Hernán Reyes era deportista de buzo. De tenida completa. Aún en los baby del Alba con mucho calor, llegaba con su salida de cancha, por si acaso. Era muy puntual para las citaciones de partidos y cuando se acercaba a saludar a sus compañeros ya estaba elongando. Como casi un profesional encabezaba el grupo de trote y si había tiempo para la talla la tiraba. Ahí tenía mucha sintonía con Cristián de La Fuente, Ivo Kurte y Tuca Pemjean. Era zurdo zurdo. Podía jugar de lateral, al medio y muchas veces fue al sacrificio solo contra el mundo, cuando no teníamos delanteros. Era un jugador cucarro, de ida y vuelta, muy empeñoso. Tenía físico para regalarle al resto, nunca le escuché decir que estaba muerto o que necesitaba cambio. Era un verdadero Dorian Gray, nadie creía que tenía 47 años. En un país de pocos compromisos de todo tipo y donde nadie quiere amarrarse a nada, Hernán fomentaba los asados, las juntadas de Cóndores y todo lo relacionado con el Tercer Tiempo. Jamás una mala cara para ir al supermercado a comprar y sí su mejor cara para el picoteo, el choripán o los asados de Cayito y Jaime Ariztía, una dupla de temer. Lo de fundador de la Liga y Cóndores se lo ganó merecidamente. Muchas veces lo vi como un manquehuino más, a pesar de haber salido del San Ignacio. A final del 2007 quiso ser integrante de la directiva y como no se pudo me preguntó si podía ir al Tribunal de Disciplina. Y si había rollos con eso, se ofreció como delegado por segunda vez. Si eso no es espíritu de equipo no sé de qué estamos hablando. Hernán quería jugar siempre, era un tipo tan activo que si no había liga coordinaba un partido de tenis. Era deportín: parapente, ascensos a la montaña y si hubiese existido una rama de triatlón en el colegio hubiese ido a mirar de qué se trataba. Tenía cara de niño chico, se reía como cabro y cada momento parecía disfrutarlo. En la última premiación no daba más de alegría al subirse a la tarima y recibir su medalla. Su partida nos duele porque perdimos a un gran tipo, un ejemplo de lo que proyecta Cóndores: deportistas integros, buenos para la convivencia y formadores de comunidades, como dice el Chico Pérez. Al final nos quedamos tranquilos, como equipo y como compañeros, porque disfrutamos de una persona piola, que sabía lo que podía dar: unión a Cóndores. A veces ese tipo de jugadores son más importantes que los goleadores o los arqueros ataja penales. Hernán parecía irse tras de los partidos, como los niños que Galeano escribió en su cuento: Estos venían de jugar un picado y cantaban… Ganamos, perdimos, igual nos divertimos. Un abrazo grande de todos nosotros para ti, amigo.