Estado, Crisis Financieras y Vulnerabilidad Local CAEI

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CAEI
Centro Argentino
de Estudios
Internacionales
Estado, Crisis
Financieras y
Vulnerabilidad Local
“Doscientos años después”
by Lic. Gabriel Wolf
Working paper # 17
Programa de Economía Internacional
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INDICE
Introducción:
Cap. I:
...........................................................................….
Estado .........................................................................…...
Cap. II:
Surgimiento del Capital Financiero ................................
Cap. III:
El Consenso de Washington: Liberalización
Desmantelamiento del Estado …..…..............................
Cap. IV: Aplicación de Medidas y Vulnerabilidad ......................
Cap. V: La Crisis Argentina (2001) ....................................…...
Cap. VI:
Sensibilidad y Vulnerabilidad de los Países ..................
Cap. VII:
El Caso mexicano ……………………………………….
Cap. VIII:
Chile, un caso menos vulnerable
Cap. IX:
Crisis Sudeste-asiático (1997)
Cap. X:
Autogeneración de Crisis: Dialéctica Incertidumbre – Rentabilidad
Cap. XI:
Medidas Alternativas …....................................................
..................................
.........................................
Cap. XII: Una Nueva Arquitectura Financiera
Internacional ....................………………..........................................
Cap. XIII: La Construcción del Mercado - Una propuesta
hacia el Futuro ...............………………............................................
Cap. XIV: Conclusiones
........…......................................................
ADDENDUM: Crisis Financiera Internacional (2008-2009) ………
•
Origen de la crisis financiera internacional
•
El emblemático caso de Islandia
•
El caso argentino frente a la crisis internacional
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-Medidas de reducción de la vulnerabilidad
• ¿Reformas en el Sistema Financiero Internacional?
-Un estudio sobre las Condicionalidades del FMI
-Creación del Consejo de Estabilidad Financiera -CEF-El rol de las Agencias Calificadoras de Riesgo
-El dilema de los países en desarrollo
-Otras medidas en estudio
Bibliografía
.................................................................................…..
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INTRODUCCION
Existe una tendencia a intentar explicar los efectos de la globalización financiera, ocurridos en los últimos
veinte años, comparándolos con los acaecidos durante otros ciclos de auge del comercio financiero
internacional, tal como puede ser el que tuvo lugar a fines del siglo IXX y comienzos del siglo XX; bajo la
égida del patrón oro y la hegemonía británica. Y si bien ésta comparación puede, en parte, contribuir a
contextualizar el proceso en cuestión, al mismo tiempo, deja de lado o quita importancia a la que sin duda es
la principal característica de la globalización financiera: La vulnerabilidad de los países, principalmente los
emergentes, frente a los auges y crisis que se producen en el mercado financiero internacional. De este
modo, cuando se pretende hacer referencia al período de expansión financiera que tuvo como centro a
Inglaterra, con el objeto de equipararlo con el actual, deberían ser tenidos en cuenta algunos elementos:
El primero es que Inglaterra o simplemente el `Centro’ era, en esa época, un expulsor de capital que
direccionaba esos fondos hacia la Periferia, mientras que el actual proceso financiero, el Centro (los países
centrales) se ha convertido en una aspiradora de capital, hecho que impide a la Periferia ser el principal
receptor de estos fondos, que sin duda llegan de modo intermitente a las regiones de los países llamados en
desarrollo, pero que lo hacen luego de haber descartado al Centro como alternativa. Asimismo, en caso de
llegar a la Periferia lo hacen generalmente de modo fugaz y obteniendo un nivel de beneficios mucho mayor
que los del Centro, como contrapartida de los riesgos financieros que también son mayores.
El segundo elemento característico es el nivel de exposición que poseen los países, principalmente, de la
Periferia frente a este período de globalización financiera. Cuando se remite al proceso financiero
decimonónico es necesario tener en cuenta que la mayoría de los países recién se encontraba en un período
embrionario de conformación de sus Estados–Nación1, durante el cual era clave la existencia de instituciones
independientes, normas y regulaciones que se basaban en el poder soberano nacional sostenido en el ámbito
de las Relaciones Internacionales, entre otras cosas, a través del Tratado de Westfalia (firmado en 1648 y que
puso fin a la Guerra de los 30 años). Por lo que, dado algún tipo de crisis financiera o devaluación ocurrida en
un país, los Estados estaban fuertemente armados y regulados internamente como para minimizar o incluso
aislar los riesgos que este evento financiero pudiera ocasionar; pudiéndose llegar al extremo, de ser
necesario, cerrar sus economías temporalmente. Téngase en cuenta el abandono del patrón oro y de la
convertibilidad de la libra por parte de Gran Bretaña en 1931. Mientras que en la actualidad, a partir del
proceso de liberalización de la economía y de los capitales financieros, en el caso de los países –ahora
llamados- emergentes, y a través de las medidas planteadas en el Consenso de Washington (1990), los
niveles de exposición de los países periféricos son excesivamente elevados impidiéndose de este modo evitar
la multiplicidad de efectos que pueden desencadenar el fenomenal y constante flujo del capital financiero
internacional, tal como ha sucedido en las devastadoras crisis financieras ocurridas en los últimos años.
Un tercer elemento a tener en cuenta es que durante la Globalización producida en el Siglo IXX los
capitales que fluían hacia la Periferia pertenecían en su mayoría a los Estados, mientras que en el actual
período de Globalización Financiera se ha producido el surgimiento de un nuevo actor internacional, que
hubiera resultado realmente impensado a fines del siglo diecinueve: El capital financiero internacional. De
este modo, es este nuevo actor quien ha desplazado a los Estados en este el rol, casi exclusivo, de detentar
la masa financiera en el ámbito internacional, y es precisamente ésta característica la que le otorga un
alcance, por momentos, bastante mayor del que se supone cotidianamente, y a través del cual se arroga un
poder formidable que definitivamente modifica el destino de las sociedades.
1 En el caso Argentino, recién a partir de 1860 empieza a conformase el Estado Nacional, con sus características, y se
puede hablar de un Estado- Nación ya establecido, luego de 1880.
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A partir de la importancia que adquieren estos sucesos tanto para el presente como el futuro de los
países, especialmente los periféricos, esta investigación se propone como objetivos generales: Indagar
acerca de los posibles orígenes de las crisis financieras ocurridas en la última década en la región, teniendo
en cuenta la profunda transformación operada sobre los Estados-Nación en esos años y la frecuencia con que
éstas crisis se han sucedido. Intentar identificar la existencia un patrón común en el comportamiento de los
capitales financieros internacionales, analizando sus consecuencias comunes sobre los países periféricos, en
particular sobre la Argentina, y evaluar las posibles medidas adecuadas que permitan a los Estados evitar o,
al menos, disminuir el riesgo que pudieran ocasionar futuras crisis financieras.
Con el fin de alcanzar estos objetivos, en el Capítulo I de esta investigación se realiza una aproximación
al origen histórico de los Estado-Nación de la Periferia, a diferencia de las causas históricas y modos
ocurridos en aquellos del Centro, analizando la similitud y disparidad de las consecuencias en cuanto a la
conformación de sus estructuras políticas y económicas. En el Capítulo II, se estudia el surgimiento del
Capital Financiero Internacional en los años 80’s y su eclosión en la década de los ´90, siendo analizados los
diversos efectos producidos en el ámbito de las Relaciones Económicas Internacionales y las importantes
transformaciones producidas en las relaciones entre los Estados como resultado de esta novedosa
incorporación.
Dado que el surgimiento de este nuevo actor requería de nuevas reglas de funcionamiento para poder
extender su alcance y así maximizar sus beneficios, los principales organismos internacionales de crédito, el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, junto a autoridades de los países más desarrollados
(Grupo de los 7), determinaron un programa de medidas que apuntaban a una estricta Liberalización de los
mercados de capital y un conjunto de medidas, como la desregulación y la privatización de las empresas
estatales, que se conoció como el Consenso de Washington perpetrado en 1990. De este modo, en el
Capítulo III se analiza en profundidad cuáles fueron las medidas adoptadas en nombre de este “Consenso” y
las principales consecuencias derivadas sobre los Estados en este nuevo contexto económico internacional.
Inmediatamente, en el Capítulo IV se estudia en detalle de qué modo se llevó a cabo la aplicación de estas
reglas, cuáles fueron las principales leyes instauradas, en este sentido, y cuáles fueron las consecuencias
sobre la estructura tradicional de los Estados. Como en la mayoría de los países de América Latina los modos
de aplicación y los resultados han sido muy similares para esta ocasión se toma como caso de estudio el de
Argentina.
En el Capítulo V, se analizan y detallan las consecuencias ocurridas, en la Argentina, a partir de la
liberalización del ingreso de capitales y la aplicación de las medidas impuestas por el Consenso de
Washington; poniéndose en evidencia la situación de vulnerabilidad extrema en que quedó el Estado,
situación que desembocó en una profunda crisis financiera que dio a lugar a una masiva fuga de capitales,
una profunda devaluación que generó negativas condiciones políticas, económicas y financieras: Default,
recesión, desempleo, inestabilidad política y social, que llevaron al país a padecer una de las peores crisis
económicas y políticas de toda su historia.
En el Capítulo VI, se plantea una categoría de análisis que distingue entre los niveles de sensibilidad y
vulnerabilidad en que se puede encontrar un país, según la capacidad de tomar medidas que tenga ante una
eventual crisis financiera que puede haberse producido tanto en el país o en la región.
En el Capítulo VII, se realiza una comparación de la experiencia Argentina con la crisis de México, que
permite observar un mismo patrón común, que es la vulnerabilidad en que se encontraban estos países frente
al flujo financiero internacional en el momento en que se produjeron las respectivas crisis, situación originada
a partir de la adopción de un único programa de liberalización financiera dictado por los organismos
internacionales de crédito y de la imposición de rígidos esquemas económicos que terminaron provocando
mayor vulnerabilidad y luego la crisis en si misma.
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En el Capítulo VIII, se vuelve a realizar una comparación de la capacidad de los países para enfrentar a
una crisis financiera, en este caso estudiando el caso de Chile, país que a pesar de haber adoptado en gran
parte las medidas del Consenso de Washington, mantuvo, entre otras medidas, ciertas regulaciones sobre el
ingreso del capital financiero internacional de corto plazo, a la vez que se fomentaba la llegada de inversiones
de largo plazo. Estas y otras medidas le permitieron a Chile hacer frente a las diversas crisis ocurridas en la
región de un modo diferente al de la mayoría de los países de América Latina. Asimismo, se analizan las
diversas consecuencias que sufrió este país luego de haber flexibilizado algunas de estas barreras algunos
años más tarde.
Una vez expuestos tres casos distintos de crisis financieras en la región (Argentina, México y Chile), se
evidencian algunas similitudes en las medidas adoptadas en nombre del Consenso de Washington, y por el
otro, una respuesta alternativa y, en algunos casos, bien diferenciada como la brindada por Chile; del mismo
modo que lo fueron las consecuencias en cada país. Asimismo, en el Capítulo IX, a la comparación realizada
en las crisis financieras estudiadas en los capítulos precedentes se le agrega el caso de la crisis financiera del
sudeste-asiático, producida en 1997, llevándose a cabo una descripción de los principales acontecimientos de
la crisis ocurrida en la región, pero haciéndose principal foco que las medidas adoptada por Malasia, que a
diferencia de lo sucedido con la mayoría de la región, que aplicaron medidas ortodoxas prescriptas por el
Fondo Monetario Internacional (FMI), impusieron, entre otras medidas, un control a los capitales financieros
que le permitió salir de la crisis de un modo distinto a lo preestablecido por el modelo económico financiero
imperante en esa época. En el Capítulo X, a partir de los ejemplos de crisis financieras, estudiados en los
capítulos anteriores, se deducen una serie de supuestos que permitirían identificar la existencia de un patrón
común en el comportamiento de los capitales financieros internacionales, y a partir de esto, son propuestos
una serie de criterios diferenciales para observar a las crisis financieras, que presentan a las mismas no como
consecuencias de la inestabilidad macroeconómica de los países, si no, por el contrario, a éstas como
causantes de inestabilidad financiera y económica sobre los mismos.
En el Capítulo XI, se analizan cuáles podrían ser las medidas a adoptar para reducir la vulnerabilidad de
los países frente al fuerte avance del capital financiero mundializado, intentando dar una respuesta a la
aparente inevitabilidad de este fenómeno y de la intensa pérdida de la autonomía del Estado como actor
social, en términos generales, y más precisamente, el grado de subordinación creciente frente al mercado
financiero internacional.
En el Capítulo XII, se estudian cuáles son las medidas que a nivel internacional se han comenzado a
analizar para intentar hacer frente a la enorme volatilidad e inestabilidad que producen los fenomenales flujos
financieros internacionales en este nuevo mercado financiero globalizado. Este conjunto de innovaciones que
aún solo se encuentra en un estadio de investigación y discusión se le ha dado a llamar la Nueva Arquitectura
Financiera Internacional.
En el Capítulo XIII, y a modo de propuesta para el mediano plazo, se hace un breve estudio sobre los
orígenes de la principal estructura económica, el Mercado –en sí-, percibido en esta oportunidad no como una
entidad económica independiente y desregulada donde se producen los intercambios comerciales, como
funda la Teoría Económica Neoliberal, sino como una institución estatal regulada por el Estado, hecho que
logra impregnarle una mayor certidumbre, necesaria para su funcionamiento, y reglas del juego claras que le
otorgan la posibilidad de trascender como institución –para sí- en el largo plazo. Permitiendo, de este modo,
desestimar la supuesta tensión dialéctica entre Estado y Mercado, y convirtiendo a ésta relación en un fuerte
vínculo provisto de una funcionalidad beneficiosa para toda la sociedad.
A modo de conclusión, en el Capítulo XIV se lleva a cabo una descripción de los principales elementos
que fueron recavados a lo largo de la investigación, lo que permite tener una perspectiva más clara del estado
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de vulnerabilidad en que se encuentran los países frente a futuras crisis financieras, y se realiza un resumen
de aquellas medidas que de ser adoptadas por los países les permitirá hacerse de herramientas para no
quedar a merced de los vaivenes de los mercados financieros internacionales.
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Capítulo I
ESTADO
La conformación del Estado-Nación, a lo largo del siglo XIX, estuvo signada por el desarrollo del
capitalismo en cada uno de los países donde éste hacía eclosión. Es por ello, que si bien existe una raíz
común respecto al quehacer del Estado, al ser indudablemente una formación capitalista, cada país soberano
contó con la participación de distintos sectores particulares de la sociedad en cuestión; algunos apoyando y
otros oponiéndose a la formación de este nuevo fenómeno social que fue el Estado-Nación. Por lo tanto, cada
burguesía nacional, aunque en la mayoría de los casos imitando el actuar de otras burguesías extranjeras, y a
veces ayudadas por estas mismas, adoptó un modelo de desarrollo propio de las nuevas relaciones de
producción que aparecían como necesarias e independientes de las voluntades de los hombres. Pero si bien
el devenir de cada una de las sociedades en cuestión tenía sus propias particularidades históricas, sociales y
políticas, como se verá más adelante, resulta indudable que la estructura económica de cada una de estas
sobre-determinó a la superestructura jurídica y política en formación, esto es, al Estado-Nación, desde sus
orígenes. De este modo, la formación histórica del Estado estuvo condicionada por el modo de producción
capitalista y, por ende, por las relaciones de producción existentes, basadas en la posesión de los medios de
producción por una escasa parte de la sociedad y la existencia de una clase trabajadora “en libertad” de poder
“venderse” en el mercado como si fuese una mercancía. Así, la propia estructura de este nuevo órgano social
debe su conformación a un mismo molde. Esto devino en la existencia, a pesar de las variaciones propias de
cada sociedad de un mismo patrón de funcionamiento, del Estado-Nación que tuvo un funcionamiento y un
objetivo que respondía a una lógica capitalista; lo que hizo, que cada Estado fuese, según la definición de
Guillermo O´Donnell, “co-constitutivo de las relaciones sociales de dominación”. Esta participación del Estado
como actor principal, función no del todo visible, en lo que hace a la reproducción de las contradicciones de
las relaciones de sociales de dominación, resultó ser un patrón común en cada una de las sociedades donde
el devenir histórico provocó la aparición de este nuevo actor social.
El Estado, de este modo, apareció como el mítico Leviatán que resguardaba la soberanía territorial y quien,
al mismo tiempo, detentaba el monopolio del uso de la fuerza en ese territorio. Pero si bien esto es correcto
no puede concederse que esa soberanía en términos reales fuera absoluta en todos los casos, ya que en los
países periféricos, desde el origen mismo del Estado, existió un importante grado de subordinación de los
Estados centrales sobre los periféricos que apareció con intensidad en la conformación misma de los Estados
de la Periferia. Por lo que, se pueden establecer profundas diferencias en el modo en que dicha entidad social
–el Estado- surgió en aquellos países, en esa época principalmente europeos, y cómo el mismo fenómeno se
dio en los países de la Periferia; situación que como se verá a lo largo de ésta investigación tendrá efectos
determinantes.
En el caso de los países del Centro, la formación del Estado-Nación, que se produjo junto a la construcción
de las identidades nacionales de los ciudadanos, fue de la mano de cuatro parámetros históricos primordiales:
a) Las nacionalidades europeas fueron hijas de la riqueza y del capitalismo, b) Se dio una consolidación de la
Burguesía Nacional en contra de la Monarquía, c) Se utilizó un Sistema de Colonias como medio de obtención
de recursos y de expansión del comercio, d) Existió un republicanismo político y un romanticismo cultural que
fueron una fuente de inspiración de la formación de las nacionalidades, y por ende, del Estado-Nación.
Por el contrario, el surgimiento de los Estados-Nación en los países de la Periferia, como es el caso de
América Latina, se dio a partir de los siguientes elementos: a) Provino de la fragmentación de un sistema
político y económico preexistente, con profundas diferencias históricas y culturales, que impregnó a esta
conformación con fuertes influencias y, al mismo tiempo, le impuso serias restricciones. b) La existencia de un
contexto de dispersión en el Centro y una decadencia económica en el área local, c) Una debilidad política
básica proveniente del debilitamiento del Imperio español, que se derrumbaba, d) La no coincidencia entre la
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conformación de estas identidades y el proceso de formación capitalista de sus sociedades, sino que eran
parte de un sistema colonial que sostenía al capitalista; o en otras palabras, que el modo de acumulación
existente en la Periferia no se correspondía con dicho tipo de organización política y social, de lo que surge
una fuerte contradicción.
Desde esta perspectiva, se percibe que en la Periferia ocurrió lo opuesto a Europa. En lugar de ser el
liberalismo un síntoma de fortalecimiento e independencia, las elites latinoamericanas fueron liberales
económicamente pero extremadamente conservadoras en lo político, producto de una “extraña alquimia
colonial”. En lugar de avanzar de la Colonia a la Nación, en Europa se partió de una Nación con Colonias, y
evidentemente este hecho signó la construcción de las nacionalidades en esta región.
Expuestas de modo sucinto éstas diferencias, que realmente merecerían un tratamiento in extenso, es
pertinente resaltar que la relación de sujeción existente siempre tuvo como participantes a Estados, mientras
que a partir de los cambios operados en las últimas décadas, ésta relación de subordinación del Centro hacia
la Periferia, como se estudiará más adelante, sufrió profundas modificaciones.
Sin embargo, es procedente asegurar desde un comienzo que, retomando el concepto de la
sobredeterminación de la estructura económica como base real sobre la superestructura, las
transformaciones producidas sobre el patrón de acumulación en los distintos países ocurrida a lo largo de las
últimas tres décadas del siglo XX ha generado profundos cambios en las distintas superestructuras de cada
país pero que a pesar de éstas ha respondido, una vez más, a una lógica Centro-Periferia.
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Capítulo II
SURGIMIENTO DEL CAPITAL FINANCIERO INTERNACIONAL
En términos generales, la dinámica de internacionalización de las últimas décadas no ha hecho más que
intensificar las tendencias que venían desarrollándose desde los años 50’s y 60’s en el proceso de
mundialización del capital en sus distintas formas, como capital-mercancía, capital-dinero y capital-productivo;
es decir, el comercio, las finanzas y las inversiones internacionales. Sin embargo, al mismo tiempo esa
globalización ha estado caracterizada por importantes novedades en cuanto al ritmo de crecimiento de los
flujos internacionalizados, la creciente integración de esas tres formas y el acusado predominio del capital
financiero2.
El comercio internacional redujo su tasa de crecimiento durante los años setenta y la primera mitad de los
ochenta, pero después volvió a experimentar un nuevo impulso expansivo. Es así, que según la Organización
Mundial del Comercio (OMC), las exportaciones mundiales de mercancías aumentaron a una tasa media del
2,5 por ciento anual entre 1980 y 1985, y más tarde lo hicieron a una tasa media del 6 por ciento en el
intervalo de 1986 a 1996. Se trata pues de un fuerte incremento comercial si se tiene en cuenta que durante
ese intervalo la producción mundial se incrementó a una tasa media del 2,5 por ciento.
Otro rasgo dentro de esta transformación global es el protagonismo absoluto de los países desarrollados
en el comercio, ya que empiezan a realizar más del 80 por ciento de los intercambios mundiales, y a su vez
esta concentración se da en el interior de tres grandes áreas regionales, configuradas en torno a la Unión
Europea, el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y la Cuenca del Pacífico (ASEAN). Un
elemento adicional a dicha transformación es la excesiva presencia de las corporaciones transnacionales en
el desarrollo comercial, reflejada tanto por su alta participación en las exportaciones e importaciones
mundiales como por el hecho de que una parte no inferior al 35 – 40 por ciento de los intercambios mundiales
de bienes corresponden a transacciones intra-firma, o sea, al comercio que llevan a cabo las casas matrices y
las empresas filiales de las corporaciones transnacionales.
Las inversiones directas habían sido la forma predominante de internacionalización del capital durante el
período de expansión económica de los años 50 y 60, lo que comportaba una transnacionalización de los
procesos productivos entre las economías exportadoras y las economías receptoras de esos capitales. Tras el
estallido de la crisis económica del ´73, su evolución fue más vacilante hasta mediados de los ochenta,
emprendiendo a partir de entonces una notable aceleración solo interrumpida en los dos primeros años de la
década del 90. Entre los factores que han propiciado esa aceleración de las inversiones directas en el exterior
deben destacarse: La eliminación de las restricciones cambiarias y de otras normativas que limitaban los
movimientos de entrada y salida de los capitales productivos, la desreglamentación de sectores que hasta
entonces funcionaban en régimen de monopolio, la transformación de inversiones en cartera, con sus
ganancias correspondientes, en inversiones directas; el intenso proceso de concentración empresarial, a
través de grandes operaciones de fusión y absorción de empresas y, por último, la privatización de grandes
empresas públicas.
Por otra parte, la magnitud y las características de la dinámica inversora se pueden apreciar a través de
algunas cifras certeras. A escala mundial, la media anual de la salida de inversiones extranjeras directas entre
1981 y 1985 (44 mil millones de dólares) supuso un incremento del 9 por ciento con respecto a la medida del
quinquenio anterior, en tanto que su posterior impulso dio lugar a que en la segunda mitad de la década, el
flujo inversor casi se cuadriplicó, con una media anual cercana a los 170 mil millones de dólares, superando la
cota de los 200 mil millones durante los 90’s. Así, entre 1990 y 1995, la salida de inversiones pasó de 210 mil
Enrique Palazuelos, La Globalización Financiera. La internacionalización del capital financiero a finales del siglo XX..
Editorial Sintesis, Proyecto Editorial Síntesis Económica. Madrid, 1998, pág. 95.
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millones a 350 mil millones de dólares, y a pesar del descenso sufrido en el bienio 1991-1992, el flujo
importador acumulado durante esos seis años fue de 1.3 billones de dólares3.
El fuerte aumento operado desde mediados de los años 80’s estuvo acompañado de un significativo
cambio en la orientación geográfica de las inversiones, teniendo como principal accionista a la economía
estadounidense que se convirtió en una gran importadora neta de capitales productivos. Otros importadores
netos fueron Australia, Canadá, Bélgica, Italia y España, en el marco de la UE, México y Brasil, en América
Latina; y China, Malasia, Tailandia, Indonesia y Corea, en la Cuenca del Pacífico. En la década del ´90, los
grandes importadores de capital productivo fueron EE.UU. y China, con cifras acumuladas por 240 mil y 140
mil millones, respectivamente, y que suponen un tercio del total de inversiones mundiales. Un fenómeno aún
más actual resulta ser el nuevo rol que ha comenzado a ocupar China, desde comienzos del Siglo XXI, al
haberse convertido en un exportador de capitales financieros; siendo de este modo el principal tenedor de
Bonos del Tesoro norteamericano; hecho que le permite, hasta la actualidad, solventar el impresionante déficit
fiscal a los Estados Unidos.
Un suceso similar al de la mundialización de las inversiones se presenta en el caso de los mercados
financieros internacionales. Su evolución también responde a cifras colosales. Se trata de magnitudes que
muestran la dimensión casi infinita que tiene la oferta de fondos disponibles para este mercado. Su tamaño es
tal que empequeñecen el valor de variables económicas tan fundamentales como el comercio internacional, el
nivel de reservas mundiales o el producto bruto de los países más importantes; el mercado de divisas en la
actualidad alcanza la exorbitante cifra de 1,8 billones de dólares en transacciones diarias, lo que supone que
lo que se negocia en cinco días en el mercado de divisas equivale al valor de las exportaciones mundiales de
bienes y servicios realizado durante un año. Asimismo, en los últimos años se ha observado un nuevo
crecimiento del mercado de préstamos, a medida que aumenta la presencia de los préstamos sin garantías.
Pero si bien son muy elevadas cifras registradas en los mercados de capital, el récord de aluvión financiero lo
ostentan los mercados de productos derivados, cuyos activos sirven como soportes de cobertura frente a las
variaciones de las tasas de cambio, los tipos de interés y los índices bursátiles.
Por otro lado, el funcionamiento del mercado de divisas también se vio afectado significativamente, ya que
si bien hasta hace algunos años el rol desempeñado por los bancos oferentes, demandantes y los brokers,
como intermediarios entre los distintos agentes económicos, era fundamental, en los últimos tiempos este
esquema de funcionamiento ha experimentado una importante transformación. Por una parte, las grandes
firmas transnacionales tienen mecanismos y recursos propios para conseguir divisas, sin tener que recurrir a
la intermediación de bancos o corredores. Al mismo tiempo, esas corporaciones tienen la capacidad de actuar
como oferentes de divisas en la medida en que gestionan de manera centralizada los recursos de capital y la
liquidez de sus empresas filiales ubicadas en países que utilizan distintas monedas.
De este modo, las intervenciones de los organismos estatales, ya sean bancos centrales o tesorerías,
salvo en casos puntuales, no adquieren una dimensión demasiado importante, como tampoco lo es el
movimiento de divisas generado por la demanda privada por parte de individuos, para un mercado que
diariamente supera el 1,2 billón de dólares diarios. Lo que sí está claro es que la mayoría de estos
movimientos de divisas poseen una carácter exclusivamente especulativo, apuntando a tomar ganancias
frente a la incertidumbre que provoca el valor futuro que a corto o largo plazo tendrá cada moneda, estando
relegadas solo un escaso 2 por ciento de las transacciones diarias a operaciones vinculadas a la realización
de operaciones de comercio o de inversión de bienes y servicios.
A partir de la impresionante magnitud que posee el movimiento de capitales dentro del sistema financiero
internacional, con su consecuente concentración, y demás características, que son comentadas a
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Ibídem, pág. 98.
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continuación, es que se puede hablar de una mundialización del capital financiero. Pero existe un elemento tal
vez el más determinante que posibilita este proceso. En la medida en que los intercambios de monedas y
transacciones financieras, en general, se efectúan en un escenario transnacional no están sujetos a ningún
tipo de legislación específica, eludiendo de este modo los controles y fiscalizaciones de los gobiernos,
quedando únicamente regulados por escuetas normativas nacionales cada vez más laxas y menos dispuestas
a establecer algún tipo de condicionamiento al despliegue de los movimientos internacionales Sin ataduras ni
reglamentaciones significativas, el mercado de divisas y de capitales adquiere unos contornos operativos muy
próximos a los que el enfoque de la economía convencional considera como “mercados perfectos”: Absoluta
movilidad de factores, plena flexibilidad de precios y amplia información disponible en manos de los agentes
intervinientes. De esto se derivan condiciones ventajosas como son la rapidez, la profusión y el abaratamiento
de los costos de las transacciones. Así, en estas condiciones, según la visión ortodoxa, existe una tendencia
hacia el equilibrio de los mercados.
Desde esta perspectiva queda planteada la capacidad de ciertas empresas transnacionales, bancos y
otros operadores financieros de desestabilizar la moneda de determinado país, sin que ello suponga
necesariamente que en la economía de ese país se hayan producido acontecimientos de relevancia suficiente
que expliquen las variaciones ocurridas en ese mercado financiero. La concurrencia de aspectos no
contemplados por el enfoque convencional, como son el elevado poder financiero que tiene algunos agentes,
la magnitud de sus operaciones y la capacidad que tienen para crear opinión pública, les confiere un notable
influjo en la determinación del comportamiento del mercado en cuestión.
Pero también es importante tener en cuenta que el enorme poder que posee este nuevo actor, que puede
ser individualizado en grandes bancos, firmas transnacionales e inversores institucionales (Compañías
aseguradoras, Fondos de pensión, Compañías de inversión) no le fue otorgado de la nada, sino que le ha
sido conferido, es cierto a través de presiones y lobby institucional, por los distintos gobiernos nacionales. De
este modo, si existe un contexto de amplia permisibilidad es netamente porque ha existido una sesión de
fronteras por parte del Estado como regulador de los procedimientos en cuestión. Los poderes públicos
nacionales, principalmente los que pertenecen a los países más importantes dentro de este circuito,
intervienen directamente en esta dinámica financiera tanto a través de las operaciones que realizan a través
de sus Bancos Centrales como de las disposiciones normativas y de la actividad presupuestaria que
desarrollan los gobiernos.
Esta función pública parece cada vez más subalterna en el funcionamiento de los mercados financieros,
que tiene su origen en decisiones políticas de cada uno de los gobiernos. Esta desregulación del sistema
financiero tiene su asidero en que los gobiernos aceptan sin más la lógica imperante en estos mercados y se
adscriben dogmáticamente a la defensa incondicional de la supuesta bondad intrínseca que trae la plena
libertad de movimiento de los capitales. Con esto, por supuesto, no se intenta negar o restar importancia al
poder inherente que poseen las grandes fuerzas económicas, muy por el contrario, pero al mismo tiempo
resulta imprescindible evidenciar que son los Estados los que en definitiva tienen la capacidad de otorgar una
permisibilidad normativa y que si lo hacen es porque actúan según la lógica del capital; aunque en apariencia
se quiera presentar al capital financiero mundializado como una fuerza inevitable que puede pasar por
encima, incluso, del Estado mismo.
La transformación de los sistemas financieros
Como se comentó recientemente, durante la década del ‘70, las presiones sobre el dólar, la inestabilidad
del precio del petróleo y el desigual aumento de la inflación en los países de la OCDE se conjugaron para
transformar el sistema monetario internacional. Se pasó de un sistema regulado por los gobiernos bajo control
de los movimientos de capitales a un sistema movido por los mercados, que liberó los flujos internacionales
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de capital. Los condicionamientos de las balanzas corrientes eran estrictos según las reglas de Bretton
Woods, puesto que los déficit estaban financiados por las reservas oficiales de cambio en condiciones de
cambio fijo. Sin embargo, en el sistema actual, los déficit son financiados por el crédito internacional de los
bancos y mercados de títulos; y de este modo surgen condicionamientos que pasan por los juicios que los
inversores financieros puedan formarse con respecto a la sustentabilidad de las deudas externas.
Los mecanismos financieros cada vez más sofisticados que manejan los flujos de capitales tejen una
integración financiera de la economía mundial cada vez más estrecha. Pero tanto la diversificación de los
instrumentos de colocación y préstamo como la aparición de mercados derivados, son procesos que se
originan en la mutación de los sistemas financieros nacionales. El cambio de régimen monetario ha sido el
principal factor desencadenante de estos procesos. Se asistió a una aceleración y luego a una deceleración
de la inflación, ambas de gran amplitud. Esa modificación implicó el fuerte aumento de las tasas de interés
reales. No obstante, a causa de la inercia de las anticipaciones, las tasas reales anticipadas, después de
haber superado las tasas realizadas en la ola creciente de la inflación, se encontraron por debajo de las tasas
realizadas en la ola descendente. Se pasó de un régimen favorable a los deudores a un régimen favorable a
los acreedores, invirtiéndose la naturaleza de los riesgos dominantes: desvalorización de los patrimonios
financieros que no estaban perfectamente indexados en el primer caso, degradación de la calidad de las
deudas, en el segundo. La búsqueda de una protección contra el riesgo principal determinó las formas de la
innovación financiera: se trató de instrumentos de protección del valor de los patrimonios privados en el
régimen de los deudores; en el régimen de los acreedores, paralelamente, de instrumentos de disminución del
costo de las deudas y transferencia de los riesgos.
Cuando la política monetaria se hizo deflacionaria, los gobiernos buscaron medios de financiación no
monetarios, mientras los déficit aumentaban rápidamente con los crecientes costos de la protección social y el
servicio de la deuda. Se volcaron a la promoción de títulos públicos que resultaran atractivos para los
ahorristas. Los mercados de títulos públicos se transformaron en bases de los mercados de capitales: tasas
de interés rectoras en la formación de los precios de activos, colocación de referencia en las estructuras de
las carteras diversificadas, haberes refugiados en episodios de deterioro de la confianza.
Apoyándose en estos cambios macroeconómicos, una evolución estructural a largo plazo modificó la
naturaleza de los activos financieros buscados por los agentes no financieros. A partir de la década del ‘80, es
incontestable que el motor de la liberalización financiera es el comportamiento interno en el ámbito de
elevadas tasas de interés de mercado. El envejecimiento de la población aumenta el peso de las clases de
edad cuyo perfil inter.-temporal de consumo induce la demanda de acumulación de riqueza financiera.
Durante los últimos quince años, aumentó sistemáticamente la ratio de la riqueza financiera con respecto al
ingreso; es particularmente elevada en los Estados Unidos, donde en los años 1993 a 1997, alcanzó un 3,1%
de renta disponible; en Francia o Alemania, dicha ratio es de alrededor del 1,8%. Como las tasas de ahorro no
progresaron de manera tendencial, e incluso han retrocedido durante estos quince años, ha sido gracias al
aumento de los precios reales de los activos que componen la riqueza como ésta ha evolucionado más rápido
que el ingreso. La elevada remuneración del ahorro, en forma de aumentos de capital, es una característica
determinante del capitalismo patrimonial contemporáneo.
Una nueva lógica financiera
Según lo planteado por Michel Aglietta4, los factores mencionados anteriormente han transformado, en su
totalidad, la concepción de las finanzas en sus estructuras, comportamientos y regulaciones. Los inversores
institucionales (fondos de pensión o fondos comunes de inversión) se han transformado en los agentes
4 Aglietta, Michel. La globalización financiera. Finanzas, inversión y crecimiento.
Edición Nº 59. Mayo - Agosto 2000.
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financieros que desempeñan el papel más importante en las colocaciones de capital. De este modo, el
problema central de las finanzas, que gobierna la colocación de capitales, es el de resolver la tensión entre la
necesidad de liquidez de los ahorristas y la inmovilidad de los capitales necesarios para crear valor. En el
caso de los bancos, esta tensión es resuelta por medio de la transformación de los depósitos líquidos en
créditos que conservan en el balance hasta su vencimiento. En la época del fuerte crecimiento, dicha
mediación bancaria favoreció a los tomadores de préstamo, pero también a la economía global, financiando
tasas de inversión elevadas gracias a un costo del capital bajo y estable. El ahorro se encontraba aprisionado
dentro de una remuneración módica. Como contrapartida, disponía de una gran seguridad, porque los
gobiernos, que habían tomado medidas para la bancarización rápida de la población, estaban firmemente
decididos a impedir las quiebras bancarias. Por lo demás, los hogares podían disfrutar de condiciones
ventajosas en tanto que tomadores de préstamos para adquirir sus viviendas. En estos sistemas bancarios
sostenidos por el poder público, los accidentes financieros eran escasos y aislados. El Estado se hacía cargo
del riesgo colectivo. Los bancos manejaban el riesgo de crédito individual por medio de la vigilancia individual
de los prestatarios dentro del marco de una relación de clientela continua. El riesgo de mercado era casi
inexistente en los países en los que los mercados financieros sólo desempeñaban un papel periférico,
exclusivamente en la financiación de la deuda pública. La política monetaria tendía a la estabilidad de las
tasas de interés, lo que evitaba la volatilidad de los precios de mercado. En cuanto a los créditos privados se
tasaban a valores contables convencionales que sólo se modificaban si durante su ejecución los préstamos
se transformaban en riesgosos.
En las finanzas de mercado, la tensión entre inmovilización y liquidez se encuentra mediatizada por los
mercados secundarios de títulos de acreencia. Estos mercados, cuando funcionan normalmente, están
organizados a fin de licuar la posesión de derechos sobre los activos inmovilizados. La liquidez se mantiene
por medio de la profundidad de los mercados de capitales y la diversificación de las carteras de inversores
institucionales, que son los grandes proveedores de fondos líquidos en los mercados donde compran títulos.
Sin embargo, en este caso, la liquidez es muy diferente de la de los depósitos bancarios, considerada total y
permanente puesto que los depósitos están asegurados y los bancos tienen acceso a la fuente última de
liquidez fuera del mercado: los adelantos del banco central. A cambio, los mercados secundarios de los
activos financieros no pueden ser totalmente líquidos, puesto que los títulos de acreencia financian capital
inmovilizado. No es posible que todo el mundo se retire del mercado al mismo tiempo. La liquidez, entonces,
está relacionada con el equilibrio que se establece entre compradores y vendedores. La liquidez será tanto
mayor cuanto menos la demanda de conversión de títulos en moneda haga variar el precio de mercado. Pero
siempre existe un riesgo de pérdida en capital, que obliga a los participantes en los mercados de activos a
especular constantemente sobre la evolución futura del precio de mercado, la cual depende del
comportamiento de los demás operadores. La especulación, que es así una necesidad para el funcionamiento
de los mercados financieros, se mueve por el sentimiento mayoritario del mercado, que puede ser muy
versátil.
Ampliando la gama de colocaciones ofrecidas a los ahorristas, difundiendo una información permanente
sobre los precios y los rendimientos, multiplicando las instituciones financieras en competencia para ofrecer
mejores condiciones al ahorro, las finanzas de mercado han hecho que las relaciones entre acreedores y
deudores se vuelvan más estratégicas y más dependientes de las variaciones fluctuantes de las tasas de
interés. De manera general, la liberalización financiera realizada en el contexto de deflación ha elevado
considerablemente los rendimientos del ahorro. Para alcanzar esos rendimientos, los inversores
institucionales se han vuelto hacia las colocaciones en acciones.
En Estados Unidos, desde 1995 hasta 1998, el rendimiento medio de las colocaciones en acciones, según
el índice Standard y Poor’s 500, superó el 20% (considerando la tasa de dividendo más el aumento de las
cotizaciones bursátiles) mientras que el rendimiento económico neto del capital productivo del conjunto de las
sociedades privadas no financieras era de alrededor del 12% y la tasa de interés a largo plazo del 6%. Como
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contrapartida, la presión para obtener un valor accionario elevado obligó a las empresas a realizar
reestructuraciones económicas muy importantes. En el plano financiero, esta presión las condujo a recurrir de
modo sistemático al endeudamiento para elevar el rendimiento de sus fondos propios gracias al efecto
palanca, de donde resultó una sub-capitalización de sus balances5.
Es por ello que la búsqueda de altas remuneraciones para el ahorro administrado por los inversores
institucionales, que son sistemáticamente más elevadas que la rentabilidad económica del capital
inmovilizado, provoca una fragilidad financiera endémica. La sostenida demanda de acciones por parte de los
inversores institucionales valida las anticipaciones de alza en la cotización. Pero la presión de la competencia
de los gestores de fondos implica un componente especulativo en la formación del precio de las acciones. De
este modo, la fragilidad financiera es esencialmente un proceso inducido por la dinámica de los mercados.
Las razones de la apertura financiera
A fines de la década del setenta, Argentina y Chile habían realizado una tentativa abortada y ruinosa de
liberalización financiera. Con independencia de estos casos aislados, el endeudamiento internacional de los
países en desarrollo luego de los choques petroleros había sido propio de los Estados o de agentes
garantizados por éstos. Esa deuda soberana sufrió una crisis de solvencia a partir de 1982, administrada por
medio del escalonamiento dentro del marco de planes de recuperación establecidos con el concurso del FMI.
Este estableció una doctrina macroeconómica uniforme para satisfacer el servicio de la deuda. La
transferencia de divisas a los acreedores debía realizarse por medio de la combinación de tasas de cambio
reales competitivas y una gestión rigurosa de las finanzas públicas destinada a obtener balances corrientes
excedentarios. Pero esa doctrina encontró considerables dificultades de aplicación. La depreciación de la tasa
de cambio favorecía las rentas en los sectores protegidos de la economía; mantenía la inflación amplificada
por los conflictos de redistribución exacerbados por el rigor presupuestario. La espiral de la devaluación y la
inflación arrastraba a los países a programas de estabilización sucesivos y poco convincentes; el crecimiento
se veía sofocado y el peso de la deuda externa seguía aumentando.
Entre los años ‘85 y ‘88, bajo iniciativa americana, se inició un cambio del punto de vista, con el Plan Baker
y luego el programa Brady de reducción de deudas por medio de la conversión de la deuda bancaria en
acciones y obligaciones. El objetivo era permitir el retorno de los países deudores a un mercado internacional
de capitales ampliado hacia nuevos inversores para financiar un crecimiento no inflacionario. Hacia el final de
la década, se intentaron experiencias de anclaje nominal del cambio en México y sobre todo en Argentina,
con el fin de erradicar la inflación. El éxito de estas experiencias, en el momento de la recesión americana
consecutiva a la del mercado inmobiliario y las dificultades bancarias, fue el punto de partida de una
transformación de la doctrina predicada por el FMI con la bendición del G7.
De este modo, como concluye Michel Aglietta, la liberalización financiera ha sido recomendada para ser la
punta de lanza de cambios estructurales que se suponía deberían mejorar la rentabilidad del capital en los
países con un fuerte potencial de crecimiento industrial. El anclaje nominal de la tasa de cambio al dólar
reemplazó las tasas de cambio flexibles para alentar la movilidad de los capitales reduciendo los riesgos
cambiarios. Debería acrecentarse la capacidad de endeudamiento de los países, y en los países en los cuales
los mercados financieros locales eran rudimentarios debían crearse instrumentos de deuda en forma de
títulos financieros. El ahorro interno, pues, iba a beneficiarse con una mayor competencia entre los tomadores
de préstamos y por consiguiente, con una mejora de su remuneración. Esto debía implicar una mayor eficacia
en la asignación de capitales. Finalmente, la liberalización posibilitaba que la balanza de pagos se encarara
5
Idem.
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de manera inversa: en lugar de buscar excedentes corrientes en lo alto de la balanza, se esperaban entradas
de capitales por lo bajo, de lo que resultaría un déficit de la balanza corriente. Pero se suponía que éste no
expresaría desequilibrios, puesto que surgía del equilibrio entre el ahorro y la inversión a escala mundial,
donde la mayor rentabilidad de los países emergentes atraía naturalmente los préstamos y colocaciones de
las instituciones financieras de los países desarrollados6.
6
Idem.
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Capítulo III
EL CONSENSO DE WASHINGTON: LIBERALIZACIÓN Y DESMANTELAMIENTO DEL ESTADO
Una vez expuesto el modo en que ha surgido este nuevo actor en el mercado financiero internacional, así
como evaluado su alcance, es preciso revelar algunos de los que han sido los principales cambios generados
en la propia estructura de los Estados a partir de dicha aparición y, al mismo tiempo, estudiar cuáles han sido
los resultados concretos que produjeron estas transformaciones.
A principios de 1990, tras la caída del muro de Berlín, hacía ya años que el “socialismo realmente
existente” como sistema económico iba siendo progresivamente cuestionado o abandonado. Sin embargo, fue
en aquel momento en que desde ciertos círculos económicos internacionales se intentó formular un listado de
medidas de política económica que constituyera un "paradigma" único para la triunfadora economía
capitalista. Este listado serviría especialmente para orientar a los gobiernos de países en desarrollo y a los
organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial -en adelante "FMI" y "BM"-) a la
hora de valorar los avances en materia de ortodoxia económica de los primeros, que pedían ayuda a los
segundos.
Así, mediante un conjunto de reglas, el denominado Consenso de Washington intentó ser un medio para
establecer un ambiente de transparencia económica. No sólo porque las normas la contuvieran de manera
ineludible, sino también porque la misma existencia de un recetario es un espejo al que se puede mirar a la
hora de juzgar la actividad económica de los países. Para los países desarrollados (G7), y en especial para
Estados Unidos, la formulación de este consenso representaba también un reto: La concreción de medidas
que ayudaran a los países desarrollados a aprovechar las oportunidades y evitar los inconvenientes de la
emergencia de nuevos mercados. De este modo, el Consenso de Washington pareció marcar un momento
decisivo de los asuntos económicos mundiales. Ahora que empezaba a retirarse de las economías del Tercer
Mundo la mano muerta del Estado, ahora que los inversores empezaban a ser conscientes de las enormes
posibilidades de beneficios de estas economías, el mundo estaba preparado para un dilatado período de
crecimiento rápido en los países que hasta el presente habían sido pobres, y para los movimientos masivos
de capital de Norte a Sur. La cuestión no era si se cumplirían las expectativas optimistas sobre el crecimiento
en los grandes mercados emergentes, sino si los países industrializados serían capaces de afrontar la nueva
competencia y aprovechar las oportunidades que les ofrecía ahora este crecimiento.
La primera formulación del llamado "Consenso de Washington" se debe al economista norteamericano,
John Williamson, y data de 1990. El escrito concreta diez temas de política económica, en los cuales, según
el autor, "Washington" está de acuerdo. "Washington" significa el complejo político-económico-intelectual
integrado por los organismos internacionales (FMI, BM), el G7, el Congreso de los EE.UU., la Reserva
Federal, los altos cargos de la Administración y los grupos de expertos. Los temas sobre los cuales existía
acuerdo son:
• Disciplina presupuestaria
• Cambios en las prioridades del gasto público (de áreas menos productivas a sanidad,
educación e infraestructuras)
• Reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales
moderados
• Liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés
• Búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos
• Liberalización comercial
• Apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas
• Privatizaciones
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• Desregulaciones
• Garantía de los derechos de propiedad
Sin embargo, ha habido otras formulaciones del "Consenso de Washington". Fischer, comentando el escrito
de Williamson habla de cuatro aspectos fundamentales: Marco macroeconómico equilibrado ("sound"),
Gobierno de menores dimensiones y más eficiente, Sector privado eficiente y en expansión y políticas
destinadas a la reducción de la pobreza. Paul Krugman resume el Consenso en "la virtud victoriana en política
económica: Mercados libres y moneda sólida".
El mismo Williamson reformulará y matizará los diez puntos en el año 1993 en otro artículo ("La democracia
y el "Consenso de Washington") donde defiende nuevamente la necesidad de un consenso y matiza el
alcance del mismo, distinguiendo tres tipos de medidas de política económica:
• Aquellas en las que se ha conseguido consenso;
• Aquellas en las que existe controversia técnica (no relacionada con temas de equidad);
• Aquellas en las que todavía queda controversia para años, porque implica valores políticos;
sobre todo problemas de equidad.
De hecho, Williamson más tarde aceptará la sugerencia del economista R. Feinberg de cambiar el
concepto de "Consenso de Washington" por el de "Convergencia Universal". Este segundo es menos
exigente y, además, permite olvidar que "Washington" predica, pero no siempre practica las normas que
contiene.
En términos prácticos, las sucesivas desregulaciones operadas por los Estados y la creciente
permisibilidad dispuesta en los mercados financieros ha devenido en lo que puede presentarse como un
cambio en las funciones e incluso en la estructura misma de los Estados, principalmente en el caso de los
países periféricos.
Las políticas propuestas por los organismos financieros internacionales, a la hora de otorgar ayudas y de
avalar la negociación de las deudas ante los acreedores de los países en desarrollo no han variado respecto
del repertorio que han venido caracterizando a estos organismos en las últimas décadas. Así, en el ámbito
interno de las economías se exigió la reducción del gasto público, la contención de salarios, freno a la
inversión mediante el alza de los tipos de interés. Además, se propugnan medidas de liberalización de las
relaciones comerciales y financieras, eliminando la intervención de los poderes públicos, fomentando la
privatización de las empresas estatales y rompiendo los vínculos entablados entre las grandes empresas, los
bancos y el aparato estatal. Por último, se agregan medidas de saneamiento del sistema financiero, con el fin
de mejorar la calidad de sus activos y para acentuar la competencia, permitiendo la quiebra de los bancos que
estén en situaciones irreversibles y aceptando aportar recursos estatales para el saneamiento de instituciones
financiera privadas7.
Por otra parte, como complemento se exigió que estas medidas estuvieran acompañadas con una
apertura externa: Liberalización de las importaciones, reduciendo aranceles y eliminando el control de los
grandes consorcios productivo-comerciales; la liberalización de las entradas de capital extranjero, eliminando
las restricciones que existen sobre los movimientos de capital y permitiendo la compra de empresas y bancos
nacionales por capitales foráneos. Finalmente, la integración de los sistemas financieros nacionales con los
mercados, eliminando las reglamentaciones estatales vigentes que restringen o excluyen la participación
extranjera en las bolsas y la compra de títulos públicos o de emisiones de las empresas.
7
Idem, pág. 180.
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Este conjunto de medidas ha devenido en un total desmantelamiento del Estado, tal como se lo conoció
hasta las últimas décadas. Pero no es una cuestión fisonómica o estética lo que se percibe en estas
transformaciones del Estado, sino que se evidencian cambios en la esencia misma del Estado Capitalista. Es
en este sentido, que Guillermo O´Donnell afirma que una “característica del capitalismo actual no es solo que
el trabajador esté desposeído de los medios de producción, sino que el capitalista está desposeído de los
medios de coacción. Sin embargo, esta separación del capitalista de los medios de coacción no implica que
ésta se halle en la relación social que lo vincula con el trabajador asalariado. Ella es una presencia virtual, una
puesta en acto de la efectivización de una garantía mediante la movilización de los recursos de poder que
tienen como respaldo la supremacía en los medios de coacción sobre un territorio”8.
Una vez producido el total desmantelamiento del Estado y otorgadas todas las permisibilidades requeridas
por los grandes grupos financieros internacionales queda en evidencia que muchas de estas características
propias del Estado Capitalista se han distorsionado. Esto queda patente en que dada la primacía de las
relaciones financieras, las políticas económicas de los gobiernos queda relegada exclusivamente en torno al
vínculo triangular que forman los precios, los tipos de interés y las tasa de cambio, convirtiendo la estabilidad
monetaria en el fin primordial del funcionamiento económico. “Con arreglo a las pautas que imponen el
desarrollo de los mercados financieros, los gobiernos entablan una competencia a la baja, reduciendo la
fiscalidad y levantando los controles que limitaban los movimientos de capital, pues de otro modo sus
economías se encontrarían en desventaja frente a aquellas que llegasen más lejos en la eliminación de esos
controles y cargas fiscales9.” De este modo, son los mercados quienes enjuician las políticas económicas y
las situaciones de los agentes económicos, primando su solvencia cuando se ajustan a la lógica que en ellos
domina y castigando su inadecuación cuando no se avienen a esa lógica. La evolución de los mercados
financieros vendría a marcar la tónica de un horizonte ideal, con un funcionamiento libre de intromisiones
estatales.
Hasta aquí se pueden evidenciar varias transformaciones estructurales del Estado: Una pérdida parcial de
la autonomía respecto a la toma de decisiones políticas y económicas que deben estar de acuerdo a la lógica
del mercado. Porque en el Estado al que hacía referencia O´Donnell, en el primer capítulo, éste era
“Cómplice” del burgués, o de modo más actualizado del capital, pero en la actualidad el Estado ya no es quien
consustancia las decisiones que podían favorecer a esta clase, sino que ahora directamente los mercados
son los que premian o castigan al Estado según respondan favorablemente o no a sus designios. Esto implica
que se ha producido una inversión en los roles, deviniendo en una pérdida de autonomía por parte del Estado,
a favor de los capitales financieros.
En una época en que la fuerza física o militar no posee el mismo poder de coerción que antaño, el poder
de coacción que solía tener el Estado ha sido rivalizado por un nuevo modo de coerción económica que
poseen los mercados. Ahora el mercado posee otras armas, en este sentido. El riesgo país, las calificaciones
de los Bancos de Inversión (Moody´s o Morgan & Stanley) o las propias tasas de interés representan en
términos de poder lo que era un ejército armado en la antigüedad. Así, la atención del gobierno y de los
inversores está puesta en estos indicadores que se han convertido en el propio cadalso de los países en
desarrollo. En términos prácticos, se puede decir que estos mecanismos son el índice de subordinación de los
Estados hacia el capital financiero mundializado, ya que dependiendo del nivel en que se encuentre el riesgo
o las calificaciones habrá una mayor o menor autonomía, según corresponda, por parte del gobierno para
implementar las políticas que crea correspondiente. Pero en caso de que las políticas implementadas no sean
del agrado del mercado, el nivel de autonomía del Estado, y por ende, del gobierno, habrá quedado reducido.
Así, mediante estas armas, acompañado de otras, han provocado una nueva transformación frente al Estado
Capitalista del pasado. Mediante este mecanismo de coerción económica se ha producido una pérdida en la
soberanía de los Estados, principio básico del Estado-Nación de los últimos dos siglos. Lo mismo sucede con
8
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el ingreso y egreso, sin ningún tipo de control por parte del Estado, de capitales en un territorio, hasta alguna
época soberano, que no solo no es controlado su origen, sino que tampoco es obligado a pagar ninguna clase
de impuesto.
Por otra parte, según O´Donnell, “la competencia en función de la acumulación del capital determina que
el burgués no se ocupe de decisiones e inversiones necesarias para el logro de condiciones sociales que
permiten, entre otras cosas, la reproducción del sistema de clases, la acumulación y la resolución de ciertos
problemas generales: típicamente las tareas del Estado Liberal; Educación, Salud, Obras de Infraestructura,
además de las intervenciones directamente económicas del moderno Estado capitalista. A esta función del
Estado, O´Donnell la denomina acondicionamiento del contexto social. Pero si se tiene en cuenta la reducción
de funciones, y en algunos casos, la casi desaparición del Estado da lugar da a situaciones, tal vez por el
momento solo emblemáticas pero que marcan una tendencia, que es lo que ocurre en Africa y en tantos otros
lugares donde el mercado ha decidido no intervenir.
En estas condiciones de ausencia o retiro del Estado en varias de sus funciones se crea un movimiento
financiero autónomo que no toma como referencia el comportamiento de las variables reales de la economía y
que incluso tiende a someter a estas a su propia lógica expansiva, alcanzando muchas veces al paroxismo
cuando se acepta con naturalidad como año tras año las cifras de los beneficios de las grandes instituciones
financieras alcanzan incrementos del 20-30 por ciento o que de sus tasas de rentabilidad siguen aumentando,
mientras se escatiman aumentos de escaso porcentaje en las rentas salariales o en pensiones públicas y los
gobiernos anuncian nuevas restricciones en sus coberturas sociales.
El panorama se ensombrece más cuando se contempla la situación de los países no desarrollados o en
desarrollo. La emergencia de los sectores financieros mundializados supone un fuerte deterioro de las
condiciones sociales de extensos sectores de la población. Los ajustes monetarios impiden que los gobiernos
implementen programas de inversiones públicas y políticas de protección social, la creación de
infraestructura, el impulso del crecimiento económico. La debilidad de sus economías provoca que ante
ajustes internos o ante desajustes de sus balanzas comerciales por cuenta corriente, los capitales extranjeros
se conviertan en un factor perturbador de gran calibre que utiliza estos desequilibrios para aumentar sus
beneficios, retirándose luego y contribuyendo a acentuar las dificultades de esos países.
Acercándonos a una primera conclusión, a esta altura se puede afirmar que el Estado Capitalista, ha
sufrido profundas transformaciones a partir del ingreso de este nuevo actor, que es el capital financiero
mundializado, que incluso han llegado a producir cambios en su propia estructura. Específicamente pueden
enumerarse en: a) el rol del Estado de ser elemento co-constitutivo de las relaciones de sociales de
dominación empieza a desvirtuarse, ya que el Estado, desmantelado, se retira de algunas esferas sociales
que antes se encontraban bajo su órbita, y que por motivos de rentabilidad no son provistos por actores
privados. Ante esta falta de intervención estatal, el velo que hace del Estado un tercero que sale en ayuda de
alguna de las dos partes queda al descubierto, actuando finalmente el Estado solo para los mercados.
Pero si se plantea que el Estado deja de co-constituir las relaciones de dominación, no es solo porque no
apoye, aunque sea bajo un manto de apariencia, a la clase dominada, sino que dado que el Estado actúa
para y en función de los mercados deja de favorecer, al mismo tiempo, a la propia clase dominante nacional lo
que impide llevar adelante lo que era su objetivo primordial en el momento de su formación que era el ser
garante de las relaciones sociales de producción dentro de su territorio. De este modo, el Estado Nacional
queda desvirtuado desde su raíz pasando ahora a ser un mero actor que carece del monopolio de la
coacción, de soberanía y que, finalmente, responde a las imposiciones externas del capital financiero
internacional. Así, el Estado Nacional de ser un Leviatán a pasado a ser un mero burro de carga de la
reproducción de las relaciones de producción internacionales.
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b) Otra transformación del Estado surge retomando nuevamente un concepto de O´Donnell. “El Estado,
como garante de dichas relaciones, es el límite negativo de las consecuencias socialmente destructivas de su
reproducción”10, refiriéndose al rol del Estado como árbitro dentro del establishment; ya que en caso de no
imponer determinadas reglas la propia clase terminaría destruyéndose. Este rol del Estado, con la casi total
liberalización de los mercados financieros, corre riesgo de desaparecer, ya que el Estado al tomar decisiones
solo frente a los capitales internacionales provoca un daño en el propio establishment local produciéndose
una escisión interna: Aquel que es beneficiado, de rebote, por las políticas que lleva adelante el Estado para
favorecer al capital financiero internacional y el que al no ser tomado en cuenta se ve perjudicada y pierde el
apoyo de su Estado, antes garante de su propia existencia y reproducción.
c) Como se vio en un comienzo la relación de subordinación Estados Periféricos - Estados Centrales ha
existido desde los principios del Capitalismo, incluso, se puede decir que ya antes de la formación de los
Estados mismos existía una relación de dominación Centro-Periferia. Esta dependencia ha servido como base
a la División Internacional del Trabajo y, hasta la actualidad, continúa siendo relevante en lo que hace a la
relación entre los Estados en materia de Relaciones Internacionales. Pero en las últimas décadas han
ocurrido cambios que merecen ser identificados.
Uno de los tantos modos de subordinación existentes antaño era el sistema de prestamos financieros, con
la inmediata contracción de deuda por parte de los Estados Periféricos. Así, la Deuda Externa compelía a los
Estados deudores a implementar políticas impuestas por los Estados Centrales, preferentemente por medio
de organismos internacionales, pero en definitiva los beneficios eran tomados por los Estados acreedores.
Pero uno de los cambios producidos en las últimas dos décadas respecto a esta problemática fue que a partir
del ´73, los principales acreedores dejaron de ser Estados Centrales pasando a ser Bancos Privados, en un
primero momento, y luego de la crisis de la deuda (´82) y a lo largo de la década de los 80’s, los acreedores
privados se fueron diversificando.
En la actualidad, resultaría imposible identificar a la totalidad de los acreedores, ya que por un lado el
movimiento de capitales correspondientes a bonos de deudas de los Estados es constante, y por el otro, la
toma de deuda por parte de los Estados también es continua, ya que con el tiempo se ha convertido en casi la
única herramienta posible para el financiamiento de los déficit en cuenta corriente por parte de los Estados.
Ante estos cambios, las relaciones de subordinación por parte de los Estados Periféricos ya no se dan
frente a Estados Centrales, por lo menos no en este aspecto, sino que son los capitales financieros
internacionales los que imponen políticas y sacan beneficios de esta sumisión. Esta transformación resulta
determinante a lo que respecta a las Relaciones Internacionales porque si bien en términos militares los
Estados siguen siendo los principales actores, el surgimiento de este nuevo actor privado puede con el tiempo
convertirse también en un actor determinante en esta materia. De hecho, las distintas crisis financieras, la del
sudeste-asiático, la rusa, la brasileña y la argentina son una ferviente muestra del poder que detenta el capital
financiero mundializado, debiéndose tomar en cuenta este nuevo panorama que se plantea en lo que hace a
las relaciones entre los Estados y, a partir de ahora, entre los Estados y los capitales financieros
internacionales.
Pero a pesar de los cambios operados frente a la aparición del capital financiero mundializado, las
transformaciones producidas en las relaciones entre los Estados han respondido, con seguridad, a una lógica
Centro-Periferia. Esto sale a luz si se tiene en cuenta que la mayoría de los capitales, no solo en cantidad,
sino por su poder de presión, son oriundos de los países Centrales. Esta disminución de la subordinación
económica directa entre Estados Centrales y Periféricos puede entenderse como que los capitales privados
nacionales de cada país desarrollado empezaron a prescindir de sus propios Estados como garantes de su
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reproducción de las relaciones internacionales de dominación, pudiendo a partir de esto fluctuar libremente,
sin controles, ni siquiera los de su país, obteniendo así mayores beneficios. Frente a este hecho se puede
afirmar que las transformaciones producidas en los Estados Capitalistas, no solo se han ido produciendo en
los Estados Periféricos sino que el surgimiento del capital financiero mundializado también ha producido
cambios en los Estados Centrales, aunque en distintos niveles. Lo que sí queda claro es que el Estado
Capitalista tal cual se lo vio durante los últimos dos siglos a cambiado profundamente frente a la aparición de
este nuevo actor internacional.
Finalmente, las transformaciones producidas en la última década sobre el Estado Capitalista y que le restan
relevancia en su función de garante de las relaciones de producción capitalista, dan cuenta, por un lado, de la
sobredeterminación de la estructura generada por las variaciones en el modelo de acumulación por sobre la
superestructura y, por el otro, del fuerte avance producido por parte de los actores privados sobre el Estado y
sobre la sociedad civil.
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Capítulo IV
APLICACIÓN DE MEDIDAS Y VULNERABILIDAD
La instauración del Consenso de Washington se dio casi de modo simultáneo en la mayoría de los países
de Latinoamérica, a través de profundas reformas llevadas a cabo por los Gobiernos de la región. Si bien
Argentina representó un caso ejemplar en la aplicación de este nuevo modelo, por lo que se lo tomará como
caso de estudio, lo mismo sucedió a comienzos de los años ´90 en Brasil, México, Colombia, entre otros
países. La introducción de estas reformas estructurales se vio facilitada por la existencia de aparentemente
ilimitados flujos de capital que arribaban a la región y que servían de incentivo para aplicar lo más rápido
posible dichas reformas.
En el caso de la Argentina, al igual que en el resto de los países de la región, la aplicación de las medidas
establecidas por el Consenso de Washington se dio a partir de la modificación de una Ley que en el caso
argentino databa de 1976 y que explícitamente llevó a cabo la liberalización del Capital Financiero
Internacional. La reforma de la Ley Nº 21.382 sobre inversiones extranjeras, producida en 1993 colocó a los
inversores nacionales y extranjeros en pie de igualdad y estableció de forma expresa que tanto el capital
como las ganancias pudieran repatriarse en cualquier momento. Un tratamiento igualitario significa que los
inversores extranjeros poseen las mismas condiciones que los inversores locales en todo lo que respecta a la
situación impositiva. Asimismo, tienen derecho a hacer uso de las líneas de crédito locales y a realizar
movimientos de capital y de ganancias dentro y fuera del país sin que se requiera aprobación oficial de ningún
tipo. Además, se ha suprimido el período de espera de repatriación de capital y la necesidad de registrar las
inversiones extranjeras.
Otra piedra fundacional de este modelo, en plena implementación en aquellos primeros años de la década
del ´90, fue la aprobación del Decreto Ley N.º 1.853 de septiembre de 1993 que desreguló las inversiones
extranjeras y combinó en una sola legislación las medidas liberales que contenían las leyes de Emergencia
Económica, de la Reforma del Estado de 1989 y de Inversiones Extranjeras. Esta norma estableció que las
compañías extranjeras podrían invertir en Argentina sin necesidad de obtener una aprobación previa de
ningún tipo y en igualdad absoluta con las empresas nacionales. El trato nacional, en consecuencia, sería
indiscutible, principio aplicable a los inversores extranjeros. Las inversiones extranjeras podrían realizarse
sin necesidad de obtener aprobación previa ninguna, independientemente de la suma involucrada o del área
de la economía en que se efectuaran. Este principio se aplicó incluso en el caso de que una inversión
extranjera tenga como resultado la titularidad extranjera de una empresa previamente compuesta por capital
nacional.
No obstante, en determinados sectores, como el bancario y el de los seguros, existen estatutos especiales
que requieren que todos los operadores soliciten los permisos necesarios. Los inversores extranjeros y
nacionales tienen garantía de acceso a los mismos en condiciones de igualdad. Los inversores extranjeros
están facultados para repatriar su capital y transferir las ganancias líquidas a sus países de origen, sin
necesidad de formalidades o aprobaciones de ningún tipo. El acceso al mercado libre de divisas también
carece de restricciones. (En Argentina esto ha sido modificado en Junio de 2005 a partir de la implementación
de algunos controles al retiro del capital, aunque en la práctica no posee demasiada efectividad)
No existen impuestos aplicables a la remisión de ganancias y dividendos que se originen en capitales
extranjeros. Por otra parte, los inversores extranjeros tienen derecho a utilizar cualquier estructura corporativa
reconocida por las leyes argentinas (Ley de Sociedades Comerciales Nº 19.550) y por lo tanto a participar en
el mercado mediante el medio disponible más conveniente, ya sea fusión, absorción, cooperativa o joint
ventures. Como resultado del principio de no discriminación, las compañías nacionales y extranjeras reciben
el mismo trato, incluyendo el acceso al financiamiento en moneda nacional o extranjera a corto, medio o largo
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23
plazo en el mercado local y completa aptitud para aprovechar los programas de incentivo al desarrollo
económico. Además, se aplica el principio de igualdad competitiva entre las empresas privadas y las públicas
en el acceso a los mercados y a los créditos.
Asimismo, las empresas extranjeras pueden participar en programas de investigación financiados desde el
sector público o incluidos en programas de desarrollo sobre la base del tratamiento como nacional.
El tratamiento legal de la inversión extranjera ha sido consagrado en el plano del derecho internacional en
más de 40 tratados internacionales. Además, se han iniciado recientemente las negociaciones con otros 26
países. Asimismo, Argentina es miembro activo de la Multilateral Investment Guarantee Agency y de la
Overseas Private Investment Corporation, compañías aseguradoras que cubren las inversiones extranjeras
contra los riesgos de carácter público, como controles de cambio, expropiaciones, guerras y motines, etc.
También es miembro del Centro Internacional para el Arreglo de Disputas sobre Inversión (CIADI), instancia
disponible para los inversores extranjeros que crean que sus intereses serán mejor interpretados por un
arbitraje internacional. (Recuérdese que algunas filiales de empresas extranjeras (Camuzzi, Telefónica,
Siemens, Gas Ban, entre otras) realizaron millonarios reclamos por haberse sentido desfavorecidas a partir de
la devaluación de Enero de 2002) Asimismo, las reformas encaradas incluyeron un ambicioso programa de
privatizaciones que alcanzó cifras récord de transferencias al sector privado.
A través de este programa el Gobierno alcanzó los siguiente objetivos: Reducir el déficit presupuestario y
aumentar la recaudación fiscal, alentar la entrada de nuevos capitales, reducir la deuda interna y externa e
incorporar
avances
tecnológicos
para
mejorar
la
calidad
de
los
servicios.
Los ingresos en concepto de inversión extranjera directa en 1997 crecieron un 24% alcanzando un total de
6.693 millones de dólares, lo que supone el doble que en 1994, así como un 55% de la entrada total de
capitales, superior también al 41% que supuso la inversión extranjera directa en 1996.
Las principales inversiones se destinaron a la ampliación de plantas o a la creación de nuevos
establecimientos, según los datos del Centro de Estudios para la Producción de la Secretaría de Industria.
Estados Unidos es el principal inversor en Argentina (29%), seguido por España (13%), Chile (8%) y Canadá
(7%).
El flujo de inversión extranjera directa durante el tercer trimestre de 1998 fue de 1.877 millones de dólares,
siendo éste el mayor monto alcanzado durante el año; de ese total, un 86% correspondió al sector privado no
financiero y un 14% al sector privado financiero, no habiéndose registrado flujos destinados al sector público
financiero, tanto local como nacional.
Dentro del sector privado no financiero, la magnitud de este volumen se debió a la conclusión de una serie de
operaciones de transferencia de paquetes de acciones de empresas relacionadas con los sectores de
transporte y comunicaciones, electricidad, gas y agua. De igual forma, se registraron significativos aportes de
capital en los sectores del petróleo, transportes y comunicaciones, automotriz y alimentos, bebidas y tabaco.
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24
Capítulo V
LA CRISIS ARGENTINA (2001)
Como primer resultado de la aplicación de estas reformas estructurales, en particular la liberalización del
capital financiero internacional, entre los años 1991-1994 en la Argentina, se produjo una fenomenal
expansión del PBI, que fue de alrededor del 40 por ciento. En términos macroeconómicos, hubo una caída en
la inflación y un rápido crecimiento del crédito que impulsó la demanda tanto de bienes de consumo como de
capital. Pero como contrapartida del aumento de la demanda doméstica hubo un fuerte deterioro de las
cuentas comercial y corriente del balance de pagos, y en contraste con el superávit registrado en 1990 y
1991, la cuenta comercial mostró déficit crecientes de 1992 a 1994. Alimentado por este desequilibrio, el
déficit de cuenta corriente creció continuamente y llegó al 5,2 por ciento del PBI en 1994. Un desequilibrio de
esta magnitud solo podía sostenerse gracias a los masivos ingresos de capital experimentados en el período.
De este modo, el irrestricto ingreso de capitales resultó superior a la demanda de fondos derivada del déficit
corriente y hubo una significativa acumulación de reservas, que a su vez generó un fuerte aumento de los
agregados monetarios y el crédito. Este incremento de los agregados monetarios fue acompañado por una
profundización de la dolarización del sistema bancario local, por la autorización mediante la convertibilidad a
suscribir contratos en cualquier moneda. La expansión monetaria indujo un significativo aumento de la
demanda agregada, y dada la amplia brecha existente entre la capacidad productiva y el producto, este
respondió vigorosamente al aumento de la demanda, pero con un creciente déficit externo.
A partir de la elevada vulnerabilidad de las variables económicas, la crisis mexicana (Efecto Tequila, 1994)
impactó profundamente en la economía argentina: Déficit de cuenta corriente, bajo nivel de ahorro interno,
uso del crédito solo para consumo y financiación de importaciones y un endeble sistema financiero. Pero sin
ninguna duda las limitaciones que el régimen de convertibilidad imponía fueron las que llevó al país a un nivel
de vulnerabilidad tan elevado; esto radicaba en la imposibilidad de tener acceso a modificar el tipo de cambio,
impedía la aplicación de Políticas Monetarias que pudieran ser utilizadas para estabilizar alguna de las
variables macroeconómicas, y quitaba al Banco Central la posibilidad de actuar como prestamista de última
instancia. Además, de las deficiencias existentes en la supervisión de las políticas de valuación integral de
riesgo en las instituciones bancarias. Este conjunto de elementos dejaban a la economía argentina
completamente vulnerable a cualquier tipo de adversidad financiera. En este caso, la vulnerabilidad frente a la
devaluación mexicana puede ser percibida a través de la fuerte corrida financiera producida en Diciembre de
1994 que provocó una disminución de casi 20 por ciento en los depósitos y el 30 por ciento de las reservas.
De este modo, Argentina llevó a cabo una corrección de su déficit externo mediante la devaluación en
términos reales a través de una fuerte recesión y la caída de precios e importaciones, téngase en cuenta que
Argentina tenía un tipo de cambio fijo.
Las medidas en esta oportunidad llegaron bastante tarde. Unos meses después de la corrida se
impusieron regulaciones bancarias más estrictas, brindando garantías limitadas a los depósitos, aumentando
las reservas y generando nuevos esquemas de seguros y facilidades contingentes, además de la recapitalización de los bancos; por supuesto, todas estas medidas fueron tomadas de la mano del paquete de
ayuda financiera de 8 mil millones de dólares coordinado por el FMI, con el objeto de mejorar las expectativas
Estas medidas, con el tiempo, contribuyeron a restaurar una aparente solidez al sistema bancario, a costa
de una fuerte concentración y extranjerización del sistema, debido al cierre de numerosos bancos
cooperativos y provinciales, y a la adquisición de las principales entidades bancarias nacionales por parte de
bancos del exterior, lo que mejoró la percepción externa sobre la fragilidad del sistema, pero generó
profundos efectos negativos, tales como: La concentración del crédito en las firmas más grandes, en
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25
particular las multinacionales, generando un racionamiento crediticio y una mayor preferencia por la liquidez,
lo que afectó fuertemente a la economía real, reflejado en el fuerte aumento del desempleo.
A pesar de que Argentina pudo relativamente recuperar su estabilidad macroeconómica, quedó aun mucho
más vulnerable que antes de la crisis del Tequila, ya que ahora la inmaculada creencia acerca de la
estabilidad total se había perdido, y sin embargo, no se tomó ninguna medida para tratar de llevar adelante
reformas en la economía que, indudablemente, fueron determinantes para la consecución de la crisis. De este
modo, la economía argentina se volvió a ver afectada varias veces más por otras crisis, y los efectos sobre las
corrientes internacionales de capital, no solo por su desequilibrio estructural y las dificultades para afrontar
sus obligaciones financieras externas, sino también porque siguió recurriendo al mercado internacional de
capitales para cubrir sus déficit, tanto privados como públicos. Y cuando este mercado se alteraba, el país
sufría un fuerte racionamiento de capitales, pagando tasas de interés cada vez más elevadas.
La crisis asiática, ocurrida entre 1997 y 1998, impactó sobre la Argentina, no solo por la retracción general
de capitales hacia inversiones de menor riesgo en las economías centrales, sino que además se produjo un
fuerte cambio por parte de los mercados respecto a la convertibilidad, en principio por analogía, con el ataque
especulativo que sufrió Hong Kong, que también poseía un régimen con caja de conversión; a la vez que el
tipo de cambio argentino estaba sobrevaluado en exceso. Esto se evidenció con mayor claridad a partir de la
crisis cambiaria del sudeste-asiático, la Rusa de 1998 y luego la de Brasil en 1999 que por el efecto contagio
global y en el segundo caso regional, y su consecuente retracción crediticia, dejó al país frente a un abismo
financiero.
Brasil, el mayor socio comercial de Argentina, soportó una crisis monetaria desde agosto hasta octubre de
1998, como consecuencia de la crisis rusa, pero al enfrentarse a una nueva crisis en enero de 1999, Brasil
liberó su mercado de cambio en lugar de mantener la previa situación de convertibilidad que a duras penas
mantenía con el dólar. El real brasileño se depreció rápidamente de 1,21 por dólar a 2,18 por dólar antes de
recuperarse levemente. El crecimiento económico de Brasil cayó del 3,3 por ciento en 1997 al 0,1 por ciento
en 1998, y fue de sólo 0,8 por ciento en 1999. Luego de años de crecientes beneficios para ambos países, el
comercio argentino-brasileño se estancó en 1998 y decayó en 1999.
Luego de la crisis brasilera, las fuentes de financiamiento externo se terminaron por agotar. Además, la
puesta en práctica de un mayor ajuste fiscal profundizó la recesión, cayendo los ingresos fiscales y en
consecuencia aumentando el déficit fiscal, siendo imposible financiar el pago del servicio de la deuda externa
y las utilidades de la inversión extranjera directa.
El flujo de inversión extranjera directa en el año 2001, cayó un 67%, pasando de 10.5 mil millones de
dólares en el 2000, a 3.5 mil millones de dólares, en el 2001, mientras la colocación de bonos en los
mercados internacionales, pasó de 13 mil millones de dólares en el 2000, a 1.5 mil millones de dólares, en el
2001, con una caída del 88.5%.
El 18 de diciembre del 2000, Argentina obtuvo un paquete de financiamiento de casi 40 mil millones de
dólares (denominado Blindaje Financiero), compuesto por 13.7 mil millones de dólares del FMI, 2.5 mil
millones de dólares del BID y del BM; y, 100 millones de dólares del gobierno de España, - el principal país de
origen de la inversión extranjera en Argentina en los años noventa -. Los principales bancos argentinos
refinanciaron 10 mil millones de dólares de títulos públicos, las Administraciones de Fondos de Jubilaciones y
Pensiones (AFJP) compraron títulos por 3 mil millones de dólares y se canjearon bonos de deuda externa por
17 mil millones de dólares. En Junio del 2001, el gobierno realizó un canje de bonos públicos por 29.5 mil
millones de dólares, por nuevos bonos a plazos más largos, pero la situación de la economía no mejoró,
mientras la tasa de interés exigida por los financistas continuó disparándose hasta llegar a 1700 puntos
básicos en julio del 2001, con lo cual el servicio de la deuda se volvió cada vez más insostenible. En Julio, se
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dictó una ley por la cual el gobierno argentino pretendió implantar el principio del déficit cero, en el marco de
los acuerdos con el FMI. Se rebajaron en 13% los sueldos mayores a 500 pesos, advirtiéndose que de ser
necesario se continuarían rebajando dichos sueldos y se rebajaron las pensiones de los jubilados.
La fuga de capitales se aceleró, mientras disminuía el ingreso de capital privado tanto por inversión
extranjera como por deuda, perdiendo Argentina las reservas monetarias internacionales que sustentaban la
convertibilidad. Las Reservas monetarias internacionales cayeron de 32.4 mil millones de dólares, en enero
del 2001 a 17.4 mil millones de dólares, en septiembre del mismo año, perdiendo casi la mitad de las reservas
en ocho meses. La convertibilidad entonces feneció de hecho. El FMI le negó a Argentina un desembolso
que estaba previsto para diciembre del 2001, por no haber logrado el compromiso del déficit cero y por lo que
no pudo continuar pagando el servicio de la deuda externa, entrando en cesación de pagos.
El gobierno argentino había caído en la "trampa de la deuda" a mediados de 2001, ya que los cambios en
la política monetaria habían hecho disminuir la confianza en el peso. La preocupación de que los préstamos y
depósitos en dólares estuvieran en peligro debido a las políticas del gobierno hizo crecer significativamente
incluso las tasas de interés en dólares dentro de Argentina. El estado argentino había estado pagando a sus
acreedores entre 3 y 9 por ciento más que lo que pagaba el Tesoro de los Estados Unidos. Luego de la
política monetaria instaurada durante abril de 2001 esa brecha saltó a casi 13 por ciento. En julio de 2001,
cuando las agencias calificadoras redujeron la calificación crediticia de la deuda estatal argentina creció por
encima de los 16 puntos, y para fines de octubre superaba los 20 puntos por ciento. Semejantes tasas
indicaban que muchos inversores temían un default. Con las tasas de interés que debía pagar para tomar
préstamos, la deuda crecería tan rápidamente que excedería la capacidad del gobierno y de la economía
argentina para pagarla. Las políticas del gobierno "contaminaron" el sector privado a fines de 2001 y 2002. En
diciembre de 2001 la crisis ingresó en su fase final, en la cual el gobierno extendió sus problemas al sector
privado a través de varias políticas, en lugar de intentar minimizar su propagación. Al verse obligado por sus
problemas a elegir entre "cuarentena" y "contaminación", el gobierno eligió la contaminación.
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La dificultad estatal para refinanciar su deuda llevó a temer que congelase los depósitos bancarios, tal
como había hecho en 1982 y 1989. Durante aquellos congelamientos, el gobierno efectivamente había
confiscado parte de los ahorros de los depositantes para financiarse y pagar parte de la deuda externa. Luego
de formidables retiros de depósitos bancarios, el Ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció el
congelamiento de los depósitos el 1º de diciembre. Sin embargo, al momento de producirse este anuncio, una
fenomenal fuga de capitales ya había comenzado. Según un informe elaborado por una Comisión de la
Cámara de Diputados, las transferencias de divisas al exterior realizadas a través del sistema financiero
durante el 2001 rondarían los 16 mil millones de dólares, y en 2002 estarían cerca de los 15 mil millones de
dólares, de los que alrededor de dos tercios partieron en el primer semestre de dicho año. Asimismo, se
asegura que la crisis sistémica se desencadenó a partir de la corrida bancaria que comenzó a ser evidente,
según los propios informes de bancos internacionales, en torno al mes de agosto, y que la salida de capitales
fue la contrapartida de la corrida.
De la información recabada por la comisión de Diputados surge que los momentos de mayor salida de
recursos se produjeron entre enero y marzo de 2001, cuando salieron recursos del país a un ritmo de 250
millones de dólares diarios. En las fechas pico del 26 al 28 de febrero y del 14 al 16 de marzo, por ejemplo,
salieron 982 y 809 millones de dólares, respectivamente, niveles que ya no volverían a repetirse a excepción
del 30 de noviembre, cuando se registraron salidas por 333 millones, aunque a un promedio mensual de 140
millones. Otro pico menor se registró entre el 12 y 13 de julio, cuando salieron 545 millones luego de que,
fracasado el llamado “megacanje”, se lanzó la política de Déficit Cero.
Por otra parte, la estimación de la actividad económica mensual calculada por el Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos (INDEC) de Argentina sufrió una caída año a año del 15,5 por ciento, la mayor desde el
inicio de esta serie en 1993. La economía se hundió, pasando de lo que aún podría haberse llegado a
denominar una grave recesión, a una verdadera depresión. Así, la economía en decadencia y el
congelamiento de depósitos provocaron violentos disturbios en los que se produjo la muerte de varios
ciudadanos. El 19 de diciembre por la noche, primero el ministro Domingo Cavallo y luego el presidente
Fernando de la Rúa finalmente renunciaron. El 23 de diciembre, la corta administración del presidente Adolfo
Rodríguez Saá declaró el default en la deuda del gobierno federal con acreedores del sector privado
extranjero. Para entonces, la situación estaba tan desorganizada que el default hubiera sido casi imposible de
evitar, pero en lugar de presentarlo como un paso reticente de un deudor interesado pero imposibilitado de
pagar, el presidente Rodríguez Saa declaró el default en un acto de desafío a los acreedores. Planeaba llevar
a cabo otros cambios radicales en la política económica, tales como emitir una segunda moneda nacional
paralela al peso, pero no los implementó debido a su renuncia luego de una semana de manifestaciones en
su contra.
Eduardo Duhalde, quien asumió la presidencia el 1º de enero de 2002, era un gran crítico de las políticas
económicas de los '90. Instituyó fuertes cambios al devaluar el peso; convertir forzadamente a pesos los
depósitos en dólares y préstamos ("pesificación") y anular contratos de varios tipos. La economía se hundió
aún más, con el crecimiento de la actividad económica cayendo a un récord de 16,9 por ciento en enero y
16,6 por ciento en marzo. El crecimiento no resultó positivo hasta diciembre de 2002. La economía cayó un
10,9 por ciento en el año 2002 luego de un descenso del 5,5 por ciento en 2001.
Una vez planteados los principales acontecimientos que llevaron a la Argentina a ingresar a una profunda
crisis económica, financiera y política, a continuación se presenta un estudio más pormenorizado sobre la
distorsión sufrida por las principales variables macroeconómicas del país a lo largo de la década de los ´90
(ver cuadro) y que suelen ser tomadas por la Teoría como indicios de una posible Crisis Financiera y, como
se verá más adelante, como importantes signos de vulnerabilidad del país.
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Argentina 1991-2000
Principales Indicadores Macroeconómicos11.
1991 1992
1993
1994
PIB (%)
10.6
9.6
5.7
5.8
PIB per
9.1
8.1
4.3
4.5
capita (%)
Formación
de
29.9
32.2
15.1
13.5
capital fijo1 %)
Inflación2 (%)
84
17.6
7.4
3.9
Inversión
Extranjera
2439 3218
2059
2480
Directa
Deuda Externa
61.334 62.766 72.209 85.656
Transf. Neta de
-1573 6402
9349
8107
recursos
Deuda Externa
426.3 407.1 438.8 440.4
/exportaciones
1995
-2.8
1996
5.5
1997
8.1
1998
3.9
1999
-3.4
2000
-0.6
-4.1
4.2
6.7
2.5
-4.6
-1.2
-13
8.8
17.5
6.7
-12.8
-6
1.6
0.1
0.3
0.7
-1.8
-0.7
3756
4937
4924
4175
4958
5000
96.547 109.756 124.696 140.489 144.657 147.000
354
5072
9138
10449
5508
100
393.9
385.5
403.3
451.8
521.2
472.7
1Tasas anuales de variación con base en dólares de 1995. 2 Porcentajes anuales. 3 Inversión Extranjera
Directa. Las cifras negativas indican transferencia de recursos al exterior. En millones de dólares, salvo
indicación. Fuentes: SELA, Banco Mundial, FMI, CEPAL, BID, informaciones oficiales de gobiernos.
TIPO DE CAMBIO
Según la Teoría, la apreciación del tipo de cambio de un país se corresponde con perdidas de
competitividad del país, ya sea por aumento de los precios o sobrevaluación de la moneda, situación que
incrementa el riesgo de ocurrencia de la crisis. En el caso de la Argentina la moneda se apreció entre 1990 y
1997 como consecuencia del aumento en la demanda internacional de pesos debido al fuerte incremento de
entrada de capitales. La apertura financiera en Argentina fue total a partir de la adopción de una caja de
conversión en 1991 y de la reducción consiguiente de las restricciones a la movilidad del capital. Así, el
establecimiento de un tipo de cambio fijo, el diferencial de tipos de interés, la apertura financiera y la
privatización de empresas públicas generaron una fuerte entrada de capital extranjero.
DEUDA EXTERNA:
La experiencia ha demostrado que aquellos países con un alto endeudamiento exterior son más
vulnerables y tienen peor capacidad de defensa ante un ataque especulativo a la moneda. Durante el período
de convertibilidad argentina se registró una acumulación de deuda externa, ya que la entrada de capitales
consistió no sólo en inversión directa sino también y sobre todo en inversión en cartera (para la adquisición de
bonos denominados en dólares) y en préstamos bancarios. Entre 1992 y 1998 Argentina recibió más de 170
mil millones de dólares en capital extranjero.
Por su lado, la deuda externa total paso de 61.37 mil millones de dólares en 1991 a 141.37 mil millones en
1998. En relación al PIB, la deuda externa pasó de 27,4 % en 1992 a 51.1% en 1998.
La deuda externa se contrajo fundamentalmente a corto plazo de manera que el cociente entre la deuda
externa de corto plazo y las reservas en divisas pasó de 1,32 en 1994 a 2 en Junio de 2001. Este cociente era
11 Ver cuadro completo en: Giovanni E. Reyes, Ph.D. Los nuevos paradigmas de la Cooperación Internacional. Edición
Nº64 Enero - Abril 2002. La crisis argentina y la teoría del desarrollo económico y social.
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similar a los países Asiáticos y a México, en los períodos precedentes a las crisis, y superiores al resto de los
países Latinoamericanos.
El aumento de la deuda a corto plazo incrementó los peligros de default lo cual originó una importante fuga
de depósitos, debido a que la contrapartida de estos son los activos de los bancos y entre ellos se encuentran
los títulos de Deuda Pública.
Ante la acumulación de vencimientos de la deuda pública en el corto plazo, en la primera mitad de 2001 el
gobierno convocó a los inversores a un canje de Deuda Pública. Esta operación tenía como objetivo alejar la
posibilidad de default. El canje de deuda descomprimió el horizonte de vencimientos, pero no solucionó el
problema de iliquidez de la deuda pública y el creciente déficit fiscal.
BALANCE DE CUENTA CORRIENTE
Un ataque especulativo suele ser precedido por un deterioro de la Balanza por Cuenta Corriente que
provoca desequilibrios en la Balanza de Pagos y reducciones en el nivel de Reservas. Se espera por lo tanto
que déficit continuados en la Balanza por cuenta corriente de un país anticipan el riesgo de crash financiero.
El deterioro de la competitividad argentina debido a la apreciación de la moneda, junto con el descenso de los
precios de las materias primas y el encarecimiento de los precios del petróleo, provocó un menor crecimiento
de las exportaciones y un mayor incremento de las importaciones. Esa evolución desembocó, junto con el
deterioro de la balanza de servicios, en un incremento del déficit por cuenta corriente que pasó de 1,9 % del
PIB en 1995 a más de 4% en 1998 y 1999.
En el 2001, sin embargo el déficit en cuenta corriente se redujo respecto al del año 2000 debido a la caída
del 20% de las importaciones producto de la recesión y la crisis.
PRODUCTO BRUTO INTERNO
Un país en situación de deterioro económico y con pocas posibilidades de utilizar los mecanismos de ajuste
de la política económica tiene mayores dificultades de enfrentarse a un ataque especulativo de su moneda
que otro que se encuentra en una situación de crecimiento. De este modo, el PIB de Argentina creció durante
el período 95-98, y comenzó a caer hasta alcanzar tasas negativas desde 1999.
RESERVAS INTERNACIONALES:
Ante temores y desconfianza en los mercados de capitales con respecto a un país se desencadena una
salida masiva de capitales del mismo con una consecuente reducción del nivel de reservas. Si la intervención
del gobierno no consigue frenar esta situación, comenzarán a producirse ataques especulativos contra la
moneda nacional, de manera que reducciones en los niveles de reservas de un país estarían indicando mayor
riesgo de que se produzca una crisis financiera.
Las reservas internacionales cayeron, en el último trimestre de 2001, 6.5 mil millones de dólares respecto
al trimestre anterior. Esta reducción obedeció básicamente a la asistencia otorgada al sistema financiero local
a través de pases activos (3.6 mil millones de dólares) vinculada con los retiros de depósitos, y a la compra de
dólares por parte del público estimada en 2.9 mil millones de dólares. La caída de reservas del sistema
financiero fue de 9.5 mil millones de dólares.
En el caso de la Argentina, se observa nítidamente, a través de los flujos de la cuenta financiera de
balance de pagos el progresivo deterioro de la situación externa, de la que pueden distinguirse cuatro etapas:
I. Después de la crisis de México, se inició un período con buen acceso al mercado de crédito externo, con los
sectores privado y público tomando deuda con acreedores privados, uso marginal del crédito de los
organismos internacionales y acumulación de reservas.
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II. A consecuencia de la crisis de Rusia y del aumento del riesgo soberano de los países emergentes, el
sector privado mostró un saldo balanceado, en tanto que el sector público continuó colocando deuda en
mercados privados y las reservas internacionales se mantuvieron estabilizadas.
III. A raíz del cierre del mercado voluntario de crédito externo para el país a partir del cuarto trimestre de 2000,
el balance de pagos se financió desde entonces y durante la mayor parte de 2001 con créditos de los
organismos internacionales al sector público, y a través del uso de reservas del BCRA.
IV. Finalmente, en el cuarto trimestre de 2001, cerrados los mercados financieros externos y el crédito de los
organismos internacionales, se utilizaron las reservas internacionales básicamente para financiar el fuerte
egreso neto del sector privado dado que el saldo de la cuenta corriente fue levemente positivo.
DIFERENCIAL DE TIPOS DE INTERÉS:
Generalmente, cuando un país esta siendo víctima de ataques especulativos el gobierno tiende a
aumentar las tasas de interés como medida para defender su moneda, de tal manera que incrementos del tipo
de interés podrían ser indicativos de situaciones de crisis financieras. Entre 1994 y 2000 el tipo internacional
de referencia (LIBOR) rondó entre 5-6 % mientras que el tipo de interés argentino deflactado por el tipo de
cambio real se situó entre el 8-12% en el mismo periodo, incrementándose considerablemente en el año
2001.
En resumen, la estrategia de estabilización basada en el tipo de cambio en Argentina llevó a una
apreciación de la moneda y una acumulación de deuda externa que deterioraron la competitividad y
aumentaron el riesgo de insolvencia.
Un indicador pertinente de alerta de la crisis fue el cociente entre la deuda externa total y las reservas en
divisas, por lo cual se debería establecer un estricto control del mismo.
Los incrementos en el déficit en cuenta corriente, la disminución en las Reservas y la situación insostenible
de deuda externa provocaron desconfianza entre los depositantes e inversores, y el aumento de riesgo de
suspensión de pagos y de devaluación aceleraron los ataques especulativos y provocaron una fuerte fuga de
capitales.
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Capítulo VI
SENSIBILIDAD Y VULNERABILIDAD DE LOS PAÍSES
Dada la alta exposición alcanzada por los países, a partir de la profunda y desorganizada liberalización
llevada a cabo en los mercados de capital, se puede afirmar que se ha entrado en un período de crisis
financieras, verificado esto en las distintas crisis de los años ´90 (México, Sudeste-asiático, Rusia, Brasil,
Argentina) que al expandirse cada una de estas por gran parte del globo, como resultado de la propia
globalización financiera, va afectando a los diversos países, generando mayores daños en aquellos que no
poseen herramientas para resistir o disminuir estos efectos, y produciendo eventualmente una nueva crisis
que una vez más afectará con mayor o menor intensidad a otros territorios que también se encuentren en
estado de vulnerabilidad.
En otras palabras, y presentando la que es una de las principales hipótesis de esta investigación: Existe
una correlación directa entre la eliminación del rol del Estado en la implementación de regulaciones y políticas
públicas en la economía producida a comienzos de la década del ´90, dejando a los países en un profundo
estado de vulnerabilidad financiera, y la intensidad con que una crisis financiera afecta al país. Al mismo
tiempo, la vulnerabilidad en que se encuentran los países impide rastrear a las causas originarias de las crisis,
lo que reduce la posibilidad de predecirlas y, en consecuencia, dada la ausencia de herramientas, disminuir
los efectos de las mismas.
Ambos hechos incumben enormemente a los países, ya que por un lado resulta imposible predecir sus
efectos y, por el otro, tomar los recaudos necesarios a tiempo para evitar daños mayores, principalmente,
porque estos países han abandonado los diversos controles estatales que podrían haber reducido las
consecuencias negativas. Al mismo tiempo, de no producirse cambios estructurales que permitan salir del
actual estado de vulnerabilidad, ante un eventual cambio indeterminado del contexto internacional podría
generarse una nueva crisis que traería nuevas y profundas consecuencias que necesariamente alcanzarían a
la población en su conjunto; lo que indudablemente imposibilita un desarrollo estable y seguro de estos
países.
De este modo, a partir del proceso de liberalización de la economía y de los capitales, en el caso de los
países llamados en vías de desarrollo, y a través de las medidas planteadas en el Consenso de Washington,
los niveles de exposición de los países periféricos han resultado excesivamente elevados impidiéndose de
este modo evitar la multiplicidad de efectos que pueden desencadenar el fenomenal y constante flujo del
capital financiero internacional, tal como ha sucedido en las devastadoras crisis financieras ocurridas en los
últimos años.
Esta dificultad de ubicar el origen de las crisis se da a partir del hecho de que, por ejemplo, un país puede
haber llegado a tener un elevado nivel de endeudamiento de corto plazo que genere una gran desconfianza
en el mercado de capitales (factor, en principio, endógeno) y lo lleve al borde de una crisis, porque algunos
años atrás este mismo país se haya visto seriamente afectado por determinada crisis financiera en la región,
provocada originariamente por el retiro de capitales de ese país frente a una suba de los intereses de un
determinado país central, factor en principio exógeno, que redujo enormemente los flujos de Inversión
Extranjera Directa (IED) que le permitían al país llevar adelante su estrategia de desarrollo; mientras que a
partir de esta crisis regional vio reducido el ingreso de capital y quedó obligada a cubrir sus inversiones sobreendeudándose con créditos de corto plazo, que por otra parte eran los únicos que le eran otorgados a partir
de ese momento, y que resultó ser la principal causa de la crisis local en la que finalmente se vio envuelta.
En este caso hipotético, pero que bien podría responder a un caso real, es imposible evidenciar si la crisis
local fue originada y luego generada por factores endógenos (problemas en las variables macroeconómicas,
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sobre-valuación del tipo de cambio) o factores exógenos (cambio abrupto en la política monetaria de un país
central) o si realmente la crisis local respondió tan solo a un efecto contagio en el que se vio arrollado.
Frente a esta problemática real a la hora del estudio de un caso, podría utilizarse una herramienta
conceptual que proviene de la Relaciones Internacionales, disciplina en la que inevitablemente se encuentran
imbuidos los temas a los que se hacen referencia en estas líneas. La Teoría de la Interdependencia Compleja
propuesta por Robert Keohane y Joseph Nye a fines de los 70´s plantea, entre otras cosas, dos conceptos
que pueden ser de utilidad: Sensibilidad y Vulnerabilidad. Dados los actuales niveles de interdependencia a
los que se ven enfrentados los países respecto a la mayoría de sus ámbitos, incluido el económico, un país A
puede ser sensible a determinado hecho, en este caso supongamos un efecto económico como podría ser la
suba de tasas de un país central C, ya que mantiene fuertes relaciones comerciales con este, por lo que es
probable que el país A sea sensible a este hecho, produciéndose por ejemplo, una fuerte caída en el mercado
accionario, al igual que lo será otro país B que también mantiene vínculos comerciales con este país central
C; esto parece casi inevitable. Pero si el país A, una vez ocurrida la suba de tasas en el país C posee las
herramientas suficientes como para hacer frente a este efecto, disminuyéndolo en gran medida, siendo los
daños reales mínimos, se puede decir que el país A es sensible a C pero no tiene un grado alto de
vulnerabilidad; mientras que, si por ejemplo el país B es igual de sensible que A frente a C pero una vez
ocurrida la suba de tasas, no dispone de herramientas internas, ya sean financieras, cambios en la política
monetaria o acceso al crédito internacional asegurado por su bajo nivel de riesgo moral o sistémico, en este
caso se puede asegurar que el país B es sensible a C, pero a la vez es altamente vulnerable, y es probable
que este hecho genere una gran crisis financiera, corrida bancaria, etc. Pero esta vulnerabilidad no fue
causada por la caída de tasas del país C, sino por otras variables anteriores, como puede ser la falta de
regulación o de control de cambios o incluso alguna variable que resultó seriamente afectada por otra crisis
externa ocurrida tiempo atrás: Causas que podrían ser imposibles de rastrear dado el nivel de interrelación
entre las variables y los acontecimientos internos y externos.
Esta diferenciación entre los conceptos de sensibilidad y vulnerabilidad bien podrían ser de utilidad cuando
se pretenda analizar uno o varios casos, ahora exclusivamente en el ámbito de las crisis financieras, ya que
en lugar de intentar distinguir los factores endógenos o exógenos, se puede avanzar sobre los niveles de
sensibilidad y vulnerabilidad de un país determinado. De este modo, un país que recibe las consecuencias de
un efecto manada originado por una devaluación en un país cercano va a ser altamente sensible a dicho
efecto, ya que es probable que se produzca una corrida, con la consecuente merma de fondos hacia el
exterior; pero si este mismo país posee por ejemplo, control de capitales o un nivel de reservas muy grande, o
un tipo de cambio más bien subvaluado o tasa de interés más altas que bajas, bien podría no ser tan
vulnerable a este efecto contagio, generando al mismo tiempo, una reducción de la desconfianza por parte de
los propios inversores que retiran el dinero abruptamente, al ver que las condiciones de ese país no son tan
riesgosas como sí lo son en el país que dio origen a esta crisis regional.
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Capítulo VII
EL CASO MEXICANO
En base a la categoría recién planteada, en el próximo capítulo, se lleva a cabo un seguimiento de la Crisis
de México de 1994 a partir de las verificaciones de sus niveles de sensibilidad o vulnerabilidad, según las
consecuencias padecidas por el país frente a los vaivenes de los flujos financieros internacionales y su
capacidad de reacción frente a los mismos.
A solo un año de haberse firmado el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los Estados Unidos de América
y México, este ultimo país sufrió una de las más severas crisis financieras en su historia contemporánea. La
crisis, en principio, fue precipitada por problemas sociopolíticos como, el levantamiento del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) y el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu quien fuera secretario del
Comité Ejecutivo nacional (CEN) del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ahuyentaron a
inversionistas de cartera los cuáles ayudaban a financiar el déficit en la cuenta corriente a través de bonos,
denominados Tesobonos, a corto plazo cuyo valor había sido fijado sobre la base del dólar estadounidense,
para así atraer también inversionistas extranjeros.
La devastadora crisis estalló el 20 de diciembre de 1994 cuando el nuevo gobierno del presidente Ernesto
Zedillo tuvo que devaluar el peso mediante la ampliación de la banda de flotación en un 15.2%. Durante
varios años el gobierno de Carlos Salinas de Gortari mantuvo al peso dentro de un rango específico, 3.5
pesos por dólar, con respecto al dólar, dejándolo flotar sólo dentro de dicho rango, permitiendo así el tener
importaciones baratas y una inflación controlada. A consecuencia de esto México tenía un peso muy fuerte
que no se justificaba en su poder adquisitivo o en el déficit en la balanza comercial.
Los problemas suscitados en el país durante 1994 y el futuro cambio de gobierno generó un clima de alto
riesgo para los inversores, más aún cuando los países industrializados, especialmente los Estados Unidos
empezaron a aumentar sus tasas de interés. Antes del 20 de diciembre de 1994 los inversores ya habían
sacado del país millones de dólares.
Para mediados de 1994 varios expertos decían que era urgente una devaluación del peso entre ellos el Dr.
Rudiger Dornbush, ex – profesor del Dr. Pedro Aspe Armella el entonces Secretario de Hacienda, quien dijo
en una junta ante industriales en la Ciudad de Guadalajara que el peso tenia que devaluarse en un 20%. En la
ciudad de México el entonces Secretario de Hacienda y Crédito Público, Guillermo Ortiz, también pedía la
devaluación del peso. A pesar de estas advertencias, el gobierno de Salinas de Gortari mantuvo la paridad del
peso durante sus últimos meses en el poder y en diciembre de 1994 una renovada tensión política en
Chiapas, hizo que se acelerara la salida de capitales del país lo cual redujo el rendimiento de los Tesobonos.
Para ese entonces las reservas del Banco de México ya habían sido considerablemente mermadas y los
esfuerzos por mantener al peso redujeron las reservas de 28 mil millones de dólares a finales del 1993 a 17.2
mil millones de dólares para noviembre de 1994 y a menos de 7 mil millones de dólares para el 20 diciembre
de 1994, por lo que gobierno de Zedillo no tuvo otra opción más que dejar de sostener el peso, ampliando así
la banda de flotación y luego dejándolo flotar libremente, funcionando así las fuerzas de mercado, para hacer
frente a las especulaciones contra el peso.
La forma en que el presidente Zedillo manejo la devaluación ha sido ampliamente criticada. El gobierno
tomó las medidas que había anunciado que no tomaría y el entonces Secretario de Hacienda y Crédito
Público, el Sr. Jaime Serra Puche, aseguró ante inversores de Wall Street que el peso no sería devaluado y
dos días después el peso se deprecio considerablemente. Esta situación en conjunto con el titubeo del
presidente Ernesto Zedillo de destituir al Secretario de Hacienda destruyó la poca confianza en el gobierno
que ya para entonces tenían los inversores extranjeros y mexicanos que poseían Tesobonos, que era la
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mayor parte de sus inversiones, y que rápidamente se quieran deshacer de ellos, rehusándose a renovarlos.
Esta situación y una baja producida en el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores
hicieron que el peso se devaluara aun más en vez de ajustarse en una forma ordenada como pretendía el
gobierno zedillista.
El peso se devalúo de una paridad de 3.5 pesos por dólar el 20 de diciembre de 1994 a 6.3 pesos por
dólar al 13 de febrero de 1995. Lo cual trajo graves consecuencias para México puesto que las tasas de
interés se vieron seriamente afectadas y subieron a niveles que no se veían desde 1982, la deuda externa del
gobierno se volvió mas cara, así como toda deuda contraída en dólares lo cual amenazo con llevar a la
quiebra a los bancos mexicanos. Banamex y Bancomer, los bancos más grandes de México, se vieron
seriamente afectados. Muchos analistas están de acuerdo que la causa principal de la crisis fue el déficit
comercial que se reflejaba en la balanza de pagos, el cual era de 28 mil millones de dólares en 1994, casi un
8% del Producto Bruto Interno (PBI). Este déficit fue originado a consecuencia de la estricta política cambiaría
del presidente Salinas que redujo las exportaciones mexicanas considerablemente, ya que a causa del peso
sobrevaluado estas eran muy caras en los mercados internacionales.
A pesar de que los Estados Unidos de América es el mayor socio comercial de México, este no fue el
responsable del gigantesco déficit en la balanza comercial, la raíz de la crisis. El excedente comercial de los
Estados Unidos de América con México alcanzó su máximo en 1992 con una cifra de 5.7 mil millones de
dólares y el comercio bilateral estuvo casi balanceado en 1994, con un excedente comercial de los Estados
Unidos de América de 532 millones de dólares. A pesar de que las exportaciones de los Estados Unidos hacia
México aumentaron a 49.1 mil millones de dólares, un 22%, en el primer año del Tratado de Libre Comercio,
las exportaciones de México a los Estados Unidos crecieron más rápido, un 25.7%, sumando 48.6 mil
millones de dólares. Los países del este de Asia, principalmente China, y la Unión Europea fueron los
responsables del gigantesco déficit en la balanza comercial de México.
Lo que finalmente detuvo la crisis financiera, cuando sólo restaban 3.5 mil millones de dólares en las
reservas del Banco de México en febrero de 1995 fue un paquete de ayuda encabezado por los Estados
Unidos. El 9 de enero de 1995 la Reserva Federal de los Estados Unidos (U.S. Federal Reserve) y el Banco
de México intervinieron para apoyar al peso, el 12 de enero el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton,
propuso un paquete de ayuda para México. El 27 de enero el Congreso de los Estados unidos se negó a
apoyar el plan del presidente, quien ante esta negativa invoco el 31 de enero su poder ejecutivo y presto a
México 20 mil millones de dólares seguido por un préstamo del Fondo Monetario Internacional de 17.8 mil
millones de dólares y del Banco para Disputas Internacionales, con Sede en Suiza, de 10 mil millones de
dólares. Con esta ayuda el gobierno mexicano evitó el tener que declararse en default por 26 mil millones de
dólares, monto de los Tesobonos que vencían a fines de 1995; y evitando tener que repetir lo sucedido en
1982 cuando no pudo pagar millones de dólares en prestamos a la banca privada (Chase Manhattan Bank y
Citibank) de Estados Unidos. De esta forma, se detuvo un desastre financiero que de haber continuado
hubiera colapsado la economía del país.
Debido a la crisis financiera de 1994 -1995, cuyos efectos aun persisten, la gran mayoría de los mexicanos
se vieron afectados, cientos de miles de familias y negocios fueron llevados a la quiebra debido a las altas
tasas de interés en los mercados financieros, la inflación se disparó, se redujo el gasto de gobierno y la
inversión privada y el PIB disminuyó notablemente. Sin embargo, algunas personas se beneficiaron de esta
crisis principalmente los inversores de cartera que con su especulación ayudaron a crear un pánico financiero
cuyos efectos dieron la vuelta a todo el mundo (Efecto Tequila).
Mucho se ha especulado de la crisis y mucho se ha dicho acerca de los supuestos responsables pero sin
duda esta crisis fue causada debido a la especulación financiera. Muchas personas hicieron grandes
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ganancias. El gobierno de México y los Estados Unidos no pudieron hacer nada al respecto y se tuvo que
dejar funcionar al mercado financiero libremente y este fue presa de las especulaciones.
El derrumbe de la moneda mexicana en 1994 y la terrible recesión de 1995 llevaron a un estallido de
investigaciones sobre qué había andado mal en México. Sin embargo, a raíz de las devaluaciones
devastadoras en varios de los mercados emergentes más grandes del mundo, incluidos Rusia, Corea del Sur,
Indonesia, Brasil y Argentina, la experiencia mexicana se ve ahora como precursora de un nuevo fenómeno
económico: La volatilidad de los mercados globales de capital. Al mismo tiempo, el caso mexicano demostró
que el impacto del capital internacional está fundamentalmente condicionado por la política interna. Así, el
cambio de las condiciones económicas internacionales se combinó con la vulnerabilidad financiera mexicana
y la inestabilidad política que provocó una rápida y masiva fuga de capitales que terminó con la devaluación.
En primer lugar, es pertinente dar una explicación del papel que jugaron los inversores internacionales en
esta crisis, y más precisamente, los fundamentos de la alta vulnerabilidad de México a la conducta del capital
financiero internacional.
En los años anteriores, la estabilidad económica había sido convertida por el gobierno de Carlos Salinas
de Gortari en un rehén de acontecimientos que estaban mucho más allá de su alcance y que expusieron a
México a los caprichos de los flujos de capital internacional. A pesar de que el equipo económico de Salinas
juraba salvaguardar la economía mexicana por encima de todo, en última instancia apostó a la estabilidad
financiera y a la continuidad indefinida de un status quo sobre el cual el país no tenía ningún control.
Durante el gobierno de Salinas, la estabilidad económica y la confianza de los inversores internacionales
estaba sostenida principalmente en el mantenimiento de un equilibrio en la tasa de cambio, en su momento
atada al dólar a través de un vínculo móvil. De este modo, si bien a lo largo de los años el peso mexicano
comenzó a sobrevaluarse, la resistencia del gobierno a corregir la tasa de cambio fue la presión extranjera.
Una fuente más visible de influencia externa, y por ende de la gran vulnerabilidad en que se encontraba el
país, surge de la abrumadora prioridad que el gobierno mexicano había atribuido a asegurar la entrada del
país en el Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA), debido a que se suponía que la existencia
de un peso fuerte podía contribuir a que el Congreso Norteamericano apoyara el ingreso.
Sin embargo, otra fuente de vulnerabilidad era una presión directa de parte de los mercados de capital. La
volatilidad del dinero puede ser identificada como una importante restricción sobre la capacidad de los
gobiernos de mercados emergentes para emprender cualquier acción que pueda socavar la confianza entre
los inversores extranjeros con un horizonte de corto plazo. A pesar de que la influencia del capital
internacional en la política nacional es infaliblemente generada a través de señales anónimas del mercado, en
este caso puede identificarse una presión evidentemente directa. El Foro Weston, un consorcio internacional
de instituciones financieras que hizo grandes inversiones en bonos del gobierno mexicano, en abril de 1994
tras un deslizamiento en el valor del peso respecto del dólar se reunió secretamente con el Viceministro de
Economía y gerentes del Banco central para “ofrecerles consejos” sobre la dirección de la política económica
mexicana. Los inversores pidieron a los funcionarios mexicanos que evitaran las pequeñas devaluaciones
cotidianas permitidas bajo el vínculo móvil y que el gobierno aceptara asumir las pérdidas causadas por las
fluctuaciones de la tasa de cambio que fueran más allá de la banda vigente y que les permitieran aumentar el
nivel de inversiones de cartera en dólares. Más aún, sugirieron que si México adoptaba esas medidas recibiría
hasta 17 mil millones de dólares en nuevas inversiones del consorcio y sus asociados12.
Otra demostración de la presión global fue la rápida reestructuración de la deuda pública mexicana de
bonos del tesoro en pesos, habitualmente llamados CETES, a Tesobonos en dólares. Según el entonces
12
Wall Street Journal, 14 de junio de 1994.
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Ministro de Economía, Pedro Aspe, la creación del Tesobono representó el “compromiso contraído consigo
mismo a cumplir con la deseada disciplina en las finanzas públicas por parte del gobierno”, o sea un pedido a
los nuevos inversores de que no dejaran que la moneda se deslizara. De este modo, en 1994 la cantidad de
Tesobonos en circulación alcanzó los 30 mil millones de dólares. Y dado que estos Tesobonos se indexaban
en dólares, cualquier devaluación aumentaría la deuda pública del gobierno en términos absolutos.
Citando abiertas tácticas extremas, la comunidad financiera internacional tenía como rehén a la tasa de
cambio mexicana. Como el alto rendimiento de los instrumentos financieros en pesos dependía directamente
de la fuerza de la moneda y como los instrumentos en dólares tenían que ser pagados en pesos, los
tecnócratas mexicanos se encontraron en una trampa: Podían impedir la fuga de capitales solo manteniendo
una política de tasa de cambio que era en última instancia insostenible. Sin embargo, la presión ejercida por
los inversores globales en el gobierno presuponía una tasa de cambio ya peligrosamente sobrevaluada. La
decisión de mantener el vínculo móvil, si bien influida por los inversores extranjeros, también fue resultado de
la decisión interna de mantener una tasa de cambio semi-fija, lo que exigía entradas de capital internacional
todavía más grandes. De este modo, a pesar de que la Comunidad financiera había tenido una clara
influencia sobre la política monetaria mexicana en 1994, su poder en gran medida era resultado de decisiones
tomadas por el gobierno, cuya principal preocupación era recuperar la ventaja política del partido gobernante.
Con esto último se pretende ingresar al eje principal del presente análisis, la aparente inevitabilidad de las
crisis financieras frente a una rápida y no regulada apertura de mercados de capital y del sector bancario, es
decir, un mercado financiero sin restricciones. Pero antes de avanzar en este aspecto, tal vez el más
importante para ésta investigación, en el próximo capítulo se analizará desde la misma perspectiva de la
Sensibilidad y Vulnerabilidad de los países un caso diferencial al ocurrido en Argentina y México. Al igual que
la mayoría de los países de la región, Chile sufrió los vaivenes de los flujos de capital financiero internacional
y padeció los movimientos que generó, por el ejemplo, el Efecto Tequila, sin embargo, los niveles de
vulnerabilidad como se observará más adelante no fueron tan elevados, si bien este país también fue sensible
al turbulento contexto producido en la región en aquellos años; aunque su capacidad de respuesta fue bien
distinta a la de la mayoría de los países en América Latina.
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Capítulo VIII
CHILE, UN CASO MENOS VULNERABLE
El desempeño de Chile fue el opuesto a México en 1995, a pesar de las numerosas similitudes de los años
anteriores. El resultado distintivo se debió a una divergencia marcada de políticas macroeconómicas en los
años 1990-1994. Hacia fines del decenio de 1980, ambos países habían abierto su comercio
considerablemente, sus presupuestos fiscales habían mejorado significativamente, las privatizaciones ya se
habían realizado en gran escala, la inflación anual bordeaba el 20-30% y ambos países tenían tasas de
ahorro interno parecidas. En el período mencionado Chile y México eligieron distintos caminos en el
tratamiento de los ingresos de capitales, respecto de su política cambiaria y la regulación y supervisión
prudencial del sistema financiero interno. Los mejores resultados de Chile en 1995 se explican,
principalmente, por el hecho de que, frente a la abundancia de recursos externos se aplicó deliberadamente
una política de regulación prudencial macroeconómica.
En vez de tomar y gastar la gran oferta disponible, que habría llevado a una apreciación importante del
peso y a un déficit creciente de la cuenta corriente, Chile optó por desalentar la entrada de capitales de corto
plazo. En 1991, aplicó un impuesto y un encaje no remunerado a los créditos externos de corto plazo; que
luego se extendió posteriormente a los depósitos en moneda extranjera y a los ADRs secundarios, en tanto
que las emisiones de ADR y el capital de riesgo en la inversión extranjera directa quedaron exentos. La
inversión extranjera directa debía mantenerse en el país al menos por un año. Simultáneamente, el sistema
financiero estaba afecto a una reglamentación prudencial relativamente estricta que incluía la supervisión
selectiva de los activos y las provisiones requeridas, así como restricciones y sanciones severas sobre las
operaciones con terceros relacionados. El conjunto de medidas adoptadas desalentó efectivamente los
movimientos de capital especulativos. La mayor parte de la investigación empírica muestra un impacto
importante de las regulaciones sobre el volumen de los flujos de corto plazo y varios estudios muestran,
además, impactos sobre los ingresos totales13.
De este modo, la creciente aprobación internacional sobre las políticas económicas chilenas y las elevadas
tasa de interés internas fomentaron la afluencia de capitales a al país desde mediados de 1990, antes que en
otras economías emergentes y con mayor fuerza. No obstante, gracias a su conjunto de políticas
macroeconómicas prudenciales, hacia fines de 1994 Chile exhibía un déficit externo moderado, elevadas
reservas internacionales, una deuda de corto plazo manejable, una tasa de ahorro interno creciente (y no
decreciente como en el caso de México) un nivel de inversión interna que desde 1993 había superado los
valores históricos máximos, y un tipo de cambio real en 1990-1994 más cercano al de equilibrio, en
comparación con la mayoría de los demás países latinoamericanos, según se refleja en su moderado déficit
de cuenta corriente en ese período.
Esta política logró eficientemente sus objetivos en la mayor parte de los noventa, sin embargo en 19961997, este esquema de regulaciones, y la intensidad con que se aplicaba no se modificó, a pesar de la nueva
y vigorosa oleada de capital que llegó a la mayoría de los países de la región, en especial a Chile, por la gran
fortaleza demostrada frente al efecto Tequila. Esta oleada debería haberse enfrentado con mayores
restricciones al ingreso de capitales, ya sea elevando la tasa o el plazo o la cobertura del encaje. Pero esto no
ocurrió, y en consecuencia los flujos de capital entraron al país en exceso, pagando los costos del encaje y
sin que haya habido una evasión importante (aunque sí algunos flujos seguían exentos, lo que hacía
recomendable ampliar la cobertura)
13
Ver: Agossin y French-Davis, 2001, Le fort y Lehmann, 200.
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Como resultado, a pesar de la fuerte intervención del Banco Central en el mercado cambiario, en ese bienio
se registró una aguda reevaluación del tipo de cambio y un aumento del déficit de cuenta corriente, lo que
colocó a Chile en una situación de vulnerabilidad. No obstante, los beneficios de la reglamentación activa
aplicada hasta mediados de esa década habían dejado grandes reservas internacionales, un reducido monto
de pasivos internacionales y una pequeña proporción de corrientes volátiles, de modo que los desequilibrios
acumulados eran moderados. De todos modos, estas fuerzas fueron contrarrestadas en parte, no solo por la
excesiva apreciación cambiaria y por el elevado déficit en cuenta corriente que se registró en 1996-1997, sino
también por la demora del Banco Central en reaccionar frente al deterioro del entorno externo; la demora del
Banco en aceptar presiones devaluatorias del mercado obedeció a su temor de que cualquier alza del tipo de
cambio se trasladaría a inflación. El resultado fue una caída automática del 10% de la demanda agregada, un
1% del PBI, un aumento del desempleo de 3.5 puntos de la fuerza de trabajo y un fuerte descenso de la
formación de capital producida en 1999. Sin embargo, a pesar de esta recesión, Chile logró una tasa de
crecimiento promedio del 6.4% en la década del ´90, la más alta jamás registrada.
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Capítulo IX
CRISIS DEL SUDESTE-ASIÁTICO (1997)
A comienzos de 1995, varios países del sudeste-asiático empezaron a registrar fuertes déficit en la cuenta
corriente, ante lo cual diversos economistas comenzaron a preguntarse si los países de la región podían ser
vulnerables al tipo de crisis que había enfrentado Latinoamérica, en particular la producida en México, en
1994 (Efecto Tequila). Un examen más cercano sobre aquella situación hace notar que varios de esos países
habían desarrollado finanzas preocupantemente debilitadas, en particular, una fuerte inversión en las
altamente especulativas empresas de bienes inmobiliarios, que eran financiadas a través de fuentes externas
débilmente informadas o a través de créditos de instituciones financieras poco reguladas. Durante 1996, el
FMI y el Banco Mundial advirtieron esa situación y les comunicaron a los gobiernos los riesgos de aquella
situación financiera, y recomendaron la aplicación de políticas correctivas. Sin embargo, estas advertencias
fueron básicamente rechazadas.
El avance hacia la crisis comenzó con una caída de las exportaciones en la región, debida parcialmente a
la apreciación del dólar (al cual las monedas estaban fijadas) contra el yen, parcialmente a desarrollos
específicos en industrias claves (que generaron una caída en la competitividad de los tigres asiáticos en
ciertos rubros tecnológicos), y parcialmente a la creciente competencia China. Con las exportaciones
languidecentes, la sobreconstrucción inmobiliaria se volvió manifiesta, insertando al mercado en una
verdadera burbuja inmobiliaria. Posteriormente, la caída de los precios inmobiliarios llevó consigo a los
precios de los activos y puso bajo sospecha la solvencia de las instituciones financieras.
En este punto se sucedieron diversas crisis financieras domésticas, pero durante la primera mitad de 1997
los especuladores comenzaron a preguntarse si los problemas financieros de los países del Sudeste Asiático,
especialmente Tailandia, podía obligar a los gobiernos a devaluar para reflotar la economía. La creciente
sospecha de que tal movimiento podía llevarse a cabo, a pesar de la insistencia del gobierno de que no sería
así, llevo a un aumento en la prima de riesgo sobre las tasas de interés, que a su vez incrementó la presión.
Esto generó problemas en la creación de cash flow de los negocios con problemas financieros.
Finalmente, el 2 de Julio de 1997 Tailandia se rindió a las presiones y dejó flotar el Bath (su moneda), lo
cual llevó a una especulación contra otras monedas regionales, y fue seguido rápidamente después de
devaluaciones algo menores en Malasia, Indonesia y las Filipinas. La ola de devaluaciones y el problemático
panorama financiero que reveló la crisis generó un ‘efecto contagio’ que golpeó la confianza de los inversores
en toda la región. En un esfuerzo por devolver la confianza, todos los países involucrados impusieron
medidas de austeridad fiscal: Tailandia recibió un préstamo de emergencia del FMI y parte del
condicionamiento fue una limpieza del sistema financiero.
La presión generalizada hizo que Filipinas y Malasia liberaran su tipo de cambio, dejándolo flotar. Como
parte de la limpieza financiera comprometida frente al FMI, en Agosto, Tailandia suspendió 42 bancos,
Indonesia se sumó a las devaluaciones regionales abandonando el apoyo a la rupia. En Octubre, Indonesia
pidió ayuda al FMI y en Hong Kong el dólar HK sufrió un ataque especulativo. Es interesante tener notar que
Hong Kong, en esa época, poseía un currency board, similar al que tenía Argentina con la ‘convertibilidad’; lo
que permitió que el ataque a su moneda no tuviera éxito, y se mantuvo firme saliendo de la crisis en una
región que estaba en una profunda crisis financiera.
En Noviembre, Corea del Sur abandonó el tipo de cambio fijo y recurrió al FMI por un paquete de ayuda.
Entre Enero y Agosto de 1998, los organismos internacionales mostraron en sus informes una caída de la
presión en la región que finalmente se vio plasmada en la baja de las tasa de interés por parte de la Reserva
Federal de Estados Unidos (FED) entre Septiembre y Noviembre. Esta baja de tasas fue tomada como un
símbolo que la confianza estaba regresando a esos países y que los capitales habían dejado de emigrar
masivamente a los Estados Unidos.
En términos analíticos, se puede decir que la crisis se produjo a partir de la existencia de un exceso de
capital que llegó durante la primera mitad de la década, no en Inversión Externa Directa (IED), sino que se
produjo en préstamos bancarios e inversión especulativa en los mercados bursátiles. El boom crediticio fue
agravado por la estructura empresarial de los países asiáticos, ya que en estos países las empresas son
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familiares o están controladas por un grupo predominante y la gerencia es cautiva de los accionistas.
Además, muchas empresas poseen participación en otras generando estructuras piramidales. Con este tipo
de estructura empresarial los préstamos se realizan entre relacionados y con pocas garantías, habiendo
muchas veces malversación de fondos.
Los gerentes y accionistas suelen realizar proyectos (generalmente más riesgosos) para que les generen
un beneficio privado en vez de un beneficio a la firma. También existe apropiación de recursos por parte de
los accionistas y grupo controlador, hacia los grupos minoristas. En un mercado donde existía una expansión
del crédito y pocas garantías, la crisis de la balanza de pagos y la pérdida de confianza del público (la caída
en la entrada de capitales), hizo notar la fragilidad del sistema, que se vislumbró a partir de la gran cantidad
de créditos incobrables.
El caso de Malasia
La crisis financiera que sufrió el sudeste-asiático, durante 1997, fue una bisagra en la manera de ver las
políticas que se deben llevar a cabo para enfrentar una crisis. Esto se debe a que Malasia, cuando se
enfrentó a la crisis, utilizó políticas no ortodoxas y contrarias a las que el FMI impuso como condicionalidades
al resto de los países de la región.
Según Dornbusch (2001), la situación de Malasia en 1997 era de un tipo de cambio real desalineado, con
muchos préstamos incobrables en el sector privado y un riesgo en las hojas de balance por un exceso de
deuda y el descalce préstamos-créditos. Por la presión de la salida de capital y el aumento de las tasas de
interés, agregado a un rendimiento exportador bajo, el crecimiento se estancó hasta hacerse negativo.
A diferencia de los demás países Malasia entró en la crisis con Fundamentals relativamente buenos, poseía
una deuda externa total de corto plazo mucho menor. Este nivel se debe a que dado un ingreso de capitales y
la apreciación del ringgit (moneda malaya), el gobierno había impuesto una restricción para que se venda
oferta de corto plazo a extranjeros.
Además, Malasia poseía altas reservas internacionales, que lo hacía menos vulnerable a una corrida. Sin
embargo, como en toda la región, el alto grado de incobrabilidad de los préstamos, ubicaba a este país en
una gran probabilidad de que cambien los sentimientos y las expectativas del público en caso de haber algún
problema.
Malasia tenía el ratio de capitalización en el mercado de acciones con respecto del PBI más alto del mundo
(310% del PBI, comparado con 116% en Estados Unidos y 29% en Corea). El aumento en el precio de las
acciones empujó la expansión del crédito llegando en 1997 a un 170% del PBI. En el momento del pánico
financiero todos reclaman sobre los activos de corto plazo siendo residentes o no, esto hizo que Malasia
estuviera menos protegido de los demás países.. Estos indicadores muestran que la crisis fue financiera, y no
por descuido del gobierno en términos de endeudamiento, ya que la deuda externa era baja.
En respuesta a la crisis Tailandesa, inicialmente el gobierno de Malasia implementó un ajuste en la política
tomando un camino ortodoxo: Aumentaron las tasas de interés, para tratar de evitar que caiga el valor del
ringgit y hubo un drástico corte en el gasto del gobierno. Este plan fue implementado por el entonces ministro
de economía Anwar Ibrahim. Además, el ministro anunció que se iba a mantener el tipo de cambio libre y que
no se iba a recurrir a un control de capitales.
Mientras tanto, el presidente de este país acusaba de la crisis a los especuladores, enviando señales
diferentes a las emitidas por su ministro de economía. Otra señal que se envió fue el llamado al público para
terminar con la compraventa de moneda. Esto puso nerviosos a los mercados financieros, ya que se
sospechaba que se podía recurrir al control de capitales.
El plan implementado hizo que cayera el consumo y la inversión, contrayéndose de este modo la demanda
agregada. La fuga de capitales se mantuvo, así como las altas tasas de interés, y una mirada pesimista sobre
el futuro. A final de junio de 1998, el presidente malayo nombró a Daim Zainuddin como ministro de finanzas,
con el claro objetivo de reencausar el crecimiento económico del país. En parte se le habían asignado
funciones que le correspondían, al actualmente entonces ministro de economía, Anwar Ibrahim.
Esto generó una crisis política, ya que el presidente le había retirado la confianza sobre el futuro de
economía a Anwar, pero lo mantuvo en el cargo de manera de que los mercados no reaccionaran
negativamente. Igualmente esta cuasi-destitución hizo que la mirada sobre el futuro malayo fuera cada vez
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más pesimista. Daim trató de reflotar la economía bajando la tasa de interés, pero la tasa offshore era muy
alta, llegando a un diferencial con la tasa doméstica de casi 20 puntos, esto generaba que los capitales
siguieran emigrando.
El primero de septiembre de 1998 Malasia implementó un control de capitales. El objetivo era detener la
especulación en contra del ringgit. La mayoría de la especulación procedía de los mercados offshore, sobre
todo Singapur. El procedimiento era el siguiente: Se ofrecían en Singapur depósitos en ringgit a tasas mucho
mayores que las existentes en Malasia.
El público se veía incentivado a depositar sus ahorros en Singapur. Luego, los bancos extranjeros, con esos
depósitos, compraban dólares en Malasia haciendo que la moneda se depreciara. Para cortar este mercado
offshore, el gobierno dispuso que todas las ventas de activos en ringgit se debían realizar mediante un
intermediario doméstico. Además, todos los activos en ringgit en el exterior debían ser repatriados.
Preocupados porque estas medidas afectaran a las expectativas, generando una salida masiva de capitales
y por ende una depreciación de la moneda, el gobierno malayo también prohibió por el término de un año la
repatriación de todas las inversiones de los extranjeros. En otras palabras, los ciudadanos extranjeros se
veían imposibilitados de retirar sus depósitos e inversiones para colocarlas nuevamente en su país.
Además, con el objetivo de reavivar la demanda agregada, Malasia bajó la tasa de interés de tres meses,
que es la utilizada como base para determinar la tasa activa de los bancos. También fijó el tipo de cambio a
3.8RM por dólar.
Para que la inversión externa directa no se viera afectada, las autoridades permitieron que se liquidaran
dividendos y salarios hacia el exterior. Lo mismo ocurrió con las cuentas necesarias para el comercio exterior
que no fueron restringidas. La gran atención por parte del gobierno a la inversión directa se debía que había
sido el motor de crecimiento durante la década del ´80, y a esa altura la economía era altamente dependiente
de ésta.
Las primeras reacciones de la crítica especializada frente a las medidas adoptadas fueron negativas. Había
una visión pesimista de lo que estaba ocurriendo en Malasia. En parte, se debía a que el control de capitales
al sector financiero podía ser solo un primer paso, y que luego también se impediría la salida de dividendos,
perjudicando de esta manera a las empresas extranjeras. La calificación de Moody´s y JP Morgan bajaron, y
varios diarios económicos, patrocinados por el FMI, publicaron artículos criticando estas medidas. La principal
crítica provino del World Economic Outlooks (WEO) donde se aseguró que la introducción del control de
capitales era un retroceso para la recuperación de un país, y que habría efectos negativos en el desarrollo a
largo plazo del país.
Sin embargo, a medida que la economía empezaba a afianzarse el sistema permitió una pequeña
liberalización hasta transformarse en un sistema de impuestos graduales. Bajo este nuevo sistema se podían
retirar los capitales del país, pero al monto total se le descontaba un 30% en concepto de impuesto, si se los
retiraba entre los 7 y 9 meses de la instauración del control de capital el impuesto disminuía a 20%, y entre los
9 y 12 a 10%. Si los retiraba luego del año no se pagaba impuestos.
Para los capitales nuevos (aquellos ingresados luego de la instauración del control de capitales) sucedía lo
mismo, entraban libremente, pero si se querían retirar en un plazo menor al año, se les cobraba un impuesto
que disminuía a medida que la diferencia entre el retiro y el cumplimiento del año era menor. A medida que se
aproximaba la finalización del año el impuesto que debía pagar una persona, como castigo por retirar el
dinero antes de tiempo, era menor.
Finalmente en mayo de 1999, Malasia emitió un bono por un valor de mil millones de dólares, pagando
solamente una prima de riesgo país de 330 puntos básicos. Es decir, pagó nada más que un 3% más que el
Tesoro estadounidense.
En ese momento, las críticas tuvieron que retractarse y reconocer que el modelo había funcionado, el WEO
escribió que la recuperación económica se debió al estímulo monetario y fiscal, y la fijación del tipo de cambio
a un nivel competitivo. Sin embargo, existen economistas que argumentan que la economía malaya hubiera
salido de la crisis, con o sin los controles de capital, ya que poseía una menor vulnerabilidad que otras
economías que salieron utilizando el sistema ortodoxo del fondo.
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El otro objetivo del control de capitales fue la necesidad de realizar un cambio debido a los problemas
políticos. Como sostiene Paul Krugman: "Medidas extremas son necesarias en tiempos extremos". La pelea
entre el ministro de economía, Anwar, y el presidente ya era insostenible. Además, ya se había probado con
una política ortodoxa que ya había fallado. Si no se hubiera realizado algún tipo de cambio de este tipo,
seguramente se hubiera llegado a un conflicto social que de ninguna manera hubiera solucionado el problema
financiero. Evidentemente, las autoridades actuaron frente a su creencia que si no se tomaba algún tipo de
medida el pánico financiero iba a ser insostenible.
Avanzando a una primera conclusión, es necesario decir que la crisis financiera asiática de 1997-98 afectó
a las economías de mayor crecimiento en la época, y que el ‘milagro asiático’ fue destrozado de la noche a la
mañana y que, de repente, los economistas que adulaban el modelo de crecimiento de los ‘tigres asiáticos’
dijeron que todo lo que había sucedido había sido producto de una burbuja financiera sobre-inflada por la
corrupción y la baja calidad de los préstamos.
De este modo, los países del sudeste asiático no solo se empobrecieron repentinamente, sino que fueron
culpados por hacerse ellos mismos más pobres. Tres de los países más afectados: Tailandia, Corea del Sur e
Indonesia, se vieron forzados a acudir al FMI y otros organismos multilaterales. Como parte de las
condiciones para recibir el paquete fueron obligados a dejar flotar el tipo de cambio, subir las tasa de interés,
ajustar la política fiscal, abrir el mercado financiero, cerrar los bancos e instituciones financieras que estaban
causando problemas (iliquidez), y realizar una serie de reformas estructurales. Sin embargo las autoridades
malayas tomaron otro camino.
Malasia en lugar de aplicar la tradicional política ortodoxa del Fondo Monetario Internacional impuso un
control a la transacción de capitales. Fijó el tipo de cambio en un valor que representaba una apreciación del
10%, se bajaron las tasas de interés, y se aplicó una política expansiva. Una de las razones de esta política,
fue el rechazo por parte del presidente de la ortodoxia que disponía el FMI, sobre todo luego de haber
aplicado un gran corte en el gasto público que no había dado resultado y que dejó a la economía más
comprometida aún. La solución encontrada fue aplicar el control de capitales.
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Capítulo X
AUTOGENERACIÓN DE CRISIS: DIALÉCTICA INCERTIDUMBRE – RENTABILIDAD
Continuando el análisis de la dinámica evidenciada en las diversas crisis de los últimos años, y teniendo en
cuenta lo estudiado en los primeros capítulos sobre el funcionamiento del capital financiero internacional
surge una serie de supuestos que de ser válidos permitirá alcanzar una de las principales conclusiones de
éste trabajo de investigación, relacionada con el origen de las crisis financieras y la posibilidad de preverlas.
Como se ha observado a lo largo de los capítulos anteriores, una de las principales características del
capital financiero internacional, a partir de la liberalización financiera producida en los ´90 es un elevadísimo
nivel de volatilidad. En consecuencia, cuando en un contexto de bajas tasas de interés en los mercados
financieros de los países centrales, los capitales especulativos internacionales de corto plazo visualizan un
mercado emergente que posee tasas de interés atractivas comienzan a ingresar masivamente (herding efect)
a ese mercado haciendo colocaciones de corto plazo14. A partir de ese momento, comienzan a sucederse
simultáneamente dos situaciones que están entrañablemente conectadas: Por un lado, ese abrupto ingreso
de capitales provoca un trastocamiento de los indicadores macroeconómicos, que solo para ejemplificar en
este caso se va a tomar el tipo de cambio, produciéndose una fuerte apreciación de la moneda, y por el otro,
a medida que aumenta el volumen de capital ingresado, crece la atención de los mercados internacionales
frente a posibles “malas noticias” que indiquen posibles riesgos financieros que alienten el retiro de estos
capitales con el objeto de evitar eventuales pérdidas. Asimismo, la información macroeconómica a la que
están pendientes los mercados, denominados Fundamentals, incluyen entre otros la tasa del tipo de cambio
del país que refleja una sobrevaluación de la moneda y prevé que a mediano o largo plazo será
necesariamente estabilizada mediante una devaluación o a través de la aplicación una Política Monetaria. Y a
medida que alguno de estos Fundamentals comienzan a tornarse negativos, situación provocada por el
masivo ingreso de capitales desde el exterior, aumenta aún más la paranoia de los mercados. De este modo,
resulta inevitable que cuando el tipo de cambio comience a ser excesivamente alto para la opinión del
mercado, hecho que sucederá inevitablemente dado el continuo ingreso de capitales, y frente a alguna
posible “mala noticia” producida en algún país vecino o ante el retiro preventivo de algún inversor por el nivel
creciente de “malas noticias” respecto de los Fundamentals, los capitales comenzarán una abrupta retirada de
ese mercado obligando al país a intentar defender el valor de su moneda, en principio con pequeños gestos y
declaraciones políticas que dé cuenta de la estabilidad de la moneda, y luego con la venta desenfrenada de
sus reservas internacionales, y que éstas a su vez conforman uno de los elementos que permanentemente
revisan los mercados, lo que su fenomenal disminución generará más “malas noticias” y alentará una mayor
salida de capital; obligando finalmente al país a devaluar su moneda, y probablemente a caer en default, y
llevándolo a una profunda recesión con sus devastadoras consecuencias, entre las que se encuentran la falta
de inversiones que le permitan salir de semejante crisis.
Por lo tanto, sería adecuado asegurar que si estos supuestos planteados son válidos, la crisis ocurrida en
este país ya había comenzado a producirse desde el primer momento en que estos capitales ingresaron a ese
mercado con el único fin de (tarde o temprano) retirarse abruptamente dejando al país en una fenomenal
crisis. De este modo, lo que resultaba incierto a lo largo de todo el proceso (ingreso - egreso de capital) no era
si existía algún riesgo de crisis y/o de devaluación que pudiera llevar a un default, poniéndose en riesgo la
cobrabilidad de sus beneficios, sino que la incertidumbre todo ese tiempo estuvo relacionada con saber
cuándo se iba a producir la crisis y lo que ciertamente evaluaban los mercados internacionales era cuál sería
Documentos a corto plazo (certificados de deposito, bonos tesorería y documentos negociables), valores negociables
de deuda (bonos del gobierno y de compañías) y valores negociables de capital (acciones preferentes y comunes),
adquiridos con efectivo que no se necesita de inmediato para las operaciones. Estas inversiones se pueden mantener
temporalmente, en vez de tener el efectivo, y se pueden convertir rápidamente en efectivo cuando las necesidades
financieras del momento hagan deseable esa conversión.
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el momento límite para maximizar los beneficios, justo antes de que estos se convirtieran en pérdidas; o lo
que es lo mismo cuál sería el momento oportuno para abandonar el mercado ante la inevitabilidad de esa
crisis autogenerada. De todo esto se puede deducir que si bien son conocidos los argumentos que proclaman
los beneficios existentes en el ingreso de capital, la llegada irrestricta y desenfrenada de capitales
inevitablemente provocará un deterioro de algunos de los Fundamentals (apreciación del tipo de cambio,
déficit en la cuenta corriente, disminución de las Reservas Internacionales, Inflación) y principalmente una
mayor vulnerabilidad, que saldrá a la luz en el momento en que estos capitales abandonen abruptamente ese
mercado motivados por el cambio de variables que estos mismos contribuyeron a producir.
Así, lo que en principio aparece como una causa, en este caso, una excesiva sobrevaluación del tipo de
cambio que provoca, en determinado momento, la abrupta salida de capitales, según lo expuesto líneas
arriba, dicha sobrevaluación por el contrario estaría emergiendo como consecuencia del irrestricto ingreso de
capitales. De modo, que lo que se verifica como excesiva en definitiva no sería la apreciación del tipo de
cambio, sino el irrestricto volumen de capital ingresado al mercado que generaría otras tantas consecuencias.
Por lo tanto, desde esta perspectiva la situación ocurrida en varias de las crisis, con sus características
propias de cada país (como fue la existencia de un tipo de cambio fijo en la Argentina) podría describirse de la
siguiente manera: Un país que se encuentra en crecimiento, y que se ve necesitado de inversiones de largo
plazo por lo que va a tratar de mantener tasa de interés altas, y que posee sus variables macroeconómicas
relativamente estables, se ve acechado por un abrupto ingreso de capitales especulativos que abruman el
mercado como una plaga, y empiezan a devorarse las variables macroeconómicas del país. En el mediano
plazo, el país imposibilitado de tomar medidas al respecto, ya que las abandonó varios años atrás, se ve
vulnerado, y lo que en un principio aparecía como una señal de plenitud de la economía, y una posibilidad de
aumentar el consumo interno, se ha convertido en un mal indeseado, y a medida que los indicadores
desmejoran, la paranoia es mayor y comienza la fuga de capitales, que no puede ser evitada por el país,
terminando por desestabilizar la economía y llevándola a una fenomenal crisis financiera.
Frente a esta serie de acontecimientos, surgen diversos interrogantes: En primer lugar, en qué medida se
vio beneficiado el país mediante el irrestricto ingreso de estos capitales especulativos, y en caso de obtenerse
una respuesta afirmativa, ya que con estos fondos se pudo financiar el consumo interno o se los utilizó para
cubrir algún pago externo, fue realmente positivo el cálculo costo – beneficios entre el uso dado a lo mismos,
que eventualmente pudo ser obtenido de otro modo, y los costos que terminó generando el desbalanceo de la
economía provocada directamente por la entrada y salida de estos capitales, y que sumió al país en una crisis
devastadora.
Finalmente, y como último interrogante, si se tiene en cuenta que la volatilidad que se evidencia es
consustancial a los mercados financieros, ¿no resulta inverosímil la supuesta búsqueda de situaciones de
equilibrio que se argumenta desde la Teoría del Libre Mercado?, ya que ésta situación, de ser alcanzada,
atentaría contra la naturaleza misma de los factores que determinan la dinámica de estos mercados y de los
intereses que tienen los principales agentes que en él participan. Definitivamente, un escenario previsible
sobre el comportamiento, por ejemplo, de las tasas de cambio sería un escenario no deseado por estos
agentes, puesto que minimizaría el potencial de sus ganancias. En consecuencia, sus actuaciones estarían
dirigidas a perturbar ese escenario y a dotarlo de incertidumbre, situación que se observa con claridad a lo
largo del análisis realizado. De otro modo, aquel no sería un mercado rentable y atractivo, dando lugar a un
desplazamiento de sus operaciones especulativas hacia otros activos financieros en los que pudieran
reproducir esta dialéctica de incertidumbre y rentabilidad propia de los mercados financieros globalizados.
Esta situación propuesta, bien podría responder al caso de los países asiáticos o, como ya fue
ejemplificado, en el de Chile, durante la crisis de México, en 1994, cuando una vez desencadenada la crisis
este país, y comenzado el efecto contagio hacia la región de América Latina, los países asiáticos o Chile, con
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niveles de crecimiento elevados, con economías más estables y, en aquella época todavía, bastante
reguladas y en el caso de Chile con controles al ingreso de capital, fueron sensibles a la crisis mexicana, pero
no tuvieron altos grados de vulnerabilidad. Lo contrario puede decirse en el caso de la crisis asiática de 1997
respecto de los países de América Latina, que ya habían liberalizado el ingreso y egreso de los capitales
financieros internacionales y que habían abierto, tal vez exageradamente, sus economías. Estos fueron muy
sensibles a la crisis asiática y también fueron muy vulnerables a la misma, ya que carecían de las
herramientas necesarias para disminuir los efectos o para dar datos reales de su bienestar económico y
financiero. Lo contrario ha ocurrido con países como China, Hong-Kong y Singapur que si bien también fueron
sensibles a la crisis, el nivel de reservas de sus Bancos Centrales le permitió hacer frente, con velocidad y
solidez, a los efectos, habiendo resultado poco vulnerables a la crisis asiática, a pesar de ser países de la
región.
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Capítulo XI
MEDIDAS ALTERNATIVAS
El incremento en los flujos financieros que siguió a la liberalización y la desregulación de las economías
desde de los años 90 produjo auges y caídas de enormes dimensiones y profundas consecuencias. El
llamado “efecto tequila” ocurrido tras el colapso del peso mexicano, en 1994, y la recesión sufrida por toda la
región a consecuencia de la crisis asiática, como se estudia en esta investigación, son los ejemplos más
notables de los desastrosos efectos causados por los repentinos cambios de dirección en los flujos de capital.
Aunque siempre ha habido crisis financieras en América Latina y el Caribe éstas, en la última década, han
adquirido una nueva intensidad y han aumentado su frecuencia, debido a la implementación de las reformas
anteriormente desarrolladas.
Como se ha visto en los casos recientemente estudiados, las crisis financieras se manifiestan de diferentes
formas: Crisis monetarias, bancarias y de balanza de pagos. Todas estas situaciones tienen en común la
escasez de liquidez entre ciertos actores del sistema financiero, de modo que los mecanismos fundamentales
del mercado dejan de funcionar. En las economías menos desarrolladas, las crisis económicas a menudo
representan una combinación de los tres casos, ya que las dificultades en la balanza de pagos conducen a
una debilidad monetaria, lo cual a su vez causa corridas y quiebras bancarias. Al analizar una crisis es
importante diferenciar entre los casos de iliquidez temporal y de insolvencia real debido a problemas
fundamentales. En este último caso, ésta da paso a una reestructuración del sistema subyacente. En cambio,
en el caso de la iliquidez transitoria, una crisis tiene graves consecuencias innecesarias e incluso puede
conducir a la insolvencia producto de reacciones exageradas en los mercados.
El aumento del volumen y la volatilidad de los flujos financieros globales ha reforzado los nexos entre los
sistemas económicos y, por consiguiente, han aumentado la frecuencia y violencia de las crisis, lo que obliga
a los especialistas junto a los gobiernos a analizar cuáles deberían ser las medidas adecuadas para poder
reducir la vulnerabilidad de los países y de este modo, poder hacer frente a las futuras crisis, tratando de
disminuir sus efectos, y evitar que estas generen una conmoción y, a su vez, terminen generando una nueva
crisis, esta vez interna.
De este modo, los encargados de diseñar las políticas públicas deberían considerar sus opciones en
materia de políticas públicas, en todos los ámbitos, y evaluar su relevancia para la economía nacional. Frente
a esto, se ensayan en este capítulo algunas alternativas que podrían actuar en este sentido.
Reducir la volatilidad financiera en el ámbito nacional
Sin duda que es la presencia o ausencia de políticas internas las que en determinan la vulnerabilidad de un
país ante una crisis financiera, por lo que, en primer lugar, vale la pena considerar las opciones que tienen a
su disposición los países de América Latina y el Caribe en materia de políticas públicas. Estos instrumentos
deberían, por encima de todo, permitir que las economías manejen el período de auge que generalmente
precede a un revés financiero. Si con ellos se logra evitar una expansión excesiva de la economía durante los
períodos de grandes salidas de capital, la probabilidad de un revés repentino y desgarrador se reducirá
significativamente y el país será menos susceptible a las ondas negativas del exterior. En este sentido, la
participación del Estado en la implementación de políticas públicas resulta ser determinante. De modo que el
primero paso estructural debería ser el reconocimiento de este rol, por parte de la sociedad, en oposición a la
creencia propalada por el modelo neoliberal, durante la década de los ´90, y que aún sigue vigente, sobre la
necesidad de que el Estado se mantenga fuera del manejo de la economía; dejando este rol al Mercado.
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Régimen cambiario
La experiencia reciente ha vuelto a poner sobre el tapete la vieja discusión en torno a cuál es el tipo de
cambio apropiado para un país, y tanto los defensores de los tipos de cambio fijo como los que propugnan un
tipo de cambio flexible han visto que los acontecimientos recientes respaldan sus causas. Hasta el momento,
podrían sacarse dos conclusiones principales de la discusión y de la evidencia empírica. En primer lugar, no
hay un plan maestro de régimen cambiario que se pueda aplicar con éxito en todos los países del mundo. Por
el contrario, hay una amplia gama de factores que debe tomarse en consideración al escoger un sistema de
cambio. Segundo, la credibilidad es crucial para la sustentabilidad de un tipo de cambio. Así que cuando un
país ha adoptado un régimen específico, debería planificar sus políticas económicas en todas las áreas de
acuerdo con dicho sistema. Si no lo hace así y muestra desequilibrios externos sostenidos, la economía será
objeto de ataques especulativos imposibles de soportar por un tiempo prolongado.
Como demuestra el análisis de los costos y los beneficios de los diferentes regímenes de tipo de cambio,
la elección de un régimen cambiario –fijo o flexible- implica una solución de compromiso entre estabilidad y
flexibilidad. Por lo tanto, para un país la decisión de cuál sistema adoptar depende en gran medida de la
importancia relativa que tengan estos dos factores para la economía. Dicha importancia, a su vez, está
condicionada por las características particulares de una economía determinada y por las preferencias de los
encargados de delinear las políticas públicas.
Antes de que colapsara el sistema de Bretton Woods, en 1973, la mayoría de los países de la región
operaba bajo un sistema de tipos de cambio fijos. Sólo unos cuantos habían adoptado una paridad móvil
como respuesta a las tasas nacionales de inflación durante los años 60. La paridad fija fue abandonada por la
mayor parte de los países tras la crisis de la deuda, ocurrida a principios de la década de los 80, y
establecieron una variedad de regímenes de tipos de cambio controlados. En los últimos años, los países
generalmente se han movido hacia tipos de cambio más flexibles –aunque no siempre de manera voluntaria,
sino más bien a consecuencia de las fuerzas que rigen los mercados internacionales de capital– con la
notable excepción de Argentina, que en 1991 instrumentó una caja de conversión a fin de reducir la
hiperinflación. A pesar de la tendencia hacia regímenes cambiarios flexibles, la volatilidad del tipo de cambio
ha disminuido considerablemente durante la última década para muchos países, pero sigue siendo más alta
que en la mayoría de los países industrializados.
Según muestran los datos empíricos, los regímenes cambiarios fijos efectivamente han producido el
beneficio de una mayor estabilidad en los precios. Sin embargo, se ha evidenciado que los beneficios
antiinflacionarios sólo pueden aprovecharse totalmente si este tipo de cambio es mantenido sin ajustes
durante largos períodos. Las devaluaciones modificaron las expectativas racionales de los actores
económicos e incrementaron las tendencias inflacionarias. A pesar del aparente éxito de los tipos de cambio
fijos, es necesario recordar lo analizado capítulos atrás en las dos crisis financieras más notables –México en
1994 y Brasil en 1999– que ocurrieron en países que tenían un régimen cambiario fijo. Dada la enorme
dependencia en los productos primarios y la alta volatilidad de sus precios para muchos países, los tipos de
cambio fijos son difíciles de mantener.
Por otra parte, aunque la mayoría de los países de la región ha controlado la inflación como resultado de
los programas de ajuste estructural, adoptados en nombre del Consenso de Washington, el fenómeno de la
dolarización de facto ha aumentado en América Latina y el Caribe. En algunos países, el monto de los
depósitos en dólares en el sistema bancario nacional supera con creces el monto de los depósitos en la
moneda local. Esto pareciera ser el resultado de un persistente escepticismo entre los actores económicos,
de un cambio en los hábitos y las prácticas, y de una mayor inserción en la economía mundial. La dolarización
de facto tiene varios efectos negativos en las economías: reduce la efectividad de la política monetaria,
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conduce a mercados financieros subdesarrollados en la moneda local e impide que se alcancen
completamente los beneficios de un tipo de cambio flexible. Ante una alta dolarización de facto, la opción de
adoptar el dólar como moneda oficial se vuelve menos costosa.
Hay otros hechos que indican que los regímenes cambiarios flexibles no han llevado a una política
monetaria más estabilizadora en América Latina y el Caribe. La mayoría de los países no ha permitido
realmente que sus monedas fluctúen libremente, casi todos por temor a la inflación. En cambio, recurrieron a
modificaciones en la tasa de interés para realizar los ajustes, pero éstos implicaron costos económicos y una
mayor sensibilidad a los movimientos en los mercados internacionales. Por consiguiente, la soberanía
monetaria, el principal argumento teórico a favor de los tipos flexibles, no se ejerció realmente. Esta
aseveración no implica necesariamente que los tipos de cambio flexibles sean inadecuados para las
economías de la región, aunque sí demuestra que las políticas económicas no han sido delineadas de
acuerdo con el régimen cambiario seleccionado.
Liberalización y sistemas financieros
Como se ha visto, el ritmo y la secuencia de la liberalización financiera en la región ha tenido un impacto
fundamental en la vulnerabilidad los países a las perturbaciones económicas. De este modo, durante las
diversas liberalizaciones del sistema financiero hubiera sido necesario garantizar que las instituciones
estatales existentes fueran capaces de manejar montos crecientes de fondos, así como estar preparadas para
el manejo de una mayor volatilidad de los capitales. En términos concretos, es imprescindible implementar
algún tipo de regulaciones al capital de corto plazo, incentivando el ingreso de inversiones de largo, de lo
contrario de genera una inclinación hacia los fondos más volátiles y, por ende, un riesgo de exposición más
alto. Al mismo tiempo, las decisiones que fortalecen las instituciones del sector financiero y establecen un
marco regulatorio adecuado son cruciales para evitar las crisis bancarias y los ataques contra la moneda.
El objetivo más importante de estas reformas es incrementar la liquidez de las instituciones financieras y
controlar su exposición al riesgo monetario y de refinanciamiento, lo cual se puede lograr a través de diversas
políticas. La medida más directa con efectos inmediatos sería elevar el encaje legal para los bancos a fin de
aumentar su liquidez internacional. Sin embargo, con este paso no se resuelve la debilidad estructural de un
sistema bancario y, por consiguiente, sólo ofrece una solución a corto plazo. Además, incrementa los costos
para los bancos y distribuye esta carga entre todas las instituciones por igual, ya sean débiles o sólidas. En
consecuencia, los bancos tratarán de diseñar instrumentos para evitar el encaje legal, llevando a una menor
transparencia y distorsiones del mercado. Otra solución sería que el gobierno estableciera estrictas normas
bancarias y llevara a cabo una supervisión efectiva. Esta medida sería menos costosa para los bancos y
propiciaría el desarrollo de normas de contabilidad adecuadas, transparencia, evaluación del riesgo y
conocimiento gerencial. Además, el mercado ganaría credibilidad, atraería más capital a largo plazo y, por
consiguiente, se reforzarían los efectos estabilizadores. Sin embargo, esto presupone que existe un marco
regulatorio preciso y que las autoridades cuentan con las destrezas y los instrumentos legales necesarios
para cumplir correctamente con sus funciones de supervisión.
Por otra parte, una medida que resulta primordial en pos de reducir la vulnerabilidad es el mantenimiento
de barreras que restrinjan el libre movimiento de capitales internacionales. A pesar de que estas medidas van
justo en contra de lo actuado a comienzos de la década de los ´90 diversos países, como es el caso de Chile,
y en algún sentido Argentina, que ya las vienen implementando con resultados muy favorables, han
comenzado a contemplar medidas para confrontar la volatilidad financiera. Una alternativa posible resultaría a
partir de una intervención que debería orientarse a limitar la entrada de capital a corto plazo durante el
período de auge y a evitar el endeudamiento y la exposición excesiva al riesgo, tanto del sector privado como
del público.
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En este sentido, Argentina en julio de 2005, estableció que las inversiones financieras deberían permanecer
en la nación al menos 365 días frente a los 180 exigidos anteriormente, e implementó un encaje obligatorio
(capital que debe mantenerse en cuentas del Banco Central -BCRA-) del 30%. La norma afecta a los capitales
superiores a dos millones de dólares (1,6 millones de euros) mensuales que tanto para residentes como no
residentes (físicos o jurídicos).
De esta manera, los controles de capital pueden asumir diversas formas y, en consecuencia, crear
diferentes incentivos para los actores económicos. Pueden ser cuantitativos y limitar el monto total de capital
que entra al país, o pueden fijar un impuesto a los flujos financieros. Dicho impuesto crea una brecha entre las
tasas de interés nacionales e internacionales y por lo tanto reduce el atractivo para los inversores extranjeros
y para los nacionales.
Gestión de la deuda
El riesgo no protegido en la estructura de la deuda de las entidades públicas o privadas ha contribuido
enormemente a la vulnerabilidad de las economías ante el descalabro financiero. Como se mostró
previamente, la posición considerada consiste en el riesgo de financiamiento, el riesgo monetario o los riesgos
relacionados con los movimientos en las tasas de interés mundiales y el desempeño económico en el
extranjero. Por lo tanto, las políticas deberían estar orientadas a reducir la exposición a cualquiera de estos
riesgos. Como las autoridades públicas tienen una influencia directa en la deuda gubernamental deberían
asegurarse de que ésta sea cubierta de manera adecuada. Sin embargo, también deberían crear los
incentivos apropiados y un sistema de supervisión para el sector privado a fin de obligarlo a gestionar sus
deudas efectivamente.
Las opciones políticas de liberalización controlada, estricta supervisión del sector financiero y controles de
capital pueden reducir la exposición del sector privado al riesgo del financiamiento. Adicionalmente, los
gobiernos deberían diseñar cuidadosamente su sistema tributario y la regulación de las inversiones para no
crear una inclinación hacia el endeudamiento a corto plazo. El dilema fundamental es que el endeudamiento a
largo plazo es más costoso, mientras los fondos a corto plazo están fácilmente disponibles durante los
períodos de auge. Sin embargo, los mayores costos para la deuda con un vencimiento más largo se justifican,
si ayudan a evitar las inmensas perturbaciones que ocurren durante una crisis financiera. Además, los costos
para la deuda a largo plazo tienden a disminuir a medida que la economía mejora su estabilidad
macroeconómica.
Como se mencionó líneas arriba, el riesgo cambiario está directamente relacionado con la selección del
sistema de tipo de cambio. Bajo un régimen cambiario realmente flexible, el sector privado debería protegerse
contra su exposición al riesgo cambiario utilizando los derivados financieros. Además, la supervisión debería
garantizar la liquidez del sector bancario. Al aumentar el encaje legal para los depósitos en monedas
extranjeras también se puede disminuir la exposición de las instituciones financieras. Por otra parte, si el país
opera bajo un régimen de tipo de cambio fijo, no hay riesgo cambiario, siempre y cuando la paridad sea
sostenible. Los esfuerzos de los gobiernos deberían orientarse tanto a elaborar políticas económicas que
sean compatibles con el tipo de cambio fijo como a impedir que las compañías incurran en excesivas deudas
denominadas en monedas extranjeras sin medidas de protección.
Asimismo, dado que las variaciones de las tasas de interés mundiales tienen efectos similares a las
fluctuaciones en el tipo de cambio, las compañías que contraen deudas con tasas de interés flotantes
deberían protegerse contra los movimientos adversos en las tasas de interés. Otra solución sería tratar de
obtener un crédito a una tasa fija. Por otra parte, es más difícil para las firmas protegerse contra las bajas
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repentinas en los precios o la demanda en el extranjero. Al igual que sucede con la economía en general,
deberían tratar de diversificar la gama de productos y los países con los cuales intercambia exportaciones e
importaciones. En este sentido, la mayoría de los países de la región ya ha hecho grandes avances y ha
alcanzado considerables grados de diversificación. A pesar de ello, la mayor parte de sus exportaciones sigue
siendo de productos primarios que a menudo muestran movimientos correlacionados en el precio y la
demanda ya que dependen enormemente de la economía mundial.
Reducir la volatilidad financiera en el ámbito del MERCOSUR
A parte de las políticas nacionales que pueden ayudar a reducir la vulnerabilidad de un país frente una
crisis financiera, también es factible, aunque más difícil, aplicar medidas en el ámbito regional. En vista del
impacto negativo de las crisis financieras en las regiones en general, se han hecho esfuerzos por delinear
mecanismos que incrementen la estabilidad de una región y que garanticen la asistencia mutua en el caso de
una crisis potencial. Las propuestas presentadas en el ámbito del MERCOSUR van desde la coordinación
voluntaria de políticas hasta la unión monetaria total.
Así, de la misma forma que el aspecto de la credibilidad desempeña un importante papel en el
desenvolvimiento de una crisis financiera, los esquemas de las instituciones regionales pueden contribuir
positivamente con los esfuerzos hechos en el ámbito nacional, porque éstas incrementan el peso involucrado
tanto en lo económico como en lo político. Los países pueden cooperar en materia de estabilización
macroeconómica, transparencia, regulación y supervisión del sector financiero y procedimientos para
enfrentar las quiebras bancarias. Pueden compartir experiencias y conocimientos, estabilizar los procesos de
reforma nacional, armonizar normas y propiciar la confianza de los inversionistas en la región.
También, se ha sugerido la creación de un fondo de financiamiento en el ámbito del MERCOSUR
destinado a unir fuerzas y combatir el contagio y la especulación de una manera más efectiva. Estas
instituciones podrían ser más flexibles que las actuales facilidades internacionales de crédito y satisfacer las
circunstancias particulares de la región.
Empero, un sistema de cooperación regional en materia financiera podría fortalecer la posición del
MERCOSUR en las organizaciones internacionales. El resultado de la actual discusión sobre una arquitectura
financiera internacional determinará la estructura institucional de las relaciones financieras en los próximos
años. Por lo tanto, es vital para los países de la región identificar una posición y propuestas comunes para
conformar un régimen financiero global y plantearlas en los foros internacionales.
Reducir la volatilidad financiera en el ámbito global
De la misma manera en que la alta volatilidad de los mercados financieros es resultado tanto de la
liberalización de los mercados financieros como de un incremento en el monto y la velocidad de los flujos de
capital globales, las medidas para reducir el impacto negativo de estos flujos no debería descartarse la
inclusión de controles a los capitales aplicados desde las propias estructuras financieras internacionales.
Considerando la dimensión de los flujos financieros y sus fluctuaciones, es absolutamente necesario delinear
nuevos mecanismos de cooperación y consulta internacional, lo que de ninguna manera releva a los países
de su responsabilidad de ejecutar políticas nacionales prudentes y sustentables, aunque los acuerdos
internacionales y las políticas nacionales pueden reforzarse entre sí en lo que concierne a sus efectos
estabilizadores.
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Finalmente, en este capítulo se ha pretendido demostrar que existe una amplia gama de opciones en
materia de políticas públicas para disminuir la vulnerabilidad de un país frente a las crisis financieras. Muchas
de ellas son estrategias a mediano plazo que sólo pueden ser instrumentadas mediante un complejo proceso
político, pero sin embargo pueden servir como directrices para la planificación de políticas. Las propuestas
que se relacionan con la acción regional deben verse en una perspectiva a mediano plazo, porque requieren
de una comprensión común del problema y sus soluciones entre países. Por lo tanto, primero que nada los
países deben concentrarse en las políticas nacionales, al mismo tiempo que identifican sus intereses en el
ámbito regional e internacional. En este proceso, los países de América Latina y el Caribe deberían coordinar
sus actividades a fin de compartir ideas y resultados y consecuentemente aumentar su peso en las consultas
internacionales. En vista de que muchas medidas están aún en discusión y ni siquiera existe un consenso
entre los grandes países industrializados, la región podría influir en el proceso actual en la dirección deseada
si presenta propuestas apropiadas y realistas y demuestra la voluntad política para su instrumentación. Sin
embargo, dada la enorme probabilidad de una fuerte inestabilidad financiera internacional en el futuro, resulta
ineludible para los países adoptar, en primer lugar, aquellas medidas que competen al control de capitales
dentro del territorio nacional, así como la implementación de políticas públicas destinadas a reducir la
vulnerabilidad del país, y progresivamente, avanzar en aquellas alternativas que puedan incluir tanto a la
región como al ámbito global.
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Capítulo XII
UNA NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA INTERNACIONAL
Como la volatilidad de los capitales financieros ha devenido en una problemática que incumbe a la totalidad
de los países, en los últimos años, en diversos organismos internacionales, así como en diversos ámbitos
académicos se ha comenzado a plantear la necesidad de instaurar medidas que permitan de algún modo
poner un poco de control a las cada vez más grandes masas de capital que fluctúan libremente por los
mercados financieros internacionales. Asimismo, a partir de la profunda desconexión de los flujos financieros
internacionales con la economía real, la producción, el desarrollo y la producción de empleo, y con el elevado
costo que impuso a los distintos países cada una de las crisis, a lo largo de la década del ´90 los propios
países centrales se han embarcado en el desafío de, hasta el momento, estudiar herramientas posibles para
avanzar en el control de los capitales internacionales, lo que, en conjunto, se ha denominado la Nueva
Arquitectura Financiera Internacional.
En realidad, las iniciativas para introducir reformas en las reglas del juego de la movilidad internacional de
capitales, datan desde el derrumbe de Bretton Woods y se han ido acrecentando a partir de cada una de las
crisis financieras. Parte de esta nueva arquitectura, en su versión inicial, estuvo relacionada con el nuevo rol
de prestamista del Fondo Monetario Internacional, a partir de la crisis del sudeste asiático en 1997, ya que fue
la primera vez que el FMI otorgaba créditos propios, por supuesto, a cambio de las consabidas
condicionalidades. Pero es realmente a partir de la crisis rusa, en 1998 cuando los países centrales
comenzaron a tomar mayor interés en el tema.
Esta preocupación de esto se formalizó por parte el G-715, en la reunión llevada a cabo en octubre de
1998, donde se acordó lanzar un programa de reformas para lo cual se creo el Financial Stability Forum
(FSF). Sin embargo, esta entidad no tuvo demasiados resultados concretos una vez olvidado el suceso de la
crisis rusa, aunque con el correr del tiempo, en distintas organizaciones internacionales, principalmente, el
FMI, se empezó a diseñar alternativas respecto a la forma de esta nueva arquitectura financiera. Los
principales objetivos, en principio, eran la adecuación de mecanismos de provisión de liquidez internacional y
conveniencia de incorporar una institución global que actúe de prestamista de última instancia. A la vez
integrarían la agenda temas como el establecimiento de mecanismos de refinanciación y modificaciones
legales al respecto, principalmente para mejorar la situación de los países endeudados, la formulación y
aplicación de estándares y códigos internacionales, la regulación de fondos especulativos y la necesidad de
controles de capital, entre tantos otros.
En la práctica, lo único que en la práctica se ha avanzado, en parte, ha sido respecto a la instauración de
un conjunto de códigos y normas para intentar mejorar el funcionamiento de los mercados de capitales
nacionales, que está teniendo un fuerte impulso por parte del Financial Stability Forum (FSF) donde se han
puesto de manifiesto múltiples fallas de información y de supervisión que no solo no habrían impedido la
oportuna intervención para atenuar o evitar las crisis, en los distintos casos, sino que además habrían abierto
un amplio campo de actividades con moral hazard. Por lo que, a través de la homogeneización de las normas
de regulación y supervisión en todos los mercados, principalmente, en los emergentes se espera reducir este
tipo de riesgo. Esto acompañado de un manual de buenas prácticas, que incluyen cuestiones de políticas
macroeconómicas, transparencia en la información, funcionamiento del mercado de capitales, y por supuesto,
establecer una necesaria infraestructura institucional. Todo esto aplicado a través de las condicionalidades
que generan los organismos financieros internacionales en sus operaciones de préstamos.
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El denominado G-7, a partir de 1998, se transformó en G-8 con la integración de Rusia como miembro pleno.
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Sin embargo, resulta llamativo que los países centrales, a través de los organismos financieros
internacionales, no se hayan percatado que este conjunto de normas y regulaciones ya están siendo
aplicadas casi hace una década, por lo menos en América Latina y algunos años menos en el resto de los
países emergentes. Esta normativa sin duda es la que ha posibilitado que las distintas crisis se llevaran a
cabo, ya que todas incluyen el elevado nivel de apertura frente a los capitales extranjeros que ellos han
requerido. El nivel de vulnerabilidad en que han quedado los países forma parte de este conjunto de normas
en cuestión, si bien es posible que se le puedan realizar algunas nuevas modificaciones. Pero la reglas del
juego ya fueron instauradas desde un comienzo y en apariencia se están cumpliendo a la perfección: Los
volátiles capitales fluyen fugaces por la autopista cibernética, los mercados emergentes se han extranjerizado
casi en su totalidad, los sistemas bancarios de estos países están predominantemente internacionalizados, y
esto se ha producido en la mayoría de los mercados emergentes, bajo las mismas normas, con los mismo
códigos y con los mismos beneficios y costos.
A partir de esto, está claro que un prestamista de última instancia, mayores regulaciones internacionales,
nuevos anexos a las medidas implementadas o los nuevos manuales que puedan surgir de la brillante mente
de los hombres, al menos en la humilde experiencia de los países en desarrollo, no van a reducir en absoluto
los niveles de vulnerabilidad en que han quedado sus economías. Aunque, tal vez, sí puedan reducir, en
alguna medida, la sensibilidad que poseen los países centrales frente a estas crisis.
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Capítulo XIII
LA CONSTRUCCIÓN DEL MERCADO - UNA PROPUESTA HACIA EL FUTURO
Como se ha visto a lo largo de la presente investigación, a partir de la instauración de este nuevo patrón de
acumulación, desde el actual enfoque dominante se suele definir al mercado - y se suele actuar en
consecuencia - como una entidad independiente que puede autoregularse. Y, de este modo, crear las
condiciones suficientes como para estimular el ajuste estructural necesario para lograr que los diversos
actores puedan ser capaces de competir dentro del mismo, encuadrado en un entorno de una supuesta
libertad de mercado. Sin embargo, existe otra línea de pensamiento que, en particular en los países
periféricos ha quedado taponada frente a la fiebre del neoliberalismo de la última década. Esta incorpora al
Mercado en una dimensión diferente y otorga una relevancia institucional y social, pensándolo como un marco
institucional reglado por el Estado donde bajo determinadas normas los diversos actores puedan participar
con libertad respetando las reglas del juego y permitiéndole al Estado ser el garante del buen funcionamiento
del mismo.
Así, el mercado como asignador de recursos constituye una institución aún más compleja que la planteada
desde la perspectiva dominante, cuyo funcionamiento requiere la definición de normas de comportamiento y
la explicitación de reglas de convivencias que de ninguna manera son obvias. En efecto, la sociedad de
mercado no se debe reducir al solo proceso de intercambio y a la existencia de contratos comerciales más o
menos válidos, sino que por el contrario ésta debe determinar la arena sobre la cual se llevarán a cabo estos
contratos y la interacción de los diversos actores del mercado.
En primer lugar, debe tenerse en cuenta que las relaciones comerciales de intercambio entre individuos han
existido desde la antigüedad, y desde aquellos tiempos ha habido diferentes situaciones económicas basadas
sobre los intercambios. Un ejemplo de esto es que el otorgamiento de los derechos de concesión exclusiva a
las grandes compañías reales, así como los conferidos a las diferentes Compañías de India que cada rey
ponía como tutela para sus propios intereses, constituían la prolongación de una sociedad sustentada sobre
una rígida organización social, basada no en el intercambio económico entre iguales, sino en un intercambio
político de protección y lealtad entre desiguales.
Asimismo, desde aquellas épocas han existido distintas cosmovisiones y fundamentos teóricos de estas
relaciones comerciales. Por ejemplo, puede realizarse una diferenciación entre lo que se entiende por
mercado como pattern of exchange (modalidad de intercambio) entre individuos y mercado como sistema
social en la cual la máquina de producción de riqueza y la máquina para la organización social se integran
entre sí.
En este sentido, si se aborda al mercado desde una perspectiva histórica, se puede observar que el
Capitalismo de mercado logró afirmarse al proponer nuevos valores que encontraban su propia síntesis en el
lema liberté, egalité, fraternité, y que de forma intempestiva quebró la historia del mundo. Para la burguesía
emergente liberté significaba básicamente libertad de iniciativa respecto de una organización social basada
sobre los derechos de sangre y egalité tenía sentidos socialmente y económicamente relevantes porque
sustituía los derechos de sangre por los derechos individuales, lo que en economía se traducía en una
igualdad contractual entre los mismos individuos en sus intercambios y contratos. Pero liberté y egalité
requieren necesaria y complementariamente fraternité, porque el pasaje del estado patrimonial al estado de
derecho sería incompleto si los derechos formales no se convierten en derechos efectivos a través del
desarrollo de la capacidad individual para la acción colectiva.
De este modo, la fraternité define a un Estado en el que los ciudadanos individuales adquieren y usan sus
propios derechos en nombre de la colectividad que se legitima a partir de la unificación moral, que va más allá
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de los posibles conflictos existentes entre los componentes de la misma colectividad. Así, el estado
prerrevolucionario conseguía su propia legitimidad del rey, que era soberano por ser considerado poder
originario e independiente de cualquier otro poder, o sea, procedente directamente de Dios. Con la revolución,
el poder político encuentra su fuente de legitimación en la voluntad del pueblo que encarna el mismo
soberano y que se identifica como tal en cuanto unido por la fraternité, que convierte una aglomeración de
individuos, cada uno portador de derechos primarios, en un conjunto originario e independiente.
Asimismo, el Estado cambia sustancialmente y el capitalismo emergente requiere, y es motivado por, el
desarrollo del Estado Moderno. El Estado se convierte en un conjunto de reglas, en un complejo de recursos
orientados a servir a un conjunto unitario específico de intereses y de finalidades. Con el transcurrir del tiempo
esta organización estatal se fue afirmando de tal manera que se convirtió ella misma en el nuevo soberano,
de modo que se debe buscar un nuevo principio de legitimación externo de cualquier acción colectiva.
De este modo, la sociedad de mercado, que constituye el otro extremo respecto de la sociedad feudal es,
en primara instancia, una sociedad en la cual la acción del individuo, su elección, es el motor de la acción
colectiva, y la acción del Estado es la legitimación que da garantía al funcionamiento de las diversas acciones
individuales. Así, es el desarrollo de la misma acción colectiva la que garantiza la libertad de acción individual
que está profundamente vinculada a la declaración de igualdad entre individuos y, consecuentemente, a la
posibilidad de una dinámica social que es el resultado de la interacción entre individuos e iguales.
Por otra parte, si profundizamos en la Teoría Económica Clásica, para el economista inglés, Adam Smith,
el conflicto económico resulta estar basado en competition, que proviene de cum-petere, que implica un
participar voluntario y conciente en la acción colectiva. De este modo, Smith llega a describir el
funcionamiento de la máquina de la riqueza de las naciones sólo después de haber profundizado los
elementos de cohesión de este agregado social. Si bien es cierto que el análisis de Smith se basa en la
afirmación ética del individualismo como elemento original para motivar la dinámica colectiva, al mismo tiempo
también es verdad que este autor define de manera sumamente precisa las instituciones que deben
construirse para que funcione dicha sociedad de mercado.
En este sentido, Smith asegura que el rol del Estado es no sólo el de garantizar la defensa interna y
externa de los ciudadanos, sino también el de proveer todos aquellos Bienes que garantizan el crecimiento de
los individuos. Entre estos Bienes públicos, pone todas aquellas actividades que califican la misma comunidad
como una unión de ciudadanos que comparten los mismos principios, las mismas reglas, y las mismas
organizaciones para administrar y garantizar dichas reglas y principios. Por lo que, una sociedad de mercado
no solo requiere Bienes Públicos, sino que el primer Bien Público es el mismo Estado que tutela, garantiza e
implementa los derechos de intercambio entre los individuos, así como también, en ultima ratio, la
supervivencia de la sociedad ensimisma.
En esta especificación de las funciones estatales y de los bienes públicos, desde Smith hasta John
Meynard Keynes, se define la idea de una sociedad de mercado en la que la competencia individual solo es
posible con el fin de una común co-división de las reglas básicas de la convivencia común, en el marco de un
proyecto social de carácter evolutivo, en el cual la interacción entre los individuos libres e iguales en la
determinación de sus propias elecciones, define una acción colectiva de carácter progresivo, de forma tal que
determina la acumulación y el crecimiento del sistema en su conjunto. Por lo tanto, si la sociedad de mercado
se caracteriza por la existencia de los derechos individuales de propiedad relativos a determinados bienes,
que por lo tanto se convierten en apropiables, exclusivos y vendibles, entonces, tales derechos deben ser
reconocidos por la comunidad y la comunidad en su conjunto se compromete a sancionar negativamente al
free-rider que no acepta dichos principios de propiedad.
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Así, el mismo origen de las instituciones, en este caso el mercado, no puede reducirse a la sola
disminución de costos estáticos de la transacción. A su vez, debe justificarse en términos de garantía para la
acción colectiva en aspectos sustantivos que se relacionan con la existencia de costos hundidos asociados a
la especialización que los individuos asumen para poder interactuar en el contexto común. Por otro lado, es
evidente que en esta visión dinámica de la acción colectiva se encuentra un modelo de naturaleza
acumulativa que explica el crecimiento mismo de la economía. En efecto, la eficiencia depende de la
especialización de los individuos, pero ésta es más fácil de realizar cuanto más amplia es la penetración de
los agentes, o sea cuanto más abierto está el sistema, cuanto más se desarrollan las posibilidades virtuales
de interacción complementaria, Sin embargo, la complementariedad requiere confianza mutua y , por lo tanto,
una interacción no azarosa porque en el mecanismo de interacción los individuos se integran entre sí y
aceptan la modificación estructural de sus capacidades, lo que implica un cierre de una parte de las misma, a
través de la sanción de reglas recíprocas de confianza entre los sujetos que participan del acuerdo.
De este modo, el mercado es una institución progresiva, que sostiene el desarrollo colectivo, y permite la
dinámica social admitiendo nuevos sujetos, posibilitando la compatibilidad entre especializaciones, definiendo
códigos de complementariedad, seleccionando y sancionado a quienes no logran definir sus
especializaciones. Así, el mercado resulta progresivo si permite el desarrollo de fuerzas internas,
disciplinando su acción colectiva y administrando las entradas y salidas, pero por sobre todas las cosas
asegurando la supervivencia del sistema. Para esto, el Estado a través de las reglas establecidas brinda a los
agentes la garantía de funcionamiento haciéndolo previsible, y creando diversas normas límites que dan un
resguardo seguro, e impidan la desintegración de la organización, o lo que podría denominarse una desorganización, llevando a la institución, en este caso al mercado, al caos y eventualmente a su desaparición.
Por lo tanto, si bien el mercado dentro de su progresividad va adquiriendo una supuesta independencia de
funcionamiento y una función autorreguladora y auto-reproductora, las bases fundamentales de dicha
institución, en teoría, siguen siendo aseguradas por la garantía del Estado, que a pesar de la virtual apertura
del sistema no deja de intermediar en cada una de las acciones individuales a través del cumplimiento de las
normas de funcionamiento del mercado.
Para volver al pensamiento de Smith, la interacción entre individuos no debe ser destructiva y, por lo tanto,
cuanto más pronunciados sean los mecanismos de la competencia, más deben evidenciarse las
características de afinidad entre los individuos para establecer los mecanismos de admisión al juego, las
reglas del juego, las modalidades de salida del mismo y, dado el caso, la suspensión temporal del mismo.
Todo esto implica la existencia de instrumentos para tutelar y promover el mercado, lo que pone de
manifiesto la necesidad de desarrollar mecanismos expansivos que permita la construcción de instituciones
que permitan a los individuos el reconocimiento de sus propias responsabilidades para el desarrollo y faciliten
a la administración pública el desarrollo de una función catalizadora para estimular, orientar y preservar el
sistema.
Sin embargo, hasta el momento el paradigma predominante en los países de la Periferia sigue siendo el
que sostiene que existe una mano invisible que mueve las riendas del mercado, y bajo una especie de efecto
mágico logra que los actores comercien en una especie de paraíso. Esta concepción errada y los intentos de
quitar del medio al Estado como principal actor en el juego del mercado ha dejado completamente expuesto a
nuestros países a los vaivenes del mercado internacional llevándolos a enfrentar varias crisis financieras.
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Capítulo XIV
CONCLUSIONES
En primer lugar, a partir de los casos presentados a lo largo de la investigación se puede asegurar que
existe una correlación directa entre la reducción de la participación del Estado en la implementación de
controles y regulaciones estatales (económico-financieras), producida a comienzos de la década del ´90 –
impulsadas por el denominado Consenso de Washington-, y los distintos niveles de intensidad con que una
crisis financiera afecta a un país determinado. Resultando que, cuanto menor es el nivel relativo de
vulnerabilidad de un Estado (alta posesión de recursos de herramientas de política económica) menor va a
ser la intensidad con que una crisis financiera va a afectar a su economía, como ha sido el caso de Malasia, y
de Chile en un nivel intermedio; siendo, en este caso sensible, pero no vulnerable a la misma; mientras que,
por el contrario, cuanto mayor es el nivel relativo de vulnerabilidad de un Estado (baja posesión de recursos
de herramientas políticas) mayor va a ser la intensidad con que una crisis financiera va a afectar a su
economía, quedando este Estado completamente vulnerable a los efectos de la crisis, como fuera ilustrado en
el caso de Argentina y México.
Asimismo, a partir de estos casos, se ha podido demostrar que la total reducción de controles y
regulaciones estatales, que incluyen la eliminación de la capacidad de implementar políticas monetarias y
fiscales, como sucedió con claridad en el caso argentino, a partir de la Ley de Convertibilidad, restaron la
capacidad de hacer frente a cada una sus respectivas crisis financieras, lo cual provocó una mayor
profundización de las mismas.
Por otra parte, es posible asegurar que otro de los principales resultados de la globalización financiera ha
sido la ausencia de mecanismos institucionales que garanticen la colaboración económica internacional.
“Únicamente el mercado con su lógica y su dinámica basadas en el establecimiento de relaciones económicas
llevadas a cabo con la exclusiva finalidad de conseguir un beneficio privado, ha quedado como nexo
económico de un escenario cada vez más interdependiente16”.
En este sentido, una primera respuesta, aunque todavía improbable, a esta problemática sería el
afianzamiento de las instituciones con-nacionales, esto es el Consejo de la Unión Europea, el de las Naciones
Unidas, Mercosur, etc., que pudieran implementar algún tipo de control al constante flujo de capitales. Estas
instituciones y no los organismos financieros internacionales serían los actores más adecuados para
interponer controles, ya que en principio desean continuar detentando el poder de decisión en la esfera
internacional. De este modo, la implementación de impuestos al ingreso o egreso de capitales, o alguna
restricción similar podría servir como herramienta para intentar controlar la incesante marea de capital
fluctuante, y que no en todos los casos poseen fines productivos para cada Estado.
Al mismo tiempo, en el plano nacional, y principalmente referido a los países periféricos, resulta
imprescindible asegurar que la afluencia de capitales sea consistente con la capacidad de absorción del país
receptor. Las fallas en este ámbito están en el centro de la reciente inestabilidad macroeconómica en las
economías emergentes. De este modo, esta absorción debe estar referida tanto al uso como al crecimiento de
la capacidad productiva. Como se vio en la investigación, la composición de los flujos tiene una incidencia
relevante en tres dimensiones: En primer lugar, la IED (excluidas las compras de activos existentes)
contribuye directamente a la formación de capital, al igual que los créditos de largo plazo para importaciones
de equipos y maquinarias. En segundo lugar, los flujos volátiles tienden a impactar directamente en los
mercados cambiarios y bursátiles, y están débilmente asociados a la formación de capital que requiere
financiamiento de largo plazo. En tercer lugar, los flujos de fondos en montos superiores a lo normal tienden a
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filtrarse al consumo debido a la mayor rapidez de la respuesta de los consumidores respecto de las
inversiones productivas que son irreversibles. Asimismo, si se permite un exceso de inversiones en el
mercado bursátil y el consumo de bienes importados se crearán burbujas y desequilibrios que suelen tornarse
insostenibles. Particularmente, un incremento acelerado del endeudamiento externo neto de corto plazo y de
pasivos líquidos resulta una mayor vulnerabilidad, y los altos niveles de flujos de largo plazo e inversión
productiva tienden a incrementar una capacidad de absorción eficiente. Por lo que, en éstas condiciones un
mayor volumen de flujos de capitales pasa a ser sostenible y beneficioso.
Asimismo, tal como se reflejó a lo largo del trabajo, en el caso de Argentina y México, permitir que un
mercado dominado por agentes con horizontes cortos determine el volumen y la composición de los flujos de
capital puede llevar a que las economías terminen pagando un precio muy alto. Por tal motivo, los costos
microeconómicos asociados al uso de estos instrumentos de regulación deberían ser ponderados por los
beneficios sociales en términos de estabilidad macroeconómica, nivel de inversión y tasa de crecimiento del
PBI; y como se reflejó en el caso de Chile, es posible lograr una regulación efectiva y eficiente, con un mayor
y más sostenido crecimiento del PBI.
En otro orden de cosas, aparece como imprescindible reducir el nivel de endeudamiento externo para
solventar los déficits de los países, ya que es a través de este elemento financiero el modo en que el capital
financiero internacional coacciona e impone sus reglas. Por lo tanto, es rol del Estado reducir sus déficits,
según el concepto de eficacia y no por un ajuste a ciegas. Además, en el caso de persistir déficits o de ser
estrictamente necesario, los Estados deberían acudir a actores nacionales o incluso a individuos para obtener
los créditos pertinentes, reduciendo, de este modo, la dependencia del capital financiero internacional.
Asimismo, y como principal conclusión de este trabajo de investigación, los países en vías de desarrollo
deberían hacerse nuevamente de herramientas técnicas y políticas locales que permitan reducir la
vulnerabilidad en la que se encuentran estos países; en particular, la participación del Estado en la
implementación de políticas públicas resulta ser determinante. De modo que el primero paso estructural, en
este sentido, debería ser el reconocimiento de este rol, por parte de la sociedad, en oposición a la creencia
propalada por el modelo neoliberal, durante la década de los ´90, y que aún sigue vigente, sobre la necesidad
de que el Estado se mantenga fuera del manejo de la economía; dejando este rol al Mercado.
En este sentido, resulta fundamental un cambio de concepción sobre cuál es el verdadero rol del mercado y
cuál el del Estado frente a aquel, siendo imprescindible la construcción de un mercado con herramientas de
control, tal como se lo definió anteriormente, y que por este medio sea posible que ante inestabilidad
financiera, ya sea interna como externa, los gobiernos puedan hacerle frente a los bruscos movimientos de
los flujos de capital internacional y que, eliminada la vulnerabilidad, la sensibilidad del país frente a estos
acontecimientos, que indudablemente ocurrirán tarde o temprano, sea reducida a un suceso financiero y no
que de lugar a una debacle con consecuencias mayores, como ha ocurrido hasta la actualidad.
En definitiva, como la sensibilidad frente a la globalización financiera aparece como muy alta a nivel global,
si los países en vías de desarrollo pudieran individualmente reducir o eliminar los profundos niveles de
vulnerabilidad en que se encuentran podrían en el mediano o largo plazo alcanzar un nivel de desarrollo
sostenido tanto de sus economías como de sus sociedades; que, en definitiva, es ante quien los Estados han
quedado en deuda en los últimos 25 años, ya que al reducir su participación efectiva sobre el mercado,
dejándolo a su libre albedrío, ha abandonado a la sociedad como tal, relegándola a los designios del
mercado, impidiéndole de este modo, poder desarrollarse en su calidad de ente constitutivo de la Nación.
Addendum
CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL (2008-2009)
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La investigación que antecede a este Addendum fue realizada durante los años 2005-2007, y tenía como
objetivo general realizar un análisis de las principales crisis que afectaron a los países en desarrollo, durante
la década del ’90. Asimismo, a partir de esta información poder vislumbrar algún tipo de patrón explicativo que
pudiera permitir comprender algunas de las causas estructurales que generaron la crisis financiera que se
desató en Argentina, en 2001.
Sin embargo, en septiembre de 2008, - apenas unos meses más tarde de haber culminado la investigación
- hizo eclosión sobre el sistema financiero internacional, la que ha sido identificada como la peor crisis
financiera desde la crisis del ’30. De este modo, la dimensión de esta crisis, su nivel dispersión y generación
de daños en todo el mundo, incluidos los países de la periferia, así como un elemento característico relevante,
que la misma tuvo como epicentro a la principal economía del mundo, los Estados Unidos, nos ha generado la
necesidad de llevar a cabo este Addendum. Este intenta realizar una actualización del presente contexto de
crisis y de los modos en que, en esta oportunidad, los países desarrollados han enfrentado las consecuencias
de la que verdaderamente puede ser considerada como una debacle financiera de alcance internacional.
Como consecuencia de ello, en este espacio acotado, nos hemos propuesto abordar tres ejes temáticos
relacionados con la crisis financiera internacional que nos han resultado de mucho interés. En particular, por
algunas de sus características, novedosas en algunos casos, y sobre todo relevantes para el modo de
comprender este tipo de acontecimiento financiero. El primero, es que, a primera vista, las causas de dicha
crisis parecen estar directamente ligadas con el profundo nivel de vulnerabilidad que han quedado los países,
luego de toda una década de liberalización financiera; el cual, al haber sido el eje central de nuestra
investigación, resulta ser un elemento de análisis casi obligado. El segundo elemento es que se percibe como
muy interesante la activa presencia del rol del Estado, evidenciada en la mayoría de los países desarrollados,
como el principal actor que ha salido a enfrentar la crisis, a través de multimillonarios paquetes de rescate y
nacionalizaciones de entidades financieras de renombre internacional, así como la posibilidad de establecer
nuevas regulaciones y controles sobre la circulación de los capitales financieros. La tercera temática que será
abordada es el intento de los países desarrollados (G-8), - con una novedosa participación de los países en
desarrollo - de consensuar algunas medidas globales conjuntas para hacer frente a la crisis; en particular, a
través de las reuniones del denominado G-20. Todas, herramientas y ámbitos que hubieran sido
inimaginables, hasta hace apenas tres años atrás, cuando comenzamos a elaborar el trabajo de investigación
original.
Finalmente, teniendo en cuenta los límites respecto a la extensión de este Anexo, así como la falta de
tiempo real, que demandaría llevar a cabo un análisis profundo de la actual crisis financiera internacional, este
Addendum posee el acotado objetivo de poder ampliar y contrastar algunos de los conocimientos
aprehendidos durante la investigación, además de poder hacer extensiva la perspectiva de analizar las
causas y consecuencias de la vulnerabilidad de nuestros países, luego de la implementación de una
fenomenal liberalización financiera y mundialización de los flujos de capital, planteada en nuestro trabajo de
investigación. Aunque, en esta oportunidad, dicho análisis es puesto en práctica sobre un novedoso escenario
internacional que, aún en los días de elaboración de este Anexo, sigue dando muestras de continua
transformación.
Origen de la crisis financiera internacional
El primer momento de fuerte inestabilidad financiera en el mercado bursátil se manifestó en los Estados
Unidos, en agosto del 2007, a partir de la revelación de que el sistema de las hipotecas subprime17 (de alto
Un crédito subprime es una modalidad crediticia del mercado financiero de Estados Unidos que se caracteriza por
tener un nivel de riesgo de impago superior a la media del resto de créditos. Este tipo de operaciones, concedidas a
particulares o empresas, tiene las siguientes características: 1) La mayor parte de los créditos subprime son de carácter
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riesgo) se encontraba al borde de una colosal crisis. Solo en el último trimestre de 2007, Citigroup, el mayor
banco comercial de los EE.UU., había anunciado perdidas por 9,8 mil millones de dólares a causa de títulos
comprometidos con las hipotecas de alto riesgo. Del mismo modo, en abril de 2008, Bear Stearns, el quinto
banco de inversión de los EE.UU., admitió que debía 48 mil millones de dólares, en dinero que estaba en
bonos subprime. Un mes fue comprado por el Banco de Inversión JP Morgan, justo antes de que aquel se
declarara en bancarrota. Sin embargo, en ese momento, dicha situación no cobró una relevancia
internacional, bajo el argumento de que el mercado de las hipotecas subprime se encontraba remitido
únicamente a los Estados Unidos, y además representaba una porción menor del mercado crediticio de ese
país.
De este modo, si bien la crisis financiera ya venía desarrollándose con fuerza en el mercado de valores de
Estados Unidos, la fecha en que el fenómeno alcanzó interés mundial es el 15 de septiembre de 2008, día en
que el gobierno de Estados Unidos permitió la quiebra del gigante financiero Lehman Brothers Holdings Inc, el
cuarto banco de inversión más importante de ese país. Un elemento que resulta trascendental para
comprender el estallido de la crisis - que luego será analizado en detalle -, es el rol que han ocupado las
principales calificadoras de riesgo como Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, respecto a la venta de estos
denominados activos tóxicos. Sorprendentemente, estas Agencias habían seguido promocionando títulos por
cientos de miles de millones de dólares, respaldados por hipotecas de alto, incluso un mes antes de la
eclosión de la crisis financiera en Estados Unidos. El ejemplo más claro ha sido el de las tres empresas
mencionadas que habían evaluado a Lehman Brothers con AAA, la máxima calificación, pocas semanas
antes de que declarara su quiebra. Aunque esta entidad financiera había invertido fuertemente en títulos
vinculados al mercado estadounidense de hipotecas subprime, que como se mencionó, ya venían con ciertos
problemas desde el 2007.
El anuncio de esta bancarrota, luego que fracasaran las negociaciones de emergencia para encontrar un
comprador de esta entidad financiera - con una trayectoria de 158 años - conmocionó al mundo de los
mercados financieros y generó un nivel de pánico elevado. Principalmente, ante la magnitud de la quiebra, ya
que este Banco de Inversión contaba con un pasivo de 613 mil millones de dólares y activos teóricamente
valorados en 639 mil millones de dólares, aunque su valor de liquidación resultan indefectiblemente mucho
menor. Esta bancarrota se convirtió en la mayor de la historia, seis veces superior a la de Worldcom, en 2002,
y 10 veces mayor que la de Enron, en 2001.
Esta circunstancia llevó a que la Bolsa de Wall Street registrara la peor sesión desde la reapertura de los
mercados, luego del 11 de septiembre de 2001, con una caída de 4,42% en el Dow Jones. El principal hecho
que causó un gran temor fue la creencia que ni el Gobierno ni la Reserva Federal (FED) intervendrían para
salvar a esta institución bancaria; situación que sí había ocurrido una semana atrás a través de la
nacionalización de las entidades financieras Fannie Mae y Freddie Mac. Cabe destacar que a diferencia de
hipotecario. 2) Las entidades financieras tienen un límite máximo fijado por la Reserva Federal (FED) de créditos de alto
riesgo, si bien este límite puede ser superado por otras entidades intermediarias que pueden adquirir mediante una
cesión de crédito los derechos al cobro de los créditos subprime por parte de los bancos a terceros, a cambio de pagar a
la entidad financiera un interés menor. 3) El tipo de interés de un crédito subprime es superior a la media de los tipos de
interés para préstamos de las mismas características dirigidos a usuarios solventes, variando entre 1,5 y 7 puntos más.
Por otra parte, el sistema de concesión de créditos en Estados Unidos se basa en el establecimiento de una tasa de
evaluación del particular o la empresa que solicita el préstamo, de tal forma que aquellos que superan los 850 puntos en
dicha evaluación obtienen créditos prime a un tipo de interés bajo y con amplias ventajas. Los que tienen una evaluación
entre 650 y 850 puntos se consideran solventes y los tipos de interés que se les aplican a las operaciones crediticias se
encuentran dentro de la media nacional. Aquellos que tienen una puntuación por debajo de 650 se consideran de alto
riesgo, y son aquellos que pueden recibir los créditos subprime, con tipos de interés más altos y más gastos en
comisiones bancarias. En 2002, el volumen de créditos subprime de las entidades financieras en Estados Unidos
representaba el 7% del mercado hipotecario, mientras que, en 2007, había alcanzado un 12,5%.
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Lehman Brothers18, estas entidades poseían, en conjunto, aproximadamente la mitad del mercado hipotecario
en EE.UU.
De este modo, la situación de Lehman Brothers desató una reacción en cadena que estremeció a los
mercados, acelerando la caída de la asegura estadounidense American International Group (AIG). Sin
embargo, el gobierno de los Estados Unidos decidió tomar el control de esa entidad de seguros, en un intento
de evitar los catastróficos riesgos sistémicos que habrían ocurrido si esta empresa entraba en quiebra. Es
relevante tener en cuenta que AIG era la principal empresa de seguros en los Estados Unidos, con una vasta
red internacional y con operaciones que no solamente cubrían riesgos patrimoniales y de vida, sino también
de fluctuaciones de precios de bonos, de riesgos de quiebras, etc. Su exposición a riesgos crediticios se
aproximaba a los 500 mil millones de dólares y se estima que su quiebra habría generado pérdidas superiores
a los 180 mil millones de dólares en otras entidades financieras.
Algo similar sucedió con la posterior transformación del Banco de Inversión Merril Lynch en un banco
comercial, en manos de Bank of America19, y, en particular, con la decisión del gobierno estadounidense de
armar un multimillonario paquete de rescate para la compra de activos crediticios de los “activos tóxicos”, así
como el saneamiento de algunas instituciones bancarias, que finalmente alcanzaría los 800 mil millones de
dólares.
Sin embargo, la política de intervención financiera por parte del Estado, en un contexto donde la Teoría del
Libre Mercado resultaba inmaculada, generó aún una mayor preocupación, ya que evidenciaba la gravedad y
magnitud de la crisis existente. Esto, a su vez precipitó pérdidas para miles de inversiones de todo el mundo,
desde fondos de pensiones noruegos a Reserve Primary Fund, un fondo estadounidense de mercado
monetario que, supuestamente, era tan seguro como el efectivo. En cuestión de días, el caos arrastró a
Goldman Sachs y Morgan Stanley, dos pilares de Wall Street. Esto generó que los mercados financieros
internacionales vivieran una serie de dramáticas jornadas caracterizadas por enormes caídas de las bolsas
internacionales (el índice Dow Jones terminó el 2008 con una pérdida del 34%) Asimismo, el pánico desatado
en los mercados bursátiles del mundo se profundizaba a partir de las pésimas expectativas de crecimiento de
la economía global, lo cual indicaba que la crisis financiera se estaba trasladando con fuerza a la economía
real, anunciándose una recesión, tal vez, tan grave como la de 1929.
Esta circunstancia de emergencia llevó a los bancos centrales de los países desarrollados, que hasta hace
poco abogaban por la liberalización financiera, a hacer frente a la crisis inundando de liquidez los mercados,
con el fin de dar seguridad a los inversores y ahorristas. Asimismo, ante la incapacidad para contener el
deterioro económico y la crisis financiera que sacudía al mundo, el gobierno de Estados Unidos llevó a cabo
una fuerte estrategia de intervención en el mercado financiero, a través de la compra de aquella ‘cartera
vencida’ o en riesgo de la banca comercial privada local que, voluntariamente, acepte la oferta, para intentar
Debe aclararse que el Tesoro y la Reserva Federal de los Estados Unidos habían venido organizado frenéticas
negociaciones con entidades financieras para tratar de arreglar la venta de Lehman Brothers, pero con la condición de
no contribuir financieramente a la solución. Sin embargo, ninguna entidad aceptó esas condiciones. Por otra parte, la
decisión de las autoridades de los Estados Unidos se basó en su temor al "riesgo moral" (moral hazard) que considera
inaceptable "salvar" a inversores irresponsables. De modo que se puede asegurar que la FED y la Comisión Nacional de
Valores de Estados Unidos (SEC) estaban al tanto de la información sobre sus problemas de liquidez y de sus activos,
de modo que decidieron deliberadamente dejarlo caer. Lo que resulta imposible conocer es si ambas instituciones
estatales imaginaron las profundas consecuencias negativas que ese hecho terminaría generando, y más aún, si
volverían a actuar de ese modo de conocer de antemano los desastrosos resultados que dicha medida generó.
18
Esta operación unió al mayor banco comercial del mundo con el principal banco de inversión, hecho que modificará de
manera crucial la operatoria de los mercados de capitales a nivel mundial, al poner fin a la práctica de "generar y
distribuir" activos financieros.
19
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restablecer la confianza en los mercados bursátiles. En este sentido, el entonces secretario del Tesoro, Henry
Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, llevaron a cabo, en octubre de 2008, una
inyección de liquidez a la banca privada, que en la práctica implicó una nacionalización de los bancos
estadounidenses. Esta medida, apenas anunciada, fue considerada por un amplio sector del propio Partido
Republicano - que estaba en el gobierno - como una decisión de tipo ‘socialista’, y como la antítesis del
capitalismo y de las políticas del Libre Mercado.
La medida de nacionalización de los bancos estadounidenses formó parte del mencionado paquete de
rescate financiero por 800 mil millones de dólares que, tras una muy reñida votación en el Congreso
Norteamericano, principalmente, resistida por los Republicanos más ortodoxos, fue implementado por el
Departamento del Tesoro con el fin de intentar equilibrar la balanza de cuenta corriente, y así lograr
restablecer y abrir a las líneas de crédito que estaban completamente cerradas, debido al efecto de la crisis
financiera. Asimismo, con la solicitud voluntaria de dinero del erario publico, diversos bancos quedaron
sometidos al mandato del Departamento del Tesoro que, al convertirse en socio, tiene la autoridad para
apoderarse de los puestos de toma de decisión.
Por otra parte, además de la nacionalización de más de 15 bancos norteamericanos, las principales medidas
llevadas a cabo por el gobierno de Estados Unidos consistieron en tres programas de rescate, que en total
habrían superado un monto de 2 billones de dólares, en fondos privados y públicos: El primero denominado
Propiedad Pública-Privada (PPP), el cual llevó a cabo la compra de los activos tóxicos de los bancos que
formaban parte en la crisis crediticia. El programa tuvo un monto que alcanzó los 500 mil millones hasta un
monto máximo de 1 billón en fondos públicos y privados para ofrecer menores costos de financiamiento para
alentar a los inversores a comprar activos tóxicos.
En segundo lugar, la Reserva Federal adoptó un programa denominado Term Asset Backed Securities
Loan Facility (TALF) con el objetivo de dar un renovado impulso al mercado de préstamos de consumo. En
esta instancia, el monto se expandió a más de 1 billón de dólares, utilizando unos 100 mil millones de los
fondos de rescate del Tesoro.
El tercer programa ofreció ayuda directa a los bancos más grandes del país. El gobierno llevó a cabo una
revisión de las compañías financieras más grandes para determinar cuánto capital necesitaban (stress test).
Por supuesto, que la ayuda federal estuvo acompañada de condiciones que incentivaban a las empresas a
repagar su deuda lo antes posible.
En el caso de Europa, el Banco Central Europeo (BCE) llevó a cabo, en Agosto de 2008, su mayor
intervención en el mercado monetario desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. La maniobra tuvo
como objetivo calmar los temores de que la crisis del sector inmobiliario en Estados Unidos provocaría una
reducción de los créditos, y consistió en volcar al mercado unos 120 mil millones de dólares. El dinero se puso
a disposición en forma de créditos a los bancos comerciales, luego de que el francés BNP Paribas
suspendiera inversiones por 2.7 mil millones por temores a las consecuencias de los problemas en el sector
estadounidense de los préstamos “subprime”. Las instituciones financieras a ambos lados del Atlántico fueron
golpeadas por el default de muchos deudores estadounidenses que no están al día con los pagos de sus
hipotecas.
Por otra parte, como consecuencia de la gravedad de la crisis, las economías emergentes, entre las cuales
se destacan los países de América Latina, recibieron, nuevamente, una serie de daños colaterales: masiva
fuga de capitales y desplome de los precios de las commodities, a partir del abandono, por parte de los
inversores internacionales, de sus posiciones en acciones, bonos y divisas de estos mercados; en algunos
casos, en busca de activos que se percibieran como de menor riesgo, y en otros, en pos de repatriar capitales
para pagar deudas. Esto, como es de esperar, generó importantes devaluaciones en la región, con el
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consiguiente encarecimiento de las importaciones y abaratamiento de las exportaciones que reduce la
participación de estos países en el mercado internacional. A modo de ejemplo, desde enero hasta diciembre
de 2008, se calcula que de Brasil salieron unos 13 mil millones (7 mil millones solo en octubre), unos 20 mil
millones se fueron de Argentina, unos 19 mil millones de Venezuela y una cantidad similar habrían
abandonado México. El impacto, en la mayoría de estos países se hizo sentir directamente en el valor de la
moneda: En Brasil, el real sufrió una devaluación del 40%; aunque estos valores tendieron a equilibrarse
nuevamente con el paso de los meses.
De algún modo, en la mayoría de los casos, la dinámica de las fugas de capital y posteriores devaluaciones
resultaron similares a las de las crisis financiera de la década de los noventa, aunque con una diferencia. En
el pasado, la fuga de capitales sucedía frente supuestas deficiencias estructurales macroeconómicas, como la
inflación o el déficit fiscal, en la actualidad, gran parte del problema es un gran número de compañías
estadounidenses o europeas deben repatriar capitales para pagar deudas.
Un punto relevante, en este sentido, es que si bien el epicentro de la crisis financiera fue Estados Unidos,
este masivo flujo de capitales especulativos que abandonaron los mercados emergentes, en los países de la
región, por considerarlos riesgosos, en gran medida, eligieron posicionarse en Bonos del Tesoro
norteamericano, es decir, justamente en la moneda del país donde se generó la crisis. Este hecho, a primera
vista, genera, por un lado sorpresa, y por el otro una reflexión. La sorpresa que, en principio, parece
adecuada se esfuma si se la contrasta con los hechos de la realidad: nadie duda del cumplimiento efectivo del
rol de prestamista de último recurso desempeñado por el Tesoro norteamericano. No solo por su credibilidad,
sino -y esto nos lleva a la primera reflexión- por su infinita capacidad de emisión monetaria, esto es, dólares.
Aquí nos detenemos para denotar una importante diferencia entre el modo de afrontar las crisis financieras,
entre un país - económica y financieramente poderoso - como lo es Estados Unidos o la Unión Europea, y los
países emergentes. Los países desarrollados no necesitan salir a pedir capital al Fondo Monetario para
intentar equilibrar sus economías, sino que pueden obtener un infinito financiamiento vía emisión, que
además se ve sostenida por un masivo ingreso de capitales que ‘vuelan a lo seguro’. Justamente, lo contrario
de lo que sucede en los países emergentes - aunque como veremos a continuación existen algunas
excepciones - que no solo se ven sometidos a una masiva fuga de capitales, sino que además deben pedir
financiamiento a los organismos multilaterales, con las consabidas condicionalidades, a las que hemos hecho
amplia referencia durante la investigación.
El emblemático caso de Islandia
Como manifestamos en un principio, una novedad que se destaca en esta crisis financiera, es que su
epicentro no se ubicó en los países emergentes, sino que hizo eclosión en los países centrales. Y si bien se
puede decir que Estados Unidos es el principal mercado dañado, el hecho de que la libre circulación de
masivos flujos de capital especulativo, producto de la liberalización financiera descripta, ha provocado que
muchos de los denominados activos ‘tóxicos’ se hayan diseminado por todo el mercado financiero
internacional, por lo que ha generado que los principales países europeos también hayan sufrido la crisis de
un modo muy negativo.
Un caso paradigmático, en este sentido, es el de Islandia. Este país, en marzo de 2007, había quedado
en el primer lugar del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, y por ende elegido como el mejor
país del mundo para vivir, teniendo en cuenta variables como: estándar de vida, PBI per Capital, Desarrollo
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Humano, etc.). Sin embargo, Islandia resultó ser uno de los países europeos más afectados por la crisis
financiera internacional, dejándolo al borde de la bancarrota.
Esta debacle fue posible como consecuencia de una política del Banco Central de Islandia que, al tener una
tasa de inflación tradicional y unos tipos de interés más altos que la media de los países de la UE, ubicó sus
tipos de interés por encima del 15%; hecho que atrajo una gran cantidad de capitales especulativos. Así, los
bancos aprovecharon para endeudarse en mercados internacionales y ganar dinero prestándolo en su país de
origen, financiando el diferencial de crecimiento nacional. Esto motivo un auge del consumo privado interno
que dio pie a una acumulación de deuda externa neta fenomenal. Los activos bancarios de Islandia, a finales
de 2007, equivalían un 800% del PIB islandés, y se extendían al Reino Unido y los países bálticos. Sin
embargo, con el derrumbe provocado por la crisis mundial, la rueda endeudamiento/inversión se detuvo
inesperadamente, y a la banca le fue imposible refinanciar su fuerte endeudamiento.
En consecuencia, el caso de este país nos permite volver a sustentar la hipótesis central de nuestra
investigación, acerca del extremo nivel de vulnerabilidad que han quedado algunos países como producto de
las medidas adoptadas en la década del ’90, destinadas, entre otras cosas, a alentar la liberalización
financiera. Sin embargo, lo más emblemático de este caso es que, hasta el momento, los niveles extremos de
vulnerabilidad parecían ser propios de los países de la Periferia, mientras que en esta oportunidad un país del
Centro es quien sufre las consecuencias de la exposición total al capital financiero internacional. El nivel de
vulnerabilidad de Islandia fue tal que, una vez desatada la crisis internacional, los efectos se hicieron sentir
inmediatamente: su bolsa cayó en solo un día (el 14 de octubre de 2008) un 77%, luego de que el Estado
decidiera nacionalizar sus tres grandes bancos -ya que habían acumulado una deuda a acreedores en el
extranjero de 4.3 mil millones de euros-, agotando su crédito en los mercados de capitales paralizados por la
crisis, y dejando al sistema financiero islandés con un “corralito” financiero que generó masivas protestas
callejeras que reclamaban la devolución de sus depósitos. Lo cual, sin duda, rememoraba a la Argentina del
2001. Finalmente, en enero de 2009, y tras la renuncia de su Ministro de Economía, el primer ministro de
Islandia, el conservador Geir H. Haarde, anunció su dimisión, lo cual supuso un triunfo para los miles de
islandeses que desde hacía varios meses venían protestando contra un Gobierno que se había negado a
asumir sus responsabilidades ante la crisis20.
Asimismo, teniendo en cuenta que Islandia contaba con reservas de divisas por tan sólo 2 mil millones de
euros y bancos con activos por 100 mil millones, dejó sin margen de maniobra a su Banco Central, como
prestamista de última instancia del sistema, para paliar la falta de liquidez actual, en línea de como lo han
estado haciendo la FED, en EEUU, y el BCE, en Europa. A partir de esto se vio obligado a pedir
financiamiento en el extranjero; en particular, al FMI, quien le concedió un crédito por 2.1 mil millones de
dólares y otro de 5 mil millones de dólares del Tesoro Ruso, entre otros. Y si bien el gobierno garantizó todos
los depósitos bancarios, alrededor de unas 20 alcaldías de Inglaterra y Gales solicitaron al Ministro de
Economía británico, una protección especial, ya que tenían depositados millones de dólares en bancos
islandeses, que ahora no pueden retirar.
Ya pasados 9 meses de la debacle financiera en ese país, en julio de 2009, el gobierno islandés anunció su
intención de recapitalizar con 2.1 mil millones de dólares a los tres principales bancos del país, que fueron
nacionalizados de urgencia en octubre de 2008 a causa de la crisis financiera mundial. El plan concierne a los
tres nuevos bancos (Islandsbanki, New Kaupthing y New Landsbanki) creados sobre las estructuras de los
bancos que quebraron en aquel momento.
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Fuente: Diario La Vanguardia (España). “El gobierno de Islandia cae víctima de la crisis económica”, 26/01/2009.
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Un resultado directo de la fenomenal debacle económica que padeció Islandia es que este país, en julio de
2009, solicitó su adhesión a la Unión Europea, para lo cual deberá transitar un largo proceso de
negociaciones con los 27 países miembros.
El caso argentino frente a la crisis internacional
En América Latina, a partir del elevado nivel de Vulnerabilidad (Ver Capítulo VI: Sensibilidad y Vulnerabilidad)
evidenciada en la mayoría de los países de la región, la crisis ha frenado bruscamente más de cinco años de
crecimiento económico sostenido, principalmente, a partir de una masiva fuga de capitales y desplome de los
precios de las commodities, a partir del abandono, por parte de los inversores internacionales, de sus
posiciones en acciones, bonos y divisas de estos mercados; en algunos casos, en busca de activos que se
percibieran como de menor riesgo, y en otros, en pos de repatriar capitales para pagar deudas. Esto, como es
de esperar, generó importantes devaluaciones en la región, con el consiguiente encarecimiento de las
importaciones y abaratamiento de las exportaciones que reduce la participación de estos países en el
mercado internacional.
Uno de los países más afectados en la región fue Brasil, que, a partir del profundo clima negativo en el ámbito
financiero y comercial en el mundo y en la región, padeció además de una fuerte devaluación del real de
alrededor de un 40% (aunque luego fue recuperando parte de su valor anterior a la crisis), una importante
caída en las ventas de los principales sectores industriales – motores de la economía brasileña -, entre los
cuales se destacan el automotriz, el mineral y el siderúrgico, lo que provocó una fuerte caída de la producción,
un importante número de despidos y otorgamiento de vacaciones colectivas obligatorias. Asimismo, las
restricciones en el crédito y la caída de las cotizaciones internacionales de las materias primas, que eran una
pauta importante en las exportaciones de Brasil, a su vez, afectaron a muchos sectores del país y pusieron
freno a la economía, que venía creciendo a un muy buen ritmo.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los países de América Latina, el caso de Argentina se
presenta como un caso particular. En primer lugar, debemos tener en cuenta que, a partir de la fenomenal
crisis económica y financiera del 2001, y del Default de Enero de 2002, este país quedó casi completamente
fuera del mercado financiero internacional. No obstante, esta circunstancia que a priori podría haber parecido
negativa para el país, una vez vistos los efectos de la crisis financiera internacional, esa situación parece
haberle resultado a favor. Lo interesante del caso es que Argentina, a pesar de carecer de crédito en el
mercado internacional logró cubrir sus obligaciones externas mediante la utilización del superávit fiscal del
Tesoro, los saldos de los entes descentralizados, la renegociación de deudas con las AFJP y la ANSES, la
utilización de ahorros depositados en el Banco Nación, emisión de nueva deuda colocada a Venezuela y el
canje de deuda de algunos títulos públicos. Del mismo modo, Argentina a partir de 2003 inició su
recuperación económica, en gran parte a través de un aumento de la demanda interna y de su comercio
exterior, alcanzando importantes niveles de crecimiento económico y el saneamiento de sus cuentas, que le
permitieron alcanzar en el período 2004-2008 un aumento de su PBI anual de alrededor de 9%, además de
un fuerte superávit comercial y en cuenta corriente (superávit gemelo).
En este sentido, las políticas económicas implementadas por Argentina, a lo largo del período 2004-2008,
han permitido que el país resulte Sensible a la actual crisis financiera internacional pero, definitivamente, no
Vulnerable, tal como sucedió frente a otras crisis ocurridas durante la década del ’90 y, tal como se demostró
a lo largo de nuestra investigación, frente a la extrema vulnerabilidad en que se encontraba la Argentina frente
a la crisis del 2001. Asimismo, debe se destacar que el fundamento de todas de las medidas llevadas a cabo
durante este período ha sido una inteligente y abierta participación del Estado en la economía del país. De
este modo, de un modo similar al modo en que los países del Centro han estado enfrentando las serias
dificultades económicas y financieras que provocó la actual crisis internacional, la Argentina ha fortalecido
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este rol reduciendo los profundos niveles de Vulnerabilidad en que se encontraba el país frente a los
mercados financieros internacionales; a partir de las medidas impulsadas por el Consenso de Washington.
Medidas de reducción de la vulnerabilidad
En este sentido, a continuación, se realiza un resumen de las principales acciones llevadas a cabo a través
de una activa intervención del Estado argentino durante los años 2003-2008. En particular, se mencionan con
un claro fin comparativo aquellas variables que fueron analizadas, oportunamente, en el Capítulo V: La Crisis
Argentina de nuestra investigación, y que habían sido evidenciadas como elementos de Vulnerabilidad, que
llevaron al país a la debacle económica y financiera del 2001. Estas variables son las siguientes:
•
Tipo de cambio: El gobierno nacional llevó a cabo una política basada en un Tipo de Cambio flotante
controlado. Esto fue posible a partir de la acumulación de un fuerte volumen de Reservas. Asimismo, debe
mencionarse que a diferencia de lo sucedido en los ’90, se mantuvo un tipo de cambio competitivo, sobre el
cual, en gran medida, se basó la reactivación económica, tanto de los sectores industriales como
agropecuarios. Del mismo modo, frente a las fuertes devaluaciones producidas en la región, como
consecuencia de la crisis internacional, la Argentina llevó a cabo lo que se conoce como crawling peg
(pequeñas devaluaciones), manteniendo cierta paridad, principalmente con el real y teniendo, asimismo,
como referente el precio internacional de los commoditties agrícolas.
•
Deuda Externa: Luego de 38 meses en default Argentina, en 2005, logró una importante reducción de su
nivel de endeudamiento, a través de un canje de deuda que alcanzó un 97 por ciento a nivel local y de un 65
por ciento a nivel internacional. El mismo fue considerado muy exitoso y logró quitas que alcanzaron el 65%.
El mismo se llevó a cabo sobre un total de 152 títulos en default, por un total de 62.318 millones de dólares,
los cuales fueron cambiados, básicamente, por 3 tipos de bonos, el Par, el Cuasi par y el de Descuento,
denominados en dólares, euros, yenes y pesos. Asimismo, en septiembre de 2008, el gobierno llevó a delante
un nuevo canje de deuda, con una quita del 75%, para aquellos acreedores que no habían aceptado canje de
200521. De este modo, la deuda externa que, en el 2003, representaba el 130% del PBI hoy es inferior al 50%
del PBI. Por otra parte, en Enero de 2006, Argentina, al igual que Brasil, canceló su deuda con el FMI22, en el
caso de nuestro país, a través del pago de unos 9.8 mil millones de dólares. Dicha cancelación dejó fuera a
este organismo como detentor de condicionalidades sobre el país. Sin embargo, aún ha quedado pendiente la
negociación con el Club de París, así como con los Holds Out que quedaron fuera del último canje del año
2008.
• Producto Bruto Interno: Argentina, durante estos 5 años de crecimiento sostenido logró el período más
largo de crecimiento de los últimos 100 años, incrementando su PBI a un promedio del 9% anual.
• Reservas Internacionales: Se produjo una importante acumulación de reservas internacionales que
alcanzaron los 46 mil millones de dólares. Un punto importante, que vale la pena ser destacado, es que
tal como fuera analizado en nuestra investigación, en 2005 el país estableció un control al ingreso de
capitales, fijando un encaje (inmovilización) del 30% sobre los capitales que ingresen los no residentes
bajo determinadas condiciones23.
• Balance de Cuenta Corriente: Argentina mantuvo un equilibrio macroeconómico en el área fiscal y externa
(Superávit gemelos) que alcanzaron en promedio un superávit primario de 3% del PIB y un saldo positivo
Fuente: Diario Clarín. “El canje implicaría que el país vuelva a los mercados internacionales”, 23/09/2008.
Fuente: Diario La Nación. “La Argentina cancelará toda la deuda con el FMI”, 23/08/2008.
23 Fuente: Diario Clarín. “Reservas en USD 23 mil millones y más control a capitales golondrina”, 30/06/2005.
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en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que promedió un 4,8% del producto. Asimismo, el superávit
fiscal se mantuvo a lo largo de 5 años en torno al 3,2% del PBI.
Teniendo en cuenta que el enorme Déficit Fiscal y Comercial resultó ser uno de los principales factores de
vulnerabilidad producidos en la década del ’90, y que asimismo esta circunstancia es generadora de otras
variables que aumentan la vulnerabilidad de un país, resulta pertinente realizar una breve descripción de los
fundamentos de una política de Superávit Gemelos, como política pública del Estado que pueda evitar
elevados niveles de exposición. En este sentido, tal como expresa Martín Abeles24: “el Superávit de Cuenta
Corriente mantenido por la Argentina – al igual que otros países de América Latina - durante el período 20042009, es un punto que ha sido muy defendido por el gobierno argentino. Esto permite dos reflexiones: la
primera cuestión es que, históricamente, el límite contra el que chocaban los países de la región y la
Argentina en particular, cuando tenían un crecimiento varios años seguidos, no era la plena ocupación de los
recursos, ya sea naturales, o de la capacidad instalada industrial y de la mano de obra, sino que, antes de
llegar a la ocupación máxima posible de esos recursos, la demanda de divisas producida por el crecimiento y
el aumento de las importaciones generaba una limitación en el mercado de divisas que, en algún momento
imponía una devaluación e interrumpía ese fenómeno de crecimiento.”
En el modelo actual implementado por Argentina ese límite no se toca. De modo que “si uno logra generar
superávit de cuenta corriente, quiere decir que tiene más divisas o genera sistemáticamente más divisas en la
economía de las que necesita para pagar importaciones y para pagar también los servicios de la deuda
externa. La gran virtud de todos estos años de crecimiento económico en la Argentina, ha sido que ese límite
tan importante no se modifica. Es decir, en nuestros países no llegaban a tener el problema de la plena
ocupación porque antes tenían el problema de que se habían acabado los dólares con los cuales seguir
comprando los insumos que hacían posible llegar a tener plenamente ocupada la mano de obra y los otros
recursos”.
En segundo lugar, cabe destacar que cuando un país tiene Superávit de Cuenta Corriente, no se presenta
el riesgo inminente o la amenaza de una devaluación descontrolada. Entonces, cuando uno mira, por ejemplo,
la década de los '90, hubo un déficit de Cuenta Corriente estructural, a lo largo de toda la década, incluso, a
pesar más allá del supuesto buen comportamiento del gobierno en materia de Políticas Públicas y en relación
con las expectativas de los mercados, y sin embargo el costo financiero en realidad era muy alto. Esto porque
“al costo financiero propio de cualquier operación -sea del ámbito público o privado- había que imputarle el
riesgo de una devaluación”. Por lo que había una tasa de interés de mercado más un riesgo de devaluación y
esto generaba siempre tasas de interés de dos dígitos.
De este modo, el concepto de Superávit de Cuenta Corriente es el siguiente: “no hay límites al crecimiento
específico, en tanto no aparezca el estrangulamiento del mercado de divisas. Ni tampoco existe el plus de
riesgo asociado a la devaluación, que siempre hubo en la Argentina hasta este período”. Y esto puede
condensarse en la idea de "cuello doble de financiamiento macroeconómico".
Para detallar con un ejemplo, en la década del '90, durante el período '96-'98, que, como se presentó en el
capítulo V: La Crisis Argentina, fue un período de crecimiento post crisis del Tequila con ingreso de capitales,
con un crecimiento importante y con caída de la tasa de desempleo aunque aún en un alto nivel estructural. Si
se observan los datos macroeconómicos básicos, la tasa de inversión de la economía, en ese momento, era
alrededor del 20% y la tasa de retorno de la economía, era 15%. Vale decir que por cada 100 pesos que se
generaba, se ahorraban 15 pesos. Entonces, la pregunta que surge es, ¿cómo se financiaba un país con 20%
24 Extracto tomado de la Clase ‘Negociación global y Estrategia argentina con relación a los Organismos Internacionales’
dictada por el Prof. Martín Abeles, el 9 de junio de 2009, en el marco del Seminario de Posgrado ‘Desarrollo, Políticas
Públicas e Integración Regional’ de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
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de tasa de inversión y con un 15% de tasa de ahorro? La respuesta, que terminamos de aprender luego de la
fenomenal crisis del 2001, es: endeudándonos por el 5% restante. De modo que el déficit de Cuenta
Corriente, en el sistema de Cuentas Nacionales, implica consumir más de lo que uno genera y, desde el punto
de vista macroeconómico, es tener que pedir préstamos a otros países por el ahorro que uno mismo no logró
generar. Esta circunstancia, como vimos a partir de la crisis del 2001, resultó ser una variable de
vulnerabilidad muy importante, ya que una vez que el financiamiento desaparece, por distintos motivos, se
produce una masiva fuga de capitales que genera un fenomenal daño al conjunto de la economía.
Continuando con el ejemplo, para el período 2003-2007, “la tasa de inversión argentina fue de alrededor
del 20%; igual que en la década del '90; aunque la tasa de ahorro externo creció a 23-24%”. Esto significa que
el país ahorró más de lo que consumió, y que también exportó más de lo que importó. En suma, en estos
años no sólo se pudo financiar esa tasa de inversión, que además resultó ser igual o más alta que en la
década anterior, sino que además quedó un excedente para pagar deuda anterior - reduciendo la deuda
externa sobre el PBI - o, en su defecto, para acumular Reservas. Esto permite explicar el importante monto de
Reservas Internacionales acumulados por el Banco Central; lo que a su vez permite mantener una política
cambiaria segura, y evitar cualquier tipo de devaluación no deseada.
De este modo, la Argentina durante este período llevó a cabo, a través del Estado, una inteligente
intervención en la economía, que implicó la reducción de los elevados niveles de vulnerabilidad en que se
encontraba algunos años atrás. De este modo, se puede decir que el país invirtió tanto o más que en otros
períodos exitosos, pero a diferencia de otros períodos exitosos, lo hizo con Superávit de Cuenta Corriente,
que resulta ser un autofinanciamiento macro del proceso de expansión y de inversión. Básicamente, este ha
sido el principal motivo por el cual Argentina pudo enfrentar la peor crisis de los últimos 70 años. Sin duda,
que el país resultó Sensible a la crisis. Una muestra de esto ha sido una masiva fuga de capitales, una
reducción en la tasa de crecimiento y una importante caída en las exportaciones, entre otras variables. Sin
embargo, está a la vista que la economía resultó muchísimo menos afectada que otras crisis mucho menores
y mucho más acotadas. Por ejemplo, la crisis del Tequila fue una crisis financiera menos significativa desde el
punto de vista global que la actual y, sin embargo, dado el profundo nivel de vulnerabilidad en que se
encontraba la Argentina causó una recesión mucho más importante.
Por último, si se hiciera el ejercicio de plantear el mismo contexto de crisis actual pero con el nivel de déficit
de la década del '90, indudablemente, el país debería haber tenido que ajustar la tasa de inversión al 15%
inmediatamente; ante lo cual habría dejado de fluir el financiamiento externo que sostenía el funcionamiento
de la economía. Todos los países importantes, y con muy buenos resultados, como Sudáfrica, Turquía,
México, Brasil (en menor medida), que efectivamente estaban en alguna medida financiando parte de sus
economías con capitales que venían de otros países, son sin duda aquellos que pasaron peor esta crisis,
porque de un momento a otro se "secaron" todas las fuentes externas de financiamiento y los que están mejor
posicionados son los que mantuvieron niveles de Superávit de Cuenta Corriente.
En este sentido, la estrategia de evitar pedir financiamiento a los organismos multilaterales, eludiendo las
consabidas condicionalidades que apuntan en dirección contraria de las políticas expansivas que, en la
actualidad, están siendo adoptadas por los países del Centro, la política de Superávit de Cuenta Corriente,
como la llevada a cabo por Argentina, en los últimos años, y la consecuente reducción de los niveles de
vulnerabilidad pueden resultar un modelo a seguir por los países de la región. Por supuesto, siempre
respetando las características propias de cada economía, así como la eventual conveniencia que debería ser
estudiada específicamente para cada país.
¿Reformas en el Sistema Financiero Internacional?
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En los tramos finales de nuestra investigación, en particular, en el Capítulo XI: Medidas Alternativas,
habíamos planteado algunas recomendaciones acerca de cuales resultaban ser los caminos alternativos que
deberían seguirse para reducir los niveles elevados niveles de vulnerabilidad en que se encontraban nuestros
países. Como se evidenció anteriormente, en el nivel local, la Argentina ha avanzado de un modo adecuado
en la dirección que había sido señalada al momento de llevarse a cabo nuestro trabajo.
Si se analiza la evolución de aquellas recomendaciones, para el nivel regional, se puede afirmar que, en
los últimos dos años, se ha empezado a avanzar en algunos mecanismos destinados a reducir la volatilidad
financiera, en particular, a través de la creación del Banco del Sur. Esta entidad regional fue constituida
oficialmente, el 9 de diciembre de 2007, con la participación de una importante cantidad de países de la
región; y teniendo como principales proveedores de capital a Brasil y Venezuela. La meta del Banco del Sur
es incluir a cada nación de América Latina, desde México hasta Chile y prestará dinero (contará con un monto
inicial de 20 mil millones de dólares) a cualquier nación que emprenda la construcción de programas
aprobados y abrirá nuevas alternativas de financiamiento donde estarán presentes conceptos como la
igualdad, equidad y la justicia social. A la vez, se ha decidido que cada país tenga derecho a voto igualitario,
sin importar el tamaño de sus aportes. De este modo, a través de esta entidad bancaria se espera poder
proveer a la región de créditos a nuestros países, sin condicionalidades, con el fin de poder, a través del
tiempo, reducir la vulnerabilidad en el ámbito regional frente al mercado financiero internacional. Inicialmente
su sede será Caracas, con dos sub-sedes, una en Buenos Aires y otra en La Paz.
Por otra parte, en el Capítulo XII: Nueva Arquitectura Financiera Internacional, habíamos analizado algunos
de los principales proyectos que estaban en estudio en los diversos organismos internacionales, así como en
diversos ámbitos académicos, acerca de la necesidad de instaurar medidas que permitieran poner un poco de
control a las cada vez más grandes masas de capital que fluctúan libremente por los mercados financieros
internacionales.
En este sentido, la crisis financiera internacional obligó a la comunidad internacional a tomar cartas en el
asunto. El principal ámbito en el que se llevó a cabo el estudio de propuestas y reformas fue el denominado
G-2025, compuesto por el tradicional G-8 y sumando a otros 12 países en representación del mundo en
desarrollo, entre los cuales se encontraban China, Sudáfrica, Brasil, Argentina, entre otros. El hecho de que
este ámbito haya sido el elegido para someter a discusión algunas de las medidas globales que debían
tomarse para salir de la crisis internacional es indudablemente un elemento que debe ser destacado, ya que
es la primera vez que los países en desarrollo han logrado un nivel de participación tan importante en el
escenario internacional.
En la Cumbre del G-20, que se reunió inicialmente el 15 en noviembre de 2008, en Washington, y luego el 2
de abril de 2009, en Londres, se plantearon diversas medidas relacionadas con recomendaciones específicas
acerca de las economías internas de cada país, como políticas expansivas y demás, pero las discusiones
más estructurales estuvieron centradas, por un lado, en cuál debería ser el rol del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y otros organismos multilaterales de crédito, y si deberían estudiarse reformas en aquel
organismo, y por el otro, si debería establecerse algún tipo de regulación en el mercado financiero
internacional.
De este modo, respecto a los organismos multilaterales, en la Cumbre del G-20, realizada en Londres, se
acordó, entre otras cosas, otorgar fondos por 100 mil millones de dólares al Banco Mundial (BM) y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), con el objeto de que sean aplicados a préstamos a países en desarrollo
para obras de infraestructura y el fomento del empleo. Esta novedad, permitirá a ambos organismos de
25
Fue creado, en 1999, como un Foro de discusiones y consultas entre países desarrollados y en desarrollo.
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crédito reposicionarse en América Latina, como los principales prestamistas de la región, al aumentar el flujo
de dinero destinado a proyectos destinados al desarrollo.
Sin embargo, respecto al FMI, resulta paradigmático observar que si bien en muchos ámbitos se ha
señalado a ese organismo como responsable de haber alentado durante muchos años la liberalización
financiera, y por ende, como importante acreedor de la responsabilidad de la actual crisis, además de haber
sido acusado de no haber previsto la crisis con antelación -lo cual hubiera permitido implementar ciertas
medidas para evitar sus efectos- una de las principales decisiones llevadas a cabo en la reunión de Londres,
con un apoyo predominante de los países desarrollados (G-8), fue triplicar los fondos hasta alcanzar una
capacidad de préstamo de 750 mil millones de dólares-, lo que fue calificado como "una expansión fiscal sin
precedentes". Asimismo, en teoría, se acordó que el tipo de condicionalidades que debería aplicar el
organismo, para efectivizar los créditos a los países, no se deberían basar en los criterios establecidos en el
Consenso de Washington.
Asimismo, el organismo multilateral manifestó que duplicaría los límites de acceso a los préstamos no
concesionarios, reforzaría los tradicionales acuerdos Stand-By y simplificaría las condiciones de los
préstamos. También, como consecuencia de la reunión del G-20, empezaron a ser consideradas reformas
complementarias de los instrumentos de crédito en condiciones concesionarias para los países de bajo
ingreso. Esto, supuestamente, debería implicar un cambio fundamental en la filosofía del FMI porque ya no
podría insistir en la imposición de condicionamientos. Por lo que se modificarían las condicionalidades de los
préstamos del FMI de manera tal que las reformas económicas y estructurales acordadas con un país
deberían ser monitoreadas en un contexto amplio. También, se acordó la emisión de unos 250 mil millones de
dólares, nominados en Derechos Especiales de Giro (DEG), que serán distribuidos según las cuotas de cada
país en el organismo, como un modo de inyectar liquidez al sistema financiero internacional.
De lo expuesto con anterioridad, puede deducirse que, por un lado, nuevamente el FMI ha eludido su
responsabilidad acerca de sus políticas y las consecuencias de sus condicionalidades, y, en segundo lugar,
que contrariamente a lo esperado, este organismo ha resultado premiado con un aumento de sus fondos. Lo
cual indudablemente legitima todo lo actuado hasta el momento, sin mayores críticas que la supuesta revisión
del tipo de condicionalidades que deberán exigir de ahora en más.
Un estudio sobre las Condicionalidades
Si bien, a partir de la reunión del G-20, se ha llevado a delante una revisión de la forma en que el FMI
organismo otorgará sus préstamos, así como la creación de la denominada Línea de Crédito Flexible (Flexible
Credit Line -FCL-), que podrán desembolsarse en su totalidad, en lugar de estar condicionados a los
tradicionales compromisos en materia de políticas, es justo decir que las condicionalidades del FMI no han
variado en absoluto, y, para colmo de males, siguen manteniendo los mismos criterios basados en el ahora
tan vilipendiado Consenso de Washington.
Para confirmar esta aseveración, a continuación presentamos un resumen de algunas de las principales
condicionalidades establecidas por el FMI, en las denominadas Cartas de Intensión26, durante los últimos
meses del 2008 y el primer semestre del año 2009, a aquellos países que, como consecuencia de la crisis
internacional, han debido pedirle, a este organismo, créditos para sobrellevar el actual período de crisis.
Como expresamos anteriormente, Islandia fue el primer país que tuvo que llegar al FMI solicitando ayuda,
dado que varios países europeos se rehusaron a concederle préstamos, a menos que Islandia primero se
26 Se llama Carta de Intensión a la nota de Compromiso, dirigida el presidente del FMI, en las que se detallan los
compromisos adquiridos, luego de la negociación entre el país y el organismo, para el otorgamiento de un préstamo.
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presentara al FMI. El paquete de austeridad del FMI, que es el primero en Europa Occidental desde el rescate
del Reino Unido, en 1976, le impuso a este país una serie de condicionalidades, que llamativamente,
resultaron ser los compromisos habituales solicitados por el organismo: aumentos de la tasa de interés y
reducción del Gasto Pública, o sea, el clásico ajuste fiscal. Cabe recordar que estas exigencias son similares
a las establecidas a los países del Sudeste-asiático, en 1997 y 1998, y que tan caro le resultó a las
economías de la región (salvo a Malasia que como vimos en la investigación rechazó dichas medidas y optó
por otro tipo de políticas). De este modo, las condicionalidades que aparecen en la Carta de Intensión de
Islandia se encuentran justo a contramano de las que han venido tomando Estados Unidos y la Unión
Europea para enfrentar la profundización de la crisis. El hecho más paradigmático es que, por un lado, el
problema de este país provino del elevado nivel de la tasa de interés. Estas políticas, sin duda, elevarán el
costo de los préstamos para los hogares, ya muy conmocionados por la devaluación, después de haber
prestado en divisa extranjera en años recientes. Por el otro, en lugar de implementar medidas expansivas con
el fin de impulsar la economía, inyectando dinero a través del Banco Central, el FMI obligó al gobierno a llevar
a cabo un ajuste fiscal; y tal como lo manifestaron muchos economistas esto muy posiblemente empeore la
actual recesión de la economía islandesa y provoque altos niveles desempleo. Habiendo culminado el primer
semestre de 2009, los indicadores macroeconómicos del país aseguran que la economía en Islandia cayó un
35%, en un año, con miles de empresas en la banca rota y una enorme desocupación que supera siete veces
la anterior.
Un dato relevante es que la Carta de Intensión de Islandia fue retenida por la junta ejecutiva del Fondo
Monetario por más de una semana, antes de ser aprobada, a principios de noviembre de 2008, ya que el
Reino Unido, los Países Bajos y Alemania querían seguridades de parte de Islandia sobre la devolución a sus
ciudadanos que tenían dinero en los bancos antes de aprobar el acuerdo.
Otro caso similar es el de El Salvador, país que en junio de 2009 le solicitó al FMI un préstamo de 800
millones de dólares27. En la Carta de Intención enviada a ese organismo internacional este país se
comprometió a “eliminar el subsidio a la electricidad y analizar otras subvenciones a los servicios públicos”. El
resultado de esta medida será un ahorro para el Estado y el aumento de las tarifas. También se asegura que
“se utilizará el producto de ingresos excepcionales, como los procedentes de las privatizaciones en curso, la
venta de licencias y el otorgamiento de concesiones al pago de la deuda pública”.
En el caso de Costa Rica, en marzo de 2009, el gobierno le presentó al Fondo una Carta de Políticas
Económicas y Financieras para conseguir un préstamo de 1.5 millones de dólares, en la cual el país se
comprometió a “la liberalización del mercado de seguros y comunicaciones”, un reclamo constante de las
compañías norteamericanas del sector. Es adecuado destacar que el seguro universal de vehículos es uno de
los orgullos de los costarricenses, ya que el Estado, por una pequeña suma, le da cobertura contra-terceros,
robo e incendio al cien por ciento de los propietarios. Asimismo, Costa Rica se comprometió a llevar adelante
“una política monetaria más estricta, reducción de los gastos del Estado y mantener la tasa de interés en los
niveles actuales”. La tasa de interés que cobra el Banco Central de Costa Rica al sistema financiero es del 15
por ciento, nivel que es contractivo teniendo en cuenta que la inflación del país apenas supera el 4 por ciento.
En marzo de 2009, el gobierno de Pakistán envió al Fondo Monetario Internacional un Memorandum
Complementario para recibir la segunda cuota del préstamo que requirió el 20 de noviembre de 2008. El
ministro de Finanzas pakistaní, Shaukat Tarin, señalaba en ese paper que “la consolidación de la estabilidad
macroeconómica impide llevar adelante políticas anti-cíclicas”. Y agregaba que “aunque el crecimiento anual
será menor al de 2008 y la inflación se mantiene baja, las políticas seguirán siendo orientadas a la reducción
del 50 por ciento del déficit fiscal”. Entre los métodos que utilizará el ministro para reducir el déficit detalla “la
eliminación de los subsidios al combustible y la electricidad y una ambiciosa reforma del sector público”. En
27
Fuente: Diario Página/12. ‘La Canción es la misma’. Suplemento Cash, 12/09/2008.
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definitiva, el gobierno de Pakistán aumentará la electricidad y el combustible a la población y despedirá
empleados públicos. Además, el ministro señala que “se implementará un sistema de puntaje para la
selección de las familias beneficiarias del plan social, con el objetivo de reducir el gasto innecesario”. Por el
lado de los ingresos, Pakistán se comprometió a “ampliar la base imponible del IVA (en la actualidad los
alimentos más indispensables no tributan), elevar la alícuota al impuesto a las ventas y reducir al mínimo todo
tipo de exenciones impositivas”.
El caso de Ucrania, también, resulta ser de los más paradigmáticos. Este país, que ha sido uno de los
más afectados frente a la crisis internacional, logró en noviembre de 2008 un crédito de 16.5 mil millones de
dólares de parte del FMI28. Para ello, el país se comprometió a alcanzar un déficit fiscal cero, durante 2009;
durante el año anterior Ucrania tuvo un saldo negativo del 2 por ciento. Para lograr ese equilibrio, el gobierno
ucraniano acordó con el FMI congelar los salarios públicos y las jubilaciones durante todo el año en curso.
Esto, con una inflación estimada en el 15 por ciento, implica un fuerte deterioro de los ingresos de ese sector
vulnerable. En la primera página de la Carta de Intención el gobierno señala que va a “despolitizar” las tarifas
de los servicios públicos. En el anexo aclara que va a eliminar los subsidios a la electricidad y el gas. Para
que no queden dudas sobre su vocación de cumplir con las condiciones del FMI, en el inciso 15 del artículo C
del Memorando de Políticas Económicas y Financieras el gobierno de Ucrania afirma “vamos a identificar y
legislar cualquier medida que sea necesaria para mantener los objetivos fiscales”. Aclara que “en caso de ser
necesarias nuevas medidas de ajuste fiscal, lo acordará con los funcionarios del Fondo”.
Finalmente, en noviembre de 2008, Hungría acordó con el FMI un crédito de 12.500 millones de euros,
bajo el compromiso de que ese país europeo reduzca su déficit fiscal en un 70 por ciento durante 2009. Para
lograrlo, no pagará el aguinaldo anual a los empleados públicos ni a los jubilados.
Como adelantamos anteriormente, a pesar de los supuestos cambios alcanzados durante la Cumbre del G20, destinados a eliminar las condicionalidades del Fondo Monetario a la hora de otorgar préstamos a los
países, pareciera que dichos objetivos aún no han podidos ser llevados a cabo. Sino que, por el contrario, la
persistencia de los criterios del Consenso de Washington parece seguir estando a la orden del día. Incluso, a
pesar de las fenomenales consecuencias generadas por la crisis financiera internacional, y el tipo de medidas
de inyección de liquidez, aumento del gasto público e intervención del Estado en la economía, que han venido
adoptando los países del Centro. Asimismo, lo que también pareciera mantenerse, al igual que en la década
del ’90, es aquella frase del economista norteamericano R. Feinberg de cambiar el término de "Consenso de
Washington" por el de "Convergencia Universal", ya que permite olvidar que "Washington" predica, pero no
siempre practica las normas que contiene.
Creación del Consejo de Estabilidad Financiera (CEF)
Debe mencionarse que, también, pueden rescatarse algunos aspectos que resultan positivos de la Cumbre
del G-20, y, que de implementarse, a través del tiempo podrían llegar a generar cambios efectivos que
permitan reducir la vulnerabilidad de nuestros países, y poner algún tipo de ordenamiento en el sistema
financiero internacional, que logren reducir los riesgos de crisis.
En este sentido, cabe destacar que durante la reunión de Londres, en el documento final, se reconocieron
que ciertas “fallas esenciales en el sector financiero y en la regulación financiera fueron las causas
fundamentales de la crisis" y se afirma que la confianza no será restaurada hasta que no reconstruyamos la
confianza en el sistema financiero". En esta dirección, se acordó la creación del Consejo de Estabilidad
Financiera (Financial Stability Board -FSB-). Este organismo surge del sucesor del Foro de Estabilidad
28
Fuente. Agencia Europa Press. “El FMI aprueba un crédito de 16.500 millones de dólares para Ucrania”, 11/08/2008.
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Financiera que, con carácter informal, se reunía periódicamente en Basilea, formado por las autoridades
financieras de los países centrales y que ahora será expandido para incorporar a las autoridades financieras
de todos los países del G-20.
En este sentido, entre la aceptación de ciertas “fallas esenciales” pareciera incluirse el hecho de que el
mercado financiero internacional ha alcanzado un tamaño y una complejidad que logra escapar al control de
las autoridades nacionales; ya que tal como se expuso en detalle en un comienzo de la investigación: los
principales grupos bancarios superan varias veces el PIB de los países en los que residen; desarrollan
negocios a gran escala que comprometen la estabilidad económica y financiera. De este modo, la crisis ha
puesto en evidencia algunas de las lagunas existentes en la supervisión de los conglomerados financieros y
sus graves consecuencias.
Así, a partir de este reconocimiento, nada desdeñable si se recuerda el impulso a la liberalización financiera
total llevada a cabo hasta hace poco tiempo atrás, en estos mismos ámbitos internacionales, con el objetivo
de superar estas fallas se ha decidido otorgar al Consejo de Estabilidad Financiera (CEF) la responsabilidad
de generar algún tipo de regulación de las entidades financieras que por su importancia puedan amenazar la
estabilidad financiera, incluidos los Hedge Funds.
De este modo, la función principal de esta entidad será convertirse una especie de supervisor global,
encargado de las siguientes funciones29:
• Vigilar el conjunto de las actividades financieras internacionales y con autoridad sobre distintas
jurisdicciones.
• Contará con poderes ampliados para, en cooperación con el FMI, alertar de los riesgos macroeconómicos
y financieros y tomar las acciones necesarias para actuar contra ellos.
• Extender la regulación en los mercados, que cada país se compromete a estrechar, para que una vez esté
asegurada la recuperación de la actual crisis internacional se pueda, asegurar una mejora en la calidad y
la consistencia del sistema bancario internacional.
• Asesorar acerca de vulnerabilidades que puedan afectar al Sistema Financiero Internacional,
indentificando acciones de supervisión que puedan contribuir a su modificación.
• Promover la coordinación e intercambio de información entre las autoridades responsables de la
estabilidad financiera.
• Monitorear y aconsejar sobre el desarrollo de los mercados y sus implicancias sobre políticas regulatorias.
• Sugerir y hacer un seguimiento de las ´Buenas Prácticas’ relacionadas con standars regulatorios.
• Realizar un trabajo estratégico conjunto de revisión del desarrollo de políticas relacionadas con el
establecimiento de standars internacionales, que permita asegurar la coordinación de las mismas en
cuanto a tiempos, prioridades y objetivos comunes.
• Establecer guías directrices para brindar apoyo a la creación de Juntas de Supervisión Colegiadas.
• Gestionar la planificación de contingencias financieras globales, en particular, con relación a los
principales grupos financieros globales.
En este sentido, según su Declaración Oficial, los principales objetivos de los miembros del Comité del
CEF son el mantenimiento de la estabilidad financiera y de la transparencia del sector financiero, la
implementación de standares financieros internacionales, incluyendo los denominado ‘12 Principales Códigos
y Standares Internacionales30’ y la realización de revisiones periódicas, a través de la utilización de evidencia
provistas por los Informes de los Programas de Asesoramiento del Sector Financiero Estatal del FMI y del
Banco Mundial.
29
30
Fuente: http://www.financialstabilityboard.org/about/mandate.htm
Fuente: http://www.financialstabilityboard.org/cos/key_standards.htm
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Finalmente, el CEF ha establecido que el Plenario General se reunirá dos veces al año, además de
eventuales reuniones ad hoc. Asimismo, con el fin de ampliar el circuito de países que deseen incorporarse a
las tareas de promoción la estabilidad financiera internacional, el CEF también llevará a cabo reuniones
regionales con autoridades financieras que no sean miembros del Consejo de Estabilidad Financiera.
Por otra parte, vale la pena destacar que en el ámbito interno de la Unión Europea también se ha buscado
hacer frente a los riesgos que generan los grandes conglomerados financieros. Al respecto, actualmente
existe una propuesta de crear un Consejo Europeo de Riesgo Sistémico, con funciones similares a las que a
nivel global debe asumir el Consejo de Estabilidad Financiera. En este caso, la presidencia del nuevo
organismo coincidirá con la del Banco Central Europeo (BCE), con lo que se podría correr el riesgo de
confundir los aspectos financieros con los monetarios. De modo que esto podría hacer surgir cierto recelo
entre aquellos países de la UE que no han adoptado el euro como moneda nacional, al verse sometidos a una
organismo de supervisión que comparte presidencia por la autoridad del euro.
En este mismo sentido, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en junio de 2009, anunció la
puesta en marcha de la mayor revisión del sistema de regulación financiera desde la Gran Depresión, que
tendrá por objetivo "modernizar" y "proteger la integridad" del sistema financiero norteamericano para evitar
nuevas crisis como la actual. Para ello, Obama ha propuesto que a la Reserva Federal "se le garantice una
nueva autoridad y responsabilidad" para regular las entidades financieras del país y otras grandes empresas
que "supongan un riesgo para toda la economía en caso de fracaso", según el mandatario, que también
quiere que este tipo de compañías cumplan requisitos más duros en materia de capital y liquidez.
Asimismo, el gobierno estadounidense pretende crear un "consejo de regulación" que "una" a los diferentes
reguladores de los mercados, con el objetivo de "coordinar y compartir" mejor la información con una "visión
más amplia". Por último, también se mencionó la posibilidad de crear una "Agencia de Protección Financiera
al Consumidor" que permitirá brindar a los consumidores de ese país información "simple, transparente y
precisa" sobre productos como hipotecas o préstamos en vez de esos "ridículos contratos con páginas y
páginas de letra pequeña que nadie comprende" y que han llevado a la ruina a tantos norteamericanos desde
el comienzo de la recesión el año pasado”31.
El rol de las Agencias Calificadoras de Riesgo
La responsabilidad que han tenido las Agencia Calificadoras de Riesgo, en el surgimiento de la crisis
financiera, ha sido otro de los puntos que fueron tratados en la reunión del G-20, en Londres; aunque hasta el
momento dicha problemática no logró superar el nivel de su reconocimiento como una problemática a ser
resuelta. Esto a pesar de que estas Agencias son uno de los engranajes centrales del sistema financiero
internacional y de haber demostrado un accionar por demás cuestionable, con consecuencias muy negativas
sobre la generación de la crisis. Como se mencionó en un comienzo, algunas de las principales calificadoras
de riesgo, como Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, han sido acusadas de haber promocionado títulos por
cientos de miles de millones de dólares respaldados por hipotecas de alto riesgo, hasta incluso un mes antes
de la eclosión de la crisis financiera en Estados Unidos.
Si bien ha habido decenas de casos, el más conocido es el que caso estas las tres Agencias habían
calificado a Lehman Brothers con AAA, la máxima calificación, apenas un mes antes de que anunciara su
quiebra, en septiembre de 2008. Esto ha dejado en evidencia los efectos negativos del actual esquema de
total desregulación del capital financiero producido a partir del retiro total de cualquier intervención sobre este
fenomenal negocio, que tiene como uno de los principales actores a estas Agencias.
Esta circunstancia ha llevado a que, el mayor fondo de pensiones de los Estados Unidos, el California
Public Employees’ Retirement System (Calpers), de los empleados públicos del Estado, iniciara causas contra
las tres principales agencias, por potenciales pérdidas que superarían los mil millones de dólares,
31
Fuente: Diario La Nación. “El secretario del Tesoro insistió en endurecer las regulaciones financieras”, 3/08/2008.
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relacionadas con calificaciones AAA “fantásticamente inexactas”. Por su lado, S&P enfrenta actualmente
alrededor de cuatro docenas de juicios separados iniciados por inversores e instituciones, muchas de las
cuales han sido presentadas ante la Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos (SEC.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, en el pasado, la mayoría de las acciones judiciales de estas
características fracasaron porque las calificadoras alegan estar protegidas por el derecho a la libertad de
expresión, establecido en la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU. Ante lo cual, - justifican las
Agencias- sus calificaciones son una “opinión”, y por lo tanto están resguardadas por esa enmienda. No
obstante, aún se aguarda el resultado de estos juicios, los cuales podrían determinar, en el futuro, la
reestructuración del modelo de la calificación de crédito.
Por su lado, la Unión Europea acordó, a principios de marzo de 2009, adoptar una normativa para limitar el
margen de maniobra de esas empresas. Justamente, para esa fecha, seis Bancos Centrales del Centro y
Este de Europa criticaron los reportes realizados por aquellas agencias sobre estos países, los cuales
señalaban la inminencia de una explosión económica y política en la región, ante lo cual fueron acusadas de
desestabilizadoras. Esta circunstancia recuerda al importante rol que tuvieron estas calificadoras, en la crisis
argentina del 2001, entre otros países de la región, durante la década de los ’90. Además, evidencia, por un
lado, el fenomenal negocio que ha implicado el auge de la liberalización financiera, en los últimos años, y por
el otro el impresionante poder de lobby, que sigue teniendo el capital financiero internacional.
En este sentido, la dinámica planteada a través de la Agencias Calificadoras de Riesgo, y más aún a partir
de lo sucedido en el caso de Lehman Brothers, entre otros, permite observar, una vez más, la existencia de
un Doble Standard en el sistema financiero internacional. Téngase en cuenta que el rol de las Calificadoras es
evaluar el riesgo de un determinado instrumento financiero público o privado, y que la calificación otorgada es
utilizada para concertar el interés que deberá pagar el instrumento en cuestión o recomendar su compra a un
banco de inversión. Así, por ejemplo, la emisión de un bono determinado que cuente con una calificación muy
alta (AAA), implica que posee un riesgo de default (no pago) muy bajo, lo cual va a generar que la tasa de
interés resulte ser también baja. Por el contrario, una calificación muy baja (DDD) va a determinar un interés
muy elevado, ante su alto nivel de riesgo.
Un elemento fundamental es que, en general, los principales datos económicos que son tenidos en cuenta,
entre otros, para llevar a cabo las calificaciones en cuestión están relacionadas con el estado de ciertas
variables macroeconómicas (Fundamentals) y de la presencia o ausencia de determinadas políticas públicas;
en ambos casos, siguiendo, principalmente, los criterios establecidos por el Consenso de Washington.
Una primer consecuencia de esta dinámica es que la mayoría de los países emergentes, que de por sí
poseen altos niveles de endeudamiento, y que además suelen tener problemas en sus Fundamentals; por
ejemplo, a la hora de emitir un bono de deuda obtendrán una calificación, por parte de estas Agencias,
seguramente baja o a lo sumo intermedia, lo que indefectiblemente determina un nivel de interés alto (que, a
su vez, eleva el nivel de endeudamiento futuro). También, debe tenerse en cuenta que estas entidades, a
menudo, generan informes y recomendaciones sobre la conveniencia o no de adquirir determinados
instrumentos financieros. En los casos a los que hicimos referencia los reportes eran muy favorables sobre los
‘activos tóxicos’, con calificaciones AAA, por lo que las Agencias promocionaban y recomendaban su compra
a inversores de todo el mundo. Asimismo, debe tenerse presente el rol que poseen dichas calificaciones y
recomendaciones en el mercado financiero, ya que resultan ser la principal herramienta de referencia para la
evaluación de los riesgos de los instrumentos financieros. De este modo, el valor otorgado resulta ser total, y
de alguna manera es tomado como una herramienta objetiva y certera. Por lo que la tasa de interés acordada
que deberán pagar los gobiernos o empresas que emitan deuda va a tener una relación directa con la
evaluación realizada por las calificadoras.
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Sin embargo, tal como han denunciado los Bancos Centrales de países del Centro y Este de Europa, en
ciertas oportunidades, las Agencias emiten recomendaciones profundamente negativas, que pueden llevar a
que una economía, que en principio podría tener cierta dificultad, una evaluación muy negativa, como la
denunciada por estos Bancos Centrales, termine por empeorar la situación. Por ejemplo, a partir de un masivo
abandono de capitales de esos países y provocando un verdadero desastre económico. Pero también debe
tenerse en cuenta que estas calificadoras, también pueden haber apostado previamente, a través de
recomendaciones, a otros mercados o, por qué no, incluso justamente a una devaluación en esos países o la
caída del valor de determinados títulos de esos países, para una posterior recompra a mejores precios. En
este sentido, cabe recordar los ataques especulativos realizados por George Soros en contra de la Libra
Esterlina, en 1992, o su posterior intervención, de las mismas características en la Crisis Rusa de 1998. De
modo que ineludiblemente existe la posibilidad de que aquella previsión negativa sobre los países del Este
tuviera como trasfondo un millonario negocio financiero, en lugar de la manifiesta evaluación real sobre el
estado de esas economías.
De este modo, si se compara esta situación – por demás irregular - con lo ocurrido en el caso de Lehman
Brothers, donde las calificadoras hasta último momento le siguieron otorgando la calificación más alta, con
recomendaciones positivas, y tasas de interés muy bajas, a aquellos instrumentos financieros que
evidentemente tenían un elevado riesgo, se puede observar un criterio de calificación, y un comportamiento,
totalmente opuesto al utilizado para los países en desarrollo. Esto, sin duda, contribuye a generar una
problemática estructural propia de los países emergentes, que son las elevadas tasas de interés que deben
pagar para acceder al financiamiento en el mercado internacional, lo que abulta aún más sus deudas
externas. Mientras que los países desarrollados, a pesar de tener riesgos similares, y en este caso mucho
mayores, y que supuestamente son medidos con los mismos criterios, tienen un acceso al financiamiento con
tasas mucho más accesibles.
Finalmente, si bien en varios países como en Estados Unidos como en la UE, tras estos sucesos, han
comenzado a estudiar la implementación de imponer regulaciones y normas de comportamiento alrededor del
instrumento de las calificaciones y de los criterios utilizados por las Agencias de Riesgo que reduzca la
posibilidad de que ocurran este tipo de circunstancias. Asimismo, los países en desarrollo deberían plantear
como un tema central en la Agenda del G-20 y en los distintos foros internacionales las particularidades del
funcionamiento totalmente asimétrico existente detrás de esta ‘herramientas’ de evaluación. Poniéndose en
evidencia los grandes perjuicios que ocasionan sobre los países de la Periferia.
Sin embargo, al mismo tiempo, también se debe ser concientes del fenomenal poder de lobby que poseen
dichas Agencias, así como el multimillonario negocio financiero que estas representan. Esta circunstancia
disminuye enormemente la posibilidad de modificaciones favorables, en este sentido, para nuestros países;
ya que a pesar de los futuros controles y regulaciones que le sean impuestas a estas Agencias, el trato
asimétrico, con el consecuente pago de mayores tasas de interés para los países en desarrollo, seguramente
se seguirá manteniendo en el futuro, al ser, sin duda alguna, esta disparidad uno de los elementos
fundamentales del funcionamiento del sistema financiero internacional.
Nótese que la tasa de interés real que pagan los países desarrollados, con una alta calificación, es de
solamente un punto porcentual más alta que la tasa de crecimiento de largo plazo de sus economías. De
modo, que, el requerimiento para estabilizar un ratio deuda pública/PIB en 100% es un excedente
presupuestario primario (antes de intereses) de sólo 1% del PIB. En el caso de los países en desarrollo, las
tasas de interés son extremadamente superiores, y suelen ser medidas a través del conocido riesgo país que
implica la cantidad de puntos porcentuales de interés que deben pagar por encima de la tasa que paga
Estados Unidos. De aquí, solo tomando en cuenta el índice de la tasa de interés, que es definido
conceptualmente por encima del de EE.UU., la asimetría resulta evidente.
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Por último, a pesar de la fuertes denuncias en contra de las agencias calificadoras y los juicios llevados en
su contra, hasta la fecha, estas siguen siendo utilizadas como la herramienta fundamental para los mercados
de deuda. Del mismo modo, sus modelos de negocio se mantienen en gran medida intactos32, ya que las
calificaciones siguen incluyéndose en los criterios oficiales que muchos inversores usan para definir qué
deuda pueden o no comprar. Esto ha permitido que incluso, a lo largo del primer semestre de 2009, hayan
logrado alcanzar un pico en su facturación.
Otras medidas en estudio
Una de las decisiones más positivas que han surgido de la reunión del G-20 de Londres ha sido el consenso
sobre tomar medidas sobre los paraísos fiscales, que sin duda son una de las principales rutas de transito del
capital especulativo alrededor del mundo. En este sentido, se acordó la publicación de una "lista de países no
cooperantes". Inmediatamente, en respuesta a la petición de los países del G-20, la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) llevó a cabo una lista de los Estados que menos cooperan,
entre los cuales se incluyó a: Costa Rica, Uruguay, Malasia y Filipinas. Estos países, según indica la
institución, que "no se han comprometido a respetar los estándares internacionales". Una primera
consecuencia, casi inmediata, de dicha decisión fue que países europeos como Suiza, Bélgica, Luxemburgo y
Austria, han retirado sus reservas sobre el levantamiento del secreto bancario en caso de fraude. "La era del
secreto bancario ha terminado", asegura el documento final del G-20. "Esto es el principio del fin de los
paraísos fiscales". De ser así, se habrá dado un primer paso importante en la reducción de la vulnerabilidad
que provoca sobre nuestros países el masivo y, hasta ahora, irrestricto flujo de capitales.
Finalmente, si bien han existido diversas acciones y decisiones favorables, como las mencionadas
anteriormente, debe decirse que algunos de los principales reclamos llevados al G-20 por los países en
desarrollo, lamentablemente, no han tenido muchas respuestas, más que algunos compromisos retóricos.
Uno de estos reclamos presentados por países como Argentina, Brasil, China, India, entre otros, es la puesta
en marcha de una reforma estructural de los mecanismos de crédito, que deberían complementarse con
cambios en la representación de los países en el FMI, y con miras a lograr que las economías de mercados
emergentes y en desarrollo tengan más voz, ante lo cual debería estudiarse un proceso de reforma del
sistema de cuotas, que determina la representación de los países.
Debe destacarse que el tema de las cuotas, en los últimos tiempos, se ha convertido en un aspecto clave
en la relación entre los principales países emergentes y el FMI. En particular, si se tiene en cuenta el actual
panorama internacional, que ha cambiado mucho en estos últimos años, en el que países desarrollados como
EE.UU. tienen que enfrentar problemas por su excesivo endeudamiento y en cambio, muchos emergentes
están largamente superavitarios, y en el que el FMI se ha visto obligado a buscar nuevas fuentes de
financiamiento para poder asistir a muchas economías con serios problemas de liquidez (principalmente de
Europa del Este) a causa de la crisis subprime. Por ello, la junta de directores del organismo decidió, en 2009,
autorizar la emisión de bonos, por primera vez, en su historia (hubo un intento en los años ochenta que no
prosperó) para buscar fuentes alternativas para sostener su función de prestamista de última instancia.
De este modo, a partir del hecho de que en un contexto de gran iliquidez en el mundo y con la necesidad
de obtener cuantiosos recursos para financiar los paquetes de ayuda, un grupo de países conocidos como el
BRIC (grupo de los principales emergentes formado por Brasil, Rusia, la India y China) han comenzado a
intervenir como prestamistas frente al FMI, lo contrario de lo que ocurría un tiempo atrás, por lo que han
empezado a presionar para que se les reconozca un mayor poder de voto en las decisiones de política del
Fondo.
32Fuente:
Diario El Cronista. “El modelo de las calificadoras de crédito ha quedado prácticamente intacto”, 3/08/2009.
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Sin duda alguna, tanto la creación del G-20 como este nuevo rol del BRIC frente a los organismos
multilaterales de crédito, como frente a la comunidad internacional, resultan los dos hechos con mayor
relevancia de las últimas décadas, ya que podrían permitir, sino balancear, al menor equilibrar un poco, la
enorme disparidad de fuerzas existentes en el escenario internacional, y en particular en los organismos
multilaterales de crédito, entre los países del Centro y los de la Periferia.
Sin embargo, lo más relevante de esta nueva circunstancia es que no solo es un cambio retórico, llevado
adelante como una mera formalidad de los países centrales, sino que tiene como fundamento real un cierto
cambio relativo en cuanto a la posesión de liquidez de divisas internacionales, y en particular, en el caso de
China, la posesión de una enorme cantidad de Bonos del Tesoro norteamericano, unos 765 mil millones de
dólares, lo cual le da, además de la posesión de una extraordinaria cantidad de Reservas, un cierto poder
relativo, que auguran, con el paso del tiempo, algunos cambios en la correlación de fuerzas, al menos en el
aspecto financiero.
En este sentido, vale la pena destacar, por un lado, que inmediatamente luego de la Cumbre del G-20, en
Londres, el Banco Central de China anunció que adquirirá bonos de la Corporación Financiera Internacional
(CFI), el brazo inversor privado del Banco Mundial (BM) con el fin de promover el desarrollo económico y
aliviar la pobreza en América Latina y el Caribe. De este modo, a través de la compra de bonos de la CFI, el
gobierno chino espera contribuir al nuevo programa financiero comercial de la corporación, que proveerá
liquidez a las instituciones dedicadas a financiar el comercio mediante créditos adicionales. Estos fondos
estarán también destinados a promover el financiamiento del comercio en Latinoamérica y el Caribe. Debe
recordarse un hecho, no menor, que, en noviembre de 2008, China se ha incorporado al Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), y ha destinado una inversión combinada de 350 millones de dólares para
esta institución y para la Corporación de Inversión Interamericana y el Fondo de Inversión Multilateral. Por
otra parte, el gobierno de Brasil anunció, en junio de 2009, que hará un aporte de 10 mil millones de dólares al
Fondo Monetario Internacional. El desembolso se concretará a través de la compra de los nuevos bonos que
emitirá el organismo para aumentar su capital prestable, tal como se acordó en la última cumbre del Grupo de
los 20. De este modo, Brasil sigue los pasos de China y Rusia, que días atrás habían anunciado que tomarán
50 mil millones y 10 mil millones de dólares, respectivamente, de esos mismos títulos33.
El dilema de los países en desarrollo
En este contexto de un eventual reposicionamiento de los países de la Periferia, en el escenario
internacional, sería relevante demarcar con claridad cuáles deberían ser los temas de una futura Agenda de
discusión, para que estos países, ya sea en el ámbito del G-20, o en futuras negociaciones, a través del
BRIC, puedan presentar ante los países centrales. Sin ninguna duda, el principal problema que parecieran
evidenciar los países en desarrollo es, preponderantemente, de carácter fiscal y se encuentra directamente
relacionado con el modo de acceso al financiamiento provisto por los organismos financieros internacionales,
principalmente, el Fondo Monetario Internacional. Para una clara comprensión de esta problemática vale la
pena plantear el dilema propuesto de un modo muy lúcido por Martín Abeles34. El problema básico puede
resumirse a la siguiente proposición “los países en desarrollo tienen 3 objetivos pero sólo se pueden cumplir 2
al mismo tiempo.
Concretamente, los objetivos a cumplir son:
33
34
Fuente: Diario Página/12. “Ahora es Brasil el que le presta al FMI”, 11/06/2009.
Op. Cit.
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•
Expandir fuertemente el gasto público;
•
Mantener una política de libre comercio,
•
No recurrir al financiamiento externo.
De esta manera, si las economías desarrolladas demandan un esfuerzo coordinado a nivel global en
materia de Política Fiscal, es necesario que se comprenda que:
1. O bien los Organismos Multilaterales de Crédito deben relajar sus demandas en materia de
condicionalidades para préstamos destinados a proteger a los países de una crisis de balanza de pagos.
2. O bien deben permitir que las economías emergentes pongan en marcha diversas medidas cambiarias,
arancelarias y para-arancelarias destinadas a mejorar la balanza comercial y así contener la fuga de
capitales.
Recordemos que se puede aumentar el gasto muy agresivamente y no incurrir en prácticas
proteccionistas pero, para hacerlo, se necesita financiamiento. O bien, se puede aumentar el gasto
indiscriminadamente, no obtener acceso a financiamiento pero, deseada o indeseadamente, se
implementarán prácticas proteccionistas, como por ejemplo, una brutal devaluación competitiva.
Por último, se puede, por un lado, carecer de financiamiento y, por el otro, no incurrir en prácticas
proteccionistas, pero entonces, no es factible tener una política fiscal expansiva. Sin embargo, como se ha
visto a lo largo de este Anexo, y teniendo en cuenta el tipo de políticas que están implementando los países
del Centro, es imprescindible adoptar una política fiscal expansiva, sin cerrar la economía. Por lo tanto, se
necesita financiamiento, como consecuencia de las fugas de capital. Pero este planteo choca, nuevamente,
contra la realidad que muestra que el FMI es el primer partidario de las Políticas Fiscales contra-cíclicas, pero
únicamente para los países avanzados (el único caso excepcional es Islandia).
Pero, como se demostró en un capítulo anterior, cuando se analizan las Cartas de Intensión más recientes
que hizo el Fondo con distintos países en desarrollo, se observa que las condicionalidades que se plantean a
esos países no son políticas contra-cíclicas, de expansión del gasto, sino, por el contrario, políticas procíclicas de contención y de contracción del gasto, similares a las que se vienen recomendando desde la
década de los ’90: Ajuste fiscal, restricción monetaria, rebaja de salarios públicos y jubilaciones, suspensión
del aguinaldo, suba del IVA, disminución del gasto social, alza de tarifas de servicios públicos y avanzar en
privatizaciones. Asimismo, las recetas diseñadas son idénticas para todos los países, sin diferenciar
situaciones sociales, políticas, económicas ni financieras.
En este sentido, Estados Unidos acaba de anunciar que, en tan sólo nueve meses del ejercicio fiscal 20082009, ya han superado el billón de dólares de déficit sólo a nivel federal, principalmente, como consecuencia
de los rescates para bancos, compañías de seguros y automotrices, entre otros.
En Europa, los compromisos fiscales, asumidos en el Tratado de Maastricht (1993), han quedado
completamente superados a través de la implementación, por parte de sus principales miembros, políticas
expansivas destinadas a generar un fuerte impulso en sus economías. En este sentido, Alemania que durante
varios había venido intentando reducir su déficit fiscal, a partir de la crisis eliminó el ajuste, y se estima que
para 2009 alcanzará un resultado negativo de más de 4 puntos de su PBI y de 6 en 2010. En Francia, las
alarmas suenan hace rato por un déficit estimado en 7 puntos del PBI para el presente año, y aún superior en
2010, además de una deuda pública equivalente al 88 por ciento del PBI. En el Reino Unido, el impacto de la
crisis ha generado un déficit fiscal estimado en 12,5 del PBI, con una deuda pública que rondaría el 80 por
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ciento del mismo y en el mediano plazo superaría el 100 por ciento. Italia, hace muchos años que presenta
números fiscales más propios de economías periféricas de los años ‘80: con un déficit estimado en 4,6 puntos
del PBI, una economía en fuerte contracción y una relación deuda/PBI que alcanza, en el presente año, el 115
por ciento y que seguirá creciendo.
Esto, en consecuencia, generará en el mediano plazo un nivel elevado en la relación deuda pública
bruta/producto interno bruto. Justamente, una de las variables que el FMI aconseja a los países en desarrollo
que se mantengan relativamente bajos. Sin embargo, según el FMI35, para 2012 esta relación podría alcanzar
un 117%, en Italia; 97%, en EE.UU.; 80%, en Francia; 79%, en Alemania; y un 75%, en el Reino Unido. En
Japón, que todavía registra aún cicatrices del legado de una burbuja enorme, la relación podía llegar al 224%.
35
Fuente: Diario Cronista.com. “La deuda no llevará al default a los países desarrollados”, 3/08/2009.
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Algunas Conclusiones
El primer punto característico que surge de esta crisis financiera, sin duda, es la intervención del Estado,
hecho que resulta sorprendente si se tiene en cuenta que todo el marco teórico de la liberalización financiera
llevada a cabo en la década de los ’90, tendía, justamente, a la eliminación de cualquier tipo de regulación o
intervención por parte del Estado sobre el mercado; encontrando en el mercado financiero su expresión más
extrema. Sin embargo, ha sido el Estado quien, en estas circunstancias, ha salido a cubrir, en muchos casos,
como prestamista de último recurso a bancos financieros y de inversión, con el fin de evitar su caída, y en
otros, a través de la nacionalización de dichas entidades; debiéndose hacer cargo de los costos de un
fenomenal negocio financiero que, por el momento, parece haber llegado a su fin, al menos en los términos
en que los que se presentó durante los últimos 18 años.
Un segundo punto relevante, es que el caso de Islandia, estudiado en esta oportunidad, nos permite, por un
lado, fortalecer la hipótesis central de nuestra investigación, acerca del extremo nivel de vulnerabilidad que
han quedado algunos países como producto de las medidas adoptadas en la década del ’90. En segundo
lugar, es pertinente concluir que si bien, hasta el momento, los niveles extremos de vulnerabilidad parecían
ser propios de los países de la Periferia, así como también exclusivas sus consecuencias; en esta
oportunidad, el claro ejemplo evidenciado en el caso de Islandia permite afirmar que los países del Centro
también pueden resultar vulnerables y sufrir las consecuencias de la exposición total al capital financiero
internacional.
Sin embargo, como se pudo observar en el desarrollo de este addendum, este nuevo escenario
internacional, planteado por la actual crisis, también vuelve a develar en su aspecto más explícito la asimetría
con que funciona el sistema financiero internacional. Mientras que un país, económica y financieramente
poderoso, como lo es Estados Unidos o la Unión Europea, no necesita salir a pedir capital al Fondo Monetario
Internacional para intentar equilibrar sus economía, sino que pueden obtener un infinito financiamiento vía
emisión, que además se ve sostenida por un masivo ingreso de capitales que ‘vuelan a lo seguro’; los países
emergentes - en este caso Islandia sería una excepción - se ven sometidos a masivas fugas de capitales,
deben pedir financiamiento a los organismos multilaterales con las consabidas condicionalidades que apuntan
en el sentido contrario de las políticas expansivas y largamente deficitarias adoptadas por los países del
Centro. En este sentido, la política de Superávit de Cuenta Corriente, llevada a cabo por Argentina, en los
últimos años, y la consecuente reducción de los niveles de vulnerabilidad puede resultar un modelo a seguir;
por supuesto, siempre respetando las características propias de cada economía, así como la eventual
conveniencia que debería ser estudiada específicamente para cada país.
Avanzando hacia otra de las conclusiones, cabe destacar que uno de los principales efectos positivos del
actual contexto de crisis, como se comentó en detalle, es el uso del ámbito del G-20, que resulta ser uno de
los hechos con mayor relevancia de las últimas décadas, ya que podrían permitir, sino balancear, al menor
equilibrar un poco, la enorme disparidad de fuerzas existentes. En este sentido, desde una mirada optimista,
en el mediano plazo, este ámbito podría convertirse en un verdadero foro de discusión entre los países del
Centro y los de la Periferia; en particular, en el nivel de los organismos multilaterales de crédito. Del mismo
modo este nuevo espacio podría ser potenciado a través del nuevo rol del BRIC en el escenario internacional.
Sin duda, lo más relevante de esta nueva circunstancia es el cambio relativo respecto a la posesión de
liquidez de divisas internacionales de estos países y, en particular, en el caso de China, la posesión de una
enorme cantidad de Bonos del Tesoro norteamericano y una extraordinaria cantidad de Reservas
Internacionales. Además del hecho no menor de haberse convertido en el principal motor de crecimiento de la
economía internacional. Todos elementos que a través del tiempo empezarán a darle a ese país un mayor
poder relativo.
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Este cambio de circunstancias podría alentar la generación de reformas tanto en el modo de toma de
decisiones en los organismos internacionales, así como la creación de una nueva estructura financiera
internacional, que prevea una mayor equidad el tratamiento de los países; abandonando el actual Doble
Standard de estos organismos que, claramente, beneficia a unos y perjudica a otros. Justamente, aquellos
que más ayuda necesitan para poder seguir avanzando en la senda del desarrollo.
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