Fe y razón - Sergio Carlos Spinelli

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Fe y razón
La fe, o creencia, y la razón son vistas comúnmente como en una fundamental y mutua oposición.
Muchas personas consideran cualquier clase de creencia –y la creencia religiosa en particular- como
alguna suerte de parálisis de la facultad del razonamiento, una muleta intelectual. En la actualidad,
sin embargo, esta presunción de una aguda oposición entre la creencia y la razón, que ha sido el
sello del pensamiento moderno, está siendo reexaminada.
Los filósofos del siglo XX, tales como Ludwig Wittgenstein y José Ortega y Gasset han señalado que
cada uno vive, actúa y piensa dentro de un sistema de creencias que es largamente inconsciente
pero sin el cual seríamos incapaces de cualquier pensamiento o acción. “Nuestras creencias ya
están operando en las profundidades de nuestra vida cuando comenzamos a pensar algo”, escribe
Ortega y Gasset. La razón, en este sentido, está basada en la creencia. Si la creencia es la base de
la vida, realmente no tenemos elección entre creer o no. Podemos escoger, sin embargo, qué creer,
cuál será la sustancia de nuestra fe.
Dentro de la tradición budista, la relación entre la fe y la razón ha sido el tema de continuo examen
desde tiempos antiguos. Mientras esta tradición ha sostenido siempre que la iluminación del Buda no
puede ser captada o expresada en su totalidad por la razón o el lenguaje, el Budismo ha sostenido
consistentemente que la razón y el lenguaje deben ser altamente valorados.
Mientras que la iluminación del Buda puede trascender el reino de la razón, no es irracional, ni se
resiste al examen racional. La fe en las enseñanzas del Buda es, en realidad, la base de un modo de
examen intelectual que considera no sólo capacidades analíticas sino que también busca desarrollar
la sabiduría intuitiva que se encuentra en el estrato espiritual más profundo del ser humano. El
aprendizaje y los conocimientos pueden servir como el portal para la sabiduría; pero es la sabiduría
la que nos capacita a utilizar los conocimientos de la manera más humana y valiosa. La confusión
entre conocimientos y sabiduría, evidentemente, es la raíz de las distorsiones de nuestra sociedad.
De la misma manera, Nichiren desarrolló y presentó sus enseñanzas muy racionalmente. Él es muy
conocido por su erudición y su buena voluntad para debatir. Muchos de sus importantes escritos
toman la forma de un debate dialéctico en el que las dudas son presentadas, respondidas y
resueltas.
Sraddha, prasada y adhimukti son tres términos sánscritos traducidos en el Sutra del Loto como “fe”
o “creencia”. Sraddha, definido como la primera etapa de la práctica budista, significa “despertar la
fe” y también “poseer curiosidad por”. El término, así, incluye el significado de un sentido de una
mezcla de temor y reverencia o curiosidad que parece ser la raíz de todo sentimiento religioso.
Prasada expresa la idea de pureza y claridad. Se podría decir que, desde la perspectiva del
Budismo, el propósito apropiado de la fe es limpiar la mente para hacer posible que brille nuestra
sabiduría inherente.
Adhimukti significa literalmente intención, es decir, la orientación de la mente o la voluntad. Esta es la
actitud mental de profundizar la comprensión cultivando y puliendo la vida para perfeccionar el
sublime estado de prasada. De esta manera, la fe purifica la razón, la fortalece y eleva y es un motor
de continuo automejoramiento. Daisaku Ikeda ha definido la fe como “una mente abierta y buscadora,
un corazón puro y un espíritu flexible”.
Los términos citados pueden ser contrastados con bhakti, otro término sánscrito para fe. Bhakti,
significando originalmente “convertirse en parte de”, es una fe asociada con una práctica de o
entregarse a –y de unificación con- una deidad trascendente. El término es raras veces, si alguna,
utilizado en los textos budistas.
La era moderna parece convencida de que el intelecto es una facultad independiente, que opera
independientemente de los sentimientos o las creencias. Pero cada vez se está haciendo más claro
que muchas tendencias, tales como los esfuerzos por ejercer el dominio tecnológico sobre la
naturaleza, descansa en creencias altamente subjetivas o juicios de valor.
Lo que se necesita ahora es una nueva unificación de la creencia y la razón que abarque todos los
aspectos del ser humano y la sociedad, incluyendo el discernimiento alcanzado por la ciencia
moderna. Este debe ser un intento por restaurar la totalidad de la sociedad humana, que ha sido
desgarrada por la razón artificialmente divorciada de las creencias y por el fanatismo religioso
irracional.
Esta síntesis debe surgir del diálogo basado en el respeto mutuo. Ambos lados deben aproximarse a
este diálogo, no con el deseo de establecer algún dominio sobre el otro, sino con el espíritu de
aprender, de extraer vetas de verdad más profundas y más ricas. Esto será posible sólo si todos los
participantes mantienen firmemente a la vista el objetivo de la felicidad humana. ¿Alguna posición,
aproximación o creencia particular eleva la condición humana, o la rebaja? Sólo sobre esta base, un
diálogo entre la fe y la razón puede producir un valor verdadero y perdurable para la humanidad.
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