Diccionario del desarrollo. Una guía ... como poder Wolfgang Sachs

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W. SACHS (editor),
Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento
como poder, PRATEC, Perú, 1996 (primera edición en inglés en 1992), 399 pp.
INTRODUCCIÓN
Wolfgang Sachs
Los últimos cuarenta años pueden ser denominados la era del desarrollo. Esta época esta
llegando a su fin. Ha llegado el momento de escribir su obituario.
Como un majestuoso faro que guía a los marineros hacia la costa, el «desarrollo» fue la
idea que orientó a las naciones emergentes en su jornada a lo largo de la historia de la
postguerra. Independientemente de que fueran democracias o dictaduras, los paises del
Sur proclamaron el desarrollo como su aspiración primaria, después de haber sido
liberados de su subordinación colonial. Cuatro décadas mas tarde, gobiernos y
ciudadanos tienen aún fijos sus ojos en esta luz centelleando ahora tan lejos como
siempre: todo esfuerzo y todo sacrificio se justifica para alcanzar la meta, pero la luz
continua alejándose en la oscuridad.
El faro del desarrollo fue construido inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial. Siguiendo al colapso de las potencias coloniales europeas, los Estados Unidos
encontraron una oportunidad para dar dimensión mundial a la misión que sus padres
fundadores les habían legado: «ser el fanal sobre la colina». Lanzaron la idea del
desarrollo con un llamado a todas las naciones a seguir sus pasos. Desde entonces, las
relaciones entre Norte y Sur han sido acunadas con este molde: el «desarrollo» provee el
marco fundamental de referencia para esa mezcla de generosidad, soborno y opresión
que ha caracterizado las políticas hacia el Sur. Por casi medio siglo, la buena vecindad en
el planeta ha sido concebida a la luz del «desarrollo».
Hoy el faro muestra grietas y ha comenzado a desmoronarse. La idea de desarrollo se
levanta como una ruina en el paisaje intelectual. El engaño y la desilusión, los fracasos y
los crímenes han sido compañeros permanentes del desarrollo y cuentan una misma
historia: no funcionó. Ademas, las condiciones históricas que catapultaron la idea hacia la
prominencia han desaparecido: el desarrollo ha devenido anticuado. Pero sobre todo, las
esperanzas y los deseos que dieron alas a la idea están ahora agotados: el desarrollo ha
devenido obsoleto.
Sin embargo, la ruina esta ahí y aun domina la escena como un hito. Aunque las dudas
van creciendo y la incomodidad se siente por todos lados, el discurso del desarrollo aun
impregna no sólo las declaraciones oficiales sino hasta el lenguaje de los movimientos de
base. Ha llegado el momento de desmantelar esta estructura mental. Los autores de este
libro conscientemente decimos adiós a la difunta idea a fin de aclarar nuestras mentes
para nuevos descubrimientos.
A lo largo de los años se han acumulado pilas de informes técnicos que muestran que el
desarrollo no funciona; montones de estudios políticos han demostrado que el desarrollo
es injusto. Los autores de este libro no tratan al desarrollo ni como una realización técnica
ni como un conflicto de clases, sino como un molde mental particular. Porque el desarrollo
es mucho mas que un mero esfuerzo socioeconómico; es una percepción que moldea la
realidad, un mito que conforta a las sociedades y una fantasía que desata pasiones. Las
percepciones, los mitos y las fantasías, sin embargo, brotan y mueren
independientemente de los resultados empíricos y de las conclusiones racionales:
aparecen y desaparecen, no porque han demostrado ser verdaderos o falsos, sino mas
bien porque están preñados de promesas o devienen irrelevantes. Este libro ofrece un
inventario critico de los credos del desarrollo, de su historia y sus implicaciones, a fin de
exponer al rudo resplandor de la luz solar su sesgo perceptivo, su inadecuación histórica y
su esterilidad imaginativa. Llama a la apostasía de la fe en el desarrollo a fin de liberar la
imaginación para dar respuestas audaces a los desafíos que enfrenta la humanidad antes
del cambio de milenio.
Proponemos llamar era del desarrollo al periodo histórico particular que comenzó el 20 de
enero de 1949, cuando Harry S. Truman declaró, en su discurso de investidura, por
primera vez al Hemisferio Sur como «áreas subdesarrolladas». El rótulo pegó y
subsecuentemente aportó la base cognitiva tanto para el intervencionismo arrogante del
Norte como para la autocompasión patética del Sur. Sin embargo, lo que nace en cierto
momento puede morir en otro: la era del desarrollo esta declinando porque sus cuatro
premisas fundamentales han sido hechas obsoletas por la historia.
En primer lugar, era obvio para Truman que los Estados Unidos - conjuntamente con otras
naciones industrializadas - estaban en la cima de la escala social evolutiva. Hoy, esta
premisa de superioridad ha sido hecha trizas en forma completa y definitiva por la crisis
ecológica. Aceptando que los EE.UU. puedan aún sentir que corren delante de los otros
paises, es, sin embargo, ahora claro que la carrera conduce hacia el abismo. Por mas de
un siglo la tecnología significó la promesa de redimir a la condición humana de
de sangre, sudor y lágrimas: Hoy, especialmente en los países ricos, que esta esperanza
no es otra cosa que un vuelo de la fantasía es el secreto mejor guardado por todos.
Al fin y al cabo, con los frutos del industrialismo aun escasamente distribuidos,
consumimos ahora en un año lo que llevó a la tierra un millón de años almacenar.
Ademas, mucho de la esplendorosa productividad esta alimentada por el gigantesco
consumo de energía fósil; por una parte, la tierra esta siendo excavada y
permanentemente marcada con cicatrices, mientras por otra una lluvia continua de
sustancias dañinas la salpica o se filtra hacia la atmósfera. Si todos los paises hubieran
seguido exitosamente el ejemplo industrial, se habría necesitado cinco o seis planetas
para servir como minas y muladares. Por tanto es obvio que las «sociedades avanzadas»
no son un modelo; mas bien es posible verlas, al fin y al cabo, como una aberración en el
curso de la historia. La flecha del progreso esta rota y el futuro ha perdido su brillo: lo que
nos depara son mas amenazas que promesas. ¿Cómo puede seguirse creyendo en el
desarrollo, si su sentido de orientación ha desaparecido?
En segundo lugar, Truman lanzó la idea del desarrollo a fin de proveer una visión
consoladora de un orden mundial en que naturalmente los Estados Unidos se ubicarían
primeros. La creciente influencia de la Unión Soviética - el primer país que se había
industrializado fuera del capitalismo - lo forzó a aparecer con una visión que
comprometería la lealtad de los paises que salían de la colonización a fin de sostener su
lucha contra el comunismo. Por mas de cuarenta años, el desarrollo ha sido un arma en la
competencia entre sistemas políticos. Ahora que la confrontación Este-Oeste se ha
suspendido, el proyecto de desarrollo global de Truman esta condenado a perder vapor
ideológico y a quedarse sin combustible político. Y a medida que el mundo deviene
policéntrico, el desván de la historia espera que la categoría «Tercer Mundo» sea
descargada, una categoría inventada por los franceses a comienzos de los 1950 a fin de
designar el campo de batalla de las dos superpotencias.
No obstante, nuevos aunque tardíos llamados al desarrollo pueden multiplicarse a medida
que las divisiones Este-Oeste queden absorbidas en la división ricos-pobres. Bajo esta
luz, sin embargo, el proyecto completo cambia fundamentalmente su carácter: la
prevención reemplaza al progreso como objetivo del desarrollo; la redistribución del riesgo
mas que la redistribución de la riqueza domina hoy la agenda internacional. Los
especialistas del desarrollo se encogieron de hombros con respecto al Paraíso industrial
largamente prometido, pero se apresuran a detener el flujo de inmigrantes, a contener las
guerras regionales, a impedir el comercio ilícito y a contener los desastres ambientales.
Están aun ocupados identificando carencias y llenando vacíos, pero la promesa de
Truman del desarrollo ha sido puesta cabeza abajo.
En tercer lugar, el desarrollo ha cambiado la faz de la tierra, pero no como intentaba
hacerlo originalmente. El proyecto de Truman aparece ahora como un disparate de
proporciones planetarias. En 1960, los paises del Norte eran veinte veces mas ricos que
los del Sur; en 1980, lo eran cuarenta y seis veces. -¿Es una exageración decir que la
ilusión de «alcanzarlos» rivaliza a escala mundial con la ilusión mortal de Montezuma de
recibir a Cortez con los brazos abiertos? Naturalmente, la mayoría de los paises del Sur
pisaron el acelerador pero el Norte los adelantó de lejos. La razón es simple: en esta
clase de carrera, los paises ricos se moverán siempre mas velozmente que los restantes
porque ellos están engranados a una degradación continua de lo que tienen que
proponer: la tecnología mas avanzada. Ellos son campeones mundiales en la
obsolescencia competitiva.
La polarización social prevalece también dentro de los paises; las historias sobre el
descenso del ingreso real, la miseria y la desesperación son todas demasiado conocidas.
La campana para convertir al hombre tradicional en un hombre moderno, ha fracasado.
Los antiguos modos han sido destruidos pero los nuevos no son viables. La gente esta
atrapada en el dilema del desarrollo: el campesino que es dependiente de la compra de
semillas y ahora no tiene dinero para comprarlas; la madre que no se beneficia ni del
cuidado de sus compañeras mujeres en la comunidad ni de la ayuda de un hospital; el
empleado que se ha establecido en la ciudad, pero que ahora ha sido despedido como
parte de medidas de reducción de costos. Todos ellos son como refugiados que han sido
rechazados y no tienen adonde ir. Rechazados por el sector «avanzado» y aislados de los
viejos modos, son expatriados en su propio país. Están forzados a sobrevivir en la tierra
de nadie entre la tradición y la modernidad.
En cuarto lugar, crece la sospecha que el desarrollo fue una empresa mal concebida
desde el comienzo. En verdad no es el fracaso del desarrollo lo que hay que temer, sino
su éxito. -¿Cómo seria un mundo completamente desarrollado? No sabemos, pero
ciertamente seria aburrido y lleno de peligro. Puesto que el desarrollo no puede ser
separado de la idea de que todos los pueblos del planeta se están moviendo en un mismo
camino hacia algún estado de madurez, ejemplificado por las naciones «que corren a la
cabeza» en esta visión, los tuaregs, los zapotecos o los rajasthanis no son vistos como si
vivieran modos diversos y no comparables de la existencia humana, sino como quienes
son carentes en términos de lo que ha sido logrado por los paises avanzados. En
consecuencia, se decretó alcanzarlos como su tarea histórica. Desde el comienzo, la
agenda secreta del desarrollo no era otra cosa que la occidentalización del mundo.
El resultado ha sido una tremenda pérdida de diversidad. La simplificación planetaria de la
arquitectura, del vestido y de los objetos de la vida diaria saltan a la vista; el eclipsamiento
paralelo de lenguajes, costumbres y gestos diversificados es ya menos visible; y la
homogeneización de deseos y sueños ocurre profundamente en el subconsciente de las
sociedades. El mercado, el estado y la ciencia han sido las grandes potencias
universalizantes; publicistas, expertos y educadores han expandido su reino
implacablemente. Naturalmente, como en los tiempos de Moctezuma, los conquistadores
frecuentemente han sido cálidamente recibidos, sólo para luego hacer sentir su
dominación. El espacio mental en que la gente suena y actúa esta ocupado hoy en gran
medida por la imaginería occidental. Los vastos surcos de la monocultura cultural
heredados son, como en toda monocultura, tanto estériles como peligrosos. Han
eliminado las innumerables variedades de seres humanos y han convertido al mundo en
un lugar desprovisto de aventura y sorpresa; lo «Otro» ha desaparecido con el desarrollo.
Ademas, la difusión de la monocultura ha erosionado alternativas viables a la sociedad
industrial orientada al crecimiento y ha mutilado peligrosamente la capacidad de la
humanidad para enfrentar un futuro crecientemente diferente con respuestas creativas.
Los últimos cuarenta años han empobrecido considerablemente el potencial de evolución
cultural. Es sólo una pequeña exageración decir que cualquier potencial remanente para
la evolución cultural lo es a pesar del desarrollo.
Cuatro décadas después de la invención por Truman del subdesarrollo, las condiciones
históricas que dieron lugar a la perspectiva del desarrollo han desaparecido en gran
medida. Por ahora desarrollo ha llegado a ser un concepto amebiano, sin forma pero
inerradicable. Sus contornos son tan borrosos que no denotan nada, mientras se difunde
por todos lados porque connota la mejor de las intenciones. El término es celebrado
igualmente por el FMI y el Vaticano, por los revolucionarios que portan sus fusiles así
como los expertos de campo que llevan sus maletines Samsonite. Aunque el desarrollo no
tiene contenido, posee una función: permite que cualquier intervención sea santificada en
nombre de un objetivo superior. En consecuencia aun los enemigos se sienten unidos
bajo la misma bandera. El término crea una base común, un terreno sobre el cual libran
sus batallas la derecha y la izquierda, las élites y los movimientos de base.
Es nuestra intención, como autores de este libro, quitar del camino este autodestructivo
discurso del desarrollo. Por una parte, esperamos inhabilitar al profesional del desarrollo
destruyendo los fundamentos conceptuales de sus rutinas; por otra parte quisiéramos
desafiar a quienes están involucrados en las iniciativas de base a aclarar sus perspectivas
descartando el incapacitante discurso del desarrollo en el cual se están apoyando
actualmente. Nuestros ensayos sobre los conceptos centrales del discurso del desarrollo
intentan exponer algunas de las estructuras inconscientes que ponen limites al
pensamiento de nuestra época. Creemos que cualquier esfuerzo imaginativo por concebir
una era de posdesarrollo tendrá que superar estas limitaciones.
El discurso del desarrollo esta hecho de un tejido de conceptos claves. Es imposible
hablar sobre desarrollo sin referirse a conceptos tales como pobreza, producción, la
noción de Estado, o de igualdad. Estos conceptos se hicieron recién visibles durante la
historia moderna de Occidente y sólo posteriormente han sido proyectados al resto del
mundo. Cada uno de ellos cristaliza un conjunto de supuestos tácitos que refuerzan la
visión occidental del mundo. El desarrollo ha esparcido tan penetrantemente estos
supuestos que la gente ha sido atrapada por doquier en una percepción occidental de la
realidad. El conocimiento, sin embargo, ejerce el poder dirigiendo la atención de los
pueblos; recorta y resalta cierta realidad, reduciendo al olvido otras maneras de
relacionarnos con el mundo a nuestro alrededor. En un momento en que el desarrollo ha
fracasado evidentemente como quehacer socioeconómico, ha llegado a ser de la máxima
importancia liberarnos de su dominio sobre nuestras mentes. Este libro es una invitación a
revisar el modelo desarrollista de la realidad y reconocer que todos nosotros no solamente
estamos teñidos, sino que llevamos anteojos de color si participamos en el discurso
vigente del desarrollo.
Para facilitar esta revisión intelectual, cada capitulo profundizara en la arqueología de los
conceptos claves examinados y llamara la atención sobre su naturaleza etnocéntrica y
hasta violenta. Los capítulos identifican el rol cambiante que cada concepto ha tenido en
el debate sobre el desarrollo en los últimos cuarenta años. Ellos demuestran cómo cada
concepto filtra la percepción, resaltando ciertos aspectos de la realidad mientras excluye
otros, y muestran cómo este sesgo se enraiza en actitudes civilizatorias particulares
adoptadas durante el curso de la historia europea. Finalmente, cada capitulo intenta abrir
una ventana hacia otras, y diferentes, maneras de mirar el mundo y para entrever las
riquezas y bendiciones que sobreviven en culturas no occidentales, a pesar del desarrollo.
Cada capitulo sera valioso si, después de leerlo, los expertos y los ciudadanos por igual
se ruborizan, tartamudean o estallan en carcajadas cuando osan pronunciar la vieja
palabra.
Este libro, debe decirse, es el fruto de la amistad. Ante todo es un regalo mutuo. Durante
años, todos los autores, en varios contextos y asociaciones, hemos estado
comprometidos en una conversación continua, pasando días o semanas conjuntamente
charlando, cocinando, viajando, estudiando y celebrando. Hemos compartido nuestras
incertidumbres y defendido nuestras convicciones; hemos vivido en medio de la confusión
y acertado en intuiciones súbitas; hemos desafiado nuestras idiosincrasias y gozado
inspiraciones. Lentamente, y algunas veces inadvertidamente, emergió un marco común
de referencia que informó, a su vez, nuestro trabajo individual. Intelectuales
desprofesionalizados, ésta es nuestra experiencia, obtienen vida de la amistad y del
compromiso común; de otra manera, ¿cómo podría sostenerse la investigación no
académica? En nuestro caso esto no habría sido posible sin el magnetismo personal e
intelectual de Iván Illich, en particular, quien reunió a algunos de nosotros y animó nuestro
pensamiento a lo largo de los años. En el otoño de 1988, sentados en la entrada de la
casa de madera de Barbara Duden en el State College en Pennsylvania, trazamos el plan
de este libro después de una intensa semana de debates interrumpidos para cortar
cebollas y destapar botellas.
Quisiera agradecer a Christoph Baker y Don Reneau por su ayuda con las traducciones.
Reconozco con agradecimiento el apoyo institucional del Programa de Ciencia,
Tecnología y Sociedad de la Pennsylvania State University, donde convocamos varias
reuniones de consulta, y al Instituto de Estudios Culturales en Essen, Alemania, donde
realicé el trabajo de edición.
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