HOMILIA EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. 1 Enero 2005 Ein Gutes Neues Jahr Hereuse Année Nouvelle Blessed New Year Felice Anno Nuovo Feliz Anninovo Feliz Año Nuevo. En el nacimiento de Cristo se anuncia la paz. Así lo proclaman los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Celebramos hoy, en el contexto del año dedicado a la Inmaculada Concepción, a María, Madre de Dios hecho hombre en sus purísimas entrañas, siendo esta condición el origen de los demás títulos con que la aclamamos. “Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: Abba. Así que ya no eres esclavo sino hijo”. Nuestra condición cristiana se fundamenta sobre esta relación filial con Dios Padre, caminando hacia el Él por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. La fe nos motiva a asumir su plan sobre nosotros y a realizarlo en la vocación a la que nos ha llamado por medio del amor. “Los pastores encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre”. La sencillez y la humildad son la clave para contemplar este misterio como lo hizo María que guardaba todas estas cosas en su corazón. Ella nos invita a acoger esta Palabra, guardarla en nuestro corazón, hacerla luz y alimento para nuestra existencia cristiana. Con ella decimos: Feliz Año Nuevo, poniéndolo bajo la protección de su maternidad e implorando como hermanos de Jesús e hijos suyos una comprensión continua 1 para vivir la comunión con Cristo y en El con todo ser humano. Cuando la comunión entre los cristianos es vida, irradia la esperanza que puede sostener la búsqueda indispensable de una paz que es posible y que es necesaria. El camino para lograr este objetivo es como nos dice el Papa en su Mensaje para este año no dejarnos vencer por el mal, antes bien vencer el mal con el bien. “El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres que libremente lo eligen” (nº 2), huyendo de las exigencias del amor cuya lógica lleva hasta el amor de los enemigos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen y rogad por los que os persiguen y calumnian” (Mt 5,44); “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Rom 12,20). No son pocas las manifestaciones del mal en nuestro mundo: violencias, conflictos, terrorismo que conforman un escenario donde se genera miedo y angustia en nuestra sociedad en medio de la cual hemos de fomentar actitudes nobles y desinteresadas de generosidad y la paz. Sólo cuando la inquietud de todo hombre sea el bien común que respete y promueva el desarrollo de la persona y de sus derechos fundamentales, podremos mirar con confianza al futuro recordando como nos dice la Iglesia que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se encuentra en su Señor y Maestro. “Ningún hombre, ninguna mujer de buena voluntad puede eximirse del esfuerzo en la lucha para vencer el mal con el bien. Es una lucha que se combate eficazmente sólo con las armas del amor. Cuando el bien vence al mal, reina el amor, y donde reina el amor reina la paz. Es la enseñanza del Evangelio recordada por el Concilio Vaticano II: La ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor” (nº 12). 2 Hoy pedimos la bendición divina que se personaliza en Cristo. En Él el Padre nos lo ha dado todo, y en Él encontramos la verdad que hace libres y nos lleva a la felicidad. El corazón del mensaje evangélico es Cristo que es el Príncipe de la paz y nuestra reconciliación y que ha sido enviado para redimir a cada persona, restituyéndole su propia dignidad en plenitud. En este convencimiento rezamos: “El Señor tenga piedad, nos proteja, ilumine su rostro sobre nosotros, nos conceda su favor y su paz, y conozcan todos los pueblos tu salvación”. Cristo es el Príncipe de la paz. María es la madre y la reina de la paz. En esta Jornada Mundial de la paz celebramos que Dios nos bendice con su paz en Jesucristo. En esta fiesta María aparece como el don maravilloso que Dios y el género humano se han intercambiado. “¿Que podemos ofrecerte, oh Cristo, dice la liturgia bizantina, por haberte hecho hombre sobre la tierra? Toda criatura te ofrece el signo de su reconocimiento: los ángeles sus cantos, los cielos su estrella, la tierra una cueva, el desierto un pesebre. Pero nosotros te ofrecemos una madre virgen”. El género humano ha dado a Jesús como madre a María, la criatura más bella. Y Jesús en la cruz nos ha dado a María como madre nuestra: “Hijo, ahí tienes a tu madre”. Acojámonos a su protección. En esta celebración eucarística volveremos a oír. “Mi paz os dejo, mi paz os doy. No mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu palabra concédenos la paz y unidad”. Amén. 3