la mano que
él [el aire] impide el movimiento muy lejos de
continuarlo, como algunos han querido afirmar.
Pero si nos abstenemos de explicar el efecto de su
25
resistencia siguiendo nuestra segunda regla, y pensamos que entre más pueda resistir un cuerpo es
más capaz de detener el movimiento de los otros,
como quizás de antemano se pudiera uno convencer,
tendríamos de inmediato mucha dificultad para dar
razón de por qué el movimiento de esta piedra
438-439 disminuye más al encontrar un cuerpo suave cuya
resistencia es mediocre, que cuando encuentra uno
más duro que lo resiste mucho más. Como, también,
por qué tan pronto como ha hecho un poco de
esfuerzo contra este último [el cuerpo duro] regresa
5
10
15
incontinente como sobre sus pasos en lugar de detenerse y de interrumpir su movimiento por sí
mismo. Mientras que suponiendo esta regla, no hay
en absoluto dificultad en ello, porque nos enseña
que el movimiento de un cuerpo no se retarda
porque se encuentre con otro en la proporción en
que éste le resiste, sino solamente en la proporción
en que sobrepasa su resistencia y que obedeciéndole,
recibe en sí la fuerza del movimiento que el otro
deja.
Pues no obstante que en la mayor parte de los
movimientos que vemos en el verdadero mundo no
podamos darnos cuenta de que los cuerpos que
26
tísica actual considera que Descurtes se limita al movimiento elástico.
88
RENE DESCARTES
comienzan o cesan de moverse empujan o detienen
algunos otros, no tenemos por ello posibilidad de
juzgar que estas dos reglas no se observen exactamente [en este mundo]. Pues es cierto que estos
cuerpos pueden recibir frecuentemente su agitación
de los dos elementos, el aire y el fuego, que se encuentran siempre entre ellos sin que se puedan
percibir; así que, como se ha dicho anteriormente,
25
el aire más tosco tampoco puede sentirse y [el aire
y el fuego] pueden a veces transferir [esta agitación]
a este aire más tosco, a veces a toda la masa de la
tierra, en la cual al estar dispersa [tal agitación],
30
no puede tampoco percibirse.
439-440 Pero aunque todo lo que nuestros sentidos han
experimentado siempre en el verdadero mundo, pareciera ser manifiestamente contrario a lo contenido
en estas dos reglas, la razón que me las ha propuesto
5
me parece tan fuerte que no podría dejar de creer
estar obligado a suponerlas en el nuevo [mundo]
que les estoy describiendo. Porque, ¿cuál fundamento más firme y más sólido puede uno encontrar
10
para establecer una verdad, incluso queriéndolo
escoger a capricho, que el tomar la firmeza misma y
la inmutabilidad que está en Dios?
Así, estas dos reglas se siguen manifiestamente, de
esto solo, que Dios es inmutable, y que al actuar
siempre del mismo modo produce siempre el mismo
efecto. Pues suponiendo que ha puesto cierta canti15
dad de movimiento en toda la materia en general
desde el primer momento en que la creó, es necesario reconocer que la conserva siempre igual, o no
creer que actúa siempre de la misma manera. Y
suponiendo con ello que, desde este primer instante,
20
las diversas partes de la materia, en que tales movimientos se han encontrado dispersos en forma
desigual, han comenzado a retenerlos o transferirlos,
una a otra según han podido tener la fuerza, es
necesario pensar que les hace continuar siempre de
25
la misma manera, Y esto es lo que contienen las dos
reglas.
20
DE LAS L E Y E S D E L A N A T U R A L E Z A
89
Agregaría en la tercera que mientras que un cuerpo
se mueve, aunque su movimiento se dé a menudo en
línea curva, y que no pueda jamás hacer ninguno
que no sea en alguna forma circular, como q u e d ó
dicho más arriba, de cualquier modo cada una de sus
partes individualmente, tiende siempre a continuar
el suyo en l í n e a recta. Y así su acción, es decir, la
5
inclinación que tienen a moverse, es diferente de
su movimiento.
Por ejemplo, si hacemos dar vuelta a una rueda
sobre su eje aunque todas sus partes se muevan en
10
círculo, puesto que estando juntas una a la otra no
podrían moverse de otra manera, de todos modos su
inclinación es a moverse recto, así como se muestra
claramente si por casualidad alguna se separa de las
otras, porque tan pronto como está en libertad, su
movimiento deja de ser circular y se continúa en
15
línea recta.
A s í también cuando hacemos dar vuelta a una
piedra en una honda, no sólo se mueve recto tan
pronto como sale de ella, sino q u é , además, durante
todo el tiempo que está dentro, [la piedra] presiona
al centro de la honda y hace que se tense la cuerda,
20
mostrando evidentemente con ello que tiene siempre
la inclinación a moverse en l í n e a recta y que no se
mueve en círculo sino por sujeción.
Esta regla se apoya en el mismo fundamento que
las otras dos y no depende sino de que Dios conserva
25
cada cosa por medio de una acción continuada y
en consecuencia que no la conserva tal y como pudo
haber sido en algún tiempo anterior, sino justamente
tal y como es en el preciso instante en que la conser440-442 va. De ahí que de todos los movimientos que hay,
sólo el recto es enteramente simple, por lo que su
naturaleza íntegra puede comprenderse en un instante. Pues, para concebirlo, es suficiente pensar
que un cuerpo está en actitud de moverse hacia
cierto lado, lo que se constata en cada uno de los
440
5
instantes que pueden determinarse durante el
tiempo en que se mueve. Mientras que para concebir
90
RENE DESCARTES
el movimiento circular, o cualquier otro que pudiera
ser, es necesario considerar al menos dos de sus
instantes, o más bien, dos de sus partes y la relación
10
que hay entre ellas.
Pero a fin de que los filósofos, o más bien los
sofistas, no tengan aquí ocasión de ejercitar sus
sutilezas superfluas, noten que no he dicho con esto
que el movimiento recto pueda efectuarse en un
15
instante, sino solamente que todo lo que se requiere
para producirlo se encuentra en los cuerpos en cada
instante, lo cual puede determinarse mientras se
mueven, y no así todo lo que se requiere para producir el movimiento circular.
20
A s í , por ejemplo, si una piedra se mueve en una
honda, siguiendo el círculo marcado A B , y si se la
considera precisamente como es en el instante en
que llega al punto A , se darán cuenta de que está en
25
actitud de moverse, porque ella no se detiene allí,
y de moverse hacia un cierto lado, a saber, hacia C ,
porque hacia allá se ha determinado su acción en
442
ese instante; pero no podrían encontrar nada que
haga que su movimiento sea circular. Aunque suponiendo que comienza desde aquel momento a
salir de la honda y que Dios continúa conservándola
5
como es en ese momento, es seguro que no la
conservará con la inclinación a moverse circularmcnte siguiendo la línea A B , sino con la de moverse
rectamente hacia el punto C .
A s í , siguiendo esta regla, es necesario decir que só10
lo Dios es el autor de todos los movimientos que
hay en el mundo en tanto existan y en tanto sean
rectos, pero que son las diversas disposiciones de
la materia las que los tornan irregulares y curvos.
442-443 A s í como los teólogos nos enseñan que Dios es el
27
1 7
El conocimiento evidente en Descartes sólo puede darse como intuición
directa e inmediata. Es el conocimiento de lo simple cuya naturaleza se muestra,
v. gr. en el movimiento rectilíneo. El conocimiento complejo en cambio, debe
analizarse en sus instancias componentes, por ello su recomposición, por ejemplo,
la del movimiento circular, requerirá de la memoria y del encadenamiento deductivo.
DE LAS LEYES DE LA NATURALEZA
Esquema 1
91
92
RENE DESCARTES
15
autor de todas nuestras acciones en tanto que son y
en tanto que tienen alguna bondad, pero que son las
diversas disposiciones de nuestra voluntad las que
las pueden volver viciosas.
5
Podría proponer todavía aquí muchas reglas para
determinar en particular c u á n d o , c ó m o y cuánto
puede desviarse el movimiento de cada cuerpo y
aumentarse o disminuirse por su encuentro con
otros, lo cual comprende sumariamente todos los
10
efectos de la naturaleza. Pero me conformo con
advertirles que, además de las tres leyes que he
explicado, no quiero suponer otras que aquellas
que se siguen infaliblemente de estas verdades eternas, sobre las que los m a t e m á t i c o s están acostumbrados a apoyar sus más seguras y sus más evidentes
15
demostraciones; estas verdades, digo, siguiendo las
cuales Dios mismo nos ha enseñado que dispuso
todas las cosas en n ú m e r o , peso y medida, y cuyo conocimiento es tan natural a nuestras almas que
20
no p o d r í a m o s sino juzgarlas infalibles desde que las
concebimos distintamente. Ni podemos dudar de
que si Dios hubiese creado muchos mundos no
serian las leyes tan verdaderas en todos como en éste.
De modo que aquellos que sepan examinar suficientemente las consecuencias de estas verdades y de
25
nuestras reglas, podrán conocer los efectos por sus
causas, y para explicarme en términos de la Escuela,
podrán tener demostraciones a priori, de todo lo
que puede producirse en este nuevo m u n d o .
443-444 Y a fin de que no haya e x c e p c i ó n que impida [lo
que precede], agreguemos, si les parece, a nuestras
suposiciones, el que Dios no hará nunca ningún
milagro [en este mundo], y que las inteligencias
o las almas razonables que luego podremos suponer
28
2 8
Descartes hace una declaración explícita en el sentido de que el conocimiento racional, en este caso la física demostrativa, es aplicable a la realidad actual,
naturalmente si parte de sólidos fundamentos metafísicos. Así, las teorías y
explicaciones vertidas en el Tratado se constituyen en auténtico conocimiento de
la naturaleza.
DE L A S L E Y E S D E L A N A T U R A L E Z A
5
93
en él, no turbarán de ninguna manera el curso ordinario de la naturaleza.
E n seguida de lo cual, sin embargo, no les prometo
dar aquí demostraciones exactas de todas las cosas
que diré; será suficiente con que les abra el camino,
por el cual podrán encontrarlas por ustedes mismos,
cuando se tomen la molestia de buscarlas. L a mayor
parte de los espíritus pierde el gusto cuando se le
dan las cosas demasiado fáciles. Y para hacer aquí
un cuadro que les agrade, es necesario que empleen
en él tanto la sombra como los colores claros.
Si bien me limitaré a proseguir la descripción que he
comenzado como si no tuviera otra intención que la
de contarles una fábula.
29
10
15
2 9
La expresión más relevante del ser de la divinidad se da en el orden y la
legalidad del universo. Para Descartes, Dios no puede querer la suspensión de las leyes en que se manifiesta el orden racional del mundo. De este modo, si la voluntad de Dios no permite milagros, mucho menos cualquier otra voluntad puede
suspender las leyes naturales.
Capítulo VIII
De la formación del sol
y de las estrellas de
este nuevo mundo
Las desigualdades y confusiones que pudiésemos
suponer que Dios hubiera puesto en el principio
entre las partes de la materia, es necesario, siguiendo
las leyes que impuso a la naturaleza, que después
se hayan reducido casi todas a un tamaño y a un
movimiento medio, y en consecuencia, que hayan
444-445 tomado la forma del segundo elemento tal y como
25
ya lo expliqué, pues para considerar esta materia en
el estado en que hubiera podido estar antes de que
Dios comenzara a moverla, la debemos imaginar
5
como el cuerpo más duro y más sólido que haya en
el mundo. Y así como no podríamos empujar ninguna parte de un cuerpo tal, sin empujar o jalar del
mismo modo todas las demás [partes], es necesario
pensar que la acción o fuerza de moverse o de dividirse que se hubiese puesto al principio en algu10
ñas de sus partes se expandió y distribuyó en todas
las demás, en el mismo instante, tan uniformemente
como fue posible.
Es verdad que tal uniformidad no pudo ser totalmente perfecta; en primer lugar, en vista de que no
20
30
3 0
El "caoi" cartulario que no es sino una mera abstracción, se reduce a la
extensión continua pero Incluye todas las condiciones que se requieren para
constituir un mundo armónicamente organizado.
96
RENE DESCARTES
15
h a b í a ningún v a c í o en este nuevo mundo fue imposible que todas las partes de la materia se hubiesen
movido en l í n e a recta; pero siendo más o menos
iguales y pudiendo tan fácilmente ser desviadas,
tanto las unas como las otras, han debido coordinarse todas juntas en algunos movimientos circu20
lares. Sin embargo, en vista de que suponemos que
Dios las m o v i ó en el principio en forma diversa, no
debemos pensar que estas partes se hayan armonizado para girar todas alrededor de un solo centro,
sino alrededor de varios diferentes, que podemos
25
imaginar ubicados en distintos sitios unos respecto a
los otros.
De ello podemos concluir que han debido estar
naturalmente menos agitadas o ser más pequeñas,
o lo uno y lo otro a la vez, hacia los sitios más
p r ó x i m o s a estos centros que hacia los más aleja30
dos. Puesto que teniendo todas [las partes] inclina445-446 c i ó n a continuar su movimiento en l í n e a recta, es
seguro que fueron las más fuertes, es decir, las más
masivas entre las que estaban igualmente agitadas, y
las más agitadas entre las que eran igualmente
5
masivas, las que han debido describir los círculos
más grandes, siendo éstos los más p r ó x i m o s a la
l í n e a recta. Y la materia contenida entre tres o más
de tales círculos, pudo estar al principio mucho
menos dividida y menos agitada que toda la demás
[materia]. A d e m á s de esto, en tanto que suponemos
que Dios ha puesto desde el comienzo toda clase de
10
desigualdades entre las partes de esta materia, debemos pensar que las hubo además de todas las clases,
tamaños y formas, con disposición a moverse o a
no moverse de todas las maneras y en todos los
sentidos.
15
Pero esto no impide que posteriormente casi todas
no se hayan tornado muy semejantes, especialmente
aquellas que permanecieron a igual distancia de los
centros alrededor de los cuales giraban. Porque no
pudiendo moverse las unas sin las otras, fue necesa20
rio que las más agitadas comunicaran parte de su
D E L A FORMACIÓN D E L S O L Y L A S E S T R E L L A S
25
446
5
9 7
movimiento a quellas que lo estaban menos y que
las más grandes se rompiesen y dividiesen, a fin de
poder pasar por los mismos lugares que aquellas que
las precedían, o bien que se elevaran m á s ; y así se
acomodaron en poco tiempo todas en orden, de tal
suerte que cada una se e n c o n t r ó más o menos
alejada del centro alrededor del cual t o m ó su curso,
según hubiese estado más o menos grande y agitada
en comparación con las otras. E incluso, en tanto
que el tamaño repugna siempre a la velocidad del
movimiento, debemos pensar que las más alejadas de
cada centro fueron aquellas que siendo un poco
más pequeñas que las más próximas estuvieron,
por esto, mucho más agitadas.
L o mismo puede decirse [de las partes] con respecto a sus figuras. A u n cuando supusiéramos que
hubiera habido en el comienzo toda clase [de figuras], y que la mayor parte hubiera tenido muchos
10
ángulos y muchos lados, como los pedazos que se
desprenden de una piedra cuando la rompemos, es
seguro que posteriormente, m o v i é n d o s e y chocando
las unas contra las otras han debido limar poco a
15
poco las pequeñas puntas de sus ángulos y desgastar
los cuadrados de sus lados, hasta que se tornaron
más o menos todas redondas, tales como son los
granos de arena y los guijarros cuando ruedan con el
agua de un r í o . Por tanto, no puede haber ahora
ninguna notable diferencia entre aquellas que son
20
bastante cercanas, ni incluso entre aquellas que están
muy alejadas, salvo que puedan moverse un poco
más aprisa, y ser un poco más pequeñas o más
grandes la una que la otra, lo cual no impide que se
les pueda atribuir a todas la misma forma.
25
S ó l o es necesario exceptuar algunas [partes de materia] que al ser desde el inicio mucho más grandes
que las otras, no pudieron dividirse tan fácilmente
o que, al tener formas muy irregulares y estor446-447 bosas, más bien se han juntado varias en lugar
de romperse para tornarse redondas, y así retuvieron la forma del tercer elemento y sirvieron
98
RENE DESCARTES
5
10
para formar los planetas y los cometas, como
les explicaré más adelante.
A d e m á s es necesario subrayar que la materia que
se desprendió de alrededor de las partes del segundo
elemento, a medida que r o m p í a y limaba las pequeñas aristas de sus ángulos para redondearse, ha
debido adquirir necesariamente un movimiento
mucho más rápido que el [de las partes del segundo
elemento], y junto con ello una facilidad de dividirse y de cambiar en todo momento de forma,
para acomodarse a la figura de los lugares donde
se encontraba y así es como t o m ó la forma del
primer elemento.
Digo que [la materia del primero] debió adquirir
un movimiento mucho más rápido que el [de las
partes del segundo elemento], y la razón de ello
es evidente. Pues al tener que salir de lado y por
pasajes muy estrechos fuera de los p e q u e ñ o s espacios que había entre ellas [las partes del segundo
elemento], a medida que se encontraban de frente
una y otra, ella [la materia del primer elemento]
t e n í a que recorrer mucho más camino, en el mismo
31
15
20
tiempo, que [las partes del segundo elemento].
Es también necesario subrayar que lo que se encuentra de este primer elemento, además del que es
necesario para llenar los p e q u e ñ o s huecos entre
las partes del segundo que son redondas, y que
25
dejan necesariamente instersticios alrededor de
ellas, debe irse hacia los centros, alrededor de los
cuales giran las partes del segundo elemento, debido
447-448 a que ocupan todos los otros lugares más alejados,
y que en ellos debe formar cuerpos redondos,
perfectamente líquidos y sutiles, los cuales girando sin cesar, mucho más rápido y en el mismo sentido
3 1
L a organización del mundo cartesiano parte del supuesto del equilibrio
del tamaño, velocidad y forma de las partes. Así la producción (generación)
del segundo elemento como resultado del movimiento, conlleva la formación del
primero que es explicado como el sobrante del segundo, al paso que la del tercero
se explica como la relativa imposibilidad de ruptura o división de algunas partes
en función de la cohesión o "masividad" de sus partes componentes.
99
D E L A FORMACIÓN D E L S O L Y L A S E S T R E L L A S
que las partes del segundo elemento que los rodean,
tienen la capacidad de aumentar la agitación de aquellas de las que están más próximas, e incluso de
empujarlas hacia todos lados, partiendo del centro
hacia la periferia, así como [las partes del segundo
elemento] se empujan también unas a otras, y eso
10
gracias a una acción que será necesario que explique
luego lo más exactamente que pueda. Porque les
advierto aquí, anticipadamente, que es esta acción
la que entenderemos por luz, y también que desig15
naremos a estos cuerpos redondos compuestos por
la materia del primer elemento muy puro, a uno
como el sol y a los otros como las estrellas fijas del
nuevo mundo que les describo, y la materia del segundo elemento que gira alrededor de ellos, como
los cielos.
Imagínense, por ejemplo, que los puntos S,E,e,A,
20
son los centros de que hablamos y que toda la materia comprendida en el espacio F G G F es un cielo
que gira alrededor del sol marcado S, y que toda la
[materia] del espacio H G G H es otro [cielo] que
gira alrededor de la estrella marcada e, y así de los
demás, de suerte que hay tantos cielos diversos
25
como estrellas, y como su número es indefinido
448-450 el de los cielos lo es también; y que el firmamento
no es otra cosa que la superficie sin densidad que
separa todos estos cielos los unos de los otros.
Consideren también que las partes del segundo
elemento que están hacia F o hacia G , están más
agitadas que las que están hacia K o hacia L , de
5
suerte que su velocidad disminuye poco a poco
desde la circunferencia exterior de cada cielo hasta
cierto sitio, como por ejemplo hasta la esfera K K
alrededor del sol, y hasta la esfera L L alrededor de
la estrella e; después aumenta [su velocidad] desde
I0
ahí, poco a poco hasta los centros de estos cielos
5
32
Descartes p r o c u r a no a t r i b u i r a la materia la infinitud, que le parece una
c a r a c t e r í s t i c a positiva aplicable s ó l o a Dios; por ello retoma la distinción cusana
e n t r e infinito e indefinido o i l i m i t a d o , así lo indefinido, como aquello de lo cual
;12
no i o i i o e e i n o N e l l í m i t e , es la i i i i i i e l e i í s t i e a n e g a t i v a aplicable a la materia.
100
Esquema 2
RENE DESCARTES
101
D E L A FORMACIÓN D E L S O L Y L A S E S T R E L L A S
15
20
25
450
5
10
3 3
a causa de la agitación de los astros que allí se
encuentran. De modo que mientras las partes del
segundo elemento que están hacia K , disponen
[del espacio suficiente] para describir un círculo
completo alrededor del sol, las que están hacia T ,
que supongo que son diez veces más cercanas, tienen no solamente la posibilidad de describir diez
[círculos], como sería el caso si se movieran únicamente a igual velocidad, sino incluso [podría ser
que describieran] más de treinta. E inmediatamente
aquellas que están hacia F , o hacia G , que supongo
están dos o tres mil veces más alejadas [de esos
puntos] podrían quizás describir más de sesenta
[círculos]. Por lo cual podrán comprender más
tarde que los planetas que están más altos deben
moverse más lentamente que aquellos que están
más bajos o cercanos al sol, y todos juntos más
lentamente que los cometas que no obstante están
más alejados [del sol].
E n lo que hace al tamaño de cada una de las partes
del segundo elemento, podemos pensar que es igual
en todas aquellas que están desde la circunferencia
exterior del cielo F G G F , hasta el círculo K K , o
incluso que las más altas entre ellas son un poco
más pequeñas que las más bajas, con tal que no
supongamos la diferencia de su tamaño más grande
en proporción a la de su velocidad. Sino que es necesario pensar, por el contrario, que desde el círculo
K hasta el sol, son las más bajas las que son más
pequeñas, e incluso que la diferencia de su tamaño
es mayor o al menos igual en proporción a la de su
velocidad. Porque de otra manera esas [partes]
más bajas siendo las mayores, en razón de su agitación, irían a ocupar el lugar de las más altas.
Finalmente noten que, visto de la forma como he
dicho, que el sol y las otras estrellas fijas se forma33
Descurtes diferencia a lo» elementos por su masividad y su velocidad. E l orden iiuliiriil en expresión de equilibrio de estas variables que son interdependientes
Imito en el nivel físico iiinleiniilicci como en el nivel ontológico.
RENE DESCARTES
barí, sus cuerpos pueden ser tan p e q u e ñ o s en comparación con los cielos que los contienen, que incluso
todos los círculos K K , L L , y otros parecidos, que
marcan hasta d ó n d e su agitación hace avanzar el
curso de la materia del segundo elemento, no son,
en comparación con estos cielos, sino como puntos
que marcarían su centro; así como los nuevos ast r ó n o m o s no consideran sino casi como un punto
toda la esfera de Saturno en comparación con el
firmamento.
Capítulo I X
Del origen y del curso de los planetas
y de los cometas en general,
y de los cometas en particular
Para comenzar a hablarles de los planetas y de los
cometas, consideren que vista la diversidad de las
25
partes de materia que he supuesto, arrugándose y
dividiéndose por el encuentro de una con otra,
aunque la m a y o r í a de ellas haya tomado la forma
451-452 del primero o del segundo elemento, no dejan sin
embargo de encontrarse otras dos especies que han
debido retener la forma del tercero, a saber, aquellas cuyas formas eran tan extensas y tan estorbosas
5
que cuando se encontraron una con otra les fue más
fácil juntarse varias y por este medio tornarse grandes, que romperse y disminuir su [ t a m a ñ o ] ; y aquellas que fueron desde el comienzo más grandes, y
más masivas que todas las demás, bien han podido
10
romper y arrugar a las otras al chocar con ellas,
pero no viceversa.
Y a sea que imaginen que estas dos clases de partes
estuvieron muy agitadas en el inicio o muy poco
15
agitadas, o que no lo estuvieron en absoluto, es
seguro que poco después han debido moverse con
el mismo impulso que la materia del cielo que las
contenía. Porque si al principio se han movido más
rápido que esta materia, no pudiendo dejar de
empujarla al encontrarla en su camino, debieron
transferirle en poco tiempo, una parte de su agita-
104
RENE DESCARTES
20
c i ó n ; y si, por el contrario, no han tenido en sí
mismas ninguna inclinación a moverse, sin embargo,
al estar rodeadas por todas partes por esta materia
del cielo, han debido necesariamente seguir su curso,
25
tal como vemos todos los días que los barcos y los
diversos cuerpos que flotan en el agua, tanto los que
son muy grandes y masivos como los que lo son
453-454 menos, siguen el curso del agua en la cual se encuentran, cuando no hay nada ajeno que se los impida.
Y noten que entre los diversos cuerpos que flotan
así en el agua aquellos que son bastante duros y
5
grandes, como lo son ordinariamente los barcos,
especialmente, los más grandes y cargados, tiene
siempre mucha más fuerza que ésta [el agua que los
impulsa] para continuar su movimiento, aun cuando
sólo de ella la hayan recibido; y al revés, los que son
muy ligeros, como pueden serlo esos montones
10
15
20
de espuma blanca que se ven flotar a lo largo de las
orillas en tiempo de tempestad, tienen menos
[fuerza]. De suerte que si se imaginan dos ríos
que se juntan uno con otro en algún sitio para
separarse inmediatamente después, antes de que sus
aguas, que hay que suponer muy tranquilas y con
fuerza más o menos semejante, pero con todo
muy rápidas, tengan la oportunidad de mezclarse;
los barcos y otros cuerpos bastante masivos y pesados que sean llevados por el curso de uno, fácilmente podrán pasar al del otro; mientras que los
más ligeros se alejarán [de este otro curso], serán
rechazados por la fuerza del agua hacia los lugares
donde sea menos rápida.
Por ejemplo, si esos dos ríos son A B F y C D G ,
los cuales viniendo de dos lados diferentes se en25
cuentran hacia E , después de lo cual se desvían,
AB hacia F y C D hacia G , es seguro que el barco H
siguiendo el curso del r í o A B , tiene que pasar por
453-454 E hacia G , y recíprocamente el barco I hacia F , si
no es que se encuentran los dos en el paso al mismo
tiempo; en tal caso el más grande y fuerte romperá
al otro; y por el contrario, la espuma, las hojas de
DE LOS PLANETAS Y LOS COMETAS
105
106
RENE DESCARTES
árbol, las plumas, las briznas de paja y otros cuerpos
similares muy ligeros que pueden flotar hacia A,
deben ser empujados por el curso del agua que los
contiene, no hacia E o hacia G , sino hacia B, donde consideramos que el agua es menos rápida y agitada
que hacia E , ya que allí toma su curso, siguiendo
10
una línea que se aproxima menos a la r e c t a .
Y además es necesario considerar que no sólo
estos cuerpos ligeros sino también otros más pesadas
y más masivos se pueden juntar al encontrarse, y
que arremolinándose entonces en el agua que los
453-454 arrastra, pueden muchos juntos formar grandes
bolas, tales como las que se ven en K y L , de las
cuales unas como L van hacia E y otras como K
van hacia B, según sea cada una más o menos sólida
5
y compuesta por partes más o menos grandes y
masivas.
5
34
10
15
20
3 4
Con tal ejemplo es fácil comprender que en cualquier lugar en que se hayan encontrado al principio
las partes de la materia, que no p o d í a n tomar la
forma ni del primero ni del segundo elementos, las
más grandes y masivas de ellas han debido todas,
en poco tiempo, tomar su curso hacia la circunferencia exterior de los cielos que las c o n t e n í a n y
pasar después continuamente de unos a otros de estos cielos sin detenerse jamás mucho tiempo de
continuo en el mismo cielo. Y por el contrario,
las menos masivas, han debido ser empujadas cada
una hacia el centro del cielo que las c o n t e n í a , por el
curso de la materia de ese cielo. Y vistas las formas
que les he atribuido han debido, al encontrarse una
con otra, juntarse varias para formar grandes bolas
que, arremolinándose en los cielos, tienen allá un
movimiento moderado, [frenado] por todos los
[movimientos] que podrían tener sus partes estando
La analogía que propone Descartes es poco satisfactoria ya que tiene como
propósito presentar la similitud entre la "fluidez" de las partes de los cielos y
la del agua de un río para explicar la trayectoria de los cometas. Aunque dicha
analogía tiene como base la homogeneidad material. Descartes no está en condiciones de explicar, a partir de su mecanicismo, los problemas relativos a los fluidos.
D E L O S P L A N E T A S Y LOS C O M E T A S
25
454
107
separadas; de suerte que las unas se van a dirigir
hacia las circunferencias de estos cielos y las otras
hacia sus centros.
Y sepan que son aquellas que se ordenan así,
hacia el centro de algún cielo, las que debemos
considerar como los planetas y aquellas que pasan
a través de los diversos cielos las que vamos a considerar como cometas.
A s í primero, por lo que respecta a estos cometas,
es necesario subrayar que debe haber pocos en este
nuevo Mundo, en comparación con el número de los
cielos. Porque aun cuando hubiese habido muchos
en el inicio, con el transcurso del tiempo debieron
ir chocando y rompiéndose casi todos los unos
contra los otros, al pasar por los diversos cielos, tal
y como he dicho que lo hacen dos barcos cuando
se encuentran; de modo que ahora no quedarían
allá sino los más grandes.
Es necesario subrayar también que al pasar así
de un cielo a otro, empujan siempre por delante un
poco de la materia de aquel cielo del que salen,
y permanecen algún tiempo envueltos en ella hasta
que han penetrado suficientemente dentro de los
límites del otro cielo; y estando allí se liberan de ella
finalmente como de golpe y sin emplear en ello,
quizás, más tiempo que el que le toma al sol levantarse por la mañana sobre nuestro horizonte; de
modo que [los cometas] se mueven mucho más
lentamente cuando tienden a salir de algún cielo
que cuando acaban de entrar en él.
Como ven aquí, el cometa que toma su curso
35
5
10
15
20
25
3 5
A l suprimir toda diferencia cualitativa por el supuesto de la homogeneidad
material, Descartes diferenciará los cuerpos a partir de criterios cuantitativos.
Planetas y cometas están formados por partes del tercer elemento. Son cuerpos
opacos (reflejan la luz) y sus diferencias se reducen al tamaño y la velocidad.
Los cometas por ser más grandes, "masivos" y veloces no quedan atrapados en
ningún ciclo, ni siquiera en su circunferencia más extema, por lo que se desplazan
de un cielo a otro. Por su parte los planetas, al ser menos masivos y veloces,
quedan atrapados por el equilibrio de fuerzas en la materia de alguno de los
cirios girando siempre con rila.
108
RENE DESCARTES
454- 455 siguiendo la linea C D Q R , habiendo penetrado ya
bastante en los límites del cielo F G , mientras que
está en el punto C , todavía permance, sin embargo,
envuelto en la materia del cielo F I del que proviene,
y no puede liberarse por completo de ella antes de
5
llegar alrededor del punto D. Pero tan pronto
como llega- hasta allí, comienza a seguir el curso del
cielo F G y así a moverse mucho más rápido de lo
que lo hacía antes. Después, continuando su curso
de ahí hacia R , su movimiento debe retardarse
inmediatamente poco a poco a medida que se apro10
xima al punto Q; tanto a causa de la resistencia del
cielo F G H , en los límites del cual comienza a entrar,
como a que habiendo allá menos distancia entre
S y D que entre S y Q, toda la materia del cielo
que está entre S y D, donde la distancia es menor,
15
se mueve más rápido; así como vemos que los ríos
corren siempre más rápidamente en los lugares en
que su lecho es más estrecho y reducido, que en aquellos que es más ancho y extendido.
A d e m á s es necesario subrayar que este cometa no
20
se hace visible a los que habitan hacia el centro del
cielo F G sino durante el tiempo que emplea en pasar
de D hasta Q, así que lo van a entender más claramente cuando les haya dicho qué es la luz. Y del
mismo modo sabrán que el movimiento [del cometa]
dará [a dichos habitantes] la impresión de ser
25
mucho más rápido, su cuerpo mucho más grande y
455- 456 su luz mucho más clara en el momento en que se
comienza a ver, que hacia el final.
Y además de esto, si consideran con un poco de
calma de qué modo la luz que puede provenir
5
[del cometa] se debe propagar y distribuir por todas
partes en el cielo, podrán entender también que,
siendo muy grande como debemos suponerlo
[el cometa], pueden mostrarse algunos rayos alrededor de él que se extienden en ocasiones en forma de
cabellera por todas partes y otras veces se recogen
10
en forma de una cauda [cola] de un solo lado, según
los diversos lugares en que se encuentran los ojos
DE LOS PLANETAS Y LOS COMETAS
15
109
que lo contemplan. De modo que no le falta a este
cometa ninguna de las particularidades que se han
observado hasta hoy en los que hemos visto en el
verdadero mundo, al menos de aquellas que deben
considerarse como verdaderas. Y a que si algunos
historiadores, por inventar un prodigio que amenazara el imperio de los turcos, nos cuentan que en el
año 1450 a la luna la eclipsó un cometa que pasaba
por debajo, o algo semejante; y si los astrónomos,
calculando mal la cantidad de las refracciones de los
cielos, la cual ignoran y la velocidad del movimiento
de los cometas que es incierta, les atribuyen suficiente paralaje como para situarlos cerca de los
planetas o incluso por debajo de ellos, en donde
algunos los quieren ubicar como por fuerza, no
estamos obligados a creerles.
36
20
25
3 6
Al borrar la diferencia entre fenómenos sub y supralunares, los cometas
son, para Descartes, cuerpos grandes y veloces y poco numerosos en la actualidad,
ya que al pasar de un cielo a otro se produjeron en un principio continuos choques que sólo resistieron los más masivos.
Capítulo X
De los planetas en general;
y en particular de la tierra
y de la luna
Hay sin embargo, por lo que toca a los planetas,
456-458 muchas cosas que señalar; la primera es que, a pesar
de que tienden todos hacia el centro de los cielos
que los contienen, esto no significa que puedan llegar hasta el interior de tales centros; porque, como
ya dije antes, son el sol y las otras estrellas fijas las
5
que los ocupan. Pero a fin de que les haga entender
distintamente en qué sitios deben detenerse vean,
por ejemplo, el que está marcado h* que supongo
sigue el curso de la materia del cielo que está hacia
el círculo K ; y consideren que si este planeta tuviera
10
por lo menos un poco más de fuerza para continuar
su movimiento en línea recta que la que tienen las
partes del segundo elemento que lo rodean, en lugar
de seguir siempre este círculo K , iría hacia Y y se
alejaría más de lo que lo está del centro S. Luego,
15
en la misma medida en que las partes del segundo
elemento que lo rodearan hacia Y , se movieran más
rápido e incluso fueran un poco más pequeñas o al
menos no más grandes que las que están hacia K , le
darían todavía más fuerza para saltar hacia F ; de
20
manera que el [planeta] iría hasta la circunferencia
de ese cielo sin poderse detener en ningún lugar que
* Ver c»(|uciMa 2 aip. V I H , p. 99.
112
RENE DESCARTES
fuese intermedio; después de lo cual pasaría fácilmente a otro cielo; y así, en lugar de ser un planeta,
sería un cometa.
458-460 De donde ven ustedes que no se puede detener
ningún astro en todo este vasto espacio que está
desde el círculo K , hasta la circunferencia del cielo
F G G F , por donde los cometas toman su curso; y
además de esto, que por necesidad es indispensable
5
que los planetas no tengan más fuerza para continuar su movimiento en línea recta que las partes
del segundo elemento que están hacia K , en tanto
se mueven con el mismo impulso que ellas; y que
todos los cuerpos que tienen más [fuerza] son cometas.
10
Entonces, pensemos ahora que este planeta h tiene
menos fuerza que las partes del segundo elemento
que lo rodean, de modo que aquellas que lo siguen
y que están situadas un poco más abajo que él puedan desviarlo y hacer que, en lugar de seguir el
15
círculo K , descienda hacia el planeta marcado
donde una vez que ha llegado puede suceder que se
encuentre exactamente tan fuerte como las partes
del segundo elemento, que por entonces lo rodeen.
Y la razón es que estas partes del segundo elemento
al estar más agitadas que las que están hacia K , lo
20
agitarán también más; y que, además, por ser más
pequeñas, no podrán resistirle tanto, en cuyo caso
el [planeta] permanecerá justamente balanceado
en medio de ellas y tomará allá su curso en el mismo
sentido en que lo hacen las [partes del segundo
25
37
3 7
Descartes no explica la permanencia de los planetas en sus órbitas en torno
al centro ocupado por las estrellas como lo hará Newton, esto es, por el equilibrio entre la atracción del cuerpo central y la fuerza centrífuga del cuerpo que
gira alrededor; sino que la explicación cartesiana, al excluir el vacío, se da en los
términos del pleno. Para Descartes toda vez que el sol o cualquier otra estrella
ocupa el centro de un cielo, impide a los planetas el ir hacia él, esto es, les repele,
y por otro lado son las partes del cielo que giran con el planeta y lo arrastran en
la órbita que describe, las que le impiden escapar de ella aun cuando el planeta por
su tendencia al movimiento rectilíneo trate de salir por la tangente. Finalmente
el lugar que ocupa el planeta con respecto al centro se encuentra determinado por el
equilibrio entre su velocidad de desplazamiento y la de las partes del cielo que lo
rodean.
113
DE L A TIERRA Y L A LUNA
25
elemento] alrededor del sol, sin alejarse de él más
ni menos en un momento u otro, sino en la medida en que [dichas partes] lo pueden hacer también.
Pero si este planeta, al estar hacia \ , tiene todavía
menos fuerza para continuar su movimiento en línea
460-461 recta que la materia del cielo que allá encontrará,
ésta lo empujará todavía más abajo, hacia el planeta
marcado ó; y así sucesivamente, hasta que por fin
se encuentre rodeado por una materia que no tenga
ni más ni menos fuerza que él.
5
De este modo ven ustedes que puede haber diversos
planetas, los unos más y los otros menos alejados del
sol, tal y como lo están aquí h. 2|. o*.T . 6. $ .; de los
cuales los más bajos y menos masivos pueden alcanzar hasta su superficie; en cambio, los más altos
no pasan nunca más allá del círculo K , que aunque
10
muy grande en comparación con cada planeta en
particular es, no obstante, tan extremadamente
p e q u e ñ o en comparación con todo el cielo F G G F
que, como ya dije antes, puede ser considerado
15
como su centro. Si aún no les he hecho comprender
suficientemente la causa de que las partes del cielo
que están más allá del círculo K , que son incomparablemente m á s pequeñas que los planetas, no dejen
de tener más fuerza que ellos para continuar su
20
movimiento en línea recta, consideren que esta
fuerza no depende solamente de la cantidad de la
materia que está en cada cuerpo, sino también de
la extensión de su superficie. Pues aunque, cuando
dos cuerpos se mueven igualmente rápido, sea
25
verdadero decir que si el uno contiene dos veces
tanta materia como el otro, tendrá también dos
veces tanta agitación, no por eso quiere decir que
461
tenga dos veces tanta fuerza para continuar moviéndose en línea recta, sino que tendrá exactamente dos
veces tanta fuerza si, además, su superficie es justamente dos veces tan extensa, porque encontrará
5
siempre dos veces otros tantos cuerpos que le harán
resistencia; y tendrá mucho menos [fuerza] si su
2
114
RENE DESCARTES
superficie es mucho más que el doble de su extensión.
Pues saben que las partes del cielo son todas más o
menos redondas, y así tienen, de todas las figuras,
aquella que comprende el m á x i m o de materia
10
bajo el m í n i m o de superficie; y que, por el contrario, los planetas, al estar compuestos por pequeñas
partes que tienen figuras muy irregulares y extensas,
poseen mucha superficie en razón de la cantidad de
su materia, de modo que pueden tener más [materia]
15
que la m a y o r í a de estas partes del cielo y, no obstante, pueden tener también menos que algunas de las
más pequeñas, que están más próximas a los centros.
Porque es necesario saber que entre dos bolas
completamente masivas, tal y como lo son esas
20
partes del cielo, la más p e q u e ñ a tiene siempre más
superficie en razón de su cantidad que la más grande.
Y se puede confirmar todo esto fácilmente por la
experiencia. Porque empujando una gran bola
compuesta de muchas ramas de árbol, reunidas con25
fusamente y amontonadas una sobre otra, tal y
como es necesario imaginar que están las partes de
la materia de las que están compuestos los planetas:
es seguro que no podrá continuar tan lejos su movimiento, aun cuando haya sido empujada por una
461-462 fuerza enteramente proporcional a su tamaño, como
lo haría otra bola mucho más p e q u e ñ a y compuesta
por una misma madera, pero que fuera completamente masiva. E s seguro también, por el contrario,
5
que p o d r í a m o s hacer otra bola de la misma madera
y completamente masiva, pero que fuera tan extremadamente pequeña que tendría mucho menos
fuerza que la primera para continuar su movimiento.
Finalmente, es seguro que esta primera puede tener
3 8
3 8
Descartes aclara que la fuerza (velocidad del móvil) no depende únicamente
de la cantidad de materia que lo constituye, sino también de la extensión de su
superficie. Para una misma cantidad de materia, a mayor superficie, mayor resistencia y por tanto menor velocidad; y a menor superficie, menor resistencia y por
tanto mayor velocidad.
115
DE L A T I E R R A Y L A LUNA
10
más o menos fuerza para continuar su movimiento
según las ramas que la componen sean más o menos
gruesas y estén más o menos apretadas.
De ahí ven ustedes c ó m o diversos planetas pueden
estar suspendidos dentro del círculo K , a diversas
distancias del sol; y c ó m o no son simplemente
15
aquellos que aparecen exteriormente como los más
grandes sino los que en su interior son los más sólidos y masivos.
Después de esto, es necesario subrayar que así
20
como experimentamos que los barcos que siguen el
curso de un r í o no se mueven nunca tan rápido
como el agua que los arrastra, tampoco los más
grandes de entre ellos [se mueven] tan rápido
como los menores; así, aunque los planetas sigan el
25
curso de la materia del cielo sin resistencia, y se
462-463 muevan con el mismo impulso que ella, esto no
permite decir que se muevan nunca con la misma
velocidad; e incluso la desigualdad de su movimiento debe guardar cierta relación con la que se
da entre el tamaño de su masa y la pequenez de las
5
10
15
partes del cielo que les rodea. L a razón es que,
hablando en general, entre m á s grande es un cuerpo,
más fácil le es comunicar una parte de su movimiento a los otros cuerpos, y más difícil les es a los otros
comunicarle algo del suyo. Porque aun cuando muchos cuerpos p e q u e ñ o s , reuniéndose para actuar
contra uno más grande, puedan tener tanta fuerza
como él, no obstante, no pueden jamás hacerlo
moverse tan aprisa en todos sentidos como se mueven ellos; y a que si se acoplan en algunos de sus
movimientos, los cuales le comunican [al más grande], al mismo tiempo difieren infaliblemente en
otros que no le pueden comunicar.
39
3 9
La comunicación del movimiento, pérdida o incremento de velocidad, entre
lai partes de la materia, se efectúa para Descartes a través del choque. Sin embargo la capacidad de transmisión del movimiento de las partes más masivas es mayor
que la de las partes más pequeñas. Naturalmente una gran cantidad de pequeñas
partes puede transmitir a un cuerpo grande su movimiento, no obstante el hecho
de que no conforman un solo cuerpo les resta capacidad en la transmisión del
movimiento.
116
Esquema 4
RENE DESCARTES
DE L A TIERRA Y L A LUNA
117
A s í se siguen de aquí dos cosas que me parecen
muy importantes. L a primera es que la materia del
cielo no ú n i c a m e n t e tiene que hacer girar a los planetas alrededor del sol, sino también alrededor de
su propio centro (excepto cuando haya alguna
causa particular que se los impida); y luego, que
ella [la materia del cielo] debe componer p e q u e ñ o s
cielos alrededor de aquellos [los planetas] que se
25
mueven en el mismo sentido que el más grande. Y
la segunda es que si se encuentran dos planetas desiguales en t a m a ñ o , pero dispuestos a tomar su curso
en el cielo a una misma distancia del sol, de modo
que la masividad de uno sea exactamente proporcio463- 464 nal al tamaño del otro, el más p e q u e ñ o de estos dos,
teniendo un movimiento más rápido que el más
grande, deberá unirse al p e q u e ñ o cielo que estará
alrededor de este más grande y girar junto con él
continuamente.
5
Porque puesto que las partes del cielo que están
por ejemplo hacia A , se mueven más rápido que el
planeta marcado T , al que empujan hacia Z , es
evidente que aquél debe desviarlas y obligarlas a
tomar su curso hacia B. Digo hacia B más que hacia
10
D , puesto que, al tener inclinación a continuar su
movimiento en línea recta deben, más bien, ir hacia
afuera del círculo A C Z N que describen, que hacia el
centro S. Pues pasando así, de A hacia B , obligan al
planeta T a girar con ellas alrededor de su centro; y
15
recíprocamente, al dar vueltas este planeta, les da
464- 465 así oportunidad de tomar su curso de B hacia C ,
después hacia D y hacia A ; y así, de formar un cielo
particular alrededor de él, con el cual siempre debe
20
40
4 0
Descartes propone que la acción de la materia del cielo no sólo explica el
movimiento de traslación de los planetas alrededor del sol, sino también el de
rotación y la generación de pequeños cielos en tomo a los planetas. Cuando dos
cuerpos tienen la misma velocidad y masividad para ocupar la misma órbita en
torno al sol, pero uno de ellos es más pequeño, esto determinará que gire en tomo
al más grande, permaneciendo en la superficie del cielo generado por 'a rotación
de aquél. Éste es el caso de los satélites cuya velocidad de movimiento impide la
formación de otro pequeño cielo, lo que explica el que sólo tengan movimiento
de traslación.
RENE DESCARTES
continuar m o v i é n d o s e , del punto que llamamos
occidente hacia el que llamamos oriente, no sólo
alrededor del sol sino también alrededor de su propio centro.
Además, al saber que el planeta marcado (J está
dispuesto a tomar su curso siguiendo el círculo
N A Z C , tanto como el que está marcado T , y que
debe moverse más rápido porque es más p e q u e ñ o ,
es fácil comprender que en cualquier lugar del cielo
donde haya podido encontrarse al inicio, debió en
poco tiempo ir al encuentro de la superficie exterior
del p e q u e ñ o cielo A B C D ; y que, una vez unido a él,
debió seguir siempre su curso alrededor de T , con las
partes del segundo elemento que están hacia esa
superficie.
A s í , puesto que suponemos que tendrían exactamente tanta fuerza como la materia de ese cielo, al
girar siguiendo el círculo N A C Z , si el otro planeta
no estuviera allá; es necesario pensar que tiene un
poco más de fuerza para girar siguiendo el círculo
A B C D , ya que es más p e q u e ñ o y, en consecuencia,
que se aleja siempre lo más que puede del centro T ,
así como una piedra agitada en una honda, tiende
siempre a alejarse del centro del círculo que describe, y no obstante este planeta, estando hacia A , no
irá por ello a apartarse hacia L , pues entraría en un
lugar del cielo en el que la materia tendría la fuerza
para rechazarlo hacia el círculo N A C Z . Y del mismo
modo, por estar hacia C , no podría descender hacia
K , en tanto se encontrara allá rodeado por una
materia que le daría la fuerza para ascender otra
vez hacia este mismo círculo N A C Z . No irá tampoco
de B hacia Z , ni mucho menos de D hacia N, puesto
que no podría ir allá tan fácil y rápidamente como
hacia C y hacia A. De tal modo debe permanecer
como atado a la superficie del p e q u e ñ o cielo A B C D
y girar continuamente con él alrededor de T , lo que
impide que se forme otro p e q u e ñ o cielo alrededor
DE L A T I E R R A Y L A LUNA
119
de él, que lo haga girar de inmediato alrededor de
su centro.
No agrego aquí c ó m o se puede encontrar un
número mayor de planetas juntos y que tomen su
curso, uno alrededor de otro, como los que los nuevos
astrónomos han observado alrededor de Júpiter y
de Saturno, porque no me he propuesto decirlo
todo; y no he hablado particularmente sino de estos
dos con el fin de representarles la tierra en que habitamos con el que está marcado T y la luna que gira
alrededor de ella con el que está marcado G .
41
15
20
4 1
Como ya se indicó, el lugar que ocupa un planeta se encuentra determinado
por el equilibrio entre su fuerza (velocidad de desplazamiento) y la del cielo que
lo rodea. Si la fuerza del planeta para continuar su movimiento en línea recta es
mayor que la del cielo que lo rodea, tenderá a escapar por la tangente; pero si la
fuerza del planeta es menor que la del cielo que lo rodea, irá hacia el centro hasta
encontrar una porción del cielo que tenga la misma fuerza que éL
Capítulo X I
De la pesantez
25
Pero deseo ahora que consideren cuál es el peso de
465-466 esta tierra, es decir, la fuerza que une todas sus partes, y que hace que todas ellas tiendan hacia su
centro, cada una según sea más o menos gruesa y
sólida, tal fuerza no es otra y no consiste sino en
5
que las partes del p e q u e ñ o cielo que la rodea [a la
tierra], al girar mucho más rápido que las suyas
alrededor de su centro, tienden también con mayor
fuerza a alejarse de ellas y, en consecuencia, las
rechazan [a las partes de la tierra].
E n lo que sí
10
encuentran alguna dificultad sobre lo ya dicho, a
saber, que los cuerpos más masivos y sólidos, tal
como he supuesto los de los cometas, se irían
hacia las circunferencias de los cielos, y que sólo
aquellos que fuesen menos [masivos y sólidos]
serían rechazados hacia sus centros; parece que se
debe concluir de esto que fuesen sólo las partes
15
menos sólidas de la tierra las que pudiesen ser empujadas hacia su centro y que las otras debieran alejarse
de él; pero noten que desde que dije que los cuerpos
más sólidos y más masivos tendían a alejarse del
20
centro de algún cielo, he supuesto que se m o v í a n
ya desde antes con el mismo impulso que la materia
42
4 2
E l peso para Descartes es la fuerza que une las partes de un cuerpo y resulta
<lr la presión ejercida sobre el cuerpo pesado por la materia circundante. Este es
uno de esos conceptos básicos en que Descartes muestra extraordinaria confusión
V que rxplicnu por que no pudo desarrollar un cuerpo de física mas sólido.
122
RENE DESCARTES
de ese cielo. Porque es seguro que si no hubiesen aun
comenzado a moverse, o si se mueven, con tal que
sea menos rápido de lo que se requiere para seguir el
25
curso de esta materia, deben ser primero expulsados
por ella hacia el centro en torno al cual giran. Y
también es seguro que entre más gruesos y sólidos
fuesen [los cuerpos] serían empujados allá con más
fuerza y velocidad. Y de todos modos esto no
466- 467 impide que si ellos son bastante grandes y sólidos
para formar los cometas no vayan poco después
hacia las circunferencias exteriores de los cielos, en
tanto que la agitación que hubieran adquirido al
descender hacia alguno de sus centros, les dará
5
infaliblemente la fuerza para pasar de largo y remontarse hacia su circunferencia.
Pero a fin de que entiendan esto m á s claramente,
consideren a la tierra E F G H , con el agua 1, 2, 3, 4, y
el aire 5, 6, 7, 8, los cuales como les diré más adelante, no están compuestos sino por algunas de
10
las menos sólidas de sus partes y forman una misma
masa con ella [la tierra]. Después, consideren tam467- 468 bien la materia del cielo que llena no sólo todo el
espacio que está entre los círculos A B C D y 5, 6, 7,
8, sino incluso todos los p e q u e ñ o s intersticios que
están por debajo entre las partes del aire, del agua y
de la tierra. Y piensen en este cielo y esta tierra
girando juntos alrededor del centro T , y que todas
sus partes tienden a alejarse de él, pero mucho más
fuertemente las del cielo que las de la tierra, en vista
de que están mucho más agitadas; e incluso también
entre las de la tierra, tienden a alejarse más de él que
las otras, las más agitadas hacia el mismo lado
que las del cielo.
10
De suerte que si todo el espacio que está más alia,
del círculo A B C D estuviera vacío, es decir, no estuviera lleno sino por una materia que no pudiera
resistir a las acciones de los otros cuerpos, ni producir ningún efecto considerable (ya que es en este
sentido en el que hay que entender la palabra
DE L A PESANTEZ
Esquema 5
123
124
RENE DESCARTES
4 3
20
vacío),
todas las partes del cielo que están en el
circulo A B C D saldrían primero, después las del aire
y las del agua le seguirían y finalmente también
las de la tierra, cada una proporcionalmente más
rápido por su menor sujeción a lo que queda de su
masa. Del mismo modo que una piedra sale fuera de
la honda en la cual es agitada tan pronto como se
le afloje la cuerda; y como el polvo que se lanza
sobre una perinola mientras gira se aparta de ella
inmediatamente por todos lados.
44
Después consideren que, no habiendo en absoluto
ningún espacio ahí, más allá del círculo A B C D que
está vacío, ni a donde puedan ir las partes del cielo,
contenidas en el interior de éste, si no es que en el
mismo momento entran otras en su lugar enteramen468-469 te semejantes a ellas, las partes de la tierra no pueden tampoco alejarse más de lo que están del centro
T , a menos que desciendan a su lugar las del cielo,
u otras terrestres, tantas como sean necesarias para
llenarlo; ni tampoco pueden a la inversa aproximarse
[las partes de la tierra hacia el centro T ] sin hacer
5
que suban otras tantas a su lugar de modo que están
todas opuestas unas a otras, cada una a las que deben entrar en su lugar en caso de que suban, e igualmente a las que deben entrar allí en caso de que ellas
bajen. A s í como los dos lados de una balanza
10
[están opuestos] el uno al otro. Es decir que, como
uno de los lados de la balanza no puede ni subirse ni
bajarse, hasta que el otro no haya hecho en el mismo
instante todo lo contrario, y que siempre el más
25
4 3
Descarte! insiste en que el vacío es inconcebible, por lo que cualquier hipótesis que se apoye en esta noción habrá de restringirse al "vacío" como una materia incapaz de resistir a la acción de los otros cuerpos o de producir algún efecto.
Naturalmente, por definición, semejante idea de materia se contrapone a la concepción cartesiana, por lo que su uso se restringe a casos de explicación abstracta.
Si el vacío existiera en tomo a las partes de un cuerpo pesado v. gr. la tierra,
las partes de ésta, agua, aire, tierra, cuerpos mezclados, saldrían disparadas por su
tendencia al movimiento rectilíneo. Tal no sucede, primero, en vista de que no
existen vacíos, y segundo, porque la materia circundante del cielo gira mucho
más rápido que el cuerpo pesado y forma una barrera proporcionalmente igual al
tamañ'> del cuerpo, que impide que sus partes se disgreguen, y constituye finalmente la explicación de su peso.
4 4
DE L A PESANTEZ
125
pesado jala al otro; asi la piedra R por ejemplo está
de tal modo opuesta a la cantidad de aire (justa15
mente igual a su tamaño) que está por encima de ella,
y de la cual deberá ocupar el lugar en caso de
que se aleje más del centro T , que se requeriría
necesariamente que este aire descendiera a medida
que ella subiera. Y del mismo modo ella [la piedra]
20
está en tal forma opuesta a otra cantidad parecida
de aire que está por debajo de ella y de la cual debe
ocupar el lugar en caso de que se aproxime a este
centro, que es necesario que descienda cuando este
aire suba.
25
Pero es evidente que esta piedra contiene en sí
mucha más materia de la Tierra, y en compensa469-470 ción, proporcionalmente menos de la del cielo.
Además, estando sus partes terrestres menos
agitadas por la materia del cielo que las de este
5
aire, no debe tener [la piedra], la fuerza para subir
por encima [del aire] sino que por el contrario, es
más bien él [el aire] el que debe tener la fuerza de
hacerla descender por debajo, de suerte que resulta
ligero en comparación con ella, mientras que comparado con la materia purísima del cielo, es pesado.
Y así ven ustedes que Cada parte de los cuerpos
10
terrestres está prensada hacia T ; no indiferentemente
por toda la materia que la rodea, sino sólo por una
cantidad de esta materia exactamente igual a su
tamaño, que estando por debajo, puede tomar su
15
lugar en caso de que descienda. L o que ocasiona que
entre las partes de un mismo cuerpo que denominamos h o m o g é n e o , como entre las del aire o del agua,
las que están más abajo no estén notablemente más
apretadas que las que están más arriba; y que un
20
hombre que está en las profundidades del agua, no
la sienta pesar más sobre su espalda que si nadara
por encima.
Pero si les parece que la materia del cielo, haciendo
descender así la piedra R hacia T , por debajo del
airo que la rodea, la debiera hacer ir también hacia 6
25
o hacia 7, es decir hacia el occidente o hacia el
126
RENE DESCARTES
oriente, más rápido que este aire, de suerte que no
descienda completamente en línea recta y a plomo
como lo hacen los cuerpos pesados sobre la verdadera tierra: consideren, en primer lugar, que todas
las partes terrestres comprendidas en el círculo
470- 471 5, 6, 7, 8, ai estar presionadas hacia T por la materia
del cielo en la forma que acabo de explicar y, además, por tener figuras muy irregulares y diversas,
deben juntarse y engancharse unas con otras y así
no componer sino una masa que el curso del cielo
5
A B C D transporta toda entera; de tal modo que,
mientras gira, aquellas de sus partes que están, por
ejemplo hacia 6, permanecen siempre frente a las
que están hacia 2 y hacia F , sin separarse notablemente ni aquí ni allá de ella, salvo cuando los vien10
tos u otras causas particulares las obliguen a hacerlo.
Y , además, noten que este p e q u e ñ o cielo A B C D
gira mucho más rápido que esta Tierra; pero que
aquellas de sus partes que están enlazadas con los
poros de los cuerpos terrestres no pueden girar
15
notablemente más aprisa que los propios cuerpos
alrededor del centro T , aun cuando se muevan
mucho más aprisa en diversos sentidos, según la
disposición de tales poros.
A d e m á s , es necesario que distingan que, aunque la
20
materia del cielo haga aproximarse a la piedra R al
centro, en vista de que tiende con m á s fuerza que
ella a alejarse [del centro], no puede obligarla [a
la piedra] a retroceder hacia el occidente aun cuando tiende con más fuerza que ella a ir hacia el
25
oriente: consideren que esta materia del cielo tiende
a alejarse del centro T porque tiende a continuar
su movimiento en l í n e a recta; pero que va de occidente hacia el oriente, simplemente porque tiende a
471- 472 continuar [su movimiento] con la misma velocidad
y, por tanto, le es indiferente el encontrarse hacia
6 o hacia 7.
A s í es evidente que se mueve un poco m á s en línea
recta mientras hace descender a la piedra R hacia T ,
5
que lo que lo haría dejándola hacia R , pero no
DE L A PESANTEZ
127
podría moverse tan rápido hacia el oriente si la
hiciera retroceder hacia el occidente, como si
la dejara en su lugar o incluso si la empujara delante
de sí.
Y , sin embargo, a fin de que lo sepan también,
10
aunque esta materia del cielo tenga más fuerza
para hacer descender la piedra R hacia T , que para
hacer descender allá el aire que la rodea, no puede
del todo llegar a tener más [fuerza] para empujarla
delante de sí de occidente hacia oriente, ni por
15
consiguiente hacerla moverse más rápido que el aire
en este sentido: piensen que hay exactamente la
misma proporción de esta materia del cielo que
actúa contra ella [la piedra] para hacerla descender
hacia T , y que emplea en ello toda su fuerza, que la
que penetra en la [materia] de la tierra T para componer su cuerpo; y consideren, también, que a
medida que entra mucha más [materia] que la que
puede contener una cantidad de aire de parecida
e x t e n s i ó n , ella [la tierra] tiene que estar mucho más
20
fuertemente apretada hacia T que lo que lo está
este aire: pero que, para hacerla girar hacia el
oriente, es toda la materia del cielo, contenida
en el círculo R , la que actúa contra ella [la tierra]
25
y conjuntamente contra todas las partes terrestres
del aire contenidas en este mismo círculo, de suerte
que no habiendo allá una cantidad mayor de materia que actúe m á s contra ella que contra este aire, no
472-473 puede girar más velozmente que él en este sentido.
Y pueden inferir de esto que las razones de que se
sirven muchos filósofos para refutar el movimiento
de la verdadera tierra, no tienen fuerza contra el
5
movimiento de la tierra que yo les estoy describiendo. Como cuando dicen que si la tierra se moviese,
los cuerpos pesados no deberían descender a plomo
hacia su centro sino que, m á s bien, deberían apartarse de él aquí y allá en el cielo; y que los c a ñ o n e s
apuntados hacia occidente, deberían disparar mucho
10
más lejos que los disparados hacia oriente; y que
deberíamos sentir siempre en el aire grandes vientos
128
15
RENE DESCARTES
y oír ruidos fortísimos, y cosas semejantes que no
tienen lugar sino en el caso de suponer que la [tierra]
no es transportada en el curso del cielo que la rodea,
sino que la mueve cualquier otra fuerza y en algún
otro sentido que este cielo.
Capítulo XII
Del flujo y reflujo del mar
Luego, tras haberles explicado de este modo el
peso de las partes de esta tierra, causado por la
acción de la materia del cielo que está en sus poros,
es necesario ahora que les hable de un cierto movimiento que tiene toda su masa, causado por la
20
presencia de la luna, como también de algunas
particularidades que dependen de ello.
Para tal efecto consideren a la luna, por ejemplo
hacia B,* donde la pueden suponer como inmóvil,
en comparación con la velocidad con que se mueve
la materia del cielo que está bajo ella; y conside473-474 ren que esta materia del cielo, al tener menos espa25
ció entre 0 y 6 para pasar por ahí, del que tendría
entre B y 6 (si la luna no ocupara el espacio que
está entre 0 y B) y, por consiguiente, debiendo
5
moverse ahí un poco más aprisa, no puede menos
que tener la fuerza suficiente como para empujar
un poco a toda la tierra hacia D , de suerte que su
centro T se aleje, como ven, un poco del punto M,
que es el centro del pequeño cielo A B C D , porque
10
no hay nada más que el curso de la materia de este
45
4 5
El peso de la tierra y de los cuerpos en ella, así como el fenómeno de las
mareas se explica en Descartes, no gracias a una fuerza de atracción, ya del centro
de la tierra en el primer caso, ya de la luna en el segundo, sino por la acción de
la materia del cielo cuya tendencia al movimiento rectilíneo, al no cumplirse,
oprime a la materia de la tierra (fuerza de presión).
* Ver esquema 5.
130
RENE DESCARTES
cielo, que la sostenga en el lugar en que está. Y puesto que el aire 5, 6, 7, 8, y el agua 1, 2, 3, 4, que
rodea a esta tierra son cuerpos líquidos, es evidente
que la misma fuerza que la presiona de este modo,
incluso les debe hacer descender hacia T , no sólo
del lado 6, 2, sino también de su opuesto 8, 4 y,
15
en c o m p e n s a c i ó n , hacerlos elevarse a los sitios
5, 1 y 7, 3; de modo que la superficie de la tierra
E F G H permaneciendo redonda a causa de que está
dura, la del agua 1, 2, 3, 4 y la del aire 5, 6, 7, 8, que
son líquidas, deben tomar la forma oval.
20
E n seguida consideren que la tierra [al girar] alrededor de su centro, y por ello originar los días
que podemos dividir en 24 horas como los nuestros;
en su lado F , que está ahora frente a frente a la luna
25
y sobre el cual, por esta razón, el agua 2 está menos
alta, debe encontrarse en 6 horas frente a frente con
474-475 el cielo marcado C , donde esta agua se elevará y,
en 12 horas, frente a frente al cielo marcado D,
donde el agua inmediatamente descenderá. De suerte
que el mar que está representado por esta agua 1,2,
3, 4 debe tener su flujo y su reflujo alrededor de
5
esta tierra cada 6 horas como lo tiene a su alrededor
la que habitamos nosotros.
10
15
20
Consideren, también, que mientras esta tierra gira
de E por F hacia G , es decir del occidente por el medio d í a (sur) hacia el oriente, la hinchazón del
agua y del aire que permanece hacia 1 y 5 y hacia
3 y 7, pasa de su porción oriental a la occidental,
provocando ahí un flujo sin reflujo del todo semejante al que según el informe de nuestros pilotos,
hace la navegación mucho más fácil en nuestros
mares del oriente hacia el occidente, que del occidente hacia el oriente.
Y , para no olvidar nada en este punto, agreguemos
que la luna hace en cada mes el mismo recorrido
que la tierra hace en cada d í a ; y, de esta manera,
hace avanzar poco a poco hacia el oriente los puntos
1, 2, 3, 4 que marcan las más altas y las más bajas
mareas: de modo que estas mareas no cambian
D E L FLUJO Y R E F L U J O D E L MAR
131
exactamente cada 6 horas, sino que se retrasan alrededor de la quinta parte de una hora cada vez,
tal como lo hacen también las de nuestros mares.
25
Consideren, además, que el p e q u e ñ o cielo A B C D ,
no es exactamente redondo, sino que se extiende
con un poco más de libertad hacia A y hacia C , y
se mueve ahí, en proporción, más lentamente que
hacia B y hacia D , donde no puede tan fácilmente
475-476 romper el curso de la materia del otro cielo que lo
contiene: de modo que la luna que permanece
siempre como sujeta a su superficie exterior, debe
moverse un poco más rápido y separarse menos de
su ruta —y, en consecuencia, ser causa de que los
5
flujos y reflujos del mar sean mucho mayores cuando está hacia B, cuando se trata de [la luna] llena y
hacia D cuando es [la luna] nueva—, que cuando está
hacia A o hacia C donde se halla semiplena [cuarto
creciente o cuarto menguante]. Son las particulari10
dades que los astrónomos observan también completamente semejantes en la verdadera luna, aunque
no puedan tan fácilmente dar razón de estos [hechos] por las hipótesis de que se sirven.
E n cuanto a los otros efectos de esta luna, que
15
difieren cuando está llena de cuando está nueva,
dependen plausiblemente de su luz. Y en cuanto a
las otras particularidades del flujo y reflujo, dependen en parte de la diversa ubicación de las costas del
mar y en parte de los vientos reinantes en los tiempos y lugares en que se les observa. Finalmente
20
en relación a los otros movimientos generales,
tanto de la tierra y la luna, como de los otros
astros y de los cielos, o los pueden entender suficientemente a partir de lo que ya he dicho, o bien
no interesan a mi p r o p ó s i t o ; y no realizándose en
el mismo plano que aquellos de los que he hablado,
25
me extendería demasiado en describirlos. A s í , no me
resta aquí sino explicar esa acción de los cielos
y de los astros que, ya he dicho más arriba, debe
476- 477 considerarse como su luz.
Capítulo X I I I
De la L u z
He dicho ya varias veces que los cuerpos que giran
en círculo tienden siempre a alejarse de los centros
de los círculos que describen, pero es necesario
aquí que determine más particularmente hacia q u é
lados tienden las partes de la materia, de las cuales
están compuestos los cielos y los astros.
Y , para ello, es necesario saber que cuando digo
que un cuerpo tiende hacia algún lado, no quiero
por ello que se imaginen que tenga en sí un pensamiento o una voluntad que lo conduzca a eso, sino
únicamente que está dispuesto a moverse hacia
allá, ya sea que verdaderamente se mueva hacia allá
o ya sea, más bien, que algún otro cuerpo se lo impida, y es principalmente en este último sentido en el
que uso la palabra "tender", en vista de que parece
significar algún esfuerzo, y que todo esfuerzo presupone resistencia. T a l como se encuentran frecuentemente distintas causas que, actuando juntas contra
un mismo cuerpo, impiden el efecto la una de la
otra, se puede decir, bajo diversas consideraciones,
que un mismo cuerpo tiende hacia diferentes lados
al mismo tiempo así como y a se dijo antes, que las
partes de la tierra tienden a alejarse de su centro en
tanto se las considera aisladamente, y por el contrario, que tienden a aproximarse [al centro] en tanto
se considera la fuerza de las partes del cielo que las
empuja hacia allí; e, inmediatamente, que tienden a
134
25
5
10
RENE DESCARTES
alejarse [del centro] si se las considera como opuestas a otras partes del elemento tierra, que componen
cuerpos más masivos que ellas.
A s í , por ejemplo, la piedra que gira en una honda
siguiendo el círculo A B , tiende hacia C cuando se
encuentra en el punto A , si no se considera otra
cosa que su pura agitación; y tiende circularmente
de A hacia B si se considera su movimiento como
regulado y determinado por la longitud de la cuerda
que la retiene; y, finalmente, la misma piedra
tiende hacia E cuando, sin considerar la parte de su
agitación cuyo efecto no es impedido, se opone la
otra parte a la. resistencia que le hace continuamente
esta h o n d a . *
Pero, para entender distintamente esta última observación imagínense la inclinación que tiene esta
piedra a moverse de A hacia C como si estuviera
compuesta por otras dos [tendencias] que fuesen la
una, de girar siguiendo el círculo A B y la otra de
subir derecho siguiendo la línea recta V X Y , y esto
en tal proporción que, encontrándose en el sitio de
la honda marcado V en el momento en que la honda
está en el lugar del círculo marcado A , debería
encontrarse la piedra en seguida en el sitio marcado
X , en el momento en el que la honda estuviera hacia
V , y en el sitio marcado Y , cuando la honda estuviera hacia F , y así permanecer siempre en la línea
recta A C G .
46
15
20
25
4 6
Todo cuerpo tiende a realizar varios movimientos, incluso opuestos, bajo
diversas consideraciones. Visto en un corte abstracto podemos decir que:
1. Trata de alejarse del centro en torno al cual gira por su tendencia, como
cuerpo, al movimiento rectilíneo.
2. Tiende al movimiento rectilíneo porque cada una de sus partes considerada aisladamente, tiende inicialmente a dicho movimiento.
3. Tiende a aproximarse al centro por la presión ejercida por las partes del
cielo que lo rodean.
L a exclusión del vacío, las tendencias propias del cuerpo como un todo y de
sus partes, individualmente consideradas, así como la presión de la materia
que rodea al cuerpo determinan que su movimiento sea circular. B^jo diversas
consideraciones un mismo cuerpo tiende hacia diversos lados al mismo tiempo
pero al actuar juntas varias causas unas a otras se impiden sus efectos y ello explica la diversificación del movimiento.
* Consultar fig. 1.
DE L A LUZ
135
Luego, sabiendo que una de las partes de su inclina478-480 ción, esto es, aquella que la lleva a seguir el círculo
A B , no excluye en absoluto esta honda, se darán
cuenta de que no encuentra resistencia sino con
respecto a la otra parte de [su inclinación] que la
haría moverse siguiendo la línea D V X Y , si ella no
estuviera excluida y, por consiguiente, que no
5
tendiera, es decir, que no hiciera esfuerzo, sino para
alejarse directamente del centro D. Y noten que
según esta consideración, al estar en el punto A ,
tiende tan verdaderamente hacia E , que ya no está
del todo más dispuesta a moverse hacia H que hacia
10
I , aunque uno pudiera fácilmente persuadirse de lo
contrario si no tomara en consideración la diferencia que hay entre el movimiento que ella [la piedra]
ya tiene y la inclinación a moverse que le queda.
A s í deben pensar de cada una de las partes del
15
segundo elemento que componen los cielos, exactamente lo mismo que [piensan] con respecto a esta
piedra, a saber, que aquellas [partes] que están hacia
E , por ejemplo, no tienden por propia inclinación
sino hacia P; pero que la resistencia de las otras
partes del cielo que están encima de ellas, las hace
20
tender, es decir, las dispone a moverse siguiendo el
círculo E R . Y consideren que inmediatamente, esta
resistencia, opuesta a la inclinación que tienen para
continuar su movimiento en la línea recta, les hace
tender, es decir, es causa de que hagan el esfuerzo
25
para moverse hacia M. Y así, al juzgar á todas las
otras [partes] en igual forma, ven en q u é sentido se
puede decir que tienden hacia los lugares directa480
mente opuestos al centro del cielo que componen.
Pero lo que nos resta por considerar en las partes
[del cielo] es algo más de lo que consideramos respecto a una piedra que gira en una honda, y es que
continuamente las empujan, tanto todas aquellas
5
[partes] semejantes a ellas, que están entre ellas y
el astro que ocupa el centro de su cielo, como la
materia de este astro, y que no las empuja nada más.
Por ejemplo, a aquellas que están hacia E , no las
136
Esquema 6
RENE DESCARTES
DE LA LUZ
137
10
empujan las que están hacia M o hacia T , o hacia R ,
o hacia K , o hacia H , sino solamente todas aquellas
480- 481 [partes] que están entre las dos líneas A F , D G y
conjuntamente la materia del sol; lo que es causa de
que tiendan no sólo hacia M, sino también hacia L y
hacia N , y generalmente hacia todos los puntos a
donde pueden llegar los rayos o líneas rectas que,
5
viniendo de alguna parte del sol, pasan por el lugar
donde ellas e s t á n .
Pero, a fin de que la explicación de todo esto sea
más fácil, deseo que consideren las partes del segundo elemento completamente solas y, como si todos
los espacios que ocupa l a materia del primero
10
estuvieran vacíos, tanto aquel [que hay] donde está
el sol, como los otros. Incluso, a causa de que no
hay mejor medio para saber si a un cuerpo lo empujan algunos otros, que ver si estos otros avanzarían
efectivamente hacia el sitio en que se encuentra
15
para llenarlo en el caso de que estuviese v a c í o ,
deseo que imaginen también que se supriman las
partes del segundo elemento que están hacia E , y
una vez planteado esto deseo que observen en primer lugar que ninguna de las [partes] que están
encima del círculo T E R , ni de las que están hacia
47
20
M , están dispuestas a llenar su lugar, y a que tienden,
por el contrario, a alejarse de él; en seguida que
aquellas que están en este círculo, a saber, hacia T ,
tampoco están dispuestas a hacer eso: porque, a
pesar de que se mueven realmente de T hacia G ,
25
siguiendo el curso de todo el cielo, sin embargo, para
que las que están hacia F se muevan con parecida
481- 482 velocidad hacia R , el espacio E , que es necesario
imaginar móvil como ellas, no dejaría de permane-
4 7
Explicar la luz como forma de movimiento tendencial obliga a Descartes a
considerar que la manifestación concreta de esta tendencia se da en el segundo
elemento (cielo) como resultado del movimiento del primer elemento (concretamente de un astro como fuente luminosa). Por otro lado, la tendencia al movimiento por pequeñas sacudidas, en línea recta del elemento del cielo, se sitúa
únicamente en el espacio de proyección de rectas de la fuente luminosa al ojo del
oh'iervador.
138
RENE DESCARTES
cer v a c í o entre G y F , si no vinieran otras [partes] de
otros [sitios] para llenarlo. Y , en tercer lugar, que
aquellas [partes] que están por debajo de este
círculo, pero que no están comprendidas entre
5
las líneas A F , D G como las que están hacia H y
hacia K , no tienden tampoco a avanzar hacia este
espacio E para llenarlo; aun cuando la inclinación
que tienen para alejarse del punto S las predispon10
ga a eso de algún modo; así como el peso de una
piedra la predispone no sólo a descender en línea
recta al aire libre, sino también a rodar de lado sobre
la pendiente de una montaña, en caso de que no
pudiera descender de otra manera.
Pues la razón que les impide tender hacia este
15
espacio, es el que todos los movimientos se continúan, tanto como es posible, en l í n e a recta; y, por
consiguiente que, aunque la naturaleza cuenta con
diversas vías para llegar a un mismo efecto, infaliblemente sigue siempre la más corta. Porque si
las partes del segundo elemento, que están por
20
ejemplo* hacia K , avanzaran hacia E , todas aquellas
que están más próximas que ellas al sol avanzarían
también al mismo instante hacia el lugar que ellas
dejaran; y, así, el efecto de su movimiento no sería
otro, sino que el espacio E se llenaría, y que ha25
bría otro de igual t a m a ñ o en la circunferencia A B C D
que se vaciaría al mismo tiempo. Pero es manifiesto
482-483 que este mismo efecto puede seguirse mucho mejor
si aquellas [partes] que están entre las líneas A F , D G
se aproximan rectamente hacia E ; y, por consiguiente que, mientras que no haya nada que se los impida,
las otras [partes] no tienden del todo a esto: así
como una piedra no tiende jamás a descender obli5
cuamente hacia el centro de la tierra, en tanto
puede descender ahí en línea recta.
E n fin, consideren que todas las partes del segundo
elemento que están entre las líneas A F , D G deben
avanzar juntas hacia este espacio E , para llenarlo
* V e r esquema 6.
DE L A LUZ
10
15
139
en el mismo instante en que queda v a c í o . Porque
aunque no cuenten sino con la inclinación que
tienen á alejarse del punto S, la cual las lleva allá,
y aunque esta inclinación hiciera que aquellas que
están entre las líneas B F , C G tiendan más directamente hacia allá, que aquellas que se quedan entre
las líneas A F , B F y D G , C G . Verán, sin embargo,
que estas últimas no dejan de estar tan dispuestas
como las otras a ir hacia allá, si se percatan del
efecto que se debe seguir de su movimiento, que no
20
es otro sino, como lo he dicho ahora, que el espacio
E se llene, y que haya otro de igual tamaño en la
circunferencia A B C D que se quede v a c í o al mismo
tiempo. Porque, en relación con el cambio de situac i ó n que les acontece en los otros lugares que llenaban antes, y que luego permanecen todavía llenos,
25
éste no es de ninguna manera considerable, y a que
deben suponerse tan iguales y parecidas en todo las
unas a las otras, que no importa de q u é partes esté
483-484 lleno cada uno de estos lugares. Noten, sin embargo,
que no se debe concluir de esto que todas [las partes]
son iguales, sino solamente que los movimientos que
puede causar su desigualdad no pertenecen a la acción de la que hablamos.
5
Pues para que al llenarse una parte del espacio E
haga que otra parte del espacio D , por ejemplo,
llegue a vaciarse, no hay medio más directo que todas las partes de la materia que se encuentran en la
10
línea recta D G o D E avancen juntas hacia E ; porque
si sólo las partes que están entre las líneas B F , C G
avanzaran las primeras hacia este espacio E , dejarían
otro espacio debajo de ellas hacia V , hacia el cual
deberían venir las que están hacia D, de modo
15
que el mismo efecto que puede producir el movimiento de la materia que está en la línea recta D G o
D E , lo produciría el movimiento de la materia que
está en la línea curva D V E , lo que es contrarío a las
leyes de la naturaleza.
20
Pero si encuentran aquí alguna dificultad para
comprender c ó m o las partes del segundo Elemento
140
RENE DESCARTES
que están entre las líneas A F , DG pueden avanzar
todas juntas hacia E , habiendo más distancia entre
A y D que entre F y G, el espacio por el que deben
25
entrar para avanzar así es más estrecho que aquel del
que deben salir: consideren que la acción por la
cual tienden a alejarse del centro de su cielo no las
obliga a tocar a aquellas de sus vecinas que están
a igual distancia que ellas de este centro, sino
484- 485 solamente a tocar a las que son de un grado más
alejadas [del centro]. Así que el peso de las pequeñas
bolas 1, 2, 3, 4, 5 no obliga en absoluto a las que
5
están marcadas con una misma cifra a entretocarse,
sino que sólo obliga a quellas que están marcadas 1
o 10 a apoyarse sobre aquellas que están marcadas 2 o 20, y a éstas sobre aquellas que están marcadas
3 o 30 y así sucesivamente, de suerte que estas
bolitas pueden muy bien no sólo estar alineadas
como las ven en esta séptima figura, sino también co10
mo lo están en la octava y en la novena y de otras
mil formas diversas.
Luego consideren que estas partes del segundo
elemento, por moverse separadamente unas de
485- 486 otras, como ya se dijo más arriba que deben hacerlo,
15
no pueden jamás estar alineadas como las bolas de
la séptima figura y que, no obstante, no hay más
que esta manera en que la dificultad propuesta
puede tener lugar. Porque no se podría suponer
5
tan poco intervalo entre aquellas de sus partes que
están a parecida distancia del centro de su cielo,
que no fuera suficiente como para concebir que la
inclinación que tienen a alejarse de este centro,
debe hacer avanzar a aquellas que están entre las
líneas A F , DG todas juntas hacia el espacio E ,
10
mientras esté vacío; así como lo ven en la novena
figura en relación a la 10a., que el peso de las boli486-487 tas 40, 30 y demás, las debe hacer descender todas
juntas hacia el espacio que ocupa aquella que está
marcada 50, tan pronto como ésta pueda salir de
ese espacia.
Y uno puede claramente darse cuenta aquí cómo
DE LA LUZ
DE L A LUZ
RENE DESCARTES
las bolas que están marcadas con una misma cifra,
se alinean en un espacio más estrecho que aquel
del que salen aproximándose la una a la otra. Podemos percibir bien que las dos bolas marcadas
40 deben descender un poco más aprisa y aproximarse la una a la otra en proporción un poco más
que las tres marcadas 30, y estas tres que las cuatro
marcadas 20 y asi con todas las demás.
Después de lo cual puede ser que me digan que, tal
como aparece en la 10a. figura, las dos bolas marcadas 40, 40, luego de haber descendido un poco,
llegan a entretocarse (lo que es causa de que se
detengan sin poder descender más abajo); del mismo
modo las partes del segundo elemento que deben
avanzar hacia E se detendrán antes de haber terminado de llenar todo el espacio que allá hemos supuesto.
Pero respondo a esto que no pueden avanzar un
m í n i m o hacia allá que no sea suficiente para probar
perfectamente lo que he dicho, a saber, que todo
el espacio que allá se encuentra, estando de antemano lleno con algún cuerpo, cualquiera que éste
sea, [las partes] presionan continuamente este
cuerpo y hacen esfuerzo contra él como para expulsarlo fuera de su lugar.
A d e m á s de eso, respondo luego que sus otros
movimientos, que continúan en ellas mientras
avanzan hacia E , no permitiéndoles permanecer un
solo momento ordenadas del mismo modo, o bien
les impiden entretocarse, o bien hacen que después
de haberse tocado se separen incontenibles de inmediato, y así, no dejan por eso de avanzar sin
interrupción hacia el espacio E , hasta que esté completamente lleno. De suerte que no se puede concluir de eso sino que la fuerza, con que [las partes]
tienden hacia E es probablemente como un temblor,
se redobla y se relaja mediante diversas y pequeñas sacudidas según cambien de situación, lo que parece
ser^ una propiedad atribuible a la luz.
Pues si han comprendido todo esto suficientemen-
DE LA LUZ
Esquema 10
145
146
25
RENE DESCARTES
te, suponiendo los espacios E y S, y todos los peq u e ñ o s ángulos que están entre las partes del cielo
como vacíos, lo entenderán todavía mejor si los
suponen llenos de la materia del primer elemento.*
Porque las partes de este primer elemento que se
encuentran en el espacio E no pueden impedir
487- 488 que las del segundo, que están entre las líneas
30
A F , D G , avancen para llenarlo del mismo modo que
si estuviera vacío, por la razón de que, siendo muy
sutiles y estando sumamente agitadas, están siempre
dispuestas a salirse de los lugares en los que se
5
encuentran, como lo está cualquier otro cuerpo a
entrar en [estos lugares]. Y por esta misma razón
[las partes del primer elemento] que ocupan los
p e q u e ñ o s ángulos que están entre las partes del
cielo, ceden su lugar sin resistencia a las que vienen
de este espacio E y que se van hacia el punto S.
10
Digo más bien hacia S que hacia ningún otro lugar,
porque los otros cuerpos que están más unidos y son
más grandes, tienen por lo tanto más fuerza y tienden todos a alejarse de este punto.
Incluso es necesario subrayar que pasan de E hacia
15
S, entre las partes del segundo elemento, que van
de S hacia E , sin obstaculizarse de ninguna manera
unas a otras. A s í como el aire que está encerrado en
el reloj X Y Z , sube de Z hacia X , a través de la are20
na Y , que no deja por ello de descender sin embargo
hacia Z .
Finalmente, las partes de este primer elemento que
se encuentran en el espacio A B C D , donde componen
el cuerpo del sol, girando en círculo muy rápidamente alrededor del punto S, tienden a alejarse de
25
[este punto] por todos lados en línea recta, de acuerdo con lo que acabo de explicar; y de esta manera
todas las que están en la línea S D , empujan juntas
488- 489 la parte del segundo elemento que está en el punto
D ; y todas aquellas que están en la línea S A , empujan a la [parte] que está en el punto A , y así con las
* Verfigura6.
DE LA LUZ
E s q u e m a 11
147
148
RENE DESCARTES
5
10
15
20
demás. De tal modo que esto solo bastaría para
hacer que todas aquellas de estas partes del segundo
elemento que están entre las líneas A F , D G avanzaran hacia el espacio E , aun cuando no tuvieran
ninguna inclinación [a hacerlo] por sí mismas.
Por lo demás, puesto que deben avanzar así hacia
este espacio E , mientras que no esté ocupado más
que por la materia del primer elemento, es seguro que tienden también a ir hacia allá, no obstante
que esté lleno con cualquier otro cuerpo; y, en
consecuencia, [es cierto] que ellas empujan y hacen
esfuerzo contra este cuerpo como para expulsarlo
fuera de su lugar. De suerte que si fuera el ojo de
un hombre el que estuviera en el punto E , sería
presionado entonces tanto por el sol como por;
toda la materia del cielo que está entre las líneas
A F , DG.
Ahora bien, es necesario saber que los hombres
de este nuevo mundo serán de tal naturaleza, que
mientras sus ojos sean presionados de esa manera,
tendrán una sensación muy semejante a la que nosotros tenemos de la luz, lo que referiré más ampliamente a continuación.
Capítulo X I V
De las propiedades de la luz
Pero quiero detenerme todavía un poco en este
punto para explicar las propiedades de la acción
mediante la cual los ojos [de los hombres del nuevo
mundo] pueden ser presionados como lo he dicho.
Porque [tales propiedades] se vinculan todas tan
489-490 perfectamente a las que encontramos en la luz
que, cuando ustedes las hayan considerado, estoy
seguro de que aseverarán conmigo que no hay necesidad de imaginar, ni en los astros ni en el cielo,
otra cualidad que esta acción que se denomina
luz.
5
Las principales propiedades de la luz son:
1. Que se extiende en círculo por todas partes
alrededor de los cuerpos que llamamos luminosos.
2. A toda distancia.
3. Y en un instante.
4. Y c o m ú n m e n t e en líneas rectas, que deben ser
consideradas como los rayos de la luz.
10
5. Y que muchos de estos rayos, viniendo de
diversos puntos, pueden juntarse en un mismo
punto.
6. O que viniendo de un mismo punto, pueden
dirigirse hacia diversos puntos.
7. O, viniendo de diversos puntos y dirigiéndose
hacia diversos puntos, pueden pasar por un
I5
mismo punto sin estorbarse los unos a los otros.
25
150
RENE DESCARTES
8. Y que pueden también algunas veces estorbarse
los unos a los otros, a saber, cuando su fuerza
es muy desigual, y que la de unos es mucho más
grande que la de otros.
9. Y finalmente que pueden ser desviados por
reflexión.
10. O por refracción.
20
11. Y que su fuerza puede aumentarse.
12. O disminuirse por las diversas disposiciones
o cualidades de la materia que los recibe. He
aquí las principales cualidades que se observan
de la luz, que convienen todas a esta acción
25
[antes descrita], como lo van a ver.
490-491 1. Que esta acción debe extenderse hacia todos lados, alrededor de los cuerpos luminosos, es evidente
porque procede del movimiento circular de sus
partes.
5
2. E s evidente, también, que puede extenderse a
toda clase de distancias.* Porque, por ejemplo,
suponiendo que las partes del cielo que se encuentran entre A F y D G , están ya por sí mismas dispuestas para avanzar hacia E , como hemos dicho que lo
10
están, no se puede dudar tampoco de que la fuerza
con la que el sol empuja a las que están hacia A B C D ,
no deba extenderse también hasta E , aun cuando
hubiese más distancia entre unas y otras que la
que hay desde las más altas estrellas del firmamento hasta nosotros.
15
3. Y sabiendo que las partes del segundo elemento
que están entre A F y D G se tocan y se presionan
todas unas a otras, tanto como es posible, no podemos tampoco dudar de que la acción, mediante la
cual las primeras son empujadas, debe pasar en un
instante hasta las últimas. Del mismo modo que
aquella [acción] con la que empujamos uno de los
20
extremos de un bastón, pasa en el mismo instante
hasta el otro extremo. O, mejor aún, para que no
pongan ninguna dificultad en relación con que
* Ver esquema 6.
151
DE LAS PROPIEDADES D E L A LUZ
estas partes [las del segundo elemento], no están
ligadas unas a otras como lo están las de un bastón,
25
así como en la novena figura la pequeña bola marcada 50 va descendiendo hacia 6, las otras marcadas
10, descienden también hacia allá en el mismo instante.*
491- 492 4. Por lo que toca a las líneas, siguiendo las cuales
se comunica esta acción y que son propiamente los
rayos de la luz, es necesario subrayar que difieren
de las partes del segundo elemento, por mediación de
las cuales esta misma acción se comunica; y que
5
no son ninguna cosa material en el medio por el
que atraviesan, sino que señalan solamente en qué
sentido, y siguiendo qué determinación, el cuerpo
luminoso actúa contra aquel que ilumina. A s í ,
no podemos dejar de concebir [dichas líneas]
10
completamente rectas, aunque las partes del segundo
elemento, que sirven para transmitir esta acción
("o la luz") no pueden estar casi nunca tan directamente puestas la una sobre la otra de modo que
15
puedan formar líneas totalmente rectas. A s í como
ustedes pueden fácilmente concebir que la mano A
empuja el cuerpo E siguiendo la línea recta A E , aun
cuando no lo empuja sino a través del bastón B C D ,
20
que está torcido. Y de igual modo que la bola marcada 1 empuja a la que está marcada 7, a través de las
dos marcadas 5,5, tan directamente como por la
mediación de las marcadas 2, 3, 4, 6 . * *
25
5. y 6. Pueden también fácilmente concebir c ó m o
muchos de estos rayos, viniendo de diversos puntos,
se reúnen en un mismo punto; o viniendo de un
mismo punto, se dirigen hacia diversos puntos sin
492- 493 obstaculizarse, ni depender los unos de los otros.
4 8
* Ver esquema 9.
Los rayos luminosos son líneas no materiales que señalan la forma en que se
produciría la transmisión d¿l movimiento rectilíneo como resultado de las determinaciones constitutivas de las partes del primero y segundo elementos que
precisamente manifiestan la naturaleza primaria del movimiento.
La l u z es el único fenómeno observable que hace manifiesta la tendencia
natural al movimiento rectilíneo de las partes de la materia.
4 8
* * Ver CHqucma 1 2.
152
E s q u e m a 12
RENE DESCARTES
D E L A S P R O P I E D A D E S DÉ L A L U Z
Esquema 13
153
154
RENE DESCARTES
Como ven en la sexta figura, donde vienen muchos
[rayos] de los puntos A B C D , que se reúnen en el
punto E , y muchos vienen únicamente del punto
D y se extienden, uno hacia E , y el otro hacia K , y
así hacia una infinidad de otros lugares. A s í como
las diversas fuerzas con que jalamos las cuerdas
1, 2, 3, 4, 5 se juntan todas en la polea, cuya resistencia se extiende a las diversas manos que tiran de
10
esas cuerdas.
7. Pero para concebir c ó m o muchos de estos
rayos, proviniendo de diversos puntos y dirigiéndose hacia diversos puntos, pueden pasar por un
15
mismo punto sin obstaculizarse unos a otros, como
en esta sexta figura, donde los dos rayos A N , D L
pasan por el punto E , es necesario considerar que
cada una de las partes del segundo elemento es
capaz de recibir varios y diversos movimientos al
20
mismo tiempo; de suerte que aquella que está, por
ejemplo, en el punto E , puede al mismo tiempo ser
empujada hacia L , por la acción que viene del sitio
del sol marcado D , y al mismo tiempo hacia N , por
aquella que viene del sitio marcado A . L o que
entenderán todavía mejor si consideran que se
492-493 puede empujar el aire al mismo tiempo de F hacia
G , de H hacia I y de K hacia L , a través de los tres
tubos F G , H I , K L , aunque estos tubos estén de tal
5
modo unidos en el punto N que todo el aire que
pase por en medio de cada uno de ellos debe también necesariamente pasar por en medio de los otros
dos.
10
8. Y esta misma comparación puede servir para
explicar c ó m o una luz fuerte impide el efecto de
aquellas que son más débiles; porque si se empuja
el aire mucho más fuerte por F , que por H o por K ,
15
no tenderá en absoluto hacia I, o hacia L , sino solamente hacia G .
9. y 10. E n cuanto a la reflexión y la refracción, y a
se las he explicado suficientemente (en la Dióptrica).
No obstante, puesto que me serví entonces del
20
ejemplo del movimiento de una pelota, en lugar de
DE LAS PROPIEDADES DE L A LUZ
Esquema 14
1
156
RENE DESCARTES
hablar de los rayos de la luz, a fin de hacer más
inteligible mi discurso por este medio, me resta
todavía aquí el hacerles considerar la acción o la
inclinación a moverse, que es transmitida de un
lugar a otro por medio de muchos cuerpos que se
25
entretocan. Estos se encuentran sin interrupción
en todo el espacio que está entre dos, [y la acción]
sigue exactamente el mismo camino por el que
494-495 p o d r í a hacer moverse al primero de estos cuerpos,
si los otros no estuvieran en su camino, sin que haya
ninguna otra diferencia sino que este cuerpo requeriría algún tiempo para moverse, en lugar de que la
5
acción que está en él pueda, por medio de los que lo
tocan, extenderse a toda clase de distancias en un
instante. De donde se sigue que así como una bola
se refleja cuando da contra el muro de un juego de
pelota (frontón de mano) y sufre refracción cuando
10
penetra oblicuamente en el agua o sale de ella; así
también, cuando los rayos de la luz encuentran un
cuerpo que no les permite pasar más allá, (opaco)
deben reflejarse, y cuando entran oblicuamente en
15
algún lugar a partir del cual pueden extenderse con
más o menos facilidad, que de aquel del cual salen,
deben también, en el punto de este cambio, desviarse y sufrir r e f r a c c i ó n .
11, y 12. Finalmente, la fuerza de la luz no s ó l o es
más o menos grande en cada lugar según la cantidad
20
de rayos que se reúnen allí, sino que también pueden aumentarla o disminuirla las diversas disposi49
4 9
Los límites de la transmisión de la acción luminosa se manifiestan para
Descartes en dos fenómenos:
1. La reflexión, que es la imposibilidad de algunos cuerpos de transmitir
la acción luminosa en la secuencia de la recta a otro cuerpo, por lo cual
se constituye en reflejante ya que es causa de un nuevo sendero o recta
luminosa, también en línea recta, pero de sentido inverso.
2. En cuanto a la refracción, las partes del segundo elemento varían de
velocidad de acuerdo con el lugar que ocupan en el cielo que constituyen. Tales variaciones explican los contactos más rápidos o más lentos
entre las partes de este elemento que dan cuenta de los diversos fenómenos de refracción: desviación de los rayos luminosos, dispersión,
integración, etc.
DE LAS PROPIEDADES D E L A LUZ
157
ciones de los cuerpos que se encuentran en los sitios
por donde pasa; así como a la velocidad de una bola
o de una piedra que se lanza al aire, pueden aumen25
tarla los vientos que soplan hacia el mismo lado que
495-496 ella se mueve, y disminuirla los [vientos contrarios].
Capítulo X V
Que la faz del cielo de este nuevo mundo
debe parecerle a sus habitantes completamente
semejante a la del nuestro
5
Habiendo explicado así la naturaleza y las propiedades de la acción que he tomado aquí por la luz,
es necesario también que explique c ó m o , por su
medio, los habitantes del planeta que he supuesto
como la tierra pueden ver la faz de su cielo completamente semejante a la del nuestro*
Primeramente, no hay duda de que ellos [tales
habitantes] deben ver el cuerpo marcado S, pleno
de luz y semejante a nuestro sol, en vista de que
5 0
* V e r esquema 4.
5 0
E l hecho de que Descartes no declare de inicio que su Nuevo Mundo no es
sólo un mundo posible sino que se trata de la explicación del mundo actual,
puede deberse a muy distintas razones:
1. L a más externa es sin duda el no querer comprometerse con una explicación que pudiera resultar no sólo polémica sino peligrosa dado su
planteamiento, en muchos casos, contrario a la tradición aristotélica y
escolástica.
2. Una segunda razón bien puede ser de orden metodológico. De hecho el
carácter hipotético de sus planteamientos en El Mundo explicaría este
ejercicio conceptual y no precisamente de imaginación que propone
Descartes, reconstruyendo paso a paso la génesis del universo y sus
fenómenos más característicos.
3. Una tercera razón, también de orden metodológico, pero más precisa,
sería que, de acuerdo con el ejercicio de la crítica, Descartes no querría
que la nueva explicación físico-geométrica del mundo se viera obstaculizada por los viejos prejuicios y las ideas dudosas, intentando una explicación novedosa no sólo en sus conceptos sino en su formulación y
presentación.
160
10
15
20
RENE DESCARTES
este cuerpo envía rayos de todos los puntos de su
superficie hacia sus ojos. Y puesto que está mucho
más p r ó x i m o a ellos que las estrellas, debe parecerIes mucho más grande. E s verdad que las partes del
p e q u e ñ o cielo A B C D , que gira alrededor de la tierra,
oponen alguna resistencia a estos rayos, pero puesto
que todas las del gran cielo que están desde S hasta
D las fortifican, aquellas que están desde D hasta T ,
no teniendo en comparación sino un p e q u e ñ o
n ú m e r o , no les pueden restar sino un poco de su
fuerza. E incluso toda la acción de las partes del
gran cielo F G G F , no es suficiente para impedir
que los rayos de muchas estrellas fijas lleguen hasta
la tierra, del lado en que no está siendo iluminada
por el sol.
Porque es necesario saber que los grandes cielos,
es decir, aquellos que tienen una estrella fija o el
sol en su centro, aunque pueden ser muy desiguales
en tamaño, deben tener siempre exactamente la
496-499 misma fuerza; de modo que toda la materia que
está, por ejemplo, en la línea S B , debe tender tan
fuertemente hacia e como tiende la que está en la
l í n e a eB hacia S, porque si no hubiera entre ellas
5
esta igualdad, se destruirían infaliblemente en poco
tiempo, o al menos cambiarían hasta que la hubiesen adquirido.*
A s í , por ejemplo, toda la fuerza del rayo SB, no
es más que justamente igual a la del rayo eB; es ma10
nifiesto que la del rayo T B que es menor, no puede
impedir la fuerza del rayo eB para extenderse hacia
T. De todos modos, es evidente que la estrella A
puede extender sus rayos hasta la tierra T ; en tanto
que la materia del cielo que está desde A hasta 2,
15
les ayuda [a las estrellas] más de lo que les resiste
aquella que está desde 4 hasta T ; y con esto, aquella
que está desde 3 hasta 4 no Ies ayuda tanto como les
resiste aquella que está desde 3 hasta 2. Y así juzgando proporcionalmente de las demás, deben com25
* V e r esquema 2.
161
DE L A FAZ D E L CIELO
20
prender que estas estrellas no deben aparecer menos
confusamente arregladas, ni menores en n ú m e r o ,
ni menos desiguales entre ellas, de lo que lo están las
que vemos en el verdadero m u n d o .
Pero es necesario que consideren además, en lo que
hace a su acomodo, que no pueden casi nunca
aparecer en el verdadero lugar en donde están.
Porque, por ejemplo, la que está marcada e, parece
como si estuviera en la línea recta T B, y la otra
marcada A, como si estuviera en la línea recta T 4.
L a razón es que siendo los cielos desiguales en tamañ o , las superficies que los separan, no se encuentran
casi nunca dispuestas de tal modo, que los rayos que
pasan al través, para ir de estas estrellas hasta la tierra, las encuentren en ángulos rectos. Y cuando las
encuentran oblicuamente, es seguro, siguiendo lo
que se ha demostrado en la Dióptrica,
que deben
curvarse allá y sufrir ,mucha refracción, en tanto
que pasan con mucha mayor facilidad por uno de
los lados de esta superficie que por el otro. Y es
necesario suponer estas líneas T B , T 4 y otras semejantes tan extremadamente largas en comparación
con el diámetro del círculo que la tierra describe
alrededor del sol que, en cualquier lugar de este
círculo donde se encuentre, los hombres que ella
sostiene verán siempre como fijas las estrellas, y
vinculadas a los mismos lugares del firmamento;
es decir, para usar los términos de los astrónomos,
que los hombres no puedan determinar en ellas
paralajes.
Consideren también, en lo tocante al número de
estas estrellas, que con frecuencia una misma estrella
puede aparecer en diversos lugares, a causa de las
51
25
499
5
10
15
52
20
5 1
Descartes explica la percepción visual de los rayos emitidos por las estrellas
fijas mediante la explicitación de la acción de las partes del segundo elemento,
acción que determina los fenómenos visuales por ser causa de su producción.
E l problema de las paralajes al que se refiere Descartes es que en su tiempo
las distancias astronómicas de la tierra a las estrellas eran medidas en relación con
el diámetro del círculo que la tierra describe en torno al sol, pero encontrándose
muchas estrellas bastante más elejadas, sus distancias con respecto a la tierra no
podían ser determinadas mediante este método.
5 2
162
RENE DESCARTES
diversas superficies que desvían sus rayos hacia la
tierra. Como aquí la que está marcada A , aparece
25
en la línea T 4 por medio del rayo A 2 4 T , y al mismo
tiempo en la línea Tf, por medio del rayo A6ft,
así como se multiplican los objetos que vemos a
499- 500 través de vidrios u otros cuerpos transparentes
tallados en diversas facetas.
Además consideren en cuanto a su tamaño que
aunque tengan que parecer mucho más pequeñas de
lo que son, a causa de su extrema lejanía, e incluso
5
que haya una gran cantidad de ellas que por esa
razón no deban aparecer del todo, y otras que no
aparezcan sino cuando los rayos de muchas se
juntan, tornando las partes del firmamento por
10
donde pasan un poco más claras y semejantes a
ciertas estrellas que los astrónomos llaman nebulosas, o a este gran cinturón de nuestro cielo que los
poetas imaginan como blanqueado por la leche de
Juno; de todos modos, para aquellas que están
menos alejadas basta suponerlas aproximadamente
15
iguales [en t a m a ñ o ] a nuestro sol, para juzgar que
pueden parecer tan grandes como son las más
grandes de nuestro mundo.
Porque, además de que generalmente todos los
cuerpos que envían rayos mucho más fuertes en
contra de los ojos de los observadores, que los que
20
envían los cuerpos que los rodean, parecen también
más grandes que ellos en proporción, y por consiguiente, estas estrellas deben parecer siempre mucho
más grandes que las partes de sus cielos iguales a
ellas que les son vecinas, como explicaré más ade25
lante. Las superficies F G , G G , G F , y similares donde
se dan las refraccciones de sus rayos [de las estrellas], pueden ser curvados de tal manera que aumen500- 502 te mucho más su tamaño, incluso aun estando
5 3
5 3
Así como había imposibilidad para determinar la distancia de las estrellas a
la tierra, era igualmente imposible determinar el tamaño de las estrellas, por lo
que la astronomía para Descartes se sostiene en muchos casos en hipótesis aproximadas.
DE L A FAZ D E L CIELO
163
completamente planas [estas superficies], también
los aumentan.
Además de esto, es muy factible que estas super5
ficies, siendo de una materia muy fluida que no cesa
jamás de moverse, deben vibrar y ondear siempre un
poco, y en consecuencia, las estrellas que se ven al
través, deben parecer centelleantes y como temblorosas, así como nos lo parecen las nuestras, e incluso, a causa de su temblor, un poco más grandes,
10
así como la imagen de la luna en el fondo de un
lago, cuya superficie no está ni muy revuelta ni
muy agitada, sino sólo un poco encrespada por el
soplo de algún viento.
E n fin, puede ocurrir en la sucesión de los tiempos
que estas superficies cambien un poco, o incluso que
15
algunas de ellas se curven notablemente en poco
tiempo, lo cual al menos sucedería cuando un cometa se aproximara a ellas, y por este medio puede suceder que varias estrellas parezcan, después de
largo tiempo, estar un poco cambiadas de lugar
sin haber cambiado de t a m a ñ o , o un poco cambiadas de tamaño sin haber cambiado de lugar, e in20
cluso que algunas comiencen súbitamente a aparecer
o a desaparecer, como hemos visto que sucede en
el verdadero mundo.
E n cuanto a los planetas y a los cometas que es25
tan en el mismo cielo que el sol, sabiendo que
las partes del tercer elemento, de las que están
502-503 compuestos, son tan grandes o están varias de ellas
tan juntas, que pueden resistir la acción de la luz, es
fácil entender que deben hacerse visibles gracias a
5
los rayos que el sol envía sobre ellos y que se reflejan desde [los planetas] hacia la tierra. A s í como
los objetos opacos u oscuros que están en una habitación pueden ser vistos gracias a los rayos de la
vela que los alumbra, y que enviados hacia los objetos, regresan hacia los ojos de los observadores.
Y con eso, los rayos del sol tienen una ventaja muy
54
10
*• Ver supra, nota 49.
164
RENE DESCARTES
importante, por encima de los de una vela: consiste
en que su fuerza se conserva o incluso aumenta más
y más a medida que se alejan del sol, hasta que Ue15
gan a la superficie exterior de su cielo, ya que
toda la materia de este cielo tiende hacia allá, mientras que los rayos de una vela se debilitan al alejarse,
en razón del tamaño de las superficies esféricas que
20
iluminan, y también un poco más a causa de la
resistencia del aire por donde pasan. De lo cual resulta que los objetos que están p r ó x i m o s a esta
vela están notablemente más iluminados por ella
que aquellos que están lejos; y que los planetas más
25
bajos no están en la misma proporción más iluminados por el sol que los más altos, ni incluso que
los cometas que están incomparablemente más
lejos de él.
A s í , la experiencia nos muestra que lo mismo
ocurre también en el verdadero mundo, y de todos
modos no creo que sea posible dar razón de ello
si suponemos que la luz es, en este lugar, otra cosa
30
en los objetos que una acción o disposición, tal
503-504 como lo he explicado. Digo una acción o disposición
porque, si se han fijado en lo que ya demostré, a
saber, que si el espacio donde está el sol estuviese
completamente v a c í o , las partes de su cielo no
dejarían de tender hacia los ojos de los observadores,
del mismo modo que [lo hacen] cuando son empu5
jadas por su materia; e incluso casi con tanta fuerza,
pueden muy bien juzgar que no tiene prácticamente
necesidad de tener en sí ninguna acción, ni de ser
tampoco otra cosa que un puro espacio, para aparecer tal y como nosotros lo vemos; lo cual quizás
10
hubieran tomado antes como una proposición sumamente paradójica. Por lo demás, el movimiento que
tienen estos planetas alrededor de su centro es causa
de que centelleen, pero es mucho menos fuerte, y
15
de otra forma a como lo hacen las estrellas fijas; y
puesto que la luna está privada de este movimiento,
no centellea para nada.
E n cuanto a los cometas, que no están en el mismo
DE L A FAZ D E L CIELO
-165
cielo que el sol, están muy lejos de poder enviar
tantos rayos hacia la tierra como si lo estuvieran y ni
siquiera lo pueden hacer cuando están a punto de
entrar en él; en consecuencia, no pueden ser vistos
por los hombres más que un poco, tal vez, hasta
que su tamaño es extraordinario. L a razón es que la
mayor parte de los rayos que el sol envía hacia ellos
25
están separados acá y allá y como disipados por la
refracción que sufren en la parte del firmamento
por donde pasan. A s í , por ejemplo, si bien el cometa
504
C D recibe del sol marcado S todos los rayos que
están en la línea S C , SD y reenvía hacia la tierra
todos los que están entre las líneas C T , D T , es
necesario pensar que el cometa E F no recibe del
5
mismo sol sino los rayos que están entre las líneas
S G E , S H F . Esto se debe a que [tales rayos] pasan
mucho más fácilmente desde S hasta la superficie
G H , que tomo como una parte del firmamento, y
por ello rebasan su refracción [la de la superficie
G H ] , la cual debe ser muy grande y muy externa en
este punto, por lo que desvía muchos rayos del
10
cometa E F , especialmente porque esta superficie
está curvada de dentro hacia el sol, tal y como
sabemos que lo hace cuando un cometa se le aproxima. Sin embargo, aunque fuera completamente
504-505 plana la superficie [ G H ] , o incluso curva por el otro
15
lado, la mayor parte de los rayos que el sol le
enviara, si no fueran estorbados por la refracción al
ir hacia ella, lo serían al regresar de ella hacia la tierra. Como, por ejemplo, suponiendo que la parte
del firmamento I K es una p o r c i ó n de la esfera cuyo
5
centro fuese el punto S, los rayos S I L , S K M no deben curvarse del todo en [este punto] yendo hacia el
cometa L M ; pero, en c o m p e n s a c i ó n , deben curvarse
mucho al regresar hacia la tierra, de suerte que no
10
pueden llegar a ella sino muy débiles y en muy
pequeña cantidad. Además, que no pudiendo
ocurrir esto sino cuando el cometa está todavía
muy lejos del cielo que contiene el sol (porque de
otra manera, si estuviera p r ó x i m o a él le haría cur20
E s q u e m a 15
DE L A FAZ D E L CIELO
167
varse hacia dentro de su superficie) y su lejanía
impide, también, que el cometa reciba del sol tantos
15
rayos como recibiría si estuviera p r ó x i m o a entrar
en él. Y en cuanto a los rayos que recibe de la estrella fija que está en el centro del cielo que lo contiene, no puede reexpedirlos hacia la tierra al igual que
20
la luna cuando es nueva no reenvía hacia ella los del
sol.
Pero lo más notable en relación con estos cometas
es cierta refracción de sus rayos, que es ordinaria25
mente causa de que aparezcan algunos en forma de
cauda o de cabellera alrededor de ellos. A s í que lo
comprenderán fácilmente si le dan un vistazo a la
figura donde S es el sol, C un cometa, E B G la esfera,
505-506 que siguiendo lo que se dijo más arriba está compuesta por las partes del segundo elemento que son
las más grandes y las menos agitadas de todas, y
D A el círculo descrito por el movimiento anual de
la tierra; y piensen que el rayo que viene de C hacia
B pasa, en efecto, en línea recta hasta el punto A ,
pero que además de esto, comienza en el punto B a
alargarse y a dividirse en muchos otros rayos que se
extienden aquí y allá por todos lados, de tal modo
que cada uno de ellos se encuentra mucho más
5
débil a medida que se separa del [rayo central]
B A que es el principal de todos y el más fuerte.
Luego, piensen también que el rayo C E comienza
en el punto E a alargarse y a dividirse en muchos
otros como E H , E Y , E S , pero que el principal y el
10
más fuerte de éstos es el E H y el más débil es el
E S , a la vez que C G pasa principalmente de G hacia
I, pero además de esto también se aleja hacia S y
hacia todos los espacios que están entre G I y G S ;
finalmente, que todos los otros rayos que pueden ser
15
imaginados entre estos tres, C E , C B , C G , tienen
más o menos la naturaleza de cada uno de ellos
según estén más o menos p r ó x i m o s a ellos. A lo
que podría agregar que deben estar un poco curvados hacia el sol; pero esto no es del todo necesario
20
para mi objeto de estudio, y omito a menudo mu-
168
Esquema 16
RENE DESCARTES
169
DE L A FAZ D E L CIELO
chas cosas a fin de tomar más sencillas y accesibles
aquellas que explico.
Así, supuesta esta refracción, es manifiesto que
cuando la tierra está hacia A , n ó sólo el rayo B A
25
debe hacer ver el cuerpo del cometa C a los terrestres, sino también que los rayos L A , K A y similares,
que son más débiles que B A , llegando a sus ojos,
506-508 les deben hacer ver una corona o cabellera de luz,
esparcida igualmente por todos lados alrededor de
él (como lo ven en el lugar marcado 1,1), al menos
si son lo suficientemente fuertes para ser percibidos;
tal como lo pueden ser a menudo viniendo de los
cometas, que suponemos ser muy grandes, pero no
5
viniendo de los planetas, ni tampoco de las estrellas
fijas que es necesario imaginar más pequeñas.
Es evidente, también, que mientras que la tierra
está hacia M y el cometa aparece gracias al rayo
10
C K M , su cabellera debe aparecer gracias al [rayo]
QM y a todos los otros que tienden hacia M, de
modo que se extiende más lejos que al principio
hacia la parte opuesta al sol, y menos o nada hacia
[la parte] desde donde se le observa como ven en el
número 2,2. Y así, apareciendo siempre más y más
larga hacia el lado que está opuesto al sol, en la
15
medida en que la tierra esté más alejada del punto
A , pierde poco a poco la figura de una cabellera y
se transforma en una larga cauda que el cometa
jala detrás de sí. Como, por ejemplo, estando la
tierra hacia D , los rayos Q D , V D , lo hacen aparecer
20
[al cometa] semejante a la figura 3,3. Y estando la
tierra hacia O, los rayos V O , E O , y similares lo hacen aparecer todavía más largo; y finalmente, estando la tierra hacia Y , ya no se puede ver el cometa
a causa de la interposición del sol, pero los rayos
25
V Y , E Y , y similares no dejan de hacer aparecer
todavía su cauda en forma de una cola o de una
lanza de fuego como lo es aquí 4 , 4 . Y es de notar
55
5 5
Recuérdese que los cometas no son para Descartes cuerpos luminosos
sino cuerpos formados por el tercer elemento, iluminados por el sol.
170
RENE DESCARTES
que la esfera E B G , no siendo siempre exactamente
redonda, ni tampoco todas las otras que contiene,
508- 509 como se puede fácilmente concluir a partir de lo que
hemos explicado, dichas colas o lanzas de fuego no
deben aparecer siempre completamente rectas ni
tampoco exactamente en el mismo plano que el
sol.
5
E n cuanto a la refracción, que es causa de todo
esto, confieso que es de una naturaleza muy particular y muy diferente de todas las que se advierten
c o m ú n m e n t e por ahí. Pero no pueden dejar de
ver con claridad que la refracción debe suceder en la
forma que acabo de describirlo, si consideran que
10
la bola H , al ser empujada hacia I , empuja también
hacia allá todas aquellas que están debajo hasta K ,
pero que ésta, por estar rodeada de muchas otras
509- 510 más pequeñas, como 4, 5, 6, no empuja más que a
5 hacia I y, sin embargo, empuja 4 hacia L , y 6 hacia
M y así las demás, pero de tal modo que empuja la
de en medio 5 mucho más fuerte que a las demás
5
4, 6 y similares que están hacia los lados. Y , del
mismo modo, consideren que la bola N por ser empujada hacia L , empuja las pequeñas bolas 1, 2, 3,
una hacia L , otra hacia I y otra hacia M, pero con
esta diferencia, que es 1 a 1, la que empuja más
fuerte que todas las demás, y no la 2 de en medio.
10
Y además, que las bolitas 1, 2, 3, 4, etc., al ser
todas empujadas al mismo tiempo por las otras bolas
N, P, H , P, se impiden unas a otras el poder ir hacia
los lados L y M tan fácilmente como hacia el centro
I. De modo que si todo el espacio L I M estuviera
lleno de semejantes bolitas, los rayos de su acción
15
se distribuirían en él en la misma forma que he
dicho que lo hacen los de los cometas dentro de la
esfera E B G .
A lo que si objetan que la desigualdad que hay
56
56 L a manera en que son percibidos los cometas desde la tierra depende para
Descartes de dos factores. E n primer lugar, de la refracción de los cielos y, en
segundo lugar, del movimiento orbital de la tierra o movimiento de traslación
en torno al sol.
DE LA FAZ D E L CIELO
Esquema 17
171
172
RENE DESCARTES
entre las bolas N, P, H , P, y 1, 2, 3, 4, etc., es mucho
más grande que la que he supuesto entre las partes
20
del segundo elemento, las cuales componen la
esfera E B G y las que están inmediatamente por
debajo hacia el sol, respondo que no se puede seguir de esto otra consecuencia sino que no se puede
producir tanta refracción en esta esfera E B G , como
25
en aquella compuesta por las bolas 1, 2, 3, 4, etc.;
pero allá encontramos inmediatamente desigualdad
entre las partes del segundo elemento que están
justo por debajo de esta esfera E B G y aquellas que
están todavía más bajas hacia el sol; esta refracción
aumenta más. y más a medida que los rayos penetran
510-511 más adelante; y así, puede ser tan grande o incluso más grande cuando los rayos llegan a la esfera
de la tierra D A F , que la acción de la refracción
por la que las bolitas 1, 2, 3, 4, etc., son empujadas. Pues es muy probable que las partes del segundo
5
elemento, que están hacia esta esfera de la tierra
D A F , no sean menos pequeñas en comparación
con las que están hacia la esfera E B G , que lo que lo son
estas bolas 1, 2, 3, 4, etc., en comparación con las
demás bolas N , P, H , P .
5 7
S 7
Para Descartes el fenómeno de la refracción puede explicarse como:
1. Consecuencia secundaria de la acción mecánica del choque de partes.
2. Al empujar en línea recta una parte a otra, por el equilibrio de las tendencias dispares, no empuja cada parte a todo lo que está bajo ella con
igual fuerza, ni hacia el mismo lado, esto es, en el mismo sentido. Por lo
tanto esta diferencia de fuerza y sentido que las partes se comunican al
chocar explica parcialmente el fenómeno de la rarefacción.
3. Por compensación el desvío del sentido y la diferencia de fuerza se
equilibran cuando no se considera el caso individual de cada parte empujando a otra, sino de todas las partes de los cielos empujando a las
otras. L a tensión de las fuerzas opuestas que finalmente se equilibrarán
explica el fenómeno de la refracción como desviación de los rayos luminosos.
4. Finalmente, la composición de los cielos, en el sentido de la desigualdad
del tamaño de las partes de las cuales constan, es otro elemento que
interviene en la explicación del fenómeno de la refracción, ya que determina la fuerza y el sentido del choque.
ÍNDICE
Prefacio
Estudio introductorio
C a p í t u l o I. De la diferencia que existe entre nuestras sensaciones y las cosas que las producen
Capítulo I I . E n q u é consisten el calor y la luz del
fuego
Capítulo I I I . De la dureza y de la liquidez
Capítulo I V . Del v a c í o y de dónde proviene el que
nuestros sentidos no perciban ciertos cuerpos
Capítulo V . Del n ú m e r o de los elementos y de sus
cualidades
Capítulo V I . Descripción de un nuevo mundo; y de
las cualidades de la materia de la que está compuesto
Capítulo V I I . De las leyes de la naturaleza de este
nuevo mundo
Capítulo V I I I . De la formación del sol y de las estrellas de este nuevo mundo
Capítulo I X . Del origen y del curso de los planetas
y de los cometas en general, y de los cometas en
particular
«
Capítulo X . De los planetas en general; y en particular de la tierra y de la luna
Capítulo X I . De la pesantez
Capítulo X I I . Del flujo y reflujo del mar
Capítulo X I I I . De la L u z
Capítulo X I V . De las propiedades de la luz
Capítulo X V . Que la faz del cielo de este nuevo
mundo debe parecerle a sus habitantes completamente semejante a la del nuestro
5
7
49
53
57
63
69
77
83
95
103
;
111
121
129
133
. 149
159
El Mundo o Tratado de la luz se terminó de imprimir en Olmeca Impresiones Finas, S. A . de C . V . ,
el 29 de mayo de 1987. Su composición se hizo en
tipos Baskerville de 11 y 8 puntos. L a edición consta de 2,000 ejemplares.
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