Imprecisión educativa… No es posible enseñar valores en la educación formal. La manera en que se ha intentado está destinada al fracaso, si no se vive una revolución interna del planteamiento educativo. Humberto Macías hmacias@tij.uia.mx http://www.tij.uia.mx/~humberto Profesor de la Universidad Iberoamericana Tijuana. http://www.tij.uia.mx/~humberto/ publicaciones/valoruia.htm ¿La universidad es responsable de “enseñar valores” a sus alumnos? Hay una pregunta previa ¿Es esto posible? La respuesta requerida no es sólo didáctica o moral, sino filosóficoantropológica. Sus implicaciones no son sencillas, ni menos cómodas. Aquí se intenta esbozar una propuesta particular. Previo: un botón que plantea la muestra, de una pregunta de fondo. Hace más de un año, tras un lamentable caso de intento de secuestro, realizado por estudiantes universitarios en Tijuana, se generó un debate periodístico sobre la responsabilidad, o no, de las instituciones educativas sobre la conducta de los indiciados. Primero, señalaron a la universidad pública y luego a otra, privada, como alma mater de los sospechosos, condenados de antemano desde las líneas de la nota roja. Resultaron alumnos de una universidad de reciente instalación en Tijuana, a la cual los noticiosos bombardearon de preguntas. El escándalo público arreció cuando funcionarios de la universidad no aceptaron, ante la prensa, ser responsables por la conducta de sus alumnos. Los habían conocido como estudiantes de buen nivel. No podían afirmar sobre ellos más que eso. Poco después se intentó señalar a otro joven, implicado en caso similar, como alumno de la Universidad Iberoamericana. Nunca se supo si la afirmación provino del interrogado o de los periodistas deseosos de encabezados 1 atractivos. La institución mostró que realmente no había relación alguna entre ambos. Incluso se pidió al periódico una aclaración explícita del error. Apareció ésta tiempo después, perdida y casi irreconocible, entre las líneas de comentarios noticiosos de otros temas. No era noticiosa. Es imposible predecir cómo o cuándo surgirán de nuevo casos del mismo tenor. Sucede en cualquier familia universitaria. La violencia y los actos ilícitos trascienden las clases sociales y la formación académica. Por supuesto, es más periodístico cuando los responsables son alumnos de universidad. El asunto trasciende ante la opinión pública, con un cuestionamiento más de fondo. Queda la sensación de que la educación está fallando. “Se debería hacer algo para “garantizar que no pasara más”?. Enseñar valores, se opina como una solución lógica y necesaria. Pero ¿qué puede hacerse para buscar una solución de fondo y no accesoria? ¿El asunto se arregla implementando “clases de valores” que introyecten en los alumnos actitudes correctas? Esta intención, muy difundida recientemente entre algunas tendencias educativas, de hablar de instrucción en valores, tiene mucho auge y popularidad en la opinión pública, pero ¿realmente tiene algún efecto? ¿Es la única responsabilidad de la universidad? ¿Cómo se explica este fenómeno humano y educativo? ¿Cómo plantearlo para que sea una respuesta de fondo? La afirmación sumaria: no se pueden enseñar valores. Suponerlo es ingenuo, indica ignorancia de la psicología y condición humana, y una responsabilidad indirecta en lo que se quiere evitar. Si bien, es cierto que la institución educativa no puede responder por los actos deliberados de sus alumnos, que son jóvenes adultos, bien puede ocasionar parte de la situación si plantea erróneamente su oferta formativa. Que no haya ingenuos para que no haya desencantados. Sermonear masivamente a los alumnos con una hora semanal de pasajes moralizantes, terminará bloqueándolos a ellos y desgastando las palabras hasta que queden inservibles. La universidad se lavará las manos ante la sociedad, pero el 2 problema seguirá presente. El enfoque actual, meramente discursivo y unilateral, está desorientado. La reactividad juvenil, por la que todos pasamos, garantiza el inicio de su fracaso. Pero no es cuestión de disfrazar la instrucción de valores para que no sea rechazada, sino de comprender profundamente cómo el ser humano construye su estructura moral, para plantear una educación apropiada. La propuesta: sondear el fundamento del deseo y la decisión humana libre, para estructurar el proceso educativo. La extensión del presente escrito no permite un análisis antropológico formal y riguroso, pero se muestran algunos botones que permiten intuir la profundidad y constitución del iceberg presentado. Sobre todo para intuir las líneas principales de una apuesta educativa que supla al intento de “enseñar valores”1. Es falso repetir y repetir que “ya no hay valores”. Mientras haya seres humanos habrá valores. No los mismos, ni en el mismo orden que los priorizamos nosotros, pero siempre se dará valor a lo que se desea más profundamente. El orden de los factores sí altera el producto: No se desea lo que se valora, sino se valora lo que se desea2. Si se entiende esta prioridad inversamente, estaremos “poniendo el corcho, antes que la sidra, en la botella”. No uso abrigo por que éste sea “bueno”, sino que el deseo de huir del frío me motiva a cargar y cuidar mi prenda todo el día. La valoro. Cada situación particular, que cuestiona mi existencia, despierta mi deseo más profundo (sobrevivir) y ello deriva en valorar los medios que me prometen realizar ese anhelo. Pero la fibra de lana que me salvó la vida en la Rumorosa, puede ser mortal si la uso en medio del desierto del Vizcaíno, bajo un sol a plomo. Tanto en lo cotidiano como en las mediaciones existenciales, no hay valor absoluto y 1 Enseñar implica una acción unilateral del educador sobre el educando. 3 universal para cualquier situación. Cada quien tiene que buscar su valor absoluto. El valor resulta relativo, pero no es meramente relativista, porque lo que no es negociable en el ser humano, es el deseo primario de vivir, y de vivir feliz3. No se puede culpar a los jóvenes delincuentes (universitarios o no) por desear vivir. A lo sumo podemos afirmar, en el caso mencionado, que los medios que buscaron para realizar su deseo fueron diametralmente equivocados. Fueron injustos, desajustaron la realidad. La construyeron equivocadamente. Ello porque su conducta atrajo la infelicidad, real y efectiva, a sus víctimas, a sus familiares y a ellos mismos. Valoraron un medio que no podía prometerles el fin que deseaban. Ahí el error. Pero ¿dónde aprendieron eso? No de las palabras, sino de los hechos. La misma sociedad que los acusa, vive efectivamente lo que no se atreve a confesar ella misma. Si se predica socialmente la justicia y se constata la impunidad (individual y social) por doquier, la confusión no es de los muchachos. Y es que en nuestra sociedad la incongruencia es endémica4. En la cultura que nos empapa, entre los deseos efectivos y lo que discursivamente se valora, hay mucho trecho. Una hora semanal de consejos escolares no puede desmentir el inconsciente colectivo. Ellos siguieron un espejismo y se extraviaron. Apostaron con datos falsos y perdieron. ¿Quién se los pudo haber dado? Nosotros mismos. Pero el análisis no puede ser simplista. Tampoco se puede explicar el fenómeno con culpar a una supuesta crisis de valores del presente. Al pasado, por ser ya inalcanzable, se le suele ver con 2 Para un análisis de la estructura moral del ser humano, y la prioridad del deseo profundo sobe la noción apriorística del valor, puede profundizarse en: Xavier Zubiri; “El hombre, realidad moral", capítulo VII del libro Sobre el hombre, Madrid, 1986. 3 Para profundizar sobre la construcción de la escala de valores, en cada persona, y su relación con un posible “valor absoluto” (no identificar automáticamente con el concepto “Dios”) y el fenómeno de la “fe antropológica” (fundamento de la religiosa, si es que se tiene ésta), puede hallarse una magnífica explicación en la primera parte del libro de Juan Luis Segundo; La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret. De los Sinópticos a Pablo (Presencia Teológica 65), Santander: Sal Terrae 1991. Plantea una antropología muy clara –previa a toda religión- del fenómeno de los valores y las decisiones morales. 4 indulgencia. Pero los valores egoístas y las situaciones insolidarias han existido siempre. Quizás ahora las mediaciones son más potentes, debido al progreso tecnológico, pero no se puede satanizar al presente gratuitamente. Conforme avanzan las historias y culturas humanas, las situaciones que se viven cambian constantemente. Lo que antes era valor, ahora puede ser lo contrario y viceversa. Pero siempre ha habido una fuente orientadora para discernir los medios que realmente alcancen los fines buscados: el deseo de vivir y de vivir en auténtica abundancia (con los demás, con todos los más que se pueda, y si se tiene fe, con Dios). Pero ¿cómo se aprende ese olfato primordial? ¿Cómo se desarrolla esa inteligencia existencial? No se trata de inyectar valores, sino de dejar salir la fuerza vital por los cauces adecuados. De formar la razón y la conciencia crítica que permita discernir los medios y su adecuación real a los fines. Aprehendemos existencialmente los valores de la tradición cultural. Hasta el villano más terrible no va a dar un alacrán de comer a su hijito amado. El hombre es fundamentalmente bueno y desea la vida. Por ello, la universidad no debe proveer discursos moralizantes, sino aportar una ecología personal que permita salir el deseo más genuino de vida, de cada uno de sus alumnos. Y debe también capacitarlos con una cultura formal y crítica que le permita implementar adecuadamente ese deseo motriz. Me refiero a enfrentar cada ciencia con su propio rigor y sistematicidad, de tal manera que no sólo se tengan habilidades de trabajo y supervivencia pragmática, sino que se forme y fundamente el razonamiento lógico y científico, en sus diversos paradigmas. Que el joven re-produzca el conocimiento humano. No es garantía de bonhomía pero permite no auto engañarse fácilmente ante las consecuencias de las mediaciones humanas. Ese magnífico propósito formativo universitario, no es resultado de suerte o de magia. Es cuestión de enamoramiento, no de mera disciplina externa. La 4 Podemos tener presente el cuestionamiento a la congruencia, de las autodenominadas fuerzas de paz, en 5 educación es un proceso de adentro hacia fuera, voluntario, deliberado y... ..muy difícil. Sobre los valores no hay que hablar, sino hay que actuar5. Diez años después de haber cursado una materia en el aula, la que sea, muy posiblemente el alumno no recuerde las palabras del profesor, ni el contenido de su examen final. Pero muy posiblemente estén muy presentes, todavía, su sonrisa, sus ganas de vivir, su formalidad académica, su respeto por los otros (aunque en alguna ocasión estuviera de por medio su propio prestigio o su persona). Un profesor que valora la vida y lo hace congruentemente con el deseo de vivir armónicamente con los demás, no enseña valores, hace que sus alumnos los descubran y se enamoren de ellos. Pero no se trata de sólo gritar en el desierto. La universidad, como institución, no puede renunciar a compartir los valores en los que cree. Pero no los enseña, los debe vivir y ofrecer callada y libremente a través de toda su estructura. Es decir, el modelaje de deseos auténticos de vida y los valores que se deriven de ellos, no se puede dejar solamente en el ámbito individual. Ese ejemplo fundamental, docente y personal, debe ser potenciado por la institución. No con discursos, con hechos. La ciencia que cultiva la universidad, sondea la naturaleza para descubrir los medios de reproducir la vida para todos (no el lucro exclusivo del profesionista o la empresa privada). La estructura académica no debe fomentar la competencia desencarnada, la ley de la selva que excluye al menos apto. El servicio social debe serlo hacia los más desprotegidos de nuestro entorno. Los programas académicos deben cultivar al ser humano integral, no sólo su productividad económica. Sin enunciar siquiera una moraleja, la universidad puede favorecer que aquellos alumnos que libremente lo deseen, cultiven sus más genuinos deseos de vida y generosidad. Es decir, sus valores (los que ellos deciden practicar, tiempos recientes. 5 Prometo que éste será el único texto del autor sobre el tema en un buen tiempo... No intento un discurso persuasivo sino un breve análisis de la imposibilidad de enseñar valores. 6 explícitamente o no). Se educa a personas. En algunos alumnos podrán florecer valores y mediaciones sociales congruentes y propositivas, pero depende de su libre decisión y acción consecuente. Algunos otros seguirán apareciendo en la nota roja. En cambio, no se puede enseñar valores. El fracaso está garantizado. La promesa está en vivir a fondo el enamoramiento personal e institucional por todo lo profundamente humano. El saber, la generosidad, la práctica constructiva y crítica, deben ser esencialmente (no discursivamente) a favor de la vida de todos y para todos. Pero es muy difícil construir una ecología personal así. No es cuestión de modas efímeras. No se construye ese ambiente propicio en un día. Conclusión: ir despacio para avanzar tan rápido como sea posible, en la locura de la libertad humana. Si la palabra vacía mata, la fe en el proceso humanizante, seduce. El profesor feliz contagia su felicidad. Aunque pareciera severo por su formalidad académica, puede demostrarlo en su honestidad y equidad, en el deseo que sus alumnos no “entiendan”, sino comprehendan la realidad. Los profesores “barco” terminan hundiéndose y perdiendo el respeto de sus alumnos por intentar comprar su afecto. La universidad inspirada por un genuino humanismo puede mostrar alternativas a la incongruencia social endémica. El humanismo se interesa por todos los campos del conocimiento (lucrativos o no) y por todas las realidades culturales (nuevas o viejas) que den significado a la vida de los seres humanos, aquí y ahora, con modelos teóricos y experiencias prácticas, con creatividad y sistematicidad, intelectual y afectivamente. Es decir integralmente. Por ello, la Universidad Iberoamericana, orientada por su inspiración fundamentalmente humanista, y específicamente cristiana, intenta vivir un loco deseo de vida, e invita a sus alumnos a una locura tremenda, pero seductora. 7 La locura de enseñar a leer, en el servicio social de sus alumnos, a niños que han fracasado en una escuela tras otra. La lunática necedad de orientar a sus investigadores para buscar las causas de la pobreza en un mundo globalizado y excluyente. La extravagancia en buscar el desarrollo de métodos didácticos humanistas6 en medio de la moda individualista, hipertecnologizada y eficientista, en educación superior. invitación conservadora, La excéntrica a la sociedad civil para suspender el deseo salvaje de lucro, invitándola, entre otras cosas, a patrocinar los estudios de jóvenes (mediante becas y donativos para instalaciones) que de otra manera no pueden costearse una formación académica universitaria7. Quizás esa locura no sea más que eso. Es una apuesta. Una decisión moral. Es más cómodo implementar sólo programas discursivos en formación de valores. Pero muy posiblemente ese deseo de contagiar locamente valores humanistas, sea una forma más lenta, pero realista, para invitar a sus alumnos a incorporarse proactivamente a la sociedad, a contracorriente de la incongruencia social, que dice y no hace, que deslumbra y engaña fatalmente a los jóvenes (y viejos...) 6 Modelos apropiados, generándolos a la medida, buscando se ajusten a la realidad mexicana y con interés en su misma problemática colectiva. Esto se busca trabajosamente, con más creatividad que derroche de recursos, en la Nueva Estructura Curricular de próximo lanzamiento en el Sistema Ibero-ITESO. Nuestro plantel Tijuana está trabajando a marchas forzadas en generar sus propios planes de estudio, articulados con el resto de las Universidades Jesuitas en México. 7 La Ibero Tijuana es una de las universidades que proporcionalmente invierte mayor porcentaje de sus recursos en becas y créditos educativos. Connota una postura ante la educación que puede ser muy pesada, aún a costa de las finanzas de la institución misma. Cuestión de prioridades. 8