Literatura Universal Tema 4 (Proc.: Javlangar) GUIÓN 1.El culto al esteticismo entre el decadentismo y el simbolismo: la literatura y las artes. 1.1.-En busca de la obra de arte total: literatura, música, pintura 1.2.-Decadentismo, parnasianismo, prerrafaelismo, bohemia, malditismo, simbolismo. 1.3.- Verlaine 1.4.- Rimbaud 1.5.-Mallarmé 2.Baudelaire o la modernidad poética. 2.1.- Vida y obra 2.2.- Las flores del mal (1857) 2.3.- Otras obras 3.La poesía norteamericana: Walt Whitman. 3.1.- Vida y obra 3.2.-Hojas de hierba (1855) 3.3.- Otros poetas norteamericanos. TEMA 1.El culto al esteticismo entre el decadentismo y el simbolismo: la literatura y las artes. 1.1.-En busca de la obra de arte total: literatura, música, pintura En la búsqueda de la Belleza absoluta, el artista, usando el procedimiento de la sinestesia, intentará conjugar diferentes artes para conseguir una obra de arte total; el mejor ejemplo de esto será Richard Wagner, quien en sus óperas o dramas musicales unirá poesía (el texto), música y pintura (el decorado). Dicha mezcla se ha buscado siempre, pero quizá sean los escritores de la segunda mitad del siglo XIX quienes, quizá por su exceso de sensibilidad, buscaron con más ahínco la unión de todas las artes en una obra total. Ejemplos muy llamativos son la musicalidad de la poesía de Verlaine (http://www.youtube.com/watch?v=wTONt-xEkLs&feature=related, http://elcajondesastre.blogcindario.com/2008/09/01311-poesia-chanson-d-automnecancion-de-otono-paul-verlaine.html), algunos textos sinestésicos de Rimbaud (http://www.ite.educacion.es/w3/eos/MaterialesEducativos/mem2006/grupo_percepcion es/rimbaud.htm) o la textura musical de alguna obra de Mallarmé (http://www.youtube.com/watch?v=FojInhrJY9U;http://huespedes.cica.es/aliens/gittcus/ mallarme). Igualmente, pintura, música y poesía rompen con los moldes del Romanticismo y crean un nuevo estilo (el Impresionismo) que abrirá el camino al arte moderno. http://es.wikipedia.org/wiki/Decadentismo 1.2.-Decadentismo, parnasianismo, prerrafaelismo, simbolismo. -Decadentismo (p. 222) -Parnasianismo (p.226) -Prerrafaelismo (p.224) -Simbolismo (pp. 226 y 231) 1.3.- Verlaine (pp.227 y 228) 1.4.- Rimbaud (pp.229 y 230) 1.5.-Mallarmé (p. 226) 2.Baudelaire o la modernidad poética. 2.1.- Vida y obra http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Baudelaire 2.2.- Las flores del mal (1857) El libro fue el resultado de un proceso creativo que abarcó toda la vida del poeta. Las primeras composiciones se remontan a 1840, y muchos textos fueron apareciendo en periódicos y revistas. Desde 1845 Baudelaire fue anunciando la publicación de un libro, primero con el título Las lesbianas, luego Los limbos, pero desde 1850 ya da el título de Las flores del mal a un grupo de poemas publicados en la Revue de Deux Mondes. El título era ambiguo y enigmático y en él se reunían dos conceptos: uno estético, las flores, pues remite a una idea de belleza, y el otro, moral, que implica las nociones de pecado, de sufrimiento y de dolor; “flores del mal” como “lo más granado de los pecados o males existentes”, como el mundo o la sociedad donde la poesía es la única “flor”, lo único bello que crece en él, como posibilidad de rescate ante tanta miseria. La primera edición se publicó en 1857, provocando un juicio por inmoralidad, que Baudelaire perdíó; fue condenado a pagar una multa y a eliminar una serie de poemas. En 1861 publicó una nueva edición con más poemas, que es la que leemos actualmente. Los poemas censurados, que fueron publicados más tarde como Los desechos, nuevamente censurados, se añadieron más tarde a las ediciones actuales. La organización interna que el poeta dio a su libro responde a una intencionalidad clara. En primer lugar, el poemario tiene una estructura unitaria, pues Baudelaire lo concibió como una unidad textual, no como un conjunto de poemas. En su interior encontramos poemas perfectamente enlazados que dan un sentido último a todo el poemario. Dicho sentido responde a la visión que tiene el poeta del mundo, de su sociedad. Un mundo, como advierte en el prefacio “Al lector”, presidido por el mal, por Satán, que es quien mueve sus hilos, caótico, desolador. Esa unidad textual está determinada por la presencia de un “yo”, el del poeta, que indaga en esa realidad, y cuya experiencia ofrece al lector, a todos los hombres. Las flores del mal constituyen un itinerario espiritual del propio autor, que trasciende lo individual y lo ofrece como ejemplo universal. Los poemas trazan el itinerario de un yo que oscila entre dos polos: el dolor, la amargura y la conciencia de la miseria de la condición humana, y la aspiración hacia una esfera superior, espiritual, que trascienda todo esto. En definitiva, lo que Baudelaire resumió en dos conceptos: Spleen e Ideal. Spleen significa melancolía, tedio, en definitiva la angustia existencial provocada por la desoladora visión del mundo y especialmente por la acción del Tiempo, que todo lo destruye. Frente a ello, Baudelaire opone el Ideal, la esfera de lo absoluto, de la Belleza, donde materia y tiempo quedan anulados. Entre estos dos polos se debate permanentemente el hombre. Es un continuo debate, y a él responden el sentido, el ritmo y la estructura de Las flores del mal, en las que el poeta “desciende a los infiernos”, indaga todos los males y vicios del mundo para intentar remontarse, respondiendo a un ritmo interior ascenso/descenso que concluye con la incapacidad del poeta para resolver esta tensión; de ahí la rebelión final del poeta, la visión negativa de “una humanidad que camina hacia el abismo”. Estructura: el texto se organiza en seis ciclos: -“Spleen e Ideal”: engloba 85 poemas. El título responde a ese sistema de contrarios en el que se sostiene todo el libro y condensa ese sentido ascendente/descendente al que nos hemos referido, anticipando así el sentido global de todo el poemario, y ratificando al mismo tiempo su carácter circular y cerrado. Internamente este ciclo va desarrollando parcialmente los aspectos que constituyen la mencionada tensión. A su vez, se puede constatar un miniciclo, de los poemas I al IX, en que se alude a la función del poeta y a su destino, como en el poema “Albatros”; en suma. Habla de la inutilidad e incomprensión del poeta en una sociedad que se rige por el principio del progreso materialista; o en “Elevación”, que refleja el distanciamiento del poeta respecto a la realidad. -“Cuadros parisinos” es un ciclo que comporta una gran novedad: la incorporación de la ciudad como materia poética, convertida en un espacio simbólico de la degradación, poblada por una muchedumbre donde la individualidad se diluye en lo colectivo e impersonal. El ritmo vertiginoso de la ciudad olvida a los débiles o marginados: ancianos, mendigos, ciegos, fuera de la ley como el poeta. A esta fealdad humana, improductiva, canta el poeta embelleciéndola, ennobleciéndola a través de la poesía. Y sobre ella proyecta el sentimiento de un amor solidario como posibilidad de rescate de la mísera condición humana. El poeta se presenta como un “flâneur”, un paseante que recorre los diferentes ámbitos de la ciudad, mostrando lo terrible de ese mundo. -“El vino” consta de cinco poemas que muestran la voluntad de huir del spleen a través de uno de esos “paraísos artificiales”. -“Las flores del mal” muestra el descenso hacia lo más profundo del abismo; en este ciclo leemos una serie de poemas que conforman un universo sádico, brutal, recorrido por la sangre, el vicio y la muerte. Asimismo, la presencia de la mujer, concebida como criatura diabólica, le sirve para recrear el tema amoroso desde un punto de vista erótico, lascivo y lésbico. Es una indagación en el mal, desde la que el poeta intenta una elevación. -“Rebelión” es el ciclo más dramático, ya que es inútil el sufrimiento del hombre ante un Dios que está ausente del mundo. Surge así la protesta religiosa, el renegar de Dios, que acompaña a la visión de una humanidad escindida entre el Bien y el Mal; el mundo está dominado por el Mal, como muestran las “Letanías a Satán”. -“La Muerte” es el último ciclo; sólo la muerte nos conduce hacia “cielos ignotos” y por eso el último poema, “El viaje” nos muestra un camino que lleva a lo absurdo, aunque en búsqueda de una esperanza. Temas Se suele afirmar que Baudelaire es el poeta de la vida moderna, el primero que se interesa por las ciudades. Si lo es, será para decir hasta qué punto detesta la ciudad tentacular, que, para él, es el lugar geométrico de la desgracia humana. Pero el campo no vale mucho más. Nunca le entusiasmarán las locomotoras y la vida moderna. Baudelaire aparece como poeta por medio del mundo por repulsión, no por adhesión; y por esta razón el mundo lo rechazó. No tiene mucha mejor opinión de la sociedad burguesa, a la que reprocha su mojigatería y su hipocresía, su egoísmo, su cinismo, su falsedad engreída. Su actitud de dandy sirve para establecer distancias, para intentar distinguirse, alcanzar en el aspecto más exterior y superficial aquella perfección que le obsesiona; es el último lance heroico en las sociedades decadentes; será, pues, una actitud ascética, un ejercicio espiritual de alto coste –pues reduce a la más total soledad- que edifica una barrera entre el mundo inaceptable y el ser dolido, con el riesgo de que caiga en la apatía, en lo que Baudelaire llama su “pereza”. Será la imagen concreta de su angustia vital, parálisis y pérdida de las facultades humanas de quien está inmerso en un mundo desproporcionado, en el que todos los valores espirituales han sufrido inflación, el trueque y la deformación, la especulación que los aleja del “inocente paraíso de los amores infantiles”. El satanismo, el cantar o suscitar el Mal, desvelarlo por doquier es otra manera de establecer diferencias: el poeta, lúcido, no suscribe el consenso, no se oculta el rostro púdicamente; dice con claridad lo que todos quieren callar. Lo que engendra el spleen está escrito en el primer verso del libro: el pecado, el error, la idiotez, la avaricia, y la lista no es exhaustiva. Es el mundo moderno, el hombre moderno, los valores modernos, en una palabra, la desilusión del hombre de una generación cuyos padres hicieron la Revolución para algo más que para matar al rey y proclamar la república y que contempla, consternada, a qué infierno se ha llegado. Cuando el poeta se pregunta ¿qué soy?, se reconoce un hombre, un ser degenerado que en medio de su propia villanía se descubre poeta, es decir, aquel que puede decir la bajeza y los sueños de ideal. A este siniestro espacio humano se superpone rápidamente un espacio teológico: en Las flores del mal se habla a menudo de pecado; es un espacio que inclina al hombre hacia lo más bajo y por el que todos resbalan con mayor o menor rapidez; un espacio sin horizonte, gris, que incita a la claustrofobia: el cielo bajo y pesado pesa como una losa y nos aboca al abismo, es decir, a la imposibilidad de escapar de la condición humana, del pecado, del error, de la avaricia, de la hipocresía. En este universo común a los románticos, se vislumbra una luz, un Ideal capaz de contrarrestar al spleen. Aunque el Ideal queda como un mero sueño, una aspiración íntima, algo remoto que se concibe y que nunca se alcanzará. De modo que la vida se presiente llena de sufrimientos irremediables porque el remordimiento pesa más que los mejores propósitos, y las faltas cometidas excluyen cualquier expiación futura. En su mundo, la belleza es de piedra, la belleza alcanzable, propia de las mujeres, será siempre degradada, testimonio en el presente de la imposibilidad de preservar la pureza del pasado. Existen remedios: dormir, no estar, dormir sin soñar, pues el despertar es más doloroso si se ha revisado la realidad soñándola. Y después viajar, que no es exotismo pintoresco, sino neurótico deseo de estar siempre en otro sitio que aquel en el que está. El viaje baudelairiano es siempre imaginario, indefinido, incierto y precario. “Los viajeros de verdad son aquellos que parten por partir”. Es la imagen de una agitación interior, un tormento que no cesa jamás, un desasosiego constante: la vida del poeta. Frente al mundo moderno se estructura una geografía onírica del país exótico, lujuriante y cálida, pero no pasa de ser un paraíso profano, huidizo, como la belleza, y que no tiene futuro. Todas las imágenes de infinito (el mar, las nubes, los ojos de los gatos) se brindan como la imposibilidad de cualquier trayecto, la confirmación cruel del encarcelamiento del hombre en los parámetros de su condición. En cuanto a la mujer, no es siquiera la musa del poeta, como es norma. Baudelaire tiene con ella dos posturas opuestas. Hay una mujer abominable, que llama la “mujer natural”, es decir, sometida a la naturaleza, esclava de sus instintos de posesión, de maternidad; la mujer es semejante a un reloj que desgrana minutos y segundos, cuenta atrás que recuerda constantemente el paso del tiempo y que, por añadidura, se permite ser frívola. Otro modelo que ofrece de la mujer es la imagen como espejo de sensualidad, la que inspira amor carnal y permite vivir siempre ebrio, fuera de uno mismo, en medio de olores, sedas y vapores que subyugan como la droga; ofrecen un símil de infinito, suficiente para el tránsito terrenal. Habrá pues una doble postulación, hacia la pureza, el sacrificio y la luz por una parte, y hacia las tinieblas, el dolor, el pecado y el egoísmo, por otra. 2.3. Otras obras Los paraísos artificiales (1860): Baudelaire fue el primero en aplicar la expresión “paraísos artificiales” -la tomó de una tienda de flores artificiales de París- a la vivencia del mundo creado por el opio y otras sustancias alucinógenas. Partiendo de Las confesiones de un comedor de opio inglés, de Thomas de Quincey, al que en parte traduce, Baudelaire hace una especie de tratado semifilosófico y semicientífico sobre la naturaleza, el uso y los efectos del hachís, que entonces procedía de Oriente y ofrecía ese aliciente romántico de exotismo y ebriedad. Sin arredrarse ante las conclusiones, multiplicando los puntos de vista, Baudelaire examina sistemáticamente todos los aspectos del consumo del hachís, desde el lado fisiológico y psíquico hasta el lado moral; y aunque aporta una total desenvoltura, como moralista sensible al prestigio del mal y del malditismo, discierne los distintos pasos de esa ebriedad que desemboca en un futuro lleno de amarga desilusión: una necesidad de remordimiento y de alegría, de deseo y de abandono, de denuncia y de pureza. (Se puede leer también http://www.cerpcentro.org/IMG/pdf/Baudelaire.pdf) Pequeños poemas en prosa (El spleen de París) (1869, póstumo): Con el poema en prosa, Charles Baudelaire quiso explorar una nueva forma poética que, alejándose del corsé métrico, fuera asimismo capaz de acomodarse «a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia». Redactadas entre 1852 y 1867, las cincuenta piezas que configuran «El spleen de París» son la cara complementaria, el reverso en prosa de Las flores del mal, pues en definitiva ambas obras manan de una misma sensibilidad poética en la que el tedio, la soledad, la cólera, la angustia existencial, el demonio, la muerte, se entremezclan indisolublemente con el luminoso Ideal. 3.La poesía norteamericana: Walt Whitman. 3.1.- Vida y obra http://es.wikipedia.org/wiki/Walt_Whitman 3.2.-Hojas de hierba (1855) (p.233) 3.3.- Otros poetas norteamericanos. http://es.wikipedia.org/wiki/Emily_Dickinson