Nuestros hermanos en Gaza anhelan vivir con la dignidad de hijos de Dios Jesús dijo: “Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo”. (Juan 14:27) Tras los ataques armados entre milicianos de Hamas y el ejército de Israel, en la Franja de Gaza, contemplamos atónitos y horrorizados el desangre del pueblo palestino. Más de 9.000 viviendas destruidas y 130 escuelas bombardeadas, así como 24 instalaciones médicas bombardeadas. Inclusive han sido atacadas las instalaciones de las Naciones Unidas, como la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios en Gaza. Hasta el momento, la violencia deja más de 1.800 personas muertas, de las cuales 300 son niños. Casi 10.000 heridos y miles de refugiados. En Israel han muerto 3 civiles y 64 militares. Hace casi un siglo, la zona geográfica que hoy llamamos Israel-Palestina, ha sido escenario de lucha y violencia más o menos continua entre los árabes palestinos y los colonos judíos, respecto de los derechos a ocupar la tierra. Ambos grupos han buscado la afirmación jurídica de sus derechos. Esto es el contexto de fondo de la guerra actual entre Hamas e Israel y es probable que continúe por largo tiempo. La posición de Israel parece bastante clara. Quiere utilizar su fuerza militar para destruir Hamas, según Amos Yadlin, antes jefe de la inteligencia militar israelí. La posición de Hamas es igualmente clara. Su líder, KhaledMeshal, ha dicho que es posible una tregua sólo si se levanta el bloqueo de ocho años, porque los habitantes de Gaza están viviendo una lenta muerte en la prisión más grande del mundo. Los horrores de esta guerra y sus efectos claman al cielo. “Deteneos por favor!¡Os lo pido de todo corazón! ¡Es hora de detenerse”!, ha invocado con angustia y dolor el papa Francisco, insistiendo en su llamado a poner fin a la guerra en Oriente Medio. Pero esta imploración por la paz pareciera haber caído en “saco roto”. El 5 de agosto, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, NaviPillay, solicitó a Israel que asuma sus responsabilidades por "las crecientes evidencias de crímenes de guerra" en Gaza. Sin embargo, el 6 de agosto, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha calificado la operación de "justificada" y "proporcional". Del lado palestino la respuesta violenta de Hamas, que también genera víctimas civiles (inocentes) del otro lado, contribuye a justificar la represalia de Israel y a que la espiral de violencia continúe. Conviene no olvidar que esta no es una guerra entre dos pueblos y muchos israelíes y palestinos quieren la paz. Como discípulos misioneros de la comunicación, promotores de una cultura de paz, expresamos nuestro dolor e indignación por la violación al derecho fundamental del pueblo palestino de vivir en paz. Por eso nos comprometemos a que la información sobre este conflicto guarde la objetividad y la imparcialidad necesaria para contribuir a oxigenar el tratamiento mediático del conflicto y evitando calificativos y prejuicios que solo contribuyen a enrarecer el clima en la opinión pública. Vemos con esperanza la prolongación de la tregua en la franja por cinco días más. Sabemos que nuestros hermanos en Gaza (israelitas y palestinos) anhelan vivir con la dignidad de hijos de Dios. Compartimos lo manifestado por Monseñor Michel Sabbah, patriarca emérito de Jerusalén de los Latinos, de que habrá paz y seguridad "sólo cuando Israel reconozca la libertad y la soberanía del estado palestino". A la vez, respaldamos el pedido realizado por la ONU y Amnistía Internacional para que se levante el bloqueo que sufre el pueblo palestino desde el año 2006, y la continuación de las negociaciones hasta alcanzar una paz definitiva. Con el papa Francisco, creemos también que “las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos” (EG, 60) y unimos nuestras oraciones por la paz en Palestina. En nombre de Nuestro Señor, imploramos que cese la violencia. Que las víctimas inocentes en Gaza nos inspiren a seguir buscando juntos caminos de justicia, de paz y de entendimiento en el Medio Oriente y en otras regiones del mundo donde se impone una cultura de violencia y el poder de los más fuertes. Quito, 15 de agosto 2014