DISCURSO EN EL XX ANIVERSARIO DE LA EXPROPIACIÓN PETROLERA. CERRO AZUL, VER., 18 DE MARZO DE 1958 Patentizo mi agradecimiento al pueblo de Cerro Azul por la invitación que se sirvió hacerme para asistir a este acto y lo reitero en esta ocasión a todas las secciones del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, que me han venido invitando para acompañarlos en la conmemoración de este día, y que hasta hoy he podido concurrir. Hace veinte años que el gobierno de la República decretó la expropiación de los recursos petroleros que estaban en poder de las compañías extranjeras; compañías que se rebelaron en contra de la ejecutoria del más alto tribunal de la nación: la Suprema Corte de Justicia. Quiero recordar con ustedes que durante los siete años que operamos militarmente en esta Huasteca veracruzana y la importante región geográfica del Istmo de Tehuantepec, encontramos leales amigos que nos acompañaron en las campañas que nos fueron encomendadas, y tuvimos oportunidad de recorrer con frecuencia las zonas petroleras controladas por las compañías extranjeras. Confirmamos desde entonces la tragedia que vivía el país con los procedimientos empleados por las propias compañías, cuyos procedimientos se dieron a conocer a la nación en el mensaje del 18 de marzo de 1938. La conducta de las compañías y su rebeldía para obedecer la resolución de la Suprema Corte de Justicia, hizo que el gobierno obrara radicalmente para acabar de raíz con una situación que venía lesionando los intereses de la nación. La expropiación fue en sí un acto de soberanía, que tuvo el apoyo espontáneo de todo el pueblo. En esa ocasión se puso de manifiesto, una vez más, el fervor patrio que encierra el alma mexicana. Con la expropiación nació la empresa organizada por el gobierno que controlaría íntegramente esta importante industria para desarrollarla en beneficio de toda la nación. Y al asumir el gobierno la responsabilidad de la industria petrolera, quiso rodearla de las mayores seguridades, y consecuentemente con este propósito, presentó al honorable Congreso de la Unión, un proyecto de modificación al artículo 27 constitucional, que fue aprobado el 27 de diciembre de 1939, con el siguiente texto: "Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos, no se expedirán concesiones y la ley reglamentaria respectiva determinará la forma en que la nación llevará las explotaciones de esos productos." La exposición de motivos que fundamentó la anterior reforma constitucional, estableció de manera indubitable que la explotación petrolera sería facultad exclusiva del Estado y, por lo tanto, quedaba de manifiesto la invalidez de las concesiones confirmatorias, y aquellos que las tuvieran antes de la reforma constitucional, no podrían ya explotarlas, en vista de que esta facultad sería del Estado. Asimismo resulta obvio que otorgar nuevas concesiones confirmatorias después de la modificación constitucional, es contrariar lo establecido por nuestra Carta Magna. Sin embargo, la claridad del texto constitucional, sobre todo la exposición de motivos que acompañó al proyecto de la reforma en 1939, se pierde en su ley reglamentaria expedida posteriormente ya que en el artículo primero, transitorio, de dicha ley, se reconoce la existencia de las concesiones confirmatorias, no obstante que es un principio jurídico elemental que no puede una ley reglamentaria ir en contra de lo expresamente establecido en la Constitución. Y fue con el apoyo unánime que el pueblo dio al acto de expropiación y con la reforma constitucional de 1939 que se mencionan, que quedó oral y legalmente consolidada la nacionalización de la industria petrolera que en adelante dirigiría el Estado. Hubo en el ánimo de algunos sectores, la duda de si habría la capacidad técnica de los mexicanos para manejar y desarrollar los importantes recursos del petróleo y, no obstante la campaña de difamación que las propias compañías sostuvieron en contra de la expropiación y del país, el esfuerzo del pueblo se impuso y pudo triunfarse. Los técnicos mexicanos demostraron su capacidad y la colaboración de los trabajadores petroleros fue decisiva. Comprendieron que ellos, preferentemente, estaban obligados a vigilar la eficiencia y buen manejo de esta riqueza que el régimen de la Revolución recuperó para beneficio de México. La industria nacionalizada ha puesto de manifiesto su potencialidad para impulsar el desarrollo económico de México. Las nuevas zonas en producción las instalaciones industriales que ha establecido en distintos lugares, y recientemente en Tabasco, así como las cifras de los rendimientos obtenidos, publicados por la empresa, confirman la posibilidad que tiene Petróleos Mexicanos de ampliar sus actividades para llevar su producción al límite que le permita una explotación racional y pueda cubrir las demandas de combustible en todo el país, sin comprometer en lo mínimo su integridad y su independencia. Por eso, trabajadores de la industria petrolera, hombres de recta conducta, que han dado sus mejores años en extraer del subsuelo la riqueza petrolera, dejan un alto ejemplo de moral y patriotismo a los jóvenes de hoy, y a su vez lo dejarán a sus hijos, como la mejor herencia: trabajar en servicio no sólo de su interés personal, sino para engrandecer a su patria. Hombres, mujeres y niños: los que visitamos hoy el corazón de la antigua zona petrolera, los saludamos con toda cordialidad y les deseamos salud y bienestar para bien de México.