Correspondencias/Considero que la llamada "mente religiosa"--que es la misma que la nacionalista: el continente afectivo y crédulo es el mismo, sólo varía el contenido -- es hoy por hoy el más grave problema que tenemos los ciudadanos de las sociedades abiertas, tolerantes, libres y democráticas. Por tanto, yo le preguntaría a Bunge, por ejemplo, por qué se da la situación de que a medida que avanza el conocimiento científico y que las neurociencias, la psicología cognitiva y evolucionista, la sociobiología, así como la filosofía de la mente, nos van desentrañando los mecanismos de la fe y de las emociones irracionales de los seres humanos, estos parecen haberse vuelto locos y cada vez hay más fundamentalismo religioso en el islam, entre los evangélicos de EE UU, así como más nacionalismo. Y cuando no hay nacionalismo ni religión, hay New Age. Le preguntaría que qué opina sobre el llamado "ateísmo militante" de científicos como Richard Dawkins y Daniel Dennett, que en la actualidad llevan a cabo, con sus últimos libros, una campaña abiertamente antirreligiosa. Además, por qué entre la llamada izquierda posmoderna — sea estadounidense o europea— se da esa actitud condescendiente hacia las creencias religiosas y los sentimientos nacionalistas (fruto, seguramente, de un "multiculturalismo ramplón" y tan fundamentalista como lo son las religiones y los nacionalismos), en vez de adoptar una clara actitud crítica. Esa postura del que está por encima de esas creencias, pero que, displicentemente, y con aires de superioridad, condescendientemente, afirma que hay que respetar religión y nacionalismo, porque es tanto como respetar la identidad de las personas. Es algo así como confundir la tolerancia con la condescendencia propia con la que los adultos tratan muchas veces a los niños.— Fernando Peregrín