«Políticas ante la despoblación en el medio rural: Un enfoque desde la demanda»

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Políticas ante la despoblación
en el medio rural:
un enfoque desde la demanda
Luis Antonio Sáez Pérez
Vicente Pinilla Navarro
María Isabel Ayuda Bosque
Universidad de Zaragoza
ager • no 1 • 2001
Revista de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo Rural
Journal of Depopulation and Rural Development Studies
Páginas: 211-232
ISSN: 1578-7168
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Luis Antonio Sáez Pérez y Vicente Pinilla Navarro son profesores titulares en el Departamento de
Estructura e Historia Económica y Economía Pública, y María Isabel Ayuda Bosque lo es en el de Análisis
Económico, ambos pertenecientes a la Universidad de Zaragoza.
Dirección para correspondencia:
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
Gran Vía, 4
50005 Zaragoza
Correos electrónicos:
lasaez@posta.unizar.es
mayuda@posta.unizar.es
vpinilla@posta.unizar.es
Políticas ante la despoblación en el medio rural: un enfoque desde la demanda
Resumen: El objetivo de este artículo es analizar las políticas que pueden plantearse ante la despoblación rural desde la perspectiva de los agentes involucrados. Los estudios publicados en la literatura económica más reciente sobre el cambio demográfico sostienen en sus resultados empíricos que las conductas
demográficas dependen, fundamentalmente, de aspectos relativos a la calidad de vida del lugar donde residir, de la compatibilidad entre los ámbitos laboral y familiar, y de la estabilidad económica para planificar
sin incertidumbres un proyecto vital que incorpora dichas decisiones. El medio rural adolece, por comparación con el de las aglomeraciones urbanas, de unas carencias mayores en las dotaciones de bienes y servicios, especialmente los de carácter colectivo, que facilitan esas opciones.
El análisis de las políticas poblacionales conlleva también el de los principios en los que se apoyan
los objetivos. Concluimos que una visión en la que los deseos de las personas ocupen la posición central de
toda intervención pública es la pertinente, por eficaz y por coherente con la perspectiva de la demanda
estudiada.
Palabras clave: desarrollo rural, políticas sobre población, despoblación, economía aplicada.
Policies in response to the phenomenon of rural depopulation : a demand side approach
Abstract: The aim of this paper is to analyse the policies that might be implemented in response to
the phenomenon of rural depopulation when considered from the perspective of the agents involved in this
process. The empirical results reported in the most recent economic literature on demographic change
would appear to suggest that demographic conduct depends essentially on three aspects. First, the quality
of life found in the place of residence. Secondly, the compatibility between the employment and the family
environment. Thirdly, the economic stability that is required in order to plan a life project that incorporates
decisions on these aspects taken in the absence of uncertainty. In this regard, the rural environment, when
compared with urban agglomerations, suffers from a serious deficit in terms of its endowment of goods and
services, especially of a collective character, which facilitates the taking of these decisions.
The analysis of population policies also involves an analysis of the principles upon which their
objectives are based. The conclusion drawn from the study is that any policy aimed at addressing this problem should be drafted in such a way that the wishes of the individuals involved occupy the central position. This approach is both efficient and coherent with the demand side perspective adopted in the paper.
Keywords: rural development, population policies, depopulation, applied economics.
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1. Introducción
Hasta fechas relativamente recientes, las investigaciones en temas demográficos con mayor repercusión eran las que analizaban el crecimiento de la población
mundial y los posibles problemas que éste planteaba para los países subdesarrollados.
De forma paulatina, en los países industrializados, el estudio de la población se ha ido
relacionando con el uso de los recursos naturales, la generación de residuos y la sostenibilidad del actual modelo de crecimiento1, junto con la discusión sobre las políticas más adecuadas a adoptar ante la intensidad del fenómeno inmigratorio. La
viabilidad financiera del vigente modelo europeo continental de Estado del Bienestar
y el temor a un declive demográfico de estos países han tendido, finalmente, a entrecruzarse en el debate más actual sobre el tema.
Sin embargo, junto a estas aproximaciones agregadas de lo poblacional existen
perspectivas analíticas complementarias que muestran otro tipo de situaciones. Si se
incorpora el ámbito espacial y se desciende a los niveles inferiores de la organización
administrativa, nos encontramos con que pequeños núcleos de población de las áreas
rurales más periféricas se encuentran despoblados o en un breve plazo tienen bastantes probabilidades de estarlo. Dicho problema ha sido reconocido por la mayoría de los
gobiernos occidentales a los que les afecta y por algunas instancias internacionales,
como la OCDE o la Unión Europea2, y se ha incorporado a la agenda política de la
1• Sobre esta cuestión, ver Naredo (1987).
2• La reciente Conferencia sobre regiones despobladas y políticas estructurales de la Unión Europea,
celebrada en junio de 2001 en Lycksele, así como la Operación Integrada de Desarrollo propuesta
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última década con entidad propia, configurando un amplio conjunto de medidas al
respecto.
En nuestro caso, en las páginas que siguen analizamos las medidas que se plantean ante la despoblación en el medio rural desde la vertiente de la demanda, esto es,
desde la percepción de quienes protagonizan las decisiones sobre dónde residir, cuántos hijos tener y cuándo. Para ello, comenzamos el trabajo enunciando de forma
somera los rasgos de las zonas afectadas. En un segundo epígrafe sistematizamos las
políticas según los sucesos y agentes sobre los que intenta influir, y efectuamos una
valoración de las mismas en función de sus fines y formas de ejecutarse.
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No entramos, por tanto, en este trabajo a considerar aquellas estrategias basadas en el fomento de la estructura productiva y en la provisión de infraestructuras
públicas de transporte, lo que podría denominarse un enfoque desde la oferta, aun
cuando inciden también de forma decisiva en la configuración demográfica de las
áreas rurales. El sesgo de esta exposición se debe a la mayor atención volcada hacia
dichas variables relativas al desarrollo endógeno o a la inversión pública en la literatura más habitual sobre el medio rural3, mientras que los factores determinantes de la
residencia han sido menos atendidos y, sin embargo, desempeñan un papel también
protagonista.
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2. Caracterización del problema demográfico en
las áreas rurales despobladas
El declive demográfico de los territorios que en la actualidad presentan en la
Unión Europea un problema más grave de despoblación es fruto de un largo proceso
de escasa adaptación a los sucesivos cambios estructurales que han ido afectando a
su economía en los siglos XIX y XX, es decir, durante el proceso de industrialización y
por la OCDE sobre Teruel como programa piloto para generalizar posteriormente a otros territorios
con carácter periférico y débil estructura demográfica pueden ser ejemplos del aludido reenfoque
de la política económica regional.
3• Muestras recientes de esa línea investigadora más consolidada en torno al desarrollo local y sus
repercusiones poblacionales desde la perspectiva de la oferta son los trabajos de Regidor (2000) y
Vázquez Barquero (1999).
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desarrollo capitalista. Su situación de partida las hacía menos competitivas que otras
áreas del mismo país o región, por lo que solían entrar en una dinámica degenerativa
ya desde el principio del proceso modernizador debido a que, como consecuencia de
unas menores oportunidades de negocio y empleo, y, en definitiva, de lograr ingresos
comparables, la población emigraba y el ahorro se canalizaba hacia las zonas urbanas
donde radicaban los sectores más productivos y rentables4. En ausencia de nuevas
especializaciones productivas que posibilitaran una adecuada inserción en el dinámico
desarrollo industrializador, la debilidad económica inicial se acentuaba por la salida de
las personas más jóvenes y emprendedoras y se iniciaba una espiral en la que causas
y efectos, demográficos y económicos, interactuaban para evolucionar hacia una
situación peor, al menos en términos comparativos con las regiones más competitivas5. La emigración era el resultado de un crecimiento desequilibrado, polarizado y
acumulativo que, en aquellas áreas con “menor éxito económico”, podía suponer su
despoblación6.
La urbanización y la construcción del Estado del Bienestar en Europa Occidental
tendieron, además, a reforzar dicha pauta migratoria. La percepción de los mejores
servicios públicos existentes en el medio urbano o la atracción del modo de vida imperante en las ciudades serían también variables a tener en cuenta a la hora de explicar
el éxodo rural.
Estos grandes flujos de población deberían haberse estabilizado progresivamente de forma espontánea “por las propias fuerzas del mercado”, según el discurso
económico neoclásico, ya que tras los procesos de concentración de capital y población deberían surgir efectos difusores que tendieran a la igualación en la renta per
cápita de las distintas zonas. Aunque las áreas rurales periurbanas de las grandes
metrópolis sí han conseguido beneficiarse al cabo de un tiempo de ese reflujo económico y demográfico, los lugares de accesibilidad menor y con peores dotaciones de
infraestructuras y servicios apenas han escapado a la dualidad y polarización inicial.
El fin de las migraciones masivas tuvo más que ver con la irrupción de una crisis económica, industrial, en las zonas de atracción, y con el papel asistencial del Estado del
Bienestar, que redujo los incentivos a la movilidad laboral y geográfica7. Además,
4• Una revisión teórica sobre la dinámica migratoria en Silvestre (2000).
5• Sobre disparidades espaciales en el crecimiento económico en el proceso de industrialización española, Germán (1993) y (1995) y Martín Rodríguez (1988).
6• Para los territorios del Valle medio del Ebro, puede encontrarse un análisis en este sentido en
Gallego, Germán y Pinilla (1991); para Aragón, Pinilla (1995).
7• Bentolila (2001).
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desde el lado de la oferta de población, el propio agotamiento de la reserva demográfica en las zonas rurales puede contribuir a explicar dicho fin. El reequilibrio en capacidad adquisitiva individual o familiar queda en entredicho en el momento que se
contrasta en términos agregados espaciales la hipótesis de convergencia. Se aprecia
entonces que sólo ha habido aproximación en la riqueza en la medida que ha habido
divergencia demográfica, esto es, despoblamiento del mundo rural a través de una
intensa emigración, y reparto entre cada vez menos residentes de un valor añadido
que aunque crecía, lo hacía mucho más lentamente que en las zonas urbanas8.
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En cambio, durante los últimos años, el crecimiento vegetativo, nacimientos
menos defunciones, aparenta ser el elemento más determinante de la evolución
demográfica de las áreas despobladas, ya que sus saldos migratorios son muy reducidos, e incluso en algunos casos positivos. Pero esta nueva caracterización no puede
interpretarse al margen del pasado. El actual predominio de las muertes sobre los
nacimientos, en la mayoría del mundo rural, es consecuencia de aquella reiterada erosión que sobre la base de sus pirámides demográficas suponía la emigración de los
más jóvenes durante varias décadas. Hoy nacen bastantes menos niños que ancianos
mueren porque el porcentaje de mujeres en edad fértil es bajo, aunque su índice de
fecundidad suele ser superior al de la mujer urbana, y porque la tasa de envejecimiento es sumamente elevada, lo que da lugar a un mayor número de muertes,
aunque la salud de las personas mayores sea aceptable. Ambas cosas, desequilibrio en
el género y envejecimiento relativo, derivan de los movimientos migratorios precedentes, cuya repercusión todavía genera esos sesgos con carácter irreversible en
muchos casos.
Por otro lado, la neutralidad de los actuales saldos migratorios del mundo rural
también esconde otros efectos perceptibles en el medio plazo en términos de descapitalización social y, en última instancia, demográfica. El actual equilibrio entre llegadas y salidas tiene distintos componentes principales en cada caso. Entre los
emigrantes predominan aquellos jóvenes cualificados que no encuentran en los
pequeños núcleos de los que proceden una continuidad laboral acorde con su formación. El colectivo femenino todavía se ve más afectado por esta limitación y se manifiesta más proclive a emigrar hacia la ciudad, ya que su perfil de estudios suele encajar
mejor en las actividades del sector servicios, el cual es muy reducido en el medio rural.
8• Una ilustración de esta dinámica en el caso español puede seguirse en García Greciano y Raymond
(1999).
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La inmigración hacia las pequeñas poblaciones suele estar compuesta en gran
medida por personas mayores que, al jubilarse, retornan a su lugar de origen. Dadas
sus circunstancias personales, generan unos flujos de renta bastante estables y originan que surjan o se consoliden una serie de actividades a su alrededor. No obstante,
las carencias en sanidad y servicios asistenciales en los núcleos más reducidos limitan
el que el fenómeno sea más intenso y generalizado. Por consiguiente, y aun cuando
es beneficiosa económica, social y culturalmente esta vuelta de los emigrantes de hace
décadas, su contribución a la competitividad es reducida en comparación con la que
podrían añadir los jóvenes cualificados que no vuelven tras sus estudios. En consecuencia, el equilibrio migratorio entre la ciudad y el mundo rural no es tal, ya que persevera en la polarización y en la asimetría de los potenciales de desarrollo de cada
ámbito.
Junto a estas circunstancias desencadenadas desde la iniciativa privada, la
acción, y más la omisión, de los gobiernos también ha influido en la configuración
demográfica del ámbito rural. Es decir, para interpretar la situación, a los “fallos del
mercado” antes comentados hemos de sumar los “fallos del gobierno”9. En concreto,
una situación compartida por la mayoría de las áreas débilmente pobladas es la menor
dotación de servicios públicos que fundamentan el Estado del Bienestar –educación,
sanidad, cultura, centros asistenciales, ocio-, y, por ende, el ejercicio de la ciudadanía.
Sin duda, las indivisibilidades de la mayoría de las infraestructuras sociales, que no
pueden prestarse en unidades reducidas e implican unos costes fijos muy elevados,
complican las decisiones de unos gestores públicos que disponen de unos recursos
escasos para satisfacer unas demandas muy intensas y crecientes10. Pero también, el
mercado electoral suele inducir una geografía presupuestaria en la que las zonas más
pobladas y con mayor rédito político atraen inversiones públicas más cuantiosas.
En suma, las zonas rurales más despobladas han visto cómo se debilitaba su frágil base demográfica durante los procesos de modernización de la estructura productiva del territorio más amplio del que forman parte. Los movimientos migratorios
reajustan en dicho espacio las dotaciones de factor trabajo de los sectores tradicionales y modernos, en una dinámica polarizada y divergente de la que quedan centrifugadas las áreas rurales menos competitivas. La estabilidad posterior, por agotamiento
9• Wolf (1995).
10• Sobre las contradicciones entre los criterios de dotación y de necesidad a la hora de considerar la
provisión de bienes públicos en distintos territorios puede consultarse, entre otros, De la Fuente
(1999 a). En López Laborda y Salas (2000) se aborda la problemática específica de los servicios públicos en territorios débilmente poblados.
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de los excedentes laborales o por crisis de los sectores y territorios receptores, no logra
corregir un elevado envejecimiento de la población que permanece, la cual carece ya
de posibilidades de regenerar por sí misma su estructura demográfica. Desde la esfera
pública, los retrasos en llevar adelante una política territorial tendente a compensar
los desequilibrios en infraestructuras sociales y de red han contribuido a que la calidad de vida del medio rural fuera menor que la de las ciudades, y a que entren en
escena factores relativos a la demanda, es decir, aquellos que tienen que ver con la
percepción de los ciudadanos en torno a cuáles pueden ser sus expectativas vitales. En
los dos epígrafes que siguen comentaremos qué políticas suelen proponerse y cómo
encajan en este diagnóstico11.
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3. Políticas ante la despoblación rural
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Son múltiples los criterios clasificatorios aplicables a las intervenciones públicas. En el caso de las políticas ante la despoblación podríamos enfocarlas en función
de los instrumentos que las desenvuelven –transferencias, incentivos fiscales, regulaciones, inversiones, educación y formación, políticas sectoriales-, según los objetivos
que pretenden –aumento de la población, reequilibrio territorial, incrementar el bienestar, promover la equidad, fomento de la competitividad- o por los sucesos demográficos en los que inciden. Estas taxonomías interfieren entre sí de manera
complementaria y, de hecho, vamos a combinarlas. No obstante, pretendemos enfocar
la argumentación sobre las decisiones que configuran las conductas demográficas
entendiendo que los nacimientos, el envejecimiento y las migraciones afectan a las
variaciones de población en las zonas rurales.
Medidas relativas a la natalidad
El descenso de la natalidad es un fenómeno asociado a la modernización de
las sociedades. En las etapas iniciales aquella se reduce lentamente y mantiene una
11• Los rasgos señalados en este epígrafe han sido abordados de forma más detenida para el caso de los
territorios despoblados de Aragón en Ayuda, Pinilla y Sáez (2000).
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amplia superioridad sobre una tasa de mortalidad que, en cambio, disminuye rápidamente –fase de transición en el modelo demográfico en la que el crecimiento
vegetativo se dispara-; posteriormente, al cabo de varias décadas, tienden a converger ambas ratios. En los países del Sur de Europa la caída en el número de
nacimientos ha sido finalmente más intensa que en los de la Europa Nórdica y
Central, en la medida que el cambio cultural y social relativo a la mujer –acceso al
mercado laboral, estudios, control de natalidad- se ha concentrado en un periodo
más breve, sobre una generación que ha retrasado y reducido sus decisiones relativas a la descendencia.
En el medio rural, lo hemos señalado antes como un rasgo específico, los indicadores relativos a los nacimientos son aún más bajos porque la proporción de mujeres en edad fértil es sensiblemente inferior a la de las ciudades, diferencia más extrema
conforme más reducido es el tamaño de la población. En algunos casos esta situación
es tan extrema, -ausencia de mujeres en edad fértil y pocas probabilidades de que
inmigren parejas jóvenes-, que es posible identificar algunas poblaciones en situación
terminal. En consecuencia, las políticas tendentes a fomentar la natalidad en territorios débilmente poblados requieren ciertas exigencias adicionales específicas, que
sobre todo deben incidir en lograr que las parejas de jóvenes, y en especial las mujeres, puedan compatibilizar sus proyectos profesionales con su residencia en las pequeñas poblaciones, así como hacer explícitas las oportunidades de desarrollo local que
pudieran atraer emprendedores. Por tanto, junto al análisis de las políticas generales
que influyen en la natalidad, hemos de profundizar en los matices que se derivan de
una territorialización de dichas medidas.
Hasta hace unos años, la política demográfica se identificaba de forma casi exclusiva con los apoyos directos al aumento de la prole –políticas natalistas basadas en desgravaciones fiscales, transferencias y discriminaciones positivas a las familias numerosas
en el acceso a ciertos servicios-. Se suponía que el número de hijos era una decisión en
sí misma, autónoma de otro tipo de consideraciones de las parejas, y por tanto incentivable de forma inmediata sin interferencias, ya que el margen de actuación de las mujeres no podía sobrepasar el de su especialización en la crianza de los hijos12.
En cambio, en la actual agenda pública, así como en el debate de los expertos
y teóricos, este tipo de medidas natalistas desempeña un papel secundario tanto por
su escasa vigencia como por el elevado coste que debiera alcanzar una transferencia
12• Una contrastación empírica de los determinantes de la fecundidad en España, teniendo en cuenta
beneficios fiscales, para los años 1979-1999 en Zárate (2001).
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o subvención para tener algún grado de influencia directa. Hoy en día la decisión sobre
tener o no tener hijos y su número incorpora además de los gastos inmediatos cuantificables (los que podrían servir de referencia a la medida pública compensatoria) los
denominados costes de oportunidad13, subjetivos, pero que en cualquier caso implican unas restricciones muy intensas en términos de renuncias profesionales y de ocio
así como de modificación de los criterios de la pareja sobre el ahorro, el endeudamiento y la inversión. Además, también juega en contra su escasa eficacia. Se ha
comprobado que las políticas pronatalistas tienen un impacto limitado pues afectan
sólo a unos colectivos o segmentos de población muy concretos, que harían de la
paternidad un fin para su subsistencia, y para que conservaran su efectividad deberían
ser constantemente actualizadas al alza14. Es decir, la subvención pública que induciría a tener un hijo adicional habría de ser muy elevada para la mayoría de las familias,
estrategia inabordable por los gobiernos por su altísimo coste.
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En todo caso, sí pueden y deben plantearse correcciones en la imposición
directa y ofrecer ciertas garantías a las familias numerosas en el acceso a determinadas prestaciones del Estado del Bienestar (educación, sanidad, vivienda), pero al objeto
de mejorar la eficiencia y equidad de dichas medidas, no como causa activa con la que
modificar las pautas sobre el número de hijos. Su justificación sería la de una compensación ex post por una externalidad positiva que generan las familias numerosas,
sin tratar de influir en las motivaciones previas acerca de la paternidad y de la maternidad con base en recompensas fiscales.
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En cambio, son determinantes de la natalidad ciertas circunstancias de tipo
indirecto, como la situación laboral, el precio de la vivienda, y la calidad de los servicios asistenciales, los cuales suscitan una aproximación más global al tema de la descendencia, considerando la calidad de vida de las parejas. Brevemente nos detenemos
en sus términos generales y en los que aluden de manera más específica a la problemática rural antes descrita.
En la sociedad actual el trabajo ocupa una posición central, como medio a través del cual obtener una remuneración, pero también, en gran medida, como una vía
13• El coste de oportunidad se considera el valor de la mejor alternativa posible a la que se renuncia por
dedicar los recursos a otra actividad concreta. Al hilo de este argumento, la Teoría sobre la familia,
que desde el análisis microeconómico impulsó Becker (1981), viene a señalar que en la actualidad
los hijos ya no son una inversión, como sí lo fueron en otros contextos sociales (mano de obra que
contribuía en el trabajo familiar, garantía de cuidados en la vejez), sino un gasto, y de lujo.
14• Hoe (1995).
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de realización personal, con la que se pretende desarrollar aquellas aptitudes en las
que se ha invertido tiempo, esfuerzo y dinero durante un largo período formativo.
Durante los años ochenta la inestabilidad laboral se generaliza en la mayoría de
los países occidentales, España entre ellos de una manera más acusada, en parte por
causa de los elevados niveles de desempleo (en el que inciden problemas estructurales de su economía así como el acceso de las generaciones del baby boom de los
sesenta) y, posteriormente, por la precariedad en la contratación, reforma justificada
en aras de la flexibilidad que el nuevo contexto de competencia industrial internacional implica. El peso de ambos efectos va a recaer de forma principal en la población
joven que busca su primer empleo, dada su menor experiencia laboral, que les resta
atractivo como factor productivo, y su menor poder de negociación para impedir que
las nuevas normas concentren en ellos su intensidad liberalizadora, del cual quedan
protegidos, al menos en términos comparativos, los trabajadores veteranos.
Esa inestabilidad laboral siempre ha sido padecida en mayor grado por las
mujeres, discriminación que en sus efectos demográficos parecía manifestarse en una
mayor natalidad porque asumían de forma más inmediata su papel reproductivo dentro de la familia. Así, las tendencias descritas en los modelos demográficos occidentales mostraban que conforme la mujer se incorporaba al mercado de trabajo, el número
de hijos por familia descendía. Se trataba de una correlación inversa que durante
varias décadas ha estado vigente y que en países como España parecía dar lugar a un
crecimiento vegetativo superior al del resto de Europa. Sin embargo, desde mediados
de los ochenta, se ha invertido lo que parecía una ley demográfica, y los países con
tasas de actividad femenina elevada o media presentan durante los noventa unas
tasas de fecundidad crecientes –ya en torno al 1,8-, si bien es cierto que a mucha distancia de lo que eran sus niveles de los años sesenta o primeros setenta –situadas
entre el 2,2 y el 2,5 según países-. En estos momentos, la natalidad de las sociedades
en las que la mujer participa de forma generalizada en el mercado laboral es bastante
más alta que la de las naciones del sur, donde dicha incorporación es más reducida.
De lo cual cabe deducir que la variable decisiva no es tanto la mayor o menor actividad de las mujeres sino su estabilidad contractual y las posibilidades de compatibilizar trabajo y familia. En consecuencia, los bajos salarios y la corta duración de los
empleos limitan la posibilidad de tomar decisiones que exigen un cierto horizonte de
estabilidad a medio plazo, como son el matrimonio o la convivencia estable, y la descendencia15.
15• Ahn y Mira (1999).
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En las pequeñas poblaciones estos problemas suelen agravarse en la medida
que la estructura económica predominante es poco dinámica, especializada en actividades maduras que remuneran sueldos bajos –agricultura extensiva e industrias
intensivas en factor trabajo-, y el sector servicios, en el que la mujer suele encontrar
más fácil su inserción laboral, como hemos dicho, es minoritario. Las iniciativas
empresariales de este sector terciario, el más dinámico, no encuentran aliciente para
su surgimiento en el medio rural más periférico dado que dependen en gran medida
de los mercados más inmediatos, pues apenas pueden exportarse sus producciones, y
éstos no alcanzan un umbral mínimo requerido para su rentabilidad16.
Políticas ante la despoblación en el medio rural: un enfoque desde la demanda
Además de la situación laboral, la vivienda es otra de las variables no estrictamente demográficas que también influye en la configuración de las familias y en su
tamaño. El mercado inmobiliario presenta grandes rigideces, con una escasa oferta de
viviendas, todavía menor en alquiler, problemas de información y unos precios elevados que son amplificados por unos tipos de interés hipotecarios muy altos hasta finales de los noventa. Las políticas públicas de promoción de viviendas sociales han
estado restringidas por procesos de consolidación del gasto público, que no permitían
desenvolver una política cara. Estas dificultades para acceder a una vivienda han
ralentizado la emancipación de los jóvenes del hogar paterno, la constitución de
matrimonios y parejas estables, y la expectativa de tener varios hijos.
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Aunque se suele asociar al ámbito de las ciudades, la vivienda es una limitación
relevante para el asentamiento de parejas jóvenes también en el mundo rural. Su
oferta es muy reducida, y el parque de viviendas disponibles en venta o alquiler suele
encontrarse bastante deteriorado. Por lo que no suele ser inhabitual que las familias
recién constituidas traten de residir en las ciudades más próximas o en los núcleos de
cierta entidad, donde ese problema es menor, aunque implique desplazarse cada día
hacia la pequeña población para su desempeño profesional.
Un tercer bloque de causas extra-demográficas que inciden en la baja natalidad tienen que ver con la carencia de tiempo para la crianza de los hijos, y de alternativas a la dedicación personalizada, casi siempre asumida por las mujeres. En
16• Lo comentado en este punto con relación a este tipo de actividades admite bastantes matices. Sí valdría para los servicios destinados principalmente a las familias -comercio minorista, sanidad, educación- pero podría reconsiderarse para los servicios a las empresas –transporte, asesorías, diseño-, que
admiten distintos grados de exportación. Por otro lado, las nuevas tecnologías de la red permiten
que la escasez de población no sea una restricción radical del potencial mercado de los negocios más
innovadores en el sector servicios: actividades de ocio, teletrabajo, televenta, etcétera.
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general, en los países del Sur de Europa los empresarios son renuentes a las modalidades de contratos laborales flexibles – reducción en la duración de la jornada, excedencias, facilitar la movilidad laboral para que la residencia común de las parejas no
exija grandes desplazamientos- y la oferta de guarderías y de personal especializado
para el cuidado de los niños es insuficiente y costosa. En los pequeños núcleos rurales puede agravarse esta problemática ante la inexistencia de escuelas en la propia
población y la mala comunicación con las más próximas, lo que exige una dedicación
adicional a los niños durante un mayor período de tiempo.
La superación de estas restricciones para compatibilizar los ámbitos familiares
y laborales es complicado de remediar, pues además de las dificultades relativas al
equipamiento de infraestructuras sociales conciernen también variables que apenas
pueden ser moldeadas a corto plazo por las políticas, tales como la mentalidad y el
talante de la ciudadanía. Así, la asimétrica reasignación interna en la pareja de las
labores domésticas, que habitualmente suponen una duplicación del esfuerzo para las
mujeres que trabajan, no contribuye en modo alguno al fomento de la natalidad.
En suma, la natalidad depende más de cuestiones generales, las cuales condicionan los horizontes de las alternativas que se presentan a los posibles padres, y
menos de propuestas concretas, como las que aluden las tradicionales políticas natalicias, ejecutadas a través de precios y subvenciones poco relevantes en las valoraciones efectivamente ponderadas. De lo que se deduce que las políticas tendentes a
promover la natalidad han de tener un carácter global y una consideración interdisciplinar como corresponde a un enfoque desde la demanda.
Así, las políticas de vivienda deberían tener en consideración las circunstancias
específicas de las parejas jóvenes, las laborales entre las principales, para proponer los
requisitos de acceso en propiedad y en alquiler. De manera complementaria, la regulación del mercado laboral tendría que territorializarse, y al descentralizar su gestión
tener en cuenta las condiciones sociales, culturales y de movilidad del entorno.
Además de los aspectos relativos al desarrollo local que condiciona el empleo y la
oferta de viviendas, la valoración que los propios habitantes hacen de sus condiciones
de vida son determinantes, y por ello la dotación de servicios públicos merece introducir unos parámetros distintos a los que rigen en el mundo urbano.
Tampoco se ha de olvidar que las interdependencias que surgen entre todos
estos conjuntos de medidas no siempre son complementarias, sino que generan contradicciones. Una mayor integración de la mujer en el mundo laboral, en principio,
puede suponer un descenso de la fecundidad y repercutir en un menor crecimiento
vegetativo. Bien es cierto, por el contrario, que la inexistencia de oportunidades de
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empleo en el sector servicios es un factor decisivo en la expulsión de las mujeres más
jóvenes y mejor formadas del medio rural, que no encuentran el puesto de trabajo
deseado y emigran. Pero no promover una ampliación del mercado de trabajo femenino en el mundo rural, en aras de que las familias sigan siendo más numerosas que
en el medio urbano, aun cuando puede suponer un mantenimiento de la tasa de
fecundidad, evita la mayor, que es que decidan vivir en sus pueblos las mujeres en
edad de procrear, principal motivo del declive poblacional. No olvidemos que la baja
tasa de natalidad puede deberse a una disminución en alguno o ambos de sus dos
componentes: tasa de fecundidad y escaso número de mujeres en edad fértil.
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Las estrategias ante la despoblación en el mundo rural deben profundizar en
esos tres flancos, económico y laboral, vivienda, y calidad de vida, adecuándolos a las
circunstancias de una menor densidad, de un mayor envejecimiento de su población,
de unos territorios que no aprovechan sus potenciales de desarrollo y de unas dotaciones de infraestructuras deficitarias. Todo ello teniendo en cuenta el impacto relativamente mayor de cada situación sobre la mujer y las influencias entre todas la
dimensiones citadas. En consecuencia, los programas para la promoción de la natalidad en las áreas débilmente pobladas deben tener como protagonista a las mujeres
jóvenes. Por un lado, se deben evitar las discriminaciones económicas y sociológicas
que se dan en el mundo laboral por razón del género, y, por otra parte, se ha de promover la terciarización de la economía rural, aprovechando una descentralización del
Estado del Bienestar con la extensión de servicios a la población anciana ya residente,
incorporando las telecomunicaciones en el desempeño de ciertas profesiones, y planteando una oferta amplia y diversificada de ocio, turismo, artesanía alimentaria, gastronomía y cultura.
Medidas ante el envejecimiento de la población
El envejecimiento de la población es una característica compartida por la
mayoría de los países occidentales, especialmente por los europeos. En principio tiene
su origen en causas positivas como el alargamiento del ciclo vital, acompañado de un
incremento en la calidad del mismo. Su consideración problemática deriva de que
cuando coincide con una reducción en la tasa de natalidad compromete la viabilidad
de ciertas poblaciones y comarcas, en el sentido de no darse un relevo generacional ni
para el mantenimiento de las actividades productivas ni para la conservación del capital social, cultural y medioambiental acumulado.
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En nuestro caso, las políticas relativas a la población anciana son estudiadas
con relación al objetivo de mejorar su calidad de vida en términos físicos o biológicos
así como en sus dimensiones más cualitativas, aspectos éstos que tienen que ver con
su integración social, afectiva, y su movilidad geográfica. Entroncado con esto último
también surge como objetivo adicional, antes comentado, su posible contribución a la
estabilidad demográfica de algunas áreas. En bastantes zonas rurales sometidas a una
intensa emigración, el posible retorno a partir de su jubilación de aquellos ciudadanos
hoy residentes en las ciudades podría resultar beneficioso tanto para ellos, en el sentido de disfrutar de esta etapa en un entorno conocido, como para las poblaciones que
los acogen, en la medida que aumenta su demanda interna y permite alcanzar los
umbrales mínimos para que se presten ciertos servicios, como sanidad o asistencia a
la tercera edad.
Las medidas que se suscitan acerca del envejecimiento se plantean sobre dos
pilares que se refuerzan entre sí: por un lado, garantizar unos servicios públicos en
el mundo rural adecuados a las necesidades de la población mayor, y, por otro, ofrecer facilidades para el retorno de los mismos a sus lugares de origen, bien con carácter definitivo, bien temporal, en un peculiar tipo de migraciones de carácter
estacional.
En ese sentido, las políticas a desarrollar también tendrían un carácter más
genérico que el estrictamente asistencial específico de la tercera edad. Piénsese en la
importancia de las conexiones en transportes y telecomunicaciones y la polivalencia
de las infraestructuras sociales. Como en el caso anterior, una política poblacional del
mundo rural tendría que matizar algunas de las estrategias generales para contribuir
a la movilidad de las personas mayores, una oferta sanitaria amplia, flexible, con capacidad de desplazarse de forma ágil al paciente, posibilitar, mediante algún tipo de
tutela, la residencia de los mayores en los pequeños núcleos cuando no sea factible la
existencia de centros.
De forma adicional, en las zonas menos pobladas y con mayor grado de envejecimiento, permitir la compatibilidad, voluntaria, de ciertas actividades a tiempo parcial que originen rentas laborales, profesionales o empresariales en personas jubiladas
(más aún en las prejubiladas) reduciendo las contraprestaciones por pensión de forma
proporcional. Esta figura debería ser desarrollada con carácter especial para aquellos
casos en que dichas personas dan continuidad a actividades (empresariales, artesanales, autónomos) que con su abandono implican la desaparición de dicho negocio o
actividad.
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Medidas sobre las migraciones
En los últimos años las migraciones han experimentado en el conjunto de
España un cambio radical tanto en relación con el sentido de los flujos que tradicionalmente se habían dado17 como por causa de quienes los protagonizan: entre los que
llegan, ciudadanos de otros países que asumen puestos de trabajo de baja remuneración, así como jubilados que retornan, y entre los que parten, con menor impacto que
en el pasado, jóvenes con formación superior que prosiguen el itinerario de los anteriores braceros y pequeños propietarios desde los núcleos rurales a las áreas urbanas,
aunque ahora en empleos de cuello blanco.
Otro fenómeno a introducir en los análisis convencionales procede de la movilidad diaria o semanal, el denominado commuting, entre los lugares de trabajo/estudio,
residencia (vivienda habitual) y esparcimiento (segunda vivienda o establecimientos
turísticos), de forma que los conceptos de vecindad18 o empadronamiento han de ser
revisados, y con ellos la provisión de servicios públicos.
Políticas ante la despoblación en el medio rural: un enfoque desde la demanda
Brevemente comentamos los objetivos y medidas posibles de plantear para
cada tipo de migración, deteniéndonos en aquellos aspectos relativos a la posible
regeneración demográfica del mundo rural.
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Con relación a la inmigración generada por motivos laborales, que supone la llegada de importantes contingentes de ciudadanos extranjeros, habitualmente masculinos, para labores agrícolas y en el sector de la construcción, el fin principal a proponer
sería el de su integración social, garantizando un nivel adecuado en el ejercicio de sus
derechos, especialmente los laborales, y en el acceso a la vivienda y a la sanidad.
Estas inmigraciones tienen consecuencias en la pirámide poblacional y en el
territorio, pero se ha depositado en estos flujos unas excesivas expectativas para reequilibrar tanto el espacio como la envejecida estructura demográfica. De forma sinté-
17• El País Vasco y Cataluña tienen tasa migratoria neta negativa durante el período 1980-1995, mientras que en esos años Aragón, junto con otras comunidades que habitualmente expulsaban población, como Murcia o Andalucía, la obtienen positiva.
18• Las divergencias en las estadísticas oficiales entre población de hecho y de derecho son pequeñas en
relación con la discrepancia real existente. En diferentes trabajos sobre migraciones, - citados en De
la Fuente (1999 b) -, cuando se trabaja con encuestas, a partir de las muestras se observan deficiencias importantes con relación a las Estadísticas sobre Emigración del INE y los Registros de los
Ayuntamientos.
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tica, exponemos algunas prevenciones ante esa pretendida solución inmigratoria
extranjera al problema de la despoblación rural.
En primer término, la mayoría de dichos inmigrantes aspira a una promoción
económica, totalmente legítima, que tiene como meta última el medio urbano, en el
cual pueden desenvolver mejor sus capacidades profesionales aprendidas en su país
de origen y obtener unos niveles de renta superiores a los de jornalero agrícola o peón
sin cualificación en actividades poco competitivas, que son las más habituales en los
pequeños núcleos. Además, es previsible que esta tendencia al desplazamiento hacia
el medio urbano venga reforzada por una percepción similar a la que realizan las personas jóvenes originarios del medio rural: la de las diferencias en niveles de servicios
o posibilidades de ocio y vida social. Todo ello puede significar que, para un porcentaje importante de estos inmigrantes, el destino rural no sea sino una primera etapa
de su desplazamiento migratorio.
Además, su inyección de juventud no es suficiente para corregir el grave envejecimiento de la población rural. Quienes vienen con permiso de trabajo son ya adultos y sólo pueden desencadenar algún efecto en la medida que se produce su
reagrupamiento familiar, traen consigo a su descendencia, o son capaces de constituir
parejas mixtas, en los tres casos alternativas bastante costosas. De manera que, aunque su tasa de fecundidad es más elevada que la del resto de ciudadanos, su impacto
es poco significativo. Es también previsible que aquella tienda a adaptarse, a medio
plazo, a la que existe en el lugar donde se insertan estos inmigrantes.
En todo caso, la inmigración extranjera genera una serie de efectos en el medio
rural que conviene reforzar en sus aspectos más positivos. La intervención pública
sería pertinente debido a las limitaciones urbanísticas de las pequeñas poblaciones
que no tienen oferta de viviendas adecuada, a la escasa agilidad administrativa respecto de los trámites y la provisión de información, y a su incapacidad para financiar
ciertas infraestructuras. Pero también distorsiones más ilógicas justifican la actuación
política correctora, como el coste “racial” con que a veces se encarecen las transacciones efectuadas por ciudadanos de etnias minoritarias. Fomentar su estabilidad
laboral y residencial puede contribuir a su integración social y a mejorar su nivel de
vida. Una estrategia relevante para consolidar su presencia se basaría en que estos
ciudadanos puedan encontrar asentamiento estable en una localización centralizada
compatible con la gran movilidad que desarrollan durante la larga etapa de distintas
cosechas y demás trabajos estacionales.
Otro componente de la inmigración desencadenada por reajustes del factor trabajo, que en estos momentos no se ha reiniciado aún, si bien puede recobrar cierta importancia a medio plazo, es la que sucede entre territorios del propio país. Atrás quedan los
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intensos movimientos interprovinciales desencadenados por un ajuste estructural de la
economía, que expulsaba mano de obra agrícola hacia los sectores industrial y de la construcción. En términos geográficos suponía una migración desde las zonas rurales del Sur
y del Interior de España hacia las áreas urbanas del Mediterráneo, País Vasco, Madrid y
algunos focos aislados, como Zaragoza o Valladolid19. Este proceso, que permitía una
convergencia en niveles de renta per capita aunque desencadenaba una divergencia
territorial muy acusada, se quebró a finales de los setenta al elevarse las tasas de desempleo en los lugares receptores de mano de obra pues, aunque comparativamente todavía
eran inferiores en diez puntos o más a las de Andalucía o Extremadura, no suponían posibilidades de encontrar trabajo a los migrantes potenciales20.
Políticas ante la despoblación en el medio rural: un enfoque desde la demanda
Sin aquella intensidad, tampoco deseable, es posible que en la actualidad, en la
medida que en ciertas zonas urbanas pero también rurales, se están alcanzando las
tasas naturales de desempleo masculino, para algunas ramas de actividad puede resultar atractivo el desplazamiento desde su lugar de origen a quienes detenten la capacidad profesional adecuada. En ese sentido y con relación a esta modalidad de
inmigración nacional, se proponen medidas que incidan en los costes de transacción,
los de información, contratación y traslado, que encarecen la movilidad y el ajuste
entre oferta y demanda de mano de obra.
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También podría plantearse un conjunto de medidas relativas a migraciones
desde el mundo urbano hacia las zonas rurales. Estos flujos presentan distintas modalidades, desde la que acontece en el perímetro urbano con un modelo residencial más
difuso basado en la vivienda unifamiliar, hasta otra muy poco perceptible en España,
pero que en gran parte de Europa se está dando, como en Francia y Alemania21, consistente en un traslado definitivo en términos laborales y residenciales.
Con relación al movimiento residencial hacia zonas próximas, la carencia de
una red de ciudades intermedias bien comunicadas en el interior de España, reduce su
impacto al anillo más inmediato de las grandes ciudades22, sin que sus efectos difusores tengan consecuencias efectivas en las áreas más despobladas, muy alejadas de
cualquier tipo de ciudad.
19• Sobre las cuencas migratorias españolas, ver Silvestre (2001), Mikelarena (1993) y Ródenas (1994).
20• Sobre el papel de las tasas de desempleo en los movimientos migratorios en España, así como su
efecto en los procesos de convergencia en rentas per capita pueden consultarse García Greciano y
Raymond (1999) y De la Fuente (1999 b).
21• Von Meyer (1998); sobre Francia, Berger (1997).
22• Interesante es el caso de ciudades como Ciudad Real y Puertollano, que la existencia de una infraestructura rápida como el tren de Alta Velocidad ha potenciado.
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En cambio, promover la inmigración hacia las poblaciones de menor tamaño de
aquellos profesionales y pequeños empresarios que fueran capaces de promover su
actividad en sus localidades de origen o con las que mantienen algún vínculo –familiares, estancias estivales, segunda vivienda-, puede ser importante. En ese sentido, se
podrían plantear algunas medidas, que también incidieran en el abaratamiento de los
costes de información y en la adaptación del capital humano a los potenciales de
desarrollo locales23.
4. Consideraciones finales
Los sucesos demográficos hasta aquí comentados son el reflejo de actuaciones
personales y colectivas sumamente complejas. Por un lado, cualquier intervención
pública en este campo afecta a cuestiones íntimas y básicas de la conducta humana,
con una carga valorativa muy grande. Por el otro, los nacimientos, las decisiones
acerca de dónde residir, las inversiones en salud y educación, aun cuando son tomadas en el ámbito personal, repercuten en el conjunto de la sociedad y dan lugar a la
configuración de un tipo de estructura poblacional que puede no ser la más idónea en
términos de equilibrio territorial, de eficacia en la provisión de servicios públicos o de
eficiencia en el aprovechamiento de las oportunidades de desarrollo. En esta dimensión más general, también los juicios de valor son parte relevante de la intervención
pública a la que orientan y encauzan en su ejecución.
Distinguimos dos esferas, vinculadas entre sí, en las que delimitar la influencia
de los valores. Una que tiene que ver con el modo de ejecución de la política poblacional, de tipo más metodológico, y un segundo campo, más político, que alude a la
definición de los objetivos y las prioridades en su ordenación.
Con relación al primer ámbito, las ideas que se han manejado previamente con
relación a los sucesos coincidían en señalar la conveniencia de una aproximación integral
al problema de la despoblación. Lo cual implica que durante su proceso de elaboración
técnica las medidas que se promuevan hayan de ser analizadas desde distintas perspec-
23• Esta combinación de medidas es la que viene ejecutándose a través de la Iniciativa Comunitaria
Leader.
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tivas del conocimiento, y durante su desarrollo legislativo se presenten como un programa conjunto, coherente y con capacidad para incorporar las correcciones precisas.
Políticas ante la despoblación en el medio rural: un enfoque desde la demanda
En lo relativo a la fijación de los objetivos, consideramos que el punto de partida son las preferencias de los ciudadanos. El apoyo a la natalidad, una de las medidas centrales de cualquier programa sobre despoblación, sólo tiene sentido en la
medida que las encuestas reflejen que los potenciales padres y madres desearían tener
más hijos que los que efectivamente tienen hasta el momento, y que esa brecha entre
realidad y deseo puede ser recortada por la intervención pública. De la misma manera,
aunque la teoría espacial de los bienes públicos, o la del desarrollo regional, toma unas
determinadas referencias de población y densidad para calcular una mayor eficacia,
no se pueden establecer restricciones a la movilidad de las personas. El papel de los
investigadores sociales puede ser el de aclarar las consecuencias previsibles de cada
decisión, informar a los afectados de la manera más rigurosa posible, pero en modo
alguno tratar de impedir su decisión última.
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Además de la libertad, la equidad es otro de los valores afectados por las políticas ante la despoblación. Independientemente de la concreción de las medidas, se
abren interdependencias entre ciudadanos de distintos territorios y colectivos cuando
se plantean inversiones en un territorio o transferencias a un subconjunto de la ciudadanía para promocionar una determinada conducta poblacional, financiados con
los presupuestos a los que contribuyen todos. Se desnivela la equidad intergeneracional cuando en aras del equilibrio territorial y de la regeneración de las áreas rurales
débilmente pobladas se construyen infrestructuras con impactos medioambientales
de muy largo plazo. La cohesión queda también afectada cuando se discrimina a los
ciudadanos en función de su procedencia o rasgos étnicos. En el ámbito familiar, o en
el laboral, el machismo es un elemento grave en la vulneración de los criterios de equidad, y ha sido causa de dinámicas migratorias.
En todas estas facetas, la equidad ha de inspirar el trato discriminatorio favorable a quienes se encuentran en peor situación. Sin embargo, definir una circunstancia así, relativa según contextos, momentos históricos y lugares, resulta bastante
difícil. En territorios tan desequilibrados demográficamente, las situaciones personales a promocionar no sólo vienen determinadas por una renta inferior sino también
por la dificultad en el acceso a ciertos bienes y servicios públicos que forman parte del
núcleo del bienestar de nuestras sociedades. En consecuencia, cualquier medida
demográfica afecta en algún grado las valoraciones sociales sobre la equidad, y conviene sopesar desde este punto de vista qué se pretende y cómo se afecta.
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El concepto de eficiencia también conviene ser reflexionado al hilo de cada
medida, ya que la mayoría de las iniciativas relativas a la demografía del mundo rural
menos desarrollado tienen como referente principal el incremento de la competitividad de los territorios. En este objetivo, junto con la pretensión de alcanzar una oferta
productiva diversificada y eficiente con empresas más innovadoras, ha de incorporarse
la perspectiva de la demanda, en la que la calidad de vida que perciben los ciudadanos es el elemento clave. Valoración que es subjetiva y depende de la mentalidad
vigente en la sociedad en cada momento.
Agradecimientos
Los autores agradecen los comentarios de dos evaluadores que han contribuido a mejorar sustancialmente este trabajo; no obstante, los errores que restan son
de nuestra exclusiva responsabilidad.
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