Comentario de Santa Sabina

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Basílica de Santa Sabina
Siglo V. Roma. Interior
La fotografía reproduce el interior de un
edificio desarrollado en sentido longitudinal,
articulado en tres naves separadas mediante
arcadas sobre columnas. La nave central es
bastante más alta, también más ancha, que las
laterales, y tiene iluminación directa. Al fondo
vemos la cabecera resuelta mediante un ábside.
ANÁLISIS:
Los materiales constructivos utilizados son varios, distinguimos: el mármol en las columnas; el muro presenta un
revoque que impide apreciar la naturaleza de los materiales empleados, aunque seguramente se tratará de ladrillo o
mampuesto, de ahí la necesidad de enmascararlos; y, finalmente, la madera para la cubierta. Son, en general, materiales
baratos y ligeros.
Soportes. El edificio combina dos soportes fundamentales: el muro y las columnas. El muro actúa como soporte
continuo. Destaca por su plenitud y lisura, y también por su escaso grosor apreciable en los vanos. Está horadado por un
número considerable de ventanas que lo aligeran. Las columnas son de orden corintio con fuste acanalado, lo que
contribuye a subrayar su esbeltez. Se levantan sobre un plinto y una basa ática. Los soportes, por tanto, destacan por su
ligereza, en estrecha relación con las cubiertas de las que hablaremos más adelante. Se utilizan arcos de medio punto
ligeramente peraltados en las arcadas de separación entre las naves. Todos los vanos adoptan la forma de arco de medio
punto.
Cubiertas. En la cabecera se emplea una bóveda de cuarto de esfera, cubierta ésta que se adapta muy bien a la
forma semicircular del ábside. El resto del edificio es adintelado, la cubierta se resuelve mediante un techo plano de
madera. La ligereza de este material justifica el escaso grosor de los soportes y el desarrollo del vano, tanto en
dimensiones como en número.
Decoración. Es muy escasa, casi inexistente. Uno de los elementos que realzan el edificio son las columnas, antes
mencionadas, de un bello orden corintio. No hay molduración ni elementos escultóricos. La escasa decoración
apreciable en la fotografía consiste en incrustaciones de mármoles. En el ábside hay decoración figurativa, seguramente
de una época posterior.
La escala de la obra guarda relación con el hombre, es un edificio bien proporcionado en el que hay un cierto
equilibrio entre anchura y altura, primando un poco más esta última. Tiene una disposición simétrica en sentido
longitudinal. Hay una clara valoración del espacio interno, desarrollado en sentido longitudinal y articulado en tres
naves. Es un espacio claramente direccional con un foco de atención en el altar situado en el ábside. La disposición de
los distintos elementos del edificio-sucesión de columnas, arcos, ventanas, y la propia cubierta- subrayan la axialidad de
la obra, conduciendo nuestra vista hacia el ábside semicircular.
COMENTARIO:
El desarrollo longitudinal del edificio, la evidente focalidad, la resolución de la cabecera mediante un ábside, la
diafanidad y ligereza de la obra, incluso el clasicismo de las columnas, nos llevan a clasificarla como una basílica
paleocristiana. Se trata, concretamente, de la basílica de Santa Sabina, en Roma, construida entre el año 422 y el 432. Es
un prototipo arquitectónico que surge tras el Edicto de Milán en 313, promulgado por el emperador Constantino. Es un
edificio destinado al culto cristiano, religión que, hasta ese momento, había estado prohibida. A partir del 313 sale a la
luz y necesitará de edificios de nueva fábrica para la celebración de sus ritos, en los que era esencial la reunión o
asamblea de fíeles (eclesia) que participaba en el sacrificio de la misa. Ésta se va a celebrar en un altar situado, no al aire
libre como en los ritos paganos, sino bajo techado, en edificios con capacidad suficiente para albergar a la comunidad de
fieles. Para conseguir esto los cristianos adaptaron a sus necesidades un prototipo ya existente: la basílica, que hasta
entonces había tenido una función eminentemente civil como tribunal de justicia y «bolsa» de comercio.
La basílica paleocristiana va a ser el punto de arranque de toda la arquitectura cristiana occidental. Es un edificio
sencillo, desarrollado en sentido longitudinal. Consta de: 3 o 5 naves separadas por columnas, sobre las que discurren o
dinteles o arcos; transepto y ábside semicircular sobresaliente en planta. Separando la nave central del transepto tenemos
un gran arco toral, auténtico arco de triunfo, alusivo al triunfo de la Iglesia. A los pies del templo hay una nave
transversal, el nártex, destinado a los neocatecúmenos, y más allá, un patio porticado generalmente con una fuente en el
centro, el atrio. Algunas tenían sobre las naves laterales una galería o tribuna.
La disposición de estos elementos responde a las necesidades de culto y a una jerarquización del clero. Así
podemos distinguir:
1.- La iglesia propiamente dicha, en la que hay dos partes básicas: el presbiterio y las naves. En el presbiterio se
encuentra el altar; bajo él están las reliquias accesibles a los fieles gracias a la confessio (precedente de la cripta);
siguiendo la curvatura del ábside suele haber un asiento corrido, la solea, reservado al clero mayor, presbíteros,
presidido por la cátedra del obispo; tenemos también la pérgola (precedente del iconostasio); finalmente
ocupando parte de la nave central está el espacio destinado al clero menor, los diáconos, que se aísla del resto de
la nave mediante canceles, y que constituye el origen del coro. El resto de la iglesia es ocupada por los fieles
bautizados, colocándose los hombres en el lado del evangelio, y las mujeres en el de la epístola. Estas últimas se
situarán posteriormente en la tribuna, llamada por esta razón matroneo.
2.- El nártex, que se reserva a los neófitos.
3.- El atrio, que sirve para reuniones y catequesis.
En general las basílicas son edificios adintelados, salvo en el ábside; ligeros, diáfanos, sin problemas constructivos
y con un espacio interno desarrollado y bastante cuidado que suele contrastar con la sencillez y relativa pobreza de los
exteriores. Ni siquiera la fachada tendrá importancia, a pesar de estar coronada por un frontón (siguiendo así el prototipo
de templo romano), pues carece de perspectiva al estar precedida del atrio.
El caso que nos ocupa, Santa Sabina, es uno de los ejemplos mejor conservados, junto con Santa María la Mayor.
Se construyó entre 422 y 432 por iniciativa de Celestino I y responde a una tendencia a la simplificación propia de la
época frente a las anteriores basílicas de fundación imperial. De hecho, como ya hemos mencionado, tiene 3 naves en
lugar de las 5 habituales en las basílicas constantinianas, y carece de transepto. Muestra, además, el gusto generalizado
en las basílicas romanas del siglo V por potenciar la esbeltez mediante el alargamiento y la mayor altura de la nave
central.
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