ÉTICA Y PSICOANÁLISIS PARA UNA VIDA BUENA La palabra ética deriva del griego "ethos" que significa costumbre, carácter. La ética sería el conjunto de principios y reglas morales que regulan el comportamiento y las relaciones humanas. Pero la ética, según Aristóteles, no tiene por objeto determinar el Bien, sino ayudarnos a llevar una vida "buena". Y para ello es preciso especificar cuál es el fin último al que tienden nuestras acciones. Una de las razones por las cuales se va produciendo la reflexión ética a lo largo de toda la historia es la persistente demanda humana de alcanzar la felicidad. Para Aristóteles el fin o el bien último del ser humano es la eudaimonia, que podríamos traducir como "florecimiento" o "plenitud de ser". Llegar a ser lo que cada uno puede ser a través del ejercicio virtuoso de lo específicamente humano: la razón. Sólo una vida racional es propia de una vida humana. De modo que el hombre alcanzaría la felicidad practicando la virtud. Para los griegos la ética era una cuestión de hábitos. Al habituarse a actuar de acuerdo con la virtud el ser humano encuentra satisfacción en esa manera de ser y de hacer, no sólo porque es bueno, sino también porque es bello, confluyendo entonces ética y estética. La vida buena y la verdadera cultura deberían favorecer el cultivo de la inteligencia -aprender a pensar-, de la voluntad -aprender a querer el bien- y de la afectividad -aprender a querer a los demás con buenos sentimientos-. Llegamos así a la conexión con el psicoanálisis. Distintos psicoanalistas han escrito sobre ética y psicoanálisis. Mencionaré algunas ideas de dos de ellos: Erich Fromm y Erik H. Erikson, probablemente influidos por los acontecimientos de la II Guerra Mundial y el nazismo. E. Fromm propone una ética humanista que define como la ciencia aplicada del "arte de vivir". Su objeto es desarrollar lo que cada uno es potencialmente. Para la ética humanista "lo bueno" es la afirmación de la vida, el despliegue de los poderes del hombre. Y la virtud es la responsabilidad hacia la propia existencia. El ser humano es un ser social que necesita de la relación con los otros para su supervivencia. La debilidad biológica del hombre al nacer, pone en marcha el desarrollo de cualidades específicamente humanas como la solidaridad. Su bienestar y felicidad dependen de la solidaridad con sus semejantes, con las generaciones pasadas y futuras. Para E. Erikson todas las propensiones morales y éticas se inician en la temprana experiencia de mutualidad en la infancia que, si puede darse adecuadamente, ayuda a establecer la fortaleza humana fundamental: la esperanza. La esperanza es la primera y la más indispensable de las virtudes inherentes al hecho de estar vivo. Nada en la vida humana está asegurado desde su origen, a menos que se verifique en el íntimo encuentro con otros en situaciones sociales favorables. Únicamente quien participa en un encuentro con el otro con una actitud activa y generosa y no dependiente y exigente, podrá lograr que las potencialidades de ese encuentro se hagan realidad. La ética generativa sugiere una nueva versión de la Regla de Oro: haz al otro aquello que promoverá su desarrollo tal como promueve el tuyo propio. Es nuestra responsabilidad como psicoanalistas propiciar un encuentro con nuestros pacientes que promueva el máximo desarrollo de sus potencialidades y les permita una vida más autónoma y mejor. Una vida buena.