ILAVE CUANDO LA POLÍTICA SE AUSENTA Los sucesos de Ilave nos actualiza imágenes, sentidos y emociones que, de alguna manera, ya hemos experimentado los peruanos. Nos remitimos a hechos acaecidos sólo años atrás y que están aún nítidos en la memoria. En 1983, diez personas, entre ellas ocho periodistas, fueron masacrados y asesinados en Uchuraccay cuando, a su vez, buscaban indagar sobre las recientes ejecuciones que se habían perpetrado contra supuestos senderistas en la comunidad vecina de Huaychao. En 1984, un motín en el ahora ex penal de El Sexto, en pleno centro de Lima, fue motivo para que los medios de comunicación, en especial la televisión, nos alcanzaran minuto a minuto y con lujo de detalles la sucesión de horrores que se cometían contra los rehenes secuestrados por un grupo de delincuentes. De igual manera, en 1986 la televisión peruana suspendió su programación habitual para trasladar sus cámaras hacia El Frontón, donde se estaba debelando a sangre y fuego un motín senderista. En 1989 veíamos al entonces presidente García pasear gallardo entre el montón de cadáveres resultantes de la acción militar en Molinos. En 1997 la escena casi se repitió con un presidente Fujimori mirando con desprecio los restos del emerretista Cerpa Cartolini, luego del rescate de la residencia del embajador japonés. En algunos casos, se afirmó lo que ahora escuchamos casi al unísono: son los resultados que genera la ausencia de Estado, la ausencia de orden, la ausencia de justicia. En otros casos, como Molinos o el rescate de la residencia, el argumento fue el contrario: la necesidad de imponer orden, de poner en vigencia la ley a todo precio. Se podrá decir que todos los hechos señalados se enmarcaron en una momento excepcional, por la presencia de la violencia subversiva, a diferencia de lo de Ilave, que escaparía a situaciones como estas y tendría, por lo tanto, otra lógica. No es tan cierto esto último. Precisamente, la diferencia de escenarios pero la similitud de los hechos nos llevan a pensar que hay más de un vaso comunicante entre estos momentos. Primera cuestión. En todos estos casos, dicen algunas versiones, algunas más explícitas que otras, así proceden los "salvajes", esa parte del país alejada de la "civilización". Recordemos que como "salvajes" fueron señalados los campesinos de Uchuraccay, los subversivos, los delincuentes comunes y, ahora, los aymaras de Ilave. Es la manera como expresamos los peruanos nuestra intolerancia, nuestra incapacidad de reconocer que todos estos sectores son parte de la misma comunidad nacional a la que pertenecemos. Segunda cuestión. Se argumenta que son hechos provocados, de alguna manera, por la ausencia del Estado, en zonas alejadas e inhóspitas. Habría que agregar a esta afirmación que, además, allí donde están presentes sus funcionarios y autoridades éstas actúan, frecuentemente, de manera contraria a lo que se espera de ellas. El Estado debe ser el garante de los derechos de las personas y los pueblos que conforman nuestro país pero no son pocas las veces que se convierte, a través de sus agentes, en el principal violador de estos derechos. El ciclo de violencia política que se desplegó durante las décadas recientes dio como resultado setenta mil peruanos muertos, muchos de ellos civiles victimados por la acción de agentes estatales. Pero, sobre este tema hay algo que agregar. Por un lado se cuestiona, pertinentemente, la falta de reflejos de un gobierno que se caracteriza por estar en zozobra continua. Esperó más de veinte días para que la situación se volviera crítica y sólo entonces, sobre los hechos consumados, recién plantear algún tipo de solución. Sin embargo, por otro lado, entre nuestros representantes en el Congreso, especialmente los de oposición, parece haberse generalizado la idea que "presencia del Estado" es presencia represora, esa famosa "mano dura" que le agradaba tanto al fujimorismo. Así, la cuestión a debatir pareciera enmarcarse sobre quién es más "salvaje", la sociedad o el Estado, trayéndonos a la mente esos orondos paseos presidenciales sobre una pila de restos humanos, en Molinos y en la residencia del embajador japonés, con el aplauso de no pocos. Tercera cuestión. En efecto, hay estructurales deficiencias en el Estado peruano, así como una inoperancia general en el actual gobierno. ¿Y la sociedad? ¿Es que todo está bien en esta dimensión? Habría que averiguar los profundos daños que han causado en el tejido social la aplicación combinada de modelos económicos neoliberales y políticas contrasubversivas para obtener una idea cierta de esta realidad. En todo caso, si nos remitimos a los síntomas que muestra nuestra sociedad, la descomposición de la relaciones y la inorganicidad de sus instituciones parece ser más grave de lo que imaginamos. En suma, Ilave es un ejemplo de los límites actuales sobre los que se intenta construir democracia en nuestro país. El hecho de impulsarla sin fortalecer la política provoca este tipo de consecuencias. Ahora bien, no es que "todos los peruanos perdemos" ante esta situaciones, como habitualmente se las justifican. El angostamiento de la política, su reducción a un espectáculo grotesco en el que poco importa la representatividad debida sino el interés particular, no evita que se sigan tomando decisiones. Por el contrario, es el imperio de los poderes fácticos, aquellos que sin ser elegidos por nadie determinan que debe hacerse con el país. A continuación reproducimos el pronunciamiento de la Prelatura de Juli, respecto a los hechos suscitados en su jurisdicción PRELATURA DE JULI Puno- Perú PRONUNCIAMIENTO A LA OPINION PÚBLICA Como Prelatura de Juli frente a los hechos ocurridos en la Provincia de El Collao y sus repercusiones en otras zonas de la Región, manifestamos ante la población lo siguiente: Primero: La Prelatura de Juli, es una instancia de la Iglesia Católica en la región sur del país que viene realizando su labor evangelizadora en defensa de la vida y la dignidad de la persona aymara y quechua; por ello, asumiendo nuestro compromiso por la paz, la justicia y la consolidación de la democracia en nuestro pueblo: Expresamos nuestra preocupación respecto a los graves hechos y signos de muerte suscitados en la provincia de El Collao, iniciados el 02 de abril del presente año a consecuencia de las agresiones sufridas por el pueblo en la asamblea informativa. Segundo: Asimismo manifestamos nuestra firme convicción en defensa de la vida y rechazamos todo acto que atente y/o ponga en riesgo la vida humana, por ello nuestra solidaridad y condolencias a la familia del extinto alcalde Cirilo Fernando Robles Callomamani y ante las familias de los regidores y trabajadores que fueron afectados en su integridad física y psicológica, al mismo tiempo nos solidarizamos con todos aquellos de la ciudad y del campo que han sido víctimas de las violencias físicas, psicológicas y morales durante esta lucha por los derechos ciudadanos. Tercero: Nos preocupa la forma cómo el Estado Regional y Nacional e instancias correspondientes, no han prestado la debida, efectiva y oportuna atención a este conflicto iniciado el 2 de abril, con un reclamo constante y no violento por parte del pueblo Ilaveño durante 25 días. También denunciamos la presencia tan precaria de los medios de comunicación locales y nacionales que han sesgado la información y tergiversado la verdad de los hechos hasta el día de hoy. Creemos que estas actitudes forman parte de las causas de violencia cuyos hechos hoy lamentamos. Cuarto: Consideramos que estos momentos son importantes para la reflexión respecto a: -El Valor de la Vida, que es un don de Dios, y estamos llamados (Estado, Sociedad Civil, Iglesias, Organizaciones, etc.) a apreciarla, protegerla y defenderla en toda circunstancia. -El establecimiento de un espacio de diálogo en el que participen los diversos actores: Comunidades Campesinas, Alcaldes menores, Organizaciones Sociales (barrios, frentes de defensa, jóvenes, etc), Iglesias, Organizaciones del Estado y que el mismo debe darse en condiciones de igualdad y transparencia. -El diálogo debe tener por finalidad atender los reclamos del pueblo Ilaveño e instalar un gobierno local transitorio que permita superar la crisis actual. -Evitar la declaratoria del Estado de Emergencia. Quinto: Invocamos a las autoridades elegidas velar por el bien común, de quienes les delegaron su mandato mediante el voto; asimismo les exigimos que permitan a la población el pleno ejercicio del control y participación ciudadana mediante los mecanismo establecidos por ley (Consejos de Coordinación Local, Mesas de Concertación, Presupuestos Participativos, Vigilancia Ciudadana). Sexto: El respeto a la Vida y a la libertad de pensamiento, constituyen derechos fundamentales dados por nuestro Creador, estos deben ser ejercidos de la mano con las obligaciones y deberes ciudadanos. Juli, 27 de Abril de 2004. Monseñor Elio Aleví Pérez Tapia Obispo Prelado de la Prelatura de Juli