Decisiones incómodas, tras un ajuste infructuoso

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 Año 36 - Edición Nº 785 – 28 de Julio de 2014
Decisiones incómodas, tras un ajuste
infructuoso
Jorge Vasconcelos
Resumen
Decisiones incómodas, tras un ajuste infructuoso 1
Ante los riesgos legales a futuro que implica la cláusula RUFO, pudo percibirse en los
últimos días a funcionarios resignados al “default transitorio”, bajo el supuesto de que
no sería tan dañino para la economía real. Sin embargo, la luz amarilla que
encendieron los mercados en las últimas horas, puede estar haciendo repensar esa
estrategia. Para evitar un desenlace negativo, el gobierno debería lograr que la justicia
estadounidense reponga la cautelar hasta fin de año sin que esto pueda ser
interpretado como una negociación que viole la cláusula RUFO o, simplemente, “pedir
la cuenta” al juez Griesa por el monto de la sentencia y pagar al contado. De lo
contrario, habrá un default en “cámara lenta” (Argentina alegará que transfirió fondos
por 539 millones de dólares para cumplir el último vencimiento). La situación no es
comparable con la crisis 2001/02, pero tampoco es tranquilizador el ajuste infructuoso
que está haciendo la economía: pese a la devaluación de enero, tanto en el plano fiscal
como en el externo los desequilibrios se están profundizando, en lugar de corregirse.
Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea. Dirección
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Nota publicada en el diario Perfil del 26 de Julio de 2014 Revista Novedades Económicas – 28 de Julio de 2014
Desde el pico del nivel de actividad, en mayo de 2013, el PIB se ha encogido entre 2,5
y 3 % y los salarios están cayendo en torno a 7 % en términos reales. Es una
corrección formidable que, sin embargo, no ha dado resultados para aliviar la
restricción externa, ya que el superávit comercial del primer semestre del año pasado,
de 5,1 mil millones de dólares, se redujo a 3,6 mil millones de dólares en igual período
de este año. En ese aspecto, se trata de un “ajuste negativo”, ya que las exportaciones
en el primer semestre de 2014 descienden 10 % interanual, dos puntos porcentuales
más rápido que el ritmo de caída de las importaciones (8% interanual), variable esta
última que responde al enfriamiento de la economía. Ya se argumentó aquí que la
“falta de competitividad” haría “más cruento el ajuste” (ver artículo del 8 de marzo de
2014).
Argentina: ajuste infructuoso
Pese a la devaluación de enero, el superávit comercial se redujo y aumentó el déficit fiscal
Superávit Comercial
USD 6
USD 5
Déficit Fiscal*
$ 60
$ 50
5,1
USD 4
47,7
$ 40
3,7
USD 3
$ 30
USD 2
$ 20
USD 1
$ 10
USD ‐
19,1
$ 0
Ene 13/May 13
Ene 14/ May 14
Ene 13/May 13
Ene 14/ May 14
* Sector Público Nacional, neto de Recursos Extraordinarios
Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a Ministerio de Economía
Pero eso no es todo. Además del sector externo, el otro desequilibrio a enfrentar era el
vinculado con la cuestión fiscal. Al parecer, el gobierno esperaba que con la
devaluación de enero el gasto se habría de licuar a mayor velocidad que los ingresos
fiscales, recortando así el déficit. Sin embargo, ocurrió lo inverso.
Con datos de enero a mayo, el sector público nacional muestra un aumento de 42,5 %
del gasto total, que compara con una suba de 34 % de los ingresos genuinos, es decir,
descontando el aporte de los recursos extraordinarios, originados en ANSES y Banco
Central. Con esa brecha entre el ritmo de variación de erogaciones y recursos, el déficit
fiscal después del pago de intereses y neto de rentas, en lugar de reducirse se amplió
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en 28,6 mil millones de pesos, ya que pasó de 19,1 mil millones de pesos en eneromayo de 2013 a 47,7 mil millones en igual período de 2014.
El hecho que ambos desequilibrios, el externo y el fiscal, se agravaran en lugar de
moderarse, tiene una explicación. En términos macroeconómicos, para que la
devaluación de enero mejorara el resultado comercial tendría que haber sido
acompañada de una estricta política de control del gasto público. Como eso no ocurrió,
la economía ha quedado más vulnerable, con el agregado de un serio deterioro en el
cuadro financiero de un gran número de Pymes.
La dificultad para controlar el gasto público tiene que ver con la cantidad de objetivos
que la política fiscal se propone al mismo tiempo y, particularmente, con la magnitud
que han alcanzado los subsidios, especialmente los vinculados a la energía. Si bien
esto no es una novedad, lo que pueden sorprender son las magnitudes en juego. La
partida que refleja el grueso de los subsidios es, dentro del sector público nacional,
“Transferencias corrientes al sector privado”. Pues bien, en los cinco primeros meses
de 2014, este item sumó 84,3 mil millones de pesos, con un incremento de nada
menos que el 63,1 % interanual, reflejando que las devaluaciones complican las
cuentas fiscales si no se ataca el factor subsidios, después de haber perdido el
autoabastecimiento. Obsérvese que si el gobierno se hubiera enfocado en desmontar
esa maraña con el objetivo de mantener estable el monto nominal de subsidios en 51,7
mil millones de pesos (la cifra registrada en 2013 para enero-mayo), entonces la suba
del gasto total, en lugar de los 42,5 % apuntados, se habría situado en 30,7 %
interanual. Como los recursos genuinos subieron un 34%, esa política de contención
de gastos habría permitido comenzar a reducir gradualmente el déficit, en lugar del
resultado observado.
El incremento del déficit y su financiamiento con emisión monetaria hace que, pese a
la recesión, a la inflación le cueste perforar el umbral del 2 % mensual, lo que explica
la caída del salario real y del consumo. Pero no sólo eso: como las expectativas de
inflación permanecen muy elevadas, a las empresas exportadoras les sirve de poco el
salto cambiario de principios de año. Si tienen que asumir compromisos con sus
clientes, les resulta muy difícil presupuestar con un horizonte de varios meses, ya que
existen múltiples riesgos: que los costos suban más que lo previsto, que las
restricciones a importar se acentúen, que el gobierno vuelva a utilizar el tipo de cambio
como ancla antiinflacionaria, o una combinación de todas ellas. Por eso, no debería
extrañar que las exportaciones de manufacturas de origen industrial hayan caído nada
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menos que un 16 % interanual en el segundo trimestre. La conexión entre la política
fiscal y el sector externo aparece nítida en ese guarismo.
Resulta útil repasar el trazo grueso del ajuste infructuoso que ha venido atravesando la
economía, ya que si finalmente se cae en default, aunque matizado con el adjetivo de
transitorio, selectivo o programado, la Argentina necesitará más que nunca recuperar
capacidad de obtener dólares comerciales, ya que los de origen financiero seguirán
escasos por un tiempo. La experiencia reciente muestra que, si hiciera falta un nuevo
salto del tipo de cambio, esta vez habría que acompañarlo con un estricto control del
gasto público, para que pueda dar resultados positivos en el frente externo. De lo
contrario, se podría ingresar a un escenario de aceleración inflacionaria, con efectos
negativos adicionales sobre el salario real o, si el Banco Central decidiera actuar a
través de la suba de tasas de interés, una profundización de la recesión, con el
consiguiente efecto sobre el empleo.
Por supuesto que un arreglo de último minuto con los llamados “fondos buitres” o una
autorización de la justicia estadounidense para pasar a 2015 el tema de los holdouts,
le quitarían algún grado de dramatismo a las opciones reseñadas. En ese caso, quizás
el gobierno pueda convivir con los desequilibrios actuales, sin necesidad de revertirlos.
Sin embargo, no parece posible que pueda profundizarlos aún más, acentuando el
atraso cambiario y/o el déficit fiscal. Estos fueron instrumentos políticos eficaces hasta
2011, pero ahora el margen es ínfimo, aún en el escenario en el que pueda retomarse
el financiamiento externo.
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