Publicado en La gatera digital. La revolución previa a la era digital Es la del Post-It. Sí, las notas que se pegan. Antes de llegar a la era digital, los tiempos del hipertexto, el email y los blogs, la gran revolución llegó de la mano del invento de Art Fry (y Spencer Silver). Esos papelitos amarillos (generalmente). Arthur Fry, nacido en Minnesota en 1931, científico jubilado, creador para la empresa 3M de ese invento que hoy se fabrica y vende en más de cien países: el Post-It. El invento es la historia de un fracaso. Silver, empleado de la misma empresa de Fry (3M viene de “Minnesota Minning and Manufacturing”), pretendía desarrollar un nuevo pegamento potente, con un resultado pésimo. El adhesivo no pegaba lo suficiente y acabó enterrado en algún armario al no encontrarle ningún uso posible. Unos años después Fry rescata ese adhesivo de forma curiosa. Cantaba en la coral de la Iglesia presbiteriana del norte, en North St. Paul, Minesota. Señalaba su libro de cánticos con pedacitos de papel para facilitar la búsqueda rápida de la canción adecuada en el momento oportuno. Los fragmentos de papel se volaban con el aire, o se caían al suelo, lo cual hacía pasar a este científico por leves y beatas penalidades. Según Fry: No sé si fue debido al pesado sermón o a la inspiración divina pero mi mente comenzó a divagar y repentinamente pensé en un adhesivo que había sido descubierto varios años antes por otro científico de 3M: el doctor Spencer Silver. Nada más salir del oficio religioso, Art comenzó a hacer marcapáginas a medida utilizando el polímero adhesivo de Silver, que inusualmente 1 La revolución previa a la era digital autoformaba pequeñas esferas del diámetro de una fibra de papel. Las esferas no se podían disolver ni mezclar, eran muy adhesivas individualmente pero en conjunto no pegaban con excesiva dureza. ¿Y qué utilidad podría tener un adhesivo que no pegue firmemente? Fry recordó que lo había despreciado y pensó que podría servir para conservarse en alguna página temporalmente en el libro de cánticos sin dejar marcas de las señales clásicas del adhesivo. Lo bautizó como: Adhesivo provisionalmente permanente. Y todos lo conocimos por su nombre comercial, ese “péguelo”, el Postit® que se empezó a comercializar el año 1977. Entre medias, un largo proceso en el cual se modificó ligeramente la composición de la cola. Hasta año y medio después de comenzar a trabajar en el proyecto no fue presentado al personal de marketing de la empresa, que no lo recibió, precisamente, con los brazos abiertos. Los departamentos de Ingeniería y Producción declararon que tendrían dificultades en su elaboración y crearían mucho desperdicio. La respuesta de Fry fue inmediata, su razonamiento decía que esa era una excelente noticia, ya que si hubiera sido fácil cualquiera podría hacerlo, y en este caso sólo una gran corporación como 3M sería capaz de lograrlo. Según Fry: Los innovadores aprenden que es mejor pedir perdón que permiso. El invento fue finalmente un éxito rotundo. A Fry intentaron arrebatarle el desarrollo del producto, algo que logró evitar, y en la actualidad recibe royalites por su idea, y los Post-it están disponibles en 27 tamaños, 56 formas y 50 colores, existiendo más de 400 productos con esa marca registrada. La historia se estudia en las facultades de economía y academias o institutos de empresa, planteando interrogantes o paralelismos con la misma y otros casos prácticos, como refleja este texto de un ejercicio de una universidad de Mar del Plata, Argentina: 2 La revolución previa a la era digital Art Fry, a mediados de la década de los ‘70 era apenas un oscuro técnico de 3M. Fry cantaba los domingos en el coro de una iglesia, y con tiritas de papel señalaba en un libro los himnos escogidos. Los marcadores cumplían muy bien su misión durante el primer servicio; sin embargo, cuando llegaba el turno del segundo servicio algunos se caían. Soñador, pero orientado a la acción, Fry pensó que necesitaba un marcador que se adhiriera a las páginas, pero que no las dañara al desprenderlo. Aprovechando la política de 3M, que permitía a los técnicos dedicar el 15% de su tiempo a trabajar en sus propias ideas, empezó a diseñar un prototipo de marcador autoadhesivo, empleando un nuevo pegamento. Se topó entonces con el primer obstáculo: encontrar un proceso para untar ese pegamento sobre papel, de modo que se comportara adecuadamente. Los ingenieros de la empresa opinaron que era imposible con las tecnologías existentes. Fry – como era de esperar – no se dio por vencido, y diseño una máquina que pudiera realizar el trabajo. Los ingenieros volvieron a oponerse: la máquina tardaría seis meses en construirse y el costo seria exorbitante. Tampoco eso lo descorazonó. Y a los pocos días, cuando los empleados llegaron al laboratorio, descubrieron que el nuevo proceso estaba instalado y funcionando. Trabajando febrilmente en el sótano de su casa, había construido un tosco modelo de la máquina, la había llevado a la planta, la había instalado, y estaba en operación. Pero al poco tiempo se presento otro problema: las encuestas realizadas por el departamento de marketing entre clientes potenciales arrojaron resultados pésimos. Todos decían que no veían la necesidad de papelitos untados con un pegamento débil. Fry, que no conocía el significado de la palabra “derrota”, distribuyo muestras en la compañía y pidió a los empleados que las usaran. Con gran sorpresa descubrió que los tacos de notas autoadhesivas se usaban mas que las cinta de celofán Magic, el producto que entonces registraba mayor venta entre los artículos de oficina de 3M. La empresa empezó a vender los blocs Post-it en cuatro ciudades, utilizadas como mercado de prueba, donde hizo una campana publicitaria; pero no envió muestras. Se trataba de un producto nuevo y los clientes potenciales no entendieron que era lo que se ofrecía. El proyecto volvió a empantanarse y la dirección resolvió detenerlo durante un mes. Fry estallo frente a su jefe: “No podemos hacer eso -dijo -, nos costará un millón de dólares”. Roberto Molenda, sospechando que en esas palabras había gato encerrado, le preguntó: “Cómo calcula usted esa cifra?”. Fry respondió: “Dentro de pocos años estaremos vendiendo mas de un millón de dólares al mes de estos blocs. Si ahora esperamos un mes, mas tarde nos perderemos un mes de ventas de un millón de dólares”. Art Fry, con el apoyo de sus superiores – que para entonces estaban tan entusiasmados como el con los tacos Post-it -, logro que junto a una nueva campana publicitaria se repartieran muestras. Las ventas fueron fantásticas y, como todo el mundo sabe, el éxito de las pegajosas hojitas resultó imparable. “Son iguales que las drogas – explica Fry gráficamente -; una vez que uno empieza a consumirlas, no puede parar”. Si le queda alguna duda, pregúntele a su secretaria. El tío se dedica a fardar dando conferencias por el mundo. Y todos asistimos a historias así absortos, con la boca abierta y soñando con tener una feliz idea como esta algún día. 4 La revolución previa a la era digital