DISCURSO DIRIGIDO A LOS TRABAJADORES DE LA INDUSTRIA

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DISCURSO DIRIGIDO A LOS TRABAJADORES DE
PETROLERA. MÉXICO, D. F., 21 DE MARZO DE 1963.
LA
INDUSTRIA
Trabajadores de la industria petrolera: Agradezco a ustedes su amable invitación para
acompañarlos y compartir la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la
expropiación petrolera, decretada el 18 de marzo de 1938, que rescató una de las
principales fuentes de riqueza de nuestro país.
Deseo reiterarles, una vez más, que el espíritu comprensivo, la pericia y el trabajo
esforzado de los directores, técnicos y trabajadores mexicanos, aunados a un hondo
sentido de responsabilidad y un auténtico patriotismo, que existe siempre en el pueblo
de México, hizo posible el paso de todas las ramas de la industria petrolera de manos de
la dirección extranjera a manos mexicanas, las que hubieron de vencer todos los
obstáculos y las dificultades llevando a feliz término, primero, la marcha normal de la
industria y, después, coadyuvando a su desenvolvimiento ininterrumpido hasta lograr
los índices de producción que hoy ha alcanzado, abriendo así el camino para la creación
de nuevas e importantes industrias subsidiarias.
Debemos reconocer y reiterarlo públicamente, para conocimiento de las nuevas
generaciones, que la expropiación decretada en marzo de 1938 y el éxito que está
registrando la industria del petróleo, tienen como antecedentes las vicisitudes que el país
resistió a partir de haberse promulgado la Constitución General de la República,
expedida en el Congreso de Querétaro de 1917.
La historia de México nos dice de los obstáculos, presiones diplomáticas y económicas,
y en algunas ocasiones amenazas armadas que el imperialismo, representado por las
compañías extranjeras detentadoras dé la riqueza petrolera, mantuvieron en contra de
los gobiernos de la Revolución, pretendiendo desconocer las instituciones establecidas
para seguir disfrutando de la riqueza del subsuelo.
En la misma resistencia a la reforma agraria, que se registró intensamente en el país
durante más de veinte años, en que murieron campesinos solicitantes de tierras y
propietarios, no fueron ajenos los propios intereses extranjeros, que por defender los
latifundios que poseían en el país sobornaban a mexicanos, lanzándolos contra sus
hermanos que luchaban por obtener la tierra.
Y fue el apoyo unánime del pueblo mexicano a la decisión del gobierno de la República,
por la rebeldía de las compañías extranjeras que se negaron a obedecer el fallo del más
alto Tribunal de la Nación, lo que contribuyó a dar fin a la lucha violenta que se
desarrollaba en el campo por la reforma agraria.
Los terratenientes mexicanos no sólo cesaron en su resistencia armada al reparto
agrario, sino que fueron numerosos los afectados en sus propiedades, los que al
verificarse la expropiación petrolera y ver amenazada la soberanía del país, hicieron
patente su patriotismo cediendo en favor de la nación el importe de sus afectaciones, y
así el régimen de la Revolución y el pueblo de México, en una conjunción patriótica,
fincaron la paz interior dando paso a la organización institucional que ha venido
disfrutando el país.
Y fue la recuperación de nuestro petróleo y la reforma agraria lo que ha permitido
acelerar el desarrollo general del país, estimulando la independencia económica de
México.
La expropiación petrolera y la reforma agraria representan actos de afirmación de
nuestra soberanía y de protección de los intereses nacionales con base en las leyes
consagradas en nuestra Carta Magna, la que claramente asienta que corresponde a la
nación el dominio directo de sus recursos naturales y el derecho de imponer a la
propiedad privada las modalidades que dicte el interés público.
Por lo tanto, los gobiernos de la Revolución se han inspirado, como en el caso del
petróleo, en nuestras leyes constitucionales, recuperando para el patrimonio nacional
industrias vitales que impulsan la economía del país, entre ellas la básica de la
electricidad, quedando bajo el dominio de la nación las dos grandes fuentes de energía:
medios principales para encauzar el desarrollo económico independiente de nuestra
patria.
La consolidación de nuestro progreso, es bien sabido, está indisolublemente ligada a la
solución definitiva de nuestros problemas del campo, con la aplicación que el Estado
propicia de la reforma agraria, para liquidar la supervivencia de viejos y nuevos
latifundios, en razón de las legítimas demandas de justicia que el campesino reclama
para lograr para él y su familia una vida decorosa y de fincar la industrialización de
México en sólidas y permanentes bases de equilibrio.
Son ampliamente conocidas las conquistas logradas a través de los años, por la
Revolución Mexicana en materia agraria, obrera y educativa, de salubridad, de
protección y seguridad social. Y las carencias que aún pesan sobre gran parte de nuestra
población urbana y rural se deben, principalmente, a que la Revolución Mexicana, como
toda revolución profunda, encuentra escollos para la aplicación integral de sus
postulados.
Ellos provienen, en parte, de los intereses creados que se resisten a conceder prioridad a
las ingentes necesidades del pueblo y, también, por las continuas acechanzas del capital
imperialista, que no desperdicia ocasión para introducirse, directa o subrepticiamente,
en todas aquellas ramas de la producción susceptibles de caer bajo su hegemonía, en
detrimento de los intereses nacionales.
Ante esta realidad innegable, todos los ciudadanos tenemos el deber de compartir la
responsabilidad de velar porque prevalezcan y se cumplan integralmente los postulados
revolucionarios consagrados en la Constitución, tanto los que han abierto el camino de
la redención económica, social y educativa del pueblo, como los que tienden a que
impere en todo el país la justicia, eliminando el abuso del poder, que llega a ocasionar
graves males a la nación.
Considero oportuno dirigirme a ustedes, trabajadores de la industria petrolera, que han
alcanzado mejores niveles de vida, para que estudien la posibilidad de dar un ejemplo
más de patriotismo y de solidaridad, ayudando a los elementos de su propia clase,
tomando a su cargo el desarrollo integral de una región habitada por población indígena
en las cercanías de los campos petroleros.
Así las otras clases sociales quizá seguirían el ejemplo de ustedes, encargándose de
desarrollar regiones en que viven sectores indígenas con notoria pobreza y que, sin
embargo, son elementos que contribuyen con su esfuerzo y producción al alimento de la
nación; elementos que ven aún lejana su elevación económica y cultural.
Nos congratulamos de que la fecha fijada para esta reunión, con motivo del vigésimo
quinto aniversario de la expropiación petrolera, sea precisamente la de la
conmemoración del natalicio del gran patricio mexicano, Benemérito de las Amé-ricas,
don Benito Juárez, forjador de nuestra vida republicana, firme sostén de las Leyes de
Reforma y defensor de nuestra soberanía, nuestra independencia y nuestra libertad,
transitoriamente violadas por los invasores imperialistas.
Las generaciones presentes y futuras han de inspirarse en sus virtudes cívicas y en su
acendrado patriotismo, sosteniendo inflexiblemente el apotegma universalmente
aclamado que el Benemérito nos legó: "Entre los hombres como entre las naciones, el
respeto al derecho ajeno es la paz"; sólida concepción del derecho de los pueblos a la
paz, fincada en la libre determinación de sus destinos nacionales.
Nuevamente las gracias, amigos trabajadores de la industria petrolera, por todas sus
atenciones en esta memorable ocasión.
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