HOGARES IGUALITARIOS ¿PAREJAS FELICES? LA

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HOGARES IGUALITARIOS ¿PAREJAS FELICES? LA
INFLUENCIA DE LA PERCEPCIÓN DE JUSTICIA EN EL
REPARTO DE TAREAS DOMÉSTICAS SOBRE LA CALIDAD DE
LA RELACIÓN DE PAREJA
Marga Marí-Klose (Universitat de Barcelona) 1
Pablo García Ruiz (Universidad de Zaragoza)
Pau Marí-Klose (Universidad de Zaragoza)
Palabras clave: calidad de la relación de pareja, percepción de justicia, reparto de
tareas domésticas, género
Introducción
La distribución de las tareas domésticas se ha convertido en los últimos años en una
realidad problemática en muchos hogares españoles. La incorporación progresiva de las
mujeres al empleo remunerado ha generado expectativas de un reparto más equilibrado
del trabajo en el hogar. Sin embargo, las tareas domésticas y de cuidado siguen siendo
en gran medida tareas desempeñadas por las mujeres (Dominguez-Folgueras 2012,
2015).
En los países desarrollados, las mujeres dedican cada vez más tiempo al trabajo
remunerado y menos tiempo a las tareas domésticas. Los varones han aumentado
ligeramente su dedicación a las tareas del hogar pero aún están muy lejos de igualar el
que le siguen dedicando las mujeres (Dotti 2014). El tiempo total que emplean las
familias en las tareas domésticas se ha reducido, pero las mujeres siguen dedicando
mucho más tiempo a las tareas domésticas que sus parejas masculinas (Treas and Lui,
2013). Las encuestas muestran que los valores igualitarios son ampliamente
compartidos, también entre los varones (Inglehart y Norris 2003), pero esas
convicciones no se han traducido, de hecho, en una igualdad efectiva en el hogar.
De acuerdo con algunos estudios, durante los últimos años ha aumentado la
conflictividad conyugal en torno al reparto del trabajo doméstico en las parejas donde el
hombre no colabora suficientemente a juicio de la mujer (Meil 2005; Ruppanner 2012).
Tanto la desigualdad en las tareas del hogar, como la mayor conflictividad que esta
genera, suponen, para las mujeres, menor bienestar y satisfacción con su relación de
pareja, así como un aumento del riesgo de ruptura (Amato y Booth 2007; Coltrane
2000; Treas and Lui 2013). Las parejas que reparten de manera más igualitaria la
dedicación a las tareas del hogar deberían mostrar, en comparación, un mayor bienestar
y satisfacción con su relación. Sin embargo, otros estudios señalan que no hay una
relación directa entre la distribución efectiva del tiempo dedicado a las tareas
domésticas y la calidad de la relación de pareja (Barstad 2014; Bianchi et al 2012;
Braun, Lewin-Epstein, Stier y Baumgartner 2008; Forste y Fox 2012; Mikula, Riederer
y Bodi 2012). Las parejas igualitarias no siempre son las más felices.
En este artículo nos planteamos en qué medida una distribución igualitaria del trabajo
doméstico influye o no sobre la calidad de la relación conyugal. Nuestra hipótesis
Profesora de la Universidad de Barcelona, Departamento de Sociología. Av. Diagonal 696, 08034
Barcelona. mmariklose@ub.edu
1
principal es que la calidad de la relación depende de la percepción de justicia en la
distribución del trabajo doméstico entre los miembros de la pareja. La percepción de
justicia depende, a su vez, del cumplimiento de las expectativas más que de la igualdad
efectiva de la dedicación.
Las consecuencias de la desigualdad en el hogar
Las consecuencias de la desigualdad en la dedicación a las tareas domésticas sobre la
calidad de las relaciones familiares ha sido objeto de estudio en la literatura académica,
especialmente desde el punto de vista de las mujeres (Bianchi et al 2012; Coltrane 2000;
Davis y Wills 2014). En este trabajo, por calidad de la relación se entiende no tanto la
satisfacción de los miembros de la pareja con su relación o la estabilidad de la relación
sino más bien el amor mutuo y sus aspectos más relevantes, como el cariño, la
confianza, el apoyo, la preocupación por las cosas del otro y las esperanzas
compartidas. La satisfacción y la estabilidad, ciertamente, están directamente
relacionadas con la calidad de la relación (Amato 2007: 307): cuanto mayor sea la
calidad percibida de la relación, mayor será la satisfacción y menor el riesgo de ruptura
(Amato y Booth 2007; Minnotte et al 2010). En cambio, el conflicto correlaciona con la
insatisfacción marital y el divorcio solo moderadamente (Frisco y Williams 2003). Así,
algunas parejas que discuten con frecuencia consiguen al mismo tiempo tener una
relación satisfactoria y estable, mientras que, por el contrario, otras parejas discuten
poco abiertamente pero terminan por divorciarse (Amato 2001; Hetherington y Kelly
2002; Meil 2005).
La gran mayoría de los estudios sobre la distribución del trabajo doméstico y su impacto
en las relaciones de pareja, se basan en la percepción de las mujeres pues son ellas las
que sufren la peor parte de una distribución desigual. De acuerdo con la literatura, la
desigual división de las tareas domésticas no tiene consecuencias directas para la
calidad de la relación de pareja (Amato y Booth 2007). Tampoco determina
directamente la satisfacción, la estabilidad ni la mayor o menor conflictividad de la
relación (Barstad 2014; Greenstein 1996; Mikula et al 2012; Stevens, Kiger y Mannon
2005). La desigualdad en el trabajo doméstico, en cambio, sí influye sobre la relación:
a) cuando la desigualdad es percibida como injusta y b) cuando a esa injusticia se le
otorga suficiente importancia. En efecto, hay mujeres que no consideran injusto un
reparto desigual y hay mujeres que aun considerando injusto el reparto, no otorgan una
importancia crucial a esa desigualdad. Por eso, no les afecta en su relación de pareja. En
cambio, la relación sufre cuando la distribución del trabajo doméstico es percibida como
injusta y relevante para la propia relación (Bianchi et al 2012; Lavee y Katz 2002).
La percepción de injusticia y sus determinantes
La percepción de justicia o injusticia, más que la diferencia misma de dedicación, es la
variable que influye significativamente sobre la calidad (Claffey y Manning 2010), la
satisfacción (Baxter y Western 1998; Greenstein 2009), la conflictividad (Blair 1993;
Perry-Jenkinks y Folk 1994), y la estabilidad de la relación conyugal (Amato y Booth
2007).
La percepción de injusticia, para las mujeres, está relacionada con la diferencia real de
dedicación: cuanto mayor es la diferencia efectiva más probable es que la consideren
injusta (Baxter 2000; Ruppanner 2010). Sin embargo, esa relación no es automática ni
necesaria. Puede ocurrir, y de hecho ocurre con relativa frecuencia, que una misma
desigualdad, medida en horas de dedicación, sea percibida como injusta por una mujer
pero como razonable por otra (Braun et al 2008).
¿De qué depende la percepción de justicia en la distribución del trabajo doméstico? La
teoría de la privación relativa (Thompson 1991, Greenstein 1996) señala tres elementos
que contribuyen a que la distribución efectiva de las tareas domésticas sea percibida
como justa o injusta: (a) los valores relativos, (b) los términos de comparación y (c) las
razones para su justificación.
(a) Los valores relativos: las mujeres tienen prioridades diferentes en su relación de
pareja. Para algunas es más importante, por ejemplo, la estabilidad y la armonía,
mientras que para otras es más importante, por ejemplo, la independencia y la
autonomía. Las prioridades en los valores dependen del modelo de género,
tradicional o igualitario, que sostenga cada mujer. La ideología o modelo de
género es el conjunto de creencias sociales sobre lo que es considerado
apropiado en los roles y las relaciones de los hombres y las mujeres en las
diversas instituciones sociales (Doucet 2006). “Tradicional” es el modelo que
atribuye a los hombres la responsabilidad del trabajo remunerado y a las mujeres
la responsabilidad sobre el cuidado doméstico (male breadwinner model).
“Igualitario” es el modelo que atribuye las mismas responsabilidades a hombres
y mujeres en el empleo y en el hogar (dual earner model). Los modelos de
género funcionan para las mujeres como una especie de lente a través de la cual
perciben la distribución del trabajo doméstico (Greenstein 1996). Las mujeres
con valores igualitarios consideran injusto un reparto doméstico desigual con
una probabilidad más alta que las mujeres con valores tradicionales. Por eso,
reaccionan de manera distinta ante la desigualdad. Además, las mujeres
igualitarias dan más peso e importancia a la injusticia percibida cuando evalúan
la calidad de su relación de pareja (Ruppanner 2010).
(b) Los términos de comparación: las mujeres establecen referentes distintos de
comparación en función del modelo o ideología de género con el que se
identifiquen. Así, las igualitarias tienden a comparar su dedicación al hogar con
la de sus parejas masculinas, con la de otras mujeres igualitarias o con el modelo
de pareja que se han forjado de acuerdo con sus valores (Ruppanner 2010). La
desigualdad de género resulta injusta para las mujeres igualitarias aunque
muchas otras mujeres también la padezcan. Las mujeres tradicionales, en
cambio, suelen compararse con la experiencia de sus propias madres, de ellas
mismas en épocas pasadas o con la experiencia de otras mujeres con valores
tradicionales. La comparación puede resultar relativamente satisfactoria cuando
su situación personal, aunque implique desigualdad, sea más o menos la misma
que la de aquellas otras mujeres con quienes se comparan (Greenstein 2009).
Las mujeres no perciben como injusta la desigualdad en el trabajo doméstico
cuando ésta se ajusta a los estándares sociales y normativos que usan como
término de comparación.
(c) La justificación: la percepción de injusticia depende de las razones que usan las
personas para interpretar la situación en que viven. Las mujeres igualitarias
parten de la idea de que varón y mujer deben compartir en la misma medida las
responsabilidades del trabajo remunerado y del cuidado del hogar. El reparto
equilibrado es la situación que ellas consideran razonable. Las mujeres
tradicionales, en cambio, justifican la desigualdad del reparto doméstico por la
razón de que, para ellas, el trabajo del hogar es responsabilidad principal de la
mujer, incluso cuando tiene un empleo remunerado a tiempo completo. De este
modo, no solo definen la distribución de las tareas del hogar sino que al hacerlo
refuerzan sus identidades y modelos de género (Doucet 2006; West y
Zimmermann 1987). Las mujeres igualitarias esperan y procuran activamente
compartir las tareas de manera equitativa. Las mujeres tradicionales, en cambio,
dan por supuesta la desigualdad en el trabajo doméstico. Pero ambas perciben
como justas sus respectivas situaciones sobre la base de sus propias, y diversas,
expectativas (Forste y Fox 2012; Lennon y Rosenfeld 1994).
La congruencia entre expectativas y distribución efectiva es lo que hace que la
distribución del trabajo doméstico sea percibida como justa o no. Las expectativas se
forman a partir de los modelos de género pero, además, existen otras razones que
influyen sobre las expectativas de las mujeres y sobre su percepción de justicia o
injusticia del reparto doméstico. Entre estas, destacan la disponibilidad relativa de
tiempo (Apparala, Reifman y Munsch 2003; Fox 2009), la especialización y los costes
de oportunidad (Becker 1991; Breen and Cook 2005; Goñi et al 2010). Estas razones se
refieren a las condiciones materiales y recursos sociales de que disponen las parejas, y
sirven como argumentos para justificar los desequilibrios en el trabajo doméstico.
En la medida en que se generalizan los valores y prácticas igualitarias en un país, son
mayores las expectativas de un reparto equilibrado del trabajo doméstico. Según
algunos estudios, las características del contexto nacional resultan ser un determinante
más importante que los modelos de género para la distribución del trabajo doméstico
(Treas y Lui 2013) y también para percepción de su justicia (Greenstein 2009). La razón
es que el contexto nacional aporta un poderoso referente para las comparaciones. El
comportamiento “normal” en un país se considera como el criterio más significativo (el
estándar) para evaluar si es justo o no el propio acuerdo doméstico (Greenstein 2009;
Lavee and Katz 2002). En entornos igualitarios, “es menos probable que las mujeres
toleren las desigualdades dentro del propio hogar” (Braun et al 2008: 1155), cualquiera
que sea el modelo de género de la mujer. Por eso, la contribución de los hombres a las
tareas del hogar tiene un impacto directo sobre la relación de pareja: cuanto menor sea
la contribución del varón al trabajo doméstico, mayor será el nivel de conflicto y el
riesgo de ruptura (Ruppanner 2010). Y, por el contrario, cuanto mayor sea la
contribución del varón a las tareas del hogar, especialmente a aquellas consideradas más
femeninas, mayor será la calidad y la satisfacción en la relación de pareja (Forste y Fox
2012; Lavee y Katz 2002: 28).
Cuando los varones procuran con su conducta una mayor igualdad en el hogar, mejora
la calidad de la relación de pareja (Amato y Booth 2007). Las mujeres están más
satisfechas cuando comparten todas las tareas y no son las únicas responsables de una
tarea doméstica concreta (Wiesmann et al 2008). La satisfacción también es más alta
entre los varones que tienen más implicación en las tareas domésticas y de cuidado
infantil (Forste y Fox 2012).
De acuerdo con estos argumentos, proponemos las siguientes hipótesis:
H1. La desigualdad en la distribución de las tareas domésticas, medida en tiempo
relativo de dedicación, no influye sobre la calidad de la relación de pareja, ni sobre la
satisfacción, la estabilidad y la conflictividad de la relación, según la opinión de las
mujeres.
H2. La desigualdad en la distribución de las tareas domésticas, medida en tiempo
efectivo de dedicación, influye sobre la percepción de injusticia: cuanto mayor es la
desigualdad, mayor es la percepción de injusticia.
H3. Si la mujer percibe como injusta la distribución del trabajo doméstico estará menos
satisfecha con su relación de pareja, y esta relación tendrá una menor calidad y
estabilidad y una mayor conflictividad.
H4. El aumento de dedicación del varón a las tareas del hogar mejora la percepción de
justicia de la distribución del trabajo doméstico por parte de la mujer, cualquier que sea
su modelo de género.
H5. El aumento de dedicación del varón a las tareas del hogar mejora la calidad de la
relación, la satisfacción con la relación y su estabilidad, tanto desde el punto de vista de
la mujer como del varón, cualquiera que sea su modelo de género.
Metodología y datos
Los datos utilizados en el análisis proceden de la Encuesta de Valores, expectativas y
dinámicas de convivencia de las parejas jóvenes en España. La encuesta se realizó
durante el año 2007-2008 a 2.500 individuos de ambos sexos con edades comprendidas
entre los 17 y 39 años, casados o que viven en pareja estable en el mismo hogar hace
menos de 10 años. El objetivo de la encuesta es analizar proyectos familiares de las
parejas jóvenes en España recogiendo información sobre sus opiniones y actitudes en
relación a distintos aspectos de la vida familiar (respecto a la educación de los hijos, el
papel del hombre y la mujer en las relaciones familiares y de pareja, modelos de
distribución de los roles de género) y sus dinámicas de distribución de
responsabilidades de cuidado y domésticas, así como pautas de interacción y de
comunicación en la pareja.
Según los datos de la encuesta, aproximadamente tres cuartas partes de las mujeres
entre 17 y 39 años están trabajando de forma remunerada, entre los varones es un
95,6%. La dedicación exclusiva a las tareas del hogar es minoritaria aunque la
diferencia entre varones y mujeres sigue siendo considerable: un 15,7% de mujeres,
frente a un 0,2% de varones. Como señala de forma repetida la literatura, la entrada
masiva de las mujeres al mercado de trabajo ha dado paso a modelos de distribución de
roles de género menos especializados y menos rígidos, introduciendo nuevos elementos
de negociación en la asignación de tiempos y responsabilidades. A pesar de que la
evidencia existente sugiere que los hombres tienden a incrementar su implicación en las
responsabilidades de la producción doméstica y el cuidado de los niños, especialmente
cuando la mujer participa en el mercado laboral, siguen lejos de asumir la plena
corresponsabilización.
Los resultados de la encuesta indican que, por término medio, las mujeres reconocen
invertir 18,15 horas a la semana en la realización de tareas domésticas, y los varones
algo menos de la mitad (8,78). Cuando no hay hijos, la diferencia de la carga entre
varones y mujeres se reduce a 4,5 horas. Algunos factores, y en especial la presencia de
hijos en el hogar, incrementan la diferencia de horas a 9,3 horas. A pesar de estos
desequilibrios, la percepción de justicia en la gestión de la vida doméstica tiene, según
la literatura especializada, mayor relación con la calidad de la relación de pareja que el
número de horas dedicado al trabajo doméstico.
Cómo se observa en la Tabla 1 un 44,7% de las mujeres consideran que hacen más de lo
que les corresponde en la distribución de las tareas domésticas. Por término medio, estas
mujeres dedican, según su propio testimonio 5,6 horas más a las tareas domésticas que
sus parejas. El 52,4% de las mujeres declaran que hacen más o menos lo que les
corresponde. Eso equivale por término medio a una dedicación de 3,4 horas menos que
sus parejas. Las pocas mujeres que declaran que hacen menos de lo que les corresponde,
dedican 6,5 horas semanales menos que sus parejas. Estas valoraciones contrastan con
las que realizan los hombres. Los varones que consideran que hacen más de lo que les
corresponde, dedican según su propio testimonio 3,75 horas menos que sus parejas. Los
que hacen más o menos lo que les corresponde, dedican por término medio 16,8 horas
menos que sus parejas. Quienes reconocen hacer menos de lo que les corresponde,
invierten 23,2 horas menos.
Tabla 1. Percepción acerca de la distribución de las tareas domésticas
según sexo del entrevistado
Mujer
Hombre
Hago más de lo que me corresponde
44,7%
6,0%
Hago más o menos lo que me corresponde
52,4
56,3
Hago menos de lo que me corresponde
2,6
37,7
Total
100%
Número de casos
1.226
1.205
Fuente: Encues ta de va l ores , expecta ti va s y di ná mi ca s de convi venci a de l a s pa reja s jóvenes
Según estos resultados no se produce un alineamiento claro entre situación objetiva,
percepciones y valoraciones normativas de justicia o equidad. Aproximadamente más
de la mitad de las mujeres y casi seis de cada diez varones reconocen hacer más o
menos lo que les corresponde. Pero la diferencia de número de horas que dedican
respectivamente a las tareas domésticas se traduce en un considerable desequilibrio para
las mujeres.
Según estos resultados, es posible deducir que no todas las mujeres hacen la misma
lectura de la diferencia de horas que dedican a las tareas domésticas respecto a sus
parejas. Tal como señala la literatura, cuanto mayor es la diferencia efectiva más
probable es que la consideren injusta. Sin embargo, esa relación no es automática ni
necesaria. Puede ocurrir que una misma desigualdad, medida en horas de dedicación,
sea percibida como injusta por una mujer pero como razonable por otra. La desigualdad
puede resultar legítima para las mujeres bajo ciertas circunstancias: por ejemplo si
tienen una baja vinculación con el mercado de trabajo (alta disponibilidad de tiempo), si
son dependientes de sus parejas (alta dependencia de recursos), o también si tiene
orientaciones más tradicionales respecto a los roles de género.
Los datos de la encuesta indican que una amplia mayoría de mujeres y varones se
manifiesta a favor de un reparto igualitario de las tareas domésticas: un 78,4% y un
63,1% respectivamente se manifiestan muy de acuerdo. Tal como se puede observar en
el siguiente gráfico, las orientaciones normativas tienen una relación con la distribución
efectiva de horas. Orientaciones más igualitarias presentan brechas menores en la
dedicación que hombres y mujeres hacen a las tareas domésticas.
Orientación normativa respecto al reparto igualitario de tareas
domésticas y horas efectivas de dedicación de hombres y mujeres
30
27,52
25
20
18,79
17,7
15
10
9,52
7,87
5,91
5
0
Muy de acuerdo
Bastante de
acuerdo
Varón
En desacuerdo
Mujer
A continuación analizamos el efecto que las horas de dedicación a las tareas domésticas
de hombres y mujeres tienen sobre la calidad de la relación de pareja. Teniendo en
cuenta la relevancia que la literatura concede a la percepción de justicia, incluiremos
esta variable en el análisis para calibrar si las expectativas en la distribución del trabajo
doméstico son más importantes que los desequilibrios que se producen en la
distribución efectiva.
Variables dependientes
Las variables dependientes tienen en cuenta distintas dimensiones de la calidad de la
relación de pareja.
Calidad de la relación
Se construye un índice con 6 variables que miden la calidad de la relación. El índice es
una suma estandarizada de las respuestas obtenidas a la siguiente pregunta: Dígame con
qué frecuencia en los últimos tiempos ha experimentado las siguientes sensaciones y
sentimientos. 1) Que mi pareja se preocupa por mí, 2) que puedo confiar en mi pareja,
3) que disfruto de su compañía, 4) que puedo contar con ella cuando tengo problemas,
5) que nos aguarda un buen futuro como pareja, 6) que nuestra vida sexual es
satisfactoria. Las opciones de respuesta son: nunca, muy raramente, en alguna ocasión,
buena parte del tiempo, la mayoría de las veces, todo el tiempo.
Satisfacción con la relación
Se construye un índice con la suma estandarizada de dos variables obtenidas de la
siguiente pregunta. En general, ¿podría indicarme en qué medida está satisfecho o
insatisfecho con….?. 1) Su matrimonio/pareja de hecho; 2) su marido/mujer como
pareja. Las opciones de respuesta son: absolutamente insatisfecho, muy insatisfecho,
bastante insatisfecho, ni satisfecho ni insatisfecho, bastante satisfecho, muy satisfecho,
absolutamente satisfecho.
Estabilidad
Se ha construido una variable dicotómica con la siguiente pregunta: Me podría decir si
siente que su relación de pareja es…muy estable, bastante estable, bastante inestable,
muy inestable. El valor 1 se atribuye los casos que contestan “muy estable”, el valor 0 al
resto de opciones de respuesta.
Conflictividad
Para medir la conflictividad de la pareja se utiliza la siguiente pregunta del cuestionario:
Durante el mes pasado, ¿Podría decirme con qué frecuencia su pareja y usted han
discutido sobre alguna cuestión? Se construye una variable dicotómica donde el valor 1
corresponde a las opciones de respuesta “casi cada día” y “varias veces a la semana” y
el valor 0 corresponde a las opciones de respuesta “aproximadamente una vez a la
semana” “una o dos veces al mes” y “nunca”.
Variables independientes
Proporción de horas que la mujer dedica a las tareas domésticas
La variable es la ratio del número de horas que la mujer dedica a la semana
personalmente a las tareas domésticas sin incluir el cuidado de los hijos ni actividades
que pudieran considerarse de ocio respecto a la suma total de horas que dedican varones
y mujeres.
Percepción de injusticia
Variable dicotómica que se construye a partir de la pregunta ¿Cuál de las siguientes
frases describe mejor la forma en que se reparten las tareas domésticas usted y su
cónyuge? El valor 1 corresponde a las opciones de respuesta “hago mucho más de lo
que me corresponde” y “hago algo más de lo que me corresponde”. El valor 0 se
atribuye a las opciones de respuesta “hago más o menos lo que me corresponde” “hago
algo menos de lo que me corresponde” y “hago mucho menos de lo que me
corresponde”.
Número de horas que dedica el varón a las tareas domésticas
Es el número total de horas que las mujeres atribuyen a la dedicación semanal
doméstica de sus parejas.
Además en el modelo se incluyen las siguientes variables de control: situación laboral
de los miembros de la pareja, número de años viviendo juntos, nivel educativo de los
miembros de la pareja, nivel de ingresos del hogar y orientación normativa respecto al
reparto igualitario de tareas domésticas.
Efecto de la distribución desigual de las tareas domésticas y la percepción de
injusticia en la calidad de la relación
Se realizan modelos de regresión (lineal y logística) diferenciados por género. Los
resultados indican que la distribución desigual de las tareas domésticas no tiene un
efecto sobre la calidad de la relación en el caso de las mujeres (hipótesis 1). Es decir, la
proporción de horas que dedica la mujer a las tareas domésticas sobre el total de horas,
no tiene un efecto significativo sobre la evaluación que realizan de las distintas
dimensiones de la calidad de la relación. El efecto sólo es significativo en el caso de
evaluar la estabilidad de la pareja si el modelo se ajusta por la variable de percepción de
injusticia en la distribución de tareas domésticas. Es decir, a igualdad de condiciones de
percepción de injusticia, la razón de probabilidades de que las mujeres consideren que
su relación es estable aumenta cuando dedican una mayor proporción de horas a las
tareas domésticas.
Si bien la implicación relativa de las mujeres no tiene un efecto sobre su evaluación de
la calidad de la relación de pareja, la implicación absoluta de los varones sí la tiene. Las
horas que el varón dedica a las tareas domésticas tienen un efecto positivo y
significativo en la valoración que las mujeres hacen de la calidad de la relación (<5%),
y la satisfacción con la pareja (<10%). A su vez, reduce la razón de probabilidades de
que la pareja mantenga discusiones frecuentes (<10%).
El elemento que tiene mayor relevancia en la evaluación que las mujeres hacen de la
calidad de la relación de pareja en todas las dimensiones analizadas es la percepción de
injusticia (hipótesis 3). Las mujeres que perciben que hacen más de lo que le
corresponde (a igualdad del tiempo real que dediquen) tienen una visión más negativa
de la calidad de la relación con su pareja y están menos satisfechas de sus parejas (en
ambos casos la relación es negativa y significativa 0,1%, véase gráficos 2 y 3). La
percepción de injusticia en el reparto de tareas domésticas (a igualdad de otras
condiciones) reduce la razón de probabilidades de considerar que la pareja es estable
(nivel de significación del 0,1%). La relación de injusticia y conflicto en la pareja
también es positiva y significativa (1%). Es decir, la percepción de injusticia en el
reparto de las tareas domésticas aumenta la razón de probabilidades de mantener
discusiones frecuentes con la pareja.
Estos resultados contrastan con los obtenidos en el caso de los varones. Para ellos, la
calidad de la vida de la pareja no se calibra en relación a la distribución de horas de TD
o la percepción de injusticia en esa distribución. Existe una relación débil en términos
de significatividad (<10%) entre horas de dedicación de los hombres a las TD y
estabilidad de la pareja (al igual que ocurría en el caso de las mujeres): el aumento de
horas de dedicación aumenta la razón de probabilidades de considerar que la relación de
pareja es estable. Existen otros factores que se incluyen en el modelo que tienen un peso
más relevante en la evaluación que los hombres hacen de la calidad de la relación de
pareja y la satisfacción con la pareja: la implicación de los miembros de la pareja en el
mercado laboral. Cuando solo trabaja uno de los miembros de la pareja (ya sea el
hombre o la mujer) el grado de calidad es menor que si trabajan los dos. Una de las
variables que aumenta la probabilidad de discusiones frecuentes es la presencia de hijos
en el hogar. La orientación normativa sobre el reparto de las TD tiene un efecto sobre
algunas dimensiones como la calidad, la satisfacción y la estabilidad. Orientaciones
menos igualitarias tienen un efecto negativo sobre esas dimensiones.
Discusión
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