LA RECOLECCION UNA TRADICIÓN DE TRABAJO FAMILIAR QUE SE PIERDE... Portal Alipso.com: Apuntes y Monografías

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Este ensayo fue desarrollado en el marco de la asignatura de Políticas Sociales de la
Carrera de Servicio Social de la Universidad de La Frontera, y los insumos son parte del
análisis del libro, Culturas de Mercado, rutinas de vida de Guillermo Davinson y Lucy
Ketterer, (2006) Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera.
Fecha de inclusión en Alipso.com: 2006-12-16
Enviado por: Carlos Quintana (C_I_Q_S@hotmail.com)
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LA RECOLECCION UNA TRADICIÓN DE TRABAJO FAMILIAR QUE SE PIERDE EN EL
TIEMPO
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Este ensayo fue desarrollado en el marco de la asignatura de Políticas Sociales de la Carrera de Servicio
Social de la Universidad de La Frontera, y los insumos son parte del análisis del libro, Culturas de Mercado,
rutinas de vida de Guillermo Davinson y Lucy Ketterer, (2006) Temuco: Ediciones Universidad de La
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FAMILIAR QUE PIERDE TIEMPO
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Autor:
Carlos Quintana (C_I_Q_S@hotmail.com) LA RECOLECCION: UNA TRADICIÓN DE TRABAJO
FAMILIAR QUE SE PIERDE EN EL TIEMPO
QUINTANA, Carlos Hoy en día la
producción de hortalizas y frutas, esta enmarcado dentro de grandes magnitudes de exportación, en donde la
producción local queda en segundo plano, y de paso las áreas en donde se comercia con estos productos, tales
como la ferias, sectores rurales. Y en general al quedar relegados estos lugares se esta desechando no solo la
oportunidad de un desarrollo sustentado por la gente de la región, sino que se pasa a llevar y no se reconoce a
la feria como un submundo en donde convergen distintas personas de diferentes edades, clases sociales, y
etnias o pueblos. Dichos agentes en su conjunto crean una cultura de la feria, lugar de encuentro de personas
esforzadas, con muchas necesidades, así como también con muchos sueños de surgir. En el libro “Culturas de
mercado, Rutinas de vida” se relatan estas historias de esfuerzo de la feria, experiencias, contadas por los
mismos actores, acerca de cómo elaboran y venden sus productos en este mercado, al cual hemos acudido en
mas de una oportunidad en busca de algunos alimentos que forman parte de nuestra dieta. En la feria pinto
encontramos en su mayoría a pequeños productores de frutas y hortalizas, los cuales tienen sus propios y
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pequeños cultivos ubicados en sus territorios, en su generalidad de sectores rurales, de los cuales hacen una
rutina de vida para subsistir. Estos pequeños productores buscan vender sus frutos para abastecerse, día a día.
Por lo general en un sistema en donde participa
toda la familia. En el proceso se integran desde padres, tíos,
hijos sobrinos, etc. en donde trabajan y han trabajado de generación en generación. A través de los relatos y
en nuestra vida cotidiana también se dejan ver algunas escenas en que los padres trabajan junto a sus hijos y se
destacan valores como la cooperación, la solidaridad y el respeto por los recursos naturales que se trabajan,
como se da en el caso de las familias Mapuche, que a raíz de su cosmovisión, trabajan en conjunto y
respetando y preservando los recursos que emanan de la madre tierra. Estas enseñanzas se transmiten a través
de las generaciones y podemos observar a diario en la Feria el valor que se les da a sus productos. Al
interactuar en la Feria distintos actores de nuestra sociedad, se deja ver el matiz intercultural de ésta. La
cultura de la feria nos permite visualizar distintas prácticas, ya que en ella interactúan individuos de distintos
estratos sociales, de diferentes culturas y costumbres. Vemos a quienes trabajan en familia, que son por lo
general quienes pertenecen a un sector de escasos recursos y a quienes tienen puestos mas grandes y trabajan
con grandes proveedores de frutas y verduras, que trabajan más bien para la familia, sin la familia. Esto quiere
decir que no involucran en sus labores a los niños o a las mujeres, en cambio las familias de recursos mas
escasos se ven en la obligación, que casi es una tradición, de trabajar con los jóvenes de la familia y con sus
niños, quienes se encargan de acompañar y ayudar a sus padres en todo el proceso, desde la extracción y
cultivo de las frutas y verduras, hasta su comercialización en la feria. Se han realizado muchos análisis de los
efectos nocivos que el trabajo de los niños puede producir en su desarrollo, en su asistencia a las escuelas, y en
su infancia, que tempranamente asume responsabilidades de trabajo para el sustento familiar, en un país donde
si no se tiene una carrera profesional, es muy complicado tener una calidad de vida de acuerdo a las exigencias
del modelo de consumismo, donde cada día se hacen más necesarias aquellas cosas que antes no lo eran.
Asimismo el trabajo de los niños y jóvenes en la familia obedece a una tradicional forma de elaborar un
sustento para la familia, lo vemos en los casos de quienes se dedican a la recolección de frutos o de algas en
las distintas zonas de la novena región. Estas tradiciones familiares, poco a poco se ha ido perdiendo en el
tiempo, debido al poco valor y el gran esfuerzo que implica el trabajo de recolección.
Muchas veces la
gente no valora los productos y encuentra que sus costos son elevados, pero no se reflexiona acerca de todo el
esfuerzo que significa que estos alimentos lleguen a servirse en sus mesas. La recolección y extracción son
hoy en día una de las labores más invisibles en mercados globales tal como lo se señala en el libro, ya que son
muy pocos quienes se dedican a estas actividades, es el caso de Pedro Caniuman un recolector de digueñes en
la siguiente cita:
“Pedro Caniuman, mapuche de cuarenta y cinco años, se dedica a la recolección de
digueñe. Debe pedir “permiso a los patrones” para ingresar a sus campos y poder, así, “apalear el hualle”,
nominación, esta ultima, que recibe en nuestro país la especie arbórea del roble. Los digueñes crecen sobre la
corteza de la especie nothofagus (robles, lengas y ñirres), árboles nativos del sur de chile: también, estos
hongos son conocidos con el nombre de “pinatras”. Se consumen crudos y en el pasado, los ascendientes de
Pedro Caniuman, los utilizaban para hacer chicha. Es común, según refiere, que en este trabajo de recolección
participe toda la familia: este proceso debe realizarse rápida y cuidadosamente para mantener el digueñe en
buenas condiciones, dada su fragilidad y así poder trasladarlos en buenas condiciones a Temuco”
En estas
breves líneas se muestra quien es este recolector y lo que hace, desde ahí podemos ver a través de la historia
que la recolección es una de las labores de subsistencia mas antigua, desde la prehistoria, y a sido una forma
de aprovechar lo que entrega la madre tierra para obtener el sustento familiar, es así como lo ven también
algunos pueblos en la actualidad, como el pueblo mapuche el cual además de la recolección de digueñes,
también lo hace con la rosa mosqueta y con el piñón, en cuanto a la extracción, está la de camarones, y el
cochayuyo en la costa. Esa labor de recolección y extracción, es bastante sacrificada, ya que demanda
bastante trabajo para los bajos costos con los que salen al mercado local, de hecho en el caso de don Pedro
Caniuman, este debe recolectar bastantes digueñes para tener un kilo, ya que cada digueñe pesa
aproximadamente entre cinco a diez gramos y los precios oscilan entre $500 y $2000 según la temporada y
demanda.
En la feria pinto este recolector hace sus “tratos de palabra” indicio de una forma de trabajo en
donde las personas se ayudan y confían entre ellos para surgir. Esto nos muestra que lo que prima en la feria
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pinto no es la competencia y desarrollan formas de trabajar en donde se pase a llevar al otro, es un lugar
donde prevalece la armonía de las personas entre si, donde las personas que han dado sus testimonios valoran
su lugar de trabajo y a las personas de este lugar. Sin embargo, hay demasiadas personas trabajando en la
feria, según lo que he observado, por ello creo que es común ver a la casera que prefiere pasar por nuestros
hogares ofreciendo sus productos, pues saben que se dirige hacia un público en particular que además valorará
estos alimentos, o bien, ver a la casera que se instala en algún punto del centro de la ciudad con sus canastillos
a ofrecer los alimentos que han demandado todo un esfuerzo familiar en su elaboración, con la esperanza de
que los clientes paguen el precio justo para tal esfuerzo. Los alimentos que se recolectan y se extraen de la
naturaleza, debiesen tener un valor agregado en el mercado, debido al sacrificio que implica su obtención para
la venta. Las familias indígenas y en general, quienes pertenecen a los contextos rurales, deben traer estos
productos hacia la ciudad a precios que no corresponden al valor real que éstos tienen, y muchas veces
intercambiarlos por alimentos u objetos necesarios para vivir, que tienen un costo bastante menor, como
harina, papas, vestuario. Estas labores de extracción son muy poco recordadas por la sociedad, la cual
muchas veces no le da la importancia real que tiene la extracción o recolección de un producto, que en el caso
del digueñe es bastante consumido en la IX región, y como es mencionado anteriormente este tipo de
recolección es de tipo artesanal, en donde el hombre tiene que trabajar bastante mas que de forma
industrializada, ya que es para consumo familiar en muchos casos además de venta en ferias locales como lo
es en la feria pinto, y necesita un proceso cauteloso para que el producto, en este caso el digueñe, no pierda su
valor. Como lo menciona Pedro Caniuman estas labores son de índole familiar, por lo que se puede afirmar
aun mas la importancia de la familia tanto como en la producción así como vemos aquí, la recolección y
extracción. En la Feria Pinto además es común ver como las cada vez menos carretas llegan de la costa,
trayendo el cochayuyo o collof, que es parte de la alimentación tradicional de las familias chilenas y que su
elaboración es producto de un esfuerzo familiar de meses de trabajo, desde su extracción, hasta el viaje de la
carreta hasta las ciudades, que es la parte más difícil del proceso. “Basta comiencen a alumbrar algunos rayos
del sol, en los meses de noviembre o diciembre, para ver a las familias lafkenches del borde costero de la
comuna de Carahue volcadas al roquerío intentando descubrir algún tesoro que satisfaga la arremetida. Es
común ver a los niños y niñas jugando a la recolección de locos, jaivas, luche, ulte o pelillo, mientras los
mayores se organizan para la principal faena estival – la extracción del cochayuyo o Collof – en su lengua
materna.” Este tipo de recolección es la principal actividad económica de las familias que habitan las costas
de nuestra región y de otras regiones del país, es principalmente la fuente del sustento familiar de las familias
mapuche lafkenches, aunque con ello no se acumulan grandes ganancias, así como las otras labores extractoras
que hemos conocido en el texto. Este tipo de faena comienza en los meses de septiembre y octubre,
finalizando en marzo, con la salida de las carretas hacia la ciudad, o bien con la venta a intermediarios, quienes
exportan el producto a Asia o los venden al mercado chileno con menores dificultades, ya que poseen
movilización, entre otros recursos. Finalmente puedo expresar que es lamentable que estas costumbres y
tradiciones ancestrales de nuestros pueblos originarios y también del campesinado de nuestro territorio se vean
cada vez más en descenso por la poca valoración de estas prácticas, por parte de nuestra sociedad y también
de nuestros representantes como el gobierno, que cada vez mas engrandece lo externo y no lo nuestro. Esta
desvaloración apresura aun mas el proceso de monoculturizacion, perdiendo la riqueza de los pueblos que han
habitado nuestro territorio.
BIBLIOGRAFÍA Fuentes Bibliográficas ·DAVINSON G.; KETTERER
L.; (2006) “Culturas de mercado, rutinas de vida”, Temuco: Ediciones, Universidad de La Frontera. Fuentes
electrónicas ·www.politicaspublicas.cl/bibliotecavirtual/articulosvtll/TIRUA_ESTRAG_TERRITORIAL.pdf
- Víctor Toledo Llancaqueo – “Esto también va haciendo autonomía. La Estrategia Territorial de las
Comunidades Lafkenches” Espacios Locales y Desarrollo de la ciudadanía - Centro de Análisis de Políticas
Públicas. Universidad de Chile, Santiago 2001.
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