Estamos preparados para afrontar el cambio climático? Isabel Ordóñez Seis puntos que resumen la cruda realidad sobre el calentamiento global y sobre la situación de la energía Una de las cuestiones que más preocupa a los dirigentes de los países más desarrollados tiene que ver con las consecuencias del calentamiento global y con las dudas que plantea la actual situación de la energía. ¿Estamos preparados para echar un pulso a esa temida situación? Dos recientes informes, uno del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (PICC) y otro del Consejo Nacional de Petróleo estadounidense (NPC), muestran cuál es la situación de la energía en el mundo y la dificultad que entraña analizar, admitir y paliar los efectos del calentamiento global. El catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona y socio de honor de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN), Mariano Marzo, analiza esos informes en un artículo de opinión publicado el 10 de agosto en LA VANGUARDIA y resume en seis puntos, tal como titula en su artículo, La dura realidad de la energía. Las cifras y efectos del calentamiento Tal como explica Marzo en su artículo, en referencia al primer estudio, “el PICC ha sentenciado de forma categórica que el clima está calentándose y que la causa principal radica en la quema de combustibles fósiles”. Las cifras que muestra este grupo de expertos son preocupantes: “La combustión de carbón, gas y petróleo, que en la década de los noventa inyectaba a la atmósfera 6,4 gigatoneladas de carbono por año, se ha incrementado a 7,2 gigatoneladas durante el periodo 2000-2005”, o sea un 13 por ciento más en 5 años. “La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera por unidad de volumen alcanza ahora las 380 partes por millón (ppm) mientras que con anterioridad a la revolución industrial se situaba en torno a las 280 ppm” (más de un 35 por ciento), añade. El continuado aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera podría conducir a una situación catastrófica: “Aumento medio de la temperatura superficial del planeta de entre 2 y 4,5ºC, lo que podría significar la extinción de hasta un 30 por ciento de las especies que lo habitan”, vaticina el experto. Además, se producirían “gravísimos problemas de disponibilidad de agua potable y la fusión potencial de los casquetes de hielo de Groenlandia y el oeste de la Antártida, lo que conllevaría un ascenso del nivel marino de entre cuatro y seis metros, con la consiguiente inundación de amplias zonas costeras”, sigue. El uso de los combustibles fósiles causantes de esos posibles desastres medioambientales representaron en el 2004 el 87 por ciento del total de la energía primaria consumida en el mundo. Barreras al cambio Las conclusiones del segundo informe, Afrontar las duras verdades sobre la energía: una visión exhaustiva hasta el 2030 del petróleo y el gas natural mundial, indican que “solucionar este problema no va a resultar tarea fácil. Básicamente porque requiere un cambio en profundidad del actual modelo energético y no parece que éste se encuentre en la coyuntura más adecuada para afrontar transformaciones drásticas”, dice el catedrático de la UB. Marzo considera que el imparable ascenso de la demanda, el crecimiento demográfico y el actual modelo de crecimiento de este mundo globalizado no conceden demasiadas opciones a la experimentación con modelos alternativos. Elaborado tras dieciocho meses de trabajo por más de 350 expertos, el estudio del NPC sugiere que “además de aceptar la verdad incómoda del cambio climático y sus consecuencias, los estadounidenses y el mundo deben también conocer y afrontar la dura realidad sobre la energía”, que puede resumirse en seis puntos, según el catedrático de la UB. 1. Durante el próximo lustro, carbón, petróleo y gas seguirán siendo indispensables para cubrir las previsiones de crecimiento de la demanda energética global. 2. El mundo no se está quedando sin recursos energéticos, pero el aumento continuado de la producción de petróleo y gas natural a partir de fuentes convencionales presenta cada vez más riesgos, los cuales constituyen un serio obstáculo para asegurar las previsiones de demanda a medio plazo. 3. Mitigar tales riesgos requerirá expandir otras fuentes energéticas que resulten económicamente viables, tales como el carbón, la energía nuclear de fisión, las renovables y la explotación de los recursos no convencionales de petróleo y gas. Cada una de estas fuentes presenta importantes desafíos específicos a superar en los campos de la seguridad, impacto ambiental, costes económicos y de aceptación política y social. Asimismo, su desarrollo y comercialización suscitará nuevas necesidades en materia de infraestructuras. 4. No debe confundirse independencia energética con la necesidad de reforzar la seguridad energética. El primer concepto no es realista en un futuro inmediato, mientras que la seguridad puede ser sustancialmente mejorada mediante la moderación de la demanda, la expansión y diversificación de los recursos energéticos domésticos, así como por el robustecimiento de la inversión y el comercio global. Y desengañémonos. Ni EE. UU. ni ningún otro país o comunidad de países, como la UE, puede aspirar a su propia seguridad si no es dentro del marco de la seguridad energética global. 5. Gran parte del personal que trabaja en la industria de la energía en EE. UU. y en los países desarrollados en general, incluyendo a los científicos y técnicos más cualificados, puede emprender el camino de la jubilación durante la próxima década. Urge, por tanto, planificar y llevar a la práctica un ambicioso programa de reclutamiento y preparación de nuevo personal. 6. Las políticas establecidas para disminuir las emisiones de dióxido de carbono alterarán el mix energético, aumentarán los costes relacionados con la energía y requerirán reducciones significativas del crecimiento de la demanda. Mariano Marzo concluye en su artículo que el estudio del NPC “puede ser interpretado como la enésima maniobra de algunas petroleras para desvirtuar la lucha contra el cambio climático”, aunque afirma estar de acuerdo con las conclusiones de ambos informes. “Ciertamente tenemos un problema y para solucionarlo el primer paso es analizar a fondo el alcance y ramificaciones de éste, huyendo de posicionamientos dogmáticos y simplistas. Admitir y mitigar el calentamiento global supone abrir una caja de Pandora. ¿Estamos preparados?”, se pregunta. 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