Waoranis Por Israel Guillén Izquiano Introducción Estas personas amazónicas se envolvían en misterio. Tan recientemente como dos generaciones atrás, sus miembros usaron hachas hechas de piedra y vivieron en el inmenso y impenetrable bosque de lluvia que siempre les ha proporcionado un asilo seguro. La tradición de Huaorani sólo menciona que ellos emigraron de "abajo del río" hace mucho tiempo, huyendo a los "caníbales". Su idioma no tiene ningún lazo a cualquier otro grupo de la Amazona y tiene todavía ser clasificado. Además, su alfarería no lleva ninguna relación al de sus vecinos actual o pasado. Los Huaorani son unas personas conocidas como guerreros intrépidos y los cazadores extraordinarios, y para su habilidad de adaptarse a su ambiente. Históricamente, ellos se han llamado Aucas, un término peyorativo que en idioma Kitchwa significa "las personas de la selva, salvajes," debido a su actitud agresiva hacia otro Huaorani, y en sus tratos con otros grupos indígenas, colonos y "blancos". Ellos se llaman Huaorani, una palabra que significa "las personas," "los seres humanos," como opuso al cowode, "los nopersonas," una categoría que incluye a todos que no son Huaorani. Forma de vida Los hombres se encargaban de cazar, abrir claros de selva para las huertas, proteger la familia y preparar armas para la guerra. Las mujeres cultivaban, cocinaban, cuidaban de los niños y fabricaban objetos de la vida cotidiana. La "fiesta de la chonta" es la reunión social más importante y propicia para la realización de matrimonios. La pareja es empujada por sorpresa a la hamaca, se les canta una bellísima canción, en la que comparan a la joven pareja con un par de papagayos azules y dorados, que vuelan alto en el cielo, siempre juntos y enamorados. La vida cotidiana de este pueblo ha cambiado mucho a partir del contacto con la cultura occidental. Existen asentamientos en los que la actividad petrolera ha entrado en toda su plenitud y las familias viven en casas prefabricadas alimentándose de la comida precocinada que reparte la compañía. Otros poblados no han permitido la llegada de petroleros ni madereros y la vida continúa siendo muy parecida a la tradicional, se cazachacras (huertos tradicionales). El resto de comunidades se encuentra en estados intermedios entre estos dos extremos. Sin embargo, todo tiene sus matices: Las comunidades a las que ha entrado el petróleo han sido con diferencia las peor paradas, y sus miembros viven en un engañoso período de riqueza que nadie les explica que cambiará drásticamente a un estado de extrema pobreza en cuanto la extracción deje de ser rentable en la zona. Cuando este momento llegue ninguna petrolera les dará casa ni comida gratis y no tendrán animales que cazar ni frutos que recolectar en una selva contaminada y deforestada. Ningún turista querrá visitar el lugar. Y lo peor es que ni siquiera se están educando para afrontar este desastre. Muchas de las casas está recubierto con plásticos en lugar de las hojas de palma típicas, con lo cual el humo de las fogatas se queda en el interior. En las casas que sí tienen tejados de palma éstos están tan poco trabajados que el agua de lluvia se cuela por los agujeros en el techo, algo que antes no ocurría. Muchos ya cocinan con tanques de gas, con lo que el humo de las fogatas ya no preserva los tejados de hojas de la lluvia y los parásitos. Pero la mayoría de las casas ya no son tradicionales, sino de madera y techo de cinc. Prácticamente todos los Huaorani han desarrollado una adicción desproporcionada al azúcar y consumen sacos y sacos de éste, incluso ahora gran parte del espacio en sus huertas tradicionales ha sido ocupado por la caña de azúcar (Saccharum sp.). Esta adicción los obliga a tener que conseguir dinero para comprar el azúcar, además de ocasionarles multitud de problemas de salud, como las caries y una elevada tasa de pérdida de piezas dentarias. Es muy probable que en un futuro no muy lejano los casos de diabetes en esta etnia sean escandalosamente abundantes, como ya pasó antes en algunos grupos indígenas norteamericanos. Actualmente los Huaorani tienen acceso a muchísimos productos occidentales, pero nadie les explica cómo tratar los nuevos residuos no biodegradables que ahora generan. Ellos están acostumbrados a tirarlo todo en la selva y esperar a que desaparezca al descomponerse, pero ahora los plásticos y la gasolina no desaparecen. Lo que sí aparecen son nuevas enfermedades provocadas por la insalubridad y la contaminación del suelo y del agua. Al haberse convertido en sedentarios y tener contacto con turistas, misioneros, colonos, petroleros, etc., las enfermedades se propagan a gran velocidad, y ahora dependen del exterior para conseguir medicinas y atención médica, que supuestamente deben ser provistas por petroleras y misioneros, pero que en la práctica muchas veces no llegan. A las comunidades más tradicionales no han llegado demasiadas empresas petroleras ni madereras (aunque sus miembros sí que hacen negocios esporádicos con ambas). En lugar de eso, ha llegado el Ecoturismo. Como todo, el ecoturismo bien entendido y bien ejecutado es un apoyo para la comunidad, está en equilibrio con ésta y los perjuicios que causa son compensados por los beneficios. Actualmente el ecoturismo bien entendido es la mejor opción con la que cuentan los Huaorani. Les permite desarrollarse sin sobreexplotar su entorno. Pero también tiene sus desventajas. Los Huaorani se acostumbran al dinero fácil, quieren las cosas que les ven a os turistas como navajas, relojes, gorras, gafas de sol, etc., piden hasta $10 por foto, pierden su vestimenta tradicional por camisetas y pantalones rotos y sólo emulan su vida tradicional si los turistas pagan. Las armas de caza tradicionales de los indígenas Huaorani son la lanza y la cerbatana. Aunque actualmente muchos usan rifles o escopetas, aún hoy en algunas comunidades es posible ver personas que continúan cazando usando la cerbatana tradicional, incluso aunque no haya turistas para fotografiarlos. La razón principal es que las escopetas hacen mucho ruido al disparar y esto espanta a los animales. Para cazar con cerbatana siguen yendo casi desnudos, usando únicamente el come (cinturón tradicional con el que se sujetan el pene) o unos calzoncillos, de esta forma evitan los colores demasiado llamativos de la ropa y se camuflan mejor. Las cerbatanas son largas para acercarse lo más posible a las presas. Con ellas disparan dardos envenenados con curare, veneno que obtienen de una liana cuyo nombre científico es Curarea tecunarum. Además, debido a la forma y el color de las cerbatanas, las presas las confunden con simples troncos y no huyen. El otro arma tradicional, la lanza, está mucho más en desuso entre los Huaorani que la cerbatana, puesto que sus ventajas frente a los rifles no son tan contundentes. Esta arma se usaba para cazar animales grandes, como pecaríes (sajino, Pecari tajacu) o tapires (danta, Tapirus terrestris) a los que hay que perseguir, y el uso del rifle, al ser más ligero y manejable, facilita mucho esta persecución. Las presas más comunes de caza entre los Huaorani son el Mono Araña de vientre blanco (Ateles belzebuth), Mono Lanudo (Lagothrix lagotricha), Tití rojo (Callicebus cupreus), Mono Saki (Pithecia sp.), Venado (Mazama sp.), Tapir (Tapirus terrestris), Pécari (Pecari tajacu). También diversas especies de aves como el Tucán (Pteroglossus pluricinctus), Papagayo azul y amarillo (Ara ararauna), Papagayo rojo (Ara macao), etc. Estructura social La unidad básica tradicional o grupo doméstico es el “nanicabo”, constituido por familias ampliadas o múltiples compuestas por un número de seis a diez familias que habitan bajo un mismo techo o “maloca”; estos grupos domésticos son autosuficientes, autónomos y están organizados alrededor de un anciano o anciana de cuyo nombre se deriva el nombre del grupo doméstico. La unidad territorial o grupo local se denomina “huaomoni”, que es la unión de varios “nanicabos”; los “huaomoni” son de carácter endógamo, al interior del cual deben darse los matrimonios entre primos cruzados y las relaciones de alianza. Existe una combinación de formas tradicionales con criterios nuevos de asentamiento semi-nuclear. Gran parte de las comunidades están formadas por dos o tres “huaomoni” de diverso origen. Una minoría vive ya sea en “malocas agrupadas” o en “grupos domésticos aislados”. Creencias El Huaorani cree que los animales de su bosque tienen espíritu. Esto es la base de una mezcla peculiar de las prácticas que reconocen y respetan animales, pero no los blinda del daño para el uso humano. La caza provee una parte importante de la dieta de Huaorani y es de significación cultural. Para contrapesar la ofensa de la caza, un chamán demuestra respecto a través de la preparación ritual del curare usado en los dardos. La caza con tales dardos no se considera matar, sino recuperación, cosecha de los árboles. Tradicionalmente, limitaron a las especies buscadas a los monos, aves, y pecarís. Nunca cazan tampoco venados y tampoco ninguna serpiente ni el jaguar ni otros depredadores carnívoros como el águila. Se supone que los Huorani descienden de la unión de un jaguar y un águila y que las serpientes son un presagio muy malo y la matanza ellas es un tabú de gran alcance.