No sólo la recesión explica la caída del empleo

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 Año 36 - Edición Nº 803 – 25 de Noviembre de 2014
No sólo la recesión explica la caída del
empleo
Jorge Vasconcelos
jvasconcelos@ieral.org
No sólo la recesión explica la caída del empleo1
En 2009, producto de la crisis internacional desatada tras la quiebra de Lehman, el PIB
de la Argentina registró una caída del orden del 3 % y la producción industrial de 6,4
%. Aquel fue un parate brusco pero breve y explicado principalmente por el factor
externo, con un PIB mundial que experimentó en 2009 una retracción de 0,4 %. En
este 2014, los datos de la recesión se aproximan cada vez más a los de aquel año,
pero con tres diferencias relevantes:
a) a esta altura de 2009 la economía se
encontraba en franca recuperación y ahora esto no ocurre; b) el impacto sobre el
mercado de trabajo es mucho más fuerte en esta recesión que en aquella, con una
tasa de empleo que retrocede 1,6 puntos porcentuales desde el tercer trimestre de
2013, cuando en 2009 había disminuido
0,3 puntos porcentuales ; c) en aquella
recesión el rebote de 2010 fue notable, con un PIB que creció 8,7%, mientras que
ahora las condiciones externas e internas de la economía no permiten augurar nada
parecido, aun en caso de un rápido arreglo del litigio con los “fondos buitre” a
principios de 2015.
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Nota publicada en el diario La Voz del Interior del 23 de noviembre de 2014 Revista Novedades Económicas – 25 de Noviembre de 2014
Hay dos razones por las que un eventual rebote de la economía el año próximo habrá
de quedar muy lejos de la referencia de 2010: en primer lugar, el origen de aquella
recesión fue fundamentalmente externo y así como el PIB mundial cayó 0,4 % en
2009, pasó a subir con gran fuerza (5,2 %) el año siguiente, remolcado por los
paquetes de estímulo aplicados por los distintos gobiernos. En segundo lugar, los
determinantes internos que llevaron a la actual recesión no han sido removidos en lo
fundamental, computando aquí la elevada inflación de origen fiscal que afecta el
consumo, la falta de competitividad que impide al sector exportador actuar como
locomotora y los controles cambiarios que traban decisiones de inversión. Salir de la
situación del default selectivo puede ayudar a convivir con esos desequilibrios, pero no
habrá de resolverlos.
Si nos ubicamos a mediados de 2009 y vemos el antes y el después de aquella
recesión, las diferencias aparecen con nitidez. En mayo de aquel año la producción
industrial caía 7 % interanual, y un año después aumentaba un 9%. ¿Cuáles fueron los
determinantes de ese comportamiento?: en mayo de 2009 el comercio mundial se
hundía un 18 % interanual, el precio de la soja un 20 % y las importaciones de Brasil
caían 40 %. Doce meses después (mayo de 2010), el comercio mundial crecía al 19%
interanual, las importaciones de Brasil un 53 % y el precio internacional de la soja,
aunque reaccionaba más lentamente, ya exhibía tendencia alcista, cerrando el año con
una mejora de 19 %. Esas condiciones, más factores internos que se detallan abajo,
debían dar lugar a un rebote de esa magnitud.
Dado que en 2014 no transitamos una recesión mundial, tampoco hay expectativa de
un repunte significativo de las variables consideradas. Es probable que en 2015 el
ritmo de crecimiento global ascienda un peldaño, hasta un nivel cercano al 3,5 %
anual (salvo una crisis financiera en la Eurozona o en China), pero esto no alcanzará
para dinamizar variables como el precio de la soja o las importaciones de Brasil.
Justamente, como el “viento de cola” ha menguado, se necesita mucho más de la
región y de la política económica propia para garantizar un punto de inflexión. Un
replanteo del Mercosur que permita una mayor integración a las cadenas globales de
valor sería un instrumento clave, pero habrá que esperar definiciones de Dilma en
Brasil, ya que en nuestro país esto no forma parte de la agenda de las autoridades.
Así, resalta todavía más la falta de herramientas de política económica. Antes, por lo
menos, las recesiones “servían” para mejorar la cuenta corriente de la balanza de
pagos. Ahora, por la impotencia exportadora que muestra el país, el déficit se
profundiza, hasta alcanzar el 1,7 % del PIB en el acumulado de cuatro trimestres. Esto
le pone un techo a la eventual recuperación de 2015, porque aún en un escenario de
arreglo temprano con los holdouts, habría primero una normalización de importaciones
(y de pagos atrasados), hoy fuertemente reprimidas, por lo que el déficit de cuenta
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corriente podría rápidamente duplicarse. Pasaría a un nivel (3 a 3,5 % del PIB) a partir
del cual el sector externo vuelve a condicionar la evolución de la macro, al margen del
monto de reservas del Banco Central.
El deterioro del sector externo ocurre en espejo con la declinación del ahorro nacional,
fenómeno directamente asociado al creciente desequilibrio fiscal. Si bien la
recuperación pos 2009 estuvo muy apoyada en la economía global, también ayudó la
política anticíclica aplicada internamente, posible porque en el momento de la crisis la
Argentina conservaba resultados positivos en el plano fiscal. Ahora, el gasto público
crece 12 puntos por encima de los ingresos genuinos (42,3 % versus 30,2) en el
acumulado de doce meses y el déficit primario (antes del pago de intereses) escala a
3,5% del PIB, financiado con emisión. Bajo esas condiciones, no debería extrañar que
la llamada política anticíclica hunda más a la economía en el pantano, antes que
sacarla.
La magnitud de las tareas frente a tamaños desequilibrios, en un contexto de creciente
incertidumbre en relación al mapa político de 2015 en adelante, pueden estar haciendo
mella sobre el ánimo empresarial. En este sentido, los malos datos recientes del frente
laboral pueden ser producto no sólo de la recesión, sino también de un deterioro en las
expectativas.
Sólo por una razón estadística la tasa de desempleo subió apenas de 6,8 % a 7,5%
entre el tercer trimestre de 2013 y el de 2014. Para llegar a ese resultado debió
computarse un controversial “desaliento” en la búsqueda de trabajo de 362 mil
personas. Sin ese ingrediente, la tasa de desempleo habría llegado a 10,4 % en el
país, y a 14 % en el conurbano bonaerense. Esto surge de una fuerte merma de 1,6
puntos porcentuales en la tasa de empleo, que pasó de 42,9 % a 41,3% de 2013 a
2014 (tercer trimestre). En la recesión de 2009, ese deterioro fue de apenas 0,3
puntos porcentuales.
Puede argumentarse que esto es temporario, que el tercer trimestre estuvo dominado
por los choques con el juez Griesa, y que un rápido arreglo con los holdouts a
principios de 2015 será suficiente. Sin embargo, pese a la devaluación de enero, el
costo laboral en dólares es 45 % superior al de 2009, lo que desincentiva la creación
de empleo. Además, el cuarto trimestre arrancó “con el pie izquierdo”, ya que los datos
de producción industrial de octubre (- 6,4 % interanual, según OJF) empeoran la caída
del tercer trimestre (-4,6 %) y la intensificación de los controles cambiarios puede
estar teniendo un efecto de enfriamiento adicional del nivel de actividad. Como se ve,
jugar todas las fichas a un pleno (acuerdo con los “buitres”) puede no ser aconsejable.
Entre otras cosas, porque la posición negociadora del país estará cada vez más débil
(habrá más urgencia por arreglar), lo que no pasará desapercibido a los ojos de estos
litigantes.
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