Vida y trabajo en los hielos antárticos JESÚS PEÑAS * C omienza un nuevo día en la Base Antártica española “Gabriel de Castilla”. No se puede decir que amanece, pues la noche se ha limitado a una leve amortiguación de la luz. Estamos en el verano austral y en estos meses el riguroso clima de la Antártida da un respiro a estos inhóspitos parajes, permitiendo que unos treinta españoles, científicos y militares, trabajen con denuedo en favor de la investigación científica. Se percibe actividad en el módulo de vida desde muy temprano. Construido hace dos años, este módulo es cómodo y acogedor, facilitando que los expedicionarios repongan fuerzas durante la noche. Se desayuna en una mesa larga, y en animada conversación se van desgranando las actividades que se llevarán a cabo durante la jornada. La filosofía imperante en la Base es la de que todos somos un equipo y, aunque cada grupo de científicos y de técnicos militares tiene sus tareas específicas, la colaboración entre todos es primordial y muchos trabajos serían imposibles sin el apoyo del resto. Además, las tareas propias del hogar se reparten equitativamente entre todos, y se establece un turno diario de dos personas para la limpieza y orden de las instalaciones, ropa y menaje. Los científicos del proyecto de geodesia deben ir hoy a tomar unos datos al otro lado de la bahía, por lo tanto hay que emplear la lancha Zodiac. El jefe de la Base organiza rápidamente la partida, a los tres *Miembro del Grupo de estudio e investigación “Notre Europe” (presidido por Delors) investigadores de la Universidad de Cádiz les acompañarán dos militares para apoyo y proporcionar seguridad: el suboficial especialista en motores será el patrón de la embarcación, mientras que el intendente velará por la seguridad marítima en los desplazamientos y en los atraques, vestido con un traje especial. Estamos en aguas antárticas y no podemos olvidar que una caída al agua o un accidente puede suponer una muerte por hipotermia en pocos minutos. Los primeros en ponerse en movimiento esta mañana han sido los biólogos, encargados del estudio de los pingüinos. Tienen un duro camino hasta su lugar de trabajo, la pingüinera, un recorrido de una hora, atravesando zonas de permafrost, suelo permanentemente helado, subiendo y bajando escarpadas cuestas de arena negra, en la que se anda con dificultad al hundirse las botas. Es un trabajo duro, ya que están durante todo el día a la intemperie midiendo y pesando pingüinos, clasificando, observando y tomando muestras de sangre y controlando la evolución de las crías. Sin embargo, se percibe que la pasión por su labor les desborda por todos los poros de la piel. El equipo de sismólogos de la Universidad de Granada continúa hoy con su paciente y esforzada misión de auscultar el volcán, midiendo los movimientos sismológicos y volcánicos de la zona. Tienen sensores y aparatos de medición desplegados por toda la isla. Decepción es un volcán activo, que está siendo cuidadosamente estudiado desde que se instaló la Base Gabriel de Castilla en 1988. Por eso tiene la consideración de observatorio vulcanológico y forma parte desde hace diez años de la Organización Mundial de Observatorios. El volcán da muestras sobradas de su reciente actividad. Toda la isla está cubierta de un manto de piroclasto o tierra y ceniza volcánica. Debido a esta actividad volcánica, hay fumarolas de vapor y partes en las que el agua del mar está muy caliente. Pero sin duda lo que más impresiona son los vestigios de la erupción de 1970, con su inmenso cráter y el amasijo de hierros retorcidos, que es lo que queda hoy de lo que entonces era una activa base chilena. La certidumbre que el volcán, encima del cual estamos viviendo, algún día entrará en erupción, nos hace que tengamos muy en cuenta las condiciones de seguridad, y que se ensayen a menudo simulacros de evacuación. Todos los expedicionarios se acostumbran a vivir con los equipos de emergencia siempre a mano. El capitán encargado del medio ambiente y de la gestión de residuos efectuará hoy un análisis tanto de la fosa séptica y el tratamiento de las aguas residuales como de los distintos residuos, que se clasifican y almacenan por categorías: comidas, plásticos, metales, vidrios. Esta labor tediosa y constante tiene una importancia crucial, pues en la Base Gabriel de Castilla se cumple escrupulosamente con las directrices medioambientales del protocolo de Madrid del Tratado Antártico. Los residuos son clasificados y guardados en bidones de plástico y cerrados herméticamente. Posteriormente son evacuados fuera de la zona del Tratado Antártico, más al norte del paralelo 60º de latitud, por el buque de la Armada “Las Palmas”, hasta Ushuaia, la ciudad argentina de Tierra del Fuego y la más austral del mundo. La Antártida está considerada como reserva ecológica de la humanidad y en los últimos años se está haciendo un gran esfuerzo por conservar la gran riqueza de este ecosistema. Una vez acabadas sus tareas como oficial de medio ambiente, el capitán acompañará al ornitólogo del Parque de Doñana, que está llevando a cabo un proyecto científico sobre las aves antárticas. En ocho días llevan anillados más de sesenta pájaros, especialmente págalos o escúas, que son unas aves de gran envergadura que se alimentan principalmente de pingüinos. Se miden, pesan y toman muestras de sangre para estudiar sus hábitos de vida y de supervivencia. En esta isla del archipiélago de las Shetland del Sur, la base española es la única que lleva a cabo proyectos de investigación científica de forma continuada, por lo que las conclusiones y opiniones de los investigadores españoles tienen una gran importancia. La presencia española en Isla Decepción a lo largo de los quince años ha hecho que sea larga ya la lista de publicaciones, gozando a nivel científico de un gran prestigio internacional. Isla Decepción, debido a sus peculiaridades como isla volcánica, tiene grandes zonas que durante el verano austral se ven libres del hielo y de la nieve. Esto facilita que sea una zona donde viven y anidan nutridas colonias de animales. En ella está la mayor colonia de pingüinos barbijos de la Antártida. Este pingüino se distingue claramente por tener una especie de barbuquejo por debajo de la barbilla (barbijo es la palabra argentina para barbuquejo). Hay colonias inmensas, alguna con más de cien mil parejas, aunque también se ven algunos ejemplares de pingüinos de otras especies. Cerca de las pingüineras se ven un gran número de págalos, palomas antárticas, petreles dameros y otras aves. Tomando el sol en sus playas se ven un gran número de focas de Wedell, focas leopardo, focas cangrejeras, leones marinos y algún elefante marino. Asimismo, surcando los mares vecinos, no es difícil ver grupos de ballenas de todos los tipos. Ballenas que nos recuerdan el tétrico pasado de esta isla al principio del Siglo XX, donde se llegaban a cazar hasta cuarenta mil ballenas al año. En la Antártida se ve por todas partes el ciclo de la vida, con la muerte y la vida conviviendo en armonía, por todas partes se ven animales y sus depredadores a pocos metros de distancia. En la base se trabaja sin descanso para mantener las instalaciones y servicios que hacen posible la vida en un lugar tan inhóspito. El especialista en instalaciones, un brigada del Ejército, monta, mano a mano con el capitán médico, el zaguán de entrada al módulo de medicina. Este botiquín, dotado de modernos sistemas de asistencia sanitaria, está preparado para apoyar a cualquier persona que lo necesite, ya que el médico de la base es el único que se encuentra permanentemente en un radio de muchos kilómetros. El módulo se llama “Capitán Ramón y Cajal”, en memoria del insigne premio Nóbel que unió en su persona al científico y al militar. La persona que dirige este pequeño mundo de proyectos e ilusiones que es la base Gabriel de Castilla es un comandante del Ejército de Tierra, curtido y entrenado en las unidades de la montaña aragonesa y en la misión de observador de Naciones Unidas en las calles ensangrentadas de Sarajevo, durante los peores días de la guerra de Bosnia. Este comandante sabe que lo más importante en la Antártida es la seguridad de las personas. No hay que asumir riesgos innecesarios y tener cuidado siempre en los desplazamientos en lancha por la bahía o a pie por los glaciares. El tiempo cambia de forma repentina y lo que una hora antes era una tarde espléndida se convierte en una trampa de viento y nieve. En cualquier desplazamiento fuera de la base se lleva una radio y medios de emergencia por si es necesario dormir o comer alejados del campamento. Cuando los equipos retornan a la base, cansados y ateridos de frío, les recibe el calor y relativo confort de las instalaciones, así como el aroma suculento de la comida preparada con cariño y esmero por el cabo primero cocinero. Es el momento de descansar y reponer fuerzas alrededor de la mesa. Surgen entonces historias de lo más curiosas y variadas, producto sin duda de la procedencia tan heterogénea de los componentes de la campaña antártica. Tan pronto se habla de las experiencias pasadas en misiones de paz en Bosnia o Afganistán, o de frías maniobras en el duro invierno leonés, como de volcanes, corrientes marinas, expediciones científicas en el Magreb o del estudio de aves migratorias o simplemente se producen apasionadas discusiones sobre la preparación del gazpacho o la paella. Se ha levantado un fuerte viento y no es conveniente salir de la base. Nos dedicaremos por tanto a realizar trabajos de gabinete. El módulo científico se llena de personas y aparatos, con un confuso trajín de pruebas y comprobaciones. Todo el mundo quiere hablar con el teniente de transmisiones. ¿A qué hora podremos mandar correos electrónicos a España? ¿Habrá enlace radio y satélite? Estamos muy lejos de casa, unos trece mil kilómetros, y el contacto es importante para continuar con los trabajos y proyectos científicos, pero también para tranquilizar a la familia y contarle las experiencias vividas. Al final del día se tiene la impresión de que éste ha durado cuarenta horas, tal ha sido la intensidad con la que se ha vivido. La sensación de estar viviendo algo irrepetible hace que todo el mundo trabaje incansablemente. Son pocos meses lo que se puede trabajar en la Antártida, y los datos e información obtenida servirán para alimentar el trabajo posterior en España y facilitar la redacción de informes y cruce de datos y la elaboración de los trabajos de investigación. Faltan aún varias semanas para que tengamos que dejar este solitario e inhóspito paraje, donde la naturaleza nos invade por todas partes y en donde se palpa la pequeñez del ser humano frente a la tierra, el mar y el cielo. Al final de la campaña nos preguntaremos cuál es la magia de este áspero lugar, para conseguir que un grupo de personas tan dispar y de tan variopinta procedencia, trabajemos dura y apasionadamente como un equipo cohesionado. Quizás el respeto a la fuerza implacable de la naturaleza nos hace trabajar con ahínco en la conservación de la vida y el ecosistema. También nos convence que el apoyo entre individuos e instituciones es la forma de conseguir que España y su investigación científica estén en el lugar que se merecen.