El Menón; Platón

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El Menón
Platón
El Menón (Platón)
Resumen
Menón plantea a Sócrates de forma brusca las siguientes preguntas: ¿es enseñable la virtud? ¿Se puede
adquirir por ejercicio? ¿Les llega a los hombres por naturaleza alguna, o de otro modo? Sócrates le explica
que no puede responderle a tales preguntas porque desconoce el significado de virtud. Menón no cabe en su
asombro y le explica que todo el mundo conoce la virtud del hombre y de la mujer, la virtud del joven y el
viejo... Sócrates le replica que para que todas esas virtudes lo sean tienen que tener algo en común. Menón lo
ve muy sencillo y le responde que la virtud es el poder de mandar a lo que Sócrates le responde que no sólo se
equivoca (ya que se trata de mandar justamente, pues el tirano no es ningún ser justo) sino que sólo ha
definido una virtud entre otras muchas. Le insta a intentarlo de nuevo y Menón ahora incurre en el error de
definir la virtud por unas de sus particularidades. Menón entonces se ve obligado a admitir que no tiene la
menor idea de lo que pueda ser la virtud, y en vez de querer averiguarlo con Sócrates le pregunta como
investigar una cosa que se ignora por completo y cómo en caso de encontrarlo (el significado), saber que se ha
encontrado. Aquí es donde plantea Sócrates la teoría de la reminiscencia, es decir, que no se aprende, sino que
se recuerda. Para demostrar esta teoría hace que un esclavo de Menón, sin ningún conocimiento matemático,
descubra una proposición geométrica fundamental. Lo consigue haciendo solamente preguntas. Pero Menón
vuelve a retomar su primera pregunta. Sócrates para ello le hace ver que para ser enseñada debería ser una
ciencia, y por ello, habría maestros de virtud, y Sócrates no conoce ninguno. En este momento aparece Anito.
Al preguntarle a este último si conocía a algún maestro de virtud a lo que responde que cualquier ciudadano
ateniense sería capaz de enseñar la virtud y no recurrir a los sofistas. Anito aclama a los grandes hombres de
bien de Atenas sugiriendo que estos eran grandes virtuosos, pero al no saberlo enseñar, deduce Sócrates que la
virtud no es enseñable. Anito, al no poder replicar a Sócrates, se enfada y se va. Por ello se deduce que no es
una ciencia al no ser enseñable, pero tampoco es un don natural, por lo que dice que hay aún una salida, que la
virtud es algo así como una creencia ciega pero acertada. Para concluir acaba Sócrates diciendo que no
podemos saber como es la virtud sin antes conocerla.
El Menón (Platón)
Comentario Personal
Al terminar la lectura de este diálogo de Platón, me planteo un par de dudas: ¿Acaso Menón no quiere sacar
provecho de las lecciones que le da Sócrates? ¿Es que no se da cuenta de sus errores, o quizás no quiere
rectificar su postura? ¿Es realmente útil el diálogo como método de enseñanza? ¿Enseñar es realmente
recordar? Supongo que podré contestar a estas preguntas reflexionando un poco sobre ellas.
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Respondiendo a la pregunta sobre si es Menón el que no quiere aprender del diálogo con Sócrates, se podría
decir que no es del todo culpa suya. Probablemente tiene una parte de hedonista dentro de sí que le hace no
querer ser un sofista (conocedor del saber) sino lo que busca, en palabras de A. Koyré, son <<las cosas
buenas>> de la vida: éxito, riquezas, poder Lo que le pasa es que no se deja enseña, es decir, está obcecado
en que Sócrates le responda a su pregunta, a pesar de no conocer el verdadero significado de virtud quiere
saber si es o no enseñable. Probablemente si se hubiese dejado guiar por Sócrates habría comprendido el
significado de la virtud y podría haber conocido si es o no es realmente enseñable. Lo único que consigue es
darse cuenta de su ignorancia sobre la virtud. Ni aún habiéndolo reconocido se da cuenta que el hacerlo es un
paso esencial para poder investigar en otros aspectos de la virtud. Para resumir, según dice Koyré Menón no
sabe pensar, ya que nunca ha aprendido a hacerlo. Pues pensar (esto es, pensar acertadamente, razonar
correctamente, de acuerdo con la realidad) es aquello que constituye la ciencia; lo cual es cosa que se
aprende y se enseña [...] Pero Menón, amigo y discípulo de Gorgias [...] lo único que ha aprendido de él, no
es el razonamiento correcto, sino el discurso persuasivo; no es un filósofo, sino un retórico: la verdad no le
importa nada; no la busca a ella, sino el éxito.
Respondiendo a la pregunta formulada sobre si se da cuenta de sus errores o si por el contrario no quiere
rectificar su postura cabe decir que es una mezcla de ambas cosas. Por un lado, al principio se da cuenta de su
error cuando Sócrates le introduce en su juego del diálogo (durante la ironía), pero cuando está ya preparado
para poder aprender (mayeútica) se ha negado a entrar en el estudio del problema principal y ha vuelto a
llevar la conversación por el camino equivocado, en palabras de Koyré.
Relacionada con la pregunta anterior me planteo la siguiente, referida a la utilidad del diálogo como método
de enseñanza. Debido al planteamiento anterior no puedo decir que el diálogo no tenga utilidad, ni que sea
ineficaz, pero sí puedo decir que no es infalible ya que Sócrates no consigue hacerle aprender a Menón. Bien
es cierto que Dado que la virtud es ciencia, no podrá ser enseñada más que como se enseñan las ciencias, es
decir, merced a un esfuerzo de descubrimiento por parte del alumno, y no valiéndose de un adiestramiento
por parte del maestro: desde el interior, y no desde el exterior De acuerdo con lo dicho por Koyré si el
alumno no tiene interés por conocer, la virtud no se puede enseñar. Por ello la respuesta a la pregunta
planteada por Menón, es absolutamente clara: sí la virtud se enseña, por ser una ciencia [ver cita anterior];
pero no se enseña a Menón
Respecto a si enseñar es realmente recordar, hay una prueba fehaciente que nos plantea el diálogo Pues si
Sócrates ha podido <<enseñar>> geometría al esclavo de Menón es porque en su alma había vestigios,
huellas, gérmenes del saber geométrico, y las preguntas socráticas han podido despertar, hacer germinar y
que lleven fruto tales gérmenes [...] innatos en el alma Por otro lado hay que reconocer que una parte de la
actual enseñanza se basa en despertar las cualidades innatas del ser humano.
Bibliografía
− Ferrater Mora, J. Diccionario de Filosofía de Bolsillo
Alianza Editorial. Madrid, 1997.
− Mindán Manero, M. Historia de la Filosofía y de las Ciencias
Editorial Anaya. Salamanca, 1964.
− Navarro Cordón, J. M. y Calvo Martínez T. Historia de la Filosofía
Editorial Anaya. Barcelona, 1998.
− Textos aportados por el Departamento de Filosofía (I. E. S. Cardenal Herrera Oria). Madrid, 1998.
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