Aristóteles - Javier Giangreco

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Ética a Nicómaco
Ética a Nicómaco (Fragmentos sobre la Felicidad y la Virtud)
de Aristóteles
Aclaración: Todas las citas que no tengan referencias a pie de página son del libro que es objeto de análisis en este trabajo.
Breve digresión (o no)
¿Qué es lo que todos, sin excepción, queremos, aquello máximo a lo que aspiramos?
Ser felices. Es que el hombre por naturaleza busca ser feliz. El que ama busca ser feliz, el
que se droga busca ser feliz, el ambicioso busca ser feliz, el humilde y el autosuficiente
buscan ser felices, el generoso y el materialista también buscan ser felices; en una palabra,
todos buscamos la felicidad. Lo que diferencia a un hombre de otro es su idea de felicidad.
Ahora... Aristóteles
Aristóteles piensa toda la naturaleza de una manera finalista. Sin embargo, y luego
de un estudio más pormenorizado, podemos darnos cuenta que lo teleológico no se
desprende del análisis desinteresado y objetivo de la naturaleza (tampoco era su propósito
ni pudo haberlo pensado) sino que brota de lo social-cultural de su época y su concepción
de la acción humana.
El hombre continuamente obra, realiza acciones. Y todo lo que hace lo hace porque
lo considera un bien. “El bien, es aquello hacia lo que todas las cosas tienden... Pero como
hay muchas acciones artes y ciencias, muchos son también los fines”. Pero muchas de estas
actividades, cada una con su finalidad, están subordinadas a una sola facultad y vemos que
“los fines de las principales son preferibles a los de las subordinadas”.
Aristóteles afirma que debe existir “algún fin que queramos por sí mismo, y las
demás cosas por causa de él”. Es decir, algunos fines serían a la vez medios para conseguir
otros fines. Y ¿cuál sería ese fin último al que todos tendemos?. Tanto los cultos como el
vulgo coincide en que es la felicidad, y piensan que “vivir bien y obrar bien es lo mismo
que ser feliz”.
Pero tenemos un inconveniente: “la palabra “bien” se emplea en tantos sentidos
como la palabra “ser””; es decir, es un término multívoco. Vamos a ver que hay tantos
bienes como seres y que cada cosa tiene su bien, a diferencia de la cosmovisión platónica
con su doctrina de la participación.
Ahora profundicemos en el concepto de felicidad. “Si hay sólo un bien perfecto, ése
será el que buscamos, y si hay varios, el más perfecto de ellos”. ¿Qué es lo perfecto?.
“Llamamos perfecto a lo que siempre se elige por sí mismo y nunca por otra cosa”. Y
entonces... ¿qué es?. “Tal parece ser, sobretodo, la felicidad”. “La felicidad es lo más
deseable de todo sin necesidad de añadirle nada”. “La felicidad es algo perfecto y
suficiente, ya que es el fin de los actos”. Entonces las dos características de este bien, es
decir, la felicidad, serían:
 Que es final: es algo que deseamos por sí mismo y no por otra cosa.
 Que se basta a sí mismo: es algo que no depende de otra cosa.
Para exponer con más claridad qué es la felicidad se hace necesario hablar de la
función propia del hombre. Aristóteles concluye: “la función del hombre es una cierta vida,
y ésta es una actividad del alma y unas acciones razonables, y la función del hombre bueno,
estas mismas cosas bien y hermosamente”. Luego agregará: “Cada uno se realiza bien
según su propia virtud”. Y por último cierra diciendo que “el hombre feliz vive bien y obra
bien”
Aristóteles y las virtudes
Existen “dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética se origina y
crece principalmente por la enseñanza, y por ello requiere experiencia y tiempo, la ética, en
cambio, procede de la costumbre”.
“Las acciones, de acuerdo con las virtudes, no están hechas justas o sobriamente si
ellas mismas son de cierta manera, sino si también el que las hace está en cierta disposición
al hacerlas, es decir, en primer lugar, si sabe lo que hace; luego, si las elige, y las elige por
ellas mismas; y, en tercer lugar, si las hace con firmeza e inquebrantablemente”. Hay que
conocer lo que se hace, elegirlo libremente y con convicción.
“Son tres las cosas que suceden en el alma: pasiones, facultades y modos de ser, la
virtud ha de pertenecer a una de ellas”. Aristóteles, luego de una serie de razonamientos
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Ética a Nicómaco
afirma que ni las virtudes ni los vicios son pasiones, y tampoco facultades. “Así pues, si las
virtudes no son ni pasiones ni facultades, sólo resta que sean modos de ser”.
“La virtud del hombre será también el modo de ser por el cual el hombre se hace
bueno y por el cual realiza bien su función propia...lo igual es un término medio entre el
exceso y el defecto. Llamo término medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos
extremos, y éste es uno y el mismo para todos; y en relación con otros, el que ni excede ni
se queda corto, y éste no es ni uno ni el mismo para todos”. La virtud es un hábito porque
acciones aisladas no hacen una persona virtuosa sino su repetición, su modo de ser así,
cierta manera de obrar constante. Hace hincapié en el justo término medio; por ejemplo:
respecto del placeres ambos extremos son malos. Tanto el desenfreno o la incontinencia son
vicios, al igual que la insensibilidad. La virtud reside en la templanza, en el uso moderado y
subordinado de los placeres. Pero aclara que este término medio no es ni uno ni el mismo
para todos. Más adelante va a decir que es “relativo a nosotros”. Cada uno debe sopesar el
justo término medio en su acción situada en determinada circunstancia y siendo
determinada persona. Pero no es un relativismo sino que debe ser juzgado tal como lo
determinaría el hombre prudente (léase, implícitamente, el aristócrata de su época), el
hombre dotado de buen sentido moral.
Concluye diciendo que “es tarea difícil ser bueno, pues en todas las cosas es
trabajoso hallar el medio”. Y como dijo Aristóteles, o tal vez olvidó decir, es difícil y
trabajoso pero vale la pena intentarlo.
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