Historia de una Pasión Bien Argentina Racing es por antonomasia la identidad del país. Encarna al sempiterno resurgido de las cenizas, el de las crisis circulares, al redimido de cada domingo. Un sentimiento inabarcable e inacabable. Para muchos inentendible, para nosotros irreemplazable. Ser de Racing, es ser Hincha, fanático hasta los tuétanos, es estar detenido en un paraje de la eternidad: la sensación de no estar en ningún tiempo, y al mismo tiempo, estar en todos… Y sí no me creen, presten atención a los que les voy a contar. El 16 de diciembre de 2001, me quedé en el Cilindro después del partido contra Lanús para conseguir mi entrada para la última fecha. No podía perderme el encuentro con Vélez por nada del mundo. No fui original. Alguien me había ganado de mano. Manuel, así se llamaba, estaba preparado para resistir 35 años más, una eternidad. Bolsa de dormir, mate, comida, lectura, radio. Dormía, así que no lo molesté. Aunque dudé. Dudé que durmiera porque no paraba de hablar. Era un libro abierto sobre la Historia de Racing. Contaba cómo se fundó el club el 25 de marzo de 1903 cuando esto aún era Barracas al Sud, “Nosotros le dimos vida a Avellaneda”, repetía. Y entonces recordé los relatos sobre los orilleros, las nieblas del Riachuelo, los arrabales, el tango, la incipiente ciudad industrial donde había metalúrgicas, petroquímicas, textiles, gráficas, curtiembres, y donde estaba el mercado de frutos más grande del país. Me desviaba por unos segundos pero nuevamente era fascinado por el relato insomne y furioso de Manuel que mientras hablaba se limpiaba la boca. No son del barrio, decía, nacieron en la Capital Federal y deambularon por el Centro, Recoleta, Flores, Palermo, Paternal y Núñez antes de llegar a Crucesita. El primer partido oficial lo perdieron 21 a 1 frente a Atlanta. Y no paraba de reírse, parecía un contorsionista. En cambio, nosotros siempre estuvimos en Colón y Alsina, Mozart y Corbatta, si querés. Y enganchó con la camiseta. Primero blanca, pura, en 1904 pasó a ser celeste y rosa a cuadros y en 1910, en el Centenario de la Revolución de Mayo, estrenó la inmortal Celeste y Blanca… Desde ese momento va a acompañar la historia de la otra Celeste y Blanca, la del país. ¿Que estoy loco?, ¿que estoy loco qué?, gritaba mientras agitaba las manos y parecía que se le iban a despegar del cuerpo. Y yo que hasta ese momento nunca lo había pensado, caí. Es cierto. Se parecen demasiado. No sólo por los colores. Tuvimos años dorados donde todo fue alegría para el pueblo, y también hubo tiempos en donde fuimos degradados por dirigentes inescrupulosos que traicionaron el sentimiento por avaricia de poder, de dinero. Pero también como el país, siempre resurgimos de las cenizas gracias al amor de la gente que lo acompaña, lo sufre, lo disfruta y que sueña con un porvenir distinto. Y me encontré batiéndome a duelo con mi compañero: Gardel, Perón; Piazzolla, Atahualpa Yupanqui; el gordo Porcel, el flaco Capusotto; el padre Mugica, el padre Juan Gabriel; Osvaldo Santoro, Roberto Santoro; Tita Mattiussi, Mirtha Legrand; Eladia Blázquez, Nelly Omar; Luis Gusmán, Luis Arata; Carlos Ulanovsky, Hernán Deibe; Pepe Biondi, Pepe Arias; Leopoldo Federico, Federico Ramos; Guillermo Francella, Alfredo Casero; Miguel Mateos, Gustavo Cerati; el Bocha Maschio, el Bichi Borghi; Lito Cruz, Horacio Acavallo; Juan José Valle, Ángel Mahler; Elías Alippi; John Lennon, John William Cooke; Soledad Silveyra, Araceli González; el Loco Chávez, el Loco Corbattaaaaaaaaaaaa. Y soltó un grito profundo, que venía desde el fin de los tiempos, ¿querés más identificación nacional que ésa? Y se despertó. Sobresaltado. Mirándome fijo, ¿Quién sos?, ¿Dios? Me quedé mudo. Contestame, llevo 35 años buscándote. No dije nada. Hoy me pareció verlo después del gol del Rafa Maceratesi, cuando las gallinas no podían ganarle a los bichitos. La cabellera larga, la camiseta de Racing… - ¡El Polaco Bastía!, dije. Negó con la cabeza. Me miró fijo y contestó. - ¿Sabés que en un momento pensé lo mismo? Pero no, éste tenía barba. Después, un pibe gritó que River había hecho un gol y se evaporó la imagen. Me ganaste de mano pensé que iba a ser el primero, le dije. - Nos quedamos después del partido, me confesó, mientras sacaba una cajita celeste y blanca de su bolso. Le prometí traerlo hasta que saliéramos campeones. Vamos a todos lados. Llueve, truene, donde juegue Racing estamos nosotros. El me enseñó el amor por esta camiseta. Entre 1913 y 1919 fuimos campeones 7 veces consecutivas, ¿sabías? Sí, contesté con la cabeza. Caía el régimen conservador y Racing se transformaba en “La Academia”: el primer equipo criollo, el maestro de las cosas nuestras, una forma de jugar bien argentina. Perinetti, Ohaco, Marcovecchio, Paternóster, Baigorri, ¡qué jugadores! - Repetimos en el ‘21 y el ‘25, le contesté para que viera que yo no me quedaba atrás. Después pasó la década infame y cuando parecía que los 40 pasarían sin pena ni gloría: Triplete. ‘49, ‘50 y ‘51, ¡Y qué jugadores! El “Turco” Llamil Simes, Boyé, Tucho Méndez, Bravo. Los primeros tricampeones en la historia del fútbol profesional. Primeros en todo. En ser Campeones del Mundo, en ganar la Supercopa, en ser gerenciados… Y de repente, el clima se enrareció. Un mar de gente corría sin parar por las calles de Avellaneda. -Nadie quiere perderse la fiesta, me dijo con una sonrisa que me mostraba todos los dientes. -¿Escuchaste hablar del equipo del ‘58? Se lo recité de memoria. Con esa delantera Argentina ganó el Sudamericano del ‘57 en Lima, Perú: Corbatta, Maschio y Angelillo. Y el Marqués Sosa… y el gran Don Pedro del Área. ¡Qué jugadores por favor!… En el ‘61 volvimos a ser campeones otra vez, me dijo. Le confesé que muchas veces soñé que Tita y José eran mis viejos, y que revivíamos juntos el campeonato del ‘66 con sus 39 partidos, la Libertadores y el Campeonato del Mundo. -¡Hasta Lennon se hizo de Racing!, me cortó. Lo miré extrañado. -¿Qué me mirás así? Fue en agradecimiento por haberle ganado al Celtic, hay registro de todo esto. Después vino el frío invierno de los años ‘70, aunque tuvimos una primavera con el subcampeonato del ‘72. Pero inmediatamente, la oscuridad, el horror. Quedamos atrás en el historial con los amargos y bajamos de categoría. Maldita tarde gris del 18 de diciembre de 1983, en que perdimos con Racing de Córdoba. No fue el 22 como dice la infamia. Porque somos tan grandes que nos fuimos contra un propio Racing. Somos una metáfora de este país, durante la primavera democrática, se destapan los peores horrores vividos en el país y nosotros estamos en las catacumbas. -Pasó tanto de aquel tiempo. Pasaron los ‘80, los ‘90, fuimos alquilados, campeones de la Supercopa, nos dirigió Maradona, tenemos la bandera más grande del mundo, exorcizamos el Cilindro donde tocaron Vox Dei y los Redondos… Quebramos… Nos dieron por muerto y resurgimos de las cenizas… llenamos nuestra cancha y no jugamos aquel 7 de marzo… todo el pueblo Racinguista se movilizó, hablamos de fideicomiso, intervenciones judiciales y gerenciamientos con la misma naturalidad que conversamos de un lateral derecho ó un volante de creación. Racing no es otra cosa que la representación de la Argentina. Los días pasaron y el pueblo Racinguista comenzó el acampe. Así llegamos al miércoles 19 de diciembre, el país era un caos y en Avellaneda había más de diez cuadras de cola para sacar entradas. La gente se armaba, saqueaba supermercados, había policías por todos lados. Miles de personas luchando por estar en el Amalfitani, varias veces se interrumpió la venta. Hubo represión en Plaza de Mayo, Estado de Sitio. Se agotaron las entradas. ¿Quieren saber cómo termina la historia? Una semana después nos volvimos a ver con Manuel. El escenario del país era el mismo: 4 presidentes en una semana y el quinto tecleando. - ¡Pellizcame!, me dijo frente al Obelisco. Lo hice. -¡Ay, no tan fuerte!, ¿Es verdad, no? - ¡Sí!, le contesté, pero hoy es 28 de diciembre, día de los inocentes. -Siempre te voy agradecer lo que hiciste por mi viejo y por mí. Al final no me contaste cómo entraste. - En el tumulto pasé con el carnet de la obra social que es verde, como la entrada. Cuando estaba por terminar el partido, giré la cabeza y vi a un abuelo pegado al alambrado y el nieto que le hablaba al oído. Era ciego, y estaba llorando. Lo cuento y mirá, se me pone la piel de pollo. Tu viejo no paraba de moverse. -¡El Cilindro también fue una fiesta!, ¿lo trajiste al viejo? Sólo pude darle la urna vacía. ¡¿Qué pasó con mi viejo?! Se hizo un silencio profundo. - Dejame explicarte. Cuando entré a la cancha, abracé a Merlo, se me abrió la cajita y se me cayó sobre la cabeza de Mostaza. “¿Qué son estas cenizas pibe?” Bendición Mostaza, bendición. Manuel largó una carcajada que aún recuerdo. -¿Tendremos que esperar 35 años más para ser campeones?, me preguntó -¡2036! Si es así no cuentes conmigo. ¿Sabías que hay una teoría que dice que ese año un asteroide choca contra la tierra? -Entonces es posible, le dije. Le mostré una foto del diario donde aparecía el padre con Mostaza y nos volvimos a reír. ¿Creés que algún día caerá el gerenciamiento? -Es posible, esto es Racing, me dijo. Cayeron tantos presidentes en una sola semana ¿por qué no va a caer el gerenciamiento? ¿No? Ése tiene que ser nuestro próximo campeonato, ¡Racing de la gente! Jorge Eduardo Gómez