Num128 008

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Vida y trabajo
en los hielos antárticos
JESÚS PEÑAS *
C
omienza un nuevo día en la Base
Antártica española “Gabriel de
Castilla”. No se puede decir que
amanece, pues la noche se ha limitado a una
leve amortiguación de la luz. Estamos en el
verano austral y en estos meses el riguroso
clima de la Antártida da un respiro a estos
inhóspitos parajes, permitiendo que unos
treinta españoles, científicos y militares,
trabajen con denuedo en favor de la
investigación científica.
Se percibe actividad en el módulo de vida
desde muy temprano. Construido hace dos
años, este módulo es cómodo y acogedor,
facilitando que los expedicionarios repongan
fuerzas durante la noche. Se desayuna en una
mesa larga, y en animada conversación se van
desgranando las actividades que se llevarán a
cabo durante la jornada. La filosofía
imperante en la Base es la de que todos
somos un equipo y, aunque cada grupo de
científicos y de técnicos militares tiene sus
tareas específicas, la colaboración entre todos
es primordial y muchos trabajos serían
imposibles sin el apoyo del resto. Además, las
tareas propias del hogar se reparten
equitativamente entre todos, y se establece un
turno diario de dos personas para la limpieza
y orden de las instalaciones, ropa y menaje.
Los científicos del proyecto de geodesia
deben ir hoy a tomar unos datos al otro lado
de la bahía, por lo tanto hay que emplear la
lancha Zodiac. El jefe de la Base organiza
rápidamente la partida, a los tres
*Miembro del Grupo de estudio e investigación “Notre Europe” (presidido por Delors)
investigadores de la Universidad de Cádiz les
acompañarán dos militares para apoyo y
proporcionar seguridad: el suboficial
especialista en motores será el patrón de la
embarcación, mientras que el intendente
velará por la seguridad marítima en los
desplazamientos y en los atraques, vestido
con un traje especial. Estamos en aguas
antárticas y no podemos olvidar que una
caída al agua o un accidente puede suponer
una muerte por hipotermia en pocos minutos.
Los primeros en ponerse en movimiento esta
mañana han sido los biólogos, encargados del
estudio de los pingüinos. Tienen un duro
camino hasta su lugar de trabajo, la
pingüinera, un recorrido de una hora,
atravesando zonas de permafrost, suelo
permanentemente helado, subiendo y bajando
escarpadas cuestas de arena negra, en la que
se anda con dificultad al hundirse las botas.
Es un trabajo duro, ya que están durante todo
el día a la intemperie midiendo y pesando
pingüinos, clasificando, observando y
tomando muestras de sangre y controlando la
evolución de las crías. Sin embargo, se
percibe que la pasión por su labor les
desborda por todos los poros de la piel. El
equipo de sismólogos de la Universidad de
Granada continúa hoy con su paciente y
esforzada misión de auscultar el volcán,
midiendo los movimientos sismológicos y
volcánicos de la zona. Tienen sensores y
aparatos de medición desplegados por toda la
isla. Decepción es un volcán activo, que está
siendo cuidadosamente estudiado desde que
se instaló la Base Gabriel de Castilla en 1988.
Por eso tiene la consideración de observatorio
vulcanológico y forma parte desde hace diez
años de la Organización Mundial de
Observatorios. El volcán da muestras
sobradas de su reciente actividad. Toda la isla
está cubierta de un manto de piroclasto o
tierra y ceniza volcánica. Debido a esta
actividad volcánica, hay fumarolas de vapor y
partes en las que el agua del mar está muy
caliente. Pero sin duda lo que más impresiona
son los vestigios de la erupción de 1970, con
su inmenso cráter y el amasijo de hierros
retorcidos, que es lo que queda hoy de lo que
entonces era una activa base chilena. La
certidumbre que el volcán, encima del cual
estamos viviendo, algún día entrará en
erupción, nos hace que tengamos muy en
cuenta las condiciones de seguridad, y que se
ensayen a menudo simulacros de evacuación.
Todos los expedicionarios se acostumbran a
vivir con los equipos de emergencia siempre
a mano. El capitán encargado del medio
ambiente y de la gestión de residuos efectuará
hoy un análisis tanto de la fosa séptica y el
tratamiento de las aguas residuales como de
los distintos residuos, que se clasifican y
almacenan por categorías: comidas, plásticos,
metales, vidrios. Esta labor tediosa y
constante tiene una importancia crucial, pues
en la Base Gabriel de Castilla se cumple
escrupulosamente
con
las
directrices
medioambientales del protocolo de Madrid
del Tratado Antártico. Los residuos son
clasificados y guardados en bidones de
plástico
y
cerrados
herméticamente.
Posteriormente son evacuados fuera de la
zona del Tratado Antártico, más al norte del
paralelo 60º de latitud, por el buque de la
Armada “Las Palmas”, hasta Ushuaia, la
ciudad argentina de Tierra del Fuego y la más
austral del mundo. La Antártida está
considerada como reserva ecológica de la
humanidad y en los últimos años se está
haciendo un gran esfuerzo por conservar la
gran riqueza de este ecosistema. Una vez
acabadas sus tareas como oficial de medio
ambiente, el capitán acompañará al ornitólogo
del Parque de Doñana, que está llevando a
cabo un proyecto científico sobre las aves
antárticas. En ocho días llevan anillados más
de sesenta pájaros, especialmente págalos o
escúas, que son unas aves de gran
envergadura que se alimentan principalmente
de pingüinos. Se miden, pesan y toman
muestras de sangre para estudiar sus hábitos
de vida y de supervivencia. En esta isla del
archipiélago de las Shetland del Sur, la base
española es la única que lleva a cabo
proyectos de investigación científica de forma
continuada, por lo que las conclusiones y
opiniones de los investigadores españoles
tienen una gran importancia. La presencia
española en Isla Decepción a lo largo de los
quince años ha hecho que sea larga ya la lista
de publicaciones, gozando a nivel científico
de un gran prestigio internacional. Isla
Decepción, debido a sus peculiaridades como
isla volcánica, tiene grandes zonas que
durante el verano austral se ven libres del
hielo y de la nieve. Esto facilita que sea una
zona donde viven y anidan nutridas colonias
de animales. En ella está la mayor colonia de
pingüinos barbijos de la Antártida. Este
pingüino se distingue claramente por tener
una especie de barbuquejo por debajo de la
barbilla (barbijo es la palabra argentina para
barbuquejo). Hay colonias inmensas, alguna
con más de cien mil parejas, aunque también
se ven algunos ejemplares de pingüinos de
otras especies. Cerca de las pingüineras se
ven un gran número de págalos, palomas
antárticas, petreles dameros y otras aves.
Tomando el sol en sus playas se ven un gran
número de focas de Wedell, focas leopardo,
focas cangrejeras, leones marinos y algún
elefante marino. Asimismo, surcando los
mares vecinos, no es difícil ver grupos de
ballenas de todos los tipos. Ballenas que nos
recuerdan el tétrico pasado de esta isla al
principio del Siglo XX, donde se llegaban a
cazar hasta cuarenta mil ballenas al año. En la
Antártida se ve por todas partes el ciclo de la
vida, con la muerte y la vida conviviendo en
armonía, por todas partes se ven animales y
sus depredadores a pocos metros de distancia.
En la base se trabaja sin descanso para
mantener las instalaciones y servicios que
hacen posible la vida en un lugar tan
inhóspito. El especialista en instalaciones, un
brigada del Ejército, monta, mano a mano con
el capitán médico, el zaguán de entrada al
módulo de medicina. Este botiquín, dotado de
modernos sistemas de asistencia sanitaria,
está preparado para apoyar a cualquier
persona que lo necesite, ya que el médico de
la base es el único que se encuentra
permanentemente en un radio de muchos
kilómetros. El módulo se llama “Capitán
Ramón y Cajal”, en memoria del insigne
premio Nóbel que unió en su persona al
científico y al militar. La persona que dirige
este pequeño mundo de proyectos e ilusiones
que es la base Gabriel de Castilla es un
comandante del Ejército de Tierra, curtido y
entrenado en las unidades de la montaña
aragonesa y en la misión de observador de
Naciones Unidas en las calles ensangrentadas
de Sarajevo, durante los peores días de la
guerra de Bosnia. Este comandante sabe que
lo más importante en la Antártida es la
seguridad de las personas. No hay que asumir
riesgos innecesarios y tener cuidado siempre
en los desplazamientos en lancha por la bahía
o a pie por los glaciares. El tiempo cambia de
forma repentina y lo que una hora antes era
una tarde espléndida se convierte en una
trampa de viento y nieve. En cualquier
desplazamiento fuera de la base se lleva una
radio y medios de emergencia por si es
necesario dormir o comer alejados del
campamento.
Cuando los equipos retornan a la base,
cansados y ateridos de frío, les recibe el calor
y relativo confort de las instalaciones, así
como el aroma suculento de la comida
preparada con cariño y esmero por el cabo
primero cocinero. Es el momento de
descansar y reponer fuerzas alrededor de la
mesa. Surgen entonces historias de lo más
curiosas y variadas, producto sin duda de la
procedencia tan heterogénea de los
componentes de la campaña antártica. Tan
pronto se habla de las experiencias pasadas en
misiones de paz en Bosnia o Afganistán, o de
frías maniobras en el duro invierno leonés,
como de volcanes, corrientes marinas,
expediciones científicas en el Magreb o del
estudio de aves migratorias o simplemente se
producen apasionadas discusiones sobre la
preparación del gazpacho o la paella. Se ha
levantado un fuerte viento y no es
conveniente salir de la base. Nos dedicaremos
por tanto a realizar trabajos de gabinete. El
módulo científico se llena de personas y
aparatos, con un confuso trajín de pruebas y
comprobaciones. Todo el mundo quiere
hablar con el teniente de transmisiones. ¿A
qué hora podremos mandar correos
electrónicos a España? ¿Habrá enlace radio y
satélite? Estamos muy lejos de casa, unos
trece mil kilómetros, y el contacto es
importante para continuar con los trabajos y
proyectos científicos, pero también para
tranquilizar a la familia y contarle las
experiencias vividas. Al final del día se tiene
la impresión de que éste ha durado cuarenta
horas, tal ha sido la intensidad con la que se
ha vivido. La sensación de estar viviendo
algo irrepetible hace que todo el mundo
trabaje incansablemente. Son pocos meses lo
que se puede trabajar en la Antártida, y los
datos e información obtenida servirán para
alimentar el trabajo posterior en España y
facilitar la redacción de informes y cruce de
datos y la elaboración de los trabajos de
investigación. Faltan aún varias semanas
para que tengamos que dejar este solitario e
inhóspito paraje, donde la naturaleza nos
invade por todas partes y en donde se palpa la
pequeñez del ser humano frente a la tierra, el
mar y el cielo. Al final de la campaña nos
preguntaremos cuál es la magia de este áspero
lugar, para conseguir que un grupo de
personas tan dispar y de tan variopinta
procedencia,
trabajemos
dura
y
apasionadamente
como
un
equipo
cohesionado. Quizás el respeto a la fuerza
implacable de la naturaleza nos hace trabajar
con ahínco en la conservación de la vida y el
ecosistema. También nos convence que el
apoyo entre individuos e instituciones es la
forma de conseguir que España y su
investigación científica estén en el lugar que
se merecen.
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