Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Historia de la Filosofía 2º de Bachillerato 2015-2016 José Luis Herrera Asanza IES José Hierro (Getafe) 1 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Platón 3 Aristóteles 15 Agustín de Hipona 24 Tomás de Aquino 34 Descartes 44 Hume 53 Rousseau 62 Kant 66 Marx 77 Nietzsche 86 Ortega y Gasset 96 Wittgenstein 105 Modelo de examen 113 2 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro PLATÓN (427-347 a C) La vida de Platón (427-347 a C) trascurrió al final de la época dorada de Atenas, en el período en que se inicia la decadencia de la polis, que acabó con su desaparición tras la conquista de Grecia por Filipo II de Macedonia, en el 338 a de C. Atenas vivió su período de esplendor al finalizar las Guerras Médicas. Su papel decisivo en la victoria contra los persas la situó a la cabeza de la Liga Délica, afianzó su cohesión interna y fortaleció la democracia. Con éste régimen, durante el mandato de Pericles (443-429 a C), Atenas alcanzó su máxima prosperidad económica y cultural. En esta época, la polis, además de una demarcación geográfica, representaba una forma de vida en la que el ciudadano se sentía vinculado a un territorio y a sus gentes, se implicaba en la vida pública y comprometía sus intereses particulares con el interés general. En el 427 a C, dos años después de la muerte de Pericles, Atenas se recuperaba de una peste que había diezmado la población de sus demos y estaba en guerra contra Esparta. En esta Guerra del Peloponeso (431-404 a C), se manifiestan los primeros signos de quiebra del espíritu de la polis. Además de calamidades, miseria e injusticia, la guerra incrementó las tensiones entre las élites tradicionales y el pueblo. Las élites tradicionales, habitualmente partidarias del régimen aristocrático de Esparta, estaban dispuestas a renunciar al imperialismo a cambio de la paz. El pueblo, partidario de la democracia, no quería renunciar a los beneficios que generaba el liderazgo de la Liga Délica, de los que dependía en gran medida su subsistencia. En el 404 a C la victoria de Esparta impuso el gobierno de los Treinta Tiranos. Platón, que por pertenecer a la nobleza y haber recibido una educación esmerada, estaba destinado a participar activamente en el gobierno de su ciudad, fue invitado a tener un papel protagonista en este gobierno -del que formaban parte algunos parientes cercanos-, pero finalmente rechazó la invitación, por no estar de acuerdo con su modo de actuar (Carta VII). Con la democracia, restaurada un año después, los intereses de la clase alta, que trataba de mantener sus privilegios, y los del pueblo, que utilizaba la política para medrar, primaron sobre los intereses generales de la polis. La condena a muerte a Sócrates, “el más justo y sabio de los hombres”, en el 399 a. C, fue para Platón el signo más claro de la corrupción del espíritu de la polis y acabó con sus expectativas de participar activamente en su gobierno. A partir de este suceso se dedicó a la Filosofía, convencido de que sólo con su ayuda podríamos regenerar la vida pública. La decadencia se agudizó en la primera mitad del siglo IV a C con las continuas guerras entre Esparta, Tebas y Atenas, que deterioraron las condiciones económicas y ahondaron el foso entre ricos y pobres, provocando violentos enfrentamientos. Otras manifestaciones del debilitamiento del espíritu de la polis fueron la reaparición de las tiranías y la extensión del mercenariado. Éste último, descrito en la Anábasis (375 a de C.) de Jenofonte y criticado por Demóstenes e Isócrates, condujo a cambiar el arado por la espada (con el consiguiente abandono de las tareas agrícolas) y acabó con la ecuación soldado-ciudadano, fomentando el desarraigo del individuo. Este desarraigo se manifestó, en el terreno religioso, con el auge de los cultos sectarios frente a la religión cívica oficial. En la época de esplendor, había triunfado la religión cívica. La construcción de recintos sagrados (como el Partenón -cuya supervisión fue encargada a Fidias-) además de satisfacer las exigencias espirituales del individuo, sirvió al enaltecimiento de la polis y fortaleció la cohesión ciudadana. 3 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En el ámbito cultural, también podemos entender como manifestación de la crisis del espíritu de la polis, el diverso tratamiento de los valores tradicionales por parte de los grandes dramaturgos: los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides y el comediógrafo Aristófanes, cuya actualidad pudo conocer Platón en su juventud, al igual que la de los historiadores Herodoto y Tucídides. En la segunda mitad del siglo V a C, la filosofía en Atenas está dominada por los sofistas, que, efecto y causa de la desintegración de la polis, llevaron a cabo una crítica de los valores tradicionales a la que se enfrentaron Sócrates y su discípulo Platón. Los sofistas son un grupo de pensadores, la mayor parte de ellos extranjeros (metecos), que dirigieron sus enseñanzas a formar a la juventud en aquellos asuntos que era preciso dominar para alcanzar un papel protagonista en el gobierno de la polis. El eje del pensamiento sofista es el relativismo de Protágoras (“El hombre es la medida de todas las cosas”) y el escepticismo de Gorgias (“Nada existe, si algo existiera no podría ser conocido y si pudiera ser conocido no podría ser comunicado”). Estas posiciones se traducen al terreno moral y político en el convencionalismo: el nomos, las normas éticas y políticas que rigen la vida de los seres humanos, son fruto de un acuerdo o convención entre ellos. Las diversas modulaciones que hacen de este convencionalismo, nos permiten distinguir posiciones dentro del pensamiento sofista y apreciar una progresiva radicalización que acaba enfrentando el interés individual al interés público erosionando el espíritu de la polis. Protágoras, sofista de la primera generación, sostiene que el nomos no es, como se había sostenido tradicionalmente, una institución divina ni natural, sino el fruto de una convención, que debe fundarse en la racionalidad compartida, en el respeto por los demás y en el deseo de justicia, capaz de vencer otras inclinaciones del individuo (en la línea del posterior cosmopolitismo estoico e ilustrado). Sin embargo, entre los sofistas de la segunda y tercera generación, se desarrolla la idea de Gorgias, que sostiene que hay, en la naturaleza humana, pulsiones (la búsqueda de placer y el deseo de dominio) que se imponen a la racionalidad y marcan las formas de convivencia. Estos sofistas afirman que el nomos acaba inevitablemente poniéndose al servicio de estas pulsiones, ya sea para el provecho del más fuerte (Trasímaco) o para el del grupo de los débiles (Calicles). Desde esta perspectiva, la enseñanza de los sofistas se convierte en el arte de la persuasión, se trata de enseñar a sus discípulos a servirse de la comunidad en su propio provecho, presentando como intereses colectivos las aspiraciones particulares, utilizando la retórica para “convertir en fuerte el argumento más débil” (Gorgias). LA FILOSOFÍA DE PLATÓN Conocimiento (y ontología) La vida de Platón (427-347 a C) trascurrió al final de la época dorada de Atenas, en el período en que se inicia la decadencia de la polis, que acabó con su desaparición en el 338 a de C, tras la conquista de Grecia por Filipo II de Macedonia. El objetivo que persigue Platón es la regeneración de la vida pública. Tras la condena a muerte de Sócrates (el más justo y sabio de los hombres) considera que esa regeneración solo puede llevarse a cabo con la ayuda de la filosofía. 4 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Sócrates, maestro de Platón, hacía responsable de la corrupción de las costumbres y valores tradicionales de la polis a las enseñanzas de los sofistas. El relativismo sofista alentaba la demagogia y ponía la polis al servicio de los intereses de sus gobernantes. Sócrates no escribió nada, pero Aristóteles, en las primeras páginas de su Metafísica, expone, en dos frases, las claves de su pensamiento. 1. Sócrates creía que todas las virtudes eran formas de conocimiento, de tal manera que seríamos justos si conociéramos lo que es la justicia. Al igual que los sofistas, el pensamiento de Sócrates se centra en el hombre y también tiene un fin práctico. Pero, si la finalidad de los sofistas es enseñar a los hombres a alcanzar y mantenerse en el poder, el fin que persigue Sócrates es hacerles buenos. Sócrates estaba convencido de que si se enseñaba a los hombres lo que está bien, su comportamiento mejoraría. Su pensamiento vincula saber y virtud, su intelectualismo moral defiende que la sabiduría nos conducirá a vivir correctamente, que sólo se obra mal por ignorancia, pues el que conoce el bien se siente atraído por él. 2. “Sócrates, que se dio al estudio de las virtudes éticas, fue también el primero que buscó acerca de ellas definiciones universales”. A diferencia del relativismo sofista, que sobre las virtudes éticas se limitaba a enumerar casos particulares, asumía la diversidad de opiniones y fundaba la validez de unas u otras en el acuerdo o convención entre las opiniones de los hombres. Sócrates piensa, que si podemos opinar acerca de la condición virtuosa de ciertos fenómenos es porque tenemos una idea, aunque latente, de lo que es la virtud, y si es posible el diálogo y el acuerdo sobre estos casos es porque esa idea es la misma para todos. Así pues, los términos éticos y políticos fundamentales (justicia, virtud, bien, etc.) tienen un significado universal, inmutable y preciso que todos podemos reconocer pero que es necesario desvelar y poner de manifiesto. Este significado, el “qué es” de aquello que se trata, es el que expresa la definición universal. La obra socrática se realiza a través del diálogo. En el diálogo socrático destaca la ironía, con la que Sócrates busca que el interlocutor reconozca su propia ignorancia (requisito imprescindible para que se ponga a investigar), y la mayéutica, con la que Sócrates le orienta para que de a luz el conocimiento. El diálogo expresa la confianza socrática en que nuestra alma contiene todo lo necesario para alcanzar la sabiduría, que no se requieren maestros al estilo tradicional que nos la inculquen o nos la impongan desde el exterior, sino acaso un buen guía que nos ayude a encontrarla en nosotros mismos. Platón comparte las ideas de su maestro y continúa su proyecto de desentrañar el verdadero significado de los términos éticos fundamentales. Como él, y contra los sofistas, Platón cree que el objeto de nuestra indagación no es la enumeración de casos particulares, sino la definición universal. Pero su Teoría de las Ideas va más allá, al establecer el status ontológico de los objetos de la investigación socrática. La Teoría de las Ideas justifica la universalidad y permanencia de los valores en su objetividad, en su realidad independiente de nuestras opiniones e intereses. En el origen de la Teoría de las Ideas podemos encontrar una concepción realista del conocimiento (el conocimiento establece una relación entre dos entes independientes, el sujeto que conoce y el objeto conocido) unida a la creencia pitagórica de que las matemáticas –modelo conocimiento- no tratan directamente con cosas sensibles, sino con objetos ideales. 5 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Platón sostiene que, igual que existen objetos que correspondan exactamente a las definiciones de los matemáticos, han de existir objetos que correspondan a las definiciones socráticas. Estos objetos son las Ideas. Las Ideas son el verdadero ser; son universales, inmutables, el modelo o ideal al que imitan y del que participan todas las cosas sensibles; tienen una existencia independiente del sujeto (el sujeto no las crea, las descubre) y son conocidas por el entendimiento (no por los sentidos); su conocimiento constituye el verdadero saber (episteme), la medida objetiva de las opiniones o creencias (doxa) de los humanos. Con su Teoría de las Ideas, Platón establece, al modo de Parménides, dos órdenes de realidad distintos a los que corresponden dos ámbitos diversos de conocimiento: las Ideas (Ser), realidades universales que nos presenta el entendimiento (vía de la verdad); y las cosas, realidades particulares que nos presentan los sentidos (vía de la opinión). En los diálogos de madurez, en los que ya aparece la Teoría de las Ideas, Platón sugiere que hay Ideas de todas las cosas. La relación entre el mundo de las ideas y el mundo sensible es de imitación o participación. Además, afirma que las Ideas están relacionadas unas con otras de manera jerárquica, esta jerarquía va desde las Ideas más particulares a las más generales, y tiene en su cúspide la Idea de Bien. En los últimos diálogos, Platón revisa su teoría y rechaza que existan Ideas de todas las cosas. Sólo es preciso aceptar la existencia de algunas ideas: la idea del Bien, la de Belleza, la de Verdad, las ideas éticas fundamentales, los géneros supremos del ser (ser-no ser, idéntico-diferente, quieto-móvil) y las ideas de las entidades y relaciones matemáticas y lógicas (mayor que, menor que, igual a, etc.). El mundo sensible está organizado en base a estas ideas, sin las cuales sería un caos ininteligible. Según Platón el conocimiento de las Ideas es reminiscencia (anamnesis). Platón, apoyándose en la concepción órfico-pitagórica, manifiesta que el conocimiento es un recuerdo de nuestra alma inmortal, que antes de encarnarse ha convivido con las Ideas, con las que comparte la naturaleza espiritual (Fedón, 72e-77ª,Fedro, 249b-250c), pero que al unirse al cuerpo las ha olvidado, han quedado veladas. La teoría de la reminiscencia acentúa que el alma tiene la capacidad de sacar de sí misma lo que es de su misma naturaleza (espiritual, inmaterial), y ofrece una justificación al diálogo socrático y a su fidelidad al conócete a tí mismo. No es preciso, sin embargo, entender la teoría de la reminiscencia literalmente, con su ornamento mítico. Para Platón, el pensamiento es un diálogo del alma consigo misma, un lenguaje silencioso (Sofista, 263e), y es ese lenguaje, siempre anterior a nosotros, el que nos permite comprender la realidad. Platón explicita los niveles de conocimiento y sus relaciones con los diversos ámbitos de lo real, en la Metáfora de la Línea (La República, VI, 509d-511b) y el Mito de la Caverna (La República, VII, 514a-517c; 518 b-d). El esquema es el siguiente: Gnoseología: Conocimiento Conocimiento Intuición intelectual (noesis) intelectual Ciencia: Dialéctica Ciencia (episteme) Razonamiento (dianoia) Ciencia: Matemáticas Conocimiento sensible Percepción Opinión (doxa) Creencia (pistis) Imaginación Conjetura (eikasía) Ontología: Objetos Ideas Entidades matemáticas Cosas sensibles Imágenes de las cosas sensibles Mundo Inteligible (Ideas) Mundo Sensible (cosas) Como vemos en el cuadro, Platón distingue cuatro tipos de conocimiento, que van desde la doxa (opinión), que incluye la eikasía (conjetura) -el conocimiento más imperfecto, que ni siquiera percibe el objeto, sino su imagen- y la pistis (creencia) -visión directa y 6 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro sensible de las cosas-; hasta la episteme (ciencia), que incluye la dianoia (conocimiento discursivo) -que exige el razonamiento- y la noesis (intuición intelectual) -que conoce de manera directa las ideas-, por lo que es el grado más alto de conocimiento, la sabiduría. La dialéctica es la ciencia suprema, conoce las ideas y las relaciones entre ellas. Nos permite elevarnos desde lo inferior hacia lo superior (dialéctica ascendente) o proceder de lo superior a lo inferior (dialéctica descendente). La reminiscencia, por tanto, no parece tan espontánea como podríamos creer, la sabiduría sólo se alcanza tras un arduo entrenamiento (La República VII, 532a-535ª). Hombre La ontología de Platón es dualista: mundo de las ideas y mundo sensible. Este dualismo envuelve su antropología, Platón siguiendo la concepción órfico-pitagórica, afirma que el ser humano es un compuesto de dos sustancias distintas: cuerpo y alma. De naturaleza espiritual, el alma es lo esencial, lo que el hombre debe cuidar. El cuerpo es su habitáculo temporal, su prisión o incluso su tumba. El alma, después de la muerte, se desprende de esa envoltura terrenal y va al “más allá” a recibir su premio o castigo, que incluye la rencarnación en otros cuerpos (no sólo humanos), hasta lograr su purificación definitiva y reintegrarse al ámbito divino. Platón sostiene que es posible distinguir tres partes en el alma, lo que permitiría explicar algunos conflictos que experimenta el ser humano. Esta doctrina aparece en La República como la manifestación de tres funciones distintas de una misma alma, y en el Timeo como la expresión de tres almas distintas: - El alma racional (nous, logos) inmortal, inteligente, de naturaleza divina y situada en el cerebro. - El alma irascible (thymós), fuente de las pasiones nobles, situada en el torax e inseparable del cuerpo, por tanto, mortal. - El alma apetitiva (epithymía), fuente de las pasiones innobles, situada en el abdomen y también mortal. La concepción platónica del alma tiene implicaciones en su gnoseología, ética y política. En el terreno gnoseológico, la preexistencia e inmortalidad del alma permite justificar el conocimiento de las ideas, a partir de su teoría de la reminiscencia -presente en el Menón, Fedón y Fedro-. Según esta teoría, conocer es recordar, el conocimiento es reminiscencia (anamnesis). Platón manifiesta que lo que llamamos “conocimiento” es un recuerdo de nuestra alma inmortal, que antes de encarnarse ha conocido las Ideas, con las que comparte la naturaleza espiritual, pero que al unirse al cuerpo las olvida, quedan veladas. En la ética, el intelectualismo moral heredado de Sócrates, exige el control de las tendencias instintivas del cuerpo y el desarrollo del alma racional, en esto consiste la conducta virtuosa y la plenitud (eudemonía). En la política, Platón establece un isomorfismo entre la estructura de la polis y el alma humana, de tal modo que será la parte que domine en nuestra alma la que determine nuestra función en la polis, que debe ser gobernada por los sabios, aquellos en los que domina la parte racional. El dualismo ontológico, parece alcanzar en La República, incluso, a la propia alma, que tendría una parte inmortal y el resto mortal y ligado al cuerpo. 7 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En cuanto al cuerpo, Platón mantiene una concepción peyorativa que será heredada por la filosofía posterior. En el Fedro la unión del alma con el cuerpo es un castigo y tiene un carácter accidental. El cuerpo es una carga para el alma, la arrastra con sus pasiones y le impide la contemplación de las Ideas. Por eso, lo mejor que le puede pasar al sabio es morir, porque con la muerte su alma se libera del cuerpo y vuelve a su morada espiritual. La filosofía es, como manifiesta Sócrates en el Fedón, una preparación para la muerte. Dios y el mundo Bajo un lenguaje mítico, Platón relata en el Timeo el origen del mundo sensible. Este mundo procede de la acción de un artesano divino o demiurgo, que, tomando como modelo las Ideas, pone orden en el espacio o receptáculo material. El demiurgo no crea la materia ni las Ideas. La labor del demiurgo consiste en formar una imagen material (sensible) de las Ideas. En la medida en que participa de las Ideas, el mundo sensible es un cosmos (mundo ordenado). La racionalidad del mundo físico reside en su regularidad, armonía, y, en definitiva, en la posibilidad de interpretarlo en términos matemáticos. Según Platón, la sustancia de la que está compuesto el mundo sensible acaba en unos corpúsculos diminutos cuyas propiedades dependen de su estructura geométrica: el cubo forma la tierra, el tetraedro el fuego, el octaedro el aire y el icosaedro el agua. Las propiedades de los cuatro elementos de Empédocles dependen de la estructura geométrica de estos poliedros regulares. A diferencia del mundo de las Ideas, perfecto, ordenado, racional e inmutable; el mundo sensible es imperfecto, pues encierra el desorden y la irracionalidad producto de la contingencia de los objetos materiales. Ética (moral) Platón hereda de Sócrates la preocupación por las cuestiones éticas y sus posiciones de partida. En el Critias, aborda la cuestión en términos eudemonistas, planteándose cuál es el ideal de vida para el hombre y reflexionando sobre las propuestas más comunes de su época: La vida placentera y la vida virtuosa. Platón se decanta por la vida virtuosa, centrando su investigación en dilucidar en qué consiste la virtud y cómo se adquiere. En el Protágoras, Platón vincula, como su maestro, la virtud al conocimiento (intelectualismo moral). Esta vinculación se mantendrá, y, en toda su obra, se mostrará convencido de que si los sabios enseñan a los hombres lo que es la virtud, mejoraran su comportamiento. Sin embargo, con el tiempo, el intelectualismo moral se va alejando de la radical identificación entre saber y virtud; pues, Platón llega a considerar, por una parte, que no solo el sabio es bueno, y, por otra, que en situaciones excepcionales no basta con ser sabio para obrar bien. En el Menón admite que hay hombres que, sin poseer la sabiduría, poseen la virtud al modo de una opinión exacta. De manera que la virtud, aunque se vincula a un tipo de conocimiento, no se identifica únicamente con su grado más alto, para el que Platón reserva la capacidad de fijarla y dar razón de ella, por lo que solamente los sabios pueden enseñar la virtud. En la República, con la doctrina del alma tripartita, se propone la sabiduría como la virtud más alta, por ser la característica de la parte racional del alma, que debe dirigir nuestra conducta. Pero se reconocen también la fortaleza y la templanza, virtudes referidas 8 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro a la voluntad y los apetitos. En este diálogo, Platón propone, además, un modelo de educación dirigido en primer término a la formación del carácter, sólo cuando ésta se ha cumplido vendría la formación propiamente intelectual. En el Político, al igual que anteriormente en el Fedro y en la República, se afirma que aquél que conoce el Bien se siente atraído por él. Sin embargo, en el Sofista y las Leyes se afirma que no es sólo la falta de sabiduría la que provoca el mal, sino, también, el íntimo desenfreno o enfermedad del alma, incluso en el Timeo se dice que se obra mal a causa de estados patológicos del organismo. Encontramos, también, en la obra platónica distintas consideraciones del placer. En el Gorgias tiene una consideración negativa. Pero, en la República, Platón habla del placer puro (el que se siente con la contemplación de las Ideas), que sin ser el fin que busca el filósofo, es un fenómeno que acompaña su actuación y debe ser considerado un bien. En las Leyes, con un realismo contrapuesto al ascetismo radical heredado de las doctrinas órfico-pitagóricas, Platón señala como bienes relativos al ser humano la salud, la belleza, la riqueza, etc., que nos procuran una vida más dichosa. En esta misma línea, el Filebo, mediante prolijos análisis basados en su método de las divisiones dicotómicas, señala que ni el placer ni la sabiduría o prudencia pueden ser autosuficientes. El bien es una mezcla armónica de placer y conocimiento. Política (sociedad) La motivación política preside toda la filosofía de Platón. Como afirma en la Carta VII, la necesidad de encontrar un fundamento sólido al conocimiento (Teoría de las Ideas) está en función de la necesidad de encontrar un fundamento para guiar la acción común. Pues, sólo un Estado gobernado por quienes tienen el conocimiento del orden y la justicia puede ser ordenado y justo. En La República, al hilo de una investigación acerca de la justicia, Platón describe su modelo de Estado. Comienza señalando que el ser humano es un ser social por naturaleza, no puede existir solo y la polis es la comunidad ideal. La polis no tiene como fin la mera supervivencia del individuo, está al servicio del bien común. Cada parte (individuo) está subordinada al todo (polis). Pero el fin de la polis y el fin del individuo (la felicidad, que se alcanza con la vida virtuosa) no están enfrentados. El sujeto moral no es el individuo, sino el ciudadano. El individuo alcanza su libertad y perfección como elemento de un conjunto que, este sí, es perfecto. El modelo platónico se presenta conforme al orden natural. No es la convención (como afirmaban los sofistas), la que justifica la organización del Estado; sino la conformidad con la naturaleza, que no depende de los acuerdos humanos. Las diferentes aptitudes naturales de los individuos justifican la división del trabajo y de la sociedad en grupos. Platón establece un isomorfismo entre la estructura de la polis y del alma humana. Distingue tres grupos: 1) Los gobernantes, reyes filósofos, que tanto por naturaleza como por educación son los mejores para gobernar. Su virtud característica es la sabiduría, virtud propia de la parte racional del alma. 2) Los guardianes, que bajo la sabia dirección de los gobernantes-filósofos, han de mantener el orden en el Estado y defenderlo de sus enemigos. Su virtud característica es el valor, la fortaleza, virtud propia de la parte irascible del alma. 9 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 3) Los productores, que se ocupan de la producción de los bienes necesarios para el mantenimiento material de la polis. Su virtud característica es la templanza, virtud propia de la parte apetitiva del alma. De la misma manera que un alma es justa cuando sus tres partes actúan armoniosamente, de acuerdo con sus funciones y virtudes propias; en el Estado aparece la justicia, cuando cada uno cumple con su función de la mejor manera (virtuosamente). Para evitar el nepotismo, la tentación de favorecer a los familiares, amigos o a uno mismo; Platón defiende en La República que las dos clases superiores no tengan propiedad privada, ni familia estable (su vida debe estar al servicio de la organización y supervivencia de la polis). Para acceder a la condición de guardián Platón establece una dura formación. A su vez, de entre los guardianes, y después de adiestrarse en el estudio de las matemáticas y de la dialéctica, se seleccionan los gobernantes filósofos. Platón defiende una organización elitista, el gobierno está en manos de un grupo reducido (los mejores). Pero esta élite no es económica o de sangre, sino de carácter intelectual. Los mejores son los más sabios. En la línea del intelectualismo moral socrático, Platón considera que si la principal función del gobierno es procurar la felicidad de los ciudadanos, solo los sabios, que conocen en qué consiste y pueden enseñarlo, nos ayudarán a conseguirla. Por ello deben ocuparse especialmente de la educación. Platón defiende el derecho de los gobernantes a ejercer una férrea censura en todas las artes y en los contenidos de la enseñanza. Siendo los más sabios conocen lo que es adecuado o perjudicial para la colectividad. Deben cuidar, especialmente, de las enseñanzas que reciben los niños, pues en la infancia se adquieren los peores vicios y se descarrían los futuros ciudadanos. Platón no introduce diferencias entre hombres y mujeres, ambos sexos deben tener los mismos derechos y recibir la misma educación. En El Político y en Las Leyes, Platón modifica el modelo de La República. No se trata de rechazar lo expuesto en esta obra; pero en ausencia del modelo ideal, regido en cada caso por la palabra de los sabios, propone un modelo fundado en la isonomía. La administración de la polis se haría a través de las leyes, a las que estarían sometidos todos los ciudadanos. Esto permite realizar en la práctica un gobierno relativamente justo, pues aunque la ley no puede llegar a captar a la vez lo mejor y más justo para todos… ya que la diversidad que hay entre los hombres y los actos, y el hecho de que nada humano esté en reposo, impiden llegar en ningún arte ni en ninguna materia a un absoluto que valga para todos los casos y en todo tiempo..., la ley entreteje y concilia voluntades e intereses contrarios. (El Político, 306a). El legislador debería asegurar la estabilidad de las leyes para evitar el oportunismo que conduce a la decadencia de la polis. En El Político, Platón describe el proceso degenerativo de la polis, que pasa por cinco formas de gobierno. La forma ideal es la monarquía o aristocracia, gobierno de uno o varios que son los mejores, no por su linaje, sino por su sabiduría. La degeneración de esta forma de gobierno es la timocracia, en la que el poder recae en una elite militar más preocupada por el honor que por el conocimiento. Esta forma degenera en la oligarquía, gobierno de un grupo reducido que se orienta por el afán de riqueza (Platón cree que cuanta más importancia se da a la riqueza menos se da a la virtud). Este régimen aumenta las diferencias sociales y provoca la rebelión de la mayoría, que acaba estableciendo la democracia, el triunfo de los pobres sobre los ricos. La democracia favorece la crisis de autoridad y la demagogia. El exceso de libertad y la burocracia conducen al desorden y facilitan la aparición 10 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro de la tiranía, la más detestable de las formas de gobierno, que pone la polis al servicio de los más viles apetitos de dictador. En el Fedón, donde aboga por una filosofía entendida como catarsis, Platón se esforzaba en separar el saber de la corporalidad. En el Teeteto, insistía contra la idea de que la sensación, dependiente del estado del cuerpo, sea el criterio del conocimiento. En el Filebo, ataca la concepción hedonista que pone la felicidad en el placer corporal. En sus obras políticas, señala que no debe ser la ley del más fuerte el criterio de justicia -como habían afirmado Calicles o Trasímaco-. La obra de Platón representa el triunfo de lo espiritual sobre lo material (ideas/cosas, alma/cuerpo, razón/sensibilidad). Si su motivación inicial era de índole política y se dirigía contra el relativismo de los sofistas, que acababan situando en la corporalidad los criterios del conocimiento, de la felicidad y de la justicia; al final de su vida, aunque modere sus pretensiones, no cede a los argumentos del sofista: No es el animal humano la medida de todas las cosas, sino el Bien. TEXTO El texto escogido es una parte (74a- 83d) del Fedón. El Fedón es un diálogo de madurez que reflexiona sobre la muerte. Comienza afirmando que el filósofo no debe temerle a la muerte, presenta cuatro pruebas de la inmortalidad del alma, defiende la reencarnación y acaba describiendo la ejemplar actitud de Sócrates en sus últimos momentos. La parte que consideramos abarca la prueba de la preexistencia del alma ligada a la reminiscencia, la prueba de la inmortalidad del alma fundada en su simplicidad y una reflexión sobre la reencarnación. La teoría de la reminiscencia afirma que conocer es recordar. Conocemos verdaderamente las cosas sensibles poniéndolas en relación con las ideas que extraemos de nuestra propia alma. Esta teoría exige la preexistencia del alma y sirve a la concepción platónica del hombre como unión accidental de cuerpo y alma. Platón afirma, también, que el alma es inmortal (no deja de existir tras la muerte del cuerpo), su destino depende de la vida que el hombre haya llevado, si ha sido buena volverá a su origen, el mundo suprasensible, si no lo ha sido se reencarnará en otro cuerpo. Fragmentos Decimos que existe algo igual. No me refiero a un madero igual a otro madero ni a una piedra con otra piedra ni a ninguna cosa de esa clase, sino a algo distinto, que subsiste al margen de todos esos objetos, lo igual en sí mismo. ¿Decimos que eso es algo, o nada? -Lo decimos, ¡por Zeus! -dijo Simmias-, y de manera rotunda. (…) -¿De dónde, entonces, hemos obtenido ese conocimiento? ¿No, por descontado, de las cosas que ahora mismo mencionábamos, de haber visto maderos o piedras o algunos otros objetos iguales, o a partir de ésas cosas lo hemos intuido, siendo diferente a ellas? ¿O no te parece que es algo diferente? Examínalo con este enfoque. ¿Acaso piedras que son iguales y leños que son los mismos no le parecen algunas veces a uno iguales, y a otro no? -En efecto, así pasa. -¿Qué? ¿Las cosas iguales en sí mismas es posible que se te muestren como desiguales, o la igualdad aparecerá como desigualdad? -Nunca jamás, Sócrates. 11 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro -Por lo tanto, no es lo mismo -dijo él- esas cosas iguales y lo igual en sí. -De ningún modo a mí me lo parece, Sócrates. (…) -Por consiguiente, antes de que empezáramos a ver, oír, y percibir todo lo demás, era necesario que hubiéramos obtenido captándolo en algún lugar el conocimiento de qué es lo igual en sí mismo… -¿Entonces queda nuestro asunto así, Simmias? -dijo él-. Si existen las cosas de que siempre hablamos, lo bello y lo bueno y toda la realidad de esa clase, y a ella referimos todos los datos de nuestros sentidos, y hallamos que es una realidad nuestra subsistente de antes, y estas cosas las imaginamos de acuerdo con ella, es necesario que, así como esas cosas existen, también exista nuestra alma antes de que nosotros estemos en vida. Pero si no existen, este razonamiento que hemos dicho sería en vano. ¿Acaso es así, y hay una idéntica necesidad de que existan esas cosas y nuestras almas antes de que nosotros hayamos nacido, y si no existen las unas, tampoco las otras? -¿Qué pasa con la multitud de cosas bellas, como por ejemplo personas o caballos o vestidos o cualquier otro género de cosas semejantes (…)? ¿Acaso se mantienen idénticas, o, todo lo contrario (…) de ningún modo son idénticas? -Así son, a su vez -dijo Cebes-, estas cosas: jamás se presentan de igual modo. -¿No es cierto que éstas puedes tocarlas y verlas y captarlas con los demás sentidos, mientras que a las que se mantienen idénticas no es posible captarlas jamás con ningún otro medio, sino con el razonamiento de la inteligencia, ya que tales entidades son invisibles y no son objetos de la mirada? -Por completo dices verdad -contestó. -Admitiremos entonces, ¿quieres? -dijo-, dos clases de seres, la una visible, la otra invisible. -Admitámoslo también -contestó. (…) -Vamos adelante. ¿Hay una parte de nosotros -dijo él- que es el cuerpo, y otra el alma? -Ciertamente -contestó. -¿A cuál, entonces, de las dos clases afirmamos que es más afín y familiar el cuerpo? -Para cualquiera resulta evidente esto: a la de lo visible. -¿Y qué el alma? ¿Es perceptible por la vista o invisible? -No es visible al menos para los hombres, Sócrates -contestó. […] -Por tanto, el alma es más afín que el cuerpo a lo invisible, y éste lo es a lo visible. -Con toda necesidad, Sócrates. -Míralo también con el enfoque siguiente: siempre que estén en un mismo organismo alma y cuerpo, al uno le prescribe la naturaleza que sea esclavo y esté sometido, y a la otra mandar y ser dueña. Y según esto, de nuevo, ¿cuál de ellos te parece que es semejante a lo divino y cuál a lo mortal? ¿O no te parece que lo divino es lo que está naturalmente capacitado para mandar y ejercer de guía, mientras que lo mortal lo está para ser guiado y hacer de siervo? -Me lo parece, desde luego. -Entonces, ¿a cuál de los dos se parece el alma? -Está claro, Sócrates, que el alma a lo divino, y el cuerpo a lo mortal. -Por lo tanto, el alma, lo invisible, lo que se marcha hacia un lugar distinto y de tal clase, noble, puro, e invisible, hacia el Hades en sentido auténtico, a la compañía de la divinidad buena y sabia, adonde, si dios quiere, muy pronto ha de irse también el alma mía, 12 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro esta alma nuestra, que es así y lo es por naturaleza, al separarse del cuerpo, ¿al punto se disolverá y quedará destruida, como dice la mayoría de la gente? De ningún modo, queridos Cebes y Simmias. Lo que pasa, de seguro, es lo siguiente: que se separa pura, sin arrastrar nada del cuerpo, cuando ha pasado la vida sin comunicarse con él por su propia voluntad, sino rehuyéndolo y concentrándose en sí misma, ya que se había ejercitado continuamente en ello, lo que no significa otra cosa, sino que estuvo filosofando rectamente y que de verdad se ejercitaba en estar muerta con soltura. ¿O es que no viene a ser eso la preocupación de la muerte? …Conocen los amantes del saber que cuando la filosofía se hace cargo de su alma, está sencillamente encadenada y apresada dentro del cuerpo, y obligada a examinar la realidad a través de éste como a través de una prisión, y no ella por sí misma, sino dando vueltas en una total ignorancia, y advirtiendo que lo terrible del aprisionamiento es a causa del deseo, de tal modo que el propio encadenado puede ser colaborador de su estar aprisionado. Lo que digo es que entonces reconocen los amantes del saber que, al hacerse cargo la filosofía de su alma, que está en esa condición, la exhorta suavemente e intenta liberarla, mostrándole que el examen a través de los ojos está lleno de engaño, y de engaño también el de los oídos y el de todos los sentidos, persuadiéndola a prescindir de ellos en cuanto no le sean de uso forzoso, aconsejándole que se concentre consigo misma y se recoja, y que no confíe en ninguna otra cosa, sino tan solo en sí misma, en lo que ella misma capte de lo real como algo que es en sí. Y que lo que observe a través de otras cosas que es distinto en seres distintos, nada juzgue como verdadero. Que lo de tal clase es sensible y visible, y lo que ella sola contempla inteligible e invisible. CUESTIONES 1. ¿Qué condujo a Platón a dedicarse definitivamente a la filosofía? 2. ¿Qué signos de la decadencia de la polis encontramos en la época de Platón? 3. Define la posición de los sofistas. 4. ¿Por qué se fue radicalizando el ataque de los sofistas al espíritu de la polis? 5. Define la posición de Sócrates y compárala con los sofistas. 6. ¿Qué hereda Platón de su maestro y qué añade la Teoría de las Ideas a la posición socrática? 7. ¿Qué concepciones del conocimiento justifican la teoría de las Ideas? 8. ¿Qué características tienen la Ideas? 9. ¿Qué relación establece Platón entre ontología y gnoseología. 10. ¿Cuál es la relación entre el mundo de las ideas y el mundo sensible? 11. ¿Qué afirma la teoría de la reminiscencia y cómo se justifica? 12. ¿Qué relación guarda la teoría de la reminiscencia con la concepción socrática? 13. ¿Qué niveles de conocimiento establece Platón? ¿Qué es la dialéctica? 14. Explica la concepción platónica del hombre y señala sus antecedentes. 15. ¿Qué partes o tipos de almas distingue Platón? 16. ¿Qué implicaciones tiene la doctrina platónica del alma? 17. ¿Qué concepción tiene Platón del cuerpo? 13 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 18. ¿cuál es el origen y la estructura del mundo sensible? 19. Expresa de manera precisa como se va modulando el intelectualismo moral en Platón. 20. ¿Qué consideración tiene Platón del placer? 21. ¿Qué características reúne el modelo de comunidad establecido en la República? 22. ¿Qué paralelismo establece Platón entre las partes del alma, sus virtudes características y la organización de la sociedad? 23. ¿Qué novedades introduce Platón en El Político y Las Leyes? 24. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: relativismo, escepticismo, convencionalismo, definición universal, intelectualismo moral, ironía, mayéutica, Idea, reminiscencia, dialéctica, mundo sensible, mundo inteligible, doxa, episteme, pistis, eikasia, dianoia, noesis, justicia. 14 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro ARISTÓTELES (384-322 a.C.) Aristóteles vive en el siglo IV a. de C., una época turbulenta en la que asistimos a la desaparición de la polis como forma básica de organización política. Las continuas luchas entre ellas provocaron su debilidad. La conquista de Filipo II de Macedonia y la posterior expansión de Alejandro Magno, establecieron un nuevo modelo de comunidad: el Imperio, que desquebrajado a la muerte de Alejandro, dará lugar a grandes Estados. La polis como unidad autárquica deja de existir, el poder se aleja de los ciudadanos, que ya no intervienen en los asuntos públicos. El nuevo ideal político ya no dispone a los hombres en torno al ágora, sino alrededor de un rey que detenta un poder absoluto, no sobre esta o aquella polis sino sobre comunidades políticas más amplias. Aristóteles no está de acuerdo con la desaparición del modelo político tradicional. Al igual que su maestro Platón, vertebró sus propuestas éticas y políticas alrededor de la idea de que el hombre era un animal político. La polis es la comunidad ideal, la familia y la aldea hacen posible vivir, la polis permite vivir bien. Alejandro difundió la cultura y la lengua griega al servicio de un ideal cosmopolita que rechazaba la distinción aristotélica entre griegos y bárbaros. Este ideal se manifestó en el arte. Se produjo el tránsito del arte clásico, donde gobierna el orden y la armonía, al arte helenístico, que, influido por oriente, deja de ser la fría aplicación de unos principios ideales y se hace más realista. La expresividad, en ocasiones desmesurada, sustituye a la serenidad y armonía anterior. Ya no solo se expresa la razón, sino también la sensibilidad. La realidad más inmediata entra a formar parte del arte (no el ideal platónico, sino la sustancia primera aristotélica). La filosofía mantuvo su centro en Atenas, donde conviven la escuela de Isócrates, dedicada a la retórica y a la formación ética; la del cínico Antístenes, que rechazando las convenciones sociales defiende un ideal ascético basado en la fuerza de voluntad; la de Aristipo, defensor del hedonismo; la Academia platónica, en la que Aristóteles pasó 17 años; y el Liceo, fundado por el propio Aristóteles. En la Academia, Aristóteles no solo se familiarizó con el pensamiento de Platón, que será su referencia fundamental, sino con todo el pensamiento anterior, como muestra en su Metafísica; donde ejerce de primer historiador de la filosofía. LA FILOSOFÍA DE ARISTÓTELES Conocimiento (y ontología) La Metafísica -a la que Aristóteles llama “sabiduría” o “filosofía primera”- es entendida por Aristóteles en un doble sentido: como el conocimiento que tiene por objeto lo más universal que existe, el ser en cuanto ser (Ontología), y como el conocimiento que tiene por objeto el ser por excelencia, Dios (Teología). En su ontología, Aristóteles se pregunta por aquello que todas las cosas (entes) tienen en común, el ser. Como en otras de sus investigaciones, parte del lenguaje. Aristóteles afirma que ser se dice en varios sentidos, no es lo mismo ser esto o aquello que ser absolutamente. En sentido absoluto ser expresa existencia, realidad. Lo único real en sentido estricto, lo único que tiene una existencia independiente, lo único que existe en sí mismo y no en otro, es el individuo, la sustancia primera, soporte o sujeto de todo lo demás. 15 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En sentido relativo ser significa ser esto o aquello, pues lo que existe posee siempre un conjunto de propiedades. Aristóteles llama “categorías” a los tipos de propiedades que atribuimos a los seres (lo que decimos de ellos); algunas de estas propiedades son esenciales, responden a la pregunta qué es, otras son accidentales, responden a la pregunta cómo es; ni unas ni otras poseen existencia independiente, pero son las esenciales las que soportan unos accidentes u otros. Por ello, Aristóteles, denomina “sustancia segunda” a las propiedades (formas) esenciales y “accidentes” a las demás propiedades (formas) que atribuimos a los seres. Todas los sentidos del término “ser” refieren a la sustancia o a los accidentes de la sustancia, de ahí que el término ser sea un término análogo cuyo sentido primordial es el de sustancia. Aristóteles niega el dualismo platónico, las ideas no existen separadas de las cosas sensibles; son su forma. La forma es el elemento que junto a la materia constituye los seres naturales, los individuos concretos, las sustancias primeras que son lo auténticamente real. Sin embargo, como su maestro, y en contra de los sofistas, Aristóteles piensa que el verdadero conocimiento no está referido a lo particular y contingente. La ciencia (episteme) es un conocimiento de las formas, que son el elemento universal y permanente que hay en todas las cosas. Aristóteles rechaza la teoría de la reminiscencia y la existencia de ideas innatas. El ser humano al nacer no tiene en su alma conocimiento alguno, todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos. Conocer las formas de las cosas requiere partir de los sentidos, que nos presentan lo particular, y llegar por inducción (acumulando experiencias) a la forma universal (común) que nos presenta el entendimiento. En su teoría de la abstracción, Aristóteles afirma que las diversas sensaciones son unificadas por el sentido común, que nos proporciona la imagen de un objeto particular; esta imagen es retenida por la fantasía o imaginación, y sobre ella actúa el entendimiento agente, iluminando las formas universales, que son captados por el entendimiento paciente. Aristóteles presenta una clasificación jerarquizada del conocimiento, en la que distingue: a)la sensación, que presenta algo particular, b)la experiencia, que asocia las sensaciones a través de la memoria, c)el arte, que está orientado a la producción de cosas, un conocimiento universal que incluye la causa de lo conocido y puede enseñarse, d)la prudencia, que consiste en saber decidir la propia vida, e)la ciencia, que demuestra la interna necesidad de lo que no puede ser de otra manera, f)la inteligencia, conocimiento de lo primero, de los principios que rigen todo saber y que por ello no pueden demostrarse y g)la sabiduría, que enlaza inteligencia y ciencia, es un saber de los primeros principios y de la necesidad con que de ellos deriva la ciencia. En su Física, Aristóteles propone una explicación de la Naturaleza. Afirma que los seres naturales están compuestos de materia (hyle) y forma (morfe). En su teoría hilemórfica, la materia primera es un principio indeterminado constitutivo de los cuerpos, el responsable último de su individuación. La forma es, igual que la Idea platónica, el elemento determinante e inteligible de todo lo real; si determina a la cosa esencialmente (dice “qué es”) hablamos de forma sustancial, si la determina circunstancialmente (dice “cómo es”) hablamos de forma accidental. La sustancia primera está sometida a dos tipos de cambio, el sustancial y el accidental (cualitativo, cuantitativo y local). En todos los cambios, el elemento que puede adquirir diversas formas es la materia y el elemento que cambia en el sujeto es la forma (morfé). 16 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En el cambio sustancial permanece la materia primera, que pierde una forma sustancial y adopta otra (con sus consiguientes formas accidentales). En el cambio accidental permanece la materia segunda (el compuesto de materia prima y forma sustancial) que pierde una forma accidental y adopta otra. El cambio es explicado a partir de cuatro causas: material, formal, eficiente y final. Aristóteles considera que todos los seres naturales se orientan a un fin (telos), y que este fin es, en todos ellos, la perfección de la forma propia. Dios y el mundo En su cosmología, que será el paradigma vigente hasta la revolución copernicana, Aristóteles se aproxima a la ontología platónica. No por su oposición entre el mundo sublunar y el supralunar, ambos de naturaleza sensible; sino porque la explicación última del movimiento le conduce a restaurar la existencia independiente de una realidad inmaterial (el Primer motor). Según Aristóteles, el universo es eterno, finito y pleno. La tierra está inmóvil en su centro, y a su alrededor giran la luna, los planetas, el sol y las estrellas. El mundo sublunar es imperfecto, está sometido a la generación y la corrupción, sus seres están compuestos por los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) y su movimiento propio es el vertical (en busca de su lugar natural). El mundo supralunar comprende la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno y la esfera de las estrellas fijas. Está constituido por un quinto elemento (el éter), no está sometido a generación o corrupción y su movimiento es perfecto, circular y uniforme. Aristóteles define el movimiento como el paso de la potencia al acto. Ahora bien, la potencia es algo pasivo, por lo que para que algo pase de la potencia al acto tiene que ser movido por algo ya en acto. Podemos establecer una cadena causal en la que cada ser es movido por otro. Sin embargo, esta cadena no puede ser infinita, ha de haber un Primer motor. Este Primer motor mueve la última esfera y con ella todo el universo por atracción, como causa final. El Primer motor es un motor inmóvil, un ser perfecto que es todo lo que puede ser, nada en él está por realizar, nada en él está en potencia. El Primer motor es acto puro, y, por ello, forma pura, carente de materia (ya que la materia está siempre en potencia para ser algo). El Primer Motor, que identificamos como Dios, es un ser pensante. Su pensamiento no es discursivo (que implicaría algún tipo de cambio), sino intuitivo; y consiste en la contemplación eterna de sí mismo. Dios es el pensamiento del pensamiento. En la Metafísica (sabiduría o filosofía primera) de Aristóteles, Dios es el primer motor, inmóvil, acto puro, forma pura; un ser autosuficiente y feliz, dedicado a la actividad superior, la actividad contemplativa, y a la contemplación de lo excelente, de sí mismo. El Dios aristotélico no es objeto de culto y oración. La teología de Aristóteles no contiene ninguna teoría sobre la creación divina, ni sobre la divina providencia. Dios es la causa eficiente del movimiento del mundo tan solo por ser su causa final, como objeto de amor o de deseo. Pero Dios no conoce este mundo, y ningún plan divino se cumple en el universo. 17 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Hombre Aristóteles define al hombre a partir de su concepción de la naturaleza. Entre los seres naturales distingue a los que poseen en sí mismos el principio del cambio (los seres vivos) de aquellos que necesitan de alguna acción exterior (los seres inertes). En la aplicación a los seres vivos de la teoría hilemórfica, considera que el ser vivo es una sustancia compuesta de cuerpo (materia) y alma (forma). El alma no es la forma del cuerpo, pues el cuerpo mismo está organizado (hay los mismos órganos en un cuerpo vivo que en un cuerpo muerto), sino la forma del ser vivo, su principio vital. Todos los vivientes tienen alma, cada uno el alma que le corresponde de acuerdo con su forma de vida. Las plantas poseen el alma vegetativa, que incluye la nutrición, el crecimiento y la reproducción. Los animales poseen el alma sensitiva, que añade a las actividades anteriores la percepción sensible, el deseo y el movimiento local. Los seres humanos poseen el alma racional, que, además de las precedentes, incluye la actividad del entendimiento (racionalidad). La racionalidad es, para Aristóteles, la forma específica del hombre, y, en consonancia con su concepción finalista de la naturaleza, el desarrollo excelente de la actividad racional será su fin último o bien supremo. Esta actividad racional no solamente nos permite alcanzar el conocimiento de los principios que rigen el universo (actividad contemplativa), sino que también nos permite orientar nuestra conducta (actividad práctica). Aristóteles, a diferencia de su maestro, defiende la unidad sustancial de alma y cuerpo, lo que dificulta justificar la inmortalidad del alma. Sin embargo, afirma que hay una función del alma (el intelecto agente) que es separado, inmortal y eterno. Aristóteles no explica esta afirmación, que ha sido utilizada, interpretada de diversas maneras, por autores que pretendieron acercar el aristotelismo a la religión judía, cristiana o musulmana. Además, Aristóteles no parece tener una concepción tan peyorativa del cuerpo como su maestro, el hombre para alcanzar la felicidad no necesita liberarse del cuerpo, o ignorar sus demandas, sino satisfacerlas con moderación. Por último, señalar que Aristóteles no reconoce a la mujer las condiciones de igualdad con el hombre que se le reconocen en la filosofía platónica. La mujer es un hombre incompleto y tiene un papel pasivo. Cumple su función en el hogar, no en la vida pública. Ética (moral) Aristóteles comparte con Sócrates y Platón el planteamiento eudemonista y la crítica al relativismo ético de los sofistas, pues entiende que existe un bien propio de la naturaleza humana, pero se aleja del intelectualismo moral socrático y de la deriva mística de la ética platónica. Aristóteles se pregunta cuál es el bien supremo o fin último del hombre, y afirma que hay un acuerdo unánime en utilizar el término "eudemonía" (felicidad) para referirnos a él, pero este acuerdo se rompe cuando tratamos de determinar qué es la felicidad o en qué consiste la vida feliz. Su investigación comienza desechando las opiniones más comunes, aquellas que identifican la eudemonía con la riqueza, el placer, el honor, la mera posesión de la virtud o una cierta idea. Ninguno de estos bienes reúne las características que ha de tener el bien supremo. Éste ha de consistir en una actividad, debe ser permanente, máximamente autosuficiente y debe ser elegido por sí mismo. 18 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Aristóteles aborda el tema desde su concepción teleológica del universo: todos los seres tienen un fin. Este fin es siempre el desarrollo excelente de su forma propia, este es su bien y lo que les hace buenos, su virtud. Del mismo modo, la eudemonía consistirá en la actividad del alma conforme con la virtud, y si las virtudes son varias conforme a la mejor y más perfecta, y además en una vida entera. En el hombre, la forma propia es la racionalidad, por lo que su virtud (excelencia) consistirá en la actuación racional. Ahora bien esta actuación se aplica a cosas distintas,por lo que hay muchas virtudes. Aristóteles las agrupa en dos tipos: las virtudes dianoéticas y las virtudes éticas. Las virtudes dianoéticas son virtudes del entendimiento, están referidas a la parte propiamente racional del alma. Aristóteles distingue la sabiduría, virtud propia del entendimiento teórico -que versa sobre las cosas universales y necesarias-; y la prudencia, virtud propia del entendimiento práctico, relativo a la acción, que consiste en determinar en cada caso la conducta ideal. Las virtudes éticas son virtudes del carácter, están referidas a la parte del alma que no es en sí misma racional (deseos, emociones, etc.) pero que admite, no obstante, un cierto sometimiento a la razón. Hay muchas virtudes éticas (templanza, valor, generosidad, etc. ), en todas ellas la razón nos orienta a evitar en nuestra conducta el defecto y el exceso, guardando, por tanto, el justo medio. La virtud se hallaría en una posición intermedia entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto. Aristóteles precisa que éste término medio es relativo a nosotros, “determinado por la razón, y por aquello por lo que decidiría el hombre prudente”. La virtud es un hábito, una disposición adquirida, voluntaria y permanente. La virtud se adquiere con la experiencia, nos hacemos virtuosos obrando virtuosamente; no basta la prudencia (saber lo que debemos hacer), prudencia y virtud se desarrollan conjuntamente. Una vez que el autor ha definido la virtud y ha considerado las diversas virtudes, establece que la vida dedicada al conocimiento, a la sabiduría, es la vida más plena. El conocimiento se busca por sí mismo, es una actividad permanente, que puede ejercerse durante toda la vida, y aunque para realizarla necesita de ciertos bienes exteriores (salud, bienes económicos e incluso suerte), se requieren en un grado mínimo, siendo la vida contemplativa, máximamente autosuficiente y placentera. Política (sociedad) Aristóteles afirma que el hombre es un ser social por naturaleza. El hombre no puede vivir solo. Hay dos instintos primarios que llevan a los humanos a asociarse: el de reproducción, que une al hombre y la mujer, y el de conservación, que une al amo y al esclavo para prestarse ayuda mutua. Las condiciones de mujer y esclavo vienen dadas por naturaleza. Pertenecen a la comunidad familiar que, dirigida por el jefe de familia, sirve para satisfacer las necesidades cotidianas de sus miembros. Estas comunidades se agrupan en aldeas, que hacen más fácil y satisfactoria la subsistencia a través de la división del trabajo. La asociación de aldeas dio lugar a la polis, que no solo reúne las mejores condiciones para una autosuficiencia, sino que es, además, el ámbito en el que el individuo trasciende su egoísmo y encuentra las condiciones que hacen posible la vida virtuosa y feliz. Como su maestro, Aristóteles piensa que ética y política se complementan. La polis, no es únicamente el marco favorable para la supervivencia. La eudemonía de sus miembros es el fin al que debe apuntar la organización política. El Estado debe buscar el bien común y 19 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro poner las condiciones para el bien individual de los ciudadanos (eudemonía), debe promover la formación de los ciudadanos en la práctica de la virtud. El instrumento que sirve para garantizar el bien de los ciudadanos, por encima de sus intereses particulares es la ley. Su función es más negativa que positiva: debe impedir la trasgresión de las costumbres, más que imponer nuevos preceptos. La justicia es la virtud principal en la esfera política. La justicia se establece en dos ámbitos: En primer lugar, en el marco de las relaciones del Estado con los individuos, es la justicia distributiva, su cometido es la distribución de bienes y obligaciones, su criterio es la proporcionalidad, atendiendo a lo que cada uno es o al cargo que desempeña, y su aplicación corresponde a magistrados o legisladores; en segundo lugar, en el marco de las relaciones de los ciudadanos entre sí, es la justicia conmutativa o correctiva, su objetivo es corregir u ordenar las relaciones de los ciudadanos en situaciones conflictivas, su criterio es la igualdad y su aplicación corresponde al juez. Según Aristóteles, hay solo dos tipos de organización política: la que tiene como principio rector la felicidad de los ciudadanos y la que se rige únicamente por el interés de los gobernantes. Podemos distinguir, sin embargo, formas de distribuir el poder. Aristóteles considera que hay tres, cada una de ellas da lugar a dos regímenes políticos, uno positivo y otro negativo: monarquía-tiranía, aristocracia-oligarquía y democracia-demagogia. Aristóteles considera que dentro de la polis hay dos grupos enfrentados, los ricos y los pobres, estos dos grupos tienen intereses contrarios que necesitan ser armonizados por una clase media mejor dispuesta a ejercer la prudencia y desarrollar la virtud, estableciendo el término medio entre los intereses enfrentados, facilitando las relaciones entre los ciudadanos y asegurando la estabilidad política. Por ello, el régimen ideal, el que más garantías ofrece para la consecución del verdadero fin del Estado, es la República, una mezcla de aristocracia y democracia, en la que el poder estaría en manos de una amplia capa de la población de situación económica media. Aristóteles fue el último de los grandes pensadores griegos que reflexionó sobre el ser humano como ciudadano de una polis que se gobernaba a sí misma (autárquica). El imperio macedonio acabó con la independencia de la polis. El ideal cosmopolita de Alejandro abrió el camino a la concepción del ser humano como individuo. TEXTO Los textos elegidos son de la Ética a Nicómaco (del libro II, los capítulos 4, 5 y 6, y del libro X, los capítulos 6, 7 y 8) y de la Política (del libro I los capítulos 1, 2 y 3). La Ética a Nicómaco fue dada a conocer después de su muerte y contiene la exposición más madura de la ética de Aristóteles. El libro II trata de la virtud ética, que se define, en los capítulos señalados, como un hábito, un modo ser que se adquiere con la práctica y que consiste, en lo referido al carácter, en actuar de acuerdo con el término medio. En el libro X Aristóteles retoma el tema de la felicidad, que en el libro I, de acuerdo con su teleologismo, había considerado el fin último de todas nuestras acciones y por tanto el bien supremo. En los capítulos señalados defiende que la vida contemplativa, la vida dedicada a la sabiduría, es la más feliz. La Política es también una obra de madurez, que trata de la comunidad, de la polis y de su buen gobierno. Enlaza con la ética porque el fin de la polis no es otro que procurar las condiciones adecuadas para que los ciudadanos puedan desarrollarse plenamente y alcanzar su felicidad. En el libro I hace una introducción al conjunto de la obra, concretamente en las partes señaladas Aristóteles sostiene que la sociabilidad humana, la polis y las diversas 20 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro funciones y relaciones que en ella se establecen (hombre- mujer, libre-esclavo) tienen un carácter natural. Fragmentos Cómo esto es así, se ha dicho ya; pero se hará más evidente, si consideramos cuál es la naturaleza de la virtud. En todo lo continuo y divisible es posible tomar una cantidad mayor, o menor, o igual, y esto, o bien con relación a la cosa misma, o a nosotros; y lo igual es un término medio entre el exceso y el defecto. Llamo término medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos extremos, y éste es uno y el mismo para todos; y en relación con nosotros, al que ni excede ni se queda corto, y éste no es ni uno ni el mismo para todos. Por ejemplo, si diez es mucho y dos es poco, se toma el seis como término medio en cuanto a la cosa, pues excede y es excedido en una cantidad igual, y en esto consiste el medio según la proporción aritmética. Pero el medio relativo a nosotros no ha de tomarse de la misma manera, pues -si para uno es mucho comer diez minas de alimentos, y poco comer dos, el entrenador no prescribirá seis minas, pues probablemente esa cantidad será mucho o poco para el que ha de tomarla: para Milón, poco, y lo mismo en el caso de la carrera y de la lucha; para el que se inicia en los ejercicios corporales, mucho. Así pues, todo conocedor evita el exceso y el defecto, y busca el término medio y lo prefiere: pero no el término medio de la cosa, sino el relativo a nosotros. Es, por tanto, la virtud un hábito de elegir, siendo un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo que decidiría el hombre prudente. Es un medio entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto, y también por no alcanzar, en un caso y sobrepasar, en otro, lo necesario en las pasiones y acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por eso, de acuerdo con su entidad y con la definición que establece su esencia, la virtud es un término medio, pero con respecto a lo mejor y al bien, es un extremo. La vida feliz, por otra parte, se considera que es la vida conforme virtud, y esta vida tiene lugar en el esfuerzo, no en la diversión. Y decimos que son mejores las cosas serias que las que provocan risa y son divertidas, y más seria la actividad de la parte mejor del hombre y del mejor hombre, y la actividad del mejor es siempre superior y hace a uno más feliz. Y cualquier hombre, el esclavo no menos que el mejor hombre, puede disfrutar de los placeres del cuerpo; pero nadie concedería felicidad al esclavo, a no ser que le atribuya también a él vida humana. Porque la felicidad no está en tales pasatiempos, sino en las actividades conforme a la virtud, como se ha dicho antes. Si la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud, es razonable [que sea una actividad] de acuerdo con la virtud más excelsa, y ésta será una actividad de la parte mejor del hombre. Ya sea, pues, el intelecto ya otra cosa lo que, por naturaleza, parece mandar y dirigir y poseer el conocimiento de los objetos nobles y divinos, siendo esto mismo divino o la parte más divina que hay en nosotros, su actividad de acuerdo con la virtud propia será la felicidad perfecta. Y esta actividad es contemplativa, como ya hemos dicho.» (Ética a Nicómaco) 21 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La ciudad es la comunidad, procedente de varias aldeas, perfecta, ya que posee, para decirlo de una vez, la conclusión de la autosuficiencia total, y que tiene su origen en la urgencia de vivir, pero subsiste para el vivir bien. Así que toda ciudad existe por naturaleza, del mismo modo que las comunidades originarias. Ella es la finalidad de aquellas, y la naturaleza es finalidad. Lo que cada ser es, después de cumplirse el desarrollo, eso decimos que es su naturaleza, así de un hombre, de un caballo o de una casa. Además, la causa final y la perfección es lo mejor. Y la autosuficiencia es la perfección, y óptima. De todo esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar es un ser inferior o un ser superior al hombre. Como aquel a quien Homero vitupera: sin tribu, sin ley, sin hogar, porque el que es tal por naturaleza es también amante de la guerra, como una pieza aislada en el juego de damas. La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad. (Política) CUESTIONES 1. ¿De qué se ocupa la Metafísica? 2. ¿Qué sostiene la doctrina analógica del ser? 3. ¿Qué es la sustancia primera? 4. ¿Qué son las categorías? 5. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre la ontología platónica y la aristotélica? 6. Compara las teoría del conocimiento de Aristóteles y Platón. 7. ¿Qué sostiene la teoría de la abstracción? 8. ¿Qué niveles de conocimiento distingue Aristóteles? 9. ¿Qué sostiene la teoría hilemórfica? 10. ¿Cuáles son los tipos de cambio que se dan en la naturaleza y qué elementos intervienen en cada uno? 11. Explica la siguiente frase: La teoría hilemórfica defiende un teleologismo inmanentista. 12. ¿Qué es lo que aproxima la cosmología aristotélica a la concepción platónica? 13. ¿Por qué tiene que haber un Primer Motor y qué características tiene? 14. Compara la teología aristotélica con la teología cristiana tradicional. 15. Explica la idea del hombre que tiene Aristóteles y compárala con la de Platón. 16. Compara la concepción ética de Aristóteles y Platón 17. ¿Por qué identifica Aristóteles el fin último con el bien supremo? 22 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 18. ¿Cuál es el fin último del hombre y qué características debe reunir? 19. ¿En qué consiste la eudemonía? 20. ¿Qué tipos de virtudes hay y cuáles son? 21. ¿Qué es la virtud? 22. ¿Cuál es la vida máximamente feliz? 23. ¿Qué es lo que hace que los hombres se asocien en comunidades? 24. ¿Qué tipos de comunidad distingue Aristóteles? 25. ¿Cuál es el fin de la polis? 26. ¿Qué papel cumplen las leyes? 27. ¿Cuál es la virtud principal en la esfera política y cómo se establece? 28. ¿Qué tipos de organización política existen? 29. ¿Cuáles son las diversas formas de distribuir el poder? 30. ¿Cuál es el régimen ideal? 31. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: hilemorfismo, sustancia, materia, forma, esencia, categorías, accidente, eudemonía, virtud, prudencia, teleologismo. 23 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro AGUSTÍN DE HIPONA (354-430) La labor filosófica de S. Agustín, nacido en el África romana, se desarrolla durante la segunda mitad del siglo IV y el primer tercio del siglo V, un período en el que se acentúa la debilidad del Imperio Romano, en camino a su desaparición. El pensamiento de san Agustín cabalga, pues, entre el ocaso de una etapa histórica y el amanecer de una nueva época. En este tiempo, el Norte de África, conjuntamente con el Sur de Italia, eran lugares privilegiados donde se exiliaban las castas gubernamentales del Imperio, tanto de la nobleza como de la alta burguesía romana. Tagaste, pequeña ciudad de África del Norte donde nació el filósofo, era punto de entrecruzamiento y tránsito de la gran ruta imperial: pasajeros, comerciantes, militares y funcionarios circulaban cotidianamente. La vida de San Agustín fue reflejo de su momento: pertenecía a una familia de clase media acomodada, formada por un propietario rural y funcionario municipal, pagano de religión, y una madre cristiana. Como romano, Agustín se sintió miembro de un Imperio que se creía indestructible y, como cristiano, ayudó a sentar las bases de una religión cuyo designio histórico fue el de estructurar el nuevo orden medieval. Se trata de una época convulsa, en la que los bárbaros se van instalando en todas las escalas administrativas y de poder. Las continuas guerras de estos años fueron causadas más por los enfrentamientos entre los bárbaros instalados dentro del Imperio y los bárbaros invasores, que por la defensa del mundo romano frente a ellos. En el año 380, el Edicto de Tesalónica, dictado por el emperador Teodosio, impone el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano. Este hecho supuso el fin del politeísmo y de la tolerancia, y promocionó el cristianismo en Occidente, la asimilación por parte del catolicismo de todo el esquema organizativo del Imperio en sus estructuras económicas, políticas y jurídicas. A la muerte de Teodosio, en el año 395, se produce la definitiva división entre el Imperio Romano de Occidente (Arcadio) y el de Oriente (Honorio) que tuvo una gran repercusión en todos los ámbitos. El saqueo de Roma por Alarico, en el 410, conmocionó a todo el Imperio. En casi todas las obras de la época se alude a este hecho en términos de estupor. Gran parte de la opinión pública lo atribuyó al abandono de la antigua religión: "Perdiendo a sus dioses, Roma está perdida". Este convencimiento debió ser tan profundo, que Agustín escribió La Ciudad de Dios (redactada entre el 410 y el 426), para defender al cristianismo de la acusación de ser el causante de la decadencia de Roma. En el 430, los vándalos de Genserico, asedian la ciudad de Hipona (de la que es obispo san Agustín) y en el 476 (cuarenta y seis años después de la muerte de san Agustín), cae Roma. El Imperio de Occidente se fragmenta en una multitud de pequeños reinos gobernados por reyes germánicos, las ciudades comienzan una lenta decadencia, el mundo rural va cobrando una importancia que llegará a su apogeo con el feudalismo posterior. Todo ello configura una época de crisis marcada por la desaparición del mundo clásico y el inicio de la Edad Media. Con la división del Imperio a la muerte de Teodosio, la intelectualidad romana se fue desvaneciendo. En el Imperio de Occidente se hablaba latín y en el Imperio de Oriente griego. La falta de unidad lingüística generó problemas con las traducciones e interpretaciones de los distintos conceptos religiosos. Fue en los sínodos y concilios donde los intelectuales de la época trataron de sentar las bases de lo que sería el mundo cristiano. 24 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro San Agustín y los otros padres de la Iglesia contribuyeron a definir la ortodoxia cristiana frente a las herejías. En el arte hubo una decadencia generalizada desde el siglo II. El arte cristiano no fue una creación original: en arquitectura, los grandes templos (S. Juan de Letrán, Santa Sofía,…) toman como modelo las basílicas civiles romanas. La escultura y la pintura mantienen el estilo romano, y, por influencia de Bizancio, se desarrolla el mosaico. Los motivos artísticos tradicionales adquieren una significación religiosa: algunos mitos evocan el destino del alma, la decoración pastoril y campestre rememora el paraíso, los animales (paloma, cordero, pez, pavo real,…) forman parte de la simbología cristiana, junto con la cruz, de aparición tardía. También la poesía se pone al servicio del culto en forma de himnos, que obispos como San Hilario, San Ambrosio o San Agustín componen y utilizan en sus ceremonias. La relación de los primeros pensadores cristianos con la filosofía fue compleja. Mientras unos manifestaban su hostilidad, considerándola enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía un arma para defender con la razón sus creencias religiosas. Sin embargo, las características de la filosofía griega, que los latinos no hacen sino continuar, no permitían esperar una fácil síntesis entre ambas. El planteamiento griego del tema de Dios se limitaba a su interpretación como inteligencia ordenadora, causa final o razón cósmica, tal como aparece en Anaxágoras, Aristóteles y los estoicos. Para los cristianos Dios es el creador omnipotente y paternal, un ser providente, preocupado por los asuntos humanos hasta el punto de encarnarse en la figura de Jesús, sacrificado para la redención de nuestros pecados. No menor dificultad representa la adecuación de la noción de verdad del cristianismo a la filosofía griega; el origen divino de la verdad hace para los cristianos de su verdad, la Verdad. Esta postura es difícilmente reconciliable con la tendencia griega a la racionalidad y a la aceptación de los límites del conocimiento. También en el caso del hombre se parte de concepciones distintas. Para los cristianos, el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, está compuesto por un alma inmortal y un cuerpo mortal que resucitará al final de los tiempos para unirse a su alma. El hombre se someterá a un juicio definitivo y recibirá la recompensa o el castigo merecido por su conducta. El cristianismo introduce una concepción lineal de la historia, opuesta a la concepción cíclica de los griegos y las nociones de culpa o pecado y arrepentimiento o redención. A pesar de estas dificultades, los pensadores cristianos encuentran en el platonismo, el neoplatonismo y el estoicismo algunas coincidencias que les animan a inspirarse en la filosofía para justificar, defender, o simplemente comprender su fe. El mundo inteligible platónico se asimiló al “más allá” cristiano. La imagen del demiurgo, entidad "configuradora" del mundo sensible, se acercó a la del Creador. La idea de Bien, como fuente de toda realidad, se interpretó como una afirmación simbólica del monoteísmo y de la trascendencia de Dios. El dualismo antropológico, que concibe al ser humano como un compuesto de alma y cuerpo, la afirmación de la inmortalidad del alma y la idea de un juicio en el que se decide el posterior destino de las almas, se consideraron apoyos sólidos para la defensa de las creencias cristianas. Sin embargo, el cristianismo rechazó la doctrina platónica de la transmigración del alma (metempsicosis). Podemos hablar de “filosofía cristiana” desde el momento en que algunos cristianos utilizaron la filosofía griega con fines apologéticos, favoreciendo la difusión de la nueva religión. Esos primeros cristianos son los llamados Padres de la Iglesia, por lo que la primera filosofía cristiana de esta época se denomina Patrística. San Agustín, representante de los 25 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro padres latinos, al igual que los padres griegos (que ven en la revelación cristiana la culminación natural del saber filosófico) mantendrá una postura de conciliación entre Filosofía y Religión, aunque entendiendo siempre que la primera es únicamente un instrumento para la segunda (“comprende para creer y cree para comprender”), la filosofía está subordinada a la fe. Cuando Agustín comienza la elaboración de su síntesis filosófica parte de la adaptación de la filosofía al cristianismo realizada por los pensadores cristianos del siglo III. En su obra analizará los distintos sistemas filosóficos griegos, mostrando una especial admiración por Platón (pese a que, al parecer, sólo conocía el Fedón y el Timeo), recibiendo una fuerte influencia del neoplatonismo así como del estoicismo. LA FILOSOFÍA DE AGUSTÍN Conocimiento La relación de los primeros pensadores cristianos con la filosofía fue compleja. El origen divino de la verdad es difícilmente reconciliable con la tendencia griega a la racionalidad y a la aceptación de los límites del conocimiento. Mientras algunos padres de la Iglesia manifestaban su hostilidad hacia la filosofía, considerándola enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía un instrumento para justificar racionalmente sus creencias religiosas. San Agustín considera que la revelación cristiana es la culminación natural del saber filosófico. En su obra armoniza Filosofía y Religión, aunque entendiendo siempre que la razón está subordinada a la fe (“comprende para creer y cree para comprender”). Fe y razón no se excluyen, se complementan. Ni creer es algo irracional, ni el conocimiento racional destruye la fe. Existe una sola verdad (la revelada por la religión) y la razón puede contribuir a comprenderla mejor. "Comprende para creer” expresa el papel de la razón como instrumento de afirmación de la fe. “Cree para comprender” expresa la convicción de que sin los dogmas de la fe no podremos llegar a comprender la verdad: Dios y todo lo creado por Dios. Para superar las posiciones excluyentes, Agustín propone que la fe se sitúe como fin y principio de la especulación racional. Esta vinculación entre Razón y Fe supone una clara dependencia de la Filosofía en su relación con la Teología. Esta será una característica dominante en la filosofía cristiana posterior, al menos hasta la nueva interpretación de Tomás de Aquino. En el pensamiento de Agustín encontramos un permanente deseo de verdad. Este deseo le enfrenta al escepticismo -que conoció en el Hortensio de Cicerón-. Los escépticos niegan la posibilidad de alcanzar verdad alguna. San Agustín, sin embargo, comienza con la verdad de la propia existencia. En una anticipación del cogito cartesiano, Agustín niega que se pueda razonablemente dudar de la propia existencia, pues aun aunque todos mis juicios estuvieran siempre equivocados, si me equivoco, es porque existo ("si enim fallor, sum"). Asegurada la posibilidad del conocimiento, Agustín distingue, como Platón, dos tipos de conocimiento: el conocimiento sensible y el conocimiento racional. El conocimiento sensible es el grado más bajo de conocimiento, limitado a aquello que nos presentan los sentidos, es particular y mudable y sólo genera opinión (doxa). El conocimiento racional es el grado superior de conocimiento es el conocimiento universal y permanente. Agustín distingue dos niveles dentro del conocimiento racional. En el nivel inferior la razón alcanza lo que hay de universal y necesario en la realidad temporal. Es el tipo de conocimiento que llamamos “ciencia” (como los conocimientos matemáticos). Ese tipo de 26 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro conocimiento depende del alma, pero se produce a raíz del "contacto" con la realidad sensible. El nivel superior llamado por San Agustín sabiduría (el auténtico conocimiento filosófico) alcanzamos las verdades universales y necesarias, las ideas, en términos platónicos. La verdad que busca Agustín es la verdad necesaria, inmutable y eterna. Esa verdad no tiene su origen en la experiencia. Porque la verdad es algo distinto a la constatación empírica de un hecho, es el descubrimiento de una regla a la que se somete, y por muchas experiencias sensibles que acumulemos nunca sacaremos de ellas una regla necesaria. No extraigo de los objetos sensibles las verdades que les conciernen, sino del alma. El alma contiene en sí misma las reglas e ideas guías de la sensibilidad. El alma en su actividad inferior descubre el orden del mundo sensible, en su actividad superior conoce las verdades necesarias, inmutables y eternas, las ideas. Estas ideas son formas arquetípicas o esencias permanentes que se hallan contenidas en la mente divina. Dado su alejamiento de lo sensible -realidad en la que se encuentra el hombre-, las ideas sólo se pueden conocer mediante una especial iluminación que Dios concede al alma. El verdadero conocimiento depende, pues, de la iluminación divina. Hay en Agustín una gradación del conocimiento, que va desde lo sensible a lo inteligible, pero no un ascenso inmediato de unos niveles a otros. “En el interior del hombre habita la verdad”, pero el hombre no crea la verdad, la encuentra. La verdad se irradia desde Dios sobre el espíritu del hombre. Las ideas o esencias permanentes no están en el espíritu humano como cosa propia, se hallan contenidas en la mente divina y sólo se pueden conocer mediante la iluminación que Dios concede al alma. Esta Teoría de la Iluminación, que tiene sus antecedentes en la Sagrada Escritura (donde se habla de Dios como la luz que ilumina al hombre), en Platón (para quien la idea de Bien ilumina y hace inteligible toda realidad), en Aristóteles (que habla del entendimiento agente como la luz que ilumina las formas universales de las cosas) y en los neoplatónicos (que, igual que Agustín, situaron las ideas en el Nous o mente divina), ha dado lugar a diversas interpretaciones (ontologista, concordista, etc.). Esencialmente podemos destacar que la Teoría de la Iluminación de Agustín manifiesta un cierto apriorismo epistemológico, al defender que el alma humana contiene las ideas. Pero estas ideas están en Dios, encuentran su fundamento ontológico en la mente divina. Las ideas son el auténtico ser y la esencia de la verdad, y puesto que estas ideas son de Dios, Agustín puede decir que Dios es la Verdad. El acceso a la verdad requiere que el hombre se aleje del mundo sensible y se vuelva a lo espiritual, hacia el interior de sí mismo, donde encuentra las Ideas. Pero esas ideas le trascienden, le remiten a la mente divina, destacan nuestra dependencia ontológica del creador. Agustín manifiesta en este punto, lo que es una constante de su pensamiento, el tránsito de lo exterior a lo interior y de lo interior a lo superior (Dios). Hombre La cuestión del hombre es fundamental en el pensamiento de Agustín, que insiste en el conocimiento de sí mismo como clave de acceso a Dios. Sus Confesiones manifiestan una extraordinaria penetración del mundo interior, pero además del análisis descriptivo, encontramos en Agustín los grandes problemas filosóficos de la relación alma-cuerpo y del origen y naturaleza del alma. 27 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La antropología de Agustín conjuga platonismo y cristianismo. Agustín, como Platón, considera al hombre como la unidad de dos sustancias radicalmente distintas, un cuerpo y un alma; como el cristianismo, considera que el hombre es imagen de Dios. Sin oponerse claramente a la teoría hilemórfica de Aristóteles, Agustín piensa que el alma es una sustancia unida accidentalmente al cuerpo. En la más estricta tradición platónica, considera que el alma es lo importante. “El hombre es un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terreno” (Sobre las costumbres de la Iglesia Católica, I, 27, 52). De esta definición se deduce la sustancialidad del alma, fundada en la realidad del yo, su independencia y duración, y la consideración del cuerpo como un instrumento utilizado para llevar a cabo las operaciones del alma. Con ello destaca el valor superior del alma sobre el cuerpo, de lo espiritual sobre lo material. Agustín cree que “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza” (Génesis). Dios es Eternidad, Verdad y Amor. El alma humana, que tal como nos la presenta Platón en el Fedón, es simple e indivisible, posee tres facultades: memoria, entendimiento y voluntad, que se corresponden con la Trinidad de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La misma naturaleza del hombre hace posible encontrar a Dios en su interior. La memoria, por la que hace presente el pasado; la inteligencia, que busca la verdad; y la voluntad, que conduce al hombre a la felicidad. Ejercitar estas potencias es aproximarse a Dios. La naturaleza humana, sin embargo, ha sido dañada por el pecado original. La falta de Adán, transmite a la naturaleza humana una inclinación a la ignorancia y la concupiscencia. El hombre no puede salir del estado de caída en que se encuentra por sus propias fuerzas. Ha podido caer por su libre albedrío; pero su libre albedrío no le basta para levantarse. Agustín no cree, como creían los neoplatónicos y Pelagio, que el hombre pueda encontrar el camino de salvación por su cuenta. El hombre solo puede salir del estado de caída en que se encuentra con la ayuda de Dios, con la gracia divina. Esta gracia divina se manifiesta en la iluminación, por la que hombre alcanzar la sabiduría, y en la verdadera libertad que nos empuja a hacer exclusivamente el bien (posse non peccare). Esta concepción de una naturaleza humana debilitada por el pecado dejará su huella sombría en la antropología medieval cristiana. Agustín confiesa no haber alcanzado plena luz acerca de la cuestión del origen del alma. Su posición oscila entre el generacionismo (traducianismo) admitido en sus primeras obras, y el creacionismo admitido en obras posteriores. Según el generacionismo, el alma es generada por los padres al igual que el cuerpo, de este modo se podría explicar la transmisión del pecado original, pero plantearía el problema de la unidad y simplicidad del alma individual (¿Transmitirían los padres una parte de su alma a sus hijos? ¿Quedaría entonces la suya fragmentada?...). Según el creacionismo, Dios crearía el alma con ocasión de cada nuevo nacimiento, lo que plantearía problemas a la hora de explicar el pecado original (¿Crearía Dios almas imperfectas, manchadas por el pecado original?...). En todo caso, Agustín considera que el alma no es eterna sino inmortal. Rechaza la doctrina platónica de las diversas reencarnaciones del alma (transmigración, metempsicosis) y defiende la doctrina cristiana de la resurrección del hombre tras el juicio final. Dios y el mundo El tema que más ocupa a Agustín es el tema de Dios. Su filosofía es predominantemente una teología. Dios no es sólo la verdad a la que aspira el conocimiento, sino también el fin de la vida, pues solo el amor a Dios nos da la verdadera felicidad. 28 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Agustín no se preocupa de elaborar pruebas sistemáticas de la existencia de Dios, aunque propone diversos argumentos que la ponen de manifiesto. Entre ellos, el que a partir del orden observable en el mundo, concluye la existencia de un ser supremo ordenador; o el fundado en el consenso que todos los pueblos conocidos manifiestan en la creencia en dioses. Pero es al interior del hombre, a las ideas o verdades eternas, cuyo fundamento no puede estar en las cosas creadas, a donde San Agustín acostumbra a dirigirnos para encontrar a Dios. Agustín defiende el creacionismo: el mundo es el resultado de un acto libre de Dios (la creación); y el ejemplarismo: las esencias de todas las cosas se encuentran en la mente de Dios, son los modelos de los seres creados. Estas concepciones se complementan con la teoría hilemórfica de Aristóteles y la teoría de las rationes seminales, de origen estoico. De acuerdo con la teoría hilemórfica de Aristóteles, los seres materiales se componen de materia y forma, elementos constitutivos que se asocian a la potencialidad y a la actualidad. En el principio del mundo, en el momento de la creación, Dios ha creado todos los seres. Pero no todos aparecen en el momento original, porque no todos han sido creados en acto. Dios depositó en la materia una especie de semillas, las rationes seminales, que, dadas las circunstancias necesarias, germinarán, dando lugar a la aparición de nuevos seres que se van desarrollando con posterioridad al momento de la creación. Dios crea, pues, unos seres en acto y otros en potencia. Todos los seres han sido creados desde el principio del mundo, tanto los que aparecen en el momento original, como los que fueron apareciendo con posterioridad e incluso los no existentes todavía. Agustín distingue el modo de ser de Dios y las criaturas. Dios es el ser subsistente (summa essentia) y, como tal, es inmutable y eterno. Su papel es el de la Idea de Bien en La República de Platón, y, como en el platonismo, los seres creados son por participación (méthexis), es decir, necesitan del ser de Dios para existir, son contingentes y están sujetos al puro devenir, a la temporalidad. El creacionismo defendido por Agustín explica la existencia del universo como creación libre y voluntaria de Dios a partir de la nada (ex nihilo), lo que implica la no eternidad del mundo, su temporalidad y contingencia. No hay, sin embargo, un antes de la creación, pues el tiempo mismo nació con el mundo, “el tiempo mismo es criatura” (De Gen. Litt. Opus imp. III, 8). Ética (moral) La ética agustiniana, inspirada directamente por los ideales morales del cristianismo, utiliza elementos platónicos, aristotélicos y estoicos. Como estas escuelas, considera que la felicidad es el fin último y bien supremo del ser humano y está vinculada a la virtud. Agustín trata la cuestión de cómo puede alcanzarse la verdadera felicidad. Todo hombre desea ser feliz. Este deseo está relacionado con el amor, pues nadie desea lo que no ama. Pero no todo tipo de amor nos hace verdaderamente felices. Pues el amor nos lleva a identificarnos con el objeto amado y temer su pérdida. Por ello, sólo un bien eterno e imperecedero nos puede hacer de verdad felices, solo el amor a Dios nos da la verdadera felicidad. Este amor nos hace partícipes de su bondad eterna. Pues el ser humano viene a convertirse en lo que ama: si ama la tierra, será tierra; si ama a Dios será virtuoso y compartirá la eternidad con Él. En el terreno de la ética destacan las reflexiones de Agustín sobre el problema del mal, que plantea en el marco general de la concepción cristiana del mundo: si Dios, que lo ha creado todo, es la Suma Bondad ¿por qué existe el mal?. La doctrina de Agustín intenta preservar el creacionismo y exonerar a Dios de toda responsabilidad sobre el mal. En su respuesta rechaza el maniqueísmo, que considera que 29 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro bien y mal son dos formas de ser enfrentadas con orígenes distintos; de acuerdo con el neoplatonismo, Agustín considera que el mal no es una forma de ser, sino una privación o carencia de bien. Agustín disminuye la dimensión del mal. El mal representa un aspecto pequeño de un mundo mucho más grande, su existencia manifiesta la existencia de un orden, una armonía mayor. Además, Agustín no responsabiliza a Dios del mal que hay en el mundo. Todo lo creado es bueno por su origen (Dios) y existe del modo mejor posible. El mal no es ser, no es creación, sino carencia o privación de ser y de bien. El mundo no es Dios y por tanto es bueno pero no el Bien, esa distancia entre uno y otro es el espacio del mal. El mal físico depende de la mutabilidad y carencia de ser que hay en las cosas creadas. Pero la destrucción de una cosa queda compensada por la aparición de otra, su sucesión constituye el orden del universo. El mal moral es un alejamiento de Dios, causado por una voluntad de independencia respecto a la persona divina. El alma se aparta de su bien, que es Dios, y se hace esclava del cuerpo. El mal moral nace del uso inadecuado que el ser humano hace de su libre albedrío. Agustín diferencia el libre albedrío (liberum arbitrium) de la verdadera libertad. El libre albedrío es la posibilidad de elegir voluntariamente el bien o el mal. Aunque el libre albedrío, que justifica la justicia divina, se nos da para que obremos bien, Agustín cree, que sin la ayuda de Dios obtenida a través de la fe, el ser humano tiende siempre al mal, como consecuencia del pecado original que le somete a las inclinaciones del cuerpo, a la concupiscencia. Así pues, sólo con la gracia divina, que nos empuja a hacer exclusivamente el bien (posse non peccare), el ser humano puede redimirse de su condición y ser verdaderamente libre. De la misma manera que en el conocimiento el hombre necesita de la Iluminación divina, también en el comportamiento moral necesita de la ayuda de Dios. Solo con la gracia divina, el hombre alcanzará la virtud, la disposición de la voluntad a la caridad (amar a Dios), en la que reside la verdadera felicidad. Agustín expresa su desacuerdo con los neoplatónicos y el pelagianismo, que pensaban que el hombre por sí mismo podía alcanzar la virtud. Su convicción de que el ser humano tiene una fuerte predisposición al mal contagiará la antropología medieval cristiana. Política (sociedad) Agustín expone sus reflexiones acerca de la sociedad y la política en La ciudad de Dios, escrita a raíz de la caída de Roma en manos de Alarico y de la desmembración del Imperio Romano. Los paganos habían culpado a los cristianos del desastre, argumentando que el abandono de los dioses tradicionales a favor del cristianismo, convertido desde hacía tiempo en la religión del Imperio, había sido la causa de la pérdida del poder de Roma y de su posterior destrucción. Agustín defiende al cristianismo. Si el Imperio Romano había caído no se debía a los cristianos, sino a la Providencia, en cuyas manos está el sentido de la historia. En La ciudad de Dios se explica la caída de Roma en el marco de una concepción general de la historia. La historia manifiesta la lucha entre dos ciudades, la del Bien y la del mal, la de Dios y la terrenal, la de la luz y la de las tinieblas. 30 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro A diferencia de las posiciones clásicas que entienden el tiempo cíclico, san Agustín, al pensar la historia humana desde una perspectiva trascendente y recoger las creencias cristianas de la creación del mundo y de la salvación individual, defiende una concepción lineal del tiempo. La historia tiene un principio y un fin, y por eso tiene un sentido, es una línea que progresa desde la Creación hasta la llegada del Reino de Dios. Dios es principio y fin (telos) de la historia, todo surge de Él y volverá a Él. La ciudad de Dios, que se apoya en los textos sagrados del Apocalipsis, constituye una reflexión sobre la historia desde el punto de vista cristiano: la historia humana es una historia de salvación. La ciudad de Dios la componen cuantos siguen su palabra, los creyentes. La ciudad terrenal los que no creen. Las dos ciudades subsisten y se dan juntas en el mismo devenir histórico, pero sólo la ciudad de Dios, como ideal y fin (telos) de la historia, conseguirá triunfar e imponer la paz perpetua. Roma sucumbió a causa de su paganismo y su alejamiento de Dios. No todos los hombres protagonizan la historia de la misma manera. Desde un punto de vista metafórico, san Agustín afirma en su libro que cada uno de nosotros pertenece a una ciudad: a la ciudad de Dios o a la terrenal. La dos ciudades se fundamentan en el amor, pero una ama a Dios y la otra a sí misma, una tiene la promesa de la eternidad y la otra es efímera y contingente. Agustín no tiene ningún problema en participar en los asuntos temporales del Estado y la política. Comparte la teoría clásica de la sociabilidad natural, la sociedad es necesaria al individuo, sus instituciones se fundan en la naturaleza humana, y exhorta a los cristianos a participar en ella, bajo la condición de poner su corazón en Dios. Solo en un Estado cristiano puede haber verdadera justicia. La Iglesia, que encarna los principios cristianos, es superior al Estado y debe guiar y vigilar sus actuaciones. El poder temporal debe estar subordinado al poder espiritual. Hacia la ciudad de Dios debe dirigirse el ser humano ayudado por el magisterio de la Iglesia. La naturaleza humana debilitada por el pecado original jamás podrá conseguir este objetivo sin la gracia divina y este magisterio. Esta concepción de la relación Iglesia-Estado, abrirá la controversia acerca de los límites entre el poder espiritual y el poder temporal. TEXTO La obra elegida es Del libre albedrío. Escrita entre los años 368 y 395, la obra consta de tres libros que tratan del sentido de la libertad y del mal, intentando superar la contradicción entre un Dios bueno que todo lo ha creado y la existencia del mal. En el texto seleccionado san Agustín se pregunta por qué nos ha dado Dios el libre albedrío, causa del pecado (libro II, cap. 1) y tras responder que el libre albedrío ha sido dado para que el hombre elija el bien, se pregunta cómo es que siendo así obra el mal (libro II, cap. 2). Fragmentos Evodio: Explícame ya, si es posible, por qué ha dado Dios al hombre el libre albedrío de la voluntad, puesto que de no habérselo dado, ciertamente no hubiera podido pecar. Agustín: ¿Tienes ya por cierto y averiguado que Dios ha dado al hombre una cosa que, según tú, no debía haberle dado? Ev.: Por lo que me parece haber entendido en el libro anterior, es evidente que gozamos del libre albedrío de la voluntad y que, además, él es el único origen de nuestros pecados. Ag.: También yo recuerdo que llegamos a esta conclusión sin género de duda. Pero 31 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro ahora te he preguntado si sabes que Dios nos ha dado el libre albedrío de que gozamos, y del que es evidente que trae su origen el pecado. Ev.: Pienso que nadie sino Él, porque de Él procedemos, y ya sea que pequemos, ya sea que obremos bien, de Él merecemos el castigo y el premio. Ag.:También deseo saber si comprendes bien esto último, o es que lo crees de buen grado, fundado en el argumento de autoridad, aunque de hecho no lo entiendas. Ev.: Acerca de esto último confieso que primeramente di crédito a la autoridad. Pero ¿puede haber cosa más verdadera que el que todo bien procede de Dios, y que todo cuanto es justo es bueno, y que tan justo es castigar a los pecadores como premiar a los que obran rectamente? Ag.: (…) Si el hombre en sí es un bien y no puede obrar rectamente sino cuando quiere, síguese que por necesidad ha de gozar de libre albedrío, sin el cual no se concibe que pueda obrar rectamente. Y no porque el libre albedrío sea el origen del pecado, por eso se ha de creer que nos lo ha dado Dios para pecar. Hay, pues, una razón suficiente de habérnoslo dado, y es que sin él no podía el hombre vivir rectamente. Y, habiéndonos sido dado para este fin, de aquí puede entenderse por qué es justamente castigado por Dios el que usa de él para pecar, lo que no sería justo si nos hubiera sido dado no sólo para vivir rectamente, sino también para poder pecar. ¿Cómo podría, en efecto, ser castigado el que usara de su libre voluntad para aquello para lo cual le fue dada? Así pues, cuando Dios castiga al pecador, ¿qué te parece que le dice sino estas palabras: te castigo porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es, para obrar según razón? Por otra parte, si el hombre careciese del libre arbitrio de la voluntad, ¿cómo podría darse aquel bien que sublima a la misma justicia, y que consiste en condenar los pecados y premiar las buenas acciones? Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se hiciera sin voluntad libre. Y, por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado de libre albedrío, sería injusto el castigo e injusto sería también el premio. Mas por necesidad ha debido haber justicia, así en castigar como en premiar, porque éste es uno de los bienes que procede de Dios. Necesariamente debió, pues, dotar Dios al hombre de libre albedrío. Ag.: Veo que te acuerdas perfectamente del principio indiscutible que establecimos en los mismos comienzos de la cuestión precedente: si el creer no fuese cosa distinta del entender, y no hubiéramos de creer antes las grandes y divinas verdades que deseamos entender, sin razón habría dicho el profeta: Si no creyereis, no entenderéis. El mismo Señor exhortó también a creer primeramente en sus dichos y en sus hechos a aquellos a quienes llamó a la salvación. Mas después (…) dijo: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien enviaste. Después, a los que creían, les dice: Buscad y hallaréis; porque no se puede decir que se ha hallado lo que se cree sin entenderlo, y nadie se capacita para hallar a Dios si antes no creyere lo que ha de conocer después. Ag.: Pues, si respecto de la existencia de Dios juzgas prueba suficiente el que nos ha parecido que debemos creer a varones de tanta autoridad, sin que se nos pueda acusar de temerarios, ¿por qué, dime, respecto de estas cosas que hemos determinado investigar, como si fueran inciertas y absolutamente desconocidas, no piensas lo mismo, o sea, que, fundados en la autoridad de tan grandes varones, debamos creerlas tan firmemente que no debamos gastar más tiempo en su investigación? 32 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Ev.: Es que nosotros deseamos saber y entender lo que creemos. Ag.: (…) Pero ahora te he preguntado si sabes que Dios nos ha dado el libre albedrío de que gozamos, y del que es evidente que trae su origen el pecado. Ev.: Pienso que nadie sino Él, porque de Él procedemos, y ya sea que pequemos, ya sea que obremos bien, de Él merecemos el castigo y el premio. Ag.: También deseo saber si comprendes bien esto último, o es que lo crees de buen grado, fundado en el argumento de autoridad, aunque de hecho no lo entiendas. Ev.: Acerca de esto último confieso que primeramente di crédito a la autoridad. Pero ¿puede haber cosa más verdadera que el que todo bien procede de Dios, y que todo cuanto es justo es bueno, y que tan justo es castigar a los pecadores como premiar a los que obran rectamente? De donde se sigue que Dios aflige a los pecadores con la desgracia y que premia a los buenos con la felicidad. CUESTIONES 1. ¿Qué es la patrística? 2. Señala las diferencias más notables entre el pensamiento cristiano y la filosofía griega. 3. Señala los elementos platónicos y neoplatónicos que encontramos en el pensamiento de Agustín. 4. ¿Qué relación establece Agustín entre razón y fe? ¿Por qué decimos que en la obra de Agustín la Filosofía está al servicio de la Teología? 5. ¿Qué enfrenta Agustín al escepticismo? 6. ¿Qué tipos de conocimiento distingue Agustín y cómo los caracteriza? 7. ¿Por qué decimos que en Agustín hay una gradación del conocimiento pero no un ascenso inmediato de unos niveles a otros? 8. La Teoría de la Iluminación. 9. Señala los elementos platónicos y los elementos cristianos en la concepción del hombre. 10. ¿Qué consecuencias tiene el pecado original en la naturaleza humana? 11. ¿Cuál es el origen y el destino del alma? 12. ¿Qué pruebas ofrece Agustín sobre la existencia de Dios? 13. ¿Qué sostiene la concepción creacionista de Agustín? 14. ¿Qué elementos del pensamiento griego encontramos en la ética de Agustín? 15. ¿En qué consiste la felicidad? 16. ¿Qué es el mal? 17. ¿Qué llevó a Agustín a escribir La ciudad de Dios? 18. ¿Cuál es la concepción de la historia de Agustín? 19. ¿Qué dos ciudades conviven en la historia? 20. ¿Cómo debe ser la relación Iglesia-Estado? 21. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: maniqueísmo, neoplatonismo, pelagianismo, iluminación, gracia, ejemplarismo, creacionismo, monoteísmo, providencia, libre albedrío, libertad. 33 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro TOMÁS DE AQUINO (1224-1274) Hijo del conde de Aquino, a los cinco años entró de oblato en el monasterio de Monte Casino y a los veinte ingresó en los dominicos. Estudió en las universidades de Nápoles, París y Colonia, donde acompañó a su maestro Alberto Magno. En 1256 obtuvo el grado de maestro. Ejerció en la Universidad de París y en la corte pontificia. Entre sus obras destacan la Suma teológica, la Suma contra gentiles y Sobre el ser y la esencia. En el siglo XIII la organización social sigue siendo feudal, la sociedad está dividida en tres estratos (nobleza, clero y estado llano). Dentro del estado llano se va forjando una nueva clase social: la burguesía, formada por un conjunto de artesanos y comerciantes que habitan en las ciudades (burgos) y que, gracias al florecimiento del comercio, a la consolidación de los gremios artesanales y al apoyo de los monarcas, que pretendían debilitar a la nobleza feudal y reforzar su propio poder, irán conquistando una cierta autonomía a través de su participación en los gobiernos municipales. Comienzan a esbozarse los Estados de la Europa moderna, ligados a la consolidación de las grandes monarquías. Francia es el centro político y cultural e Inglaterra inicia el proceso para la primera monarquía parlamentaria. Sigue viva la idea de un Imperio Cristiano Universal, que ya en siglos anteriores causó graves enfrentamientos entre el Emperador y el Papa que se disputaban su hegemonía. En este siglo se fortalece el poder papal, gracias a la creación de las órdenes mendicantes y a la unidad de lucha contra los infieles (cruzadas). En el siglo XIII los principales centros culturales son las universidades (París, Oxford, Bolonia, Salamanca, etc.). Surgidas a partir de las escuelas catedralicias, progresan gracias a las traducciones de las obras de Aristóteles y de los filósofos árabes y judíos. La producción artística va encaminada a ensalzar la creación de Dios y a permitir la unión de la criatura con su Creador. La arquitectura refleja el poder, la riqueza y la influencia del cristianismo. Las catedrales góticas, ligadas al florecimiento de las ciudades, manifiestan una nueva actitud espiritual, que busca a Dios por medio de la metáfora de la luz y la altura. En pintura y escultura comienza a utilizarse la perspectiva. La nueva mentalidad se refleja en el cambio de temática. Se prefieren temas entrañables y humanos (como la representación de la Virgen con el Niño) aunque sin excesiva emotividad. La escultura está asociada a la arquitectura y los temas dejan de ser tan fantásticos y demoníacos como eran los románicos. Las figuras muestran la serenidad que proyecta el hombre de la época. Se desarrolla la literatura en lengua vulgar (narración, teatro y lírica). Algunas obras, como La divina comedia de Dante Aligheri (1265-1321), reflejan la cosmovisión cristiana: al universo geocéntrico y compuesto por esferas heredado del mundo griego, se le añade la idea de un Dios creador. Desde la muerte de San Agustín, en el año 430, hasta el llamado “renacimiento carolingio”, la cultura europea parece atravesar una época oscura. En el siglo IX se produce un notable resurgimiento de la actividad cultural promovido por Carlomagno, que encargó a Alcuino de York la fundación por todos sus dominios de escuelas monacales, catedralicias y palatinas. En un primer momento (siglos IX-XII), estas escuelas se dedican a recopilar y difundir los textos antiguos, formándose pensadores originales como Juan Escoto Erígena, Anselmo de Canterbury o Pedro Abelardo, que desarrollaron la filosofía cristiana medieval, llamada, por su origen, “escolástica”. 34 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Hasta el siglo XI sólo se conocía de Platón el Fedón y parte del Timeo, de Aristóteles Las categorías y el Organon. De la filosofía antigua se tenían las referencias de los neoplatónicos, de la patrística y de autores como Boecio, Isidoro de Sevilla o Pseudo-Dionisio Aeropagita. Con la reconquista de Toledo por Alfonso VI, se creó la Escuela de Traductores, que dio a conocer las obras de Aristóteles, Ptolomeo, Averroes, Avicena, Maimónides, etc. La creación de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos), para combatir las herejías y atender las nuevas necesidades espirituales de las sociedades urbanas, la fundación y auge de las universidades (París, Oxford, Bolonia, Salamanca), la difusión de las obras de los grandes autores de la antigüedad y de los comentarios árabes y judíos, hicieron del siglo XIII el período de máximo esplendor de la escolástica. En esta época de madurez se producen las grandes síntesis doctrinales entre filosofía y teología. La más completa es la realizada por Tomás de Aquino, que intenta armonizar el pensamiento cristiano con la filosofía de Aristóteles. Entre los temas de la escolástica del siglo XIII cabe destacar el problema de las relaciones entre razón y fe (entre Filosofía y Teología). En esta disputa se definen las posturas de los dialécticos: sólo son verdaderas aquellas proposiciones que pueden demostrarse racionalmente (Berengario de Tour), los antidialécticos: sólo vale la fe (Bernardo de Claraval), los averroístas: afirman la doctrina de la doble verdad, valen tanto las afirmaciones de la Filosofía como las de la Teología, aun cuando en ocasiones sean contradictorias (Siger de Bravante), la corriente agustiniana: no hay distinción clara entre fe y razón -cree para entender y entiende para creer- (Anselmo de Canterbury) y los franciscanos: la razón debe aplicarse únicamente al ámbito natural, la fe es la que nos permite alcanzar la unión mística con Dios (Buenaventura). En este tema, Tomás aportará una nueva concepción que considera a la razón y la fe dos fuentes diversas de conocimiento, articulará la relación entre ellas, justificará el uso de ambas, pero no admitirá que lleguen a resultados distintos, que haya una doble verdad. Relacionado con el problema de la razón y la fe está el problema de los universales. La pregunta por el estatus ontológico de los rasgos comunes que apreciamos en las cosas. En esta disputa se definen tres posturas: el realismo: los universales existen con independencia de las cosas sensibles (Agustín), el nominalismo: los universales son sólo palabras, sin referente real alguno más allá de las representaciones siempre individuales que les acompañan (Ockham), y el conceptualismo: los universales existen particularizados en las cosas sensibles y son conocidos por nuestro entendimiento (Aristóteles). El realismo y el conceptualismo, que consideran que la razón puede representarse realidades no sensibles, revalorizan el papel de la razón en el conocimiento de Dios. Por el contrario, el nominalismo, devalúa la vía racional en ámbito de la teología. El problema del sentido y la posibilidad de demostrar la existencia de Dios es otra de las cuestiones características. El argumento más importante de la escolástica anterior es el argumento ontológico de san Anselmo, que pretendía a partir del concepto de Dios concluir su existencia. Tomás de Aquino rechazará este argumento. También es importante destacar el problema de la distinción entre Dios y las criaturas. El neoplatonismo, que tuvo gran influencia en la patrística y en comentaristas árabes como Avicena, habla de la creación en términos emanantistas, cayendo en el panteísmo que ya Agustín pretendió evitar buscando una distinción clara entre Dios y las criaturas. Tomás de Aquino establecerá una nueva distinción, fundada en los conceptos de esencia y existencia. 35 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Por último, el tradicional problema de las relaciones entre la Iglesia, depositaria de la fe y de la autoridad moral y religiosa, y el Estado, detentador del poder terrenal. Como los anteriores, también trata Tomás este asunto. LA FILOSOFÍA DE TOMÁS DE AQUINO La obra de Tomás de Aquino intenta armonizar el cristianismo con la filosofía de Aristóteles. Cumple el proyecto de su maestro, Alberto Magno, que conocía y valoraba la obra de Aristóteles acerca de la naturaleza y no renunciaba a recuperar para el cristianismo la totalidad de su sistema. Tomás, llevará a cabo esta recuperación, intentando reconciliar Teología y Filosofía. Conocimiento El conocimiento de la obra de Aristóteles avivó la polémica entre la razón y la fe; entre la Teología, expresión de la fe, y la Filosofía, construida desde la razón. En esta disputa se definen las posturas de los dialécticos: sólo son verdaderas aquellas proposiciones que pueden demostrarse racionalmente (Berengario de Tour); los antidialécticos: sólo vale la fe (Bernardo de Claraval); los averroístas: hay una doble verdad valen tanto las afirmaciones de la razón (Filosofía) como las de la fe (Teología), aun cuando en ocasiones puedan ser contradictorias (Siger de Bravante); la corriente agustiniana: no hay distinción clara entre fe y razón, que proceden conjuntamente -cree para entender y entiende para creer- (Anselmo de Canterbury); y los franciscanos: la razón debe aplicarse únicamente al ámbito natural, la fe es la que nos permite alcanzar la unión mística con Dios (Buenaventura). Tomás aportará una nueva posición que considera a la razón y la fe dos fuentes diversas de conocimiento, articulará la relación entre ellas, justificará el uso de ambas, pero no admitirá que lleguen a resultados distintos, que haya una doble verdad. Tomás, convencido de que si Dios ha creado al hombre como ser racional es porque quiere que use la razón para obtener la verdad, define su posición partiendo de la concepción aristotélica del conocimiento, la teoría de la abstracción. Según esta teoría, el objeto adecuado del entendimiento humano son las cosas sensibles despojadas de su materialidad y particularidad por un proceso de abstracción. Las sensaciones múltiples que recibimos de las cosas son unificadas por el sentido común, que nos proporciona una imagen particular del objeto. Esta imagen es retenida por la fantasía o imaginación, y sobre ella obra el entendimiento agente iluminando los rasgos universales, que contemplados por el entendimiento paciente, constituyen el concepto, representación de las formas inmateriales y universales de las cosas. La teoría de la abstracción señala el método y subraya la limitación de la razón humana en el conocimiento de Dios (Dios es un ser espiritual, no sensible). La fe proporciona un conocimiento más allá de esos límites y por ello no sustituye a la razón, sino que la perfecciona. Sin embargo, la razón y la fe (la filosofía y la teología), no se distinguen principalmente por sus contenidos, comunes en algunos casos (preámbulos de la fe), sino por ser dos fuentes diversas de conocimiento. La razón partiendo del conocimiento sensible, asciende hacia lo espiritual. La fe no necesita de este proceso, la palabra de Dios nos ofrece un conocimiento directo. La razón puede extraviarse en su camino, la fe nos pone siempre en la verdad, es un conocimiento infalible. 36 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La razón y la fe, aun siendo dos fuentes diversas de conocimiento, se complementan cuando sus contenidos son diversos y, también, cuando tratan contenidos comunes (los preámbulos de la fe), la razón aporta métodos y contenidos para esclarecerlos y la fe actúa como criterio de verdad. A diferencia de Agustín, que pensaba que la fe estaba al principio y al final de la investigación racional, Tomás considera que la razón no debe apoyarse en la fe. La verdad nos es dada a través de la fe, pero no entra en conflicto con los resultados que alcanza la razón cuando procede correctamente. No hay doble verdad: Teología y Filosofía no proceden del mismo modo, pero hay acuerdo en sus afirmaciones. Dios y el mundo Como en otras cuestiones, en el tema de Dios, Tomás intenta conciliar sus creencias cristianas con la filosofía, fundamentalmente aristotélica. Su teología natural o racional, a diferencia de la teología revelada, quiere servirse únicamente de la razón para conocer a Dios. Se divide en dos partes: teología existencial y teología esencial. La teología existencial se ocupa de demostrar la existencia de Dios. Esta demostración tiene sentido y está al alcance de la razón humana. Tomás presentó cinco pruebas, las llamadas “cinco vías”. Son pruebas a posteriori (parten del conocimiento que tenemos de los seres sensibles). Tomás rechaza cualquier otro tipo de demostración de la existencia de Dios. Critica explícitamente el argumento ontológico de San Anselmo y manifiesta su desacuerdo con la tradición agustiniana, que considera a las ideas que el hombre descubre en su alma el punto de partida adecuado para esta demostración. En todas las vías podemos descubrir cuatro elementos esenciales: - El punto de partida, siempre un efecto universal patente en los seres creados. - El principio de causalidad eficiente. - El principio de la imposibilidad de un recurso al infinito en la serie de las causas. - El término final, la existencia Dios bajo la forma de un atributo. El contenido de cada vía se especifica señalando su punto de partida y de llegada: - La primera va de los seres que se mueven al primer motor inmóvil. - La segunda va de los efectos a la causa primera. - La tercera va de los seres contingentes al ser necesario. - La cuarta va de los grados de perfección de los seres creados a la perfección suma. - La quinta va de los seres ordenados a un fin al ordenador supremo del universo. La teología esencial se ocupa de qué es Dios, de sus propiedades o atributos. Para su desarrollo se apoya en la analogía o semejanza existente entre Dios y las criaturas. Este conocimiento analógico se desenvuelve en tres vías: - Vía afirmativa: consiste en atribuir a Dios todas las perfecciones que observamos en las criaturas y que no encierran en su esencia ninguna imperfección. - Vía negativa: consiste en negar de Dios todo aquello que encontramos en los seres creados y que encierra alguna imperfección. - Vía eminencia: consiste en elevar al infinito las perfecciones atribuidas en la vía afirmativa. A las dos estructuras ontológicas fundamentales: materia/forma, potencia/acto, establecidas por Aristóteles, Tomás añade una tercera: esencia/existencia. Esta distinción, procedente de los comentaristas árabes (Alfarabi, Avicena) y judíos (Maimónides), le sirve para establecer la distinción fundamental entre los seres creados y el Ser Creador. 37 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Por esencia entiende el conjunto de características que definen propiamente a un ser determinado, aquello por lo que algo es lo que es y no otra cosa. Por existencia entiende el hecho de que las cosas sean realmente, aquello en virtud de lo cual una sustancia es llamada a ser. Esta distinción es asimilada a la distinción aristotélica de potencia/acto. La esencia define las posibilidades de existir que tiene un ser, la existencia actualiza esas posibilidades, las realiza. Los pensadores cristianos consideraron que Dios, a diferencia de las criaturas, era un ser simple, pero acentuaron que esta simplicidad residía en estar liberado de la composición materia y forma que afecta a todos los seres creados. Santo Tomás estará de acuerdo con estos pensadores en la absoluta simplicidad de Dios, frente a la composición característica de todas las criaturas, pero a diferencia de autores anteriores, destaca que la composición de la que participan todas las criaturas no es la de materia y forma, que afecta únicamente a una parte de los seres creados, los seres materiales, sino la de esencia y existencia. Los seres creados son contingentes, su existencia no depende de ellos mismos, su esencia no incluye la existencia. El Ser Creador, sin embargo, es el Ser Necesario, aquel en el que esencia y existencia se identifican. Dios en el pensamiento tomista es forma pura, acto puro y la existencia misma de la que participan todos los demás seres en diversos grados. Tomás aplica la doctrina aristotélica de la analogía del ser para afirmar que la existencia se predica de Dios y de las criaturas de un modo análogo. Dios es la existencia misma, las criaturas tienen la existencia en la medida en que participan de Dios. El concepto de participación, de raigambre platónica, le permite establecer una jerarquía entre los seres, como hicieron los neoplatónicos y Pseudo-Dionisio Aeropagita. Esta jerarquía va desde las criaturas materiales a las inmateriales, y tiene en su cúspide al ser creador, Dios (Ipsum esse subsistens). Hombre Como en otros apartados, en su antropología Tomás trata de armonizar el cristianismo con el pensamiento de Aristóteles. El hombre es concebido, de acuerdo con la teoría hilemórfica, como un compuesto de cuerpo (materia) y alma (forma). En el alma humana podemos distinguir tres funciones: vegetativa, sensitiva y racional. La vegetativa se ocupa de la nutrición y de la reproducción. La sensitiva se ocupa del movimiento, del conocimiento sensible y de los apetitos. La racional se ocupa del pensamiento y del querer. Las funciones vegetativa y sensitiva están estrechamente ligadas al cuerpo. Sin embargo, en su función racional, el alma no está sometida al cuerpo; pues el discurso racional, una vez alcanzados los conceptos, puede desarrollarse de manera autónoma, y la voluntad es libre, no está determinada en sus acciones por los apetitos corporales. Esta independencia del cuerpo manifiesta que el alma no es únicamente su principio vital, sino que tiene un carácter espiritual. Este carácter espiritual, unido al deseo natural de inmortalidad que Dios ha puesto en el hombre, justificaría la inmortalidad del alma. Aristóteles consideró que el alma racional es la que caracteriza al hombre, pero su defensa de la unidad sustancial del alma y el cuerpo (del que no tiene una valoración negativa), dificulta justificar la inmortalidad del alma. No obstante, Aristóteles afirma que hay una función del alma (el intelecto agente) que es separado, inmortal y eterno. Esta afirmación fue interpretada por Averroes en la línea del monopsiquismo (un mismo entendimiento agente para todos los hombres). 38 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Tomás, que funda también en la independencia de algunas funciones del entendimiento, el carácter espiritual del alma humana y su inmortalidad; no acepta el monopsiquismo de los autores árabes y adopta la concepción patrística del alma individual e inmortal. En cuanto al origen del alma, Tomás adopta el creacionismo, el alma es creada por Dios para cada uno de los seres humanos. Ahora bien, el término de esta acción creadora no es el alma sola, Dios crea al hombre completo, compuesto de alma y cuerpo; pues, a pesar de que el alma pueda existir separada (es espiritual e inmortal), posee una inclinación natural a la unión con el cuerpo (que serviría para justificar la resurrección al final de los tiempos). Según una teoría que ya se encontraba en su maestro Alberto Magno, Tomás afirma que el alma humana es única, a la vez vegetativa, sensitiva y racional. Esa misma alma preexiste ya en el embrión, aunque se desarrolla de manera gradual, primeramente como nutritiva, después como sensitiva y, por último, como intelectiva (Suma teológica I, 118, 2 ad. 2). Esta teoría es contraria a la opinión de Avicena y la mayoría de los contemporáneos de Tomás, que defendían que en el hombre hay tres almas. Dios no es sólo el origen del hombre, sino también su fin. El fin último del ser humano, su bien supremo, es la felicidad (eudemonía), que consiste en la visión beatífica de Dios. La eudemonía se alcanza, obrando de acuerdo con la ley natural, que, a diferencia de la necesidad con que ordena la conducta de los demás seres naturales, se presenta al ser humano como ley moral, respetando su libertad. Los preceptos de la ley natural se orientan al cumplimiento de las tendencias de la naturaleza humana. En tanto que sustancia, la ley natural obliga al hombre a preservar la propia existencia, en tanto que animal, a procrear y cuidar de los hijos, y en tanto que racional, a buscar la verdad y vivir en sociedad. En resumen, el hombre ocupa un lugar privilegiado entre los seres naturales, está en el límite entre los seres materiales y espirituales, por ser una unidad de cuerpo (materia) y alma (forma). El estado natural del alma humana es estar unida al cuerpo del que depende para realizar gran parte de sus actividades. Sin embargo, que el alma sea capaz de realizar ciertas actividades (como el pensamiento) con independencia del cuerpo, es un indicio de que es de naturaleza espiritual y, por ello, incorruptible (inmortal). Ética (moral) La ética de Tomás de Aquino conjuga en términos cristianos el finalismo, el eudemonismo y el intelectualismo característicos del pensamiento de Aristóteles. Todos nuestros actos se orientan a un fin que es el bien que persigue el agente. El fin último del ser humano, su bien supremo, es la felicidad (eudemonía), que consiste en la visión beatífica de Dios. Este fin último y trascendente es el que nos permite dividir los actos humanos en buenos y malos, según nos acerquen o nos alejen de él. Para saber cuál es el caso hay que observar si nuestras acciones son o no conformes a la ley natural. La ley natural es la parte de la ley eterna que afecta a los seres naturales. La ley eterna expresa el plan de la mente divina para toda la creación y la ley natural en lo que atañe a la naturaleza. La ley natural, a diferencia de la necesidad con que ordena la conducta de los demás seres naturales, se presenta al ser humano como ley moral, respetando su libertad. 39 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La ley natural, en tanto que principio ordenador de la conducta humana, se manifiesta en los diez mandamientos y expresa las inclinaciones o disposiciones que la razón capta como buenas y dignas de seguir. La ley natural, es evidente, universal e inmutable. El precepto fundamental de la ley natural es hacer el bien y evitar el mal. De este primer principio práctico se siguen un conjunto de normas de conducta de carácter general orientadas al cumplimiento de las tendencias de la naturaleza humana. En tanto que sustancia, la ley natural obliga al hombre a preservar la propia existencia, en tanto que animal, a procrear y cuidar de los hijos, y en tanto que racional, a buscar la verdad y vivir en sociedad. Política (sociedad) Como Aristóteles, Tomás de Aquino considera que el hombre es un ser social por naturaleza. El fin de la vida social es el bien común, que incluye la producción y justa distribución de los bienes económicos, la paz social y el perfeccionamiento de los ciudadanos para que puedan alcanzar el fin último individual. El comportamiento de los individuos en sociedad debe regularse mediante la ley positiva, que concreta y prolonga la ley natural. Como Aristóteles, Tomás considera que la ley positiva no debe mantener una aptitud neutral entre posturas morales divergentes, la ley debe proporcionar un entorno que refuerce los impulsos morales y reprima los inmorales La relación existente entre la ley positiva y la ley natural dirigió el pensamiento tomista hacia el problema de las relaciones Iglesia/Estado. Si bien la autoridad política competente es el monarca, la Iglesia debe permanecer vigilante, pues a ella está encomendada la misión de orientar al hombre en su camino hacia la verdadera felicidad. TEXTO El texto seleccionado es de la Summa Teológica. Esta obra, escrita entre el 1265 y el 1272, sintetiza el pensamiento cristiano explicado desde la filosofía y cumple el propósito de “exponer las verdades de la religión cristiana en forma apta para la enseñanza de los principiantes” (Prólogo). Consta de tres partes, la primera de ellas, de la que procede el texto elegido (la cuestión 2. artículos 1, 2, 3.), trata los temas característicos de la metafísica cristiana. Concretamente, nuestro texto se ocupa de si la existencia de Dios es una verdad evidente (artículo 1), de si es demostrable (artículo 2) y de cómo puede ser demostrada (artículo 3). El punto de partida de la teología existencial podemos situarlo en la cuestión siguiente: ¿tiene sentido intentar demostrar que Dios existe? A esta cuestión cabe responder afirmativa o negativamente. Esta última respuesta puede fundarse en dos consideraciones: a) es innecesario y b) es imposible. Aquellos que defienden (a) sostienen que la existencia de Dios es evidente por sí misma y que, por ello, no necesita demostración. Tomás está de acuerdo en que la proposición “Dios existe” es evidente por sí misma; pero ello no hace innecesaria la demostración de la existencia de Dios. Una cosa es que una proposición sea evidente por sí misma y otra que sea evidente por sí misma y para nosotros. Sólo en este último caso, que no es el de la proposición “Dios existe”, sería innecesaria toda demostración. Una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está incluido en la definición del sujeto. En la proposición “Dios existe” el predicado está incluido en el sujeto, 40 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro al ser Dios la existencia misma. Sin embargo, esta proposición evidente por sí misma, no es evidente para aquellos que, teniendo un conocimiento confuso de la esencia divina, ignoran que la existencia es la esencia misma de Dios. Para estos, es necesario demostrarla. Hay que destacar en este primer artículo la exposición, en el punto 2, del famoso argumento ontológico de San Anselmo: “...con este nombre (Dios) expresamos lo que es más grande que cuanto se puede concebir, y más grande será lo que existe en el entendimiento y en la realidad que lo que existe sólo en el entendimiento. Por consiguiente, si por el hecho de entender su nombre, existe Dios en el entendimiento, síguese que existe también en la realidad. Luego que Dios existe es evidente por sí”. A este argumento pone Tomás dos objeciones: 1) No todos entienden por “Dios” “aquello mayor de lo cual nada puede pensarse”. Esta objeción pretende acentuar un posible desconocimiento de la esencia divina, que pone de manifiesto que la proposición “Dios existe” no tiene por qué ser evidente para nosotros, por lo que tiene que ser demostrada. 2) Hay en este argumento un tránsito ilegítimo del orden del pensar al orden del ser. Aun cuando admitamos que la idea del ser más grande que cuanto se puede concebir incluye la de la existencia. No es lo mismo la existencia real que la simple idea de existencia. En el artículo 2, Tomás de Aquino analiza tres argumentos encaminados a defender que es imposible una demostración de la proposición “Dios existe”. El primero afirma que la existencia de Dios es un artículo de fe y, por ello, no es demostrable. Santo Tomás considera que la proposición “Dios existe” no es un artículo de fe, sino un preámbulo de la fe asequible a la razón y demostrable por ella. Estos preámbulos estarían en la zona de intersección entre la razón y la fe, son contenidos comunes a ambas fuentes. El segundo afirma que el fundamento de una demostración es lo que el sujeto es, y de Dios no podemos saber lo que es. Tomás, sin embargo, no considera preciso un conocimiento riguroso de la esencia divina para poder demostrar su existencia, bastaría el conocimiento de Dios desde sus efectos para poder demostrar su existencia a partir de ellos. El tercero afirma que sólo cabe demostrar la existencia de Dios a partir de sus efectos (a posteriori), pero dicha demostración es imposible debido a la desproporción existente entre Dios y las criaturas. El aquinatense acepta que se descarte toda demostración a priori (fundada en la causa de aquello que se pretende demostrar) y a simultaneo (fundada en la esencia de aquello que se pretende demostrar) de la existencia de Dios. Sin embargo, no está de acuerdo en que se descarte la demostración a posteriori basándose en el argumento de la desproporción. La proporción de los efectos y la causa es una condición necesaria para tener un conocimiento riguroso de la causa a partir de los efectos. Pero cuando de lo que se trata es únicamente de demostrar que la causa existe, no importa que haya desproporción. Sería suficiente con demostrar que tales efectos lo son de tal causa, de tal manera que no existirían tales efectos si la causa no existiera. Una vez refutados todos los argumentos propuestos para justificar una respuesta negativa a nuestra pregunta inicial, Tomás emprende la demostración de la existencia de Dios por cinco vías. El comentario general a las mismas ha sido expuesto en el tema, por lo que vamos a añadir únicamente algunas consideraciones. En primer lugar hay que hablar de un principio que ha sido malentendido en múltiples ocasiones. Cuando el autor dice que una serie infinita es imposible, no piensa en una serie infinita en el tiempo, sino en una serie infinita en el orden ontológico de dependencia. Si el mundo existiera desde la eternidad, cosa que el autor admite como una 41 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro posibilidad abstracta, nos encontraríamos con una serie temporal infinita, pero toda ella constaría de seres contingentes, pues el hecho de ser sin principio en el tiempo no les convierte en necesarios. Es a la hora de explicar la dependencia ontológica característica de los seres contingentes, cuando no nos estaría permitido recurrir a una serie infinita. Habría que concluir la existencia de un ser que no fuera en sí mismo dependiente. En segundo lugar, hay que hacer notar que Tomás de Aquino es principalmente un teólogo, por ello no se preocupó tanto de tratar exhaustivamente la cuestión de la existencia de Dios, como de probar de manera resumida aquello que para él era un preámbulo de la fe. En consecuencia utiliza pruebas tradicionales que se apoyan fundamentalmente en Aristóteles -la cuarta vía fórmula, sin embargo, un argumento de origen platónico- y que habían sido propuestas por autores anteriores (Avicena, Averroes, Maimónides, etc). Entre las vías Santo Tomás manifiesta cierta preferencia por la primera, a la que denomina “via manifestior”, y a la que dedica una amplia explicación en la Summa contra Gentiles. Por último, dado que Tomás buscaba argumentos para probar la existencia del Dios en el que creía, no tuvo reparos en identificar el primer motor, etc. con el Dios cristiano. Fragmentos La evidencia de algo puede ser de dos modos. Uno, en sí misma y no para nosotros; otro, en sí misma y para nosotros. Así, una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto del sujeto, como el hombre es animal, ya que el predicado animal está incluido en el concepto de hombre. De este modo, si todos conocieran en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto, la proposición sería evidente para todos…. Por el contrario, si algunos no conocen en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto, la proposición será evidente en sí misma, pero no lo será para los que desconocen en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto…Por consiguiente, digo: La proposición Dios existe, en cuanto tal, es evidente por sí misma, ya que Dios sujeto y predicado son lo mismo, pues Dios es su mismo ser, como veremos. Pero, puesto que no sabemos en qué consiste Dios, para nosotros no es evidente, sino que necesitamos demostrarlo a través de aquello que es más evidente para nosotros y menos por su naturaleza, esto es, por los efectos. La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios. 42 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro CUESTIONES 1. ¿Cuáles son los temas fundamentales de la escolástica del siglo XIII? 2. Define la posición de Tomás de Aquino en el tema de la relación entre Razón y Fe frente a las posiciones de la época. 3. Explica la siguiente afirmación: “La teoría de la abstracción indica el método y subraya la limitación humana en el conocimiento de Dios”. 4. ¿Qué diferencia, según Tomás de Aquino, la razón de la fe y que colaboración puede establecerse entre ellas? 5. Explica la clasificación de la Teología que hace Tomás. 6. ¿De qué tipo son las pruebas que Tomás propone para demostrar la existencia de Dios? 7. Explica la estructura común de las cinco vías. 8. ¿Por qué decimos que la teología natural esencial es analógica? ¿Por qué tres vías se desarrolla esta analogía? 9. ¿Cuál es la distinción fundamental entre Dios y las criaturas? 10. ¿Cómo caracteriza Tomás a Dios? 11. Define la concepción tomista del hombre. 12. ¿Cómo justifica Tomás la inmortalidad del alma humana? 13. ¿Cuál es el origen del alma? 14. ¿Cuál es el lugar del ser humano en la ontología tomista y cómo se le caracteriza? 15. ¿Cuál es el fin último del hombre y cómo se alcanza? 16. Explica la relación entre ley eterna, ley natural, ley moral y ley positiva. 17. Señala las tendencias naturales del ser humano y los preceptos que de ellas se derivan. 18. ¿Cuáles son los fines de la política y cuál de ellos justifica prioritariamente la intervención de la Iglesia en este terreno? 14. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: escolástica, panteísmo, teología natural, teología revelada, teología existencial, teología esencial, esencia, existencia, ser en potencia, ser en acto, ser contingente, ser necesario, ley eterna, ley natural, ley moral, ley positiva. 43 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro RENÉ DESCARTES (1596-1650) Tras el Renacimiento, Europa atraviesa una época de crisis, es escenario de revueltas, guerras civiles y guerras religiosas. La Iglesia católica reacciona a la Reforma protestante con la Contrarreforma, que estableció una fuerte vigilancia sobre el pensamiento con objeto de mantener una unidad doctrinal, puesta en ocasiones al servicio de los intereses del Estado. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que el propio Descartes se alistó voluntario, deseoso de “leer en el gran libro del mundo”, se inició como un conflicto religioso, entre príncipes protestantes alemanes y la dinastía católica de los Habsburgo, pero acabó siendo una lucha por la hegemonía en el continente. Tras la paz de Westfalia (1648), los Habsburgo perdieron su dominio. España, hasta entonces la nación más poderosa del mundo, comenzó una rápida decadencia. Francia e Inglaterra tomaron el relevo como potencias emergentes, junto con los Países Bajos que, gracias a su actividad comercial, se convirtieron en un gran centro económico. Las grandes naciones europeas se organizan en monarquías absolutas, que, como la de Luis XIV (1643 -1715), concentran todos los poderes ("El Estado soy yo"). Los monarcas aprovecharon la ayuda económica y cultural de la burguesía para modernizar el Estado. Sus servicios fueron premiados con títulos nobiliarios, pero no se les permitió la participación política, reservada para la nobleza tradicional terrateniente. La crisis económica, fruto de la guerra y de las malas cosechas provocadas por las catástrofes del clima, trajo el hambre y la enfermedad. Muchos campesinos marcharon a las ciudades, convirtiéndose en trabajadores de la manufactura, pero esto no les libró de las malas condiciones de vida que afectaban a la mayor parte de la población y que causaron frecuentes revueltas y represiones. La angustia, provocada por las distintas crisis que atraviesan la época, se manifestó en el ámbito espiritual. El siglo XVII es el siglo del Barroco (1600-1750). La nueva sensibilidad artística expresa la fugacidad, el pesimismo, el desorden y el desengaño. La pintura barroca se caracteriza por el claroscuro, que alcanza en Rubens, Vermeer, Rembrandt, Velázquez y el Greco cotas inigualables. En literatura, la producción teatral es espléndida, destacan Shakespeare, Molière, Lope de Vega y Calderón de la Barca, que expresa de forma sublime la representación de la vida como sueño y tragedia. También destacan en otros géneros Cervantes y Quevedo. Descartes, en el desarrollo de su duda metódica, utilizará alguno de los motivos característicos del arte de la época (la consideración de que los sentidos nos engañan, la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño). La proliferación de libros impresos facilitó que la cultura saliera de los círculos eclesiásticos y entrase en los salones. El latín empieza a perder la exclusividad como lengua culta y se publican muchos libros en las lenguas nacionales. El Discurso del método de Descartes fue una de las primeras obras escritas en francés, con lo que manifiesta su renuncia a la filosofía escolástica y el deseo de llegar a un mayor número de lectores. La escolástica es la filosofía oficial de las universidades. Los autores renacentistas habían vuelto su mirada, más allá de ella, hacia el pensamiento clásico; los modernos, sin embargo, pretenden sustituir la vieja filosofía por una más acorde con la nueva ciencia basada en el poder deductivo de la razón. Frente a la falta de autonomía y libertad de pensamiento instalada en las universidades, controladas por católicos o protestantes, el conocimiento empezará a desarrollarse en sociedades como la Academia parisina de las Ciencias (1635) o la Royal Society inglesa (1660). 44 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro El XVII es el siglo de la Revolución Científica. En la obra de Kepler, Galileo y, Newton, el mundo no se interpreta ya como un organismo vivo dominado por la causa final, sino como una gran máquina en la que el hombre ya no está en el centro. La nueva ciencia acaba con la concepción aristotélico-escolástica del universo. Descartes extenderá este mecanicismo incluso a los cuerpos vivos. El derrumbe del edificio aristotélico (creencia común durante tantos siglos), generó una actitud de desconfianza, que tiene, al principio de la modernidad, dos expresiones diversas. Para algunos autores, la caída del aristotelismo es una prueba de la incapacidad humana de alcanzar la verdad, por lo que la única actitud posible es el escepticismo; Montaigne, por ejemplo, se sitúa en la línea del escepticismo pirrónico, un escepticismo teórico que se refugia en la conciencia moral en medio del desamparo del mundo. La segunda expresión de esa desconfianza no ve en el fracaso del pensamiento anterior una prueba de la incapacidad humana de alcanzar la verdad, sino una muestra de la utilización inadecuada de nuestras capacidades. Para Bacon y Descartes, la cuestión urgente es encontrar un método que nos garantice alcanzar un saber firme y riguroso. Su propuesta rechaza la dependencia de la autoridad, rompe con la tradición escolástica y con la quimérica visión renacentista del mundo y se vincula a la nueva ciencia. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES Conocimiento (y ontología) Con Descartes se inicia la filosofía moderna. Es el fundador de la corriente racionalista, que se caracteriza por defender estas dos tesis: - Todo nuestro conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de ciertas ideas y principios evidentes, como ocurre en las Matemáticas. - Hay ideas y principios innatos, que la mente puede extraer de sí misma sin necesidad de experiencia. Descartes considera que el fracaso de la filosofía, a la hora de dar respuesta a determinadas cuestiones, no manifiesta la incapacidad de la razón humana para alcanzar la verdad (como sostenían los escépticos), sino la utilización de un método inadecuado. Por ello, propone un método que nos permita evitar el error y descubrir la verdad, un método que haga de la filosofía un saber riguroso, una ciencia estricta al estilo de las Matemáticas. La consideración positiva de las Matemáticas es característica del Racionalismo. De hecho, el método propuesto por Descartes no difiere sustancialmente del método matemático presentado por Euclides en sus Elementos de geometría, y que consiste en buscar principios evidentes (axiomas) que nos permitan deducir otras verdades (teoremas). El método cartesiano está expuesto en las Reglas para la dirección del espíritu de forma detallada y en el Discurso del método en cuatro sencillos preceptos: 1) No admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. Descartes establece la evidencia como criterio de verdad. La evidencia es definida por sus dos notas esenciales: claridad y distinción. Una idea es clara y distinta cuando no se confunde con otras ideas y conocemos perfectamente las notas que comprende. 2) Dividir cada una de las dificultades que examinara, en cuantas partes fuera posible y en cuantas requiriese su mejor solución. 45 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Esta regla expresa la vocación analítica, común a toda la gnoseología moderna. El análisis tiene por objeto alcanzar las naturalezas simples, aquellas ideas claras y distintas que son aprehendidas en la intuición. Esta entronización del análisis expresa la admiración por las matemáticas característica del pensamiento del siglo XVII. No se trata únicamente de disfrutar con las matemáticas sino de valerse de su método en todos los ámbitos del saber. Descartes es un genuino heredero de aquellos autores del Renacimiento que defendían una concepción unitaria del saber, y siendo la Metafísica la raíz del árbol de la ciencia tiene perfecto derecho a hacer suyo el método que se considere más apto para avanzar en el conocimiento. 3) Conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente. En esta regla se nos invita a realizar un ascenso deductivo que nos permita llegar, a partir de las naturalezas simples, a las cuestiones complejas. No hay más actos del espíritu para llegar al conocimiento de las cosas sin temor a errar que la intuición y la deducción. La intuición es un ver inmediato de la mente. La deducción necesita de la memoria, por lo que la seguridad que ofrece depende de que se parta de principios ciertos y se imprima al pensamiento un movimiento continuo. 4) Hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada. El propósito de esta regla es defendernos de los errores provenientes de la debilidad de la memoria. De acuerdo con el método, Descartes se lanza a la búsqueda de verdades fundamentales e indudables. Para ello es preciso llevar a cabo una revisión exhaustiva de todos los conocimientos, eliminando todo aquello de lo que sea posible dudar, con el fin de alcanzar alguna verdad absolutamente cierta. Esta duda metódica alcanza a todo el conocimiento procedente de los sentidos, tanto en lo que se refiere al modo de ser de las cosas sensibles, como a su existencia. Pues he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez, además pudiera ocurrir que estuviésemos en un constante sueño y que nada de lo que nos representásemos fuera real. La duda alcanza, incluso, al conocimiento racional, a aquellos conocimientos que tenemos por más seguros, pues podría ocurrir que Dios haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres o cuando enumero los lados de un cuadrado, o cuando juzgo de cosas aún más fáciles que esas, si es que son siquiera imaginables…o si no Dios- que es fuente suprema de verdad- cierto genio maligno de extremado poder e inteligencia que pone todo su empeño en inducirme a error. Con la hipótesis del dios engañador (genio maligno) Descartes pretende radicalizar al máximo la duda. La duda cartesiana no es una duda natural. Descartes no vive como si todo lo que nos presentan los sentidos y la razón fuera falso, pero cree que si queremos alcanzar una verdad absolutamente firme es preciso ponerse teóricamente en la situación de rechazar no solo aquello de lo que dudamos comúnmente, sino todo aquello de lo que sea posible dudar. El intento cartesiano de encontrar una verdad indubitable parece condenado al fracaso. Sin embargo, Descartes encuentra que aun cuando podamos dudar de la veracidad de nuestros pensamientos, aun cuando todos mis pensamientos fueran erróneos, de lo que 46 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro no cabe dudar es de que son mis pensamientos, de que hay pensamiento y, por ello, hay un sujeto que piensa. Esto lo expresa Descartes con su conocida afirmación cogito, ergo sum (pienso, luego existo), que se constituye en la verdad indubitable desde la que se propone construir la filosofía. El cogito no es únicamente la primera verdad sino también el modelo de toda verdad. Descartes sostiene que la afirmación de la existencia propia como sujeto pensante es intuida con absoluta claridad y distinción, La claridad y distinción con que se nos presentan las ideas es el criterio de verdad propuesto por Descartes. Las cosas no nos son dadas en sí mismas, sólo poseemos ideas o representaciones a las que suponemos corresponden realidades fuera del yo. El material del conocimiento no es nunca otro que ideas y, por tanto, el criterio de verdad no puede ser exterior, sino que hemos de establecerlo en las ideas mismas. La filosofía moderna debuta por la senda del idealismo, incluye el mundo en el sujeto, transforma las cosas en ideas hasta el punto de que el problema fundamental de la filosofía cartesiana será salir del yo y verificar el paso de las ideas a las cosas. Descartes pretende deducir el conocimiento de la realidad. Pero la hipótesis del Dios engañador condiciona la validez de todos mis conocimientos. Para alcanzar alguna certeza más allá del cogito es necesario examinar primero si hay Dios y si puede ser engañador. Este examen sólo puede hacerse partiendo de las ideas (cuya existencia como tales no puede ser puesta en duda). En un primer análisis clasifica las ideas, según su origen, en tres tipos: - Adventicias: ideas que parecen formarse a partir de realidades fuera de mí. - Facticias: ideas que parecen ser construidas por mi mente a partir de otras ideas. - Innatas: ideas que no parecen provenir de la experiencia externa ni ser un producto elaborado a partir de otras ideas. Son ideas que el pensamiento parece poseer en sí mismo. Sin embargo, por este camino, Descartes no puede lograr su empeño, pues es incapaz de justificar, por ahora, que el origen de las ideas es el que parece. Descartes pasa a considerar las ideas como representación de una u otra cosa. Afirma que algunas ideas tienen, en tanto que representaciones, mayor grado de ser o perfección que otras y que toda idea ha de tener una causa proporcional a ella. De tal modo que si encontrásemos una idea cuyo grado de ser o perfección fuera superior al yo, tendríamos que admitir que su causa no podemos ser nosotros mismos. El autor encuentra entre sus ideas la idea de infinito, que identifica con Dios, y lleva a cabo un análisis de esta idea de acuerdo con el principio mencionado de que toda idea requiere una causa proporcional a ella. Descartes concluye que él, sustancia finita, no puede ser el origen de esta idea y que esta idea sólo ha podido ser puesta en él por Dios, sustancia infinita. Además, suponiendo el principio neoplatónico vigente en la filosofía cristiana de que el mal es una privación, identifica ser infinito con ser perfecto. Por lo que, siendo el engaño una imperfección, Dios ha de ser veraz. Una vez rechazada la hipótesis del Dios engañador y aceptada la existencia de un Dios veraz -que garantiza que lo que percibo clara y distintamente es verdadero- Descartes afirma la existencia de Dios (sustancia infinita), las almas (sustancia pensante) y los cuerpos (sustancia extensa). Para Descartes, como para Aristóteles, la sustancia es aquello que tiene una existencia independiente. Cada sustancia tiene una característica esencial que la identifica como tal y un conjunto de características que derivan de su esencia, que son los modos. 47 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Los cuerpos tienen como atributo esencial la extensión y sus modos son la figura y el movimiento. Las demás características de los cuerpos que me presentan los sentidos, las llamadas cualidades secundarias (color, olor, etc.), no se me dan clara y distintamente y, por ello, Descartes considera que son subjetivas; no existen en el objeto tal y como las percibimos, no son más que la traducción que hacen nuestros sentidos de una determinada disposición de las cualidades primarias (atributo y modos). El mundo físico sigue un patrón matemático, se presenta como un mecanismo sometido a leyes que dependen de las características (atributo y modos) de los cuerpos, características que pueden expresarse numéricamente. Hombre En la naturaleza mecanicista de Descartes todo sucede por necesidad, incluso el comportamiento de los seres vivos (no pensantes) está totalmente determinado. En el ser humano esta necesidad alcanza al cuerpo (res extensa). Pero el hombre es un compuesto de dos sustancias independientes (cuerpo y alma) con atributos y modos diversos. Esta concepción dualista del ser humano exige unos mecanismos de interacción entre ambas sustancias (cuerpo y alma) que permitan explicar nuestra conducta. Para Descartes el alma (sustancia pensante) tiene dos facultades: entendimiento (razón) y voluntad. El entendimiento es la facultad de intuir y de pensar. La voluntad es la facultad de aceptar o rechazar; y, en este sentido, Descartes la hace responsable del error, al afirmar una idea confusa (por precipitación) o al negar una idea clara (por prevención). La voluntad es libre. La conciencia de la libertad es una idea innata, una de las primeras certezas del ser humano y su mayor perfección. La libertad para Descartes consiste en elegir lo que la razón propone como verdadero y bueno. Este sometimiento de la voluntad a la razón puede verse perturbado por la influencia de las pasiones. Las pasiones son emociones que afectan al alma pero que tienen su origen en el cuerpo, están sometidas por tanto a fuerzas mecánicas. Ignorante de la causa de sus pasiones, el alma las cree nacidas y alimentadas en su propio seno, pero son involuntarias, y con frecuencia están en desacuerdo con la razón. Hay seis pasiones fundamentales. La admiración señala el tránsito entre la pura intuición intelectual y la pasión propiamente dicha; es la emoción intelectual de la que nacen el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza. De ellas se derivan todas las demás pasiones. Descartes no tiene una consideración absolutamente negativa de las pasiones. No se trata de eliminarlas, sino de someterlas a la razón, que muestra al ser humano la senda del bien. Este ideal de autodominio confirma la influencia del estoicismo que ya se advertía en la moral provisional formulada en el Discurso del método en cuatro reglas: 1) Hay que someterse a las costumbres y normas de la comunidad en la que se viva. Esta regla parece expresar la prudencia o conformismo del que desea vivir tranquilo. Como él mismo escribe a su amigo Mersenne, en 1634, citando a Ovidio, Bien vive quien bien se oculta. 2) Hay que ser firme y resuelto en las acciones. Esta regla parece encaminada a liberarse de la ineficacia y el arrepentimiento propio de los espíritus vacilantes. 3) Hay que ceder ante el orden del mundo. Hay que desear lo que se pueda alcanzar y olvidarse de lo que sea imposible. Lo mejor es con frecuencia enemigo de lo bueno. 4) Hay que elegir para nuestra vida la mejor ocupación posible. Dedicar mi vida entera a cultivar mi razón y a progresar en el conocimiento de la verdad –confiesa Descartes. 48 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Dios En la obra de Descartes, Dios aparece en dos figuras con funciones distintas: Por una parte, el Dios engañador, artificio metódico que le permite extender la duda más allá del conocimiento sensible; por otra, el Dios veraz, que garantiza la certeza más allá del cogito. El Dios engañador, de la primera meditación cartesiana, condiciona la validez de todos mis conocimientos, pues podría hacer que me engañara aún en las cosas que creo conocer con grandísima evidencia. Descartes, que no parece sentirse cómodo con este artificio, lo sustituye, en esta meditación, por la figura del genio maligno, que representa su mismo papel. Tras afirmar la existencia del sujeto pensante y proponer el criterio de verdad (claridad y distinción de las ideas), Descartes, en la tercera meditación, expresa la debilidad de la hipótesis del Dios engañador (Supuesto que no tengo razón alguna para creer que haya algún Dios engañador, por lo que los motivos de duda que sólo dependen de dicha opinión son muy ligeros y, por así decirlo, metafísicos). A pesar de ello, el autor reconoce que si queremos alcanzar alguna certeza más allá del cogito, debemos eliminarla absolutamente, examinando si hay Dios y si puede ser engañador. Este examen sólo puede hacerse partiendo de las ideas (cuya existencia como tales no puede ser puesta en duda). Descartes afirma que algunas ideas tienen, en tanto que representaciones, mayor grado de ser o perfección que otras y que toda idea ha de tener una causa proporcional a ella. De tal modo que si encontrásemos una idea cuyo grado de ser o perfección fuera superior al yo, tendríamos que admitir que su causa no podemos ser nosotros mismos. El autor encuentra entre sus ideas la idea de infinito, que identifica con Dios, y lleva a cabo un análisis de esta idea de acuerdo con el principio mencionado de que toda idea requiere una causa proporcional a ella. Descartes concluye que él, sustancia finita, no puede ser el origen de esta idea y que esta idea sólo ha podido ser puesta en él por Dios, sustancia infinita. Además, suponiendo el principio neoplatónico vigente en la filosofía cristiana de que el mal es una privación, identifica ser infinito con ser perfecto. Por lo que, siendo el engaño una imperfección, Dios ha de ser veraz. La existencia de Dios y su veracidad, deja sin sentido la hipótesis del genio maligno y garantiza la verdad de lo que percibo clara y distintamente (lo que hace al sujeto pensante responsable del error, al dejar que su voluntad, llevada por la precipitación o la prevención, afirme lo que no es claro y distinto o niegue lo que lo es), permitiendo a Descartes recuperar la realidad, ordenada en tres ámbitos diversos: Dios (sustancia infinita), las almas (sustancia pensante) y los cuerpos (sustancia extensa). Descartes propone, en la quinta meditación, otros dos argumentos para demostrar la existencia de Dios. El primero, de corte aristotélico, basado en el carácter contingente del sujeto pensante, y, el segundo, una nueva versión del argumento ontológico de S. Anselmo. Por último, señalar que la concepción mecanicista de Descartes parece rechazar la intervención extraordinaria de Dios en el orden natural. Anticipando el deísmo característico de los círculos ilustrados, Descartes considera que Dios crea y mantiene el orden del mundo conforme a unas leyes que la razón humana puede descubrir. 49 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro TEXTO La obra elegida son las Meditaciones metafísicas. Escrita en latín y publicada en 1641, describe en su título su contenido: Meditaciones sobre la filosofía primera, en las que se demuestra la existencia de Dios y la distinción del alma humana respecto al cuerpo. Si en la primera meditación se desarrolla la duda metódica y en la segunda se alcanza el cogito, la primera certeza, en la tercera, que es el texto seleccionado, Descartes trata de salir de sí mismo, de sus ideas, para lo que necesita establecer un puente entre el sujeto y la realidad exterior, este puente va a ser Dios, cuya existencia pretende demostrar a partir de la idea de infinito y cuya veracidad va a ser garante del criterio de verdad establecido a partir del cogito. Fragmentos Consideraré ahora con mayor circunspección si no podré hallar en mí otros conocimientos de los que aún no me haya apercibido. Sé con certeza que soy una cosa que piensa: pero, ¿no sé también lo que se requiere para estar cierto de algo? En ese mi primer conocimiento, no hay nada más que una percepción clara y distinta de lo que conozco, la cual no basaría para asegurarme de su verdad si fuese posible que una cosa concebida tan clara y distintamente resultase falsa. Y por ello me parece poder establecer ahora, como regla general, que son verdaderas todas las cosas que concebimos muy clara y distintamente. Pero cuando consideraba algo muy sencillo y fácil, tocante a la aritmética y la geometría, como, por ejemplo, que dos más tres son cinco o cosas semejantes, ¿no las concebía con claridad suficiente para asegurar que eran verdaderas? Y si más tarde he pensado que cosas tales podían ponerse en duda, no ha sido por otra razón sino por ocurrírseme que acaso Dios hubiera podido darme una naturaleza tal, que yo me engañase hasta en las cosas que me parecen más manifiestas. Pues bien, siempre que se presenta a mi pensamiento esa opinión, anteriormente concebida, acerca de la suprema potencia de Dios, me veo forzado a reconocer que le es muy fácil, si quiere, obrar de manera que yo me engañe aun en las cosas que creo conocer con grandísima evidencia; y, por el contrario, siempre que reparo en las cosas que creo concebir muy claramente, me persuaden hasta el punto de que prorrumpo en palabras como éstas: engáñeme quien pueda, que lo que nunca podrá será hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo, ni que alguna vez sea cierto que yo no haya sido nunca, siendo verdad que ahora soy, ni que dos más tres sean algo distinto de cinco, ni otras cosas semejantes, que veo claramente no poder ser de otro modo, que como las concibo. … supuesto que no tengo razón alguna para creer que haya algún Dios engañador, y que no he considerado aún ninguna de las que prueban que hay un Dios, los motivos de duda que sólo dependen de dicha opinión son muy ligeros y, por así decirlo, metafísicos. Mas a fin de poder suprimirlos del todo, debo examinar si hay Dios, en cuanto se me presente la ocasión, y, si resulta haberlo, debo también examinar si puede ser engañador; pues, sin conocer esas dos verdades, no veo cómo voy a poder alcanzar certeza de cosa alguna. Y para tener ocasión de averiguar todo eso sin alterar el orden de meditación que me he propuesto, que es pasar por grados de las nociones que encuentre primero en mi espíritu a las que pueda hallar después, tengo que dividir aquí todos mis pensamientos en ciertos géneros, y considerar en cuáles de estos géneros hay, propiamente, verdad o error. 50 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Pues bien, de esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo, otras extrañas y venidas de fuera, y otras hechas e inventadas por mí mismo. Pues tener la facultad de concebir lo que es en general una cosa, o una verdad, o un pensamiento, me parece proceder únicamente de mi propia naturaleza; pero si oigo ahora un ruido, si veo el sol, si siento calor, he juzgado hasta el presente que esos sentimientos procedían de ciertas cosas existentes fuera de mí; y, por último, me parece que las sirenas, los hipogrifos y otras quimeras de ese género, son ficciones e invenciones de mi espíritu. (…) Y lo que principalmente debo hacer, en este lugar, es considerar, respecto de aquellas que me parecen proceder de ciertos objetos que están fuera de mí, qué razones me fuerzan a creerlas semejantes a esos objetos. Y cuanto más larga y atentamente examino todo lo anterior, tanto más clara y distintamente conozco que es verdad. Mas, a la postre, ¿qué conclusión obtendré de todo ello? Ésta, a saber: que, si la realidad objetiva de alguna de mis ideas es tal que yo pueda saber con claridad que esa realidad no está en mí formal ni eminentemente (y, por consiguiente, que yo no puedo ser causa de tal idea), se sigue entonces necesariamente de ello que no estoy solo en el mundo, y que existe otra cosa, que es causa de esa idea; si, por el contrario, no hallo en mí una idea así, entonces careceré de argumentos que puedan darme certeza de la existencia de algo que no sea yo, pues los he examinado todos con suma diligencia, y hasta ahora no he podido encontrar ningún otro. Sin embargo, he admitido antes de ahora, como cosas muy ciertas y manifiestas, muchas que más tarde he reconocido ser dudosas e inciertas. ¿Cuáles eran? La tierra, el cielo, los astros y todas las demás cosas que percibía por medio de los sentidos. Ahora bien: ¿qué es lo que concebía en ellas como claro y distinto? Nada más, en verdad, sino que las ideas o pensamientos de esas cosas se presentaban a mi espíritu. Y aun ahora no niego que esas ideas estén en mí. Pero había, además, otra cosa que yo afirmaba, y que pensaba percibir muy claramente por la costumbre que tenía de creerla, aunque verdaderamente no la percibiera, a saber: que había fuera de mí ciertas cosas de las que procedían esas ideas, y a las que éstas se asemejaban por completo. Y en eso me engañaba; o al menos si es que mi juicio era verdadero, no lo era en virtud de un conocimiento que yo tuviera. CUESTIONES 1. ¿Cuáles son las consecuencias del derrumbamiento del edificio aristotélico? 2. Compara el método matemático con el propuesto por Descartes. Verdad y evidencia. 3. El criterio de verdad. 4. ¿Para qué utiliza Descartes la duda, cómo y a qué contenidos la extiende? 5. ¿Por qué hablamos de “duda metódica” o “duda lógica”? 6. ¿Cuál es la primera verdad que encuentra Descartes? 7. ¿Qué es lo que Descartes debe examinar para extender su conocimiento más allá del cogito y cuál debe ser el punto de partida de su examen? 8. Explica la demostración cartesiana de la existencia de un Dios veraz. 9. ¿Qué clasificación establece Descartes en cuanto al origen de las ideas? 10. ¿Cuáles son las tres sustancias de la metafísica cartesiana y qué características tienen? 51 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 11. Explica la concepción cartesiana del ser humano 12. ¿Cuáles son las dos facultades del alma? 13. ¿Qué son y cuáles son las pasiones? 14. ¿Cuáles son los preceptos de la moral provisional cartesiana? 15. ¿Qué dos figuras asume Dios en la obra de Descartes? 16. ¿Qué implicaciones teológicas tiene el mecanicismo cartesiano? 17. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: nueva ciencia, mecanicismo, escepticismo, racionalismo, ideas innatas, axioma, teorema, criterio de verdad, análisis, intuición, deducción, idea, atributo, modo, cualidades primarias, cualidades secundarias, pasión. 52 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro DAVID HUME (1711-1776) EL SIGLO XVIII: LA ILUSTRACIÓN El siglo XVIII es el siglo de la Ilustración. Un período en el que las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales tradicionales sufren un proceso de trasformación que conduce a los grandes acontecimientos revolucionarios de finales de siglo: la revolución americana y la revolución francesa. La estructura tradicional de los tres estados se va desmoronando. La burguesía, formada en la Baja Edad Media, en el seno del estado llano, y que se ha ido enriqueciendo gracias al desarrollo del comercio y a las nuevas técnicas agrícolas, industriales y financieras, será la protagonista de la época. Políticamente, el XVIII es el siglo del despotismo ilustrado, el poder está en manos de monarquías absolutas orientadas por los principios de la Ilustración. Los reyes refuerzan su papel reduciendo los privilegios fiscales de la nobleza y el clero, eliminando las trabas gremiales, mejorando las condiciones de vida de los campesinos y generalizando la educación. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos reformistas, no fueron estos monarcas, sino la burguesía, la que supo catalizar el descontento del estado llano frente a las estructuras sociopolíticas y económicas tradicionales, y liderar los cambios que culminaron en el derrumbamiento del Antiguo Régimen y la construcción de una nueva sociedad inspirada en el liberalismo político y económico (Locke, Adam Smith, etc.). El espíritu ilustrado señala una nueva idea del ser humano y de la sociedad. El hombre confía en sus propias luces (inteligencia, experiencia, trabajo y conocimiento). La naturaleza humana es común. Todos los hombres son iguales, y nadie puede apelar a su origen noble, ni a la herencia familiar para justificar privilegios. La sociedad tiene que estar organizada para el bienestar de los ciudadanos. Se valora la filantropía y la tolerancia, al mismo tiempo que se exige el respeto a los derechos naturales. La nueva visión burguesa considera al hombre como ciudadano individual de un Estado, con unas obligaciones éticas y políticas que debe cumplir de un modo autónomo y libre. Estas obligaciones se establecen desde un horizonte cosmopolita, son universalizables. Para los ilustrados, la educación es una necesidad social e individual. En esta época aumenta la demanda de libros y se incrementa el interés por la ciencia. La obra de Newton marcará profundamente el pensamiento ilustrado. También hay que destacar a Farenheit y Laplace en Física, Lavoisier en Química, Euler y los Bernoulli en Matemáticas, Buffon en Biología, etc. Los resultados de sus investigaciones se difunden a través de publicaciones periódicas y con el apoyo de las academias. En el arte del primer cuarto de siglo se mantienen las formas barrocas, que tienen su continuación en el arte rococó. A mitad de siglo aparece el neoclasicismo, que pretende recuperar el arte griego y romano, arte de la medida y la racionalidad. La música alcanzó su mayor desarrollo gracias a autores como Bach, Händel, Mozart, Haydn… La literatura se caracterizará por la sátira social, con autores como Fénelon, Swift y Defoe; se consolida, además, el más moderno de los géneros literarios, la novela. La burguesía urbana, con medios y tiempo para leer, orienta sus gustos hacia el entretenimiento y el didactismo que le ofrece. El racionalismo de la época sustituye, como materia literaria, los hechos fabulosos, por la vida cotidiana y la exploración detallada de los sentimientos. 53 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La Ilustración tiene sus raíces ideológicas en las líneas de pensamiento que representan la ruptura con la escolástica medieval y el inicio de la modernidad: el racionalismo, el empirismo y la ciencia nueva. La filosofía tiene en este período una posición fundamental, es la guía de todas las demás ciencias, la que marca el sentido del conocimiento: la emancipación del ser humano. Los ilustrados siguen la estela de Locke y Newton, se alejan de los grandes sistemas metafísicos y teológicos, desarrollan la epistemología y la psicología, y adoptan una perspectiva laica y reformista enfocada a lo social, político y moral. Su espíritu se plasma en la Enciclopedia, inmensa obra de recopilación del saber en la que colaboran Diderot, D´Alembert, Rousseau, Jaucourt, Voltaire, D´Holbach,... Escritores, pensadores y científicos cuestionan la política, la ciencia, la religión y las costumbres tradicionales. Defienden nuevas ideas y valores: la tolerancia, la igualdad, la libertad, el derecho a gobernarse democráticamente. Se abandona el orden basado en Dios y se instaura un orden basado en el ser humano. La Ilustración en Gran Bretaña gira en torno al empirismo, con pensadores como Locke, Berkeley o Hume. Al igual que el racionalismo, el empirismo tomará como punto de partida de la reflexión filosófica el análisis de la conciencia. Tras el fracaso de la filosofía antigua y medieval, que habían tomado como referencia el mundo y Dios respectivamente; la filosofía moderna toma el sujeto como punto de partida de la reflexión. Del mismo modo que Descartes, una vez descubierto el "yo pienso", pasa a analizar el contenido del pensamiento y, a partir de él, recupera la realidad; los empiristas comenzarán sus indagaciones analizando los contenidos de la conciencia, pero el enfoque psicologista de su investigación, les conducirá progresivamente al fenomenismo (Hume). Frente al racionalismo continental que afirma la existencia de ideas innatas, adopta el método matemático y defiende el papel fundamental de la Metafísica; el empirismo británico afirma que la experiencia es el origen y el límite del conocimiento, sigue el modelo de las ciencias experimentales y acentúa el carácter problemático, incluso rechaza (Hume) la posibilidad de la metafísica. Los empiristas también defendieron el liberalismo, que protegía los derechos de los individuos frente al poder del Estado, el deísmo, que desprovisto de ritos y dogmas, afirma la existencia de un Dios creador que no interviene en el curso del mundo y el emotivismo, que funda la moral en los sentimientos altruistas de la naturaleza humana. LA FILOSOFÍA DE HUME Conocimiento (y ontología) En su Tratado sobre la naturaleza humana, Hume intentó nada menos que volver a empezar donde había fallado Descartes, es decir, volver a trazar el mapa del espíritu y de lo que se podía conocer a ciencia cierta (Philip Bloom. Gente peligrosa) Hume comienza su análisis distinguiendo dos tipos de contenidos mentales: las impresiones y las ideas. La diferencia entre ambas es la intensidad o vivacidad con que las percibimos, siendo las impresiones los contenidos mentales más intensos. Las impresiones y las ideas pueden ser de dos tipos: de sensación, y de reflexión. Las impresiones de sensación -cuya causa es desconocida- las atribuimos a la acción de los sentidos y son las que percibimos cuando decimos que vemos, oímos, etc.; las impresiones 54 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro de reflexión son aquellas que encontramos en la mente asociadas a alguna impresión o idea, como cuando sentimos aversión ante la idea de frío, y casos similares. Además, las impresiones y las ideas pueden clasificarse también en simples o complejas; una impresión simple sería, por ejemplo, la percepción de un color, una impresión compleja, la percepción de una ciudad. Las impresiones son los elementos originarios del conocimiento. Hume establece el principio de copia. Las ideas simples son copia de una impresión simple. Las ideas complejas pueden ser copia de impresiones complejas o pueden ser elaboradas por la mente a partir de la combinación de impresiones e ideas. Aunque esta combinación puede producirse libremente, Hume reconoce que existe (entre los contenidos de la conciencia) una especie de atracción que tiene en el mundo mental efectos tan extraordinarios como en el natural. Esta atracción se produce de acuerdo a determinadas leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio, y la de causa y efecto. La aplicación del principio de copia a la metafísica tradicional tendrá efectos devastadores. El análisis de Hume concluirá que las ideas metafísicas fundamentales no tienen su origen en la impresión correspondiente, sino en impresiones de la reflexión, que encuentran su justificación en nuestra propia naturaleza humana. En la línea de la distinción establecida por Leibniz, entre verdades de razón y verdades de hecho, Hume afirma que el conocimiento racional solo puede ser de relaciones entre ideas y de cuestiones de hecho. Las relaciones entre ideas se expresan en juicios a priori, juicios cuya verdad no se justifica en la experiencia, son verdaderos porque su predicado está contenido en el concepto del sujeto, por lo que el principio de contradicción es el criterio para determinar su verdad o falsedad. Las ciencias formales (Matemáticas y Lógica) se construyen con este tipo de juicios. Las cuestiones de hecho (grupo al que pertenecen todos los demás conocimientos) tratan de la existencia de objetos y de sus cualidades. Se formulan en juicios a posteriori, cuyo predicado no está contenido en el concepto del sujeto. Lo contrario de un hecho es, en principio, siempre posible; por lo que el principio de contradicción no puede ser el criterio para determinar la verdad o falsedad de nuestros juicios sobre cuestiones de hecho, sino la experiencia. Un juicio sobre cuestiones de hecho es verdadero si tenemos la impresión correspondiente. Sin embargo, estamos convencidos de la verdad de algunos juicios sobre cuestiones de hecho de los que todavía no tenemos experiencia, de los que falta la impresión correspondiente. Hume afirma que este convencimiento está fundado en la aplicación del principio de causalidad. Todos nuestros razonamientos acerca de cuestiones de hecho parecen fundarse en la relación de causa y efecto. Tan solo por medio de esta relación podemos ir más allá de la evidencia de nuestra memoria y sentidos (Investigación sobre el conocimiento humano.4). Hume analiza la validez del principio de causalidad. La relación causal se ha concebido tradicionalmente como una conexión necesaria entre la causa y el efecto. Hume muestra que la conexión necesaria no se funda en una relación de ideas, pues la simple consideración de la idea de un objeto no nos permite establecer sus causas o sus efectos. Por otra parte, si observamos cualquier cuestión de hecho, nos encontramos que tenemos impresiones del objeto que consideramos causa, del que consideramos efecto y de la sucesión entre ambos, pero no hay ninguna impresión que corresponda a la idea de 55 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro conexión necesaria. Por ello, hemos de concluir que la idea de que existe una conexión necesaria entre la causa y el efecto, no es justificable racionalmente. Pero, entonces, ¿de dónde proviene nuestra creencia en que los fenómenos están conectados necesariamente? Hume afirma que nuestra creencia en la idea de conexión necesaria procede del hábito, de la costumbre de haber observado siempre que dos fenómenos se producen uno a continuación del otro. Este hábito provoca en nosotros el convencimiento de que esa sucesión es necesaria. Pero esta necesidad no es objetiva, es meramente mental, pertenece por entero al alma. La crítica de Hume a la causalidad pone de relieve el problema de la inducción. Creemos que lo que ha sucedido en el pasado sucederá igualmente en el futuro, pero, solo podemos suponer, no probar, que el futuro será semejante al pasado. La crítica al principio de causalidad enfrenta a Hume no sólo a Descartes y a los racionalistas en general, sino también al empirismo de Locke y a los supuestos de la física de Newton. Para Hume, ni el conocimiento de la naturaleza construido deductivamente a partir de principios, como pretende el racionalismo, ni la ciencia de la naturaleza basada en la observación experimental y la inferencia inductiva, como pretende la tradición empirista y la física de Newton, están justificados racionalmente. Hume reconoce, no obstante, que nuestra creencia en la causalidad, cuando proviene de observaciones regulares y uniformes al curso de la naturaleza, es una creencia útil como guía de la vida. Hume realiza también una crítica a la idea de sustancia y a las tres sustancias cartesianas. El término sustancia procede del latín substantia que es, a su vez la traducción del griego ousía. Para Aristóteles la sustancia es lo que permanece bajo los fenómenos, lo subsistente. La sustancia es lo que tiene su ser en sí, y no en otro, es el sujeto del que predicamos un conjunto de cualidades. Todos los defensores de la idea de sustancia insisten en que la sustancia no es un olor, un color, un sabor, etc., no es algo que vemos, oímos o tocamos... Lo que vemos, oímos, tocamos, son las cualidades, los accidentes de la sustancia, no la sustancia misma. Pero, si a la idea de sustancia no le corresponde ninguna impresión, de acuerdo con el principio de copia, no es una idea verdadera. La idea de sustancia se forma a partir de la costumbre de percibir juntas un conjunto de cualidades, no se refiere a impresión alguna de algo más allá de ese conjunto de cualidades. En las Meditaciones Metafísicas, Descartes se propone probar la existencia del mundo, del alma y de Dios, las tres sustancias de las que tradicionalmente se había ocupado la metafísica, deduciéndola a partir de principios firmes e inquebrantables sobre los que pretende reconstruir el cuerpo del saber. También Hume se ocupará de estas tres sustancias, pero llegando a conclusiones bien distintas a las que la metafísica tradicional, la cartesiana y sus predecesores empiristas habían llegado. Hume afirma que tenemos una tendencia natural a creer que los cuerpos existen en sí, independientemente de nuestras percepciones. Esta tendencia es compartida tanto por el vulgo como por los filósofos, al menos en cuanto a las acciones ordinarias de la vida cotidiana. Esto equivale a decir que "creemos" que nuestras percepciones están causadas por los objetos, a los que reproducen fielmente, y que, si bien las percepciones “nos pertenecen”, los objetos están fuera de nosotros, perteneciéndoles un tipo de existencia continuada e independiente de la nuestra. 56 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Pero si analizamos la cuestión filosóficamente, dice Hume, tal creencia no está justificada racionalmente. En realidad, estamos "encerrados" en nuestras percepciones, y no podemos ir más allá de ellas, ya que son lo único que se muestra a nuestra mente. La creencia en la existencia independiente de los objetos externos la atribuye Hume a la imaginación, y procede de la constancia y la coherencia que observamos en nuestras percepciones. La tradición metafísica ha defendido, también, la existencia del alma; una sustancia inmaterial, subsistente y causa última o sujeto de todas mis actividades mentales (percepción, razonamiento, volición, etc.). Si bien con Descartes el alma deja de ser el principio vital, continúa siendo, como sustancia, principio de conocimiento, y sigue gozando de los atributos de simplicidad e inmaterialidad, representando finalmente la identidad personal, el yo. Hume considera que el yo o persona no consiste en ninguna impresión aislada, sino en todo aquello a lo que hacen referencia nuestras distintas impresiones e ideas. Lo que nos induce a creer en la existencia del yo es la acción de la memoria. Ésta, en efecto, al permitirnos recordar impresiones pasadas, nos ofrece una sucesión de impresiones, todas ellas distintas, que terminamos por atribuir a un sujeto, confundiendo así la idea de sucesión con la idea de identidad. Rechazada, pues, la idea de alma, la pregunta por su inmortalidad resulta superflua. Hume analiza, igualmente, la idea de Dios y la creencia en una vida futura. Hume considera que no hay posibilidad alguna de demostrar la existencia de Dios, y considera que las creencias religiosas proceden de la ignorancia, el temor, la esperanza, etc. En modo alguno se fundan en la razón, más bien quien tiene fe experimenta la determinación de creer lo opuesto a la costumbre y a la experiencia. Tomemos con la mano un volumen de divinidad o escuela metafísica, por ejemplo, y preguntemos: ¿contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o el número? No. ¿contiene algún razonamiento experimental sobre la naturaleza objetiva y la existencia? No. Entreguémoslo a las llamas, pues, ya que no puede contener nada salvo sofistería e ilusión. (Tratado sobre la naturaleza humana, 272). La investigación de Hume conduce al fenomenismo y al escepticismo: Hume no niega la existencia de cosas en sí, del yo o de Dios. Lo que sostiene es que el hombre no puede conocer o saber nada del universo; sólo conoce sus propias impresiones e ideas y las relaciones que establece entre ellas por hábito, costumbre, principio de asociación o sentimiento de la mente. No hay impresión alguna que corresponda a “cuerpo”, a “mundo”, “yo”, “Dios”, “conexión necesaria”, “sustancia”, etc.; todo lo que el hombre cree saber acerca del universo son únicamente creencias fundadas en nuestra naturaleza humana, que ningún razonamiento o proceso de pensamiento puede producir, ni impedir. Ética (moral) Si podemos depender de algún principio que aprendamos de la filosofía es éste, que pienso puede ser considerado cierto e indudable: no hay nada en sí mismo valioso o despreciable, deseable u odioso, bello o deforme, sino que estos atributos nacen de la particular constitución y estructura del sentimiento y afecto humanos (Tratado sobre la naturaleza humana). En su Investigación sobre los principios de la moral, Hume reconoce que todo el mundo hace distinciones morales, cada uno de nosotros se ve afectado por consideraciones sobre lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio. El problema surge cuando nos preguntamos por 57 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro el fundamento de esas distinciones ¿Se fundan en la razón, como han afirmado los filósofos desde la antigüedad, o se fundan en el sentimiento, en la forma en que reaccionamos ante los "objetos morales" según nuestra naturaleza humana? En consonancia con la crítica del racionalismo en el terreno del conocimiento, Hume se opone a los sistemas éticos que pretenden fundar exclusivamente en la razón la vida moral del ser humano. En su obra ofrece argumentos detallados con los que rechazar la posibilidad de que la razón sea la fuente de la moralidad, que derivan, en última instancia, de su análisis del conocimiento. Si analizamos una acción moral, sea buena o mala, y describimos los hechos, aparecerán las propiedades de los objetos que intervienen en la acción, pero no aparecerá por ninguna parte la impresión de lo bueno o lo malo. La simple observación y análisis de los hechos no basta para justificar la moralidad. Hume denuncia a aquellos autores que pretenden fundar sus juicios morales en el modo de ser de las cosas, estos autores cometen la falacia naturalista, llevan a cabo un paso ilegítimo del ser (los hechos) al deber ser (la moralidad). Aunque la razón pueda instruirnos acerca de las consecuencias de nuestras cualidades y acciones, ella sola no es suficiente para producir ninguna aprobación o censura moral, para que ésta se produzca es necesario que se manifieste un sentimiento arraigado en la particular constitución de la naturaleza humana. Este sentimiento no es otro que un aprecio por la felicidad de la humanidad y una indignación por su sufrimiento. Hume sostiene que la moralidad se determina por el sentimiento. Llamamos “bueno” (virtud) a aquella cualidad o acción que provoca en nosotros un sentimiento de aprobación y “malo” (vicio) a aquella cualidad o acción que provoca en nosotros un sentimiento de censura. Procede entonces examinar qué acciones provocan en nosotros un sentimiento de aprobación. Hume acaba clasificándolas en cuatro grupos: Las que son útiles a los demás (lealtad, veracidad, integridad, etc.), las que son útiles a la persona que las posee (prudencia, laboriosidad, constancia, etc.), las que son agradables a las demás personas (cortesía, corrección, agudeza, etc.) y las que son agradables a su poseedor (alegría, gusto, etc.). En definitiva, puesto que el concepto de utilidad remite siempre a algo ulterior, podemos decir que, desarrollando ideas de Francis Hutcheson (1694-1747) y Joseph Butler (1692-1762), Hume justifica la moral en el sentimiento universal de hacerse la vida agradable. Los hombres actúan moralmente porque la vida buena produce satisfacción y placer, mientras que la vida deshonrosa produce insatisfacción y malestar. Además, el hombre no tiende sólo a su felicidad, de una manera hedonista y egoísta, sino que un sentimiento de simpatía le lleva a querer la felicidad de los demás y a rechazar su sufrimiento. Éstas son cualidades de la naturaleza humana y en todas partes los hombres comparten idénticos sentimientos. Hume reconoce, sin embargo, que este sentimiento natural puede ser relegado por ciertas creencias o sentimientos, por lo que, como en otros terrenos (el estético, por ejemplo), se requiere el desarrollo de nuestras facultades para mantener aquellas conductas que nos permiten experimentar este sentimiento de manera adecuada. Política (sociedad) La teoría política de Hume encuentra en la noción de utilidad, en el sentimiento de interés o de ventaja, el fundamento explicativo de la vida social y de las instituciones y las leyes por las que se regula. 58 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La sociedad no se genera gracias a la reflexión que los seres humanos realizan sobre su situación y las ventajas de asociarse, en el supuesto estado de naturaleza, sino que es el resultado de un deseo natural de unión (apetito sexual) que se plasma inicialmente en la familia. Esto no quiere decir, sin embargo, que las instituciones sociales y el Estado deriven su legitimidad de la naturaleza. Su legitimidad deriva de la utilidad que a la felicidad colectiva aporta la defensa de la propiedad privada y la consiguiente administración de la justicia. No hay contrato alguno que fundamente la legitimidad del gobierno (contra Locke). La obediencia o la sumisión al gobierno establecido no tienen otra justificación que la utilidad que reporta. TEXTO La obra elegida es la Investigación sobre el entendimiento humano. Publicada en Londres en 1748, recoge un conjunto de doce ensayos en los que se ofrecen los temas del libro I del Tratado sobre la naturaleza humana de forma resumida y simplificada. El texto seleccionado, la sección 7 parte 2, trata la idea de la “conexión necesaria”, que la metafísica clásica establece entre la causa y el efecto en la relación de causalidad. Hume no encuentra ninguna impresión que corresponda a esta idea por lo que concluye que es una idea falsa, que procede del hábito o la costumbre de haber observado siempre que los dos fenómenos (causa y efecto) se producen uno a continuación del otro. Este hábito provoca en nosotros el convencimiento de que esa sucesión es necesaria. Pero esta necesidad es meramente mental, no está en las cosas, ni en la naturaleza, “pertenece por entero al alma”. Fragmentos En vano hemos buscado la idea de poder o conexión necesaria en todas las fuentes de las que podíamos suponer se deriva. Parece que en casos aislados de la actividad de cuerpos jamás hemos podido, ni siquiera en el más riguroso examen, encontrar más que el que un suceso sigue a otro, sin que seamos capaces de comprender la fuerza o poder en virtud del cual la causa opera, o alguna conexión entre ella y su supuesto efecto. (…) De modo que en conjunto no se presenta en toda la naturaleza un solo caso de conexión que podamos representarnos. Todos los acontecimientos parecen absolutamente sueltos y separados. Un acontecimiento sigue a otro, pero nunca hemos podido observar un vínculo entre ellos. Parecen conjuntados, pero no conectados. Y como no podemos tener idea de algo que no haya aparecido en algún momento a los sentidos externos o al sentimiento interno, la conclusión necesaria parece ser la de que no tenemos ninguna idea de conexión o poder y que estas palabras carecen totalmente de sentido cuando son empleadas en razonamientos filosóficos o en la vida corriente. Cuando se nos presenta un objeto o suceso cualquiera, por mucha sagacidad y agudeza que tengamos, nos es imposible descubrir, o incluso conjeturar sin la ayuda de la experiencia, el suceso que pueda resultar de él o llevar nuestra previsión más allá del objeto que está inmediatamente presente a nuestra memoria y sentidos. Incluso después de un caso o experimento en que hayamos observado que determinado acontecimiento sigue a otro, no tenemos derecho a enunciar una regla general o anticipar lo que ocurrirá en casos semejantes, pues se considera acertadamente una imperdonable temeridad juzgar todo el curso de la naturaleza a raíz de un solo caso, por muy preciso y seguro que sea. Pero cuando determinada clase de acontecimientos ha estado siempre, en todos los casos, unida a otra, 59 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro no tenemos ya escrúpulos en predecir el uno con la aparición del otro y en utilizar el único razonamiento que puede darnos seguridad sobre una cuestión de hecho o existencia. Entonces llamamos a uno de los objetos causa y al otro efecto. Suponemos que hay alguna conexión entre ellos, algún poder en la una por el que indefectiblemente produce el otro y actúa con la necesidad más fuerte, con la mayor certeza. Parece entonces que esta idea de conexión necesaria entre sucesos surge del acaecimiento de varios casos similares de constante conjunción de dichos sucesos. Esta idea no puede ser sugerida por uno solo de estos casos examinados desde todas las posiciones y perspectivas posibles. Pero en una serie de casos no hay nada distinto de cualquiera de los casos individuales que se suponen exactamente iguales, salvo que, tras la repetición de casos similares, la mente es conducida por hábito a tener la expectativa, al aparecer un suceso, de su acompañante usual, y a creer que existirá. Por tanto, esta conexión que sentimos en la mente, esta transición de la representación de un objeto a su acompañante usual, es el sentimiento o impresión a partir del cual formamos la idea de poder o de conexión necesaria. No hay más en esta cuestión. Examínese el asunto desde cualquier perspectiva. Nunca encontraremos otro origen para esa idea. De acuerdo con esta experiencia, podemos, pues, definir una causa como un objeto seguido de otro, cuando todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al segundo. O en otras palabras, el segundo objeto nunca ha existido sin que el primer objeto no se hubiera dado. La aparición de una causa siempre comunica a la mente, por una transición habitual, la idea del efecto. De esto también tenemos experiencia. Podemos, por tanto, de acuerdo con esta experiencia, dar otra definición de causa y llamarla un objeto seguido por otro y cuya aparición siempre conduce al pensamiento a aquel otro. Aunque ambas definiciones se apoyan en circunstancias extrañas a la causa, no podemos remediar este inconveniente o alcanzar otra definición más perfecta que pueda indicar la dimensión de la causa que le da conexión con el efecto. No tenemos idea alguna de esta conexión, ni siquiera una noción distinta de lo que deseamos conocer cuando nos esforzamos por representarla. Recapitulemos los razonamientos de esta sección: toda idea es copia de alguna impresión o sentimiento precedente, y donde no podemos encontrar impresión alguna, podemos estar seguros de que no hay idea. En todos los casos aislados de actividad de cuerpos o mentes no hay nada que produzca impresión alguna ni que, por consiguiente, pueda sugerir idea alguna de poder o conexión necesaria. Pero cuando aparecen muchos casos uniformes y el mismo objeto es siempre seguido por el mismo suceso, empezamos a albergar la noción de causa y conexión. Entonces sentimos un nuevo sentimiento o impresión, a saber, una conexión habitual en el pensamiento o en la imaginación entre un objeto y su acompañante usual. Y este sentimiento es el original de la idea que buscamos. Hemos de apresurarnos por llegar a una conclusión en esta cuestión, que ya se ha prolongado excesivamente. En vano hemos buscado la idea de poder o conexión necesaria en todas las fuentes de las que podíamos suponer se deriva. Parece que en casos aislados de la actividad de cuerpos jamás hemos podido, ni siquiera en el más riguroso examen, encontrar más que el que un suceso sigue a otro, sin que seamos capaces de comprender la fuerza o poder en virtud del cual la causa opera, o alguna conexión entre ella y su supuesto 60 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro efecto. (…) De modo que en conjunto no se presenta en toda la naturaleza un solo caso de conexión que podamos representarnos. Todos los acontecimientos parecen absolutamente sueltos y separados. Un acontecimiento sigue a otro, pero nunca hemos podido observar un vínculo entre ellos. Parecen conjuntados, pero no conectados. Y como no podemos tener idea de algo que no haya aparecido en algún momento a los sentidos externos o al sentimiento interno, la conclusión necesaria parece ser la de que no tenemos ninguna idea de conexión o poder y que estas palabras carecen totalmente de sentido cuando son empleadas en razonamientos filosóficos o en la vida corriente. CUESTIONES 1. ¿Qué rasgos comparten racionalismo y empirismo y qué les diferencia? 2. Define las ideas, las impresiones y sus tipos. 3. ¿Qué afirma el principio de copia? 4. Define los dos grupos en que puede situarse cualquier investigación humana. 5. ¿Cómo se ha concebido tradicionalmente el principio de causalidad? ¿Cómo se desarrolla el análisis de Hume a la idea de “conexión necesaria”? ¿De dónde procede nuestra creencia en esta “conexión necesaria”? ¿Cuál es el valor del principio de causalidad? 6. ¿Qué consecuencias tiene para las ciencias experimentales la crítica de la causalidad de Hume? 7. ¿Cómo se desarrolla la crítica de Hume a la idea de sustancia? 8. ¿Cómo se desarrolla la crítica de Hume a las tres sustancias cartesianas? 9. Explica el escepticismo y el fenomenismo de Hume; y su posición respecto a la Metafísica. 10. ¿Cuál es la fuente de la moralidad según Hume? 11. ¿En qué consiste la falacia naturalista? 12. ¿Qué consideramos bueno? 13. ¿Qué papel tiene la razón en el ámbito de la moralidad y de la política? 14. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: Ilustración, empirismo, experiencia, deísmo, impresión, idea, relaciones de ideas, cuestiones de hecho, creencia, inducción, sustancia, fenomenismo, falacia naturalista, simpatía. 61 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro JEAN JACQUES ROUSSEAU (1712-1778) Rousseau es uno de los pensadores más atípicos de la Ilustración; colaboró en la Enciclopedia y abordó los asuntos que preocuparon a los ilustrados, pero no compartió su convicción en que la soberanía de la razón, el desarrollo de las ciencias y las artes, el liberalismo social y económico, la civilización y el cosmopolitismo traerían el bienestar a la humanidad. Si la Ilustración destacó las luces de su tiempo (la liberación del dogmatismo y la superstición), invitándonos a mirar el futuro con optimismo; Rousseau miró las sombras. En la emergente sociedad ilustrada veía un estadio más de la evolución histórica de la sociedad, que era la responsable de la degradación de la bondad natural del ser humano. Frente a la fría racionalidad acentuará, anticipándose al Romanticismo, el sentimiento y la pasión como valores intrínsecos y esenciales al ser humano. En el Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres (1758), Rousseau, siguiendo el esquema de las teorías pactistas, investiga el origen de la presente organización social, remontándose al estado de naturaleza (que no se corresponde con ninguna realidad histórica, pero nos permite juzgar bien de nuestro estado presente). En el estado de naturaleza, el hombre vive aislado, pero no está en permanente estado de guerra (Hobbes). La autoconservación es su principal preocupación y el amor a sí mismo su impulso fundamental. Este impulso no puede confundirse con el egoísmo, que lleva al individuo a ponerse por encima de los demás; por el contrario, el amor a sí mismo, origina un sentimiento de simpatía o compasión por aquellos que sufren de males de los que uno mismo no se siente a salvo. En este estado, las únicas diferencias que hay entre los seres humanos son las derivadas de la propia naturaleza (la edad, la fuerza, la salud, etc.). El hombre carece de razón y de lenguaje, pero, a diferencia de los animales, no está sometido al instinto, tiene la capacidad de elegir y la posibilidad de perfeccionarse. El desarrollo de la naturaleza humana conduce a establecer vínculos sociales. La sociedad surge lentamente y es en sus estados incipientes cuando el hombre se siente más feliz. Pero se pierde la libertad y se origina la desigualdad moral en el momento en que se establece el derecho a la propiedad privada y la autoridad para salvaguardarlo. Este es el origen del Estado, del orden legal y de la sociedad civilizada; que aparentemente garantizan la vida, la seguridad y la propiedad de todos, pero que, en realidad, solo favorecen a los ricos y poderosos, provocando la corrupción de la bondad natural del ser humano. Esta crítica radical a la sociedad civilizada no conduce a Rousseau a defender la abolición de la propiedad privada, ni a reivindicar la vuelta al estado de naturaleza originario (que considera inviable). En El Contrato social (1762), Rousseau propone un nuevo orden social que permita recuperar la bondad natural del hombre y garantice la libertad, la igualdad y la justicia. Este orden se funda en un pacto o contrato no entre individuos (Hobbes y Locke), sino de cada individuo con la comunidad y viceversa. Se genera así una forma de asociación en la que el individuo no renuncia a su libertad, pues no se la entrega a otro distinto de sí (el Estado), sino que la transforma en libertad civil o social. Pues, al hacer el contrato con la comunidad, cada individuo, contrata, por así decirlo, consigo mismo, comprometiéndose a seguir la ley que él mismo se prescribe (autonomía) como miembro de una colectividad, como ciudadano. La expresión colectiva de esta libertad es la voluntad general. 62 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La voluntad general surge de la unión de todos los individuos de la comunidad, que deciden las leyes que han de regir sobre sí mismo igual que sobre cualquier otro. Sin embargo, la voluntad general no es, sin más, la voluntad de todos o de la mayoría, porque no es la suma de las voluntades de los individuos movidos cada uno por su interés particular. La voluntad general considera las leyes y las acciones de un modo abstracto, no es una simple yuxtaposición de intereses particulares. La voluntad general es la voluntad de un sujeto universal, y, en este sentido, se ha considerado que esta teoría defiende la soberanía popular, la voluntad general sería la “voluntad popular”, fundamento de nuestros actuales sistemas democráticos. Pero lo que Rousseau acentúa de la voluntad general no es la universalidad del sujeto sino la universalidad del objeto de esta voluntad, el bien común. La voluntad general es la expresión del bien común, que se establece al constituirse la comunidad. El soberano es la voluntad general, que es inalienable, no se delega. El gobierno no es más que el ejecutor de la ley que emana de la voluntad general. Rousseau rechaza la división de poderes propuesta por Locke y Montesquieu. El poder legislativo y el poder ejecutivo no pueden ser independientes. El poder legislativo es el único poder soberano. El ejecutivo, que reside en el gobierno, debe limitarse a hacer cumplir la ley, a administrar lo establecido por el poder legislativo. Aunque Rousseau tiene una visión positiva del estado de naturaleza, considera que el estado civil fundado en la voluntad general presenta algunas ventajas. Los seres humanos perderían su libertad e igualdad natural y la posesión de todo aquello que apetecen y pueden conseguir, pero ganan la libertad e igualdad civil y moral, y el derecho a la propiedad. La libertad natural, que posee el individuo en el estado de naturaleza, “no tiene más límites que las fuerzas del individuo”. La libertad civil, que posee el ciudadano, “está limitada por la voluntad general”. De ella nace la libertad moral, que hace al individuo dueño de sí mismo, no sometido a los meros impulsos naturales, sino a las leyes que emanan de la voluntad general, leyes que él se ha dado a sí mismo y de cuyo acatamiento nace el sentido del deber, fundamento de toda moral. La igualdad natural consiste en que nadie tiene en el estado de naturaleza mayor rango o poder económico, pues no existe sociedad organizada ni propiedad privada, origen de la desigualdad entre los seres humanos. La igualdad civil o moral consiste en que todos están sometidos por igual a las leyes que emanan de la voluntad general de la que forman parte, por lo que la desigualdad natural o física se hace irrelevante. En el estado de naturaleza, y en virtud de lo que Rousseau llama “derecho del primer ocupante”, el trabajo da la propiedad de los bienes. Pero ésta solo se convierte en derecho en la sociedad civil, cuando está garantizado por la ley positiva que emana de la voluntad general. En este modelo de comunidad, el papel de la educación es fundamental. En su Emilio (1762), Rousseau presenta un conjunto de principios educativos que han tenido gran influencia en la pedagogía posterior. El papel de la educación es poner a salvo la bondad natural del ser humano. Evitar cualquier influencia perniciosa y permitir el desarrollo de aquellos sentimientos arraigados en la naturaleza humana (el amor a sí mismo y la compasión) sobre los que se funda la conciencia moral, comprometida con el bien común. El objetivo último de la educación es, más allá del individuo, construir al ciudadano, que es, como en Platón, el sujeto moral fundamental. La comunidad es, para Rousseau, el principal instrumento de moralización y representa en consecuencia el valor más alto. De 63 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro ella obtienen los individuos sus facultades mentales y morales, por ella llegan a ser humanos. Rousseau critica, también, el pretendido cosmopolitismo de su época. Considera que si existe alguna idea de una familia humana general, surge de las pequeñas comunidades en que viven instintivamente los hombres y a las que se sienten vinculados; una comunidad internacional es el fin y no el comienzo. Con Voltaire termina un mundo. Con Rousseau comienza otro (Goethe). En una época que se preciaba de ser el reino de la razón, lanzó la sentencia un hombre que piensa es un animal depravado, defendió los sentimientos naturales del hombre corriente y opuso al hombre civilizado la figura del buen salvaje. Rousseau inspiró el movimiento revolucionario de finales del XVIII. Kant le consideró el Newton de la moral y compartió su idealización de los sentimientos morales del hombre corriente, la defensa de la autonomía (del hombre que obedece a la ley que él mismo se impone) y la separación entre la ciencia, ámbito del conocimiento racional -que, según Kant, ha de limitarse al mundo de los fenómenos (de las apariencias)- y la moral -que, en la elaboración kantiana, postula un mundo más allá de los fenómenos dando refugio a la religión-. Estas ideas llevaran a los movimientos irracionalistas del XIX a rechazar la razón y a defender otros modos de acercarse a la realidad (la voluntad, la fe, la luz del genio, la intuición metafísica, etc.). Hegel convirtió la voluntad general en el espíritu de la nación, en la expresión de la singularidad de un pueblo. Esta idea unida a la prioridad que Rousseau otorgó a los vínculos entre los ciudadanos y al sentido del patriotismo (frente al cosmopolitismo ilustrado) influyeron en el culto romántico a la comunidad y en los movimientos nacionalistas. Por último, la idea de que la propiedad privada está en el origen de todos los males, inspiró los movimientos comunistas del XIX y la defensa de unos derechos sociales básicos para todos, que ha sido bandera del socialismo democrático y del Estado del Bienestar. TEXTO La obra elegida es el Contrato social. Publicada en 1762, contiene cuatro libros en los que Rousseau propone un modelo social fundado en una voluntad general soberana que garantiza la libertad y la igualdad. El texto propuesto (capítulos 6 y 7 del libro I) trata del pacto social y del compromiso que cada individuo adquiere con la voluntad general. Fragmentos Supongamos que los hombres hayan llegado a un punto tal, que los obstáculos que impiden su conservación en el Estado natural superan a las fuerzas que cada individuo puede emplear para mantenerse en este Estado. En un caso así, el Estado primitivo no puede durar más tiempo, y el género humano perecería si no cambia su modo de existir. Mas como los hombres no pueden crear por sí solos nuevas fuerzas, sino unir y dirigir las que ya existen, solo les queda un medio para conservarse, y consiste en formar por agregación una suma de fuerzas capaz de vencer la resistencia, poner en movimiento estas fuerzas por medio de un solo móvil y hacerlas obrar convergentemente. Esta suma de fuerzas solo puede nacer del concurso de muchas separadas. Pero, como la fuerza y la libertad de cada individuo son los principales instrumentos de su conservación, ¿qué medio encontrará para comprometerlos sin perjudicarse y sin olvidar los cuidados que se debe a sí mismo? Esta dificultad, concretándola a mi objeto, puede 64 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro expresarse en estos términos: «Encontrar una forma de asociación capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal que cada uno de estos, en unión con todos, solo obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes». Este es el problema fundamental, cuya solución se encuentra en el contrato social. En fin, dándose cada individuo a todos, cada uno no se da a nadie en particular; y como no hay socio alguno sobre quien no se adquiera el mismo derecho que uno cede, se gana en este cambio el equivalente de todo lo que se pierde, y una fuerza mayor para conservar lo que se tiene. Si quitamos pues del pacto social lo que no es de su esencia, veremos que se reduce a estos términos: cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro es considerado como parte indivisible del todo. Este mismo acto de asociación convierte al instante la persona particular de cada contratante en un cuerpo moral y colectivo, compuesto de tantos miembros como voces tiene la asamblea; cuyo cuerpo recibe del mismo acto su unidad, su ser común, su vida y su voluntad. Esta persona pública, que se constituye como producto de la unión de todas las otras, recibía antiguamente el nombre de Civitas, y ahora el de República o de Cuerpo Político. En efecto, como hombre, cada individuo puede tener una voluntad particular contraria o diferente de la voluntad general que tiene como ciudadano. Su interés particular puede ser muy opuesto al interés común; su existencia aislada y naturalmente independiente puede hacerle mirar lo que debe a la causa pública como una contribución gratuita, cuya pérdida sería menos perjudicial a los demás de lo que a él le cuesta su prestación. Y considerando la persona moral que constituye el Estado como un ente de razón, por cuanto el Estado no es un ser humano, el individuo disfrutaría así de los derechos de ciudadano sin cumplir con los deberes de súbdito; una injusticia que, si progresase, causaría la ruina del cuerpo político. CUESTIONES 1. ¿Cómo es el estado de naturaleza según Rousseau? 2. ¿Cuál es el origen de la corrupción de la sociedad civilizada? 3. ¿Qué características tiene el pacto social según Rousseau? 4. ¿Qué es la voluntad general? 5. ¿Qué ventajas tiene la sociedad fundada en la voluntad general sobre el Estado de Naturaleza? 6. ¿Qué papel tiene la educación? 7. ¿Qué rasgos platónicos encontramos en el pensamiento de Rousseau? 8. Explica la frase de Goethe: Con Voltaire termina un mundo, con Rousseau comienza otro. 9. Destaca la repercusión que ha tenido el pensamiento de Rousseau. 10. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: Estado de naturaleza, contractualismo, voluntad general, ciudadano. 65 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro INMANUEL KANT (1724-1804) Treinta años después de su muerte, Heine escribió de Kant que no tuvo ni vida, ni historia. Su existencia, dedicada al pensamiento, careció de acontecimientos reseñables. Pero, lejos de ser una persona esquiva, disfrutó con la compañía y el aprecio de sus paisanos y, a pesar de que nunca salió de su ciudad natal, se mantuvo al corriente de los importantes cambios políticos y sociales de su tiempo. Inmanuel Kant, cuarto de los once hijos de una familia humilde de orientación pietista, nació el veintidós de abril de 1724, en Könisberg, localidad prusiana que en aquella época contaba aproximadamente con cincuenta mil habitantes. Pronto destacó en sus estudios. En 1740 ingresó en la universidad local, en la que impartió la docencia de diversas materias desde 1755 hasta 1797, alcanzó la cátedra de Lógica y Metafísica en 1770. Murió el doce de febrero de 1804. En su lápida se grabaron las palabras que inician el epílogo de su Crítica de la razón práctica: Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí. La Ilustración no tuvo la misma repercusión en todos los países de Europa. En Alemania, donde trascurrió la vida de Kant, la burguesía carecía de fuerza y no comprendió su sentido, ni la relación con sus intereses de clase. Desde 1740 a 1786, Prusia es gobernada por Federico II el Grande. Deísta y bastante escéptico, este monarca promovió las ideas de la ilustración francesa, creó la Academia de las Ciencias de Berlín y difundió la obra de Newton. Maupertius (al frente de la Academia), La Mettrie y Voltaire frecuentaron su corte. La filosofía en Francia e Inglaterra se interesa por asuntos relacionados con los cambios que se estaban produciendo en la sociedad, es reivindicativa y militante, sale de las universidades y se adentra en tabernas y salones. En Alemania (donde no existe la crítica social y política, pues los intelectuales, también Kant, admiran a su rey y consideran su despotismo lo mejor para el país) la filosofía se desarrolla en la Universidad, es especulativa y técnica, trata problemas lógicos y metafísicos que ya habían sido abandonados en otros países. No existe oposición entre filosofía y religión, los teólogos están muy influenciados por el racionalismo filosófico, y los llamados “filósofos populares”, Mendelssohn y Lessing, se preocupan generalmente de problemas religiosos o estéticos (el escrito de Kant Sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime sería un ejemplo de filosofía popular). En el ámbito religioso, junto al protestantismo ortodoxo, el pietismo dominaba en Königsberg y en su universidad. Fundado por el alsaciano P. J. Spener, desprecia las discusiones dogmáticas y reivindica la experiencia religiosa individual, la piedad y las buenas obras. Junto a una moral estricta, un cierto misticismo y una ruptura radical con la iglesia luterana, predicaba un intimismo que hacía posible la tolerancia, por lo que simpatizó con el movimiento ilustrado. LA FILOSOFÍA DE KANT El pensamiento kantiano representa una síntesis de las principales corrientes y autores de la filosofía moderna. Kant conoció y admiró la física de Newton, y, como él, concibió el conocimiento a modo de una síntesis entre experiencia y razón. También heredó su visión mecanicista, a la que opondrá la libertad propia del reino del espíritu. 66 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Kant, como el racionalismo, defiende la productividad de la razón al margen de la experiencia; sin embargo, mientras que para el racionalismo esa productividad consistía en aportar ideas innatas, contenidos de conocimiento, para Kant, la razón se limita a aportar las formas a priori del conocimiento, pues la materia o contenido del mismo sólo puede proceder de la experiencia. También, en el terreno de la razón práctica, comparte con el racionalismo la idea de que la libertad consiste en atender únicamente los dictámenes de la razón, un concepto de libertad que podemos remontar a Platón. Como el empirismo, Kant afirma que todo el conocimiento comienza y tiene su límite en la experiencia y, como Hume, rechaza la posibilidad de que la metafísica pueda llegar a ser una ciencia. Sin embargo, no comparte la tesis empirista de que todo en nuestro conocimiento procede de la experiencia. En su lectura de Rousseau, al que considera el Newton de la moral, podemos rastrear la idealización de los sentimientos morales del hombre corriente, la defensa de la autonomía (del hombre que obedece la ley que él mismo se impone) y la separación entre la ciencia (ámbito del conocimiento racional) que, según Kant, ha de limitarse al mundo de los fenómenos (de las apariencias), y la moral, que, en la elaboración kantiana, postula un mundo más allá de los fenómenos, que da refugio a la religión. Hay, en definitiva, en nuestro autor, un intento de hacer compatibles el determinismo natural, defendido por la ciencia moderna, y la libertad humana, que exigen la moral y la religión. En la obra de Kant suelen distinguirse dos períodos: - Período precrítico (1747-1770): De 1747-1760. Kant se interesa principalmente por la ciencia, contribuyendo a la difusión del pensamiento de Newton en Alemania. De 1760-1770. Kant centra su interés en la Metafísica. Por estos años se extiende en Alemania el escepticismo ilustrado inglés y francés. Kant conoce el empirismo de Hume, con cuya ayuda reconoce haber salido del sueño dogmático. En esta época anticipa algunas ideas que mantendrá en su período crítico, como la distinción entre el conocimiento sensible y el conocimiento intelectual o el carácter formal del espacio y el tiempo. Apunta también la necesidad de hacer una crítica completa de la razón para esclarecer si es posible la Metafísica, anunciando la labor que llevará a cabo en su período crítico. - Período crítico (1781-1804): A juicio de Kant (Lógica) el campo de la Filosofía puede reducirse a cuatro cuestiones, a las que pretendió dar respuesta con sus obras: - ¿Qué puedo conocer?: Crítica de la razón pura (1781, 1787), Prolegómenos (1783). - ¿Qué debo hacer?: Fundamentación de la Metafísica de las costumbres (1785), Crítica de la razón práctica (1790). - ¿Qué puedo esperar?: ¿Qué es la Ilustración? (1784), Crítica del juicio (1790), La religión dentro de los límites de la mera razón (1793). - ¿Qué es el hombre?, cuestión a la que se da respuesta contestando las otras tres. En este período, Kant lleva a cabo un análisis de la razón en sus distintos usos. El uso teórico, en el que se analiza la razón cuando se aplica en el conocimiento, y el uso práctico, en el que se analiza la razón cuando se aplica a la orientación de nuestra conducta. 67 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro El uso teórico de la razón: ¿Qué puedo conocer? El examen del uso teórico de la razón establece los límites del conocimiento. En su análisis, Kant parte de la existencia de la ciencia. Las Matemáticas y la Física nos procuran un conocimiento universal y necesario acerca de la experiencia. La cuestión es, por tanto, si mi conocimiento ha de reducirse a esos campos o es posible ir más allá de ellos. Concretamente, se plantea si es posible hacer de la Metafísica una ciencia. Desde Descartes, la Metafísica ha tenido por objeto el conocimiento de Dios, el alma y el mundo. En la época de Kant conviven dos posiciones extremas acerca de esta disciplina. La posición dogmática, que, en la línea del racionalismo de Descartes, considera a la Metafísica una ciencia deductiva construida a partir de primeros principios, y la posición escéptica, que considera imposible justificar racionalmente el conocimiento metafísico, es la posición de Hume. Kant considera ingenuo al dogmatismo, porque no examina con profundidad la legitimidad del proceder de la razón y hace caso omiso al desarrollo histórico de la Metafísica. Por su parte, el escepticismo, al que apunta el examen de Hume, es, según Kant, demasiado radical. A partir de un examen parcial del conocimiento, pretende no sólo descartar el conocimiento metafísico sino cualquier tipo de conocimiento universal y necesario acerca de la experiencia, cerrando los ojos al hecho (Faktum) innegable de la ciencia. Kant cree que para saber si la Metafísica puede ser una ciencia es preciso hacer un examen exhaustivo del conocimiento, que determine las condiciones que lo hacen posible y aclare si la Metafísica puede cumplirlas. La investigación kantiana se desarrolla a partir de las características de los juicios en que se expresa el conocimiento científico. Kant afirma que los juicios que componen las Matemáticas y la parte fundamental de la Física son juicios sintéticos a priori. Juicios que nos informan acerca de la experiencia, de lo que nos representamos a través de los sentidos, pero cuya verdad no se funda en la experiencia, por lo que tienen una validez universal y necesaria. Los juicios se clasifican atendiendo a dos criterios: 1. Atendiendo al tipo de conexión que se establece entre sujeto y predicado pueden ser: - Juicios analíticos: en los que el predicado está incluido en el concepto del sujeto, son juicios explicativos que se limitan a explicitar el significado del término sujeto, por lo que no aumentan nuestro conocimiento. - Juicios sintéticos: en los que el predicado no está incluido en el concepto del sujeto, son juicios extensivos, en los que el predicado añade algo al concepto del sujeto estableciéndose entre estos términos una síntesis o conexión que no se funda en el significado de los mismos, por lo que aumentan nuestro conocimiento. 2. Atendiendo al origen de la conexión entre sujeto y predicado pueden ser: - Juicios a posteriori: en los que la conexión entre el sujeto y el predicado se funda en la experiencia, por lo que sólo pueden considerarse generalizaciones probables, cuya referencia es siempre particular y contingente. - Juicios a priori: en los que la conexión entre el sujeto y el predicado no se funda en la experiencia, por lo que tienen una validez universal y necesaria. En las primeras páginas de su Crítica de la razón pura, Kant afirma que su análisis supone un giro copernicano, una perspectiva nueva en la historia de la filosofía, similar a la que Tales adoptó en la matemática y Galileo en las ciencias de la naturaleza. Según esta perspectiva, en el conocimiento no es la razón la que se deja gobernar por los objetos, sino que son éstos los que están sometidos a la razón. El método transcendental, utilizado por la filosofía crítica, analiza las condiciones que hacen posible el objeto de conocimiento y, por tanto, el conocimiento mismo. Este análisis descubre el papel activo de la razón en la constitución del objeto. La razón establece el marco necesario en que se inscriben los contenidos de la experiencia. 68 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Kant afirma que Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de éstos al entendimiento y termina en la razón. Al estudio de cada uno de estos niveles del conocimiento dedica Kant distintas partes de su obra: Estética Transcendental, Analítica Transcendental y Dialéctica Transcendental. En la Estética trascendental, Kant analiza la sensibilidad, la facultad de tener representaciones a través de los sentidos (intuiciones), y responde la cuestión de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas. En el objeto de la intuición, al que llama fenómeno (lo que aparece), distingue, una materia y una forma. La materia (empírica) es el conjunto de impresiones que nos vienen dadas a través de los sentidos, la forma (a priori) es puesta por la sensibilidad del sujeto para unificar y ordenar esas impresiones. Las formas a priori de la sensibilidad o intuiciones puras son el espacio – para la sensibilidad externa- y el tiempo –para la sensibilidad interna y externa-. Precisamente porque las Matemáticas se fundan en el espacio (geometría) y en el tiempo (aritmética), pueden enunciar juicios sintéticos a priori. Juicios que, como hemos dicho, tienen una validez universal y necesaria, pues no se fundan en la experiencia, en el conjunto de las impresiones particulares que nos son dadas a través de los sentidos, sino en las formas a priori que ordenan esas impresiones, y a las que todos los objetos del conocimiento sensible están sometidos, por lo que nos informan acerca de la experiencia. La Analítica trascendental se ocupa del entendimiento, de la facultad de pensar o juzgar, y responde la cuestión de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física. En el objeto del entendimiento, Kant distingue la materia, el fenómeno (el objeto de la sensibilidad, que incluye ya las formas a priori del espacio y el tiempo) y la forma, las categorías (conceptos a priori del entendimiento), que necesitamos para hacer juicios acerca de los fenómenos. En los juicios unificamos los fenómenos mediante conceptos. De estos conceptos, algunos son empíricos (generalizaciones tomadas de la experiencia), otros a priori (categorías puestas por el entendimiento). Hay doce tipos de juicio y a cada uno le corresponde una categoría. Hay, por tanto, doce categorías que aplicamos a los fenómenos para poder hacer juicios sobre ellos. Estas categorías se expresan, según Kant, en las leyes generales de la Naturaleza que enuncia la Física. Por ello los juicios de esta disciplina son sintéticos a priori. Sintéticos porque informan acerca de la experiencia, porque toda experiencia posible ha de someterse a las categorías para poder ser expresada en un juicio, y a priori porque las categorías no provienen de la experiencia, sino que son formas a priori del entendimiento, un marco universal y necesario en el que se inscriben los fenómenos para poder pensarlos. Tipos de juicios Según la cantidad Según la cualidad Según la relación Según la modalidad Universal (Todos los hombres son mortales) Particular (Algunos hombres son europeos) Singular (Juan es español) Afirmativos (Harpo es un perro) Negativos (Harpo no es un perro) Infinitos (Harpo es un no-perro) Categóricos (El triángulo tiene tres ángulos) Hipotéticos (El termómetro sube si hace calor) Disyuntivos (El mundo existe por azar o por necesidad) Problemáticos (El mundo existe por una causa exterior) Asertóricos (El termómetro sube porque hace calor) Apodícticos (Todos los diámetros de una circunferencia son iguales) Categorías Unidad Pluralidad Totalidad Realidad Negación Limitación Sustancia Causalidad Comunidad Posibilidad Existencia Necesidad 69 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En nuestros juicios establecemos una conexión entre los fenómenos, esta conexión se realiza de acuerdo con las categorías (formas a priori del entendimiento). Estas categorías expresan los principios fundamentales de la ciencia newtoniana. Así, por ejemplo, las categorías de la relación se expresarían en los siguientes principios: - Principio de permanencia de la sustancia: En todo cambio de los fenómenos permanece la sustancia y el quantum de la misma no aumenta ni disminuye en la Naturaleza. - Principio de sucesión temporal según la ley de causalidad: Todos los cambios en la Naturaleza tienen una causa. - Principio de la simultaneidad según la ley de acción recíproca o comunidad: Todas las sustancias percibidas simultáneamente en el espacio, se hayan en completa acción recíproca. La Dialéctica trascendental analiza la razón, la facultad que enlaza los juicios formando razonamientos, y responde la cuestión de si son posibles los juicios sintéticos a priori en la Metafísica. Los razonamientos nos remiten a principios cada vez más generales y, en última instancia, a las condiciones últimas, por ello incondicionadas, que permiten la suprema unificación del conocimiento. Estas condiciones incondicionadas son las ideas de la razón: el conjunto de los fenómenos de la experiencia interna se unifica mediante la idea de Alma, el conjunto de los fenómenos de la experiencia externa se unifica mediante la idea de Mundo, y ambas esferas se reducen a una mediante la idea de Dios. Las ideas nos permiten unificar la totalidad de los fenómenos, pero no podemos conocer esa totalidad unificada porque nos falta su intuición sensible. La metafísica no cumple las condiciones que hacen posible la ciencia. El error de la metafísica ha sido hacer un uso constitutivo de estas ideas, pensar que Dios, alma y mundo podían ser objeto de conocimiento, cuando solo tienen un uso regulativo, expresan únicamente el ideal de la razón en su búsqueda de leyes y principios cada vez más generales. No podemos tener conocimiento acerca de Dios, el alma y el mundo porque no son fenómenos, y conocer aquello que hay más allá de los fenómenos, los noúmenos o cosas en sí, es imposible; aunque preguntarse acerca de ellos constituya una tendencia inevitable de la razón, arraigada en su propio dinamismo. La Crítica de la razón pura establece que el límite de nuestro conocimiento está en los fenómenos, aunque el hecho de que el sujeto no sea absolutamente activo en el conocimiento requiere que supongamos que hay algo más allá de los fenómenos (de lo que aparece), algo independiente del sujeto, cosas en sí o noúmenos que escapan al conocimiento racional. El uso práctico de la razón: ¿Qué debo hacer? El uso práctico de la razón se ocupa de la determinación de la voluntad, responde a la pregunta ¿qué debo hacer?. Kant, que, en su obra teórica, no se propuso el conocimiento de la naturaleza (dado por la ciencia), sino determinar las condiciones que lo hacían posible; en su obra práctica, tampoco pretendió reivindicar un universo moral, que consideró dado a la conciencia moral ordinaria. La tarea que se impuso es la de aclarar los conceptos y principios que hacen que la moralidad sea como es. Su punto de partida es el hecho (faktum) de la ley moral, un hecho de la razón pura del que tenemos conciencia a priori, y que tiene certidumbre apodíctica. Kant comienza descartando el análisis de la moralidad que hacen las éticas materiales. Estas éticas defienden la existencia de un bien supremo, y califican las acciones de buenas o malas según nos acerquen o nos alejen de ese bien. La investigación kantiana concluye que estas éticas son incapaces de explicar el hecho de la ley moral, porque sus principios prácticos son a posteriori (su contenido se funda en la experiencia), hipotéticos (mandan una acción de manera condicionada) y heterónomos (no están fundados en la razón). 70 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Kant cree que un principio práctico para valer como ley moral debe ser a priori (su contenido no puede fundarse en la experiencia), categórico (mandar sin condición alguna) y autónomo (fundado únicamente en el dictamen de la razón). Kant comienza distinguiendo, en los actos susceptibles de calificación moral, una materia y una forma. La materia es la acción concreta que se realiza, la forma es el motivo por el que se realiza (el fundamento de determinación de la acción). Para evaluar moralmente una acción tenemos en cuenta estos dos elementos. Una acción es buena cuando es conforme al deber y está realizada por respeto al deber. En esta consideración se funda la distinción kantiana entre legalidad y moralidad. En el ámbito de la legalidad nos basta con que la acción sea conforme al deber, en la moralidad necesitamos atender, además, al motivo de la acción. Solo cuando el motivo sea el mero respeto a los dictados de la razón y no el interés, agrado o sentimiento que la acción nos provoque, podemos considerar buena nuestra actuación. El análisis kantiano conduce a una ética formal. Kant no nos ofrece un catálogo de normas, cree que todo hombre sabe normalmente lo que debe hacer. Siguiendo a Rousseau, piensa que el deber está inscrito en la conciencia moral vulgar. A todo hombre le es accesible lo que debe hacer, aunque en algunos casos los intereses, las inclinaciones, etc. pueden confundirnos. Para estos casos Kant nos propone un instrumento que nos permite dirimir si una acción es conforme al deber: el imperativo categórico. Para saber qué acciones son conformes al deber tenemos que someter el principio práctico que las expresa a la consideración de la razón. Esta consideración consiste en dilucidar si nuestro principio puede ser pensado o querido, sin contradicción, como válido para todos los seres racionales (como un principio práctico universal). Sólo en caso afirmativo el principio puede ser considerado una ley moral. Kant afirma que la forma del principio práctico que rige nuestra acción es la que me permite descubrir si ese principio enuncia un deber moral. La universalidad es la forma en presenta el deber. La expresión de esta tesis es el imperativo categórico: Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal. Kant formula este imperativo en otros términos: Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio, acentúa la dignidad del hombre. Obra de tal modo que la voluntad pueda considerarse a sí misma, mediante su máxima, como legisladora universal, destaca la autonomía de su voluntad. En la Crítica de la razón pura, Kant había negado que podamos tener conocimiento acerca del mundo, del alma y de Dios. El lugar adecuado para plantear el tema de Dios y el tema del alma no es el ámbito de la razón teórica, sino el de la razón práctica. La libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios son postulados de la razón práctica. No son evidentes ni demostrables pero son condiciones necesarias de la moralidad misma. No expresan un conocimiento sino una fe racional. Esta fe racional es el único recurso de que el hombre dispone para orientarse en el espacio de lo suprasensible, para nosotros impenetrable y lleno de espesa noche… Ante la insuficiencia de los principios objetivos de la razón, reconoce Kant la posibilidad de determinarse al asentimiento según un principio subjetivo de la misma. Los postulados no permiten decir yo sé pero sí yo creo y quiero. El hombre honesto puede decir: quiero que exista un Dios, que mi existencia en este mundo sea -aparte de la conexión natural- una existencia en un mundo puro del entendimiento, y, finalmente, que mi duración sea infinita. Me adhiero firmemente a ello y no me dejo arrebatar mi creencia. 71 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La exigencia moral de obrar conforme al deber por deber, supone la libertad, la posibilidad de vencer nuestros deseos e inclinaciones. El requerimiento de la razón de aspirar a la virtud, a la concordancia perfecta y total de nuestra voluntad con la ley moral, exige la inmortalidad del alma, pues es inalcanzable en una existencia limitada. La disconformidad que encontramos en el mundo entre ser y deber ser, y entre virtud y felicidad, exige la existencia de Dios, de aquella realidad en quien se da la unión de estos términos y que garantiza que ellos han de coincidir finalmente. Kant distingue el postulado de la libertad de los otros dos postulados. La libertad es condición de la ley moral. La inmortalidad del alma y la existencia de Dios son condiciones del bien supremo (que incluye la felicidad) sin una vinculación directa al hecho de la moralidad. La pregunta ¿Qué debo hacer? no se responde diciendo Haz aquello que te haga feliz, su respuesta es Haz aquello que te haga digno de ser feliz. Según Kant, es falso que la felicidad produzca moralidad (como apuntaban las éticas eudemonistas), pero no lo es que la moralidad produzca felicidad. ¿Qué puedo esperar? El esperar presupone el concepto de finalidad, se espera siempre alcanzar un fin. En su Crítica del juicio, Kant sostiene que no hay fines en la Naturaleza, donde todo sucede mecánicamente, pero el hombre necesita la finalidad para poder pensar los acontecimientos. La finalidad es una mera idea a la cual no se trata de atribuir realidad alguna, sino que se emplea sólo como guía de la reflexión. Ejerce una función semejante a las ideas de la razón especulativa en su uso regulativo, permite pensar la realidad de un modo adecuado a las necesidades del hombre. Aquello que puedo esperar está vinculado a la utilización de la razón, principalmente en su uso práctico. Kant considera que puedo esperar tres cosas estrechamente relacionadas: - La paz perpetua, que es el sentido último del progreso y de la historia. La guerra es para Kant el mayor obstáculo de la moralidad. - El triunfo del bien, el triunfo de la actuación conforme a los dictados de la razón práctica. Este triunfo no es posible fuera de una comunidad de hombres organizada sobre una base moral. - La felicidad,… la moral no es propiamente la doctrina de cómo hacernos felices, sino de cómo debemos hacernos dignos de la felicidad. Sólo cuando la religión se añade a ella, aparece también la esperanza de ser partícipes de la felicidad, en la medida en que nos hayamos cuidado de no ser indignos de ella (Crítica de la razón práctica). La moral es la que presenta su finalidad a la esperanza, pero la esperanza ya no es objeto de la moral sino de la religión, una religión que solo en relación con los mandatos morales integra la creencia racional en Dios. Kant comparte los ideales de la Ilustración. La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía del otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside la falta de inteligencia, sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propia razón! He aquí el lema de la Ilustración. (Kant ¿Qué es la Ilustración?) 72 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro El principio de la Ilustración es la soberanía de la razón, la exclusión de toda otra autoridad (Hegel). Aun reconociendo sus propios límites, Kant establece la razón como única guía del hombre y alienta su utilización responsable, que permita un avance de la sociedad y del conocimiento asentado en principios firmes, lejos de la arbitrariedad revolucionaria y del dogmatismo inmovilista. Kant defiende el uso crítico de la razón, liberado de toda tutela exterior, de toda autoridad, de todo prejuicio que apoyado únicamente en la tradición pretenda carácter de ley. Una razón secularizada, que rechaza el teocentrismo y opone al providencialismo divino la fe en el progreso continuo y sin límites de la humanidad; a la redención sobrenatural del hombre, la salvación que él mismo pueda procurarse. Una razón liberadora, que establece una directa proporcionalidad entre Ilustración, virtud y felicidad, en la creencia de que la progresiva aplicación de la razón a todos los ámbitos de la vida conducirá a un mundo mejor. ¿Qué es el hombre? La cuarta y última pregunta que Kant plantea en su Lógica, se contesta atendiendo a las respuestas a las tres cuestiones anteriores. La filosofía kantiana puede interpretarse como un intento de reconciliar los dos reinos en que habita el pensamiento moderno. El reino de la Naturaleza, reino de la necesidad, urbanizado por la ciencia, y el reino de la libertad, al amparo de la metafísica tradicional. La reconciliación de ambos reinos no se realiza por la reducción de uno a otro, como habían hecho autores anteriores, sino a través del reconocimiento del papel mediador del ser humano. El ser humano se conoce como un ser perteneciente a la esfera natural, sensible. Un ser empírico, físico, orgánico, sometido a las leyes de la causalidad determinada que rigen los fenómenos. Pero no me conozco tal como soy, la vida moral supone la libertad, y, en tanto que libre, el ser humano es un ser activo que independientemente de la naturaleza y de la causalidad natural, determina los fenómenos. La libertad, que la razón práctica postula, me ubica en el reino nouménico, que no es objeto de conocimiento sino de fe racional. En el comienzo del epílogo de la Crítica de la razón práctica, epitafio de su tumba, Kant confiesa su admiración por la posición intermedia del ser humano. Entre el reino natural, sensible, fenoménico, y el reino suprasensible, nouménico. El cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí. El primero anula mi importancia, en tanto que soy una criatura animal, una materia que durante un breve período de tiempo está dotada de energía vital, y que acabará reintegrándose en el inmenso cosmos. La segunda me eleva por encima de ese mundo sensible. A diferencia de la metafísica tradicional, Kant no recurre a Dios para reivindicar la grandeza del ser humano. Se retira dentro de sí, a su yo invisible. La ley moral nos descubre una racionalidad que justifica la creencia en la dignidad y el valor intrínseco del ser humano. Un ser autónomo que debe ser tratado siempre como un fin en sí mismo y nunca como un medio. Esta racionalidad también justifica nuestras esperanzas en el progreso constante de la humanidad. Kant comparte el optimismo ilustrado. La humanidad progresa a mejor en lo concerniente al fin moral de la existencia (En torno al tópico: Tal vez sea correcto en teoría pero no en la práctica). El hecho mismo de saber que debemos ser mejores, manifiesta que está a nuestro alcance. Lo que debemos hacer, lo podemos hacer. 73 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro TEXTO La obra elegida es la Crítica de la Razón Pura. La primera edición de esta obra se publicó en 1781, la segunda edición, en la que se revisan algunos contenidos, en 1787. En esta obra se lleva a cabo un análisis del uso teórico de la razón con el objeto de aclarar la situación de la metafísica en el ámbito del saber. En el texto seleccionado (Prólogo a la segunda edición), Kant resume su planteamiento, repasa los resultados alcanzados en su análisis del uso teórico de la razón y prepara el análisis del uso práctico que aparecerá expuesto en la Crítica de la Razón Práctica, que se publicó al año siguiente. Fragmentos Ensáyese pues, a ver si no tendríamos mejor éxito en los problemas de la Metafísica, aceptando que los objetos sean los que deban reglarse por nuestros conocimientos, lo cual conforma ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de esos objetos, el cual asegura algo de ellos antes que nos sean dados. Sucede aquí lo que con el primer pensamiento de Copernico, que, no pudiendo explicarse bien los movimientos del cielo, si admitía que todo el sistema sideral tornaba alrededor del contemplador, probó si no sería mejor suponer que era el espectador el que tornaba y los astros los que se hallaban inmóviles. Se puede hacer con la Metafísica un ensayo semejante, en lo que toca a la intuición de los objetos. Si la intuición debe reglarse por la naturaleza de los objetos, yo no comprendo entonces cómo puede saberse de ellos algo a priori; pero, réglese el objeto (como objeto de los sentidos) por la naturaleza de nuestra facultad intuitiva, y entonces podré representarme perfectamente esa posibilidad La metafísica, conocimiento especulativo de la razón, completamente aislado, que se levanta enteramente por encima de lo que enseña la experiencia, con meros conceptos (no aplicándolos a la intuición, como hacen las matemáticas), donde, por tanto, la razón ha de ser discípula de sí misma, no ha tenido hasta ahora la suerte de poder tomar el camino seguro de la ciencia. Y ello a pesar de ser más antigua que todas las demás y de que seguiría existiendo aunque éstas desaparecieran totalmente en el abismo de una barbarie que lo aniquilara todo. Ahora bien, en la medida en que ha de haber razón en dichas ciencias, tiene que conocerse en ellas algo a priori, y este conocimiento puede poseer dos tipos de relación con su objeto: o bien para determinar simplemente éste último y su concepto (que ha de venir dado por otro lado), o bien para convertirlo en realidad. La primera relación constituye el conocimiento teórico de la razón; la segunda, el conocimiento práctico. De ambos conocimientos ha de exponerse primero por separado la parte pura sea mucho o poco lo que contenga -, a saber, la parte en la que la razón determina su objeto enteramente a priori, y posteriormente lo que procede de otras fuentes, a fin de que no se confundan las dos cosas. En efecto, es ruinoso el negocio cuando se gastan ciegamente los ingresos sin poder distinguir después, cuando aquél no marcha, cuál es la cantidad de ingresos capaz de soportar el gasto y cuál es la cantidad en que hay que reducirlo. Si la elaboración de los conocimientos pertenecientes al dominio de la razón llevan o no el camino seguro de una ciencia, es algo que pronto puede apreciarse por el resultado. Cuando, tras muchos preparativos e intentos, la razón se queda estancada inmediatamente antes de llegar a su fin; o cuando, para alcanzarlo, se ve obligada a retroceder una y otra vez 74 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro y a tomar otro camino; cuando, igualmente, no es posible poner de acuerdo a los distintos colaboradores sobre la manera de realizar el objetivo común; cuando esto ocurre se puede estar convencido de que semejante estudio está todavía muy lejos de haber encontrado el camino seguro de una ciencia: no es más que un andar a tientas. Y constituye un mérito de la razón averiguar dicho camino, dentro de lo posible, aun a costa de abandonar como inútil algo que se hallaba contenido en el fin adoptado anteriormente sin reflexión. La razón debe abordar la naturaleza llevando en una mano los principios según los cuales los fenómenos concordantes pueden valer por leyes, y en la otra, el experimento que ella haya proyectado a la luz de tales principios; y la razón debe hacerlo para ser instruida por la naturaleza, pero no lo hará como un discípulo que escucha todo lo que el maestro quiera, sino como juez que obliga a los testigos a responder a las preguntas que él les formula. De modo que incluso la física sólo debe tan provechosa revolución de su modo de pensar a una idea, la de buscar en la naturaleza, conforme a lo que la misma razón pone en ella, aquello que debe aprender de ella, de lo cual la razón por sí sola no sabría nada. Únicamente de esta forma ha alcanzado la ciencia natural el camino seguro de la ciencia, después de tantos años de no haber sido más que un mero andar a tientas. CUESTIONES 1. ¿Qué períodos se distinguen en la obra de Kant y qué características los definen? 2. ¿Cuáles son las cuestiones que debe plantearse la filosofía? 3. ¿Qué es la razón pura y cuáles son sus usos? 4. ¿Cuál es la cuestión que se plantea la Crítica de la Razón Pura y cómo se justifica? 5. ¿Qué son los juicios sintéticos a priori? 6. ¿En qué consiste el “giro copernicano” de Kant? 6. ¿Qué partes tiene la Crítica de la Razón Pura, qué cuestiones plantean y cómo las responden? 7. Explica el significado de las siguientes frases: - “Todo nuestro conocimiento comienza por la experiencia, pero no todo en el conocimiento procede de la experiencia”. - “Sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros hemos puesto en ellas”. - “Conceptos sin intuiciones son vacíos, intuiciones sin conceptos son ciegas”. - “La razón humana tiene el destino singular en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades”. 8. Características de las éticas materiales y de la ética formal. 9. ¿Por qué decimos que la ética kantiana es una ética formal? 10. ¿Cuál es la formulación del imperativo categórico? 11. ¿Qué y cuáles son los postulados de la razón práctica? 12. Explica el significado de la siguiente frase: “Es falso que la felicidad produzca moralidad, pero no lo es que la moralidad produzca felicidad”. 75 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 13. Resume y ordena la respuesta kantiana a ¿Qué puedo esperar? 14. Resume la concepción Kantiana del ser humano. 15. ¿Existe, según Kant, contradicción entre lo establecido por la razón pura en su uso teórico y lo establecido en su uso práctico? 16. ¿Por qué decimos que la filosofía kantiana realiza una síntesis superadora de racionalismo y empirismo? 17. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: Dogmatismo, escepticismo, a priori, a posteriori, juicio sintético, juicio analítico, metafísica, ciencia, fenómeno, noúmeno, intuición, sensibilidad, categoría, entendimiento, razón, idea de la razón, uso regulativo, uso constitutivo, ética material, imperativo hipotético, imperativo categórico, heteronomía, autonomía, principio práctico, máxima, postulado. 76 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro KARL MARX (1818-1883) Karl Marx nace en Treveris, ciudad de la Prusia renana, en 1818, en el seno de una familia acomodada. Estudió Filosofía y Derecho en las universidades de Bonn, y Berlín, donde entró en contacto con el pensamiento hegeliano. Trabajó como redactor en la Gaceta Renana, donde denunció la explotación en Alemania. La persecución a los grupos de izquierda en los que estaba integrado, le llevó con su familia a París en 1843, allí conoció a Friedrich Engels, con el que mantendrá una fructífera relación intelectual hasta su muerte. Fue expulsado de Francia, Bélgica y Alemania por sus actividades subversivas. En Londres, donde se estableció definitivamente, armonizó el análisis teórico con la praxis política, colaborando en la fundación de la Primera Internacional de los Trabajadores y de la Asociación Internacional de Trabajadores. Murió en 1883. Históricamente, el siglo XIX es el siglo de la Revolución Industrial y del triunfo definitivo de las revoluciones liberales (1820, 1830, 1848). La Revolución Industrial dio el paso de una economía basada en la agricultura a una economía basada en la producción de bienes de consumo. Se consolida el capitalismo como modo de producción, aumenta el tejido industrial, mejoran los medios de transporte y se intensifica el comercio internacional; pero, el progreso económico no afectó a todos por igual. Las revoluciones liberales del siglo XIX fueron radicalizándose y adquiriendo un carácter cada vez más social. En estas revoluciones se produce un progresivo distanciamiento entre la burguesía y el proletariado, que comenzaron luchando juntos y acabaron enfrentados. El proletariado empezó a manifestar sus propias exigencias: sufragio universal, mejoras sociales, etc. La burguesía observará con temor y desconfianza estos movimientos obreros. Marx tuvo un papel destacado en los orígenes del movimiento obrero y de las primeras asociaciones de trabajadores, defendió sus reivindicaciones, propuso un humanismo materialista comprometido con la revolución: Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos. De lo que se trata es de transformarlo (Tesis sobre Feuerbach, XI). Marx pensaba que el sentido de la filosofía es la emancipación del ser humano. En el siglo XIX, la ciencia se convierte en el saber más prestigiado. Se extiende la convicción de que el desarrollo de la ciencia y su aplicación práctica (la técnica) conducirían a la humanidad a una vida mejor. La ciencia y la técnica alcanzan cotas insospechadas de progreso, lo que permite profundas transformaciones tanto en los modos de producción de bienes de consumo, como en la estructura social. Pero el progreso científico no fue acompañado del consiguiente progreso moral, las desigualdades sociales se agudizaron. La teoría de Darwin influyó en el debate político y social de la época, cambió la imagen que el hombre tenía de sí mismo y le situó, como cualquier otra especie, en el marco de la evolución. Marx compartirá el materialismo implícito en esta teoría y pondrá en la actividad productiva la distinción entre el ser humano y los animales. El hombre se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida. ( La ideología alemana). 77 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En el terreno artístico, frente a la fantasía desbordante del romanticismo, surge, a mediados de siglo, el realismo, que convierte el arte en un arma de denuncia social. En literatura, la novela realista y naturalista alcanza su cenit con las obras de Balzac, Zola y Dickens. En pintura destaca el realismo de Courbet, Millet, Daumier y Doré. En música destacan los grandes compositores de la última etapa del romanticismo y del posromanticismo: Wagner, Verdi y Brahms. LA FILOSOFÍA DE KARL MARX Podemos enmarcar la obra de Marx a partir de Hegel y la izquierda hegeliana, la economía política clásica, el socialismo utópico y el anarquismo. Kant había definido el carácter finito y limitado de la razón humana. El conocimiento racional sólo alcanzaba los fenómenos, las cosas tal y como son en sí mismas (noúmenos) son incognoscibles. Hegel rechazó esta limitación, entendiendo que la realidad no es sino el despliegue histórico de una Razón Infinita que progresa dialécticamente, Todo lo real es racional y todo lo racional es real (Filosofía del Derecho, Prefacio). La función de la filosofía es comprender y explicar el despliegue de la Razón. A partir de Hegel, de la riqueza y ambigüedad de su sistema, surgió un grupo de discípulos que pronto se separó en dos tendencias: la derecha hegeliana, conservadora, defiende el cristianismo y justifica el orden social y político del momento, y la izquierda hegeliana que analiza críticamente la religión y piensa que la realidad debe ser cambiada. Feuerbach, representante de la izquierda hegeliana, defiende en La esencia del cristianismo un giro materialista de la filosofía. La reflexión filosófica no puede ni debe comenzar por abstracciones, sino con la vida, sus necesidades y deficiencias. Desde esta posición considera la religión como una manifestación de la alienación del hombre. Dios es una proyección, una imagen idealizada que el hombre hace de sí mismo. Marx reconoce el valor del pensamiento de Hegel, y aplica su dialéctica a la comprensión de la historia. La contradicción, la oposición, la lucha, es el motor de la historia. Ahora bien, mientras Hegel, idealista, piensa que las ideas protagonizan el desarrollo histórico, Marx, en la línea del materialismo de la izquierda hegeliana, da prioridad a la realidad socioeconómica. Marx critica también la complacencia hegeliana con la realidad, su afirmación de que todo lo real es racional, ligada a la consideración de la filosofía como un saber teórico, dedicado únicamente a comprender y explicar la racionalidad de lo real. Para Marx, las condiciones de vida del proletariado contradicen esta afirmación. El proletariado es la negación de la razón, de la justicia, de la realización del hombre, del derecho y de la libertad. La filosofía no puede justificar esta realidad, debe colaborar en su transformación. En El Capital, Marx crítica la economía política clásica (Adam Smith, Malthus, David Ricardo, etc.) que justifica el sistema económico capitalista. Esta línea de pensamiento defiende el carácter natural de la ley de la oferta y la demanda, y afirma que la libertad económica, la búsqueda individual del beneficio propio y el desarrollo de la competencia entre los hombres, conduce a una sociedad más próspera e igualitaria. Marx piensa que el error de esta teoría es no haberse dado cuenta que la plusvalía, que permite la supervivencia del capitalismo, fomenta la injusticia. También influyó en el socialismo científico de Marx, el socialismo de Owen, Saint Simón y Fourier, que proyectaron sociedades ideales en la línea de Platón, Tomás Moro, etc. 78 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Sin embargo, al no tener en cuenta las condiciones reales en las que se desenvuelve el sistema capitalista y carecer de los instrumentos necesarios para hacer posible su verdadera transformación, fue considerado utópico por Marx. Por último, Tuvieron influencia en Marx los pensadores anarquistas (Proudhon y Bakunin), que, como él, impulsaron la lucha del proletariado y vieron en la propiedad privada el origen de la injusticia social. Sin embargo, el rechazo anarquista de toda forma de poder como fuente de corrupción y su defensa a ultranza de la libertad individual, chocaron con el proyecto comunista que, para trasformar la sociedad, consideraba necesario crear organizaciones estables y jerarquizadas. Estas diferencias se manifestaron en la 1ª Internacional, produciendo la primera escisión dentro del movimiento obrero. Marx tuvo un papel destacado en el nacimiento de las primeras asociaciones de trabajadores; defendió sus reivindicaciones y propuso un humanismo materialista comprometido con el proyecto ilustrado de la emancipación del ser humano. Hombre En el Prólogo de La ideología alemana, Marx afirma que El hombre mismo se distingue de los animales en el momento en que comienza a producir sus medios de vida… Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción. Marx destaca en el origen del modo de ser humano la actividad productiva. El modo como producimos los bienes materiales necesarios para subsistir es lo que configura nuestro modo de ser (frente a aquellos que han puesto en el terreno espiritual lo sustantivo del ser humano, alejándole de la naturaleza y considerando la actividad contemplativa su actividad más propia). El hombre, además, no tiene una esencia fija, es un ser eminentemente potencial, su ser depende de las condiciones materiales en que se desarrolle su existencia. Estas condiciones tienen un carácter social e histórico. Hasta hoy esas condiciones no han permitido que el hombre desarrolle libremente todas sus capacidades, el hombre ha vivido alienado. El concepto de alienación, que significa hacerse otro, ceder lo que nos es propio, aparece en la literatura alemana con la difusión de las teorías pactistas y ocupa un lugar destacado en la filosofía de Hegel y Feuerbach. Marx considera que la alienación del hombre es consecuencia de una determinada organización de la vida social, y, por ello, puede ser superada. Marx señala diversas formas de alienación. La fundamental se da en el terreno económico, que condiciona la estructura y dinámica de la sociedad. En el modo de producción capitalista, la alienación económica se manifiesta en cuatro ámbitos: en relación con el producto del trabajo que, al convertirse en capital de otro, se hace extraño y domina al trabajador; en relación al propio trabajo, que en las condiciones capitalistas, no desarrolla libremente las energías mentales y físicas del hombre; en relación a la naturaleza, que aparece como algo hostil y ajeno, propiedad de otro; y en relación a los demás hombres, a los que se enfrenta y con los que compite, en lugar de colaborar en la transformación del mundo y hacerlo más habitable. Además de la económica, Marx apunta la alienación política, que quita a los hombres su libertad, para defender los intereses de la clase dominante. La alienación social, el enfrentamiento del hombre con el hombre, consecuencia, en las sociedades de clases, de la lucha entre éstas. Por último, la alienación ideológica que se da cuando el trabajador asume 79 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro que el capitalista se apropie de la plusvalía, y que se manifiesta en la filosofía especulativa, que sólo interpreta el mundo y lo hace erróneamente con la finalidad de que parezca que el orden existente es el que tiene que ser, y en la religión, que predicando la paciencia y la resignación y prometiendo el paraíso en la otra vida, aparta al hombre del esfuerzo por mejorar su suerte en esta tierra. La superación de la alienación exige la desaparición del sistema capitalista de producción. Las condiciones están dadas: hay una gran masa de desposeídos (el proletariado) y un desarrollo de las fuerzas productivas que permite cubrir satisfactoriamente las necesidades materiales del ser humano. El nuevo estadio histórico será la sociedad comunista, en la que no hay propiedad privada de los medios de producción. En esta sociedad se produce el retorno del hombre a sí mismo como ser social, haciendo coincidir los intereses de cada individuo con los de la especie humana. Marx anuncia una sociedad de abundancia y absoluta libertad, en la que el hombre será dueño de su propio destino y podrá realizar todas sus capacidades. La obra de Karl Marx pretende llevar a la práctica el proyecto ilustrado de la emancipación. Hasta ahora, inmerso en un mundo de escasez, el hombre ha tenido que anteponer la supervivencia a cualquier otra consideración, postergando así su autorrealización, viviendo en condiciones de extrañamiento o alienación. A medida que la propiedad privada y la división del trabajo se desarrollaban, su actividad iba perdiendo el carácter de expresión de las facultades humanas. El nivel de desarrollo de las fuerzas productivas permite la liberación de las condiciones de servidumbre de los trabajadores y la emancipación de la especie humana, la actividad libre de todos los hombres. Política (sociedad) La obra de Marx defiende un humanismo materialista comprometido con el proyecto ilustrado de la emancipación del hombre. En el Prólogo de La ideología alemana, Marx afirma que El hombre mismo se distingue de los animales en el momento en que comienza a producir sus medios de vida… Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción. Marx destaca, en esta definición, que en el origen del modo de ser humano está la actividad productiva. En su actividad productiva, el hombre no se limita a hacer cosas, sino que también se hace a sí mismo, produce su propia vida, en relación con la naturaleza y con los demás hombres, en sociedad. Si queremos la emancipación del hombre, debemos establecer las condiciones sociales que la hacen posible, y, para ello, hay que conocer la estructura de la sociedad y las leyes que rigen su desarrollo histórico. El estudio de la sociedad nos descubre la existencia de dos niveles: la infraestructura (base económica) y la superestructura. La infraestructura o base económica se ocupa de la producción de los bienes necesarios para vivir. La superestructura contiene el sistema jurídico-político, que establece los mecanismos de poder (Estado) y las normas por las que se rige una comunidad (Derecho), y el ideológico, las ideas que cada sociedad tiene sobre sí misma y sobre el mundo, así como los hábitos y modelos de comportamiento que dan cohesión a la estructura social. La anatomía de la sociedad civil se descubre en la Economía política, es decir, en el estudio sistemático de las relaciones sociales que se establecen en la producción y distribución de bienes materiales. Esto no significa que cada cosa que ocurre en la sociedad sea un reflejo de lo económico, hay en los distintos ámbitos una relativa autonomía, pero es 80 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro en la base económica donde se encuentra la explicación última de lo que ocurre en los demás ámbitos. La dinámica de la sociedad se explica desde un modelo dialéctico: es la contradicción, la lucha, la oposición, la que desencadena los cambios sociales. El elemento fundamental en esta dinámica son las fuerzas productivas, los medios necesarios para la producción de los bienes que permiten la supervivencia (la tecnología y el trabajo humano). Su desarrollo indica el grado de evolución alcanzado por el ser humano y determina las relaciones de producción, que son las que se establecen entre los miembros de la sociedad, y que vienen definidas por el lugar que cada uno de ellos ocupa en la distribución del trabajo y del beneficio. Marx señala que el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción no es igual. Las primeras suelen tener un desarrollo más o menos constante, las segundas no cambian tan rápidamente, por lo que progresivamente se produce un desajuste entre ellas. Llega un momento en que las relaciones de producción no son funcionales para el desarrollo de las fuerzas productivas, entran en contradicción con ellas y es necesario que se establezcan otras nuevas. Además, las sociedades en que los medios de producción son de propiedad privada, la desigual distribución del trabajo y del beneficio conlleva la existencia de clases antagónicas y tienen en la lucha de clases una fuente permanente de conflictos sociales y el motor de la historia. Aparentemente, la historia de la humanidad es el producto de unas condiciones materiales independientes de la voluntad del hombre, pero Marx considera que estas condiciones determinan el horizonte de lo posible históricamente y que el hombre puede colaborar en la trasformación de la sociedad dentro de ese horizonte, que, a su vez, va cambiando (…la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. (Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía política). Sin esas condiciones no puede darse el cambio, con esas condiciones el cambio se dará, pero su sentido no está absolutamente determinado, en ese espacio actúa la libertad humana. Las relaciones de producción ligadas estrechamente al desarrollo de las fuerzas productivas constituyen la estructura económica de la sociedad, el núcleo central en la explicación de los conflictos sociales y de los grandes cambios históricos. Sobre esta “base real” se sitúan las otras instancias o manifestaciones de la vida social, la superestructura, formada por el Derecho y el Estado (la estructura jurídica y política) y las formas de conciencia social (las ideologías). La forma en que se crean y administran las leyes y se ejerce el poder político aparece estrechamente vinculada a la forma en que se organiza y ejerce el poder económico. Así en las sociedades de clases, en las que se da la propiedad privada de los medios de producción, la clase dominante, propietaria de estos medios, controla y utiliza las leyes y el Estado en defensa de sus intereses. Marx sitúa también en el nivel de la superestructura las formas de conciencia social, las ideologías. Pues Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas (F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). Una ideología es un sistema de representaciones (imágenes, mitos, ideas, etc.) que cumple un papel histórico en el seno de la sociedad. Las ideologías no encuentran su fundamento en sí mismas, no tienen una sustantividad propia, una existencia independiente. Las ideologías son algo derivado, están al servicio de la estructura económica, base real de todo fenómeno social. 81 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Aunque las ideologías tengan influencia en el curso de la historia, es el factor económico el que explica, en última instancia, y, por tanto, la historia de las distintas representaciones que el hombre se ha hecho de la realidad. Marx considera que este nivel, que se reviste con frecuencia con la forma de la especulación pura, no tiene una existencia independiente de las otras instancias de la vida social. Aunque los sujetos que participan de una ideología no sean conscientes de su relación con ellas, ni de la función que de hecho cumplen en el mantenimiento o trasformación de las situaciones históricas heredadas. En las sociedades de clases, la clase que ejerce el poder económico, ejerce también el poder espiritual. Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época, que se presentan como teniendo una validez universal. El marxismo denomina modo de producción al resultado de la combinación entre un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y las correspondientes relaciones de producción. Entender la historia como el paso de un modo de producción a otro es en lo que consiste el materialismo histórico de Marx. Una concepción materialista porque el cambio se justifica por la transformación de la realidad material, y dialéctica porque el cambio se realiza por la negación de unos modos respecto a otros, que no supone la desaparición definitiva del antiguo (siempre perviven formas del anterior), sino la dominación del nuevo. Marx considera que han existido cuatro modos de producción: asiático, antiguo, feudal y burgués-capitalista, y anuncia el advenimiento de un nuevo modo de producción, el modo de producción comunista. Marx contempla la historia como un proceso de maduración progresiva -que no excluye accidentes, retrocesos, catástrofes, etc.- de la capacidad humana para producir los bienes que satisfacen sus crecientes necesidades. Este desarrollo depende fundamentalmente de condiciones materiales objetivas, según la dialéctica que se establece entre fuerzas productivas y relaciones de producción, que arrastra tras de sí las restantes manifestaciones de la vida social, y tiene su principal expresión en la lucha de clases por la defensa de sus intereses. Esta teoría de la historia le sirvió para desarrollar su objetivo prioritario: comprender su momento histórico, el modo de producción capitalista, y colaborar en su trasformación. El análisis marxista del capitalismo se enfrenta a la economía política de Smith y Ricardo, que justifica el capitalismo por la libertad e igualdad que imprime el mercado. Marx, sin embargo, denuncia que bajo esa libertad e igualdad aparente se esconde una desigualdad real entre el trabajador y el capitalista. El trabajador se ve obligado a vender su fuerza de trabajo. El salario que recibe por esta venta es el imprescindible para conservar sus condiciones de vida como trabajador. Mientras, el capitalista, dueño de los medios de producción, vende en el mercado el producto realizado por bastante más de lo que ha costado su elaboración, apropiándose del margen de beneficio (plusvalía). Marx considera que el capitalismo deshumaniza al ser humano; y vaticina su desaparición. Las condiciones están dadas: el desarrollo de las fuerzas productivas permite cubrir satisfactoriamente las necesidades materiales del ser humano, y, sin embargo, el capitalista, en su esfuerzo por aumentar sus ganancias, el margen de plusvalía, acrecienta las condiciones miserables de vida de la gran masa de desposeídos (el proletariado), que acabará rebelándose. El nuevo estadio histórico será la sociedad comunista. El paso de la sociedad capitalista a la comunista no es automático, y, aunque se dan las condiciones históricas objetivas, se requiere la colaboración del proletariado para su realización. 82 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La revolución pasa por la toma del poder político por el proletariado, la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, la desaparición de las clases sociales, el reparto de la riqueza atendiendo las necesidades de cada uno, y, en último término, la desaparición misma del Estado. En esta sociedad comunista se produce el retorno del hombre a sí mismo como ser social, haciendo coincidir los intereses de cada individuo con los de la especie humana. Marx anuncia una sociedad de abundancia y absoluta libertad, en la que el hombre será dueño de su propio destino y podrá realizar todas sus capacidades. La obra de Karl Marx pretende llevar a la práctica el proyecto ilustrado de la emancipación. Hasta ahora, inmerso en un mundo de escasez, en el que el desarrollo de las fuerzas productivas era incapaz de garantizar el bienestar de la especie humana, el hombre ha tenido que anteponer la supervivencia a cualquier otra consideración, postergando así su autorrealización. En la actualidad, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas abre el paso a una sociedad comunista en la que se cumple la emancipación de la especie humana. TEXTO La obra elegida es La ideología alemana. El manuscrito contiene dos gruesos volúmenes escritos en Bruselas entre 1845 y 1847. La censura y la negativa de los editores hicieron que en vida de sus autores (Marx y Engels) solo se publicara el capítulo cuarto del segundo volumen. La primera edición completa apareció en 1932. La obra es un estudio crítico de la filosofía alemana desde la perspectiva del materialismo histórico. El texto seleccionado (Introducción, aptdo. A, 1.) critica la concepción idealista de la Historia por dar a la conciencia un papel protagonista en el desarrollo histórico de la humanidad, ignorando que “la historia de la humanidad debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y el intercambio”, y que la conciencia, es algo derivado, un producto de las condiciones materiales de la vida social. Además, trata las fases de formación de la estructura social y la sociedad comunista. Fragmentos Tratándose de los alemanes, situados al margen de toda premisa, debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para «hacer historia», en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es este un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres. Y aun cuando la vida de los sentidos se reduzca al mínimo, a lo más elemental, como en san Bruno, este mínimo presupondrá siempre, necesariamente, la actividad de la producción. Por consiguiente, lo primero, en toda concepción histórica, es observar este hecho fundamental en toda su significación y en todo su alcance y colocarlo en el lugar que le corresponde. La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación –de una parte, como una relación natural, y, de otra, como una relación social–; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus 83 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, (…); que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio. En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos. Con esta «enajenación», para expresarnos en términos comprensibles para los filósofos, solo puede acabarse partiendo de dos premisas prácticas. Para que se convierta en un poder «insoportable», es decir, en un poder contra el que hay que sublevarse, es necesario que engendre a una masa de la humanidad como absolutamente «desposeída» y, a la par con ello, en contradicción con un mundo existente de riquezas y de cultura, lo que presupone, en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de desarrollo; y, de otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella solo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la inmundicia anterior; y, además, porque solo este desarrollo universal de las fuerzas productivas lleva consigo un intercambio universal de los hombres, en virtud de lo cual, por una parte, el fenómeno de la masa «desposeída» se produce simultáneamente en todos los pueblos... CUESTIONES 1. Señala los elementos hegelianos que encontramos en la filosofía de Marx. 2. Explica la crítica de Marx a la economía política clásica. 3. ¿Qué comparte y qué aleja a Marx del socialismo utópico y del anarquismo? 4. ¿Qué características destaca Marx del ser humano? 5. ¿Qué es la alienación, qué tipos de alienación reconoce Marx y cómo se supera? 6. Haz un esquema que presente la anatomía de la sociedad civil y define los elementos que la componen. 7. Explica la siguiente afirmación: “La humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar…estos objetivos solo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización”. 8. ¿En qué consiste el materialismo histórico? 84 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 9. ¿Cómo caracteriza Marx la sociedad comunista y que pasos exige su realización? 10. ¿En qué medida es Marx un pensador ilustrado? 11. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: Capitalismo, proletariado, materialismo, dialéctica, plusvalía, fuerzas productivas, relaciones de producción, clase social, estructura económica, estructura jurídico-política, ideología, modo de producción, revolución social, alienación, comunismo. 85 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900) Friedrich Nietzsche nace el 15 de octubre de 1844 en Röcken (Alemania). Desde muy joven padeció fuertes dolores de cabeza y trastornos oculares. Ingresó en 1864 en la universidad de Bonn para estudiar Filología y Teología. En 1869 fue nombrado profesor de filología clásica en la Universidad de Basilea. En 1877 abandona la docencia. En 1889 padece un ataque de naturaleza esquizofrénica del que no se recuperará. Muere el 25 de agosto de 1900. Desde la unificación de 1871, Alemania se va consolidando como una gran potencia europea. Unida a un fuerte aumento de la población y a la explotación de nuevas colonias en busca de materias primas, se desarrolla la Segunda Revolución Industrial, caracterizada por el uso de la electricidad en los procesos de producción. Como en toda Europa, también en Alemania aflora el sentimiento nacionalista, se impone un Estado liberal con una constitución democrática y surgen movimientos obreros que reivindican sus derechos frente a una burguesía enriquecida por el desarrollo industrial. Nietzsche se manifiesta en contra del nacionalismo, que considera fruto de los intereses económicos, y aboga por una Europa unida en el ámbito cultural. Su pensamiento orientado a la creatividad y al desarrollo individual, le lleva también a oponerse a los movimientos igualitarios. En el ámbito cultural, la ciencia se convierte en el saber más prestigiado. Se extiende la convicción cientifista de que el desarrollo de la ciencia y su aplicación conducirán a la humanidad a una vida mejor. Los conceptos de energía (Helmholtz) y evolución (Darwin) articulan la ciencia del momento, no es difícil apreciar resonancias de estos conceptos en la obra de Nietzsche. En el terreno artístico, los grandes movimientos musicales y pictóricos ocupan un lugar destacado. Frente a la fantasía desbordante del romanticismo, surge a mediados de siglo el realismo, que convierte el arte en un arma de denuncia social. La figura de Richard Wagner merece una mención especial. Su visión estética del mundo influyó en el período romántico de Nietzsche, que le consideró el regenerador del espíritu trágico del mundo griego, aunque más tarde reniega de esta consideración y entiende su obra como una modulación más de la tradición cultural platónico-cristiana. Los excesos del idealismo alemán provocaron un giro hacia el materialismo. La teoría de la evolución de Darwin reafirmó las convicciones naturalistas de la ilustración francesa, eliminando las fronteras entre la vida y la materia inerte, entre el hombre y el animal; el positivismo de Comte estudió los fenómenos sociales y, apoyándose en este modelo biológico, consideró la sociedad como un producto evolutivo; el materialismo histórico de Marx explicó el desarrollo de la sociedad a partir de la realidad económica; también el utilitarismo de J. Stuart Mill influyó notablemente en Alemania. Todas estas corrientes comparten con Nietzsche el rechazo a la metafísica tradicional. En el amplio panorama del pensamiento alemán del siglo XIX, encontramos también las especulaciones metafísicas neoescolásticas de Brentano y Bolzano, el individualismo radical de Feuerbach y Stirner, que frente a los ídolos generalistas de la filosofía de la época (Estado, Progreso, etc.), consideraron al individuo y su libertad como el valor fundamental y único; Nietzsche enlaza con esta concepción, con su defensa del crecimiento individual por encima de la mera conservación o del sacrificio a cualquier otra instancia. 86 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Por último hay que destacar la filosofía de Schopenhauer, que desarrolla una lectura irracionalista y vitalista del pensamiento kantiano enfrentada al idealismo absoluto de Fichte y Hegel. Como Kant, y frente al idealismo, Shopenhauer defiende el carácter limitado de la razón. La razón solo nos presenta las apariencias, la verdadera realidad, la “cosa en sí”, es, para Schopenhauer, la voluntad de vivir. Un impulso irracional que produce en la naturaleza una continua lucha por la existencia, un ciego deseo de vida y que, en el hombre, al no poder ser totalmente satisfecho, produce un continuo sufrimiento del que sólo se escapa mediante el cultivo del arte y la renuncia ascética. En la obra de Schopenhauer, la inteligencia aparece subordinada a estas pulsiones vitales básicas cuyo desvelamiento corresponde más a la intuición, a la imaginación, a los sentimientos que a la razón, más al terreno del arte que al de la ciencia. Nietzsche compartirá con Schopenauer este irracionalismo ontológico, pero no su espíritu de renuncia. Nietzsche afirma la vida y asume su irracionalidad. LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE Paul Ricoeur habla de Nietzsche, Marx y Freud como filósofos de la sospecha. Los tres, desde perspectivas diversas, muestran la insuficiencia de la noción de sujeto pensante que había sido el punto de partida de la filosofía moderna, y sospechan que algo se oculta detrás de la conciencia: en Marx, la realidad material, en Freud los contenidos pulsionales del inconsciente y en Nietzsche la voluntad de poder. Aunque Nietzsche se presenta como un pensador singular, se le suele encuadrar dentro del vitalismo, pues en su obra la vida es la categoría metafísica y moral fundamental. Su filosofía contiene una crítica radical a la tradición platónico-cristiana. Esta crítica se realiza desde perspectivas distintas (romántica, ilustrada,…), en todas ellas encontramos algunos puntos comunes: - El motivo: se critica la tradición cultural por ir contra la vida. - El método: la genealogía, que presenta el origen psicológico de las diversas manifestaciones culturales. - El diagnóstico: El nihilismo. Se consideran agotados los valores característicos de la tradición, fundados en la ilusión de un mundo suprasensible, en nada (nihil). Este agotamiento se sintetiza en el anuncio de la muerte de Dios. Conocimiento (y ontología) En El nacimiento de la tragedia (1872), Nietzsche afirma que en la tragedia griega se conjugan dos elementos: - Lo dionisiaco: Toma el nombre de Dioniso, dios del vino, representa la condición del hombre integrado en la naturaleza. Expresa lo irracional (sensibilidad, instintos, pasiones…), exuberante (exceso, diversidad…) y dinámico (creador, transformador, cambiante…). Se manifiesta a través del coro y la música. - Lo apolíneo: Toma el nombre de Apolo, dios de la luz, la armonía, el orden y la medida. Expresa lo racional (concepto, unidad...), la contención (moderación, norma, limitación…), la permanencia (estable, uniforme, fijo…). Se manifiesta en la parte figurativa y los personajes. Estos dos principios estéticos encontrados en la tragedia son la clave para el análisis de la cultura griega y manifiestan las condiciones metafísicas de la existencia humana. La 87 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro vida es un juego trágico en el que se enfrentan las fuerzas antagónicas de lo apolíneo y lo dionisiaco. En la cultura griega estas dos tendencias mantienen una tensión constante que no conduce al pesimismo, sino al asentimiento jubiloso y a una lucha por la superación. Sin embargo, el espíritu trágico comenzó a declinar en la cultura occidental a partir de Sócrates. Sócrates, “el primer genio de la decadencia”, impuso el elemento apolíneo. Identificó la razón con la virtud y la felicidad. Presentó la vida como si debiera ser juzgada, justificada, redimida por la razón. Convirtió el saber en medicina universal y el error, la ignorancia, en el supremo mal. Platón, en la estela de su maestro, inventó el mundo de las ideas, produjo la ilusión de un mundo permanente que se convirtió en el centro de gravedad del hombre. El mundo real y los valores vitales fueron negados o rebajados en la jerarquía, que se establece desde ese mundo ideal, ilusorio. Esta visión platónica acaba convirtiéndose en la metafísica cristiana. El cristianismo es la culminación del resentimiento hacia la vida. “(la vida) acaba donde comienza el reino de Dios” (El crepúsculo de los ídolos). Nietzsche cree, sin embargo, que No hay que sustraer nada de lo que existe, nada es superfluo -los aspectos de la existencia rechazados por los cristianos y por otros nihilistas pertenecen incluso a un orden infinitamente superior, en la jerarquía de los valores, que aquello que el instinto de décadence pudo lícitamente aprobar, llamar bueno-. (Ecce homo). En esta frase se sintetizan dos perspectivas que podemos distinguir en el desarrollo del pensamiento de Nietzsche. Mientras que en el Nacimiento de la Tragedia, Nietzsche parece reivindicar una cultura que ha sabido conjugar el elemento apolíneo y el dionisiaco, en sus obras posteriores, dedicadas a criticar la tradición platónico-cristiana, reivindica el elemento dionisiaco, que pasa a expresar la esencia de la vida y el valor más alto. En su obra, la vida es la categoría metafísica fundamental, el sustrato instintivo y primario que todo lo produce, la diversidad de fuerzas que nos envuelve, aquello en lo que estamos. Caracterizada como instinto de crecimiento, de superación, de afirmación; la vida es, también, la categoría moral fundamental, el valor supremo. Nietzsche distingue en el conjunto de fuerzas que actúan en ella, las fuerzas activas (positivas) que fomentan la vitalidad, que aspiran a ser más, y las fuerzas reactivas (negativas), caracterizadas por la contención, la pérdida de vigor y la decadencia. Nietzsche rechaza los valores tradicionales, por estar fundados en fuerzas reactivas, y reivindica los valores fundados en fuerzas activas, aquellos que han sido menospreciados por nuestra tradición cultural platónico-cristiana. En su crítica a las diversas manifestaciones de la cultura, descalifica la metafísica tradicional por ser expresión del resentimiento hacia la vida. La metafísica tiene su origen en el instinto de dominio, en la búsqueda de seguridad, en el miedo al cambio, a la vejez y a la muerte. En el ámbito ontológico, ese origen se manifiesta en su intento de negar devenir al ser y ser al devenir, se establece la contraposición entre un mundo aparente y un mundo verdadero, y se señala que el mundo sensible, múltiple y cambiante, es una ilusión tras la que se esconde la verdadera realidad, estática y permanente. Nietzsche rechaza la existencia de un mundo trascendente, la única realidad es este mundo sensible -cuyos rasgos están más cerca del devenir heracliteano que del ser parmenídeo-. El mundo verdadero de la tradición platónico-cristiana es una mera ilusión, es nada (nihil). 88 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Nietzsche realiza una inversión de la metafísica tradicional. Afirma que lo que la metafísica considera apariencia –lo sensible, lo temporal…- es lo verdaderamente real, y lo que hasta ahora se ha creído el verdadero ser –permanente, racional…- no es nada más que una ilusión. Solo existe el mundo experimentable por los sentidos, este mundo no conoce nada estable, es devenir, es voluntad de poder. En el ámbito epistemológico, la metafísica ha pretendido conocer la realidad a través de conceptos y categorías estables, olvidando la naturaleza metafórica e instrumental del concepto y del lenguaje en que se expresa. Este olvido ha conducido a la creencia en un referente ideal de los conceptos, hemos creído que los conceptos y las palabras representan algo real, las ideas platónicas. Pero no existe nada así, la realidad es vida, variedad, cambio constante, por lo que no puede ser atrapada por los conceptos. Con los conceptos y su expresión (las palabras) entendidos como representantes de la realidad, se ha construido el discurso lógico y la distinción entre verdad y falsedad. Pero del mismo modo que no existen realidades absolutas, tampoco existen verdades absolutas. la verdad es aquella clase de error sin la que una determinada especie de seres vivos no podrían vivir. El valor para la vida es lo que decide en última instancia (La voluntad de poder). Los conceptos no nos sirven para captar la vida, siempre múltiple y cambiante. Por ello, hay que danzar con las palabras, ir más allá del discurso lógico, hacia el aforismo, el poema, la música…Nietzsche abandona toda pretensión de objetividad, que enmascara ilusiones y mentiras socialmente compartidas, y se confiesa apasionadamente subjetivo. Al concepto ilusorio de verdad, a la verdad en sí, inmutable y eterna, Nietzsche opone el perspectivismo. El hombre no puede hacer otra cosa que considerar al mundo y a sí mismo desde su propia perspectiva, y esta perspectiva es siempre una valoración que nace de la voluntad de poder. No hay hechos, sino interpretaciones. La postura de Nietzsche, en el terreno del conocimiento, no es, sin embargo, un simple relativismo, en el que todas las opiniones tienen el mismo valor. Nietzsche, como el relativismo, afirma que la verdad es una ficción, pues no podemos hacer otra cosa que interpretar el mundo desde nuestra atalaya vital (que arrastra siempre un conjunto de prejuicios). Pero, a diferencia del simple relativismo, Nietzsche cree que no todas las interpretaciones tienen el mismo valor. La validez de las distintas interpretaciones no se establece en el terreno del conocimiento, sino en el terreno moral. De acuerdo con su jerarquía, Nietzsche afirma el valor de aquellas interpretaciones que fomentan la vida. Critica el concepto tradicional de verdad, por ser una ficción al servicio de las fuerzas reactivas (aquellas que van contra la vida). La inversión de los valores tradicionales que Nietzsche pretende, exige el cambio de orientación del inevitable valor pragmático de la verdad, poner la verdad al servicio de la vitalidad. Por último, señalar que en su filosofía del martillo, Nietzsche considera que la fe en la ciencia es heredera de la fe en la metafísica y considera, además, que la ciencia es superficial e hipócreta. La ciencia parte del error de que podemos llegar a conocer la realidad sirviéndonos únicamente de instrumentos lógicos. Este error se manifiesta, primero, en su pretensión de cuantificar todo lo real cuando la realidad contable que nos presenta la ciencia es pura exterioridad, la superficie que no alcanza los grandes interrogantes de la existencia, y, segundo, en su pretendida neutralidad, su negativa a deducir valores, cuando lo que hay detrás del cálculo científico es, como detrás de todo, la voluntad de poder, que, en su caso tiene como objetivo el dominio de la naturaleza. 89 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro No es el científico, que se guía por la abstracción, sino el hombre intuitivo, el artista, el que alcanza una mejor comprensión de la realidad. Ética (moral) Como hemos señalado, la vida es, para Nietzsche, la categoría moral fundamental. Caracterizada como voluntad de poder (instinto de crecimiento, de superación, de afirmación), la vida es el valor supremo. Nietzsche interpreta los sistemas morales como una jerarquía encubierta de las fuerzas que dominan la vida: fuerzas activas (positivas) que fomentan la vida, el impulso creador de formas que aspiran a ser más, y fuerzas reactivas (negativas), caracterizadas por la contención, la pérdida de vigor y la decadencia. Nietzsche rechaza los valores tradicionales, por estar fundados en fuerzas reactivas, y reivindica los valores fundados en fuerzas activas, aquellos que han sido menospreciados por nuestra tradición cultural platónico-cristiana. Su filosofía propone una inversión de los valores, contiene, pues, una crítica radical a la moral tradicional. En su Genealogía de la moral, Nietzsche distingue la moral de los señores (guerreros) de la moral de los esclavos (sacerdotes), y acusa a la tradición platónico-cristiana de instalar en nuestra cultura la moral de los esclavos, que realiza una inversión del significado original de los términos morales. El término “bueno” que en su origen significa noble, aristocrático, feliz, cambia su sentido y pasa a considerarse que los simples, pobres y desvalidos son los buenos. La moral de los señores procede de sentimientos sublimes, épicos. Es una moral activa, crea valores, ama la vida, el poder, el placer y la grandeza. La moral de los señores es una moral de la jerarquía, una moral del individuo. Bueno es aquello que eleva al individuo, lo que le hace grande, el fruto de una voluntad audaz y poderosa. La moral de los esclavos tiene su origen en el miedo, la angustia, la impotencia, el instinto de venganza de los débiles. Es una moral pasiva, que se conforma a los valores que encuentra ante sí, que condena los instintos y prefiere la inhibición a la exuberancia. Una moral del rebaño, fundada en la tendencia a la nivelación, en la voluntad de igualdad. La moral de los esclavos está impregnada del instinto de venganza contra la vida superior, es una moral del resentimiento que censura la excepción y glorifica el sacrificio, lo que hace soportable la vida a los débiles, la hermandad de todos los hombres, el amor al prójimo, lo apacible. Nietzsche hace a los judíos (el pueblo sacerdotal) los responsables de la rebelión de los esclavos y ve en el mundo de las ideas platónico y en el más allá cristiano, la base filosófica que ha ayudado a imponer la moral de los esclavos en nuestra cultura. El cristianismo establece definitivamente la creencia en un trasmundo ideal que impone órdenes y metas exteriores al hombre, fomenta los valores mezquinos, introduce el concepto de pecado y la conciencia moral, expresión del instinto de crueldad, que refrenado en su desahogo hacia fuera, se vuelve hacia dentro. La moral de los esclavos se manifiesta en todas las formas de servidumbre religiosa y en los movimientos igualitarios (su fórmula secularizada), que pretenden imponer valores y objetivos universales, escondiendo preferencias afectivas y estableciendo un espíritu gregario encaminado a la conservación de la vida, no a su crecimiento. Nietzsche confía que la muerte de Dios provoque el rechazo de los valores absolutos, de la idea de una ley moral objetiva y universal. 90 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Dios ¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte?. En la gaya ciencia Nietzsche pone en boca de un loco el anuncio de la muerte de Dios. Éste acontecimiento sintetiza la disolución del fundamento suprasensible de nuestra tradición cultural. El agotamiento de una cultura edificada sobre un espejismo reactivo, sobre nada (nihil). Dios no significa en la obra de Nietzsche un poder religioso, Dios es el representante de una determinada ontología, que se formula como una determinada moral. Esta es la razón decisiva de su lucha contra Dios. El cristianismo es la expresión más poderosa de la moral de esclavos, que se manifiesta en todas las formas de servidumbre religiosa y en los movimientos igualitarios (su fórmula secularizada). Nietzsche acusa al cristianismo de ser “la máquina de fabricar culpabilidad” porque hace al hombre libre para hacerle responsable del sufrimiento en el mundo y por tanto culpable, y “la máquina de multiplicar el dolor” porque la vida es redimida de su culpabilidad a través del dolor, salvada por el sufrimiento que la acusa. (La genealogía de la moral). Para Cristo el sufrimiento es el camino que conduce a la santidad… (Para Dionisos) la existencia parece lo bastante santa en sí misma para justificar de sobra una inmensidad de sufrimiento (La voluntad de poder). El cristianismo quiere el hombre alienado, esclavo de lo que él mismo ha creado. El “más allá” cristiano es solo una ilusión, lo sobrehumano es solo apariencia que manifiesta algo humano, la esencia creadora del hombre. El hombre, hasta ahora, se ha transcendido siempre en dirección a Dios. Nietzsche considera que Dios ha sido la síntesis de toda idealidad trascendente que ha puesto el ser más allá del devenir, la eternidad más allá del tiempo. Nietzsche, sin embargo, piensa el tiempo como lo eterno, lo perecedero como lo estable. El descubrimiento desilusionante del origen humano de todo lo ideal, no solo acaba con la religión, la metafísica y la moral tradicional, permite también la reconversión del hombre, un cambio de aptitud fundamental de la existencia humana. El hombre ya no busca sus fines fuera de sí, sino dentro de sí mismo, la vida no tiene ya un sentido de antemano, no está condicionada por un trasmundo metafísico (más allá del mundo fenoménico), ni sujeta a los preceptos de la moral. No está cohibida por un poder sobrehumano, se ha hecho libre. El hombre percibe el riesgo de la existencia, se hace posible la vida como creación y experimento; abandonar los sueños ultramundanos y volverse a la tierra con la misma pasión que antes dedicaba a ese trasmundo ilusorio. La gaya ciencia de Nietzsche expresa el sentimiento de que con el final de este espejismo idealista surgen las posibilidades del hombre. Hombre En El nacimiento de la tragedia Nietzsche considera que en el hombre se enfrentan dos tipos de fuerzas: las fuerzas activas que fomentan la vitalidad y el impulso creador (lo dionisiaco) y las fuerzas reactivas caracterizadas por la contención (lo apolíneo). En la cultura griega estas dos tendencias (dionisiaca y apolínea) mantienen una tensión constante. Los griegos entendieron que la vida humana es un hecho inexplicable y terrible, pero esto no les condujo al pesimismo, sino a un asentimiento jubiloso y una lucha por la autosuperación. 91 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Sin embargo, este espíritu trágico comenzó a declinar a partir de Sócrates, “el primer genio de la decadencia”, que impuso el elemento apolíneo, las fuerzas reactivas. Platón, en la estela de su maestro, menospreció los valores vitales, estableció la ilusión de un mundo permanente que se convirtió en el centro de gravedad del hombre. Esta visión platónica acabó convirtiéndose en la metafísica cristiana que se impuso en la tradición occidental. Nietzsche considera que el cristianismo es la culminación del resentimiento hacia la vida, que La vida acaba donde comienza el reino de Dios (El crepúsculo de los ídolos). El hombre ha buscado sus fines fuera de sí mismo, su vida ha estado condicionada por un trasmundo metafísico (más allá del mundo fenoménico), sujeta a un poder sobrehumano y a los preceptos de una moral de la contención. Con la muerte de Dios, anunciada en la gaya ciencia, Nietzsche considera que se desvanecen los valores característicos de nuestra tradición cultural, fundados en la ilusión de un mundo suprasensible que es nada (nihil) y se abre un período nihilista, un período bifronte, un ocaso y un amanecer. Por una parte, la muerte de Dios nos ha dejado sin brújula, sin sentido. Pero, el descubrimiento desilusionante del origen humano de todo lo ideal, no solo acaba con la religión, la metafísica y la moral tradicional, permite, también, la reconversión del hombre, un cambio de aptitud fundamental de la existencia humana. El hombre percibe el riesgo de la existencia, se hace posible la vida como creación y experimento, abandonar los sueños ultramundanos y volverse a la tierra con la misma pasión que antes dedicaba a ese trasmundo ilusorio. Con el nihilismo se abren diversas alternativas para el hombre, que Nietzsche ilustra en la fábula de la metamorfosis del camello en león y del león en niño, y que se representan también en las figuras del último hombre, el hombre superior y el superhombre. El último hombre es el hombre del nihilismo pasivo. El hombre pequeño que pierde los valores del más allá sin ganar el valor del más acá. Contento consigo mismo, se conforma con la muerte de Dios y no siente ninguna esperanza ni insuficiencia. El hombre utilitarista de la cultura de masas, que solo busca pequeños placeres. El filisteo que se aburre ante lo elevado y deja pasar la vida cómodamente al abrigo de los valores convencionales, orgulloso de su gran invento, la felicidad, una imagen deformada de la vida plena. El hombre superior es el nihilista activo. El hombre que aspira a ir más allá de sí mismo, pero encuentra vacía la dirección en que antes se proyectaba. El hombre desgarrado, perdido, desesperado, que no sabe concebir valores que no sean absolutos, pero no se engaña, sabe que donde estaba Dios, calla ahora la nada. Zaratustra honra al hombre superior, su grandeza reside en ser el puente que lleva al superhombre. El superhombre (el hombre de lo ultra) es el que asume con todas sus consecuencias el nihilismo. El hombre que reconoce que los valores tradicionales son una ilusión, y, consciente de que no hay criterios externos para nuestras valoraciones, crea sus propios valores y no se somete a ningún valor exterior (la ciencia, el Estado, la comunidad, la técnica…) al de la propia vida. Aquel que resiste la muerte de Dios, que sabe que la voluntad de poder es la esencia de la realidad y que en el eterno retorno experimenta la infinitud de la existencia. Nietzsche afirma que el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre. Su filosofía no puede sustraerse a la sugestión del pensamiento evolutivo que domina la época (en el idealismo y el historicismo, referido al terreno espiritual, y en el darwinismo, referido a la sustancia biológica). 92 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En su época del Zaratustra, Nietzsche se aleja de la imagen romántica del tipo superior de hombre (“medio asceta”, “medio genio”), propuesto en el modelo wagneriano y el pensamiento de Schopenhauer. También rechaza la concepción darwinista, pues, a pesar de la cercanía que la voluntad de poder tiene con la lucha por la existencia, Nietzsche no cree que la aparición del superhombre sea fruto de un proceso natural, del desarrollo inconsciente de la naturaleza, sino el producto de la creación libre. El superhombre es el hombre prometeico que realiza la imagen completa de lo posible para el hombre, aquél que ya no tiene que hacer rodeos a través de Dios para poder creer en sí mismo. En su concepción del superhombre, Nietzsche enlaza antropología y ontología. La voluntad de poder es la esencia del hombre y del mundo. En ambos se manifiesta como un juego de múltiples fuerzas que generan un constante dinamismo y un afán de superación. La imagen que da Nietzsche del superhombre es la del niño que dice sí a la vida, que hace de ella una constante creación, un continuo experimentar enriquecedor. La fórmula suprema de afirmación de la vida es la creencia en el eterno retorno, que en Nietzsche, más que una doctrina cosmológica, expresa una actitud moral. Nietzsche critica la concepción lineal y teleológica del universo propuesta por la tradición judeo-cristiana. Afirma que no hay ninguna finalidad trascendente, que no hay más mundo que éste. Por ello, debemos vivir cada instante como si fuera eterno, como si se repitiera eternamente. En este compromiso con el eterno retorno, se alienta un permanente deseo de plenitud. Lo que interesa es la vitalidad eterna: ¡qué importa la “vida eterna” y, en general, la vida! (Humano demasiado humano) TEXTO La obra elegida es La gaya ciencia. La primera edición de la obra es de 1882 y contenía cuatro libros bajo el título de La ciencia alegre. La segunda edición, de 1887, contiene los cinco libros definitivos y se subtituló en italiano La gaya scienza , expresión utilizada entre los siglos XII y XIV para referirse al arte de la poesía, la música y la danza de los trovadores provenzales, “síntesis de cantor, caballero y espíritu libre” que se expresa con elegancia y gracia, de manera desenfadada y alegre (gaya). Con la muerte de Dios el hombre toma las riendas de su propia existencia, es entonces cuando la ciencia se hace alegre y el espíritu libre. El hombre se trasforma en un gran bailarín que busca el camino de liberar la energía hasta entonces malgastada en debilidades y prejuicios. La obra, que anuncia lo que se ha llamado la “filosofía del mediodía”, es una de las más personales de Nietzsche, una terapia contra dolores, desengaños y soledades, como confiesa en su Prólogo: “Todo este libro no es efectivamente más que una necesidad de gozar tras un largo período de privación y de impotencia, la fe despierta en un mañana y en un pasado mañana”. El texto seleccionado son los cuatro primeros párrafos del libro V, que lleva por título “Los que no tenemos miedo”, y que trata de las consecuencias de la muerte de Dios, ante la que se abren dos alternativas: la pesimista, propia del espíritu débil que sigue buscando refugio en otro mundo, y la optimista, propia del espíritu fuerte que asume el nihilismo al que ha abocado la tradición occidental y ve este hecho como una oportunidad, con la esperanza de una nueva aurora. 93 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Fragmentos 343. Lo que conlleva nuestra alegría. El mayor acontecimiento reciente –que "Dios ha muerto", que la creencia en el Dios cristiano ha caído en descrédito –empieza desde ahora a extender su sombra sobre Europa. (…) se puede decir que el acontecimiento en sí es demasiado considerable, demasiado lejano, demasiado apartado de la capacidad conceptual de la inmensa mayoría como para que se pueda pretender que ya ha llegado la noticia y, mucho menos aún, que se tome conciencia de lo que ha ocurrido realmente y de todo lo que en adelante se ha de derrumbar (…) Estas consecuencias inmediatas no son para nosotros –en contra tal vez de lo que cabía esperar– de ninguna manera tristes, opacas ni sombrías; son más bien como una especie de luz, una felicidad, un alivio, un regocijo, una confortación, una aurora de un tipo nuevo difícil de describir... Efectivamente, los filósofos, los "espíritus libres", con la noticia de que el "viejo dios ha muerto" nos sentimos como alcanzados por los rayos de una nueva mañana; con esta noticia, nuestro corazón rebosa de agradecimiento, admiración, presentimiento, espera. Ahí está el horizonte despejado de nuevo, aunque no sea aún lo suficientemente claro; ahí están nuestros barcos dispuestos a zarpar, rumbo a todos los peligros; ahí está toda nueva audacia que le está permitida a quien busca el conocimiento; y ahí está el mar, nuestro mar, abierto de nuevo, como nunca.» 345. La moral como problema. Por todas partes se percibe la falta de personalidad. Una personalidad debilitada, raquítica, apagada, que se niega a sí misma y reniega de sí misma, no sirve para ninguna tarea humana, y menos para la filosofía. El "desinterés" no tiene valor alguno ni en el cielo ni en la tierra. Todos los grandes problemas exigen un gran amor y sólo son capaces de él los espíritus poderosos, enteros, seguros y firmes en sus cimientos. Constituye una diferencia considerable que un pensador se dedique a sus problemas hasta el punto de ver en ellos su destino, su angustia y también su felicidad, o que, por el contrario, los aborde de una forma "impersonal", es decir, que sólo sepa abordarlos y captarlos con las antenas de un pensamiento frío y simplemente curioso. En este último caso, podemos estar seguros de que no conseguirá nada, pues los grandes problemas, aunque se dejen captar, no se dejan retener por las ranas y los impotentes; en esto consiste el buen gusto de los problemas (…) 346. Nuestro interrogante. Pero, ¿es eso lo que no entienden? Realmente costará trabajo entendernos. Buscamos palabras y quizás buscamos también oídos. ¿Quiénes somos, entonces? Si quisiéramos simplemente denominarnos con términos antiguos como ateos, incrédulos o incluso inmorales, estaríamos lejos de creer que nos hemos definido, pues somos esas tres cosas a la vez en una etapa demasiado tardía; así se comprende, comprenden ustedes, señores curiosos, lo que sentimos en el alma siendo eso. ¡No es la amargura ni la pasión del hombre desenfrenado que hace de su falta de fe una creencia, un fin y un martirio! Hemos sido afilados, nos hemos vuelto fríos y duros a fuerza de reconocer que nada de lo que sucede aquí abajo ocurre de forma divina y que, según los criterios humanos, ni siquiera pasa de un modo razonable, misericordioso y equitativo. Sabemos que el mundo en el cual vivimos no es divino, inmoral, "inhumano"; lo hemos interpretado durante demasiado tiempo de manera falsa y mentirosa, pero según nuestros deseos y nuestra voluntad de veneración, es decir, según una necesidad. CUESTIONES 1. ¿Cuáles son los dos autores contemporáneos que tuvieron mayor influencia en Nietzsche? 2. ¿Cuáles son los puntos comunes que encontramos en la crítica de Nietzsche a nuestra tradición cultural? 94 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 3. Explica la relación entre los siguientes pares y define cada uno de los elementos: apolíneo/dionisíaco, representación/voluntad, reactivo/activo, racional/irracional. 4. Porqué para Nietzsche la vida es la categoría metafísica y moral fundamental. 5. ¿Por qué Sócrates es el primer genio de la decadencia y cómo se establece la línea Sócrates-Platón-Cristianismo? 6. ¿En qué consiste la crítica general a la metafísica tradicional? 7. ¿Qué se critica de la metafísica tradicional en el ámbito ontológico? 8. ¿Por qué el concepto y el lenguaje tienen un carácter metafórico? ¿Cuál es la consecuencia del olvido de este carácter? 9. Explica la siguiente afirmación: La inversión de los valores tradicionales que Nietzsche pretende, exige el cambio de orientación del inevitable valor pragmático de la verdad, poner la verdad al servicio de la vitalidad. 10. ¿Qué dos aspectos destaca en su crítica a la ciencia? 11. ¿En qué consiste la inversión que la cultura occidental ha hecho de los términos morales? 12. ¿Por qué la religión es “la máquina de fabricar culpabilidad” y “la máquina de multiplicar el dolor”? 13. ¿Qué significa la frase “Dios ha muerto”? 14. ¿Qué consecuencias antropológicas tiene la muerte de Dios? 15. ¿Qué expresa el nihilismo en sentido negativo? 16. ¿Qué figuras del hombre se presentan con la muerte de Dios? 17. ¿Qué rasgos tiene el superhombre nietzscheano? 18. ¿Qué representa el eterno retorno? 19. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: Irracionalismo, vitalismo, apolíneo, dionisiaco, representación, voluntad, genealogía, nihilismo, perspectivismo, voluntad de poder, superhombre, eterno retorno. 95 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro JOSÉ ORTEGA Y GASSET (1883-1955) José Ortega y Gasset nace el 3 de mayo de 1883 en Madrid, en el seno de una familia de periodistas. Estudia Filosofía y Letras en la Universidad Central. En 1905 marcha a Alemania a continuar sus estudios y allí se familiariza con el pensamiento de los grandes neokantianos de la época. Tras su vuelta, en 1911, se incorpora a la Universidad, donde trabajará durante veinticinco años intentando realizar lo que considera su tarea fundamental: liberar al pensamiento español de la esterilidad en la que se encuentra. También participa activamente en la vida política, y al estallar la guerra civil abandona el país. Tras unos años en el exilio, vuelve definitivamente en 1945, aunque pasa largos períodos impartiendo cursos fuera de España. Muere en Madrid el 18 de octubre de 1955. Entre sus obras filosóficas destacan: Historia como sistema (1914), Meditaciones del Quijote (1914), Verdad y perspectiva (1916), El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), En torno a Galileo (1933), Meditación sobre la técnica (1939), ¿Qué es filosofía? (1958) y la idea de principio en Leibniz (1958). Entre 1883 y 1955 el panorama político internacional está marcado por la irrupción de Estados Unidos como gran potencia, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, el establecimiento del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania y la Segunda Guerra Mundial. El panorama político español está afectado por la pérdida de las últimas colonias (Puerto Rico, Filipinas y Cuba) en 1898, y por la alternancia de la monarquía constitucional, la dictadura y la república hasta la guerra civil, a cuyo término se impuso la dictadura del general Franco. España es, a finales del XIX, un país fundamentalmente agrícola. La vida rural está en manos de los caciques, un grupo formado por aristócratas, burgueses y políticos que imponen sus valores y privilegios tradicionales, y que junto a los grandes financieros y empresarios de las ciudades son el sector más influyente en la vida social y económica del país. La clase media, a la que pertenecen la mayor parte de los intelectuales, se encuentra aislada y dividida ideológicamente y la clase obrera y los campesinos viven en condiciones miserables de analfabetismo y pobreza. Ortega se comprometió con los movimientos regeneracionistas que pretendían modernizar España, acercarla a Europa, promoviendo la mentalidad científica y los valores ilustrados, enfrentándose al pesimismo provocado por la pérdida de las colonias y a la mentalidad aislacionista que promovía el casticismo. En 1913 fundó con Manuel Azaña la Liga para la Educación Política, que contribuyó a impulsar el nivel cultural del país. En 1931 fundó junto a Gregorio Marañon y otros intelectuales la Agrupación al Servicio de la República. Fue elegido diputado, pero renunció tres años después por el escaso eco que sus propuestas tuvieron entre los gobernantes. Se exilió al inicio de la Guerra civil, y su desacuerdo con el régimen dictatorial del general Franco le mantuvo fuera de España hasta 1945, a partir de ahí su incidencia pública se limitó a impartir conferencias. Ortega defendió siempre la necesidad de formar una elite intelectual que dirigiera a las masas y fomentara el optimismo burgués y la concepción vitalista de la cultura. Creía que el protagonismo que las masas iban tomando en el ámbito político y cultural ponía en peligro la buena marcha de la sociedad y convertía la cultura en un producto de consumo. 96 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Desde el punto de vista científico, el primer tercio del siglo XX es la época del surgimiento de las nuevas teorías que iban a revolucionar el campo del pensamiento, no sólo científico, sino también filosófico y cultural. Las teorías físicas de Einstein (la teoría de la relatividad que tendrá una gran influencia en el pensamiento de Ortega), Plank y Heisenberg ponen en cuestión el paradigma newtoniano vigente desde el siglo XVII y abren la puerta al paradigma cuántico. Las llamadas "geometrías no euclídeas" de Riemann y Lobachevski, realizan una revisión de los postulados de Euclides, concretamente del V postulado, y elaboran una geometría basada en un espacio no tridimensional, sino curvo. En el estudio de la mente, el psicoanálisis de Freud revoluciona los postulados tradicionales, sosteniendo que el comportamiento humano se explica a partir de los contenidos pulsionales del inconsciente. Esta idea tendrá una gran repercusión en el campo de la filosofía, del estudio de la cultura y del arte. La revolución industrial había hecho posible el dominio de la naturaleza a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología, pero la relación entre estos avances y la enorme capacidad destructiva desplegada en las dos guerras mundiales pone en entredicho que la ciencia sin más sea garantía de progreso. Ortega asume esta cuestión y defiende que el acercamiento de España a Europa debe hacerse desde la integración de los valores culturales de la tradición germánica en la vitalidad española. El arte de la época está dominado por las vanguardias. Los movimientos artísticos vanguardistas (el dadaísmo, el surrealismo, el cubismo…), entienden el arte como innovación permanente, por lo que impulsaron cambios cada vez más acelerados en todos los campos de la creación, rompiendo con el concepto tradicional de belleza imperante en el arte burgués y ofreciendo una nueva idea tanto de aquél como de éste, al tiempo que desde la ciencia y la filosofía se cuestionaba la coherencia y la exclusividad del pensamiento racional. Sin embargo, estas vanguardias pronto se verán absorbidas por la industria burguesa del arte. Además, el siglo XX se inicia con la aparición de una nueva forma de expresión: el cine, cuyo nacimiento oficial tiene lugar en 1895. En España, hasta el franquismo, que anuló la libertad de expresión provocando el exilio de intelectuales y artistas, la diversidad de pensamiento favoreció el florecimiento de la creación científica y cultural. Al esplendor que en el campo de la literatura representan los autores de la generación del 98 y del 27, se une la obra de ensayistas como Menéndez Pelayo y Gregorio Marañon, historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, Américo Castro y Salvador de Madariaga, científicos como Ramón y Cajal, Severo Ochoa y Rey Pastor, y músicos como Albéniz, Falla y Casals. En la obra de Ortega hay un permanente diálogo con la historia de la filosofía que conoce en profundidad. Su pensamiento se inspira en las corrientes más actuales de esta historia. En Alemania se pone en contacto con el neokantismo, cuyas figuras más relevantes, Natorp y Cohen, proponen, como reacción a los excesos del idealismo alemán, una vuelta a Kant que sitúe la teoría del conocimiento en el núcleo de la actividad filosófica. De Cohen, en concreto, heredará la pasión por el método y la noción idealista de cultura. Además, muy pronto se convierte en seguidor de la emergente fenomenología, que busca una fundamentación del conocimiento que supere los errores del positivismo y acentúa el valor de la intuición directa e inmediata de la experiencia. Sin embargo, su vocación filosófica trasciende la epistemología y alcanza la metafísica con el descubrimiento de la realidad radical de la vida, estimulado por la filosofía de la vida y de la cultura de Simmel y Scheler. 97 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Ortega había leído a Nietzsche con quien comparte la subordinación de la razón a la vida, el antagonismo entre elites y masa y una concepción perspectivista del conocimiento; pero no acepta el esteticismo irracionalista de Nietzsche que privilegia el papel del arte como vía de acceso a la realidad. Ortega, que sin renunciar a su condición de escritor, reclama la dignidad de filósofo, no acepta más método de conocimiento que el racional. El raciovitalismo de Ortega se sitúa en la tradición del vitalismo, que de Dilthey a Bergson había destacado la imposibilidad de aplicar el mismo método al estudio de la naturaleza que al estudio de la vida humana. La razón vital no es la razón pura, abstracta. Como el pragmatismo, Ortega subordina el estudio de la ciencia, la técnica y la cultura al estudio general de la vida. En su análisis, mantiene un constante diálogo con Heidegger, que, como él, establece el carácter originario de la existencia, del ser en el mundo. En sus últimas obras, en las que predomina el análisis de la sociedad, está presente el historicismo de Dhiltey, del que toma la tesis de que no somos naturaleza sino historia, el concepto de razón histórica y la categoría de proyecto. Su diagnóstico acerca de la decadencia de Occidente se acerca a la doctrina de Spengler. Por último, su posición política en defensa del papel directivo de las elites podemos remontarla a La República platónica, teniendo como fuentes de inspiración más próximas la moral de los señores de Nietzsche o la moral abierta de Bergson. Ortega es el pensador español más importante del siglo XX. No tuvo suerte sin embargo con su legado. El exilio, el régimen franquista que lo condenó al ostracismo y las nuevas modas filosóficas (el marxismo y la filosofía analítica), a las que fue poco receptivo, contribuyeron a un temprano olvido de su pensamiento. LA FILOSOFÍA DE ORTEGA Y GASSET Conocimiento (y ontología) La filosofía se define por su objeto y su método. El objeto de la filosofía es todo cuanto hay. No sólo lo que existe en el sentido físico y anímico, sino todo lo que puede ser intencionado por la conciencia (todo a lo que se refiera), y no en su existencia privada, sino en su relación con las demás cosas; con el propósito de encontrar la raíz de todo lo que hay, la realidad radical. La filosofía es ante todo Metafísica. El método de la filosofía es el abordaje radical de la realidad, ir al fondo de las cosas, “a las cosas mismas” comprometerse a no partir de supuesto alguno. Esta liberación de los “prejuicios” exige su conocimiento, a partir de la confrontación con el pensamiento anterior. La historia de la filosofía ha conocido, hasta ahora, dos posiciones metafísicas encontradas: el realismo y el idealismo. El realismo es la actitud natural de la conciencia. Defendido principalmente por los pensadores anteriores al Renacimiento, considera que la realidad radical son las cosas en sí, independientes de mi pensamiento. Ortega piensa que el realismo no ha sabido dar su importancia al yo, no se ha dado cuenta de que no existe un mundo independiente del sujeto que lo conoce, no es posible admitir que el sujeto sea simplemente una parte más de la realidad.. El idealismo, posición principal de la filosofía a partir de Descartes, considera que la realidad radical es el sujeto pensante, el yo. 98 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Ortega cree que si bien el mundo exterior no existe sin mi pensarlo, no puede, sin embargo, reducirse al pensamiento (el mundo exterior no es mi pensamiento). En rigor, según Ortega, realismo e idealismo no han llegado a ser dos ideas diversas sobre la realidad, sino solo ideas distintas sobre la primacía de unas realidades sobre otras. Realidad para ambos quiere decir cosa, res, extensa o pensante. En el fondo se trata de ser en sí -porque hasta el yo de los idealistas se concibe como un “en mí”-. Ortega introduce la distinción entre realidades radicadas y realidad radical. Tanto el yo como las cosas son realidades derivadas, radicadas en la vida o, mejor aún, en mi vida, que es la realidad radical. Todo cuanto hay sea anterior, superior o trascendente a mi vida, independiente de ella, incluso origen y fundamento de ella misma –así en el caso de Diostiene su realidad como tal radicada en mi vida, a la cual queda referida, en cuanto es encontrada en ella (Introducción a la Filosofía, VIII). Coherente con el método propuesto para la filosofía, Ortega considera que la vida es lo que encontramos cuando suprimimos todas las teorías, todos los supuestos. Esta concepción de la realidad no es una abstracción, se trata de una simple constatación. Además, al decir que la realidad radical no son las cosas, ni el yo, sino la vida, Ortega se aparta, al mismo tiempo, del realismo y del idealismo, y del fundamento que es común a uno y otro. Aquello que descubre como realidad radical no es una tercera cosa, sino algo que no es cosa, no es algo “dado”, plenamente constituido. Ortega propone una idea distinta de realidad, porque la vida no puede pensarse como una sustancia que cambia accidentalmente. En la vida la sustancia es precisamente el cambio. La vida no es una estática coexistencia del yo y las cosas a mí alrededor, sino un constante quehacer. El reconocimiento de la vida como realidad radical, supone una reforma de la filosofía que alcanza a la cuestión del conocimiento. Lejos del esteticismo irracionalista de Nietzsche, que considera que la intuición, el sentimiento, en definitiva, los medios de que se sirve el arte, nos proporcionan un acceso privilegiado a la vida; el raciovitalismo de Ortega afirma que el conocimiento es de naturaleza racional, y la vida constituye su tema central. El pensamiento surge de la vida y se ocupa de ella. Ortega invierte el punto de vista cartesiano al poner el centro de gravedad en lo prerreflexivo, convierte el principio pienso, luego existo en pienso porque vivo. El pensamiento es una función vital, que posee una finalidad específica, alcanzar la verdad. El intento de conjugar esta doble instancia del pensamiento lleva a Ortega más allá del escepticismo y del dogmatismo, las dos posiciones tradicionalmente opuestas en la consideración de la verdad, y que en la modernidad se asocian al relativismo (escepticismo) y al racionalismo (dogmatismo). El relativismo, ateniéndose a la historia, renuncia a la verdad. El racionalismo, renunciando a la vida y a la historia, supone una verdad única, abstracta e invariable. Ortega critica ambas posiciones. Al relativismo porque la vida pide verdad. Al racionalismo por escindir al hombre, poniendo en un lado todo lo vital, concreto e histórico y, en el otro, una razón "pura", capacitada para encontrar la verdad. Ambas posiciones son incapaces de dar cuenta de la doble instancia a la que está sometido el pensamiento. La relatividad de la verdad, a la que empuja el carácter de función vital del pensamiento, y la verdad como valor absoluto, a la que empuja la necesidad del pensamiento de reflejar la realidad tal y como es, se conjugan en el perspectivismo de Ortega. 99 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro El sujeto humano que conoce no es un vehículo que deforme la realidad (escepticismo), ni un medio transparente que la deje sin tocar (racionalismo), es un medio que al conocer necesariamente criba, selecciona. Por grandes que sean los esfuerzos que realice, la verdad que el ser humano puede alcanzar nunca será una verdad plena, completa. Ortega considera que el punto de vista individual es el único desde el que puede mirarse el mundo en su verdad. La realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el Universo. Aquella y éste son correlativos, y como no se puede inventar la realidad, tampoco puede fingirse el punto de vista (Verdad y perspectiva). A diferencia de Nietzsche, en el que parece latir todavía la contraposición realidad/perspectiva, haciendo de ésta última sinónimo de apariencia, Ortega convierte la perspectiva en una condición de lo real. Precisamente por ser real, y no ficticia, la realidad solo se muestra al ojo que la mira desde alguna parte. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo. (El tema de nuestro tiempo). Mi perspectiva difiere necesariamente de la ajena. Pero estas perspectivas múltiples no se excluyen, sino al contrario, se complementan. Ninguna agota la realidad, pero en cada una de ellas hay una parte de verdad. Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo -persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad (El tema de nuestro tiempo). Por ello, la historia, al articular las perspectivas heredadas, nos permite alcanzar una mayor perspectiva del objeto. Solo los conocimientos abstractos, los conocimientos lógicos o matemáticos, que no se refieren a la realidad, y en los que el objeto es definido de manera precisa, no poseen una estructura de perspectiva. Como señala Ortega, el punto de vista ubicuo, absoluto… es un punto de vista ficticio y abstracto. No dudamos de su utilidad instrumental para ciertos menesteres del conocimiento; pero es preciso no olvidar que desde él no se ve lo real. El punto de vista abstracto sólo proporciona abstracciones (El tema de nuestro tiempo). Ortega considera que la filosofía ha sido siempre utópica, ha simulado situarse en “ningún lugar”. Cada sistema pretendía valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Pero la utopía es lo falso, lo inauténtico. El pensamiento de Ortega exige autenticidad, la filosofía debe desvelar la perspectiva vital de la que emana. Hombre Con su afirmación de la vida como realidad radical, la filosofía de Ortega deriva hacia una analítica de la existencia humana (al estilo del primer Heidegger y del existencialismo). El hombre es un producto de la fatalidad y la libertad. La vida del hombre es imposición, fatalidad. Al hombre se le impone el mundo, la circunstancia, el medio en el que ha de desenvolverse inevitablemente. Pero, también, la vida es libertad. El ser humano tiene que decidir continuamente cómo va a vivir esa vida que se encuentra siempre en una circunstancia determinada, incluso sus propias decisiones forjan las circunstancias en que se va desenvolviendo su propia vida. La vida de cada hombre está constituida por lo que él hace y por lo que le pasa. Pero nada de lo que hace o le pasa sería su vida si no se diera cuenta de ello. La conciencia es un ingrediente esencial de la vida humana. El conocimiento no puede considerarse desde una perspectiva meramente teórica, es la única posibilidad que tiene el hombre de caminar sobre el resbaladizo suelo de su existencia. 100 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro La vida del hombre no está nunca previamente fijada, en todo instante el ser humano se ve forzado a elegir entre varias posibilidades. Para preferir una posibilidad a otra tengo que justificar por qué, tengo que dar razón. El ser humano no puede existir sin dar cuenta de lo hecho y lo vivido. La vida es necesariamente justificación y, por tanto, responsabilidad, es intrínsecamente moral. La moralidad de la vida no es algo que se le añade, sino una condición absoluta de la existencia humana. El hombre es un ser que sostiene su propio ser. El ser del hombre es su propia vida, y ésta no es un hecho, sino una tarea, algo que tenemos que hacer utilizando nuestra razón y nuestra libertad. Todo lo que el hombre hace, le hace; cada persona se realiza a sí misma con las decisiones que toma. La temporalidad es una parte constitutiva del ser del hombre. El hombre vive en un presente producto de su pasado y de un futuro proyectado. De acuerdo con la sentencia de Goethe llega a ser quien eres, la vida humana no es sino el afán de realizar un proyecto o programa de existencia, y, por ello, hay en la raíz misma de la vida un atributo temporal. La vida es lo que aún no es, es futurización. La vida es esa paradójica realidad que consiste en decidir el hombre lo que va a ser, en ser lo que aún no se es, en empezar por ser futuro. El hombre no es naturaleza sino historia. El hombre se encuentra siempre a un nivel histórico determinado, es heredero de un pretérito y no un eterno “primer hombre”. Al hombre le ha pasado ser otras cosas que las que él individualmente ha sido; le ha pasado la historia entera. La vida de cada hombre incluye la historia, en la medida en que ésta es un ingrediente de su circunstancia. Esto significa que solo se puede dar razón de algo humano apelando a la historia en su integridad; o, lo que es lo mismo, que la razón vital es razón histórica, por ser histórica la vida humana. Se vive en un determinado momento con el que estamos comprometidos. La tarea de nuestro tiempo es siempre una misión que mira al futuro desde el pasado. El hombre tiene en sus manos hacerse de diversos modos. Lo que el hombre haga de sí mismo y sus proyectos para el futuro son en gran medida una función del pasado, de la herencia de ideas (manifiestas) y creencias (no explícitas). Sociedad (política) La vida social es connatural al hombre, que solo en sociedad puede realizarse individual y libremente. Para explicar la estructura y el dinamismo social Ortega hace uso de la idea de generación, frente a quienes acentúan el protagonismo del individuo o de la clase social. En cada momento histórico coexisten tres generaciones, cada una de ellas comparte una forma de vida, definida por una determinada recepción del pasado y un fluir de su propia espontaneidad. En esta doble dimensión y en la coexistencia de varios grupos de hombres que tienen distintas ideas y creencias se funda el devenir de la historia. Toda generación conlleva un cambio en la perspectiva que el hombre tiene sobre su mundo. En las épocas acumulativas, el cambio es sólo de matiz, hay una solidaridad generacional con la generación más vieja, que impone su forma de vida. Sin embargo, en las épocas eliminatorias y polémicas, los cánones impuestos por la generación más vieja son barridos, se cuestionan las convicciones más profundas, entrándose en un período de crisis. En estos períodos el hombre vive en la confusión, desorientado en el mundo, lo antiguo no le vale, lo nuevo aún no ha nacido. 101 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro En los períodos de crisis se impone la acción por la acción. Mientras el hombre está actuando, olvida que se halla sin convicciones seguras, son períodos de rebarbarización que se superan cuando una generación creadora instala al hombre en unas nuevas convicciones. Cada generación está compuesta por una masa, formada por individuos no cualificados, y por una minoría selecta, la élite, formada por individuos especialmente cualificados, los mejores intelectual y moralmente. Ortega defiende que son las élites las que deben dirigir y gobernar a las masas (la rebelión de las masas nunca es deseable, pues conduce a la violencia y da acceso al poder a hombres no cualificados) y diagnostica su época como un período invertebrado, con este concepto alude a que las masas tienden a rebelarse, no quieren someterse a las orientaciones de las élites, lo que constituye la mayor amenaza que se cierne sobre Occidente. En el caso de España a esta confusión entre quien manda y quien obedece se añade su desvinculación de Europa. La salida a esta situación será posible en una sociedad futura, culta y responsable, que sepa seleccionar a los mejores para su gobierno. Esta preeminencia de las élites en la dirección de los asuntos públicos, podemos remontarla a La República platónica, y tiene como fuentes de inspiración más próximas la moral de los señores de Nietzsche o la moral abierta de Bergson. TEXTO La obra elegida es El tema de nuestro tiempo. Publicada en 1923, contiene la redacción de la lección universitaria con que inauguró el curso de 1921-1922. Consta de diez capítulos en los que se presentan las líneas generales del pensamiento de Ortega. El texto seleccionado es el capítulo X titulado “La doctrina del punto de vista”. El capítulo se inicia analizando la contraposición que relativismo y racionalismo establecen entre la cultura y la vida. Esta contraposición se desvanece cuando entendemos que la perspectiva es uno de los componentes de la realidad, como Ortega ya afirmó explícitamente en las Meditaciones del Quijote (1914). Esta doctrina del punto de vista conlleva una reforma radical del pensamiento, pues nos descubre una consideración de la realidad que ha sido ignorada por la filosofía anterior. Ortega acaba pidiendo el compromiso de los hombres de su generación en la tarea de superar el momento de crisis en que se encuentran España y Europa a través de la regeneración de la cultura. Una cultura que no se opone a la vida sino que la hace plenamente humana, superando el falso antagonismo entre dogmatismo y escepticismo, que ahoga la vida o mata la cultura. Este es el tema de nuestro tiempo, el quehacer que reclama de su generación (la generación del 14) el tiempo que les ha tocado vivir. Fragmentos Recuérdese el comienzo de este estudio. La tradición moderna nos ofrece dos maneras opuestas de hacer frente a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el racionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo, ensaya la operación inversa: desvanece el valor objetivo de la cultura para dejar paso a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones anteriores parecían suficientes, no encuentran eco en nuestra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad el sentido de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a olvidarse de que para existir necesitan el soporte de la vitalidad. 102 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo. La distinta situación hace que el paisaje se organice ante ambos de distinta manera. Lo que para uno ocupa el primer término y acusa con vigor todos sus detalles, para el otro se halla en el último y queda oscuro y borroso. Además, como las cosas puestas una detrás de otra se ocultan en todo o en parte, cada uno de ellos percibirá porciones del paisaje que al otro no llegan. ¿Tendría sentido que cada cual declarase falso el paisaje ajeno? Evidentemente, no; tan real es uno como el otro. Pero tampoco tendría sentido que puestos de acuerdo, en vista de no coincidir sus paisajes, los juzgasen ilusorios. Esto supondría que hay un tercer paisaje auténtico, el cual no se halla sometido a las mismas condiciones que los otros dos. Ahora bien, ese paisaje arquetipo no existe ni puede existir. La realidad cósmica es tal, que solo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo. Cada vida es un punto de vista sobre el Universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo –persona, pueblo, época– es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo esta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el Universo, la omnímoda verdad, quedaría ignorada. El error inveterado consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma, e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia. Pensando así, claro está, toda visión de ella desde un punto determinado no coincidiría con ese su aspecto absoluto, y, por tanto, sería falsa. Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente verídicas y auténticas. La sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Las verdades son eternas, únicas e invariables. ¿Cómo es posible su insaculación dentro del sujeto? La respuesta del racionalismo es taxativa: solo es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un medio transparente, sin peculiaridad o color alguno, ayer igual a hoy y a mañana –por tanto, ultravital y extrahistórico–. La respuesta del relativismo no es menos taxativa. El conocimiento es imposible; no hay una realidad trascendente, porque todo sujeto real es un recinto peculiarmente modelado. Al entrar en él, la realidad se deformaría y esta deformación individual sería lo que cada ser tomase por la pretendida realidad. Es interesante advertir cómo en estos últimos tiempos, sin común acuerdo ni premeditación, psicología, «biología» y teoría del conocimiento, al revisar los hechos de que ambas actitudes partían, han tenido que rectificarlos, coincidiendo en una nueva manera de plantear la cuestión. El sujeto, ni es un medio transparente, un «yo puro» idéntico e invariable, ni su recepción de la realidad produce en ésta deformaciones. Los hechos imponen una tercera opinión, síntesis ejemplar de ambas. Cuando se interpone un cedazo o retícula en una corriente, deja pasar unas cosas y detiene otras; se dirá que las selecciona, pero no que las deforma. Esta es la función del sujeto, del ser viviente ante la realidad cósmica que le circunda. Ni se deja traspasar sin más ni más por ella, como acontecería al imaginario ente racional creado por las definiciones racionalistas, ni finge él una realidad ilusoria. Su función es claramente selectiva. 103 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro CUESTIONES 1. Señala los rasgos fundamentales que definen la Filosofía. 2. Señala los puntos de acuerdo y desacuerdo entre Ortega, el idealismo y el realismo. 3. Explica el siguiente párrafo: En rigor, realismo e idealismo no han llegado a ser dos ideas diversas sobre la realidad, sino solo ideas distintas sobre la primacía de unas realidades sobre otras. Realidad para ambos quiere decir cosa, res -extensa o pensante-. En el fondo se trata de ser en sí, porque hasta el yo de los idealistas se concibe como un “en mí”. 4. ¿Por qué al afirmar que la vida es la realidad radical Ortega propone una idea distinta de realidad? 5. Compara el raciovitalismo de Ortega, el racionalismo y el relativismo. 6. Explica el perspectivismo de Ortega 7. Explica la afirmación: la filosofía ha sido siempre utópica. 8. Señala los rasgos esenciales de la vida. 9. ¿Qué función desempeñan las circunstancias en el sistema de Ortega? 10. Señala los rasgos fundamentales de la existencia (vida) humana. 11. ¿Qué significa la frase de Ortega El hombre no tiene naturaleza sino historia? 12. Define los elementos fundamentales de la concepción de la historia de Ortega. 16. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: caciquismo, regeneracionismo, casticismo, psicoanálisis, vanguardias, neokantismo, fenomenología, pragmatismo, historicismo, realismo, idealismo, raciovitalismo, dogmatismo, escepticismo, perspectivismo, circunstancia, ideas, creencias, generación, rebarbarización, masa, elite. 104 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro LUDWIG WITTGENSTEIN (1889-1951) El siglo XX comienza con un enfrentamiento bélico de magnitudes desconocidas hasta la época. Desde 1914 hasta 1918 se desarrolla la que posteriormente se conocería como Primera Guerra Mundial, que enfrenta al imperio alemán con las potencias aliadas, fundamentalmente Francia, Gran Bretaña y, posteriormente, EE.UU, en un escenario de creciente carrera armamentística y de expansión colonial en busca de nuevos mercados. La victoria de los aliados impuso duras condiciones a la vencida Alemania. Al final de la Gran Guerra, en 1918, Europa va a vivir unos años de gran prosperidad económica, los "felices años veinte", propiciados por la necesidad de recuperación de una Europa devastada. La intervención de los EE.UU. en la recuperación económica europea es crucial. La inversión norteamericana en los territorios europeos va a suponer la expansión de las empresas de este país, que se convierten en multinacionales o diversifican su producción para atender las necesidades del pujante mercado europeo, constituyendo los llamados "trusts" y "holdings". Estas macroempresas constituyen los pies de barro de la economía de la época, de tal manera que cuando en 1929 quiebran algunas de las empresas asociadas de estos grupos se produce un desplome generalizado de las acciones bursátiles que afectará a la economía mundial. Surge así el llamado "crash" del 29, que termina con las ilusiones de prosperidad de los años anteriores. Aunque los efectos del crash fueron importantes para los empresarios, fueron mucho más devastadores para las capas obreras de Europa y EE.UU. que se vieron sumidas, de la noche a la mañana, en una situación de desempleo e indigencia. La situación social y económica existente en Europa en el principio de la década de 1930 hizo que muy pronto las masas populares buscaran nuevos modelos políticos que les ofrecieran algún tipo de salida a la crisis. Surgen los fascismos, representados por Adolf Hitler en Alemania, que sube al poder en 1933, y Benito Mussolini en Italia, que había ascendido a la jefatura del Estado como dictador en 1922. Montados sobre la obediencia ciega a un líder carismático, el exacerbado sentimiento nacionalista, el rechazo de cualquier tipo de condición democrática, la acción violenta y directa como instrumento político y la defensa de la alta burguesía y el capital frente a los intereses de las clases más desfavorecidas, pero disfrazada de populismo y demagogia (prometiendo trabajo y bienestar social), arrastraran a las capas de la sociedad que se habían visto perjudicadas por la situación económica, fundamentalmente la clases media y los trabajadores, que se dividen entre los seguidores del fascismo y los partidarios del comunismo, que se había hecho con el poder en la Unión Soviética en 1917, creando así el caldo de cultivo necesario para el estallido en 1939 de la Segunda Guerra Mundial. Desde el punto de vista cultural, el primer tercio del siglo XX es la época del surgimiento de nuevas teorías que iban a revolucionar el campo del pensamiento. Las teorías físicas de Einstein, Plank y Heisenberg ponen en cuestión el paradigma newtoniano vigente desde el siglo XVII y abren la puerta al paradigma cuántico. Las llamadas "geometrías no euclídeas" de Riemann y Lobachevski realizan una revisión de la geometría clásica. El psicoanálisis de Freud revoluciona los postulados tradicionales de la psicología sosteniendo que el comportamiento humano se explica a partir de los contenidos pulsionales del inconsciente. 105 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro El arte de la época está dominado por las vanguardias. Los movimientos artísticos vanguardistas (el dadaísmo, el surrealismo, el cubismo…), entienden el arte como innovación permanente, por lo que impulsaron cambios cada vez más acelerados en todos los campos de la creación, rompiendo con el concepto tradicional de belleza. Sin embargo, estas vanguardias pronto se verán absorbidas por la industria burguesa del arte. Además, el siglo XX se inicia con una nueva forma de expresión: el cine, cuyo nacimiento oficial tiene lugar en 1895. La revolución industrial había hecho posible el dominio de la naturaleza a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología, pero la relación entre estos avances y la enorme capacidad destructiva desplegada en las dos guerras mundiales pone en entredicho que la ciencia sea, sin más, garantía de progreso. La nota general de la Filosofía del siglo XX es el abandono de los grandes sistemas y el ensayo de un pensamiento que pueda dar respuesta a los problemas que presenta el desarrollo de la ciencia y la tecnología, así como un intento de comprensión de las nuevas tendencias sociales e históricas. En la primera mitad del siglo, destaca la Fenomenología de Edmund Husserl que busca una fundamentación del conocimiento que supere los errores del positivismo, acentuando el valor de la intuición directa e inmediata de la experiencia. La filosofía de Martín Heidegger que refiere el fenómeno del conocimiento al horizonte más amplio de la existencia, del ser en el mundo, denunciando el carácter derivado de la ciencia, que surge de una concepción del ser que la obliga a pretender para sí todos los lugares y no dejar ninguno fuera de su consideración. El Existencialismo de Jean Paul Sastre que reivindica un nuevo concepto de razón para la comprensión de la existencia, basado en la experiencia de situaciones límite en las cuales el saber científico no proporciona orientación alguna. La Escuela de Frankfurt, principalmente Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, que van a encarar el problema de la racionalidad desde una perspectiva marxista o más bien neomarxista. Por último, el Neopositivismo y la Filosofía Analítica abordan el problema del conocimiento desde la posición de la filosofía de la ciencia. LA FILOSOFÍA DE WITTGENSTEIN El pensamiento de Wittgenstein se encuadra en la Filosofía Analítica del Lenguaje. La filosofía abandona su antigua pretensión de saber sustantivo (con contenidos propios) y se convierte en un análisis del lenguaje, que, en la línea del empirismo de Hume, se propone depurarlo de elementos no significativos. La filosofía analítica distingue dos tipos de proposiciones (enunciados): - Proposiciones con sentido: son aquellas que podemos decidir si son verdaderas o falsas. Son las proposiciones de las ciencias empíricas, que hacen referencia a los estados de cosas y cuya verdad o falsedad se determina a través de la experiencia, o las proposiciones de las ciencias formales (tautologías y contradicciones), que son incondicionalmente verdaderas o falsas. - Proposiciones sin sentido (pseudoproposiciones): Proposiciones cuya verdad o falsedad es imposible determinar. Son las proposiciones características de la filosofía tradicional (Metafísica, Ética…). 106 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Dentro de la filosofía analítica podemos distinguir: - Filosofía analítica del lenguaje formal (Atomismo lógico y Círculo de Viena): Busca un lenguaje ideal (lenguaje-cálculo) que por su precisión y exactitud supere los errores de la filosofía clásica. El Tractatus se sitúa en esta línea. - Filosofía analítica del lenguaje corriente (Escuelas de Cambridge y Oxford): Analiza el modo en que dotamos de sentido a las expresiones en el uso cotidiano del lenguaje. En esta línea se sitúa las Investigaciones Filosóficas. El primer Wittgenstein: Tractatus logico-philosophicus El Tractatus (1921) tiene por objeto fijar los límites del lenguaje. Se trata de definir lo que puede ser dicho con sentido (lo que tiene un significado preciso), que permite al lenguaje cumplir su misión de elaboración y comunicación del pensamiento acerca de la realidad. Wittgenstein desarrolla su análisis -siguiendo el atomismo lógico de Russell- desde una teoría representacionista o figurativa del lenguaje; el lenguaje es una figura o representación de la realidad, la realidad y el lenguaje tienen algo en común, una misma estructura que la lógica formal pone de manifiesto. Esa forma lógica nos permite establecer la siguiente relación entre Ontología y Teoría del Lenguaje: Ontología Teoría del lenguaje Realidad: Conjunto de todos los estados de Conjunto de todas las proposiciones cosas posibles (existentes o inexistentes). verdaderas o falsas (proposiciones con sentido). Mundo: conjunto de todos los estados de Conjunto de todas las proposiciones cosas existentes. verdaderas. Hecho: conjunto de n estado de cosas Combinación de proposiciones atómicas existente. verdaderas. Estado de cosas o situación: cualquier Proposiciones atómicas (elementales): posible relación o configuración de relación entre nombres. elementos simples (objetos o cosas). Objetos (o cosas): elementos simples de los Nombres o palabras: sin sentido propio, sólo que se componen los estados de cosas. hacen referencia a las cosas. Esta teoría se apoya en una concepción referencialista del significado. Según ésta, el elemento más simple del lenguaje son los nombres, su significado es el objeto al que cada uno se refiere. Las proposiciones se componen de nombres, su significado es la descripción de relaciones entre los objetos nombrados (estado de cosas o situación). Las proposiciones pueden ser verdaderas o falsas según representen estados de cosas existentes o inexistentes, pero sean lo uno o lo otro, y precisamente porque pueden serlo, son proposiciones con sentido, representan estados de cosas posibles; por contraposición, los objetos son lo real, lo existente. Esta concepción, unida al presupuesto empirista de que la existencia de un objeto se establece a partir de la experiencia, conduce a negar la realidad de aquello que ha tratado tradicionalmente la filosofía, deja sin referencia a sus términos y sin valor de verdad a sus proposiciones, haciéndolas, por tanto, sinsentidos. 107 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro El Tractatus lleva a cabo un análisis de las relaciones entre lenguaje y mundo, que concluye que solo puede expresarse la realidad. Sólo tienen sentido las proposiciones de la ciencia, las proposiciones filosóficas son proposiciones sin sentido, pseudoproposiciones. Sin embargo, es aquí donde se encuentra la paradoja de la obra (que su autor revela y asume): De acuerdo con sus afirmaciones, las proposiciones del Tractatus, que pretenden establecer las relaciones entre el lenguaje y la realidad (las condiciones de lo que puede ser dicho) carecerían de sentido; por lo que la obra, que comienza como un intento de construir un leguaje ideal (lógicamente prefecto) concluye en la mística del silencio, De lo que no se puede hablar, mejor es callarse (Prop. 7). Wittgenstein, no obstante, atribuye a su análisis una función terapéutica: curarnos de nuestro obstinado empeño en decir aquello que no puede ser dicho. El Tractatus muestra que la filosofía tradicional atribuye a ciertas expresiones un significado que no tienen. No es que las proposiciones de la filosofía tradicional sean falsas, sino que el lenguaje no puede plantear ni responder las cuestiones filosóficas. Las únicas preguntas que se pueden plantear son las de la ciencia. El Tractatus cierra al lenguaje esa dimensión en la que se ha movido la filosofía tradicional (el sentido de la vida, el valor…). Al igual que Kant, Wittgenstein considera que la filosofía nace del impulso humano de embestir contra los límites, y, al igual que la obra kantiana, podríamos interpretar el Tractatus como un intento de proteger la nostalgia de sentido, que acompaña al hombre, del embate del conocimiento científico; pues, no es insensato pensar que la era científica y técnica es el principio del fin de la humanidad; que la idea del gran progreso es un deslumbramiento, como también la del conocimiento final de la verdad; que en el conocimiento científico nada hay de bueno o deseable, y que la humanidad que se esfuerza por alcanzarlo corre a una trampa; porque, incluso en el caso de que se llegaran a responder todas las preguntas científicas posibles, los problemas de la vida seguirían totalmente intactos. El segundo Wittgenstein: Investigaciones filosóficas Los problemas derivados del Tractatus (la justificación del isomorfismo entre realidad y lenguaje, la definición de lo “absolutamente” simple, y su concepción del significado como referente extralingüístico…) forzaron a Wittgenstein a replantear su concepto de lenguaje. Su nueva perspectiva se expone en las Investigaciones filosóficas (1953). En esta obra, Wittgenstein sustituye la concepción referencialista por una concepción pragmática del significado. El significado de una palabra no reside, como en el Tractatus, en su referencia, sino en su uso. Se piensa que aprender el lenguaje consiste en dar nombre a objetos…. como si solo hubiera una cosa que se llama “hablar de cosas”. Mientras que en realidad hacemos las cosas más heterogéneas con nuestra oraciones. Pensemos sólo en las siguientes exclamaciones: ¡agua!, ¡fuera!, ¡ay!, ¡auxilio!, ¡bien!, ¡no! ¿Estás aún inclinado a llamar a estas palabras “denominaciones de objeto”?. Dar el significado de un término no es señalarle a alguien el objeto al que hace referencia, sino enseñarle a usar esa palabra en el lenguaje, indicándole los contextos en los que es apropiada. Un mismo término puede ser empleado de diferentes formas (tener diversos significados) en diferentes contextos. Son los contextos de uso los que establecen los distintos juegos lingüísticos. En esta segunda etapa, Wittgenstein, en vez de hablar de lenguaje, habla de una pluralidad de juegos lingüísticos (dar órdenes, describir un objeto, relatar un suceso, 108 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro maldecir, rezar, etc.). La palabra “juego” más que una metáfora, manifiesta un atributo fundamental del lenguaje. Un juego es un conjunto de reglas que otorgan sentido a las acciones que en él se desarrollan. El lenguaje, para el último Wittgenstein, es precisamente eso, un marco reglado. En tanto que marco reglado, el lenguaje exige el reconocimiento de una comunidad de comunicación, que garantice y haga posible el seguimiento de las reglas lingüísticas. Los juegos lingüísticos, por tanto, son tan diversos y cambiantes como los modos de relacionarnos con el mundo y las formas de vida que expresan. Desde esta nueva perspectiva, Wittgenstein reafirma su crítica a la filosofía tradicional. Los problemas filosóficos tienen su origen en una mala comprensión del lenguaje. Las proposiciones metafísicas carecen de sentido. Pero no, como en el Tractatus, por carecer de un referente empírico que les pudiera otorgar un valor de verdad, sino porque en su origen hay una confusión de juegos lingüísticos. El malentendido de la filosofía tradicional consiste en haber pretendido situarse en un juego lingüístico descriptivo, cuando sus proposiciones únicamente cobran sentido en un juego lingüístico expresivo. La filosofía, entendida como análisis del lenguaje corriente, mantiene su función terapéutica: nos libera de los planteamientos filosóficos tradicionales, devolviendo las palabras del leguaje artificial de la metafísica a su uso significativo en el lenguaje corriente. ¿Cuál es tu objetivo en filosofía? Mostrarle a la mosca salida de la botella. TEXTO Los textos elegidos son del Tractatus logico-philosoficus (6.47-7) y de las Investigaciones filosóficas (116-133). El Tractatus logico-philosoficus, único libro que Wittgenstein publicó en vida, es la redacción de unos manuscritos elaborados entre 1912 y 1918; en algunos de estos seis años Wittgenstein estuvo en el campo de batalla y en la prisión. El libro trata de fijar los límites del lenguaje, de lo que puede ser dicho con sentido. Wittgenstein aborda esta cuestión, siguiendo el atomismo lógico de Russell, desde la teoría representacionista o figurativa del lenguaje, que considera que la realidad y el lenguaje tienen una forma lógica común, una misma estructura que el lenguaje de la lógica formal pone de manifiesto y que hace posible que el lenguaje sea una figura o representación de la realidad. Pero lo que comienza como un intento de construir un leguaje ideal, lógicamente prefecto, acaba con la mística del silencio. Si es verdad que una proposición es una imagen, un retrato de la realidad y, por tanto, se asemeja a la realidad retratada y exhibe esta semejanza; no es menos cierto que es imposible retratar la semejanza entre un retrato y la realidad que representa. Las proposiciones del Tractatus, que pretenden establecer las relaciones entre el lenguaje y la realidad, las condiciones de lo que puede ser dicho, no pueden ellas mismas ser dichas y, como el propio autor afirma, “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”. Precisamente el texto seleccionado del Tractatus acaba con esta afirmación, la última de la obra. Antes en este texto Wittgenstein ha establecido la distinción entre “decir” y “mostrar”. De esta distinción surgen las cuestiones límites (el sentido de la vida, la muerte, la felicidad, etc.) que el autor engloba en el campo de la ética. Lo místico, lo inefable, pero, a la vez, irrenunciable para el ser humano, se muestra en la desaparición de todo lenguaje y de toda lógica. De ahí que el verdadero método de la filosofía, sea callarse, guardar silencio. 109 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Las Investigaciones filosóficas, son la vuelta de Wittgenstein de un largo silencio en coherencia con los resultados del Tractatus. La obra, que consta de dos partes (la primera escrita en 1945 y la segunda entre 1947 y 1949), se publicó en 1954. En ella, Wittgenstein se centra en el lenguaje natural y desarrolla una concepción pragmática del significado: “El significado de una palabra es su uso en el lenguaje” (43). Dar el significado de un término no es señalarle a alguien un objeto, sino enseñarle a usar esa palabra, indicándole los contextos en los que se apropiada. Un mismo término puede ser empleado de diferentes formas (tener diversos significados) en diferentes contextos. Son estos contextos de uso los que establecen los distintos juegos lingüísticos. En esta obra, en vez de hablar de lenguaje, Wittgenstein habla de una pluralidad de juegos lingüísticos, tan diversos y dinámicos como nuestros modos de relacionarnos con el mundo y nuestras formas de vida, de las que son expresión. El texto seleccionado de las Investigaciones filosóficas, denuncia que la filosofía tradicional haya ignorado los distintos significados que tiene cada término según su uso en uno u otro contexto y, por tanto, los diversos juegos lingüísticos en que se usa. Una clara distinción de juegos lingüísticos disolvería los problemas tradicionales de la filosofía. La tarea de la filosofía es describir el uso que se está haciendo del lenguaje. De esta descripción surge su función terapéutica entendida como análisis del lenguaje corriente: los falsos problemas de la filosofía tradicional desaparecen al mostrar que su origen está en su alejamiento del uso efectivo del lenguaje corriente. La definición de la función de la filosofía es la misma en el Tractatus y en las Investigaciones filosóficas: mostrar que los problemas filosóficos no son auténticos problemas porque surgen de una mala comprensión del funcionamiento del lenguaje. Sin embargo, tras la autocrítica wittgensteniana al atomismo del Tractatus, variará la forma de abordar el análisis del lenguaje. El sentido o sin sentido de las expresiones no se delimitará por referencia a un lenguaje-cálculo perfecto, sino por referencia al juego lingüístico correspondiente. Fragmentos 6.5. Para una respuesta que no se puede expresar, la pregunta tampoco puede expresarse. No hay enigma. Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder. 6.52. Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado. Desde luego que no queda ya ninguna pregunta, y precisamente esta es la respuesta. 6.521. La solución del problema de la vida está en la desaparición de este problema. ¿No es esta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido? 6.53. El verdadero método de la filosofía sería propiamente este: no decir nada, sino aquello que se puede decir; o sea, las proposiciones de la ciencia natural –algo, pues, que no tiene nada que ver con la filosofía–; y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. Este método dejaría descontentos a los demás –pues no tendrían el sentimiento de que estábamos enseñándoles filosofia–, pero sería el único estrictamente correcto. 110 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 6.54. Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo: que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido). Debe superar estas proposiciones; entonces tiene la justa visión del mundo. 7. De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.» (Tractatus logico-philosoficus) 124. La filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre solamente describirlo. Pues no puede tampoco fundamentarlo. Deja todo como está. (…)126. La filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada. Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar. 132. Queremos establecer un orden en nuestro conocimiento del uso del lenguaje: un orden para una finalidad determinada; uno de los muchos órdenes posibles; no el orden. Con esta finalidad siempre estaremos resaltando constantemente distinciones que nuestras formas lingüísticas ordinarias fácilmente dejan pasar por alto. De ahí, pudiera sacarse la impresión de que consideramos que nuestra tarea es la reforma del lenguaje. Una reforma semejante para determinadas finalidades prácticas, el mejoramiento de nuestra terminología para evitar malentendidos en el uso práctico, es perfectamente posible. Pero estos no son los casos con los que debemos de habérnoslas. Las confusiones que nos ocupan surgen, por así decirlo, cuando el lenguaje marcha en el vacío, no cuando trabaja. 133. Queremos refinar o complementar de maneras inauditas el sistema de reglas para el empleo de nuestras palabras. Pues la claridad a la que aspiramos es en verdad completa. Pero esto solo quiere decir que los problemas filosóficos deben desaparecer completamente. El descubrimiento real es el que me hace capaz de dejar de filosofar cuando quiero. Aquel que lleva la filosofía al descanso de modo que ya no se fustigue más con preguntas que la ponen a ella misma en cuestión. (Investigaciones Filosóficas) CUESTIONES 1. Señala los rasgos generales de la filosofía analítica y de sus dos corrientes más representativas. 2. ¿Qué tipos de proposiciones (enunciados) distingue la filosofía analítica del lenguaje? 3. ¿Cuál es el objeto del Tractatus? 4. ¿Qué sostiene la teoría representacionista o figurativa del significado? 5. Señala el paralelismo existente entre los elementos que estructuran la realidad y los elementos del lenguaje. 6. ¿Qué sostiene la teoría referencialista del significado? 7. ¿Por qué según el Tractatus las proposiciones de la filosofía tradicional no tienen sentido? 8. ¿Por qué los enunciados del Tractatus no pueden ser dichos? 9. ¿Qué función cumple el Tractatus? 111 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro 11. Compara el Tractatus con el pensamiento kantiano. 12. ¿Qué sostiene la concepción pragmática del significado? 14. ¿Qué son los juegos linguísticos? ¿Por qué según las Investigaciones filosóficas las proposiciones de la filosofía tradicional carecen de sentido? 15. Explica la siguiente afirmación: La definición de la tarea de la filosofía es la misma en el Tractatus y en las Investigaciones filosóficas. 16. Define las siguientes expresiones que aparecen en el tema: fascismo, filosofía analítica, empirismo, giro lingüístico, proposición con sentido, pseudoproposición, tautología, contradicción, teoría figurativa del lenguaje, teoría referencialista del significado, forma lógica, mundo, realidad, místico, mostrar, decir, teoría pragmática del significado, juego de lenguaje. 112 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro EXAMEN DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA Cuestiones 1 Exponer las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas (hasta 2 puntos) - Definir la idea principal e identificar las ideas/argumentos fundamentales (hasta 1 punto) - Exponer la relación existente entre tales ideas/argumentos (hasta 1 punto) 2 Explicar el problema del que trata el texto en su autor y desarrollar sistemáticamente las principales líneas de su pensamiento (hasta 4 puntos) - Explicar el problema del que trata el texto en su autor (hasta 1 punto) - Desarrollar sistemáticamente las principales líneas del pensamiento del autor (hasta 3 puntos) 3 Explicar el problema tratado en un autor de la época X (distinta a la del autor tratado) (hasta 2 puntos) - Explicar el problema tratado en un autor de la época X (hasta 1 puntos) - Utilizar un vocabulario preciso (hasta 1 punto) 4 Desarrollar un problema distinto en un autor de una época distinta (hasta 2 puntos) - Desarrollar el problema en el autor (hasta 1 puntos) - Utilizar un vocabulario preciso (hasta 1 punto) Criterios de evaluación En la evaluación del examen se tendrá en cuenta la conexión que el alumno establezca entre los contenidos. La coherencia de los argumentos establecidos, la distinción entre ideas principales y secundarias, y la adecuación lingüística. Se debe evitar: - La falta de contenido, el desarrollado insuficiente del tema o cuestión. - Los errores de conceptos, nombres, fechas, relaciones, etc. - Las reiteraciones o frases de relleno. - La ruptura de la secuencia lógica expositiva. - La Imprecisión expresiva y la ausencia de vocabulario filosófico. - La exposición esquemática carente de argumentos. - Los errores lingüísticos (puntuación inadecuada, letra ilegible, faltas de ortografía…) 113 Historia de la Filosofía/ José Luis Herrera/ IES José Hierro Ensayo de la cuestión 1 Texto: La evidencia de algo puede ser de dos modos. Uno, en sí misma y no para nosotros; otro, en sí misma y para nosotros. Así, una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto del sujeto, como el hombre es animal, ya que el predicado animal está incluido en el concepto de hombre. De este modo, si todos conocieran en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto, la proposición sería evidente para todos…. Por el contrario, si algunos no conocen en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto, la proposición será evidente en sí misma, pero no lo será para los que desconocen en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto…Por consiguiente, digo: La proposición Dios existe, en cuanto tal, es evidente por sí misma, ya que Dios sujeto y predicado son lo mismo, pues Dios es su mismo ser, como veremos. Pero, puesto que no sabemos en qué consiste Dios, para nosotros no es evidente, sino que necesitamos demostrarlo a través de aquello que es más evidente para nosotros y menos por su naturaleza, esto es, por los efectos. (Tomás de Aquino, Suma Teológica) - Identificar las ideas/argumentos (hasta 1 punto) (1). “La evidencia de algo puede ser de dos modos. Uno, en sí misma y no para nosotros; otro, en sí misma y para nosotros.” (2). “Una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto del sujeto” (3). “Si todos conocieran en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto, la proposición sería evidente para todos” (4). “Si algunos no conocen en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto, la proposición será evidente en sí misma, pero no lo será para los que desconocen en qué consiste el predicado y en qué consiste el sujeto” (5). “La proposición Dios existe, en cuanto tal, es evidente por sí misma” (6). “Dios sujeto y predicado son lo mismo” (7). “Dios es su mismo ser” (8). “No sabemos en qué consiste Dios” (9). (La proposición Dios existe) “para nosotros no es evidente” (10). (Dios existe) “necesitamos demostrarlo” (11). (Demostramos que Dios existe) “a través de aquello que es más evidente para nosotros y menos por su naturaleza” (12). (Demostramos que Dios existe) “por los efectos” - Exponer la relación existente entre tales ideas/argumentos (hasta 1 punto) En este fragmento, Tomás de Aquino justifica la necesidad de demostrar la existencia de Dios, y esto porque a pesar de que la proposición Dios existe es evidente en sí misma (5) -pues el concepto de Dios incluye la existencia como una de sus notas (6), Dios es el Ser Necesario (7)- no es evidente para nosotros (9) que no conocemos en qué consiste Dios (8). La conclusión del texto, la necesidad de demostrar la existencia de Dios (10), se apoya, pues, en la distinción entre dos tipos de evidencia, la evidencia en sí misma y para nosotros, y la evidencia en sí misma pero no para nosotros (1). Tomás afirma que una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto del sujeto (2), si conocemos el sujeto y el predicado, la proposición será, además, evidente para nosotros (3), pero si no los conocemos, la proposición será evidente en sí misma, pero no para nosotros (4). Este es el caso de la proposición Dios existe, por lo que es preciso demostrarla, y Tomás nos indica que esta demostración debe hacerse a partir de los efectos (12), a partir de los fenómenos que observamos y que necesitan a Dios como causa, porque estos son más evidentes para nosotros (11), de acuerdo con la teoría del conocimiento de Aristóteles (teoría de la abstracción), que Tomás acepta. 114