VAN GOGH Andrea Marquez Lopez Mato Leído en micro-radial “Salud en la Cultura” en Radio Clásica, 1996. Todos conocemos la colorida pintura impresionista de Vincent Van Gogh así como su tumultuosa vida personal signada por la soledad y la desdicha y plasmada en las cartas a su hermano Theo y en las memorias de su gran amigo y colega Gauguin. El episodio del regalo de su propia oreja automutilada, que le hiciera a una prostituta que no quería ser cortejada, ha llenado varias páginas en todas sus biografías. Su historia clínica revela una sucesión de episodios de alineación mental con impulsividad y agresividad, sin recordar posteriormente lo sucedido durante estos episodios o persistiendo solo un vago recuerdo de los mismos. Esto se denomina estado crepuscular y es caracterizado por conductas no totalmente concientes y amnesia posterior. Los médicos de su época le diagnosticaron epilepsia, enfermedad que ataca las células del cerebro que se independizan durante las crisis del resto del Sistema Nervioso y disparan por sí solas y en forma desincronizada con el resto, produciendo distintos síntomas según la zona donde se encuentre la lesión. Estos síntomas van desde las típicas convulsiones a fenómenos más localizados y menos ruidosos. En el caso de la epilepsia temporal produce, ya que asienta en el lóbulo temporal- responsable de signos psiquiátricos, alucinaciones y fenómenos perceptuales anormales por un lado y ataques de impulsividad y agresividad por otro. No hay conciencia total de lo que se hace durante las crisis. Importantes psiquiatras de principios de siglo, entre los que se halla Jaspers; quisieron ver una esquizofrenia en la base de esas conductas, pero esta enfermedad como hemos dicho es disociativa produciendo un profundo deterioro de la personalidad y haciendo imposible la vida de relación por el aislamiento y el aplanamiento afectivo que conlleva. La esquizofrenia siempre deja residuo en la personalidad y no da (salvo en su forma hebefrénica que se da en pacientes mucho más jóvenes periadolescentes) cambios tan espectaculares de estado de ánimo como presentaba Van Gogh. Otros quisieron ver en el alcohol y en la vida disipada el origen de importantes estados depresivos. Nuestro pintor debe haber nacido con una predisposición a las crisis epilépticas; y el alcohol, viejo compañero de sus desmanes, aumentó la frecuencia de su expresión. Por ello hoy es indiscutible el diagnóstico de epilepsia temporal para sus crisis. Su enfermedad influye también en lo concreto de su temática, en la perseveración de temas, características de la llamada personalidad intercrisis de la epilepsia, en el uso de colores vívidos como el amarillo y el rojo, característicos de los fenómenos alucinatorios de la epilepsia temporal y en el cambio a épocas de poca productividad o colores grises en las épocas vecinas a sus ataques más severos, que se teñían de sintomatología depresiva. Dos de estos cuadros post-crisis de sus últimos años pueden verse en la colección Von Thyssen, en Madrid, colgados junto a un luminoso cuadro con sus temas y colores clásicos que se corresponde con un cambio de psiquiatra. Dos meses luego, en 1890 moría luego de una larga agonía posterior a un episodio que para muchos fue un intento de suicidio y para otros un desenlace fatal pero inesperado de una de sus crisis.