ESCUELAS FILOSÓFICAS DEL PERÍODO HELENÍSTICO Con el vasto imperio creado por Alejandro Magno se terminó la época de las polis, Atenas dejó de ser libre e independiente y se vio sumergida en un vasto imperio; no estaba lejos el día en que Grecia entera se convirtiese en una provincia del Imperio romano. Esta nueva situación política influyó en el campo de la filosofía. A partir del último tercio del siglo IV a. de C., la filosofía se centra fundamentalmente en el hombre y en las reflexiones morales; aunque no se desatienden completamente las investigaciones acerca del universo, estas se realizan para fundamentar las teorías ético-políticas (algunas de las cuales perviven hoy en día). Este giro antropológico de la filosofía se debe a las circunstancias socio-políticas. Las polis habían constituido para los griegos la comunidad política fundamental, participar en la organización de la polis era esencial en sus vidas. La desaparición de las polis hizo que muchos griegos cayeran el desconcierto y tuvieran que buscar un nuevo sentido a su vida y unos nuevos ideales. Es por esto que las escuelas filosóficas de este período se plantean fundamentalmente el tema ético. Para Platón y Aristóteles era inconcebible el individuo aparte de la polis; era en la ciudad donde el individuo lograba su fin, donde vivía como ser humano. Pero cuando la polis quedó englobada en un imperio, pasó al primer plano no sólo el cosmopolitismo con su ideal de ciudadanía universal (como sucedió con los estoicos), sino también el individualismo. Frente a la defensa del bienestar público que habían hecho Sócrates, Platón y Aristóteles, las éticas del helenismo van a ser individualistas; frente a la defensa de la política de los clásicos, Epicuro llega incluso a recomendar no intervenir en política para alcanzar la felicidad. Estas escuelas presentan un modelo de hombre a seguir, un retrato de cuál sería la actitud de un hombre realmente sabio, ya que solamente el sabio es feliz (continúan con la tradición del intelectualismo ético de Sócrates: la virtud se identifica con el saber, de ahí que el ideal humano sea el sabio.). En esta época de desconcierto, todas las escuelas van a defender la búsqueda de la felicidad (éticas eudemonistas) a través de la ataraxia o tranquilidad del alma. Veremos muy brevemente las teorías éticas creadas por algunas de estas escuelas, ya que sus reflexiones físicas y metafísicas son retomadas de aquellos autores anteriores que mejor les sirven para justificar dichas ideas éticas. EPICUREÍSMO. Escuela fundada por Epicuro. Nacido en Samos (341 a. de C.) fundó en Atenas su escuela, denominada el Jardín. De sus muchos escritos se conservan varias cartas, la más importante la Carta a Meneceo. El conocimiento de la naturaleza le interesa sólo en la medida en que le sirve para contribuir a la felicidad del hombre, es por ello que no crea una teoría propia sino que la retoma de los atomistas, aquellos que como veremos mejor sirven para justificar sus teorías éticas. Epicuro elige la teoría física de los atomistas con un fin práctico: liberar al hombre de sus temores El hombre debe liberarse de los tres grandes temores que le impiden disfrutar: 1) el temor a la muerte (no hay que temerla dado que el alma, compuesta de átomos, es mortal, y por tanto la muerte es la ausencia de sensaciones), 2) el temor a los dioses (de acuerdo con el atomismo, los dioses no intervienen en el movimiento de los átomos y, por tanto, tampoco en la vida de los seres humanos; los dioses ni nos premian ni nos castigan) y 3) el temor al destino (el destino no existe ya que los acontecimientos dependen del movimiento azaroso de los átomos) La felicidad consiste en la consecución del placer (teoría hedonista) y en el alejamiento del dolor. El placer en Epicuro no se relaciona con los excesos sino con la ausencia de dolor. No se refiere a los placeres momentáneos, sino al placer que dura toda la vida, al placer que proviene de la salud del cuerpo y la serenidad del alma. Epicuro propugna el rechazo de aquellos placeres pasajeros que a largo plazo van a proporcionarnos un mayor dolor, así como la elección de placeres a largo plazo, aunque ello suponga de forma momentánea algún dolor. “A veces prescindimos de muchos placeres si es probable que de ellos se siga alguna dificultad; y preferimos a los placeres muchos dolores cuando a éstos les ha de seguir un placer mayor si resistimos por un momento aquellos dolores”. “Todo placeres, pues, un bien por su misma naturaleza, pero de aquí no se sigue que todo placer sea digno de elección; exactamente igual que todo dolor es un mal y, sin embargo, no todo dolor debe evitarse”. “Cuando decimos que el placer es un bien principal, no estamos hablando de los placeres del disoluto, ni de los que consisten en el goce sensual, como creen algunos ignorantes, y quienes no participan de nuestras opiniones o las interpretan al revés, sino que queremos referirnos a la liberación del dolor corporal y de las inquietudes y confusiones del alma. Pues no son las continuas embriagueces y orgías lo que hacen la vida feliz, sino sobrias contemplaciones que examinan los motivos de toda elección o evitación, y rechazan las vanas opiniones de las que se originan la mayor parte de las inquietudes que turban el alma”. El hedonismo epicúreo no pretende inducir al libertinaje y los excesos, sino a una vida serena y sosegada, al autocontrol y la vida sencilla que favorecen la salud y liberan al hombre de angustias. El hombre es desgraciado por sus temores y sus deseos vanos; si consigue eliminar aquellos y poner freno a éstos, entonces será feliz. Epicuro distingue entre placeres naturales (dentro de ellos están los que son necesarios para la felicidad y el bienestar del cuerpo) y los placeres vanos. La vida moderada que defiende no consiste en la búsqueda de placeres vanos, sino en la satisfacción de los placeres naturales y necesarios, que son más fáciles de conseguir. Sólo el que se conforma con poco (autosuficiencia) puede alcanzar la felicidad. Por último, señalar que el sabio elige los placeres espirituales (entre los que destaca la amistad) por encima de los placeres materiales. La prudencia es la mayor virtud, imprescindible para alcanzar la felicidad, todas las demás virtudes se subordinan a ella. En resumen: un sabio prudente eliminaría sus temores y elegiría: los placeres a largo plazo, naturales y moderados, así como los espirituales. ESTOICISMO. Escuela fundada por Zenón (341 a.C.). Su concepción del universo la retoman de Heráclito: Todo está en constante devenir debido a la lucha de opuestos, pero este cambio no es caótico porque está regido por un principio racional, el Logos. Mantuvieron, por tanto, una teoría determinista; todo en la naturaleza, también el ser humano, está determinado y nada puede hacerse para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Como defienden la existencia del Destino, creen que es necio intentar rebelarse contra él, porque sólo se alcanzará desesperación y sufrimiento. La verdadera sabiduría, la única manera de alcanzar la felicidad, consiste en aceptar el destino serenamente. El sabio estoico es, por tanto, imperturbable, se resigna frente al destino, no se rebela, guía su vida por la razón y elimina las pasiones para alcanzar la apatía. De entre las virtudes del sabio destaca la prudencia, junto con el autodominio, la fortaleza de carácter y la templanza.