Una oportunidad para reformular la política exterior colombiana * Maria Margarita Martinez Garbiras Colombia no es ajena a los cambios que se producen en el sistema internacional, pero a diferencia de otros Estados Latinoamericanos, su política exterior siempre se ha construido en función de hechos domésticos relacionados con el conflicto armado y/o el narcotráfico, propiciando el desarrollo de una agenda internacional limitada, centrada en fortalecer las relaciones con los Estados Unidos, olvidando la importancia de la diversificación, de fortificar las relaciones con sus vecinos más próximos y demostrando una incapacidad para buscar aliados y mercados diferentes. Por un lado, en los últimos años la política exterior se ha concentrado en un solo aliado, esta concentración exclusiva ha generado algunas consecuencias negativas. Al mismo tiempo, se ha demostrado que existe una incapacidad de los gobiernos de turno para desarrollar una política de Estado en materia internacional que ha propiciado la clientelización del servicio exterior, y que las decisiones se fundamenten en la personalidad del gobernante de turno. Las consecuencias de estos dos problemas, han generado la construcción de una visión limitada sobre la política exterior colombiana. Frente al tema de la poca diversificación, se pueden decir varias cosas, la primera se sustenta en el hecho de que el Estado colombiano ha construido su agenda internacional centrándose en Estados Unidos, de esta concentración casi exclusiva, se ha desarrollado uno de los rasgos particulares de la política exterior colombiana, la securitización de los asuntos internacionales. En este punto, vale la pena hacer una aclaración, la securitización no es el resultado de decisiones tomadas durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, esta es la consecuencia de un proceso que surge en la década de los noventa por los problemas relacionados con el narcotráfico, pero que, con el gobierno de Andrés Pastrana Arango (1998-2002) adquiere un carácter más visible, cuando se comienza hablar de una internacionalización del conflicto armado. Por consiguiente, priorizar la seguridad en la agenda de política exterior colombiana no fue un proceso tomado a la ligera. Adicional, esta profundización de la securitización tuvo como causa algunos hechos que vale la pena mencionar. El primero, fueron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 que propiciaron un cambio importante en el discurso interno. En segundo lugar, el fracaso del proceso de paz con las FARC y la llegada de Álvaro Uribe al poder, fomentaron el desarrollo de una política más contundente para combatir a los grupos subversivos. Estos tres hechos, terminaron con la formulación de la política de seguridad democrática criticada por nuestros vecinos más próximos, porque la consideraron una estrategia más del país del norte para mantener cierta injerencia en los asuntos internos de la región. Como consecuencia, el proceso de securitización y las relaciones exclusivas con Estados Unidos, permitieron el aislamiento autoimpuesto y la ideologización de los asuntos internacionales. En especial, con Venezuela y Ecuador. Por consiguiente, la concentración de la política exterior colombiana en un solo polo, idea que se fundamenta en la doctrina réspice pollum, ha generado una priorización en los temas de seguridad, ha promovido una ideologización de las relaciones con sus vecinos más próximos, y además, ha concebido la relativización de algunos principios del derecho internacional, como son la soberanía y la autonomía. Pese a lo anterior, Colombia tiene una oportunidad de examinar y de cambiar aquellas cosas que hasta el momento han generado la construcción de una agenda limitada y han permitido que la diplomacia colombiana se defina como conflictiva y unilateral. Esta oportunidad, se relaciona con la llegada de Juan Manuel Santos al poder. Hasta ahora, el nuevo gobierno ha demostrado estar dispuesto a aplicar cambios importantes. Hechos como la superación de la crisis diplomática con Ecuador y Venezuela, la búsqueda de nuevos aliados comerciales en Asia y el Pacifico y diversificar los temas de la agenda internacional, son episodios que muestran el interés del gobierno Santos por enfocarse más en la cooperación y la integración, que en la visión del realismo periférico del anterior gobierno. Al mismo tiempo, es importante dejar en claro que los problemas que aquejan a la política exterior colombiana, que no se inician durante la administración de Álvaro Uribe Vélez, pero que se ahondan durante sus dos periodos presidenciales, dejan ver la necesidad de cambio que el país tiene en materia de política exterior, pues algunos episodios de su administración, propiciaron un aislamiento, y además demostraron la visión limitada que el Estado colombiano tiene sobre los asuntos internacionales. Uno podría decir que durante la anterior década, Colombia desaprovechó algunos privilegios con los que cuenta, limitando los asuntos internacionales a una sola cuestión: el tema de la seguridad, lo que implicó de cierta forma continuar con esa vieja visión parroquial que se tiene del mundo, en la que la bilateralidad y la relación casi exclusiva con Estados Unidos pusieron entredicho su papel en la región, y en ocasiones propiciaron enfrentamientos verbales, que no se hicieron reales gracias a la mediación de otros Estados. Por consiguiente, es importante dejar en claro que con esta nueva oportunidad de virar hacia la diversificación, Colombia debe retomar el respeto por los principios del derecho internacional y dar cumplimiento a lo estipulado en la Constitución Política, permitiéndole convertirse en un Estado mediador frente a lo que sucede en la región, sin volver al papel de él “Israel Latinoamericano”, que caracterizó al gobierno anterior. Sin embargo, en la práctica persisten algunos problemas que necesitan soluciones urgentes, como es el caso de la inexistencia de una política de Estado en materia de relaciones exteriores, necesaria para evitar la clientelización del servicio exterior, pues es lamentable que el 80% de los funcionarios que nos representan en el exterior, sean cuotas políticas del gobierno, lo cual permite que la profesionalización sea una meta lejana. Adicional, se deben buscar mecanismos e instrumentos más idóneos para institucionalizar la toma de decisiones y evitar que el personalismo de nuestros gobernantes sea el instrumento central de formulación de política exterior. Este sería un buen punto de discusión, en un posible escenario de formulación de política pública en materia de relaciones internacionales. * Joven Investigadora del OPE