LEY DE MURPHY. Siempre voy a recordar las cientos de anécdotas policiales que contaba mi Padre junto a sus Yutas, en esas largas noches donde tras realizar una buena diligencia se reunían para comentar lo sucedido. Intrigantes noches, en las que con mi hermano nos insertábamos en un submundo de policías, trasladándonos a un cuento al mas puro estilo de Sherlock Holmes. Una vez escuché hablar sobre la Ley de Murphy, “si algo va a salir mal, saldrá”, y sólo me tomó un par de años asociar esta Ley con la siguiente historia contada por mi Padre, Subprefecto(r): En el año 2001, previo a las fiestas patrias en la ciudad de San Javier, Región del Maule y debido al aumento de robo de animales en los predios de la comuna, la jefatura de la Unidad planificó varios servicios destinados a detectar y detener a los autores de estos ilícitos. Es así como en varias oportunidades en oscuras y frías noches de invierno a principios de septiembre, se dispuso que los Detectives de la Bicrim San Javier efectuaran puntos fijos en lugares rurales previamente determinados y donde probablemente se podían cometer los abigeatos. De esta forma en un vehículo policial fui trasladado hasta el lugar que debía vigilar, esto es la ruta Los Conquistadores, al sur de San Javier y a un par de kilómetros al poniente de la ruta 5 sur. Permanecí allí por varias horas acompañado sólo por mi Placa y Arma de Servicio, escondido entre los matorrales al costado de la mencionada ruta. Alrededor de las 2 de la madrugada, cuando yo pensaba que nada ocurriría esa noche, me percaté que un automóvil que circulaba en dirección al poniente, se estacionó en la berma a escasos metros del lugar donde yo me encontraba. El conductor que viajaba solo, bajó de su vehículo se estiró, seguramente para botar el cansancio, luego orinó hacia la vegetación aprovechando la oscuridad de la noche. Yo permanecí oculto y en silencio cumpliendo con mi misión y tal vez pensando que el sujeto podría tener alguna conexión con los "cuatreros". Sin embargo, grande fue mi impresión, cuando el sujeto de unos 50 años de edad, regresó a su auto y antes de continuar la marcha, encendió la luz interior ubicada sobre el espejo retrovisor y a continuación abrió un envoltorio de papel color blanco. En ese instante, presté mayor atención a toda la maniobra, porque evidentemente, el sujeto iba a consumir cocaína. Acto seguido, el individuo utilizando la tapa de un lápiz de pasta lo introdujo en el envoltorio y el polvo blanco se lo puso en su nariz, acción que repitió en su segundo orificio nasal. Mientras esto ocurría, mil cosas pasaban por mi cabeza, principalmente por el hecho de estar solo en el lugar, porque el sujeto se podría resistir al arresto, etc. Finalmente, tomé la decisión de actuar y saliendo en forma muy sigilosa desde el lugar en que me encontraba, apunté con mi pistola Smith & Wesson a la cabeza del sujeto al tiempo que en mi otra mano exhibí mi placa de servicio, indicándole con voz muy potente, POLICIA, NO SE MUEVA. Por supuesto que el hombre no atinó a nada y sólo se limitó a bajar del auto, reconociendo de inmediato su delito. Después de allanarlo y descubrir la droga que portaba, alrededor de 50 gramos de clorhidrato de cocaína, le indiqué que estaba detenido por porte de droga y que debía acompañarme al cuartel policial. Una vez en la Unidad se revisó el auto, encontrando un paquete con Marihuana, aproximadamente 100 gramos. Tras ser entrevistado el hombre reconoció haber comprado la droga en la Población La Legua en Santiago y que lo había hecho ese día porque al día siguiente celebraría su cumpleaños en la ciudad de Constitución, lugar al cual se dirigía cuando, para su mala suerte, se encontró con la Policía de Investigaciones. Hasta el día de hoy esa persona debe pensar como en un lugar tan oscuro y desolado iba a encontrarse con un Detective que lo sorprendería en su acción ilícita. AUTOR: EME.ENE