CASO 1: SR. MACHO Hank Allen fue acusado del asesinato de 10 mujeres. Su esposa, Jody, que finalmente testificaría contra él, había sido su cómplice, seleccionando y atrayendo a las que después se convertirían en sus víctimas mortales. Con el objetivo de profundizar en la fantasía de su marido de encontrar la “amante perfecta”, Jody lo acompañaba a centros comerciales o a ferias que se realizaban en el condado, donde hablaba con muchachas jóvenes y las convencía para que se montaran en su caravana. Una vez dentro, las víctimas se encontraban con Hank, que intimidándolas con una pistola en la mano las inmovilizaba con una cinta adhesiva. En la mayor parte de casos se trataba de adolescentes, aunque dos de las últimas víctimas eran adultas; la más joven tenía 13 años; la mayor, de 34 años, era una dependienta de bar que una noche había cerrado tarde su local, había salido a la calle para coger el coche y había bajado la ventanilla para hablar con los Allen, los cuales a su vez habían estado bebiendo en el bar y ahora se dirigían hacia ella. La secuestraron y la condujeron hacia su propia residencia. Mientras Jody estaba sentada dentro viendo una vieja película por televisión, Hank violaba a su víctima en la parte trasera de la caravana, obligándola a desempeñar el papel de su hija adolescente. A media violación, Jody se reunió con ellos, y luego, a primera hora de la mañana, volvió a aponer la caravana en marcha con la radio a todo volumen para que no se oyeran los ruidos que emitía su marido en la parte trasera de la caravana mientras estrangulaba a su víctima hasta la muerte. Esa misma noche el matrimonio celebraba el cumpleaños de Hank en un restaurante. La mayor parte de las víctimas de Hank eran muchachas bajitas y rubias como Jody y como la propia hija de Hank. De todas abusó sexualmente, disparándolas o estrangulándolas hasta la muerte; varias fueron enterradas en tumbas poco profundas. Una de ellas, una muchacha embarazada de 21 años de edad que hacía auto-stop (Jody también estaba esperando un bebé por esas fechas), fue violada, estrangulada y enterrada todavía viva bajo la arena de la playa. Hank puntuaba el rendimiento sexual de cada una de sus víctimas, no olvidándose nunca de recordar a Jody que ella no era la número uno. Jody intentó redimirse a sí misma de la insatisfacción de su marido sometiéndose a cada una de sus demandas. Incluso cuando finalmente se fue a vivir por su cuenta, fue incapaz de decir que no. Después de estar separados por espacio de varios meses, Hank la llamó pidiéndole que volvieran a juntarse. Ella accedió, y aquel día rubricaban su novena y décima víctimas. La violencia de Hank fue un legado de su padre. Cuando nació, su padre, de 19 años de edad, cumplía sentencia por robo de coche y por pasar billetes falsos. Más tarde volvió a estar convicto por robo de segundo grado, pero se fugó. Al poco tiempo se inició una persecución de película, ya que le capturaron, volvió a escaparse, de nuevo volvieron a dar con él, y logró finalmente fugarse otra vez, matando a su paso a un agente de policía y a un guardia de la cárcel, al cual había dejado ciego tirándole ácido a la cara antes de pegarle hasta la muerte. Poco antes de que fuera ejecutado, su padre escribió: “cuando maté a este policía, me hizo sentir bien por dentro. No puedo olvidar lo bien que me hizo sentir, ya que esa sensación me catapultó a la máxima felicidad…”. Hank creció rodeado de comentarios que repetían continuamente que iba a ser calcado a su padre, y cuando cumplió los 16 años se enteró de que éste había sido capturado y posteriormente ejecutado en la cámara de gas gracias al testimonio de su esposa y madre de Hank, que había revelado el lugar dónde se ocultaba. Hank confesó tiempo después a la policía: “a veces [pienso] en volarle la cabeza…a veces querría meterle una bala en la boca y traspasarle el cuello…”. Durante una exploración psiquiátrica forense, Hank reveló que su madre era el objeto de su principal fantasía sexual: “quería atarle los pies, desnudarla, colgarla de los pies, darle vueltas, con una hoja de afeitar producirle pequeños cortes, muy pequeños, y ver cómo le corría la sangre y cómo le goteaba de la cabeza. Colgarla en el lavabo, rociarla de cola de avión y prenderle fuego. Tatuarle una perra en la frente… La madre de Hank había pegado y se había mofado de su hijo (niño que se hacía pis en la cama hasta los 13 años) llamándole “meapantalones” delante de los invitados. Uno de sus maridos le había castigado cruelmente, forzándole a beber orina y torturándole la muñeca con un cigarro encendido. Cuando su madre trató de intervenir, el padrastro le empotró la cabeza contra la pared. A partir de ese momento, ella se unió a la práctica de abusos contra el muchacho. Desde una edad que apenas recordaba, Hank tenía pesadillas donde le estrangulaban con un hilo de nilón o le ataban a la silla de una cámara de gas mientras éste, de color verde, flotaba en el ambiente. Hank, con un hermano suyo mayor, empezó a cometer robos en domicilios a los 7 años, y a los 12 ya paseaba por la calle en libertad condicional. Un año después, fue enviado a la California Youth Authority acusado de cometer “actos lujuriosos y lascivos” con una niña de 6 años de edad. Como adolescente se enfrentó a cargos por robo a mano armada y robo de coche. Debido a su falta de asistencia habitual a la escuela, suspendió en el instituto a los 17 años con un muy deficiente en cinco asignaturas lectivas y en otras tantas asignaturas de “ciudadanía”. Ese mismo año se casaba por primera vez. Tuvo frecuentes pérdidas de conciencia debido a peleas y entró dos veces en coma, brevemente a los 16 años y durante una semana a los 20. Se le practicó una tomografía craneal computarizada que puso en evidencia “surcos anormalmente aumentados y ventrículos ligeramente dilatados”. Se le sometió a una batería de pruebas neuropsicológicas que revelaron “daños en el lóbulo frontal derecho”. Hank se casó siete veces. Pegó a todas sus esposas, algunas veces gravemente. La mayor parte de sus matrimonios no duraron más de pocos meses. Una de sus mujeres le describió como “dominante”, y decía “tendría que estar bajo control”. Otra, a la que arrancaba mechones de cabello de la cabeza, le calificaba como “un Jeckyll y Hyde”. Y otra decía que era un “vicioso”. Cuando ésta le dijo que deseaba irse, él se vengó dando una paliza a los padres de la muchacha. La mujer acabó abandonándole, pero reemplazó a su madre en su fantasía principal. Se habían casado 5 días después del nacimiento de su hija y hubo una batalla legal por su custodia. A pesar de su largo historial de abusos, robos y violaciones de palabra, Hank ganó el juicio. Cuando tenía 23 años, Hank se entregó a una orgía de delitos en un área que cubría cinco estados. Robando permisos de conducir y automóviles, atracando bares y comercios, pudo eludir ser capturado hasta que lo capturaron y lo encerraron por robo a mano armada. Fue condenado a 5 años de cárcel y atacó sexualmente a su hija de 6 años de edad durante el primer permiso conyugal del que dispuso. Después de obtener la libertad, Hank se fue a vivir con su madre, quien no le había visitado durante sus últimos 3 años y medio de cárcel. Una vez allí, mantuvo relaciones con una mujer a la que dejó embarazada y en una ocasión la echó de la cama a patadas, cuando ella rechazó el coito anal. Decidió no casarse con ella. La muchacha consideraba tiempo después que “no quería asumir la responsabilidad”. Trece días después de que ella diera a luz, él contrajo matrimonio con otra mujer, su quinta esposa. Tenía por entonces 28 años. Hank y su quinta esposa se separaron cuando él obtuvo la libertad antes de cumplir la totalidad de la condena. Se fue a vivir con su hija de 13 años de edad, a la cual dejó rápidamente embarazada teniendo que abortar. En este tiempo, su hija había reemplazado a su primera esposa en su fantasía favorita y solía violarla en la parte trasera de la caravana donde posteriormente él y Jody seducirían a sus víctimas. La había violado por primera vez cuando ella hacía el cuarto curso de EGB y durante los 6 años siguientes la continuó violando al menos una vez por semana. Cuando su hija invitó a una amiga a pasar 2 semanas con ellos, también la violó. Tenía 30 años, y no había acabado de divorciarse de su quinta esposa cuando se fue a vivir con Jody. En las fechas en que se conocieron, Hank ya había sido arrestado en 23 ocasiones. Durante el verano siguiente, Hank fue despedido de su trabajo como conductor. Ya le habían despedido muchas veces, y este hecho solía generarle impotencia sexual. Un empleado le describió una vez como “inadecuado”. Una semana antes Hank había celebrado su cumpleaños sodomizando a su hija de 14 años de edad. Cuando ésta informó finalmente a las autoridades sobre los 6 años de abuso continuado, fue acusado de delitos de incesto, actos sexuales ilegales, sodomía y copulación oral. Hank contraatacó cambiando de nombre. Utilizando el permiso de conducir que había robado a un agente de policía del estado, obtuvo una nueva partida de nacimiento y un nuevo número de la Seguridad Social, de forma que él y Jody pudieron irse a vivir a otra ciudad. Poco antes de su último arresto, Hank, un entusiasta de las armas de fuego, tenía un rifle de asalto semiautomático, una pistola automática, dos revólveres y una Derringer (arma corta, pero de gran calibre). Por entonces trabajaba en un bar. Un colega suyo le describió como un mujeriego y dijo que ls mujeres le llamaban al trabajo a todas horas. Después de colgarles el teléfono, las puntuaba. Varias de ellas se refirieron a él como “Sr. Macho”. Hank abusaba asimismo de la bebida. Jody le previno en una ocasión en que conducía y bebía a la vez que esa combinación era ilegal. “A la mierda con la ley”, respondió él. Finalmente, recibió múltiples penas de muerte por todos sus crímenes. CASO 2: MI CLUB DE FANS En el transcurso de una exploración rutinaria, Nick, un hombre afroamericano de 25 años de edad, soltero, empezó a llorar de forma súbita exclamando que estaba muy deprimido y pensaba en el intento de suicidio que había llevado a cabo durante su adolescencia sintiéndose exactamente igual que ahora. Su médico lo remitió para una evaluación psiquiátrica. Nick es un hombre alto, guapo, musculoso y con barba. Va meticulosamente vestido con un traje blanco y lleva una rosa en la solapa. Entra en el despacho del psiquiatra, hace una pausa brusca y exclama: “¿No son bonitas las rosas en esta época del año?”. Cuando se le pregunta el motivo de la consulta, replica riendo que lo ha hecho para calmar a su médico de cabecera, “que parecía preocupado” por él. Asimismo, acaba de leer un libro de psicoterapia, y espera que “a lo mejor existe alguien muy especial que pueda llegar a entenderme. Me he convertido en el más increíble de los pacientes”. A continuación toma la batuta de la entrevista y empieza a hablar de sí mismo, advirtiendo, medio bromeando: “Esperaba que usted sería tan atractivo como mi médico de cabecera”. Nick saca de su cartera una serie de recortes de periódico, su curriculum, fotografías de sí mismo, entre las cuales puede vérsele con famosos personales, y un billete de 1 dólar con su cara estampada y reemplazando la de George Washington. Usando todos estos objetos como guía, empieza a contar su historia. Explica que durante los últimos 2 años ha “descubierto” a algunos actores actualmente famosos, a uno de los cuales describe como “físicamente perfecto y de una adolescencia palpitante”. Se ofreció voluntariamente para coordinar la publicidad de este actor, y como parte de ello posó en un bajo recreando una famosa escena de su película más conocida. Nick, imitando la voz del actor, riendo primero y luego adoptando un tono más serio, describe cómo él y el actor compartían pasados similares. Ambos fueron rechazados por su familia y compañeros, pero lo superaron y obtuvieron la fama. Cuando el actor llegó a la ciudad, Nick alquiló una limousine y se mostró en la gala “a modo de broma” como si él fuera la estrella. El agente del actor se molestó por lo que había hecho, lo que provocó que Nick cogiera una rabieta. Cuando Nick se tranquilizó, se dio cuenta de que estaba “perdiendo mi tiempo promocionando a otros, y que ya había llegado la hora de que me promocionara a mí mismo”. “Algún día”, decía señalando la fotografía del actor, “querrá ser presidente de mi club de fans”. Nick tiene poca experiencia como actor profesional, pero está seguro de que el éxito es “sólo una cuestión de tiempo”. Vuelve a meter la mano en su cartera y saca material del tipo promocional que ha escrito para sus actores y dice: “Debería escribirle cartas a Dios ¡Le encantarían¡”. Cuando el psiquiatra muestra su sorpresa por el hecho de que algunos materiales vienen formados por un nombre diferente del que ha dado en recepción, Nick muestra un documento legal que da fe del cambio de nombre. Ha cambiado sus apellidos de orden. Cuando se le pregunta por su vida amorosa, Nick confiesa que no tiene ninguna relación, y eso es porque las personas son simplemente “superficiales”, A continuación despliega un recorte de periódico donde ha escrito su nombre y el de su ex-amante a modo de de titular que reza: “Han terminado”. Hace poco, se enamoró y salió con un hombre que tenía su mismo apellido; pero poco a poco fue desencantándose, y se dio cuenta de que este hombre era odioso y resultaba embarazoso salir con él porque vestía pobremente. A continuación, Nick explica que tiene más de 100 pajaritas y aproximadamente 30 trajes, y se siente orgulloso de lo mucho que gasta en “arreglarse”. En la actualidad no mantiene relaciones con otros homosexuales, y los describe como “sólo interesados en el sexo”. Considera a los hombres heterosexuales como “simples y sin sentido estético”. Las únicas personas que lo han entendido han sido hombres mayores que han sufrido sus mismas penalidades. “Un día, las personas simples y felices que me han ignorado harán cola para ver mis películas”. El padre de Nick, alcohólico, siempre había sido muy crítico con él, casi nunca estaba en casa y tenía muchos líos con otras mujeres. Su madre era “como una amiga”. Estaba siempre deprimida por los líos de faldas de su marido y se volcó con su hijo, dándoles besos en los labios hasta que Nick cumplió los 18 años, época en que ella empezó una relación por su cuenta. Nick se sintió abandonado por este hecho y realizó su primera tentativa de suicidio. Describe su infancia como una tortura, ya que sus compañeros se reían de él por su poca corpulencia, hasta que decidió someterse a un programa de musculación. Al final de la entrevista Nick es remitido a un médico experimentado asociado al hospital, que cobra unos honorarios mínimos (10 dólares) que el paciente puede permitirse. No obstante, Nick solicita ser remitido a alguien que pueda ofrecerle un tratamiento gratuito, ya que no ve ninguna razón por la que debe pagar a nadie si el terapeuta “va a salir ganando tanto como yo mismo”. CASO 3: DIGAS LO QUE DIGAS Elena tiene 25 años y es su novio quien la lleva a urgencias porque los síntomas, demandas y comportamiento caótico de ella le están inquietando, cada vez más. La principal queja que ella plantea a los profesionales es: "No dejo de pensar en matarme". Elena es una secretaria competente, tiene su propio apartamento y es autosuficiente. Asiste también a clases nocturnas en la universidad, porque desea progresar en sus estudios y no "seguir siendo una secretaria toda mi vida". La actual crisis comenzó cuando su novio, Mario, no aceptó su petición de matrimonio tras una relación de 2 años de duración. Elena comenzó a telefonearle a su trabajo exigiéndole cada vez más tiempo para ella, y llegó a amenazarle diciendo que se mataría si no pasaba cada noche con ella. Mario refería que esas exigencias, las llamadas telefónicas y las amenazas crecientes llegaban a ser insoportables y que estaba deseando acabar, de una vez, con esa relación. La noche en que Mario llevó a Elena a urgencias, le había dicho que tenía que marcharse de viaje de negocios y que estaría fuera varios días. Elena insistió en que se marchaba con el único fin de alejarse de ella. Comenzó a agitarse intensamente y a decir, con un tono violento, que iba a matarse. En urgencias, Elena menosprecia, airada, a su novio delante de los profesionales y le acusa de estar utilizándola para rechazarla después. Tras separar físicamente a la pareja, los profesionales pueden obtener la historia del desarrollo progresivo de los síntomas de Elena. En respuesta al estrés de los últimos meses, la paciente ha presentado un estado de ánimo depresivo con oscilaciones, tendencia a la hipersomnia (especialmente por las noches y los fines de semana) y a darse atracones de comida que le han provocado un aumento de peso de 8 kg. Dice que se siente constantemente ansiosa y cada vez le cuesta más concentrarse en sus estudios. Ha continuado trabajando durante este periodo de estrés, buscando el apoyo de sus compañeros de oficina. La atención prestada por Mario o por sus compañeros de trabajo hace que su estado de ánimo mejore, y este estado se mantiene siempre que ellos están a su lado. Elena experimenta síntomas más intensos cuando está sola. Incluyen fantasías prolongadas de matar a su novio y el deseo de hacerse daño a sí misma. Dice que en varias ocasiones ha llegado a hacerse cortes con una cuchilla de afeitar y afirma que, cuando lo está haciendo, se ve a sí misma como si estuviera distanciada, aturdida y muerta, sin sentir dolor. Según la paciente, en esos momentos se siente gorda y poco atractiva, además de considerarse incapaz de despertar el cariño de los demás y poco deseable. Entonces telefonea a su novio y le amenaza con suicidarse a menos que él vaya a hacerle compañía. Su novio explica que Elena ha comenzado a perder el control de su mal genio. Por ejemplo, antes de llevarla a urgencias, en plena discusión había llegado a agredirle a golpes. Elena es la menor de cuatro hijos y una de las dos niñas. Sus padres se separaron y se divorciaron cuando ella tenía 3 años porque su padre era alcohólico y abusaba físicamente de su esposa e hijos. Un secreto familiar era que su hermano, 5 años mayor que ella, había abusado sexualmente de ella cuando tenía 10 años. Durante la adolescencia, Elena salía con un grupo marginal y comenzó a consumir drogas. Para conseguirlas, pronto comenzó a mantener relaciones sexuales. La paciente dijo que su madre atribuía su rebeldía adolescente a la necesidad que tenía de "encontrar un padre" y que pensaba que Elena "confundía sus impulsos sexuales con el deseo de ser amada y cuidada". A los 16 años de edad, Elena ya había iniciado el patrón de relaciones inestables y caóticas con hombres que sigue caracterizando su vida adulta. A los 17 años tomó su primera sobredosis de sustancias porque, según ella, su novio la había rechazado. Después de este incidente, se produjo una serie de intensas relaciones de acuerdo con un patrón similar: Elena se enganchaba de manera progresiva hasta que se separaba gradualmente de sus compañeros. Los rechazos eran indicados por un periodo de ira y autoabuso, seguido de una nueva e idéntica relación. El actual novio de la paciente es sólo el último de una larga serie de compañeros frustrantes.