El arte mesopotámico 1.- El territorio y las civilizaciones: En Mesopotamia, en las tierras regadas por el Tigres y el Éufrates se van a ir desarrollando desde el IV milenio algunas de los pueblos más importantes de la antigüedad. Las regiones del Sur, Summer y Akkad van a ver el nacimiento de las primeras civilizaciones urbanas. Sumerios y acadios desarrollarán una civilización burocrática y de administración compleja. En las regiones menos accesibles del norte, en Asiria, un pueblo guerrero, los asirios, descenderán hacia el sur para conquistar los territorios de sumerios y acadios. Los babilonios será el pueblo que sustituirá a asirios en el dominio de la región, y los persas por último, a partir del siglo VI, crearán uno de los pueblos más poderosos de la antigüedad extendiendo sus territorios hasta el Indo. 2.- La arquitectura: a) Barro, arco y bóveda. La región aluvial de Mesopotamia carece de piedra y madera, lo que va a llevar al descubrimiento de uno de los avances más importantes de la historia del arte: el arco y la bóveda. Efectivamente, ellos no pueden hacer estructuras adinteladas, por lo que recurrirán al barro, casi único material de la zona, para con adobes y ladrillos, en disposición radial conseguir una capacidad de sustentación extraordinaria. Había nacido el arco y la bóveda al unir sucesivas series de arcos. b) Las ciudades. Estamos ante algunas de las ciudades más antiguas de la humanidad. Suelen rodearse de murallas y destacan sus puertas de entrada. El ejemplo de la puerta de Isthar, en Babilonia, del siglo VI, nos muestra un revestimiento de cerámica vidriada donde aparecen toros y dragones, símbolo probable de protección para la ciudad. b) Templos y palacios. El templo se concibe como una pequeña ciudad, con amplios espacios abiertos, pisos a los que se accede por rampas, sectores para usos diferentes y una torre escalonada, el Zigurrat. Son construcciones gigantescas (llegan a varios cientos de habitaciones). Destaca el zigurrat de Ur, de tres pisos, con rampas de acceso, construido en adobe y revestido exteriormente de ladrillo. La función podría ser de observatorio astronómico. 3.- La escultura: Durante la etapa sumeria las esculturas llaman la atención por sus arcaísmos e ingenuidad. Figuras votivas de orantes con manos cruzadas en el pecho, cabeza enorme, ojos coloreados, vestidos acampanados, quietud absoluta y recogida. Con los acadios surge la estela, un soporte irregular en el que se graba algún texto bajo un relieve (Estela de Naramsin), destacando por su tamaño al rey, haciendo figuras más movidas, canon más largo y natural. En la etapa neosumeria, surge la figura del patesi Gudea de Lagash, quien se enorgullece en las inscripciones de haber construido templos y haber protegido a sus súbditos de cualquier peligro. Volvemos al canon corto, manos cruzadas, formas geométricas… aunque en los rostros se percibe un modelado de expresión más dulce. Esta escultura permanecerá con el imperio babilónico, en el que destacará el Código de Hammurabi, una estela del siglo XVIII a.C., de más de dos metros de altura, donde la parte inferior recoge un código de leyes y la superior un relieve en el que se representa al rey recibiendo el código del dios Marduk. Con los asirios, pueblo guerrero, conquistador y cruel, la escultura busca glorificar al soberano. Se alarga el canon, se hace la escultura solemne, deshumanizada en las figuras de sus reyes (Asurbanipal II). Pero será en los relieves donde más destacará este pueblo. En los palacios como el de Khorsabad, en Nínive, enormes toros alados flanquean la entrada. En los muros se plasman escenas de caza, guerra, ejecuciones, desfile de pueblos vencidos…Es en las escenas de caza del palacio de Asurbanipal donde el relieve llega a su máxima expresividad: caballos al galope, leones acosados y heridos (La leona herida). Se trata de los relieves más conseguidos de la antigüedad ad junto a los griegos. El arte persa Los persas conformarán el imperio más poderoso de la antigüedad hacia el siglo VI a.C., extendiendo sus territorios desde Armenia hasta el Indo. Sus monarcas tuvieron un poder absoluto y aunque no tenían el carácter divino del faraón de Egipto o el despótico de los reyes asirios, recibían el homenaje de sus súbditos y otros pueblos. Ello dará lugar a un arte imperial que se reflejará en los palacios y las tumbas. Los palacios se levantan sobre grandes plataformas y se construyen con ladrillo, madera y piedra (tienen territorios montañosos donde conseguir madera y piedra). En los palacios destacaban las salas de audiencias, apadanas, de tamaño enorme que permitía albergar hasta 10.000 personas que rendían homenaje al soberano. Se levantaban con cubiertas adinteladas o arquitrabadas, con elevados fustes y capiteles con toros (capitel tauriforme) o leones. En los muros y pareces de rampas y escaleras se colocaban largos frisos de relieves con desfiles procesionales de vasallos (Palacio de Darío y Jerjes en Persépolis). En el palacio de Susa destaca también relieves de cerámica vidriada, destacando el friso de los arqueros o de los inmortales (guardia personal del rey). En la arquitectura funeraria destacan por su originalidad la tumba de Ciro II en Pasargada, de posible influencia helénica, cubierta a doble vertiente y acceso por escalera, y la tumba de Darío en Rache-Nustem, un hipogeo de influencia egipcia.