Victoria García Moreno Doctorado en Cs. Ss. Concepciones de la Naturaleza y desarrollo en América Latina Eduardo Gudynas El artículo se ocupa de analizar las distintas conceptualizaciones que se dan a la naturaleza desde las diversas corrientes. La naturaleza tomada es la referente a los ambientes que no son artificiales, sino que tienen ciertos atributos físicos y biológicos, como especies de flora y fauna nativas. El análisis se divide en 4 partes, cada una con subapartados donde se desarrolla las visiones sobre la naturaleza como diferentes elementos. El autor asume que el concepto de la naturaleza se construye socialmente y pone énfasis en que ello es producto de una pluralidad de ideas sobre la misma, la cual genera niveles que no pueden medirse entre ellas. A lo largo de la historia hasta casi finales del Siglo XX se concebía a la naturaleza como recursos ilimitados e inagotados que pueden ser explotados para perseguir el progreso económico y social. Aunque en algún momento se había debilitado la idea de una naturaleza organicista -como un ser vivo y que las personas eran un componente más de ella- de los pensadores medioevales, continuó por mucho tiempo, el concepto de la naturaleza como un conjunto de elementos que podían ser controlada y manipulada por los hombres. Al igual que Smith y Stuart Mill, varios más vieron a la naturaleza como un factor de producción –tierra-, es decir, era el medio para el progreso perpetuo de la sociedad. Esta visión fue mantenida hasta recientemente en los países de América Latina. Esta concepción se incluye dentro de la corriente utilitarista que considera a la naturaleza como una canasta de recursos que es controlada por la humanidad y que lo importante es la eficiencia y efectividad de cómo se extraen esos recursos y en cómo se las aprovecha en las estrategias de desarrollo que tanto se anhela, principalmente, en los países subdesarrollados. Aunque dentro de la perspectiva utilitarista haya posturas conservacionistas y progresionistas, siempre predominaron de estas últimas. Se puede considerar que la primera equivocación cometida por América Latina fue catalogar a los indios y criollos de frenos para un mejor uso de la naturaleza para el desarrollo económico, y reemplazarlos por inmigrantes, que en muchos de los casos, más bien explotaron excesivamente los recursos naturales, la que generó los primeros problemas ambientales con la tala y quema de bosques con fines de mayor producción agrícola. Posteriormente, la naturaleza tomó otra visión que se incluye dentro de la economía al considerarla como capital (1980). Las posturas de los liberales y neoliberales vieron a la naturaleza como servicios, bienes, productos, recursos. Por lo tanto, la conservación ambiental pasa a ser una inversión que requiere asignación de precios sobre los recursos naturales. Los problemas ambientales generados con la visión desarrollista se esperaba solucionar por medios técnicos, confiando en los avances tecnológicos. Dentro de la teoría de la dependencia surge también la visión de que los países subdesarrollados y pobres son los generadores de los problemas ambientales; mientras que estos cargan la responsabilidad a los países industrializados y no los países latinoamericanos. Estos aspectos luego se convierten problemas políticos. Cuando la visión de la naturaleza pasa a ser sujeto en vez del predicado -a finales de la década de los 90- considerándola como una biodiversidad se empieza a tomar conciencia, de que la naturaleza en vez de ser una canasta de recursos en donde el hombre tiene la superioridad sobre ella, debe ser conservada ya que la vida depende de la misma y se entiende que se está en constante interacción con la naturaleza. Aunque los conceptos de la naturaleza son diversos y plurales y son tratados por cada quien según su formación, al menos hubo elementos comunes sobre la misma como parte de la ideología del progreso. La naturaleza toma distintos valores para las personas, pero lo que se debe reconocer es que es la que promueve la vida. No se puede incluir este valor ni dentro de la ciencia ni del mercado. La disponibilidad de la gente para pagar por la protección ambiental –sea esta en valor pecuniario o en acciones individuales o grupales- debe de manifestarse desde ahora y desde distintos países sin discriminar países desarrollados o subdesarrollados, ya que el peligro de las desestabilizaciones de la naturaleza pueden afectar a todos sin distinción, aunque generalmente a la población en condiciones de pobreza. Aquí no se puede asumir la postura relativista de el valor de la naturaleza es el mismo, ya que las distintas modificaciones de la naturaleza no son iguales. La falta de definiciones de estrategias de políticas puede empeorar el problema. Peor lo más urgente es reconocer que somos parte de la naturaleza, y que por lo tanto, tenemos la responsabilidad de protegerla y asumir compromisos que disminuyan los peligros latentes sobre los cambios climáticos que en la actualidad ya están causando estragos en algunos países latinoamericanos, en ellos México en donde la gente muere por causa de las excesivas lluvias; mientras que en otros países de África, parte de su población mueren por falta de alimentos disminuidos por excesiva sequía.