El IUA y el Programa LIGO El Dr. Eduardo Domínguez, docente-investigador de nuestra Institución, estuvo trabajando durante el segundo semestre de 2010, con una beca otorgada por el Departamento de Estado de U.S.A, en un Centro de Investigación de Ondas Gravitacionales, el cual participa en el Programa LIGO (Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser). Durante su estadía estuvo realizando observaciones en el Observatorio de Hanford, uno de los dos Observatorios de Interferometría Láser en los que recientemente se detectó por primera vez el paso de Ondas Gravitacionales en nuestro Planeta. Actualmente dirige un becario doctoral de CONICET en temas específicos de propagación láser en medios cristalinos anisotrópicos. Este tema surgió durante su estadía en el observatorio de Hanford, a raíz de intentar explicar y controlar un efecto espurio presente en una etapa de modulación del interferómetro. El 14 de septiembre de 2015 los dos observatorios de Ondas Gravitacionales (OG) instalados en USA detectaron en forma directa por primera vez el pasaje de Ondas Gravitacionales a través de nuestro Planeta. Este es sin dudas el evento científico observacional más importante de las últimas décadas. Estos Observatorios se encuentran montados en las ciudades de Handford (estado de Washington) y Livingstone (estado de Louisiana) y fueron financiados con fondos del Programa LIGO (Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser). Las OG constituyen una de las predicciones de mayor relevancia de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Hasta el presente se disponía de evidencias de la existencia de las OG, pero eran de carácter indirecto. En efecto, el cálculo teórico de la cantidad de radiación gravitacional emitida por ciertos sistemas astrofísicos llamados púlsares permitió explicar, con excelente concordancia, ciertas observaciones de la evolución temporal del comportamiento de estos sistemas. Por este largo trabajo observacional, dos científicos, Russell Hulse y Joseph Taylor, recibieron el premio Nobel de Física en 1993. La teoría de la Relatividad formulada por Albert Einstein a comienzos del siglo XX describe la dinámica de los cuerpos del Universo, es decir el movimiento de los mismos en cualquier escenario físico. Esta teoría se expresa por un conjunto de ecuaciones las cuales están escritas sobre un espacio-tiempo de 4 dimensiones, que incluye las tres coordenadas espaciales y el tiempo. En esta teoría el tiempo adquiere la entidad de una dimensión adicional. En el enfoque de la teoría de Einstein, los cuerpos producen una deformación en el espaciotiempo, de tal forma que es precisamente esta alteración lo que justifica la forma en la que los cuerpos se mueven. Citando a John A. Weehler, quien fuera colaborador de A. Einstein, “El espacio-tiempo le dice a la materia como moverse, y la materia le dice al espacio-tiempo como debe curvarse”. Para hacer una analogía algo simplista pero bastante clara, el espacio-tiempo puede compararse con la membrana tensa de una cama elástica. En esta analogía, si un cuerpo de cierta masa se apoya en la membrana se producirá en ella una depresión, de tal forma que si un segundo cuerpo se mueve sobre la membrana, lo hará respetando la deformación producida por el primer cuerpo. ¿Qué son entonces las ondas gravitacionales? Para seguir con esta analogía de la membrana, cuando una masa se mueve sobre ella producirá una ondulación o arruga sobre ella, la cual se va a propagar hacia toda la membrana con determinada velocidad, que depende de la membrana misma. Precisamente estas ondulaciones desplazándose en la membrana representan la analogía de las ondas gravitacionales en el espacio-tiempo real de la teoría de Einstein. Para ser algo más rigurosos, las OG pueden describirse como perturbaciones que se propagan a través del espacio-tiempo a la velocidad de la luz en el vacío, las cuales alteran la geometría misma a su paso. Desde un punto de vista teórico, las OG surgen como soluciones de las ecuaciones de Relatividad General, en un escenario donde el campo gravitacional es débil -estos es, a una gran distancia del fenómeno que generó la OG-. Esta fue precisamente la forma en que Einstein introdujo el concepto de OG por primera vez en 1916. La pregunta que surge entonces es a cerca de las posibles fuentes que generan OG, es decir qué tipo de fenómenos físicos podrían generarlas. En términos teóricos, cualquier fenómeno que involucre cuerpos acelerados cuya distribución de masa presente cierta asimetría, genera OG. Sin embargo, para que estas OG sean posibles de detectar en aparatos terrestres se necesita una escala de masas y aceleraciones que sólo está presente en escenarios de cataclismos astrofísicos. Es así que existe un conjunto reducido de tipos de fenómenos que pueden generar OG detectables en aparatos terrestres; de ellos, el más promisorio para la primera detección directa de OG es el colapso de dos cuerpos muy masivos, en particular, dos estrellas de neutrones, dos agujeros negros, o una estrella de neutrones y un agujero negro. Estos cuerpos giran uno en torno del otro para finalmente terminar colapsando entre ellos y acabar convirtiéndose en un único objeto compacto. La teoría permite conocer en forma paramétrica los perfiles de radiación emitidos durante la fase de colapso. El conjunto de parámetros está conformado por las masas de estos objetos (que varían entre una y cientos de veces la masa del Sol), los spines, las velocidades iniciales y el parámetro de impacto de ambos cuerpos. El punto central en la detección de OG es que estos fenómenos han ocurrido a una distancia muy grande de nuestro Planeta y por lo tanto, aun cuando la cantidad de energía emitida en forma de radiación gravitacional por estos fenómenos sea espectacularmente grande -del orden de unas pocas veces la masa del Sol-, cuando la perturbación llega a la Tierra se puede describir como una OG cuya amplitud es extremadamente pequeña. Cabe entonces preguntarse, a cerca de cómo fue posible la detección directa terrestre de estas ondas a pesar de su reducida amplitud. Para tener una idea de cuál sería la amplitud de las ondas gravitacionales cuando ellas arriban a nuestro Planeta, hay que pensar primero cuál sería el efecto que estas ondas producen al propagarse. Esencialmente lo que hacen es modificar la distancia, de modo que si se colocan dos masas fijas (llamadas masas de prueba), cuando estas ondas atraviesen el espacio que las separa, la distancia entre las masas va a cambiar (recordemos la noción de OG como arruga o perturbación que se propaga en el espacio tiempo). Este efecto constituye la base de la metodología utilizada en el aparato utilizado en esta detección. La pregunta es ¿cuánto cambia la onda la distancia entre las masas? Si estas masas están separadas una distancia de 4 Km, entonces el pasaje de la onda gravitacional apropiada hará variar esta distancia ¡en una magnitud de 10-18 m! ¿Qué significa esta distancia? A modo de ejemplo, un átomo (que es la noción más elemental de pequeñez que maneja nuestra intuición) tiene un tamaño promedio de 10-10 m; a su vez, el núcleo atómico posee un tamaño de 10-15 m (es decir 100.000 veces más pequeño que el átomo). Por lo tanto, 10-18 m significa una distancia 1000 veces más pequeña que el núcleo de un átomo. En síntesis, detectar el paso de una onda gravitacional en la Tierra, ¡significa poder detectar una variación 1000 veces más pequeña que el núcleo atómico en una distancia de 4 Km! El aparato utilizado para la detección utiliza la técnica de interferometría láser. En esencia, consta de dos brazos de 4 km de longitud dispuestos de manera perpendicular y unidos por uno de sus extremos. Dentro de ellos se propaga un haz láser infrarrojo de alta potencia en un ambiente muy controlado. En ambos extremos de cada brazo se montan sendos espejos láseres (los cuales ofician de masas de prueba), cuya distancia relativa cambiará cuando una OG los atraviese. La idea es entonces que el haz láser es dividido para ingresar simultáneamente a ambos brazos, se refleja en el espejo colocado en el otro extremo de cada brazo y luego retorna al punto inicial. Dado que la longitud de ambos brazos es exactamente igual, entonces los haces que recorren ambos brazos se recombinan de la manera esperada. Sin embargo, cuando una OG pasa a través del interferómetro, ambos brazos cambiarán su longitud, lo cual afectará consecuentemente la amplitud del láser resultante luego de la recombinación. Esto es precisamente lo que permite detectar el paso de la OG. Cabe destacar que en vista de las magnitudes antes mencionadas, la detección de OG implica un extremo control de las posibles fuentes de ruido que puedan afectar la distancia entre las masas de prueba de los brazos del interferómetro. En relación al evento astrofísico que generó las OG recientemente detectadas, la teoría señala que corresponde a la etapa final de la colisión de dos agujeros negros. El motivo de esta afirmación surge de la sorprendente coincidencia entre las señales observadas por ambos interferómetros y los perfiles de onda teóricos obtenidos por simulación computacional de las ecuaciones de campo de la teoría de Einstein. Más específicamente, existe un notable acuerdo entre las evoluciones temporales de la amplitud y la frecuencia de las OG medidas y las correspondientes a las de las OG calculadas cuando arriban a la Tierra, habiendo sido emitidas hace muchísimo tiempo, durante los últimos giros antes del colapso de ambos agujeros negros. De acuerdo a la Teoría de la Relatividad, durante el proceso de colisión, ambos cuerpos orbitan uno en torno del otro emitiendo radiación gravitacional, lo cual hace que ambos cuerpos se aproximen mientras giran. En la fase final, los agujeros negros alcanzan velocidades del orden de la mitad de la velocidad de la luz, la emisión gravitacional aumenta entonces enormemente y finalmente ellos colapsan, formando un único agujero negro. En base a ajustes realizados por simulaciones computacionales sobre las formas de onda medidas por los interferómetros, es posible estimar las masas y spines de estos cuerpos. Se obtiene entonces que sus masas fueron de 29 y 36 veces la masa de nuestro Sol y ambos cuerpos colapsaron formando un único agujero negro, cuya masa es 62 veces la masa solar. La diferencia de 3 masas solares faltantes con respecto a las masas iniciales de los agujeros negros se debe básicamente a la radiación gravitacional emitida durante toda la colisión. Asimismo, la amplitud de las formas de onda medidas por el interferómetro permite estimar que el tiempo de ocurrencia del fenómeno se ubica entre 1000 y 1500 millones de años atrás. Para tratar de dimensionar este fenómeno, pensemos en que se trata de la colisión de dos objetos cuyos diámetros tienen entre 150 Km y 200 Km, pero la masa de cada uno de ellos es 30 veces la masa del Sol. Este evento, de proporciones gigantescas, dura en total una fracción de segundo y durante el mismo la radiación gravitacional emitida equivale a tres veces la masa solar. En términos de potencia radiada, el fenómeno llega a un pico que supera 50 veces la potencia de la radiación visible emitida por el Universo completo. Un cálculo aproximado de la energía radiada indica que es del orden de 1047 joules. Para darnos una idea de esta magnitud, pensemos en que la energía de un rayo está en el orden de 1010 joules ¡Es decir que la energía emitida es 1037 veces la energía involucrada en un rayo! La magnitud de este fenómeno hace que si recibiésemos el impacto de la radiación gravitacional emitida aun a una distancia de miles de kilómetros del lugar de ocurrencia, el efecto sobre las partículas que forman nuestro organismo sería devastador, en virtud de lo que se conoce como las fuerzas de marea producidas por la misma radiación gravitacional. En efecto, la perturbación de la geometría generada por las OG que hace que la distancia entre masas de prueba cambie cuando la OG las alcanza, disminuye con el inverso de la distancia entre la fuente de OG y dichas masas. Por lo tanto, cuando la OG arriba a la Tierra, dada la inmensa distancia a la fuente que la generó, su amplitud resulta extremadamente reducida. Resulta importante destacar la importancia dual de la observación recientemente anunciada. En efecto, si bien es la primera detección directa de las OG, también constituye la primera observación del colapso de un sistema binario de agujeros negros, lo cual resulta una confirmación de la existencia de este tipo de objetos. Finalmente, cabe destacar que la detección de las OG abre una nueva puerta a la observación del Universo: la astronomía de OG. Esto permitirá observar una multitud de fenómenos nuevos, hasta el presente esquivos para la astronomía actual, basada en la radiación electromagnética. Dr. Alfredo Eduardo Domínguez