IV ENCUENTRO NACIONAL DE DOCENTES UNIVERSITARIOS CATOLICOS TÍTULO: EL PERFIL DOCENTE EN LA FORMACIÓN CATEQUISTICO- TEOLÓGICO COMISIÓN: ÁREA 2: SOCIEDAD 3. LA INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA A LA LUZ DEL BICENTENARIO AUTORES: Pbro. Lic. Pedro Daniel Fernández Prof. Claudia Elizabeth Viberti Lic. Marcela Beatriz Basso Lic. María del Valle Reinoso INSTITUCIÓN UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CUYO – ESCUELA DE CULTURA RELIGIOSA Y PASTORAL RESUMEN Esta investigación pretende promover la formación permanente de un educador en la fe y el enriquecimiento de toda la personalidad; es propósito el lograr un conocimiento cada vez más profundo de la Sagrada Revelación y poder responder a los cuestionamientos suscitados por el progreso de la ciencia y la tecnología y el cómo afecta directamente a la sociedad en general ante la creciente complejidad de la vida actual. Este trabajo se inicia como un proceso de investigación en las carreras del Instituto de Formación Superior “Santa María”, dependiente de la Universidad Católica de Cuyo, que ofrece un espacio de formación y obtención de un título de nivel superior a todos aquellos catequistas recibidos de Seminarios de Catequesis o quienes no son catequistas y desean serlo, obteniendo con un título que los habilite a tal fin. Partiendo de la base que la verdadera educación es un proceso de vida y la verdadera vida un proceso de educación; es suficientemente motivador para acercarse y penetrar al proceso de educación de la carrera profesorado en Ciencia Sagrada y Teología y observar si cada una de ellas complementa el proceso de vida de los docentes y de los alumnos. Conceptualizar los elementos claves para el perfil del docente no es tarea fácil. El docente es un ser humano que interactúa con distintos actores en diversos subsistemas donde confluye una mezcla de factores humanos, sociales, organizacionales que lo posicionan en una variedad de escenarios. En ellos se desarrollan actividades reales que adquieren múltiples significados dependiendo de cómo cada actor juegue las reglas, asuma sus roles y lleve a cabo sus prácticas. Es por ello, que no se puede ver al docente aislado de su profesión, ni de su relación con la cátedra y los alumnos, ni de la institución. En el transcurso de la investigación se puede ver que el marco sufre un proceso desarrollo y cambio que evoluciona mientras se realizan las distintas actividades. Las ideas se transforman, se modifican al recolectar datos de la realidad, analizar la información obtenida, decodificar y examinar los resultados alcanzados. Allí se comienza a considerar que el perfil del docente para poder ser definido o redefinido tiene que ser acotado a los profesores de la Escuela de Cultura Religiosa, que enseñan diferentes materias en las distintas carreras de la Universidad Católica de Cuyo y dejar para futuras líneas investigativas el perfil del docente o futuro docente en las carreras del Instituto Santa María. Siguiendo entonces con la nueva línea de investigación propuesta se analizan los programas, metodología, estructura y las competencias a desarrollar en las diversas materias. Respecto a los docentes se indaga sobre su rol y funciones con el objetivo de constatar la claridad de sus propósitos en la puesta en práctica cotidiana de modo de confirmar el compromiso personal que asume el alumno y el docente en el proceso de formación, pues la universidad, al ser un organismo superior, está dedicada a la investigación y a la enseñanza donde la búsqueda de la Verdad debe ser un trabajo común entre profesores y alumnos. Los datos obtenidos se van registrando y analizando con el fin de llegar a una conclusión de proyecto mediante la propuesta de acción efectiva y eficiente que responda al diagnóstico que se realizará durante la marcha de esta investigación. El desafío está puesto en las características que se consideran de la Enseñanza Religiosa, que son: Poseer el mismo rigor científico de las otras materias, equiparable a las demás asignaturas en la dirección de sus objetivos y en el rigor científico de sus contenidos, en el carácter formativo de sus métodos. Estar planificada e integrada con las materias del currículo, especialmente apta para promover el diálogo entre las culturas y la fe cristiana. Organizarse con las características propias de los procesos educativos escolares, determinado por un calendario y horario escolar, desarrollándose en medio de una jornada con otras asignaturas, con exigencias de estudio y de disciplina. Establecer modos de articulación interna y externa, horizontal y vertical con otras áreas dentro del currículo. Establecerse como materias obligatorias para todos los alumnos, incluso para los alumnos que se manifiestan no creyentes. Evaluar contenidos conceptuales, procedimentales o actitudinales. Promover el proceso de desarrollo y crecimiento de fe personal. Es por ello que se considera necesario revisar diferentes aspectos de la formación de los alumnos y de la realidad de los docentes frente al aula para lograr "una reacción meditada, orgánica, fundada en una sana renovación de actitudes y métodos" (Mons. Héctor Aguer; 9 de marzo del 2007) para que, de acuerdo a las líneas pastorales de la Conferencia Episcopal Argentina "ningún educando egrese de nuestras instituciones sin una adecuada cosmovisión cristiana", capaz de conducirlos a interiorizar el amor y la fe, a tener un sentido de pertenencia a la Iglesia y de compromiso por una sociedad más justa y fraterna. Este espíritu educativo requiere reforzar la conceptualización de autoridad del profesor, es decir, de quien enseña y de quien será docente; este vocablo proviene de un verbo latino que significa: promover, aumentar, hacer crecer, engendrar; revalorizar; por lo tanto, la autoridad del docente deberá proporcionar capacidad para hacer crecer a sus discípulos, a sus alumnos. La tarea de un verdadero maestro-profesor con corazón y vocación de catequista, presupone: Poseer la formación propia para el nivel en el que enseña, con toda la ciencia y aptitud pedagógica y teológica propia de su asignatura. Estar inserto de lleno en la problemática educativa y con una participación activa en la institución escolar. Contar con las virtudes y capacidades propias de todo educador en cuanto a la madurez psicológica-afectiva y su capacidad de manejo de grupo. Tener una formación permanente y actualizada que le permita también asumir responsabilidades propias en la conducción de la institución. En este sentido, la persona que estará al frente del proceso de Educación en la fe se identifica con el perfil de un docente. “La persona del maestro debe reflejar la dignidad de hombre que afronta los desafíos educativos del tiempo, en ello consiste su contribución. Por eso el maestro es lo primero, a él siguen los instrumentos y las estructuras”1. Pero no cualquier docente, ya que se lo reconoce también como catequista. Y por tanto en la comunidad educativa está llamado a ser: Un testigo y un discípulo a quien la Iglesia le ha confiado un Ministerio que hace de la rumia de la Palabra su riqueza, estilo y servicio de vida. Un padre y hermano conocedor de la pedagogía de un Dios que es ternura y que se hace compañero de camino, escucha y acompañante de la vida. Un animador de la comunidad educativa que, como buen centinela, vela para que el proyecto se haga realidad en el proceso. Un bautizado cercano y comprometido con la comunidad con corazón eclesial que haga presente la comunión y pastoral de conjunto, especialmente con la parroquia y la diócesis. Frente a los cambios de nuestra sociedad que avanza vertiginosamente ante los nuevos descubrimientos científicos; la cultura actual, marcada por una amplia pluralidad y un fuerte dinamismo, la urgente necesidad de brindar cercanía y diálogo y la profunda crisis de valores de la cultura y la civilización en la que estamos inmersos debe ser escuchada y comprendida por el Educador Católico quien necesita una excelente formación en lo doctrinal, espiritual y pedagógico, para ofrecer una formación integral desde la luz de la fe. Es por eso que requiere de una formación permanente, tarea que nunca debe darse por terminada. 1 PARRAGUEZ TORRES, Sonia; ESCUDERO; Jaime Ciceo. Los agentes educativos según el pensamiento de Juan Pablo II. Universidad Mayor para espíritus emprendedores. Ensayos. 2006. Santiago-Chile. Cursar las materias vinculadas a la enseñanza religiosa implicará para el alumno y el docente, profundizar estos saberes, ahondar en temáticas específicas, incorporar técnicas de investigación que permitan, entre otras, enriquecer la formación que ya se trae. El profesor necesita una personalidad sincera, noble y solícita, pues ahí es donde se concentra la dedicación, la eficacia y la eficiencia de una vocación de educar; para lo cual se recuerda que vocación significa “llamado”, es aquello que acontece en la conciencia del hombre y que se manifiesta como la advocación personal ineludible. Además debe procurar que todo educando descubra, formule y sepa autoconducir su proyecto personal haciendo surgir personalidades vigorosas y orientadas al bien. El docente más que dar órdenes ha de lograr orden y concierto de libertades auténticas; más que exigir, ha de sembrar profundas convicciones y auténticas motivaciones de vida. La educación es un proceso viviente, es un estímulo, por lo tanto el profesor debe ser la fuente de verdad y caridad, los contenidos que debe enseñar requieren de testimonio, de profundo convencimiento, de credibilidad, de audaz estrategia; “el capital del docente no es lo que diga o dicte, es lo que revela desde la profundidad de su alma, es lo que espera, cree y ama…” (Spalding). Una educación que distorsione esta vocación esencial es desintegradora del hombre; en el mundo actual se habla de “aptitudes” pero no considera la vocación del hombre que es la manifestación de su ser esencial. El docente debe aparecer comprometido con sus convicciones aunque no imponiéndolas, definido en un estilo de vida ético, abierto a la comprensión de la debilidad humana y los procesos personales, pero nunca ambiguo o emisor de mensajes contradictorios. Acepta el mundo y la historia no como lamentables realidades irreversibles, sino como tarea confiada a su esperanza creadora para un nuevo proyecto histórico responsable capaz de percibir las necesidades y problemas de la comunidad y aportar soluciones más que inmediatistas promotoras de mayor humanidad; animador, coordinador, buen comunicador, sabio y prudente promotor de cambios. La vocación coincide con el concepto mismo de educación, desde que la persona es llamada a educir todo lo que ella ya es pero conduciéndola hasta su mayor perfección posible. Por eso, sólo se responde adecuadamente al llamado con una buena formación integral. “De ahí que la vocación docente sea teórica, porque nadie enseña lo que no sabe ni ejerce su influjo en la formación de las virtudes sin el ejemplo; por otro práctica en cuento se orienta a la producción de una obra (causa final de todo proceso educativo) que es la perfección de la persona” (Dr. Alberto Caturelli). Si bien toda vocación es comprometedora, ninguna lo es tanto como la vocación de los docentes pues son los poseedores de la libertad y la responsabilidad personal para decidir frente a los conocimientos que imparten, a la información, orientaciones y juicios que comunican y de los cuales deben ser conscientes y celosos al hacerlo. Bibliografía: - AQUINO, SANTO TOMAS DE El maestro. Edición Bilingüe. Ágape libro. Madrid. 2006.- PUIGGARI, ALEJANDRO JOSÉ ¿Catequesis escolar o enseñanza religiosa? De la escuela-institución a la escuela-comunidad. Una propuesta para educar la fe. Ediciones San Benito. Colección aportes. 2002. - Documentos del Magisterios de la Iglesia sobre Educación Católica. Editorial Claretiana. 1990. - CATURELLI, ALBERTO Reflexiones para una filosofía cristiana de la educación. Dirección Nacional de Publicaciones Universidad Nacional de Córdoba. 1981. - SAGASTIZABAL, MARÍA DE LOS ÁNGELES; PERLO, CLAUDIA. La investigación acción como estrategia de cambio en las organizaciones. Tercera Edición. La Crujía. Editorial Stella. 2006. - POZO, JUAN IGNACIO; SCHEVER, NORA; PEREZ ECHEVERRIA, MARÍA; MATEOS, MAR; MARTÍN, ELENA; DE LA CRUZ, MONTSERRAT Nuevas formas de pensar la enseñanza y el aprendizaje. Editorial Grao. 2006. - PARRAGUEZ TORRES, Sonia; ESCUDERO; Jaime Ciceo. Los agentes educativos según el pensamiento de Juan Pablo II. Universidad Mayor para espíritus emprendedores. Ensayos. 2006. Santiago-Chile. AUTORES: Pbro. Lic. Pedro Daniel Fernández Prof. Claudia Elizabeth Viberti Lic. Marcela Beatriz Basso Lic. María del Valle Reinoso INSTITUCIÓN UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CUYO – ESCUELA DE CULTURA RELIGIOSA Y PASTORAL SAN JUAN – 2010