Philippe Meirieu El papel de la pedagogía en la educación de la libertad “La modernidad es un planteamiento poco favorable a la educación para la libertad. El reto para hacer frente a esta aparente contradicción es ofrecer al niño la oportunidad de construirse como ‘sujeto’.”: ésta es la tesis que Philippe Meirieu propone explorar en una de las ponencias centrales más interesantes de la 42ª Escola d’Estiu Rosa Sensat. Meirieu construye su discurso en torno a estos dos paradigmas, modernidad/educación para la libertad, y empieza describiendo los elementos de la “modernidad” que resultan más perjudiciales. Nos encontramos, por ejemplo, en un fenómeno inédito: la instrumentalización económica del capricho del niño. Ese “capricho” es la gasolina del gran coche del consumo y, por tanto, a la economía le interesa que no tenga espíritu crítico porque, de esta forma, no se podrá resistir al acto de comprar. “Seducir y atraer la atención: la anestesia de la libertad”, dice Meirieu. Se trata de una de “impulsos” no de “deseos”: “el tiempo es aliado del deseo pero es contrario al impulso. Y además, el consumo tiene a favor suyo la fase egocéntrica del niño, en la que se siente un ser todopoderoso que no comprende que sus deseos deban esperar”. Frente a todo ello ”la pedagogía es el instrumento necesario para pasar del capricho a la libertad”. Pero Meirieu advierte: “ el problema es que padres y enseñantes tienen muchos factores en contra, pues la sociedad transmite el mensaje de ‘haz lo que quieras y hazlo inmediatamente”. Y así llega al aula la generación del mando a distancia: “no es que sean chavales menos inteligentes, pero están más cansados, más excitados y tienen mayores dificultades de concentración”. EL principal problema de la educación no es la violencia o el nivel, sino la excitación: “el papel del docente, entonces, debe centrarse en reconstruir un espacio donde mantener la atención y favorecer la tarea intelectual”, explica Philippe Meirieu. ¿Cómo se consigue esto? Existen dos opciones: la contención o al educación. La “contención consiste, por ejemplo, en la camisa de fuerza química, estas mediaciones para niños diagnosticados como hiperactivos”. Sin embargo, existe una alternativa: el reto pedagógico de dar la niño la oportunidad de construirse como sujeto (entendido el “sujeto” como oposición al “objeto”: un sujeto no manipulado, no víctima del impulso, capaz de reflexionar, con intencionalidad propia, capaz de decir “YO”, capaz de trabajar en grupo y con deseos en contraposición a impulsos. Philippe Meirieu define esta idea de “pedagogía del sujeto” en 9 características personales: 1. El sujeto es capaz de vivir en el mundo sin ocupar su centro. “Cuando el niño invade todo el espacio, es porque no tiene o no identifica su espacio propio”. Cada alumno debe tener un lugar bien definido pero también deben rotar las tareas para evitar que nadie se quede encerrado en un rol determinado, pues esto podría convertirlo más en objeto que en sujeto. 2. Un sujeto es capaz de sobreponerse a sus propios impulsos. Para que lo consiga, hay que darle tiempo de expresarse, hay que habilitar rituales que fomenten la capacidad de espera y hay que suscitar la reflexión en un plazo de tiempo largo. 3. Un sujeto es capaz de transformar su deseo de saber (inmediato) en un deseo de aprender (extendido en el tiempo). La sociedad nos transmite constantemente que podemos utilizar cualquier cosa sin tener que aprender a hacerlo. En cambio, a la escuela se va precisamente a aprender. Meirieu lo explica muy gráficamente: “vosotros, docentes, cada día os dirigís a la escuela en coche. Por la mañana esperáis poner la llave en el contacto, arrancar y no tener que abrir el capó. Pero, luego, dentro del aula, lo que pedís a vuestros alumnos 2 es que abran el capó y descubran qué hay dentro.” Para vencer esta disyuntiva, el docente debe crear proyectos con obstáculos (en el interés por vencer estos obstáculos encontrarán el placer de comprender, el placer de “abrir el capó”) y favorecer la reinversión de lo aprendido, para que el alumno no se quede indiferente. 4. Un sujeto es capaz de descentralizarse, escuchar el punto de vista de los demás, desde el exterior y desde el interior. Es preciso organizar situaciones de preguntas recíprocas y de interacciones sistemáticas. Y, sobre todo, probar sistemas de evaluación formativa conjunta, en la que el propio alumno decida su nota tras un proceso de reflexión colectiva con un grupo de iguales. 5. Un sujeto es capaz de fijar la atención y de invertirla plenamente en cualquier ejercicio físico o mental. Maria Montessori detectó que a veces los niños serían capaces de hacer grandes cosas si el educador no los interrumpiera. Hoy el reto es permitir la focalización: las formas de expresión artística pueden contribuir a la concentración, “pueden ayudar al niño a centrarse en su interior y construir su propio espíritu”. 6. Un sujeto es capaz de librarse de la seducción de un objeto, una persona o un grupo. La escuela debe favorecer una visión crítica frente a todas las formas de dominio e influencia, incluida la televisión: “hoy es más fuerte la influencia de la televisión que hace un siglo la de la religión”, advirtió Meirieu. Y añadió: “y ahora que estamos por una escuela laica, no permitiremos que prosperen nuevas formas de imposición no religiosas pero muy socializadas”. Es preciso desarrollar una educación de la imagen para entender su capacidad de manipulación. 7. Un sujeto es capaz de desvincular el saber del creer. 3 Todos tenemos creencias que acompañan nuestros saberes, y tenemos derecho a que sea así: sin embargo, lo importante es dilucidar entre una cosa y otra, entre el saber (objetivo) y el creer (desde un punto de vista). “La pedagogía de la libertad incita a acompañar al niño en este descubrimiento desde la primera edad”. 8. Un sujeto es alguien que ha interiorizado la exigencia de precisión, de lo que es justo y rentable. Debemos enseñar como un investigador, ofreciendo una información no dogmática del saber. Y transmitiremos la pedagogía de “la obra maestra”, ayudando al niño a intentar conseguir la perfección, incluso en los pequeños ejercicios, respetando la progresión de cada uno, “codo a codo, siendo su aliado”. 9.- Un sujeto es capaz de dominar los impulsos. El siglo XX nos ha enseñado que incluso las personas más inteligentes y mejor formadas pueden ser violentas. “Todos tenemos violencia interna, y no podemos reprimirla contí8nuamente. En cambio, podemos provocar una catarsis y transformar esta violencia en creación, invención, deporte, investigación... Debemos espolear esta catarsis. La pedagogía de la libertad es la pedagogía de la creación”. En un bucle que enlaza con el principio, Meirieu concluye así: “quizás la pedagogía es el antídoto a la modernidad y la que otorga la posibilidad ser libre en un marco de modernidad”. Barcelona, julio 2007 Lourdes Martí 4