Una realidad multicultural Lo que hace apenas pocos años se adivinaba un futuro en construcción y regido por cambios en la fisonomía de nuestras aulas, es hoy una realidad contrastada y en permanente evolución. El crecimiento de alumnos extranjeros matriculados en centros educativos españoles ha sufrido un crecimiento espectacular. Tanto es así, que en los dos últimos cursos la cifra de población escolar inmigrante se ha duplicado en cada uno de estos ejercicios, hasta alcanzar la cifra actual de 400.000 alumnos de origen extranjero. Existen realidades incuestionables, que escapan a cualquier enjuiciamiento subjetivo: las aulas españolas han cambiado, y todo indica que lo han hecho de forma definitiva. Estamos, por tanto, ante un nuevo modelo de escuela. La rapidez con la que se ha producido esta transformación ha traído no pocas situaciones de incertidumbre. Desde las administraciones, muchas veces incapaces de reaccionar a tiempo ante los desafíos de este nuevo contexto; por parte del profesorado, a menudo abandonado a su suerte en temas de formación y gestión de una realidad cambiante; incluso desde los propios centros escolares, sobre todo los de titularidad pública, desbordados por la dispar distribución del alumnado inmigrante. Un largo camino Todos estos factores ayudan a construir un primer acercamiento al tema de la interculturalidad: se trata de un proceso largo y complejo en el que no existen las soluciones mágicas e instantáneas. A partir de este primer diagnóstico se expande una cuestión que requiere un tratamiento multidisciplinario, tanto desde su enfoque como desde las actuaciones prácticas. Un tratamiento que ha de abordarse con naturalidad y eficacia partiendo de la base de un valor que no admite matices: el de la igualdad. Ya sea por el dinamismo propio del alumnado inmigrante en tanto grupo social; ya por intereses más o menos encubiertos o por deficiencias en la gestión pública, la presencia de alumnos extranjeros en nuestras aulas ha estado cubierto de polémicas y situaciones aparentemente conflictivas. Sin embargo, no deberían confundirse las tensiones propias de una sociedad que se transforma a diario con conflictos específicos de un sistema educativo que, a pesar de verse a menudo desbordado, actúa también como elemento unificador y por tanto también con vocación de integrar. El tema de la preparación y formación del profesorado es uno de los más mencionados. Un capítulo en el que sin dudas existen deficiencias. Ahora bien, como docentes no debemos dejar de cuestionarnos qué es lo que ocurre con el resto de la sociedad, y hasta dónde llegan las parcelas de responsabilidades de cada uno. Es decir, qué ocurre con el ánimo de convivencia que un docente puede desarrollar en su aula multicultural cuando en el seno del hogar se repiten acríticamente tópicos y clichés sobre los extranjeros. Laboratorios de integración La clave puede estar en la forma en que se gestiona educativamente la interculturalidad. Y para ello, tal y como han reclamado recientemente sindicatos de profesores, se hace necesario una redistribución equitativa de la población inmigrante en centros concertados y de titularidad pública, puesto que estos últimos acogen el doble de extranjeros que el resto. Por fortuna, la perspectiva enriquecedora de la inmigración, tanto para el individuo como para la escuela y la sociedad no espera a las medidas oficiales. En muchos colegios e institutos españoles ya se realizan actividades de integración que se han convertido en auténticos laboratorios de interculturalidad. Talleres didácticos y pedagógicos, semanas interculturales, intercambio de experiencias en las que se dan a conocer, y se valoran, las peculiaridades culturales de los distintos países de origen, que al tamizarse con las nuestras devuelven una realidad colorista y múltiple.