Querida Rosa, Ana, Javi, Querida Encarni, un recuerdo para Joaquín,… Querida Mª Cruz, Gerardo, Begoña, Juan Carlos, sobrinos, Queridos familiares, Queridos amigos: Pepe, María, Alba, Jose, Queridos compañeros del Centro San Camilo, Nos envuelve un profundo sentimiento de tristeza, quizás desamparo, una gran impotencia y deseo de que todo esto no sea verdad. Es difícil creerlo sin ninguna preparación ni la mínima previsión de que José Luis pudiera fallecer. Yo, por ejemplo, daba por descontado que me cuidaría a mí en mi enfermedad, y por eso le puse como representante en mi testamento vital, que él aceptó. Para muchos de nosotros, no ha sido breve el tiempo que hemos compartido. José Luis era joven, pero para algunos es toda una vida compartida, un montón de años contando con sus millones de delicadezas. Nunca se le escapaba un cumpleaños… Esperaba y se anticipaba a quien fuera a llegar… Cuidaba los detalles como ninguno… No sé si vosotros tuvierais que decir su característica cuál diríais, pero puede que sea fácil ponerse de acuerdo en que la lealtad, la fidelidad, el servicio, la constancia, el trabajo, ser buen amigo, pendiente de las cosas importantes de cada biografía: los nacimientos, las pérdidas, las enfermedades nuestras o de los familiares… Construía sus relaciones con valores de proximidad y de cuidar lo que era importante para el otro. Es muy difícil imaginarse San Camilo sin José Luis. Es realmente difícil. Conoce a todas las personas, conoce hasta el último enchufe, por decir algo. Es diseño suyo, al día de hoy. Hay tantos como él ha querido pensando en el bien de los enfermos y trabajadores. Es difícil imaginarse esta casa sin él, porque hay un espíritu que es suyo: el espíritu de José Luis. Queridos, yo os invito hoy, en este momento tan duro para todos: - A hacer que el espíritu de José Luis siga vivo en nuestra casa. Que mantengamos juntos y unidos la calidad que él se empañaba a mantener, la atención de San Camilo de la que él se sentía orgulloso y artífice. - Os invito a que seamos mejores personas a partir de hoy porque traduzcamos en vida lo que él nos ha regalado con su persona y su empeño. - Estamos expresándonos en estos dos días la intensidad del afecto experimentado hacia José Luis y su familia. Os invito a que hagamos de este afecto nuestro, visible en nuestros abrazos, la moneda circulante en su ausencia, también en honor suyo. Porque si es cierto que José Luis era una columna de San Camilo, también puede ser cierto que entre nosotros la consigamos mantener en pie. En esta celebración yo le quiero dar muchas gracias a Dios. Muchas. Nadie sabe lo que José Luis se lleva en su mente y en su corazón. Rosa, en su intimidad, conoce lo que había y otros pueden intuir. Han sido para mí 41 años compartidos: muchos sueños, muchos proyectos (también de construcción, como es sabido), muchos programas que han visto la luz gracias a él… También vacaciones en la playa, en el pirineo, en Roma, Viena, París… siempre José Luis con el mapa en la mano para hacernos disfrutar a los amigos. Siempre fiel en el trabajo en el grupo de las 4 J. Su mano derecha no sabía lo que hacía la izquierda. Mientras se mantenía fiel al trabajo cotidiano, cultivaba la relación con la familia, era el primero en invitar, generaba amigos (no solo los tenía), los generaba… atendía a hurtadillas lo mismo a una hermana de un convento, que a un anciano o vecino o familiar de trabajadores, prestando utensilios para el cuidado. Hizo del cuidado una clave de vida. Consiguió construir una tela de araña bien tejida antes de dejarnos, hecha de fuertes hilos, entre los cuales: - La fidelidad al trabajo sacrificado y generoso La amistad La familia: no solo su mujer y sus hijos, sino la familia de origen y fraterna Su casa ha sido casa desbordada con mucha frecuencia. Desbordada, con sitio siempre para todos, grandes y pequeños, abuelos y nietos, vecinos y conocidos de los amigos. Para hacer la célebre matanza o para celebrar el cumpleaños de cualquiera, para el que se encargaba siempre de que no faltara no una tarta… sino más bien dos. José Luis cuidó a los frailes como nadie. Las casas, los proyectos, lo económico, la salud, de este lado del Atlántico y del otro, porque a él también le encargaban el envío de ayudas técnicas para otros Centros hermanos… Muy pendiente de los religiosos frágiles y de los llegados, no sé si como si fueran “sus segundos padres” por haber sido Camilo y tener tan interiorizada la pertenencia a la familia camiliana, o por esa genuina compasión que le salía por cada poro de su ser. José Luis, nos dejas envueltos de misterio y con muchos desafíos a los que teníamos cosas compartidas contigo y mucho de cuyo peso recaía en ti. Nos dejas muchos desafíos. ¿Qué va a ser de nosotros, decíais algunos de la casa ayer, algunos amigos, y los propios familiares? Yo le pido a Dios que nos ayude a honrar los valores que ha encarnado de manera brillante. Un fichaje estrella, decía ayer Paco, su cuñado. Un fichaje estrella en San Camilo, su casa de día y desvelo muy frecuente de noche. Yo deseo que hagamos juntos honor a su lealtad sin mancha. Compañeros: honremos la lealtad y el espíritu de José Luis manifestado en su desvivirse por este Centro, por la familia, por la amistad. Si me permitís: cantemos juntos en esta celebración como signo de unión y fuerza. José Luis, prepáranos alguna barbacoa en el cielo. Pon el fuego, que se vaya preparando, mientras nosotros lo anhelamos en nuestro corazón.