LEY ANTIMONOPOLIO Febrero 2015 A lo largo del Decreto Ley de Monopolios, se presentan consideraciones preocupantes que llevan a dudar de la efectividad con la cual se pretende atacar a esta falla de mercado, pues si bien se busca disuadir a los agentes económicos de incurrir en las condiciones de mercado penadas, el exonerar de las prohibiciones estipuladas en la legislación a empresas estatales y estratégicas, terminan por incentivar el surgimiento de situaciones de competencia desleal, a la vez que se incentiva la búsqueda de ventajas a través del mercado político para desplazar rivales o asegurar posiciones de dominio creando barreras de entrada artificiales. Puesto que la finalidad de toda legislación antimonopolio es mantener en la medida de lo posible una condición generalizada de competencia económica, pues de esta manera se maximiza la eficiencia en el proceso económico, las distinciones otorgadas a estas empresas privilegiadas imponen elevados costos sobre los consumidores, agentes cuya protección debiera ser prioritaria. A través del análisis costo-beneficio presentado, se determinó que el decreto ley antimonopolio representa una imposición de costos generalizados sobre la sociedad venezolana debido a la pérdida de eficiencia en mercados nacionales, que al ser contrastados con las partes beneficiadas, principalmente aquellas empresas para las cuales las limitantes planteadas en el Decreto de Ley no aplican, logran perfilarse como el impacto más relevante. Se suman a los efectos perjudiciales de la ley los incentivos institucionalizados al momento de penalizar posiciones de dominio económico sin importar su origen, obviando así distinciones entre hegemonía por uso de precios predatorios, por ejemplo, y aquella correspondiente al ejercicio empresarial o desarrollo de nuevas tecnologías, efectivamente desincentivando la búsqueda de tales factores fundamentales. Es bajo tales observaciones que el Observatorio Económico-Legislativo de CEDICE recomienda la derogación del documento de ley en cuestión, optando por una puesta en vigencia de una legislación eficiente que obedezca a la discriminación entre casos de dominio económico y un sistema legal que habilite tal acción, permitiendo así reconocer cuales situaciones de dominio de mercado son meritorias y cuales obedecen a circunstancias que coloquen en detrimento el bien público de la eficiencia de mercado. Esto en caso de ser necesaria la intervención del aparataje estatal. Se extiende además, como conclusión lógica, la ausencia de privilegios de cualquier tipo a ningún agente económico. De cualquier manera, más allá del diseño y redacción de la regulación antimonopolio que se pretenda implementar, la misma depende fundamentalmente de la fortaleza institucional vigente en el país que tenga como objetivo buscar la eficiencia económica y la protección racional del consumidor. Es bajo tales aclaraciones que más allá de una derogación de ley, una redacción eficiente de nuevas propuestas y su posterior implementación a través de los mecanismos pertinentes, las reformas necesarias para garantizar el bienestar económico asociado a la competencia económica, son mucho más que un simple documento legal. RESUMEN EJECUTIVO El pasado 25 de noviembre de 2014, fue reimpreso en Gaceta Oficial, el decreto con valor y fuerza de Ley Antimonopolio, que le permitió al Gobierno Central concretar, por Ley Habilitante, una iniciativa particular contra monopolios, oligopolios, y fallas de mercado, que desde el año 2006 había tratado de implementar, primero con la propuesta de Ley Antimonopolio, Antioligopolio y la Promoción de la Competencia Justa, y luego con la propuesta de Ley Contra los Monopolios y Otras Prácticas de Similar Naturaleza en el 2012. Mediante el Decreto Ley Antimonopolio fue derogada la legislación sobre competencia vigente desde el año 1992 y se introducen importantes consideraciones conceptuales, y concesiones otorgadas por el Ejecutivo. En Venezuela, durante las administraciones autodenominadas Bolivarianas, los esfuerzos contra monopolios no estatales continuaron a través de las propuestas de Ley Antimonopolio, Antioligopolio y la Promoción de la Competencia Justa en el año 2006, y Ley Contra los Monopolios y Otras Prácticas de Similar Naturaleza en el 2012, ambas dando paso al documento de ley que atañe al escrito. El texto correspondiente al año 2006, cuya aprobación en segunda discusión en la Asamblea Nacional fue negada, ofrecía una mayor participación del Estado en su rol de policía económico con potestad de expropiación como sanción ante los crímenes en él estipulados, además de proponer la formulación de un índice fijado por el BCV con el fin de establecer la ganancia a obtener por la empresa. Ante tal propuesta, el economista Rafael González, aclara que, de esa manera, “el Estado podrá monopolizar, cartelizar, boicotear, fijar precios depredatorios… (haciendo) casi imposible competir contra las empresas y organizaciones del Estado”. La propuesta de ley correspondiente al año 2012, si bien contiene los aspectos mencionados anteriormente, lo cierto es que introduce además consideraciones conceptuales importantes en su Artículo 4, así como también la creación de la Superintendencia Nacional Antimonopolio y Contra Prácticas Similares (SUNAM), características que se verán continuadas en la Ley Antimonopolio aprobada por Ley Habilitante a finales del año 2014 (El análisis Costo-Beneficio de la Ley Contra los Monopolios y Otras Prácticas de Similar Naturaleza se encuentra disponible aquí). El decreto Ley Antimonopolio, publicado en la Gaceta Oficial Extraordinaria No. 6.151, del 18 de noviembre de 2014 y reimpreso Gaceta Oficial N° 40.548 del 25 de noviembre de 2014, obvia la exposición de motivos del mismo, razón por la cual se asume que comparte la correspondiente a su documento predecesor del año 2012, pues internaliza parte importante del contenido, además de ser ideológicamente consistentes entre sí. De esta manera, se identifica prejuicios importantes al inicio del texto, argumentando que el capitalismo es víctima de tendencias monopólicas que han dado origen a corporaciones transnacionales “que actualmente reinan en el mundo globalizado en sectores como alimentos, medicinas, químicos, finanzas, entre otros” siendo estas la causa principal de las crisis económicas globales. Surge así una retórica proteccionista en un contexto legal que otorga al Presidente de la República la capacidad de otorgar privilegios a sectores estratégicos de acuerdo a lo establecido en el Artículo 18 del decreto Ley Antimonopolio, apelando además a mecanismos altamente punitivos a la empresa privada que lejos de dar mayor competitividad a las industrias nacionales, harán que éstas se vean sumergidas en mayores regulaciones, además de pervertir incentivos para evitar posicionarse como oferentes dominantes en su nicho. Se suma además el desincentivo a la inversión extranjera directa en el país, el cual acumula para el año 2013 solo un 2,08% de los recursos dirigidos a la región, de acuerdo a cifras de la CEPAL. Gráfico 1.- Inversión Extranjera Directa Neta—América del Sur—2013. Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador Guyana Paraguay Perú Uruguay Venezuela Fuente: CEPAL—CEPALSTAT LEY ANTIMONOPOLIO La prohibición de monopolios en Venezuela no es, de ninguna manera, un esfuerzo reciente por las autoridades centrales ni legisladores. La actual Constitución de la República, aprobada en 1999, expresamente prohíbe el funcionamiento de tal “falla de mercado” en su Artículo 13, condenando a su vez posiciones de dominio en el mercado y demanda concentrada. Se suman, incluso, iniciativas contra esta práctica desde el año 1992, período en el cual entra en vigencia la Ley de la Libre Competencia, documento que establece la penalización de prácticas limitativas de la libre competencia. Resulta fundamental destacar que si bien se reconoce por los legisladores la pérdida de eficiencia que representa un monopolio, en la Carta Magna el Estado se reserva el derecho de otorgar concesiones por un tiempo determinado, aunque asegurando contraprestaciones “adecuadas al interés público” en la explotación de recursos naturales o prestación de servicios de naturaleza pública. CONTEXTOS Y CRITERIOS Febrero 2015 Por extensión, por supuesto, la ya poca libertad económica de la cual disfrutan los ciudadanos venezolanos se vería reducida aún más, tanto por los monopolios que el Gobierno permita, como por la ausencia de potenciales oferentes extranjeros ahuyentados por la legislación en cuestión y el acercamiento centralista del Gobierno hacia la economía nacional. Gráfico 2.– Índice de Libertad Económica—Países más libres vs. Países menos libres (2014). Hong Kong Singapur Nueva Zelanda Suiza Finalmente, si bien se reconoce que del libre ejercicio económico pueden surgir monopolios, de acuerdo a Ludwig von Mises, tales condiciones no implicarían una desmejora, al menos que la oferta concentrada corresponda a un bien cuya demanda sea inelástica, pues bajo tales condiciones surgen los incentivos que permiten al monopolista incurrir en precios de monopolio “infringiendo en la supremacía de los consumidores y la democracia del mercado”. Bajo tales consideraciones, el acercamiento a tal falla de mercado a través de la legislación agresiva pareciera no ser el camino más eficiente. Murray Rothbard comparte además, que ante una condición de monopolio, o cartelización del libre mercado, el recorte de producción con el fin de aumentar los precios, y acrecentar las ganancias de la/s empresa/s, incentiva la participación de nuevos competidores capaces de identificar su potencial de penetración de mercado ofertando a precios más bajos que aquellos establecidos por incentivos pervertidos. Ciertamente existen contra-argumentos a tal proposición, como lo son los precios predatorios, o incluso recurrir al mercado político para garantizar beneficios que desplacen a la competencia, manteniéndose así la pérdida de eficiencia, y es precisamente tales circunstancias las que deben ser punto focal de legislaciones eficientes, dejando de lado acercamientos absolutistas característicos de radicalismos políticos. Gráfico 3.– Pérdida Irrecuperable de Eficiencia del Monopolio. Argentina Zimbabwe República del Congo Venezuela 0 2 4 6 8 10 Fuente: Libertad Económica en el Mundo: 2014. Instituto Fraser. Dado lo anterior, se observa que la exposición de motivos se encuentra redactada bajo importantes prejuicios políticos y económicos que se ven reflejados en el documento de ley, mostrando así un importante desconocimiento en cuanto a la regulación de competencias, optando por la prohibición de cualquier forma de dominio de mercado, y no el abuso del mismo. De esta manera se condena cualquier estructura de concentración, cayendo en prejuicios absolutistas que parecieran tener origen en una especie de miopía ideológica. Fuente: Economía del Sector Público—Joseph Stiglitz (2000). LEY ANTIMONOPOLIO De esta manera, bajo el argumento de disminuir la dependencia económica extranjera de Venezuela, se renuncia a empresas creadoras de empleo, la importación de nuevas tecnologías y diversificación económica a favor de una mayor concentración del poder económico por parte del Estado, avatar representante de la voluntad popular venezolana, pues el escenario planteado es uno de conflicto entre clases, concepción que necesariamente se traduce en la hostilidad hacia dominio de mercado y todo tipo de monopolio, pues claramente se hace la omisión incluso de la distinción del posicionamiento a través de la innovación tecnológica y/o la capacidad empresarial que pueda mostrar el individuo o grupo de individuos. CONTEXTOS Y CRITERIOS Febrero 2015 En el Artículo 2 del decreto Ley Antimonopolio, se presentan las consideraciones conceptuales relevantes. Se desarrollan en este espacio los conceptos correspondientes a libertad económica, actividad económica, competencia económica y concentración económica, destacando entre estas la competencia económica, que cita: “Actividad que permite a los sujetos regulados en este Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley en su condición de sujetos económicos, acceder, actuar y participar en el mercado, como oferentes o demandantes, sobre la base de los principios de complementariedad, intercambio justo y solidaridad; y que quienes estén dentro de él, no tengan la posibilidad de imponer condición alguna en las relaciones de intercambio, que desmejore las posibilidades de los otros sujetos económicos“. La definición en cuestión destaca, de acuerdo a Enrique González Porras, por distar de otras definiciones básicas de competencia, resaltando la ausencia de cualquier consideración para con el consumidor final e introduciendo posibles interpretaciones que beneficien a agentes oferentes a expensas del bienestar social. En el Título II, Capítulo 1 de la ley, específicamente el Artículo 3, se encuentra la principal consideración del documento, pues se refiere a los agentes excluidos de la aplicación de la Ley, que son: Las organizaciones de base del poder popular regidas por la Ley Orgánica del Sistema Económico comunal. Las empresas públicas o mixtas de carácter estratégico. Las empresas estatales de prestación de servicios públicos. Queda así establecido un poder económico sujeto al Estado que pone en vilo al bienestar social, pues si el objetivo es proteger al excedente del consumidor a través de la competencia institucionalizada, tal omisión de limitaciones estatales es una condición de ineficiencia importante, en especial en un Estado tan grande y de tan amplias responsabilidades como lo es el venezolano. Como bien aclara el economista Enrique González, las prohibiciones particulares y generales son consistentes con la derogada Ley para Promover y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia, mientras que la sección tercera correspondiente a la competencia desleal expande a estas, totalizando cuatro: publicidad engañosa, simulación o imitación, soborno comercial y violación de normas. Cabe resaltar también el régimen de excepciones en el Artículo 18, establece que queda en potestad del Presidente de la República, en consejo de ministros “exceptuar la aplicación de las prohibiciones contenidas…” mientras se considere conveniente al interés de la nación. Queda otorgado así un importante incentivo a la búsqueda del mercado político, obteniendo privilegios que permitan ventajas económicas ajenas a la libre competencia. Queda constatado en el Artículo 19 la creación de la Superintendencia Antimonopolio, cuyo superintendente, de acuerdo al Artículo 21 del documento, es de libre nombramiento o remoción por parte del Presidente. Dicha institucionalidad quedaría a cargo resolver materias referentes a la ley de acuerdo al Artículo 28, entre otras. Las sanciones en particular estipuladas en el Artículo 49 corresponden a lo previamente establecido en la ley derogada del año 1992, aunque con un aumento en la base de cálculo, pues se considera ahora al valor de los ingresos brutos anuales. Los Artículos 51 y 52 correspondientes a las circunstancias agravantes y atenuantes, establecen los incentivos para que los agentes económicos se vean disuadidos de ser considerados infractores. PRINCIPALES ASPECTOS Toda legislación antimonopolio tiene como finalidad primordial el cuidar y mantener la eficiencia económica, condición que puede ser considerada incluso como un bien público. Con esta finalidad en mente, se observa que el Artículo 1 del documento en cuestión resulta difuso en cuanto a su finalidad, introduciendo amplios condicionales como la “democratización de la actividad económica” que se prestan a la interpretación a conveniencia, pervirtiendo incentivos al introducir conflicto de intereses desde los órganos del Estado. LEY ANTIMONOPOLIO Febrero 2015 Costos de la Ley Antimonopolio: Beneficios de la Ley Antimonopolio Buscar institucionalizar a la competencia implica el establecimiento de una legislación de aplicación general para todos los agentes económicos de un país. Como se hizo mención anteriormente, la búsqueda en cuestión obedece a la maximización del bienestar social de una nación, y es precisamente por esta razón que la pobre aplicación de esta iniciativa legal representa un costo generalizado entre los agentes económicos que hacen vida en el país. Ante la poca credibilidad de una legislación que pretende regular la competencia, a la vez que introduce conflictos de intereses que socavan sus objetivos fundamentales de garantizar la maximización del bienestar social, se crean incentivos perversos que terminan por inhibir a empresas de recurrir a estrategias de competencia corporativa y optan por buscar privilegios estatales. Adicionalmente, al momento de establecer la posibilidad de obtener ciertos privilegios por parte del sector político, se crea una situación de competencia desleal. Los costos asociados a esta condición potencial recaerían sobre aquellos oferentes que compitan con limitaciones. En definitiva, y englobando lo anterior descrito, la capacidad de injerencia otorgada al Estado por la Ley Antimonopolio y otros decretos previos, significa la introducción de importantes distorsiones en la interacción económica, terminando por causar una ineficiente asignación de los limitados recursos del país. De esta manera, es la sociedad en su conjunto la que se ve en una situación de desmejora. De esta manera, los principales beneficios a percibir por la Ley Antimonopolio corresponde al grupo reducido de agentes económicos que cuenten con exoneraciones de las limitaciones expuestas en el Decreto de Ley, gozando así de privilegios sobre la competencia correspondiente. A su vez, la ausencia de limitaciones institucionales sobre empresas estatales y organizaciones base del poder popular, otorgan una capacidad de dominio de mercado a estas organizaciones que se traducen en un Estado con una gran influencia sobre la toma de decisiones por parte de los consumidores. De esta manera, el poder económico genera incentivos para su utilización como herramienta de capitalización política, o de persecución de agentes indeseados, bien sea a través del desplazamiento en el mercado debido a la facilidad de incurrir en competencia desleal, como a través de sanciones cuya justificación es facilitada por lo vago del documento en aspectos claves meritorios de sanción. Considerado lo anterior, la Ley Antimonopolio aprobada vía habilitante por el Presidente de la República, claramente se perfila como una legislación cuyos costos a imponer sobre la sociedad venezolana son de mayor relevancia que los beneficios percibidos por limitados agentes. Esto es especialmente cierto si se considera que la ley en cuestión, aparte de minar su propia finalidad, deroga a la Ley para Promover y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia, cuya institucionalidad se perfilaba con una mayor eficiencia. COSTOS Y BENEFICIOS Con tal planteamiento en mente, toda la iniciativa antimonopolio vulnera sus propios objetivos al momento de otorgar exenciones a su propia normativa, consideración que no solo se le permite a las organizaciones de base del poder popular, empresas públicas o mixtas, y empresas estatales de servicios públicos, sino a cualquier empresa considerada estratégica por parte del Alto Gobierno. De esta manera, y recordando el carácter hostil hacia empresas transnacionales capaces de ofertar bienes y servicios competitivos, el costo principal recae sobre los consumidores al ver sus opciones limitadas debido a la planificación centralizada. LEY ANTIMONOPOLIO Febrero 2015 El Decreto de Ley correspondiente a este análisis representa una iniciativa que desde la legislación venezolana se ha querido implementar por largo tiempo, como evidencian las propuestas de ley mencionadas con fechas del 2006 y 2012, las cuales presentan aspectos similares. De esta manera, la Administración Bolivariana ha asegurado implementar su propia visión en el derecho antimonopolio, la cual, si bien propone atacar cualquier falla de mercado de características similares a la concentración de poder económico, lo cierto es que introduce también importantes consideraciones conceptuales y de exoneraciones de prohibiciones que modifican los incentivos de manera negativa. LEY ANTIMONOPOLIO Febrero 2015 Puesto el decreto Ley Antimonopolio, se diseña dentro de un Plan de Gobierno compatible con la visión política que lo caracteriza, su consideración aislada conlleva a conclusiones incompletas. Es necesario entender que la legislación antimonopolio es parte complementaria de esfuerzos de dominio político, y que su omisión de limitaciones al sector público no es accidental, sino todo lo contrario, pues de acuerdo con la visión política de la actual administración, la propiedad de los medios de producción por parte de un Estado hipertrofiado es condición sine qua non del denominado Socialismo del Siglo XXI, aunque sin duda inspirado en modelos político-económicos del siglo pasado ya desechados por la historia. Amplia literatura económica reconoce que un Estado expansivo va en detrimento de la eficiencia económica y bienestar social, pues tal condición implica, a su vez, una mayor recaudación fiscal para financiar tal hipertrofia, incurriendo incluso en monetización de déficit y mayores niveles de deuda, acciones cuya aplicación distorsiona el proceso de toma de decisiones de los agentes económicos y desmejora progresivamente al bienestar económico de una nación. Reconociendo que la Ley Antimonopolio degenera en incentivos que amplíen tal tendencia en las dimensiones del Estado venezolano, resulta pertinente una llamada de atención a la legislación impuesta, demandando su derogación y sugerir optar por un acercamiento más pertinente al origen de situaciones de concentración de poder económico, dominio de mercado, monopolios, oligopolios y carteles. No solo resulta fundamental evitar consideraciones absolutista de los conceptos mencionados, sino que es necesaria la discriminación entre los potenciales casos en los que alguna de estas “fallas de mercado” puedan presentarse. Obviar que la innovación tecnológica, la exitosa iniciativa empresarial, o una combinación de ambas lleve a posiciones naturales de dominio de mercado, y en consecuencia condenar tales avances, va en detrimento de la utilidad individual y social. Finalmente, cualquier iniciativa que otorgue privilegios sobre los competidores a través de la acción estatal debe ser rechazada, pues en ese momento se borra cualquier iniciativa de institucionalizar la competencia que tanto elogian estatistas a favor de un sistema de competencia desleal cuya continuidad en el tiempo desarrolla relaciones cuasi-mercantilistas y grupos de presión cuya mera existencia desencadena en un círculo vicioso de deterioro político, económico y social generalizado. Elaborado por: Ramón Rey, Investigador del Observatorio Económico Legislativo. CONCLUSIÓN Y RECOMENDACION La ausencia de ataduras institucionales sobre organizaciones estatales que presten algún servicio o venta de bienes económicos por parte de la ley en cuestión, introducen dinámicas de mercado que terminan por desenvolver en un escenario de competencia desleal, consideración de importante peso al observar la tendencia expansiva del Estado venezolano en varios sectores económicos, especialmente de alimentos. De esta manera, la propia legislación mina su finalidad principal y se presta a facilitar la hegemonía estatal en el proceso económico.