Nuestro sincero agradecimiento al Hermano Fernando Salazar Bañol por la conferencia del V. M. Samael Aun Weor “La Ciencia de la Meditación“, que nos acercara tan generosamente. PREPARÁNDONOS PARA MEDITAR Al estudiar la conferencia La Ciencia de la Meditación, comprendimos que sólo podíamos analizar algunos aspectos básicos de la exposición, dado que la sabiduría y los conocimientos prácticos y vivenciales sobre el Vacío Iluminador y el Santo Okinadock que expone el Maestro Samael, no nos permite manejar dichos temas, ni siquiera intelectualmente. Es un material extraordinario para meditar en él y llevarlo a la práctica. Un aspecto que impactó en mi conciencia, es la reflexión que hace nuestro amado Gurú sobre la preparación para meditar. Comúnmente la corriente de la vida nos arrastra en vertiginoso ritmo a desarrollar tareas mecánicamente, en los distintos gimnasios psicológicos de nuestra pegajosa línea horizontal. La personalidad tiene múltiples compromisos y objetivos; fuimos educados para que sea el eje de nuestra existencia y le dedicamos mucha energía y entusiasmo para su desarrollo y crecimiento. En general tenemos una rutina diaria en la que reservamos un tiempo determinado para nuestras prácticas esotéricas. El cuidado personal y la alimentación, las responsabilidades para con la familia, el trabajo, además de las reparadoras horas de sueño indispensables para mantener nuestra salud, armonía física y psicológica, nos absorben no menos de 20 horas diarias, lo que deja un remanente de escasas 4 horas para dedicar a nuestros ejercicios espirituales. Este tiempo tan limitado y muchas veces menor, es por lo menos una base para una labor seria sobre sí mismos si lo aprovechamos correctamente. Como bien explica el Maestro Samael al comienzo de esta plática “…ha llegado la hora de Comprender la necesidad de darle más oportunidad a la Conciencia...” más adelante complementa con otro concepto: “Todo el secreto está en no permitir a los sentimientos y a la mente que intervengan en los asuntos prácticos de nuestra vida. Debemos siempre permitir a la Conciencia que sea ella la que actúe, la que mande, la que trabaje, la que hable y haga o ejecute todas nuestras actividades diarias; así nos prepararemos armoniosamente para la meditación.” Nuestros diferentes gimnasios psicológicos se presentan a nuestra medida; sufrimos en ellos por la reacción que de nuestro interior se produce. Son ideales e imprescindibles para nuestra superación espiritual. Los elementos psicológicos que carga nuestra falsa personalidad, o bien reaccionan airadamente contra los impactos del mundo exterior, o se entregan placenteramente al ejercicio de la oportunidad que se brinda. Pongamos algunos ejemplos. Compartir unas horas en la oficina con un jefe o compañero que nos trate despectivamente, nos predispone ya al salir de nuestra casa, con un estado emocional negativo, tenso, listo para reaccionar con agresividad ante el menor indicio de una alusión personal que el sujeto nos realice. Si por el contrario somos ingenieros en informática, con placer y entrega nuestra mente se sumergirá 6, 8 ó 10 horas buscando en Internet la información requerida para solucionar un determinado problema. En ambos casos, la identificación, fascinación y sueño, robarán nuestra energía, dormirán nuestra conciencia, en la medida que pongamos sentimiento y mente a las acciones mencionadas. No se nos dice que seamos fríos o indiferentes, sino que no pongamos tanta mente y emoción a las cosas y los eventos. Sucede a menudo que nos encariñamos con los objetos – el reloj del abuelo, el cuadro de nuestra madre que tanto quería, etc. – y cuando se dañan o los perdemos, nos desesperamos. Ponemos mente a todo, programamos toda nuestra vida como si fuéramos dueños de nuestro destino; cuando un plan falla, nos frustramos y saturamos de emociones negativas. Juzgamos a los demás por lo que percibimos, razonando según determinados parámetros que pueden ser ciertos o falsos. La mente, compara, rotula, razona, juzga, calcula, siempre activa, nunca receptiva, serena… No le damos lugar a la conciencia, a la acción espontánea, pura y auténtica de la esencia, de lo que verdaderamente somos. Siempre el protagonista es el trío de la personalidad, la mente y las emociones, ego incluido. En su libro La Gran Rebelión en el capítulo XX “Inquietudes”, el Maestro Samael expresa: “Para que haya inquietud espiritual continua se requiere pasar el centro magnético de gravedad a la esencia, a la conciencia. Desafortunadamente las gentes tienen el centro magnético de gravedad en la personalidad, en el café, en la cantina, en los negocios del banco, en la casa de citas o en la plaza de mercado, etc.” ¿Cuantas veces sentimos el impulso que surge de nuestro corazón por dar una ayuda económica a un desconocido, y la mente se interpone con frases grandilocuentes – va a malgastar esos dineros en alcohol o droga frenando la acción pura que brota de lo más profundo de nuestra alma? Si actuásemos como nos enseña el Maestro Samael, permitiendo a la conciencia “que hable y haga o ejecute todas nuestras actividades diarias” no tendríamos tanto desgaste de energía, empezaríamos a despertar y la mente y las emociones estarían más dispuestas para las prácticas esotéricas. La preparación para meditar dura todo el día, no empieza con la posición o el relax físico. Comienza cuando abrimos los ojos en la mañana y ponemos en actividad nuestra conciencia, continúa cuando transformamos mediante la comprensión, las impresiones que nos llegan durante el día sean positivas o negativas - para alimentar nuestra alma; también cuando nos negamos a nosotros mismos tornando pasiva la personalidad, cuando no ponemos mente y emoción a todo lo que pasa. Samael comienza diciendo en esta conferencia que podemos ser hombres intelectuales, instintivos, emocionales, etc., y que así serán nuestros sueños de acuerdo a la actividad que tengamos en nuestros centros psíquicos manejados por el ego. Destaca la imperiosa necesidad del "Pensar negativo", y agrega “esto horroriza a los positivos de la mente y sin embargo la forma negativa de la mente es la más elocuente; no pensar es la forma más elevada del pensamiento... Cuando el proceso del pensar se ha agotado, adviene lo nuevo; esto hay que saberlo entender. Una mente pasiva que está al servicio del Ser, resulta un instrumento eficiente.” Finalmente enfatiza “No debemos permitir a la mente que proyecte. “ ¿Quién duda que tenemos una mente proyectista? A modo de simple ejemplo, cuando confundimos en la calle a un amigo con otra persona ¿no estamos anteponiendo su imagen? O acaso ¿no nos ha pasado “soñar despiertos”, con los ojos abiertos durante un viaje en ómnibus o colectivo, con la mirada clavada en un punto determinado y “ver” una película que proyecta nuestra mente, hasta que llega a desaparecer todo el panorama a nuestra alrededor? San Dionisio - primer obispo de París. Tras ser decapitado, anduvo durante seis kilómetros con la cabeza en sus manos. Al término de su trayecto, entregó su cabeza a una piadosa mujer llamada Casulla, y después se desplomó. Quizás sea ésta una de las imágenes más representativas de lo que se debe buscar al serenar la mente. Verla como un todo integro; ir más allá de la opción dual de “yo y mis pensamientos”, pues ambos son partes de una misma cosa… mente. Vivir más allá del dualismo, es focalizar la acción desde la conciencia. La actividad debe estar centrada en lo que realmente somos, la esencia, la conciencia. Como se nos ha enseñado, debemos aprender a relacionar el estado interior con el evento exterior, a armonizar nuestra conciencia con nuestro cuerpo y el medio ambiente, a vivir el momento, no dosificarlo cronométricamente. Un momento puede llevar segundos, minutos u horas… Cuando vamos a disponernos a hacer una práctica, una Runa por ejemplo, el momento es ese, hacer concientemente la Runa… no es perseguir con la mente un segundo tras otro dividiendo lo que sucedió un instante atrás como pasado, tratando de atrapar el segundo presente y soñando con el que viene como futuro. Eso es otro sueño; no es vivir de instante en instante. Esto último consiste en no fraccionar el tiempo, ni huir de lo que hacemos, es estar serenos, experimentando intensamente el momento. Si aprendemos a vivir el aquí y ahora, la filosofía de la momentaneidad, seguramente la cosa será distinta, pero con la conciencia bien activa, pues no se trata de una postura o artificio mental. Recordemos lo que expresara magníficamente el Avatara de Acuario en el capítulo VII La lucha de los opuestos del Mensaje de Navidad 1964-65 “Si estás comiendo, come; y si estás vistiéndote, vístete, y si estáis andando por la calle, anda, anda, anda, pero no pienses en otra cosa, haced únicamente lo que estáis haciendo, no huyas de los hechos, no los llenes de tantos significados, símbolos, sermones y advertencias. Vívelos sin alegorías, vívelo con mente receptiva de instante en instante. “ Si hacemos simplemente eso, nos estaremos preparando debidamente para meditar. Estaremos más despiertos, la conciencia más activa, la personalidad más pasiva, mejoraremos naturalmente la autoobservación, y no daremos lugar a que la mente y las emociones se entrometan tanto en nuestra vida diaria. Notoriamente podremos percibir que estaremos más dispuestos a realizar prácticas místicas, pues los asuntos de la personalidad no tendrán la importancia que antes les dábamos. Casi podríamos decir que estaríamos alcanzando un tercer estado de conciencia durante la jornada diaria, que podríamos llegar a lograr – con reales súper esfuerzos – un estado parecido al de meditación durante todo el día, pues estaríamos más relajados, con mente receptiva, y la conciencia bien activa. Habríamos transferido el centro de gravedad de la personalidad a la esencia… y no es poca cosa. Como consecuencia natural, ponernos luego a meditar sería mucho más sencillo, sería profundizar ese estado de lucidez obtenido durante el día, los centros inferiores de la máquina humana podrían vibrar al unísono, y permitirían que a través de los centros emocional y mental superior recibiésemos los mensajes, la asistencia, la gracia que nuestro Real Ser derrama incesante y misericordiosamente sobre nuestra humana persona para orientarnos, instruirnos y conducirnos por el sendero hacia la liberación final.