HOGARES IGUALITARIOS ¿PAREJAS FELICES? LA INFLUENCIA DE LA PERCEPCIÓN DE JUSTICIA EN EL REPARTO DE TAREAS DOMÉSTICAS SOBRE LA CALIDAD DE LA RELACIÓN DE PAREJA Marga Marí-Klose (Universitat de Barcelona) 1 Pablo García Ruiz (Universidad de Zaragoza) Pau Marí-Klose (Universidad de Zaragoza) Palabras clave: calidad de la relación de pareja, percepción de justicia, reparto de tareas domésticas, género Introducción La distribución de las tareas domésticas se ha convertido en los últimos años en una realidad problemática en muchos hogares españoles. La incorporación progresiva de las mujeres al empleo remunerado ha generado expectativas de un reparto más equilibrado del trabajo en el hogar. Sin embargo, las tareas domésticas y de cuidado siguen siendo en gran medida tareas desempeñadas por las mujeres (Dominguez-Folgueras 2012, 2015). En los países desarrollados, las mujeres dedican cada vez más tiempo al trabajo remunerado y menos tiempo a las tareas domésticas. Los varones han aumentado ligeramente su dedicación a las tareas del hogar pero aún están muy lejos de igualar el que le siguen dedicando las mujeres (Dotti 2014). El tiempo total que emplean las familias en las tareas domésticas se ha reducido, pero las mujeres siguen dedicando mucho más tiempo a las tareas domésticas que sus parejas masculinas (Treas and Lui, 2013). Las encuestas muestran que los valores igualitarios son ampliamente compartidos, también entre los varones (Inglehart y Norris 2003), pero esas convicciones no se han traducido, de hecho, en una igualdad efectiva en el hogar. De acuerdo con algunos estudios, durante los últimos años ha aumentado la conflictividad conyugal en torno al reparto del trabajo doméstico en las parejas donde el hombre no colabora suficientemente a juicio de la mujer (Meil 2005; Ruppanner 2012). Tanto la desigualdad en las tareas del hogar, como la mayor conflictividad que esta genera, suponen, para las mujeres, menor bienestar y satisfacción con su relación de pareja, así como un aumento del riesgo de ruptura (Amato y Booth 2007; Coltrane 2000; Treas and Lui 2013). Las parejas que reparten de manera más igualitaria la dedicación a las tareas del hogar deberían mostrar, en comparación, un mayor bienestar y satisfacción con su relación. Sin embargo, otros estudios señalan que no hay una relación directa entre la distribución efectiva del tiempo dedicado a las tareas domésticas y la calidad de la relación de pareja (Barstad 2014; Bianchi et al 2012; Braun, Lewin-Epstein, Stier y Baumgartner 2008; Forste y Fox 2012; Mikula, Riederer y Bodi 2012). Las parejas igualitarias no siempre son las más felices. En este artículo nos planteamos en qué medida una distribución igualitaria del trabajo doméstico influye o no sobre la calidad de la relación conyugal. Nuestra hipótesis Profesora de la Universidad de Barcelona, Departamento de Sociología. Av. Diagonal 696, 08034 Barcelona. mmariklose@ub.edu 1 principal es que la calidad de la relación depende de la percepción de justicia en la distribución del trabajo doméstico entre los miembros de la pareja. La percepción de justicia depende, a su vez, del cumplimiento de las expectativas más que de la igualdad efectiva de la dedicación. Las consecuencias de la desigualdad en el hogar Las consecuencias de la desigualdad en la dedicación a las tareas domésticas sobre la calidad de las relaciones familiares ha sido objeto de estudio en la literatura académica, especialmente desde el punto de vista de las mujeres (Bianchi et al 2012; Coltrane 2000; Davis y Wills 2014). En este trabajo, por calidad de la relación se entiende no tanto la satisfacción de los miembros de la pareja con su relación o la estabilidad de la relación sino más bien el amor mutuo y sus aspectos más relevantes, como el cariño, la confianza, el apoyo, la preocupación por las cosas del otro y las esperanzas compartidas. La satisfacción y la estabilidad, ciertamente, están directamente relacionadas con la calidad de la relación (Amato 2007: 307): cuanto mayor sea la calidad percibida de la relación, mayor será la satisfacción y menor el riesgo de ruptura (Amato y Booth 2007; Minnotte et al 2010). En cambio, el conflicto correlaciona con la insatisfacción marital y el divorcio solo moderadamente (Frisco y Williams 2003). Así, algunas parejas que discuten con frecuencia consiguen al mismo tiempo tener una relación satisfactoria y estable, mientras que, por el contrario, otras parejas discuten poco abiertamente pero terminan por divorciarse (Amato 2001; Hetherington y Kelly 2002; Meil 2005). La gran mayoría de los estudios sobre la distribución del trabajo doméstico y su impacto en las relaciones de pareja, se basan en la percepción de las mujeres pues son ellas las que sufren la peor parte de una distribución desigual. De acuerdo con la literatura, la desigual división de las tareas domésticas no tiene consecuencias directas para la calidad de la relación de pareja (Amato y Booth 2007). Tampoco determina directamente la satisfacción, la estabilidad ni la mayor o menor conflictividad de la relación (Barstad 2014; Greenstein 1996; Mikula et al 2012; Stevens, Kiger y Mannon 2005). La desigualdad en el trabajo doméstico, en cambio, sí influye sobre la relación: a) cuando la desigualdad es percibida como injusta y b) cuando a esa injusticia se le otorga suficiente importancia. En efecto, hay mujeres que no consideran injusto un reparto desigual y hay mujeres que aun considerando injusto el reparto, no otorgan una importancia crucial a esa desigualdad. Por eso, no les afecta en su relación de pareja. En cambio, la relación sufre cuando la distribución del trabajo doméstico es percibida como injusta y relevante para la propia relación (Bianchi et al 2012; Lavee y Katz 2002). La percepción de injusticia y sus determinantes La percepción de justicia o injusticia, más que la diferencia misma de dedicación, es la variable que influye significativamente sobre la calidad (Claffey y Manning 2010), la satisfacción (Baxter y Western 1998; Greenstein 2009), la conflictividad (Blair 1993; Perry-Jenkinks y Folk 1994), y la estabilidad de la relación conyugal (Amato y Booth 2007). La percepción de injusticia, para las mujeres, está relacionada con la diferencia real de dedicación: cuanto mayor es la diferencia efectiva más probable es que la consideren injusta (Baxter 2000; Ruppanner 2010). Sin embargo, esa relación no es automática ni necesaria. Puede ocurrir, y de hecho ocurre con relativa frecuencia, que una misma desigualdad, medida en horas de dedicación, sea percibida como injusta por una mujer pero como razonable por otra (Braun et al 2008). ¿De qué depende la percepción de justicia en la distribución del trabajo doméstico? La teoría de la privación relativa (Thompson 1991, Greenstein 1996) señala tres elementos que contribuyen a que la distribución efectiva de las tareas domésticas sea percibida como justa o injusta: (a) los valores relativos, (b) los términos de comparación y (c) las razones para su justificación. (a) Los valores relativos: las mujeres tienen prioridades diferentes en su relación de pareja. Para algunas es más importante, por ejemplo, la estabilidad y la armonía, mientras que para otras es más importante, por ejemplo, la independencia y la autonomía. Las prioridades en los valores dependen del modelo de género, tradicional o igualitario, que sostenga cada mujer. La ideología o modelo de género es el conjunto de creencias sociales sobre lo que es considerado apropiado en los roles y las relaciones de los hombres y las mujeres en las diversas instituciones sociales (Doucet 2006). “Tradicional” es el modelo que atribuye a los hombres la responsabilidad del trabajo remunerado y a las mujeres la responsabilidad sobre el cuidado doméstico (male breadwinner model). “Igualitario” es el modelo que atribuye las mismas responsabilidades a hombres y mujeres en el empleo y en el hogar (dual earner model). Los modelos de género funcionan para las mujeres como una especie de lente a través de la cual perciben la distribución del trabajo doméstico (Greenstein 1996). Las mujeres con valores igualitarios consideran injusto un reparto doméstico desigual con una probabilidad más alta que las mujeres con valores tradicionales. Por eso, reaccionan de manera distinta ante la desigualdad. Además, las mujeres igualitarias dan más peso e importancia a la injusticia percibida cuando evalúan la calidad de su relación de pareja (Ruppanner 2010). (b) Los términos de comparación: las mujeres establecen referentes distintos de comparación en función del modelo o ideología de género con el que se identifiquen. Así, las igualitarias tienden a comparar su dedicación al hogar con la de sus parejas masculinas, con la de otras mujeres igualitarias o con el modelo de pareja que se han forjado de acuerdo con sus valores (Ruppanner 2010). La desigualdad de género resulta injusta para las mujeres igualitarias aunque muchas otras mujeres también la padezcan. Las mujeres tradicionales, en cambio, suelen compararse con la experiencia de sus propias madres, de ellas mismas en épocas pasadas o con la experiencia de otras mujeres con valores tradicionales. La comparación puede resultar relativamente satisfactoria cuando su situación personal, aunque implique desigualdad, sea más o menos la misma que la de aquellas otras mujeres con quienes se comparan (Greenstein 2009). Las mujeres no perciben como injusta la desigualdad en el trabajo doméstico cuando ésta se ajusta a los estándares sociales y normativos que usan como término de comparación. (c) La justificación: la percepción de injusticia depende de las razones que usan las personas para interpretar la situación en que viven. Las mujeres igualitarias parten de la idea de que varón y mujer deben compartir en la misma medida las responsabilidades del trabajo remunerado y del cuidado del hogar. El reparto equilibrado es la situación que ellas consideran razonable. Las mujeres tradicionales, en cambio, justifican la desigualdad del reparto doméstico por la razón de que, para ellas, el trabajo del hogar es responsabilidad principal de la mujer, incluso cuando tiene un empleo remunerado a tiempo completo. De este modo, no solo definen la distribución de las tareas del hogar sino que al hacerlo refuerzan sus identidades y modelos de género (Doucet 2006; West y Zimmermann 1987). Las mujeres igualitarias esperan y procuran activamente compartir las tareas de manera equitativa. Las mujeres tradicionales, en cambio, dan por supuesta la desigualdad en el trabajo doméstico. Pero ambas perciben como justas sus respectivas situaciones sobre la base de sus propias, y diversas, expectativas (Forste y Fox 2012; Lennon y Rosenfeld 1994). La congruencia entre expectativas y distribución efectiva es lo que hace que la distribución del trabajo doméstico sea percibida como justa o no. Las expectativas se forman a partir de los modelos de género pero, además, existen otras razones que influyen sobre las expectativas de las mujeres y sobre su percepción de justicia o injusticia del reparto doméstico. Entre estas, destacan la disponibilidad relativa de tiempo (Apparala, Reifman y Munsch 2003; Fox 2009), la especialización y los costes de oportunidad (Becker 1991; Breen and Cook 2005; Goñi et al 2010). Estas razones se refieren a las condiciones materiales y recursos sociales de que disponen las parejas, y sirven como argumentos para justificar los desequilibrios en el trabajo doméstico. En la medida en que se generalizan los valores y prácticas igualitarias en un país, son mayores las expectativas de un reparto equilibrado del trabajo doméstico. Según algunos estudios, las características del contexto nacional resultan ser un determinante más importante que los modelos de género para la distribución del trabajo doméstico (Treas y Lui 2013) y también para percepción de su justicia (Greenstein 2009). La razón es que el contexto nacional aporta un poderoso referente para las comparaciones. El comportamiento “normal” en un país se considera como el criterio más significativo (el estándar) para evaluar si es justo o no el propio acuerdo doméstico (Greenstein 2009; Lavee and Katz 2002). En entornos igualitarios, “es menos probable que las mujeres toleren las desigualdades dentro del propio hogar” (Braun et al 2008: 1155), cualquiera que sea el modelo de género de la mujer. Por eso, la contribución de los hombres a las tareas del hogar tiene un impacto directo sobre la relación de pareja: cuanto menor sea la contribución del varón al trabajo doméstico, mayor será el nivel de conflicto y el riesgo de ruptura (Ruppanner 2010). Y, por el contrario, cuanto mayor sea la contribución del varón a las tareas del hogar, especialmente a aquellas consideradas más femeninas, mayor será la calidad y la satisfacción en la relación de pareja (Forste y Fox 2012; Lavee y Katz 2002: 28). Cuando los varones procuran con su conducta una mayor igualdad en el hogar, mejora la calidad de la relación de pareja (Amato y Booth 2007). Las mujeres están más satisfechas cuando comparten todas las tareas y no son las únicas responsables de una tarea doméstica concreta (Wiesmann et al 2008). La satisfacción también es más alta entre los varones que tienen más implicación en las tareas domésticas y de cuidado infantil (Forste y Fox 2012). De acuerdo con estos argumentos, proponemos las siguientes hipótesis: H1. La desigualdad en la distribución de las tareas domésticas, medida en tiempo relativo de dedicación, no influye sobre la calidad de la relación de pareja, ni sobre la satisfacción, la estabilidad y la conflictividad de la relación, según la opinión de las mujeres. H2. La desigualdad en la distribución de las tareas domésticas, medida en tiempo efectivo de dedicación, influye sobre la percepción de injusticia: cuanto mayor es la desigualdad, mayor es la percepción de injusticia. H3. Si la mujer percibe como injusta la distribución del trabajo doméstico estará menos satisfecha con su relación de pareja, y esta relación tendrá una menor calidad y estabilidad y una mayor conflictividad. H4. El aumento de dedicación del varón a las tareas del hogar mejora la percepción de justicia de la distribución del trabajo doméstico por parte de la mujer, cualquier que sea su modelo de género. H5. El aumento de dedicación del varón a las tareas del hogar mejora la calidad de la relación, la satisfacción con la relación y su estabilidad, tanto desde el punto de vista de la mujer como del varón, cualquiera que sea su modelo de género. Metodología y datos Los datos utilizados en el análisis proceden de la Encuesta de Valores, expectativas y dinámicas de convivencia de las parejas jóvenes en España. La encuesta se realizó durante el año 2007-2008 a 2.500 individuos de ambos sexos con edades comprendidas entre los 17 y 39 años, casados o que viven en pareja estable en el mismo hogar hace menos de 10 años. El objetivo de la encuesta es analizar proyectos familiares de las parejas jóvenes en España recogiendo información sobre sus opiniones y actitudes en relación a distintos aspectos de la vida familiar (respecto a la educación de los hijos, el papel del hombre y la mujer en las relaciones familiares y de pareja, modelos de distribución de los roles de género) y sus dinámicas de distribución de responsabilidades de cuidado y domésticas, así como pautas de interacción y de comunicación en la pareja. Según los datos de la encuesta, aproximadamente tres cuartas partes de las mujeres entre 17 y 39 años están trabajando de forma remunerada, entre los varones es un 95,6%. La dedicación exclusiva a las tareas del hogar es minoritaria aunque la diferencia entre varones y mujeres sigue siendo considerable: un 15,7% de mujeres, frente a un 0,2% de varones. Como señala de forma repetida la literatura, la entrada masiva de las mujeres al mercado de trabajo ha dado paso a modelos de distribución de roles de género menos especializados y menos rígidos, introduciendo nuevos elementos de negociación en la asignación de tiempos y responsabilidades. A pesar de que la evidencia existente sugiere que los hombres tienden a incrementar su implicación en las responsabilidades de la producción doméstica y el cuidado de los niños, especialmente cuando la mujer participa en el mercado laboral, siguen lejos de asumir la plena corresponsabilización. Los resultados de la encuesta indican que, por término medio, las mujeres reconocen invertir 18,15 horas a la semana en la realización de tareas domésticas, y los varones algo menos de la mitad (8,78). Cuando no hay hijos, la diferencia de la carga entre varones y mujeres se reduce a 4,5 horas. Algunos factores, y en especial la presencia de hijos en el hogar, incrementan la diferencia de horas a 9,3 horas. A pesar de estos desequilibrios, la percepción de justicia en la gestión de la vida doméstica tiene, según la literatura especializada, mayor relación con la calidad de la relación de pareja que el número de horas dedicado al trabajo doméstico. Cómo se observa en la Tabla 1 un 44,7% de las mujeres consideran que hacen más de lo que les corresponde en la distribución de las tareas domésticas. Por término medio, estas mujeres dedican, según su propio testimonio 5,6 horas más a las tareas domésticas que sus parejas. El 52,4% de las mujeres declaran que hacen más o menos lo que les corresponde. Eso equivale por término medio a una dedicación de 3,4 horas menos que sus parejas. Las pocas mujeres que declaran que hacen menos de lo que les corresponde, dedican 6,5 horas semanales menos que sus parejas. Estas valoraciones contrastan con las que realizan los hombres. Los varones que consideran que hacen más de lo que les corresponde, dedican según su propio testimonio 3,75 horas menos que sus parejas. Los que hacen más o menos lo que les corresponde, dedican por término medio 16,8 horas menos que sus parejas. Quienes reconocen hacer menos de lo que les corresponde, invierten 23,2 horas menos. Tabla 1. Percepción acerca de la distribución de las tareas domésticas según sexo del entrevistado Mujer Hombre Hago más de lo que me corresponde 44,7% 6,0% Hago más o menos lo que me corresponde 52,4 56,3 Hago menos de lo que me corresponde 2,6 37,7 Total 100% Número de casos 1.226 1.205 Fuente: Encues ta de va l ores , expecta ti va s y di ná mi ca s de convi venci a de l a s pa reja s jóvenes Según estos resultados no se produce un alineamiento claro entre situación objetiva, percepciones y valoraciones normativas de justicia o equidad. Aproximadamente más de la mitad de las mujeres y casi seis de cada diez varones reconocen hacer más o menos lo que les corresponde. Pero la diferencia de número de horas que dedican respectivamente a las tareas domésticas se traduce en un considerable desequilibrio para las mujeres. Según estos resultados, es posible deducir que no todas las mujeres hacen la misma lectura de la diferencia de horas que dedican a las tareas domésticas respecto a sus parejas. Tal como señala la literatura, cuanto mayor es la diferencia efectiva más probable es que la consideren injusta. Sin embargo, esa relación no es automática ni necesaria. Puede ocurrir que una misma desigualdad, medida en horas de dedicación, sea percibida como injusta por una mujer pero como razonable por otra. La desigualdad puede resultar legítima para las mujeres bajo ciertas circunstancias: por ejemplo si tienen una baja vinculación con el mercado de trabajo (alta disponibilidad de tiempo), si son dependientes de sus parejas (alta dependencia de recursos), o también si tiene orientaciones más tradicionales respecto a los roles de género. Los datos de la encuesta indican que una amplia mayoría de mujeres y varones se manifiesta a favor de un reparto igualitario de las tareas domésticas: un 78,4% y un 63,1% respectivamente se manifiestan muy de acuerdo. Tal como se puede observar en el siguiente gráfico, las orientaciones normativas tienen una relación con la distribución efectiva de horas. Orientaciones más igualitarias presentan brechas menores en la dedicación que hombres y mujeres hacen a las tareas domésticas. Orientación normativa respecto al reparto igualitario de tareas domésticas y horas efectivas de dedicación de hombres y mujeres 30 27,52 25 20 18,79 17,7 15 10 9,52 7,87 5,91 5 0 Muy de acuerdo Bastante de acuerdo Varón En desacuerdo Mujer A continuación analizamos el efecto que las horas de dedicación a las tareas domésticas de hombres y mujeres tienen sobre la calidad de la relación de pareja. Teniendo en cuenta la relevancia que la literatura concede a la percepción de justicia, incluiremos esta variable en el análisis para calibrar si las expectativas en la distribución del trabajo doméstico son más importantes que los desequilibrios que se producen en la distribución efectiva. Variables dependientes Las variables dependientes tienen en cuenta distintas dimensiones de la calidad de la relación de pareja. Calidad de la relación Se construye un índice con 6 variables que miden la calidad de la relación. El índice es una suma estandarizada de las respuestas obtenidas a la siguiente pregunta: Dígame con qué frecuencia en los últimos tiempos ha experimentado las siguientes sensaciones y sentimientos. 1) Que mi pareja se preocupa por mí, 2) que puedo confiar en mi pareja, 3) que disfruto de su compañía, 4) que puedo contar con ella cuando tengo problemas, 5) que nos aguarda un buen futuro como pareja, 6) que nuestra vida sexual es satisfactoria. Las opciones de respuesta son: nunca, muy raramente, en alguna ocasión, buena parte del tiempo, la mayoría de las veces, todo el tiempo. Satisfacción con la relación Se construye un índice con la suma estandarizada de dos variables obtenidas de la siguiente pregunta. En general, ¿podría indicarme en qué medida está satisfecho o insatisfecho con….?. 1) Su matrimonio/pareja de hecho; 2) su marido/mujer como pareja. Las opciones de respuesta son: absolutamente insatisfecho, muy insatisfecho, bastante insatisfecho, ni satisfecho ni insatisfecho, bastante satisfecho, muy satisfecho, absolutamente satisfecho. Estabilidad Se ha construido una variable dicotómica con la siguiente pregunta: Me podría decir si siente que su relación de pareja es…muy estable, bastante estable, bastante inestable, muy inestable. El valor 1 se atribuye los casos que contestan “muy estable”, el valor 0 al resto de opciones de respuesta. Conflictividad Para medir la conflictividad de la pareja se utiliza la siguiente pregunta del cuestionario: Durante el mes pasado, ¿Podría decirme con qué frecuencia su pareja y usted han discutido sobre alguna cuestión? Se construye una variable dicotómica donde el valor 1 corresponde a las opciones de respuesta “casi cada día” y “varias veces a la semana” y el valor 0 corresponde a las opciones de respuesta “aproximadamente una vez a la semana” “una o dos veces al mes” y “nunca”. Variables independientes Proporción de horas que la mujer dedica a las tareas domésticas La variable es la ratio del número de horas que la mujer dedica a la semana personalmente a las tareas domésticas sin incluir el cuidado de los hijos ni actividades que pudieran considerarse de ocio respecto a la suma total de horas que dedican varones y mujeres. Percepción de injusticia Variable dicotómica que se construye a partir de la pregunta ¿Cuál de las siguientes frases describe mejor la forma en que se reparten las tareas domésticas usted y su cónyuge? El valor 1 corresponde a las opciones de respuesta “hago mucho más de lo que me corresponde” y “hago algo más de lo que me corresponde”. El valor 0 se atribuye a las opciones de respuesta “hago más o menos lo que me corresponde” “hago algo menos de lo que me corresponde” y “hago mucho menos de lo que me corresponde”. Número de horas que dedica el varón a las tareas domésticas Es el número total de horas que las mujeres atribuyen a la dedicación semanal doméstica de sus parejas. Además en el modelo se incluyen las siguientes variables de control: situación laboral de los miembros de la pareja, número de años viviendo juntos, nivel educativo de los miembros de la pareja, nivel de ingresos del hogar y orientación normativa respecto al reparto igualitario de tareas domésticas. Efecto de la distribución desigual de las tareas domésticas y la percepción de injusticia en la calidad de la relación Se realizan modelos de regresión (lineal y logística) diferenciados por género. Los resultados indican que la distribución desigual de las tareas domésticas no tiene un efecto sobre la calidad de la relación en el caso de las mujeres (hipótesis 1). Es decir, la proporción de horas que dedica la mujer a las tareas domésticas sobre el total de horas, no tiene un efecto significativo sobre la evaluación que realizan de las distintas dimensiones de la calidad de la relación. El efecto sólo es significativo en el caso de evaluar la estabilidad de la pareja si el modelo se ajusta por la variable de percepción de injusticia en la distribución de tareas domésticas. Es decir, a igualdad de condiciones de percepción de injusticia, la razón de probabilidades de que las mujeres consideren que su relación es estable aumenta cuando dedican una mayor proporción de horas a las tareas domésticas. Si bien la implicación relativa de las mujeres no tiene un efecto sobre su evaluación de la calidad de la relación de pareja, la implicación absoluta de los varones sí la tiene. Las horas que el varón dedica a las tareas domésticas tienen un efecto positivo y significativo en la valoración que las mujeres hacen de la calidad de la relación (<5%), y la satisfacción con la pareja (<10%). A su vez, reduce la razón de probabilidades de que la pareja mantenga discusiones frecuentes (<10%). El elemento que tiene mayor relevancia en la evaluación que las mujeres hacen de la calidad de la relación de pareja en todas las dimensiones analizadas es la percepción de injusticia (hipótesis 3). Las mujeres que perciben que hacen más de lo que le corresponde (a igualdad del tiempo real que dediquen) tienen una visión más negativa de la calidad de la relación con su pareja y están menos satisfechas de sus parejas (en ambos casos la relación es negativa y significativa 0,1%, véase gráficos 2 y 3). La percepción de injusticia en el reparto de tareas domésticas (a igualdad de otras condiciones) reduce la razón de probabilidades de considerar que la pareja es estable (nivel de significación del 0,1%). La relación de injusticia y conflicto en la pareja también es positiva y significativa (1%). Es decir, la percepción de injusticia en el reparto de las tareas domésticas aumenta la razón de probabilidades de mantener discusiones frecuentes con la pareja. Estos resultados contrastan con los obtenidos en el caso de los varones. Para ellos, la calidad de la vida de la pareja no se calibra en relación a la distribución de horas de TD o la percepción de injusticia en esa distribución. Existe una relación débil en términos de significatividad (<10%) entre horas de dedicación de los hombres a las TD y estabilidad de la pareja (al igual que ocurría en el caso de las mujeres): el aumento de horas de dedicación aumenta la razón de probabilidades de considerar que la relación de pareja es estable. Existen otros factores que se incluyen en el modelo que tienen un peso más relevante en la evaluación que los hombres hacen de la calidad de la relación de pareja y la satisfacción con la pareja: la implicación de los miembros de la pareja en el mercado laboral. Cuando solo trabaja uno de los miembros de la pareja (ya sea el hombre o la mujer) el grado de calidad es menor que si trabajan los dos. Una de las variables que aumenta la probabilidad de discusiones frecuentes es la presencia de hijos en el hogar. La orientación normativa sobre el reparto de las TD tiene un efecto sobre algunas dimensiones como la calidad, la satisfacción y la estabilidad. Orientaciones menos igualitarias tienen un efecto negativo sobre esas dimensiones. Discusión Referencias Amato, P. R. (2001). Good enough marriages: Parental discord, divorce, and children's long-term well-being. Virginia Journal of Social Policy and the Law, 9, 71-94. Amato, P. R. (2007). Transformative processes in marriage: Some thoughts from a sociologist. Journal of Marriage and Family, 69(2), 305-309. Amato, P. R., & Booth, A. (2007). Alone together: How marriage in America is changing. Cambridge. MA: Harvard University Press. Apparala, M. L., Reifman, A., & Munsch, J. (2003). Cross-national comparison of attitudes toward fathers' and mothers' participation in household tasks and childcare. Sex Roles, 48(5/6), 189. Barstad, A. (2014). Equality is bliss? Relationship quality and the gender division of household labor. Journal of Family Issues, 35(7), 972-992. Baxter, J. (2000). The joys and justice of housework. Sociology, 34(4), 609-631. Baxter, J., & Western, M. (1998). 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