METAMORFOSIS DEL MAGMA La historia de un cuadro comienza antes del primer trazo, con el deseo de expresarse, con una cierta disposición a comprender el mundo de tal o cual manera. Toda acción plástica, aún la más insignificante, corresponde a un fragmento de la experiencia de la vida y la realidad. La forma debe fundarse en la concepción del mundo. Paul Klee Si nos atenemos al proceso creador, en todas las disciplinas artísticas podemos comprobar que existen dos estirpes de artistas. Por un lado los que optan por partir del caos; por el otro aquellos que parten de un orden hacia el desorden, intentando controlarlo. Cada una de estas trayectorias, opuestas pero simétricas, tienen en el arte moderno su propia tradición y sus creadores arquetípicos. En la génesis de las obras de Lara Campiglia queda de manifiesto que opta por la primera de ellas: parte del caos. Asumir esta postura la enfrenta al desafío de no recibir pasivamente los logros de esa tradición heredada, de ese patrimonio. Por el contrario, debe abocarse a transformarlo haciéndolo propio y fecundarlo. Nada mejor entonces que acudir a testimonios de los propios creadores, críticos, escritores, filósofos que tanto hicieron por ahondar en esos abismos tan aptos para plantearse infinitas interrogantes. Podemos empezar por las paradójicas palabras que Paul Klee estampa en su diario de juventud: Como es lógico comienzo por el caos que es más natural. Klee pone, pues, el acento en el polo naturaleza que experimenta como contrapuesto a la razón. Por lo mismo, poco más adelante agrega: Es cómodo ser caos por un rato. Es decir que el caos no es un lugar cómodo para estacionarse por demasiado tiempo, algo que las nuevas generaciones en nuestro medio (y en otros) parecieran no haber comprendido aún. El caos no debería ser sino un punto de partida fecundo, preñado de infinitas posibilidades en el que la razón, en dinámica rizomática, descubre senderos privilegiados. Dicho en otras palabras: se trata de entrar en el campo de la introspección individual, de lo cualitativo. Patricia intuye que ese caos que convoca y que le atrae está más próximo a lo cuantitativo y es, de alguna manera, consecuente reflejo del creciente desorden y crisis social a nivel planetario donde reinan la masificación y el desarrollo incontrolable de las ciudades modernas. Ello es coherente con lo que manifestara el historiador del arte Giulio Carlo Argan: Si en una hipótesis absurda, pudiéramos representar en un plano y traducir gráficamente el sentido de la ciudad que resulta de la experiencia inconsciente de cada habitante y después pudiésemos superponer transparencias de esos gráficos obtendríamos una imagen muy similar a la de un cuadro de Pollock de 1950; sería una especie de inmenso mapa formado por líneas y puntos coloreados, una inextricable maraña de signos, de trazados aparentemente arbitrarios, de filamentos tortuosos, enredados, que mil veces se cruzarían, se detendrían, volverían a arrancar, y después de extraños giros volverían al punto de partida. Esta especie de anti-diseño del informalismo signado por una falta de proyecto, y que tanto perturbaba a G. C. Argan es, no obstante, el que atrae a Patricia. Sin inmutarse ante esa inestable aparición y desaparición vibratoria de signos que se devoran a si mismos, ella consiente que, en su ebullición, desborden la superficie cuadrangular del bastidor para derramarse como una marea en el piso como alfombras o acometer el tapizado de sillas y mobiliario. En el campo de la filosofía, Castoriadis llama “magma” a ese estado de coexistencia de fragmentos de múltiples organizaciones lógicas pero irreductibles a una organización lógica lineal. Dedos no dedos, es un texto ejemplar de Sartre dedicado a Wols, otro maestro a convocar cuando de caos se trata. Entre nosotros Solari aceptaba el reto al orden que implicaba volver a grabar al aguafuerte sobre una plancha usada anteriormente con la mejor inspiración archimboldesca. En ese enmarañamiento de trazos resultante de la superposición de punta seca y aguafuerte, entrecruzándose con los trazos anteriores, atravesando el caos de las superficies heridas y corroídas por el ácido, Solari descubrió que se trataba de un campo propicio para convocar sus fantasmagorías a la manera de la prestidigitación archimboldesca: una mano se metamorfosea en el cuerpo de un cancerbero, una tortuga en un sombrero y un loro con una guinda en el pico deviene en pupila del can. En esa estirpe debe filiarse la obra de Patricia Lara Campiglia. Miguel A. Battegazzore Punta del Este, 2013