DESPLAZADOS: EL CRUCE DE TODAS LAS VIOLENCIAS

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DESPLAZADOS: EL CRUCE DE TODAS LAS VIOLENCIAS1
A propósito de la semana de la II expedición por el éxodo, que se inicia hoy lunes, el historiador y
escritor Arturo Alape hizo para EL TIEMPO un documento en el que demuestra cómo los sucesivos
destierros de campesinos fueron la semilla del conflicto que hoy vive Colombia.
En los últimos cincuenta años, el desplazamiento de campesinos, de indígenas y comunidades
negras ha sido y sigue siendo el conflicto humano de mayores repercusiones en nuestra reciente
historia. El desplazamiento revela profundamente lo que somos como nación.
Colombia es un país de inmensa movilidad humana a la fuerza. Su geografía física se ha vuelto
como un estallido telúrico de grandes proporciones: hoy día deambulan por el territorio nacional
siento de miles de personas que huyen.
En los últimos cuatro años, el crecimiento de los desplazados, según Codhes, es simplemente
escalofriante: en 1999 fueron 228.000; en el 2000, 317.000; en el 2001, 342.000, y entre enero y
junio del 2002 llegaron a 204.000. Por fuera de las fronteras -en Venezuela, en Estados Unidos y en
algunos países europeos- viven desplazados cerca de dos millones de colombianos.
Una perspectiva histórica
En el origen del desplazamiento confluyen las diversas formas de violencias: la violencia partidista
en función de aniquilar físicamente al otro como contrincante político, la violencia conservadora
como proyecto de godificación territorial que comienza a finales del año 47 y comienzos del 48 en
Boyacá y Norte de Santander, la cual produce los primeros desplazamientos hacia Venezuela por
acción criminal de la policía chulavita y civiles armados.
En el año 49 comienza por la fuerza de la violencia conservadora la despoblación de la cordillera
occidental en el Valle del Cauca. Los campesinos que se resignan a quedarse en las poblaciones
debían declarar en acto público frente a las autoridades locales su decisión de dejar de pertenecer al
Partido Liberal. Los que huyeron para salvar la vida, emigraron hacia Cali y muchos de ellos
murieron en la masacre de la Casa Liberal.
En los años 50, en los Llanos Orientales con las leyes draconianas de los gobiernos conservadores
de cerrar entradas y salidas al Llano para acorralar económicamente a los alzados en armas, la
población civil huye por los ríos, se esconde en el pie de monte y busca salvar la vida en los
territorios fronterizos con Venezuela.
En el sur del Tolima, el desplazamiento está íntimamente ligado con el mapa de la tierra: en los años
treinta, con la llamada Ley 200, se promueve un inmenso movimiento campesino alrededor de
Chaparral que tiene como objetivo la recuperación de la tierra baldía propiedad del Estado.
1
El Tiempo. Bogotá, septiembre 2 de 2002. http://eltiempo.terra.com.co/coar/noticias/ARTICULO-WEBNOTA_INTERIOR-131637.html
Con el comienzo de la violencia partidista después del 9 de abril, los latifundistas inician la
recuperación a la fuerza de sus antiguos latifundios: policías y civiles armados son la punta de lanza
en el despojo sangriento del territorio.
Fundadores a la fuerza
El desplazamiento surge en el Tolima como un acto defensivo de la población civil. Los primeros
grupos guerrilleros comunistas se conforman por pequeños propietarios y aparceros, quienes
organizan grupos de autodefensa.
Luego, por razones militares, tienen que marchar o cambiar de territorio: en la vanguardia y en la
retaguardia marcha el grupo armado, en la mitad la población civil. Guerrilla y población civil eran
un solo cuerpo. Así sucedió con la primera gran marcha campesina del Támaro hacia El Davis, en
1951.
La experiencia se repetiría en 1955 con la más grande evacuación campesina cuando la tropa
enviada por Rojas Pinilla desaloja el territorio de Villarrica: cerca de treinta mil personas abandonan
sus pertenencias y se dirigen por el páramo de Sumapaz, atraviesan el Meta y terminan en el
Caquetá: son los fundadores de Guayabero y el Pato.
Es el mismo período cuando la guerrilla comunista coloniza las regiones de Marquetalia y
Riochiquito.
Son los mismos campesinos que deben volver a salir de sus territorios en los años sesenta cuando el
Ejército toma militarmente las llamadas "repúblicas independientes".
Cientos de familias huyen hacia la montaña y selva adentro. Con la fundación de las Farc, estas
determinan que para su proyecto político-militar deben conformar grupos móviles sin la presencia
de la población civil. Es el desprendimiento histórico de la guerrilla y población civil.
A finales de los años 60, en Córdoba el desplazamiento forzado hacia la montaña se vuelve un hecho
cotidiano a raíz de los enfrentamientos entre el Epl y el Ejército.
Y como si se tratara de una ironía histórica, en el año 82 el Ejército volvió a tomar militarmente las
regiones del Pato y Guayabero.
El abrazo a las ciudades
Entonces, la marcha campesina deja la selva y se dirige hacia la carretera central para luego después de caminar agotadores kilómetros- invadir poblados y ciudades intermedias hasta llegar a
Bogotá y comenzar a construir el sueño de vivienda en Ciudad Bolívar. El mismo sueño de vivienda
en las comunas de Medellín, en la periferia de Cali, en las afueras de Barrancabermeja...
La marcha campesina duerme momentáneamente con sus historias guardadas en la memoria de la
trashumancia. Y en los extramuros urbanos, los desplazados viven en la pobreza absoluta, excluidos
y criminalizados por su origen campesino, por ser "huidores" de la violencia y de la guerra.
El desplazado no existe
En el desplazamiento campesino ha sido determinante el paramilitarismo, que ha creado una
inmensa capacidad criminal para desaparecer la vida, despoblar grandes territorios geográficos e
imponer sus dominios de guerra. En el desplazamiento de cientos de miles de personas influye el
narcotráfico con su enorme y destructivo poder económico y militar y su voracidad para convertirse
en los grandes dueños de la tierra.
En los actuales procesos de desplazamiento campesino confluye la violencia guerrillera con sus
diversos orígenes históricos y sus actuales procesos de deformación de ideales y principios y la
prepotencia militarista impuesta por la lógica perversa y criminal de la guerra.
Los desplazados de la violencia son parte fundamental y esencial de la llamada sociedad civil, que
cuando habla, lo hace como supuesta representación urbana. El desplazado no existe o quizá ha
dejado de existir para aquellos que han asumido la representación del país civil.
En cincuenta años de desplazamiento forzado, el Estado nunca ha tenido una política en relación con
este fenómeno. Los desplazados tampoco estuvieron en mente de los políticos porque en su
constante movilidad no son votos contables.
Los desplazados que han vivido como experiencia vital los horrores de la contienda armada son una
profunda voz que debe escucharse en todos los ámbitos que vislumbren un nuevo proceso de paz.
ARTURO ALAPE
Autor de El Bogotazo, Ciudad Bolívar la hoguera de las ilusiones, Mirando el final del alba, Sangre
ajena y Yo soy un libro en prisión, entre otras. Especial para EL TIEMPO
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