Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano “CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DEL AUMENTO DE LA VIOLENCIA Y LA INSEGURIDAD” Proyecto: I. CONSIDERACIONES PRELIMINARES El aumento del delito y de la inseguridad constituye, sin dudas, una problemática actual que reviste importantes consecuencias psicológicas y sociales para la vida y hábitos cotidianos de las personas. La representación que la opinión pública se forma de la violencia social, de su incremento y de las formas más frecuentes que adopta, es una construcción psicológica que tiene lugar a través de una doble vía: 1. a partir de la experiencia personal (directa y vicaria) y de la información que se va transmitiendo mediante las redes de comunicación interpersonal. 2. a partir de las noticias, historias y narrativas que son emitidas a través de los medios de comunicación de masas. En este informe se abordan ambas cuestiones, esto es: A. Las consecuencias psicosociales del aumento real del delito Y B. Las consecuencias psicosociales del tratamiento que los medios de comunicación de masas le dan a esa situación II. ANÁLISIS DE LAS CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DE LA INSEGURIDAD Y LA VIOLENCIA A. Consecuencias derivadas del aumento real del delito Tal como indican las estadísticas oficiales, el delito real ha sufrido un efectivo incremento en los últimos dos años. Para corroborar esa tendencia ascendente, basta con observar las curvas presentadas en la siguiente tabla, que refleja la comparación para los años 2000 y 2001 de la tasa total de delitos cada 100 mil habitantes según datos de la Dirección Nacional de Política Criminal. DNPC. Evolución mensual de la tasa de delitos cada 100 mil hab. Comparación años 2000-2001 2000 2001 Ag Se osto pt ie m br e O ct ub N re ov ie m br e D ic ie m br e Ju lio Ju ni o ay o M Ab ril En er o Fe br er o M ar zo 300 290 280 270 260 250 240 230 Este incremento real del delito, de la inseguridad y de la violencia tiene profundas consecuencias psicosociales que involucran una doble lectura: 1. desde el punto de vista de quienes cometen los delitos 2. desde el punto de vista de quienes son víctimas del delito 1. desde el punto de vista de quienes cometen los delitos: Un factor central a considerar es el creciente aumento de la “marginalidad”, fenómeno que se diferencia cualitativamente de la “pobreza” en cuanto implica para quienes lo sufren una desconexión vincular casi absoluta de la sociedad con la que conviven. Es decir, se trata de personas que no reciben “nada” de la sociedad y, por lo tanto, no estructuran ninguna red de contactos sociales que les permita elaborar sus relaciones con otros sobre la base de lo que son habitualmente los valores que sostienen la convivencia social. Dicho en otras palabras, para muchos de ellos “matar” o “no matar” puede ser una cuestión “accidental” y no necesariamente relacionada con el valor de la vida humana. Como consecuencia, el grado de irracionalidad en las agresiones genera lo que se ha llamado la “ruptura de los códigos” habituales de los delincuentes (no matar si no es estrictamente “necesario”, evitar enfrentamientos, etc.). Esa falta de evaluación del “costo-beneficio” por parte de quienes delinquen, abre un serio interrogante referido al peso real que tendrían mayores condenas para los delitos comunes. Es cierto que un factor sustancial que parece ser evaluado por los delincuentes es la impunidad. Es decir, la percepción de que se puede hacer casi cualquier cosa sin que ello implique costo alguno. En ese contexto, se puede comprender mejor la “lógica” de los asesinatos innecesarios, apoyada en la creencia de que no importa lo que se haga, nunca habrá juicio ni castigo por ello. Sin embargo, debe comprenderse que muchos de quienes cometen delitos ahora, durante años mendigaron en las calles, carecieron seguramente de familia y, por lo tanto, la construcción psicológica resultante que han realizado de las relaciones sociales es tan marginal como su pertenencia socioeconómica. 2. desde el punto de vista de las víctimas del delito: El monto de incertidumbre que involucra el incremento de la inseguridad, implica un fuerte deterioro de la calidad de vida. Inicialmente, cuando el aumento del delito comenzó a hacerse notorio a mediados de los años ´90, muchos optaron por el mecanismo psicológico de negar que dicha tendencia fuera alarmante y por vincularlo, por ejemplo, con el incremento del delito en todo el mundo; o bien, con los riesgos de circular por zonas “peligrosas”. Paralelamente, nuevos hábitos comenzaron a difundirse (puertas blindadas, sistemas privados de seguridad, barrios cerrados, calles privadas, etc.) marcando una fuerte privatización del espacio público, con el objetivo de aumentar los márgenes de seguridad. El incremento constante de los delitos y la observable frecuencia con que involucran a personas de los entornos personales de cada uno, dio paso a nuevas costumbres (menor actividad social, restricción de la circulación por las llamadas “zonas inseguras”, uso de radio-taxis, etc.). Para las víctimas, la impunidad es también un factor sustancial que encuentra otra faceta de manifestación: la no denuncia de los delitos. Las víctimas no solo sufren como tales sino porque, además, se sienten defraudadas por la sociedad en cuanto los mecanismos “normales” como las denuncias no resuelven sus problemas. La baja confianza que se tiene en la policía no es más que otro capítulo de la baja confianza que los argentinos tenemos en la mayoría de nuestras instituciones. En ese contexto, resulta fácil que se instalen falsos debates, como aquellos excluyentemente vinculados con la dureza de las penas o, como se ha visto en los últimos días, opciones más descabelladas como la vinculación entre el aumento de los delitos y la tasa de divorcios (que, además, es decreciente). Pero, adicionalmente, debe considerarse como factor determinante que vivimos en una “sociedad mediática” y que es innegable que los medios de comunicación de masas en la actualidad juegan un papel crucial en la construcción psicológica que la opinión pública realiza del medio ambiente en el que habita. Por esa razón, investigamos el tratamiento que los principales medios gráficos del país -considerados en conjunto- han efectuado de los delitos desde el año 2000 hasta la actualidad. En líneas generales, se observará que la cobertura realizada por los medios no necesariamente refleja el incremento cuantitativo real del delito sino, sobre todo, un aspecto “cualitativo” que tiene efectos sobre los consumidores de la información: se verá que el relato de la violencia social y la inseguridad se realiza, principalmente, a través de los denominados “leading cases” B. Consecuencias derivadas del tratamiento que el delito recibe en los medios de comunicación de masas Diversos estudios desde la década de 1960 hasta la actualidad indican que los medios colaboran, de modo no intencional e involuntario, en la construcción de una imagen distorsionada de la violencia. Una imagen que alimenta en la opinión pública la percepción de que la criminalidad y el delito son mayores de lo que realmente lo son en el mundo real. Esta creencia tiene consecuencias psicológicas concretas: se acentúa en las personas la tendencia al aislamiento, se incrementa la desconfianza interpersonal, aumenta la sensación de que el mundo es un lugar hostil y peligroso, surge una mayor demanda por obtener protección colectiva y se reclama el aumento de las atribuciones a las “fuerzas de la ley y el orden”; entre otras. A continuación, se presentan los datos obtenidos mediante el IVSP o “Índice de Violencia Social Percibida”, instrumento construido y actualizado periódicamente en el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, que permite medir las variaciones mensuales de la cobertura que la violencia y la inseguridad reciben en los principales medios gráficos del país. El puntaje correspondiente a cada uno de los meses se calcula sobre la base 100 del índice, que ha sido fijada en el mes de marzo de 1997. La curva construida con el IVSP usando los puntajes obtenidos mes a mes a partir de lo que publican los medios es sistemáticamente comparada con la curva de delitos reales según las estadísticas oficiales nacionales de hechos delictuosos elaboradas por la Dirección Nacional de Política Criminal (DNPC) dependiente del Ministerio de Justicia. En lo que sigue, se efectúan las comparaciones correspondientes a los años 2000 y 2001 y se presentan los datos de enero a mayo de 2002. AÑO 2000 IVSP. Variación mensual de la cobertura de la violencia y la inseguridad en los principales medios gráficos del país. Base 100: 1997. Período de medición: Enero-Diciembre 2000 er br Fe En er o = 11 2. 90 o = 13 M 6. ar 19 zo = 11 1. Ab 42 ril = 11 M 8. ay 64 o = 16 Ju 4. ni 06 o = 14 3. Ju 41 lio = 12 Ag 1. os 48 to Se = pt 11 ie m 3. br 87 e = O 13 ct 8. ub 25 re N = ov 14 ie m 3. br 67 e D = ic 15 ie m 6. br 38 e = 13 7. 80 170 160 150 140 130 120 110 100 DNPC. Evolución mensual de la tasa de delitos cada 100 mil hab. Año 2000. o se pt ie m br e oc tu br e no vi em br e di ci em br e ag os t ju lio ju ni o ay o m ab ril ar zo m fe br er o en er o 275 270 265 260 255 250 245 240 235 A simple vista, cuando se compara la tendencia de las curvas en ambos cuadros, se observan diferencias notables: el aumento o la disminución de la cobertura que los temas de violencia e inseguridad reciben en los medios no se corresponde con su aumento o disminución reales. El mes que registró la mayor tasa de delitos reales en el año 2000 fue marzo. Inversamente, en los medios fue marzo el mes en que se publicaron menos noticias referidas a la inseguridad. El punto más alto en la prensa se registró en mayo y la agenda mediática se vio casi enteramente copada por el homicidio de una menor (caso Fraticelli). La cobertura de ese caso ocupó numerosas páginas de los periódicos y recibió un tratamiento con una narrativa dramática y “novelada”. Año 2001 IVSP. Variación mensual de la cobertura de la violencia y la inseguridad en los principales medios gráficos del país. Base 100: 1997. Período de medición: Enero - Diciembre 2001. 250 230 210 190 170 150 130 110 En er o = Fe 12 br 0. er 5 o = 24 M 0. ar 8 zo = 14 9. Ab 3 ril = 12 M 0. ay 0 o = 14 Ju 4. ni 9 o = 17 2. Ju 1 lio = 17 Ag 2. os 7 to Se = pt 19 ie 5. m 3 br e O = ct 95 ub .8 re N ov = 14 ie m 3. br 2 e D = ic 16 ie m 4. br 4 e = 17 6. 5 90 DNPC. Evolución mensual de la tasa de delitos cada 100 mil hab. Año 2001. 300 290 280 270 260 250 O ct ub re N ov ie m br e D ic ie m br e m br e o pt ie Se Ag os t Ju lio Ju ni o ay o M Ab ril ar zo M Fe br er o En er o 240 Nuevamente se observan diferencias en las tendencias de las curvas de lo publicado por los medios y de los delitos reales. Las menores tasas de delito corresponden a los meses de junio, mayo y febrero. Inversamente, febrero resultó el mes con puntaje más alto en la cobertura mediática (sobre todo a raíz de dos homicidios -el caso del empresario Perel y el de la menor Natalia Melmann-). También se registra un alza de la cobertura periodística en el mes de agosto que fue producto del secuestro del empresario Awada. Por otra parte, el atentado terrorista del 11 de septiembre y la enorme atención periodística que obtuvo, provocó una brusca disminución de la cobertura de los problemas de seguridad locales en la prensa, que redundó en que el puntaje correspondiente a dicho mes quedara (por primera vez) por debajo de la base histórica del índice. En síntesis, el 2001 resultó ser un año con altos niveles reales de violencia en el que, por ejemplo, murió la mayor cantidad de efectivos de la Policía Federal desde 1976, lo cual fue retratado diariamente por los medios. Pero, sobre todo, merece destacarse que los meses en los que más subió la cobertura mediática fueron aquellos en los que la prensa se ocupó de “casos”: Perel, Melmann y Awada así lo atestiguan. De la misma manera, los homicidios de Fabiana Gandiaga, Claudio Lanceta y Lecuna fueron los mayores responsables del ascenso de los puntajes correspondientes a los meses en los que cada delitos ocurrió. Año 2002 IVSP. Variación mensual de la cobertura de la violencia y la inseguridad en los principales medios gráficos del país. Base 100: 1997. Período de medición: Enero - Mayo de 2002 220 200 180 160 140 120 100 Enero = 138.0 Febrero =130.7 Marzo =131.6 Abril = 138.6 Mayo = 206.5 En lo que va del año 2002, cabe destacar el brusco ascenso de la tendencia reflejada por los medios en el mes de mayo debida a la extensa cobertura que recibió cada caso de lo que la prensa ha dado en denominar “la ola de secuestros extorsivos”. Sintetizando los datos presentados en este apartado, puede concluirse que la cobertura mediática de la inseguridad y la violencia social no necesariamente refleja de modo preciso el delito real. Como es lógico, en los medios se privilegia el tratamiento de historias que permiten la construcción de una narrativa: un caso como el de Perel, financista muerto junto a su esposa en una cabaña de Cariló; un caso como el de Natalia Melmann, adolescente de 15 años e hija de una familia como tantas, que fue violada y asesinada; un caso como el del secuestro del empresario textil Awada; un caso como la violación y homicidio de una mujer joven, la maestra Fabiana Gandiaga, en pleno centro porteño, a la luz del día y en un club al que había llevado a su pequeño hijo para una competencia deportiva. En otras palabras, casos que facilitan que se produzca una identificación en la mayoría de los “ciudadanos lectores” porque se sitúan “cerca” de sus vidas, porque son historias que involucran a “víctimas comunes” y que están embebidas de un terrible dramatismo. Que los medios hagan foco en ese tipo de historias no es necesariamente negativo y, en muchas ocasiones, los medios de comunicación han desempeñado en nuestro país una importante función social y un papel fundamental como canal de denuncia pública y efectiva presión frente a la indolencia de la justicia (María Soledad Morales, la muerte de Carrasco, el homicidio de José Luis Cabezas, entre tantos otros). No se trata, por lo tanto, de aprobar o condenar la lógica y el accionar de los medios, sino de señalar que lo que se publica tiene consecuencias psicológicas concretas en los receptores de la información. Lo que más atrae la atención y lo más fácil de recordar para la memoria humana no son las estadísticas ni los argumentos sino lo vívido, lo dramático, lo personalizable, lo espectacular, lo sentimental. Y los “leading cases” retratados en los medios, al cumplir con esas condiciones, suelen facilitar la emergencia de fuertes impresiones e identificaciones que tenderán a predominar cuando las personas juzguemos la peligrosidad del mundo en que vivimos, la inevitabilidad de la violencia o la imposibilidad de confiar en los demás, aumentando la destrucción de las ya tan dañadas redes sociales. III. CONSIDERACIONES FINALES A modo de síntesis final, es posible puntualizar algunas reflexiones: • Es un hecho que el delito real ha sufrido un efectivo incremento en los últimos dos años • Las consecuencias psicosociales del aumento del delito deben ser analizadas desde una perspectiva bifronte: 1. el violento crecimiento de la marginalidad, su impacto en la población en términos de la ruptura de los lazos sociales y los efectos de esa desconexión vincular social y 2. el significativo deterioro de la calidad de vida para otro sector de la sociedad, que ha dado lugar a cambios en sus hábitos cotidianos y a una extendida sensación de desprotección e impotencia que resulta altamente estresante. • La impunidad resulta una variable crucial a considerar. Por una parte, colabora con el incremento de la irracionalidad de los actos de quienes delinquen; y, por otra, con el aumento de los sentimientos de desprotección de los ciudadanos. A los primeros, les otorga la sensación de que no importa lo que hagan no serán castigados; y, en los segundos, profundiza el sentimiento de indefensión. • La cobertura mediática de la violencia se realiza, fundamentalmente, a través de “leading cases”, lo que produce una discrepancia mensual observable entre la violencia real y la violencia social tal como es percibida por la opinión pública. • Los “leading cases” producen impresiones e identificaciones duraderas desde el punto de vista psicológico, que dan lugar al aumento de la desconfianza interpersonal y de la tendencia al retraimiento social • Lo más importante en cuanto a los efectos psicológicos es, quizás, reflexionar acerca del hecho de que la exposición a la violencia mediática no tiene como principal consecuencia psicológica el incremento de los comportamientos agresivos en los receptores de la información sino todo lo contrario: produce una profunda acentuación de las sensaciones de victimización, de riesgo y de vulnerabilidad personal, amplificando la desconfianza hacia los demás y hacia el entorno social. FICHA TÉCNICA: Fecha de realización del informe: 20 de junio de 2002 Método de relevamiento de datos: “Índice de Violencia Social Percibida” (IVSP) Período de medición: enero de 2000 a mayo de 2002