Las grandes herejías Herejía Etim.: Del griego heresis (elección). En la Sagrada Escritura: grupo, facción, división. Desde los principios del cristianismo, la Iglesia ha sido atacada por aquellos que introducen falsas enseñanzas, o herejías. La Biblia nos avisó que esto sucedería. Pablo advirtió a su joven discípulo, Timoteo, "Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas." (2 Timoteo 4, 3–4). ¿Qué es la herejía? Herejía es un término con una gran carga emocional y con frecuencia se lo usa mal. No es lo mismo que la incredulidad, el cisma, la apostasía u otros pecados contra la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica declara, "La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’" (CCC 2089). Para cometer herejía, uno tiene que rechazar la corrección. No es un hereje aquella persona que está dispuesta a ser corregida o una que no se ha dado cuenta que lo que ha estado declarando es contrario a la enseñanzas de la Iglesia. Sólo un individuo bautizado puede cometer herejía. Esto significa que, aquellos movimientos que se han separado o que han sido influídos por el cristianismo, pero que no practican el bautismo (o que no practican el bautismo válido), no son herejías, sino religiones distintas o sectas. Algunos ejemplos incluyen a los musulmanes y los Testigos de Jehová, que no practican el bautismo válido. Finalmente, la duda o la negación herética debe concernir a un asunto que ha sido revelado por Dios y solemnemente definido por la Iglesia (por ejemplo, la Trinidad, la Encarnación, la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, el Sacrificio de la Misa, la infalibilidad papal o la Inmaculada Concepción y Asunción de María). Es importante distinguir herejía de cisma y apostasía. En el cisma, uno se separa de la Iglesia Católica sin repudiar una doctrina definida. Un ejemplo de cisma contemporáneo es la Sociedad de Pio X—los "Lefebvristas" o seguidores del difunto Arzobispo Marcel Lefebvre—quien se separó de la Iglesia en la última parte de la década de 1980 pero que no ha negado las doctrinas católicas. En la apostasía, uno repudia la fe cristiana y ya no declara ser un cristiano. Teniendo esto en mente, echemos una mirada a las grandes herejías de la historia de la Iglesia y las épocas en que ocurrieron. Gnosticismo (Siglos I y II) "¡La materia es mala!" fue el grito de los gnósticos. Esta idea la tomaron prestada de ciertos filósofos griegos. Es contraria a la enseñanza católica, no solamente porque contradice Génesis 1, 31 ("Y Dios vió todo lo que había hecho y vió que era muy bueno") y otras escrituras, sino porque niega la Encarnación. Si la materia es mala, entonces Jesucristo no pudo haber sido verdadero Dios y verdadero hombre, porque Cristo no es malo de ninguna manera. Así fue que muchos gnósticos negaron la Encarnación, declarando que Cristo solo aparentó ser un hombre, pero que su humanidad era solo una ilusión. Algunos gnósticos, reconociendo que el Antiguo Testamento enseñaba que Dios había creado la materia, afirmaron que el Dios de los judíos era una deidad mala distinta del Dios del Nuevo Testamento, el Dios de Jesucristo. Además propusieron la creencia en muchos seres divinos, conocidos como "eones", que mediaban entre el hombre el Dios final e inalcanzable. El más bajo de estos eones, el que había tenido contacto con los hombres, era supuestamente Jesucristo. Gnosticismo Etim: del griego gnosis (conocimiento) El gnosticismo es un complejo sistema sincretista de creencias provenientes de Grecia, Persia, Egipto, Siria, Asia Menor, etc. Es de notar la influencia platónica. Por su complejidad, la cantidad de sectas gnósticas y la diversidad de sus creencias, es muy difícil de entender o de sintetizar el gnosticismo. Se les llama "gnósticos" por la "gnosis" (conocimiento), ya que afirmaban tener conocimientos secretos obtenidos de los apóstoles y no revelados sino a su grupo elite, los iluminados capaces de entender esas cosas. Enseñaban conocimientos secretos de lo divino mientras que la doctrina del cristianismo ortodoxo era asequible a todos. Muchos grupos gnósticos se tenían por cristianos, por lo que causaban una enorme confusión. Es por eso que la Iglesia tuvo que confrontar los errores del gnosticismo y diferenciarlos del cristianismo auténtico. Desde sus orígenes, las creencias gnósticas fueron rechazadas por los cristianos por ser una peligrosa falsificación del Evangelio. Entre los numerosos escritores cristianos de los primeros siglos que combatieron el gnosticismo están: San Ireneo, Orígenes, Justino, Hipólito y San Agustín. Los "evangelios" gnósticos más tarde se llamaron “evangelios apócrifos”. Entre ellos: el “Protoevangelio, de Santiago", “Evangelio de primera infancia, de Tomás", que contiene las supuestos milagros de Jesús en su infancia. Estos textos tienen algunos relatos semejantes a los cristianos pero suelen contener fantasías que no concuerdan con la fe cristiana. Tienen poca o ninguna narrativa sobre la vida de Jesús. No fueron aceptados por la Iglesia como parte de las Sagradas Escrituras. El descubrimiento en 1945-1947 de textos gnósticos en Nag Hammadi, Egipto hizo posible un mayor conocimiento de sus creencias. Casi todos estos textos eran desconocidos hasta entonces. (No están relacionados con los “manuscritos del Mar Muerto” que son textos judíos). En la actualidad los escritos gnósticos son objeto de gran interés. Su antigüedad y la pretensión de representar una corriente alternativa al cristianismo ortodoxo ha servido los intereses de novelas como "El Código Da Vinci" que buscan eliminar las doctrinas cristianas. Esta novela, aunque cita fuentes gnósticas, suplanta la fe cristiana con creencias paganas que son muy diferentes a las gnósticas. De la misma manera, algunas feministas pretenden justificarse con usando fuentes gnósticas, cuando en realidad el gnosticismo concibe a la mujer como un ser inferior al hombre. Las creencias generalmente sostenidas por los gnósticos: 1- La posibilidad de ascender a una esfera oculta por medio de los conocimientos a los que sólo una minoría selecta puede acceder por vía de una iluminación no asequible a otros. Conocer esas creencias sería suficiente para salvarse, sin necesidad de una práctica de moral. Cree en revelaciones secretas y en el esoterismo. 2- Mezcla las doctrinas de diversas religiones, cambiando el significado que tenían originalmente según la iluminación gnóstica. Así pretende poseer un conocimiento intuitivo de los misterios divinos superior a la doctrina de la Iglesia Católica. El gnosticismo se parece al New Age moderno en que abarca creencias que van cambiando y aumentando según salen nuevos escritos formando una amalgama con poca coherencia. Tiene gran popularidad porque hoy no menos que en la antigüedad, a muchos les interesa la novedad y no la verdad. 3- Hay dos principios: el buen dios que creó el mundo espiritual y el perverso el cual es responsable por la creación del mundo (la materia y el cuerpo). Nuestro cuerpo, como en el pitagorismo heredado por Platón, era, para los gnósticos, la cárcel en la que estaba presa nuestra alma como consecuencia de una caída original del ámbito del pleroma del que realmente procede nuestra alma. En nuestra liberación de la materia, la iluminación gnóstica era necesaria para lograr la salvación. Yahvé es un Dios del mal, culpable por haber realizado la creación del mundo material. 4- Existe una enorme jerarquía de seres. Las Personas de la Trinidad serían diferentes seres de relativo bajo rango en dicha jerarquía. La divinidad esta compuesta de una multitud de seres espirituales. El tiempo gnóstico estaba marcado por los envíos de eónes, y gran variedad de niveles cósmicos, muchos de ellos generalmente correspondientes a las esferas celestiales, típicas de la cosmología de aquel entonces. 5- Al creer que la materia es una prisión, la procreación es también vista como algo perverso. Atrapa a las almas inmortales en la cámara de tortura que es el universo. El matrimonio es también perverso porque conduce al sexo. 6- Las mujeres, por su propia naturaleza, son formas de vida espiritualmente inferiores porque son ellas las que encuban a los prisioneros. Ellas cooperan con una diosa que atrapa a las almas inmortales para encarcelarlas en cuerpos humanos. El evangelio gnóstico de Tomás, por ejemplo, dice que las mujeres no pueden salvarse si no llegan a ser como hombres. 7- Jesús no es ni dios ni hombre sino un ser espiritual que solo aparentó tomar cuerpo y vivir entre nosotros para darnos los conocimientos secretos necesarios para liberarnos de la prisión que es nuestro cuerpo. Por lo tanto, nos salvamos al adquirir conocimiento y no por la obra de redención de Cristo. Se trata de auto-divinización. Jesús estaba asociado al dios bueno. La mayoría creían que Jesús era un auténtico mediador entre nosotros y nuestra verdadera vida, más allá de la materia, en el dios bueno. 8- Niegan la muerte expiatoria de Jesús (ya que no tenía verdadero cuerpo propio y porque no hace falta la redención cuando se tienen los conocimiento gnósticos). Rechazan la resurrección del cuerpo. 9- Rechazo a las tradiciones y Biblia judía ¡Cuanta verdad en las enseñanzas de San Pablo!: "Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio" -II Timoteo 4, 2-5 Sabelianismo (Siglo III) Los sabelianos enseñaron que Cristo y Dios Padre no eran personas distintas, sino dos aspectos u oficios de la misma persona. Según ellos, las tres personas de la Trinidad existen solamente en relación con el hombre y no en la realidad objetiva. Arrianismo (Siglo IV) Arrio enseñó que Cristo era una criatura hecha por Dios. Disfrazando su herejía por medio de usar terminología ortodoxa o casi-ortodoxa, logró sembrar una gran confusión en la Iglesia. Llegó a asegurarse el apoyo de muchos obispos, en tanto que otros le excomunicaron. El arrianismo fue solemnemente condenado en 325 en el primer concilio de Nicea, que definió la divinidad de Cristo, y en 381 en el primer concilio de Constantinopla que definió la divinidad del Espíritu Santo. Estos dos concilios nos dieron el credo Niceno-Constantinopolitano, el cual los católicos recitamos en la Misa de los domingos. Europa forjada durante tantos siglos también por la Iglesia. Arrianismo y semiarrianismo El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después obispo libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no hay tres personas en Dios sino una sola persona, el Padre. Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su Plan. El Hijo es, por lo tanto, criatura y el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que él no existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. A Jesús se le puede llamar Dios, pero solo como una extensión del lenguaje, por su relación íntima con Dios. Admitía la existencia del Dios único, eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no divino sino pura creatura, aunque más excelsa que todas las otras y escogido como intermediario en la creación y la redención del mundo. Aunque Arrio se ocupó principalmente de despojar de la divinidad a Jesucristo, hizo lo mismo con el Espíritu Santo, que igualmente lo percibía como creatura, e incluso inferior al Verbo. Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus ideas en Alejandría, dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el se excomulga a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía continúa expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones, que el Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución. Fue el Concilio de Nicea, el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido antiarriano bajo la guía de San Atanasio, diácono de Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousion (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo: ««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Manual de Doctrina Católica Denzinger - Dz 54). Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores desterrados, entre ellos Eusebio de Nicomedia. Aunque no era arriano, Constantino gradualmente relajó su posición anti-arriana bajo la influencia de su hermana, quien tendía simpatías arrianas. A Eusebio y a otros se les permitió regresar y pronto comenzaron a trabajar para destruir lo hecho en el Concilio de Nicea. Por los manejos de Eusebio de Nicomedia, Constantino intento traer a Arrio de regreso a Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que llegara. Aprovechando la nueva situación, el partido arriano fue ganando terreno y logró el exilio de San Atanasio, quien ya era obispo de Alejandría, y de Eustaquio de Antioquía. Avanzaron aún más durante el reinado del sucesor de Constantino en Oriente, Constancio II (337-361), quien dio un apoyo abierto al arrianismo. En el año 341 se celebró un Concilio en Antioquía, el cual no fue reconocido como concilio ecuménico y fue encabezado por Eusebio de Nicomedia. Este Concilio aceptó varias afirmaciones heréticas sobre la naturaleza de Cristo. La oposición fue tal en Occidente, que Constancio II, emperador de Oriente, y Constante, de Occidente, convinieron en convocar un Concilio en Sárdica en el 343, donde se logró el regreso de Atanasio y su restauración como obispo de Alejandría, así como la deposición de sus sedes de muchos obispos arrianos. Tras la muerte de Constante y el advenimiento de Constancio como único emperador en el año 350, los arrianos recuperaron mucho de su poder, generándose persecuciones anticatólicas en el Imperio. Durante este período se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía arriana con la unificación de los diversos partidos en el interior del arrianismo en el año 359 y su máximo triunfo doctrinal en los concilios de Seleucia y Arimino. Cuando parecía humanamente que la fe católica se perdía, las cosas se volvieron en contra del arrianismo. Constancio murió en el año 361, dejando al arrianismo sin su gran protector. Más adelante los semiarrianos, escandalizados por la doctrina de sus copartidarios más radicales, empezaron a considerar la posibilidad de algún arreglo. Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el cristianismo ortodoxo fue restablecido en Oriente y Occidente, y la ejemplar acción de los Padres Capadocios (San Basilio y San Gregorio Nacianceno) condujo a la derrota final del arrianismo en el Concilio de Constantinopla en el año 381. La herejía no moriría aun por siglos y crecería en algunas tribus germánicas que habían sido evangelizadas por predicadores arrianos, las cuales la traerían de nuevo al Imperio en el siglo V con la invasión de Occidente. Aunque todavía se encuentran grupos de cristianos-arrianos en el Oriente Medio y el Norte de África, el arrianismo profesado como tal desapareció hacia el siglo VI. Como ocurre con otras herejías, hay siempre quienes, sin definirse herejes, sostienen todavía esos errores. Se trata de una batalla por la verdad en la que el espíritu del error no se da por vencido. Los semiarrianos, también llamados homousianos, ocupan un lugar intermedio entre los arrianos radicales o anomeos que predicaban una clara diferenciación entre el Padre y el Hijo, y la fe ortodoxa del Concilio de Nicea. Ellos asumen el término homoiousios, pero en el sentido de similitud y no de consustancialidad. Resaltan, pues, simultáneamente similitudes y diferencias entre el Padre y el Logos. Nestorianismo (Siglo V) Esta herejía sobre la persona de Cristo fue iniciada por Nestorio, obispo de Constantinopla, que le negó a María el título de Theotokos (gr. lit. "Quien lleva a Dios" o menos literalmente, "Madre de Dios"). Nestorio declaró que ella solamente había llevado en su seno a la naturaleza humana de Cristo y así propuso el título alternativo de Christotokos ("Quien lleva a Cristo" o "Madre de Cristo"). Los teólogos católicos ortodoxos reconocieron que la teoría de Nestorius fracturaría a Cristo en dos personas separadas (una humana y una divina unidas en una especie de unidad desligada), de los cuales uno solo estaba en el seno [de María]. La Iglesia reaccionó en 432 con el Concilio e Efeso, definiendo que María puede ser propiamente llamada Madre de Dios, no en el sentido de ser ella anterior a Dios o a la fuente de Dios, sino en el sentido de haber tenido en su vientre materno a la persona de Dios Encarnado. Es dudoso que el mismo Nestorius creyera en la herejía que sus declaraciones implican y en este siglo, la Iglesia Oriental de Asiria, que ha sido históricamente considerada nestoriana, ha firmado una declaración cristológica totalmente ortodoxa conjuntamente con la Iglesia Católica y ha rechazado el nestorianismo. Esta iglesia está ahora mismo en proceso de entrar en total comunión eclasiástica con la Iglesia Católica. Nestorianismo (Ver Catecismo #466) Nestorianismo, herejía del siglo V, enseñaba la existencia de dos personas separadas en Cristo encarnado: una divina (el Hijo de Dios); otra humana (el hijo de María), unidas con una voluntad común. Toma su nombre de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien fue el primero en difundir la doctrina. Síntesis de los errores del nestorianismo: El hijo de la Virgen María es distinto del Hijo de Dios. Así como de manera análoga hay dos naturalezas en Cristo, es necesario admitir también que existen en Él dos sujetos o personas distintas. Estas dos personas se hallan ligadas entre sí por una simple unidad accidental o moral. El hombre Cristo no es Dios, sino portador de Dios. Por la encarnación el Logos-Dios no se ha hecho hombre en sentido propio, sino que ha pasado a habitar en el hombre Jesucristo, de manera parecida a como Dios habita en los justos. Las propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte) tan sólo se pueden predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación, omnipotencia, eternidad) únicamente se pueden enunciar del Logos-Dios; se niega, por lo tanto, la comunicación entre ambas naturalezas. En consecuencia, no es posible dar a María el título de Theotokos (Madre de Dios), que se le venía concediendo habitualmente desde Orígenes. Ella no es más que "Madre del Hombre" o "Madre de Cristo". Ver: Madre de Dios >> Se opusieron al nestorianismo importantes prelados, encabezados por San Cirilo de Alejandría. La herejía fue condenada y la doctrina aclarada en el Concilio de Éfeso en el año 431: ««...habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre ÉL el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se somatizó a nacimiento carnal... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen»» (Dz 111) Además, en el Concilio de Calcedonia en el año 451 declaró: ««Ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado (Hebr. 4, 15); engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo...»» (Dz 148). Nestorio contó con el apoyo de varios obispos orientales que no aceptaron las condenaciones y rompieron con la Iglesia formando una secta independiente; pero finalmente fue desterrado en el año 436 al Alto Egipto. Monofisismo (Siglo V) El monofisismo comenzó como una reacción al nestorianismo. Los monofisistas (liderados por un hombre llamado Eutiques) estaban horrorizados por lo que implicaban las declaraciones de Nestorius, que Cristo era dos personas con dos diferentes naturalezas (humana y divina). Se pasaron al otro extremo, afirmando que Cristo era una persona con una sola naturaleza que fusionaba lo divino y lo humano. Por afirmar que Cristo tenía una sola naturaleza (griego mono, uno y phisis, naturaleza) se los conoció como monofisistas. Los teólogos católicos ortodoxos reconocieron que el monofisismo era tan malo como el nestorianismo porque negaba la plena humanidad de Cristo y su plena divinidad. Si Cristo no hubiera tenido una plena naturaleza humana, no hubiera sido humano, y si no hubiera tenido una plena naturaleza divina no hubiera sido totalmente divino. Monofisismo Herejía desarrollada por el monje Eutiques (m. 454). Se propagó principalmente entre los siglos V y VI. Enseñó que solo había una naturaleza en la persona de Cristo, la divina. Se oponía a la doctrina del Concilio de Calcedonia (451) sobre las dos naturalezas de Cristo. Surge en parte como una reacción contra el nestorianismo. A pesar de haber sido condenado en el Segundo Concilio de Constantinopla (553), el monofisismo encontró apoyo en Siria, Armenia y especialmente entre los cristianos coptos en Egipto en dónde todavía existe incluso con una estructura ordenada en las Iglesias Armenias y Coptas entre otras. Monotelismo Herejía del siglo VII que sostenía que Cristo posee dos naturalezas pero una sola voluntad. La herejía es un intento de reconciliar las ideas de la herejía monofisita con la ortodoxia cristiana. El emperador Heracleo (610-641), en un encuentro con los monofisitas, formuló que Cristo tendía dos naturalezas pero una sola voluntad. Esta idea recibió apoyo del patriarca de Constantinopla, Sergio. Este punto de vista fue condenado posteriormente por la Iglesia de Occidente, lo cual generó un resquebrajamiento con la Iglesia de Oriente. San Máximo el Confesor escribió una refutación teológica del monotelismo, en la cual sostuvo que la voluntad era una función de la naturaleza y no de la persona. El Monotelismo fue condenado definitivamente por el Tercer Concilio de Constantinopla (680), en el cual se afirmó ««dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión»» (Dz 291). Algunas herejías: Adopcionismo, Albingenses, Arrianismo, Docetismo, Cátaros, Gnosticismo, Pelagiansimo, Valdenses, Mandeísmo, Maniqueísmo, Monarquianismo, Montanismo, Ebionismo, Herejías contra la unidad de la naturaleza y la persona de Cristo «Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma» (Código de Derecho Canónico - CIC can. 751). -CIC# 2089. La herejía es la oposición voluntaria a la autoridad de Dios depositada en Pedro, los Apóstoles y sus sucesores y lleva a la excomunión inmediata o latae sententiae (Ver CIC can. 1364), es decir, a la separación de los sacramentos de la Iglesia. La herejía surge de un juicio erróneo de la inteligencia sobre verdades de fe definidas como tales. La herejía atenta contra la fe y contra el Primer Mandamiento Se diferencia de la apostasía en que en la herejía no se rechaza totalmente la fe cristiana y del cisma que es un rechazo a la sujeción al Papa. Jesucristo funda la Iglesia sobre la roca que es Pedro y le confía a éste y a sus sucesores el ser guardianes y garantes de la fe, confirmando en ella a sus hermanos para vivir en la verdad y la unidad del Cuerpo de Cristo por obra del Espíritu Santo. La herejía rompe la unidad de la Iglesia. Al separarse del magisterio de Pedro y sus sucesores introduce el error sobre la fe. El Concilio Vaticano II nos dice que «en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones que el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes» (UR 3) Las herejías polarizaban algunos elementos de la doctrina cristiana, negaban otros o sostenían visiones que pretendían unir sincréticamente la doctrina cristiana con otras religiones. Algunas herejías surgen en el interior de la Iglesia mientras otras provienen de afuera. Después de que en el año 313 el Edicto de Milán diera fin a las persecuciones oficiales contra la Iglesia, aparecieron las "grandes herejías", llamadas así por su gran extensión territorial y por el número de sus seguidores entre los que no faltaron numerosos sacerdotes y obispos. En algunos casos las herejías surgen como un intento de renovación con valores loables pero al faltar la sumisión a la Iglesia se descarrilan. Por ejemplo, Pedro Valdo renunció a sus riquezas para dedicarse a predicar una vida sencilla basada en el Evangelio. Pero se desvió formándose la herejía valdense que llegó, entre otros errores, a rechazar el valor de la Santa Misa. Las herejías han sido ocasión para que surgieran defensores de la ortodoxia que inspiraron a la Iglesia en el proceso de estudio sobre las cuestiones constatadas, culminando en definiciones mas claras sobre la fe. De esta manera el Espíritu Santo ha guiado a la Iglesia a desarrollar su doctrina y conocer mejor la verdad. Ya en la Segunda Carta de Pedro se profetizaba con gran acierto acerca de la naturaleza y efectos de las herejías: «Habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción» (2Pe 2,1). Antes del Concilio Vaticano II se le llamaba herejes a los protestantes, pero el Decreto Sobre el Ecumenismo #3 recomendó que en vez se les llamase "hermanos separados". No se pretendió negar que existan herejías ni el grave daño que estas ocasionan. Pero se quiso tomar una postura reconciliatoria hacia las personas, concientes de que todos hemos pecado y somos culpables. Docetismo Una de las primeras herejías. Niega sobre todo la humanidad verdadera del Jesucristo. Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, ««venido en la carne»» (Ver: 1Jn 4, 2-3; 2Jn 7) El docetismo del griego dokein (parecer) interpretó la encarnación del Verbo como una mera apariencia. Según ellos, Cristo solo parecía humano. Su cuerpo no sería un cuerpo real sino una apariencia de cuerpo. Ésta creencia brota de una concepción negativa de la carne y de todo el mundo material propia del gnosticismo del cual proviene esta herejía. En efecto, los gnóstico oponían el espíritu, al que consideraban como un principio bueno y puro, a la materia, a la que consideraban como su opuesto. Según esto, el proceso de redención del hombre consistía en una progresiva purificación de todo lo que fuera materia con el fin de hacerse espíritu puro. Así, el Verbo no se podía rebajarse haciéndose verdaderamente carne o materia. En el Evangelio del Apóstol San Juan aparece claramente la verdad de la encarnación negada por los docetas: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros»» (1Jn 1,13-14). De igual manera en las cartas de San Juan se denuncian y censuran con claridad estos errores: ««Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya estará en el mundo»(1Jn 4,2-3), «Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo» (2Jn 7). San Ignacio de Antioquía fue uno de los defensores de la ortodoxia ante esta herejía. Monarquianismo (modalismo - adopcionismo) A finales del siglo II, la herejía conocida como monarquianismo (nombre puesto por Tertuliano), enseñó que en Dios no hay más que una persona. Según la forma en que ellos explican la persona de Jesucristo, se dividen en dos grupos o tendencias: monarquianismo modalista (Modalismo) y monarquianismo dinamista o adopcionista (adopcionismo). El monarquianismo dinamista o adopcionista. Sostiene que Cristo es tan sólo un hombre aunque nacido sobrenaturalmente de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Este hombre habría recibido en el bautismo un particular poder divino y la adopción como hijo de parte de Dios. Los principales defensores de esta herejía fueron Teódoto el Curtidor, de Bizancio, que la transplantó a Roma hacia el año 190 y fue excomulgado por el Papa Víctor I (189-198); Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, a quien un Sínodo en Antioquía destituyó como hereje el año 268, y el obispo Fotino de Sirmio, depuesto el año 351 por el Sínodo de Sirmio. Las ideas de esta herejía alcanzaron una mayor definición hacía el siglo VIII cuando fue condenada por el segundo Concilio de Nicea (787) y por el Concilio de Francfort (794). El monarquianismo modalista (modalismo) afirma también una única Persona divina, pero que actúa según diferentes funciones o modos. Aplicado al principio a Jesucristo, sostuvo que el mismo y único Dios que era el Padre había sufrido la pasión y la cruz por nosotros, y recibió el nombre de patripasianismo. Más tarde se extendió también al Espíritu Santo, desarrollándose así la doctrina completa, que sostenía que las tres personas de la Trinidad no eran más que tres modos, máscara o funciones por medio de las cuales actuaba la única Persona divina. El patripasianismo fue defendido principalmente por Noeto de Esmirna, contra el cual escribió Hipólito; Práxeas, de Asia Menor, a quien combatió Tertuliano. Sabelio fue quien más tarde aplicó la misma doctrina errónea al Espíritu Santo, sosteniendo que en la creación el Dios unipersonal se revela como Padre, en la redención como Hijo, y en la obra de la santificación como Espíritu Santo. El Papa San Calixto (217-222) excomulgó a Sabelio. La herejía fue condenada de manera definitiva por el Papa San Dionisio (259-268). Concilios Ecuménicos La Iglesia ha tenido 21 Concilios Ecuménicos, sin contar el de los Apóstoles en Jerusalén. 1- Concilio de Nicea (año 325). Convocado por la autoridad del Papa San Silvestre y bajo la ejecutoria del mismo emperador Constantino. Este Concilio condenó la herejía de Arrio que negaba la divinidad de Jesucristo y su consustancialidad con el Padre. Formuló el "símbolo niceno" o Credo. ««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Denzinger - Dz 54). 2- Concilio Primero de Constantinopla (año 381). En tiempo del Papa San Dámaso, se ocupó de las herejías de los mecedonianos, eunomianos o anomeos. Se perfeccionó el símbolo niceno, que por esto lo llamamos el credo "niceno-constantinopolitano". 3- Concilio de Éfeso (año 431). Convocado por el Papa San Celestino I y presidido por el Patriarca Cirilo de Alejandría, ese Concilio condenó la herejía cristológica y mariológica de Nestorio y proclamó la maternidad divina de María, La Theotokos. El símbolo de Efeso precisa que las dos naturalezas, humana y divina de Cristo, están unidas sin confusión y por lo tanto María es verdaderamente “Madre de Dios”. 4- Concilio de Calcedonia (año 451). Bajo la autoridad del Papa San León I el Magno, este Concilio trató de las herejías de quienes negaban a Jesucristo las naturaleza divina o la humana o las confundían. Ver: Nestorianismo 5- Concilio Segundo de Constantinopla (año 553). Convocado por la autoridad del Papa Virgilio, condenó la herejía de los "tres capítulos", confirmando la doctrina de los concilios anteriores sobre la Trinidad, la divinidad de Jesucristo y maternidad divina de María. Condenó el Monofisismo 6- Concilio Tercero de Constantinopla (del año 680-681). Con el Papa San Agatón, condenó solemnemente la herejía de quienes admitían en Cristo una sola voluntad (monotelitas). 7- Concilio Segundo de Nicea (año 787) Este Concilio, convocado por la autoridad del Papa Adriano I, afrontó la doctrina de los iconoclastas y definió la legitimidad del culto a las imágenes sagradas. 8- Concilio Cuarto de Constantinopla. Convocado por el Papa Adriano II en el año 869 duró hasta el siguiente y tuvo como principal tema la condenación del patriarca Focio, autor del cisma oriental. 9-Concilio Primero de Letrán (del año 1123-1124). Convocado por el Papa Calixto II, fue muy accidentado por lo que duró hasta el siguiente año. Celebrado en el tiempo de la lucha de las investiduras, se ocupó de ellas, lo mismo que de la simonía, el celibato y el incesto. 10- Concilio Segundo de Letrán (año 1139). Este Concilio convocado por le Papa Inocencio II, afrontó el delicado asunto de los falsos pontífices, de la simonía, la usura, las falsas penitencias y los falsos sacramentos. 11- Concilio Tercero de Letrán (año 1179). . Bajo el Sumo Pontífice Alejandro III, se ocupó nuevamente de condenar la simonía. 12- Concilio Cuarto de Letrán (año 1215). Bajo la autoridad del Papa Inocencio III, este Concilio condenó las herejías de los Albingenses, del Abad Joaquín de Fiori, los Valdenses,etc. 13- Concilio Primero de Lyon (año 1245). Este Concilio en realidad no abordó asuntos dogmáticos, sino problemas morales y disciplinares de la Iglesia. 14- Concilio Segundo de Lyon (año 1274) Convocado por el Papa Gregorio X, trató de unificar la Iglesia griega, separada de Roma desde el cisma oriental. 15- Concilio de Viena (1311-1312). Este Concilio, convocado por Clemente V, se ocupó de los errores de los beguardos y beguins, de Pedro Juan Olivi. Abolió la orden de los Templarios. 16- Concilio de Costanza (año 1417). Fue convocado por el Papa Martín V, sólo se clausuró cuatro años después. Condenó los errores de Wicleff, Juan Hus, etc. Se ocupó también de los asuntos provocados por el cisma de Occidente. 17- Concilio de Florencia (1431). Convocado por Eugenio IV, duró hasta 1445. Logró la unión de los armenos y jacobitas con la Iglesia de Roma. 18- Concilio Quinto de Letrán (año 1512). Convocado por León X, tuvo como tema central la reforma de la Iglesia. 19- Concilio de Trento (año 1545-1563). Este Concilio fue inicialmente convocado por Pablo III para tratar el problema de la escisión de la Iglesia por la reforma protestante. Se ocupó de innumerables temas doctrinales, morales, disciplinares, de acuerdo con la problemática presentada por el protestantismo. El Decreto sobre la justificación, el de los Sacramentos, el de la Eucaristía, el Canon de la Sagradas Escrituras, etc., son entre otros, los más sobresalientes, amén de infinidad de disposiciones disciplinares. 20- Concilio Vaticano Primero. Convocado por el Papa Pío IX en 1869, sesionó hasta Septiembre de 1870, cuando hubo de interrumpirse por la toma de Roma por las tropas de Garibaldi, el 20 de Septiembre. Este Concilio afrontó los temas fundamentales de la fe y constitución de la Iglesia. Como definiciones más famosas, se encuentran la potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad cuando habla "ex cathedra". 21- Concilio Vaticano II (1962-1965). Convocado por Juan XXIII, quien lo anunció desde Enero de 1959, tuvo cuatro sesiones, la primera de las cuales presidió, en el otoño de 1962, el mismo Juan XXIII, quien falleció el 3 de Junio de 1963. Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el Pontífice Pablo VI. Introducción Jesucristo al instituir su Iglesia sobre Pedro le confiere el poder total y lo hace árbitro de la doctrina, que es la línea medular de la fe, sobre la cual funciona la vida de la Iglesia a través de los siglos. Herejía: Es una doctrina que se opone inmediata, directa y contradictoriamente a la verdad revelada por Dios y propuesta auténticamente como tal por la Iglesia. La palabra "herejía" proviene de la lengua griega y encierra el concepto de error, desviación o enseñanzas de doctrinas que van contra un programa de fe, ya estructurado, o bien sometido a examen y finalmente aprobado con una definición de base inmutable. Desde el tiempo de los apóstoles abundaron las herejías: unas negaban la divinidad de Jesucristo, otras su humanidad y otras amalgamaban la doctrina cristiana con otras religiones, etc. Durante toda la época de las persecuciones oficiales surgieron herejías, la mayoría provenían de los mismos cristianos descontentos y algunas de los paganos. Tampoco faltaron los defensores de la fe verdadera y exponían, al mismo tiempo, la doctrina bíblica enseñada por la Iglesia. Apenas terminadas las persecuciones a principios del siglo IV, la Iglesia, como institución, gozó oficialmente de plena libertad y fue, entonces, cuando aparecieron las llamadas grandes herejías; las llamaron grandes por la extensión que cubrieron a lo largo y ancho del imperio romano, que paulatinamente iba cristianizándose, y también por el número de sus seguidores que se enrolaban en sus filas, sin excluir sacerdotes y obispos. Los castigos que recaen sobre los herejes están expuestos en el mismo Código: "Todos los que apostatan la fe cristiana, todos los herejes y cismáticos y cada uno de ellos: 1) Incurren por el hecho mismo en la excomunión. 2) Si no se arrepienten después de una advertencia, serán privados de todos los beneficios, dignidades, pensiones, oficios u otros cargos que tuvieran en la Iglesia. Serán declarados infames, y los clérigos, después de una segunda amonestación canónica, son, por sólo este hecho, tachados de infamia, etc.; los clérigos, después de una segunda amonestación canónica sin ningún resultado, serán degradados". La absolución a los herejes provoca dificultades por razón del rito. El Código resume brevemente las disposiciones de la disciplina canónica: "La absolución de la excomunión está reservada de una manera especial a la Sede apostólica...El pecador así absuelto puede después recibir el perdón de su pecado de un confesor cualquiera. La abjuración está considerada como jurídicamente hecha cuando tiene lugar ante el ordinario del lugar o su delegado y por lo menos ante dos testigos". Grande es la diferencia entre herejía, que es una recusación de la doctrina católica, y el cisma, que es una rebelión contra la unidad de la Iglesia. San Pedro describe ya la herejía con los caracteres que se le atribuyen hoy en día: "Herejías de perdición por las cuales la voz de la verdad será blasfemada y se pervertirán muchos hombres. Consiste en una perversión de doctrinas; esta perversión de la doctrina implica en el fondo la negación de la divinidad del Salvador. Toda doctrina opuesta a la verdadera fe constituye en sí una infidelidad, pero toda infidelidad positiva no es una herejía. Santo Tomás explica que la herejía, siendo elección en la doctrina, se refiere no al mismo fin de la fe, sino al medio propuesto para alcanzar este fin. Herejías docetas Aparecieron en el siglo I en oriente afirmando que Jesús tenía sólo un cuerpo aparente. Ebionitas A fines del siglo primero ya hubo algunos herejes judaizantes, Cerinto y los ebionistas (del hebreo pobres, también llamados "nazarenos" a causa de su ideal de vida pobre), que tomando como base un rígido monoteísmo unipersonal, negaron la divinidad de Cristo. Los ebionistas se extendieron desde Persia hasta Siria. Utilizaban un evangelio especial, llamado "evangelio de los hebreos", sobre cuya identidad precisa discuten en la actualidad los estudiosos. La herejía de los ebionistas (pobres que empobrecían la figura de Cristo), afirmaba que Cristo no es Dios, sino un simple hombre; las corrientes más modera oriente afirmando que Jesús tenía sólo un cuerpo aparente. Gnósticos Esta teoría fue una grave amenaza para la Iglesia, se impuso especialmente entre los siglos I y III, su período de máximo esplendor es en el siglo II. Gnosticismo del griego gnosis, o sea, conocimiento, se debe a que los miembros de este movimiento afirmaban la existencia de un tipo de conocimiento especial, superior al de los creyentes ordinarios y, en cierto sentido, superior a la misma fe. Este conocimiento podía conducir a la salvación por sí solo. El gnosticismo cree en la posibilidad de ascender a una esfera oculta por medio de los conocimientos de verdades filosóficas o religiosas; sólo una minoría selecta puede acceder a ellas. Se trata de una mística secreta acerca de la salvación. Eligieron sistemas de pensamientos en el que unían doctrinas judías o paganas con la revelación y dogmas cristianos. Caen en el dualismo en que identifican el mal con la materia, la carne o las pasiones y el bien con una sustancia pneumática o espíritu. Monoarquismo A fines del siglo II, la herejía, conocida con el nombre de monoarquismo, enseñó que en Dios no hay más que una persona. Según la explicación concreta que de acerca de Jesucristo, se divide en dos tendencias: a) Monarquianismo dinamístico o adopcionista. Enseña que Cristo es puro hombre, aunque nacido sobrenaturalmente de la Virgen María por obra del Espíritu Santo; en el bautismo le dotó Dios de particular poder divino y le adoptó como hijo. Los principales propugnadores de esta herejía fueron Teódoto el Curtidor, de Bizancio, que la transplantó a Roma hacia el año 190 y fue excomulgado por el Papa Víctor I (189-198); Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, a quien un Sínodo de Antioquía destituyó como hereje el año 268, y el obispo Fotino de Sirmio, depuesto el año 351 por el sínodo de Sirmio. b) Monarquianismo modalístico (llamado también patripasianismo). Esta doctrina mantiene la verdadera divinidad de Cristo, pero enseña al mismo tiempo la unipersonalidad de Dios explicando que fue el Padre quien se hizo hombre en Jesucristo y sufrió por nosotros. Los principales propugnadores de esta herejía fueron Noeto de Esmirna, contra el cual escribió Hipólito; Praxeas, de Asia Menor, combatido por Tertuliano; Sabelio aplicó también esta doctrina errónea al Espíritu Santo enseñando que en Dios hay una sola hipóstasis y tres <<prósopa>> ( máscara de teatro, papel de una función), conforme a los tres modos distintos con que se ha manifestado la divinidad. En la creación se revela el Dios unipersonal como Padre, en la redención como Hijo, y en la obra de la santificación como Espíritu Santo. El Papa San Calixto (217-222) excomulgó a Sabelio. La herejía fue combatida de forma poco afortunada por el Obispo de Alejandría, Dionisio Magno (hacia 247-264) y condenada de manera autoritaria por el papa San Dionisio (259-268). Arrianismo Tomó su nombre de Arrio, nacido en la segunda mitad del siglo III, en Libia. Arrio aparece en la historia de Alejandría, donde el Obispo Pedro, que poco tiempo después le excomulga, lo ordena diácono en el año 308. Al morir el obispo, Arrio se reconcilia con su sucesor, Aquilas, y recibe la ordenación sacerdotal; se le envía a regir una importante parroquia, y allí ha de explicar las Sagradas Escrituras. Arrio empieza a propagar errores: si el Padre ha engendrado al Hijo, el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que El no existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. Admitía la existencia de Dios que era único, eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no es Dios, es pura criatura aunque más excelente que todas las otras. Y, aunque centró toda su enseñanza en despojar de la divinidad a Jesucristo involucró también al Espíritu Santo, que igualmente era una criatura e inferior al Verbo. En el año 320, el Obispo de Alejandría convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el se excomulga a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. Las doctrinas de Arrio desembocan en esta conclusión: el Hijo no es igual al Padre y es totalmente desigual en su naturaleza y propiedades. El 20 de mayo del 325 D.C., se convocó el Concilio de Nicea, el primero de los Ecuménicos, en el que asistió Constantino, el primer emperador cristiano; 318 obispos se reunieron en Nicea, que sirvió de base al Credo que se recita en la Santa Misa. La finalidad de este texto fue concretar el Símbolo de Cesárea: "Creemos en un solo Dios, todopoderoso...y en Jesucristo, Hijo de Dios, el Unico engendrado del Padre, esto es, de la substancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no hecho, consubstancial al Padre..." El Concilio de Nicea terminó el año 325 con el destierro de Arrio. También se condenaron sus escritos. Esta herejía con todas sus ramificaciones se le considera como la que más prosélitos atrajo a su causa en todo el primer milenio, numerosos obispos cayeron en sus redes. Todavía en el Oriente Medio y Norte de Africa se hallan grupos de cristianos-arrianos. Como vemos en esa argumentación el misterio de la Santísima Trinidad, el más profundo de nuestra fe, quedaba totalmente destruído. Estas afirmaciones ocasionaron muchas graves divisiones. El Concilio de Constantinopla A mediados del siglo cuarto los arrianos seguían obstinados a pesar de haber desaparecido su líder. La atención teológica se centró en el Espíritu Santo y el protagonista en esta ocasión fue Macedonio; si Arrio era sacerdote, Macedonio era nada menos que el patriarca de Constantinopla, que es como decir el segundo después del Papa. Macedonio admitía la divinidad del Verbo pero la negaba en el Espíritu Santo, decía que era una criatura de Dios, una especie de superministro de todas las gracias y superior a todas las jerarquías angélicas. También esta teoría destruía la trinidad de personas en Dios. Se reunió el Concilio en el año 38l y declaró explícitamente que el Espíritu Santo era Dios igual al Padre y al Hijo como recitamos en el Credo: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria". Se completó el Credo que por esta razón se le llama Niceno-constantinopolitano, por haberse confeccionado en los dos primeros concilios. En la misma época surgió otra herejía relacionada con el Verbo, Jesucristo; ésta era capitaneada por Apolinar, obispo de Laodicea, él sostenía que: En Cristo se daban dos naturalezas, la divina y la humana y una sola persona; lo cual es correcto; pero, añadía que la naturaleza humana era incompleta, le faltaba el alma, y en este caso el Verbo hacía las veces del alma. El mismo concilio condenó este error juntamente con otros menores que se presentaron a discusión y estableció las bases seguras de la doctrina católica sobre estas materias. Nestorianismo La herejía de Nestorio, 428, patriarca de Constantinopla, hacia el 451 en el destierro. a) el hijo de la Virgen María es distinto del Hijo de Dios. Análogamente a como hay dos naturalezas en Cristo, es menester admitir también que existen en El dos sujetos o personas distintas. b) estas dos personas están vinculadas entre sí por una simple unidad accidental o moral. El hombre Cristo no es Dios, sino portador de Dios. Por la encarnación no se ha hecho hombre propiamente el Logos-Dios, sino que ha pasado a morar en el hombre Jesucristo, de manera parecida a como Dios habita en los justos. c) Las propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte) tan sólo se pueden predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación, omnipotencia, eternidad) únicamente se pueden enunciar del Logos-Dios, se niega por tanto, la comunicación de idiomas. d) En consecuencia, no es posible dar a María el título de "Madre de Dios" que se le venía concediendo habitualmente desde Orígenes. Ella no es más que Madre del Hombre" o "Madre de Cristo". e) La idea fundamental de la dualidad de sujetos en Cristo aparece también en la doctrina confirmacionista, propia de los antioquenos, según la cual el nombre Cristo habría merecido ser honrado y acatado como Dios por su obediencia en someterse a los dolores de la pasión. El Concilio de Éfeso Otra de las grandes herejías de este tiempo fue el Nestorianismo, llamado así por el también patriarca de Constantinopla, Nestorio. Se planteó el problema de las dos naturalezas en Cristo, que si eran completas debían responder también a dos personas y unidas de una manera accidental. Un presbítero, partidario de Nestorio, dijo en un sermón al pueblo, que a María no se le podía llamar madre de Dios sino sólo madre de Cristo, por ser madre de la naturaleza y persona humana; todo ello produjo un gran escándalo en el pueblo cristiano que la tenía realmente como Madre de Dios. La discusión y división en bandos opuestos alcanzó grandes proporciones entre los teólogos y se acordó la convocatoria de un concilio en la ciudad de Efeso, en la actual Turquía, en el año 431, en el mismo país de los dos anteriores. Por fin se aclaró la doctrina sobre este misterio: en Jesucristo se dan dos naturalezas unidas en una forma especial y misteriosa que lleva el nombre de Unión Hipostática; las dos naturalezas, la divina y la humana conforman una sola persona, que no es mitad y mitad sino sólo divina. Con respecto a María viene a ser madre de la persona, esta persona es Dios, luego María es Madre de Dios. En los siglos IV y V los teólogos, muchos de ellos santos y distinguidos con el título de Padres de la Iglesia, tuvieron que abordar y clarificar en lo posible, esos misterios de nuestra Fe, los cuales no pudieron ser estudiados y definidos por los Papas en los siglos anteriores por causa de las persecuciones. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tenido que hacer frente a muchas herejías que se han suscitado en diferentes lugares y países, algunas se eclipsaron en poco tiempo y otras han sido más consistentes pero dentro de un área limitada y de poca resonancia en la vida de la Iglesia. En cuanto al Cisma Oriental y al El Tribunal de la Inquisición A la Edad Media se la ha llamado "La Edad de la Fe", en especial la que se encierra entre los siglos X al XV. En el transcurso de esos quinientos años sí puede afirmarse que la sociedad cristiana occidental llegó al cenit en ambientación religiosa, considerándolo en el conjunto de todos los estratos sociales y ello en relación con los cinco siglos anteriores como también en los posteriores hasta nuestros días. Esto en un hecho histórico indiscutible. "Durante estos siglos de exuberancia de vida religiosa, pulularon y se desarrollaron una serie de herejías sumamente peligrosas, en las que so capa de mayor perfección, se atacaban los fundamentos mismos de la Iglesia y aún de la sociedad civil. Naturalmente, por parte de la Iglesia y de los príncipes cristianos, se tomaron medidas contra estas herejías peligrosas. Se emprendió una guerra en toda forma, de la que fue alma Inocencio III; pero sobre todo, lo que sintetiza las medidas tomadas contra estas herejías, fue la Inquisición. Mirada en conjunto la Inquisición medieval fue uno de los efectos del sentimiento cristiano del siglo XIII. Pero la ocasión inmediata fueron las herejías de los cátaros, valdenses y albigenses, que amenazaban con sus prácticas disolventes a los Estados cristianos." "Las primeras disposiciones de los Concilios y de los Pontífices contra los herejes establecieron penas más suaves que las ya existentes de los príncipes seculares. La pena de muerte para los herejes obstinados y recalcitrantes la decretó en una ley el emperador Federico II en el año de l224, aduciendo estas razones: el orden público y el ser la herejía un crimen de esa majestad. Esta última razón había de jugar un papel importante en toda la legislación antiherética." "Entonces, pues, ante un modo de pensar tan general en toda la Cristiandad, el Papa Gregorio IX en el año de l231 aceptó para toda la Iglesia la ley imperial de l245. Para la ejecución de estas nuevas normas el Papa empleó los medios existentes, nombrando legados especiales para ello y urgiendo a los Ordinarios (Obispos). Pero esto no bastaba. Entonces se erigió el tribunal de la Inquisición encargando de su administración a la Orden Dominicana." "Las normas que se seguían en la persecución de los herejes eran todas las disposiciones existentes y aprobadas canónicamente y las que con el tiempo fueron dando los Romanos Pontífices. Es cierto que se cometieron excesos de parte de algunos tribunales o inquisidores particulares, pero también se realizaron actos de verdadero heroísmo y en todo caso los principios en que se basaba la Inquisición eran entonces universalmente admitidos por los teólogos y canonistas". Incluso los llamados ateos sienten y manifiestan alguna vez vivencias religiosas. Plutarco, el gran historiador griego dejó consignado este elocuente mensaje: "Encontraréis pueblos sin tradiciones, ciudades sin murallas, sin leyes escritas, sin moneda vigente; pero pueblos sin culto religioso, sin sacerdotes, sin sacrificios, no los hallaréis. Desde hace unos años contemplamos por nuestras calles, plazas, vehículos de transporte, etc. a personas con vestidos llamativos de distinto signo religioso que tratan de atraer a su causa a quiénes les prestan atención. Vivimos, ciertamente, una gran floración de sectas y movimientos espiritualistas que tratan de impresionarnos. Bibliografía: Se utilizaron sitios tales como: www.corazones.org, www.churchforum.com, www.aciprensa.net, www.ewtn.com, de los cuales se extrajo la mayor cantidad de información sobre las herejías. En lo relativo al tema de la Nueva Era, se utilizaron folletos y apuntes de charlas recibidas.