I N S T I T U T O D E I N V E S T I G A C I O N E S FILOSÓFICAS Colección: Estudios Clásicos Director: Dr. León Olivé Secretaria: Mtra. Corina Yturbe RENE DESCARTES EL MUNDO O TRATADO DE LA L U Z E s t u d i o introductorio, t r a d u c c i ó n y notas de LAURA BENÍTEZ GROBET UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA D E MÉXICO 1986 MÉXICO T í t u l o original: Le Monde ou Traite de la Lumiére en Oeuvres de Descartes, Charles Adam y Paul Tannery, París, L é o p o l d Cerf, 1905. Primera edición en español: 1986 D R © 1986, Universidad Nacional A u t ó n o m a de México Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F . DIRECCIÓN G E N E R A L D E P U B L I C A C I O N E S Impreso y hecho en México ISBN 968-36-0100-6 PREFACIO Mi contacto con Descartes se inició, como para cualquiera en estas latitudes, en el bachillerato, con la lectura del Discurso del M é t o d o . Durante la licenciatura me acerqué a la filosofía moderna y se hizo evidente mi gusto por los filósofos sistemáticos de ese periodo. No obstante, fue en la maestría donde me enteré de la existencia de E l Mundo, singular tratado que me abrió perspectivas a la interpretación de la filosofía cartesiana a la luz de sus preocupaciones sobre la naturaleza. Poco a poco me pareció cada vez más plausible que la luz, como fenómeno concomitante al movimiento mecánico de partículas, hacia transparente un modelo óptico del universo y que esta idea podría extenderse a su concepción epistemológica. Asimismo, me percaté de la ubicación de la cosmología cartesiana en el ámbito de su filosofía natural y de importancia de los fundamentos metafísicos de la física. Estas son, en suma, las razones teóricas que me impulsaron a traducir el Tratado. Paso por alto las vicisitudes y avatares del trabajo de traducción, pero sería una ingratitud no reconocer el apoyo de las instituciones y las personas que la hicieron posible. En primer lugar, deseo expresar mi agradecimiento al Instituto de Investigaciones Filosóficas por acoger el proyecto de traducción precedido de un ensayo introductorio. Por otro lado, mi reconocimiento a la señorita Nicole Ooms, estudiante del mencionado Instituto, sin cuya colaboración constante y dominio de formas arcaicas de expresión el trabajo hubiese resultado un reto insalvable. De igual manera, deseo agradecer a los profesores Manuel Cabrera, José A. Robles y Juan Vázquez, miembros del Seminario de Historia de la Filosofía del I.I.F., sus valiosas sugerencias para la presentación de la ver- 6 PREFACIO sión castellana del Tratado, y, finalmente, al Departamento de Ediciones del I.I.F. por su cuidadoso trabajo en los diversos pasos de la edición del texto. L.B.G. ESTUDIO INTRODUCTORIO I. A N T E C E D E N T E S 1. Ubicación del Tratado del Mundo en la obra de Descartes E n el año 1629 Descartes, que contaba entonces con treinta y tres años, escribió El Mundo o tratado de la luz en Holanda,* sin embargo la condena de Galileo le decidió a guardar el manuscrito, que no se hizo público sino hasta 1677,** veintisiete años después de la muerte de su autor. El Mundo fue escrito antes del Discurso del método que apareció en 1637 y de las Meditaciones Metafísicas publicadas en 1647, así como de los Principios de la Filosofía que aparecieron en latín en 1644 y en francés en 1647. L a ubicación del Tratado nos permite poner en claro que se trata de una obra temprana donde se encuentran algunas de las concepciones cartesianas más importantes sin desarrollar o vistas bajo una perspectiva que variará o se afinará en escritos subsiguientes. * "En 1629, il interromptpour s'occuper dephysique. C'est alors qu'il écritle Traite du Monde dont on suit le progrés en sa correspondance jusqu'en 1633; ses reflexions sur le phénoméne des parhélies, observé á Rome en 1629, le conduisent a une explication en ordre de tous les phénoménes de la nature, formation des planétes, pesanteur, flux et reflux pour arriver a l'explication de l'homme et du corps humain." Bréhier, Emile. Histoire de la philosophie I . L a philosophie moderne, París, Presses Universitaires de France, 1960, p. 48. * *"Galilée est condamné par le Saint Office pour avoir soutenu le mouvement de la terre: ' Ce qui m 'a fort étonné, écrit-il á Mersenne, le 22 juillet 1633, que je me suis résolu de brúler tous mes papiers, ou du moins de ne les laisser voir a personne. . . Je confesse que s'il [le mouvement de la terre]est faux, tous les fondements de ma philosophie le sont aussi, car il se demontre par eux évidemment, et il est tellement lié avec toutes les parties de mon Traite que je ne saurais détacher sans rendre le reste tout defectueux.'" Bréhier, Emile. Op. cit., p. 28. 8 ESTUDIO INTRODUCTORIO Previo a los grandes desarrollos del sistema cartesiano, no se puede evitar ver en El Mundo el primer intento por hacer explícita la vertebración entre diversos aspectos del saber científico y no un mero esfuerzo aislado cuyo objeto fuera el proponer sus curiosas ideas cosmológicas. E n una perspectiva genética de la historia de las ideas es obvio que ningún estudioso de Descartes puede desconocer el Tratado sin malentender el origen, no sólo de sus ideas en torno a la física, sino también, en buena proporción, de sus ideas metafísicas y epistemológicas. Visto en esta forma, El Mundo no se reduce a un mero Tratado de c o s m o l o g í a , antecedente de otros escritos de física cartesiana, tales como los Meteoros, la Geometría y la segunda parte de los Principios, sino que se trata más bien de un escrito inicial que recoge las preocupaciones cartesianas fundamentales en torno a los problemas de la naturaleza en los que se había interesado al menos desde 1626 como lo muestra la. Dióptrica escrita antes del Tratado. E n El Mundo Descartes se presenta menos metafísico de lo que estamos acostumbrados a pensarlo y mucho más completo como filósofo, en tanto se puede apreciar que la metafísica, si bien es el suelo en que se finca la física, puede verse como una disciplina separada de ella. A s í , la lectura del Tratado no sólo nos pone en contacto con los conceptos de materia, movimiento, cuerpo, etcétera, sino con problemas sobre el conocimiento sensible e inteligible, con teorías sobre los fundamentos metafísicos de la física, tales como la creación continua o el origen divino de las leyes del movimiento. A través de la advertencia introductoria al Tratado en la edición de Adam & Tannery* se pone de manifiesto que El Mundo c o m p r e n d í a , en la c o n c e p c i ó n original de Descartes, el Tratado del hombre, aunque tradicionalmente se han publicado siempre por separado. Tal hecho se desprende del prólogo del editor Clerselier al Tratado del Mundo publicado en 1677, en el que afirma que su edición proviene de "un texto más fiel y contiene figuras * E n cuanto al texto empleado para esta traducción se u s ó la edición de Adam &: Tannery pues se trata del texto más fiel del Tratado con el que contamos, en la mejor edición de Obras Completas de Descartes. ESTUDIO INTRODUCTORIO 9 mejor hechas". Clerselier hace alusión a las ediciones de 1662 y 1664: "Clerselier ne reproduit pas pour le Monde le texte publié en 1964, qui n'était qu'une copie, mais bien entendu, celui qu'il avait en sa possession, c'est-á-dire ¡'original. "* Asimismo muestra la continuidad entre las partes del Mundo, que cuenta con quince capítulos, y el Tratado del hombre que se inicia en el capítulo dieciocho. Finalmente los editores Adam & Tannery señalan que en el Tratado del hombre se hacen continuas referencias al del Mundo como precedente. 2. Ubicación cartesiano de la filosofía natural y de la física en el sistema No se trata de exponer aquí el proyecto completo del sistema cartesiano, ni de ampliar la disputa en torno al problema del valor de las aportaciones cartesianas al campo de la física, como tampoco de agotar la temática que dichas disciplinas podrían comprender para Descartes. L a pretensión es mucho más modesta, se trata únicamente de ubicar algunos tópicos básicos de la filosofía cartesiana dentro de un campo disciplinario, particularmente aquellos de mayor significación en el Tratado del Mundo, cuyo estudio nos ocupa. Hamelin, en su Sistema de Descartes, refiere: Conocemos ya el lugar que Descartes le asigna a la física en el prefacio de los Principios: ella es como el tronco de la filosofía, siendo la metafísica en cambio su r a í z . 1 Para Hamelin, la física cartesiana depende de la metafísica indirectamente porque requiere del m é t o d o y directamente porque las leyes físicas necesitan un fundamento metafísico. Independientemente de los matices que para los intérpretes adquiera la dependencia de la física con respecto a la metafísica, en el sistema cartesiano es un hecho y si no fuera por sus consecuencias, pasaría por un lugar c o m ú n en filosofía. A *"Les chapines sur l'Homme doivent done venir aprés ceux du Traite de la lumiére, qui forment la premiére partie de cet ouvrage." A.T. v. 8 p. I L 1 Hamelin, Octave, El Sistema de Descartes, Buenos Aires, Editorial Losada, 1949, p. 318. 10 ESTUDIO INTRODUCTORIO este respecto particularmente nos importa destacar que para comprender el Tratado, y probablemente todos los escritos de física cartesiana, hay que partir de una consideración teórica básica, a saber, el sistema cartesiano no ofrece una teoría física independiente. A l vincularla con una serie de fundamentos metafísicos, el resultado no es un cuerpo de ciencia física sino una filosofía de la naturaleza. S. V . Keeling ha establecido, a nuestro juicio con gran cuidado, esta distinción: . . . to regará Descartes's 'Natural Philosophy' as equivalent to physics in our moáern sens, or his doctrine of self as substantially what is now meant by psychology, would not only be mistaken, but would prevent us from understanding aright his philosophy or his metaphysics, and cause us to miss the somewhat subtle consequences that proceed precisely from their differences. First what Descartes calis 'Physics' is not what we cali physics ñor what he calis 'Philosophy' or 'Natural philosophy' . . . Descartes however, mantains that physics alone gives us no knowledge of the existent natural world, but that his Natural Philosophy' does, and, moreover, knowledge that is wholly certain and never merely probable. His physics is the result of applying the 'mathematical method' to certain nonmathematical objects; it is a corpus of certain interconnected results, highly general . . . it is, then, the totality of such results, coordinated and arranged so as to exhibit the deducibility of one from certain others, that constitute 'Physics'. 2 Por lo pronto, de la cita anterior se desprenden al menos dos cuestiones fundamentales. L a primera es que para Descartes la física no versa sobre el mundo actual, sino sobre el mundo posible, lógicamente posible, ya que se trata de un sistema de proposiciones no contradictorias entre s í . L a segunda, í n t i m a m e n t e relacionada con la anterior, es que se trata de 3 2 3 S.V. Keeling, Descartes, Londres, Oxford University Press, 1968, pp. 131-132. S.V. Keeling, op. cit., p. 131. ESTUDIO INTRODUCTORIO 11 un sistema de conocimientos eminentemente deductivo. De aquí es fácil concluir, como lo hace Descartes, que sólo un saber más amplio, que funde el conocimiento físico en la metafísica, como lo hace la filosofía natural, puede dar razón del mundo actual. E n este sentido la filosofía natural cartesiana forma parte de su metafísica y por esta razón, aunque su física no se reduzca a la metafísica, en sus escritos siempre se encuentran estrechamente vinculadas. Esta ubicación primaria arroja luz sobre dos aspectos fundamentales del Tratado: lo. Que aunque Descartes mantiene la relativa independencia de su física, al comentar al padre Mersenne, en una carta de 1638, sus investigaciones sobre la constitución de la sal, la nieve, la luz, el arco iris, no puede desligarlas de la discusión metafísica. Esto mismo puede observarse en la Dióptrica y en El Mundo, por lo que no constituyen tratados de física, sino de filosofía natural. 4 E l otro aspecto básico que cabe destacar a la luz de la ubicación propuesta es que la pretensión m e t o d o l ó g i c a cartesiana de mostrar a la física como un sistema deductivo de proposiciones, hace plausible por qué la explicación de los fenómenos físicos se sitúa en un mundo posible o, como lo dice Descartes, en un Nuevo Mundo, y no en el mundo actual, lo cual reduce la interpretación de que Descartes elude el mundo actual por razones prudenciales, como escapar a la hoguera, evitarse controversias o comprometerse con su propia teoría prefiriendo exhibirla como mera hipótesis. 3. Intención de Descartes al escribir E l Mundo Los motivos de un autor al escribir una obra suelen ser variados y complejos. A ú n más, algunas veces aquellos que pueden resultar teóricamente reveladores no se explicitan. A s í , en muchas ocasiones quedan al descubierto motivos de 4 "Now we can be clear that no proposition of the Physics can itself warrant our affirming the whole Physics to be a true description ofall Nature actually existing. But the Metaphysics, if we accept it, will warrant such an afflrmation, Descartes thinks, and his science of Physics, together with the demonstration that it is deducible from the Metaphysics, is precisely what he means by. Natural Philosophy'. " S.V. Keeling, op. cit, p. 133. 12 ESTUDIO INTRODUCTORIO í n d o l e personal y subjetiva y no los que dieron origen o estructura a un sistema de ideas. Como se sabe, en 1629 Descartes escribió El Mundo o Tratado de la luz, obra cuyo desarrollo puede seguirse en su correspondencia, según Bréhier, hasta 1 6 3 3 y cuyo origen, supone este mismo autor, deriva de las observaciones que hizo Descartes en 1629 en R o m a sobre el f e n ó m e n o de las paralajes. Ello le habría conducido a una explicación en orden de todos los f e n ó m e n o s naturales: formación de planetas, peso, flujo y reflujo de los mares, etc., hasta llegar a la explicación del hombre. E n una muy conocida carta a Mersenne de finales de 1633, Descartes hace expresas algunas de las ideas controvertidas de su Tratado, cuando al referirse a la condena de Galileo dice: esto me ha golpeado de tal modo, que casi me he resuelto a quemar todos mis papeles o al menos a no dejarlos ver a nadie". E n la misma carta Descartes declara que si Galileo, que era italiano y querido por el Papa, había sido inculpado por sostener que la tierra se m o v í a , " ...confieso que si el principio (todo se mueve) es falso entonces todos los fundamentos de mi filosofía lo son también, porque tal principio se demuestra por los fundamentos evidentemente". T o d a v í a con mayor precisión en una carta a Mersenne de abril de 1634, Descartes declara: s 6 7 8 Pues le diré que todas las cosas que explico en mi Tratado, entre las cuales está también esta opinión del movimiento de la tierra, dependen de tal manera unas de otras, que es suficiente con saber que haya una que sea falsa para comprender que todos los razonamientos de los cuales me sirvo no tienen fuerza. 9 5 Bréhier, Emile, Histoire de la Philosophie Presses Universitaires de France, 1960, p. 94. II, L a philosophie modeme, París, 6 L a interpretación aunque probable es incompleta pues en El Mundo Descartes hace alusión a la Dióptrica lo cual indica que antes de 1629 estaba interesado en problemas de física, muy especialmente en el problema de la luz. Descartes, Rene, Lettres, París, Presses Universitaires de France, 1964, p. 22. 7 Cfr. supra*. 8 9 Descartes, Rene, op. cit., p. 22, traducción mía. Cfr. supra*. Ibid., p. 23. Traducción mía. 13 ESTUDIO INTRODUCTORIO Hasta aquí las alusiones al Tratado sólo conducen lateralmente a entender por q u é fue escrito, q u é m o t i v ó a Descartes a hacer filosofía de la naturaleza. Los motivos objetivos, filosóficos o científicos, v. gr., proponer una c o n c e p c i ó n no tradicional de la materia o del movimiento, o aplicar las leyes del movimiento m e c á n i c o al movimiento planetario, etc., se soslayan. L o más cercano a una explicación objetiva que a p r o p ó s i t o de su Tratado haya dado Descartes se consigna en una carta que escribió a Huygens el 31 de enero de 1642: " . . . puede ser que estas guerras escolásticas sean la causa de que mi Mundo se haga ver muy pronto en el m u n d o " . Como sabemos, El Mundo jamás apareció en vida de Descartes, pero lo que interesa es que reitera que el Tratado ha sido pensado, en cierta forma, como un arma contra algunas ideas tradicionales que trataban de explicar fenómenos físicos, particularmente los conceptos de materia y movimiento. E n cuanto a los motivos no e x p l í c i t o s cabe preguntarse: ¿En El Mundo pretende Descartes hacer filosofía de la naturaleza? ¿Por qué el texto lleva como subtítulo Tratado de la luz? Éstas y otras preguntas semejantes, remiten a la vasta problemática de q u é entiende Descartes por naturaleza o por mundo, y por q u é el f e n ó m e n o de la luz es central en su explicación del mismo. Tales interrogantes sólo pueden despejarse a partir del análisis del propio Tratado. 10 I I . PROPUESTA D E INTERPRETACIÓN Por su presentación y por la unidad de contenidos, El Mundo puede ser i n t e r p r e t a d o bajo diversos enfoques los cuales no necesariamente tendrían que presentarse como independientes sino como complementarios. Mi propia sugerencia es que cabrían al menos tres propuestas de interpretación interesantes y, en buena medida, no excluyentes. 1. El Mundo p o d r í a ser entendido a partir de una perspectiva c o s m o l ó g i c a como la teoría cartesiana sobre la géne1 0 Descartes, Rene, Oeuvres t. I I I . Adam8c Tannery, París, V r i n , 1909, p. 523. Traducción mía. 14 ESTUDIO INTRODUCTORIO sis y organización del universo, explicitada en la ' T e o r í a de las vórtices", que tanto influjo tuvo en sus contemporáneos. 2. Por otra parte el Tratado p o d r í a analizarse a la luz de la filosofía natural como un escrito filosófico que busca hacer e x p l í c i t o s los fundamentos metafísicos de la física. 3. Finalmente, bajo el enfoque estrictamente físico, cabría señalar dos cuestiones fundamentales: a) Considerar al Mundo como construcción racional de un modelo de la naturaleza. b) Ligado estrechamente a lo anterior, ver en este Tratado cartesiano la explicación del mundo natural siguiendo muy particularmente un modelo de óptica mecanicista. Este triple enfoque permitirá dar respuesta a muchos de los problemas planteados hasta hoy en torno al escrito cartesiano, y por ello considero que puede contribuir a su comprensión. 1. El enfoque cosmológico del Mundo. Génesis nización del universo: La teoría de las vórtices y orga- La teoría de los torbellinos como primer ejemplo de una explicación matemática universal de los fenómenos es de un valor incalculable; y aunque fuera enteramente errónea su valor sería el mismo. 11 De una primera lectura del Tratado lo que más llama la atención es sin duda la propuesta c o s m o l ó g i c a cartesiana. E n efecto, la especulación sobre el mecanismo de formación y organización del universo, es una de esas cuestiones que cautiva a científicos y filósofos aun a sabiendas de las dificultades que entraña la corroboración empírica de las hipótesis. T a l vez por esta razón el Tratado en su conjunto ha sido 1 1 Hamelin, Octave, El sistema de Descartes, Buenos Aires, Editorial Losada, 1949, pp. 345-346. 15 ESTUDIO INTRODUCTORIO juzgado por algunos autores como una verdadera novela sobre la naturaleza o como teoría ingeniosa pero no f i l o s ó f i c a . L o que debe ponerse en claro es que si bien el Tratado contiene efectivamente una teoría c o s m o l ó g i c a especulativa, que se designa normalmente como "Teoría de las vórtices", no se reduce a ella. No obstante, como desde un enfoque c o s m o l ó g i c o éste es el punto más significativo del Tratado, habrá que valorarlo. Muy sucintamente se puede decir que la teoría de las vórtices es la parte central de la c o s m o l o g í a cartesiana, que nos habla del origen, formación y organización del universo. Descartes lo denomina Nuevo Mundo, y su novedad estriba, desde el enfoque que nos ocupa, en el cambio de perspectiva en la consideración de los problemas de la naturaleza frente a la tradición y el sentido c o m ú n . Para Descartes el auténtico conocimiento de la naturaleza no puede quedarse en el plano sensible que para él es apariencial y subjetivo. A s í la duda sobre el conocimiento sensible en el Tratado, es la duda sobre el conocimiento meramente aparente del mundo. A la pregunta ¿qué es el mundo?, la respuesta inmediata es que no se trata de un c ú m u l o de cualidades subjetivas como color, sabor, olor, textura, etc.; ideas confusas, no cuantificables, sino que el mundo, la naturaleza, es básicamente materia en movimiento cuya propiedad esencial es la extensión (largo, ancho, profundidad), por lo cual concebir un espacio sin materia es imposible. L a c o s m o l o g í a cartesiana no sólo recoge algunos aspectos básicos de su física, a saber, la definición de la materia y la formulación de las leyes del movimiento, sino que integra la explicitación de los supuestos metafísicos en que se funda, lo cual nos remite a su filosofía natural. Sin embargo la presentación de la teoría de las vórtices, como teoría cosmológica central del Tratado, quedaría incompleta si no se mencionara que, para clarificar la organización racional del 12 1 2 A este respecto dice Anthony Kenny: "It would take too long, and serve no philosophical purpose, to follow the ingenious theory of vórtices, or whirl pools of material particles varying in sizeand velocity. By means of these vórtices Descartes hopped to explain all natural phenomena. . ." Kenny, Anthony, Descartes. A history ofhis philosophy. New York, Random Kouse, 1968, p..206. 16 ESTUDIO INTRODUCTORIO iniverso, Descartes plantea la hipótesis del caos, es decir, la desorganización antes del cosmos. Según esta hipótesis, mn suponiendo la existencia del caos más embrollado que la mente humana pueda concebir, el mero hecho del movimiento con que Dios dota a la materia, explica el orden legal del universo. Esta hipótesis extrema del caos, se suaviza en el Tratado cuando Descartes dice: . . . para concebir esta materia en el estado en que hubiera podido estar antes de que Dios comenzara a moverla, la debemos imaginar como el cuerpo más sólido que haya eri el m u n d o . 13 E l caos se reduce, así, á una masa silente, compacta, ilimitada y creada por Dios en espera de comenzar a moverse. Cabe sin embargo señalar que esto no es sino una forma de hablar, ya que la materia c o m e n z ó a moverse tan pronto como c o m e n z ó a existir. L a teoría de las vórtices constituye la parte central de la c o s m o l o g í a cartesiana pues intenta dar cuenta de la génesis del universo en tanto cosmos o naturaleza regulada. Por otra parte, si la explicación del origen del mundo se pone en relación directa con la acción creadora de Dios, es porque Descartes considera que sólo con esta premisa metafísica puede pasar de la explicación hipotética del origen del mundo (meramente posible, o no contradictoria) a la explicación de la génesis del mundo actual. E n este sentido la teoría cosmológica, y más concretamente la teoría de las vórtices forma parte de la filosofía natural. De alguna manera, el origen del mundo puede entenderse en Descartes como el paso del "caos" al cosmos. E n efecto, es un hecho que no existe en el mundo actual materia que, entendida como Descartes la concibe, no sea divisible y no esté en movimiento, porque tales determinaciones son inherentes a su propia c o n s t i t u c i ó n . A s í la e x t e n s i ó n dice divisibilidad y ésta dice movimiento. E n consecuencia, materia y movimiento no pueden aislarse sino como resultado de un proceso abstractivo. 14 1 3 1 4 Cfr. infra. p. 95. Ibid., p. 57. 17 ESTUDIO INTRODUCTORIO L a primera postulación cartesiana al respecto, como sabemos, es, siguiendo el principio de simplicidad, el proponer la identidad entre materia y extensión. Pero, ¿ c ó m o se genera esta idea en el Tratado? Dejemos hablar a Descartes: ... supongamos que Dios crea de nuevo, a todo nuestro alrededor tanta materia que, de cualquier lado que nuestra imaginación se pueda extender y a no perciba ningún lugar que esté v a c í o . ... supongamos expresamente que no tiene la forma de la tierra, ni del fuego, ni del aire, ni ninguna otra [forma sustancial] m á s particular, como la de la madera, la de una piedra o la de un metal; ni tampoco las cualidades de ser caliente o frío, seco o h ú m e d o , ligero o pesado, o de tener algún sabor, olor o sonido, o color, o luz u otra parecida en su naturaleza, de la cual se pueda decir que haya alguna cosa que no sea conocida evidentemente por todos. ... concibámosla como un verdadero cuerpo, perfectamente sólido, que llena igualmente todos los largos, anchos y profundidades de este gran espacio en medio del cual hemos detenido nuestro pensamiento. 15 E n esta consideración hipotética salta a la vista la perspectiva geométrica desde la cual la homogeneidad material se da con base en la e x t e n s i ó n ; de a h í que la materia resulte un "cuerpo perfectamente s ó l i d o " y, por ende, continuo. T a l sería el significado primario de res extensa, el pleno continuo que excluye al v a c í o . Si uno quisiera ver en esta hipótesis abstracta un estado primigenio, la masa material sólida, plena y silente, sería lo más aproximado a un "caos" que puede derivarse del planteamiento cartesiano. E n efecto, materia y movimiento son dados simultáneamente y esto excluye la p o é t i c a visión de un embrollo no regulado, ya que la materia posee constitutivamente las propiedades (divisibilidad, capacidad de transmisión del movimiento, etc.) que la conducen a su is ¡bid., p . 77-79. P ESTUDIO INTRODUCTORIO 18 autorregulación, ateniéndose a las leyes ordinarias de la naturaleza (inercia y choque). Pues Dios ha establecido tan maravillosamente estas leyes, que aunque supongamos que E l no cree nada más de lo que he dicho, e incluso que no ponga en esto ningún orden ni proporción, sino que componga con ello un caos, el más confuso y embrollado que los poetas puedan describir; ellas [las leyes] son suficientes para hacer que las partes de este caos se desembrollen por sí mismas y se dispongan en tan buen orden que tendrán la forma de un mundo muy perfecto, en el cual podremos ver no solamente la luz sino también todas las otras cosas tanto generales como particulares que aparecen en este verdadero m u n d o . ( 16 L a consecuencia inmediata de la identificación de la materia con la e x t e n s i ó n o espacio, es que es imposible el espacio v a c í o ; pero la otra es la divisibilidad de la propia materia. Si la materia es e x t e n s i ó n , la materia es, en principio, divisible al infinito. A s í , la imposibilidad del v a c í o y la divisibilidad son consecuencias de la definición geométrica de materia como extensión y el problema reside en pasar a la perspectiva física donde, sin perder la idea del pleno, se incluye además el movimiento. L a perspectiva física parece remitirnos a un problema complejo en Descartes. Si uno se atiene a la hipótesis de la generación del universo tal y como aparece en El Mundo, tiene que concluir que el pleno h o m o g é n e o e indiviso se fracciona gracias al movimiento; sin embargo, salta de inmediato la circularidad: el movimiento supone las partes. E l problema se puede enfrentar si retomamos el inicio de nuestro argumento, a saber: la caracterización geométrica de la materia es una presentación reductiva o abstracta que sigue el principio de simplicidad epistemológica, esto es, procede en el análisis de lo simple a lo complejo. L a hipótesis del sólido continuo no es más que una abstracción y el mundo 1 6 Ibid., pp. 79-80. ESTUDIO INTRODUCTORIO 19 actual o naturaleza no puede verse únicamente bajo la perspectiva matemática; habrá que considerarlo, igualmente, bajo la perspectiva física, por lo que a Descartes le basta con postular, dejando a un lado otro tipo de consideraciones metafísicas, que todo c o m e n z ó a moverse tan pronto como c o m e n z ó a existir. Materia es e x t e n s i ó n pero, también, divisibilidad, lo cual se precisa en la teoría corpuscular, base del mecanicismo cartesiano. Se trata de una materia h o m o g é n e a pero dividida en partes, las cuales constituyen un pleno en tanto no es posible, por la definición de la materia como e x t e n s i ó n , admitir el v a c í o . Si entendemos que la caracterización geométrica de la materia es realmente una abstracción, parece ocioso preguntarse si, en efecto, el pleno continuo precedió al pleno discontinuo; del mismo modo que resulta innecesario determinar si primero fue el movimiento y luego las partes o si las partes condicionan el movimiento, y a que los textos en que Descartes se refiere a estos problemas remiten a una exposición didáctica que busca ir de lo simple a lo complejo. De hecho, materia, partes y movimiento no se preceden cronológicamente ni se requiere tal para la explicación genética de la formación del universo. 17 Imposibilidad del v a c í o , divisibilidad de la materia qua extensión, movimiento rectilíneo y leyes del movimiento (inercia y choque) constituyen el fundamento de la organización del universo. Agreguemos a esto [la definición de materia como e x t e n s i ó n ] que esta materia puede dividirse en todas las partes y según todas las figuras que podamos imaginar; y que cada una de sus partes es capaz de recibir en sí todos los movimientos que podamos también concebir. Y supongamos que Dios la divide verdaderamente en muchas partes determinadas, las unas más grandes y las otras más pequeñas; las unas de una figura, las otras de otra, tal como nos plazca forjarlas. No que las separe, por ello, la una de la otra, de manera 1 7 Ibid., p. 57. 20 ESTUDIO INTRODUCTORIO que se dé algún v a c í o entre dos; sino pensemos que toda la distinción que hace allí, consiste en la diversidad del movimiento que les da, haciendo que desde el primer instante en que son creadas, las unas comiencen a moverse de un lado y las otras de otro, las unas más rápido y las otras más lentamente (o incluso, si así lo quieren Uds., que permanezcan sin moverse) y que c o n t i n ú e n después su movimiento ateniéndose a las leyes ordinarias de la naturaleza. 18 L a diversidad de las partes impide la propagación uniforme del movimiento, por lo que se constituyen diversos torbellinos o vórtices. A l mismo tiempo, la imposibilidad del vacío, aunada a la tendencia de las partes al movimiento rectilíneo, explica los movimientos circulares registrados en la naturaleza, y todo ello, conjuntamente con las leyes del movimiento, determinan la estructura física de nuestro mundo actual para Descartes. E n esta explicación salta a la vista que la t e o r í a de las vórtices plantea, al menos, dos interesantes cuestiones, estrechamente relacionadas entre sí, sobre las que hay que insistir: 1. ¿Por qué el movimiento registrado efectivo es circular cuando todas las partes acusan una tendencia primaria al movimiento rectilíneo? E n otras palabras, llevado al plano del universo físico, ¿por q u é la organización de la materia en torbellinos? 2. ¿ C ó m o es posible el movimiento en el pleno? E n Descartes la respuesta a la primera pregunta es, en buena medida, la explicitación de la segunda. L a t e o r í a corpuscular satisface la propuesta del movimiento; de hecho, son simultáneas en tanto las partes materiales están dotadas de movimiento. E l problema se presenta, no con la divisibilidad de la materia en sí misma, sino cuando se identifica la materia con la e x t e n s i ó n . Si materia es e x t e n s i ó n , por ende espacio, no puede haber espacio v a c í o . Si ello es así se vuelven problemáticas las nociones de fracción de la materia por choques y de movimiento, pues si todo está i8 ibid., p. 79. ESTUDIO INTRODUCTORIO 21 tan lleno de materia como puede estarlo, aun suponiendo que de inicio se den las partes con todos los tamaños y figuras, la noción de movimiento se. relativiza. Descartes busca salvar este problema proponiendo: 1. Que toda parte material tiende al movimiento rectilíneo. 2. Que, en vista de que no existe el v a c í o , el movimiento de toda parte es necesariamente circular, pues no se trata nunca del movimiento aislado de una parte, sino de cadenas de movimiento. E l movimiento de un cuerpo no es más que su cambio de lugar el cual, por la imposibilidad del v a c í o , lo ocupa en el mismo instante, otro cuerpo, cuyo sitio deberá ocuparlo otro en el mismo instante y así sucesivamente hasta cerrar la cadena de desplazamientos. E n síntesis, la imposibilidad del v a c í o genera el movimiento circular y ello da, según Descartes, suficiente cuenta de la organización del universo en torbellinos. No obstante, aun cuando se lograra explicar el movimiento por choques en el pleno, esto es, la cinemática cartesiana, lo cual no está exento de dificultades, el punto particularmente difícil para la c o s m o l o g í a cartesiana es c ó m o explicar, bajo la misma hipótesis, a saber, identificación de materia con e x t e n s i ó n , por tanto exclusión del v a c í o , la modificación de las partes por rupturas o agregados, esto es, la diversificación de la materia y su acción regular únicamente a partir de los torbellinos. E n otras palabras, la organización, equilibrio, diversifica19 1 9 Anthony Kenny en su Descartes, concluye: "Since all motion is in a circle and all the bodies makingup the circle move together, they must make one body; thus the only moving bodies will be complete rotation circles or rings. But motion Is the translation of a body from the vicinity of one stationary body to another. Huí the whole ring, if the bodies within and without it are at rest, does not move. 11 could m ove by rotation only if it were possible for one parí of the ring to be in con tac t now with one extemal body and now with another. But there cannot be dlstlnct parts of the ringunless there are parís of the ring with individual motions of their own. But this is not possible sinceringscan only move as wholes. Therefore if Descartes' theory of motion iscorrect, no motion is possible". Kenny, Anthony, op. cit., pp. 214-215. 22 ESTUDIO INTRODUCTORIO ción del mundo físico, descansa en la teoría de las vórtices pues, una vez que Dios dota de movimiento a la materia (simultáneamente a su creación), el resultado es el cosmos o mundo físico organizado precisamente a partir de los torbellinos que generan no sólo los diversos cuerpos y los elementos que los constituyen, por acción mecánica, sino el equilibrio entre ellos y, por ende, su ubicación y acción ordenadas. E n suma, una vez dotada del movimiento inicial, la materia deviene cosmos a partir de los remolinos; la teoría resulta enormemente endeble para todo lo que pretende explicar y, por ello, fácilmente criticable. Tenemos, hasta el momento, el esquema general del movimiento de la materia propuesto por Descartes, pero seguramente nos podemos preguntar ¿ c ó m o están constituidos los torbellinos? L a acción del movimiento circular explica la relativa diversificación de la materia h o m o g é n e a . Efectivamente, nuestro sistema solar, con sus diversos cuerpos celestes, planetas, cometas, sol, luna, etc., proviene de uno de estos torbellinos cuyo centro está ocupado por el sol. Nuestro sistema, al igual que otros, se ha engendrado debido a que aun cuando la materia estuviese compuesta por partes más o menos iguales, al formarse los torbellinos el movimiento debió provocar constantes encuentros o choques que explican la formación de los tres "elementos" cartesianos. A s í , los torbellinos están formados por una misma materia h o m o g é n e a pero relativamente diversa en cuanto a la velocidad, tamaño y figura de las partes que componen cielos, cometas y planetas, y sol y estrellas. Finalmente, en relación con la pregunta por el status o significado de la teoría de las vórtices, lo cual implica necesariamente su valoración, me parece oportuno no exigir ni de más ni de menos a la propuesta cartesiana. A l inicio del Cap. V I I I "De la formación del sol y de las estrellas de este Nuevo Mundo", Descartes hace una advertencia: ... no les prometo dar aquí demostraciones exactas de todas las cosas que diré ... me limitaré a proseguir la 23 ESTUDIO INTRODUCTORIO descripción que he comenzado como si no tuviera otra intención que la de contarles una f á b u l a . 20 E n realidad la teoría carece del rigor del m é t o d o matem á t i c o , aunque Descartes insista en que, como modelo general, es fundamental para la constitución del conocimiento. L a teoría de las vórtices es descriptiva y analógica; se extrañan formulaciones más precisas y deducciones rigurosas; sin embargo, tampoco puede decirse que sea una pura fábula. E n efecto, la descripción, a la que hace alusión Descartes, no es la descripción en el sentido tradicional, es decir, proponer al mundo físico como suma de cualidades. De hecho, Descartes busca una explicación ordenada de todos los fenómenos naturales a partir de la consideración de la homogeneidad material y remitiendo la explicación de su variedad y multiplicidad a aspectos meramente cuantitativos. L a pregunta inevitable es: ¿Por qué, si se supone el orden del universo como m a t e m á t i c o , la explicación del mismo no es matemática, cuando Descartes desarrolló un instrumento m a t e m á t i c o efectivo para el avance de la física posterior? A modo de respuesta podemos ofrecer un problema que surge de la propia teoría cosmológica. De la lectura detenida del Tratado se desprende que Descartes no tenía suficientemente claras las categorías constitutivas de las relaciones que le hubieran servido para postular matemáticamente las leyes del movimiento y las consecuencias, en términos de f e n ó m e n o s concretos, de su mecanicismo. De hecho, la tendencia a concebir geométricamente el movimiento le llevó a considerar las siguientes variables: la extensión, a veces denominada masa; el peso, que en ocasiones se llama masividad, en función de la mayor o menor nproximación de las partes que conforman un cuerpo; y la velocidad, que en ocasiones se llama fuerza. L a falta de precisión conceptual de las variables consideradas, así como l;i ausencia de otras, impidieron a Descartes la formulación de la teoría en términos de demostraciones matemáticas. Finalmente no nos resta, dentro del enfoque cosmoló2< > Ibid., p. 93. 24 ESTUDIO INTRODUCTORIO gico, sino referirnos a la fábula, esto es, a la hipótesis cartesiana del Nuevo Mundo. Cabe preguntarse razonablemente por q u é Descartes insiste en que hará surgir ante nosotros un Nuevo Mundo, cuando de lo que se trata es de la explicación del universo actual. Hay al menos dos respuestas verosímiles: 1. Descartes querría evitar la controversia frontal con teólogos y filósofos, y el planteamiento del Nuevo Mundo p o d r í a leerse así: esta explicación resulta más simple y mejor pero, a fin de cuentas, como no se trata sino de un análogo, puede ser aceptada o rechazada, aunque todos los f e n ó m e n o s físicos quedan perfectamente explicados en el análogo. 2. L a segunda posibilidad, más sugerente que la primera, es considerar que Descartes se sirve de un recurso epistemológico que le permite proponer una explicación del universo al margen de prejuicios y dogmas. L a hipótesis sería parte del m é t o d o deductivo de la física que habla del mundo posible, pero no del mundo actual, como q u e d ó dicho más arriba. A s í , sin los supuestos metafísicos, la física cartesiana sólo se compromete con posibilidades. E n ese nivel, Nuevo Mundo podría identificarse con mundo posible y sólo cuando se propusiesen expresamente los fundamentos metafísicos de la teoría c o s m o l ó g i c a se hablaría del mundo actual y la doctrina se ampliaría al nivel de la filosofía natural. De las consideraciones anotadas se puede fácilmente deducir que El Mundo no es "un román de la náture" sino una construcción racional cuyas dificultades intrínsecas no opacan el intento cartesiano de hacer depender el orden natural del entendimiento en contra de la tradición que funda el entendimiento en un orden establecido. 2. El enfoque de la filosofía del mundo físico natural: supuestos metafísicos L a propuesta de este apartado es que El Mundo puede ser enfocado como un tratado de filosofía natural puesto que en él la física, especialmente la c o n c e p c i ó n mecanicista de la naturaleza, se funda en supuestos metafísicos. Esta estructura está de acuerdo con la c o n c e p c i ó n cartesiana de que el saber meramente deductivo de la física debe apoyarse en la 25 ESTUDIO INTRODUCTORIO metafísica para pasar de la explicación de lo posible a la del mundo actual. Si para hablar del mundo nos hemos limitado a considerar los conceptos de materia y movimiento, sus leyes y supuestos, es porque Descartes mismo nos lo autoriza al aseverar: Sepan entonces primariamente que por naturaleza no entiendo aquí alguna deidad o alguna otra clase de poder imaginario, sino que me sirvo de esta palabra para significar la materia misma en tanto que la considero con todas las cualidades que le he atribuido comprendidas juntas, y bajo la c o n d i c i ó n de que Dios continúa conservándola del mismo modo que la ha creado ... y a las reglas mediante las cuales se producen los cambios, las llamo reglas de la naturaleza. 21 Aunque el párrafo anterior ofrece un buen resumen de los aspectos que nos interesa considerar en Descartes hemos de pasar a su examen. E n relación con el problema de la naturaleza, lo primero que hay que decir es que para Descartes la naturaleza no es tal y como nuestros sentidos nos la muestran. E n efecto, en los c a p í t u l o s 1, 3 y 4 de*ElMundo, Descartes discute la tesis del sentido c o m ú n que acepta que las cosas son tal y como se ofrecen a los sentidos. Descartes reduce el mundo de la sensibilidad a mera apariencia. E n el c a p í t u l o 3 del Tratado asienta que desde la infancia hemos tenido el prejuicio de que no hay más cuerpos alrededor de nosotros que aquellos que pueden ser percibidos; y en el 4 llega a proponer la tesis de que existe un l í m i t e al conocimiento sensorial. Descartes tiene la idea de que la percepción, como cualquier otro cambio, se produce mediante el choque de partículas. E l aire, al chocar con nuestros ojos, va removiendo de ellos pequeñas partes, de manera que si en un principio tuvimos la capacidad de verlo, la acción continua de la remoción del aire hace que únicamente permanezcan aquellas partes de nuestros sentidos que resisten tal acción y, por tanto, son insensibles a ella. Al cuestionar la percepción sensible, Descartes está en 21 ibid., p. 83. 26 ESTUDIO INTRODUCTORIO condiciones de aseverar que, aunque sin ser inmediatamente accesible a los sentidos . . . 1. L o que verdaderamente hay es materia en movimiento o reposo. 2. L a materia es e x t e n s i ó n tridimensional y divisible al infinito. 3. Los cuerpos son aparentes en tanto que lo que hay son cantidad de pequeñas partes que no dejan de moverse. 4. Todo cuerpo puede ser dividido en partes cuyo número, si no es infinito, al menos para propósitos de conocimiento, es ilimitado. A s í , hay innumerables partes en la más p e q u e ñ a porción de materia, v. gr. un grano de arena. 5. Los criterios para la distinción o diversidad de cuerpos no estarían dados por la sensibilidad; así, no se distinguirán por sus cualidades sensibles, sino por sus aspectos cuantificables. 6. Si los cuerpos no son otra cosa que agregados de partes, indistintos cualitativamente, es porque se supone la homogeneidad material. A l tratar esto deseo primeramente que adviertan que todos los cuerpos, tanto duros como líquidos, están hechos de una misma materia y que es imposible concebir que compongan nunca un cuerpo más sólido o que ocupe menos espacio. 22 7. L a necesidad de que todas las partes de la materia se toquen está directamente relacionada con el problema del v a c í o . Para Descartes no hay v a c í o , de modo que el mundo puede verse como un pleno discreto y contiguo, por paradójica que resulte semejante formulación. L a exclusión del v a c í o está ligada a la necesidad de distinguir entre ciencia y magia, ya que Descartes no acepta fuerzas ocultas, causas extrañas o irracionales que actúen en la naturaleza. Esta distinción apunta igual22 Ibid., p. 63. ESTUDIO INTRODUCTORIO 27 mente a desvincular ciencia de religión, al desechar el milagro del campo de la explicación científica, y a que significa suspensión de la ley natural. E l v a c í o es hueco ininteligible, suspensión de la legalidad que puede fundar la absurda c o n c e p c i ó n de la acción a distancia. 8. A pesar de la identificación entre materia y extensión, Descartes propone que existen tres elementos aunque no habla, como la tradición, de naturalezas distintas, sino que la materia es básicamente extensión tridimensional, divisible y en movimiento, que conforma el aire, la tierra o el fuego, dependiendo de la figura, t a m a ñ o y velocidad de sus partes constitutivas. De los puntos propuestos podemos concluir que la concepción de la naturaleza en Descartes se aparta tanto del sentido c o m ú n como de lo meramente perceptual, y busca reducir la complejidad del mundo a términos evidentes, que borren la diversidad cualitativa para erigirse en explicación unitaria de la totalidad variante y variable del universo. Cuando Descartes describe el mundo habla de materia y movimiento, y diferencia claramente entre descripción y causa del movimiento. A t e n i é n d o s e a su planteamiento inicial, los cambios de la materia, todas las modificaciones que sufre, pueden traducirse en desplazamientos de partes e incremento y pérdida de su velocidad. Descartes se verá obligado a explicitar las leyes del movimiento de la materia, entendida como pleno discreto y contiguo. E l movimiento que Descartes va a tomar en cuenta es el movimiento local, pues todos los otros movimientos, admitidos por Aristóteles y la escolástica, no son, en su concepto, evidentes; no obstante, el movimiento local no se define como la acción de pasar de un lugar a otro sino, más bien, como cambio de p o s i c i ó n ; esto se debe a que separa el movimiento de la acción, al desechar cualquier causa interna u oculta como su explicación. E l movimiento se reduce, entonces " ... a la simple consideración geométrica de un cambio de p o s i c i ó n " . La laica fundamental de la física cartesiana es reducir 23 23 IhniK-liii, lü sistema de Descartes, II. Aires, Edit. Losada, 1949, p. 326. 28 ESTUDIO INTRODUCTORIO todos los efectos y propiedades de los cuerpos, que conocemos por experiencia, a partes de la materia (cuerpos como porciones limitadas de extensión) con determinada figura, tamaño, posición con respecto a los otros, en movimiento o reposo. Por otra parte, si el universo es infinito, o al menos ilimitado, al no haber un centro del mismo, se desvanece la distinción aristotélica entre movimiento natural y violento y se establece, además, que las mismas leyes regirán para todas y cada una de las partes de la materia. L a primera es que toda parte de la materia continúa siempre existiendo en un mismo estado, mientras el encuentro con las otras no la obligue a c a m b i a r l o . 24 Esta ley se reformula en los Principios 11-37, como: " ... cada cosa en particular persiste en el mismo estado tanto como sea posible y nunca lo cambia a menos que se produzca un encuentro con otra". Si esta ley de inercia cartesiana pudiera sacarse de contexto, quizá no necesitaría de ningún fundamento ulterior, aunque sí de la demostración matemática, pero la formulación cartesiana no es a u t ó n o m a o independiente de su concepción general del mundo natural. Para Descartes, el mundo es un enorme conglomerado de partículas que ganan y pierden movimiento por choques; así se enuncia la segunda ley del movimiento: Supongo, como segunda regla, que cuando un cuerpo empuja a otro no p o d r í a darle ningún movimiento si no perdiera al mismo tiempo el suyo, ni quitárselo sin que el suyo aumentara otro tanto. 25 Para los fines de este estudio lo que más interesa es la fundamentación de estas reglas en la metafísica. A pesar de que, para Descartes, el movimiento no es una sustancia sino que, en ocasiones, lo refiere como modo o propiedad y en otras como relación, al considerar su causa 2 4 2 5 Ibid., p. 84. Ibid., p. 86. 29 ESTUDIO INTRODUCTORIO lo "sustancializa" y encuentra que esta realidad no depende sino de Dios. Si la cantidad de movimiento con que Dios d o t ó al mundo permanece inalterable, ello se debe a que Dios es inmutable y actúa siempre del mismo modo, lo cual constituye parte de su perfección. A s i , la cantidad de movimiento generado en la creación permanece inalterable mientras Dios la conserva continuamente, de instante a instante. Se hace evidente, por tanto, que lo que es realmente constante es el poder divino que actúa continuamente en el mundo y, por tanto, la cantidad constante de movimiento deriva de la permanencia y omnipotencia de Dios. E n este sentido Bréhier afirma que la ley de la permanencia de la cantidad de movimiento, que descansa sobre la inmutabilidad de Dios, es a la física lo que la garantía divina de la evidencia es a la teoría del conocimiento. Esta o p i n i ó n es avalada por el propio Descartes quien, en El Mundo, afirma: 26 A s í , estas dos reglas se siguen manifesta y únicamente, de que Dios es inmutable y que, actuando siempre del mismo modo, produce siempre el mismo efecto. 27 Por medio de la primera ley sabemos que un cuerpo es incapaz de cambiar por sí mismo su estado de reposo o movimiento; por tanto, que la causa última de todo movimiento es Dios, ya que no existen en los cuerpos potencias o virtudes intrínsecas que causen su propio movimiento. Por otro lado es claro que la cantidad de movimiento permanece constante, como afirma la segunda ley, lo cual queda garantizado en la inmutabilidad de Dios. A s í , parece consecuente afirmar que el choque es la única posibilidad de transmisión de movimiento entre los cuerpos, lo cual significa que se trata de una acción instantánea. E n el universo, tal y como se nos presenta en el Tratado, el movimiento se reduce a la acción instantánea por choques; el problema es c ó m o lograr la continuidad del movimiento a través de sus múltiples acciones instantáneas. Este problema, 2 6 2 7 Bréhier, Emile, op. cit., p. 91. Descartes, R., op. cit., p. 88. 30 ESTUDIO INTRODUCTORIO al menos intuitivamente, parece ser paralelo al problema del pleno discreto pero contiguo. E n efecto, la exclusión del v a c í o , apelando a que las partes de la materia deben tocarse por todos lados, hacen que el choque se transmita instantáneamente, permaneciendo constante la cantidad del movimiento; sin embargo, parece casi imposible imaginar un choque en tales circunstancias. Descartes considera salvar el problema aclarando, en las leyes del choque, la necesidad de que la cantidad de movimiento se conserve la misma antes y después del choque. Finalmente la tercera ley del movimiento se enuncia en El Mundo: Agregaría, en la tercera, que mientras que un cuerpo se mueve, aunque su movimiento sea a menudo en línea curva y que no pueda jamás hacer ninguno que no sea en alguna forma circular, como q u e d ó dicho más arriba, de cualquier modo cada una de sus partes individualmente tiende siempre a continuar el suyo en línea recta. Y así su acción, es decir, la inclinación que tiene a moverse, es diferente de su movimiento. 28 Esta regla también tiene como fundamento la inmutabilidad de Dios, pero con una especificación interesante: la conservación continua. Esta regla se apoya en el mismo fundamento que las otras dos, y no depende sino de que Dios conserve cada cosa por una acción continuada y, en consecuencia, que no la conserve tal y como pudo haber sido en algún tiempo anterior, sino precisamente tal y como es en el mismo instante en que la conserva. 29 Aunque Descartes encuentre claro el fundamento de la tercera ley, lo cierto es que plantea algunas dificultades. E l movimiento que Dios transmite al universo es el movimiento uniforme y rectilíneo. Por otro lado hay, en todas las partes de la materia, la tendencia a continuar este movimicn2 8 2 9 Ibid., p. 89. Ibid., p. 89. ESTUDIO INTRODUCTORIO 31 to; sin embargo, la disposición, esto es, la distribución de las partes y las relaciones que en su ubicación se engendran, aunado al hecho de que la materia constituye un pleno, que aunque discreto es contiguo, dan como resultado, según Descartes, que el movimiento registrado efectivamente en el mundo sea circular. Descartes diferencia entre el movimiento actual y la tendencia al movimiento. E l movimiento actual es circular, curvo, etc. pero la tendencia de las partes de los cuerpos, consideradas individualmente, es siempre al movimiento rectilíneo. A s í , el movimiento circular se explica más como efecto de fuerzas que se equilibran que como principio incito en las partes. T a l idea parece estar en estrecha relación con su c o n c e p c i ó n geométrica del espacio. E n el espacio plano sólo se originan rectas en todos los sentidos imaginables, pero siempre rectas; las curvas sólo aparecen como sumas de fuerzas, cabría decir desde la física, vectoriales y, desde la geometría analítica, como resultado de ecuaciones que se formulan tomando en consideración las varibles de los dos ejes, X , Y . Del planteamiento anterior se desprenden algunas consecuencias importantes: 1. Descartes entenderá el movimiento rectilíneo como movimiento enteramente simple, por tanto, evidente y comprensible intuitivamente. 2. Cada partícula individual tiende a moverse en línea recta. Para comprender el movimiento circular hay que concebir al menos dos partículas y la relación entre ellas. 3. E n las partes en sí mismas no hay nada que explique el movimiento circular, si se las considera aisladamente; todo lo que ellas tienen es la tendencia a moverse en línea recta. E l movimiento circular se da, entonces, como una determinación externa. 4. E l movimiento rectilíneo es una tendencia de las partes y es, propiamente, el movimiento que Dios creó, ya que es el autor del movimiento en tanto movimiento uniforme y rectilíneo, pero son las diversas disposiciones de la materia las que lo tornan curvo. Dios, pues, es la causa del movimiento, pero el efecto es, a la vez, múltiple y diversificado. Las partes retienen o transmiten el movimiento por múltiples choques y 32 ESTUDIO INTRODUCTORIO éste deja de ser uniforme y rectilíneo. Por otra parte, las disposiciones de la materia hacen posible que las partes sean fácilmente desviadas del movimiento rectilíneo. T a l situación nos lleva a conluir que s ó l o Dios, en su infinita sabiduría, p o d r í a dar cuenta de la multiplicidad y diversificación del efecto, porque ninguna física p o d r í a comprometerse a dar razón de cada caso del movimiento compuesto. ¿ C ó m o predecir el movimiento de una partícula si está sujeta a innumerables choques? E l dilema cartesiano es sostener, a la vez, la ley de la conservación del movimiento y el movimiento compuesto. Descartes c r e y ó encontrar la salida a este problema distinguiendo el movimiento de su determ i n a c i ó n , pero lo que hace es ahondarlo. E l movimiento de las partes queda fundado en Dios mediatamente, pero la causa inmediata es la transmisión del movimiento por choques entre las partes de la materia. L a pérdida y ganancia del movimiento debe especificarse, a fin de distinguir entre el movimiento y su determinación, esto es, dirección y velocidad de las partes. Esto no se especifica en el Tratado sino en los Principios, pero en el primero se anticipa: 30 Podría proponer aquí muchas reglas para determinar en particular c u á n d o , c ó m o y c u á n t o se debe desviar el movimiento en cada cuerpo, y aumentar o disminuir por su encuentro con otros, lo cual comprende sumariamente todos los efectos de la naturaleza. Pero me conformo con advertirles que, además de las tres leyes que he explicado, no quiero suponer otras que aquellas que se siguen infaliblemente de estas verdades eternas, sobre las que los m a t e m á t i c o s están acostumbrados a apoyar sus más seguras y sus más evidentes demostraciones. 3 1 De la explicación sobre la materia y el movimiento, que propone Descartes en El Mundo, puede concluirse que: 30 Hamelin, op. cit., p. 327. Este autor plantea el problema en términos negativos o bien Descartes debió renunciar a la ley de la conservación del movimiento o bien debió negar la composición del movimiento. Descartes, op. cit., p. 92. 3 1 33 ESTUDIO INTRODUCTORIO 1. L a filosofía de la naturaleza está indisolublemente unida a la física, no tanto desde la perspectiva del origen del mundo, cuanto de la explicación del mundo actual. 2. A su vez, la física no puede desvincularse de la metafísica. Por un lado, porque pone en crisis los conceptos metafísicos tradicionales de materia y movimiento. E n la p o l é m i c a con los escolásticos muestra el paso, en varios niveles, del tratamiento metafísico al tratamiento físico de los problemas. Por otra parte, y sin duda mucho más importante, se da el hecho de que la física encuentra sus fundamentos últimos en la metafísica. E n efecto, para la física cartesiana la postulación de la inmutabilidad de Dios, entendida como causa que produce siempre el mismo efecto, es fundamental, y a que sólo la relación inalterable de la relación causal puede garantizar la construcción de una ciencia física universal y necesaria, y sólo en estas condiciones puede aplicarse al mundo actual. 3. E l papel de Dios como creador del universo, o m á s específicamente, como creador de toda la materia que está a nuestro alrededor, concebida esencialmente como e x t e n s i ó n ilimitada, es tan importante como el papel que la metafísica cartesiana asigna a Dios como causa última del movimiento. E n efecto, si Dios es perfecto es inmutable y, ¿qué mejor fundamento o reforzamiento de la relación causal puede establecerse? Descartes dice al respecto: Porque, ¿cuál fundamento más firme y más sólido puede uno encontrar para establecer una verdad, incluso queriéndolo escoger a capricho, que el tomar la firmeza misma y la inmutabilidad que está en D i o s ? 32 De las afirmaciones anteriores se sigue que: 1. Si Dios es inmutable, garantiza la permanencia de la misma cantidad de movimiento (Primera ley del movimiento). 2. Si Dios es inmutable garantiza, al ser su acción idéntica, que conserva el mundo desde que lo creó tal y como es en 3 2 Ibid., p. 88. 34 ESTUDIO INTRODUCTORIO cada instante (con la misma tendencia al movimiento rectilíneo) pero con diversas disposiciones en el sentido de que, una vez dotada la materia del movimiento, sus leyes, como leyes de la naturaleza, deben dar cuenta de todos los cambios que sufre. Puesto que de esto solo, a saber, que Dios continúa conservándola, se sigue necesariamente que debe de haber muchos cambios en sus partes, los cuales, me parece, no pueden atribuirse a la acción de Dios, puesto que ella no cambia nunca, por lo que los atribuyo a la naturaleza; y a las reglas mediante las cuales se producen estos cambios las llamo leyes de la naturaleza. 33 3. Si Dios es inmutable, ello garantiza que el instantaneísmo del movimiento por choques tenga continuidad en dos sentidos: a) en el sentido de la contigüidad de las partes que excluye el v a c í o , y b) en el sentido de la transmisión inmediata, encadenada, del movimiento. No hay excepciones a la ley natural, Dios no opera milagros. L a conclusión inmediata que parece seguirse de lo antes dicho es que el supuesto fundamental de la física cartesiana, y por ende de la c o s m o l o g í a , es la inmutabilidad de Dios, entendida como causa que produce siempre el mismo efecto. E n otra perspectiva, sin embargo, lo que Descartes requiere es la uniformidad del comportamiento de la naturaleza o reforzamiento de la ley causal, lo cual le permitiría construir una ciencia física en cuya base se hallaran los conceptos de uniformidad de la materia, ley de inercia y transferencia del movimiento por choques. Cabe entonces preguntarse, ¿qué es lo m e t o d o l ó g i c a m e n t e anterior: la idea de Dios que parece dar sustento a las leyes de la naturaleza, o es la c o n c e p c i ó n misma de la e x t e n s i ó n y el movimiento la que determina la necesidad de reforzar la relación causal; para lo cual Descartes encuentra apropiado recurrir a la inmutabilidad divina? 3 3 Ibid., p. 83. ESTUDIO INTRODUCTORIO 35 E n otros términos, la física cartesiana ¿se deriva verdaderamente de la p o s t u l a c i ó n previa de la perfección e inmutabilidad de Dios; o la c o n c e p c i ó n física-geométrica de la naturaleza (materia como e x t e n s i ó n con movimientos mecánicos), que ha de expresarse en leyes, recurre a la postulación de Dios, por parecerle a Descartes la v í a más expedita de garantía de estabilidad, regularidad y constancia de los procesos naturales? Esta segunda alternativa de explicación se ve fuertemente reforzada por comparación con un proceso m e t o d o l ó g i c o similar, que Descartes lleva a cabo en el ámbito de la epistem o l o g í a , cuando funda la garantía de la existencia formal de las cosas, esto es, de su existencia fuera del pensar, en la bondad divina. A s í , podemos concluir que los principios metafísicos, especialmente la inmutabilidad divina no son, para Descartes, genéticamente punto de partida para la construcción de la física y la filosofía natural, sino que se postulan, por una parte, para sostener cierta c o n c e p c i ó n física previamente asumida, y por otra, para poder transitar de lo meramente concebible o posible a lo real, actual en relación con la explicación del mundo natural. Continuamente o í m o s hablar de hipótesis ad hoc; en este caso tal vez podamos hablar de principios ad hoc, cuya función parece ser la de dar solución a problemas que la teoría no puede resolver desde dentro. E n Descartes, por ejemplo, el instantaneísmo de la acción mecánica, el movimiento en el pleno, la diversificación del efecto a la par que la conservación de la misma cantidad de movimiento, son problemas que se originan o por la forma en que se han definido los términos y se han traducido en ley, o por cierta inconsistencia entre las propias leyes. Aunado al problema anterior, se da el supuesto no exp l í c i t o de que es necesario que la relación causa-efecto se niíintenga inalterable en todos los procesos de la naturaleza, para poder formular sus leyes. Todo ello explica sobradamente el planteamiento m e t o d o l ó g i c o cartesiano, que eni'.neutra en Dios la base última y firme de explicación de los l e n ó m e n o s naturales. 36 ESTUDIO INTRODUCTORIO 3. El enfoque físico: nicista E l Mundo y el modelo de óptica meca- Para cualquier lector actual de El Mundo o tratado de la luz resulta extraño el t í t u l o de la obra y, muy probablemente, resulte igualmente extraña la disposición de las cuestiones y la temática misma ahí conjuntada: las mareas, los planetas, los cometas, la formación del universo, los problemas que engendra el conocimiento sensible, etc. Frente a la variedad temática cabría preguntarse si es un tratado de c o s m o l o g í a o, más bien, de física y por qué se mezclan algunos aspectos epistemológicos; finalmente si en toda esta diversidad puede encontrarse alguna unidad o hilo conductor que la haga inteligible. L a respuesta inmediata a esta pregunta es que no se trata de un tratado de física, aunque recoge aspectos de mecánica y de óptica; tampoco es un compendio de c o s m o l o g í a , ni las cuestiones epistemológicas o metafísicas se encuentran estructuradas sistemáticamente. L o que Descartes hace en el Tratado es, a nuestro juicio, iniciar sus reflexiones sobre la filosofía de la naturaleza. 34 E n efecto, este género tan socorrido en el Renacimiento, por su carácter especulativo y sus fundamentos metafísicos, parece avenirse particularmente bien con los intereses epist e m o l ó g i c o s cartesianos. A la pregunta por la coherencia temática, cabe responder que la filosofía de la naturaleza cartesiana muestra, en el Tratado, un hilo conductor que es justamente el f e n ó m e n o de la luz. A s í , no se trata de un subtema, ni de un f e n ó m e n o natural desmesuradamente privilegiado, sino de un fenómeno paradigmático, que lo mismo funciona para mostrar la subjetividad de algunos aspectos cualitativos de la realidad, que se integra y queda explicado por las nociones básicas de la mecánica. E l conocimiento de la naturaleza, desde la perspectiva óptica trasciende, en Descartes y sus c o n t e m p o r á n e o s , el afán meramente teórico de explicación, tanto de p r o d u c c i ó n 3 4 En su Descartes, Phüosophy of Nature, James Collins propone los aspectos mas sobresalientes de la filosofía de la naturaleza a lo largo de la obra cartesiana. ESTUDIO INTRODUCTORIO 37 de los f e n ó m e n o s luminosos, como de funcionamiento del ojo, hacia las aplicaciones prácticas y, diríamos hoy, tecnológicas. A s í , en la Dioptrique, Descartes "quiso determinar a partir de consideraciones científicas la forma de los lentes pero adaptada al mejoramiento del telescopio recientemente inventado". Descartes veía en el telescopio un medio para ampliar el conocimiento que el hombre tiene de la naturaleza, razón por la cual se dedicó a perfeccionarlo; pero, a la vez: " L a demanda de mejores instrumentos enfatizó la necesidad de consideraciones teóricas más precisas; con esto en mente, Descartes se aplicó al estudio de la naturaleza y de las propiedades de la l u z . " Que El Mundo tiene, como una de sus metas centrales, el tratamiento del f e n ó m e n o de la luz es obvio no sólo por el s u b t í t u l o , sino por las continuas alusiones a este problema en la mayor parte de sus capítulos y por dedicarse exclusivamente a él en los últimos tres. Dejando a un lado la referencia meramente formal, hay que decir que, desde el c a p í t u l o I V , Descartes propone una caracterización de la materia que conduce a la c o m p r e n s i ó n de la naturaleza de la luz, aunque se hace mucho m á s e x p l í c i t a cuando, a propósito del número de los elementos y sus cualidades, nos dice en el c a p í t u l o V : 35 36 3 7 A p r o p ó s i t o de esto, si consideramos de manera general todos los cuerpos que componen el universo, no encontraremos más que tres clases que pueden llamarse grandes clases y que cuentan entre sus principales partes, a saber, el sol y las estrellas fijas en la primera, los cielos en la segunda y la tierra con los planetas y los cometas en la tercera. 38 L o interesante es que el criterio para clasificar de esta 3 5 J . F . Scott, TheScientific Work of Rene Descartes, Londres, Taylor y Francia, 1976, p. 32. J . F. Scott, op. cit, p. 32. Descartes, Rene, El Mundo o tratado de la luz. Traducción de Laura Bcnítez. Cf. infra. Cap. I V . Descartes, Rene, op. cit., p. 73. 3 6 3 7 3 , 1 38 ESTUDIO INTRODUCTORIO manera los cuerpos que componen el universo, es el fenómeno de la luz. E n efecto, Descartes prosigue: Pongo a los planetas y los cometas con la tierra, porque viendo que, como ella, resisten la luz y que reflejan sus rayos, no encuentro diferencia en ellos. Pongo juntos al sol y las estrellas fijas y les atribuyo una naturaleza totalmente contraria a la de la tierra, porque la sola acción de su luz me permite conocer suficientemente que sus cuerpos son de una materia sumamente sutil y agitada. E n cuanto a los cielos, en tanto no pueden percibirlos nuestros sentidos, creo tener razón al atribuirles una naturaleza media entre los cuerpos luminosos, cuya acción sentimos, y la de los cuerpos duros y pesados de los que sentimos la resistencia. 39 A pesar de que Descartes use el criterio de luminoso y opaco para la clasificación de los cuerpos, si algo resulta curiosamente paradójico es el proponer que los cuerpos luminosos no poseen ninguna cualidad tal como la luminosidad. E n efecto, las sensaciones de luz y calor no son cualidades objetivas de los cuerpos, sino modos subjetivos de percibir el movimiento de las diversas partes de una misma materia h o m o g é n e a . Descartes dedica los primeros capítulos del Tratado a explicar que nuestras ideas de sensación no son totalmente semejantes a los objetos de que provienen. De que un objeto produzca una modificación en nuestro espíritu, no se sigue que tal modificación (idea sensible) reproduzca exactamente las propiedades del objeto en sí mismo. L a luminosidad, como cualidad subjetiva, es un signo de la naturaleza, que es necesario desentrañar y es natural que sea el entendimiento quien deba leer tras el signo sensible. E l c a p í t u l o primero del Tratado se denomina: "De la diferencia que existe entre nuestras sensaciones y las cosas que las producen" y en él se establece: A l proponerme aquí tratar la luz, la primera cosa que quiero advertir es que puede haber diferencia entre la 3 9 Ibid., p. 74. ESTUDIO INTRODUCTORIO 39 sensación que tenemos de ella, esto es, la idea que se forma en nuestra imaginación por m e d i a c i ó n de nuestros ojos, y lo que está en los objetos que producen en nosotros esta sensación; es decir, lo que está en la flama o en el sol y que se llama l u z . 4 0 Como es bien sabido, la investigación en óptica, stricto sensu, no tiene la importancia de la obra matemática o filosófica de Descartes. Por ello resulta mucho más interesante el enfocar el problema de la luz no aisladamente, sino como parte de la filosofía de la naturaleza cartesiana, integrando los elementos epistemológicos arriba señalados, así como los aspectos de la mecánica, que trataremos más adelante. De esta manera, la explicación de algunos fenómenos' luminosos cobrará la interesante dimensión de modelo explicativo. 41 Desde la perspectiva de la óptica, la luz no es, para Descartes, una emisión del cuerpo luminoso, sino que, siguiendo a Aristóteles, declara que la luz es una actividad del medio en el que se manifiesta. Cabe preguntarse, si la luz no es una cualidad luminosa de los cuerpos, sino el resultado de una acción a través de un medio, ¿en qué consiste dicha acción y c ó m o es el medio? E n otras palabras, habrá que decir qué entiende Descartes por mundo y c ó m o pueden explicarse, a partir de él, los f e n ó m e n o s naturales. 42 4 0 Ibid., p. 49. E n este mismo capítulo Descartes señala: " E l tacto es, de todos nuestros sentidos, el que consideramos menos engañoso y más seguro, de modo que si les muestro que el tacto mismo nos hace concebir muchas ideas que no se parecen de ningún modo a los objetos que las producen, no pienso que puedan considerar extraño si digo que con la vista puede suceder algo semejante." Ibid., p. 51. "There are few works of originality and much that is in Descartes is to be found in earlier writers. Nevertheless, the importance of L a Dioptrique in the history of science is great. For by the emphasis it placed upon the practical aspeet of the science it gaye a stimulus to the study of optics which has persisted to this day." J . F . Scott, The Scientific Work of Rene Descartes, Londres, Taylor & Francl», 1976, p. 32. Hay que recordar que: "Las doctrinas de los rayos oculares y la teoría de IHH emisiones fueron rechazadas por Aristóteles, quien mantenía que la luz se <Irbi'a a una presión o una acción transmitida del objeto al ojo. Esta creencia poslula la existencia de un medio, mediante el cual la acción pueda ser transmitida, pues el vacío sería impenetrable por la luz". Op. cit., p. 27. 4 1 4 2 40 ESTUDIO INTRODUCTORIO 3.1 De la teoría corpuscular mecanicista a la concepción universo bajo la perspectiva de la óptica. del E n un sentido amplio, la explicación del universo se funda, para Descartes, en su teoría corpuscular. E n efecto, la materia es divisible, por lo que todo el universo no es sino partes de la extensión. No obstante, Descartes no admitiría un atomismo, no sólo porque en él se implica, tradicionalmente, una n o c i ó n de v a c í o , sino porque la idea de parte no es compatible con la de porción indivisa o á t o m o . N ó t e s e , de paso, que considero aquí, y que consideraré siempre más adelante, como una sola parte, todo aquello que está bien unido y que no está a punto de separarse, pues hasta las que tienen un m í n i m o de tamaño pueden fácilmente dividirse en muchas otras más pequeñas; así, un grano de arena, una roca, e incluso la tierra entera podrán, en adelante, tomarse cada una como una sola parte mientras no consideremos en ellas más que un solo movimiento totalmente simple e igual. 43 E n este sentido, la teoría corpuscular indica que: 1. Todos los cuerpos son conglomerados de partes en movimiento. 2. Todo cuerpo puede dividirse en partes cuyo número, si no es infinito, al menos, para propósitos de conocimiento, es indefinido. 3. Los criterios para la distinción o diversidad de los cuerpos no estarían dados por las cualidades sensibles de ellos, puesto que no son, en el fondo, sino agregados de partes de materia, de donde la primera consecuencia es la homogeneidad material. 44 45 4 3 4 4 Descartes, Rene, op. cit., p. 61. "Por lo que me doy cuenta con evidencia de que no es solamente en la flama donde hay cantidad de pequeñas partes que no dejan de moverse, sino que las hay también en todos los otros cuerpos, aunque sus acciones no sean tan violentas y que a causa de su pequenez no pueda percibirlas ninguno de nuestros senti- dos." Ibid., p. 57. Ibid., p. 71. 4 5 ESTUDIO INTRODUCTORIO 41 L a teoría corpuscular lleva a la diferenciación de los elementos; en efecto, Descartes admite tres: fuego, aire y tierra. No se trata de elementos en el sentido tradicional, esto es, cualitativamente diferentes, donde cada uno tenga una forma sustancial distinta, sino que la distinción está dada por la figura, el tamaño, la velocidad y la disposición de las partes. E n principio, toda la materia debió quedar reducida a un solo elemento, pero se dieron dos casos l í m i t e s o excepciones. Los sobrantes de las partes del segundo elemento se convirtieron en primer elemento y las partes demasiado masivas no pudieron romperse al chocar y constituyen el tercer elemento. Uno de los aspectos más interesantes que puede desprenderse de la c o n c e p c i ó n de los elementos puros en Descartes y de su distribución y ubicación, es que no se trata de meros conceptos teóricos, sino que, efectivamente, son la base constitutiva del universo, encarnando el segundo en los cielos, el tercero en los planetas y cometas y, el primero, en el sol y las estrellas. 46 A l tocarse los elementos puros se originan cuerpos mezclados, que se dan en las superficies de los elementos expuestos al contacto, o en los intersticios de los cuerpos que deberán ocupar por partes de materia m á s pequeñas, sin dar oportunidad a ningún v a c í o . E l problema del v a c í o enlaza la teoría corpuscular de la materia con la óptica. E n efecto, no se trata únicamente de que Descartes haya concebido la materia como e x t e n s i ó n , sino que, además, según se dijo, opina que la luz es una acción que se comunica a través de un medio, razón por la cual queda excluido el v a c í o de esta c o n c e p c i ó n . Es tiempo de contestar en qué consiste la acción de la luz y cuál es el medio que permite que tal acción se lleve a efecto. Como vimos, Descartes entiende que hay tres clases de cuerpos, "tres elementos", que de manera general responden a la siguiente distribución: el primer elemento, que se da en los cuerpos luminosos, o por mejor decir, cuyo efecto es la luminosidad (sol y estrellas); el tercer elemento, que se manifiesta en los cuerpos opacos, aquellos que únicamente reflejan la luz (planetas y cometas) y, el segundo elemento, 4 6 ibid., pp. 97-98. 42 ESTUDIO INTRODUCTORIO que constituye el medio en el cual se da la acción que llamamos luminosa y que explica, además, todos los f e n ó m e n o s de refracción (los cielos). L a acción, cuyo efecto es la luz, no es sino la tendencia, de las partes del segundo elemento, a moverse en linea recta en dirección opuesta al centro; tales partes adquieren un movimiento de breve sacudida, sin salirse de su curso original (en círculo en torno al centro), por lo cual el movimiento, cuyo efecto es la luz, puede caracterizarse más como un movimiento tendencial que como un movimiento actual. 47 E n la Dioptrique, Descartes refiere: L a luz, es decir, el movimiento o la acción por la que el sol o cualquier otro de los cuerpos, que llamamos luminosos, empuja a una materia muy sutil que se encuentra en todos los cuerpos transparentes. 48 De hecho, el f e n ó m e n o de la luz puede entenderse como iniciado por la presión de las partículas del primer elemento, como se refiere en la cita; en todo caso, se trata siempre de una inclinación al movimiento rectilíneo, más que de un movimiento actual; por lo anterior, los rayos de luz no son otra cosa que las líneas rectas del choque sutil, a lo largo de las cuales se manifiesta la tendencia de las partes al movimiento contrario al centro. E n este mismo sentido, al hablar en El Mundo de las propiedades de la luz, Descartes apunta: Por lo que toca a las líneas, siguiendo las cuales se comunica esta acción y que son propiamente los rayos de la luz, es necesario subrayar que difieren de las partes del segundo elemento, por mediación de las cuales esta misma acción se comunica y que no son nin4 7 "Desde su punto de vista la luz es una presión transmitida por pequeñas partículas del segundo elemento en su esfuerzo por alejarse del centro en torno al cual giran." J . F . Scott, The Scientific Work of Rene Descartes, Londres, Taylor 8c Francis, 1976, p. 32. Citado por J . F . Scott, op. cit., p. 32. 4 8 ESTUDIO INTRODUCTORIO 43 guna cosa material en el medio por el que atraviesan, sino que señalan solamente en qué sentido y siguiendo cuál determinación, el cuerpo luminoso actúa contra aquel que i l u m i n a . 49 De la cualidad luminosa de la tradición, Descartes ha pasado al choque leve de partículas en líneas opuestas al centro. Semejantes cadenas de choque vibratorio van, desde el cuerpo luminoso hasta nuestros ojos, en forma de rayos. A s í , en la cita, en la que Descartes menciona que el mundo c o m e n z ó a moverse tan pronto como c o m e n z ó a existir, se puede agregar, en tono bíblico, que tan pronto como ello sucedió se hizo la luz, pues la luz no es más que el efecto concomitante, inmediato, del movimiento m e c á n i c o de las partes materiales del universo. A l reducir la cualidad subjetiva de la luminosidad al mecanismo de choque de las partes, Descartes demuestra la regularidad y uniformidad de los f e n ó m e n o s naturales vía el ejemplo de la luz. Por otra parte, el universo es, en buena medida, comprendido por Descartes en términos de óptica, cuando divide a los cuerpos en luminosos y opacos. Estos últimos sólo pueden conocerse gracias a los primeros, como sucede, en cierta forma, en el gabinete, cuando, al encender la vela en la oscuridad, los objetos opacos se van iluminando y entonces tenemos la oportunidad de conocer o reconocer lo que nos rodea. A este respecto caben dos consideraciones, una de orden epistemológico y otra de orden m e t o d o l ó g i c o . L a primera se refiere a que, para Descartes, la luz nos permite ponernos en contacto, desde la tierra, con partes lejanas del universo. A través del efecto luminoso, el hombre conoce con el ojo, o aun mejor, con el telescopio, aquellas estrellas cuyas paralajes no se p o d í a n calcular en tiempo de Descartes. L a luz y sus dos manifestaciones fundamentales, reflexión en los euerpos opacos y refracción de los rayos provenientes de los cuerpos luminosos constituyen, para Descartes, una parte liindamcntal del conocimiento de los cuerpos celestes. I a segunda consideración, que alude al m é t o d o , se refiere Drm iirlc-j, R., Kl Mundo, |>. 151. 44 ESTUDIO INTRODUCTORIO a que no es válida la suposición de que Descartes hubiese inducido el comportamiento de los f e n ó m e n o s luminosos a partir de los experimentos en el gabinete; por el contrario, los experimentos le permiten constatar algunas de las teorías en el campo de la óptica. Indagar el f e n ó m e n o de la luz fue, en primer lugar, para Descartes, desentrañar el mecanismo de su c o m u n i c a c i ó n a través de un medio adecuado (el segundo elemento), que también da cuenta de los f e n ó m e n o s de reflexión y de refracción. A este respecto, existe una inmensa diversidad de opiniones, desde quienes ven en Descartes al plagiario de la obra de Snell, hasta quienes dicen que a Descartes se deben las más bellas aplicaciones geométricas y dióp tricas de la ley de la refracción, por lo cual cuenta con un lugar especial como impulsor de la óptica. E n todo caso, más que la prioridad temporal de la enunciación de la ley de refracción es fundamental el hecho de que Descartes haya logrado explicarla, no como f e n ó m e n o aislado, sino en estrecha relación con la mecánica, como parte de su filosofía de la naturaleza. Hay autores que sostienen que, para Descartes, la luz es un principio de organización del universo. Me parece que, a menos que esto se tome en un sentido muy restringido, puede dar lugar a enormes confusiones. E n efecto, nuestra propuesta es que Descartes estableció deductivamente, en alguna forma, o, si se prefiere, por el m é t o d o de la hipótesis, el modelo óptico del universo, dividiendo la materia en cuerpos luminosos y opacos. A s í , el mundo está constituido, para Descartes, por las estrellas con su efecto luminoso, los planetas y cometas con la capacidad de reflejar la luz y los cielos transparentes, como el medio necesario para la transmisión de la luz. Esta deducción se veía avalada, parcialmente, por los experimentos de gabinete. E n efecto, el aire, igual que los cielos, es un medio refractante, y aunque algunos experimentos efectuados en el 5 0 51 5 0 J . F . Scott, op. cit., p. 39. Estiú, Emilio, La fiundamenlacian del mecanicismo tes, Santa Fe, Imprenta de la Universidad, 1942. 5 1 en la física de Descar- ESTUDIO INTRODUCTORIO 45 gabinete guardaban cierta analogía con los f e n ó m e n o s luminosos del cielo, muchos otros eran totalmente diferentes. A pesar de que hay bases para hablar de un modelo teórico, que surge del campo de la óptica y se traspone al universo, no hay pie en los textos cartesianos ni particularmente en el Tratado del Mundo, para decir que Descartes concibió la luz como principio de organización del universo. L o s principios de organización quedan bien establecidos en la mecánica, en relación directa con la teoría corpuscular de la materia, y es claro que la luz no forma parte de ellos pues, bien entendida, es un efecto concomitante y no una causa. E L MUNDO O TRATADO DE LA LUZ Capítulo I De la diferencia que existe entre nuestras sensaciones y las cosas que las producen 405 5 10 406 A l proponerme aquí tratar la luz, la primera cosa que quiero advertir es que puede haber diferencia entre la sensación que tenemos de ella, esto es, la idea que se forma en nuestra imaginación por mediación de nuestros ojos, y lo que está en los objetos que producen en nosotros esta sensación; es decir, lo que está en la flama o en el sol y que se llama luz. Porque aunque cada uno se convenza c o m ú n m e n t e de que las ideas que tenemos en el pensamiento son totalmente semejantes a los objetos de los cuales proceden, no veo en absoluto razón alguna que nos asegure que esto sea así, sino que, por el contrario, advierto muchas experiencias que nos debieran hacer dudar de ello. Es bien sabido que sin tener las palabras ninguna semejanza con las cosas que significan, no dejan de hacérnoslas concebir, y, con frecuencia, incluso sin que nos percatemos ni del sonido de las palabras 1 5 1 Comienzan a esbozarse los conceptos que posteriormente llevarán a Descartes a la duda metódica; sin embargo, en este Tratado lo que se afirma es que los sentidos no son del todo confiables, pues de que un objeto produzca una modificación en nuestro espíritu no se sigue que tal modificación, en tanto idea sensible, reproduzca exactamente las cualidades o propiedades del objeto en sí mismo. Esta crítica en el Tratado se encamina claramente a la fundamentación de una física no tradicional. 50 RENE DESCARTES ni de sus sílabas, de tal modo que puede suceder que después de haber o í d o un discurso, del cual incluso hemos comprendido muy claramente el sentido, no p o d r í a m o s decir en qué lengua fue 10 pronunciado. A s í , si las palabras, que no significan nada sino por la c o n v e n c i ó n de los hombres, bastan para hacernos concebir cosas con las que no tienen ningún parecido, ¿por qué la naturaleza no podrá 15 también haber establecido algún signo que nos haga tener la sensación de la luz, aunque este signo no tenga nada en sí que sea semejante a esta sensación? Y ¿ n o es acaso de este modo como ella ha establecido la risa y. las lágrimas, para hacernos leer la alegría y la tristeza en el rostro de los hombres? 20 Pero tal vez se dirá que nuestros o í d o s no nos hacen percibir verdaderamente más que el sonido de las palabras y nuestros ojos, no otra cosa que el aspecto del que ríe o llora, y que es nuestro espíritu el que al haber retenido el significado de estas 25 palabras y de este aspecto nos lo representa al mismo tiempo. A esto puedo responder que, de todos modos, es nuestro espíritu el que nos representa la idea de la luz cada vez que la acción que le da 406-407 sentido toca nuestro ojo. Pero, sin perder el tiempo en disputas haría mejor en proponer otro ejemplo. ¿Piensan Uds. que aunque no pongamos atención 5 al significado de las palabras y únicamente escuchemos su sonido, la idea de este sonido que se forma en nuestro pensamiento sea algo semejante al objeto que es su causa? U n hombre abre la boca, mueve la lengua, empuja su aliento; no veo nada en 10 todas estas acciones que no sea muy diferente a la idea de sonido que nos hacen imaginar. Y la mayoría de los filósofos aseguran que el sonido no es otra cosa que cierto temblor de aire que viene a golpear nuestros o í d o s , de manera que si el sentido del o í d o transmite a nuestro pensamiento la verda15 dera imagen de su objeto, sería necesario que en lugar de hacernos concebir el sonido, nos hiciera concebir el movimiento de las partes de aire que 51 D E L A D I F E R E N C I A E N T R E S E N S A C I O N E S Y COSAS 2 vibran en ese momento a nuestros o í d o s . Pero ya que, quizá, no todo mundo querrá creer lo 20 que dicen los filósofos, propondré todavía otro ejemplo. E l tacto es, de todos nuestros sentidos, el que consideramos el menos engañoso y el más seguro, de modo que si les muestro que el tacto mismo 25 nos hace concebir muchas ideas que no se parecen de ningún modo a los objetos que las producen, no pienso que puedan considerar extraño si digo que con la vista puede suceder algo semejante. Pues 407-408 no hay persona que no sepa que las ideas del cosquilleo y del dolor que se forman en nuestro pensamiento a causa de los cuerpos del exterior que nos tocan, no tienen ninguna semejanza con ellos. Se pasa ligeramente una pluma sobre los labios de un niño que se adormece y él siente que uno le hace cosquillas; ¿piensan que la idea de cosquilleo que 5 concibe se parece a algo de lo que está en esta pluma? Un gendarme* regresa de una pelea; durante el calor del combate pudo ser herido sin darse cuenta; pero, ahora que comienza a enfriarse, siente dolor, cree estar herido, se llama a un cirujano, se le quitan 10 sus armas, se le reconoce y se encuentra, por fin, que lo que sentía no era otra cosa sino una hebilla o una correa que, habiéndose introducido bajo sus armas, lo presionaba y lo incomodaba. Si su tacto, hacién15 dolé sentir esta correa, le hubiese imprimido tal imagen en el pensamiento, no hubiese tenido necesidad de un cirujano que le informase sobre aquello que sentía. Por tanto, no veo ninguna razón que nos obligue 2 L a crítica de Descartes se funda en la noción de sensación como signo. Hay entre la cualidad sensible y lo real una relación de significación arbitraría. Por ello el estudio de la cualidad sensible no puede conducimos al conocimiento de la realidad Física. Por otra parte, dentro del planteamiento general del mecanicismo cartesiano, la sensibilidad en su conjunto y por ende cada una de las formas de la percepción sensorial, se reducen en última instancia a choques de partes materiales. * Hombre de guerra a caballo. Alquic, p. 318. 52 RENE DESCARTES 20 a creer que lo que está en los objetos, de los que nos llega la sensación de la luz, sea m á s semejante a tal sensación que las acciones de una pluma y una correa con relación al cosquilleo y al dolor. De ningún modo he dado estos ejemplos para convencerlos de que esa luz es una cosa en los objetos y otra en nuestros ojos, sino solamente a fin de que duden de ello para que, sin inclinarse tampoco por la opinión opuesta, puedan ahora examinar mejor conmigo lo que es. 3 3 E l m é t o d o cognoscitivo que perfila Descartes, no busca escindir la realidad de la posibilidad de su conocimiento. Por una parte aclara la diferencia entre contenidos mentales y mundo extramental, pero esta distinción no apunta a una separación tajante. Si bien no hay inmediatez causal entre objetos e ideas, tampoco se da una absoluta ruptura entre ellos. Para Descartes, metodológicamente hay que mantener una actitud crítica frente a la sensación, mas no desecharla como fuente de conocimiento en algún nivel. Todo ello desemboca en la distinción entre el objeto como objeto de conocimiento de la física y como objeto del sentido común. Capítulo I I E n qué consisten el calor y la luz del fuego 408-409 No conozco en el mundo más que dos clases de cuerpos en los que la luz se encuentra, a saber, los astros y la flama o el fuego. Y puesto que los 5 astros están, sin duda, más alejados del conocimiento de los hombres, que lo que lo están el fuego o la flama, procuraré primero explicar lo que encuentro en relación con la flama. Cuando quema la madera o cualquier otra materia semejante, podemos ver a simple vista que remueve 10 las pequeñas partes de esta madera y las separa una de otra, transformando así las más sutiles en fuego, aire y humo, y dejando las más toscas como cenizas. Que, en esa madera otro imagine, si quiere, la forma 15 del fuego, la cualidad del calor y la acción que la quema, como cosas totalmente diversas, yo, que temo equivocarme si supongo en ello alguna cosa más de lo que veo que necesariamente debe ser, me contento con concebir en ella el movimiento de sus partes. Porque ya prendan fuego [a esa made20 ra], pongan calor, y hagan que arda tanto como quieran, si no se supone además, que haya alguna de 4 4 L a forma, la cualidad y la acción, son distinciones de la física cualitativa de Aristóteles que Descartes no acepta, por ser su concepción del mundo físico una concepción mecanicista. Esto significa que Descartes va a considerar únicamente a la materia homogénea y al movimiento de sus partes como la base de la explicación de la diversidad de los fenómenos físicos. 54 RENE DESCARTES sus partes que se mueva y se desprenda de sus vecinas, no me podría imaginar que recibiera ninguna 25 alteración ni cambio. Por el contrario, quiten el fuego de ella, quiten el calor, impidan que arda; a menos que me concedan que hay algún poder que desprenda violentamente las más sutiles de sus partes y que las separe de las más toscas, encuentro 409- 410 que sólo esto puede producir en ella los mismos cambios que experimentamos cuando arde. Luego, del mismo modo que no me parece posible concebir que un cuerpo pueda mover a otro si 5 no es moviéndose también a sí mismo, concluyo de esto que el cuerpo de la flama que actúa contra la madera está compuesto de pequeñas partes que se mueven separadamente una de otra con un movimiento muy rápido y muy violento, y que, movién10 dose de este modo, empujan y mueven con ellas las partes de los cuerpos que tocan y que no les presentan demasiada resistencia. Digo que sus partes se mueven separadamente una de otra porque, aunque a menudo se coordinan y se unen muchas juntas 15 para producir un mismo efecto, vemos sin embargo que cada una de ellas actúa en forma particular contra los cuerpos que toca. Digo también que su movimiento es muy rápido y violento porque, al ser 20 tan pequeñas que la vista no nos la podría hacer distinguir, no tendrían tanta fuerza como la que tienen para actuar contra los otros cuerpos, si la rapidez de su movimiento no compensara el defecto de su t a m a ñ o . No agrego de que lado se mueve cada una porque, 25 si consideran que la potencia de moverse y la que determina de qué lado debe darse el movimiento son 410- 411 dos cosas completamente diversas y que pueden ocurrir la una sin la otra (tal como lo he explicado 5 s Como ya se anotó, la materia es concebida por Descartes como conglomerado de partes en movimiento con diferentes tamaños, velocidades, pesos y resistencias. Esto va perfilando la idea de la explicación de los fenómenos físicos, por ejemplo, la luz y el calor, como cambios producidos por el movimiento de las partes. DEL CALOR Y L A LUZ D E L FUEGO 5 10 15 20 25 411-412 5 55 en la Dióptrica), juzgarán fácilmente que cada una se mueve en la forma que le resulta menos difícil por la disposición de los cuerpos que la rodean, y que en la misma flama puede haber partes que vayan hacia arriba y otras hacia abajo, derecho y en círculo, y hacia todos los lados sin que esto cambie en nada su naturaleza. De suerte que si observan que casi todas tienden hacia arriba, no hay que pensar que esto se deba a otra razón sino al hecho de que los otros cuerpos que las tocan se encuentran casi siempre dispuestos a ofrecerles mayor resistencia de todos los demás lados. Pero, después de haber admitido que las partes de la flama se mueven de esta forma y que basta concebir sus movimientos para comprender c ó m o ella tiene la potencia de consumir la madera y de arder, consideremos, les ruego, si esto mismo no bastaría también para hacernos comprender c ó m o ella nos calienta y nos alumbra. Porque, si esto es así, no será necesario que haya en ella ninguna otra cualidad, y podremos decir que es este único movimiento el que, según los diferentes efectos que produce, se llama en unos casos calor, en otros luz. Luego, en lo que hace al calor, la sensación que tenemos de ello me parece que puede tomarse por una especie de dolor cuando es violento y, algunas veces, por una especie de cosquilleo cuando es moderado. Y como ya dijimos que, fuera de nuestro pensamiento, no hay nada que se asemeje a las ideas que concebimos del cosquilleo y del dolor, también podemos admitir perfectamente que no hay nada que sea semejante a aquello que concebimos como el calor; pero que todo aquello que puede poner diversamente en movimiento las pequeñas partes de nuestras manos o de cualquier otro lugar de nuestro cuerpo puede provocar en nosotros esta s e n s a c i ó n . Incluso, muchas experiencias 6 6 Los efectos del movimiento no son registrados por la sensibilidad como choques de partes sino que se traducen a nuestra percepción en sensaciones de diver- 56 RENE DESCARTES 10 15 20 favorecen esta o p i n i ó n , porque tan sólo con frotarse las manos se las calienta y cualquier otro cuerpo también puede calentarse sin ser puesto junto al fuego, con sólo agitarlo y sacudirlo de tal modo que muchas de sus pequeñas partes se muevan y puedan dar movimiento con ellas a las de nuestras manos. Por lo que hace a la luz, también podemos concebir que el mismo movimiento que está en la flama es suficiente para hacérnosla percibir. Pero, como es en esto en lo que consiste la parte principal de mi proyecto, voy a tratar de explicarlo en forma más extensa y a regresar a mi razonamiento anterior. sos grados. Así las ideas provenientes de los datos sensibles o ideas adventicias son ideas de percepción pero en ellas no se dan los efectos del movimiento en sí mismo. Capítulo I I I De la dureza y de la liquidez 25 412 5 10 15 Considero que hay en el mundo una infinidad de movimientos diversos cuya duración es perpetua. Y después de haber señalado los más grandes, que son los días, los meses y los años, soy perfectamente consciente de que los vapores de la tierra no dejan de subir hacia las nubes y de descender de ellas, que al aire lo agitan continuamente los vientos; que el mar no está jamás en reposo; que los manantiales y los ríos fluyen sin cesar, que las más firmes construcciones decaen finalmente; que las plantas y los animales no hacen sino crecer o corromperse; en suma, que no hay nada, en ningún lugar, que no cambie. Por lo cual me doy cuenta, con evidencia, de que no es solamente en la flama donde hay gran cantidad de pequeñas partes que no dejan de moverse, sino que las hay también en todos los otros cuerpos, aunque sus acciones no sean tan violentas, y que, a causa de su pequenez, no pueden ser percibidas por ninguno de nuestros sentidos. No me detengo a buscar la causa de sus movimientos, porque me basta pensar que han comenzado a moverse tan pronto como el mundo c o m e n z ó a existir. Y asentado esto encuentro, a través de mis razonamientos, que es imposible que sus movimientos cesen jamás, e incluso que cambien de algo más que de sujeto. E s decir, que la virtud o potencia 58 RENE DESCARTES 20 de moverse a sí mismo, que se encuentra en un cuerpo, puede muy bien pasar, todo o en parte, a otro, y así no estar ya en el primero, pero que no puede dejar de estar del todo en el mundo. Mis razones a este respecto me satisfacen bastante, aunque no he tenido aún ocasión de decírselas. 25 Mientras tanto se pueden imaginar si les parece 412-413 bien, como lo hacen la mayor parte de los doctos, que hay algún primer móvil, que, dando vueltas alrededor del mundo a una velocidad incomprensible, es el origen y la fuente de todos los movimientos que en él se encuentran. 5 Luego, a partir de esta consideración, se cuenta con el medio para explicar la causa de todos los cambios que suceden en el mundo y de todas las variedades que aparecen sobre la tierra, pero yo me limitaré aquí a hablar de aquellas que sirven a mi propósito. L a primera que deseo que destaquen es la dife10 rencia que hay entre los cuerpos duros y aquellos que son líquidos, y para este propósito, consideren que cada cuerpo puede dividirse en partes muy pequeñas. No quiero determinar si su número es 15 infinito o no, pero al menos es cierto que, desde la perspectiva de nuestro conocimiento, su número es indefinido y que podemos suponer que hay muchos millones de partes en el más p e q u e ñ o grano de arena que nuestros ojos puedan percibir. 20 Y noten que si dos de estas pequeñas partes se entretocan sin estar en actividad para separarse una de otra, se necesita de alguna fuerza para separarlas, tan poco como se pueda, pues una vez 7 8 7 Contrario al punto de vista aristotélico, Descartes sostiene que al no haber cuerpos como sustancias sino como conglomerados de partes en movimiento, éste no es una propiedad de sujetos particulares sino una propiedad de la materia desde el momento en que c o m e n z ó a existir y que puede transmitirse por choque de unos cuerpos a otros. Descartes busca una explicación homogénea, unitaria, en el sentido de que, el mismo conjunto de leyes que conforman la teoría del movimiento mecánico, permitan explicar la variedad de los fenómenos de la naturaleza, rompiendo con la jerarquía aristotélica sublunar y supralunar. 8 DE L A DUREZA Y DE L A LIQUIDEZ 59 así colocadas, no podrían jamás, por sí mismas disponerse de otra forma. Notemos, también, que se necesita dos veces esa fuerza para separar dos partes que lo que se necesita para separar una, y mil ve413-414 ees [esa fuerza] para separar mil. De suerte que si es necesario separar varios millones a la vez, como probablemente se requiere hacer para romper un solo cabello, no es de extrañar que sea indispensable allí una fuerza bastante considerable. 25 5 10 Por el contrario, si dos o más de estas pequeñas partes se tocan solamente de paso y cuando están en actividad para moverse una de un lado y otra de otro, es seguro que se necesitará menos fuerza para separarlas que si estuvieran completamente sin movimiento e incluso que no se la necesitará en absoluto si el movimiento con el que se pueden separar por sí mismas es igual o mayor que aquel con el que se las quiere separar. Luego no encuentro ninguna otra diferencia entre los cuerpos duros y los cuerpos líquidos, salvo que las partes de unos pueden separarse en conjunto mucho más fácilmente que las de los otros. De modo que para componer el cuerpo más duro que podamos imaginar, pienso que basta con que todas sus partes se toquen sin que quede ningún espacio entre dos de ellas y que ninguna de ellas esté en disposición de moverse. Porque, ¿qué cola o cemento p o d r í a m o s imaginar entre ellas fuera de esto, para tenerlas mejor unidas una a otra? Pienso, también, que para componer el cuerpo más l í q u i d o que se pueda encontrar, basta con que sus más ínfimas partes se muevan lo más diversamente la una de la otra y lo más rápido que sea posible, aunque con esto no excluyan su posibilidad de contacto mutuo por todos lados y su acomodamien9 15 20 25 9 E n la concepción física-mecanicista de Descartes, la diversidad de los cuerpos se explica no en función de sus "cualidades intrínsecas", sino entre otros aspectos, por la actividad o reposo de sus partes y la fuerza del movimiento que reciben y transmiten. Finalmente, la fuerza que se requiere para separar las partes de un cuerpo, debe ser proporcional a su fuerza de cohesión. 60 RENE DESCARTES 414-415 to en tan poco espacio como si estuvieran sin movimiento. E n fin, creo que cada cuerpo se aproxima más o menos a estos dos extremos, según que sus partes estén más o menos en disposición para alejarse una de otra, y todas las experiencias a las 5 que dirijo los ojos me confirman en esta o p i n i ó n . L a flama, de la cual he dicho ya que todas las partes están perpetuamente agitadas, no solamente es líquida, sino que vuelve líquidos a la mayor parte de los otros cuerpos. Y noten que, cuando funde 10 los metales, actúa con el mismo poder con el que quema la madera, pero como las partes de los metales son todas más o menos iguales, la flama no puede mover una sin la otra y así forma, a partir de ellas, cuerpos totalmente l í q u i d o s , mientras que las partes 15 de la madera son tan desiguales que [la flama] puede separar de ella las más pequeñas y volverlas líquidas, es decir, convertirlas en humo sin agitar de este modo las más toscas. Después de la flama no hay nada más l í q u i d o que el aire y podemos ver a simple vista que sus partes 20 se mueven separadamente la una de la otra. Pues si se dignan mirar estos pequeños cuerpos que llamamos c o m ú n m e n t e á t o m o s y que se hacen visibles merced a los rayos del sol, aun cuando no haya* viento que los agite los verán revolotear ince25 santemente aquí y allá en mil formas diversas. Podemos experimentar algo semejante en los licores más espesos, si se mezclan algunos de estos líquidos 115-416 de diversos colores con objeto de distinguir mejor 5 sus movimientos. E n fin, esto se da muy claramente en las aguas fuertes cuando mueven y separan las partículas de algún metal. Pero, si sólo el movimiento de las partes de la flama es el que hace que ésta queme y sea líquida, me 1 0 1 0 L a exclusión del vacío obliga a Descartes a conciliar dos nociones opuestas, que son, la idea del pleno como cohesión de las partes y la idea del número indefinido de partes con diversidad de movimientos y variaciones de velocidad; no obstante estas características, ambas nociones constituyen los dos aspectos fundamentales de su teoría corpuscular mecanicista. DE L A DUREZA Y DE LA LIQUIDEZ 61 podrían preguntar ahora por q u é el movimiento de las partes del aire, que lo hacen tan líquido, no 10 le dan, del mismo modo, el poder de quemar, sino que por el contrario, hace que nuestras manos no lo puedan casi sentir. A lo cual respondo que no se debe tomar en cuenta únicamente la velocidad del movimiento, sino también el tamaño de las partes, ya que son las más pequeñas las que hacen a los 15 cuerpos más líquidos y las más grandes las que tienen más fuerza para quemar y, en general, para actuar contra los otros cuerpos. N ó t e s e , de paso, que considero aquí y que siempre 20 consideraré en lo sucesivo, como una sola parte todo aquello que está bien unido y que no está a punto de separarse; aunque [las partes] que tienen un m í n i m o de t a m a ñ o pueden dividirse fácilmente en muchas otras más pequeñas; así, un grano de arena, una piedra, una roca, e incluso la tierra entera 25 podrá tomarse en adelante como una sola parte mientras no consideremos en ella más que un solo movimiento totalmente simple e igual. 416-417 Ahora bien, entre las partes del aire, si hay algunas muy grandes en comparación con otras, como son esos á t o m o s que allí se ven, se mueven también muy lentamente; y si hay algunas que se muevan más rápidamente, son también más pequeñas. Pero si entre las partes de la flama, unas de ellas son más 5 pequeñas que las del aire, hay también unas más grandes, o al menos hay una mayor cantidad de partes iguales a las partes más grandes del aire que además se mueven mucho más rápido, y no son sino estas 10 últimas las que tienen el poder de quemar. Que haya unas más pequeñas se puede conjeturar a partir de que [las partes de la flama] penetran a través de muchos cuerpos cuyos poros son tan estrechos que el aire mismo no puede penetrar en 15 ellos. E l que haya unas más grandes o igualmente grandes en mayor n ú m e r o , lo vemos claramente en el hecho de que el aire solo no basta para nutrir la llama, y que las partes de la flama se muevan m á s 62 RENE DESCARTES 20 25 rápido nos lo muestra suficientemente la violencia de su acción. Por ú l t i m o , el que sean las más grandes de estas partes las que tengan el poder de quemar, se hace evidente en el hecho de que la flama que sale del agua ardiente o de otros cuerpos muy sutiles no quema casi nada y por el contrario la que se engendra en los cuerpos duros y pesados es muy ardiente. Capítulo I V Del v a c í o y de dónde proviene el que nuestros sentidos no perciban ciertos cuerpos Pero es necesario examinar más particularmente por q u é , siendo el aire un cuerpo igual a los otros, 417-418 no puede percibirse tan fácilmente como los demás [cuerpos], y por este mismo camino, librarnos de un error que nos ha preocupado a todos desde la infancia, desde el momento en que hemos c r e í d o que no había más cuerpos alrededor de nosotros que 5 aquellos que pudieran ser percibidos; y así, que si el aire era uno [de esos cuerpos] debido a que apenas lo sentíamos, no debería ser ni tan material ni tan sólido como aquellos que s e n t í a m o s más. A l tratar esto, deseo primeramente que adviertan 10 que todos los cuerpos, tanto duros como líquidos, están hechos de una misma materia, y que es imposible concebir que las partes de esta materia compongan nunca un cuerpo más sólido o que ocupe menos espacio, y a que cada una de ellas limita por por todas partes con las demás que la rodean. De 15 donde se sigue, me parece, que si puede haber v a c í o en alguna parte, esto debe ser más bien en los cuerpos duros que en los líquidos, porque es evidente que las partes de éstos se pueden más fácilmente apretar y disponer una contra otra, debido a que se 20 mueven, cosa que no hacen las de los cuerpos duros que eslán sin movimiento. 64 RENE DESCARTES Si ponen por ejemplo pólvora en algún recipiente, lo sacuden y lo golpean para hacer que entre más; pero si vierten allí algún licor, se acomoda al punto por sí mismo en el menor espacio posible. E incluso si consideran a este respecto algunas de las experiencias de las que los filósofos han acostumbrado 418 servirse para demostrar que no hay v a c í o en la naturaleza, se percatarán fácilmente de que todos estos espacios que la gente considera v a c í o s y en los cuales no sentimos sino el aire, están tan llenos, y 5 llenos con la misma materia, que aquellos en que percibimos los otros cuerpos. Pues díganme les ruego, ¿ n o resultaría extraño que la naturaleza hiciera ascender los cuerpos más pesados, y rompiera los más duros, tal como se experimenta en ciertas máquinas, antes que permitir que 10 algunas de sus partes cesaran de entretocarse o de tocar algunos otros cuerpos, y que permitiera, sin embargo, que las partes del aire que son tan fáciles de plegarse y de acomodarse en todas formas, permaneciesen las unas junto a las otras sin tocarse 15 por todas partes o sin que hubiera algún cuerpo entre ellas al cual tocasen? Si hubiese un m í n i m o de v a c í o entre las partes de los cuerpos que los espacios contiene, ¿sería pensable que el agua que está en un 20 pozo debiera ascender a lo alto, contra su inclinación natural, únicamente con el fin de que el tubo de una bomba se llenase, y que el agua que está en las nubes no debería descender para terminar de llenar los espacios que están aquí abajo? Pero podrían proponerme aquí una dificultad 25 bastante considerable, a saber, que las partes que 418-419 componen los cuerpos líquidos no pueden, tal parece, moverse incesantemente, como he dicho que lo hacen, si no es porque se encuentra el espacio v a c í o entre ellas, al menos en los lugares de donde 25 11 1 1 E l argumento que desarrolla Descartes se basa en la exclusión del vacío y la concepción de la materia como extensión homogénea, de ahí que, si se considera factible la existencia del vacío se producirían fenómenos absurdos en la naturaleza como los descritos en este capítulo. D E L VACÍO 5 10 65 salen a medida que se mueven. A lo cual tendría dificultad en contestar si no hubiera reconocido por diversas experiencias que todos los movimientos que se dan en el mundo son de algún modo circulares, es decir, que cuando un cuerpo deja su lugar, entra siempre en el de otro, y éste en el de otro, y así se sigue hasta el último que ocupa en el mismo instante el lugar desalojado por el primero; de suerte que no hay v a c í o entre ellos, se muevan o estén inmóviles. Y noten aquí que no es necesario, por eso, que todas las partes .de los cuerpos que se 15 mueven conjuntamente estén dispuestas exactamente como un verdadero círculo, ni incluso que sean de t a m a ñ o o figura semejante; porque estas desigualdades pueden fácilmente compensarse con las desigualdades de su velocidad. 20 De hecho no notamos c o m ú n m e n t e estos movimientos circulares cuando los cuerpos se mueven en el aire, porque estamos acostumbrados a no concebir al aire sino como un espacio vacío. Pero 25 veamos nadar a los peces en el cuenco de una fuente: si no se aproximan demasiado a la superficie del agua no la harán agitarse para nada aunque pasen por debajo a gran velocidad, de donde parece 419-420 manifiesto que el agua que desplazan delante de s í no empuja indiferentemente toda el agua de la fuente, sino sólo aquella que puede servir mejor para acabar el círculo de su movimiento y tomar el lugar que ellos dejan. Y esta experiencia basta para 5 mostrar cuan comunes y familiares son a la naturaleza estos movimientos circulares. Pero quiero ahora aportar otra [experiencia] para mostrar que no se produce jamás un movimiento que no sea circular. E n el momento en que el vino está en un tonel, no sale por la abertura que está 10 abajo, debido a que la parte superior está completamente cerrada, se habla impropiamente, como lo hacemos de ordinario, de que esto sucede por el temor al vacío. Sabemos bien que este vino no 15 liene espíritu como para temer algo, y si lo tuviera, 66 RENE DESCARTES no se ve en qué ocasión podría conocer este v a c í o que no es, en efecto, sino una quimera. E s necesario decir, más bien, que no puede salir de ese tonel debido a que todo fuera está tan lleno como puede estarlo y que la parte del aire de la cual ocuparía el lugar si descendiera, no puede ocupar otro lugar en 20 todo el resto del universo, si no hacemos una abertura en la parte superior del tonel por la cual este aire pueda subir circularmente a su lugar. Por lo demás no quiero afirmar con eso que no 25 haya del todo v a c í o en la naturaleza, pero tendría miedo de que mi discurso se hiciera demasiado largo si emprendiera en la explicación de lo que se 420-421 trata; y las experiencias de las que he hablado no son suficientes para probarlo, aunque lo sean para persuadirnos de que los espacios en que no percibimos nada están llenos de la misma materia y 5 contienen tanta de ésta como aquellos que están ocupados por los cuerpos que percibimos. De modo que, por ejemplo, en el momento en que un recipiente está lleno de oro o de plomo, no contiene por ello más materia que cuando pensamos que está vacío: lo cual puede parecer muy extraño para 10 muchos, cuya razón no va más allá de sus dedos, y que piensan que no hay nada más en el mundo que aquello que tocan. Mas cuando hayan considerado m í n i m a m e n t e qué es lo que hace que sintamos un cuerpo o que no lo sintamos, estoy seguro que 15 no encontrarán en ello nada increíble. Pues conocerán evidentemente que estamos tan lejos de que todas las cosas que están alrededor de nosotros puedan percibirse que por el contrario, las cosas que están más ordinariamente a nuestro alrededor son las que pueden sentirse menos, y aquellas 20 que siempre están alrededor de nosotros no pueden sentirse nunca. E l calor de nuestro corazón es muy fuerte, pero no lo sentimos porque es cotidiano. E l peso de nuestro cuerpo no es poco; sin embargo, no nos incomoda. 25 Incluso no sentimos [el peso] de nuestras ropas D E L VACÍO 67 porque estamos acostumbrados a usarlas. Y la razón de todo esto es bastante clara. Es cierto que no podríamos percibir ningún cuerpo si no fuera a causa de algún cambio en los órganos de nuestros sentidos, 421-422 es decir, si no los movieran de algún modo las pequeñas partes de materia de las que están compuestos estos órganos, cosa que pueden hacer muy bien los objetos que no se presentan siempre [a la sensibilidad] a condición solamente de que tengan suficiente fuerza; puesto que si deterioran algo mientras actúan, esto puede repararlo después la naturaleza, 5 una vez que dejan de actuar. Pero en cuanto a los objetos que nos tocan continuamente, si alguna vez tuvieron el poder de producir algún cambio en nuestros sentidos y de remover algunas partes de su materia, han debido separarlas enteramente 10 de las otras a fuerza de actuar sobre ellas desde el comienzo de nuestra vida, y, así, no pueden haber dejado sino aquellas que resisten completamente su acción y por medio de las cuales no pueden sen15 tirse aquellos cuerpos de ninguna manera. De donde pueden ver que no es maravilloso que haya muchos espacios alrededor de nosotros, en los cuales no sintamos ningún cuerpo, aunque no contengan menos materia que aquellos en los que los sentimos mas. Pero no es menester pensar, por ello, que este aire 20 tosco que jalamos a nuestros pulmones respirando, que se convierte en viento cuando está agitado, que nos parece duro cuando está encerrado en una pelota y que no está compuesto sino de exhalaciones y de humos, sea tan sólido como el agua o como la tierra. Es necesario seguir en esto la opinión c o m ú n 25 de los filósofos, los cuales aseguran u n á n i m e m e n t e 1 2 Descartes sostiene una teoría causal de la percepción pero dentro del ámbito del mecanicismo. Esto es, la percepción se reduce al choque de las partes (contacto continuo), por lo cual la materia de los sentidos se "desgasta" hasta que únicamente queda aquella que resiste a la acción de las partes. Esta concepción es totalmente distinta a la del atomismo clásico para el cual la percepción del olijelo se plantea como efluvio de ¡ilola que inhicren en los sentidos. 68 RENE DESCARTES 13 que es un cuerpo más r a r o . Y esto se conoce fácilmente por experiencia, porque las partes de una gota de agua, siendo separadas la una de la otra por la agitación del calor, pueden componer mucho 422-423 más de este aire que el que puede contener el espacio donde estaba esa agua. De donde se sigue infaliblemente que hay una gran cantidad de pequeños intersticios entre las partes de las que está com5 puesto el aire, puesto que no hay otra forma de concebir un cuerpo raro. Pero ya que estos intervalos no pueden estar vacíos, como dije más arriba, concluyo de todo esto que necesariamente hay algunos otros cuerpos, uno o muchos, mezclados 10 entre este aire, los cuales llenan tan exactamente como es posible los p e q u e ñ o s intersticios que deja entre sus partes. No queda ahora más que considerar cuáles pueden ser esos otros cuerpos y después de esto, espero que no será difícil comprender cuál puede ser la naturaleza de la luz. 1 3 L a noción de "cuerpo raro" fue utilizada por la tradición escolástica siguiendo a Aristóteles para explicar el hecho de que una misma cantidad de materia pueda ocupar un espacio más grande al cambiar de estado. Del problema planteado por la rarefacción Alquié comenta: " . . . el hecho de que el espacio ocupado por una misma materia parece aumentar, conduce a Descartes a su teoría de los elementos." Descartes, Rene, " L e monde" en Descartes, oeuvres philosophiques. París, Éditions Gamier Fréres, 1963, pp; 335-336. Capítulo V 15 20 25 423 Del número de los elementos y de sus cualidades Los filósofos aseguran que hay por encima de las nubes un cierto aire mucho más sutil que el nuestro, y que no está compuesto por los vapores de la tierra como él, sino que constituye un elemento aparte. Dicen, también, que más arriba de este aire hay otro cuerpo, mucho más sutil, que llaman el elemento del fuego. Agregan, además, que estos dos elementos están mezclados con el agua y la tierra en la composición de todos los cuerpos inferiores. Si bien no haré sino seguir su o p i n i ó n , sí digo que este aire más sutil y este elemento del fuego llenan los intervalos que están entre las partes del aire tosco que respiramos; de suerte que esos cuerpos entrelazados el uno con el otro componen una masa que es tan sólida como cualquier c u e r p o . Pero, a fin de que pueda hacerles entender mejor mi pensamiento al respecto y que no piensen que quiero obligarles a creer en todo lo que los filósofos nos dicen de los elementos, es necesario que se los describa a mi manera. Concibo al primero, que podemos nombrar el elemento del fuego, como un licor, el más sutil 14 5 10 1 4 L a crítica a la tradición, específicamente a la concepción física del mundo, (|uc siguiendo a Aristóteles dividía a los elementos en supra y sublunares, es en Desearles claro ejemplo de transición conceptual, ya que conserva la terminología tradicional pero cambia totalmente su significado. 70 RENE DESCARTES y penetrante que haya en el mundo; y en relación a lo que se ha dicho más arriba, por lo que respecta a la naturaleza de los cuerpos líquidos, me imagino que sus partes son mucho más pequeñas y se mueven mucho más rápidamente que las de cualquier otro cuerpo. O más aún, a fin de no vernos obligados a 15 admitir algún v a c í o en la naturaleza, no le atribuyo partes que tengan ningún tamaño ni figura determinada; pero me convenzo de que el í m p e t u de su movimiento es suficiente para hacer que se dividan en todas las formas y en todos los sentidos por el encuentro con los otros cuerpos y que sus partes 20 cambian de figura en todo momento para acomodarse a la de los lugares a donde entran, de suerte que no hay jamás paso demasiado estrecho ni ángulo suficientemente p e q u e ñ o entre las partes de los otros cuerpos, por donde las de este elemento no 25 penetren sin ninguna dificultad y que no llenen exactamente. 423-424 A I segundo, que podemos tomar por el elemento del aire, lo concibo también como un licor muy sutil comparándolo con el tercer elemento; pero para compararlo con el primero hay necesidad de 5 atribuir algún tamaño y alguna figura a cada una de sus partes, y de imaginarlas más o menos todas redondas y unidas como los granos de la arena y del polvo, de modo que no puedan acomodarse tan bien, ni apretarse tanto una contra otra, y así quedan alrededor de ellas muchos p e q u e ñ o s inters10 ticios en los cuales le es más fácil al primer elemento el deslizarse, que a ellas [las partes del segundo elemento], el cambiar de figura para llenarlos. Y así, me convenzo de que este segundo elemento no puede ser tan puro en ninguna parte del mundo, 15 que no tenga siempre consigo un poco de la materia del primero. A d e m á s de estos dos elementos, y a no admito más que un tercero, a saber, el de la tierra, cuyas partes, pienso, son mucho más grandes y se mueven mucho 20 menos rápido en comparación con las del segundo, D E L N U M E R O D E L O S E L E M E N T O S Y SUS C U A L I D A D E S 71 que lo que lo hacen estas últimas en comparación con las del primero. Incluso creo que basta concebirlo como una o varias masas grandes cuyas partes tienen muy poco o ningún movimiento que las haga cambiar de situación la una con respecto a la otra. 25 Y si encuentran extraño que para explicar los elementos no me valga para nada de las cualidades que llamamos calor, frío, h ú m e d o y seco, como 424-425 lo hacen los filósofos, les diré que estas cualidades me parecen tener ellas mismas necesidad de explicación; y que, si no me equivoco, no solamente estas cuatro cualidades, sino también todas las otras, e incluso todas las formas de los cuerpos inanima5 dos, pueden explicarse sin que se necesite suponer para tal efecto ninguna otra cosa en su materia que el movimiento, el tamaño, la figura y el acomodo de sus partes. A partir de esto podré hacerles entender fácilmente por qué no admito ningún otro 10 elemento fuera de los tres que he descrito; porque la diferencia que debe haber entre ellos y los otros cuerpos que los filósofos llaman mixtos, o mezclados y compuestos, consiste en que las formas de estos cuerpos mezclados contienen siempre en sí algunas cualidades que son contrarias y se obstacu15 lizan, o que al menos no tienden a la conservación una de otra, mientras que las formas de los elementos deben ser simples y no tener ningunas cualidades que no se combinen entre sí tan perfectamente que 20 cada una tienda a la conservación de todas las demás. Por tanto, me es imposible encontrar en el mundo ninguna forma que sea de este modo, exceptuando las tres que he descrito. Porque [la forma] que he atribuido al primer elemento, consiste en que 15 1 5 L a aportación cartesiana a la explicación física es un cambio de parámetros que deja a un lado las cualidades aristotélicas proponiéndonos criterios cuantitativos para dar cuenta de las diferencias entre los distintos elementos, así como <lc la diversidad de los cuerpos. 72 RENE DESCARTES sus partes se mueven tan sumamente rápido y son tan pequeñas, que no hay ningún otro cuerpo 25 capaz de detenerlas, y que además de eso, no requieren ningún tamaño, ni figura, ni situación determi425- 426 nadas. [ L a forma] del segundo consiste en que sus partes tienen un movimiento y un tamaño tan medianos que si se encuentran muchas causas en el mundo que puedan aumentar su movimiento y disminuir su t a m a ñ o , existen exactamente otras 5 tantas que pueden hacer todo lo contrario, de manera que permanecen siempre como en balance en esta misma medianía. Y la del tercero consiste en que sus partes son tan. grandes o están de tal modo juntas que tienen la fuerza para resistir siempre los movi10 mientos de los otros cuerpos. Examinen cuanto quieran, todas las formas que pueden dar a los cuerpos mezclados, los diversos movimientos, figuras y tamaños, la diferente disposi15 ción de las partes de la materia, y estoy seguro de que no encontrarán ninguna que no tenga en sí las cualidades que tienden a hacer que cambie, y que cambiando, se reduzca a alguna de las [formas] de los elementos. 20 Como, por ejemplo, la flama, cuya forma requiere el tener partes que se muevan muy rápido y que tengan además algún tamaño, como se dijo más arriba, no puede permanecer un largo tiempo sin corromperse porque, o bien el tamaño de sus partes, 25 dándole la fuerza de actuar contra los otros cuerpos, será la causa de la disminución de su movimiento, o bien, la violencia de su agitación, les hará romperse 426- 427 chocando contra los cuerpos que encuentran, será causa de la pérdida de su tamaño; y así, podrán poco a poco reducirse a la forma del tercer elemento o a la del segundo, e incluso también algunas, a la del primero. Y con eso pueden conocer la diferencia que hay entre esta flama o el fuego c o m ú n que se 5 da entre nosotros, y el elemento del fuego que he descrito. Y deben saber, también, que los elementos del aire y de la tierra, es decir, el segundo y el 73 D E L NÚMERO D E L O S E L E M E N T O S Y SUS C U A L I D A D E S tercer elemento, no son en nada parecidos, ni a ese aire tosco que respiramos, ni a esa tierra sobre 10 la cual caminamos; sino que generalmente todos los cuerpos que están alrededor de nosotros son mezclados o compuestos y sujetos a la c o r r u p c i ó n . Sin embargo, no es menester pensar por ello que 15 los elementos no tienen ningún lugar en el mundo que les haya sido destinado particularmente y en donde puedan perpetuamente conservarse en su pureza natural; sino, por el contrario, puesto que cada parte de la materia tiende siempre a reducirse a algunas de sus formas, y que al estar así reducida 20 no tiende jamás a dejarla; suponiendo incluso que Dios no haya creado al comienzo sino cuerpos mezclados, no obstante desde el momento en que el mundo existe, todos estos cuerpos hubieran tenido toda la libertad de dejar sus formas y de tomar 25 la de los elementos. De manera que ahora es muy patente que todos los cuerpos que son lo suficien427-428 temente grandes como para poderse contar entre las partes más notables del universo, tienen cada uno la forma simple de uno de los elementos, y que no puede haber cuerpos mezclados en cualquier parte, 5 sino sobre las superficies de estos grandes cuerpos. Pero ahí es menester por necesidad que los haya; porque siendo los elementos de naturaleza muy contraria, no puede suceder que dos de ellos se toquen entre sí sin que actúen contra las superfi10 cies uno de otro, dando así a la materia que ahí existe, las diversas formas de estos cuerpos mezclados. A propósito de esto, si consideramos en general todos los cuerpos que componen el universo, no 15 encontraremos más que tres clases que pueden denominarse grandes y que cuentan entre sus prin16 1 6 Descartes usa el concepto "forma" en dos sentidos: como cuerpo mezclado cuyas cualidades están determinadas en última instancia por las características ciiaiitilicalilcs de las partes que lo componen, y por otra, en el sentido de la simplicidad o elemento, de los cuales admite Descartes únicamente tres, que son liiuiKiKrneoH en la cualidad y distintos por lo que hace a la cantidad. RENE DESCARTES cipales partes al sol y las estrellas fijas en la primera, los cielos en la segunda y la tierra con los planetas y los cometas en la tercera. Por eso tenemos mucha razón al pensar que el sol y las estrellas fijas no tienen sino la forma pura del primer elemento, los cielos la del segundo y la tierra con los planetas y los cometas, la del tercero. Pongo a los planetas y los cometas con la tierra, porque viendo que resisten como ella a la luz y que reflejan sus rayos, no encuentro diferencia en ellos. Pongo juntos también al sol con las estrellas fijas y les atribuyo una naturaleza totalmente contraria a la de la tierra, porque la sola acción de su luz me permite conocer suficientemente que sus cuerpos son de una materia sumamente sutil y agitada. E n cuanto a los cielos, en tanto no los pueden percibir nuestros sentidos, creo tener razón al atribuirles una naturaleza media entre la de los cuerpos luminosos cuya acción sentimos y la de los cuerpos duros y pesados de los que sentimos la resistencia. Finalmente, no percibimos cuerpos mezclados en ningún otro sitio que sobre la superficie de la tierra; y si consideramos que todo el espacio que los contiene es extremadamente p e q u e ñ o , desde las nubes más altas hasta las cavernas más profundas en las que la avaricia del hombre haya jamás penetrado a fin de extraer los metales, en comparación con la tierra y las inmensas extensiones del cielo; podremos fácilmente imaginarnos que estos cuerpos mezclados están todos juntos como una costra que se ha engendrado sobre la tierra por la agitación y mezcla de la materia del cielo que la rodea. Y así tendremos la oportunidad de pensar que no es solamente en el aire que respiramos sino también en todos los otros cuerpos compuestos, incluso en las piedras más duras y en los metales más pesados, donde hay partes del elemento del aire mezcladas con las de la tierra, y en consecuencia, también partes del elemento del fuego, puesto que se encuentra siempre parte en los poros del elemento del aire. D E L N U M E R O D E L O S E L E M E N T O S Y SUS C U A L I D A D E S 75 Pero es necesario hacer notar que [incluso] aunque 428-429 haya partes de estos tres elementos mezcladas una con otra en todos estos cuerpos, no hay sin embargo, propiamente hablando, más que aquellas [partes] que, a causa de su tamaño o de la dificultad que tienen para moverse, pueden adscribirse al tercer elemento que compone todo lo que vemos al5 rededor de nosotros; pues las partes de los otros dos elementos son tan sutiles, que no las pueden percibir nuestros sentidos. Y podemos representarnos todos estos cuerpos como esponjas en las cuales, aunque haya cantidad de poros o p e q u e ñ o s agujeros, 10 que están siempre llenos de aire o de agua, o de cualquier otro licor parecido, no juzgamos por ello que tales licores entren en la c o m p o s i c i ó n de la esponja. Me quedan todavía muchas otras cosas por explicar 17 15 20 1 7 y me sería más c ó m o d o agregar aquí algunas razones para hacer mis opiniones más verosímiles. Pero, a fin de que la extensión de este discurso les sea menos aburrida, quiero engalanar una parte con la invención de una fábula, a través de la cual espero que la verdad no dejará de mostrarse suficientemente, y que no será menos agradable que si la expongo completamente desnuda. Descartes distingue entre los tres elementos simples, y en cierta forma incorruptibles, como en la tradición, puesto que una vez adquirida la forma estos elementos ya no variarán, y los cuerpos mezclados, compuestos por los primeros y por ello sujetos a la corrupción o descomposición. Capítulo V I Descripción de un nuevo mundo; y de las cualidades de la materia de la que está compuesto Permítanle pues a su pensamiento, por algún tiempo, el salir fuera de este mundo, para llegar a ver 25 otro completamente nuevo, que haré nacer en su presencia en los "espacios imaginarios". L o s filó429-430 sofos nos dicen que estos espacios son infinitos, y deben ser creídos puesto que son ellos mismos quienes los han creado. Pero, a fin de que esta infinitud no nos entorpezca y nos estorbe, no tratemos de ir hasta el final; penetremos en ella sólo 5 10 15 1 8 hasta que podamos perder de vista todas las creaturas que Dios hizo hace cinco o seis mil años; y después de habernos detenido allí, en un lugar determinado, supongamos que Dios crea de nuevo, a todo nuestro alrededor, tanta materia que, de cualquier lado que nuestra imaginación se pueda extender ya no perciba ningún lugar v a c í o . Aunque el mar no sea infinito, los que se hallan en medio en alguna nave, pueden extender su vista, tal parece, hacia el infinito; en tanto que todavía hay agua más allá de la que ven. A s í aunque nuestra imaginación parezca poder extenderse al infinito, y 1 8 E n opinión de Alquié, en sus notas del Mundo, la expresión "espacios imaginarios, no significa espacios fingidos o libremente imaginados. Descartes retoma una expresión escolástica que designaba los espacios situados más allá de la esfera de las estrellas fijas". Descartes, Rene, Oeuvres philosophiques, T . I , París, Gamier I'rércs, 1963, p. 343. 78 RENE DESCARTES esta nueva materia no se suponga como infinita, podemos sin embargo suponer que puede llenar espacios mucho más grandes que todos los que 20 hubiéramos imaginado. E incluso, a fin de que no haya nada en todo esto que puedan encontrar censurable, no permitamos a nuestra imaginación extenderse tan lejos como pudiera, sino retengámosla a propósito en un espacio determinado, que no sea más grande, por ejemplo, que la distancia 25 que hay de la tierra a las principales estrellas del firmamento; y supongamos que la materia que Dios hubiera creado se extiende muy lejos, por todas partes, hasta una distancia indefinida. Pues es más 430-431 verosímil y de acuerdo con nuestra capacidad prescribir límites a la acción de nuestro pensamiento que a las obras de Dios. Ahora bien, puesto que nos tomamos la libertad de 5 10 15 forjar esta materia en nuestra fantasía, atribuyámosle, si les parece, una naturaleza en la que no haya nada más que lo que cada uno pueda conocer tan perfectamente como es posible. Y , para tal efecto, supongamos expresamente que no tiene la forma [sustancial] de la tierra, ni del fuego, ni del aire, ni ninguna otra [forma] más particular, como la de la madera, la de una piedra o la de un metal; ni tampoco las cualidades de ser caliente o frío, seco o h ú m e d o , ligero o pesado, o de tener algún sabor, olor, y sonido, y color o luz u otra parecida en su naturaleza de la cual se pueda decir que haya algo que no sea conocido evidentemente por todos. Y no pensemos tampoco, por otro lado, que sea ésta la materia primera de los filósofos, a la que hemos despojado tan completamente de todas sus formas y cualidades, de suerte que no quede en ella ningún resto que no pueda ser claramente cntendi19 20 1 9 Descartes despoja a la materia de las propiedades estrictamente cualitativas, quedándose únicamente con las cuantificables como tamaño, figura y movimiento que le parecen evidentes en tanto convienen a su concepción de la materia como extensión homogénea y geométrica. DESCRIPCIÓN D E UN N U E V O MUNDO 25 79 do; sino concibámosla como un verdadero cuerpo, perfectamente sólido, que llena igualmente todos los largos, anchos y profundidades de este gran espacio en medio del cual hemos detenido nuestro pensamiento de suerte que cada una de sus partes ocupe siempre una parte de este espacio, de tal modo proporcionada a su tamaño, que no podrá llenar una más grande, ni encerrarse en una más pequeña, ni tolerar que mientras permanece ahí, 30 algún otro [cuerpo] tome su lugar. 131-432 Agreguemos a esto que esta materia puede dividirse en todas las partes y según todas las figuras que podamos imaginar; y que cada una de sus partes es capaz de recibir en sí todos los movi5 mientos que podamos también concebir. Y supongamos, además, que Dios la divide verdaderamente en muchas partes determinadas, las unas más grandes, las otras más pequeñas; las unas de una figura, las otras de otra, tal como nos plazca forjarlas. No que las separe por ello la una de la otra, de mane10 ra que se dé algún v a c í o entre dos: sino pensemos que toda la distinción que hace allí, consiste en la diversidad de los movimientos que les da, haciendo que desde el primer instante en que son creadas, las unas comiencen a moverse de un lado y las otras 15 de otro, las unas más rápido y las otras más lentamente (o incluso, si así lo quieren, permanezcan sin moverse) y que c o n t i n ú e n después su movimiento ateniéndose a las leyes ordinarias de la naturaleza. Pues Dios ha establecido tan maravillosamente 20 estas leyes, que aunque supongamos que él no cree nada más de lo que he dicho, e incluso que no ponga en esto ningún orden ni proporción, sino que componga con esto un caos, el más confuso y embrollado que los poetas puedan describir; ellas [las leyes] son suficientes para hacer que las partes de 25 este caos se desembrollen por sí mismas y se dis432-433 pongan en tan buen orden que tendrán la forma de un mundo muy perfecto, y en el cual podremos ver no solamente luz sino también todas las otras 80 RENE DESCARTES cosas tanto generales como particulares que aparecen en este verdadero mundo. 5 Pero antes de que explique esto más ampliamente, deténganse todavía un poco a considerar este caos y noten que no contiene ninguna cosa que no les sea tan perfectamente conocida que no podrían ni siquiera fingir el ignorarla. Pues en relación a las cualidades que he puesto allí, si se han fijado, las he supuesto únicamente de tal modo que ustedes 10 las puedan imaginar. Y con respecto a la materia de la que he compuesto [este mundo], no hay nada más simple ni más fácil de conocer entre las criaturas inanimadas, y su idea está de tal modo 15 comprendida en todas las que nuestra imaginación puede formar, que es necesario que la conciban o no conciban jamás ninguna c o s a . Sin embargo, y a que los filósofos son tan sutiles 20 que pueden encontrar dificultades en las cosas que parecen extremadamente claras a los demás hombres; y que el recuerdo de su materia primera (que como ellos lo saben, es bastante difícil de concebir), les p o d r í a distraer del conocimiento de la materia 25 de la cual estoy hablando; es necesario que les diga aquí a los filósofos que, si no me equivoco, toda la dificultad que experimentan en la suya [su concepción de la materia] no procede sino de que la quieren distinguir de su propia cantidad y de su extensión externa, es decir, de la propiedad que 30 tiene de ocupar espacio. E n lo cual de todos modos, deseo que crean tener razón, ya que no ten433-434 go interés en detenerme a contradecirlos. Pero tampoco deben encontrar extraño si supongo que la cantidad de la materia que describí no difiere de su sustancia, como tampoco difiere el número de las cosas numeradas; y si concibo su extensión, o la 20 5 2 0 propiedad que tiene de ocupar espacio, no como un accidente sino como su verdadera forma y esencia, Descartes aplica el principio epistemológico de simplicidad al seleccionar los principales atributos de la materia. DESCRIPCIÓN D E UN N U E V O MUNDO 10 81 ya que ellos [los filósofos] no podrán negar que esta manera de concebir [a la materia] no sea muy sencilla. Y mi deseo no es el de explicar como ellos las cosas que están en efecto en el verdadero mundo, sino únicamente simular uno a placer en el cual no haya nada que los más burdos espíritus no sean capaces de concebir y que pueda no obstante ser creado tal como lo he inventado. Si ahí pusiera la menor cosa que fuera oscura, podría suceder que entre esta oscuridad hubiera alguna contradicción escondida que yo no advirtiera, así que sin pensarlo supondría una cosa imposible; por el contrario, si puedo distintamente imaginar todo lo que pongo dentro es seguro que aunque no hubiese nada como tal en el antiguo mundo, Dios lo puede crear de todos modos en uno nuevo, ya que es cierto que puede crear todas las cosas que podemos imaginar. 21 15 20 22 2 1 Al respecto, en sus notas Alquié nos dice: "Lamateria prima aristotélica y la materia prima cartesiana tienen en común el que son propuestas por el espíritu a título de condiciones necesarias de lo que nos es dado por la experiencia. Pero la materia prima de Aristóteles, si se la distingue de toda forma, es una condición irrcprescntable de nuestra representación. L a de Descartes es, ella misma, el objeto de una idea clara. L o que en Descartes recibirá todas las formas que le imprimirá el movimiento tiene ya una especie de forma que cae bajo la intuición constituida por la especialidad. Es por esto que Descartes dirá que la extensión es la forma o esencia (le la materia, y dará como razón que es muy fácil de concebir de esta manera." Descartes, Rene, Oeuvres philosophiques, p. 348. 2 2 La imaginación no es equivalente a la fantasía. E n este caso la imaginación <•« similar a la especulación o hipótesis que debe fundarse en la no contradicción de manera <]uc prepare el camino a la demostración según Descartes. Capítulo V I I De las leyes de la naturaleza de este nuevo mundo 25 Pero no quiero esperar más tiempo para decirles por q u é medio la naturaleza sola podrá desenredar la confusión del caos del que les he hablado, y cuáles son las leyes que Dios le ha impuesto. 434-435 Sepan entonces, primeramente, que por naturaleza no entiendo aquí alguna deidad o alguna otra clase de poder imaginario, sino que me sirvo de esta palabra para significar la materia misma en 5 tanto que la considero con todas las cualidades que le he atribuido, comprendidas juntas, y es bajo esta condición que Dios continúa conservándola del mismo modo que la ha creado. Puesto que sólo de esto, a saber, que él continúa conservándola, se sigue necesariamente que debe haber muchos cambios 10 en sus partes, los cuales no pueden, me parece, ser atribuidos a la acción de Dios, puesto que ella no cambia, por lo que los atribuyo a la naturaleza; y a las reglas mediante las cuales se producen estos cambios, las llamo leyes de la naturaleza. 15 Para entender mejor esto, recuerden que entre las cualidades de la materia hemos supuesto que sus partes han tenido diversos movimientos desde el momento en que fueron creadas; y además de esto, 20 que se cntrctocan recíprocamente por todas partes sin que haya ningún vacío entre dos. De lo que se 84 RENE DESCARTES sigue necesariamente que desde entonces, al comenzar a moverse, comenzaron también a cambiar y a diversificar sus movimientos por el encuentro de una 25 con otra; así que si Dios las conserva luego del mismo modo que las ha creado, no las conserva en el mismo estado; es decir, que Dios, a pesar de que actúa siempre del mismo modo, y por consiguiente produce siempre, sustancialmente el mismo efecto, no obstante se encuentra, como por accidente, 435-436 una gran diversidad en este efecto. Y es fácil creer que Dios, que como todos sabemos es inmutable, actúa siempre del mismo modo. Pero sin comprometerme más aún en estas consideraciones meta5 físicas, propondré aquí dos o tres de las principales reglas mediante las cuales se hace necesario pensar que Dios hace actuar la naturaleza de este nuevo mundo, y que bastarán, según creo, para hacerles conocer todas las d e m á s . L a primera es que toda parte de la materia, indi10 vidualmente, continúa siempre existiendo en un mismo estado, mientras el encuentro con las otras no la obligue a cambiarlo. E s decir, que si tiene cierto tamaño no se tornará jamás más pequeña a menos que las otras la dividan; si es redonda o 15 cuadrada no cambiará jamás esta figura sin que las otras la obliguen; si se ha detenido en algún lugar no saldrá jamás de él si las otras no la desplazan; y si ha comenzado en alguna ocasión a moverse, continuará haciéndolo con la misma fuerza hasta que 20 las otras la detengan o la retrasen. No hay nadie que no crea que esta misma regla se observa en el antiguo mundo en cuanto al tamaño, la figura, el reposo y mil otras cosas semejantes, 25 pero los filósofos han exceptuado el movimiento, que es sin embargo lo que yo deseo comprender de 2 3 2 3 Al explicitar el fundamento último metafísico de la física, Descartes propone que Dios es el autor del movimiento uniforme y rectilíneo, así como la garantía de la conservación de su cantidad, aun cuando la diversidad de cambios que observamos en la naturaleza son el efecto diversificado o modos de la misma acción primaria, y están sometidos a las leyes de la naturaleza. DE LAS L E Y E S DE L A NATURALEZA 85 este mundo m á s expresamente. Y no piensen por esto que tengo deseos de contradecirlos: el mo436 vimiento del que hablan es tan completamente diferente del que yo concibo en él, que se puede fácilmente aseverar que lo que es verdad de uno, no lo es del otro. Confiesan ellos mismos que la naturaleza del suyo 5 [su movimiento] es muy poco conocida, y que para hacerla inteligible en alguna forma, no la han sabido explicar aún más claramente que en estos términos: Motus est actus entis in potentia, prout in potentia est, los cuales son para m í tan oscuros que me veo 10 obligado a dejarles aquí con su "jerga", puesto que no podría interpretarlos (y en efecto estas palabras: el movimiento es el acto de un ser en potencia, en tanto está en potencia, no son más claras por estar en francés). Por el contrario, la naturaleza del movimiento del que yo quiero hablar aquí es tan 15 fácil de conocer, que los geómetras mismos, que entre todos los hombres son los más dedicados a concebir muy distintamente las cosas que han considerado, lo han juzgado más simple y más inteligi20 ble que el de sus superficies y sus líneas; así se hace manifiesto en el hecho de que han explicado la línea por el movimiento de un punto y la superficie por el de una l í n e a . Los filósofos suponen, también, varios movimien25 tos que piensan que pueden producirse sin que ningún cuerpo cambie de lugar, como los que llaman Motus ad forman, motus ad calorem, motus ad cuantitatem (movimiento por la forma, movimiento por el calor, movimiento por la cantidad) y mil 436-437 otros. Y yo no conozco ninguno [tipo de movimiento] que sea más fácil de concebir que el de las líneas de los geómetras, que hace que los cuerpos pasen de un lugar a otro y ocupen sucesivamente todos 5 los espacios que están entre dos [lugares]. 2 4 ^ VA concepto del movimiento en Descarten es un concepto primario, evidente eit NI' mirtino y constituye uno de los pilares de su fínica. 86 RENE DESCARTES Además de esto ellos [los filósofos] atribuyen al m í n i m o de estos movimientos un ser mucho más sólido y más verdadero que el que le atribuyen al reposo, el cual dicen que no es sino la privación. Y yo concibo que el reposo es también una cualidad 10 que debe atribuirse a la materia mientras permanece en un lugar, así como el movimiento es [una cualidad] que se le atribuye en tanto cambia [de lugar]. E n fin, el movimiento del que ellos hablan es de 15 una naturaleza tan extraña, que en lugar de que como todas las otras cosas tenga como finalidad su perfección, y no aspire sino a conservarse, [el movimiento] no tiene otro fin ni otra meta que el reposo, y contra todas las leyes de la naturaleza trata él mismo de destruirse. Por el contrario, el que yo supongo, sigue las leyes mismas de la natura20 leza, que son generalmente todas las disposiciones y todas las cualidades que se encuentran en la materia: tanto aquellas que los doctos llaman Modus et entia rationis cum fundamento in re (modos y entes de razón con fundamento en la cosa) como las 25 Qualitates reales (sus cualidades reales), en las cuales confieso ingenuamente no encontrar más realidad que en las primeras. 437-438 Supongo como segunda regla que cuando un cuerpo empuja a otro, no podría darle ningún movimiento si no perdiera al mismo tiempo proporcionalmente el suyo, ni quitárselo sin que el suyo 5 aumente otro tanto. Esta regla, unida a la precedente, la pongo en estrecha relación con todas las experiencias en las cuales vemos que un cuerpo empieza a, o deja de, moverse porque lo empuja o lo detiene algún otro. Porque habiendo supuesto la precedente 10 [regla] estamos exentos del problema en que se cn25 2 5 E n oposición a la física aristotélica, Descartes reduce el movimiento al cambio de lugar. Reposo y movimiento, como cualidades opuestas, han de entenderse en este sentido. En los Principios se precisa la idea científica del movimiento como cambio de posición con respecto a otras partes con lo cual se acentúa la relativización de movimiento y reposo, de modo que éste último viene a ser una mínima cantidad de movimiento. DE LAS L E Y E S DE L A NATURALEZA 87 cuentran los doctos, cuando quieren dar razón de que una piedra continúe m o v i é n d o s e algún tiempo después de estar fuera de la mano del que la lanzó, pues debemos más bien preguntarnos ¿por qué 15 no continúa m o v i é n d o s e siempre? Y es fácil dar la razón. Porque, ¿quién puede negar que el aire, en el cual se mueve, no le presenta alguna resistencia? L a escuchamos silvar [a la piedra] mientras lo es20 cinde [al aire], y si movemos dentro un abanico o algún otro cuerpo muy ligero y muy extendido, podremos sentir, incluso en el peso de la mano que él [el aire] impide el movimiento muy lejos de continuarlo, como algunos han querido afirmar. Pero si nos abstenemos de explicar el efecto de su 25 resistencia siguiendo nuestra segunda regla, y pensamos que entre más pueda resistir un cuerpo es más capaz de detener el movimiento de los otros, como quizás de antemano se pudiera uno convencer, tendríamos de inmediato mucha dificultad para dar razón de por qué el movimiento de esta piedra 438-439 disminuye más al encontrar un cuerpo suave cuya resistencia es mediocre, que cuando encuentra uno más duro que lo resiste mucho más. Como, también, por qué tan pronto como ha hecho un poco de esfuerzo contra este último [el cuerpo duro] regresa 5 10 15 incontinente como sobre sus pasos en lugar de detenerse y de interrumpir su movimiento por sí mismo. Mientras que suponiendo esta regla, no hay en absoluto dificultad en ello, porque nos enseña que el movimiento de un cuerpo no se retarda porque se encuentre con otro en la proporción en que éste le resiste, sino solamente en la proporción en que sobrepasa su resistencia y que obedeciéndole, recibe en sí la fuerza del movimiento que el otro deja. Pues no obstante que en la mayor parte de los movimientos que vemos en el verdadero mundo no podamos darnos cuenta de que los cuerpos que 26 tísica actual considera que Descurtes se limita al movimiento elástico. 88 RENE DESCARTES comienzan o cesan de moverse empujan o detienen algunos otros, no tenemos por ello posibilidad de juzgar que estas dos reglas no se observen exactamente [en este mundo]. Pues es cierto que estos cuerpos pueden recibir frecuentemente su agitación de los dos elementos, el aire y el fuego, que se encuentran siempre entre ellos sin que se puedan percibir; así que, como se ha dicho anteriormente, 25 el aire más tosco tampoco puede sentirse y [el aire y el fuego] pueden a veces transferir [esta agitación] a este aire más tosco, a veces a toda la masa de la tierra, en la cual al estar dispersa [tal agitación], 30 no puede tampoco percibirse. 439-440 Pero aunque todo lo que nuestros sentidos han experimentado siempre en el verdadero mundo, pareciera ser manifiestamente contrario a lo contenido en estas dos reglas, la razón que me las ha propuesto 5 me parece tan fuerte que no podría dejar de creer estar obligado a suponerlas en el nuevo [mundo] que les estoy describiendo. Porque, ¿cuál fundamento más firme y más sólido puede uno encontrar 10 para establecer una verdad, incluso queriéndolo escoger a capricho, que el tomar la firmeza misma y la inmutabilidad que está en Dios? Así, estas dos reglas se siguen manifiestamente, de esto solo, que Dios es inmutable, y que al actuar siempre del mismo modo produce siempre el mismo efecto. Pues suponiendo que ha puesto cierta canti15 dad de movimiento en toda la materia en general desde el primer momento en que la creó, es necesario reconocer que la conserva siempre igual, o no creer que actúa siempre de la misma manera. Y suponiendo con ello que, desde este primer instante, 20 las diversas partes de la materia, en que tales movimientos se han encontrado dispersos en forma desigual, han comenzado a retenerlos o transferirlos, una a otra según han podido tener la fuerza, es necesario pensar que les hace continuar siempre de 25 la misma manera, Y esto es lo que contienen las dos reglas. 20 DE LAS L E Y E S D E L A N A T U R A L E Z A 89 Agregaría en la tercera que mientras que un cuerpo se mueve, aunque su movimiento se dé a menudo en línea curva, y que no pueda jamás hacer ninguno que no sea en alguna forma circular, como q u e d ó dicho más arriba, de cualquier modo cada una de sus partes individualmente, tiende siempre a continuar el suyo en l í n e a recta. Y así su acción, es decir, la 5 inclinación que tienen a moverse, es diferente de su movimiento. Por ejemplo, si hacemos dar vuelta a una rueda sobre su eje aunque todas sus partes se muevan en 10 círculo, puesto que estando juntas una a la otra no podrían moverse de otra manera, de todos modos su inclinación es a moverse recto, así como se muestra claramente si por casualidad alguna se separa de las otras, porque tan pronto como está en libertad, su movimiento deja de ser circular y se continúa en 15 línea recta. A s í también cuando hacemos dar vuelta a una piedra en una honda, no sólo se mueve recto tan pronto como sale de ella, sino q u é , además, durante todo el tiempo que está dentro, [la piedra] presiona al centro de la honda y hace que se tense la cuerda, 20 mostrando evidentemente con ello que tiene siempre la inclinación a moverse en l í n e a recta y que no se mueve en círculo sino por sujeción. Esta regla se apoya en el mismo fundamento que las otras dos y no depende sino de que Dios conserva 25 cada cosa por medio de una acción continuada y en consecuencia que no la conserva tal y como pudo haber sido en algún tiempo anterior, sino justamente tal y como es en el preciso instante en que la conser440-442 va. De ahí que de todos los movimientos que hay, sólo el recto es enteramente simple, por lo que su naturaleza íntegra puede comprenderse en un instante. Pues, para concebirlo, es suficiente pensar que un cuerpo está en actitud de moverse hacia cierto lado, lo que se constata en cada uno de los 440 5 instantes que pueden determinarse durante el tiempo en que se mueve. Mientras que para concebir 90 RENE DESCARTES el movimiento circular, o cualquier otro que pudiera ser, es necesario considerar al menos dos de sus instantes, o más bien, dos de sus partes y la relación 10 que hay entre ellas. Pero a fin de que los filósofos, o más bien los sofistas, no tengan aquí ocasión de ejercitar sus sutilezas superfluas, noten que no he dicho con esto que el movimiento recto pueda efectuarse en un 15 instante, sino solamente que todo lo que se requiere para producirlo se encuentra en los cuerpos en cada instante, lo cual puede determinarse mientras se mueven, y no así todo lo que se requiere para producir el movimiento circular. 20 A s í , por ejemplo, si una piedra se mueve en una honda, siguiendo el círculo marcado A B , y si se la considera precisamente como es en el instante en que llega al punto A , se darán cuenta de que está en 25 actitud de moverse, porque ella no se detiene allí, y de moverse hacia un cierto lado, a saber, hacia C , porque hacia allá se ha determinado su acción en 442 ese instante; pero no podrían encontrar nada que haga que su movimiento sea circular. Aunque suponiendo que comienza desde aquel momento a salir de la honda y que Dios continúa conservándola 5 como es en ese momento, es seguro que no la conservará con la inclinación a moverse circularmcnte siguiendo la línea A B , sino con la de moverse rectamente hacia el punto C . A s í , siguiendo esta regla, es necesario decir que só10 lo Dios es el autor de todos los movimientos que hay en el mundo en tanto existan y en tanto sean rectos, pero que son las diversas disposiciones de la materia las que los tornan irregulares y curvos. 442-443 A s í como los teólogos nos enseñan que Dios es el 27 1 7 El conocimiento evidente en Descartes sólo puede darse como intuición directa e inmediata. Es el conocimiento de lo simple cuya naturaleza se muestra, v. gr. en el movimiento rectilíneo. El conocimiento complejo en cambio, debe analizarse en sus instancias componentes, por ello su recomposición, por ejemplo, la del movimiento circular, requerirá de la memoria y del encadenamiento deductivo. DE LAS LEYES DE LA NATURALEZA Esquema 1 91 92 RENE DESCARTES 15 autor de todas nuestras acciones en tanto que son y en tanto que tienen alguna bondad, pero que son las diversas disposiciones de nuestra voluntad las que las pueden volver viciosas. 5 Podría proponer todavía aquí muchas reglas para determinar en particular c u á n d o , c ó m o y cuánto puede desviarse el movimiento de cada cuerpo y aumentarse o disminuirse por su encuentro con otros, lo cual comprende sumariamente todos los 10 efectos de la naturaleza. Pero me conformo con advertirles que, además de las tres leyes que he explicado, no quiero suponer otras que aquellas que se siguen infaliblemente de estas verdades eternas, sobre las que los m a t e m á t i c o s están acostumbrados a apoyar sus más seguras y sus más evidentes 15 demostraciones; estas verdades, digo, siguiendo las cuales Dios mismo nos ha enseñado que dispuso todas las cosas en n ú m e r o , peso y medida, y cuyo conocimiento es tan natural a nuestras almas que 20 no p o d r í a m o s sino juzgarlas infalibles desde que las concebimos distintamente. Ni podemos dudar de que si Dios hubiese creado muchos mundos no serian las leyes tan verdaderas en todos como en éste. De modo que aquellos que sepan examinar suficientemente las consecuencias de estas verdades y de 25 nuestras reglas, podrán conocer los efectos por sus causas, y para explicarme en términos de la Escuela, podrán tener demostraciones a priori, de todo lo que puede producirse en este nuevo m u n d o . 443-444 Y a fin de que no haya e x c e p c i ó n que impida [lo que precede], agreguemos, si les parece, a nuestras suposiciones, el que Dios no hará nunca ningún milagro [en este mundo], y que las inteligencias o las almas razonables que luego podremos suponer 28 2 8 Descartes hace una declaración explícita en el sentido de que el conocimiento racional, en este caso la física demostrativa, es aplicable a la realidad actual, naturalmente si parte de sólidos fundamentos metafísicos. Así, las teorías y explicaciones vertidas en el Tratado se constituyen en auténtico conocimiento de la naturaleza. DE L A S L E Y E S D E L A N A T U R A L E Z A 5 93 en él, no turbarán de ninguna manera el curso ordinario de la naturaleza. E n seguida de lo cual, sin embargo, no les prometo dar aquí demostraciones exactas de todas las cosas que diré; será suficiente con que les abra el camino, por el cual podrán encontrarlas por ustedes mismos, cuando se tomen la molestia de buscarlas. L a mayor parte de los espíritus pierde el gusto cuando se le dan las cosas demasiado fáciles. Y para hacer aquí un cuadro que les agrade, es necesario que empleen en él tanto la sombra como los colores claros. Si bien me limitaré a proseguir la descripción que he comenzado como si no tuviera otra intención que la de contarles una fábula. 29 10 15 2 9 La expresión más relevante del ser de la divinidad se da en el orden y la legalidad del universo. Para Descartes, Dios no puede querer la suspensión de las leyes en que se manifiesta el orden racional del mundo. De este modo, si la voluntad de Dios no permite milagros, mucho menos cualquier otra voluntad puede suspender las leyes naturales. Capítulo VIII De la formación del sol y de las estrellas de este nuevo mundo Las desigualdades y confusiones que pudiésemos suponer que Dios hubiera puesto en el principio entre las partes de la materia, es necesario, siguiendo las leyes que impuso a la naturaleza, que después se hayan reducido casi todas a un tamaño y a un movimiento medio, y en consecuencia, que hayan 444-445 tomado la forma del segundo elemento tal y como 25 ya lo expliqué, pues para considerar esta materia en el estado en que hubiera podido estar antes de que Dios comenzara a moverla, la debemos imaginar 5 como el cuerpo más duro y más sólido que haya en el mundo. Y así como no podríamos empujar ninguna parte de un cuerpo tal, sin empujar o jalar del mismo modo todas las demás [partes], es necesario pensar que la acción o fuerza de moverse o de dividirse que se hubiese puesto al principio en algu10 ñas de sus partes se expandió y distribuyó en todas las demás, en el mismo instante, tan uniformemente como fue posible. Es verdad que tal uniformidad no pudo ser totalmente perfecta; en primer lugar, en vista de que no 20 30 3 0 El "caoi" cartulario que no es sino una mera abstracción, se reduce a la extensión continua pero Incluye todas las condiciones que se requieren para constituir un mundo armónicamente organizado. 96 RENE DESCARTES 15 h a b í a ningún v a c í o en este nuevo mundo fue imposible que todas las partes de la materia se hubiesen movido en l í n e a recta; pero siendo más o menos iguales y pudiendo tan fácilmente ser desviadas, tanto las unas como las otras, han debido coordinarse todas juntas en algunos movimientos circu20 lares. Sin embargo, en vista de que suponemos que Dios las m o v i ó en el principio en forma diversa, no debemos pensar que estas partes se hayan armonizado para girar todas alrededor de un solo centro, sino alrededor de varios diferentes, que podemos 25 imaginar ubicados en distintos sitios unos respecto a los otros. De ello podemos concluir que han debido estar naturalmente menos agitadas o ser más pequeñas, o lo uno y lo otro a la vez, hacia los sitios más p r ó x i m o s a estos centros que hacia los más aleja30 dos. Puesto que teniendo todas [las partes] inclina445-446 c i ó n a continuar su movimiento en l í n e a recta, es seguro que fueron las más fuertes, es decir, las más masivas entre las que estaban igualmente agitadas, y las más agitadas entre las que eran igualmente 5 masivas, las que han debido describir los círculos más grandes, siendo éstos los más p r ó x i m o s a la l í n e a recta. Y la materia contenida entre tres o más de tales círculos, pudo estar al principio mucho menos dividida y menos agitada que toda la demás [materia]. A d e m á s de esto, en tanto que suponemos que Dios ha puesto desde el comienzo toda clase de 10 desigualdades entre las partes de esta materia, debemos pensar que las hubo además de todas las clases, tamaños y formas, con disposición a moverse o a no moverse de todas las maneras y en todos los sentidos. 15 Pero esto no impide que posteriormente casi todas no se hayan tornado muy semejantes, especialmente aquellas que permanecieron a igual distancia de los centros alrededor de los cuales giraban. Porque no pudiendo moverse las unas sin las otras, fue necesa20 rio que las más agitadas comunicaran parte de su D E L A FORMACIÓN D E L S O L Y L A S E S T R E L L A S 25 446 5 9 7 movimiento a quellas que lo estaban menos y que las más grandes se rompiesen y dividiesen, a fin de poder pasar por los mismos lugares que aquellas que las precedían, o bien que se elevaran m á s ; y así se acomodaron en poco tiempo todas en orden, de tal suerte que cada una se e n c o n t r ó más o menos alejada del centro alrededor del cual t o m ó su curso, según hubiese estado más o menos grande y agitada en comparación con las otras. E incluso, en tanto que el tamaño repugna siempre a la velocidad del movimiento, debemos pensar que las más alejadas de cada centro fueron aquellas que siendo un poco más pequeñas que las más próximas estuvieron, por esto, mucho más agitadas. L o mismo puede decirse [de las partes] con respecto a sus figuras. A u n cuando supusiéramos que hubiera habido en el comienzo toda clase [de figuras], y que la mayor parte hubiera tenido muchos 10 ángulos y muchos lados, como los pedazos que se desprenden de una piedra cuando la rompemos, es seguro que posteriormente, m o v i é n d o s e y chocando las unas contra las otras han debido limar poco a 15 poco las pequeñas puntas de sus ángulos y desgastar los cuadrados de sus lados, hasta que se tornaron más o menos todas redondas, tales como son los granos de arena y los guijarros cuando ruedan con el agua de un r í o . Por tanto, no puede haber ahora ninguna notable diferencia entre aquellas que son 20 bastante cercanas, ni incluso entre aquellas que están muy alejadas, salvo que puedan moverse un poco más aprisa, y ser un poco más pequeñas o más grandes la una que la otra, lo cual no impide que se les pueda atribuir a todas la misma forma. 25 S ó l o es necesario exceptuar algunas [partes de materia] que al ser desde el inicio mucho más grandes que las otras, no pudieron dividirse tan fácilmente o que, al tener formas muy irregulares y estor446-447 bosas, más bien se han juntado varias en lugar de romperse para tornarse redondas, y así retuvieron la forma del tercer elemento y sirvieron 98 RENE DESCARTES 5 10 para formar los planetas y los cometas, como les explicaré más adelante. A d e m á s es necesario subrayar que la materia que se desprendió de alrededor de las partes del segundo elemento, a medida que r o m p í a y limaba las pequeñas aristas de sus ángulos para redondearse, ha debido adquirir necesariamente un movimiento mucho más rápido que el [de las partes del segundo elemento], y junto con ello una facilidad de dividirse y de cambiar en todo momento de forma, para acomodarse a la figura de los lugares donde se encontraba y así es como t o m ó la forma del primer elemento. Digo que [la materia del primero] debió adquirir un movimiento mucho más rápido que el [de las partes del segundo elemento], y la razón de ello es evidente. Pues al tener que salir de lado y por pasajes muy estrechos fuera de los p e q u e ñ o s espacios que había entre ellas [las partes del segundo elemento], a medida que se encontraban de frente una y otra, ella [la materia del primer elemento] t e n í a que recorrer mucho más camino, en el mismo 31 15 20 tiempo, que [las partes del segundo elemento]. Es también necesario subrayar que lo que se encuentra de este primer elemento, además del que es necesario para llenar los p e q u e ñ o s huecos entre las partes del segundo que son redondas, y que 25 dejan necesariamente instersticios alrededor de ellas, debe irse hacia los centros, alrededor de los cuales giran las partes del segundo elemento, debido 447-448 a que ocupan todos los otros lugares más alejados, y que en ellos debe formar cuerpos redondos, perfectamente líquidos y sutiles, los cuales girando sin cesar, mucho más rápido y en el mismo sentido 3 1 L a organización del mundo cartesiano parte del supuesto del equilibrio del tamaño, velocidad y forma de las partes. Así la producción (generación) del segundo elemento como resultado del movimiento, conlleva la formación del primero que es explicado como el sobrante del segundo, al paso que la del tercero se explica como la relativa imposibilidad de ruptura o división de algunas partes en función de la cohesión o "masividad" de sus partes componentes. 99 D E L A FORMACIÓN D E L S O L Y L A S E S T R E L L A S que las partes del segundo elemento que los rodean, tienen la capacidad de aumentar la agitación de aquellas de las que están más próximas, e incluso de empujarlas hacia todos lados, partiendo del centro hacia la periferia, así como [las partes del segundo elemento] se empujan también unas a otras, y eso 10 gracias a una acción que será necesario que explique luego lo más exactamente que pueda. Porque les advierto aquí, anticipadamente, que es esta acción la que entenderemos por luz, y también que desig15 naremos a estos cuerpos redondos compuestos por la materia del primer elemento muy puro, a uno como el sol y a los otros como las estrellas fijas del nuevo mundo que les describo, y la materia del segundo elemento que gira alrededor de ellos, como los cielos. Imagínense, por ejemplo, que los puntos S,E,e,A, 20 son los centros de que hablamos y que toda la materia comprendida en el espacio F G G F es un cielo que gira alrededor del sol marcado S, y que toda la [materia] del espacio H G G H es otro [cielo] que gira alrededor de la estrella marcada e, y así de los demás, de suerte que hay tantos cielos diversos 25 como estrellas, y como su número es indefinido 448-450 el de los cielos lo es también; y que el firmamento no es otra cosa que la superficie sin densidad que separa todos estos cielos los unos de los otros. Consideren también que las partes del segundo elemento que están hacia F o hacia G , están más agitadas que las que están hacia K o hacia L , de 5 suerte que su velocidad disminuye poco a poco desde la circunferencia exterior de cada cielo hasta cierto sitio, como por ejemplo hasta la esfera K K alrededor del sol, y hasta la esfera L L alrededor de la estrella e; después aumenta [su velocidad] desde I0 ahí, poco a poco hasta los centros de estos cielos 5 32 Descartes p r o c u r a no a t r i b u i r a la materia la infinitud, que le parece una c a r a c t e r í s t i c a positiva aplicable s ó l o a Dios; por ello retoma la distinción cusana e n t r e infinito e indefinido o i l i m i t a d o , así lo indefinido, como aquello de lo cual ;12 no i o i i o e e i n o N e l l í m i t e , es la i i i i i i e l e i í s t i e a n e g a t i v a aplicable a la materia. 100 Esquema 2 RENE DESCARTES 101 D E L A FORMACIÓN D E L S O L Y L A S E S T R E L L A S 15 20 25 450 5 10 3 3 a causa de la agitación de los astros que allí se encuentran. De modo que mientras las partes del segundo elemento que están hacia K , disponen [del espacio suficiente] para describir un círculo completo alrededor del sol, las que están hacia T , que supongo que son diez veces más cercanas, tienen no solamente la posibilidad de describir diez [círculos], como sería el caso si se movieran únicamente a igual velocidad, sino incluso [podría ser que describieran] más de treinta. E inmediatamente aquellas que están hacia F , o hacia G , que supongo están dos o tres mil veces más alejadas [de esos puntos] podrían quizás describir más de sesenta [círculos]. Por lo cual podrán comprender más tarde que los planetas que están más altos deben moverse más lentamente que aquellos que están más bajos o cercanos al sol, y todos juntos más lentamente que los cometas que no obstante están más alejados [del sol]. E n lo que hace al tamaño de cada una de las partes del segundo elemento, podemos pensar que es igual en todas aquellas que están desde la circunferencia exterior del cielo F G G F , hasta el círculo K K , o incluso que las más altas entre ellas son un poco más pequeñas que las más bajas, con tal que no supongamos la diferencia de su tamaño más grande en proporción a la de su velocidad. Sino que es necesario pensar, por el contrario, que desde el círculo K hasta el sol, son las más bajas las que son más pequeñas, e incluso que la diferencia de su tamaño es mayor o al menos igual en proporción a la de su velocidad. Porque de otra manera esas [partes] más bajas siendo las mayores, en razón de su agitación, irían a ocupar el lugar de las más altas. Finalmente noten que, visto de la forma como he dicho, que el sol y las otras estrellas fijas se forma33 Descurtes diferencia a lo» elementos por su masividad y su velocidad. E l orden iiuliiriil en expresión de equilibrio de estas variables que son interdependientes Imito en el nivel físico iiinleiniilicci como en el nivel ontológico. RENE DESCARTES barí, sus cuerpos pueden ser tan p e q u e ñ o s en comparación con los cielos que los contienen, que incluso todos los círculos K K , L L , y otros parecidos, que marcan hasta d ó n d e su agitación hace avanzar el curso de la materia del segundo elemento, no son, en comparación con estos cielos, sino como puntos que marcarían su centro; así como los nuevos ast r ó n o m o s no consideran sino casi como un punto toda la esfera de Saturno en comparación con el firmamento. Capítulo I X Del origen y del curso de los planetas y de los cometas en general, y de los cometas en particular Para comenzar a hablarles de los planetas y de los cometas, consideren que vista la diversidad de las 25 partes de materia que he supuesto, arrugándose y dividiéndose por el encuentro de una con otra, aunque la m a y o r í a de ellas haya tomado la forma 451-452 del primero o del segundo elemento, no dejan sin embargo de encontrarse otras dos especies que han debido retener la forma del tercero, a saber, aquellas cuyas formas eran tan extensas y tan estorbosas 5 que cuando se encontraron una con otra les fue más fácil juntarse varias y por este medio tornarse grandes, que romperse y disminuir su [ t a m a ñ o ] ; y aquellas que fueron desde el comienzo más grandes, y más masivas que todas las demás, bien han podido 10 romper y arrugar a las otras al chocar con ellas, pero no viceversa. Y a sea que imaginen que estas dos clases de partes estuvieron muy agitadas en el inicio o muy poco 15 agitadas, o que no lo estuvieron en absoluto, es seguro que poco después han debido moverse con el mismo impulso que la materia del cielo que las contenía. Porque si al principio se han movido más rápido que esta materia, no pudiendo dejar de empujarla al encontrarla en su camino, debieron transferirle en poco tiempo, una parte de su agita- 104 RENE DESCARTES 20 c i ó n ; y si, por el contrario, no han tenido en sí mismas ninguna inclinación a moverse, sin embargo, al estar rodeadas por todas partes por esta materia del cielo, han debido necesariamente seguir su curso, 25 tal como vemos todos los días que los barcos y los diversos cuerpos que flotan en el agua, tanto los que son muy grandes y masivos como los que lo son 453-454 menos, siguen el curso del agua en la cual se encuentran, cuando no hay nada ajeno que se los impida. Y noten que entre los diversos cuerpos que flotan así en el agua aquellos que son bastante duros y 5 grandes, como lo son ordinariamente los barcos, especialmente, los más grandes y cargados, tiene siempre mucha más fuerza que ésta [el agua que los impulsa] para continuar su movimiento, aun cuando sólo de ella la hayan recibido; y al revés, los que son muy ligeros, como pueden serlo esos montones 10 15 20 de espuma blanca que se ven flotar a lo largo de las orillas en tiempo de tempestad, tienen menos [fuerza]. De suerte que si se imaginan dos ríos que se juntan uno con otro en algún sitio para separarse inmediatamente después, antes de que sus aguas, que hay que suponer muy tranquilas y con fuerza más o menos semejante, pero con todo muy rápidas, tengan la oportunidad de mezclarse; los barcos y otros cuerpos bastante masivos y pesados que sean llevados por el curso de uno, fácilmente podrán pasar al del otro; mientras que los más ligeros se alejarán [de este otro curso], serán rechazados por la fuerza del agua hacia los lugares donde sea menos rápida. Por ejemplo, si esos dos ríos son A B F y C D G , los cuales viniendo de dos lados diferentes se en25 cuentran hacia E , después de lo cual se desvían, AB hacia F y C D hacia G , es seguro que el barco H siguiendo el curso del r í o A B , tiene que pasar por 453-454 E hacia G , y recíprocamente el barco I hacia F , si no es que se encuentran los dos en el paso al mismo tiempo; en tal caso el más grande y fuerte romperá al otro; y por el contrario, la espuma, las hojas de DE LOS PLANETAS Y LOS COMETAS 105 106 RENE DESCARTES árbol, las plumas, las briznas de paja y otros cuerpos similares muy ligeros que pueden flotar hacia A, deben ser empujados por el curso del agua que los contiene, no hacia E o hacia G , sino hacia B, donde consideramos que el agua es menos rápida y agitada que hacia E , ya que allí toma su curso, siguiendo 10 una línea que se aproxima menos a la r e c t a . Y además es necesario considerar que no sólo estos cuerpos ligeros sino también otros más pesadas y más masivos se pueden juntar al encontrarse, y que arremolinándose entonces en el agua que los 453-454 arrastra, pueden muchos juntos formar grandes bolas, tales como las que se ven en K y L , de las cuales unas como L van hacia E y otras como K van hacia B, según sea cada una más o menos sólida 5 y compuesta por partes más o menos grandes y masivas. 5 34 10 15 20 3 4 Con tal ejemplo es fácil comprender que en cualquier lugar en que se hayan encontrado al principio las partes de la materia, que no p o d í a n tomar la forma ni del primero ni del segundo elementos, las más grandes y masivas de ellas han debido todas, en poco tiempo, tomar su curso hacia la circunferencia exterior de los cielos que las c o n t e n í a n y pasar después continuamente de unos a otros de estos cielos sin detenerse jamás mucho tiempo de continuo en el mismo cielo. Y por el contrario, las menos masivas, han debido ser empujadas cada una hacia el centro del cielo que las c o n t e n í a , por el curso de la materia de ese cielo. Y vistas las formas que les he atribuido han debido, al encontrarse una con otra, juntarse varias para formar grandes bolas que, arremolinándose en los cielos, tienen allá un movimiento moderado, [frenado] por todos los [movimientos] que podrían tener sus partes estando La analogía que propone Descartes es poco satisfactoria ya que tiene como propósito presentar la similitud entre la "fluidez" de las partes de los cielos y la del agua de un río para explicar la trayectoria de los cometas. Aunque dicha analogía tiene como base la homogeneidad material. Descartes no está en condiciones de explicar, a partir de su mecanicismo, los problemas relativos a los fluidos. D E L O S P L A N E T A S Y LOS C O M E T A S 25 454 107 separadas; de suerte que las unas se van a dirigir hacia las circunferencias de estos cielos y las otras hacia sus centros. Y sepan que son aquellas que se ordenan así, hacia el centro de algún cielo, las que debemos considerar como los planetas y aquellas que pasan a través de los diversos cielos las que vamos a considerar como cometas. A s í primero, por lo que respecta a estos cometas, es necesario subrayar que debe haber pocos en este nuevo Mundo, en comparación con el número de los cielos. Porque aun cuando hubiese habido muchos en el inicio, con el transcurso del tiempo debieron ir chocando y rompiéndose casi todos los unos contra los otros, al pasar por los diversos cielos, tal y como he dicho que lo hacen dos barcos cuando se encuentran; de modo que ahora no quedarían allá sino los más grandes. Es necesario subrayar también que al pasar así de un cielo a otro, empujan siempre por delante un poco de la materia de aquel cielo del que salen, y permanecen algún tiempo envueltos en ella hasta que han penetrado suficientemente dentro de los límites del otro cielo; y estando allí se liberan de ella finalmente como de golpe y sin emplear en ello, quizás, más tiempo que el que le toma al sol levantarse por la mañana sobre nuestro horizonte; de modo que [los cometas] se mueven mucho más lentamente cuando tienden a salir de algún cielo que cuando acaban de entrar en él. Como ven aquí, el cometa que toma su curso 35 5 10 15 20 25 3 5 A l suprimir toda diferencia cualitativa por el supuesto de la homogeneidad material, Descartes diferenciará los cuerpos a partir de criterios cuantitativos. Planetas y cometas están formados por partes del tercer elemento. Son cuerpos opacos (reflejan la luz) y sus diferencias se reducen al tamaño y la velocidad. Los cometas por ser más grandes, "masivos" y veloces no quedan atrapados en ningún ciclo, ni siquiera en su circunferencia más extema, por lo que se desplazan de un cielo a otro. Por su parte los planetas, al ser menos masivos y veloces, quedan atrapados por el equilibrio de fuerzas en la materia de alguno de los cirios girando siempre con rila. 108 RENE DESCARTES 454- 455 siguiendo la linea C D Q R , habiendo penetrado ya bastante en los límites del cielo F G , mientras que está en el punto C , todavía permance, sin embargo, envuelto en la materia del cielo F I del que proviene, y no puede liberarse por completo de ella antes de 5 llegar alrededor del punto D. Pero tan pronto como llega- hasta allí, comienza a seguir el curso del cielo F G y así a moverse mucho más rápido de lo que lo hacía antes. Después, continuando su curso de ahí hacia R , su movimiento debe retardarse inmediatamente poco a poco a medida que se apro10 xima al punto Q; tanto a causa de la resistencia del cielo F G H , en los límites del cual comienza a entrar, como a que habiendo allá menos distancia entre S y D que entre S y Q, toda la materia del cielo que está entre S y D, donde la distancia es menor, 15 se mueve más rápido; así como vemos que los ríos corren siempre más rápidamente en los lugares en que su lecho es más estrecho y reducido, que en aquellos que es más ancho y extendido. A d e m á s es necesario subrayar que este cometa no 20 se hace visible a los que habitan hacia el centro del cielo F G sino durante el tiempo que emplea en pasar de D hasta Q, así que lo van a entender más claramente cuando les haya dicho qué es la luz. Y del mismo modo sabrán que el movimiento [del cometa] dará [a dichos habitantes] la impresión de ser 25 mucho más rápido, su cuerpo mucho más grande y 455- 456 su luz mucho más clara en el momento en que se comienza a ver, que hacia el final. Y además de esto, si consideran con un poco de calma de qué modo la luz que puede provenir 5 [del cometa] se debe propagar y distribuir por todas partes en el cielo, podrán entender también que, siendo muy grande como debemos suponerlo [el cometa], pueden mostrarse algunos rayos alrededor de él que se extienden en ocasiones en forma de cabellera por todas partes y otras veces se recogen 10 en forma de una cauda [cola] de un solo lado, según los diversos lugares en que se encuentran los ojos DE LOS PLANETAS Y LOS COMETAS 15 109 que lo contemplan. De modo que no le falta a este cometa ninguna de las particularidades que se han observado hasta hoy en los que hemos visto en el verdadero mundo, al menos de aquellas que deben considerarse como verdaderas. Y a que si algunos historiadores, por inventar un prodigio que amenazara el imperio de los turcos, nos cuentan que en el año 1450 a la luna la eclipsó un cometa que pasaba por debajo, o algo semejante; y si los astrónomos, calculando mal la cantidad de las refracciones de los cielos, la cual ignoran y la velocidad del movimiento de los cometas que es incierta, les atribuyen suficiente paralaje como para situarlos cerca de los planetas o incluso por debajo de ellos, en donde algunos los quieren ubicar como por fuerza, no estamos obligados a creerles. 36 20 25 3 6 Al borrar la diferencia entre fenómenos sub y supralunares, los cometas son, para Descartes, cuerpos grandes y veloces y poco numerosos en la actualidad, ya que al pasar de un cielo a otro se produjeron en un principio continuos choques que sólo resistieron los más masivos. Capítulo X De los planetas en general; y en particular de la tierra y de la luna Hay sin embargo, por lo que toca a los planetas, 456-458 muchas cosas que señalar; la primera es que, a pesar de que tienden todos hacia el centro de los cielos que los contienen, esto no significa que puedan llegar hasta el interior de tales centros; porque, como ya dije antes, son el sol y las otras estrellas fijas las 5 que los ocupan. Pero a fin de que les haga entender distintamente en qué sitios deben detenerse vean, por ejemplo, el que está marcado h* que supongo sigue el curso de la materia del cielo que está hacia el círculo K ; y consideren que si este planeta tuviera 10 por lo menos un poco más de fuerza para continuar su movimiento en línea recta que la que tienen las partes del segundo elemento que lo rodean, en lugar de seguir siempre este círculo K , iría hacia Y y se alejaría más de lo que lo está del centro S. Luego, 15 en la misma medida en que las partes del segundo elemento que lo rodearan hacia Y , se movieran más rápido e incluso fueran un poco más pequeñas o al menos no más grandes que las que están hacia K , le darían todavía más fuerza para saltar hacia F ; de 20 manera que el [planeta] iría hasta la circunferencia de ese cielo sin poderse detener en ningún lugar que * Ver c»(|uciMa 2 aip. V I H , p. 99. 112 RENE DESCARTES fuese intermedio; después de lo cual pasaría fácilmente a otro cielo; y así, en lugar de ser un planeta, sería un cometa. 458-460 De donde ven ustedes que no se puede detener ningún astro en todo este vasto espacio que está desde el círculo K , hasta la circunferencia del cielo F G G F , por donde los cometas toman su curso; y además de esto, que por necesidad es indispensable 5 que los planetas no tengan más fuerza para continuar su movimiento en línea recta que las partes del segundo elemento que están hacia K , en tanto se mueven con el mismo impulso que ellas; y que todos los cuerpos que tienen más [fuerza] son cometas. 10 Entonces, pensemos ahora que este planeta h tiene menos fuerza que las partes del segundo elemento que lo rodean, de modo que aquellas que lo siguen y que están situadas un poco más abajo que él puedan desviarlo y hacer que, en lugar de seguir el 15 círculo K , descienda hacia el planeta marcado donde una vez que ha llegado puede suceder que se encuentre exactamente tan fuerte como las partes del segundo elemento, que por entonces lo rodeen. Y la razón es que estas partes del segundo elemento al estar más agitadas que las que están hacia K , lo 20 agitarán también más; y que, además, por ser más pequeñas, no podrán resistirle tanto, en cuyo caso el [planeta] permanecerá justamente balanceado en medio de ellas y tomará allá su curso en el mismo sentido en que lo hacen las [partes del segundo 25 37 3 7 Descartes no explica la permanencia de los planetas en sus órbitas en torno al centro ocupado por las estrellas como lo hará Newton, esto es, por el equilibrio entre la atracción del cuerpo central y la fuerza centrífuga del cuerpo que gira alrededor; sino que la explicación cartesiana, al excluir el vacío, se da en los términos del pleno. Para Descartes toda vez que el sol o cualquier otra estrella ocupa el centro de un cielo, impide a los planetas el ir hacia él, esto es, les repele, y por otro lado son las partes del cielo que giran con el planeta y lo arrastran en la órbita que describe, las que le impiden escapar de ella aun cuando el planeta por su tendencia al movimiento rectilíneo trate de salir por la tangente. Finalmente el lugar que ocupa el planeta con respecto al centro se encuentra determinado por el equilibrio entre su velocidad de desplazamiento y la de las partes del cielo que lo rodean. 113 DE L A TIERRA Y L A LUNA 25 elemento] alrededor del sol, sin alejarse de él más ni menos en un momento u otro, sino en la medida en que [dichas partes] lo pueden hacer también. Pero si este planeta, al estar hacia \ , tiene todavía menos fuerza para continuar su movimiento en línea 460-461 recta que la materia del cielo que allá encontrará, ésta lo empujará todavía más abajo, hacia el planeta marcado ó; y así sucesivamente, hasta que por fin se encuentre rodeado por una materia que no tenga ni más ni menos fuerza que él. 5 De este modo ven ustedes que puede haber diversos planetas, los unos más y los otros menos alejados del sol, tal y como lo están aquí h. 2|. o*.T . 6. $ .; de los cuales los más bajos y menos masivos pueden alcanzar hasta su superficie; en cambio, los más altos no pasan nunca más allá del círculo K , que aunque 10 muy grande en comparación con cada planeta en particular es, no obstante, tan extremadamente p e q u e ñ o en comparación con todo el cielo F G G F que, como ya dije antes, puede ser considerado 15 como su centro. Si aún no les he hecho comprender suficientemente la causa de que las partes del cielo que están más allá del círculo K , que son incomparablemente m á s pequeñas que los planetas, no dejen de tener más fuerza que ellos para continuar su 20 movimiento en línea recta, consideren que esta fuerza no depende solamente de la cantidad de la materia que está en cada cuerpo, sino también de la extensión de su superficie. Pues aunque, cuando dos cuerpos se mueven igualmente rápido, sea 25 verdadero decir que si el uno contiene dos veces tanta materia como el otro, tendrá también dos veces tanta agitación, no por eso quiere decir que 461 tenga dos veces tanta fuerza para continuar moviéndose en línea recta, sino que tendrá exactamente dos veces tanta fuerza si, además, su superficie es justamente dos veces tan extensa, porque encontrará 5 siempre dos veces otros tantos cuerpos que le harán resistencia; y tendrá mucho menos [fuerza] si su 2 114 RENE DESCARTES superficie es mucho más que el doble de su extensión. Pues saben que las partes del cielo son todas más o menos redondas, y así tienen, de todas las figuras, aquella que comprende el m á x i m o de materia 10 bajo el m í n i m o de superficie; y que, por el contrario, los planetas, al estar compuestos por pequeñas partes que tienen figuras muy irregulares y extensas, poseen mucha superficie en razón de la cantidad de su materia, de modo que pueden tener más [materia] 15 que la m a y o r í a de estas partes del cielo y, no obstante, pueden tener también menos que algunas de las más pequeñas, que están más próximas a los centros. Porque es necesario saber que entre dos bolas completamente masivas, tal y como lo son esas 20 partes del cielo, la más p e q u e ñ a tiene siempre más superficie en razón de su cantidad que la más grande. Y se puede confirmar todo esto fácilmente por la experiencia. Porque empujando una gran bola compuesta de muchas ramas de árbol, reunidas con25 fusamente y amontonadas una sobre otra, tal y como es necesario imaginar que están las partes de la materia de las que están compuestos los planetas: es seguro que no podrá continuar tan lejos su movimiento, aun cuando haya sido empujada por una 461-462 fuerza enteramente proporcional a su tamaño, como lo haría otra bola mucho más p e q u e ñ a y compuesta por una misma madera, pero que fuera completamente masiva. E s seguro también, por el contrario, 5 que p o d r í a m o s hacer otra bola de la misma madera y completamente masiva, pero que fuera tan extremadamente pequeña que tendría mucho menos fuerza que la primera para continuar su movimiento. Finalmente, es seguro que esta primera puede tener 3 8 3 8 Descartes aclara que la fuerza (velocidad del móvil) no depende únicamente de la cantidad de materia que lo constituye, sino también de la extensión de su superficie. Para una misma cantidad de materia, a mayor superficie, mayor resistencia y por tanto menor velocidad; y a menor superficie, menor resistencia y por tanto mayor velocidad. 115 DE L A T I E R R A Y L A LUNA 10 más o menos fuerza para continuar su movimiento según las ramas que la componen sean más o menos gruesas y estén más o menos apretadas. De ahí ven ustedes c ó m o diversos planetas pueden estar suspendidos dentro del círculo K , a diversas distancias del sol; y c ó m o no son simplemente 15 aquellos que aparecen exteriormente como los más grandes sino los que en su interior son los más sólidos y masivos. Después de esto, es necesario subrayar que así 20 como experimentamos que los barcos que siguen el curso de un r í o no se mueven nunca tan rápido como el agua que los arrastra, tampoco los más grandes de entre ellos [se mueven] tan rápido como los menores; así, aunque los planetas sigan el 25 curso de la materia del cielo sin resistencia, y se 462-463 muevan con el mismo impulso que ella, esto no permite decir que se muevan nunca con la misma velocidad; e incluso la desigualdad de su movimiento debe guardar cierta relación con la que se da entre el tamaño de su masa y la pequenez de las 5 10 15 partes del cielo que les rodea. L a razón es que, hablando en general, entre m á s grande es un cuerpo, más fácil le es comunicar una parte de su movimiento a los otros cuerpos, y más difícil les es a los otros comunicarle algo del suyo. Porque aun cuando muchos cuerpos p e q u e ñ o s , reuniéndose para actuar contra uno más grande, puedan tener tanta fuerza como él, no obstante, no pueden jamás hacerlo moverse tan aprisa en todos sentidos como se mueven ellos; y a que si se acoplan en algunos de sus movimientos, los cuales le comunican [al más grande], al mismo tiempo difieren infaliblemente en otros que no le pueden comunicar. 39 3 9 La comunicación del movimiento, pérdida o incremento de velocidad, entre lai partes de la materia, se efectúa para Descartes a través del choque. Sin embargo la capacidad de transmisión del movimiento de las partes más masivas es mayor que la de las partes más pequeñas. Naturalmente una gran cantidad de pequeñas partes puede transmitir a un cuerpo grande su movimiento, no obstante el hecho de que no conforman un solo cuerpo les resta capacidad en la transmisión del movimiento. 116 Esquema 4 RENE DESCARTES DE L A TIERRA Y L A LUNA 117 A s í se siguen de aquí dos cosas que me parecen muy importantes. L a primera es que la materia del cielo no ú n i c a m e n t e tiene que hacer girar a los planetas alrededor del sol, sino también alrededor de su propio centro (excepto cuando haya alguna causa particular que se los impida); y luego, que ella [la materia del cielo] debe componer p e q u e ñ o s cielos alrededor de aquellos [los planetas] que se 25 mueven en el mismo sentido que el más grande. Y la segunda es que si se encuentran dos planetas desiguales en t a m a ñ o , pero dispuestos a tomar su curso en el cielo a una misma distancia del sol, de modo que la masividad de uno sea exactamente proporcio463- 464 nal al tamaño del otro, el más p e q u e ñ o de estos dos, teniendo un movimiento más rápido que el más grande, deberá unirse al p e q u e ñ o cielo que estará alrededor de este más grande y girar junto con él continuamente. 5 Porque puesto que las partes del cielo que están por ejemplo hacia A , se mueven más rápido que el planeta marcado T , al que empujan hacia Z , es evidente que aquél debe desviarlas y obligarlas a tomar su curso hacia B. Digo hacia B más que hacia 10 D , puesto que, al tener inclinación a continuar su movimiento en línea recta deben, más bien, ir hacia afuera del círculo A C Z N que describen, que hacia el centro S. Pues pasando así, de A hacia B , obligan al planeta T a girar con ellas alrededor de su centro; y 15 recíprocamente, al dar vueltas este planeta, les da 464- 465 así oportunidad de tomar su curso de B hacia C , después hacia D y hacia A ; y así, de formar un cielo particular alrededor de él, con el cual siempre debe 20 40 4 0 Descartes propone que la acción de la materia del cielo no sólo explica el movimiento de traslación de los planetas alrededor del sol, sino también el de rotación y la generación de pequeños cielos en tomo a los planetas. Cuando dos cuerpos tienen la misma velocidad y masividad para ocupar la misma órbita en torno al sol, pero uno de ellos es más pequeño, esto determinará que gire en tomo al más grande, permaneciendo en la superficie del cielo generado por 'a rotación de aquél. Éste es el caso de los satélites cuya velocidad de movimiento impide la formación de otro pequeño cielo, lo que explica el que sólo tengan movimiento de traslación. RENE DESCARTES continuar m o v i é n d o s e , del punto que llamamos occidente hacia el que llamamos oriente, no sólo alrededor del sol sino también alrededor de su propio centro. Además, al saber que el planeta marcado (J está dispuesto a tomar su curso siguiendo el círculo N A Z C , tanto como el que está marcado T , y que debe moverse más rápido porque es más p e q u e ñ o , es fácil comprender que en cualquier lugar del cielo donde haya podido encontrarse al inicio, debió en poco tiempo ir al encuentro de la superficie exterior del p e q u e ñ o cielo A B C D ; y que, una vez unido a él, debió seguir siempre su curso alrededor de T , con las partes del segundo elemento que están hacia esa superficie. A s í , puesto que suponemos que tendrían exactamente tanta fuerza como la materia de ese cielo, al girar siguiendo el círculo N A C Z , si el otro planeta no estuviera allá; es necesario pensar que tiene un poco más de fuerza para girar siguiendo el círculo A B C D , ya que es más p e q u e ñ o y, en consecuencia, que se aleja siempre lo más que puede del centro T , así como una piedra agitada en una honda, tiende siempre a alejarse del centro del círculo que describe, y no obstante este planeta, estando hacia A , no irá por ello a apartarse hacia L , pues entraría en un lugar del cielo en el que la materia tendría la fuerza para rechazarlo hacia el círculo N A C Z . Y del mismo modo, por estar hacia C , no podría descender hacia K , en tanto se encontrara allá rodeado por una materia que le daría la fuerza para ascender otra vez hacia este mismo círculo N A C Z . No irá tampoco de B hacia Z , ni mucho menos de D hacia N, puesto que no podría ir allá tan fácil y rápidamente como hacia C y hacia A. De tal modo debe permanecer como atado a la superficie del p e q u e ñ o cielo A B C D y girar continuamente con él alrededor de T , lo que impide que se forme otro p e q u e ñ o cielo alrededor DE L A T I E R R A Y L A LUNA 119 de él, que lo haga girar de inmediato alrededor de su centro. No agrego aquí c ó m o se puede encontrar un número mayor de planetas juntos y que tomen su curso, uno alrededor de otro, como los que los nuevos astrónomos han observado alrededor de Júpiter y de Saturno, porque no me he propuesto decirlo todo; y no he hablado particularmente sino de estos dos con el fin de representarles la tierra en que habitamos con el que está marcado T y la luna que gira alrededor de ella con el que está marcado G . 41 15 20 4 1 Como ya se indicó, el lugar que ocupa un planeta se encuentra determinado por el equilibrio entre su fuerza (velocidad de desplazamiento) y la del cielo que lo rodea. Si la fuerza del planeta para continuar su movimiento en línea recta es mayor que la del cielo que lo rodea, tenderá a escapar por la tangente; pero si la fuerza del planeta es menor que la del cielo que lo rodea, irá hacia el centro hasta encontrar una porción del cielo que tenga la misma fuerza que éL Capítulo X I De la pesantez 25 Pero deseo ahora que consideren cuál es el peso de 465-466 esta tierra, es decir, la fuerza que une todas sus partes, y que hace que todas ellas tiendan hacia su centro, cada una según sea más o menos gruesa y sólida, tal fuerza no es otra y no consiste sino en 5 que las partes del p e q u e ñ o cielo que la rodea [a la tierra], al girar mucho más rápido que las suyas alrededor de su centro, tienden también con mayor fuerza a alejarse de ellas y, en consecuencia, las rechazan [a las partes de la tierra]. E n lo que sí 10 encuentran alguna dificultad sobre lo ya dicho, a saber, que los cuerpos más masivos y sólidos, tal como he supuesto los de los cometas, se irían hacia las circunferencias de los cielos, y que sólo aquellos que fuesen menos [masivos y sólidos] serían rechazados hacia sus centros; parece que se debe concluir de esto que fuesen sólo las partes 15 menos sólidas de la tierra las que pudiesen ser empujadas hacia su centro y que las otras debieran alejarse de él; pero noten que desde que dije que los cuerpos más sólidos y más masivos tendían a alejarse del 20 centro de algún cielo, he supuesto que se m o v í a n ya desde antes con el mismo impulso que la materia 42 4 2 E l peso para Descartes es la fuerza que une las partes de un cuerpo y resulta <lr la presión ejercida sobre el cuerpo pesado por la materia circundante. Este es uno de esos conceptos básicos en que Descartes muestra extraordinaria confusión V que rxplicnu por que no pudo desarrollar un cuerpo de física mas sólido. 122 RENE DESCARTES de ese cielo. Porque es seguro que si no hubiesen aun comenzado a moverse, o si se mueven, con tal que sea menos rápido de lo que se requiere para seguir el 25 curso de esta materia, deben ser primero expulsados por ella hacia el centro en torno al cual giran. Y también es seguro que entre más gruesos y sólidos fuesen [los cuerpos] serían empujados allá con más fuerza y velocidad. Y de todos modos esto no 466- 467 impide que si ellos son bastante grandes y sólidos para formar los cometas no vayan poco después hacia las circunferencias exteriores de los cielos, en tanto que la agitación que hubieran adquirido al descender hacia alguno de sus centros, les dará 5 infaliblemente la fuerza para pasar de largo y remontarse hacia su circunferencia. Pero a fin de que entiendan esto m á s claramente, consideren a la tierra E F G H , con el agua 1, 2, 3, 4, y el aire 5, 6, 7, 8, los cuales como les diré más adelante, no están compuestos sino por algunas de 10 las menos sólidas de sus partes y forman una misma masa con ella [la tierra]. Después, consideren tam467- 468 bien la materia del cielo que llena no sólo todo el espacio que está entre los círculos A B C D y 5, 6, 7, 8, sino incluso todos los p e q u e ñ o s intersticios que están por debajo entre las partes del aire, del agua y de la tierra. Y piensen en este cielo y esta tierra girando juntos alrededor del centro T , y que todas sus partes tienden a alejarse de él, pero mucho más fuertemente las del cielo que las de la tierra, en vista de que están mucho más agitadas; e incluso también entre las de la tierra, tienden a alejarse más de él que las otras, las más agitadas hacia el mismo lado que las del cielo. 10 De suerte que si todo el espacio que está más alia, del círculo A B C D estuviera vacío, es decir, no estuviera lleno sino por una materia que no pudiera resistir a las acciones de los otros cuerpos, ni producir ningún efecto considerable (ya que es en este sentido en el que hay que entender la palabra DE L A PESANTEZ Esquema 5 123 124 RENE DESCARTES 4 3 20 vacío), todas las partes del cielo que están en el circulo A B C D saldrían primero, después las del aire y las del agua le seguirían y finalmente también las de la tierra, cada una proporcionalmente más rápido por su menor sujeción a lo que queda de su masa. Del mismo modo que una piedra sale fuera de la honda en la cual es agitada tan pronto como se le afloje la cuerda; y como el polvo que se lanza sobre una perinola mientras gira se aparta de ella inmediatamente por todos lados. 44 Después consideren que, no habiendo en absoluto ningún espacio ahí, más allá del círculo A B C D que está vacío, ni a donde puedan ir las partes del cielo, contenidas en el interior de éste, si no es que en el mismo momento entran otras en su lugar enteramen468-469 te semejantes a ellas, las partes de la tierra no pueden tampoco alejarse más de lo que están del centro T , a menos que desciendan a su lugar las del cielo, u otras terrestres, tantas como sean necesarias para llenarlo; ni tampoco pueden a la inversa aproximarse [las partes de la tierra hacia el centro T ] sin hacer 5 que suban otras tantas a su lugar de modo que están todas opuestas unas a otras, cada una a las que deben entrar en su lugar en caso de que suban, e igualmente a las que deben entrar allí en caso de que ellas bajen. A s í como los dos lados de una balanza 10 [están opuestos] el uno al otro. Es decir que, como uno de los lados de la balanza no puede ni subirse ni bajarse, hasta que el otro no haya hecho en el mismo instante todo lo contrario, y que siempre el más 25 4 3 Descarte! insiste en que el vacío es inconcebible, por lo que cualquier hipótesis que se apoye en esta noción habrá de restringirse al "vacío" como una materia incapaz de resistir a la acción de los otros cuerpos o de producir algún efecto. Naturalmente, por definición, semejante idea de materia se contrapone a la concepción cartesiana, por lo que su uso se restringe a casos de explicación abstracta. Si el vacío existiera en tomo a las partes de un cuerpo pesado v. gr. la tierra, las partes de ésta, agua, aire, tierra, cuerpos mezclados, saldrían disparadas por su tendencia al movimiento rectilíneo. Tal no sucede, primero, en vista de que no existen vacíos, y segundo, porque la materia circundante del cielo gira mucho más rápido que el cuerpo pesado y forma una barrera proporcionalmente igual al tamañ'> del cuerpo, que impide que sus partes se disgreguen, y constituye finalmente la explicación de su peso. 4 4 DE L A PESANTEZ 125 pesado jala al otro; asi la piedra R por ejemplo está de tal modo opuesta a la cantidad de aire (justa15 mente igual a su tamaño) que está por encima de ella, y de la cual deberá ocupar el lugar en caso de que se aleje más del centro T , que se requeriría necesariamente que este aire descendiera a medida que ella subiera. Y del mismo modo ella [la piedra] 20 está en tal forma opuesta a otra cantidad parecida de aire que está por debajo de ella y de la cual debe ocupar el lugar en caso de que se aproxime a este centro, que es necesario que descienda cuando este aire suba. 25 Pero es evidente que esta piedra contiene en sí mucha más materia de la Tierra, y en compensa469-470 ción, proporcionalmente menos de la del cielo. Además, estando sus partes terrestres menos agitadas por la materia del cielo que las de este 5 aire, no debe tener [la piedra], la fuerza para subir por encima [del aire] sino que por el contrario, es más bien él [el aire] el que debe tener la fuerza de hacerla descender por debajo, de suerte que resulta ligero en comparación con ella, mientras que comparado con la materia purísima del cielo, es pesado. Y así ven ustedes que Cada parte de los cuerpos 10 terrestres está prensada hacia T ; no indiferentemente por toda la materia que la rodea, sino sólo por una cantidad de esta materia exactamente igual a su tamaño, que estando por debajo, puede tomar su 15 lugar en caso de que descienda. L o que ocasiona que entre las partes de un mismo cuerpo que denominamos h o m o g é n e o , como entre las del aire o del agua, las que están más abajo no estén notablemente más apretadas que las que están más arriba; y que un 20 hombre que está en las profundidades del agua, no la sienta pesar más sobre su espalda que si nadara por encima. Pero si les parece que la materia del cielo, haciendo descender así la piedra R hacia T , por debajo del airo que la rodea, la debiera hacer ir también hacia 6 25 o hacia 7, es decir hacia el occidente o hacia el 126 RENE DESCARTES oriente, más rápido que este aire, de suerte que no descienda completamente en línea recta y a plomo como lo hacen los cuerpos pesados sobre la verdadera tierra: consideren, en primer lugar, que todas las partes terrestres comprendidas en el círculo 470- 471 5, 6, 7, 8, ai estar presionadas hacia T por la materia del cielo en la forma que acabo de explicar y, además, por tener figuras muy irregulares y diversas, deben juntarse y engancharse unas con otras y así no componer sino una masa que el curso del cielo 5 A B C D transporta toda entera; de tal modo que, mientras gira, aquellas de sus partes que están, por ejemplo hacia 6, permanecen siempre frente a las que están hacia 2 y hacia F , sin separarse notablemente ni aquí ni allá de ella, salvo cuando los vien10 tos u otras causas particulares las obliguen a hacerlo. Y , además, noten que este p e q u e ñ o cielo A B C D gira mucho más rápido que esta Tierra; pero que aquellas de sus partes que están enlazadas con los poros de los cuerpos terrestres no pueden girar 15 notablemente más aprisa que los propios cuerpos alrededor del centro T , aun cuando se muevan mucho más aprisa en diversos sentidos, según la disposición de tales poros. A d e m á s , es necesario que distingan que, aunque la 20 materia del cielo haga aproximarse a la piedra R al centro, en vista de que tiende con m á s fuerza que ella a alejarse [del centro], no puede obligarla [a la piedra] a retroceder hacia el occidente aun cuando tiende con más fuerza que ella a ir hacia el 25 oriente: consideren que esta materia del cielo tiende a alejarse del centro T porque tiende a continuar su movimiento en l í n e a recta; pero que va de occidente hacia el oriente, simplemente porque tiende a 471- 472 continuar [su movimiento] con la misma velocidad y, por tanto, le es indiferente el encontrarse hacia 6 o hacia 7. A s í es evidente que se mueve un poco m á s en línea recta mientras hace descender a la piedra R hacia T , 5 que lo que lo haría dejándola hacia R , pero no DE L A PESANTEZ 127 podría moverse tan rápido hacia el oriente si la hiciera retroceder hacia el occidente, como si la dejara en su lugar o incluso si la empujara delante de sí. Y , sin embargo, a fin de que lo sepan también, 10 aunque esta materia del cielo tenga más fuerza para hacer descender la piedra R hacia T , que para hacer descender allá el aire que la rodea, no puede del todo llegar a tener más [fuerza] para empujarla delante de sí de occidente hacia oriente, ni por 15 consiguiente hacerla moverse más rápido que el aire en este sentido: piensen que hay exactamente la misma proporción de esta materia del cielo que actúa contra ella [la piedra] para hacerla descender hacia T , y que emplea en ello toda su fuerza, que la que penetra en la [materia] de la tierra T para componer su cuerpo; y consideren, también, que a medida que entra mucha más [materia] que la que puede contener una cantidad de aire de parecida e x t e n s i ó n , ella [la tierra] tiene que estar mucho más 20 fuertemente apretada hacia T que lo que lo está este aire: pero que, para hacerla girar hacia el oriente, es toda la materia del cielo, contenida en el círculo R , la que actúa contra ella [la tierra] 25 y conjuntamente contra todas las partes terrestres del aire contenidas en este mismo círculo, de suerte que no habiendo allá una cantidad mayor de materia que actúe m á s contra ella que contra este aire, no 472-473 puede girar más velozmente que él en este sentido. Y pueden inferir de esto que las razones de que se sirven muchos filósofos para refutar el movimiento de la verdadera tierra, no tienen fuerza contra el 5 movimiento de la tierra que yo les estoy describiendo. Como cuando dicen que si la tierra se moviese, los cuerpos pesados no deberían descender a plomo hacia su centro sino que, m á s bien, deberían apartarse de él aquí y allá en el cielo; y que los c a ñ o n e s apuntados hacia occidente, deberían disparar mucho 10 más lejos que los disparados hacia oriente; y que deberíamos sentir siempre en el aire grandes vientos 128 15 RENE DESCARTES y oír ruidos fortísimos, y cosas semejantes que no tienen lugar sino en el caso de suponer que la [tierra] no es transportada en el curso del cielo que la rodea, sino que la mueve cualquier otra fuerza y en algún otro sentido que este cielo. Capítulo XII Del flujo y reflujo del mar Luego, tras haberles explicado de este modo el peso de las partes de esta tierra, causado por la acción de la materia del cielo que está en sus poros, es necesario ahora que les hable de un cierto movimiento que tiene toda su masa, causado por la 20 presencia de la luna, como también de algunas particularidades que dependen de ello. Para tal efecto consideren a la luna, por ejemplo hacia B,* donde la pueden suponer como inmóvil, en comparación con la velocidad con que se mueve la materia del cielo que está bajo ella; y conside473-474 ren que esta materia del cielo, al tener menos espa25 ció entre 0 y 6 para pasar por ahí, del que tendría entre B y 6 (si la luna no ocupara el espacio que está entre 0 y B) y, por consiguiente, debiendo 5 moverse ahí un poco más aprisa, no puede menos que tener la fuerza suficiente como para empujar un poco a toda la tierra hacia D , de suerte que su centro T se aleje, como ven, un poco del punto M, que es el centro del pequeño cielo A B C D , porque 10 no hay nada más que el curso de la materia de este 45 4 5 El peso de la tierra y de los cuerpos en ella, así como el fenómeno de las mareas se explica en Descartes, no gracias a una fuerza de atracción, ya del centro de la tierra en el primer caso, ya de la luna en el segundo, sino por la acción de la materia del cielo cuya tendencia al movimiento rectilíneo, al no cumplirse, oprime a la materia de la tierra (fuerza de presión). * Ver esquema 5. 130 RENE DESCARTES cielo, que la sostenga en el lugar en que está. Y puesto que el aire 5, 6, 7, 8, y el agua 1, 2, 3, 4, que rodea a esta tierra son cuerpos líquidos, es evidente que la misma fuerza que la presiona de este modo, incluso les debe hacer descender hacia T , no sólo del lado 6, 2, sino también de su opuesto 8, 4 y, 15 en c o m p e n s a c i ó n , hacerlos elevarse a los sitios 5, 1 y 7, 3; de modo que la superficie de la tierra E F G H permaneciendo redonda a causa de que está dura, la del agua 1, 2, 3, 4 y la del aire 5, 6, 7, 8, que son líquidas, deben tomar la forma oval. 20 E n seguida consideren que la tierra [al girar] alrededor de su centro, y por ello originar los días que podemos dividir en 24 horas como los nuestros; en su lado F , que está ahora frente a frente a la luna 25 y sobre el cual, por esta razón, el agua 2 está menos alta, debe encontrarse en 6 horas frente a frente con 474-475 el cielo marcado C , donde esta agua se elevará y, en 12 horas, frente a frente al cielo marcado D, donde el agua inmediatamente descenderá. De suerte que el mar que está representado por esta agua 1,2, 3, 4 debe tener su flujo y su reflujo alrededor de 5 esta tierra cada 6 horas como lo tiene a su alrededor la que habitamos nosotros. 10 15 20 Consideren, también, que mientras esta tierra gira de E por F hacia G , es decir del occidente por el medio d í a (sur) hacia el oriente, la hinchazón del agua y del aire que permanece hacia 1 y 5 y hacia 3 y 7, pasa de su porción oriental a la occidental, provocando ahí un flujo sin reflujo del todo semejante al que según el informe de nuestros pilotos, hace la navegación mucho más fácil en nuestros mares del oriente hacia el occidente, que del occidente hacia el oriente. Y , para no olvidar nada en este punto, agreguemos que la luna hace en cada mes el mismo recorrido que la tierra hace en cada d í a ; y, de esta manera, hace avanzar poco a poco hacia el oriente los puntos 1, 2, 3, 4 que marcan las más altas y las más bajas mareas: de modo que estas mareas no cambian D E L FLUJO Y R E F L U J O D E L MAR 131 exactamente cada 6 horas, sino que se retrasan alrededor de la quinta parte de una hora cada vez, tal como lo hacen también las de nuestros mares. 25 Consideren, además, que el p e q u e ñ o cielo A B C D , no es exactamente redondo, sino que se extiende con un poco más de libertad hacia A y hacia C , y se mueve ahí, en proporción, más lentamente que hacia B y hacia D , donde no puede tan fácilmente 475-476 romper el curso de la materia del otro cielo que lo contiene: de modo que la luna que permanece siempre como sujeta a su superficie exterior, debe moverse un poco más rápido y separarse menos de su ruta —y, en consecuencia, ser causa de que los 5 flujos y reflujos del mar sean mucho mayores cuando está hacia B, cuando se trata de [la luna] llena y hacia D cuando es [la luna] nueva—, que cuando está hacia A o hacia C donde se halla semiplena [cuarto creciente o cuarto menguante]. Son las particulari10 dades que los astrónomos observan también completamente semejantes en la verdadera luna, aunque no puedan tan fácilmente dar razón de estos [hechos] por las hipótesis de que se sirven. E n cuanto a los otros efectos de esta luna, que 15 difieren cuando está llena de cuando está nueva, dependen plausiblemente de su luz. Y en cuanto a las otras particularidades del flujo y reflujo, dependen en parte de la diversa ubicación de las costas del mar y en parte de los vientos reinantes en los tiempos y lugares en que se les observa. Finalmente 20 en relación a los otros movimientos generales, tanto de la tierra y la luna, como de los otros astros y de los cielos, o los pueden entender suficientemente a partir de lo que ya he dicho, o bien no interesan a mi p r o p ó s i t o ; y no realizándose en el mismo plano que aquellos de los que he hablado, 25 me extendería demasiado en describirlos. A s í , no me resta aquí sino explicar esa acción de los cielos y de los astros que, ya he dicho más arriba, debe 476- 477 considerarse como su luz. Capítulo X I I I De la L u z He dicho ya varias veces que los cuerpos que giran en círculo tienden siempre a alejarse de los centros de los círculos que describen, pero es necesario aquí que determine más particularmente hacia q u é lados tienden las partes de la materia, de las cuales están compuestos los cielos y los astros. Y , para ello, es necesario saber que cuando digo que un cuerpo tiende hacia algún lado, no quiero por ello que se imaginen que tenga en sí un pensamiento o una voluntad que lo conduzca a eso, sino únicamente que está dispuesto a moverse hacia allá, ya sea que verdaderamente se mueva hacia allá o ya sea, más bien, que algún otro cuerpo se lo impida, y es principalmente en este último sentido en el que uso la palabra "tender", en vista de que parece significar algún esfuerzo, y que todo esfuerzo presupone resistencia. T a l como se encuentran frecuentemente distintas causas que, actuando juntas contra un mismo cuerpo, impiden el efecto la una de la otra, se puede decir, bajo diversas consideraciones, que un mismo cuerpo tiende hacia diferentes lados al mismo tiempo así como y a se dijo antes, que las partes de la tierra tienden a alejarse de su centro en tanto se las considera aisladamente, y por el contrario, que tienden a aproximarse [al centro] en tanto se considera la fuerza de las partes del cielo que las empuja hacia allí; e, inmediatamente, que tienden a 134 25 5 10 RENE DESCARTES alejarse [del centro] si se las considera como opuestas a otras partes del elemento tierra, que componen cuerpos más masivos que ellas. A s í , por ejemplo, la piedra que gira en una honda siguiendo el círculo A B , tiende hacia C cuando se encuentra en el punto A , si no se considera otra cosa que su pura agitación; y tiende circularmente de A hacia B si se considera su movimiento como regulado y determinado por la longitud de la cuerda que la retiene; y, finalmente, la misma piedra tiende hacia E cuando, sin considerar la parte de su agitación cuyo efecto no es impedido, se opone la otra parte a la. resistencia que le hace continuamente esta h o n d a . * Pero, para entender distintamente esta última observación imagínense la inclinación que tiene esta piedra a moverse de A hacia C como si estuviera compuesta por otras dos [tendencias] que fuesen la una, de girar siguiendo el círculo A B y la otra de subir derecho siguiendo la línea recta V X Y , y esto en tal proporción que, encontrándose en el sitio de la honda marcado V en el momento en que la honda está en el lugar del círculo marcado A , debería encontrarse la piedra en seguida en el sitio marcado X , en el momento en el que la honda estuviera hacia V , y en el sitio marcado Y , cuando la honda estuviera hacia F , y así permanecer siempre en la línea recta A C G . 46 15 20 25 4 6 Todo cuerpo tiende a realizar varios movimientos, incluso opuestos, bajo diversas consideraciones. Visto en un corte abstracto podemos decir que: 1. Trata de alejarse del centro en torno al cual gira por su tendencia, como cuerpo, al movimiento rectilíneo. 2. Tiende al movimiento rectilíneo porque cada una de sus partes considerada aisladamente, tiende inicialmente a dicho movimiento. 3. Tiende a aproximarse al centro por la presión ejercida por las partes del cielo que lo rodean. L a exclusión del vacío, las tendencias propias del cuerpo como un todo y de sus partes, individualmente consideradas, así como la presión de la materia que rodea al cuerpo determinan que su movimiento sea circular. B^jo diversas consideraciones un mismo cuerpo tiende hacia diversos lados al mismo tiempo pero al actuar juntas varias causas unas a otras se impiden sus efectos y ello explica la diversificación del movimiento. * Consultar fig. 1. DE L A LUZ 135 Luego, sabiendo que una de las partes de su inclina478-480 ción, esto es, aquella que la lleva a seguir el círculo A B , no excluye en absoluto esta honda, se darán cuenta de que no encuentra resistencia sino con respecto a la otra parte de [su inclinación] que la haría moverse siguiendo la línea D V X Y , si ella no estuviera excluida y, por consiguiente, que no 5 tendiera, es decir, que no hiciera esfuerzo, sino para alejarse directamente del centro D. Y noten que según esta consideración, al estar en el punto A , tiende tan verdaderamente hacia E , que ya no está del todo más dispuesta a moverse hacia H que hacia 10 I , aunque uno pudiera fácilmente persuadirse de lo contrario si no tomara en consideración la diferencia que hay entre el movimiento que ella [la piedra] ya tiene y la inclinación a moverse que le queda. A s í deben pensar de cada una de las partes del 15 segundo elemento que componen los cielos, exactamente lo mismo que [piensan] con respecto a esta piedra, a saber, que aquellas [partes] que están hacia E , por ejemplo, no tienden por propia inclinación sino hacia P; pero que la resistencia de las otras partes del cielo que están encima de ellas, las hace 20 tender, es decir, las dispone a moverse siguiendo el círculo E R . Y consideren que inmediatamente, esta resistencia, opuesta a la inclinación que tienen para continuar su movimiento en la línea recta, les hace tender, es decir, es causa de que hagan el esfuerzo 25 para moverse hacia M. Y así, al juzgar á todas las otras [partes] en igual forma, ven en q u é sentido se puede decir que tienden hacia los lugares directa480 mente opuestos al centro del cielo que componen. Pero lo que nos resta por considerar en las partes [del cielo] es algo más de lo que consideramos respecto a una piedra que gira en una honda, y es que continuamente las empujan, tanto todas aquellas 5 [partes] semejantes a ellas, que están entre ellas y el astro que ocupa el centro de su cielo, como la materia de este astro, y que no las empuja nada más. Por ejemplo, a aquellas que están hacia E , no las 136 Esquema 6 RENE DESCARTES DE LA LUZ 137 10 empujan las que están hacia M o hacia T , o hacia R , o hacia K , o hacia H , sino solamente todas aquellas 480- 481 [partes] que están entre las dos líneas A F , D G y conjuntamente la materia del sol; lo que es causa de que tiendan no sólo hacia M, sino también hacia L y hacia N , y generalmente hacia todos los puntos a donde pueden llegar los rayos o líneas rectas que, 5 viniendo de alguna parte del sol, pasan por el lugar donde ellas e s t á n . Pero, a fin de que la explicación de todo esto sea más fácil, deseo que consideren las partes del segundo elemento completamente solas y, como si todos los espacios que ocupa l a materia del primero 10 estuvieran vacíos, tanto aquel [que hay] donde está el sol, como los otros. Incluso, a causa de que no hay mejor medio para saber si a un cuerpo lo empujan algunos otros, que ver si estos otros avanzarían efectivamente hacia el sitio en que se encuentra 15 para llenarlo en el caso de que estuviese v a c í o , deseo que imaginen también que se supriman las partes del segundo elemento que están hacia E , y una vez planteado esto deseo que observen en primer lugar que ninguna de las [partes] que están encima del círculo T E R , ni de las que están hacia 47 20 M , están dispuestas a llenar su lugar, y a que tienden, por el contrario, a alejarse de él; en seguida que aquellas que están en este círculo, a saber, hacia T , tampoco están dispuestas a hacer eso: porque, a pesar de que se mueven realmente de T hacia G , 25 siguiendo el curso de todo el cielo, sin embargo, para que las que están hacia F se muevan con parecida 481- 482 velocidad hacia R , el espacio E , que es necesario imaginar móvil como ellas, no dejaría de permane- 4 7 Explicar la luz como forma de movimiento tendencial obliga a Descartes a considerar que la manifestación concreta de esta tendencia se da en el segundo elemento (cielo) como resultado del movimiento del primer elemento (concretamente de un astro como fuente luminosa). Por otro lado, la tendencia al movimiento por pequeñas sacudidas, en línea recta del elemento del cielo, se sitúa únicamente en el espacio de proyección de rectas de la fuente luminosa al ojo del oh'iervador. 138 RENE DESCARTES cer v a c í o entre G y F , si no vinieran otras [partes] de otros [sitios] para llenarlo. Y , en tercer lugar, que aquellas [partes] que están por debajo de este círculo, pero que no están comprendidas entre 5 las líneas A F , D G como las que están hacia H y hacia K , no tienden tampoco a avanzar hacia este espacio E para llenarlo; aun cuando la inclinación que tienen para alejarse del punto S las predispon10 ga a eso de algún modo; así como el peso de una piedra la predispone no sólo a descender en línea recta al aire libre, sino también a rodar de lado sobre la pendiente de una montaña, en caso de que no pudiera descender de otra manera. Pues la razón que les impide tender hacia este 15 espacio, es el que todos los movimientos se continúan, tanto como es posible, en l í n e a recta; y, por consiguiente que, aunque la naturaleza cuenta con diversas vías para llegar a un mismo efecto, infaliblemente sigue siempre la más corta. Porque si las partes del segundo elemento, que están por 20 ejemplo* hacia K , avanzaran hacia E , todas aquellas que están más próximas que ellas al sol avanzarían también al mismo instante hacia el lugar que ellas dejaran; y, así, el efecto de su movimiento no sería otro, sino que el espacio E se llenaría, y que ha25 bría otro de igual t a m a ñ o en la circunferencia A B C D que se vaciaría al mismo tiempo. Pero es manifiesto 482-483 que este mismo efecto puede seguirse mucho mejor si aquellas [partes] que están entre las líneas A F , D G se aproximan rectamente hacia E ; y, por consiguiente que, mientras que no haya nada que se los impida, las otras [partes] no tienden del todo a esto: así como una piedra no tiende jamás a descender obli5 cuamente hacia el centro de la tierra, en tanto puede descender ahí en línea recta. E n fin, consideren que todas las partes del segundo elemento que están entre las líneas A F , D G deben avanzar juntas hacia este espacio E , para llenarlo * V e r esquema 6. DE L A LUZ 10 15 139 en el mismo instante en que queda v a c í o . Porque aunque no cuenten sino con la inclinación que tienen á alejarse del punto S, la cual las lleva allá, y aunque esta inclinación hiciera que aquellas que están entre las líneas B F , C G tiendan más directamente hacia allá, que aquellas que se quedan entre las líneas A F , B F y D G , C G . Verán, sin embargo, que estas últimas no dejan de estar tan dispuestas como las otras a ir hacia allá, si se percatan del efecto que se debe seguir de su movimiento, que no 20 es otro sino, como lo he dicho ahora, que el espacio E se llene, y que haya otro de igual tamaño en la circunferencia A B C D que se quede v a c í o al mismo tiempo. Porque, en relación con el cambio de situac i ó n que les acontece en los otros lugares que llenaban antes, y que luego permanecen todavía llenos, 25 éste no es de ninguna manera considerable, y a que deben suponerse tan iguales y parecidas en todo las unas a las otras, que no importa de q u é partes esté 483-484 lleno cada uno de estos lugares. Noten, sin embargo, que no se debe concluir de esto que todas [las partes] son iguales, sino solamente que los movimientos que puede causar su desigualdad no pertenecen a la acción de la que hablamos. 5 Pues para que al llenarse una parte del espacio E haga que otra parte del espacio D , por ejemplo, llegue a vaciarse, no hay medio más directo que todas las partes de la materia que se encuentran en la 10 línea recta D G o D E avancen juntas hacia E ; porque si sólo las partes que están entre las líneas B F , C G avanzaran las primeras hacia este espacio E , dejarían otro espacio debajo de ellas hacia V , hacia el cual deberían venir las que están hacia D, de modo 15 que el mismo efecto que puede producir el movimiento de la materia que está en la línea recta D G o D E , lo produciría el movimiento de la materia que está en la línea curva D V E , lo que es contrarío a las leyes de la naturaleza. 20 Pero si encuentran aquí alguna dificultad para comprender c ó m o las partes del segundo Elemento 140 RENE DESCARTES que están entre las líneas A F , DG pueden avanzar todas juntas hacia E , habiendo más distancia entre A y D que entre F y G, el espacio por el que deben 25 entrar para avanzar así es más estrecho que aquel del que deben salir: consideren que la acción por la cual tienden a alejarse del centro de su cielo no las obliga a tocar a aquellas de sus vecinas que están a igual distancia que ellas de este centro, sino 484- 485 solamente a tocar a las que son de un grado más alejadas [del centro]. Así que el peso de las pequeñas bolas 1, 2, 3, 4, 5 no obliga en absoluto a las que 5 están marcadas con una misma cifra a entretocarse, sino que sólo obliga a quellas que están marcadas 1 o 10 a apoyarse sobre aquellas que están marcadas 2 o 20, y a éstas sobre aquellas que están marcadas 3 o 30 y así sucesivamente, de suerte que estas bolitas pueden muy bien no sólo estar alineadas como las ven en esta séptima figura, sino también co10 mo lo están en la octava y en la novena y de otras mil formas diversas. Luego consideren que estas partes del segundo elemento, por moverse separadamente unas de 485- 486 otras, como ya se dijo más arriba que deben hacerlo, 15 no pueden jamás estar alineadas como las bolas de la séptima figura y que, no obstante, no hay más que esta manera en que la dificultad propuesta puede tener lugar. Porque no se podría suponer 5 tan poco intervalo entre aquellas de sus partes que están a parecida distancia del centro de su cielo, que no fuera suficiente como para concebir que la inclinación que tienen a alejarse de este centro, debe hacer avanzar a aquellas que están entre las líneas A F , DG todas juntas hacia el espacio E , 10 mientras esté vacío; así como lo ven en la novena figura en relación a la 10a., que el peso de las boli486-487 tas 40, 30 y demás, las debe hacer descender todas juntas hacia el espacio que ocupa aquella que está marcada 50, tan pronto como ésta pueda salir de ese espacia. Y uno puede claramente darse cuenta aquí cómo DE LA LUZ DE L A LUZ RENE DESCARTES las bolas que están marcadas con una misma cifra, se alinean en un espacio más estrecho que aquel del que salen aproximándose la una a la otra. Podemos percibir bien que las dos bolas marcadas 40 deben descender un poco más aprisa y aproximarse la una a la otra en proporción un poco más que las tres marcadas 30, y estas tres que las cuatro marcadas 20 y asi con todas las demás. Después de lo cual puede ser que me digan que, tal como aparece en la 10a. figura, las dos bolas marcadas 40, 40, luego de haber descendido un poco, llegan a entretocarse (lo que es causa de que se detengan sin poder descender más abajo); del mismo modo las partes del segundo elemento que deben avanzar hacia E se detendrán antes de haber terminado de llenar todo el espacio que allá hemos supuesto. Pero respondo a esto que no pueden avanzar un m í n i m o hacia allá que no sea suficiente para probar perfectamente lo que he dicho, a saber, que todo el espacio que allá se encuentra, estando de antemano lleno con algún cuerpo, cualquiera que éste sea, [las partes] presionan continuamente este cuerpo y hacen esfuerzo contra él como para expulsarlo fuera de su lugar. A d e m á s de eso, respondo luego que sus otros movimientos, que continúan en ellas mientras avanzan hacia E , no permitiéndoles permanecer un solo momento ordenadas del mismo modo, o bien les impiden entretocarse, o bien hacen que después de haberse tocado se separen incontenibles de inmediato, y así, no dejan por eso de avanzar sin interrupción hacia el espacio E , hasta que esté completamente lleno. De suerte que no se puede concluir de eso sino que la fuerza, con que [las partes] tienden hacia E es probablemente como un temblor, se redobla y se relaja mediante diversas y pequeñas sacudidas según cambien de situación, lo que parece ser^ una propiedad atribuible a la luz. Pues si han comprendido todo esto suficientemen- DE LA LUZ Esquema 10 145 146 25 RENE DESCARTES te, suponiendo los espacios E y S, y todos los peq u e ñ o s ángulos que están entre las partes del cielo como vacíos, lo entenderán todavía mejor si los suponen llenos de la materia del primer elemento.* Porque las partes de este primer elemento que se encuentran en el espacio E no pueden impedir 487- 488 que las del segundo, que están entre las líneas 30 A F , D G , avancen para llenarlo del mismo modo que si estuviera vacío, por la razón de que, siendo muy sutiles y estando sumamente agitadas, están siempre dispuestas a salirse de los lugares en los que se 5 encuentran, como lo está cualquier otro cuerpo a entrar en [estos lugares]. Y por esta misma razón [las partes del primer elemento] que ocupan los p e q u e ñ o s ángulos que están entre las partes del cielo, ceden su lugar sin resistencia a las que vienen de este espacio E y que se van hacia el punto S. 10 Digo más bien hacia S que hacia ningún otro lugar, porque los otros cuerpos que están más unidos y son más grandes, tienen por lo tanto más fuerza y tienden todos a alejarse de este punto. Incluso es necesario subrayar que pasan de E hacia 15 S, entre las partes del segundo elemento, que van de S hacia E , sin obstaculizarse de ninguna manera unas a otras. A s í como el aire que está encerrado en el reloj X Y Z , sube de Z hacia X , a través de la are20 na Y , que no deja por ello de descender sin embargo hacia Z . Finalmente, las partes de este primer elemento que se encuentran en el espacio A B C D , donde componen el cuerpo del sol, girando en círculo muy rápidamente alrededor del punto S, tienden a alejarse de 25 [este punto] por todos lados en línea recta, de acuerdo con lo que acabo de explicar; y de esta manera todas las que están en la línea S D , empujan juntas 488- 489 la parte del segundo elemento que está en el punto D ; y todas aquellas que están en la línea S A , empujan a la [parte] que está en el punto A , y así con las * Verfigura6. DE LA LUZ E s q u e m a 11 147 148 RENE DESCARTES 5 10 15 20 demás. De tal modo que esto solo bastaría para hacer que todas aquellas de estas partes del segundo elemento que están entre las líneas A F , D G avanzaran hacia el espacio E , aun cuando no tuvieran ninguna inclinación [a hacerlo] por sí mismas. Por lo demás, puesto que deben avanzar así hacia este espacio E , mientras que no esté ocupado más que por la materia del primer elemento, es seguro que tienden también a ir hacia allá, no obstante que esté lleno con cualquier otro cuerpo; y, en consecuencia, [es cierto] que ellas empujan y hacen esfuerzo contra este cuerpo como para expulsarlo fuera de su lugar. De suerte que si fuera el ojo de un hombre el que estuviera en el punto E , sería presionado entonces tanto por el sol como por; toda la materia del cielo que está entre las líneas A F , DG. Ahora bien, es necesario saber que los hombres de este nuevo mundo serán de tal naturaleza, que mientras sus ojos sean presionados de esa manera, tendrán una sensación muy semejante a la que nosotros tenemos de la luz, lo que referiré más ampliamente a continuación. Capítulo X I V De las propiedades de la luz Pero quiero detenerme todavía un poco en este punto para explicar las propiedades de la acción mediante la cual los ojos [de los hombres del nuevo mundo] pueden ser presionados como lo he dicho. Porque [tales propiedades] se vinculan todas tan 489-490 perfectamente a las que encontramos en la luz que, cuando ustedes las hayan considerado, estoy seguro de que aseverarán conmigo que no hay necesidad de imaginar, ni en los astros ni en el cielo, otra cualidad que esta acción que se denomina luz. 5 Las principales propiedades de la luz son: 1. Que se extiende en círculo por todas partes alrededor de los cuerpos que llamamos luminosos. 2. A toda distancia. 3. Y en un instante. 4. Y c o m ú n m e n t e en líneas rectas, que deben ser consideradas como los rayos de la luz. 10 5. Y que muchos de estos rayos, viniendo de diversos puntos, pueden juntarse en un mismo punto. 6. O que viniendo de un mismo punto, pueden dirigirse hacia diversos puntos. 7. O, viniendo de diversos puntos y dirigiéndose hacia diversos puntos, pueden pasar por un I5 mismo punto sin estorbarse los unos a los otros. 25 150 RENE DESCARTES 8. Y que pueden también algunas veces estorbarse los unos a los otros, a saber, cuando su fuerza es muy desigual, y que la de unos es mucho más grande que la de otros. 9. Y finalmente que pueden ser desviados por reflexión. 10. O por refracción. 20 11. Y que su fuerza puede aumentarse. 12. O disminuirse por las diversas disposiciones o cualidades de la materia que los recibe. He aquí las principales cualidades que se observan de la luz, que convienen todas a esta acción 25 [antes descrita], como lo van a ver. 490-491 1. Que esta acción debe extenderse hacia todos lados, alrededor de los cuerpos luminosos, es evidente porque procede del movimiento circular de sus partes. 5 2. E s evidente, también, que puede extenderse a toda clase de distancias.* Porque, por ejemplo, suponiendo que las partes del cielo que se encuentran entre A F y D G , están ya por sí mismas dispuestas para avanzar hacia E , como hemos dicho que lo 10 están, no se puede dudar tampoco de que la fuerza con la que el sol empuja a las que están hacia A B C D , no deba extenderse también hasta E , aun cuando hubiese más distancia entre unas y otras que la que hay desde las más altas estrellas del firmamento hasta nosotros. 15 3. Y sabiendo que las partes del segundo elemento que están entre A F y D G se tocan y se presionan todas unas a otras, tanto como es posible, no podemos tampoco dudar de que la acción, mediante la cual las primeras son empujadas, debe pasar en un instante hasta las últimas. Del mismo modo que aquella [acción] con la que empujamos uno de los 20 extremos de un bastón, pasa en el mismo instante hasta el otro extremo. O, mejor aún, para que no pongan ninguna dificultad en relación con que * Ver esquema 6. 151 DE LAS PROPIEDADES D E L A LUZ estas partes [las del segundo elemento], no están ligadas unas a otras como lo están las de un bastón, 25 así como en la novena figura la pequeña bola marcada 50 va descendiendo hacia 6, las otras marcadas 10, descienden también hacia allá en el mismo instante.* 491- 492 4. Por lo que toca a las líneas, siguiendo las cuales se comunica esta acción y que son propiamente los rayos de la luz, es necesario subrayar que difieren de las partes del segundo elemento, por mediación de las cuales esta misma acción se comunica; y que 5 no son ninguna cosa material en el medio por el que atraviesan, sino que señalan solamente en qué sentido, y siguiendo qué determinación, el cuerpo luminoso actúa contra aquel que ilumina. A s í , no podemos dejar de concebir [dichas líneas] 10 completamente rectas, aunque las partes del segundo elemento, que sirven para transmitir esta acción ("o la luz") no pueden estar casi nunca tan directamente puestas la una sobre la otra de modo que 15 puedan formar líneas totalmente rectas. A s í como ustedes pueden fácilmente concebir que la mano A empuja el cuerpo E siguiendo la línea recta A E , aun cuando no lo empuja sino a través del bastón B C D , 20 que está torcido. Y de igual modo que la bola marcada 1 empuja a la que está marcada 7, a través de las dos marcadas 5,5, tan directamente como por la mediación de las marcadas 2, 3, 4, 6 . * * 25 5. y 6. Pueden también fácilmente concebir c ó m o muchos de estos rayos, viniendo de diversos puntos, se reúnen en un mismo punto; o viniendo de un mismo punto, se dirigen hacia diversos puntos sin 492- 493 obstaculizarse, ni depender los unos de los otros. 4 8 * Ver esquema 9. Los rayos luminosos son líneas no materiales que señalan la forma en que se produciría la transmisión d¿l movimiento rectilíneo como resultado de las determinaciones constitutivas de las partes del primero y segundo elementos que precisamente manifiestan la naturaleza primaria del movimiento. La l u z es el único fenómeno observable que hace manifiesta la tendencia natural al movimiento rectilíneo de las partes de la materia. 4 8 * * Ver CHqucma 1 2. 152 E s q u e m a 12 RENE DESCARTES D E L A S P R O P I E D A D E S DÉ L A L U Z Esquema 13 153 154 RENE DESCARTES Como ven en la sexta figura, donde vienen muchos [rayos] de los puntos A B C D , que se reúnen en el punto E , y muchos vienen únicamente del punto D y se extienden, uno hacia E , y el otro hacia K , y así hacia una infinidad de otros lugares. A s í como las diversas fuerzas con que jalamos las cuerdas 1, 2, 3, 4, 5 se juntan todas en la polea, cuya resistencia se extiende a las diversas manos que tiran de 10 esas cuerdas. 7. Pero para concebir c ó m o muchos de estos rayos, proviniendo de diversos puntos y dirigiéndose hacia diversos puntos, pueden pasar por un 15 mismo punto sin obstaculizarse unos a otros, como en esta sexta figura, donde los dos rayos A N , D L pasan por el punto E , es necesario considerar que cada una de las partes del segundo elemento es capaz de recibir varios y diversos movimientos al 20 mismo tiempo; de suerte que aquella que está, por ejemplo, en el punto E , puede al mismo tiempo ser empujada hacia L , por la acción que viene del sitio del sol marcado D , y al mismo tiempo hacia N , por aquella que viene del sitio marcado A . L o que entenderán todavía mejor si consideran que se 492-493 puede empujar el aire al mismo tiempo de F hacia G , de H hacia I y de K hacia L , a través de los tres tubos F G , H I , K L , aunque estos tubos estén de tal 5 modo unidos en el punto N que todo el aire que pase por en medio de cada uno de ellos debe también necesariamente pasar por en medio de los otros dos. 10 8. Y esta misma comparación puede servir para explicar c ó m o una luz fuerte impide el efecto de aquellas que son más débiles; porque si se empuja el aire mucho más fuerte por F , que por H o por K , 15 no tenderá en absoluto hacia I, o hacia L , sino solamente hacia G . 9. y 10. E n cuanto a la reflexión y la refracción, y a se las he explicado suficientemente (en la Dióptrica). No obstante, puesto que me serví entonces del 20 ejemplo del movimiento de una pelota, en lugar de DE LAS PROPIEDADES DE L A LUZ Esquema 14 1 156 RENE DESCARTES hablar de los rayos de la luz, a fin de hacer más inteligible mi discurso por este medio, me resta todavía aquí el hacerles considerar la acción o la inclinación a moverse, que es transmitida de un lugar a otro por medio de muchos cuerpos que se 25 entretocan. Estos se encuentran sin interrupción en todo el espacio que está entre dos, [y la acción] sigue exactamente el mismo camino por el que 494-495 p o d r í a hacer moverse al primero de estos cuerpos, si los otros no estuvieran en su camino, sin que haya ninguna otra diferencia sino que este cuerpo requeriría algún tiempo para moverse, en lugar de que la 5 acción que está en él pueda, por medio de los que lo tocan, extenderse a toda clase de distancias en un instante. De donde se sigue que así como una bola se refleja cuando da contra el muro de un juego de pelota (frontón de mano) y sufre refracción cuando 10 penetra oblicuamente en el agua o sale de ella; así también, cuando los rayos de la luz encuentran un cuerpo que no les permite pasar más allá, (opaco) deben reflejarse, y cuando entran oblicuamente en 15 algún lugar a partir del cual pueden extenderse con más o menos facilidad, que de aquel del cual salen, deben también, en el punto de este cambio, desviarse y sufrir r e f r a c c i ó n . 11, y 12. Finalmente, la fuerza de la luz no s ó l o es más o menos grande en cada lugar según la cantidad 20 de rayos que se reúnen allí, sino que también pueden aumentarla o disminuirla las diversas disposi49 4 9 Los límites de la transmisión de la acción luminosa se manifiestan para Descartes en dos fenómenos: 1. La reflexión, que es la imposibilidad de algunos cuerpos de transmitir la acción luminosa en la secuencia de la recta a otro cuerpo, por lo cual se constituye en reflejante ya que es causa de un nuevo sendero o recta luminosa, también en línea recta, pero de sentido inverso. 2. En cuanto a la refracción, las partes del segundo elemento varían de velocidad de acuerdo con el lugar que ocupan en el cielo que constituyen. Tales variaciones explican los contactos más rápidos o más lentos entre las partes de este elemento que dan cuenta de los diversos fenómenos de refracción: desviación de los rayos luminosos, dispersión, integración, etc. DE LAS PROPIEDADES D E L A LUZ 157 ciones de los cuerpos que se encuentran en los sitios por donde pasa; así como a la velocidad de una bola o de una piedra que se lanza al aire, pueden aumen25 tarla los vientos que soplan hacia el mismo lado que 495-496 ella se mueve, y disminuirla los [vientos contrarios]. Capítulo X V Que la faz del cielo de este nuevo mundo debe parecerle a sus habitantes completamente semejante a la del nuestro 5 Habiendo explicado así la naturaleza y las propiedades de la acción que he tomado aquí por la luz, es necesario también que explique c ó m o , por su medio, los habitantes del planeta que he supuesto como la tierra pueden ver la faz de su cielo completamente semejante a la del nuestro* Primeramente, no hay duda de que ellos [tales habitantes] deben ver el cuerpo marcado S, pleno de luz y semejante a nuestro sol, en vista de que 5 0 * V e r esquema 4. 5 0 E l hecho de que Descartes no declare de inicio que su Nuevo Mundo no es sólo un mundo posible sino que se trata de la explicación del mundo actual, puede deberse a muy distintas razones: 1. L a más externa es sin duda el no querer comprometerse con una explicación que pudiera resultar no sólo polémica sino peligrosa dado su planteamiento, en muchos casos, contrario a la tradición aristotélica y escolástica. 2. Una segunda razón bien puede ser de orden metodológico. De hecho el carácter hipotético de sus planteamientos en El Mundo explicaría este ejercicio conceptual y no precisamente de imaginación que propone Descartes, reconstruyendo paso a paso la génesis del universo y sus fenómenos más característicos. 3. Una tercera razón, también de orden metodológico, pero más precisa, sería que, de acuerdo con el ejercicio de la crítica, Descartes no querría que la nueva explicación físico-geométrica del mundo se viera obstaculizada por los viejos prejuicios y las ideas dudosas, intentando una explicación novedosa no sólo en sus conceptos sino en su formulación y presentación. 160 10 15 20 RENE DESCARTES este cuerpo envía rayos de todos los puntos de su superficie hacia sus ojos. Y puesto que está mucho más p r ó x i m o a ellos que las estrellas, debe parecerIes mucho más grande. E s verdad que las partes del p e q u e ñ o cielo A B C D , que gira alrededor de la tierra, oponen alguna resistencia a estos rayos, pero puesto que todas las del gran cielo que están desde S hasta D las fortifican, aquellas que están desde D hasta T , no teniendo en comparación sino un p e q u e ñ o n ú m e r o , no les pueden restar sino un poco de su fuerza. E incluso toda la acción de las partes del gran cielo F G G F , no es suficiente para impedir que los rayos de muchas estrellas fijas lleguen hasta la tierra, del lado en que no está siendo iluminada por el sol. Porque es necesario saber que los grandes cielos, es decir, aquellos que tienen una estrella fija o el sol en su centro, aunque pueden ser muy desiguales en tamaño, deben tener siempre exactamente la 496-499 misma fuerza; de modo que toda la materia que está, por ejemplo, en la línea S B , debe tender tan fuertemente hacia e como tiende la que está en la l í n e a eB hacia S, porque si no hubiera entre ellas 5 esta igualdad, se destruirían infaliblemente en poco tiempo, o al menos cambiarían hasta que la hubiesen adquirido.* A s í , por ejemplo, toda la fuerza del rayo SB, no es más que justamente igual a la del rayo eB; es ma10 nifiesto que la del rayo T B que es menor, no puede impedir la fuerza del rayo eB para extenderse hacia T. De todos modos, es evidente que la estrella A puede extender sus rayos hasta la tierra T ; en tanto que la materia del cielo que está desde A hasta 2, 15 les ayuda [a las estrellas] más de lo que les resiste aquella que está desde 4 hasta T ; y con esto, aquella que está desde 3 hasta 4 no Ies ayuda tanto como les resiste aquella que está desde 3 hasta 2. Y así juzgando proporcionalmente de las demás, deben com25 * V e r esquema 2. 161 DE L A FAZ D E L CIELO 20 prender que estas estrellas no deben aparecer menos confusamente arregladas, ni menores en n ú m e r o , ni menos desiguales entre ellas, de lo que lo están las que vemos en el verdadero m u n d o . Pero es necesario que consideren además, en lo que hace a su acomodo, que no pueden casi nunca aparecer en el verdadero lugar en donde están. Porque, por ejemplo, la que está marcada e, parece como si estuviera en la línea recta T B, y la otra marcada A, como si estuviera en la línea recta T 4. L a razón es que siendo los cielos desiguales en tamañ o , las superficies que los separan, no se encuentran casi nunca dispuestas de tal modo, que los rayos que pasan al través, para ir de estas estrellas hasta la tierra, las encuentren en ángulos rectos. Y cuando las encuentran oblicuamente, es seguro, siguiendo lo que se ha demostrado en la Dióptrica, que deben curvarse allá y sufrir ,mucha refracción, en tanto que pasan con mucha mayor facilidad por uno de los lados de esta superficie que por el otro. Y es necesario suponer estas líneas T B , T 4 y otras semejantes tan extremadamente largas en comparación con el diámetro del círculo que la tierra describe alrededor del sol que, en cualquier lugar de este círculo donde se encuentre, los hombres que ella sostiene verán siempre como fijas las estrellas, y vinculadas a los mismos lugares del firmamento; es decir, para usar los términos de los astrónomos, que los hombres no puedan determinar en ellas paralajes. Consideren también, en lo tocante al número de estas estrellas, que con frecuencia una misma estrella puede aparecer en diversos lugares, a causa de las 51 25 499 5 10 15 52 20 5 1 Descartes explica la percepción visual de los rayos emitidos por las estrellas fijas mediante la explicitación de la acción de las partes del segundo elemento, acción que determina los fenómenos visuales por ser causa de su producción. E l problema de las paralajes al que se refiere Descartes es que en su tiempo las distancias astronómicas de la tierra a las estrellas eran medidas en relación con el diámetro del círculo que la tierra describe en torno al sol, pero encontrándose muchas estrellas bastante más elejadas, sus distancias con respecto a la tierra no podían ser determinadas mediante este método. 5 2 162 RENE DESCARTES diversas superficies que desvían sus rayos hacia la tierra. Como aquí la que está marcada A , aparece 25 en la línea T 4 por medio del rayo A 2 4 T , y al mismo tiempo en la línea Tf, por medio del rayo A6ft, así como se multiplican los objetos que vemos a 499- 500 través de vidrios u otros cuerpos transparentes tallados en diversas facetas. Además consideren en cuanto a su tamaño que aunque tengan que parecer mucho más pequeñas de lo que son, a causa de su extrema lejanía, e incluso 5 que haya una gran cantidad de ellas que por esa razón no deban aparecer del todo, y otras que no aparezcan sino cuando los rayos de muchas se juntan, tornando las partes del firmamento por 10 donde pasan un poco más claras y semejantes a ciertas estrellas que los astrónomos llaman nebulosas, o a este gran cinturón de nuestro cielo que los poetas imaginan como blanqueado por la leche de Juno; de todos modos, para aquellas que están menos alejadas basta suponerlas aproximadamente 15 iguales [en t a m a ñ o ] a nuestro sol, para juzgar que pueden parecer tan grandes como son las más grandes de nuestro mundo. Porque, además de que generalmente todos los cuerpos que envían rayos mucho más fuertes en contra de los ojos de los observadores, que los que 20 envían los cuerpos que los rodean, parecen también más grandes que ellos en proporción, y por consiguiente, estas estrellas deben parecer siempre mucho más grandes que las partes de sus cielos iguales a ellas que les son vecinas, como explicaré más ade25 lante. Las superficies F G , G G , G F , y similares donde se dan las refraccciones de sus rayos [de las estrellas], pueden ser curvados de tal manera que aumen500- 502 te mucho más su tamaño, incluso aun estando 5 3 5 3 Así como había imposibilidad para determinar la distancia de las estrellas a la tierra, era igualmente imposible determinar el tamaño de las estrellas, por lo que la astronomía para Descartes se sostiene en muchos casos en hipótesis aproximadas. DE L A FAZ D E L CIELO 163 completamente planas [estas superficies], también los aumentan. Además de esto, es muy factible que estas super5 ficies, siendo de una materia muy fluida que no cesa jamás de moverse, deben vibrar y ondear siempre un poco, y en consecuencia, las estrellas que se ven al través, deben parecer centelleantes y como temblorosas, así como nos lo parecen las nuestras, e incluso, a causa de su temblor, un poco más grandes, 10 así como la imagen de la luna en el fondo de un lago, cuya superficie no está ni muy revuelta ni muy agitada, sino sólo un poco encrespada por el soplo de algún viento. E n fin, puede ocurrir en la sucesión de los tiempos que estas superficies cambien un poco, o incluso que 15 algunas de ellas se curven notablemente en poco tiempo, lo cual al menos sucedería cuando un cometa se aproximara a ellas, y por este medio puede suceder que varias estrellas parezcan, después de largo tiempo, estar un poco cambiadas de lugar sin haber cambiado de t a m a ñ o , o un poco cambiadas de tamaño sin haber cambiado de lugar, e in20 cluso que algunas comiencen súbitamente a aparecer o a desaparecer, como hemos visto que sucede en el verdadero mundo. E n cuanto a los planetas y a los cometas que es25 tan en el mismo cielo que el sol, sabiendo que las partes del tercer elemento, de las que están 502-503 compuestos, son tan grandes o están varias de ellas tan juntas, que pueden resistir la acción de la luz, es fácil entender que deben hacerse visibles gracias a 5 los rayos que el sol envía sobre ellos y que se reflejan desde [los planetas] hacia la tierra. A s í como los objetos opacos u oscuros que están en una habitación pueden ser vistos gracias a los rayos de la vela que los alumbra, y que enviados hacia los objetos, regresan hacia los ojos de los observadores. Y con eso, los rayos del sol tienen una ventaja muy 54 10 *• Ver supra, nota 49. 164 RENE DESCARTES importante, por encima de los de una vela: consiste en que su fuerza se conserva o incluso aumenta más y más a medida que se alejan del sol, hasta que Ue15 gan a la superficie exterior de su cielo, ya que toda la materia de este cielo tiende hacia allá, mientras que los rayos de una vela se debilitan al alejarse, en razón del tamaño de las superficies esféricas que 20 iluminan, y también un poco más a causa de la resistencia del aire por donde pasan. De lo cual resulta que los objetos que están p r ó x i m o s a esta vela están notablemente más iluminados por ella que aquellos que están lejos; y que los planetas más 25 bajos no están en la misma proporción más iluminados por el sol que los más altos, ni incluso que los cometas que están incomparablemente más lejos de él. A s í , la experiencia nos muestra que lo mismo ocurre también en el verdadero mundo, y de todos modos no creo que sea posible dar razón de ello si suponemos que la luz es, en este lugar, otra cosa 30 en los objetos que una acción o disposición, tal 503-504 como lo he explicado. Digo una acción o disposición porque, si se han fijado en lo que ya demostré, a saber, que si el espacio donde está el sol estuviese completamente v a c í o , las partes de su cielo no dejarían de tender hacia los ojos de los observadores, del mismo modo que [lo hacen] cuando son empu5 jadas por su materia; e incluso casi con tanta fuerza, pueden muy bien juzgar que no tiene prácticamente necesidad de tener en sí ninguna acción, ni de ser tampoco otra cosa que un puro espacio, para aparecer tal y como nosotros lo vemos; lo cual quizás 10 hubieran tomado antes como una proposición sumamente paradójica. Por lo demás, el movimiento que tienen estos planetas alrededor de su centro es causa de que centelleen, pero es mucho menos fuerte, y 15 de otra forma a como lo hacen las estrellas fijas; y puesto que la luna está privada de este movimiento, no centellea para nada. E n cuanto a los cometas, que no están en el mismo DE L A FAZ D E L CIELO -165 cielo que el sol, están muy lejos de poder enviar tantos rayos hacia la tierra como si lo estuvieran y ni siquiera lo pueden hacer cuando están a punto de entrar en él; en consecuencia, no pueden ser vistos por los hombres más que un poco, tal vez, hasta que su tamaño es extraordinario. L a razón es que la mayor parte de los rayos que el sol envía hacia ellos 25 están separados acá y allá y como disipados por la refracción que sufren en la parte del firmamento por donde pasan. A s í , por ejemplo, si bien el cometa 504 C D recibe del sol marcado S todos los rayos que están en la línea S C , SD y reenvía hacia la tierra todos los que están entre las líneas C T , D T , es necesario pensar que el cometa E F no recibe del 5 mismo sol sino los rayos que están entre las líneas S G E , S H F . Esto se debe a que [tales rayos] pasan mucho más fácilmente desde S hasta la superficie G H , que tomo como una parte del firmamento, y por ello rebasan su refracción [la de la superficie G H ] , la cual debe ser muy grande y muy externa en este punto, por lo que desvía muchos rayos del 10 cometa E F , especialmente porque esta superficie está curvada de dentro hacia el sol, tal y como sabemos que lo hace cuando un cometa se le aproxima. Sin embargo, aunque fuera completamente 504-505 plana la superficie [ G H ] , o incluso curva por el otro 15 lado, la mayor parte de los rayos que el sol le enviara, si no fueran estorbados por la refracción al ir hacia ella, lo serían al regresar de ella hacia la tierra. Como, por ejemplo, suponiendo que la parte del firmamento I K es una p o r c i ó n de la esfera cuyo 5 centro fuese el punto S, los rayos S I L , S K M no deben curvarse del todo en [este punto] yendo hacia el cometa L M ; pero, en c o m p e n s a c i ó n , deben curvarse mucho al regresar hacia la tierra, de suerte que no 10 pueden llegar a ella sino muy débiles y en muy pequeña cantidad. Además, que no pudiendo ocurrir esto sino cuando el cometa está todavía muy lejos del cielo que contiene el sol (porque de otra manera, si estuviera p r ó x i m o a él le haría cur20 E s q u e m a 15 DE L A FAZ D E L CIELO 167 varse hacia dentro de su superficie) y su lejanía impide, también, que el cometa reciba del sol tantos 15 rayos como recibiría si estuviera p r ó x i m o a entrar en él. Y en cuanto a los rayos que recibe de la estrella fija que está en el centro del cielo que lo contiene, no puede reexpedirlos hacia la tierra al igual que 20 la luna cuando es nueva no reenvía hacia ella los del sol. Pero lo más notable en relación con estos cometas es cierta refracción de sus rayos, que es ordinaria25 mente causa de que aparezcan algunos en forma de cauda o de cabellera alrededor de ellos. A s í que lo comprenderán fácilmente si le dan un vistazo a la figura donde S es el sol, C un cometa, E B G la esfera, 505-506 que siguiendo lo que se dijo más arriba está compuesta por las partes del segundo elemento que son las más grandes y las menos agitadas de todas, y D A el círculo descrito por el movimiento anual de la tierra; y piensen que el rayo que viene de C hacia B pasa, en efecto, en línea recta hasta el punto A , pero que además de esto, comienza en el punto B a alargarse y a dividirse en muchos otros rayos que se extienden aquí y allá por todos lados, de tal modo que cada uno de ellos se encuentra mucho más 5 débil a medida que se separa del [rayo central] B A que es el principal de todos y el más fuerte. Luego, piensen también que el rayo C E comienza en el punto E a alargarse y a dividirse en muchos otros como E H , E Y , E S , pero que el principal y el 10 más fuerte de éstos es el E H y el más débil es el E S , a la vez que C G pasa principalmente de G hacia I, pero además de esto también se aleja hacia S y hacia todos los espacios que están entre G I y G S ; finalmente, que todos los otros rayos que pueden ser 15 imaginados entre estos tres, C E , C B , C G , tienen más o menos la naturaleza de cada uno de ellos según estén más o menos p r ó x i m o s a ellos. A lo que podría agregar que deben estar un poco curvados hacia el sol; pero esto no es del todo necesario 20 para mi objeto de estudio, y omito a menudo mu- 168 Esquema 16 RENE DESCARTES 169 DE L A FAZ D E L CIELO chas cosas a fin de tomar más sencillas y accesibles aquellas que explico. Así, supuesta esta refracción, es manifiesto que cuando la tierra está hacia A , n ó sólo el rayo B A 25 debe hacer ver el cuerpo del cometa C a los terrestres, sino también que los rayos L A , K A y similares, que son más débiles que B A , llegando a sus ojos, 506-508 les deben hacer ver una corona o cabellera de luz, esparcida igualmente por todos lados alrededor de él (como lo ven en el lugar marcado 1,1), al menos si son lo suficientemente fuertes para ser percibidos; tal como lo pueden ser a menudo viniendo de los cometas, que suponemos ser muy grandes, pero no 5 viniendo de los planetas, ni tampoco de las estrellas fijas que es necesario imaginar más pequeñas. Es evidente, también, que mientras que la tierra está hacia M y el cometa aparece gracias al rayo 10 C K M , su cabellera debe aparecer gracias al [rayo] QM y a todos los otros que tienden hacia M, de modo que se extiende más lejos que al principio hacia la parte opuesta al sol, y menos o nada hacia [la parte] desde donde se le observa como ven en el número 2,2. Y así, apareciendo siempre más y más larga hacia el lado que está opuesto al sol, en la 15 medida en que la tierra esté más alejada del punto A , pierde poco a poco la figura de una cabellera y se transforma en una larga cauda que el cometa jala detrás de sí. Como, por ejemplo, estando la tierra hacia D , los rayos Q D , V D , lo hacen aparecer 20 [al cometa] semejante a la figura 3,3. Y estando la tierra hacia O, los rayos V O , E O , y similares lo hacen aparecer todavía más largo; y finalmente, estando la tierra hacia Y , ya no se puede ver el cometa a causa de la interposición del sol, pero los rayos 25 V Y , E Y , y similares no dejan de hacer aparecer todavía su cauda en forma de una cola o de una lanza de fuego como lo es aquí 4 , 4 . Y es de notar 55 5 5 Recuérdese que los cometas no son para Descartes cuerpos luminosos sino cuerpos formados por el tercer elemento, iluminados por el sol. 170 RENE DESCARTES que la esfera E B G , no siendo siempre exactamente redonda, ni tampoco todas las otras que contiene, 508- 509 como se puede fácilmente concluir a partir de lo que hemos explicado, dichas colas o lanzas de fuego no deben aparecer siempre completamente rectas ni tampoco exactamente en el mismo plano que el sol. 5 E n cuanto a la refracción, que es causa de todo esto, confieso que es de una naturaleza muy particular y muy diferente de todas las que se advierten c o m ú n m e n t e por ahí. Pero no pueden dejar de ver con claridad que la refracción debe suceder en la forma que acabo de describirlo, si consideran que 10 la bola H , al ser empujada hacia I , empuja también hacia allá todas aquellas que están debajo hasta K , pero que ésta, por estar rodeada de muchas otras 509- 510 más pequeñas, como 4, 5, 6, no empuja más que a 5 hacia I y, sin embargo, empuja 4 hacia L , y 6 hacia M y así las demás, pero de tal modo que empuja la de en medio 5 mucho más fuerte que a las demás 5 4, 6 y similares que están hacia los lados. Y , del mismo modo, consideren que la bola N por ser empujada hacia L , empuja las pequeñas bolas 1, 2, 3, una hacia L , otra hacia I y otra hacia M, pero con esta diferencia, que es 1 a 1, la que empuja más fuerte que todas las demás, y no la 2 de en medio. 10 Y además, que las bolitas 1, 2, 3, 4, etc., al ser todas empujadas al mismo tiempo por las otras bolas N, P, H , P, se impiden unas a otras el poder ir hacia los lados L y M tan fácilmente como hacia el centro I. De modo que si todo el espacio L I M estuviera lleno de semejantes bolitas, los rayos de su acción 15 se distribuirían en él en la misma forma que he dicho que lo hacen los de los cometas dentro de la esfera E B G . A lo que si objetan que la desigualdad que hay 56 56 L a manera en que son percibidos los cometas desde la tierra depende para Descartes de dos factores. E n primer lugar, de la refracción de los cielos y, en segundo lugar, del movimiento orbital de la tierra o movimiento de traslación en torno al sol. DE LA FAZ D E L CIELO Esquema 17 171 172 RENE DESCARTES entre las bolas N, P, H , P, y 1, 2, 3, 4, etc., es mucho más grande que la que he supuesto entre las partes 20 del segundo elemento, las cuales componen la esfera E B G y las que están inmediatamente por debajo hacia el sol, respondo que no se puede seguir de esto otra consecuencia sino que no se puede producir tanta refracción en esta esfera E B G , como 25 en aquella compuesta por las bolas 1, 2, 3, 4, etc.; pero allá encontramos inmediatamente desigualdad entre las partes del segundo elemento que están justo por debajo de esta esfera E B G y aquellas que están todavía más bajas hacia el sol; esta refracción aumenta más. y más a medida que los rayos penetran 510-511 más adelante; y así, puede ser tan grande o incluso más grande cuando los rayos llegan a la esfera de la tierra D A F , que la acción de la refracción por la que las bolitas 1, 2, 3, 4, etc., son empujadas. Pues es muy probable que las partes del segundo 5 elemento, que están hacia esta esfera de la tierra D A F , no sean menos pequeñas en comparación con las que están hacia la esfera E B G , que lo que lo son estas bolas 1, 2, 3, 4, etc., en comparación con las demás bolas N , P, H , P . 5 7 S 7 Para Descartes el fenómeno de la refracción puede explicarse como: 1. Consecuencia secundaria de la acción mecánica del choque de partes. 2. Al empujar en línea recta una parte a otra, por el equilibrio de las tendencias dispares, no empuja cada parte a todo lo que está bajo ella con igual fuerza, ni hacia el mismo lado, esto es, en el mismo sentido. Por lo tanto esta diferencia de fuerza y sentido que las partes se comunican al chocar explica parcialmente el fenómeno de la rarefacción. 3. Por compensación el desvío del sentido y la diferencia de fuerza se equilibran cuando no se considera el caso individual de cada parte empujando a otra, sino de todas las partes de los cielos empujando a las otras. L a tensión de las fuerzas opuestas que finalmente se equilibrarán explica el fenómeno de la refracción como desviación de los rayos luminosos. 4. Finalmente, la composición de los cielos, en el sentido de la desigualdad del tamaño de las partes de las cuales constan, es otro elemento que interviene en la explicación del fenómeno de la refracción, ya que determina la fuerza y el sentido del choque. ÍNDICE Prefacio Estudio introductorio C a p í t u l o I. De la diferencia que existe entre nuestras sensaciones y las cosas que las producen Capítulo I I . E n q u é consisten el calor y la luz del fuego Capítulo I I I . De la dureza y de la liquidez Capítulo I V . Del v a c í o y de dónde proviene el que nuestros sentidos no perciban ciertos cuerpos Capítulo V . Del n ú m e r o de los elementos y de sus cualidades Capítulo V I . Descripción de un nuevo mundo; y de las cualidades de la materia de la que está compuesto Capítulo V I I . De las leyes de la naturaleza de este nuevo mundo Capítulo V I I I . De la formación del sol y de las estrellas de este nuevo mundo Capítulo I X . Del origen y del curso de los planetas y de los cometas en general, y de los cometas en particular « Capítulo X . De los planetas en general; y en particular de la tierra y de la luna Capítulo X I . De la pesantez Capítulo X I I . Del flujo y reflujo del mar Capítulo X I I I . De la L u z Capítulo X I V . De las propiedades de la luz Capítulo X V . Que la faz del cielo de este nuevo mundo debe parecerle a sus habitantes completamente semejante a la del nuestro 5 7 49 53 57 63 69 77 83 95 103 ; 111 121 129 133 . 149 159 El Mundo o Tratado de la luz se terminó de imprimir en Olmeca Impresiones Finas, S. A . de C . V . , el 29 de mayo de 1987. Su composición se hizo en tipos Baskerville de 11 y 8 puntos. L a edición consta de 2,000 ejemplares.