Televisión y TLC http://eltiempo.terra.com.co/hist_imp/HISTORICO_IMPRESO/OPINION_HISTO RICO/2005-10-06/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_HIST-2558382.html POR ÓSCAR COLLAZOS La competencia no cambiará el modelo de la TV nacional. La televisión colombiana no es buena ni mala; es televisión. Y la televisión es industria del entretenimiento y esta es el "arte" de ofrecer a un número grande de espectadores aquello que está acostumbrado a consumir fácilmente. Y lo que los espectadores colombianos están acostumbrados a consumir son telenovelas, programas de concursos, deportes y realities, costumbre creada por las programadoras. La televisión colombiana no es mejor ni peor que la peruana, la mexicana o la venezolana, ni siquiera peor que la española. Es el modelo de televisión concebido para ganar mucha plata entreteniendo a un número cada vez más grande de televidentes. Esto permite que el rating decida el modelo de televisión que producen los canales privados. Es tan eficiente el modelo adoptado por la industria colombiana del entretenimiento que, entre las 8 y las 11 de la noche, en el prime time, sólo se ven telenovelas o realities. Los informativos de la noche pasaron al horario de los murciélagos y los escasos de opinión al horario en que los murciélagos duermen. Entre los años 80 y 90, la televisión colombiana produjo un excelente modelo de dramatizado –la miniserie–, pero el formato desapareció para darles protagonismo a la telenovela y a los espacios de farándula que duran más que los informativos. La cultura fue borrada de un plumazo, dejando la "identidad nacional" en manos del melodrama. La colombiana es una televisión saturada de "información", casi siempre la misma (política doméstica, orden público, deportes y farándula) pero sin espacios de opinión que separen la paja del grano. Sin embargo, cuando un documental como La Sierra tiene 60 puntos de rating, prueba que los televidentes también quieren algo distinto a lo que les dan de comer diariamente. Tienen en parte razón los canales de televisión nacionales al prender la alarma frente a las negociaciones del TLC, que darían cabida a cuotas de pantalla privilegiadas al amo y señor de la industria mundial del entretenimiento, los Estados Unidos de América. Se sienten "conejeados" por el Gobierno pero se equivocan al decir que esta es una pelea colombiana por la cultura, cuando es una pelea por algo tan legítimo como el empleo, tan legítima como la pelea de textileros, arroceros o avicultores. Si Estados Unidos se apodera del 50 por ciento del horario de mayor audiencia, obligará a los canales colombianos a competir en situación desventajosa. Unos dicen que la competencia llevará a mejorar la calidad del producto, pero en la lógica televisiva no es cierto. La televisión no nivela para arriba sino para abajo. Los canales privados empezaron a competir empeorando el producto que venía vendiéndose en décadas anteriores. El producto estrella, la telenovela, empeoró gracias al régimen de coproducciones mexicano-venezolanas, restándoles sabor local a los nuevos programas. La globalización del mercado empezó a diluir las identidades tradicionales de masas que encontramos en Pero sigo siendo el rey o Café. Con competencia leal o desleal, el modelo de la televisión colombiana no va a ser diferente. Va a ser diferente la suerte económica de los que trabajan en ella. Si los ricos de los monopolios privados también lloran, es porque la "globalización" fue en principio aceptada por ellos: comprar enlatados baratos en el mercado USA para emitirlos en espacios publicitariamente caros del mercado colombiano.