Civilización celta

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Pueblo Celta: pueblo, o más exactamente grupo de pueblos, que dominaba la mayor parte del oeste y centro
de Europa durante el I milenio a.C. y que transmitió su idioma, costumbre y religión a los otros pueblos de la
zona. Los antiguos griegos y romanos reconocieron la unidad cultural de un pueblo cuyo territorio se extendía
desde el este de Europa hasta el norte del continente. Su nombre genérico aparece en documentos romanos
como celtae (derivado de keltoi, la denominación que Heródoto y otros escritores griegos dieron a este
pueblo), galatae o galli. Los celtas hablaban una lengua indoeuropea (véase Lenguas celtas), de la misma
familia que las de sus vecinos itálicos, helénicos y germanos. Los topónimos celtas, junto con los nombres de
las tribus, las personas y dioses, nos permiten pensar en su presencia en un extenso territorio europeo, desde la
actual España hasta el mar del Norte y desde las islas Británicas hasta el bajo Danubio. Los celtas
normalmente son asociados con la edad del hierro en Europa. Sus orígenes están situados durante la cultura de
los Campos de Urnas, de finales de la edad del bronce (un grupo de culturas caracterizadas por la cremación
de los restos mortales e inhumación de las cenizas en recipientes de cerámica), que estaban muy dispersos por
todo el este y centro de Europa durante el periodo comprendido entre el año 1300 a.C. y el 800 a.C.
Las primeras pruebas arqueológicas relacionadas con los celtas los sitúan en lo que ahora se conoce como
Francia y Alemania occidental, al final de la edad del bronce, hacia el 1200 a.C. Al principio de la edad del
hierro, son asociados con la cultura de Hallstatt (siglo VIII−primera mitad del siglo V a.C.), que recibió el
nombre de una localización arqueológica situada en la alta Austria.
El último periodo Hallstatt (siglo VI−primera mitad del siglo V a.C.) a veces es conocido como la edad de los
príncipes, debido a los enterramientos espectaculares (como los de Hochdorf) y las impresionantes colinas
fortificadas (tales como la de Heuneburg). Ambas situaciones muestran un periodo de riqueza, que hizo
posible esos ricos enterramientos y también la construcción más elaborada de edificios defensivos.
Entre los siglos V y I a.C., la influencia celta se extendió desde la península Ibérica hasta las orillas del mar
Negro. Esta última fase de la edad del hierro recibió la denominación de La Tène, nombre de una población
en Suiza. En los siglos IV y III a.C., la inestabilidad afectó al mundo celta, quizá a causa de la presión de otros
pueblos desde el norte. Tuvieron lugar migraciones y las tribus celtas invadieron el mundo grecorromano: el
norte de Italia, Macedonia y Tesalia. Saquearon Roma en el año 390, y Delfos en el 279 a.C. Algunos, los
gálatas, llegaron a Asia Menor, instalándose en la región que pasó a llamarse Galacia.
Los celtas del norte de Italia fueron conquistados por los romanos en el siglo II a.C.; la Galia transalpina (la
mayor parte del sur de Francia) fue dominada por Julio César en el siglo I a.C., y la mayor parte de Britania
quedó bajo poder romano en el siglo I d.C. En el continente, los celtas acabaron por ser asimilados por el
Imperio de Roma y perdieron su cultura propia. En Britania, sin embargo, la lengua celta y la cultura
sobrevivieron mejor. En la época medieval y moderna la tradición celta y las lenguas sobrevivieron en
Bretaña (en el oeste de Francia), Gales, las Highlands escocesas e Irlanda.
Sociedad celta
La sociedad celta tenía una base rural centrada en la agricultura y el pastoreo. Cuando la acumulación de
riquezas o la competencia por los recursos era fuerte, las fortificaciones en colinas eran ocupadas de forma
permanente. Éstas comprendían una zona cerrada en lo alto de la colina, defendidas por fosos y murallas. El
interior estaba ocupado por chozas y había zonas destinadas al trabajo de los artesanos. El grano se
almacenaba en pozos cubiertos con arcilla. Cada fortificación podía dominar la zona que la rodeaba. Buen
ejemplo de estas ciudades fortificadas, a las cuales Julio César llamó oppida lo encontramos en Manching, en
el sur de Alemania: las calles estaban trazadas hacia el exterior y los edificios situados en filas y con zonas
específicas reservadas para cada actividad. En la península Ibérica estas fortificaciones se conocen como
castros y hay buenos ejemplos en Galicia (España) y en el norte de Portugal.
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La unidad social celta era la tribu. En ella, la sociedad estaba estratificada en nobleza o familias dirigentes de
cada tribu, agricultores libres que también eran guerreros, artesanos, trabajadores manuales y otras personas
no libres, y los esclavos. También existía una clase instruida que incluía a los druidas. En los primeros
tiempos, las tribus eran dirigidas por los reyes, lo cual parece que persistió en Gran Bretaña hasta la conquista
de Roma. En las partes de la Europa celta más abierta a las influencias del mundo clásico, los magistrados
electos sustituirían a los reyes.
Los escritores romanos como Julio César, y griegos como Estrabón y Diodoro describen el estilo de vida de
los celtas. A pesar de su brutalidad o sus tendencias románticas, estos relatos sugieren que a los celtas les
gustaban las celebraciones y la bebida, contar historias y presumir de hazañas atrevidas. César, por ejemplo,
afirma que los hombres de la clase guerrera estaban muy orgullosos de la lucha, que eran expertos aurigas y
que para parecer más terroríficos en la batalla, se pintaban el cuerpo con woad, un tinte vegetal azul. Los
celtas también sobresalían en la metalurgia y prodigaban sus habilidades artísticas en objetos tales como las
armaduras y los arneses para sus caballos (véase Arte celta). El comercio era importante; los bienes lujosos y
el vino eran importados a cambio de perros, caballos, pieles, sal y esclavos.
Religión celta
Las tribus celtas compartían vínculos religiosos comunes. Cuando imperaba la monarquía, el rey tenía un
papel sagrado, desempeñando un papel activo en los ritos sacros. Existían dioses panceltas, así como
divinidades relacionadas con tribus particulares o con lugares sagrados dentro de su territorio. Los objetos
rituales (tales como el caldero de Gundestrup, una gran caldera de plata con decoración en relieve que fue
recuperada en un pantano de Jutlandia, en Dinamarca) proporcionan algunas ideas sobre la mitología celta.
Fragmentos narrativos de la antigua mitología también pueden encontrarse en la literatura medieval de Irlanda
y Gales.
Los druidas eran los sacerdotes de la sociedad celta. Su nombre probablemente significaba `verdadero adivino'
y sus funciones incluían la adivinación, la ejecución de sacrificios y la dirección de rituales en festivales
religiosos. Los emplazamientos religiosos celtas incluían los recintos de los santuarios, pero a veces también
poseían estructuras más elaboradas. Los pozos quizá estuvieran relacionados con la adoración de la tierra y los
sacrificios humanos y de animales, así como con la ceremonia de forjar espadas y otras ofrendas, que eran
arrojadas en ellos. Algunos emplazamientos naturales también tenían un significado religioso. El acebo y el
muérdago se consideraban sagrados, así como las arboledas y los robles. Los animales eran venerados como
tótems de la tribu y se buscaba la adivinación en el vuelo de los pájaros o en las entrañas de los animales
sacrificados.
Historia más reciente
Cuando el Imperio romano se derrumbó hacia el siglo V d.C., los reinos reconocidos como celtas surgieron en
las partes romanizadas de Britania. A la vez, los germanos invasores se asentaron en la zona oriental de
Britania. Mientras, los invasores gaélicos de Irlanda se asentaron en el oeste de Escocia. Simultáneamente los
britanos del suroeste de Inglaterra se asentaron en Bretaña.
El cristianismo había llegado a Britania en tiempos del dominio romano. En el siglo V, Irlanda fue convertida
por san Patricio y otros misioneros. Después, el cristianismo se estableció en Escocia, principalmente a través
de la fundación de Iona por san Columba. Por lo tanto, la fe cristiana fue llevada a las tribus británicas del
noroeste escocés, cuyos miembros eran conocidos como pictos, y a los británicos de Northumbria. La cultura
del mundo celta experimentó un gran florecimiento en los siglos VII y VIII, en el cual la Iglesia jugó un papel
central patrocinando las artes, la escultura y la ilustración de manuscritos. La literatura vernácula también fue
cultivada de forma más extensa que en otros lugares de Europa. Los eruditos celtas destacaban como
misioneros y profesores en el continente.
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Las zonas celtas de las islas Británicas sufrieron ataques de los pueblos escandinavos durante los siglos IX y
X, y admitieron a los que se instalaron. Los reyes gaélicos de los escoceses surgieron como señores de las
tierras de los pictos y dominaron a los británicos que permanecían en el suroeste escocés y a los ingleses en el
sureste. La frontera galesa−inglesa se estabilizó, mientras Cornualles perdió su independencia política. En
Irlanda, se realizó un proceso similar para crear una monarquía nacional. Habían surgido las cuatro naciones
actuales: tres celtas y una germánica.
La conquista normanda de Inglaterra en el 1066 llevó a la de Gales y hacia el siglo XII a la de Irlanda y
Escocia. Como resultado, la lengua y la cultura céltica dejaron de ser usadas en los círculos jurídicos, y
gradualmente se convirtieron en lenguas de uso popular. Un proceso similar tuvo lugar en Bretaña. El clima
social que se había desarrollado en lo que actualmente son Gran Bretaña y Francia había dado oportunidad
para que los elementos celtas mejoraran, pero se frustraban por la intolerancia cultural o religiosa. Los
resultados de esta ambivalencia quizá se vean en la contribución celta a la vida y cultura británica, en
manifestaciones del folclore celta, en el florecimiento de las comunidades celtas emigradas y en las
sociedades de ultramar.
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