CHANCILLERÍA PEQUEÑA INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Su función era la de administrar justicia con jurisdicción, desde el 8 de Febrero de 1505, sobre toda Andalucía, reinos de Granada y Murcia, provincias de Extremadura y de la Mancha e islas Canarias, Esta organización perduró hasta 1834, en que la Chancillería fue sustituida por la Audiencia, con jurisdicción sobre las cuatro provincias de Granada, Almería, Jaén y Málaga. Su estilo arquitectónico enlaza el Renacimiento con el Barroco. Con un rico legado histórico, el edificio de la Chancillería de Granada ofrece en especial en su monumental fachada, uno de los conjuntos de mayor nobleza y monumentalidad de los hechos en la España de aquellos tiempos. Ya los Reyes Católicos, en la reforma judicial que llevaron a cabo, establecieron dos chancillerías en lugar de la Asamblea de la Antigua Audiencia Real, como único tribunal de apelación en Castilla. Una de ellas quedó establecida en Valladolid y la otra en Ciudad Real. En 1500 dispusieron trasladar esta última a Granada para que esta ciudad más se ennoblezca e mejor se pueble, acatando ser la cabeza de este Reino Se hizo un gran edificio, con bellos patios, pero la fachada y la escalera monumental no se hicieron hasta 1587 y 1578, respectivamente. DESCRIPCIÓN ARTÍSTICA Sobre su entrada, grabada en un tablero de mármol enmarcado en un frontón partido y sostenido por un león, se lee una inscripción latina. Centra y remata toda esta fachada el escudo real de España teniendo a cada uno de sus lados las estatuas de la Justicia y la Fortaleza, con sus atributos y recortadas en el frontón partido alto de la portada. Justifican la monumentalidad de la fachada y edificio y su programa simbólico, tanto la historia de la institución como la naturaleza de la función por ella desempeñada. Tradicionalmente la obra se ha atribuido a Juan de la Vega y, como ejecutor, al cantero Martín Díaz de Navarrete, y las esculturas a Alonso Fernández. Aunque la importancia de las soluciones de composición de elementos decorativos y de su modernidad, han hecho siempre sospechar de la existencia de un maestro de mayor talla y más directamente entroncado con el arte de los palacios italianos (para unos, genoveses, para otros romanos) en tiempos donde ya predominaba la problemática manierista, tanto en las estructuras como en los elementos decorativos. Intenta destacar, a la hora de valorar esta fachada, la original distribución de huecos engarzados unos con otros en sentido de los ejes verticales de todo el conjunto, acentuados por los dos volúmenes laterales, destacados por ángulos resaltados por sillares almohadillados de gran relieve, en contraste con el resto del plano de fachada realizado en sillares lisos. Determinan sólo en apariencia la sensación de arranques de torres que ni se pensaron ni, por supuesto, se hicieron. Frente a estos reiterados ritmos de ejes verticales, en un total de siete, contando el eje central de la portada, sólo contrarrestan una cornisa a la mitad de la altura total, con poco saliente, y la superior de mayor voladura. En 1762 se añadió a todo el conjunto una balaustrada rematada con pináculos dieciochescos, que rompen la unidad de la obra al cargarla con un elemento que descompensa los efectos perseguidos. Al tener el edificio, tras la triple portada, un desarrollado vestíbulo rectangular, paralelo en su lado mayor a la línea de la fachada, se abren a él tres puertas: La central, perteneciente a la portada, con arcos de medio punto y enjutas decoradas por granadas. Y las laterales con frontones semicirculares de valiente relieve y claroscuro, y sobre ellas dos ventanas cuadradas con enmarque y cornisa rematada de volutas y cartelas que enlazan con los balcones de piso alto, sostenidos por salientes ménsulas. Esta única interrupción de los ritmos horizontales hace destacar el cuerpo central de la entrada. En el piso 1 superior se acentúa la horizontalidad con la alternancia de los frontones triangulares y semicirculares que rematan los balcones (siete, en total) sobre los que se continúan, en ritmos decorativos de placas recortadas, unas ventanas−balcones con balaustres que en su remate enlazan con el entablamento final de la fachada. En el cuerpo bajo, estos ejes verticales, en apretada tensión de huecos, nos ofrecen soluciones decorativas de composiciones geométricas de ascendencia carpinteril y cartabones laterales en las ventanas bajas, como estilizadas cariátides de perfil, con ritmos quebrados de curvas y volutas, de gusto claramente prebarroco. Sobre estas ventanas se desarrollan unas bellas cartelas, en mármol blanco, con cortes retorcidos como si de pergaminos se tratara, contándolas unos grandes y hermosos óvalos en relieve de piedra verde de serpentina. Estos elementos se unen con las ventanas superiores, ya que las ménsulas sobre las que éstos se apoyan, con garras de león, enmarcan la descrita cuartela. Así, en los claroscuros de los huecos, los elementos decorativos que los enmarcan y con los diferentes colores de los mármoles y piedras, se acentúan los ritmos ascendentes en vertical en tensión con los horizontales, interrumpidos con decisión en la gran portada con frontones triangulares partidas y doble cuerpo de columnas pareadas entre los dos pisos, bien destacadas por los valores cromáticos que aquí juegan un importante papel. Se ha señalado a Francisco del Castillo como autor posible de esta importante obra, pieza clave para el arte español del momento, y rico documento histórico para enjuiciar el papel que el arte oficial desempeña en la proyección política de temas tan cruciales como son la protección y engrandecimiento de la justicia y de la monarquía, señalando los puntos clave en la dinámica simbólica del urbanismo de las principales ciudades. Bibliografía Domínguez Ortiz, Antonio. Historia de Andalucía. Cursa Editorial. Ed. Planeta, SA. Madrid 1981. 2